Edición Nº9

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ILUSTRACIÓN: JOFRE CONJOTA

EDICION N°9

FÚTBOL Y MUJERES

BRENDA J. ELSEY ENTREVISTA POR PAULO FLORES

JUAN MANUEL SILVA NOTICIAS DE NINGUNA PARTE

MATÍAS CLARO

CRÓNICA: FERNANDEZ VIAL VS. GASPARÍN

VANESSA VARGAS EL FÚTBOL TAMBIÉN ES NUESTRO

VILLAFRANCA

¿CUANTOS AÑOS TIENE LA U?


AFGANISTAN 2016

La camiseta incluĂ­a una hiyab. Las barreras Se botan con detalles.


EDICIÓN N°9 DE CABEZA

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PÍA SUNDHAGE

La entrenadora de Suecia sabe todo. Por algo ganó dos veces el oro olímpico.



EDICIÓN N°9 DE CABEZA 2016

MARTA

El Diego del fútbol femenino. Cambió la manera de jugar.

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EDITORIAL N°9 DE CABEZA 2016

“EL FÚTBOL ES PARA HOMBRES”, es la frase típica, que venimos escuchando desde niños cuando hay un jugador quejándose. Un delantero revolcándose después de una barrida, por ejemplo. Las niñas se quedan tiradas en el suelo lloriqueando en vez de levantarse y seguir jugando. Y, cuando niños -reconozcámoslo de una vez-, nos reíamos, lo aceptábamos como un hecho de lo más normal. Pero no. Afortunadamente, Chile y el mundo han cambiado, incluso tenemos una Presidenta, cosa impensada en esos grises recreos de los ochentas en que la sola idea de ver mujeres jugando a la pelota parecía una aberración. Hoy vamos a jugar una pichanga a un lugar cualquiera y es muy probable que en la cancha del lado haya un partido entre mujeres. Al principio, llamaban la atención, era inevitable un cuchicheo cómplice, pero con el tiempo nos fuimos dando cuenta que también la pisaban, desbordaban, cabeceaban, marcaban. Entonces, la rareza comenzó, poco a poco, a transformarse en admiración. Ahora, ellas simplemente juegan en la cancha de al lado, como cualquiera. Por supuesto, la brecha existe y en muchos casos es evidente, pero no hay que olvidar que muchas de esas mujeres que hoy juegan no comenzaron a los cuatro o cinco años, como los hombres, sino mucho después. Se han ido ganando el espacio a pulso, a pesar de los orangutanes de la cancha de al lado. Ha llegado el momento -por suerte- de cambiar el paradigma. No se trata de “tolerar” que las mujeres jueguen al fútbol, se trata, de una vez por todas, de entender que tienen exactamente el mismo derecho a jugar, desde la misma edad y en las mismas condiciones que los hombres.

Por eso hemos decidido hablar de ellas. La transformación, en pocos años, ha sido fabulosa, pero todavía es muy insuficiente. Siempre nos han gustado las historias de sacrificio, esa belleza de la derrota que termina por deslumbrarnos y encantarnos quizás más que el triunfo, ese amor al fútbol por el solo placer de ver rodar una pelota de cuero, y no por los millones que hay detrás de ella. De todo eso se trata el fútbol de mujeres. No hay glamour, no hay dinero, no hay auspicios, sólo hay una pasión desmedida, uno que ha sabido enfrentar los prejuicios más brutales de los orangutanes de la cancha de al lado, pero que a pesar de todo ha sido capaz de surgir. Queremos que jueguen y verlas jugar. Jugar con ellas. Que vayan al estadio y sean tan hinchas como nosotros, que si quieren opinar lo hagan con la misma autoridad. Que nos demos cuenta de la estupidez de ese deseo absurdo: ojalá tener un hijo para jugar a la pelota con él. Ahora no, ahora el padre (o la madre) pichanguea con sus hijas. También queremos que una niña pueda soñar con ser algún día futbolista profesional, una que se gane un sueldo por jugar y que no tenga que pagar por correr detrás de la pelota. La realidad del fútbol femenino en Chile es abominable. Los hombres se aferran a él como una posibilidad real de surgir, de dejar atrás la pobreza y transformarse en un millonario absurdo a los veinte años. Pero ellas no. Ellas tienen que jugar contra todo, comprar sus camisetas, sus pelotas, arrendar sus canchas, pagarle a sus equipos porque las dejen jugar. Este número es un aporte mínimo, humilde, a visibilizar esa realidad, a que los orangutanes comencemos de una vez por todas a entender que el fútbol no es de hombres, que el fútbol es de todos.

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SUMARIO EDITORIAL / p07

FÚTBOL Y MUJERES

NOTICIAS DE NINGUNA PARTE / P16

POR JUAN MANUEL SILVA

EL FÚTBOL TAMBIÉN ES NUESTRO / p24

POR VANNESA VARGAS ROJAS

PARTIDO DE MEMORIA / p28

POR CRISTIÁN COX PUGA

DERECHO Y FÚTBOL ¿JUSTICIA? A ESA SEÑORA NO ME LA HAN PRESENTADO / P34

POR PATRICIO HIDALGO

TODOS JUNTOS SOMOS GASPARÍN / P40

POR MATÍAS CLARO

¿CUANTOS AÑOS TIENE LA U? / P46

POR GUSTAVO VILLAFRANCA COBELL

Entrevista: Brenda J. Elsey / P54

POR PAULO FLORES

UN BORDADO ROJO Y AMARILLO / P60

POR KATHERINE BECKER

CUENTO: REVANCHAS / P64

POR SERGIO MONTES

MARTA: MÁS GOLES QUE PELÉ / P70

POR NICOLÁS VIDAL

RADIOGRAFÍA DE UNA PASIÓN / P74

POR JOAQUÍN BARAÑAO

Entrevista: Christiane Endler / P80

POR CRISTOBAL CORREA

ESTADIOS Y COMIDA: DEL JAMÓN PALTA AL FAST FOOD / P86

POR ALVARO PERALTA SÁINZ

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Abby Wambach

Nadie hizo mรกs goles que ella, 170 gritos a nivel de selecciones.


Gracias a FERVORE, por contribuir al diseño de nuestra CAMISETA OFICIAL

Fervore 30 AÑOS Vistiendo el Deporte


STAFF EQUIPO DIRECTOR

CRISTÓBAL CORREA (@CRISTOBALCORREA) EDITOR GENERAL

NICOLÁS VIDAL (@NICOVIDAL79) EDITORES

PATRICIO HIDALGO SERGIO MONTES (@SMONTESL)

DANIEL CAMPUSANO (@dampusano2015) DIRECTOR DE ARTE

NICOLÁS PARRAGUEZ

ESCRIBEN EN ESTA EDICIÓN JUAN MANUEL SILVA VANNESA VARGAS ROJAS CRISTIÁN COX PUGA PATRICIO HIDALGO MATÍAS CLARO GUSTAVO VILLAFRANCA COBELL PAULO FLORES

KATHERINE BECKER SERGIO MONTES NICOLÁS VIDAL JOAQUÍN BARAÑAO CRISTÓBAL CORREA ALVARO PERALTA SÁINZ

WEB MATÍAS PARRAGUEZ IGNACIO CORREA

PORTADA

JOFRE CONJOTA

ILUSTRACIONES

FOTOGRAFÍA

CUENTO

CLAUDIO POZO

FRANCISCO ROJAS POSTERS

ZORAN LUCIC

(@CPOZO)

DISEÑO




pronto

en la retina del hincha

PROYECTOS

DE

CABEZA

2016


EDICIĂ“N N°9 DE CABEZA 2016

Quetzalli Alvarado

Cuando la justicia no necesita de una espada para imponerse.

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EDICIÓN N°9 DE CABEZA 2016

Noticias de ninguna parte Por Juan Manuel Silva*

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A TRAVÉS del Facebook de un amigo me entero de que hoy ha muerto Carlos Alberto, el autor de uno de los goles más hermosos de la historia. Hace un año, bajo un sol inclemente (a veces me sorprende que luego de tanto tiempo uno no pueda elegir mejores adjetivos) recorrí el Estadio Azteca y me pareció mucho más pequeño de lo que recordaba o de lo que se ve por televisión. También vi a Rubens Sambueza —ese 10 que tanto le gustó a mi papá, quien se terminó de hacer de River por el Matador— en el aeropuerto y sentí algo similar. Quince años atrás, uno de los primeros poemas que esbocé representaba el momento en que dejaba, temporada tras temporada, la casa de mi abuela en Mendoza, con esa sensación de que no la volvería a

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ver y que ese mundo de mi infancia desaparecería, como terminó ocurriendo hace un año con su muerte. Las calles donde jugamos se hacen más chicas y eso rima con lo que ocurre con los recuerdos. Pero el gol a tres dedos de Carlos Alberto sigue ahí, con esos intensos colores que solo la insidia del sol sobre las cosas puede generar. Esa serie de imágenes detenidas, puestas en movimiento junto a una pelota, son lo más alto que podríamos alcanzar, y lo más probable es que ese no sea nuestro destino.

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Me alegra que el fútbol sea uno de los pocos deportes que no se puede jugar solo. Que, cuando le regalaban una pelota a alguien

en la cuadra, inmediatamente se armaban los equipos (porque dominar y hacerla rebotar contra la muralla no es fútbol). Esa simple certeza hace que todo jugador sea una sombra, un pobre actor que se pavonea sobre el escenario, significando nada. Nadie es imprescindible: sólo quedan fintas, tiros, hachazos, errores y aciertos, casi sin nombres propios. Me alivia pensar que, como la poesía, el fútbol recomienza, no necesita ni periodistas, ni hinchas, ni menos cronistas que intenten sacarlo del espacio popular e íntimo al que pertenece. Algo así ocurre con las primeras preguntas de la literatura y la antigua filosofía: son las que se sigue haciendo el presidente y el último barrendero, el doctor y aquel que no terminó la escuela.


NOTICIAS DE NINGUNA PARTE

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En mi familia medimos el tiempo por Mundiales. Mi papá tenía once años para el 62, y creció viendo fracasar a Chile luego de ese tercer puesto, aunque disfrutara a la mejor selección de la historia el 70, esa Holanda formidable del 74 y 78, la brutal ensoñación italiana del 82 y ese monstruo que cambió las reglas del juego el 86. Yo aparecí el 90, y, aunque tenía recuerdos del 86, fue ese año el que marcó mi entrada a este largo diálogo que llamamos fútbol. Mi papá iba por Brasil, y yo —siempre me sentí más cercano a mi mamá— sufrí a la Argentina de penales falsos (1990), de doping ocurrente (1994), de ese Passarella poco convencido

(1998), de ese genial y contumaz Bielsa (2002), de mi querido Juan Román Riquelme (2006), de las locuras del Diego (2010) y de la mala suerte de Higuaín y Messi (2014). En todos esos Mundiales estuvo mi papá riéndose de los errores argentinos, pero también reconociendo la injusticia o la torpeza. También estuvo ese mágico partido de Chile contra Italia el año 1998 cuando, al sentir su llanto desde el comedor, agarré a patadas el viejo televisor IRT que descansaba sobre mi cómoda y que, al ir cayendo, mostraba la repetición de cómo Marcelo Salas se había elevado varios centímetros por encima de la cabeza de Fabio Cannavaro para meter la pelota lejos de las manos de Gianluca Pagliuca. El televisor se destruyó por completo, y a mí todavía se me llenan los ojos de lágrimas

cuando repito esta jugada en YouTube y escucho al fondo de todo, como una miel trémula, la voz de mi padre gritando ese gol.

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Mi papá es de Colo-Colo. No sé muy bien la razón, pero desde chico quise ser su antagonista; primero siendo de la Católica (equipo que, creí, aglutinaba a la mayoría de los argentinos del campeonato nacional) y luego, en un rapto de justicia, alentando al equipo que más tristezas y alegrías me ha dado: la U. Siempre he querido llevarle la contra, por eso nunca me gustó la selección chilena ni Colo-Colo: para mí son lo mismo. Y mi papá, como buen chileno, a través de los años me fue mostrando —de la manera más chilena posible— lo

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que era serlo: esa mezcla de humor y socarronería en la que los rodeos y los dobles sentidos permiten romper las convenciones y mostrar que los individuos no lo son tanto, y que finalmente comparten la miseria, esa constatación de su errores y fallos, riéndose de sí mismos. Y por eso recuerdo con tanto cariño a ese Colo-Colo del 91 y al Chile de Sampaoli, no porque nos hayan mostrado que el triunfo era posible, sino porque esas excepciones a la regla hacen más patente la excepcionalidad del éxito: ellos lograron lo imposible, nosotros seguimos con nuestras vidas, con una felicidad extraña que surge de la intuición de que podemos compartir, de que es posible estar unidos. El resto del tiempo me persigue la risa de mi padre ante la derrota, ante el fracaso. Una risa que, según él mismo, era la que le sorprendía tanto de Ronaldinho Gaúcho y del Brasil de 1970: gente que amaba hacer lo que hacía, que no veía más finalidad en sus actos que el mero ejercicio de practicarlos, como en el amor o en la poesía. Ahora, pienso, me gustaría tener esa alegría que le vi tantos años, día a día, al atender a los clientes en la botillería. Amar el trabajo como única consigna. Que esa sea nuestra felicidad y nos haga libres.

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Cristián Oyarzo es un buen amigo que conocí en la universidad y con el que comparto el gusto por las bicicletas, la literatura, el humor, las historias familiares y el fútbol. Con él y otros amigos empezamos hace ya varios años a jugar en el Estadio Nacional y luego armamos una especie de liga llamada “La decaden-

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cia”. Él es una de las personas más disciplinadas que conozco, tanto en la cancha como en la vida, y me atrevería a decir que junto a Víctor Navas (otro amigo, también lingüista) y mi papá, son los que más me han enseñado sobre jugar a la pelota. A él le decimos Purranque, y a pesar de que corre un montón, le pega con ambas piernas y tiene una fuerza muy poco común para su contextura y su tamaño (una pulga), se dedica más a destruir que a atacar. Con ellos me he dado cuenta de la dignidad y el cariño que representa deponer la vanidad del ataque para defender. Luis López-Aliaga me habló mucho sobre esto, en innúmeras ocasiones, pero su ánimo es más ofensivo. Le decimos Purranque —como les suele pasar a los provincianos en Santiago— porque nació en Purranque. Parte de mi admiración por su persona tiene que ver con que se haya conectado con la lengua y la cultura mapuche para compartirla con otros. Hace algunos meses estamos trabajando un libro que escribió, realmente hermoso, del que extraje un fragmento que me duele como la primera vez que vi llorar de dolor a mi papá. Dice así: “Estaba en la vieja casa de Oromo-Forrahue, la de cuando era chico, la que quedaba arriba de la cuesta. Era de noche y había una oscuridad de aquellas que solo hay en el campo cuando hay niebla y no hay luna. De pronto escuché los ecos de los rebotes de una pelota de fútbol, ecos que provenían desde la cancha que quedaba junto al río. Yo pensé: «cómo puede ser que estén chuteando en esta noche tan cerrada». Descendí por el camino de piedras, a tientas y a medida que avanzaba, los ecos se sentían más fuertes y a intervalos regulares y espaciados, como gol-

pes de cultrún. Entonces, escuché también los pasos de alguien que venía caminando en sentido contrario al mío. Sentí miedo (sentir miedo es lo primero que se aprende en el campo). El ruido de los pasos entre las piedras sueltas me decían que estaba cerca, pero yo seguía sin verla. Pero el miedo de pronto cesó y fue porque esos pasos me resultaron familiares, los reconocí. «Son los pasos de mi viejo». Y me sobrevino una emoción tan grande que me sacó del sueño y ya en vigilia, sentado sobre mi cama, pude disfrutar por unos minutos la sensación de estar escuchando todavía el ruido que metía mi finado padre al caminar. Sin embargo, con las horas esa sensación se ha desvanecido completamente y ya no puedo evocarla. Lo extraño es que no siento tristeza en lo más mínimo. Lo que siento es asombro de saber que ese conocimiento, los pasos de mi viejo, están guardados en algún rincón de mi memoria”. Trafuya pewma significa «sueño de anoche».

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Hay una canción de Explosions in the Sky, que me gusta mucho, llamada “The only moment we were alone”. Tuve la suerte de verla en vivo el año pasado, cuando invité a mi hermano Claudio a un festival de música fuera de Santiago, y estuvimos un día entero en silencio, fumando marihuana sobre el pasto, esperando que se sucedieran los grupos hasta mi favorito. “Esta es buena”, le dije. Una hora después, me contestó: “Era buena”. Con mi papá pasaba lo mismo: todos esos momentos en los que estuvimos solos fueron partidos de fútbol, vistos en el living, él en el


NOTICIAS DE NINGUNA PARTE

sillón y yo acostado encima del sofá —probablemente con caña—, intercambiando una que otra palabra sobre lo malo o bueno que estaba jugando algún jugador o equipo. Mi papá, eso sí, era más fanático de pronosticar lo que pasaría si no se hacía un cambio o si el técnico no se daba cuenta de algo. Yo, riéndome, asentía, como ocurrió hace varios meses cuando conversamos por WhatsApp sobre la final de la Copa América entre Chile y Argentina, y me dijo que “Argentina estaba cagada de miedo”, ante lo que le pregunté por su esposa argentina, mi mamá, y respondió: “Ella no, ella no tiene miedo, pero igual”. Pasada la final, entre risas, cuando mi mamá no estaba viendo, hacía el signo de la victoria, susurrando “Soy chileno, bicampeón”. Un par de meses después, mi papá comenzó a sentirse mal, dejó de comer y luego de varios exámenes se concluyó que tenía un tumor en alguna parte. Mi hermano, que lleva su nombre, comenzó a ir a la botillería que mi papá regentaba, ocupando su puesto. Por mi parte, el último partido que vi con él fue el clásico contra Colo-Colo que la U perdió 2-0. Recuerdo no haber terminado de verlo y haberme ido un poco aburrido, sin saber que no volveríamos a hacerlo nunca más. Nunca más lo acompañaría a trabajar. Nunca más caminaríamos a la casa de mi abuela. Nunca más. Pienso en esos viajes a la playa por el día y lo que me molestaba que su pequeña camionetita se demorase tanto en llegar. Paciencia, pedía él, mientras ahora siento en mis manos el oro de esas horas so-

bre el furgón azul con la patente EE-17-44. Nunca más vamos a ver a Chile perder en el estadio, como ese 21 de julio de 1991 en el que fuimos caminando por Campo de Deportes, con nuestro bolsito lleno de jugo y hallullas, su radio a pilas y dos jockeys para el sol. En un poema escrito hace mucho, titulado “Copa América 1991” escribí esto: “En fin, ignoran que probablemente jamás asistirán a otra Copa América/que no volverán a caminar de la mano/ por Campos de Deportes y Grecia/ y que en algún momento tendrán que despedirse/ dejando de ser padre e hijo”. Mi papá murió de cáncer y trabajo, como casi toda mi familia, a los sesenta y cinco años, el 22 de octubre del 2016.

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Hoy se fue Carlos Alberto, el de ese gol bellísimo y cenital. Hace unos días, partió mi papá, en la pieza de mi hermana, a pasos de donde pasaran sus últimos días su madre y su padre. He intentado hablar, pensar o escribir algo, y solo junto esquirlas; así mi mamá lo hace con sus ropas, como si en eso pudiese reconstruir su imagen. Buscando algunas en mi celular, me topé con la invitación de la presentación de mi primer libro (libro de verdad, con una editorial real) durante la FILSA del año 2012. Trasandino, se llamó, y abordaba los cruces que ha hecho mi familia de un lado a otro de la cordillera. Contrario a todo lo que creí, no llegó mucha gente al

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lanzamiento, el editor se demoró y la imagen más potente de ese momento fue la de mi padre con el resto de mi familia escondidos tras el poco público asistente. Apabullado por los nervios y por la posibilidad de contrariarlos, evité los poemas que llevaban sus nombres o que los nombraban, aunque en un lapsus leí uno sobre mi abuelo paterno, y con él comenzó a temblarle la barbilla a mi papá, a quien preferí no mirar, hasta que apareció mi mamá en la breve fila de personas que querían que firmara su ejemplar. Me pidió una para ella y él, “para tus papis”. Le respondí “¿Para qué, si son mis papás?”. “Por lo mismo” dijo. Terminé accediendo para luego buscar a mi papá y despedirme. “Vino poca gente”, le dije. “No importa, ya después vendrán más”. Saqué otros libros y nunca más mi papá volvió a ir. Fiel a sus ideas, como en el fútbol, sentía que el trabajo en su botillería y nosotros —su familia— éramos lo más importante, más allá de cuestiones frívolas

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como fiestas y lanzamientos. Tenía razón. Por lo mismo, creo que no necesitamos muchas palabras para entendernos (“Tacere è la nostra virtù” son los versos de Pavese con que Luis López-Aliaga recuerda a su viejo en La imaginación del Padre, libro que me hizo admirarlo como escritor aún más de lo que ya lo hacía), para compartir el fútbol —nuestra lengua común— o una comida. Yo, que he querido que todas las personas que amo sigan vivas en alguna parte de las cosas que escribo, comienzo a aprender a despedirme, con las mismas palabras que mi papá me alentó a querer. Pues si bien nunca quise hablarle de lo que hacía, siempre respetó que optase por hacer libros y escribir poemas. Por eso quise leerle el día que nos despedimos, cuando ya no podía oírme, estos versos que Kenneth Rexroth le dedicó a su amigo William Carlos Williams; porque él vio, como los técnicos verdaderos, lo mejor de mí. Vio la poesía antes que nadie.

Tal vez esa sea la razón por la que me tranquiliza que gente como él se vaya sin público ni alharaca, porque lo que nos queda a nosotros es el ruido y la furia, la borra que anega el corazón, las páginas y los estadios, como la luz que corona la jugada de Carlos Alberto, jugada que mi padre consideró la mejor, y que a mí poco me importa: Llegará el día/ Cuando una muchacha camine/ Por el luminoso río Williams / Que fluye por el paisaje idílico/ Parecido a News from Nowhere/ Y allí dirá a sus hijos:/ “¿No es hermoso? Toma/ su nombre de alguien que/ alguna vez caminó por aquí cuando/ aún se llamaba Río Passaic, y estaba sucio/ con excrementos venenosos/ de hombres enfermos y de fábricas./ Fue un gran hombre. Supo/ que era hermoso entonces, aunque/ nadie más lo notara, tiempo atrás/ en la oscura Edad Media./ Y el hermoso río/ aún corre por sus venas, como/ por las nuestras y corre en nuestros ojos/ y corre en el tiempo y nos hace parte/ del río y también del hombre./ Eso, niños, es lo que se llama/ una relación sacramental./ Y eso es un poeta/ niños, alguien que crea/ relaciones sacramentales/ que perduran para siempre.” Escritor chileno argentino. Autor de la novela Italia 90 y los poemarios Trasandino (2012) y Casimir (2014). En el 2016 recopiló su obra poética en la antología Acerca de Personas. Es editor de Planeta y Montacerdos.


Nicole Regnier

LIDERA EL ATAQUE DEL AMERICA DE CALI Y La selecciรณn colombia


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IRÁN FEMENINO

Las que de verdad eran mujeres, jugaban bien.

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EDICIÓN N°9 DE CABEZA 2016

El fútbol también es nuestro Por Vanessa Vargas Rojas*

L

A PRIMERA vez que jugué con mis primos a la pelota, nadie me eligió en su equipo. Sin hacerlo explícito, ellos habían acordado que mi presencia sería un problema para cualquiera de los dos planteles, así que dejaron que el cachipún decidiera. “La Vane con el que pierde”, dijeron. Mis compañeros de juego de todos los días, de pronto, me hacían sentir un obstáculo. Pero yo, motivada por la porfía ante el rechazo, me entregué con dedicación durante aquel breve partido, sin entender mucho de posiciones en la cancha ni estrategia. Estaba decidida a concretar la única tarea que parecía posible: quitarle el balón a un jugador del equipo rival para entregárselo a un compañero y, con mucha suerte, poder ayudar en la fabricación de un gol. A los diez minutos, los primos se habían olvidado de mi rol de “cacho” y disputamos una pichanga como cualquier otra. De ese encuentro trascendió, eso sí, que yo era buena “para las patadas”. Mi mamá se

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CRÓNICA / TODOS JUNTOS SOMOS GASPARÍN

enteraría de mi primer partido al llegar a la casa y ver mis zapatos de charol negros empolvados y deformes y, sobre ellos, una serie de moretones repartidos en las piernas. Su amenaza no se hizo esperar: “No vuelves a jugar a la pelota. Después te van a decir: mira, ahí va la María Tres Cocos”. Más tarde, por si aún quedaban dudas, se sumó un: “Tu papá dijo que por nada del mundo te quiere ver jugando fútbol en la plaza”. Y, sin entender mucho, tuve que decirle chao a las pichangas. El fútbol fue uno de los temas en los que me enseñaron que las mujeres no debían inmiscuirse. No solo a mí: a todas. Desde pequeñas se nos imponen límites que hablan claro de este deporte como el espacio exclusivo de un género, un juego en el que no somos bienvenidas, una disciplina que nunca lograremos practicar ni entender correctamente. Es difícil calcular cuántas fuimos desmotivadas y derechamente invitadas a no jugar más fútbol, y el impacto que esos mensajes tienen en una etapa formativa, como la niñez y adolescencia. En el camino algunas fueron más perseverantes que otras, pero es más probable que haya sido la mayoría de nosotras a quienes expulsaron para siempre o al menos durante muchos años de las canchas.

SIN DERECHO A JUGAR

Porque las que quieren jugar, son marimachas. Y si a pesar de todos los obstáculos deciden dedicarse a este deporte profesionalmente, no pueden cumplir ese sueño. Porque las jugadoras del fútbol femenino por lo general carecen de contratos

y sueldos y, en lugar de ser remuneradas, muchas veces deben ser ellas quienes paguen por jugar. El desinterés de los directivos del fútbol local ya ha provocado el cierre de dos escuelas de las ramas femeninas durante este año: las de Audax Italiano y Unión Española. El motivo lo explicó la jugadora de Universidad de Chile y vicepresidenta de la recién creada Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF), Fernanda Pinilla, en un conversatorio sobre mujeres y fútbol: “La justificación fue que no alcanzaban los recursos para mantenerlas y que el fútbol femenino no vende. Dejaron sin club a aproximadamente cien niñas”. Lo cierto es que muy pocos se han interesado verdaderamente en averiguar si el fútbol femenino vende. Las autoridades del deporte decidieron organizar el torneo nacional el año 2008 –motivados por la vergüenza de estar organizando una Copa Mundial Femenina de Fútbol sin contar con una competencia local–, pero hasta hoy ningún canal de televisión se ha interesado en transmitir sus partidos. Tampoco hay mayor cobertura en la prensa deportiva. El principal ente regulador de este deporte ha hecho diversos desaires a su promoción. En la organización del último Mundial, las jugadoras tuvieron que disputar todos los encuentros en campos sintéticos, algo que sería todo un escándalo en un torneo masculino. Sin embargo, contra viento y marea, el fútbol femenino crece y prospera. Según cifras de la FIFA, entre 2000 y 2006, la cantidad de jugadoras registradas creció en más de un 50%, mientras que la participación de hombres solo aumentó en un

21% en el mismo periodo.

SIN DERECHO A PASIÓN NI OPINIÓN

Es sabido que buena parte del imaginario vinculado a las hinchadas del fútbol, sus cánticos y consignas, aluden a concepciones masculinas. A través de lugares comunes como el “tener huevos”, la hombría pareciera ser un elemento más a demostrar en la cancha, mientras que lo femenino es utilizado constantemente para denostar al rival. En Chile, este escenario se ejemplifica en el uso del “zorras”, “madres” y “monjas”, y otros epítetos de la jerga futbolera de los hinchas en donde la condición femenina supone una humillación y debilidad ante el adversario. Las mujeres enfrentamos diariamente la validación de nuestros pares en el fútbol y nuestra pasión es puesta a prueba de forma constante. Incluso en espacios de hombres “simpatizantes” de la lucha por la igualdad de género, reina la desconfianza y el escepticismo ante cualquier comentario u opinión discordante. En 2012, el periodista Francisco Sagredo comentó por televisión, en tono de primicia, sobre la llegada de un nuevo refuerzo a Universidad Católica, al que elogió en vivo. Más tarde, se supo que dicho jugador no existía y sólo se trataba de una broma de un grupo de amigos, que se forjó en un falso perfil de Wikipedia. “A veces uno se cae”, respondió el periodista en cuestión. Y es verdad, pero me permito asegurar que si una mujer hubiera cometido ese error, las burlas se mantendrían hasta hoy. Porque las mujeres no pueden equivocarse al opinar

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EDICIÓN N°9 DE CABEZA 2016

sobre este tema, son duramente cuestionadas por errar algún dato o “enviadas a la cocina” por cualquier machista ofuscado con el que discrepen. La negación del conocimiento futbolístico femenino es algo que también se grafica en la presencia de éstas en segmentos y canales deportivos, donde las profesionales parecen más invitadas a lucir sus escotes que a contribuir en los comentarios o análisis de un partido. En las transmisiones, casi no existen mujeres que reporteen en vivo desde la cancha. Lo cierto es que, ante un mundo que nos excluye desde los primeros años de nuestras vidas de la práctica del fútbol y sus discusiones, las mujeres vivimos en constante aprendizaje, incorporando lo que nunca nos enseñaron y experimentando la emoción de otras maneras. Muchas intentamos desenvolvernos desde una identidad propia, sin replicar el discurso y la violencia de las construcciones masculinas. Sin tener que demostrar nada a nadie, pero dejando claro que la pasión verdadera por el deporte rey no es asunto exclusivo de varones. Cada vez somos más las que, enamoradas de aquello que acontece fuera y dentro de la cancha durante esos 90 minutos, decidimos que nuestro rol no va seguir siendo el que históricamente nos asignaron. Que nadie tiene por qué asfixiarnos las ganas de jugar a la pelota, ni los sueños de convertirse en entrenadora, árbitra o PF. Mucho menos, vamos a concederles el derecho a cuestionar nuestra pasión.

LO DAMOS VUELTA

Es innegable que el fútbol sigue

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siendo uno de los principales escenarios de la idiosincrasia machista, pero esto no significa que las mujeres tengamos que “hacernos el espacio”, porque la exclusión en la que nos ha mantenido este deporte no es nuestra culpa, sino que se debe, entre otras cosas, a la ausencia de políticas públicas que promuevan la igualdad de género en su práctica y desarrollo. El resto de las responsabilidades compartidas se reparten entre las 208 federaciones que integran la FIFA, los medios de comunicación y los auspiciadores deportivos, que insisten en reproducir estereotipos de género incluso en el entretiempo de las transmisiones de los partidos, con morbosos acercamientos de cámara a las “mujeres más atractivas” del público, empeñados en que cumplamos un rol decorativo en el espectáculo futbolístico. En el ámbito profesional, también son excluidas aquellas que aspiran a dirigir a sus propios planteles o a arbitrar algún encuentro. Incluso en el pasado Mundial de Fútbol Femenino, fueron exclusivamente árbitros quienes dirigieron los encuentros y la mayoría de los entrenadores, aun en equipos femeninos, son hombres. Desde la primera Copa del Mundo de 1930, ninguna mujer ha arbitrado un partido mundialista. En algunas partes del mundo incluso nos prohíben ver fútbol. Desde 1979, las iraníes no pueden asistir al estadio a ver partidos. Una regla basada en que dicho deporte “no es para señoritas” pero que no le impidió a Hanieh, de 21 años, ir a alentar al Persépolis, su equipo favorito. La joven se disfrazó de hombre y se defendió de quienes pedían su castigo: “¿Por qué delito

quieren quemarme? ¿Quizás por el placer de mirar el partido de mi equipo favorito y animar a sus jugadores?”. Y no es sólo en Irán, sino que en todo el mundo, donde se replican experiencias que dan cuenta de la exclusión que las mujeres vivimos en este deporte. Una discriminación que nos golpea en el estadio, en la discusión con los amigos, en el comentario sexista de los jugadores, en la cosificación del programa de TV o en las ofensas de la propia hinchada contra el archirrival. Y por ello, asumiendo las responsabilidades que corresponden al género, es nuestro deber comenzar a erradicarlo. Algunas simplemente se automarginaron y hoy rechazan, con razones de sobra, las lógicas de un deporte que las violenta hasta en su lenguaje cotidiano, eso que algunos descaradamente reivindican como “el folclore del fútbol”. Comprensible y legítimo. Pero también hay otras, a las que el fútbol enamoró pese a la adversidad, que nos decidimos a defender nuestro derecho a vivir la pasión, a no buscar otro espacio por el sólo hecho de ser mujeres, ni resignarnos a su orden muchas veces cuestionable. Aunque a veces nos impidan verlo, jugarlo o pretendan negarnos el sentimiento, vamos a pelear por disfrutarlo a nuestro modo, sin imitaciones ni discursos que no nos sean propios. Porque llegamos para quedarnos, para comer, vivir y soñar de fútbol si se nos antoja. * Periodista e hincha de Universidad de Chile. Ha trabajado en medios como El Desconcierto, El Ciudadano y Cooperativa.



Por Cristiรกn Cox Puga

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CRÓNICA / PARTIDO DE MEMORIA

LA TIERRA SUENA HUECA

El fútbol no siempre suena igual. Por más que se discuta que el fútbol es transversal, democrático, que basta con tener un objeto parcialmente redondo y unas cuantas piedras que diseñan una arquitectura invisible de arcos; por más que intenten volverlo --con reglas y profesionalización-- una misma cosa en cada lugar, no lograrán nunca hacerlo sonar igual. Y es que el cuerpo de su sonido, el bote de la pelota en el piso, o un chute hacia el firmamento, depende de

la cuenca, los cerros, la hora del día y del pájaro que va volando. La física es caprichosa y hace cruzar el tiempo-espacio para hacer sonar el mundo. Y el sonido de la pelota se oye a veces a lo lejos, muy a la distancia, o bien no se oye porque el mundo exterior grita mucho. Hay un lugar en el mundo donde la pelota suena como en ningún otro. Se llama Ilihue: una pequeña localidad humana repartida en potreros atrapados entre una montaña empinada de bosque nativo y las aguas del Lago Ranco. Pasto, tierra,

árboles esparcidos, vacas, caballos, ovejas, cerdos, gallinas componen --en unidades-- una superficie irregular de suave lomaje. No existe el llano y su intento más cercano es la cancha de fútbol de la comunidad. Lo que se escucha suele guardarse entre las lomas. El graznido de una gallina clueca queda atrapado en una hortensia. El chillido de una liebre que se torció una pata, se mandó a guardar en la zarzamora. En Ilihue lo que más suena es el rebote de algo en la tierra, pareciera que todo está conectado a sus lomas de pasto, que son en reali-


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dad verdaderas cajas de sonido, ya que el subsuelo está compuesto de piedra y aire. La tierra suena hueca. Me percaté de esto la última vez que visité en verano la localidad. Yacía una tarde silenciosa, reposaba unos buenos porotos granados a la sombra de un manzano, cuando sentí que una vibración repercutía en mi culo. La vibración pasó a ser un sonido subterráneo. Eran chutes de fútbol, era la pelota rebotando en el piso. Como animal hambriento a la que se le presenta su presa, me levanté agitado buscando la pichanga. No hallé más que la frustración de no poder ver lo que escuchaba.

MONÓLOGOS EN LA GARITA

Tras la búsqueda del partido invisible, cuando volvía por el camino que conecta Río Bueno con el cordón volcánico del Caulle, escuché unos murmullos que venían de una garita. Adentro estaba el Chita, el Quisca y un anónimo, borrachos como manga. Ojos vidriosos, jugosos como el cielo de esa tarde. El Chita pertenece a la «Banda de las papas», compuesta por el Chicho, el Chavo, el Chacha, él y su eterna amante, la Potoloco (dicen que nadie la ha visto de frente y, según dicen los Ilihueños, ya nadie la verá jamás porque «se reventó por dentro»). Banda de alcohólicos, mal de Ilihue y ladrones de papa. La última vez se los llevó carabineros por pelarse unas papas de la huerta de una señora que salía dos veces a la semana para dializarse en Río Bueno, a sesenta kilómetros de distancia. El fiscal de la zona los liberó por

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ser «más cacho pal’ Estado que para Ilihue». Malos de adentro, robaban papas para cambiarlas por chicha. El Quisca era otro personaje borracho, pero pacífico. Hace unos años, de curao se le quemó la casa a él y a su mujer, una mujer también ebria y cantante de rancheras. Era una noche oscura y el fuego se encumbraba iluminando todo Ilihue. Los vecinos alertados por el crepitar de la madera encontraron al Quisca en calzoncillos, sobre una roca, contemplando su casa en llamas. ―¿Qué te pasó Quisca? ―le preguntaron. ―La prendí porque tenía frío ―respondió entre lágrimas y risas. Otra anécdota del Quisca ocurrió en una cancha de golf de la zona. Tres santiaguinos veraneantes se encontraron en el green del hoyo 4, pensando cómo definir el golpe, cuando el Quisca apareció tambaleándose, con cara de pícaro. Entonces se detuvo frente a los tres huincas y les soltó un peo largo y sonoro; tras ello, una carcajada loca y una maldición en mapudungún. Luego prosiguió su rumbo hacia la nada. Saludé a los hombres destentados que capeaban el calor dentro de la garita empinando una caja de dos litros Santa Helena blanco. Al Quisca y al Chita los conocía de memoria, los había visto de niño, pero al viejo anónimo, canoso y de mirada perdida, no lo había visto nunca. El trío me saludó con el puro gesto de cabeza, sin habla alguna. Sin embargo, el viejo que no conocía, cuando yo pretendía seguir, me detuvo con una pregunta: «¿Cuándo vuelve a jugar por Pata Gallo?». En

un momento de lucidez y confusión, Quisca, Chita y yo lo miramos contrariados. ―Si pueh ―me dice―. Yo me acuerdo cuando usté le pegó al travesaño. La pregunta del anónimo me hizo recordar cuando jugué... por el Club Deportivo Pata Gallo. Me entró un airecito de vanidad y me sonrojé tartamudeando alguna respuesta desacertada. Pero daba lo mismo, los viejos estaban tan cocíos que se pusieron a murmurar otras cuestiones de la vida. Balbuceos de sonidos que naufragaban en la garita, sin ningún oído dispuesto a escuchar. Estaban sumidos cada uno en sus angustias aplacadas por los litros de chicha y vino que ya habían tomado. Los dejé en el instante que dejaron de reparar en mí.

EL PARTIDO

Mi primer y único partido por Pata Gallo fue en enero del 2010. En unos tijerales conocí a Willy Solís, entrenador del equipo Comercial de Lago Ranco. Equipo de pueblo, consolidado y muchas veces campeón. Él me habló por primera vez del estadio de Ilihue y de los dos equipos más famosos de esta pequeña localidad: Pata de Gallo y Deportes Ilihue. Me invitó a un amistoso entre Comercial y Pata de Pallo un día sábado de febrero, a las 14.00. Bolso en mano, llegué sin conocer a nadie al estadio. La cancha parecía un trapo maltrecho de tierra y pasto, irregular y chueca. La línea lateral sur, marcada por la memoria de una tiza antigua, limitaba con una zanja profunda,


CRÓNICA / PARTIDO DE MEMORIA

tapada en zarzamora, donde se divisaba apenas el correr de un estero. Caminé observando los peligros de esta banda lateral, asumiendo que por mi posición de volante, me tocaría correr muy pegadito al borde del precipicio. En la línea lateral norte, tampoco había «berma», sino que estaba pegada a una pendiente llena de matorrales y arbustos. La cancha presentaba una pronunciada inclinación en el arco este y un peladero en el arco opuesto. Cada metro cuadrado era una superficie geográfica diferente. Tanteé la cancha con un balón a las 14.00 ―la hora citada― y aún no había llegado nadie. Recién a las 15.30 aparecieron los primeros jugadores de ambos equipos y Willy Solís, quien me dijo que yo jugaría por Pata de Gallo. Feliz me puse la casaca amarilla con una franja negra horizontal en el pecho. Escudo de Pata de Gallo en el corazón, y la pelota ya empezaba a correr por el terreno accidentado. Fue una pichanga con todas de la ley. Debo haber tocado la pelota cuatro veces. Pero el fútbol da oportunidades y metiendo la pata un par de veces, logré recuperar la pelota y generar dos jugadas de peligro. Luego, el destino me cedió un rebote, muy cerca de la banda del abismo, a dos metros pasado la mitad de cancha y cuando la puse en el piso se me cometió una falta, cobrada por el mismo Willy Solís, que hacía de árbitro. Entonces me dieron en bandeja la caprichosa. Barrera, arco chueco de madera, una tarde de sol alto, algo de viento que remecía las copas de ulmos y laureles. Cancha en bajada. Pegué un sambombazo con el empeine.

