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Patricia Delgado Granados
DEL AULA
DESTELLOS Y PENUMBRAS
Patricia Delgado Granados
refl exión del exilio en la historia educativa hispano-mexicana que ayuden a un mejor conocimiento, comprensión y sensibilidad de lo que supuso el viaje forzoso de los republicanos a México. Un viaje forzoso de miles de españoles que tuvieron que iniciar una nueva etapa vital y profesional, una nueva identidad, que se asentaría sobre la ruptura de sus raíces identitarias y la confrontación con el país de acogida. La emigración que se origina con la Guerra Civil de 19361939 es, sin duda, la emigración de españoles más importante que se ha producido en nuestra historia.
PALABRAS CLAVE: Exilio, franquismo, historia de la educación, México, republicanos españoles, identidad.
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Niños preparándose para la evacuación de España, haciendo el saludo republicano.
1. La memoria y el olvido en la construcción de la identidad
La escritora Josefi na R. Aldecoa en su refl exión sobre la Guerra Civil y el exilio republicano apuntaba que “somos nuestra memoria, la pérdida de la memoria es la pérdida de nuestra identidad total”. Ciertamente, la memoria desempeña un papel esencial en la construcción de la identidad individual y colectiva de un pueblo, pero también el olvido. En esta polaridad entre el olvido y el recuerdo, entre la “amnesia” y la “memoria” de la fratricida Guerra Civil y posterior dictadura franquista, se ha ido construyendo en las últimas décadas nuestra identidad ciudadana. De este modo, nuestra historia más cercana en el tiempo y en el espacio sigue siendo hoy día la gran desconocida, la que se deja arrinconada a la espera de que nuevas generaciones de historiadores inicien la labor de desescombro, y rescaten del olvido una parte de la historia reciente pero ajena en el subconsciente
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Juan Negrín, último jefe de Gobierno de la Segunda República española.
colectivo. Así ha ocurrido con el exilio español que tras más de setenta años sigue siendo un episodio histórico poco analizado y, menos aún, asimilado. Un episodio lleno de penumbras que se han ido intensifi cando por la actitud social de indiferencia y de anomia hacia el ayer y, por lo tanto, de desconocimiento sobre la verdadera dimensión del franquismo.1
Los motivos de la actual situación de banalización del franquismo y de dejación social hacia el pasado se remontan a la muerte del dictador Francisco Franco y al proceso de transición hacia la democracia. A fi nales de la década de 1970, las fuerzas políticas y sociales sellaron una especie de “desmemoria”,2 un consenso
1 Vidal-Beneyto, J., “La banalización del franquismo”, El País, 25 de noviembre de 2005. Navarro, V., “Los costes políticos del silencio histórico”, El País, 18 de enero de 2006. 2 Entendiéndola como “borrón y cuenta nueva” aparentemente necesaria para que se produjera el proceso de normalización social e instauración de la democracia en España. Cfr. Tusell Gómez, Javier, Dictadura franquista y democracia, Crítica, Barcelona, 2005. no escrito encaminado a “olvidar” e iniciar una nueva etapa protagonizada por la democracia. Había un miedo generalizado a recordar los terribles años de dictadura y represión, por lo que se tendió a sellar el pasado por temor a que si se profundizaba, el proceso de transición podía no culminar en paz y concordia. Consecuentemente, la memoria de la Guerra Civil, del exilio, en defi nitiva, de la represión franquista actuó como revulsivo social creándose una especie de pacto de silencio que los poderes políticos, sociales, educativos e ideológicos parecen haber cumplido sin excepción. El resultado de este silencio ha sido el desconocimiento por parte de las generaciones más jóvenes de estos hechos tan cercanos en el tiempo ya que nadie les ha hablado de ellos, a la vez que muestra la situación de “ocultación” a la que aún se encuentra sometida la historia más reciente de España y lo ominoso que puede llegar a convertirse el pasado; un pasado lleno de recuerdos silenciados y de testimonios, personas, libros e instituciones olvidadas.3
En este sentido, Juan Manuel Fernández Soria4 señala que el silencio contribuye a la uniformidad de pensamiento, de las personas, de la cosmovisión del mundo y de la vida, a la desmovilización, a la ausencia de subversión y de transformación social, en defi nitiva, a la despolitización. El silencio es un arma efi caz y mortífera para las ideas, ya que debilita toda
3 En este debate sobre la terminología coincidimos con Ángeles
Egido León en proponer el término “reconstrucción de la memoria” más que el de reparación o recuperación, porque consideramos que esta parte de la historia –la de los vencidos, la de los que emigraron de manera forzosa a otras tierras– está, al menos en sus aspectos más polémicos, en cierto modo construyéndose, es decir, haciéndose tras años de silencio. Egido
León, Ángeles, “La historia y la gestión de la memoria. Apuntes para un balance”, en Hispania Nova, núm. 6, 2006, p. 5. 4 Fernández Soria, Juan Manuel, “Consequències de la Guerra
Civil: la depuració i l`exili interior del magisteri”, en Educació i
Història: Revista d´Història de l´Educació, núm. 12, 2008, p. 19.
