22 Desde la U
Lo esencial es invisible a los ojos Jorge Luis Borges no podía ver y era un sabio. Él sabía ver de otra manera y por eso no es casual que en la Universidad de Antioquia, la Sala de Invidentes lleve su nombre. Hace quince años nació esta idea que se convirtió en un espacio de solidaridad y mucho corazón.
Cuando se habla de la diversidad en el Alma Mater las voces se afinan y los pechos se ensanchan, y aunque pareciese idealismo y un orgullo “paisa-exagerado”, es cierto que de todas las universidades oficiales del país, la de Antioquia es la que tiene el mayor número de estudiantes con deficiencia visual matriculados y es la que cuenta con un programa pionero que procura el ingreso y permanencia de los alumnos para fortalecer los lazos de inclusión. Un susurro de mágicas palabras fue seduciendo uno a uno a lectores veteranos y novatos, quienes con sus ojos abiertos y sus voces “afinadas” buscaban prestarse a la labor de leer para otros, convocados por el programa Préstame tus ojos. Creado hace 15 años, fue precursor de la Sala de Invidentes Jorge Luis Borges. Y aunque año tras año las novedades tecnológicas y los programas adaptados se fueron sumando a las mejoras en las políticas de inclusión impulsadas por este proyecto, con sus lectores voluntarios, este programa se ha mantenido en pie al servicio de los estudiantes ciegos y de baja visión. Sandra Milena Ramírez Giraldo Marcela Jaramillo, hoy directora de la sala Jorge Luis Borges, avivó el tema de la inclusión en esta Universidad al preguntarse por la permanencia y las garantías acareyneyro@hotmail.com démicas de los estudiantes invidentes en el claustro. Cursando Bibliotecología, ella se encaminó en un proyecto de grado que pretendía romper con los paradigmas en la educación y sobre todo con los estigmas fijados a los estudiantes que no pueden ver con …Nadie rebaje a lágrima o reproche sus ojos, pero que, evidentemente, pueden hacerlo de singulares y múltiples maneras. esta declaración de la maestría Aunque era incierto el imaginarse un lugar adaptado en libros y conocimientos de Dios, que con magnífica ironía al alcance de los estudiantes ciegos, la motivación del proyecto, tomando experienme dio a la vez los libros y la noche. cias de países sumergidos en el tema de la accesibilidad y la inclusión, se fue constru…De esta ciudad de libros hizo dueños yendo libro a audio, lector a estudiante. a unos ojos sin luz, que sólo pueden Desde 1996, jubilados, profesores, estudiantes, jóvenes y viejos se han dado cita leer en las bibliotecas de los sueños en la sala Jorge Luis Borges para sumergirse en lecturas compartidas con los invidenlos insensatos párrafos que ceden tes. Alrededor de 390 lectores voluntarios han pasado por el servicio, y aunque hoy las albas a su afán. el ingreso a Ciudadela Universitaria tenga restricciones y sean unos 60 ojos los que Algo, que ciertamente no se nombra tengan ingreso al claustro, los voluntarios se autonombran como miembros de esta con la palabra azar, rige estas cosas; familia… aunque suela ser dispendiosa la entrada. otro ya recibió en otras borrosas Es así como con persistentes ojos prestados, con experimentados computadores tardes los muchos libros y la sombra. que se prenden día a día, con dos All Reader que escanean línea a línea, un señor Groussac o Borges, miro este querido Jaws que habla sin parar, y esas películas audio-descriptivas que ahondan en las fanmundo que se deforma y que se apaga tasías de unas mentes creadoras de imágenes, es que la sala de invidentes le convida en una pálida ceniza vaga diversas miradas a la Universidad. que se parece al sueño y al olvido.”
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Poema de los dones, de Jorge Luis Borges En la plazoleta, en un pasillo, en la Facultad de Comunicaciones, de Ingeniería, de Educación, en la Escuela de Idiomas o el Instituto de Filosofía… los vemos pasar hacia la Biblioteca. Entre comentarios de pasillo, la admiración y el asombro, ellos huelen cada exhalación de los hablantes que tal vez no saben que en un rincón del Bloque 8 están abiertas las puertas de la Sala Borges, un cubículo entre paredes de vidrio que tiene vista a la plazoleta de la universidad y resguarda entre sus asientos las historias de cerca de 48 estudiantes, entre activos y egresados, venidos de otras ciudades y de esta, que son invidentes o tienen baja visión.
Sentir para ver
“Solo se ve bien con el corazón: lo esencial es invisible a los ojos” sentenció Saint Exupéry en El Principito. Con bastón en mano, el silencio de los cánones bibliotecarios se rompe y uno a uno llegan de clase, de un pasillo o de casa los de oídos y dedos lectores, los que escuchan películas, los que alegran los turnos de los monitores en la sala. — “¿Y esa cara?” ¬—pregunta Sulay. — “¿Y esa sonrisa?”, —enuncian Johan o Andrés—. Aunque la callada monitora no ha puesto palabra en su boca; ellos, los de mirada profunda, interrogan su rostro aunque sus ojos no la puedan ver. Con chistes, retos de la memoria y cerveza en mente; Johan, Andrés y Felipe evocan fechas que pocos recuerdan, detalles imperceptibles, salsas y rock and roles que solo un filósofo, un historiador y un profesor podrían aunar. Con tarareadas canciones en acento costero va y viene JuanBe —el de San Juan de Urabá—rompiendo el pasmoso silencio que alberga la biblioteca. Yolanda y Mábel combinan sus roles de maestras con un papel de vendedoras estrellas y catálogo en mano. Sulay, la de trabajos eternos, los niños y mil cosas por hacer. Mónica y su inglés rimbómbate, aunque para la sala Jorge Luis Borges este idioma no sea “realmente” universal. Lilí, Minerva, Trevor y Sachín, los de encuentros con colas meneantes y húmedas narices, en cuatro patas acompañan las clases de sus amigos erguidos en dos: Claudia, David, Diana y Juan Guillermo. Lectores sumergidos entre líneas de libros y voces prestadas, monitores que miran menos y escuchan más, Marcela que pensó un proyecto de menos ojos y más corazón, porque “la gente se imagina al ciego encerrado en un mundo negro”, decía Borges; un mundo que en vivencia no supone noche, solo revela un orbe indefinido por crepúsculos o eclipses de vista, y que se torna desconocido para quienes se limitan a ver.
Johan Rodríguez, estudiante de Filosofía, y Marcela Jaramillo, directora de la Sala Jorge Luis Borges, en entrevista con la Emisora Cultural por sus 15 años de labor.
No. 56 Diciembre de 2011