De chiripa, por el terreno irregular, por el viento de aquella tarde, la pelota tomó esas curvas indecisas cuando es muy liviana y se incrustó en el travesaño, repercutiendo en todas las lomas de Ilihue, seguidas por un ¡uhhhhhhh! coral que salía entre los matorrales. Recién ahí me percaté que había gente contemplando el partido. Entre la sombra y las matas de maqui y otros arbustos, divisé algunos ojos oscuros y chascas canosas y desparramadas, de viejos que seguían muy atentos el partido. Había una hinchada. Los feligreses de Pata de Gallo. Tras el tiro libre, comenzaron a salir unos gritos desde las tribunas…. «¡pásenle la pelota al gringo!»… El partido acabó con un 2-0 para Comercial, pero para mí había sido una victo-

ria. Me había ganado, parcialmente, a la hinchada de Ilihue ¿Quiénes eran esos viejos de ojos de pozo, fondeados a la orilla del estadio de Ilihue? El viejo anónimo de la garita era uno de ellos. En el camarín se abrieron unas chelas y no se hizo comentario alguno, al rato tuve que sacarme la camiseta que nunca más me volvería a poner, aunque haya intentado jugar el verano siguiente. Esa vez fui citado a la misma hora, de un sábado similar. A las 15.30 no había llegado nadie. A las 16.00hrs vi a unos viejos meterse ―con su cajita de vino en mano― a la galería

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CRÓNICA / PARTIDO DE MEMORIA

norte y esconderse entre el pasto largo y las ramas. Llegaron tres jugadores de Pata de Gallo y un equipo rival que fue a puro sacar la vuelta. Pata de Gallo no se presentaba y perdía por walkover. Fui testigo de un conflicto interno en que las jóvenes figuras, peleadas entre sí y con los directivos de Pata de Gallo, no llegaron a jugar. Desde la tribuna el coro de viejos les reprochaba la actitud a los tres pelagatos que habían llegado y que no tenían ninguna culpa. La tarde se fue fundiendo y quedé yo, los viejos de la tribuna y una pelota sola. No se jugó a nada ni tampoco sonó la tierra de Ilihue. Me fui tarde, como a las 18hrs, triste, sin pichanga en el cuerpo y los viejos seguían ahí, espe-

rando algo. Pata de Gallo nunca más se presentó a jugar.

LOS PARTIDOS QUE QUEDAN

Días después de mi encuentro con el caballero anónimo en la garita, volví a la cancha de Ilihue. Fue una tarde de los últimos días de febrero. Me senté en la galería norte, fondeado entre unos pastizales, bajo la sombra de un maqui. Miré la cancha vacía y pensé en los viejos hinchas de Pata de Gallo, en el fútbol y en la soledad. Vi miles de partidos imaginarios, pelotas que se iban a la zanja, peleas, cientos de «tercer tiempo», un gol de mitad de cancha, un arquero tumbado y una cerveza helada de sábado, tras una jornada entregada al fútbol. El

tiempo, los cambios, dirán que la globalización, que la desintegración de la población de Ilihue, la pérdida del sentido de comunidad, la migración de los jóvenes, la llegada de los huincas, el evangelio, la educación y el alcoholismo acabaron con el Club Deportivo Pata de Gallo. Yo diré algo más, algo de lo que me percaté esa misma tarde. La pelota ya no corría ni sonaba en Ilihue, y las tardes quietas y silenciosas de sábado eran una condena que los parroquianos de Pata de Gallo aplacaban yendo al estadio para ver correr un partido imaginario, un partido dibujado mentalmente con ayuda de los márgenes y los recuerdos de la única cancha de sus vidas.

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Nuestra cabeza se fue hasta donde, todavía el día de hoy, se va cada vez que la desatendemos: nuestros más queridos recuerdos peloteros. Nunca, cuando nos preguntan «¿en qué estás pensando?», respondemos la verdad. En el gol de Chupete Suazo en Venezuela, cuando ganamos tres a dos en los descuentos. En el tiro libre de Fernando Cornejo en Buenos Aires el 96. En la tapada de Claudio Bravo en el alargue de la final de la Copa Centenario. «En nada», decimos en cambio, y seguimos en lo que estábamos antes de ser interrumpidos. Por Patricio Hidalgo Gorostegui*

«

PEDIRLE a un juez que haga justicia es como pedirle al árbitro de fútbol que gane el mejor equipo». Antonio Bascuñán Rodríguez, nuestro profesor de Introducción al Derecho en ese año 2000, se desparramó sobre el escritorio de la sala 24, sonrió satisfecho, disfrutó del silencio. De los 120 alumnos que suspendimos en el aire el lápiz sin saber si esa verdad revelada que acabábamos de escuchar era «materia», o sea

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aquello digno de ser replicado en nuestro cuaderno, algunos nos miramos emocionados. Por fin encontrábamos, en medio de la monumental aridez de la carrera, algo que valiera la pena. «Justicia. A esa señora no me la han presentado», siguió hablando don Antonio, retomando el tranco como si la sala fuera un hospital y algún ser querido estuviera siendo intervenido en ese preciso momento, pero algunos, los que sabíamos mejor lo que era una liguilla que un habeas corpus, ya no seguimos escuchando.

Aunque en el último tiempo el fútbol ha llegado a las oficinas de abogados por medio de sociedades anónimas, tribunales internacionales y jugadores multimillonarios que cometen delitos de lo más comunes, pero tienen dinero para contratar los mejores litigadores del foro, que deben comparecer con sus trajes entallados a pelear una cautelar por un par de combos afuera de una discoteca, el derecho dentro del rectángulo verde está representado única y exclusivamente por el árbitro. De él se espera, en una palabra, invisibilidad. Que pase inadvertido. Que no sea tema el día lunes. Que en lo posible no recordemos su nombre.


CRÓNICA / DERECHO Y FÚTBOL

Siempre que se recuerda alguno es porque ha abandonado sus deberes. No sabemos nada de Níger ni de sus ciudadanos, pero si un chileno mayor de 30 años se encuentra con el nombre Lucien Bouchardeau, inmediatamente siente el desgarro de un trauma no resuelto. Ese hombre nos robó, o lo que es igual, vio intencionalidad en la mano de Ronald Fuentes cuando interrumpió el tránsito de la pelota en pleno Mundial. Vemos ese apellido, nos estremecemos y empezamos a escuchar

a Pedro Carcuro, aunque estemos solos: «Baggio y…. hay penal en Burdeos. ¡Nooooo! ¡Qué invento del árbitro! ¡Eso no es penal señor Bouchardeau, en ninguna parte del mundo! ¡Me da una rabia! ¡La mafia FIFA! ¡La señora FIFA! ¡Los conocidos de siempre! ¡No sé si siento rabia o vergüenza! ¡Qué injusticia más grande!».

LA APORÍA DE JULIO MARTÍNEZ

Un par de años después de ese momento triste escuchamos a don Antonio, supimos que la

palabra «Justicia» tenía contornos mucho más difusos, pero nunca elaboramos el duelo ni perdonamos. De lunes a viernes reverenciamos a jueces comprometidos con los Derechos Humanos y fiscales desdeñosos del poder, tratamos de señorías, ilustrísimos y excelentísimos a quienes lo merecen y a quienes no. Pero el fin de semana, escondidos en el ominoso anonimato de la tribuna, reservamos nuestros mejores insultos para el drástico de negro. Empezamos a horadar su dignidad antes de que empiece su tra-

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rival desesperado por el empate. Esta paradoja, en cierto sentido irreductible, tuvo en don Julio Martínez una aporía liberadora: «Justicia Divina».

supimos que la palabra «Justicia» tenía contornos mucho más difusos, pero nunca elaboramos el duelo ni perdonamos. De lunes a viernes reverenciamos a jueces comprometidos con los Derechos Humanos y fiscales desdeñosos del poder, tratamos de señorías, ilustrísimos y excelentísimos a quienes lo merecen y a quienes no. Pero el fin de semana, escondidos en el ominoso anonimato de la tribuna, reservamos nuestros mejores insultos para el drástico de negro. bajo, en cuanto sale a la cancha, porque es importante hacer sentir la condición de local. No soltamos la presa hasta cuando vamos ganando por dos goles de diferencia. Los mismos que esperamos un fallo de un tribunal colegiado

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por meses, exigimos que un tipo tan sudado como solitario nos entregue un veredicto en una fracción de segundo, distinguiendo sin posibilidad de repetición lo que ocurre en la batahola de un área chica invadida por un

«Justicia Divina» no ocupa en el fútbol el espacio que don Antonio Bascuñán le entregaba en su curso de Introducción al Derecho a San Agustín ni el que San Agustín le entregaba a quien «desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». Esta es terrenal y tiene fecha de nacimiento: el 10 de junio de 1962, cuando el árbitro holandés Leo Horn sancionó tiro libre en vez de lanzamiento penal a favor de Chile en el partido que jugó nuestra selección contra la Unión Soviética en el estadio Carlos Dittborn, durante el Mundial jugado en Chile, luego de una clara infracción dentro del área a Armando Tobar. Corrían once minutos de partido, y Leonel Sánchez le propuso a Jorge Toro, especialista desde esa posición, que lo dejara chutear a él, que se tenía fe. Toro accedió y Sánchez disparó de zurda, con poco ángulo y mucho efecto y venció la resistencia del portero ruso Lev Yashin, la Araña Negra, que sólo se enteró de que la pelota había entrado por la reacción efervescente del público. Julio Martínez no se contuvo y se puso a gritar «¡justicia divina,


CRÓNICA / DERECHO Y FÚTBOL

Cada vez que debemos explicarle a un cliente que ha perdido un juicio a pesar de «tener la razón», debiéramos recordar a Lev Yashin yendo a buscar la pelota al fondo del arco en Arica. Algo hay en esa escena que logra iluminar uno de los ángulos más oscuros de la dama de la justicia. Podríamos decir que la aventura humana es un misterio que no conocemos más que en sus bordes, que debemos enamorarnos del intento mucho más que del resultado.

justicia divina!», señalando implícitamente que una injusticia deja de serlo si no logra consumar sus efectos. La divinidad está dada por el destino, que no permite que el mal triunfe. Fue gol, a pesar de los empeños del holandés saquero. «Justicia Divina» no hubiera sido que el 98 Nelson Tapia le hubiera atajado el tiro a Roberto Baggio. Eso se hubiera llamado «Milagro», y para eso el mundo del fútbol paga mandas, se encomienda a los dioses y enfila de rodillas a Lo Vásquez, de ser necesario. Si Leonel es el patrono de lo imposible, Nelson es el símbolo de lo justo y lo necesario, pero ni una coma más que eso. Cada vez que debemos explicarle a un cliente que ha perdido un juicio a pesar de «tener la razón», debiéramos recordar a Lev Yashin yendo a buscar la pelota al fondo del arco en Arica. Algo hay en esa escena que logra iluminar uno de los ángulos más oscuros de la dama de la justicia. Podríamos decir que la aventura humana es un misterio que no conocemos más que en sus bordes, que debemos enamorarnos del intento mucho más que del resultado, que a veces un minuto es más importante que una década, pero nada de eso es tan preciso como la carrera apresurada de

Leonel de cara a la tribuna, con el rotro lleno de gol.

UN BREVE MARGEN DE ILUSIÓN

Por más que redactemos contratos para reducir el ámbito de lo imprevisible, el futuro siempre estará allí regalándonos una quimera o un desastre con una sonrisa socarrona, como la del linesman que levanta una bandera por aburrimiento y anula el gol que nos hubiera dado el campeonato o condenado al descenso. Lo aleatorio también es la justicia. «Soy un incondicional de la incertidumbre. Me gusta el fútbol», dijo alguna vez don Aníbal Sierra, histórico dirigente de nuestro fútbol en los 70, tío del Coto. En algún pliegue inconsciente de nuestra mente, disfrutamos de que la justicia del deporte que amamos esté en manos de algo tan precario como un ser humano soplando un pito. Entendemos sin nombrarla la paradoja de Antonio Bascuñán y la aporía de Julio Martínez. Por ellas es que seguiremos yendo al estadio, y prefiriendo ir a un tribunal que arreglar el asunto por nuestras propias manos. No porque tengamos asegurado un resultado y se le dé a cada cual lo suyo, ni porque jueces y árbitros sean impermeables a

sus emociones y a las presiones del entorno. Sino porque solo en un tribunal y en una cancha de fútbol, muy de vez en cuando, el más débil puede ganarle al más fuerte. Nunca podremos subir el Everest con sandalias, ni podremos ganar los cien metros planos con sobrepeso, ni soñaremos con aquello. Pero yo al menos, muchas noches, antes de quedarme dormido, sueño con que la Unión Española gane la Copa Libertadores goleando a Boca Juniors en el Estadio Santa Laura, y que por el turno judicial me toque una causa como la de Atticus en Matar un ruiseñor, y alguna cosa diga que logre dejar en libertad al Tom Robinson que seguimos condenando cada día. Algo me dice que eso no es completamente imposible, y ese breve margen de ilusión es el que me permite seguir creyendo en la justicia. * Editor de la Revista De Cabeza. Autor de los libros Soy de la Unión, Besala como sabés, Acto de fe, testimonios de la vida de Gerardo Whelan en Chile, Diccionario Ilustrado del Fútbol y Give me a Break: Conversaciones con Diego Maquieira.

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Carli Lloyd

La mejor, hoy por hoy. Imbatible.


Todos juntos somos GasparĂ­n Por MatĂ­as Claro*


CRÓNICA / TODOS JUNTOS SOMOS GASPARÍN

A

DON LUIS todos los jugadores lo saludan. Se acercan, le dan la mano y le dicen qué bueno verlo por acá. Yo estoy sentado a cuatro o cinco puestos y escucho las breves conversaciones que don Luis tiene: gracias, hijo; aquí estoy, tirando pa’ arriba; es que no me iba a perder otro partido del Gaspa; gracias, hijo, pa’ ti también, hay que ganar hoy, como sea, hay que ganar hoy. *** El club nace el año 2012 entre cuatro alumnos del Instituto Nacional de Fútbol. Uno de ellos es dueño de una distribuidora de gas, negocio de donde sale gran parte del financiamiento y que le da el nombre al club. Otra distribuidora – Thundercats– también se involucró y aportó con parte del logo: el felino de esos dibujos animados. Así, el escudo del club es un balón de gas, un balón de fútbol, el dibujo del felino y el nombre: Club Gasparín. Apoyados por la Municipalidad de El Bosque, Gasparín FC juega de local en el Estadio Lo Blanco. El rival del partido de hoy, Club Deportivo Arturo Fernández Vial, fue fundado en 1903. *** Somos los únicos sentados en los puestos de colores de la tribuna del Lo Blanco. En la cancha, dos personas recorren las líneas, remarcándolas con tiza o cal, no lo sé. Al borde del pasto, cerca de los camarines, tres, cuatro, cinco jugadores se saludan, conversan y ríen. Las dos personas miden la distancia entre el córner y el área grande, entre el área grande y el área chica, entre el área chica y el punto penal. Don Luis me pregunta

si vengo por el Vial. No, le respondo. No viene por el Gaspa porque no lo había visto antes, me comenta. No, le vuelvo a decir. Vengo a ver el partido, quiero ver un partido de Tercera División. No hay más público en la tribuna porque falta mucho para que empiece. Hace calor, pero sopla una brisa agradable y la sombra de la tribuna nos protege. Y usted, le pregunto, ¿viene por el Gasparín? Sí, lo sigo desde que empezó, mi hijo menor juega acá, y apunta a uno de los jugadores que conversa en la entrada de los camarines. Así que vengo con mis nietos a apoyar, y me indica a dos niños que juegan arco peleado en la cancha con las líneas blancas recién marcadas. *** Detrás del arco, el fútbol es distinto. La perspectiva se pierde y el área se agiganta: una hectárea de pasto que se debe proteger. Cuando atacan hacia acá, todo es peligro y riesgo. La pelota está ahí, casi puedo tocarla, cómo es

posible que nadie patee estando tan cerca. Y cuando está al otro lado y es Gasparín el que ataca, la defensa del Vial se ve perfecta e infranqueable. La perspectiva se pierde, la cancha es inmensa y la pelota se mueve sin que uno sepa dónde está, cerca o lejos del área y el arco rival. *** Don Luis anda con un bastón. Cuando está sentado, lo sostiene entre sus piernas. Cada vez que alguien se acerca a saludarlo, él se quiere poner de pie, pero le dicen que no, que se quede tranquilo. Don Luis obedece: dice que se cansa, pero que está bien, que no se siente mal. *** La cancha está dispareja: la pelota rueda y va dando saltitos, inquieta. Los jugadores del Gasparín, acostumbrados a la localía, la controlan sin mucho problema. Pese a eso, el Vial

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quieren ir a jugar a la pelota en la misma cancha que juegan sus papás. Si no te echas, no bajas, les dicen; y ahí aceptan que los brazos y la cara les queden blancos por un rato, como un fantasmita, hasta que el bloqueador se absorba. ***

anota primero: desborde por la derecha, centro al segundo palo, un pivoteo y el delantero manda un pencazo arrastrado que el arquero no puede tapar. La barra del Vial –deben ser más de cien hinchas que viajaron desde Concepción– festeja el gol. La gente de Gasparín se queda en silencio, mirando de reojo a este montón de jóvenes sin polera que agitan banderas amarillas y negras, que gritan ¡grande Vialito conchatumare!, que tienen un bombo y cantan canciones. Cuando gracias a un penal empatan el marcador, la gente de Gasparín aplaude y apoya a sus jugadores diciendo ¡vamos, hijo!, ¡con todo, Kevin!, ¡bien pateado, Lucho! *** Me cuenta que tiene tres hijos en 43 años de matrimonio. El menor,

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Kevin, juega de central en Gasparín y es quien se preocupa de traerlo a los partidos. Por eso siempre llego temprano, me explica, aunque al doctor no le gustaba mucho la idea de salir. ¿Por qué? Porque hace seis meses me detectaron leucemia y estoy con quimioterapia. Estoy bien, me canso y todo, pero estoy bien. *** Termina el primer tiempo y un señor con su carro de completos se llena de gente del Vial. Le compran italianos, bebidas, agua mineral. Los hinchas del Gasparín siguen sentados en la tribuna, sacando de sus mochilas sanguchitos, galletas y jugos en caja para los niños: varios de ellos son hijos de los jugadores y andan vestidos con la camiseta del equipo. También sacan bloqueador solar, pero los niños no quieren echarse crema,

Yo jugaba de lateral derecho en Aviación, me dice don Luis. Hice el servicio militar en la Fuerza Aérea y ahí jugaba fútbol. ¿Hasta qué año?, le pregunto. Entré el 72 y se supone que iba a salir el 73, pero con el Golpe me dejaron hasta el 74. ¿Fue muy complicado? Gracias a Dios no me tocó hacer nada, matar a nadie. Teníamos que hacer guardia, patrullar, cosas así, pero nunca me mandaron a disparar. No habría podido. He hablado de eso con mi familia ahora, de viejo, y les digo: “si me hubieran dicho ‘¡dispara!’, no habría podido y me habrían matado a mí”. ¿Y sus compañeros? Escuché historias, tipos que les ordenaron ir a lugares, hacer detenciones. ¿Y qué pasaba? No, no les gustaba hablar después, no querían contar mucho. Había miedo a represalias. Vergüenza también. Daba vergüenza. *** El niño pasapelota se come las uñas y sigue cada jugada a la distancia, detrás del arco al que Gasparín ataca en este segundo tiempo. Cada remate que se va desviado, el niño pasapelota se lamenta una fracción de segundo, recuerda su labor, le pasa la pelota extra al arquero del Vial y sale disparado a buscar la que se fue lejos. A veces está sentado sobre el balón, otras –cuando el partido


CRÓNICA / TODOS JUNTOS SOMOS GASPARÍN

se juega en el arco de enfrente– hace jueguitos y se pone a dominar: cinco, seis, hasta quince toques le conté. Cuando se le escapa, al trote la va a buscar, vuelve al borde de la cancha, la pisa y se queda así, con un pie sobre la pelota, mirando el partido. *** No sé qué habrá pasado con él, me dice, pero hay un compañero del que nunca me olvidé. Yo ya estaba afuera. Tiene que haber sido el 75 ó 76. Estaba leyendo el diario y ahí, en un rincón de la página, viene la noticia de que murió un soldado en un cuartel de la Fuerza Aérea y aparece el nombre. Me llamó la atención porque yo lo conocía, llegamos juntos a hacer el servicio. Cuando entras, hay que “hacer circo”: es una especie de celebración, un fogón donde cada uno cuenta chistes, hace un show, canta. Es para conocerse. Y este

tipo, cuando le tocó hacer circo, cantó una canción de protesta. Era medio chascón, bien de izquierda. Nos reímos, lo aplaudimos y listo. Lo vi un par de veces más mientras yo estaba adentro, los dos de pelo corto y uniforme. Después, cuando yo me fui, no supe más hasta que lo vi en el diario. ¿Se acuerda de su nombre? Don Luis sonríe y no dice nada. Le pido disculpas, perdone si lo incomodé, no es mi intención, le explico. No, me dice, no se preocupe. Es que cada cierto tiempo pienso en él. No sé por qué me acuerdo de su chasca y su canción y de ese momento en que yo estaba leyendo el diario. Y me acuerdo de su nombre, por supuesto que me acuerdo de su nombre. *** El gol de Gasparín dejó en silencio a la barra del Vial. Recién comenzaba la segunda parte y el marcador se daba vuelta. Por eso,

los gritos de celebración de los jugadores y sus familiares se escuchan fuerte en Lo Blanco: aunque es cierto que queda mucho partido –y mucho campeonato–, nadie imaginaba que Gasparín FC, con su corta trayectoria y pocos recursos, iba a tener los resultados que estaba logrando, manteniéndose ahí, firme en la Tercera División A, soñando con pelear el ascenso a la Segunda División Profesional del fútbol chileno. *** Se llamaba Abner Briante Reyes Miers. La canción que cantó fue “La hierba de los caminos”, cuyo origen se encuentra en las trincheras del bando republicano durante la Guerra Civil Española. En Chile la popularizó Quilapayún: aparece en su disco Por Vietnam, de 1968, bajo el nombre “Que la tortilla se vuelva”. También la publicó el cantautor Rolando Alarcón en su



CRÓNICA / TODOS JUNTOS SOMOS GASPARÍN

álbum El hombre, de 1970. En YouTube, aparte de éstas, hay una versión cantada por Víctor Jara. Quizás cuál de todas ellas escuchó Abner por primera vez, cuál de todas ellas fue la referencia para aprenderla y cantarla ese día que le tocó “hacer circo” en el servicio militar. La hierba de los caminos la pisan los caminantes y a la mujer del obrero la pisan cuatro tunantes de esos que tienen dinero. Qué culpa tiene el tomate que está tranquilo en la mata y viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa’ Caracas. Los señores de la mina han comprado una romana para pesar el dinero que toditas las semanas le roban al pobre obrero. Cuándo querrá el Dios del cielo que la tortilla se vuelva que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda. *** Apenas diez minutos le duró la ventaja a Gasparín. El Vial empató y parecía que ambos equipos se resignaban a este resultado. No era lo mejor para ninguno de los dos, pero tampoco era tan malo. Los entrenadores hicieron lo que tenían que hacer para buscar algo más: cambiaron y movieron de posición a algunos jugadores, daban instrucciones pidiendo desborde, encara y gana línea de fondo, no lo sueltes que no se te vaya, bien bien bien, tuya la pelota dividida tuya, no fue nada árbitro nofuenadanofuenada, tengamos el balón, toca y abre la cancha, recupera

ahí, y eso qué es si no es amarilla, no está en off side está en línea lo habilita el lateral cómo no lo ve por la cresta está habilitado; pero el empate seguía y el partido se acercaba a su final. Al minuto 83, en una jugada de poco peligro –un centro que la defensa de Gasparín no pudo rechazar–, la pelota le quedó a uno del Vial al borde del área. Borde interno al palo más alejado del arquero. En el ángulo. Golazo. La banca visitante entró a la cancha a celebrar, a abrazarse en un montoncito que se armó cerca del córner. Los de Gasparín se quedaron de pie, estáticos y en silencio. La pelota, después de golpear la malla, rebotó y entró a la cancha rodando, saltando débilmente cada irregularidad del pasto, hasta que un jugador de Gasparín la recogió para reanudar el partido. *** ¿Y la enfermedad, cómo va?, le pregunto. Tirando pa’ arriba, no me voy a entregar fácil, dice don Luis. Cuando me la pillaron, me dieron cinco meses de vida si no me trataba. Así que decidí dar la pelea y llevo seis. Voy a las quimio, tengo un catéter en el cuello, y me canso y me duele, pero sigo peleando no más. Se desabrocha el primer botón de la camisa y se despeja hacia el hombro derecho: me muestra las pequeñas heridas y marcas que el tratamiento le está dejando. Yo –insensible– debo haber puesto cara de incomodidad, de temor, porque don Luis me dice que él está tranquilo, que no lo ha pasado tan mal. ¿Sabe qué? Ni miedo a la muerte le tengo, me explica. Trabajé muchos años como guardia del Hospital Barros Luco y vi pasar de todo. Gente agonizando, personas que se morían antes de entrar de lo mal que llegaban. Enfermos

que se iban yendo de a poquito y otros que venían con heridas y se morían sin darse cuenta. Lo que a veces me da pena es dejar sola a mi señora y a mis hijos. Dejarlos solos a ellos. Eso es lo único que me complica. Y el Gaspa también. Me gustaría alcanzar a verlos en Segunda. Eso sería histórico, imagínese: el Gasparín siendo un equipo profesional. *** Termina el partido. Gasparín FC dos, Club Deportivo Arturo Fernández Vial tres. Los jugadores del Vial se abrazan y felicitan. Es un triunfo importante que los mantiene cerca del tope de la tabla. En los de Gasparín, desazón. Tenían que ganar para seguir acortando distancia con el grupo de arriba, los que van a disputar el ascenso hasta el final del torneo. Cansados, se acercan al borde del campo y saludan a su gente, agradeciendo el apoyo. Desde la tribuna, don Luis y los demás responden con aplausos y gritos de ¡vamos Gaspa! Los niños también aplauden y gritan, pero sólo hasta que uno de ellos, con una pelota en los brazos, baja corriendo las escaleras. Los otros niños –casi todos– corren detrás de él, y así pareciera que la tribuna los aplaude a ellos mientras salen a la cancha a jugar. * Conductor del programa de radio “Libros a la cancha” (@librosalacancha en Twitter, “Libros a la cancha” en Facebook), un espacio de fomento a la lectura mediante los vínculos entre literatura y deporte.

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CRÓNICA / ¿CUANTOS AÑOS TIENE LA “U”?

¿CUÁNTOS AÑOS TIENE LA “U”? Por Gustavo Villafranca Cobelli*

“El Club Deportivo de la Universidad de Chile no se puede desprender del Internado F.C. Son muchos eslabones de una misma cadena”. Dr. Eduardo Herrera Celis.

A

MEDIADOS de noviembre pasado se convocó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile al “Congreso de Historia de la U”, donde se abordó desde el período de la génesis del Club, hasta nuestros días. Uno de los temas que generó particular interés entre la concurrencia fueron los antecedentes previos a la formación del Club Universidad de Chile, y en particular, a la efeméride que actualmente celebra Azul Azul: el 24 de mayo de 1927. La brillante exposición realizada en el Congreso por el investigador Sebastián Núñez y el ex vicepresidente del Club Deportivo, Patricio Scaff, deja muchas interrogantes sobre esta fecha. Así, la resolución sobre la efeméride se trató

seriamente en distintos Consejos durante los años sesenta y, por décadas, fueron otras las fechas de aniversario de Universidad de Chile. Asimismo, los investigadores demostraron que el 24 de mayo de 1927 carece de gran trascendencia en relación a otros hitos de la historia del Club. Consultado Azul Azul sobre si recibieron algún documento de la Casa de Estudios o de la Corfuch, respecto a la efeméride del Club, al momento de tomar el control de la “U”, no hubo respuesta. Ese silencio podría interpretarse como una señal de que el 24 de mayo de 1927 no tiene un registro oficial y fue elegida arbitrariamente por la S.A., ignorando que la fecha de inscripción oficial de la “U” en la ANFP es el 29 de octubre de 1928. Por otro lado, no se tomó

en cuenta que la “Revista de la U” celebraba el 25 de marzo de 1911 y que la directiva de René Orozco –tras investigación previa de Raúl Farfán– conmemoró ruidosamente los 85 años del Club el año 2004 en Casa Piedra (entendiendo que había sido fundado el 1 de abril 1919). De más está decir que ninguna de estas tres fechas guarda relación con la efeméride actual. ¿Qué habrá motivado a la concesionaria del Club a elegir arbitrariamente el 24 de mayo de 1927? Una primera versión al respecto se puede encontrar el año 2010: “¿Te das cuenta que la U nunca celebra su aniversario? Para Azul Azul, la fecha exacta del nacimiento (y la más aceptada) es el 24 de mayo de 1927”. En todo caso, es para el 2012 –justo el día en que la “U” y Libertad luchaban por un

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cupo a semifinales de la Libertadores– que la empresa controladora comienza a hacer algo que jamás había sucedido hasta entonces: celebrar el 24 de mayo como el día del nacimiento del Club Universidad de Chile. La elección del 24, sin embargo, parece no haber sido elegida por razones históricas, pues el 25 de mayo de 2007 es la fecha en que la Sociedad Anónima toma el control del Club, lo cual cada año, religiosamente, conmemoran los hinchas del equipo con una velatón. Este simbólico acto pasa desapercibido para la gran masa de seguidores y los medios de comunicación, quienes están mucho más preocupados y expectantes de los actos de celebración del 24 que de otro hito asociado a la “U”, para lo cual juegan un rol clave las plataformas comunicacionales de la S.A., que tienen llegada directa a cerca de un millón y medio de hinchas. ¿Instrumentalizó Azul Azul el 24 de mayo de 1927 como la efeméride de la “U” para opacar la conmemoración que los hinchas hacen de la pérdida del Club a manos de la Sociedad Anónima? ¿Qué pasó el 24 de mayo de 1927? Aquel día, en los antiguos salones de El Diario Ilustrado, ubicado en la intersección de las calles Morandé con Moneda, se realizó una asamblea que aprobó la fusión del Internado Fútbol Club, el Club Atlético Universitario y el Club Náutico Universitario, con el respaldo de la Federación Universitaria de Deportes (FUD). En ese hito se basa Azul Azul para poner tal fecha como el nacimiento oficial de la “U”, a pesar de que hay una serie de próceres, hechos anteriores a su concreción y diferentes

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teorías respecto a si su validez corresponde al nacimiento del hoy popular equipo universitario.

LA INVESTIGACIÓN EN LOS AÑOS 60`

El 2 de octubre de 1964 el Honorable Consejo del Club Deportivo de la Universidad de Chile encomendó al doctor Eduardo Herrera Celis a investigar la fecha de fundación del Club, pues hasta entonces no existía una celebración de aniversario oficial sobre su fundación. Esto debido al incendio en la secretaría del Club Universitario en la calle Huérfanos, que destruyó sus actas, y porque la Asociación de Fútbol de Santiago vendió todos los archivos de la época, que llenaban dos oficinas, como papel usado. La investigación de Herrera Celis fue presentada el 19 de julio de 1968 al Club y publicada en un libro recién el año 1986 con el nombre “Historia y Efemérides del Internado F.C. y de la “U”, donde señala en su capítulo 1º que el “24 de mayo de 1927 es la fecha en la cual el Internado Fútbol Club, fundador del fútbol universitario, cambió su nombre por Club Universitario de Deportes ”. Y en 1934, se denominaría finalmente Universidad de Chile tras un decreto del rector Juvenal Hernández. Anteriormente, en una sesión celebrada el día anterior de la presentación de la investigación de Herrera Celis, el Honorable Consejo del Club Deportivo de la Universidad de Chile había acotado la resolución de la efeméride a 4 fechas: 25 de marzo de 1911 (fundación del Internado F.C. –Universitario–), 2

de mayo de 1927 (cambio de nombre del Internado a “Internado Fusionado Universitario de Deportes”), 1 de abril de 1919 (fundación de la Federación Universitaria de Deportes) y 29 de octubre de 1928 (inscripción legal de los estatutos). Por 10 votos a favor y 5 en contra, se resolvió como fecha de fundación el 1 de abril de 1919, aunque especificando que esa fecha es válida para el Club Deportivo, pero no necesariamente para la entonces llamada Rama de Fútbol. Entonces, la investigación encomendada a Herrera Celis, ni siquiera considera como opción los hechos del 24 de mayo de 1927.

25 DE MARZO DE 1911: EL INTERNADO F.C. El 19 de junio de 1895 se creó en Valparaíso la Foot-ball Association of Chile, lo que incentivaría al rector del Instituto Nacional de Santiago a formar el primer equipo escolar del país: Instituto Nacional Foot-ball Club. En 1902, después de separarse de la sección de alumnos internos del Instituto Nacional, se forma el Internado Nacional Barros Arana (INBA). Y el 20 de mayo de aquel año, se crea el Internado Football Club. Para el verano de 1908, Internado ya era el ganador de la Copa Municipal y la Copa Interescolar, luego de participar 2 años en este (por contar sólo con equipo escolar: infantil y juvenil). Y entre 1905 y 1910, en tanto, el


Internado compite en la Asociación Arturo Prat, obteniendo dos títulos en el torneo donde jugaban distintas instituciones educacionales de Santiago. Los ex alumnos del INBA y por entonces ya en su mayoría estudiantes de medicina de la Universidad de Chile, estaban decididos a seguir jugando e ingresar a la Asociación de Football de Santiago (AFS). El 25 de marzo de 1911, el arquero Carlos Fanta, presidente del Club Escolar, obtendría el apoyo del rector del Barros Arana, Eduardo Lamas, para crear la sección universitaria del Internado, con lo que continuó la rama escolar

participando en la Asociación Arturo Prat con sus series menores, mientras el nuevo club quedaría años más tarde desvinculado del INBA. El rector Lamas dejó registrado el hecho en sus documentos personales con aquella fecha. La Nación, en su edición del domingo 27 de abril de 1919, menciona que se acuerda reorganizar el Internado, “dejando establecido que la Institución no tendrá en lo sucesivo relación alguna con el Establecimiento cuyo nombre lleva”. Asimismo, “el Club se desliga de los equipos escolares e infantiles del Internado Barros Arana y se presentará con un

solo cuadro en la Competencia de la Copa Chile”. Desde su nacimiento en 1945 hasta el Nº 93 de febrero de 1953, la “Revista de la U” tuvo el 25 de marzo de 1911 –fundación del Internado F.C. Universitario– como el día oficial de la efemérides del Club Deportivo de la Universidad de Chile, entre la información corporativa que presentaba a sus lectores.

2 DE MAYO DE 1927:

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FUSIÓN INTERNADO F.C. Y FEDERACIÓN UNIVERSITARIA DE DEPORTES

El equipo del Internado participaría sin interrupciones hasta 1926 de la AFS. Unos años antes, ya había sido elegido como su presidente Arturo Flores Conejeros, quien se dedicaría a engrandecer las otras actividades deportivas del Club, tales como atletismo, tiro al blanco, tenis y boxeo. Flores fue reelegido por varios períodos consecutivos, lo que repercutiría en un equipo de fútbol cada vez más competitivo, que logra la Copa Chile al año siguiente utilizando exclusivamente a jugadores universitarios, los que eran parte de la Federación Universitaria de Deportes e integrantes de diversas selecciones universitarias, según consta en varios registros. En 1927, Arturo Flores Conejeros

inició las gestiones para incorporar el Internado a la Liga Central de Fútbol de Santiago (LCF), fundada gracias a la reunificación de las otras rectoras del fútbol chileno. La gran cantidad de equipos que iban a componer la LCF obligó a los clubes a fusionarse para robustecer su capacidad futbolística ante una posible eliminación al final de la temporada, lo que llevó a Flores a realizar gestiones para fusionar el Internado con Green Cross, idea que terminó siendo rechazada por este club, a pesar de que las tratativas estaban muy avanzadas. Esta situación generó un escenario complejo para el Internado, pues de más de doscientos equipos queradon sólo veinte en primera división, según se aprobó en la Asamblea del 28 de enero, que establecío el 2 de mayo como último plazo para lograr la inscripción del Internado.

En una arriesgada apuesta, Arturo Flores Conejeros, junto con el jugador del Internado y presidente de la Federación Universitaria de Deportes –Marcial Baeza–, a última hora del 2 de mayo de 1927 lograron inscribir al Internado FC como “Internado Fusionado Universitario de Deportes”. El hecho que esta institución estuviera desde entonces ligada con otros clubes, con una cantidad alta de socios, hizo que su matrícula fuera bien vista y aceptada por la LCF. Veintidós días más tarde de aquella inscripción, el 24 de mayo de 1927, los representantes de la Federación Universitaria de Deportes, del Club Atlético Universitario


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y del Club Náutico Universitario asistieron a la cuenta anual del Internado, dirigida por su presidente Arturo Flores Conejeros. El presidente del ahora llamado Internado Fusionado Universitario de Deportes comunicó la necesidad de fusionarse bajo el nombre de “Universitario” para poder cumplir con las exigencias de la Liga Central de Fútbol. “De inmediato, la atmósfera se rompió en espontáneas expresiones de apoyo, y luego de escuchar la posición de distintos socios, la junta general llega al acuerdo unánime de efectuar el cambio”, consignó El Mercurio en su edición del jueves 26.

Asimismo, diferentes medios de la época evaluaron la reunión del 24 de mayo como la oficialización de un cambio de nombre del Internado Universitario a Universitario de Deportes (CUD), más que la creación de un nuevo Club. Al respecto, Herrera Celis concluyó en su investigación que en 1927 “no hubo fundación de club y por lo tanto no hay socios fundadores. ¿Por qué? Porque los dirigentes y los jugadores tanto del Internado como de la Federación Universitaria de Deportes son los mismos”.

1 DE ABRIL 1919: FEDERACIÓN UNIVERSITARIA DE DEPORTES

La inquietud por el fútbol en la Casa de Bello comenzó varias décadas antes de 1927, teniendo sus antecedentes en el “Centro Deportivo Escuela de Medicina” –fundado el 21 de mayo de 1905–, el cual no sólo estaba constituido por practicantes de fútbol, sino que también de otros deportes, teniendo incluso un Centro Femenino. La Escuela de Medicina sería gran impulsora del deporte en la casa de estudios, y particularmente del fútbol, jugando el Campeonato Universitario contra las distintas Facultades y siendo gran dominador en las competencias universitarias, pues la mayoría de sus jugadores competían por el Internado. Como una necesidad y cauce a la inquietud deportiva del estudiantado universitario, el 1 de abril de 1919 se fundó la Federación Universitaria de Deportes (FUD). La organización tenía por finalidad organizar las manifestaciones deportivas de las distintas

facultades a través de torneos internos, interfacultades, competencias interuniversitarias o con clubes y/o asociaciones externas a la casa de estudio. Además, se caracterizaba por difundir la práctica del fútbol, tenis, boxeo, atletismo, tiro al blanco, béisbol y tenis de mesa entre la juventud universitaria, y de organizar periódicamente competencias. En su edición del 3 de julio de 1925, la revista Los Sports publica una entrevista al presidente de la FUD, Marcial Baeza, quien critica el escaso interés de la universidad en el deporte: “Si en nuestros establecimientos deportivos no se desarrolla una actividad deportiva, ello no se debe a los estudiantes, el entusiasmo existe, pero se estrella él contra la valla insalvable de la indiferencia de las autoridades universitarias”. En la misma publicación, el presidente afirma que uno de sus principales objetivos es tener la “personalidad jurídica de la institución”. Y unos meses más tarde –el 16 de octubre–, en la misma publicación, Baeza se lamentaría por no haber concretado la gira de la FUD a Chillán y Concepción, al no estar el equipo bajo la tuición de la Federación de Fútbol, lo que sí tenía el Internado F.C.

