6 De grado
Aquellos maravillosos (voltiados y dañados) años setentas La lucha de los movimientos gays de Medellín no es una historia color rosa. Este reportaje da cuenta de cómo en los años setenta la ciudad decidió salir del closet y afrontó las consecuencias. * Alejandro Quiceno Rendón . alejoquiceno@hotmail.com
A
ntes de entrar en materia, abordando los tiempos que vivieron miles de hombres y mujeres paisas con una orientación sexual no heterosexual o una identidad de género diferente, debe señalarse que a principios del siglo XX se vivió en Bogotá una tímida pero interesante experiencia de agremiación de hombres que buscaban sexo con otros hombres de la que se tiene muy poca información. Ese primer grupo homosexual colombiano nació en la década del 40 y, hasta donde se conoce, fue netamente masculino. Afincado en la capital del país, era de índole clandestina y limitado a la clase alta, sus pocos miembros se habían juntado con el ánimo de socializar, de conocer pares en la misma situación de ostracismo. ‘Los Felipitos’, nombre con que se conocía el grupo, existieron unos pocos años y no se sabe mucho de sus experiencias. Si bien no es posible encontrar algún tipo de conexión entre la experiencia bogotana y el subsiguiente desarrollo que tendría el movimiento homosexual en el país y en Medellín, es interesante que Colombia haya tenido un grupo gay tan temprano en su historia reciente.
Se oficializa la presencia rosa
No es sino hasta el 6 de noviembre de 1970 que el profesor universitario León Zuleta, filósofo, lingüista y comunista, impulsa desde Medellín la creación de un movimiento homosexual colombiano. Éste primer grupo obtiene un espaldarazo, desde lejanas tierras, mediante el pronunciamiento oficial de la Asociación de Psiquitría Americana, APA, la cual decide sacar a la homosexualidad de su listado de desórdenes mentales el 6 de diciembre de 1973. Y tres años después del paso tomado por la APA, otro activista colombiano, cercano a los pasos dados por el paisa Zuleta, decide impulsar un segundo grupo gay en el país, desde Bogotá. Es así que el primero de julio de 1976, Manuel Velandia, activista bogotano, crea el Movimiento de Liberación Homosexual Colombiano (MLHC). Luego de ocho años de trabajo activo, y principalmente individual, mediante el cual impuso el tema homosexual en las conversaciones sociales y políticas tanto en Medellín como en Bogotá, el mismo León Zuleta junto a un grupo de estudiantes de las universidades de Antioquia y Nacional, sede Medellín, deciden crear, el 1 de julio de 1978, el GRECO: Grupo de Estudio de la Cuestión Homosexual. Es así como después de un periodo inerte que duró siglos, desde la violenta represión de las manifestaciones homosexuales y de transgresión de género de nuestros pueblos indígenas, hasta bien entrado el siglo XX, el territorio colombiano es testigo de una lucha, no armada, pero sí académica y social en pro de la aceptación y reconocimiento de las diversas orientaciones sexuales y manifestaciones de las identidades de género. Lo que ahora muchos conocen como una activa y fiestera comunidad de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI), tuvo pues comienzos difíciles y grises. Cuando se habla de movimiento LGBTI se hace referencia al movimiento social y político que pretende luchar por la ‘normalización’ social y la igualdad de derechos de las minorías sexuales. Históricamente se considera que apareció en 1969 con los disturbios de Stonewall, en la ciudad de Nueva York. Sin embargo, para muchos es desconocido que ha habido una lucha mundial por los derechos de homosexuales desde finales del siglo XIX, pudiendo dividirse sus manifestaciones más importantes en tres periodos históricos distintivos: el primer movimiento homosexual hasta la II Guerra Mundial; el movimiento homófilo, de 1945 hasta finales de la década de 1960, y el movimiento de liberación LGBTI, desde 1969 hasta la actualidad.
