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Las esferas de la acción ciudadana

certidumbres

E INCERTIDUMBRES

Las esferas DE LA ACCIÓN ciudadana

Primera parte

José Luis Espíndola Castro

A partir de la década de 1990 se empieza a destacar la importancia

de la participación de la sociedad civil1 en la vida democrática de los pueblos y, en consecuencia, numerosas escuelas, universidades y organismos se han propuesto como misión educativa formar al estudiante en los valores ciudadanos. Por ello, si examinamos las listas de competencias generadas por varias de estas instituciones no nos sorprenderá ver que allí aparecen competencias éticas y ciudadanas con distintas nomenclaturas: saber convivir (Delors); buena relación con los demás (Proyecto para el desarrollo, Deseco); competencias cívicas (proyecto Eurydice); participación democrática (país vasco), etcétera.

apesar del enorme interés y la gran cantidad de artículos sobre la ciudadanía, Mientras que en materias como historia, matemáticas, física, ciencias sociales los ámbitos han y de que algunas de estas competencias apare- sido profusamente defi nidos y desarrollados, los cen desglosadas, hay pocos trabajos que nos ha- ámbitos de la acción ciudadana siguen en la amgan ver los ámbitos formales2 en los que la acción bigüedad, sin que esto signifi que que no se haciudadana pueda desarrollarse, para así decidir yan aportado ideas al respecto. qué métodos y recursos pedagógicos utilizar. De no hacer esta labor de defi nición, las competencias ciudadanas corren el riesgo de quedar en el aire, en la ambigüedad teórica o, en el mejor de los casos, en la inefi ciencia o el olvido. Por otra parte, las técnicas y los métodos didácticos sólo podrán defi nirse correctamente si sabemos la magnitud de las empresas, sus alcances y sus particularidades. Ofreceremos en este ensayo algunas ideas que, esperamos, ayuden a aclarar las vías de la acción ciudadana.

1 Originariamente el término ciudad (polis en griego y civitas en latín) designaba a la comunidad humana más que al conjunto de construcciones. Hoy en día este sentido original se ha recuperado en alguna medida con el concepto de ciudadanía. 2 Algunos desgloses tienen la forma de “saber convivir con el otro”, “participar democráticamente”, “contribuir a resolver problemas sociales”, “evaluar la actuación ética de”, etc., pero son aspectos que no están sistemáticamente reunidos en factores que sean claros y relevantes.

El porqué de la acción ciudadana

Agotadas las soluciones milagrosas tanto de las ideologías de masas, como de las tesis de un liberalismo radical, queda el enorme hueco de cómo dirigir la vida social hacia nuevos horizontes. Este interés se debe, además y en buena parte, a los problemas que la sociedad padece: la violencia, la pobreza, la marginación, el nihilismo y el individualismo, el nacionalismo irracional, la intolerancia en sus diversas manifestaciones, entre otros. Es más claro ahora que la solución a esos fenómenos sociales destructivos no depende exclusivamente de las medidas gubernamentales que se tomen, ni del control y manejo del Estado sobre los fenómenos económicos. Se requiere la fuerza y la acción ciudadana.

Por otra parte, aunque muy ligado a lo anterior, Alain Touraine, en su libro ¿Qué es la democracia?,3 sintetiza tres características de una democracia:

a) la representatividad; b) las limitaciones del poder del Estado frente a los derechos fundamentales del hombre, y c) la acción ciudadana.

Afi rma que esta última signifi ca la necesidad de que se incremente cada vez más el control, la autonomía y el poder de las personas sobre su propia vida. Fernando Savater refuerza la misma tesis al postular la siguiente defi nición:

…entiendo por ciudadano el miembro consciente y activo de una sociedad democrática: aquel que conoce sus derechos individuales y sus deberes públicos, por lo que no (…) delega automáticamente todas las obligaciones que ésta impone en manos de los “especialistas en dirigir”.4

3 Alain Touraine, ¿Qué es la democracia?, Fondo de Cultura Económica, México, 2003. 4 Fernando Savater, La Nación, Costa Rica, 11 de abril de 2000.

jaimemanzano.wordpress.com

La política tiene frecuentemente un sistema cerrado, ideologizado, o bien, lento e impotente para resolver los problemas comunitarios.

Sin minimizar la responsabilidad del Estado para proveernos bienes de todo tipo, los retos que plantea la complejidad social interpelan al poder de todos los actores sociales y políticos; así, cada país o comunidad tiene que enfrentar los suyos, incluidos los que genera la globalización. La democracia debe dejar de ser un mecanismo meramente procedimental para elegir candidatos y adquirir ahora el carácter sustancial –proyectos de vida, valores, metas sociales, etc.– que había perdido. Ambas concepciones, como lo ha demostrado la experiencia, no son contradictorias cuando se ponen límites y reglas, se respeta la diversidad y el derecho a la disensión en ambas.

El peligroso sueño de que podemos retirarnos a la vida privada dejando al Estado todas las responsabilidades puede conducirnos a graves consecuencias y catástrofes sociales. Más allá de los problemas por resolver, la ciudadanía es ahora un contrapeso necesario y complemento al mundo de la política; este último se constituye frecuentemente en un sistema cerrado, ideologizado y maniqueo, o bien, lento e impotente para

resolver las preocupaciones comunitarias. Existen además otras dos razones importantes para fomentar la ciudadanía. Por una parte, la naturaleza de la política y de las opiniones encontradas divide de manera violenta a las comunidades –a veces se plantean sus diferencias en la sociedad al mismo nivel que las grescas producidas por los partidos de futbol– y es necesaria la ciudadanía para que la unidad sea posible. No han sido pocos los desgarramientos sociales y los enconos por la lucha por el poder, que sólo las virtudes ciudadanas, a veces ya muy tenues, han logrado superar.

Tal vez lo contrario a la ciudadanía sean esas masas manipuladas por la política. Ya hace tiempo Eugene Ionesco, el escritor del absurdo, señaló en un congreso la importancia del amor, de la demistifi cación de las ideologías y la necesidad de desconcentrar el poder que tienen los políticos (él fue testigo del abuso del poder en los países comunistas). Sólo así, dice, podrá haber un equilibrio entre el hombre y su sociedad y:

hace falta tiempo para que estas evidencias sean comprendidas por una gran cantidad de personas que ahora constituyen las masas, las multitudes. Solamente entonces no tendremos más de esas masas creadas por el Estado o por las propagandas monopolizadoras. Pronto (…) ellas cederán el lugar a múltiples asociaciones de hombres libres, diversos, originales, personas completas en la unidad de la sociedad.5

La segunda razón de la que hablamos es que los buenos políticos y los buenos líderes solamente pueden surgir donde hay buenos ciudadanos, donde existe un buen capital social, inteligente, proactivo y tolerante.

Las acciones ciudadanas se realizan en críticas públicas, proyectos, difusión de ideas o participando con instituciones ciudadanas de todo tipo. Hoy se ha visto con mayor claridad la importancia de ello.

Recientemente se habla de que los gobiernos y los políticos deben garantizar una “ética de mínimos”, es decir, una ética basada en normas mínimas de justicia que garanticen la convivencia entre personas de ideas diversas y preserve la unidad en medio del pluralismo ideológico; el Estado laico, por ejemplo. Sin duda alguna, las instituciones de educación pública también deben respetar el pluralismo ideológico de sus estudiantes y de hecho así lo hacen; aun las instituciones educativas de perfi les religiosos evitan imponer sus creencias a los jóvenes, aunque ello no implica renunciar a sus prácticas religiosas de índole social. La “ética de máximos”, en cambio, es aquella que busca la felicidad y el bien a través de costumbres o doctrinas y preceptos religiosos y fi losófi cos diversos; estas creencias y hábitos tienen su legitimidad no sólo en el ámbito privado, sino también en el social. Sin embargo, desde el punto de vista de la acción ciudadana, estas éticas de “máximos” sí pueden conectarse activamente con la vida jurídica y política, es decir, con la ética de mínimos. De hecho, la acción ciudadana es importante porque permite establecer vasos comunicantes directos entre la riqueza de propuestas de la sociedad y la dimensión de la justicia mínima. Al respecto, dice Adela Cortina:

5 Eugene Ionesco, “Culture et politique”, D’où vient l’Orient?

Où va l’Occident?, Belfond (documentos del congreso de

Tokio “El segundo renacimiento”), París, 1984, p. 82. Sólo desde las formas de vida de las comunidades concretas; sólo desde los ethoi de las comunidades puede diseñarse una concepción de la justicia u otras, no desde la presunta neutralidad frente a las distintas concepciones de la vida (…) la ética de la autenticidad, de la fi delidad a la identidad individual y comunitaria ha de complementar al menos la ética de la justicia. No

FUENTE: Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria (CIEPAC), www.ciepac.org

El interés de cómo dirigir la vida social hacia nuevos horizontes se debe, en gran medida, a los problemas que padece la sociedad, como la pobreza que hay en buena parte del país.

basta la justicia procedimental para vivir, hacen falta el sentido y la felicidad que se encuentran en las comunidades.6

Antes Adela se pregunta cómo es posible, inclusive, que alguien tenga interés en una participación activa como ciudadano desde la pura racionalidad legalista. No estamos diciendo algo contrario a lo que observamos; de hecho, en Polonia la ciudadanía se organizó alrededor de la Iglesia para expulsar el dominio soviético de sus tierras y no fueron pocos los obispos que denunciaron la explotación de los hombres y las dictaduras en Centroamérica. En la fundación y el posterior desarrollo de Estados Unidos, y sin renunciar a un estado laico, la religión desempeñó un papel importante en cuanto a integración social, solidaridad y respeto a la ley.

A veces, ni las normas de “mínimos” ni de “máximos” funcionan bien, y así la esclavitud tardó decenas de años en ser erradicada; el egoísmo y los benefi cios económicos fueron privilegiados; tampoco hubo acción ciudadana que hiciera posible esa liberación humana, así que las creencias racistas y sus grupos sociales tuvieron la última palabra. De aquí que la ciudadanía deba ser cultivada y subordinarse a las esferas de la ética y del conocimiento. A la luz de éstas, es importante rescatar el concepto de ciudadanía y formar buenos ciudadanos que operen en esos dos mundos que deben estar interconectados: el mundo formal de lo legal que busca mínimos de justicia y el mundo de la riqueza de creencias y acciones sociales que requiere orientación ética para contribuir al desarrollo de la sociedad y de la cultura.

Se mencionó al principio que las instituciones educativas coinciden en que las competencias éticas y ciudadanas son necesarias en la consi-

6 Adela Cortina, Ciudadanos del mundo, Alianza Editorial, Madrid, 2003, p. 32.

deración del currículo y en la formación de un alumno integral. Así, por ejemplo, La declaración mundial sobre la educación superior para el siglo XXI, que se aprobó en la Conferencia Mundial Sobre Educación Superior organizada por la UNESCO en 1998, enfatiza la responsabilidad social de la universidad. En el artículo sexto establece que:

La educación superior debe reforzar sus servicios a la sociedad y en especial sus actividades para eliminar la pobreza, la intolerancia, la violencia, el analfabetismo, el hambre, la degradación ambiental y la enfermedad, utilizando principalmente enfoques transdisciplinarios e interdisciplinarios en el análisis de los temas y los problemas. Hay otros similares que invocan a la educación ciudadana.7

Hay una declaración allí por demás interesante para la labor ciudadana, y que tiene que ver con la prognosis:

Convertirse en centros que anticipen, adviertan y prevean problemas futuros, mediante el análisis permanente de las tendencias emergentes en los campos de la economía, la cultura y la política.8

Finalmente, anoto una misión que pocas veces tomamos en serio y que es de suma importancia: “Ayudar al desarrollo y mejoramiento de todos los niveles educativos, incluso mediante la formación de los docentes”.

Las universidades, en conclusión, tienen una gran responsabilidad educativa como las instituciones líderes que deberían ser para formar ciudadanos. Por ello es necesario defi nir qué enseñar, qué conocimientos específi cos de ciudadanía hay que fomentar, para luego establecer con precisión competencias y probar métodos didácticos. En pocas palabras, es importante desglosar primero este concepto tan genérico que se llama ciudadanía y establecer con claridad cuáles son sus ámbitos de acción. Debemos insistir, como afi rma la declaración, que las universidades en los nuevos tiempos9 deben también iluminar lo que conviene hacer en los niveles que le anteceden: educación media, técnica y aun básica.

7 UNESCO, Division of Higher Education, La declaración mundial sobre la educación superior para el siglo XXI, 1999, http//www. unesco.org/education/educprog/wche/presentacion.htm, consultado el 27 de marzo de 2009. 8 Idem.

¿Qué es la ciudadanía?

Por ciudadano nos referimos a una persona que se relaciona con otros responsablemente, es decir, con derechos y deberes, dentro de un marco social, político y jurídico. En consecuencia, un ciudadano es una persona considerada desde su responsabilidad pública, en su actuación respecto a los demás. Es un sujeto a derechos y obligaciones. Así, la ciudadanía recorta, de lo ético, del deber ser, la zona de lo público. Podríamos preguntarnos si una buena persona por el hecho de serlo es “automáticamente” también un buen ciudadano. Si atendemos a la defi nición de Aristóteles en el sentido de que alguien es bueno si desarrolla todas sus potencialidades, tal vez podríamos contestar de una manera afi rmativa; pero realmente es muy difícil ser bueno en todas las dimensiones, buen padre, buen profesional, buen ciudadano, buen esposo, si no tenemos conocimientos y criterios de bondad antes que otra cosa; si no existe claridad axiológica. Tal vez alguien sea buen profesionista pero mal padre (sin querer serlo); buen esposo pero mal ciudadano, etc. Es decir, se puede ser mal ciudadano por falta de claridad axiológica o ignorancia, y

9 En la orientación francesa, la universidad tiene un papel de liderazgo pues recomienda acciones para los niveles anteriores. Hace poco una agrupación de universidades, Chile Unido, ha refrendado esta vocación universitaria de analizar los problemas de los niveles educativos que le anteceden y hacer recomendaciones, especialmente para el desarrollo social.

no por falta de voluntad. Existen también prejuicios que impiden o difi cultan la ciudadanía, por ejemplo, que: a) Lo público es el mundo del gobierno y de los políticos, y nosotros participamos votando por ellos. b) Si cada quien hace su trabajo individual, la sumatoria de esfuerzos mejorará el bienestar público. c) Los problemas públicos se resuelven con leyes buenas y adecuadas. d) La comunidad mejorará si se hace cumplir la ley o se fomenta su respeto. Es decir, son problemas que se resuelven con buena voluntad o con voluntad férrea por parte de la autoridad.