29 DE OCTUBRE 1928: INSCRIPCIÓN LEGAL CLUB UNIVERSITARIO DE DEPORTES

1928 es un año de definiciones, partiendo por una entrevista que publica La Nación, el 16 de enero, a Arturo Flores Conejeros, quien señala que “el Internado ha pasado a ser la sección de fútbol del gran Club Universitario

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de Deportes”. En este contexto, el hito más importante ocurre el 29 de octubre de 1928, más de un año después de su fusión de hecho, en la notaría de Humberto Valenzuela Vargas, donde se da cuenta de su nacimiento legal, especificando en su artículo 1º: “Fúndase en Santiago de Chile una asociación con el nombre de Club Universitario de Deportes de Chile teniendo como domicilio la capital de la República”. Asimismo, en su artículo 2º señala: “El Club Universitario de Deportes es una institución de aficionados ajenos a cuestiones políticas o religiosas y cuyo fin es propender al estímulo y desarrollo de los deportes en general, al mismo tiempo destinada a fomentar el espíritu de confraternidad entre los universitarios” . Los diez primeros socios del club Universitario de Deportes quedaron registrados en este orden: Arturo Flores Conejeros, Óscar Castro V., Santiago Rebolledo E., Luis Tisné Brousse, Carlos Lund E., Eduardo Salgado C., Óscar Palma S., Raúl Vera I., Roberto Martínez R. y Eugenio Ampuero V. Finalmente, 8 de abril de 1934, siendo rector Juvenal Hernández, se produce una reestructuración interna impulsada por la Casa de Estudios que terminó por apropiarse del Club, que hasta entonces fue producto de las inquietudes estudiantiles, a través del Decreto Nº 72 que creaba el cargo de “Consejero de Deportes”, siendo designado un representante de la universidad dentro del CUD, ante el rector y los distintos funcionarios, con lo cual el “Club Universitario de Deportes de Chile” se convierte

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en la Universidad de Chile que hoy conocemos. Este Decreto, a su vez, estableció que todos los alumnos de la universidad pasaban a ser automáticamente socios del club universitario y designó un Directorio Nacional encabezado por el mismo Arturo Flores Conejeros.

¿CUÁL ES ENTONCES LA FECHA DE ANIVERSARIO DE LA “U”?

Azul Azul no hace justicia con la historia al imponer antojadizamente el 24 de mayo de 1927 para la celebración de la efeméride de Universidad de Chile y provoca una falta de respeto a la memoria de los próceres del Club –Carlos Fanta, Arturo Flores Conejeros, Marcial Baeza y Juvenal Hernández– al instrumentalizar una fecha, que si bien tiene relevancia, jamás ha sido considerada por los investigadores entre las opciones dentro de la discusión sobre la fundación. La discusión sobre la efeméride del Club Universidad de Chile es una materia que deben revisar las autoridades de la Casa de Estudios y de Azul Azul seriamente. Para lo anterior, es fundamental convocar a historiadores e investigadores idóneos que levanten la información. Si bien existe una fecha (1 de abril de 1919) que sancionó el Honorable Consejo en 1968, aquella efeméride es aplicable al Club Deportivo (que se extinguió en 1984). El escenario actual –la “U” es hoy sólo un club de fútbol– es una oportunidad para volver a debatir respecto a cuál es la fecha que debemos conmemorar y realizar una publicación documentada que

resuelva el entuerto. Mientras, no queda otra opción que reflotar la frase del gran Ulises Ramos – campeón como jugador en 1940 y técnico en 1969– quien decía: “¿No ve que la U tiene nombre de mujer y por eso uno no le puede saber la edad?”. * Periodista, Magister en Comunicación Estratégica. Autor del libro Peregrinaje a El Salvador (Edición Digital, 2014), y fundador de la página www.uestadisticas.cl.


HOPE SOLO

Se echĂł encima a Brasil completo al manifestar su temor por el Zika. QuĂŠ le importa, que vengan de a uno.


FĂştbol y polĂ­tica por otros medios Por Paulo Flores*

Entrevista: Brenda J. Elsey Historiadora estadounidense

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ENTREVISTA / BRENDA J.ELSEY

A

PESAR de su popularidad, no es común que el fútbol sea considerado por los académicos e investigadores como un objeto de estudio. Sin embargo, ese vacío se ha ido llenando en las últimas décadas. En este sentido, el trabajo de la historiadora estadounidense Brenda J. Elsey constituye uno de aquellos esfuerzos, cada vez menos aislados, por darle al fútbol un tratamiento adecuado como fenómeno social. Para esta profesora de la Universidad de Hofstra, Nueva York, el fútbol chileno se ha transformado en uno de sus temas predilectos, al cual le ha dedicado algunos artículos y el libro Citizens and Sportsmen: Fútbol and Politics in Twentieth Century Chile (2011) lo que le he significado convertirse en una especie de referente del tema para sus colegas. Sin lugar a dudas un caso muy particular, de quien vincula ―con mucho talento― una de las pasiones más arraigadas con la política, los temas de género y la sociedad civil. ¿Por qué escogiste el fútbol como objeto de estudio? En un principio estaba interesada en el rol de las asociaciones cívicas, los asuntos de género y la cultura popular en el modelamiento de las actitudes y las prácticas políticas. Luego, cuando visité Santiago por primera vez, hace más de una década, me alojé en el barrio República en donde desarrollé curiosidad por la cercanía entre las sedes sindicales y las sedes de los clubes de fútbol, y por los debates que allí se generaban.

Ese fue probablemente uno de los primeros momentos en donde pensé que el fútbol podría ser un caso de estudio para el tipo de preguntas históricas que estaba interesada en investigar. En términos generales, ¿cómo se ha investigado en los últimos años? Durante los últimos veinticinco años el fútbol se ha estudiado de toda forma imaginable, ya sea para probar teorías económicas, probabilidades matemáticas, historias sociales, psicología de grupo, y cualquier otra disciplina que uno pueda pensar. Desafortunadamente, la mayor parte de la literatura se centra en Europa o en grandes clubes profesionales, y a veces, en selecciones nacionales. Hay muy poco trabajo de calidad sobre mujeres y menos aún sobre la política de la educación física. Muchos respaldan una visión apolítica del estudio y difusión del fútbol, ¿qué argumentos se pueden establecer para cuestionar tal visión? Es imposible considerar como apolítica una industria multimillonaria que crea eventos que millones de personas ven simultáneamente y que ha inspirado un sinnúmero de publicaciones. Además, decidir dónde dibujar la línea entre lo que es político y lo que es “puro”, “moral” o “libre” es en sí, una acción política. Es decir, ¿existen contradicciones en este punto?Históricamente, los conservadores han definido los intentos por democratizar la cultura como políticos y sus

propios esfuerzos para mantener espacios privados y elitistas como “más allá de la política”, y esto trae implicaciones significativas para el espacio público. La contradicción fascinante del fútbol es que aun cuando frecuentemente reproduce represión, es vivenciado como liberación. De esa forma, no puede ser completamente considerada como una fuerza de opresión, pues debemos entender que existen posibilidades de construir estructuras alternativas a la maquinaria global profesional de hoy en día. Sobre la relación entre fútbol y política es común la literatura que la trata “desde arriba”, como por ejemplo, el uso de este deporte dado por diferentes autoridades para buscar apoyos, legitimarse o validarse, entre otros, ¿cómo se ha reforzado esa relación social de desigualdad? En general, y al menos desde los años sesenta, el fútbol profesional ha reforzado las jerarquías sociales. En Chile, probablemente no hay mejor ejemplo que Colo Colo, que cuenta con el seguimiento apasionado de su gente que fue la más oprimida durante la dictadura, pero al mismo tiempo recibió la mayor cantidad de subsidios por parte del régimen de Pinochet. Las culturas del fútbol local, que podrían haber sido anti-autoritarias en algún momento, han sido socavadas por las fuerzas de la globalización, en donde corporaciones multinacionales controlan ligas profesionales y en donde el talento sudamericano es orientado hacia Europa, cuando

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En Chile, probablemente no hay mejor ejemplo que Colo Colo, que cuenta con el seguimiento apasionado de su gente que fue la más oprimida durante la dictadura, pero al mismo tiempo recibió la mayor cantidad de subsidios por parte del régimen de Pinochet. Las culturas del fútbol local, que podrían haber sido anti-autoritarias en algún momento, han sido socavadas por las fuerzas de la globalización, en donde corporaciones multinacionales controlan ligas profesionales y en donde el talento sudamericano es orientado hacia Europa, cuando sea posible, o más recientemente hacia la liga china. sea posible, o más recientemente hacia la liga china. Específicamente, en los orígenes del fútbol chileno, ¿a partir de qué situaciones lo podemos entender en relación con la política? Dado el poder del fútbol, como actividad y como cultura popular, la clase política ha tenido un incentivo lógico para moldearlo. Históricamente, en el caso de Chile, los jugadores que conformaban los clubes identificaban la relación entre la cultura y la política de manera muy consciente. Desde un principio, la preservación de los privilegios de clase fue crucial entre los hombres de la elite que fundaron los primero clubes de fútbol. Ya fueran conservadores o liberales, estos responsabilizaban de los problemas de la clase trabajadora a sus supuestos malos hábitos. El fútbol fue una entre varias prácticas de origen europeo que las elites esperaban que fueran emuladas por los trabajadores. Sin embargo, los hombres y mujeres de las clases trabajadoras no adoptaron este conjunto de valores. Existen casos importantes en donde los trabajadores formaron asociaciones deportivas que explícitamente desafiaban las jerarquías de clase, y de esa forma podemos decir que eran abiertamente políticas.

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En este sentido, ¿el fútbol fue un canal de expresión político y social? Las asociaciones deportivas de la clase trabajadora nacieron como una respuesta colectiva a la discriminación que experimentaban. Baldomero Loyola, periodista y futuro cofundador del Partido Socialista Obrero junto a Luis Emilio Recabarren y Elías Lafertte, reunió a doce clubes para formar la Asociación Obrera de Football en 1906. Dicho organismo, que esperaba desasociar a los clubes obreros de aquellos clubes calificados como “burgueses”, permitió a sus miembros familiarizarse con los conocimientos fundamentales de la política. Otro caso interesante ocurre una vez que comienza la internacionalización del juego. Allí la regulación del representativo nacional también se vuelve un tema muy político. En este caso, durante los años veinte, cuando los trabajadores delegados a la Asociación de Fútbol de Santiago demandaron que la organización subsidiara los gastos de los viajes de los atletas que competían internacionalmente, mencionando que esto ayudaría a mejorar el rendimiento, fueron acusados de tratar de intentar crear una “dictadura del proletariado”. ¿La inauguración del Estadio Nacional en 1938 es un buen

ejemplo de politización del fútbol? Arturo Alessandri imaginó que la inauguración del Estadio Nacional sería uno de los momentos cúlmines de su carrera política, pero en lugar de eso, su discurso inaugural estuvo lleno de pifias. Un fiasco, considerando que el club Eugenio Matte recibió una ovación cuando sus miembros alzaron los puños en honor a los socialistas mientras desfilaban frente a Alessandri. A su vez, el término “elefante blanco” se popularizó en el Chile urbano precisamente porque los miembros de los clubes y los periodistas reconocieron el enorme costo, el nepotismo y la manipulación política de la administración de Alessandri. Postulas que la profesionalización del fútbol chileno no acabó con el amateurismo, ¿cómo fue esa convivencia? La relación entre los dos está llena de tensión. Primero, se suponía que la asociación profesional estuviera conformada por equipos de diferentes regiones, pero finalmente fueron ocho equipos de Santiago los que formaron la primera liga profesional chilena en 1933. De manera casi inmediata, estos prohibieron los tradicionales juegos entre amateurs y profesionales. Otro conflicto emerge en relación al Estadio Nacional. Los amateurs querían que fuera utilizado por


ENTREVISTA / BRENDA J.ELSEY

tantos ciudadanos como fuera posible, mientras que los profesionales querían que solo se usara para ciertos partidos. Sin embargo, el amateurismo floreció en el Chile de mediados del siglo XX en clubes sindicales y de barrio, y estos clubes, aunque centrados en el fútbol, fueron por mucho más. Por ejemplo el club de fútbol del Sindicato Industrial de Cristalerías de Chile, en Barrio Franklin, incluía baloncesto, ciclismo, tenis de mesa, entre otras actividades.

sede. Aguirre Cerda, mientras era ministro del Interior de Arturo Alessandri, ofreció concesiones de uso de terrenos a clubes de fútbol así como premios y otros favores. Juvenil Obrero FC, uno de los clubes más populares del barrio Yungay, fue formado para luego solicitar el apoyo del Partido Radical, esto como muestra de que el clientelismo no era solamente desde arriba. En retorno, los radicales participaban de las actividades del club.

manera más general, la dictadura desmanteló los clubes de fútbol. De hecho, es posible ver una reducción drástica en el número de nuevos clubes durante ese periodo. Los militares persiguieron dirigentes, reemplazaron a los directores de los clubes con personal militar, designaron un general como presidente de la ANFP, prohibieron las elecciones y establecieron mayores requisitos para que estos pudieran mantener su legalidad.

Los clubes de fútbol en Chile, ¿han servido para articular estrategias políticas? Aunque el Partido Radical dominó los clubes de fútbol en las primeras décadas del siglo, los clubes de fútbol desde los treintas en adelante tenían estrechos vínculos con los partidos Socialista y Comunista, debido fundamentalmente a los esfuerzos de los sindicatos. El senador radical, Héctor Arancibia Lazo, quien organizó la campaña

¿Qué rol cumplieron los clubes amateurs durante el gobierno de la Unidad Popular? Luis Figueroa, conocido líder de los trabajadores, postulaba que los deportes profesionales no podrían estar alineados con el socialismo. Él dudaba que los deportes alcanzaran el mismo rol didáctico que la música folclórica y el teatro para los trabajadores. Por su parte, el periódico de izquierda Puro Chile caricaturizaba a los hinchas del

…Y las mujeres en el fútbol chileno, ¿cuándo, cómo, dónde? La primera evidencia que he encontrado de un club femenino de fútbol es el de la Escuela de Talca, alrededor de 1910. En dicha época, los “expertos” en educación física recomendaban que las mujeres participaran en ejercicios de flexibilidad y otros similares para “mejorar su belleza”. En los años veinte, las mujeres participaban en clubes deportivos de barrio formando principalmente secciones de baloncesto o tenis de mesa. Sin embargo, comúnmente eran puestas en la misma categoría que los niños del club, es decir sin voz ni voto. Por otra parte, los deportes individuales como el tenis y la gimnasia, eran fomentados para ellas, mucho más que el fútbol. No es sino hasta la década de 1950 que los clubes de mujeres emergen de los barrios específicamente para jugar fútbol. Los primeros clubes femeninos que capturaron la atención generalizada fueron Las Atómicas y Las Dinamitas que se formaron en dicha década en San Miguel. En esa época, los dirigentes locales, así como la revista Gol y Gol dieron un gran apoyo, pero la idea de mujeres jugando al fútbol generaba gran controversia,

los clubes de fútbol desde los treintas en adelante tenían estrechos vínculos con los partidos Socialista y Comunista, debido fundamentalmente a los esfuerzos de los sindicatos. de Arturo Alessandri en 1920 y la de Pedro Aguirre Cerda en 1938, estaba muy vinculado con las asociaciones deportivas. Él movilizó a deportistas y clubes en favor de los dos candidatos. El mismo Aguirre Cerda trabajaba como Vicepresidente de la Asociación de Fútbol de Santiago cuando fue elegido presidente. Políticos como ellos, promovieron que las ramas juveniles se organizan en clubes, por ejemplo las Juventudes Radicales, formaron Santiago Infantil FC en las oficinas de la

fútbol como ignorantes. A pesar de eso, el fútbol amateur proveía importante apoyo en las tomas de terrenos, incluso antes de la Unidad Popular. Por ejemplo, los clubes de La Victoria sirvieron como instrumentos para la integración, repositorios de historia local y centros de experiencia organizacional. ¿Qué significó, para la estructura del fútbol amateur, la dictadura militar? Tal como sucedió con las asociaciones cívicas de

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incluso entre las mujeres. De todas maneras, hacia la década de 1960 el fútbol femenino estaba ampliamente diseminado. Para muchos, el fútbol es una actividad que se sustenta en la masculinidad, de hecho hace muy poco, Luis Suárez expresó en redes sociales que era “una cosa de hombres”, ¿qué refleja esto? Sin lugar a dudas que una de las atracciones centrales del fútbol para algunos hombres es el escape de las responsabilidades domésticas. Como puedes ver en los comentarios de Suárez, o peor aun cuando Diego Maradona sugirió recientemente que los entrenadores con mal rendimiento en el fútbol masculino fueran transferidos al fútbol femenino, no todos los jugadores son aliados de sus pares femeninos. Lamentablemente, Suárez parece no estar al día de que su propio club tiene uno de los mejores equipos femeninos de Europa. El fútbol es un lugar clave para la producción de imágenes del poder masculino, la creación de la estética del arquetipo del cuerpo masculino y el refuerzo de la idea de dominación de los hombres como agentes políticos. Está claro que el fútbol ha sido un elemento central en las relaciones intergeneracionales entre los hombres y las ideas de cómo ser un “hombre de verdad”, pero esto ha variado significativamente de acuerdo a las diferentes clases, regiones y etnicidades. Por otra parte, en el periodismo deportivo dominante y en la cultura de las hinchadas, a lo largo del siglo XX, vemos la profunda marginación de la mujer, conectada con la homofobia desenfrenada y el odio abyecto

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No es sino hasta la década de 1950 que los clubes de mujeres emergen de los barrios específicamente para jugar fútbol. Los primeros clubes femeninos que capturaron la atención generalizada fueron Las Atómicas y Las Dinamitas que se formaron en dicha década en San Miguel. a los rasgos definidos como características femeninas. ¿Cuál es el estado del fútbol femenino a nivel mundial?, ¿qué lo caracteriza? Aunque en el discurso es respaldado, continúa siendo subdesarrollado y carece del apoyo de los mecanismos públicos que benefician al fútbol masculino. De acuerdo con información de la FIFA, el 15% de los fondos que ellos proveen están preasignados para las mujeres. Sin embargo, CONMEBOL y las asociaciones nacionales, incluyendo la ANFP, han sido incapaces de demostrar cómo usan esos dineros. Chile y Argentina representan dos de las paradojas más grandes en términos de posiciones en el ranking. Por ejemplo, al mismo tiempo que Chile ganaba la Copa América por segunda vez, el equipo nacional femenino descubría que no podía ser ni siquiera ranqueado. Pero ello no se trata de una anomalía: seis de los diez equipos sudamericanos —Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay— aparecen como “inactivos” en la clasificación más reciente de la FIFA, es decir, se les puede hallar al final de los 132 equipos activos. Para las mujeres que han trabajado años para escalar en el ranking mundial sin recibir compensación ni reconocimiento resulta desalentador. Los

puestos en el ranking suben durante el año de clasificación y se desploman una vez que las federaciones archivan el fútbol femenino hasta el siguiente torneo. Chile parece ser quien tiene la caída más pronunciada, por lo menos institucionalmente. Cuando las jugadoras chilenas descubrieron que habían desaparecido de la clasificación, fundaron una nueva organización, la Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino (ANJUFF), en respuesta no solo al estado del seleccionado nacional, sino a las carencias administrativas extremas que aquejan a los veinte o más equipos femeninos del país. ¿Qué se debería hacer para mejorar la situación del fútbol femenino? De partida, las asociaciones nacionales, en especial la ANFP, deben mostrar a dónde va el dinero para el desarrollo del fútbol femenino que es entregado por la FIFA. Además, sería esencial que los subsidios gubernamentales al deporte profesional señalaran de manera explícita la inclusión de niñas y mujeres como parte de los beneficiarios. *Profesor de Historia. Actualmente colabora en la creación de textos escolares. Defiende el estudio del fútbol desde la perspectiva de las Ciencias Sociales.



