educación PATRIMONIAL
La educación patrimonial DIBUJO DE TERRITORIOS Y FRONTERAS Valentina Cantón Arjona*
Este texto tiene una doble finalidad. La primera, integrar a Correo del Maestro un espacio que de manera continuada y sistemática se ocupe de un campo emergente de la educación, la educación patrimonial. Campo que esta publicación anticipaba (mejor aún, intuía) en los fines y principios que orientaron su constitución y desarrollo, y que vino perfilándose en algunos de sus números hasta encontrar, aquí y ahora, su lugar y su momento y conquistar el uso de su nombre propio. La segunda finalidad busca ofrecer al lector una visión muy general de algunos de los territorios y fronteras, las dificultades y oportunidades, así como los horizontes que este campo de la educación dibuja. Y permitirle reconocer posibles puntos de partida –aquí proponemos once– para sus futuras reflexiones e indagaciones orientadas a localizar, definir, clasificar y/o sistematizar los objetos, temas, conceptos y categorías de análisis útiles para dar cuenta de los múltiples y diversos bordes, matices y facetas que caracterizan este complejo campo de estudio. De ellos, de su tratamiento, nos iremos ocupando de manera más puntual en los próximos textos que darán cuerpo y vida a la primera intención antes señalada.
a educación patrimonial abre puertas y ventanas a sus estudiosos para abonar a la restauración de una vieja herida –tan dolorosa como costosa– infligida a nuestro sistema educativo y sus actores a lo largo del siglo XX: la creciente separación, artificial y artificiosa, entre la educación y la cultura. Interpretada y actuada como mera instrucción, la educación, espe* Profesora investigadora de la UPN Unidad Ajusco. Responsable del proyecto “El derecho a la memoria: una propuesta de educación patrimonial”; docente y asesora de tesis del tema educación patrimonial en la licenciatura y el posgrado en Pedagogía, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
44
cialmente la escolarizada, fue dejando de lado el tema de la cultura, olvidando u omitiendo el lugar fundamental y privilegiado que ésta debe tener en la tarea educativa. Las actividades culturales se empobrecieron paulatinamente y lo mismo trivializándose que sacralizándose (ambas actitudes producen el mismo efecto: generar ajenidad, distancia) pasaron –en el mejor de los casos– a formar parte de la devaluada Educación Artística y/o Estética; para, confinados en ella, ocupar lugares secundarios en la jerarquía de los contenidos curriculares. No hubo, pues, en la escuela pública
CORREO del MAESTRO
núm. 205 junio 2013