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Perfil Álvaro Cogollo Pacheco, el biólogo, el botánico, el científico, el descubridor de plantas, el vallenatero, el enamorado de la naturaleza. En agosto de 2019 dio a conocer su último hallazgo: una nueva especie de palma andina a la que nombró aiphanes cogollo. Esta se suma a los más de 200 descubrimientos que ha realizado en sus 40 años de vida como explorador de los ecosistemas colombianos.
ÁLVARO COGOLLO:
una vida de expedición Carolina Londoño Quiceno carolina.londonoq@udea.edu.co
Ser botánico en un país que no abandona la guerra es una hazaña”, asegura Cogollo. Camina entre los árboles del Parque Nacional Las Orquídeas ayudado por una rama convertida en bastón. Es el año 2015 y regresa a uno de los lugares que tuvo que abandonar en la época de conflicto. Llovizna. El paisaje se torna gris bajo la espesura del bosque. Un hombre de la zona que lo acompaña le dice: “Muy contento, Álvaro, de tenerlo nuevamente por aquí después de 21 años, ahorita que ya hay paz y oportunidades para continuar con estos proyectos”. Álvaro le responde: “Yo también estoy feliz”. *** Llora, llora corazón dale un consuelo a mi alma debajo del higuerón donde siempre te esperaba. Canción Debajo del higuerón de Abel Antonio Villa.
Ilustración: Andrés Saldarriaga. Instagram: @andresec_
Cogollo, según la RAE, es un brote que arrojan los árboles y otras plantas. Álvaro nació en 1956 en San Pelayo, Córdoba, para entonces una región llena de cultivos de yuca, plátano, ñame y algodón. Su abuela era yerbatera y curandera. A su casa llegaban los vecinos preguntando por remedios para la fiebre, el dolor de cabeza y el estómago, y él la veía a ella preparar menjurjes con las matas que tenía sembradas en el patio. De su abuelo aprendió los primeros misterios del cultivo y el crecimiento de las plantas y vegetales. Sembrar, cuidar, ver florecer. Su primera clase de taxonomía se la dio su mamá. De niño, Cogollo salía al potrero a recolectar cocorilla —también conocida como gulupa— con sus hermanos. Un día cogió un fruto y le hizo un corte transversal con una cuchilla que su papá había dejado mal puesta. Se quedó mirando y se maravilló al ver cómo se acomodaban las semillas en el interior. A los días, mientras estaba sentado en la mesa de la casa con su familia, su madre le hizo un corte transversal a una badea. “Yo le dije que eso parecía una cocorilla, y ella dijo: ‘Mijito, serán familia’. Y sí señor: son de la misma familia, de las pasifloráceas”.
Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia
