La estructura: la belleza de los estados intermedios
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Hospital Provincial de Huesca, hoy Sagrado Corazón de Jesús. Vista general.
Vista desde el eje de acceso. ARQUITECTURA RACIONALISTA Y SALUD
Entre las fotografías archivadas en la Fototeca de la Diputación de Huesca acaso sean las que muestran el edificio del Hospital Provincial en construcción las que de una manera más certera y evocadora nos recuerdan los valores intrínsecos y permanentes de esta arquitectura. Valores que, por inusuales en otras producciones, conviene recordar. Las decisiones constructivas son consustanciales al proyecto desde su inicio y determinan la realidad del mismo hasta el extremo de que, en la buena arquitectura, tal y como advertimos en las imágenes, se explicita la belleza de los estados intermedios, precisamente esos estadios constructivos que llevan implícita la forma de dicho proyecto. La búsqueda de ese orden interno dota de consistencia a la obra y queda ya materializado en la estructura. Este es uno de los aspectos diferenciadores de las obras modernas. Baste recordar, con Fritz Neumeyer, la calidad visual advertida por Mies van der Rohe en la contemplación de sus estructuras metálicas: «Solo los rascacielos que se encuentran aún en construcción reflejan sus audaces ideas estructurales y, durante esta fase, es imponente el efecto que produce el esbelto esqueleto de acero». El estado intermedio, inacabado, se convierte en el determinante. Y esta es una lección mayor ante la producción fragmentada de buena parte de la contemporaneidad, ya que reivindica para la arquitectura el proceso como valor sin necesidad de explicitar su condición de inacabada. Este orden, impuesto simultáneamente por la función y por la forma y asumido por la construcción, se convierte en sistemático. Y esta sistematicidad, tan necesaria en equipamientos de cierta envergadura, como un hospital, no solo no se opone a la libertad creativa sino que es fuente de fecunda creación. De esta manera (y por ello tanto nos evocan estas imágenes de los proyectos en construcción), es preciso reivindicar el desciframiento de estos estados intermedios que se nos revelan tan importantes en proyectos que, precisamente por su precisión final, parecen no verse afectados por este hecho. El efecto emocionante de la mirada sobre la estructura desnuda desvela cómo el propio proceso constructivo tiende a ser esencial, eliminando lo superfluo, accesorio e innecesario para alcanzar la consistencia deseable. Y así es como el acto creador se reivindica en la esencia de la propia construcción. Las imágenes del edificio en estructura nos permiten recuperar la constante en la obra consistente en explorar las sensaciones estéticas liberadas por la estructura y traducirlas a una realidad arquitectónica propia que se hace presente en la expresión final del proyecto. Si bien es cierto que en esta arquitectura racionalista no se llega al nivel de intensidad de las propuestas genuinamente modernas, en las que la estructura queda vista, la condición germinal y ordenadora de la misma es igualmente determinante. Y también sirven todos estos ejemplos racionalistas para entender la arquitectura superando el estéril discurso, a veces tan extendido, que sostiene que la idea arquitectónica es independiente de su construcción, pues en el proceso de proyecto conviene que discurran inevitablemente unidas, en mutua fertilidad. La estructura portante responde a ese orden racionalista que se convierte, en arquitecturas que exploran todo su potencial visual, en factor de modernidad. El forjado se resuelve con un espesor mínimo. Como vemos en sucesivos ejemplos, es una condición genérica de esta arquitectura emplear los medios imprescindibles para su construcción. En este caso ARQUITECTURA RACIONALISTA Y SALUD
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