No es de extrañar la existencia de los prejuicios mencionados si consideramos la inercia que hemos vivido de los regímenes liberales y aun de inspiración marxista o socialista. Tales prejuicios, si bien contienen algo de verdad, omiten una visión amplia de la ciudadanía y en pocas palabras contienen la idea de que el Estado, como representante “máximo” de lo público, y dueño del presupuesto, es el que debe resolver todos los problemas.

Por ofrecer sólo algunos argumentos en contra de estos prejuicios, podemos decir que lo legal no siempre sigue a la justicia, sea por negligencia o ignorancia, por defender los intereses de grupos poderosos o simplemente porque los cambios sociales no se tomaron en cuenta. Por otra parte, debemos reconocer que en una sociedad en la que los recursos son limitados, la sinergia social ciudadana llega a producir riqueza: ahorro de energía y recursos, empresas sociales de todo tipo, ayuda a los desprotegidos y cuidado del medio ambiente.

En cuanto al trabajo individual, si bien es encomiable y necesario, no garantiza tener una “masa crítica” de buenos ciudadanos capaces de producir cambios a gran escala, pues precisamente lo deja al arbitrio de cada quien.

Hacer leyes adecuadas y cumplirlas, por otra parte, presupone ya el tener ciudadanos bien educados y formados para que hagan tal tarea. Pero, ¿quién cuidará a los guardianes, a los encargados de hacer cumplir la ley?, se preguntaba el intelectual Cornelius Castoriadis, en un mundo en donde los valores éticos comienzan a desvanecerse. Me parece que los estudios sobre capital social han demostrado ampliamente cómo la cultura o los mores sociales producen riqueza o bien generan pobreza y también buenos políticos o malos políticos; así, legalidad y ciudadanía son factores interdependientes y no el primero causa del segundo.

No podemos negar que a menudo es la ciudadanía, como factor de presión social, la que provoca los cambios legales y políticos, y sería mejor si lo hiciera correcta, consciente, incisiva y cabalmente.

www.armeria.gob.mx.

Los cambios para formar buenos ciudadanos deben provenir de un verdadero proceso educativo. Las escuelas, hoy por hoy, representan el mejor medio para el desarrollo de estos aspectos.

www.elporvenir.com.mx

Octavio Paz, 1914-1998.

A los prejuicios que obnubilan los criterios de acción ciudadana, se agregan los fenómenos sociales de la época que invocan a la pasividad: el relativismo y el nihilismo presagiados por Nietszche, y especialmente el individualismo que raya a veces en el más radical egoísmo. Hace ya varios años Octavio Paz señalaba en su magnífi co ensayo Vislumbres de la India (¡Qué diría ahora!):

…hay que mencionar la aparición de una nueva clase de empresarios y de una clase media, que ya es afl uente en las principales ciudades. Esta clase media sin mucha cultura y sin un gran sentido de las tradiciones es, como en todo el mundo, adoradora de la técnica y de los valores del individualismo, especialmente en su versión norteamericana. Es una clase destinada a tener más y más infl uencia en la sociedad. Extraña situación: las clases medias, en la India y en el resto del planeta, desdeñan la vida pública, cultivan la esfera privada –el negocio, la familia, los placeres egoístas– y no obstante, determinan más y más el curso de la historia. Son los hijos de la televisión. (Las negritas son mías.)10

Como puede verse, estos fenómenos que impiden el actuar ciudadano no obedecen a imposiciones o difi cultades políticas o legales, sino a una inercia y evolución cultural que tal vez no hemos sabido valorar en sus causas y peligrosas consecuencias.

La ciudadanía y los problemas específi cos de Latinoamérica

Desde luego, la ciudadanía cumple diversos propósitos según sean los problemas de las comunidades, de las naciones o de los conglomerados nacionales. En Europa, las preocupaciones se centran en el multiculturalismo, en los nacionalismos o regionalismos radicales y en la xenofobia, entre otros. En Estados Unidos, de amplia tradición en cuanto a participación ciudadana, las preocupaciones frecuentes versan sobre la criminalidad y varios síntomas de decadencia social. En nuestros países subdesarrollados en los cuales se enseñorea la pobreza (económica, social y cultural), lo público prácticamente es una dimensión desconocida. Respecto a México y otros países latinoamericanos, Claudio Veliz11 señala que desde el siglo XVIII se da el fenómeno de la concentración del poder en pocas manos, lo que da lugar a “patrones autoritarios de gobierno” y que además no se vivió siquiera una experiencia feudal de autonomía. En consecuencia, dice, México se inicia sin ciudadanos.