pretensión de autonomía, refl exión y análisis, deteniendo el intercambio de pensamientos, en el que un pensamiento colectivo puede llegar a concretarse y, con ello, sofocar la construcción de una identidad personal y colectiva. En este sentido, reconstruir y, con ello, recuperar la historia del exilio conlleva a su vez un proceso interno de aprendizaje y comprensión sobre unos hechos históricos en muchos casos desconocidos, y en otros olvidados y callados. Como nos recuerda Emilio Lledó lo grave no es ese olvido producto de la vejez:
[…] sino el olvido que alcanza a la semilla de la vida en aquel tiempo en que debiera madurar y germinar. Olvido no es en este caso pérdida de la memoria, sino imposibilidad de adquirirla, imposibilidad de que el presente no se consuma todo en el instante mismo en que es percibido.5
Desde el ámbito de la política educativa, se ha carecido de proyectos encaminados a fomentar un espíritu crítico, hermenéutico y refl exivo del pasado en el presente, lo que ha ayudado a avivar esta actitud social de escepticismo y relativismo histórico entre las generaciones más jóvenes. No existen aún unos planes de estudio en los que de manera específi ca esté presente la historia de la Guerra Civil y la dictadura franquista enseñadas en todas sus dimensiones: exilio, destierro, prisión, depuración laboral, marginación social, expolio, etc., pues forman parte del legado moral e intelectual de cualquier ciudadano.6 Esto implica, como denuncia José Luis Abellán, un défi cit de responsabilidad en materia de política educativa, lo que genera una situación de benignidad y relativismo moral hacia los hechos históricos. Lejos de revanchas
5 Lledó, Emilio, El surco del tiempo. Meditaciones sobre el mito platónico de la escritura y la memoria, Crítica, Barcelona, 1992, p. 153 6 Mancebo, María Fernanda, La España de los Exilios. Universidad de Valencia, Valencia, 2008, p. 12. inútiles, la construcción y la perduración de la memoria debería ser una tarea del conjunto de la ciudadanía; un ejercicio de justicia y reparación del daño moral hacia los que sufrieron las distintas formas de represión llevadas a cabo por el régimen. En defi nitiva, un ejercicio de concientización del signifi cado de la historia en el presente.
Para Carr Edward7 la relación entre historia y moral van íntimamente conexas. Los datos históricos presuponen cierto grado de interpretación y las interpretaciones históricas conllevan inherentemente juicios morales o “juicios de valor” en los que, como sostiene Josep Fontana,8 no se puede ser imparcial. Es decir, se trataría de ejercitar –mediante el recuerdo– el análisis, la refl exión, la duda, e incluso, el cuestionamiento del pasado, enfrentándolo a lo que Walter Benjamin denomina la “violencia mítica”.9 Para este autor, uno de los aspectos fundamentales que debemos aprender de los errores y de las catástrofes humanitarias del siglo XX, como fue la Guerra Civil española, es que los sistemas políticos que han valorado más las causas que las víctimas no pueden encontrar amparo en la ética. La memoria del exilio es una memoria de costos humanos y sociales más que de casuísticas coyunturales. Es la historia social y personal de miles de exiliados que padecieron directamente la acción punitiva del franquismo; la historiografía recuperada de miles de intelectuales olvidados por la dictadura de Franco, que prefi rió emplear como instrumento de legitimización ideológica del Nuevo Régimen la exaltación de la España de los Reyes Católicos y del Siglo
7 Carr, Edward H., ¿Qué es la Historia?, 1a. ed. 1961, Ariel, Barcelona, 2003, p. 106. 8 Fontana, Josep, Historia. Análisis del periodo y proyecto social, Crítica, Barcelona, 1982, p. 13. 9 Benjamin, Walter, “Hacia la crítica de la violencia”, en Obra Completa II/I, Madrid: Abada, 2007, pp. 187.
de Oro, en lugar de sus coetáneos.10 Es, en defi nitiva, una forma de saldar la deuda democrática con quienes lucharon por la libertad y pagaron injustamente por ello.
Por otro lado, las diversas iniciativas políticas, sociales y judiciales de los últimos años han propiciado que se abra, a nivel político y social, un interesante debate sobre la necesidad de recuperar la memoria o, por el contrario, pacifi car a la ciudadanía a través del olvido. En este debate en el que están implicados casi todos los ámbitos relacionados con el estudio, la divulgación y el uso público del pasado, se han alzado voces infl uyentes de la vida política e intelectual española que se oponen a la recuperación de la memoria, concretamente de ese periodo histórico, argumentando que las atrocidades se cometieron por ambos bandos y que se “abrirían cicatrices ya cerradas”. No obstante, en la propia normativa que regula la ley de Memoria Histórica, concretamente en su Preámbulo, se resalta que el espíritu de la misma es: “cerrar viejas heridas aún abiertas” entre los españoles, y “(…) dar satisfacción a los ciudadanos que sufrieron, directamente o en la persona de sus familiares, las consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la represión de la dictadura”.11
Sin embargo, en este tímido y tardío “reconocimiento moral”12 hacia lo que supuso este largo periodo de dictadura sería conveniente
10 Historiadores de la talla de Menéndez Pidal, Altamira, Américo Castro, entre otros, se vieron obligados a exiliarse. García
Cárdel, Ricardo, “La manipulación de la memoria histórica”, en
Historia a Debate, Tomo I, 1995, pp. 291-298. 11 Navarro, Vicenç, “Recuperar o corregir la memoria histórica”, El
País, jueves 21 de septiembre de 2006, p. 17. 12 También se especi ca que: “(…) no es tarea de la ley, o de las normas jurídicas en general, jarse el objetivo de implantar una determinada `memoria histórica´, de que no le corresponde al legislador construir o reconstruir una supuesta `memoria colectiva´. Pero sí es deber del legislador, y cometido de la ley, consagrar y proteger, con el máximo vigor normativo, el derecho a la memoria personal y familiar como expresión de plena ciudadanía democrática”. dedicar un espacio a los grandes olvidados o, al menos, no sufi cientes recordados: los protagonistas del exilio republicano.13 Tras la Guerra Civil, cerca de medio millón de españoles tuvieron que abandonar de manera forzosa su tierra natal, donde habían construido su identidad de origen, e iniciar su periplo por tierras foráneas en el que la nostalgia, la provisionalidad y el desarraigo se convertirían en sus señas de identidad.
En este sentido, el presente trabajo pretende aportar elementos de análisis y refl exión que ayuden a un mejor conocimiento, comprensión y sensibilidad de lo que supuso la diáspora republicana a tierras mexicanas, entendiéndolo como el inicio de una nueva etapa, de una nueva vida, en defi nitiva, de una nueva identidad asentada sobre la ruptura de las raíces identitarias y la confrontación con el país de acogida, México, baluarte de solidaridad y coherencia moral. Como señala el poeta Tomás Segovia, quien se ha autodefi nido como “un niño del exilio”, México fue el único país que se dispuso a ayudar al gobierno legítimo de la República.14 Con los años ha supuesto un referente de valentía, generosidad y humanidad en la historia de España.15 El célebre exiliado Luis Araquistain resumía la esencia del exilio en estos términos:
13 En la disposición adicional séptima se hace referencia a la ampliación de los derechos de los exiliados y se contempla la posibilidad de recuperar u obtener la nacionalidad española para aquellos hijos y nietos de españoles exiliados por razones políticas o económicas, entre el 18 de julio de 1936 y el 31 de diciembre de 1955 (fecha en la que el gobierno ha jado el nal de la inmediata posguerra). 14 Entrevista realizada a Tomás Segovia por el periódico El País con motivo del Premio Federico García Lorca. Sábado, 11 de octubre de 2008. 15 El 11 de septiembre de 2009, el presidente de la Generalitat,
José Montilla, entregó en el Palau de la Generalitat de Catalunya, en la ciudad de Barcelona, la medalla de oro al pueblo mexicano por su generosidad, valentía y fraternidad con el pueblo español.