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Un bordado rojo y amarillo Por Katherine Becker Bozo*

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CRÓNICA / UN BORDADO ROJO Y AMARILLO

M

I ABUELITA Clara es hincha de la Unión Española. Cuando la escucho relatar su vida, entiendo que es más que un equipo; aunque suene a lugar común, es un sentimiento que la ha acompañado durante toda su vida. No sé en qué año nació, eso es secreto de Estado, sólo sé que tiene más de 80 y menos de 90, pero que no sepa que lo conté: me mata. Su mamá, Antonia, era española e hincha de la Unión. Enviudó joven, cuando mi abuelita era una niña de 8 años, y como no podía hacerse cargo de sus tres hijos y trabajar al mismo tiempo, decidió mandar a Clarita a un hogar de monjas españolas. Largos años de punto cruz y cadeneta, de rosarios y ángelus, y de muchas travesuras. Clarita era muy desordenada, pero las monjas le tenían buena porque era la mejor bordando manteles… y además le gustaba la Unión Española. Cuando salió del Hogar Español, volvió a su casa en Independencia, cerca del Santa Laura. Sus hermanos eran hinchas acérrimos, iban siempre al estadio. Si la Unión ganaba, tomaban; si perdía, también… y para qué decir si empataban. Clarita, sin embargo, no podía ir al estadio porque tenía que trabajar; si no estaba en la fábrica de confección de ropa, se llevaba los bordados a su casa. Sus hermanos, en cambio, trabajaban en una ferretería y una panadería, ambientes que rebosaban amor por el equipo ibérico, por lo que siempre contaban con el permiso

de sus jefes para ir a los partidos. Clarita se casó con Emilio, quien sería, años más tarde, mi abuelito Emilio. Pero más importante que eso –al menos para esta historia– es que él era fanático de la U. Y eso la volvió tolerante con los hinchas azules, pero ni tanto. Para una final de la Unión con la U me reconoció que le daba lo mismo ver a todos sus nietos tristes: ella quería ser campeona. Y me sorprendió, porque los nietos somos lo más importante para la Clarita. Si hiciera un ranking de sus amores, en el primer lugar habría un quíntuple empate: mi abuelito, la Unión, sus nietos, Camiroaga y el Padre Hurtado. Y en el ranking de odio, ganaría la Católica: la detesta desde que tuvo una pelea con unos hinchas, en la época en que el estadio cruzado estaba en Independencia. Tiene una gran memoria para no olvidar los malos ratos. Los recién casados siguieron viviendo en Independencia, pero esta vez eran vecinos del Santa Laura: su casa estaba en Avenida Einstein. Y ahí el sentimiento de familiaridad creció, el estadio pasó a ser la extensión del patio. En un principio, podía ver los partidos desde el segundo piso de su casa. Clarita se instalaba en la ventana a disfrutarlos y si iban perdiendo les gritaba: ¡corran, huevones! Incluso, los jugadores la escuchaban y la saludaban a la distancia. Cuando construyeron la galería norte, se acabó la vista privilegiada, así que tuvo que cambiar su estrategia para ver los partidos. Conversando con los guardias,

descubrió que, si llegaba al final del entretiempo, la dejaban entrar gratis; porque una de las cosas que le enseñó su paso por el Hogar Español, fue a cuidar la plata. ¡Qué importaba el primer tiempo si en el segundo se definía todo y ahí estaba la verdadera emoción! Se hizo conocida entre los guardias, que la dejaban pasar sin problema. Mi papá y sus hermanos la acompañaron a la cancha casi desde su nacimiento. Llegaba con el coche y los hinchas los ayudaban a subir por la gradería, dejándolos instalados para disfrutar los 45 minutos restantes. Ella llevaba su termo con café y unas galletas, disfrutaba el espectáculo, a veces gritaba garabatos, pero pocos, porque la gente se ve fea diciendo groserías. A veces, mi tía se aburría, así que Clarita tenía que irse corriendo a dejarla a la casa y volvía al estadio. Siempre que la escucho hablar de su vida, veo cómo la Unión se fue entretejiendo en cada etapa, como si fueran hilos rojos y amarillos en sus bordados. Ni sus hijos ni sus nietos salieron de la Unión. Sólo a mi papá le interesaba el futbol, pero se enamoró de la U. Y cuando nacimos nosotros, la verdad es que no teníamos alternativa de ser de otro equipo que no fuera azul: mi papá nos reclutó tempranamente. Pero siempre le he tenido cariño a la Unión Española, siento que también es parte de mi historia. Viví por años en Einstein, al lado del Santa Laura y recuerdo haber escuchado los gritos de gol desde el patio de mi casa. O levantar la

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mirada y ver esas enormes torres de luz, al otro lado de la pandereta de ladrillos que nos separaba del estadio. Cuando la U jugaba en el Santa Laura, mi papá me llevaba con él, y si me ponía un poco mañosa, iba corriendo a dejarme a la casa y volvía a ver el partido tranquilo. Cuando era adolescente, mis papás trabajaban fuera de Chile y viajaban mucho, así que mis abuelitos nos iban a cuidar. Mi casa tenía piscina y quedaba cerca del colegio: la combinación más popular para final de año. Yo invitaba a mis compañeros, sabiendo que a ella no le iba a gustar verlos (siempre ha sido profundamente huraña con los desconocidos). Cuando estábamos a su cargo, se sentía demasiado responsable. Además, como buena hija del rigor, prefería que yo estuviera haciendo tareas, en vez de jugando Marco Polo. Siempre que llegaba con gente, nos decía alguna pesadez como: “mijito, de nuevo usted por acá… ¿no tiene casa?”. Y yo me moría de vergüenza y rabia, y sufría intensamente, como se sufre a los 15. Tampoco le podía alegar porque si se enojaba iba a sufrir las consecuencias de la “furia española”, y ahí sí que era mejor arrancar. Hasta que un día descubrí el antídoto perfecto: decirle a alguno de los presentes que confesara su amor por la Unión Española. Ese descubrimiento mejoró notablemente mi vida social. Ser de la Unión es un pasaje directo al corazón de mi abuelita. Una vez le presenté a un pololo colocolino, pecado grave para ella y para mi familia azul. Así que me preparé

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para lo que venía y buceé en su árbol genealógico futbolístico hasta encontrarle algún hincha hispano. Apenas se lo presenté, ella le preguntó: - ¿De qué equipo eres? - Del Colo. - Ah no, el Colo es… - Pero ojo que su hermano es fanático de la Unión, con bandera en la pieza, camiseta en el closet y todo –intervine yo. Y le encantó, preguntó cómo se llamaba y muchas cosas más. Desde ese momento, cada vez que veía a mi pololo, le preguntaba por su hermano Rodrigo y le mandaba saludos. Si a la Unión le iba bien y yo hablaba con ella, me avisaba para que lo comentara con mi otrora cuñado. Mi abuelita enviudó hace unos años, y una de sus pequeñas rebeliones fue llenar el living de muñecas, esas mismas que no tuvo durante su infancia en el Hogar Español. Le pidió a mi hermano que le pintara un chancho Juanito (ese típico amarillo que popularizaron los Chancho en Piedra), con la camiseta de la Unión Española. Siempre lo muestra llena de orgullo, es de sus favoritos y está sentado en un sofá para él solo, no como las otras muñecas, que comparten espacio. En la entrada de su departamento pegó un póster de la Unión Española campeón 2013. Todavía no le perdona al Coto Sierra haberse ido al Colo: antes lo amaba profundamente y ahora lo encuentra un traidor, así que lo cortó de la foto. Todos los fines de semana me lo comenta en

nuestro almuerzo sagrado de los sábados. Su cabeza funciona a la perfección, pero a veces entra en unos loops propios de la edad. Y yo la escucho contarme las mismas anécdotas, hacerme las mismas interrogantes, recordar a las mismas personas que ya no están, hablarme de mi abuelito con esa nostalgia que da haber compartido la vida por 60 años, y me da terror no tenerla o que su mente se empiece a perder en esas tinieblas de la repetición. Pero todo eso se me olvida cuando me pregunta por los resultados de los otros partidos de la fecha, y la miro haciendo cálculos sobre la posición en la tabla en que quedarán los hispanos. Y ahí veo a su equipo como hilos rojos y amarillos, que la tienen anclada al presente, que no la dejan hundirse en los recuerdos y la repetición. Y doy las gracias por tenerla a ella acá y ahora, y por haber podido encontrar estas hebras que me han permitido ir hilvanando su vida con la mía. * Conductora del programa “Las Claves del Éxito” en Radio Qué Leo.


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Matija Kurtes

Se mandó una macana grande al cobrar tiro indirecto por invasión del área en un penal. Hubo que repetir el partido.

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ILUSTRACIÓN: FRANCISCO ROJAS GALAZ


Por Sergio Montes*

B

UENO, BUENO, vamos a ver qué sale.

La historia la he contado millones de veces, pero ―ya que quieres― acá vamos de nuevo. Si, encima, me aseguras que te duermes después de oírla, tanto mejor. Eso sí, no acepto interrupciones y, mucho menos, que me saques en cara alguna contradicción, cualquier discrepancia con la historia en la forma en que te la he contado en el pasado. Ya te he dicho que sale cada vez distinto, y eso hay que respetarlo. Era diciembre cuando se me acercó el presidente del club al terminar un entrenamiento. Faltaban una o dos

fechas para que terminara el torneo de juveniles y no te miento si te digo que ese año la había roto toda. Al equipo le había ido como el orto (tampoco es que íbamos últimos, pero casi), pero mi año, ¡mamita!, me había salido todo. ¿Viste cuando tocas la primera pelota y ya sabes que ese día te va a salir todo lo que intentes? Bueno, así había sido para mí todo el año. La tiraba a correr y llegaba siempre antes que el lateral. Hacían un cambio de frente, y la bajaba de primera. Te juro que recibía a 35 metros y pensaba «me animo». Entonces, ¡pum!, tiraba sin mirar al arco, ¡y entraba! Una locura. Con decirte que ese año yo, que no era de muchos goles, salí segundo goleador del equipo detrás de López, el que después jugó en

México e hizo, no sé, como trescientos goles allá. Debe haber sido por ahí por la séptima u octava fecha, en que jugábamos de visitante contra Hermanos Carrera. Fue la primera vez que fui a Talca, que en ese entonces para mí era como ir a Marte. Lleno de gente, de comercio, todos tenían televisores en sus casas. Tú te ríes, pero en esa época nada de eso era tan común, este pueblo era muy distinto. Nos fuimos en una micro que, de lo vieja y destartalada que estaba, hubiéramos llegado más rápido caminando. El partido era a las cuatro y al estadio llegamos como 20 minutos antes. Alcanzamos a vestirnos y salir a la cancha. Ni

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charla técnica nos dieron. Cuando ya estábamos listos para empezar, me acerco a González (¿te acuerdas de González, el que te comenté que se fue para Santiago?) y le digo «cuando la reciba, pica con todo. Te la voy a echar a correr, el lateral de ellos se ve que es tronco». Dicho y hecho, como a los cinco minutos recibí la pelota en la mitad y miré a González, que salió disparado como quien arranca del demonio. ¿Te dije que era el wing más rápido con que me tocó jugar? El tipo no llegó a primera porque los wines después desaparecieron, y todos los González del mundo se quedaron así, sin nada. Algunos se reconvirtieron en laterales, pero hay que tener poca dignidad para pasar de wing a lateral. La cosa es que González corría y yo todavía tenía la pelota en los pies. Y, de repente, ¡pum! un pase de 40 metros que lo dejó solo frente al arquero. Mano a mano, cerrar los ojos y pegarle fuerte. Pero González la tiró a la mierda, como buen wing que era, que sirven solo para tirar centros. Quizás por eso se extinguieron. Como sea, después del pase ese supe que la mano venía derecha, y que mejor resolviera el problema yo mismo. Además, el partido estaba jodido: ellos dominaban y se pusieron arriba con un gol de un nueve enorme y gordo que tenían. Así es que, la siguiente vez que recibí la pelota, en vez de dársela a González (que ya había salido disparado buscando su revancha), empecé a encarar rivales. Uno, dos, tres, los dejaba sentados a todos. Me salían, enganchaba y ¡tac!, de culo me veían pasar. Pero faltaba el escollo más complicado; ellos tenían un central que no era

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ninguna monja carmelita, te sacaba la pelota o te partía en dos. Así es que, cuando me vio venir, me pegó su mejor mirada asesina y salió a buscarme con ánimo de hacerme pasar la noche en el hospital. Yo era guapo, pero no era ningún boludo: un segundo antes de que me mate, toqué la pelota a López que me venía acompañando, y me salí del foco de atención. Ya te dije que López era un goleador terrible, así es que no la dudó, la mandó a guardar de primera. Golazo. Hubiese sido el domingo perfecto, si es que no le hubieran dado un penal a ellos sobre la hora. Así fue todo el año. Bueno, como te decía, al final de la temporada se me acerca el presidente y me dice que el técnico del primer equipo le había comentado que quería llevarme a la pretemporada y empezar a darme minutos el año siguiente. Tampoco es que me sorprendió mucho, te reconozco. Lo que hubiera sido raro es que no me quisieran subir; si me salía todo, pero todo. Tú me ves ahora y dices «qué me va a chamullar éste, si es un gordo de mierda», pero no, en esa época tenía un físico de locos. Pregúntale a tu vieja, que ya me conocía de vista. El asunto es que me habló el presidente y me dejó citado para el día siguiente en la oficina del club. «Para que hablemos de su primer contrato», me dijo. Yo estaba como loco, imagínate. Y no es que creyera que me fueran a pagar una fortuna; con que me alcanzara para invitar a una mina a salir alguna vez, estaba bien. Además, yo en ese tiempo vivía con mis viejos en la casa de mi abuelo, en esa cerca del centro que te he mostrado. Sabía que las monedas las iba a hacer después, cuando la rompiera en primera y

me fuera a jugar a un equipo de la capital ¡Ahí sí que se pondría buena la cosa! Así es que al día siguiente llegué temprano a la oficina del presidente. Tuve que hacer hora, porque la verdad es que en la noche previa no dormí casi nada. Me pasé la noche imaginando mi vida como futbolista profesional, dando entrevistas para las revistas, saliendo a la cancha en estadios llenos que coreaban mi nombre. Todo eso estaba cerca, casi ahí, a la mano. Bastaba no cagarla. Yo al caballero lo ubicaba de haberlo visto el algún partido, pero hablar ―lo que se dice hablar―, no habíamos hablado nunca. Como sea, le dije a la secretaria que tenía reunión, y me pidió que esperara. Al rato, me hacen pasar y el Presidente me comienza a hablar. Que yo tenía un talento extraordinario (así dijo, te juro, «talento extraordinario»), que, quién sabe, en el futuro hasta podía hasta salir a jugar afuera, pero que, para eso, tenía que saber administrar mi carrera. Que no fuera a hacer tonteras, que me cuidara. Y que no sea malagradecido, me dijo, que no olvidara que «este club y, especialmente, esta dirigencia» me habían dado todo para que me pudiera desarrollar como futbolista. En la vida hay que ser agradecido, muchacho, a los amigos hay que cuidarlos. Así es que había llegado mi momento. Dijo «tu mo-men-to», como separando cada sílaba. El momento de que no solo este pueblo de mierda, sino todo el país, conozca de mí. Porque en la vida las oportunidades son pocas y hay que saber aprovecharlas; los vivos somos los menos, pero sabemos reconocernos, nos olfateamos. Ahora vamos


CUENTOS DE CABEZA / REVANCHAS

a saber si eres de los nuestros, o si me equivoqué y solo eres uno más de los jugadores talentosos que han pasado por acá y que no llegaron a nada. Y me puso un contrato enfrente. Yo me las di de entendido, y me hice el que lo leía, pero no entendí ni jota. O sí, algo entendí. Vi el sueldo y era más o menos lo que esperaba (más menos que más, pero en fin). Pero había también un segundo papel, debajo del contrato de futbolista profesional. Era un contrato de representación. Ese sí que no lo entendí nada de nada, y le pedí al caballero que me lo explicara. «Mira, muchacho, es lo que te decía de ser agradecido», me dijo Morales, que así se llamaba el presidente. «Tú necesitas alguien que te organice la carrera, que te lleve las platas, que te ayude a negociar. Y, bueno, como yo sé bastante de esto de ser dirigente, te voy a ayudar con esas cosas. A cambio del pase y de un porcentaje justo de los pagos que recibas, por supuesto. Nada del otro mundo, pero nadie trabaja gratis». Tampoco es que me espantara con el asunto, ya te dije que a mí lo que me importaba era jugar en primera, pero esta sorpresita daba para sospechar. Y te juro que no quería ser falto de respeto, pero la pregunta me salió automática: «¿usted, que no ha jugado nunca a la pelota, se quiere quedar con mi plata?». Entonces, el hombre se puso serio (hasta ese momento como que se reía todo el rato), y me insistió en eso de que, igual que en el fútbol, yo no me podía arreglar solo; que necesitaba compañeros, y que él iba a ser mi compañero en este equipo.

La cosa es que, mientras más me engatusaba, más desconfiaba yo. No sé, yo podría haberle dicho que necesitaba tiempo para pensarlo, inventar algo para salir de ahí sin compromisos. Pero se me salió todo lo mal genio, y me nublé. A freír monos al África lo mandé. Que yo no le debía nada a él, ni a su equipo de mierda, ni a nadie. De todo le dije, te juro. Que ya iba a ver cómo yo llegaría a lo más alto en el fútbol, que iba a arrancar de este pueblo del que él nunca había podido salir, porque no era más que un tipo con un poco de poder en el mismísimo culo del mundo. Mientras más hablaba, más me envalentonaba; y el color de Morales pasaba a rojo y luego a morado. Claro, el hombre tenía también su temperamento, y se puso a gritar, y yo más gritaba entonces, y nadie oía al otro. Hasta que me echó de su oficina, prometiéndome que nunca jugaría como profesional, ni en ese ni en ningún otro equipo del país. No me mires así, si en ese mismo acto me di cuenta de que la había cagado. Porque hay que reconocer que, al menos, el caballero era hombre de palabra: nunca más pude jugar al fútbol, no importaba lo bueno que era, nadie me quiso en su equipo. De eso me di cuenta rápido. Al día siguiente de lo que te cuento me echaron del club, ni cambiarme de ropa me dejaron cuando llegué a entrenar como si nada; sin mediar un «muchas gracias», yo era jugador libre. «Mejor», pensé, «se van a arrepentir, no hay nadie en la región que no me conozca». Me fui directo a la estación de buses y partí para el pue-

blo de al lado. No era tan terrible si me tenía que tomar todos los días ese bus, podía acostumbrarme. Era cosa de levantarme una hora antes. Cuando llegué, ya me había hecho la idea. Encima, tenían un equipazo, donde iba a poder lucirme. El discurso ya lo tenía ensayado: necesitaba un equipo que me valorara, donde tuviera competencia y me pudiera superar. Venía humildemente a pedir una oportunidad, sin requerimientos especiales. Pero Morales se sabía de memoria la jugada. El día antes ya había llamado a los dirigentes de todos los clubes de los alrededores, y les había contado una película de terror: que me habían echado del club por borracho, que no llegaba a entrenar, que le robé la billetera a uno de mis compañeros. En fin, era su palabra contra la mía y quién le iba a creer a este pendejo. Después traté de arreglar las cosas, pero Morales ya no quiso ni recibirme. Me había dado la lepra y, tú sabes, a los leprosos todos los quieren lejos. Entonces no me quedó otra que ponerme a trabajar en el taller de tu abuelo, pero esa es otra historia. En fin, te juro que no fue un asunto de principios el no haber aguantado que el hombre se quedara con una parte de la torta. Es que me pilló de sorpresa, y tú sabes que yo siempre he tenido poca paciencia con las sorpresas. Porque, no te olvides, el fútbol da revanchas, pero los que mandan, no. Ya, ándate a dormir que mañana tienes que ir al colegio.

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Brandi Chastain

Metió el penal que sacó a USA campeón del mundo, y lo celebró sacándose la camiseta y derribando prejuicios.

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Por Nicolás Vidal*

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CRÓNICA / MARTA: MÁS GOLES QUE PELÉ

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L POLVO –partículas suspendidas en el aire– forma una nube a su alrededor. Una cancha de tierra. Los rayos del sol se reflejan en esa pelota blanca que los defensas rivales intentan arrebatar de su pie izquierdo. Levantan polvo, los defensas, cuando se tiran al suelo y pasan de largo, cuando los pies de esa niña hacen flotar el balón por sobre sus cuerpos –humillándolos como jugadores y como hombres– para quedar sola frente al portero rival. El viento repentino se lleva el polvo y todos pueden verla preparando el disparo ante el achique desesperado del arquero. Pero la niña –delgada, frágil– engancha con la derecha y el arquero pasa de largo hasta chocar con el central que le intentaba ayudar, quedando ella con el arco abierto. Se detiene un instante –tal vez pensando en profundizar la afrenta y detener la pelota en la línea para meterla de cabeza– hasta que decide empujarla suavemente con la zurda. Sus compañeros –niños– corren a festejarla. Y la niña sonríe, porque sabe que es mejor que ellos. Pero enseguida la sonrisa cambia, se borra, o más bien se escapa rápidamente, igual que ella. Empieza a correr y nadie entiende mucho, hasta que se dan cuenta que vienen los hermanos mayores, mandatados por su madre. La orden es clara: si la ven en la cancha, la traen de un ala, ya está bueno de hacer cosas de hombres. Claro, es fácil decirlo, habrán pensado los hermanos mayores, pero otra cosa es pillar a esa mocosa rápida y escurridiza. Sienten los ojos,

las risas de los demás jugadores mientras la persiguen por los alrededores de ese tierral elegido como cancha. Hasta que se rinden, jadeando, y vuelven a la casa de su madre para contarle que no, que no se puede, que Marta es demasiado rápida para ellos.

años en el Vasco da Gama para jugar otros dos en el Santa Cruz– MG, hasta que le llegó la oportunidad de partir al extranjero, a los dieciocho años, a jugar en el Umea IK, de Suecia.

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La llegada a Europa lo cambió todo. La liga sueca es una de las más potentes en el fútbol femenino. Con el Umea, recién llegada, ganó la Liga de Campeones de Europa, además de un tricampeonato en la liga sueca, donde también fue trigoleadora. De baja estatura (un metro y 62 centímetros), pero con una habilidad y talento muy por sobre la media europea, a los veinte años ya era considerada como la mejor jugadora del mundo, ganando su primer Balón de Oro el año 2006.

No pudo ir a la escuela hasta los nueve años, porque su madre –divorciada desde que ella tenía apenas uno– no podía pagar una matrícula o materiales de estudio. Pero, como en todo, se las arregló de todas formas y aprendió a leer y escribir por su cuenta con periódicos y las historietas de La Pandilla de Mónica. Cuando por fin pudo ir a la escuela, estaba incluso más adelantada que sus compañeros. A la fuerza, con porfía, se ganó el derecho a jugar fútbol. Marta Viera da Silva pasó su infancia jugando en equipos de varones, allá en Dois Riachos, una pequeña ciudad del noreste de Brasil. Tenía como referentes a Rivaldo y Ronaldinho. Pasó a jugar unos meses en el Centro Sportivo Alagoano. Ahí, a los catorce años, en el 2000, le ofrecieron ir a probarse al Vasco da Gama, que tenía un equipo profesional femenino. Dos mil kilómetros. Tres días arriba de un bus para llegar a Río: los pies adoloridos, acalambrados como si hubiesen jugado tres partidos de ciento veinte minutos, la espalda partida en dos, esa sensación de seguir moviéndose aunque ya estuviera pisando la tierra carioca. Pero valió la pena. Fue aceptada inmediatamente en el equipo. Así comienza la carrera de la mejor futbolista de la historia. Estuvo dos

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A principios del 2009 remeció el mercado al fichar por Los Angeles Sol, de Estados Unidos, otra de las ligas más competitivas. A mitad de ese año, aprovechó el receso de tres meses en la Women´s Professional Soccer para jugar en el mítico Santos de su país natal. Esos tres meses le bastaron para ganar la Copa Libertadores y la Copa de Brasil. Al año siguiente, fichó en el F.C. Gold Pride, donde ganó otra liga, y después en el Western de Nueva York. Ya el 2012 volvió a jugar en Suecia, donde es una celebridad. Actualmente, milita en el Rosengard. *** Recibe el pase, uno cualquiera, sobre el costado izquierdo del ataque brasileño. Al frente, las gringas, junto a las alemanas, las mejores

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del mundo. La pelota viene dando botecitos. Tiene bien pegada a su espalda a la defensa estadounidense. El control con la pierna derecha es rápido, sorpresivo, porque no la mata contra el piso, sino que la eleva de nuevo, con un toquecito de su empeine, regalándosela a la zurda –mientras la defensa la sigue marcando por la espalda–, para que el taco de esa pierna mágica haga un autopase, sin que el balón toque el suelo, pasando éste por la izquierda de su marcadora y Marta, después de un giro, por su derecha. La gringa no entiende nada: la pelota –después del taco en el aire– sale para un lado y Marta para el otro. Trata de agarrarla, de tomarle la mano, pero Marta –como siempre, como cuando era niña y sus hermanos trataban de traerla de vuelta a casa– se arranca. Ya dentro del área, sale otra marcadora y se come un amague de su pierna izquierda, teniendo que apoyar sus manos en el pasto para no caerse, mientras Marta ya está frente a la arquera y define con un derechazo junto al primer palo. Este gol no lo marca en un amistoso donde se entrega un trofeo de lata regalado por un auspiciador, sino en la semifinal del Mundial de 2007, jugado en China. El relator brasileño, emocionado por la cercanía de un título inédito, grita, casi llorando: “¡No hay palabras para describir el gol de Marta! ¡Brasil, finalista del campeonato mundial de China!”. *** Marta ha ganado cinco Balones de Oro, todos consecutivos, en los años 2006, 2007, 2008, 2009 y 2010. Marta ha ganado la misma cantidad de Balones de Oro que

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Lionel Messi. Marta ha convertido 105 goles en la selección brasileña (número que seguramente seguirá aumentando). Marta ha convertido más goles que Pelé en la selección brasileña. Nadie ha convertido más goles que Marta en la selección brasileña. *** Esa final del mundo, en el 2007, terminaron perdiéndola contra Alemania. Marta fue elegida mejor jugadora, además de resultar goleadora del campeonato, pero sin la copa, no es más que un premio de consuelo. A nivel femenino, Brasil es un equipo del montón. Nunca ha ganado un Mundial ni una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. La única final que ha jugado en toda su historia, fue esa que perdieron el 2007. Sólo con la presencia de Marta se han convertido en un equipo importante. Como Messi, la gran deuda de Marta es no haber sido campeona del mundo. Aunque también es cierto que su equipo no es un saco de estrellas, como Argentina. Pero en Brasil, es una leyenda. Goleadora absoluta de la selección, es la única mujer que tiene las huellas de sus pies en el mítico camino de la fama del Estadio Maracaná. En las Olimpiadas de Río de 2016, cientos de hinchas brasileños que se habían comprado la número 10 de Neymar, optaron por cambiarle el nombre a la camiseta, sustituyéndola por el de Marta (el destino, eso sí, quiso que el equipo de Marta quedara eliminado en semifinales, mientras que la selección masculina terminaría obteniendo la medalla de oro, único torneo que faltaba en sus atiborradas vitrinas).

*** Bicicletas, amagues, gambetas, movimientos de cintura, cambios de velocidad. Le encanta, como Ronaldo, definir pasándose a la arquera. Jugando por Santos: llega con el balón dominado en tres cuartos de cancha, a la primera la despacha con un autopase, sigue corriendo hasta que el balón vuelve –solito– a posarse en su pie izquierdo justo en el momento en que otra defensa llega a cortarle el paso, pero la deja atrás con un toquecito y enseguida mueve la cintura para desplazar a su tercera marcadora, ya dentro del área, ya sabiendo que sólo queda enfrentar a esa arquera que viene saliendo a achicar –muerta de miedo, hay que decirlo–, pero le basta un enganche con la zurda para dejarla tirada en el pasto; y ahora tiene el arco a su disposición –como cuando era una mocosa jugando en las canchas de tierra de Dois Riachos–, y entonces decide hacer lo que antes no hizo: define de rabona. *** Pero no todo es fútbol. El año 2010, fue nombrada por Naciones Unidas como embajadora de Buena Voluntad. Tiene dos funciones: trabajar para disminuir la pobreza y por la autonomía femenina. De ambos temas conoce bastante, porque los vivió en carne propia. Ser la mejor del mundo en un deporte tan machista como el fútbol la transformó inmediatamente en un símbolo. El ejemplo basta, pero también se acostumbró a hablar del tema: “Soy jugadora de fútbol profesional y sé que no se puede ganar con solo la mitad del equipo.


Sin embargo, esto es lo que ocurre cuando se discrimina a las mujeres y las niñas. Las mujeres tienen que tener el mismo acceso a la educación, el empleo, los servicios de salud y oportunidades”, afirma con seguridad en un video patrocinado por Naciones Unidas. *** A pesar de todo, sigue siendo una mujer jugando al fútbol. Y no ha salido indemne. Hay cosas sutiles, como por ejemplo su sobrenombre: “Pelé con falda”. Eso basta, por más bien intencionado que esté, para quitarle una individualidad como mujer. Ella no es Marta, sino Pelé con falda. El mismo “Rey del fútbol” la ha alabado constantemente, pero al mismo tiempo señala que la principal diferencia entre ambos es que “ella tiene las piernas más bonitas”. Con Marta se han hecho evidente las diferencias entre los futbolistas de ambos sexos. Según ha señalado recientemente su representante,

ella gana en un año lo que Messi y Ronaldo en una semana, y eso que es la mejor del mundo. También ha sido víctima del típico rumor machista, que busca dudar de la orientación sexual de las futbolistas. Todo surgió cuando fue transferida desde el fútbol sueco a Los Angeles Sol, en Estados Unidos, en 2009. Habría pedido que contrataran también a la sueca Johanna Frisk, compañera de equipo desde hace muchos años en Suecia. Esto bastó para que un periodista sueco inflara el rumor de que ambas eran pareja. Marta lo ha desmentido insistentemente y no ha existido prueba alguna de que la historia tenga fundamento. La explicación sería más sencilla y de índole idiomática en vez de amoroso: su amiga Johanna Frisk hablaba inglés y sueco, y Marta sólo sueco, por lo que su compañía le habría servido bastante para aclimatarse a su nuevo país. ***

de tantos futbolistas: el comienzo en la miseria, el hambre, la falta de educación, un mundo en que tienes todo en contra salvo la pelota. Pero el muro, en su caso, era mucho más alto. Para ganarse el derecho a jugar al fútbol, tuvo que derrotar primero a sus hermanos y su madre, y luego a una sociedad rebalsada prejuicios machistas contra las mujeres que osan tocar una pelota. La pregunta que queda en el aire, entonces, es cuántas niñas como Marta han ido quedando en el camino porque no han podido o no han querido escalar ese muro. * Editor General de la Revista De Cabeza. Autor de las novelas La luz oscura y El Gordo. En el 2015, obtuvo el Premio de la Revista de Libros por la crónica El efímero vuelo de Aviación.

La historia de Marta es similar a la

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Radiografía de una pasión Por Joaquín Barañao*

A

DAPTACIÓN del prólogo del libro Goles Son Historias (Editorial Forja, 2016), de Juan Moya y Sebastián Ubilla. *** El 27 de julio de 2012, 900 millones de individuos a lo largo del globo se apernaron a sus sillones para telepresenciar la ceremonia inaugural de los trigésimos Juegos Olímpicos de la era moderna. Se daba inicio al mayor esfuerzo de coordinación deportiva de la historia de la humanidad: 10.768 atletas disputando 302 eventos

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en 26 disciplinas. Cuatro años después fue el turno de Rio de Janeiro. La población había crecido en 310 millones, la televisión sumó casi 1500 días de consolidación planetaria, y la parrilla añadía el rugby y el golf al ya superabundante menú programático. Pese a ello, no se igualó la audiencia de Londres. La explicación natural parece ser el horario brasileño, desfavorable para los grandes centros urbanos de Europa y Asia. Sin embargo, los números dejan a la vista otro fenómeno. Solo 754 días antes de la inaugura-

ción de los Juegos de Río, 1.030 millones de individuos habían posado sus ojos sobre la pantalla para presenciar una gesta deportiva que tomaba lugar exactamente en la misma ciudad y en el mismo horario. Ese titán del rating, desde luego, era la vigésima Copa del Mundo de fútbol. Los olímpicos ofrecen un pliego copioso de emociones. La belleza de la gimnasia, la coordinación exquisita del nado sincronizado, la potencia eléctrica del atletismo. Pero el fútbol es un fenómeno aparte, más parecido a una expresión ritual que a un


CRÓNICA / JOAQUÍN BARAÑAO

pasatiempo de fin de semana o un recurso para la quema de calorías sobrantes. Tan popular, de hecho, que se ha resuelto impedir que el firmamento completo de estrellas de la talla de Messi o Ibrahimovic tome parte de la cita de los cinco anillos. EL CRUEL DESTINO En la práctica, ello configuraría un nuevo mundial, capaz de humana que cristalice de modo tan fugaz las esperanzas de gloria, o que eclipsar a los otros 27 deportes ra tan efímera los sueños de años. No hay otros apetitos que se sacien con o, o anhelos que implosionen como respuesta a tal frenesí. juntos.

nis pueden celebrar unas 30 veces por set. Los incondicionales del básquetor partido. Las hinchadas del último mundial de rugby, 7,3 por encuentro. ¿Cómo se explica esta condie Wembley o del Maracaná solo pueden liberar sus gritos contenidos 1,3 h. Exiguas 1,3 exaltaciones por cada noventa de dientes apretados ción deminutos primus inter pares del La escasez vuelve al gol la gema suprema de la experiencia deportiva, el balompié, cuya Copa del Muna cúspide de las epopeyas de los tiempos de paz.

JUAN MOYA VILCHES Y SEBASTIÁN UBILLA BRAVO

GOLES SON HISTORIAS

el caso de las dianas más recientes, Juan Moya y Sebastián Ubilla recurren a fervescencias bien vividas. Para el resto, al auxilio de una revisión exhaustiva razones más comúnmente ctiva. Y en todas, le sacan brilloLas a lo mejor de los mejores momentos del mundial. esgrimidas saltan a la vista.

frute!

EL CRUEL DESTINO Juan Moya Vilches Sebastián Ubilla Bravo

GOLES SON HISTORIAS EL CRUEL DESTINO

es capaz dedeopacar se adentra en el gran mausoleodo del deporte rey en busca las joyas mása una orona. Son alrededor de 60 golescompetencia de lo más granado de la en cosecha histórica, que se disputan o de Cleiton contra Colo-Colo, el tanto de Rincón que llevó a un locutor a 306 medallas de todos mbiano!”, o el “milagro de San Palermo”. Y dieciocho goles que no fueron, los otros aniobra fantasma de Pelé ante el portero uruguayo días antes del tricampedeportes? abezazo del propio O Rei que todavía nadie se explica cómo Gordon Banks

GOLES SON HISTORIAS

La primera de ellas es la frugaliPrólogo de Joaquín Barañao requedad de la infraestructura Septiembre de 2016 rida. Disponga de una superficie medianamente plana y sin demasiados árboles entre medio y ya casi estamos. Añada cuatro ladrillos en desuso para hacer las veces de arco y solo falta la bola. Para seres con genuina sed de jugar, la pelota puede ser suplida por cualquier objeto no cortopunzante, como todo profesor de enseñanza básica podrá atestiguar. Esta sencillez franciscana permite a los “patipelados” del África subsahariana emular a Neymar cuando sea que arda la sed de gol. Maradona decía: “crecí en un barrio privado… privado de luz, de agua, de teléfono”, y la casa de infancia de Cristiano Ronaldo era tan minúscula que la lavadora pasaba sus días en el techo para no desperdiciar espacio vital. La segunda razón es la emoción que provee la impredecibilidad

Juan Moya (Santiago de Ch Ubilla (Santiago de Chil ingeniero respectivament aún en la etapa escolar unidos en torno al deport el tenis sus materias pred una conversación u orga Algo que comenzó con pi los recreos y partidos de Pudahuel, fue derivando c terreno de la redacción y a

A fines de la década de los 2000, desarrollan Tie Bre escolar dedicada al tenis q lo que sería su estilo: am sin dejar de lado el rigor y después, nuevamente decid para crear La Otra Mira a Pancho Contreras, cons opinión en el que realizan u y humor en dosis intencion

Pasado un tiempo desde surge la idea de escribir una manera de combinar la (y su historia) y el gusto p perdidas a través del tiem años de investigación, amb su primera publicación, realizado durante este perío

de los resultados. Es hermoso contemplar a Usain Bolt destrozar a sus adversarios y cruzar la meta con sonrisa de cumpleaños; pero lo es en el mismo sentido que es hermoso admirar al Circo Imperial de China o una ejecución impecable de las mazurcas de Chopin: una exhibición fabulosa de lo que el ser humano es capaz de hacer, pero cuyo desenlace, por bello que sea, esperamos de antemano. En el fútbol, en cambio, la posibilidad de que los David derroten a los

Goliat está siempre al acecho. Considere, por ejemplo, la Eurocopa de 1992. Dinamarca no logró superar la etapa clasificatoria, y a días del puntapié inicial sus seleccionados vacacionaban de guata al sol, mientras su técnico redecoraba la cocina. Entonces, estalló la guerra civil en los Balcanes, y los daneses fueron invitados a tomar el cupo que Yugoslavia (en irremediable camino a dejar de existir como tal) dejaba vacante. Michael Lau-

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EDICIÓN N°9 DE CABEZA 2016

drup ni siquiera se dignó a aceptar, pues estimó que, con una pretemporada más cargada a la piña colada que a las sentadillas, arriesgaban una vergüenza por la cual no se justificaba interrumpir su bronceado. Pese a todo, Dinamarca doblegó en semifinales a la Naranja Mecánica de Van Basten, y en la final a Alemania, el único equipo que ha sido más que campeón del mundo, pues a la oncena de la RFA que levantara la Copa en Italia ’90, se sumaban los refuerzos de la RDA que proveía la unificación. Más aún, los marcadores suelen ser tan ajustados que la suerte rara vez está echada. O, como repiten los cantagoles, “esto no se acaba hasta que se acaba”. En julio de 2005, Mark Houghton no pudo soportar la derrota parcial de su amado Liverpool por 3–0 ante el AC Milan. Colgó su cinturón de cuero de un gancho de la cocina, ciñó su cuello a él y dejó caer el peso de su cuerpo. Minutos más tarde, los rojos igualaron a tres, triunfaron en penales y cimentaron el denominado Milagro de Estambul. El cuerpo ya sin vida de Houghton fue mudo testigo de la euforia que sacudió las calles de Liverpool. El tercer elemento que subyace a la primacía del fútbol es la sincronía de su desarrollo con el del proceso de la globalización. Durante los últimos cinco milenios, un desfile de imperios experimentó el ciclo clásico de ascenso, luego detentor del rol de pináculo de la civilización humana, y finalmente declive o conquista por parte de una fuerza superior. Lo vivieron asirios, persas, macedonios, romanos y muchos otros. Sin embargo, esas

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potencias operaban a escala regional. Incluso el imperio mongol, con un tamaño equivalente a 2,8 veces Brasil, nunca puso un pie fuera de Eurasia. Los imperios español y portugués tuvieron alcance transcontinental, pero la comunicación era tan lenta y engorrosa que emplear el concepto de “globalización” para referirse a ellos sería tan prematuro como afirmar que la carrera espacial comenzó con los globos de los hermanos Montgolfier. Al Imperio británico, en cambio, le tocó en suerte encaramarse a lo más alto del poder político en el preciso momento de la historia humana en que el desarrollo del transporte y las telecomunicaciones hicieron por primera vez posible la exportación de cultura a nivel planetario. Y resultó que los británicos mataban sus domingos, entre otras cosas, al ritmo del balón. Si el telégrafo y el ferrocarril se hubiesen retrasado un siglo, bien podríamos celebrar en Plaza Italia los triunfos de nuestros beisbolistas. Pero todo eso no basta para explicar el delirio por veintidós tipos detrás de una esfera. Falta un elemento esencial. Respecto a la frugalidad de infraestructura, el fútbol comparte el espacio con las carreras de fondo y las de velocidad, o con el lanzamiento de objetos, por ejemplo. En lo que a impredecibilidad se refiere, ocurren cosas semejantes con el hockey y el balonmano. Y en lo referido al influjo unificador del Imperio británico en ese momento clave de la historia, faltaría explicar por qué el fútbol se impuso por sobre el críquet. Ese ingrediente clave, ese

comodín en la baraja, es lo que Galeano llamaba “el orgasmo del fútbol”: el gol. No hay otra pasión humana que cristalice de modo tan fugaz las esperanzas de gloria, o que derrumbe de manera tan efímera los sueños de años. No hay otros apetitos que se sacien con semejante paroxismo, o anhelos que implosionen como respuesta a tal frenesí. Los fanáticos del tenis pueden celebrar unas 30 veces por set. Los incondicionales del básquetbol de la NBA, 55 por partido. Las hinchadas del último mundial de rugby, 7,3 por encuentro. Pero los feligreses de Wembley o del Maracaná solo pueden liberar sus gritos contenidos 1,3 ocasiones por match. Exiguas 1,3 exaltaciones por cada noventa minutos de dientes apretados y uñas desgastadas. La escasez vuelve al gol la gema suprema de la experiencia deportiva, el diamante esquivo, la cúspide de las epopeyas de los tiempos de paz. Los británicos convergieron a un arco de 17,86 m2, pero de forma arbitraria. Bien pudo ser el doble, o el triple, dimensiones que hubieran hecho del fútbol algo muy distinto, con marcadores de dos dígitos por cada equipo. Galeano posiblemente concordaría, como buen hombre y tres veces esposo que era, que orgasmos a esa tasa se diluirían al punto de dejar de ser orgasmos. * Autor de los libros Historia Freak del Fútbol (2016) e Historia Universal Freak (2015), ambos publicados por Editorial Planeta.


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PURA CLASE

Enganches, gambetas. Lo lindo del fútbol de mujeres es lo mismo que nos gusta del fútbol de hombres.

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CHILE

No las ayuda nadie y ahí están. Huevos, de los que importan.



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Christiane Endler, futbolista Por Cristóbal Correa*

C

HRISTIANE Endler jugó en Unión La Calera, Everton de Viña del Mar, Colo Colo y Chelsea de Inglaterra. Hoy es la arquera titular del Valencia de España y está feliz. Se le nota cuando conversamos hace unos días. Para llegar a ella hubo que tratar primero con Edgar Merino, su manager, el que comparte con otras futbolistas chilenas, argentinas y paraguayas y hasta con la mismísima Carolina “Crespita” Rodríguez. Y es que la industria de las figuras deportivas femeninas, es una actividad pujante que comienza ya a mover millones de dólares. Pero Christiane recién comienza

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el camino del verdadero profesionalismo, el de las entrevistas y los partidos televisados. La fama le es ajena y no se siente del todo cómoda en esta entrevista. Quizás porque el “ser conocida” no le llegó tan temprano como para otros futbolistas. “Tiane” no se decidió por el fútbol hasta que conoció a Marco Cornez un poco antes de cumplir 18 años. Fue el mítico arquero-goleador que integró el plantel campeón Palestino en 1978 (capitaneado por Elías Figueroa) y de la Universidad Católica campeona de 1984 y 1987, quien le mostró el arco y la hermosa profesión de portero. Tiane se enamoró del fútbol y atrás quedaron otros deportes.

Quizás el equipo olímpico de Chile perdió una atleta, pero el fútbol chileno ganó una arquera (y probablemente, la más talentosa de su historia). ¿Cómo es tu vida en Valencia? ¿Qué tan diferente es jugar allá respecto de tu experiencia en Colo Colo? Estoy feliz acá. Hay buen clima y la gente es amable. El fútbol es muy diferente comparado con lo que me tocó vivir en Colo Colo y el Chelsea (donde estuve hasta el 2014 cuando me lesioné y volví a Santiago). Con Inglaterra la mayor diferencia es el trato de la gente. Con España, en tanto, somos culturas más parecidas y es más fácil el trato


ENTREVISTA / CHRISTIANE ENDLER

con las compañeras y el cuerpo técnico. Acá, además, la liga es muy competitiva. Hasta ahora ha sido súper exigente y eso es muy bueno, es la gran diferencia con Chile donde hay dos o tres partidos buenos por campeonato, y en el resto se nota mucho la diferencia. Pensando en tus inicios, ¿cuál fue el rol de Marco Cornez en haber elegido el arco? Marco Cornez juega un papel fundamental en mi carrera, sobre todo en el hecho de que yo sea arquera. Fue él quien me dijo que tenía condiciones y me mostró cómo jugar en esta posición. Con él empecé, me enseñó muchas cosas de la base del juego, le debo mucho; es una persona increíble, lo pasábamos muy bien entrenando. ¿Qué opinas de quienes dicen que este es un deporte para hombres? Me parece que hay cada vez menos personas que piensan así. Ahora, el fútbol masculino y el femenino no son lo mismo, hay características y cualidades diferentes, pero es igual de interesante; y los que siguen pensando como antes, tienen una mente retrógrada, pero no solo respecto de cómo pensar el fútbol, sino que de la vida en general, una mentalidad machista. ¿Por qué crees que la prensa no cubre el fútbol femenino en Chile? Creo que eso ocurre porque la misma entidad que lo organiza no le da la importancia necesaria, no se hacen cosas para promoverlo. Yo sé que hay mucha gente que le interesa, y quizás si se transmitiera un par de partidos, la gente lo vería. Acá

de parte de la liga española se le hace mucha promoción: se transmiten dos a tres partidos, se repiten durante la semana. Hay que darle más marketing, tal vez, asociarlo al fútbol masculino: hacer encuentros preliminares, vender las camisetas, etcétera. Hay quienes dicen que no les interesa porque entre las mujeres que juegan al fútbol no hay femineidad. No porque practiques un deporte que se asociaba antiguamente a los hombres uno va a tener que ser masculina. Yo no me siento poco femenina, al contrario. Creo que hay un concepto erróneo, en general con las deportistas, y no solo en el fútbol. La orientación sexual en el futbol masculino es un tema tabú que pareciera no serlo en el fútbol femenino. Grandes jugadoras como la capitana de Inglaterra, Casey Stoney, y Abby Wambach, mítica delantera de Estados Unidos, han declarado públicamente ser gays. ¿Te ha tocado compartir con compañeras gays en algún plantel? Para mí no hay ninguna diferencia entre quienes son gay y quienes no lo son. Esto se da también en el fútbol masculino, en las oficinas, en todas partes. ¿Cómo piensas promover que más mujeres en Chile jueguen al fútbol y puedan salir a jugar al extranjero? Una de las formas es mostrar que sí se puede hacer; abrir puertas, generar contactos, invitar a managers e interesados. Por otro lado, ver que otras compañeras puedan irse al extranjero es la mayor motivación para cumplir este sueño. Mostrar que si uno se lo propone, se puede.

Después del mundial femenino sub-20 de 2008, ¿pensaron que vendría algo que nunca llegó?Creo que con Harold Mayne Nicholls se hizo un gran trabajo de entrenamiento, apoyo y masificación, pero eso terminó con la llegada de Sergio Jadue. Con este presidente, el fútbol femenino dejó de tener importancia para la ANFP y, realmente, pasó a segundo plano. Si hubiese sido por Jadue, incluso se habría eliminado la rama, pero contar con una Federación de fútbol femenino es un requisito de FIFA. Y de hecho, la FIFA entregó recursos pero estos nunca se utilizaron para el fútbol femenino y se desviaron para el fútbol joven. Nosotros después del mundial estuvimos dos años sin jugar. Hubo varias opciones, nos invitaron a varios torneos con todo pagado y la ANFP no aceptó porque había que gastar en canchas, luz y agua. Es lamentable lo que pasó, sufrimos una época de robo y corrupción en la ANFP. Hablemos de igualdad de sueldos entre hombres y mujeres. En Estados Unidos las jugadoras de la selección han reclamado fuertemente por el tema en la selección ¿Qué opinas? En Estados Unidos yo puedo entender que las mujeres pidan igualdad de sueldos porque ellas producen, incluso, más que los hombres: generan más afición, venden más camisetas, hay más auspiciadores, es realmente impresionante lo masivo que es allá. Si tú produces más, tienes que ganar más, pero en el resto del mundo aún no se llega a ese punto. *Director de Revista De Cabeza

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FIEREZA

Si hay que ir al suelo, habrá que hacerlo. Es fútbol, sin apellidos.





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Por Alvaro Peralta Sáinz*

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Por Cristóbal Correa*



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S

ALVO ESOS señores antiguos que llegaban al estadio cargando termos con café, huevos duros, sánguches de ave pimiento en pan de molde, huevos duros y hasta una coqueta petaca suavemente camuflada en los bolsillos internos de un viejo gamulán; lo cierto es que la rutina de ir a ver un partido de fútbol al estadio implica necesariamente comer o beber algo de lo que se ofrece en su interior o inmediaciones. Además, en nuestro país, dadas las cada vez más restrictivas normas para el ingreso a los estadios y otros recintos, la verdad es que hasta tratar de ingresar con un tubo de ensayo lleno de agua bendita resulta sospechoso y prohibido. Así las cosas, con lo único que se puede ingresar a uno de estos recintos es con hambre, sed y ―por supuesto―dinero en efectivo. Y claro, como sucede en tantos escenarios monopólicos, la oferta termina siendo más bien discreta.

LOS CLÁSICOS DE SIEMPRE

Si miramos hacia atrás pensando en lo que alguna vez comimos dentro de un estadio, de inmediato se nos vendrán imágenes ―y sabores― de sánguches de pernil y jamón con palta. Los primeros en hallullas llenas de pequeños orificios y algo crudas al centro. Los segundos, en marraquetas de contextura gruesa, como los defensas centrales de los años ochenta. A este dúo hay que agregar el maní tostado envuelto en papel anaranjado, confitado para los niños (en envase plástico transparente) y para beber las bebidas de fantasía de siempre pero en vaso plástico. Los que recién nos empinamos por sobre los cuarenta recordamos también la cerveza, por lo general

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Cristal y en botella de vidrio individual, que nuestros padres tomaban sin mayor problema sentados en la tribuna del Santa Laura o en los puestos de las antiguas galerías del Nacional. ¿Llegaban las botellas de vidrio convertidas en proyectiles a la cancha? Tarde, mal y nunca. Bueno, el Estado Policial funcionaba a todo ritmo por esos oscuros años. Hay que entender. Volviendo a lo que nos convoca, no se pueden dejar de mencionar dos sustanciosos tipos de sánguches que se ofrecían pero en el exterior de los estadios santiaguinos (principalmente en el Nacional y por el acceso de Avenida Grecia). Se trata de los clásicos de longaniza y el inconfundible y a estas alturas mítico “De Potito”. El primero, según mi padre, “lo más sano que hay”. Consistía en una longaniza a la que se le rompía la tripa y así sólo su contenido de carne de chancho, grasa y aliños caía sobre la marraqueta. En algunos casos, se le ponía un ají verde partido a la mitad (y despepado) para enfriarlo un poco. El de potito era más complejo: una mezcla de tripa gorda (la parte final del recto del vacuno), con algo de guata y aliños, cocinado durante varias horas. Obviamente, también se servía en marraqueta. Ambos sánguches se servían calientes, por lo que requerían de budineras de metal dispuestas sobre anafres ―o incluso brasas― para mantener el producto a temperatura. Por lo mismo, servirlo dentro del estadio se tornaba complejo. Así, se transformaron en un clásico de la salida del partido. Además, en el caso del “de potito” siempre se ha dado la peculiaridad que ―salvo un par de excepciones― se trata de una preparación intrínsecamente callejera y casi exclusiva de las salidas de los estadios de fútbol.

Mención aparte merece el café que aún se vende en algunos estadios santiaguinos (aunque en San Carlos de Apoquindo actualmente venden uno de grano, bastante decente), transportado en esos pesados termos que los vendedores cuelgan de sus brazos. Se trata de un café por supuesto instantáneo, que ya viene endulzado y que por lo mismo toma un sabor ácido que lo hace ―en mi opinión― francamente intomable. Aún así, todavía hay gente que lo pide y bebe. Otros sabores de antaño que vienen a mi memoria son las Tortas Montero que se vendían en el Estadio La Granja de Curicó y en realidad en cualquier cancha donde jugara el Curicó Unido. Aunque también recuerdo grescas gigantescas en el Joaquín Muñoz García de Santa Cruz, con las Montero volando por los aires. Y hablando del estadio santacruzano, imposible dejar de mencionar sus sánguches de arrollado que se ofrecían solo durante los veranos con ocasión del Campeonato de los Barrios. Pero tal vez lo más curioso que alguna vez vi en una cancha de fútbol fue en el antiguo Chinquihue, de Puerto Montt, donde además de sánguches y maní uno podía despacharse papas rellanas (al estilo chilote), empanadas de queso y marisco, mariscos secos y varias cosas más. Dicen que años atrás Hans Marwitz aprovechaba los entretiempos para bajar desde su caseta de transmisiones a atenderse con alguna delicia sureña. De alguna manera, estas particularidades que uno podía encontrar en estadios como los de Puerto Montt o Curicó podrían haberse desarrollado a lo largo de todo Chile. Pienso en algo con papayas en La Serena, Chumbeque en el estadio de Iquique o –por qué no- un ponche de mariscos los recintos del Gran Concepción. Sin embargo, me


temo, la oferta en vez de despegar hacia allá ha ido tornándose más bien homogénea, industrial y –al final- triste.

LA SITUACIÓN ACTUAL

Probablemente el Estadio Nacional, en partidos del torneo local, es el que conserva el mejor estándar de comida futbolera. O al menos, el que mantiene lo bueno de antes. Esto, porque en el recinto de Avenida Grecia aún es posible comer sánguches de jamón palta, pernil e incluso ―desde hace algunos años― mechada. Bastante buenos, contundentes y en pan de panadería de barrio. Y afuera de estadio, la cosa sigue como siempre con sánguches de potito, el de longaniza (que ahora es un burdo choripán) e incluso otras especialidades de comida al paso como pizzas individuales, completos, ases y hasta sopaipillas en los días de invierno. Por alguna razón, al menos para los partidos de alta convocatoria del Nacional, la intersección de Avenida Grecia con Campos de Deporte sigue siendo un hermoso territorio donde se mezclan aromas, sabores y por supuesto gente presurosa que busca su auto o alguna forma de emprender rápido el retorno a casa; no sin antes saborear algo de lo que ahí se ofrece. Ahora bien, cuando juega la selección chilena en este recinto todo se transforma en una suerte de parque temático, lleno de hinchas primerizos y grupos de amigos más preocupados de la selfie que del partido mismo. Y este cambio de perfil también se nota en la comida que se ofrece al interior del estadio, porque en estos casos en vez de lo tradicional se suelen ofrecer sánguches tipo cadena, ya elaborados, carentes de todo sabor y folklore. Probable-

cuando juega la selección chilena en este recinto todo se transforma en una suerte de parque temático, lleno de hinchas primerizos y grupos de amigos más preocupados de la selfie que del partido mismo. Y este cambio de perfil también se nota en la comida que se ofrece al interior del estadio, porque en estos casos en vez de lo tradicional se suelen ofrecer sánguches tipo cadena, ya elaborados, carentes de todo sabor y folklore. mente el mejor ejemplo de esto fue lo que se dio durante la Copa América 2015, cuando con precios escandalosos un único concesionario se dedicó a vender pésimas hamburguesas sin competencia alguna. Una vez más, además de esquilmar al público, se perdía una gran oportunidad de mostrar nuestras bondades culinarias. Habría sido lindo ver al público y la prensa extranjera degustando nuestros sánguches de toda la vida en el estadio o –por qué no- atravesándose una buena empanada o un sabroso anticucho de chancho. Pero no, la mejor idea fue vender malas hamburguesas a precios de buena carne. Otro recinto donde la nostalgia se apodera de uno a la hora de comer es Santa Laura. Porque lo que pasa aquí de verdad es triste. Primero fue la salida de las personas que toda la vida prepararon las mechadas y la llegada ―dicen― de una empresa a cargo del hijo de Julio Martínez. Más allá del nombre en particular, quien sea que haya sido el nuevo concesionario, parece que antes se dedicaba a la tornería o a la jardinería, porque la calidad de los sánguches de mechada se fue al suelo inmediatamente. ¡Fue demasiado evidente! Pero más allá de todo esto, lo cierto es que la suerte del nuevo concesionario no duró demasiado, porque en la actualidad sólo se

venden miserables sándwichs de mechada tipo cadena de comida rápida, de esos que ya están medio listos cuando unos los va a pedir. Una pena, la verdad. Y para peor, la última vez que fui estaba lloviendo y los kioscos se mojaban enteros. Al final, el Santa Laura y sus sánguches podrían leerse como una triste metáfora de lo que le han hecho a nuestro campeonato: lo han estrujado hasta dejarlo sin sabor, sólo como un recuerdo de lo que alguna vez fue. En general, en los estadios que el Estado viene remodelando desde el primer mandato de Michelle Bachelet lo que pasa con la comida es que tiende a estandarizarse y a tomar ese aspecto de comida rápida. Es decir, sánguches preparados y empaquetados, raciones pequeñas, poco sabor y prácticamente una erradicación de los tradicionales puestos de comida. En casos como San Carlos de Apoquindo e incluso el Estadio Monumental han habido incluso concesiones a cadenas de comida rápida conocidas. Todo muy penoso y poco apetitoso. Por alguna extraña razón, pareciera ser que la mejora en la infraestructura de un estadio funciona de manera contraria en cuanto a la calidad de la comida que luego se ofrece al interior de éste. ¿No me cree? Vaya a darse una vuelta por cualquier estadio nuevo y busque a una señora de delantal blanco fileteando un pernil o moliendo la

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palta al momento que usted le pide un sánguche. Suerte con eso.

LAS INMEDIACIONES

Algo que no he cambiado tanto ―al menos en Santiago― con el paso de los años es la comida en locales próximos a los estadios o en las avenidas por donde la gente se desplaza hasta sus casas. En el caso del Estadio Nacional, curiosamente nunca hubo algún boliche señero cerca del recinto. Porque hay que recordar que justo al frente de la salida de Grecia, por años estuvo Che Bandoneón, un lugar no precisamente para pasar después del fútbol. En mi caso, viviendo por años en el centro, mi boliche post Nacional siempre fue el Munich. Daba gusto zamparse un lomo completo ahí, en medio de fotos futboleras y con muchos otros hinchas que venían del estadio igual que uno. Otro punto de encuentro tras una jornada de fútbol en Ñuñoa es la marisquería El Rincón de Azócar, en la calle Los Platanos. De hecho, hasta relatores y periodistas llegan, varias horas después de los partidos, a recuperar fuerzas. Mucho más lejos, en Providencia, el Lomit’s suele recibir ―antes o después― a los hinchas del sector oriente que se movilizan en transporte público por la Avenida Pedro de Valdivia. Por otra parte, en el entorno del Estadio Monumental la cosa es un poco menos amable. Sabidos es que la entrada y salida –gentileza de la Garra Blanca- suele ser complicada. Así que por lo general uno trata de moverse rápido hacia otro sector de la ciudad. Aún así, no faltan los tristes hambrientos que pasan por el patio de comidas del mall vecino y también están los que se aventuran a tomar algo en las schoperías de calle Monumental, aunque hay que decirlo, la mayoría

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están reservadas para hinchas albos. Tal vez la excepción a la regla de esta zona sean algunos locales de venta de ases que han instalado vecinos del estadio en sus casas. Grandes, jugosos, sabrosos y contundentes; lo cierto es que se agradecen incluso en días que no hay partido y que uno simplemente circula por ahí. Con respecto a las inmediaciones del Estadio Santa Laura, podemos estar tranquilos. Porque aunque los trabajos de una nueva línea del Metro terminaron de enterrar la historia del Wonder Bar de Plaza Chacabuco, lo cierto es que el entorno de este querido recinto deportivo sigue siendo de los más nutridos y agradables a la hora de comer y tomar algo después ―o antes― de un partido de fútbol. Bueno, la Avenida Independencia siempre ha sido una arteria generosa en cuanto a boliches, y en la última década lo que más ha crecido es la oferta de buenos restaurantes chinos, por lo que la combinación Santa Laura-comida china se ha transformado para muchos casi en una tradición (algo similar pasa en las cercanías del estadio de Audax Italiano en La Florida). Y un poco más lejos, cerca del Hipódromo Chile, hay un par de clásicos más, ideales para salir hambriento después de un buen partido. El Pollo Caballo de Avenida Vivaceta y las Parrilladas Argentinas de la calle Altamirano. Además en ambos lugares los días sábados conviven de muy buena manera hípicos y futboleros, personas que por lo general andan en una frecuencia muy distinta. En otros estadios que quedan más retirados para la mayoría de sus asistentes, como es el caso del Municipal de La Pintana, Santiago Bueras o La Cisterna; lo cierto es que

más allá de la escasa oferta de sus inmediaciones, la gente sale casi siempre con la urgencia de volver a sus casas ―o donde quiera que vayan― pronto. Por lo mismo, siempre se observa un tranco rápido hacia los automóviles o el transporte público. En una de esas, más cerca de sus destinos, pararán en algún mall o strip center a engullir algo. Es que al final, la comida de nuestros estadios ha ido tomando inevitablemente un camino de fast food que poco tiene que ver con la incipiente tradición de comida de estadio que en algún momento logramos construir. Lamentablemente, el buen momento que vive nuestra comida más tradicional gracias a la revalorización que se ha hecho de las comidas chilenas durante las últimas dos décadas pareciera que no ha tenido la fuerza suficiente para llegar a nuestros estadios de fútbol. ¿Qué pasará en el futuro? Imposible saberlo. Cronista gastronómico, ha escrito en medios como The Clinic, la CAV y la desaparecida revista WAIN. Actualmente colabora con Capital, el diario hoyxhoy y el suplemento Tendencias de La Tercera. En octubre lanzó 25 lugares imprescindibles donde comer en Santiago, su primer libro.







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