10 Octavio Paz, Vislumbres de la India, Fondo de Cultura Económica,

México, 1993. 11 Claudio Veliz, La tradición centralista de América Latina, Ariel,

Barcelona, 1984.

El historiador Morse12 concluye que en el latinoamericano “el sentimiento de que el hombre construye su mundo y es responsable de él es menos profundo y está menos extendido que en otros lugares”. Krauze,13 por su parte, afi rma que México nació con ocho millones de habitantes “sin conciencia casi de identidad nacional, sin un proyecto político viable, un mosaico numeroso y variado de comunidades…” Sarmiento, por su parte, había señalado la necesidad de fomentar el “espíritu asociacionista” (de confi anza y solidario) y proactivo si queríamos alcanzar a los anglosajones (vid. Leopoldo Zea, 1978). Samuel Ramos descubre nuestra autoestima baja y Octavio Paz, por su parte, enfatiza el carácter providencialista del mexicano en su clásica obra El laberinto de la soledad.

Como puede apreciarse, la mera pertenencia a una comunidad no implica la conciencia de ciudadanía. Esto sucede porque no se ha confi gurado una identidad; y, ¿qué es esta identidad comunitaria? En primer lugar, no hay apropiación de lo público como algo realmente “mío” y de lo cual es cada uno responsable en vistas de la comunidad. En consecuencia, la ciudadanía implica un sentido de apropiación con aquello que me identifi co: memoria histórica, actividad política en asuntos que me pertenecen y proyectos de realización con vistas al futuro. La apropiación de los tres tiempos: pasado, presente y futuro.

La combinación de carencia de ciudadanía y la pobreza es altamente peligrosa para la gobernabilidad; las democracias en América Latina siempre se han mostrado endebles, precarias y propensas a su conversión en dictaduras. La mayor parte de las encuestas sobre cultura política han revelado que una mayoría prefi ere un gobierno dictatorial si éste resuelve el problema de

12 Citado en: Enrique Krauze, “La ética católica y el espíritu de la democracia”, Letras libres, número 14, febrero de 2000. 13 Enrique Krauze, op. cit. la pobreza. El informe La democracia en América Latina, de la PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) muestra 54.7% que así lo cree y 56.3% de personas que opinan que el desarrollo económico es más importante que la democracia.14 Lo malo, además, es que las dictaduras latinoamericanas, en general, no han demostrado resolver los problemas económicos de los países, y que en los pocos casos que así parece haber sucedido, es por medidas que tienen que ver con la libertad de los actores económicos y por el capital social que ya poseían (que probablemente sea la causa también de la poca perdurabilidad de esas dictaduras). De todas formas, apoyar una dictadura que suprimirá con injusticia a los opositores e impedirá muchas libertades no es una opción humana razonable.

Las esferas de la acción ciudadana

Frente a esta problemática y en conclusión, tal vez creamos, razonablemente, que los cambios para formar buenos ciudadanos no pueden provenir de la mera invitación al trabajo y la voluntad individual, ni sólo de los políticos y las leyes justas, sino de un verdadero proceso educativo a través de otras instituciones sociales como las educativas en todos sus niveles, una de cuyas funciones debería ser, precisamente, la formación de los jóvenes en la ciudadanía. Las escuelas, hoy por hoy, representan el mejor medio para el desarrollo de estos aspectos; aún más que la familia. La invitación es, pues, que las escuelas y universidades inviertan esfuerzos en educación de las competencias ciudadanas. Como señalamos, es un hecho que en la mayoría de

14 Citado en: Marta Ochman, “La democracia amenazada: una refl exión sobre la ciudadanía política”, en Nora Guzmán (compiladora), Sociedad, desarrollo y ciudadanía en México, Limusa,

México, 2008, p. 45.

El informe La democracia en América Latina, de la PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) muestra 54.7% de personas que prefi ere un gobierno dictatorial si éste resuelve el problema de la pobreza y 56.3% de personas que opinan que el desarrollo económico es más importante que la democracia.

