De la Urbe 67

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Alberto Aguirre, fotógrafo, crítico de cine, librero, abogado, editor y comentarista deportivo, contribuyó enormemente a la apertura cultural de la ciudad. A casi un año de su muerte, este relato, escrito por su nieta, muestra también el lado cálido y humano de un columnista tildado de huraño.

Fotografía: Archivo familia Aguirre López

8 Perfil

Alberto Aguirre nació el 19 de diciembre de 1926 en Girardota, Antioquia. Hijo de Pedro Claver Aguirre (gobernador de Antioquia 1942–1944) e Isabel Ceballos.

María Clara Calle Aguirre mariaclaguierre@gmail.com

E

ras mi abuelo. No el más tierno ni el más especial pues esa condición no se da mucho en nuestra familia Pero aun así sabías acercarte a una persona. Por otro lado, eras el columnista Alberto Aguirre, el que llamaba a España como la madre puta, el que aseguró una y mil veces que Medellín era una ciudad de traficantes, el mismo que analizó el daño que le hacían las familias poderosas a este país al heredar el trono por apellido y no por potestad. Eras ese a quien paraban en la calle para hablarle de libros, de columnas de opinión o de cualquier tema. Ese columnista, fotógrafo, librero, abogado, crítico de cine, editor, comentarista deportivo. Ese era otro personaje distinto al que yo conocí. En nuestra familia, siempre ha sido común reunirse a comer, usualmente donde la abuela. Allí fue donde te vi siempre como mi abuelo. Cuando hablabas, todos callábamos. Los niños poco podíamos decir. De hecho, no decíamos nada. Nos sentábamos a comer pasantes mientras ustedes, los grandes, discutían. Un yerno tuyo siempre te llevaba la contraria sólo para ver cómo reaccionabas y para generar polémica.

Uno de los capítulos de las fotografías que Aguirre tomó es el de los oficios de las personas en los pueblos y en Medellín.

No. 67 Diciembre de 2013

Alberto Aguirre,

columnista punzante y abuelo Por tu parte, siempre argumentabas con vehemen“En fin, no me siento capaz de seguir escribiendo la cocia por qué sí, por qué no, por qué esto, por qué lo otro, lumna bajo el yugo de aquella restricción. O de ninguna”. con un tono seco, contundente y una mirada fija. LueNo podría decir que fue una reacción diferente a la go, reían y se pasaba a otro tema en el que se mantenía que tomaste al momento de contarnos. Siempre fuiste el mismo estilo de decir, contradecir, argumentar, reír. coherente con tus palabras, tus actos o pensamientos; Los temas eran diversos: medios de comunicación, polípero sin dejar tu vehemencia, había un momento en el ticos, películas, libros, casos judiciales, etc. que mostrabas un lado más dócil. Una vez llegaste iracundo porque en El Colombiano Empezaste a relatar qué había pasado. Los ojos teles habían pedido a los columnistas que no escribieran nían una mirada fija, las cejas se ciñeron un poco, la sobre unas elecciones a la alfrente se arrugó, subiste una caldía de Medellín. de las manos hasta la cara y Ese personaje público que Aguirre: Por tu parte, siempre arguempezaste a argumentar en un eras escribió una dura carta tono seco. Aseguraste que era mentabas con vehemencia por qué a Ana Mercedes Gómez, la el colmo esa exigencia por parentones directora de El Colomte del periódico local. Que era sí, por qué no, por qué esto, por qué biano. El 19 de agosto de 2003 ridículo limitar a los columnisle explicaste que renunciabas tas de opinión de esa manera. lo otro. Con un tono seco, contunal medio en el que trabajabas Que en ningún caso, nadie pocomo columnista desde hace dría pedir que se no hablara de dente y una mirada fija. Luego, reían once años porque “el hecho sexo, política o religión. Que si de no poder emitir juicio críno se hablaba de eso, ¿entonces y se pasaba a otro tema en el que se tico sobre asunto de interés para qué hablar? público, y ni siquiera hacer Pero una vez pasó el tema, mantenía el mismo estilo de decir, referencia, entraña en sí, y comenzaron las risas de nuevo, sin más consideraciones, una como era costumbre. La cara contradecir, argumentar, reír. censura”. se te alegraba, ya no fruncías Concluiste arguyendo: el ceño y empezaban las sonri-

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