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EDICIÓN

LA HISTORIA DE CADA DÍA...

PACHUCA, LA CAPITAL DE LAS ÁNIMAS

SÁBADO 23 de marzo de 2024 Año 19 • No. 6833• Pachuca de Soto, Hidalgo México • $5.00 PESOS •

SÁBADO 01 de noviembre de 2025 Año 20 7326

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Camino al Mictlán

ÍNDICE 3 5

COLUMNAS

6

7

Los que se fueron

LA RULETA: El espíritu de la colmena

Se está acercando

LA RULETA: Confía en mí, no va a pasar nada

LA RULETA: La fuerza interna para superar las tormentas. El arte de no amargarse la vida.

Pachuca, la capital de las ánimas

8

Calaveritas

COLUMNAS

10

11

LA RULETA: La Doña

¿Qué repite aquella voz?

LA RULETA: El compadre

La Leyenda del Hombre No Creyente

I FOTO : GENERADO CON GEMINI

OPINIÓN

LOS QUE SE FUERON

Con flores de cempasúchil hice un altar de mi ofrenda y coloqué los retratos de quienes ya se marcharon, y recé como en el pueblo me enseñó mi santa madre, con fe, con amor y llanto. Porque, aunque ya se marcharon los tengo aquí muy adentro y los saludo y venero. Todos los días de cada año, porque nunca se marcharon, estarán siempre presentes, y cuando todo termine sé que me estarán esperando para iniciar otra senda de luces y de cometas, para terminar el juego que iniciara con mi niño, con su carrito de lata y su sueño con el lobo del cuento, de la leyenda.

Colocaré los retratos de mi madre y de mi padre para verlos siempre juntos caminando como entonces, Ella hermosa ojos de cielo, Él fuerte como un sabino con su paisaje de bosques, de llovizna en el sembrado, Con su corazón de hierro y sus manos campesinas, siempre llenas de verano. Y ella poeta del pueblo con su voz como evangelio, que sembraba paz y calma cuando las barcas lloraban.

Colocaré sus retratos en mi ofrenda de noviembre

y les rezaré en voz baja recordando sus miradas, y sintiendo que en mi mesa tienen lugar para siempre, porque una madre y un padre, la verdad, nunca se marchan, y los seguimos oyendo atentos a nuestra marcha. Como entonces como ahora, como siempre y para siempre.

Es muy rara mi agenda de recuerdos y de ofrenda, de mi Madre sólo tengo una foto y es muy bella, su mirada de cariño que me acaricia y abraza.

Mi madre se fue una noche sin bendecir mi cabeza, mientras mi hermano pequeño ignoraba su partida. Porque a esa edad nadie muere sólo se nos van de viaje ... La tía Adela, Guadalupe, Amelia y tía Fortunata, los tíos Manuel y Ezequiel, Martín, Don Rubén, Lupita, El Paco con su alegría, también están en mi ofrenda de luces y de nostalgia, son recuerdos que nos tienen atados a su camino y nos gusta recordarlos, porque parte de la vida la escribimos junto a ellos Y algo nuestro va en su viaje y un día cualquiera estaremos regresando en nuestra ofrenda, en que aquellos que nos quieren

(El 1 de noviembre de 2019, Adalberto Peralta Sánchez, nuestro Director fundador, nuestro hermano, publicó el texto que le presentamos a continuación. Evocar a los que en altares se tienen de visita estos días, de la manera como lo hacía Beto, es la certeza de que el camino apenas empieza cuando uno se va. Además, y esto lo sabemos, siempre está con nosotros)

también pondrán nuestra imagen con tamales y con mole, para seguir como ahora platicando de las cosas que nos hacen estar vivos y presentes en la mesa.

Quiero platicar con ellos de mis penas y alegrías, son mis muertos, son mi gente y yo soy uno de ellos, entienden lo que platico, de mis sueños y alegrías. De cómo al ver los aviones veo tiburones de acero, y no miro los anzuelos para llevarlos a casa. Ellos conocen mi cielo, mi laguna con sus patos y saben que los espero porque mi madre lo sabe. Que, aunque ya con muchos años, sigo siendo su pequeño, que la extraño en el camino para ir a la laguna y ver cómo los pescados de pronto son una estrella que brinca sobre sus aguas. Y mi padre bien lo entiende, que me hace falta en las horas que todo se ve de negro, para que yo de su mano camine por el sendero de sabinos y oyameles. Y quiera como él quería los surcos de la cosecha, lo verde de sus maizales, el vaivén de la cebada, el sabor de los elotes

y el amor por los hijos.

Hoy en mi ofrenda recuerdo cuántos ya se adelantaron, cuántos espacios vacíos, cuánta nostalgia por verlos... Pero sólo es un momento de ausencias y de tristeza, pronto frente a sus retratos de la ofrenda con sus flores, alguien mirará la nuestra y así como hoy extrañamos sus voces y sus consejos, nos estarán extrañando con naranjas y comida.

Los que eran ya no son, los que estaban ya se fueron, y en esta caminata vamos todos por la vida, y un día cualquiera nos vemos que ya estamos en la ofrenda y que nos ven con cariño, como recuerdo de niños. Y como hoy los extrañamos también quizá nos extrañen, con amor y con tristeza, y si estamos en la ofrenda estaremos muy contentos, porque será la certeza de que sembramos cariño y eso mismo recojamos de variadas voces nuevas, que hablarán de nuestra foto como tío, padrino o abuelo en esto que da la vida en la ofrenda de noviembre.

Adalberto Peralta Sánchez 1 de noviembre de 2019 Pachuca de Soto, Hidalgo.

CAMINO AL MICTLÁN

Un viaje que conecta generaciones pero que podría estar en riesgo de desaparecer

Entre el aroma a cempasúchil y copal; el sabor del pan de muerto y el chocolate caliente, los recuerdos de los seres queridos y las memorias que nos dejaron, llega el Día de Muertos. Más que una fecha en el calendario, es una celebración que conecta generaciones y culturas.

Para los mexicas, la muerte no era el final, sino el inicio de un camino hacia la transformación; en su cosmovisión, cuando alguien moría, su alma emprendía un largo viaje hacia el Mictlán, el inframundo, lugar de los muertos o de descanso eterno, gobernado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl. Este recorrido duraba cuatro años y estaba compuesto por nueve etapas; cada una representaba un desafío que el alma debía superar para llegar al Mictlán.

El viaje comenzaba en el río Apanohuacalhuia; el alma debía cruzar con la ayuda de un xoloitzcuintle, el perro sagrado que guiaba a los muertos, se decía que era de muy mala suerte para los que maltrataban a los perros, pues sin este valioso guía, vagarían eternamente.

Después, enfrentaban montañas que chocaban entre sí, campos de espinas, vientos fuertes y flechas invisibles, hasta llegar a despojarse de lo material, terrenal y banal; en cada etapa, el alma dejaba atrás el dolor, el cuerpo y el miedo, hasta alcanzar finalmente la paz en el noveno nivel del Mictlán.