15 Enrique Chaux, ¿Qué son las competencias ciudadanas?, Página del ministerio de educación de Colombia. Consultado el 20 de marzo de 2009, http://www.colombiaaprende.edu.co/html/ home/1592/article-96635.html.

las tablas de competencias educativas necesarias para la vida aparecen competencias éticas y ciudadanas. Para Enrique Chaux, investigador de la Universidad de los Andes y coordinador de un grupo de expertos que diseñó los estándares en competencias ciudadanas:

Las competencias ciudadanas son los conocimientos y las habilidades cognitivas, emocionales y comunicativas que hacen posible que las personas participen en la construcción de una sociedad democrática, pacífi ca e incluyente.15

Como toda defi nición adolece de defectos, podemos ser democráticos, pacífi cos e incluyentes y ser derrochadores de recursos materiales o energéticos (la relación armónica con el mundo en su totalidad); podemos también ser ciegos frente a los riesgos del futuro y a la necesidad de poner planes en acción para prevenirlos. Así, tal vez habría que agregar la posibilidad de diseñar utopías realistas, valga la aparente contradicción (digo “aparente” porque los diseñadores de utopías pensaron desde luego que en buena parte eran realizables). Ya Arnold J. Toynbee (historiador británico, 1889-1975), en su Estudio de la historia, decía que las civilizaciones podían salvarse de la decadencia si tenían líderes creativos que unifi caran a las comunidades con una intencionalidad de abrirse paso en el futuro, si podían recrearse y renovarse; los enemigos eran la autocomplacencia, el hacer menos de lo necesario o un activismo febril que va más allá de lo necesario. En pocas palabras, la buena ciudadanía implica la imaginación y la visión ciudadana de futuros posibles y alentadores; la posibilidad de crear distintos modelos de convivencia pública y de instituciones que la avalen y le den consistencia; aunque en un inicio no sean necesariamente compartidas por todos. Por ello, las competencias ciudadanas implican una forma de conciencia que interrelacione aspectos diversos, como destaca Ángel Villarini:

[una competencia ciudadana es] una habilidad general y forma de conciencia, producto de la integración de conceptos, destrezas y actitudes que dota al ser humano de una capacidad de entendimiento, acción y transformación en sus relaciones con el mundo.16

Si nos preguntamos, entonces, cuáles serían las competencias ciudadanas específi cas, tendremos que preguntarnos necesariamente cuáles son los ámbitos de la acción ciudadana. Distingo de ese empleo siete dimensiones básicas y una de ellas, la ciudadanía social, desglosada en tres:

1. Conciencia de ciudadanía: esfera de preparación.

Aunque esta categoría en sentido estricto no es una esfera de acción ciudadana, ayuda a enfatizar la necesidad de sensibilizar al estudiante acerca de la importancia de lo público; de pertenecer a una comunidad y sentirnos responsable de ella; tener interés por conocer los problemas que ocurren en el entorno, sus causas y consecuencias; es la “apropiación personal del mundo”; la extensión del hogar, si se permite la analogía. Especialmente debemos educar en la prognosis y en el ir más allá de lo dado para no retrasar decisiones que deberían ser obvias y rápidas de ejecutar. Por ejemplo, apenas ahora empieza a exigirse transparencia en los gastos y las acciones públicos, y se han establecido condiciones para un servicio médico universal en nuestro país: el derecho a no morir por una enfermedad curable. Así pues, el análisis basado en la prognosis debe ir de cómo transitar de una sociedad sustentable a tener calidad de vida; de tener ciudad a tener una bella ciudad; del derecho a la educación a tener una educación adecuada; del

16 Ángel Villarini, http://www.monografias.com/trabajos37/ competencias-ciudadanas/competencias-ciudadanas2.shtml, 1997, consultado el 20 de marzo de 2009. 17 Francis Fukuyama, “Capital social y economía global”,

México, Este país, febrero de 1996.

derecho al trabajo a estar en condiciones de trabajar; del derecho al voto al derecho de participar mejor en las decisiones políticas; de la teórica igualdad jurídica a las formas que eviten la marginación y la pobreza. En pocas palabras, captar el mundo como un ser incompleto e inacabado.

Lo anterior debe iniciarse desde la educación básica: enseñar al alumno a recorrer su comunidad y detectar sus problemática en distintas variables; a desarrollar empatía por los que sufren y a visualizar las probables soluciones. Conviene estudiar con ellos cuáles son las esferas de poder de la ciudadanía y fomentar el gusto por participar de los asuntos públicos a través de distintas actividades y concursos.

La sensibilidad, ya hemos dicho, desempeña un papel central en la formación ciudadana: la empatía con el otro, la compasión por el otro, el amor al otro; en pocas palabras, la tierra fértil que es fi lantropía. Si bien la racionalidad universal orienta y dirige, son los resortes anímicos los que dan fuerza a la acción ciudadana.

Los estudios sobre capital social deben iluminarnos para crear una pedagogía que fomente la cooperación para el desarrollo humano y económico de los pueblos. Fukuyama ha dicho, coincidiendo con otros investigadores como Putnam, que:

la forma más importante de sociabilidad desde un punto de vista económico es la capacidad de extraños (no parientes), de confi ar unos en otros y trabajar juntos en formas nuevas y fl exibles de organización.17

En pocas palabras, ir más allá del familiarismo cerrado y excluyente. Desde luego esto

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Hay que fomentar en los niños el gusto por participar de los asuntos públicos a través de distintas actividades.

no sólo ayudará al crecimiento económico y combate a la pobreza sino también a crear una sociedad más humana, y entonces no es extraño, por ejemplo, al objetivo de hermandad universal que persiguen muchas religiones.

Finalmente, acoto la idea de que no hay ciudadanía sin proactividad; si el estudiante no siente que puede cambiar el mundo y si no tiene una estima elevada de sí mismo y confi anza en sus fuerzas. Todos estos aspectos pueden ser acrecentados en la puesta en marcha de las demás esferas de acción ciudadana.

2. Ciudadanía y derecho. Por defi nición, un ciudadano es aquel que vive en una comunidad normada por el derecho y no sólo por regulaciones morales sociales. Hasta ahora la primera la proporcionan las leyes de la nación-país. De hecho, la condición mínima de ciudadanía es la de cumplir de manera formal con los requerimientos de la ley para adquirir tal condición. Además, conocer y cumplir la ley, en especial los derechos humanos, es sin duda una característica esencial de todo buen ciudadano. Tradicionalmente hacer cumplir la ley, y no sólo obedecerla, era una obligación del Estado y sus órganos de justicia. Hoy esto no parece estar funcionando muy bien y es por ello que se pide al ciudadano que vigile que todos cumplan con la ley y denuncien los actos de corrupción. Es más: sería importante para la ciudadanía conocer los procesos para la elaboración de leyes y la historia social detrás de éstos; conviene que el ciudadano participe en la elaboración de las leyes ora como opinión pública educada ora a través de organismos ciudadanos que aborden esos trabajos. Conviene aquí analizar las fuentes morales y la justifi cación racional del derecho; analizar las fuentes fi losófi cas e históricas de los derechos humanos; el estatus jurídico que afecta a las comunidades marginadas o desprotegidas, los vacíos e inadecuación del derecho, entre otras cosas. Especialmente, los jóvenes estudiantes deben analizar los conceptos de justicia con que se abordan los problemas sociales y si éstos se traducen a la asignación de presupuestos y condiciones de vida reales. Aquí las teorías de John Rowls, de Waltzer o clásicas como la doctrina social de la Iglesia,18 por mencionar algunas, tienen mucho que aportar para que valga la expresión “más justo que la justicia”. Las ideas de estos autores son una fuente riquísima de crítica y discusión univesitaria para los problemas latinoamericanos. Esto podría parecer mucho para estudiantes de secundaria, primaria o aun preparatoria; pero

18 Adela Cortina reconoce la democracia social y la doctrina social de la Iglesia como fuentes de la moderna democracia europea. Esta última, independientemente de su origen religioso, presenta una defensa de la autonomía comunitaria y de la participación ciudadana en estructuras de autogestión. Así también pone límites razonables al poder del Estado.

en realidad sus conceptos son fácilmente entendibles si hay un proceso pedagógico de adaptación. Hay que recordar, por ejemplo, el éxito que ha tenido el doctor Lipman con su metodología llamada “fi losofía para niños”, a través de la cual los infantes discuten temas muy abstractos por medio de historias adecuadas a su edad. No está de más decir que esta labor puede muy bien estar a cargo de universitarios, docentes e investigadores comprometidos con los niveles anteriores.

3. Ciudadanía y vida política. En esta esfera nos referimos a la democracia como forma de vida política que propicia el buen gobierno, en la que se reconoce la diversidad social y el respeto a las opiniones de otros. Los sistemas políticos son formas que relacionan al Estado con la sociedad civil y, por lo tanto, necesitamos una sociedad civil plenamente consciente y fuerte; las formas democráticas se inclinan hacia la participación ciudadana, en tanto que los regímenes autoritarios favorecen el poder del Estado. La vida democrática presenta varios desafíos a la labor de la ciudadanía: lograr la libertad y la igualdad y un sano equilibrio entre ambas; disminuir la corrupción y el dispendio de los recursos; vigilar que los recursos ayuden al desarrollo justo de las comunidades. La vida política sana es necesaria para defender una democracia que siempre está en riesgo; por ello, es preciso que la ciudadanía trabaje cerca de los partidos y a través de organizaciones políticas, con propuestas, críticas y ofi ciando de árbitro allí donde exista un problema político por resolver. No faltan quienes afi rman que para lograr la igualdad económica hay que renunciar a la libertad a fi n de establecer una “buena” dictadura, ya sea de derecha o de izquierda y no hay que olvidar que muchas democracias fueron destruidas por la vía electoral. Existen también las demandas poco justas de las oligarquías, de los grupos de presión y de los mismos partidos políticos que quisieran la exclusividad de la vida democrática. Peor aún (por no ser tan visible) es la tiranía de los votantes a los que a menudo se somete el Estado de bienestar, Estado que se esfuerza por halagar a sus votantes ofreciéndoles distintos bienes, pero que no cumple con los mínimos de justicia social. Como ha señalado Adela Cortina:

Puede decirse, pues, que el Estado paternalista ha generado un ciudadano dependiente, “criticón” –que no crítico–, pasivo, apático y mediocre. Lejos de él queda todo pensamiento de libre iniciativa, responsabilidad o empresa creadora (…) para llegar a la conclusión a la que tantos ciudadanos han llegado: que si el Estado fi scal es el que recauda los impuestos por ser el dueño de los dineros, a él toca resolver los problemas sociales, obligación de presunta “solidaridad”; bastante hace el ciudadano –sigue pensando el hombre de la calle– con desembolsar la parte alícuota cuando le llega el plazo, para que le anden reclamando un plus de solidaridad. Que pague el que cobra –concluye el contribuyente–, y no el que ya ha pagado antes (…) Pero deber intransferible de cualquier Estado de derecho que hoy quiera pretenderse legítimo –y hoy lo son casi todos los de la Unión Europea– es asegurar universalmente los mínimos de justicia, y no intentar arrebatar a los ciudadanos su opción por la solidaridad.19

¿Qué diríamos de América Latina? Sin duda, la lucha por la transparencia política y de gastos debe ser una de las metas esenciales de la acción ciudadana; mucho avance se ha tenido al respecto, pero aún falta. Debemos

19 Adela Cortina, op. cit., pp. 80-84.

asumir también la vigilancia de la efi ciencia en el cumplimiento de las funciones. A este respecto, varios países han establecido “observatorios ciudadanos” para vigilar que las acciones del gobierno realmente resuelvan los problemas y utilicen bien sus recursos. Así hay asociaciones que vigilan las acciones del gobierno para combatir a la delincuencia, para que se apoye a grupos indígenas o grupos excluidos, vigilar el buen uso en el manejo del gasto público, etc. Sería interesante que existieran también organismos de esta naturaleza que evaluaran y vigilaran otros aspectos medulares como la educación o el apoyo al campo. Es importante que los estudiantes se acerquen a esos observatorios para analizar sus fi nes y métodos de análisis; de ser posible, que se integren a alguno de ellos o sugieran la estructura de uno nuevo.

Por otra parte, los antagonismos políticos irracionales, tan típicos de Latinoamérica, sólo pueden llevar a la desgracia de los pueblos. Con mayor razón debemos formar ciudadanos interesados en la política y la resolución pacífi ca y racional de los confl ictos, pues la historia ha demostrado que en nuestros países el problema de la gobernabilidad y de la intolerancia hace que oscilemos con frecuencia entre los populismos y las dictaduras, tan extremos, que frecuentemente se dan la mano. La ciudadanía y sus organismos, entonces, deben ayudar también a la gobernabilidad construyendo una buena convivencia política con base en la colaboración y la generación de propuestas inteligentes; la crítica destructiva es fácil y muy abundante en nuestros pueblos; sin embargo, las propuestas son pobres y carentes de creatividad e inteligencia cuando llega a haber alguna. Las competencias educativas desde esta dimensión y, además de la participación directa o indirecta, deberán promover los análisis sobre aquellas variables, fomentando al mismo tiempo las llamadas virtudes ciudadanas como la participación responsable, la tolerancia, el saber escuchar, la racionalidad, la inclusión y el aprecio por los adversarios. Los debates bien orientados sobre estos temas son bien recibidos.

4. La ciudadanía desde el cuidado y el desarrollo.

Oímos decir que alguien es un buen ciudadano cuando ayuda a los demás, cuando es solidario con los sentimientos y problemas de otros. La ciudadanía vista desde la socialidad es la fuente de toda virtud y acción ciudadana. A veces designamos a la ciudadanía social con la palabra “civilizado”, de la misma raíz, civitas, de donde proviene ciudadanía. Designamos con ella una forma de vida basada en el empleo de la razón y la tolerancia para dirimir los confl ictos y aportar soluciones a los problemas cotidianos. La ciudadanía social es el sustrato de todas las otras dimensiones, es su tierra fértil o infértil. ¿Por qué habrían de surgir políticos buenos y leyes buenas de un pueblo sin ciudadanos comprometidos con los demás? Vivimos a veces con la ilusión de que los problemas se solucionan con decretos y leyes; pero sin una buena materia prima no es posible construir ciudadanía política o jurídica. Queremos señalar con esto algo fundamental: el reconocimiento del valor del otro, mi simpatía y empatía hacia el otro y la solidaridad congruente con ese respeto. Civitas proviene de la raíz indoeuropea: kei- “yacer, hogar, querido”; keiuos signifi caba originalmente “compañero de casa” y más tarde “vecino” y “habitante del lugar”. Tal vez podríamos pensar en estar en el hogar; en donde puedo yacer y descansar; en donde me siento seguro y cuidado por los demás, como si la ciudad fuera una extensión de mi familia.

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