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Refugiado republicano español que, después de desembarcar, sube al tren con destino a la Ciudad de México, junio de 1939.
El tiempo corre en contra de la emigración, pues si el aislamiento endurece a la España franquista, diluye y debilita a la España peregrina. Las emigraciones políticas se desinteresan progresivamente a medida que pasa el tiempo y crece su aislamiento dentro del mundo en que se instalan y en relación con el país de origen.16
2. La guerra civil, el exilio y la acogida de México a la República
La emigración que se origina con la guerra civil de 1936-1939 es sin duda la más importante que se ha producido en la historia de España. La pérdida de la guerra por parte del gobierno legítimo de la República causaría el viaje forzoso de miles de españoles fuera de su país. Nunca en la historia peninsular, como nos recuerda Vicente
16 Araquistain, Luis, Pensamiento español contemporáneo, Losada,
Buenos Aires, 1962, p. 151. Llorens,17 se había producido un fenómeno de tal naturaleza y de tales características como el exilio de 1939, por lo que se convirtió en una llamada de atención a las conciencias internacionales acerca del fenómeno de las emigraciones forzosas y de sus consecuencias devastadoras.18 Todavía hoy día no se ha concretado de manera exacta el número de exiliados que llegaron a México. Las diversas fuentes del CTARE, registros de embarque, archivos del Ministerio de Exterior en España, manejan cantidades que superan las veinticinco mil personas, de distinta procedencia política, social y cultural, así como de distintas edades generacionales. Sin embargo, a pesar de la heterogeneidad de edades y
17 Llorens, Vicens, Memorias de una emigración. Santo Domingo. 1939-1945, Ariel, Barcelona, 1975, p. 17. 18 Se pensaba que las evacuaciones a tierras mexicanas tendrían un carácter provisional, mientras se libraba la guerra en España se protegería y se pondría a salvo de los peligros de la guerra al mayor número de ciudadanos que se encontraban en zonas fuertemente castigadas por la misma, especialmente a los niños de las familias republicanas.
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Lázaro Cárdenas del Río, Presidente de México del 1º de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940.

procedencias sociales, políticas y culturales de los exiliados, se construyó una identidad común a todos ellos pilotada por la derrota, la salida forzosa del país de origen y la construcción de una nueva identidad en el país de acogida, México.
Desde un primer momento, el gobierno mexicano concibió la Guerra Civil como un problema de política internacional en el que la Sociedad de Naciones debía intervenir en cuanto que el gobierno republicano había sido agredido por las potencias totalitarias de Italia y Alemania. Sin embargo, el silencio cómplice de las demás potencias ante el llamamiento de México fue estremecedor, siendo el único país que se dispuso a ayudar al gobierno de la República. Como señala el poeta valenciano Tomás Segovia,19
19 Declaraciones realizadas en la entrevista que el periódico El
País hizo a Tomás Segovia con motivo del galardón poético del
Premio Federico García Lorca. Sábado, 11 de octubre de 2008.
El poeta se declaraba “un niño del exilio”, a la vez que recordaba que “(…) aún queda mucha memoria por recuperar”. ningún país mostró la coherencia moral del presidente Cárdenas, quien estuvo en todo momento, incluido los años de la República en el exilio, al lado del gobierno que había gobernado legítimamente en España.21 Su generosidad con el pueblo español supuso una lección mundial de solidaridad y heroicidad, frente al fascismo y al nazismo, una forma de romper el silencio cómplice de las grandes potencias internacionales, como fue el caso de Francia e Inglaterra,22 o los gobiernos de Suiza y Dinamarca que se mantuvieron al margen de cualquier implicación o acercamiento a los niños, lo que creó incluso en ciertos momentos tensiones que servirían de presión para expulsar del país lo antes posible a las personas que se habían acogido de manera provisional.23 Por su parte, las potencias fascistas de Alemania, Italia y Portugal ayudaron mucho al ejército franquista. Paradójicamente, años más tarde, se comprobó que el exilio español había sido la primera víctima del fascismo, pero no la única. Al poco tiempo comenzaría el exilio europeo.
