De la Urbe 50

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La patria en los mares

El 8 de junio de 1946 se funda la Flota Mercante Grancolombiana con capital de Venezuela (45%), Ecuador (10%) y Colombia (Federación Nacional de Cafeteros, 45%), la cual le dio a la actividad naviera un carácter de fundamental importancia para el desarrollo económico del país y las exportaciones. Entre 1971 y 1975, la Flota llegó a tener 110 buques entre propios y alquilados, que generaron alrededor de 2.100 empleos de personal de mar, 52 tripulantes por cada barco. Hacía escala en 45 países y tres continentes: Asia, América y Europa. Colombia tenía la tercera naviera más grande del mundo. En 1990, en el gobierno de César Gaviria se dio la Apertura Económica; esto significó la ruptura en las políticas proteccionistas de las empresas colombianas. Desde 1989, se genera una serie de problemas financieros al interior de la Flota con relación, específicamente, a la modernización de sus activos y al pasivo pensional. En 1996, se vende la FMG a la Transportadora Marítima Mexicana y se crea una nueva empresa llamada Transportadora Marítima Grancolombiana. A la fecha, no se ha resuelto quién debe pagar el pasivo pensional, ni quién debe responder por las horas laboradas no cotizadas al Seguro Social.

Mi sueño fue ser Jefe Ingeniero. De la Escuela Naval me gradué de Tercer Ingeniero y de ahí vas escalando, haciendo cursos año tras año: de tercero a segundo, de segundo a primero y de primero a Jefe Ingeniero. El 15 de diciembre de 1989 me embarqué por primera vez con este cargo, en la motonave Ciudad de Armenia que tenía como destino final Japón. Ese viaje fue muy exitoso, de mucho conocimiento para mí; además acompañado por una tripulación de toda mi confianza y con la que trabajaba muy bien. Me desembarqué en marzo de 1990, salí a mis vacaciones, y cuando regresé me recibieron con la noticia del bono de retiro voluntario. Trabajé catorce años directamente para la Flota. Me ofrecieron el bono en mayo de 1990; ese mismo mes acepté y me retiré. El bono voluntario salió en abril de 1990 y nos dieron plazo hasta el 21 de mayo de tal año para tomar una decisión. Fueron escasos dos meses, sin dolor, no tuvimos tiempo de reaccionar. Cuando salió el bono, nos citaron a algunos a Bogotá y a otros en los mismos puertos. Nos dijeron que leyéramos un formato que decía que la empresa se iba a acabar o que iba a tener un cambio. Si deseábamos aprovecharlo, debíamos hacer los cálculos de lo que nos correspondía y si no, podíamos elegir quedarnos, no sin antes advertirnos de que era mejor arreglar. Lo chistoso era que nosotros mismos debíamos hacer los cálculos de lo que nos correspondía, cuando la mayoría ni sabía cómo se hacían las cuentas. Todos estábamos preocupados, nos preguntábamos unos a otros cotejando cifras, como niños perdidos. Por esa época, en los pasillos, en los puestos de trabajo y en los comedores no se hablaba de otra cosa; no sabíamos qué estaba pasando y qué iba a pasar. Al final, ellos mismos optaron por darnos la cifra. Cuando nos dieron el dinero, muchos pensamos que habíamos cogido el cielo con las manos. A quienes tenían más tiempo, les daban muy buen dinero; todos estábamos esperanzados con que haríamos maravillas en tierra. Pero si a mí me tocara volver a elegir entre quedarme o recibir el bono voluntario, yo me quedaría porque llevo 20 años tratando de estabilizarme de esa ruptura. Siete meses luego de haber renunciado a la Flota Mercante regresé a trabajar siete años más como personal eventual, desde enero de 1991 hasta julio de 1998.

