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Medio Oriente hoy: de los fuegos cruzados a una nueva centralidad económica
Eliana SCIALABBA
Directora Ejecutiva CEEAXXI.
Durante años, Medio Oriente fue casi sinónimo de conflicto. Bastaba con encender la televisión para ver imágenes de guerra, tensiones entre Irán y Arabia Saudita, una nueva ofensiva en Gaza o alguna cumbre diplomática que prometía mucho y lograba poco. Todo parecía parte de un ciclo que se repetía: violencia, tregua, desencanto. La región era una constante en los titulares, pero siempre por los mismos motivos. No es que los problemas hayan desaparecido -siguen ahí, y bien profundos-, pero en los últimos tiempos, algo empezó a cambiar. La mirada sobre Medio Oriente se está corriendo.
Ya no se habla solo de bombas o petróleo. Hoy también se habla de rutas comerciales, de megaproyectos de infraestructura, de energía del futuro y de tecnología. En un mundo que se reconfigura rápido, donde las cadenas logísticas y los recursos estratégicos cobran un valor geopolítico enorme, Medio Oriente vuelve a estar en el centro. Pero esta vez, por razones distintas a las de antes.
Una región agotada de sus propias crisis
Lo que siguió a las Primaveras Árabes fue más desorden que reforma. Algunos regímenes cayeron, otros se endurecieron, y en varios casos, los vacíos de poder se llenaron con guerras civiles, milicias y actores no estatales. Siria, Libia y Yemen son ejemplos evidentes de ese colapso. El Estado Islámico, por un tiempo, pareció una amenaza global. Pero tras más de una década de desgaste, varios países comenzaron a reacomodarse. Arabia Saudita e Irán, enemigos históricos, reanudaron relaciones diplomáticas. Turquía bajó el tono con sus vecinos. Incluso algunos países árabes establecieron vínculos con Israel, algo impensado tiempo atrás. No es paz. Tampoco reconciliación profunda. Es, más bien, una pausa para reorganizarse, donde el pragmatismo económico empezó a pesar más que las rivalidades.
El comercio como nuevo campo de juego
Hoy, muchos gobiernos de la región miran hacia el comercio y la infraestructura como forma de ganar influencia. Arabia Saudita avanza con su ambicioso plan Vision 2030, que busca transformar su economía antes de que el mundo deje de necesitar su petróleo. Está invirtiendo en puertos, ciudades nuevas como Neom, turismo y energías limpias.
Los Emiratos Árabes, más discretos, pero igual de activos, ya son una potencia logística. Su puerto Jebel Ali es uno de los más importantes del mundo, y su presencia en el comercio marítimo se expande a nivel global. Irán, pese al peso de las sanciones, sigue siendo un punto clave en las rutas hacia Asia Central y China. Y hasta Israel, pese a estar enfrascado en un conflicto muy complejo con Gaza y el Líbano, sigue siendo un polo de innovación tecnológica que atrae inversiones.

El nuevo mapa comercial también está moldeado por las crisis recientes. La guerra en Ucrania y los ataques a barcos en el Mar Rojo recordaron cuán vulnerable puede ser el Canal de Suez. Muchas navieras eligieron rutas más largas pero seguras, y eso revalorizó otros puntos estratégicos de la región. Medio Oriente volvió a estar en el centro, pero esta vez como bisagra logística.
La energía: entre el oro viejo y las nuevas apuestas
Pese a todos los cambios, el petróleo sigue siendo un eje de poder. La región concentra una parte sustancial de la producción global. Pero a nadie se le escapa que el mundo está en transición. Por eso, los países productores están diversificando. Arabia Saudita y los Emiratos ya invierten fuerte en hidrógeno, captura de carbono y renovables. Qatar sigue creciendo como exportador de gas natural licuado, especialmente hacia Europa, que busca alejarse del gas ruso. China, gran consumidora de energía y con una necesidad estratégica de asegurarse suministros, ha entrado
en escena con fuerza. Ya no solo compra: invierte, financia y media en conflictos. Estados Unidos, en cambio, mantiene presencia militar pero con un perfil más bajo. Aunque sigue siendo un actor clave, muchos países del Golfo ya no dependen exclusivamente de Washington.
¿Qué significa todo esto para el resto del mundo?
La evolución de Medio Oriente no es un fenómeno aislado. Tiene consecuencias directas para el comercio global y para la economía en general:
El paso por el Mar Rojo ya no es tan seguro. Desde fines de 2023, los ataques a cargueros en esa zona provocaron desvíos y aumentos de costos logísticos. El Canal de Suez, aunque sigue funcionando, ya no ofrece la certidumbre de antes.
El precio del petróleo se volvió más sensible. Cualquier incidente en el Estrecho de Ormuz -por donde pasa cerca del 20% del crudo globalpuede disparar los precios. No es solo un dato de mercado: impacta en inflación, en transporte y en los costos de producción en todo el mundo.
Hay un reacomodamiento de alianzas. Varios países árabes ya no se alinean de forma automática con Estados Unidos o Europa. También hacen negocios con China, India o Rusia. Esa multipolaridad está dando forma a un nuevo orden internacional.
Los fondos soberanos del Golfo son protagonistas. Invierten en tecnología, salud, infraestructura y energías limpias en todo el mundo. Tienen capital, visión estratégica y tiempo. Quieren estar donde esté el futuro.
Medio Oriente, otra vez en el centro
No hay que caer en la ilusión de una región pacificada. La guerra entre Israel e Irán, las tensiones en Líbano, los conflictos internos en Siria, Irak o Yemen siguen muy presentes. Pero sí hay algo distinto. Por primera vez en mucho tiempo, Medio Oriente no está marcado únicamente por el conflicto. También está pensando su rol en el comercio, la energía y las rutas globales.
Y lo está haciendo no desde el margen, sino desde un lugar de ambición estratégica. Con dinero, con visión a largo plazo, y con capacidad real para influir en lo que viene.

