La perra que desenterró la luna - Fragmento

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LA PERRA QUE DESENTERRÓ LA LUNA


Primera edición: Febrero, 2022 Maquetación: Ediciones Arboreto Ilustraciones interiores y de portada: Mariela de la Peña

Todos los derechos reservados. Se prohibe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos o la editorial.


ANAID HERNÁNDEZ

LA PERRA QUE DESENTERRÓ LA LUNA

COLECCIÓN FLORES DE JARDÍN



LEVANTÓ SU MANO Y ATRAPÓ UNA ESTRELLA PASAJERA

A

Ramón le entró un olor fétido por la nariz y se le quedó atorado en la garganta. Los otros dos niños rarámuris sacaron las lenguas y se apretaron el estómago porque tuvieron ganas de vomitar. Nuevamente el eructo del hijo recién nacido de los Kanó1 —hombres gigantes que ayudaban a los tarahumaras a cortar los árboles— llegaba transportado de pino en pino hasta los niños rarámuris que jugaban cerca de la barranca. Corrieron persiguiendo el aroma desagradable hasta el arroyo donde descansaba el bebé gigante sobre una tinaja de barro. —Algo tenemos que hacer para que deje de eructar ese olor tan feo —dijo Juan, tapándose la nariz.

1. Hombres gigantes que se comían a los tarahumaras. 7


—Vamos a tener que buscar unas semillas o unas hierbas —respondió Ramón, que se escondía detrás del viejo tronco de un pino. Se quedaron en silencio cuando escucharon los pasos de la mamá del bebé, la mujer gigante cubrió con su cabello rojizo la cara del niño que chupaba el dedo gordo de su mano. Estiró la mano hacia el cielo y bajó al Olemá,2 el pájaro de fuego que volaba cerca de la barranca. Le arrancó unas cuantas plumas y lo apretó muy fuerte. Del ave se desprendió un líquido blanco, parecido a la leche. El olor era como el de la leche agria combinado con el de las cenizas. La gigante se marchó y dejó a su hijo dormido. Ramón y sus amigos caminaron por los peldaños de la Sierra Tarahumara hasta llegar al arroyo del cuervo. El ave estaba cerca de un pino, escarbando dentro del tronco, comiéndose los gusanos. —Cuervo, cuervo, tienes que ayudarnos, queremos chile para que el bebé deje de eructar leche podrida —dijo Ramón, mientras escarbaba la tierra con sus huaraches de llanta. El cuervo graznó y extendió sus alas, voló hasta su cueva y regresó con el pico lleno de chile. Los niños tomaron el chile y lo llevaron hasta el lugar donde descansaba el recién nacido de mejillas rojas. Ramón molió el chile con una piedra y después lo colocó dentro de un cascabel de víbora, de esas serpientes gigantes que pedían ofrendas a los tarahumaras. Agitó el jugo junto con las semillas y lo 2. Estrella fugaz. Se cree que se trata de un ave de fuego, que se alimenta de almas humanas. 8


puso en la boca del niño. El bebé gigante succionó el cascabel y, tras la ingesta del líquido, se puso de color rojo, al igual que su cabello. —¡Ya se puso todo colorado! —gritó Ramirito, mientras jalaba el paliacate rojo de su frente. El niño comenzó a llorar y de su boca se desprendió un aliento picoso que les puso los ojos enrojecidos a los niños rarámuris. Ramón y sus amigos comenzaron a reír cuando vieron a Venado bailar en círculos por toda la Sierra. Ignoraban si había inventado una nueva danza, o brincaba porque también le había llegado el viento enchilado hasta los ojos. —Tenemos que pensar en algo más. Yo creo que podemos darle maíz endulzado con una estrella. Los niños corrieron hasta los campos de maíz. Al llegar miraron hacia la madre sol y le pidieron que les obsequiara uno de sus rayos: una mazorca amarilla. —Madre sol, dame un rayito de tu dedo para llevárselo al niño de los Kanó. La madre sol, desde el cielo, hizo un guiño a los niños en señal de aprobación. Ramón desgranó la mazorca ahí mismo y guardó los granos en su morral de cuero. Los niños rarámuris corrieron por los peldaños de la barranca hasta que se oscureció. En lo alto de la montaña vivía el más viejo de los Kanó. Estaba sentado en la punta del cerro y su barba le colgaba como una cascada de nieve. Ramón, Juan y Ramirito gritaron desde abajo. Ramirito le lanzó varias piedras hasta que el Kanó 9


anciano bajó su cabeza hasta estar a la altura de los niños. —Kuira ba3, gran Kanó. Queremos que nos bajes una estrella para endulzar nuestro maíz. El anciano Kanó levantó su mano y atrapó una estrella pasajera. La puso en las manos de los niños y ellos la exprimieron y vertieron el jugo en el maíz. En la madrugada, mientras el bebé gigante y sus padres dormían en tinajas, dieron de beber al niño el maíz con dulce de estrella. El niño succionó todo el líquido del cascabel y eructó un olor dulce que no hizo daño a los niños ni a Venado. Ramón y sus amigos festejaron. El olor agradable se esparció por toda la Sierra. Los Rarámuris adultos comenzaron a preparar el dulce y lo llamaron pinole. Venado de tanta alegría, enseñó a los tarahumaras a bailar el Yúmare4.

3. Saludo tradicional tarahumara, equivalente a “hola”. 4. Danza ritual de tipo propiciatorio. Se cree que el Venado enseñó este baile a los tarahumaras. 10


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