Estas creencias, con el pasar de los años, se adaptaron y mezclaron con elementos del cristianismo; pese a esto, la concepción de la muerte sigue siendo para los mexicanos una forma de trascender.

Así como los antiguos mexicas realizaban ofrendas para ayudar en el camino a los difuntos, actualmente muchas familias, el primero y dos de noviembre, realizan ofrendas que representan el retorno de los seres queridos, y para muchos se ha convertido en una celebración en la que se puede conectar de nuevo con los difuntos, pues sus almas regresan para disfrutar de la comida y las ofrendas para ellos.

El altar de muertos es un elemento fundamental en esta celebración; este se coloca en una habitación, sobre mesas o repisas, y por lo regular se ponen sólo dos niveles que representan el cielo y la tierra. También existen altares de tres niveles, donde se añaden a las ánimas del purgatorio; aunque uno de los altares más tradicionales tiene siete niveles. Estos simbolizan los pasos que caminan para llegar al cielo y así poder descansar en paz. Cada escalón está forrado de tela negra o blanca y se pueden colocar calaveras de chocolate o azúcar en cada nivel, que simbolizan el renacimiento a través de la muerte y conectan con el pasado.

PRIMER NIVEL

En este nivel suelen colocar la imagen de un santo del cual sean devotos, como protección espiritual y guía del alma.

SEGUNDO NIVEL

Destinado a todas las ánimas del purgatorio; a través de este escalón, el alma del difunto obtiene un permiso para salir de ese lugar en caso de encontrarse ahí.

TERCER NIVEL

Aquí se suele colocar la sal, que representa la purificación del espíritu y evita que el alma se corrompa en su camino.

CUARTO NIVEL

Lugar para colocar el pan, que se ofrece como alimento a las ánimas; es símbolo de generosidad y del ciclo de la vida y la muerte.

QUINTO NIVEL

El alimento y frutas no pueden quedar fuera; representan la abundancia de la naturaleza y el agradecimiento.

SEXTO NIVEL

En el penúltimo nivel se observan las fotografías de las personas que ya fallecieron, como un acto de memoria viva.

SÉPTIMO NIVEL

Representa el encuentro entre el mundo terrenal y espiritual; aquí se coloca la cruz formada por semillas, frutas o flores.

Cada nivel es importante para la tradición; sin embargo, algunas de estas costumbres han comenzado a transformarse, por ejemplo: Paola Amado Gómez, locataria del mercado Primero de Mayo, compartió su experiencia con una tradición heredada por su familia pero que quizá, en la actualidad, ya no realiza con el mismo ánimo que tenía su abuela.

Ella es la única de las nietas que continúa con la venta de calaveras de chocolate, amaranto y azúcar, su negocio se encuentra en una de las entradas principales de dicho mercado, “antes cada calavera se personalizaba, se les colocaba el nombre del difunto, pero con el pasar del tiempo la tradición ha cambiado; ahora la gente prefiere comprar las calaveras de cerámica por ser más duraderas y de fácil conservación”, expresó con la nostalgia que deja el recuerdo de aquellos tiempos en los que la producción de calaveras se impulsaba con el interés del cliente.

Aunque confesó que estas fechas no la emocionan tanto como a su abuela o bisabuela, continúa con esta tradición por cariño y respeto a sus raíces: “Yo lo hago por ella, por mi mamá y por seguir con lo que mi abuela comenzó”. Asimismo, comentó: “Recuerdo que mi abuela ponía el altar así, enorme, y era comida que ella hacía, comida real, bebidas, las fotos, y ahora pues, por ejemplo, vendemos los platos representativos de comida”.

Testimonios como este se reflejan entre los comerciantes, la tradición avanza por su propio camino, transformándose y “evolucionando”; busca sobrevivir a los tiempos modernos, es importante no olvidar el legado que dejaron los ancestros, porque eso es lo que le da identidad a esta celebración. Es conservar los rituales, buscar preservar la esencia del Día de Muertos, un camino de transformación, y el reencuentro con la memoria de los seres queridos.

Porque el recuerdo es lo que mantiene viva la tradición, lo que conecta generaciones; aunque evolucionen los rituales, el Día de Muertos es el puente que conecta la vida y la muerte, entre los que aún están y los que se fueron pero nunca serán olvidados.

I FOTO: GENERADO CON GEMINI

LA RULETA

El espíritu de la colmena

Su hijo amenazaba con matarla. Desde la lobreguez de su vientre, el pequeño Isaías consumía el tejido de su madre, le provocaba sangrados yvómitos que Ingrid resistía estoica, segura del milagro de la vida.

Aquel fue un embarazo difícil porque Ingrid fue una madre vieja. Los chamanes le habían dicho que su útero era como una semilla enferma imposible de germinar. Pero la mujer jamás se rindió, pues su vida dependía de su capacidad de gestar: corría el riesgo de morir colgada como todas las mujeres de aquella familia que no se convertían en madres.

Eso dictaba la tradición.

Por eso, la madre y hermanas de Ingrid necesitaban que tuviera un hijo que la salvara de la muerte. Ante aquel deseo colectivo, las mujeres escogieron a uno de los jornaleros que servía para el apiario; él ayudaría a embarazarla porque Ingrid era fea y había sido incapaz de atraer a ningún hombre durante su juventud. Ya les había avisado la abuela Izamal que tenían poco tiempo antes de condenar a Ingrid al destino de la ceiba. Religiosamente, cada jueves después del rezo de hora santa, el hombre visitaba a Ingrid para lograr el embarazo, pero nada resultaba.

A la mujerle lastimaba el miembro correoso del jornalero y su aliento acre le daba asco. Durante el acto, prefería no mirarlo, y prefería recordar que aquel dolor le daría al hijo que la salvaría de la muerte. Las hermanas hicieron novenas a las vírgenes y le dieron a Ingrid tés de hojas oscuras y amargas. Ingrid sentía que dentro de su cuerpo llevaba ya a su hijo, sólo tendría que encontrar la forma de conectarlo a la vida. Eso era lo que pensaba, que todas las mujeres traemos un hijo adentro, pero que algunas eligen mantenerlos en la oscuridad y alejarlos del chispazo de la vida.

Eso le pasó a la hermana de su madre, su tía Blanca, que nunca pudo sostener a un niño en sus entrañas porque las criaturas se le escurrieron todas porlas piernas cadavez que se embarazó. Ella fue la última mujer a la que ahorcaron en la ceiba cuando Ingrid era apenas una niña. La tradición familiar así lo dictaba: todas las mujeres que llevaran el apellido Tunzab en primer o segundo lugar, habrían de traer un hijo al mundo antes de los treinta años. De no hacerlo, la mujer más longeva de la familia oficiaría su ahorcamiento en el árbol de ceiba.

¿Qué es una mujer sin hijos?, decía la abuela Izamal mientras se enjuagaba el sabor de la comida con mezcal. La mujerla pensaba unavasijavacía, pero Ingrid sabía que suhijoyahabitaba dentro de sí y sólo tenía que encontrarla forma de traerlo al mundo.

Ingrid era una maestra en el arte de criar abejas. Aquel oficio le había sido transmitido por su padre y sus hermanas, pero ella los superó a todos. Se convirtió en una especie de ama, abeja reina, que conocía la naturaleza de cada colmena. Por las madrugadas se dedicaba a limpiar el apiario porque era la mejor hora para evitar ataques y trasladar los enjambres que solía capturar. Como no tenía a quien cuidar, ella erala responsable de vender todo lo que obtenían de los animales: miel, cera, jalea real, propóleo yveneno. Alimentaba a los insectos con pedazos de sandía y azúcar morena, y recogía con ternura a las crías calcificadas en la colmena.

Admiraba el espíritu que movía ese nido, aquella fuerza que parecía guiar sus actos y que le daba un sentido a su organización. Allí le vino la idea de usarla miel para curar su herida materna. Se dio

Se está acercando

Lo veo en todas partes, él está en todos lados, a cualquier lugar al que yo vaya, él me sigue, es casi imposible respirar.

Veo su figura, es alto y delgado, con unos ojos tan grandes como la luna y negros como la noche, y unos brazos largos, tan largos como una enredadera; parece que siempre quiere abrazarme, apretarme y nunca soltarme; enredarme y llevarme con él.Yo me alejo, no lo quiero, él me da miedo.

Él solía preguntarme todo acerca de mi vida, quiénes eran mis amigos, cuál era mi rutina… a qué hora me dormía. Yo intentaba cortar la conversación y alejarlo de mí, pero nunca lo lograba, él se pegaba a mí como si él fuera el chicle y yo el zapato que lo acaba de pisar. Se aferraba a mí.

Después ocurrió aquel accidente; se dice que él iba a 90 km/h en su motocicleta en dirección

ESCRITORA Y EDITORA. AUTORA DE LA NOCHE NUNCA TERMINA (2019), UN REGALO DE LA LUNA (2021) Y DIVERSOS CUENTOS PUBLICADOS EN MEDIOS IMPRESOS Y DIGITALES. BECARIA FONCA 2021-2022 Y ACTUALMENTE BECARIA DEL PECDA HIDALGO.

baños con jaleas para sacar la amargura de su cuerpo, se entregó con serenidad a los encuentros con el jornalero y, al siguiente mes, no vino la sangre. Así supo que el embarazo se había logrado. Aquello había sido un milagro de las abejas.

Sus hermanas la alimentaron con leche de cabra para garantizar que estuviera sana. Durante la gestación, Ingrid hirvió sus anillos y cadenas de oro para luego tomar el brebaje pues, según la tradición, eso haría que el niño se agarrara al vientre y no hubiera desprendimientos.

El zumbido de las abejas fue la canción de cuna de Isaías, el primer sonido que escuchó en su recibimiento a la vida. Resultó ser feísimo, pálido y flacucho. Pero como tenía que ser, su madre lo adoraba. Ingrid lo amamantaba con un placer enfermizo, y el niño era como un monstruito melífero que chupaba de las mieles agrias de sus senos. Pero algo en la mirada de la abuela Izamal estaba descompuesto, en ellahabía despertado una necesidad por alimentar ala ceiba, que parecía hambrienta después de tantos años, por eso le ofreció cacao y calostro de oveja para que Ingrid estuviera sana y pudiera amamantar a su hijo.

Aquel fue el único acto de amor que Ingrid recibió de la abuela en toda su vida. Pensó que ahora que se había convertido en madre, Izamal la consideraría un miembro importante de la familia. El niño tendría unos tres meses cuando comenzó a retorcerse. Apenas quería comer y tuvo vómitos y diarreas que lo enfebrecían. Los dolores le hacían arquear la columna vertebral y torcer la cabecita hacia atrás, como poseído por espíritus. Su mirada se perdía en el aire. Ingrid lo desnudó para bajarle la fiebre, a través de la piel de la columna vio cómo cientos de gusanos se alimentaban de su hijo.

En ese momento quiso rasgarla y sacar a los gusanos, aplastarlos con sus propias manos y destrozarlos bajo sus pies. Sabía que, si no hacían algo, Isaías moriría muy pronto, y después lo haría ella a manos de la abuela.

Las hermanas de Ingrid no podían soportar que aquel niño, por el que habían luchado tanto, hubiera llegado defectuoso y estuviera a punto de mandar a su hermana a la tumba.

En esa familia jamás habría espacio para hijos enfermos ni defectuosos, no lo habría tampoco para malas madres y, mucho menos, para desobedecer a la abuela Izamal, que en sus trenzas llevaba entretejidos los cabellos de todas las nietas.

Los pronósticos no eran alentadores para Isaías. A pesar de los esfuerzos de Ingrid por curarlo con todo lo que venía de las abejas, el niño arqueaba el cuerpecito por el efecto de los gusanos en la columna y había dejado incluso de llorar. La madre de Ingrid llevó al chamán, que sólo pudo persignarse cuando vio la espalda del pequeño con los gusanos comiendo de su interior. Le dijo que eso se pasaba en la leche de los animales, pero que era muy tarde para cualquier remedio. Ingrid pasó la noche rezando mientras arrullaba a su hijo junto al sonido de las abejas. El niño falleció por la mañana.

Y como nada es de una mujer sin hijos, ahora que Ingrid ya no servía. Encabezadas porla abuela Izamal, las hermanas, la madre y todas las mujeres Tunzab, escoltaron a Ingrid ante la ceiba.

MÍAFER LUGO VEGA TENGO 17 AÑOS, CURSO EL QUINTO SEMESTRE DE PREPARATORIA, DISFRUTO DE UNA BUENA LECTURA, UNA CONVERSACIÓN AMENA Y ESCRIBIR LO QUE SIENTO O PIENSO, ME GUSTAN LAS PELÍCULAS DE TERROR, PERO MÁS LAS NOVELAS ROMÁNTICAS.

al parque de mi colonia, donde yo me encontraba acompañada de un chico con quien estaba empezando a salir. Al doblar la esquina fue tanta la velocidad a la que iba que perdió el control y chocó contra un poste de luz. Él perdió la vida casi de forma inmediata. Los vecinos que vieron tal escena corrieron para ayudarlo, cuentan que él quedó con los ojos abiertos, tan abiertos que en sus pupilas todavía se podían notar los celos que minutos antes sentía. Pensé que todo acabaría, pero mi pesadilla apenas estaba comenzando; siempre lo veo detrás de mí, veo su sombra…tan grande y oscura, y siento su mirada fría penetrando mi alma. No estoy a salvo, ni siquiera en mi casa, él está tan cerca. Es medianoche y estoy en mi habitación, puedo verlo en la esquina de mi recamara. Escuchó su respiración tan fuerte y rápida, está enojado, está celoso. Él sabe que lo estoy mirando y yo no puedo moverme…, no puedo moverme y él se está acercando… se está acercando… ¡Se está acercando!

LA RULETA

Confía en mí, no va a pasar nada

Cuando vas al dentista, lo más incómodo - aparte del taladro que suena y te retumba los oídos - es a dónde tienes que ver.

Siempre he pensado que deberían poner una pantalla o mínimo un juego de “encuentra la figura en un mar de escenas”; así uno se puede entretener y distraer la mente mientras escucha y huele tan feo.

Pero pues como que no se les ocurre, así que no podías ver más que sus ojos color miel, percibir su aroma y sentir cómo estaba pegado a mi brazo. Me sentía un poco incómoda, pero no puedo negar que estaba guapo.

A veces me volteaba a ver y me seguía contando cosas de su vida mientras se pegaba más. Al inicio yo decía que, pues, era parte del proceso, quizá por mis cachetes regordetes no alcanzaba, hasta que sentí como que algo se movía. Y pues sí, los ojos no mienten. Hasta se me olvidó el méndigo taladrito.

Al final siempre platicábamos en su escritorio, reíamos y a mí me encantaba. Sí, me encantaba él, y hasta le agarré gusto a ir al dentista: incluía arrimón y buena charla.

Ese día me tocaba la limpieza bucal. No me dio tiempo de ir a mi casa y del trabajo pasé directo.

Llevaba vestido y no me preocupé porque me puse el saco en las piernas para que no se me viera nada. Él, con mascarilla y ya todo listo para iniciar el proceso, me dijo:

No te preocupes, aquí nadie te ve. Si se cae el saco, no pasa nada. ¿Estás segura?

Palabra mágica que retumbó en mi mente: “¿estás segura?”.

¿Estaba segura de qué? ¿De que algo más pasaría? ¿De que no pasaba nada si se me veían los calzones? ¿De que estaba segura con él? Pero nunca pasó por mi mente algo como: “¿estás segura de que él es un buen médico?”.

Al terminar la limpieza, pasó su mano por mi pierna; la piel se me erizó y me dijo:

Tranquila, no va a pasar nada de lo que tú no quieras.

Acomodó el saco, el respaldo empezó a subirse y crucé la pierna. Esta vez no pasamos al escritorio, nos quedamos ahí. Acercó su silla de rueditas, puso su mano en mi pierna cruzada y solo platicamos. Él insistía:

¿Por qué te espantas cuando te toco? Cuéntame, ¿qué pasó en tu historia?

Mientras yo hablaba, él acomodaba mi cabello detrás de la oreja y sonreía dulcemente.

Pasaron varias sesiones; incluso en una no avanzamos en mi tratamiento porque platicamos todo ese tiempo.

Cuando me despedía de él, me abrazaba fuerte, hasta que un día tomó mi rostro y me dio un picorete. Me sorprendí, y él carcajeó:

Tranquila, no va a pasar nada que no quieras.

Pero para ese entonces... pues yo ya quería todo.

Estás de acuerdo que, siendo joven, sin experiencia, y él, mayor, guapo, amable, atento, cariñoso, comprensivo... sí, yo era una presa fácil. Acababa de terminar la licenciatura, tenía muchas heridas; la más profunda, la del abandono. Y él, como decía mi tío Arturo, era un lobo viejo de mar.

Del picorete pasamos a las caricias, a los besos más intensos, a los elogios a mi cuerpo, a sentirme segura con él. La confianza era tanta, y la apertura también, que me platicaba de otras personas con las que había estado antes:

No sé por qué me encantas tanto. Todas han sido bajitas, güeritas, de color rosado, algunos detalles... y tú eres frondosa.

Es evidente esa red flag; para mí en ese momento, no.

Pasaron varios meses; la pasábamos muy bien. Mi tratamiento seguía, pero cada “ufff” que nos acordábamos... Él insistía en que mejor sacáramos una muela, que sería más fácil y menos doloroso para mí.

Confié en él, sí, así como ya lo había hecho en todos. Me encantaba ver el color miel de sus ojos... hasta que la sangre salpicó su mascarilla. Su pupila se dilató; cada vez que pasaba, lo disfrutaba más.

Terminé adolorida, y ese día no tuve ni ganas de platicar. Me fue a dejar a casa, y no dejaba de pensar en esas pupilas, pero entre el dolor y ver lo detallista que fue al dejarme todo listo en casa para descansar, se me olvidó.

CELESTE VÁZQUEZ RESÉNDIZ

MAESTRA EN PSICOTERAPIA HUMANISTA, LICENCIADA EN PSICOLOGÍA

ORGANIZACIONAL Y ESPECIALISTA EN PSICOTERAPIA EXISTENCIAL CON MÁS DE 15 AÑOS DE EXPERIENCIA, CELESTE ES DIRECTORA DE LA ASOCIACIÓN CIVIL “VOY TRASCENDIENDO” Y FUNDADORA DEL “GRUPO PSICOTERAPÉUTICO DE MUJERES”, ADEMÁS ES CAPACITADORA

CERTIFICADA Y CONFERENCISTA.

CELESTE SE DISTINGUE POR SU COMPROMISO CON EL APRENDIZAJE

PARA ENSEÑAR, SU LABOR HUMANITARIA Y SU VISIÓN DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL. SU FILOSOFÍA DE VIDA: “SOLO BASTA UNO

PARA HACER LA DIFERENCIA”.

La siguiente semana, en la intimidad, se había vuelto más brusco, dominante y atrevido. Para mí, la aventura seguía subiendo de nivel. Hasta que un día salió del consultorio y me quedé viendo una película que había descargado en su laptop personal. Cerré la película sin querer y, al buscarla, había una carpeta que me impactó: las fotos de los casos más difíciles. Me ganó el morbo y fui bajando para ver más. Él llegó por la espalda, me dio un beso en el cuello y me dijo:

Baja más, vas a conocer algo más de mí.

Había chicas con mordazas, en diferentes posiciones. Le dije:

¡Eres sádico!

Y me dijo:

Sí, ninguna de esas fotos son mías, pero es una colección privada.

Volteó la silla y me empezó a besar tan apasionadamente que solo accedí.

Él se volvió “mi protector”. Si yo necesitaba algo, él estaba en lo físico, económico y emocional. Había amigos que no le gustaban, mi familia estaba lejos de mí, así que él iba en las noches a revisar que todo estuviera bien.

La noche donde todo sucedió, él subió de nivel. Me pidió que experimentáramos nuevas cosas que, al final, no fueron agradables para mí, pero sí para él. Me contó que de niño mataba a los gatos de la colonia, que a un perro le había prendido fuego; que al inicio era tan gratificante oler la carne quemada, pero después le preocupaba que sus papás se enteraran y dejó de hacerlo.

