Edición N°3

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COLOMBIA / COPA AMÉRICA 2001

crecía. Se estimaba que la guerrilla contaba con 35.000 hombres armados y era evidente que los esfuerzos militares del gobierno eran fallidos. Llegó el 2001 y el gobierno desprestigiado buscaba asilo político en la fiesta del fútbol. La Copa América se acercaba trayendo ánimos distintos, pero el terrorismo se manifestó en contra y, después de años de una guerra periférica, los atentados volvían a la ciudad como en épocas del narcoterrorismo. Primero fue un carro bomba el 11 de enero en el centro comercial El Tesoro de Medellín, luego el 4 de mayo estalló otro en el Hotel Torre de Cali. Lo siguió otro carro bomba en el Parque Lleras de Medellín y así otros dos incidentes en el mismo mes. Fue cuando la administración de Pastrana estaba más presionada por la CONMEBOL para garantizar la seguridad que las FARC dieron su golpe fulminante: el lunes 25 de junio fue secuestrado el vicepresidente de la Federación de Fútbol Colombiana, Hernán Mejía Campuzano. Los medios se encargaron de echarle leña al fuego y la sede de Colombia se vio en la cuerda floja. Al enterarse del secuestro, la CONMEBOL le retiró a Colombia el privilegio y empezó a considerar propuestas de dónde llevar a cabo el torneo. La vergüenza cayó sobre el país y Colombia se hundió en un pozo séptico de desilusión y rabia. Pastrana, tratando de salvar los muebles, llamó personalmente a los mandatarios de cada país pidiendo solidaridad. En declaraciones oficiales el presidente señaló: “llevarse la Copa es negarnos la solidaridad de los países hermanos, es quitarnos el apoyo internacional a nuestros esfuerzos y lucha por alcanzar la paz”. El mandatario afirmó con severidad que quitarle la sede era “no sólo una decisión muy injusta con nuestro país, sino una bofetada a nuestra hospitalidad, dignidad”. Se repetía la humillación del ’86 cuando Colombia tuvo que renunciar a ser la sede del Mundial. Está vez las repercusiones políticas y sociales eran más desgarradoras. Ser anfitrión era el único analgésico para un país abatido por la violencia. Mejía Campuzano fue liberado a las 72 horas y con su liberación se desató una algarabía de incertidumbre. Reunión tras reunión los directivos y delegados de las Federaciones tomaban decisiones que los periódicos publicaban un día y desmentían al otro. Se habló de Brasil como la competencia de Colombia y la pugna exigió la polarización de los países. Sin embargo, parecía que la mayor parte del continente apoyaba a Colombia. El presidente de la Federación Argentina, Julio Grondona, en entrevista con Radio Mitre, ratificó su apoyo arguyendo que si no se jugaba la Copa América en Colombia eso “llevaría a que ningún equipo quiera ir más a jugar allá”. Finalmente, el 1 de julio se ratificó al país cafetero como sede, considerándose la opción de postergarla hasta el 2002. Al ver que interferiría con el Mundial de Corea y Japón, el 5 de julio se habló de correr la Copa hasta agosto. Se acercaba la fecha prevista para la inauguración –el 11

de julio– y todo lo que podía decirse era que las Federaciones improvisaban en salas de conferencia y los medios ventilaban todo lo que se discutía a puertas cerradas. La Federación Colombiana hacía malabares y lograba mantener con vida el espectáculo. Canadá, país invitado, canceló su asistencia y la federación cafetera consiguió a Costa Rica como reemplazo. Lograron convencer a Brasil de asistir y se sintió una corta brisa de tranquilidad cuando Scolari publicó la lista de convocados. Faltaban 24 horas para la inauguración y parecía apaciguarse el fuego, cuando Argentina envió un comunicado incendiario: por razones de seguridad, la Albiceleste decidió no participar. Los diarios colombianos inmediatamente condenaron la actuación bipolar de los argentinos, tachándolos de traidores. Mientras tanto, los delegados colombianos buscaban quién salvara patria. Asumiendo un tremendo reto, Ramón Maradiaga se pegó al teléfono y convocó un equipo de hondureños para viajar al día siguiente hacia Colombia. La selección de Honduras, con el uniforme de ángel guardián, llegó a tiempo para disputar el primer partido que le correspondía a Argentina y salvaron el certamen.

UN CAMPEONATO SIN PRECEDENTES

La Copa América esquivó balas y bombas y logró sobrevivir otra edición. En el grupo A, Colombia pasó primero ganando todos sus partidos sin recibir goles y Chile fue segundo tras golear a Ecuador y derrotar a Venezuela por la mínima. Las cosas comenzaron picantes en el B. En un partido hermético donde ningún equipo cedía espacios, Perú y Paraguay empataron 3 a 3 gracias a un gol del guaraní Silvio Garay en el minuto 94. Brasil cayó ante México con un gol tempranero de Jared Borghetti. El favorito caía pero de alguna manera podía esperarse. En una decisión tomada con miedo por la inseguridad a flor de piel, las estrellas de la verdeamarelha no fueron convocadas. No viajaron al país vecino ni Ronaldo, Roberto Carlos, Cafú, Lucio, Ronaldinho, Gilberto Silva, Robinho, Kaká y otros que un año después le arrebatarían a la Alemania de Oliver Kahn la Copa del Mundo en tierras niponas. La derrota en el debut sembró dudas acerca de si Brasil era en realidad un contendiente a la Copa. Sin embargo, ganó los próximos dos encuentros, mientras Perú derrotó a México después de que los aztecas hubieran empatado con Paraguay. El resultado fue un grupo apretado con 4 puntos para México y Perú, donde los peruanos pasaron como uno de los mejores terceros con una diferencia de gol de menos 1. En el Grupo C la presión estaba sobre Bolivia, pues competía por un cupo para la siguiente fase con los dos invitados de urgencia. Lo inesperado seguía reinando en la tierra del café y fue Uruguay el que sufrió la presión de los medios al pasar como mejor tercero. Bolivia quedó último sin ganar

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