Apenas iniciada la Guerra Civil, el presidente del Consejo del Gobierno de la República, Juan Negrín, aunque tenía fe en la victoria de la República, tomó ciertas precauciones por si fi nalmente la sublevación militar terminaba derrocando al gobierno elegido legítimamente. En tal
21 Ambos gobiernos rmaron entre 1936 y 1938 “(…) una serie de contratos en los que se contemplaba sucesivos embarques de material bélico, a cuenta de la deuda que México tenía pendiente con España por el crédito concedido a este país con motivo del Convenio de Construcciones Navales rmado en 1933. No obstante, el
Gobierno de la República envió al embajador de España en México elevadas sumas de dinero”. Alted Vigil, Alicia, “Los niños de la
Guerra Civil”, Anales de Historia Contemporánea, septiembre de 2003, p. 202. 22 Cfr. Alpert, M., Aguas peligrosas. Nueva historia internacional de la guerra civil española, Akal, Madrid,1998. 23 Cfr. Alted Vigil, Alicia, “El `instante congelado´ del exilio de los niños de la Guerra Civil española”, en DEP: Deportate, esuli, profughe. Rivista telemática di studi sulla memoria femminile, 2005, p. 270.

México y su historia , vol. 11,
UTEHA , México, 1984.
Vapor que trajo más de mil refugiados españoles a México.

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La alegría de los milicianos españoles se desborda a su llegada a puerto mexicano, junio de 1939.
sentido, estableció contactos con el presidente de México, Lázaro Cárdenas, para conocer hasta qué punto estaba dispuesto a ayudar al pueblo español. Éste le contestó:
Los republicanos españoles encontrarán en México una segunda patria. Les abriremos los brazos con la emoción y cariño que su noble lucha por la libertad y la independencia merecen (…). Podrán ejercer sus profesiones como su hubieran obtenido sus títulos de nuestras universidades y la Universidad mexicana se honrará abriendo sus puertas a los catedráticos que por amor a la libertad y a la independencia de su país les sea imposible vivir en España.24
La política migratoria mexicana permitió el ingreso ilimitado de españoles republicanos, concediéndoles la ciudadanía casi de manera automática.25 Según consta en la Ley General de Población de la década de 1930, se necesitaba abatir el escaso crecimiento demográfi co a través de tres elementos: la inmigración (principalmente procedente de “razas afi nes”), la repatriación y el crecimiento natural de la población mexicana.26 Por aquellos años el país contaba con más de 300 000 desempleados y una situación económica difícil. En 1939, cuando empezó a llegar la mayor parte del éxodo español, ciertos sectores de la población mexicana criticaron la postura de acogida del presidente Cárdenas ante los elevados índices de desempleo y de po-
24 Fragmento extraído de la obra de Maldonado, Víctor Alfonso,
“Vías políticas y diplomáticas del exilio”, en El exilio español en
México, 1939-1982, Salvat-Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 17. 25 Salazar, Delia, La población extranjera en México, 1895-1990. Un recuento con base en los censos generales de Población, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, México, 1996, pp. 37-39. 26 Ibídem, pp. 45. Por otro lado, son interesantes las declaraciones de Cárdenas sobre la situación económica y laboral del país: “(…) los refugiados ibéricos no serán problema para México. Y considera arti cial la agitación social que se estaba viviendo”, en La
Prensa, México, 27 de julio de 1939. breza. No comprendían cómo con esas tasas de desempleo se daba acogida y empleo a extranjeros; esto generó situaciones violentas entre autóctonos y foráneos.27 Ciertos sectores de la sociedad mexicana se opusieron a la llegada de los republicanos por los escasos puestos laborales, al igual que los antiguos residentes españoles que acusaban a la República de “quemar iglesias y asesinar curas”. Eran los enemigos de la Nueva Nación.28 El exilio republicano tuvo que lidiar con este colectivo de españoles simpatizantes del alzamiento fascista y contrarios a la integración republicana.