Nadie conoce esto de mí, eres la única —me dijo.

De pronto, una nueva paciente apareció: una Polly Pocket, pequeña, rubia, con facciones de niña, y a él le encantó.

Me fui alejando, y él buscaba la manera de que no fuera por mucho tiempo, hasta que un día me dijo:

Me enamoré de ti, pero mi instinto es estar con ella.

Se terminó.

Pasaron los años y, a veces, añoraba sus atenciones. Nunca lo hablé con nadie. Habían pasado cosas más importantes en mi vida que ese capítulo; ni lo recordaba.

Hasta que recibí un mensaje: “Una amiga necesita tu ayuda, atiéndela”.

Le dije que no, porque había una relación cercana.

Pero un colega la apoyaría. Al mes, en los periódicos, se veía la imagen de la chica. La encontraron en un lote, con las manos amarradas y marcas de heridas. Nicol era su nombre.

Tenía 16 años, y una piedra en la cabeza había acabado con su vida. Me impactó, y sonó mucho tiempo esa noticia. Nunca se dijo qué había pasado.

Ximena fue la siguiente, en Mineral de la Reforma.

Carla fue encontrada en su departamento: era estudiante de enfermería, y su hija de 10 años la descubrió en su cama. Salió corriendo a decirle a su vecina.

Ese año fueron muchas las encontradas. Terminó esa racha hasta que encontraron a José, un hombre robusto, mecánico, que vivía en la López Mateos.

Cuando Paty, su hija de 16 años, llegó a consulta, no podía hablar. Su tía me dijo que no comía, había dejado la escuela y no quería vivir con su mamá.

Salió a la sala de espera, y me quedé con ella.

¡Hola! Si no quieres hablar está bien, este es tu espacio seguro —le dije.

Se soltó a llorar desgarradoramente...

El título de los diarios fue:

“Amante mata al esposo y a una pequeña de 10 años; sobrevive adolescente de 16 años. Fue ultrajada, mutilada y se arrastró varios metros tratando de salvar a su hermana.”

A la semana fue capturado el asesino de varias víctimas encontradas. Era el amante de Lucía, esposa de José, quien descubrió que andaba con su esposa... y con su hija de 16 años.

El padre, enloquecido, fue al consultorio del violador de su hija, quien lo recibió con un bisturí, cortándole la garganta y salpicando el lugar de sangre.

CALAVERAS PLAZA JUÁREZ 2025

AQUÍ LES VENGO A CONTAR HISTORIAS TRISTES ALGUNAS

OTRAS JOCOSAS DE RISA DE PERSONAS QUE SE FUERON

EN EL PANTEÓN PLAZA JUÁREZ

UNOS LLEGARON MIEDOSOS OTROS SE SINTIERON GRANDES PERO FINALMENTE MURIERON

VIEJOS, CHICOS, HOMBRES Y MUJERES, TODOS ENCUENTRAN AQUÍ SU LUGAR, LA MUERTE VIENE RASANDO CON GUADAÑA POR IGUAL

LOS MUY RICOS, LOS MUY POBRES, LOS POLÍTICOS Y MATONES POR MÁS QUE SE CREAN EN VIDA AQUÍ DEL SUELO NO PASAN

ADÁN AUGUSTO

HA QUEDADO DEMOSTRADO QUE HAY GENTE TAN APESTOSA QUE NO LA QUIERE LA VIDA TAMPOCO LA MUERTE ODIOSA

SE MURIÓ COMO VIVIÓ EN MEDIO DE LA PORQUISA SE RESISTIÓ EL MUY LADINO PERO LA MUERTE GANÓ

CORRUPTO COMO VIVIÓ A LA MUERTE ENGATUSÓ PERO DE NADA SIRVIÓ SE FUE DERECHO AL PANTEÓN

LOS NARCOS Y LOS DIABLOS LO ESPERAN EN EL MISMÍSIMO INFIERNO POR LAS CHAPUZAS QUE HIZO EL AVERNO SE GANÓ

TABASCO SE LO ACABÓ EN UN GOBIERNO CORRUPTO METIÓ GENTE DE LO PEOR PERO ÉL NUNCA SE ENTERÓ

LÓPEZ OBRADOR

PENSABA QUE IBA A SER ETERNO COMO SU CUARTA “T” NI UNO NI OTRO RESISTIERON Y SE FUERON AL PANTEÓN

UNOS LO DESPRECIABAN UNOS LO BENDECÍAN; POR EL DINERO QUE DABA HOY LE LLORAN EN LA TUMBA

ÉL DISFRUTABA EL PODER

COMO POCOS LO HAYAN HECHO SE FUE Y SEGUÍA MANDANDO COMO PEDRO POR SU CASA

JUNTOS YA SE MARCHARON EL PRI ES UN MUERTO INSEPULTO ALITO LE SIGUE LOS PASOS LO QUE SÍ ES UN HECHO ES QUE NO VOLVERÁN, SEGURO

CÓMO HA DE ESTAR MORENA

QUE ALGUNOS EXTRAÑAN AL PRI NO POR BUENO NI EXITOSO SINO PORQUE ÉSTE ESTÁ PEOR

YA SE FUE, YA SE LO LLEVAN AL PRI LE PUSIERON “RIP” QUE SE VAYA, QUE NO VUELVA QUE NO SALGA DEL AVERNO

NI PARA DÓNDE HACERSE

SALINAS PLIEGO PRI Y ALITO

CON EL PRI ESTÁBAMOS MAL CON MORENA ESTAMOS PEOR LA MUERTE MUY CONCIENZUDA OPTÓ POR LLEVARSE A LOS DOS

EL MUY SABANDIJA QUERÍA

SER UN SUPER PRESIDENTE NADA OFRECÍA DE BUENO SÓLO SUBIRLE A SUS MUEBLES

HARTÓ HASTA SU MADRINA CON REPORTAJES DE A PESO DECÍAN EN SU CONTENIDO

MUERA EL MALDITO GOBIERNO, TODO PORQUE NO QUERÍA UN SOLO PESO PAGAR

QUE TODOS PAGUEN IMPUESTOS EN ESO NO PODÍA OPINAR

PORQUE AZTECA Y ELEKTRA NO DEBEN UN PESO PAGAR

YA SE PETATEÓ SALINAS NO SE PUEDE REMEDIAR YA SE FUE EL AGIOTISTA INSULSO NO DEBE JAMÁS REGRESAR

GOBERNÓ COMO ÉL QUISO A LAS INSTITUCIONES BORRÓ SÓLO SU PALABRA CONTÓ Y A LA GENTE ENGATUSÓ

DIVIDIÓ A MÉXICO EN DOS LOS QUE LO ODIAN CON RENCOR Y QUIENES POR COBRAR LO AMAN PERO LA HUESUDA LLEGÓ Y CON SUS HUESOS CARGÓ

NOROÑA

POR FIN SE MURIÓ NOROÑA YA LO CASCABA LA MUERTE, VÍCTIMA DE UN INFARTO YA SE FUE LA CARROÑA

QUE LOS DEMÁS SEAN AUSTEROS DECÍA EL MUY MALANDRÍN PORQUE PARA ÉL NO CABÍA LA POBREZA YA SIN FIN

SUPO CULTIVAR EL ODIO EN MORENA Y EN EL PRI EN EL CERRO Y EN PALACIO NADIE LO LLORA EN SU FIN

EN SU CASA NO LO AMABAN MENOS ENTRE LOS DE A PIE ESCUCHÓ LA MUERTE A NOROÑA Y SIN NINGÚN DISIMULO BASTA DE OÍR DISCURSOS, DIJO LA CALACA ASÍ: NO MÁS DEVOLUCIONES, QUITEN LA ROÑA DE AQUÍ

LA RULETA

La Doña

La muerte siempre me ha seguido; al parecer, me quiere como hijo.