No. 56 Diciembre de 2011
Las águilas se atreven
Guillermo Correa Montoya es trabajador social egresado de la Universidad de Antioquia, actualmente vinculado a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la misma institución y director de investigaciones de la Escuela Nacional Sindical -ENS. Como trabajo de grado de la Maestría en Hábitat de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, sede Medellín, realizó una investigación sobre los espacios públicos de seducción de hombres homosexuales en la ciudad: “Formas de habitar la ciudad, desde las sexualidades por fuera del orden regular, del rincón y la culpa al cuarto oscuro de la pasiones”. Gracias a la entrevista concedida para este reportaje, junto con testimonios de otras personas que viven el centro a diario, nos lleva por un recorrido histórico desde la década del 70 hasta nuestros días. Como ya se mencionó, la Medellín de la década del 70 estuvo marcada por un surgimiento del discurso de lo homosexual en la ciudad, principalmente gracias al trabajo de León Zuleta, también vinculado con las feministas y con los comunistas, hasta que lo echaron del partido por ser homosexual. Es de anotar que el movimiento feminista y el homosexual, alrededor del mundo, han tendido a trabajar mancomunadamente en pro de sus metas. Fue una época en la cual las prácticas sexuales homoeróticas estaban prohibidas por el Código Penal Colombiano, y se castigaba con multas y cárcel a los ‘delincuentes’ descubiertos generalmente por los agentes del extinto Departamento de Seguridad y Control, ente vinculado al municipio de Medellín. Para los hombres homosexuales era constante el clima de ansiedad y temor a ser descubiertos y arrestados, ya que la mera sospecha de que alguien fuera homosexual –por sus gestos o sus maneras– era motivo suficiente para ser abordado e interrogado por los agentes. Fue épica una particular cantina ubicada sobre la avenida La Playa llamada Primero de Mayo, pero que todos conocían con el nombre de Donde las águilas se atreven, a raíz de la película del mismo nombre protagonizada por Clint Eastwood y ambientada en la Segunda Guerra Mundial, a ella asistían sólo aquellos valientes capaces de sortear los problemas de inseguridad y hurto que aquejaban algunas calles del centro de la ciudad en las horas de la madrugada. Fue el momento del sótano, espacio hermano del prostíbulo en el cual los hombres que gustaban de otros hombres acudían a amarse al amparo de las alcahuetas prostitutas. Es el momento en que nacen o se consolidan bares como Media Naranja, Kalamary y Primero de Mayo, o la heladería –de helados, no el término paisa para cantina– Sayonara, ubicada en el tradicional centro religioso del Parque Bolívar, propiedad de una mujer lesbiana de quien se decía había pagado cárcel por haber matado a su compañera años atrás. Mismo chisme que sirvió para que un importante número de personas homosexuales, bisexuales y transgénero se convirtiera en clientela frecuente de la heladería. Edal Monsalve es un hombre homosexual sexagenario, originario de Uramita, cerca de Dabeiba, que ha pasado la mayor parte de su vida en Medellín. De sus tiempos en la heladería Sayonara, ubicada en el Parque Bolívar, recuerda Edal un par de meseros muy especiales: “Aunque Sayonara no era un sitio de ambiente como tal, ya que su dueña era una mujer públicamente reconocida como lesbiana, nos daba a todos cierta confianza al ingresar y tomar algo. Recuerdo que había dos meseros, los mellizos, quienes nos ‘alcagüeteaban’ el coqueteo: eran ellos los que se encargaban de llevar unos papelitos, con números telefónicos escritos a las carreras, de mesa en mesa, como si fueran cupidos”. Se debe señalar que en esta época eran muchos más los individuos que permanecían ocultos, camuflados en matrimonios falsos y alejados de aquellos ‘lugares de perdición’ donde corrían el riesgo de ser expuestos a la luz pública. No pocos temían convertirse en ‘voltiados’, epíteto con que incluso aún hoy se señala a los hombres homosexuales, quienes se negaron a seguir una vida de ‘rectitud’ moral heterosexual.