nos fijábamos en la cantidad: todo era bajo la palabra y nadie sospechó, ni tuvo malicia de que un compañero lo fuera a tumbar. Con esa mentalidad llegamos a tierra y ¡qué sorpresa! Nos encontramos ‘caimanes’ que descubrieron que teníamos una ingenuidad, que no era una inocencia tonta, sino una cultura, una forma de vida que habíamos heredado de nuestras costumbres de mar. Los primeros que se fueron en 1990 y los que luego se retiraron, poco a poco, mientras la Flota iba naufragando, sentimos la misma pérdida, la misma ruptura. Desde el comienzo, no se programó una preparación, todo fue a rajatabla; y los que quedamos como eventuales teníamos la esperanza de que la cosa resurgiera. No tuvimos ninguna preparación psicológica, ni logística, ni una guía de en dónde podríamos invertir ese dinero, ni siquiera una sugerencia. Muchos, incluso todavía, estamos buscando una jubilación, una pensión, rasgando paredes, moviéndonos de un lugar a otro buscando ajustar el tiempo porque, lo más grave, es que los que aceptamos el retiro voluntario tenemos un tiempo para la pensión que está ahí, en el limbo. Comenzamos a hacer esa metamorfosis de hombre de mar a hombre de tierra. Muchos nos vimos obligados a tomar otros rumbos, a trasformar nuestro quehacer y nuestra propia vida para adaptarnos a tierra. Esa adaptación fue muy dolorosa: casi el 90% de los casados o de aquellas familias, que vivieron en la abundancia, fracasaron cuando se retiró el padre o el esposo de la Flota y llegó a la casa con equis cantidad de dinero. Y ese dinero se acabó. A mediados de 1998, el capitán Gustavo Pérez y yo fuimos a Tailandia a entregar el último buque de la Flota: El Buenaventura. Nos demoramos tres meses para regresar a Colombia. En enero había nacido mi segundo hijo, Juan David. El niño nació de siete meses y muy enfermo. Lo cierto es que de ese último viaje con la Flota me bajé más pobre que cuando me subí. Juan David nos hizo gastar mucho dinero, vendimos un apartamento y un carro. Lo vine a conocer seis meses después de haber nacido. Entonces, comienzo a buscar trabajo. En ese tiempo, me tocó sacar a mi familia del lugar donde vivíamos y nos fuimos a vivir con mis suegros. Pasé la vergüenza de decirle a mi hija que no podía sostenerla más en el colegio. Eso es muy doloroso porque antes hubo abundancia y luego una escasez desértica. Yo era un reyecito en la Flota, contemplado con todos los beneficios de autoridad y como empleado Gloria, la esposa de confianza; después tuve que pasar a trabajar vendiendo Cuando me casé, pensé que Jairo no volvería a naseguros y en un multinivel como Herbalife. Todo esto para vegar, pero en enero me dijo: “Me voy”, y con ese espíriaprender humildad, para intentar quedarme en tierra. tu de marino, yo sabía que aunque estuviéramos recién A mediados de 1999, ingreso a Navesco, pero en diciemcasados, él se iba. Tenía la oportunidad de quedarse y bre me retiro porque tengo una oferta de trabajo en el San empezar una cosa diferente, pero cuando lo llamaron no Sebastián de Urabá, en Barranquilla, y porque quería pasar lo pensó dos veces. esa Navidad con mis hijos, como hacía muchos tiempo no Nos conocimos en 1971 porque mi hermano estu- Jairo Galeano en sus grados como Jefe Ingeniero lo hacía. Para mí, lo más difícil de ser marino es no poder diaba en su mismo colegio. Una vez hubo una fiesta allí, disfrutar del crecimiento de los hijos; toda mi experiencia nos presentaron y nos hicimos buenos amigos, pero de como padre ha sido por retazos. teléfono. Él me contó que se iba a estudiar a la Escuela Naval. A los cinco años nos volviEstuve el resto de 2002, 2003 y 2004 luchando con Herbalife. Al principio, pensé mos a ver, pero no ocurrió nada; sólo nos teníamos un cariño muy especial. que era fácil e invertí el poco dinero que tenía; pero en 2004 estaba completamente Fuimos novios durante 1978, fue un noviazgo hermoso, aunque él siempre estuvo desesperado, lo del multinivel no había funcionado. Luego de eso, trasegué por muchas navegando, fue muy lindo. En ese tiempo se usaba la carta casete y yo disfrutaba mucho compañías navieras. Pero hoy no es lo mismo: mis fuerzas se están agotando y la vida con las historias de cada puerto y con el pronto regreso; además, era la envidia de mis en los barcos es cada vez más difícil. compañeras de trabajo. Me llamaba mucho, de donde fuera. En enero de 1979, se acabó Recuerdo que trabajar en los buques de la Flota era como estar en casa, no se sentía todo y no nos volvimos a ver en mucho tiempo. En mayo de 1990, nos volvimos a ver; el tiempo cuando se estaba a bordo porque todos éramos conocidos, hablábamos el misahí resurgió el amor. En septiembre de ese mismo año, nos casamos, y en enero, se fue. mo idioma. No existe, en este momento, ninguna flota en el mundo con las comodidades y el modelo de la nuestra. Fue una empresa excelente donde teníamos todas las garanJairo, el marinero tías y nos consentían: embarque para las familias, tres meses de vacaciones pagados, Me caso el 15 de septiembre de 1990 y vuelvo a navegar en enero del 91. Yo creí que transporte aéreo y viáticos, comida de primera, salud excelente con médicos ‘de cinco con la plata que me dieron iba a hacer una vida en tierra porque la gran ilusión de un estrellas’, gran colaboración para préstamos de vivienda y educación. marino es regresar a casa y tener lo suficiente para vivir bien con su familia, tener una Desde 2009, estoy trabajando en Tai Water, en Angola (África). En esta empresa, mejor vida. Pero hoy me ha quedado un sabor amargo, porque, en realidad, cuando salí suministramos combustible y agua potable, cemento y barita para las torres petroleras; no sabía qué iba a hacer con ese dinero, no tenía un proyecto específico. también cuidamos las plataformas de noche y de día. El trabajo allí es muy inconstante: Recuerdo que uno de los argumentos que pensé al retirarme fue que si fracasaba en trabajo tres meses por uno de descanso no pago. A pesar de estar tan lejos, estoy feliz tierra podía volver al mar. Entonces, me dedique a sentarme a disfrutar la vida. De negoporque me ascendieron a Jefe Ingeniero; eso significa más dinero y, por ende, pronto cios, yo no sabía nada e hice malas inversiones; en muchas de ellas me tumbaron, presté regresaré a estar definitivamente en mi casa. mucho de ese dinero y nunca volvió a mis manos. Los marinos siempre fuimos personas muy confiadas y eso lo pagamos en tierra. Regresé a trabajar en la Flota porque vi que el dinero se estaba yendo como por el agua, las cosas no me estaban dando resultado; entonces, decidí salir a hacer lo que siempre había hecho: navegar. Los que éramos marinos por convicción siempre fuimos personas muy confiadas y poco enteradas de lo que pasaba en el país. Nunca tuvimos la malicia de que existían *Este relato hace parte del Trabajo de Grado Los náufragos de la Flota Mercante seres más astutos y corruptos en tierra. En el mar, todos éramos hermanos. Aunque teGrancolombiana. Vida de los marineros del interior luego de la desaparición de la níamos muchos defectos, poseíamos esto muy claro: la lealtad, la honradez y la limpieza Flota. Fue cofinanciado por el CODI (Asesor Ramón Pineda) integral. A bordo, no teníamos la dificultad de prestar dinero, ni cobrábamos intereses, ni

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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