La colonia española, que había emigrado a México en la década de 1920 por motivos económicos, era identifi cada de manera despectiva como los “gachupines”. Los republicanos, sin embargo, eran los “refugiados” que habían marchado de su país por razones políticas29 y tenían, por lo tanto, una responsabilidad histórica, política, moral y social con su país: revalorizar la identidad española republicana. Esto implicaba una nueva dimensión en el discurso identitario orientado a demostrar a la comunidad mexicana y extranjera la legitimidad de la República, así como su honorabilidad y distinguibilidad respecto de la colonia española ya residente –el emigrante económico. Se trataba de canalizar y reafi rmar ese espíritu republicano a través de instituciones culturales y educativas.
27 A nivel de prensa, sólo los periódicos cercanos al gobierno, como El Nacional, se mostraron claramente favorables, mientras que otros, como El Universal, tacharon de irresponsable la actitud cardenista por motivos políticos y económicos, pues pondrían en peligro la paz interna al producirse enfrentamientos con el propio colectivo de españoles y competirían con los trabajadores nacionales. Cfr. Reyes, Alfonso, “Mis gachupines”, El
Universal, México, 15 de noviembre de 1939. 28 A rmando que existían dos Españas: la de los “rojos”, que no eran verdaderos españoles, y la de la vieja colonia asentada antes que ellos en México. Ibídem. 29 Cordero Olivero, Inmaculada, Los transterrados y España: un exilio sin n, Universidad de Huelva, Huelva, 1997, p. 93.

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Los niños de Morelia en un comedor, 1937.
A esta situación había que sumarle el intento del sector conservador de organizar en el país mexicano la Falange Española Exterior aprovechando que en España se acababa de producir la sublevación fascista. Su principal cometido se resumía en: establecer contactos con la colonia española conservadora y católica, partidaria del franquismo; captar nuevos residentes (afi liados); recabar fondos monetarios; difundir principios falangistas, denigrando a la República; canalizar la propaganda falangista a través de folletos, prensa, hojas de propaganda y boletines de información, y celebrando conferencias, misiones culturales, etc. Los primeros registros de actividades de Falange en México datan de septiembre de 1937; al frente estaba Augusto Ibáñez Serrano. El número de españoles afi liados a Falange no pasó de 50, aunque hubo simpatizantes que apoyaron de manera informal el régimen franquista y sus afanes imperialistas. En estos meses fueron frecuentes los enfrentamientos entre falangistas y organizaciones de izquierda mexicanas. En marzo de 1939, Falange es disuelta tras una serie de enfrentamientos con el gobierno cardenista y algunos de sus miembros son expulsados del país.30
En España, el gobierno franquista inició entonces una fuerte campaña de desprestigio hacia lo que había supuesto el éxodo de miles de españoles a México, denunciando la grave situación de los niños exiliados y cuestionándose la legitimidad de las evacuaciones infantiles. En este sentido, el franquismo emplea la imagen del niño como principal víctimas del exilio para
30 Cfr. Pérez Montfort, Ricardo, Hispanismo y Falange. Los sueños de la derecha española y México, Fondo de Cultura Económica,
México, 1992, pp. 492-493.
demonizar a la República, a la vez que países como México son objeto de graves descalifi caciones tachándolo de “inmoral y marxista”. Se difunde la idea de que la evacuación había sido forzada y utilizada como medio propagandístico de la República: era frecuente la difusión de carteles que representan a niños tristes, abandonados y famélicos que sufrían las penalidades del exilio. Con esta fi nalidad propagandística las representaciones franquistas sirven de acicate para ridiculizar, banalizar y demonizar el exilio. Concretamente, la emigración se representa con una calavera en la que estaba inscrita la hoz y el martillo. Frente a otras imágenes protagonizadas por una dulce madre que abrazaba a sus hijos bajo el emblema del yugo y la fl echa, y que representaba la idea de la “España madre” ansiosa de recuperar y velar por ellos. Para el régimen de Franco la repatriación de menores era una oportunidad propagandística para representar la “Infancia evacuada” como el horrendo crimen perpetrado por la Segunda República. El Caudillo era representado como la fi gura paternal que salvaría a los niños del exilio devolviéndolos a su Patria y con el consentimiento de unos padres deseosos por recuperar a sus hijos de los que se decía que habían sido evacuados sin su consentimiento. Así, por ejemplo, se constata en la propaganda de carteles que se realizaba directamente desde España con objeto de controlar la imagen que se daba al exterior del Nuevo Régimen.
Con esta política franquista de desprestigio, se justifi có las repatriaciones llevadas a cabo tras la Guerra Civil por el Servicio Exterior de Falange.31 Dichas repatriaciones se realizaron con o sin el consentimiento de los padres. México, Rusia o Francia fueron algunos de los países
31 El SEF y de las JONS con rango de Delegación Nacional desde agosto de 1937. 32 Estas cifras sufren notables cambios según los diferentes estudios, fuentes archivísticas e historiadores que han investigado el dramático exilio infantil producido por la Guerra Civil española.
En este caso, hemos empleado los datos extraídos del propio
Informe acerca de la repatriación de menores realizado por el
Servicio Exterior de Falange. 33 La JARE estableció una serie de centros educativos por toda la geografía mexicana (Torreón, Tampico, Tapachula, etc.) a los que se les englobó con el nombre de Colegio Cervantes.
donde se realizaron repatriaciones de manera ilegal, sin el consentimiento familiar. De los 34 037 niños entre 5 y 15 años enviados al exterior por sus padres durante la Guerra Civil, algo más de la mitad (20 266 niños) regresarían a España, con o sin el consentimiento de sus familias. El mayor número de repatriaciones se realizó en la década de 1940.32
3. Los colegios del exilio y la simbiosis hispano-mexicana
La llegada de los republicanos a México supuso a nivel cultural y educativo la puesta en marcha de una importante red de centros educativos creados por y para el colectivo exiliado. Con ello, se pretendía dotar de plazas escolares a la población infantil española, y estabilizar al profesorado exiliado mediante su contratación en estos centros. Para ello contaron con el apoyo de dos organismos de ayuda a los exiliados: el Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles (CTARE), con José Puche –ex rector de la Universidad de Valencia– a la cabeza, con su fi lial mexicana, el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE), presidida por Juan Negrín; y la Junta de Auxilio o Ayuda a los Republicanos Españoles (JARE), con Indalecio Prieto al frente.33 Ambas instituciones, creadas por organismos gubernamentales republicanos, desempeñaron durante los primeros años un papel esencial en el proceso de evacuación y asenta-
miento de la población emigrada. Con la llegada de los refugiados, las dos instituciones generaron sendos archivos.34
Las fi nalidades de dichos organismos, especialmente del CTARE, se concretaron en recibir, organizar y distribuir a los exiliados a su llegada a México. Esto se hizo junto con la ayuda del gobierno de Lázaro Cárdenas que, desde el principio de la Guerra Civil española se solidarizó con la causa republicana ayudando en el arribo de los Niños de Morelia en 1937 y en la recepción de eminentes intelectuales y trabajadores de distintos perfi les profesionales. Los españoles encontraron en México y en sus habitantes un lugar idóneo para enraizar su identidad con la mexicana aunque, como señala Laura Fermi, conservando en todo momento su lengua, su ciudadanía y sus costumbres: “de ahí la tendencia a seguir expresándose en español y a la creación de grupos que casi siempre adquieren la forma de tertulia”.
En este sentido, los colegios sirvieron para crear espacios de colectividad y de adaptabilidad de los jóvenes españoles en su nuevo contexto social y educativo. De ahí la importancia que el exiliado español mostró por la enseñanza de sus hijos, consciente de las implicaciones y los problemas que para esos niños y jóvenes tenía adaptarse a otro sistema educativo. La solución era, por lo tanto, crear sus propias escuelas, y resolvían también el problema de cupo en las escuelas estatales del Distrito Federal, que no podía dar acogida al elevado número de población infantil exiliada. Se trataba de suavizar el problema de la adaptación provocado en muchos casos por la falta de escolarización de estos niños, y de crear un servicio de prestaciones al
34 En la actualidad, el del SERE se localiza en México bajo la custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el de la JARE se encuentra en el archivo del Ministerio Exterior en Madrid.
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Bilbioteca del Colegio Madrid.
emigrante español mediante becas, servicios y asistencias gratuitas.35
En un principio, impartían clases mixtas, como fi guraba en la pedagogía de la Institución Libre de Enseñanza, hasta que la Secretaría de Educación Pública prohibió la coeducación durante unos años, por decreto del entonces presidente Ávila Camacho, por lo que se tuvo que crear nuevas aulas para ubicar a unos y a otros. Compartían el ideal educativo de renovación pedagógica, iniciada en España a fi nales del XIX e interrumpida con la Guerra Civil y la dictadura franquista.36 Un ideario pedagógico
35 En muchos casos, ambos padres trabajaban fuera de casa, por lo que existía una amplia exibilidad horaria que iba desde las siete de la mañana a las siete de la tarde. 36 El desarrollo de la psicología evolutiva, por una parte, y la vertebración y expansión de la Nueva Escuela que propuso al niño como protagonista de la educación, por la otra, pusieron los fundamentos de una nueva manera de abordar la infancia a nales del siglo XIX.
que se alejaba de las directrices totalitarias y religiosas del modelo educativo de Franco y seguía las directrices de la Institución Libre de Enseñanza, una de las grandes pérdidas de la historia educativa de España. En uno de los boletines que anualmente editaba el colegio Luis Vives se resumía el ideario en:
Estructurar el pensamiento como órgano de la ciencia y de la libre investigación personal. No interesa menos la salud corporal, el vigor físico y el decoro, la corrección, la elevación y la delicadeza, la formación del gusto, la espontaneidad y la alegría, la nobleza leal y honrada, y la conciencia del deber. No son sabios o atletas lo que corresponde a la escuela producir, sino hombres capaces de serlo (…) Esta formación armónica supone el trabajo intenso y riguroso, el juego corporal al aire libre, el trato largo y frecuente con la naturaleza y con el arte, la íntima convivencia y la cooperación en un ambiente de amplia tolerancia humana, de relación familiar, de mutuo abandono y confi anza, de íntima y constante acción personal entre los alumnos y maestros.37
Para ello, disponían de bibliotecas donde no había lecturas prohibidas, como ocurría en España, y de modernos laboratorios para investigar y aprender por medio de la experiencia, tal como haría John Dewey; era frecuente el contacto con la naturaleza, siguiendo el naturalismo rousseauniano; la publicación de revistas y periódicos murales donde los estudiantes pudieran expresar sus inquietudes y creatividad; la música y el teatro tenían una presencia destacada dentro del currículo escolar y extraescolar. Asimismo, se solían realizar ciclos de conferencias de manera mensual para poner en contacto a los estudiantes con temas de actualidad sobre distintas materias o especialidades. Tras más de 60 años de su creación los colegios españolesmexicanos continúan siendo un referente de la pedagogía activa, antimemorística, y plural, seguidora de los ideales pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza, así como un magnífi co elemento de proyección y dinamización de la cultura española en el extranjero. Su objetivo fue despertar la capacidad crítica, entendiéndola como la necesidad de investigar de manera autónoma por parte del estudiante. Lo que actualmente se defi niría como el ansia de aprender, en palabras de Jacques Delors: “aprender a aprender”. En defi nitiva, una forma efi caz de proteger y transmitir, desde el plano axiológico, los valores, las creencias y las tradiciones de los españoles republicanos:
37 Boletín del Instituto Luis Vives, México D.F., 1942, p. 2. (…) de educar a los hijos de tal manera que no perdieran la identidad española, que se movieran entre la gente similar a ellos y que la escuela inculcara en ellos el profundo republicanismo que aquellos hombres y mujeres habían difundido hasta sus últimas consecuencias.38
De estas relaciones entre mexicanos y españoles se ha originado una interesante simbiosis hispano-mexicana entre lo autóctono y lo foráneo, que ha ido marcando las señas de identidad de estos centros educativos y de los estudiantes que pasaron por sus aulas.39
38 Monedero López, Enrique, México: los colegios del exilio, s/d, Madrid, p. 6. En 1957 se calculó que desde el inicio de la emigración a México, habían pasado por los tres colegios fundados y dirigidos por españoles, unos veinte mil alumnos españoles y alrededor de diez mil mexicanos. 39 En mi caso, tuve la oportunidad de estudiar en el Colegio Madrid y conocer de primera mano la calidad educativa y humana del profesorado y del personal que trabajaba en la institución.
En el 2009 regresé al colegio en calidad de investigadora y al pasear por sus instalaciones absorbí de nuevo el espíritu pedagógico y cultural de la institución, de mi colegio, en el que se transmite el amor a España y el agradecimiento a México.
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