Mi abuela me decía que durante muchos años intentó cambiar mi vida por lo que mi mamá quisiera, por lo que deseara… y ella se negó. Sin embargo, pagó con su vida. Creo que por eso está obsesionada conmigo; quizá soy el mega tazo dorado de su colección.

Mi abuela pasó prácticamente el resto de su vida a mi lado. Tomó la figura materna y me cuidó durante treinta y cuatro años.

La Doña usaba cualquier descuido para intentar convencerme de ir con ella, esperando que peque en mi deseo. Cada cierto tiempo se disfraza de alguien diferente para llamarme a su lado. Por alguna razón —o regla de honor— no puede simplemente llevarme: tengo que desear estar con ella. Los personajes siempre son distintos, pero la pregunta no varía:

¿Te gustaría estar conmigo?

Un día, siendo relativamente pequeño, abusó de su conocimiento acerca de mí; sabía de mi debilidad. Durante una pequeña ventana de tiempo en la que me aparté de la vigilancia de mi abuela, durante una fiesta, llegó encarnada de pastelera. Me invitó un pastelillo y una galleta, y una golosina más. Yo, encantado con las dulzuras, no me percaté de que, a cada paso, nos alejábamos más de la gente.

Mi abuela alcanzó a verme y gritó mi nombre. La Doña me preguntó:

¿Te gustaría estar conmigo y comer todos los dulces que quieras?

Mi abuela me jaló tan fuerte que no pude responder.

Regularmente lo intenta en torno al Día de Muertos, cuando tiene más fortaleza, pero en ocasiones lo hace fuera de ese tiempo, intentando sorprenderme. Entonces lo hace un poco débil. Por ejemplo, aquella ocasión en que pecó de ilusa: ¿qué tonto iba a creer que Taylor

@CARLOSEUSTO

HE ESTUDIADO ALGUNAS COSAS, PERO

MI VERDADERA ESCUELA SIGUE SIENDO

LA VIDA. SOY CHISMOSO PROFESIONAL: ESCRIBO PARA COMPRENDER EL MUNDO Y, MUCHAS VECES, PARA SOBREVIVIR A ÉL.

LAS PALABRAS SIEMPRE ESCONDEN —Y REVELAN— UNA IDEA DE LO QUE SOMOS.

Swift estaría en el súper de mi colonia hablando perfectamente español?

Una vez casi caigo cuando se presentó ante mí como mi crush de la preparatoria. Después de unos besos, se apresuró un poco y se delató con su pregunta. Alcancé a negarme y ella se desvaneció entre mis brazos.

En otra ocasión tomó el personaje de la vendedora de autos que me acompañó a mi prueba de manejo. Me mostró todas las características del vehículo, me contó de los beneficios y las maneras de pago, y que si recomendaba el auto podría acceder a descuentos. Pero luego preguntó si quería seguir manejando, si me gustaría pasar más tiempo conduciendo con ella. Bajé del auto y regresé caminando a casa.

El año pasado jugó muy bajo. Hizo algo por lo que me dieron ganas de ir con ella solo para reclamarle todos sus actos. Un año antes se había llevado a mi abuela. En fin, que se presentó con su disfraz y me dijo:

Hijito, te extraño. Quisiera que vieras el mundo desde este lado. ¿Te gustaría estar conmigo?

Mis ojos se aguaron y, con un tristísimo “no”, me despedí del rostro de mi Abu.

Mañana será Día de Muertos y sé que intentará convencerme de estar juntos. Estoy cansado de lidiar con ella, cansado de no confiar en nadie, de estar atento a cada palabra que alguien emite, de buscar las piezas que armen el rompecabezas del acertijo del día.

¿Y sí puedo volver a los brazos de mi madre? ¿Qué tal que puedo acariciar el rostro de mi Abu una vez más?

A lo lejos los perros no paran de ladrar. Desde la ventana veo una silueta que se acerca a mi puerta. Y por primera vez, no tengo miedo.

Quizá podría dejarme guiar por el aroma del copal y antes de escuchar la pregunta de La Doña, pueda responderle… “sí”.

¿Qué repite aquella voz?

Durante toda mi infancia, mi familia y yo nos vimos obligados a cambiar constantemente de domicilio a causa del trabajo de mi padre, él era periodista y, ya sea por su cambio constante de trabajo, por las investigaciones que tenía que realizar o por salir corriendo como consecuencia de los resultados que exponía, todo el tiempo cambiamos de casa, así fue como conocí casi toda la República, nuestro peregrinar terminó cuando llegamos a “Los Muertos”, una ranchería perdida cerca de la frontera entre los estados de Durango y Chihuahua, aquí nos refugiamos, pues quienes seguían a mi padre eran peligrosos y en este pueblo olvidado de la mano de Dios, nadie nos encontraría.

Se decían muchas cosas en la región, cuentos de fantasmas y de tesoros, la gente de los pueblos decía que durante la revolución los villistas habían escondido sus tesoros, que los dejaban resguardados con el alma de algún incauto, siempre con la esperanza de volver, pero al irse con la bola y con la cosa como estaba, la mayoría nunca volvió.

Decían también que había casas que ardían de noche, casas donde los muertos lloraban, y que aunque muchos eran los valientes que buscaban los tesoros pocos eran los afortunados en sacarlos, la mayoría lo único que ganaban era un buen susto. Otros, los menos afortunados, no salían con vida, el truco era que el muerto te eligiera.

Decían que una vez que el muerto te elegía, tenías el derecho de sacar el tesoro, pero a veces tenías que sacrificar algo, otras, solo te lo otorgaban. En mi caso, no me pidieron nada, después de todo yo era el único de mi familia que veía el fuego en el patio, una flama que se avivaba cada

noche, Al principio mi padre decía que eso seguro era consecuencia de la combustión de los gases naturales, que él había leído acerca de ello, al fin y al cabo mi padre era hombre de ciencia. Tiempo después, el fuego que ardía en el patio de la casa se acompañó de llantos, todas las noches los escuchábamos, cada vez se hacían más fuertes, cuando se lo conté a unos amiguitos me respondieron que sus papás decían “ahí donde llora el muerto, ahí está el dinero”.

Así que ante la incredulidad de mis padres y con la insistente presencia del llanto y del fuego, un día me animé a escarbar junto con unos amigos el tepetate del patio, fue un día que mis padres fueron a la ciudad, cuánto más escarbaba, el llanto se hacía más fuerte, ya no era él único en escucharlo, ahora también mis amiguitos lo oían, pero el llanto los asustó a tal grado que terminaron huyendo del lugar, tan solo yo permanecí en la labor.

Escarbé y escarbé por no sé cuánto tiempo, hasta que un morral apareció en el fondo del agujero, ¡lo había encontrado! El tesoro de algún villista. Cuando abrí el morral y vi las monedas de oro ¡No lo podía creer! Seríamos ricos, ya no tendríamos que mudarnos, cualquier cosa era posible…

Mathias, plebe, ¿Con quién hablas?...

¡Guelita! con un niño que me cuenta una historia de ladrones y tesoros, todo el tiempo la repite, justo aquí a la mitad del patio ¿No lo oyes?

¡No, buki! Y tú tampoco deberías escucharla, ‘amonos pa’ la cocina. ...cualquier cosa era posible, como nunca más tener que mudarnos.

LA RULETA

El compadre

En las tardes, cuando cae la noche y huele a leña, todos nos juntamos alrededor del fogón.

La abuela siempre estaba en la cocina: ponía el café, echaba las tortillas, y mientras el comal tronaba, todos platicábamos.

Pero esa noche fue distinta.

El café no quería hervir, las brasas apenas daban luz, y la abuela estaba callada, mirando al fuego como si viera otra cosa. Nadie se movía. Ni los perros daban lata; solo se echaron en sus chiquihuites, con los ojos abiertos.

Fue ahí donde supe que algo traía esta mujer.

Al fin habló, el labio le temblaba nervioso:

—Hace tiempo, cuando apenas acababa de nacer su madre, estaba yo prendiendo el fogón cuando llegó su abuelo cayéndose de borracho, con un hombre que decía era su compadre.

“Buenas tardes, comadre”, me gritó. “¿Dónde pongo al compadre pa’ que descanse?”.

“Échelo ahí en la hamaca”, le dije. “Si se ahoga de borracho, quiero oírlo”.

Y me puse a soplar el fuego. Pero cuando ese hombre se me acercó, sentí un frío en la espalda.

El humo se fue derechito, y la flama empezó a moverse.

“Ya me voy, comadre, pero antes invíteme un trago”.

“Aquí no hay vicio, ya sabe”, le contesté.

“Pues con café me conformo, Guadalupe... pero que esté bien caliente”.

Ahí me dio miedo.

Se sentó justo en la mesa... donde estás tú ahorita, Chucho. No quise voltear, pero el corazón me latía tan fuerte que pensé que él podía oírlo.

Mi madre decía que hay un hombre blanco, vestido de charro, muy alto y de buen ver, que acompaña a los borrachos, seduce a las mujeres, y que cuando lo ves... es porque algo va a pasar.

No quería ni cruzar mirada.

Cuando le llevé el café...

¡Ay, madre santa!

Ahí estaba sentado el hombre más alto que he visto.

Sus rodillas casi tocaban la mesa. El traje negro, reluciente; el sombrero, tan ancho, que le tapaba la cara.

Le temblaba una pierna, como si esperara algo.

Se me cayó el jarrito al suelo. El ruido, pensé, despertaría al abuelo.

La Leyenda del Hombre

No Creyente

Hace muchos años en el pueblo de Hualula, pasó algo inexplicable, en el barrio Hidalgo, vivía allí una mujer muy devota llamada Doña Lucia. Ella había enviudado y, cada Día de Muertos, preparaba con amor un altar lleno de veladoras, flores, comida favorita y pan para honrar a su difunto esposo, todo estaba lleno de colores, esperando su llegada.

Pero pasó el tiempo y Doña Lucia se enamoró y volvió a casarse con un hombre llamado Don Agustín, un hombre duro e incrédulo. Decía que los muertos no regresaban y que las ofrendas eran “tonterías de pueblo”. Por eso, le prohibió a su esposa poner altares, velas o rezos.

A pesar de sus palabras, cada 02 de noviembre, un viento helado soplaba por su casa, empañando sus ventas y las luces parpadeaban, como si el espíritu del difunto buscara entrar.

Una mañana de Día de Muertos, Don Agustín salió temprano al cerro a juntar leña. El cielo estaba gris y una neblina espesa cubría todo. Mientras caminaba, escuchó voces que lo llamaban entre los árboles:

Agustín... ¿no crees en nosotros?

Con voces que se escuchaban a la distancia pero a la vez tan cerquita, él pensó que era su imaginación, pero las voces se acercaban, más y más. De pronto, vio figuras blancas y negras entre la niebla: eran personas sin rostro, cargando velas encendidas y flores marchitas. Caminaban

DULCE AZUCENA CAMPOS ZAVALA

DULCE CAMPOS, ESCRITORA EN EL BARRIO, ESCRIBIR ES UNA FORMA DE SOBREVIVIR Y RESISTIR AL MUNDO, DE NOMBRAR LO QUE DUELE, INCOMODA Y ALGUNOS QUIEREN OLVIDAR.

Entonces él levantó la cabeza.

Tenía una sonrisa tan blanca... tan fría... que me dio más miedo que si hubiera gruñido.

“Mejor diga que ya quiere que me vaya, morenita, pero me voy antes que despierte el compadre y crea otra cosa”.

No traté de detenerlo. Lo dejé irse.

Y se levantó.

Era tan grande que tuvo que agacharse para pasar la puerta.

Me estiró la mano, y por respeto se la respondí...

Sentí que me metía los dedos en el hielo. Eran blandos, fríos, sin fuerza, pero el apretón me recorrió todo el cuerpo.

De un salto pasó la tranca sin abrirla.

De otro, la barda de don Socorro.

Y se perdió allá, entre los cerros.

El viento entró por la puerta y apagó el fuego.

La abuela se quedó mirando el fogón. Nadie dijo nada.

A los tres días, el abuelo se murió, ahogado en su risa y su aguardiente.

Dicen los borrachos que estaba platicando con su compadre.

La abuela respiró hondo:

—Se los cuento porque anoche soñé con él. Soñé que entraba por la puerta... pedía café... la Silvia le servía... y yo no podía decir nada. Me cerraba la puerta y me quedaba afuera. Adentro escuché un grito... y desperté. No sé qué significa. No sé si viene por ella... o por mí.

De repente la puerta se abrió.

El viento entró.

El jarrito se cayó de las manos de la abuela.

Y ella, después, de la silla.

Los médicos dijeron que fue un infarto.

La Silvia... Silvia dice que escuchó a alguien decir: “Invíteme un café, comadre…”

CAMILA HERNÁNDEZ SANTAMARIA ORIGINARIA DEL ESTADO DE MÉXICO, TIENE 22 AÑOS DE EDAD Y ES MIEMBRO ACTIVO DE LA ASOCIACIÓN CIVIL VOY TRASCENDIENDO EN PACHUCA, HIDALGO

lentamente, en silencio, como si flotaran. Entre ellas, vio a un hombre que sostenía una veladora. Al acercarse, Don Agustín reconoció con horror al primer esposo de su mujer, aquel que había jurado no volver jamás. La figura lo miró con ojos vacíos y le dijo con voz hueca:

Los muertos también tienen memoria...

Aterrorizado, Don Agustín corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a su casa, temblando y sin poder hablar, contó lo sucedido y mandó a su esposa a poner una gran ofrenda con flores, comida y veladoras como antes lo hacía, su esposa se emocionó al poner cada parte de la ofrenda. Esa noche, el fuego de las velas estuvo presente, en ningún minuto se apagó, ni el aire se veía en aquel fuego.

Dicen que al amanecer, Don Agustín subió al cerro para alimentar a sus animales, pero tropezó y cayó por una pendiente. Cuando lo hallaron, tenía los ojos abiertos, la piel helada y una pequeña vela encendida entre las manos.

Desde entonces, los pobladores de Hualula aseguran que, cada Día de Muertos, una figura camina porlos cerros con una vela que nunca se apaga. Y quienes no ponen ofrendas... escuchan su voz entre el viento. ¡No olvides a tus muertos... o ellos no te olvidarán de ti!

RESPONSABLE:

La fuerza interna para superar las tormentas. El

arte de no amargarse la vida.

El arte de no amargarse la vida es un libro de autoayuda conformado por 23 capítulos, en donde el autor expone un método práctico basado en la psicología cognitiva. Desde las primeras páginas muestra que cambiar la forma de pensar es posible a cualquier edad, siempre que el lector esté dispuesto a pensar de manera eficaz y abandonar aquellas creencias irracionales causantes del sufrimiento.

Introduce un concepto clave “necesititis”, entendida como una falsa creencia de que necesitamos demasiadas cosas para sentirse bien y alcanzar la felicidad. Por lo tanto, invita al lector a reflexionar sobre esta forma de pensar, a identificar las creencias irracionales y combatirlas con aquellas que son racionales.

Expone que las creencias irracionales se caracterizan por ser falsas e inútiles ya que desconectan a las personas de su realidad y las sumerge en un estado de malestar emocional. Por lo tanto, invita a cultivar un diálogo interior creando una fuerza emocional, “los seres humanos necesitamos muy poco para estar bien”.

descubrir su potencial de amar, habilidad que considera primordial para lograr disfrutar de una vida plena. De igual manera, subraya la importancia de ser auténticos, es decir, ser uno mismo sin temor a la opinión de otros, superar la vergüenza y el miedo y atreverse a experimentar las emociones, incluso si eso implica enfrentarse a hacer el ridículo, “las personas realmente fuertes y maduras están muy por encima de la evaluación ajena”.

El autor expone datos sobre estudios que se han realizado en España en donde muestra cómo se ha duplicado en los últimos años el número de personas con depresión. Esto demuestra que, a pesar de disponer de más bienes materiales, no significa que las personas sean más felices. Ante este panorama invita a poner en práctica algunas técnicas, entre ellas la imaginación racional emotiva, la cual consiste en que el lector se visualice en una situación negativa (por ejemplo, teniendo un pésimo desempeño laboral), experimenta la emoción, después intenta cambiar la emoción por una más adaptativa, este cambio lo logra al modificar el pensamiento irracional que la causa, y finalmente permanece con esta emoción que le genera tranquilidad.

Con regularidad al experimentar momentos de vulnerabilidad emocional, las personas a menudo caen en una autoexigencia. Creen que no son capaces de afrontar las adversidades y fuera de aceptar sus limitaciones, se llenan de pensamientos absolutos como “deberías” o “necesitas”, lo cual solo intensifica el malestar. El autor enfatiza que la actual filosofía de vida de una persona puede estar causando su propio sufrimiento. Por lo tanto, invita a revisar estas creencias y valores para lograr construir una perspectiva más resiliente y realista.

Menciona que todas las personas tienen el mismo valor y anima a cada lector a reconocer sus capacidades, adentrarse en su interior y

El autor invita a no depender de circunstancias ajenas para ser feliz, sino de valorar lo que realmente importa en la vida. A través de ejemplos con pacientes, anécdotas personales y casos reales de superación, transmite una filosofía de vida basada en la aceptación y enseña cómo combatir los enemigos de la felicidad: la depresión, la ansiedad, el estrés y la obsesión.

“Las adversidades forman parte de la vida y son, en gran medida, inevitables. Si las aceptamos, no nos molestarán tanto.” TÍTULO DEL LIBRO: EL ARTE DE NO AMARGARSE LA VIDA AUTOR O AUTORA: RAFAEL SANTANDREU EDITORIAL: PAIDÓS AÑO: 2009

PACHUCA, LA CAPITAL DE LAS ÁNIMAS

ILSE RODRÍGUEZ I

Desde el día 30 de noviembre las calles del centro histórico de Pachuca se vistieron de todo tipo de flores que en estas fechas adornan los altares de cientos de creyentes que esperan con ansias a aquellos seres queridos que se quedaron en el camino. Entre el humo del sahumerio y calaveras gigantes, se alzó un altar en la Plaza Independencia lleno de frutas, pan de muerto, veladoras y calaveritas de azúcar, así como fotografías de personas que partieron de este mundo terrenal.

ALTAR DE “DÍA DE MUERTOS” HECHO POR LA ADMINISTRACIÓN MUNICIPAL DE PACHUCA, EN ÉL SE OBSERVAN FOTOGRAFÍAS, FRUTAS, PAN DE MUERTO, PAPEL PICADO, VELADORAS, BEBIDAS TRADICIONALES, FLOR DE CEMPASÚCHIL Y CALAVERAS DE AZÚCAR. I FOTO: ILSE RODRÍGUEZ

FACHADA DEL RELOJ MONUMENTAL, DECORADO CON UNA CALAVERA ROSA CON CUERNOS. I FOTO: ILSE RODRÍGUEZ
ADEMÁS, SE COLOCARON CALAVERAS DE CARTÓN ALREDEDOR DEL GRAN ALTAR. I FOTO: ILSE RODRÍGUEZ
LAS PERSONAS ADQUIRIERON PAPEL PICADO, FLOR, PALO SANTO Y COPALES PARA COLOCAR SU TRADICIONAL ALTAR.
FOTO: ILSE RODRÍGUEZ

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