Colores
Fotografías: Archivo familia Serna y Stefan Richts
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Escalera patrimonio cultural del municipio de Andes.
Alejandro Serna (padre) le dejó a su hijo una herencia que es mucho más grande que cualquiera de las obras que haya pintado en vida. Mayor incluso que las propias “chivas-escalera” que decora, pues sin necesidad de un testamento, le dejó el olor a patrimonio.
Estrella Ríos Olaya olayarios94@gmail.com
“
Mi padre decía que era pintor gracias a las prostitutas”, afirma Alejandro Serna recordando a su padre, del mismo nombre. Y es que debe a ellas sus primeras pinturas, bocetos y pinceles embadurnados de color. En realidad, la responsabilidad de que así fuera empezó en 1942, pues ese año le regaló un aire de libertad en su destino y en sus manos. Para esa época decidió irse de la casa de su abuelo, se despidió con una frase poco amable y bastante común: “Coma mierda viejo hijueputa” y se fue para Medellín, ciudad que lo recibió con el oficio de indigente que era de esperarse para alguien llegado sin recursos y con los sueños intactos. Tenía 12 años, comía lo que sacaba de los basureros y vivía en la comodidad amplia que le brindaban las calles. En la década de 1950 decidió irse para Andes, un pueblo que, según Alejandro Serna (hijo), “es muy buen papá, pero muy mal padrastro”. Durante los años posteriores conoció el olor de los manicomios, debido a que, gracias al alcohol y al desorden mental, estuvo unos seis meses allí. Tiempo después complementaría su “formación” en la cárcel municipal. A pesar de que Alejandro Serna (Padre) estudió hasta segundo de primaria, tenía la curiosidad en el espíritu y en la sangre y eso era más importante que cualquier predisposición al estudio. “En la década de los 60 mi padre conoció a María Georgina Quintero, mi Alejandro Serna (hijo) plasmando las figuras geométricas en uno de sus trabajos. madre, con quien contrajo matrimonio en 1963. Yo estuve en los testículos de mi padre y en los óvulos de mi madre cia dañaba los trabajos de su padre con pincelazos de en 1966. La vida se la debo a mamá, pero el espíritu pintura, “mijo eso no séz puede dañar, es un encargo”. a papá”, anota Alejandro Serna (hijo). El mismo que Nunca le llegó a pegar, siempre fue un hombre amorole recalcaba, a sus ocho años, cuando con su imperiso y comprensivo, añade.
No. 1 Junio de 2015
Frascos de colores “Lo que mi padre hizo fue llenarme unos frasquitos, de esos en los que venía el aceite de almendras y me obsequió unos pinceles. Los padres tienen esa sabiduría indiscutible para darse cuenta de los talentos. Es quizás por eso que él, a partir de ese regalo, me empezó a dar tareas relacionadas con el arte de pintar”, cuenta. Y es que la admiración de Alejandro Serna (hijo) por su progenitor es enorme, no solo porque tienen el mismo nombre, sino porque el destino le heredó la misma habilidad en las rugosas manos. Destino “1993 cambió por completo mi rumbo. Estuve decidido a estudiar Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia, pero el decano de la facultad de ese entonces sabía quién era mi papá, notó mi interés por ingresar a la academia y me dijo: ‘Alejandro, no venga a la universidad para que le castren el talento, usted tiene al maestro en la casa’, y fue así como decidí aprehender todos los conocimientos de mi padre, hombre al que le debo la destreza y la perfección del oficio”. Lo dice con tanta admiración, que el corazón va salir flotando por su boca y tomará asiento en la silla para escucharlo. Sin embargo, no se aguantó y estudió un diplomado en técnicas pictóricas, en la Universidad de Antioquia. Algo llamado televisión El año 1993 no solo lo convirtió en un artista integral, sino que fue el inicio de una carrera en la televisión comunitaria. “Mi papá me obsequió una cámara. Empecé a hacer uso de ella cuando las cosas con la pintura se pusieron complicadas, el trabajo estaba muy duro. Entonces, decidí empezar a trabajar en el recién inaugurado canal Aupan; allí fui camarógrafo, editor y otras cosas. Ese mismo año me fui a vivir con Ángela durante 18 meses”. Tripas “Dejé un poco el arte mientras estaba en la televisión. Llegó sin mucha calma 1997, me casé con una mujer especial, me enamoré a primera vista, porque donde hubiera sido a segunda no me hubiera casado. El amor está en el alma, en aquello que es intangible, no en lo material”, expresa Serna, quien refleja en sus manos el sentimiento tan abrupto que le produjo ese matrimonio: