Era
un
cántico
diario,
monótono
y
turbio
que,
después de escucharlo meses y meses, debió parecerle cargante; no había esclarecido, se fue luego a la cama y con los sueños charlaba y se entregaba a su ciclo. Un día, al desviar la mirada, vio la foto en el muro frente
a
ella
directa,
y
con
los
ojos
de
duda,
pregunta: -¿Quién es esa señora?, ¿la conozco? Sentada al pie del respaldo, re-inquiría. -¿Quién será? No había nadie en la casa para aclarar esa incógnita y, con los años de ella, no encontraba su rostro en su blanca memoria y no había cómo saberlo, ¿pregunto?, ¿a quién?, estaba sola, sin nadie. Cuando la madre llegó le interroga incesante: -Mamá, ¿quién es esa señora? -Es tu abuela, Inés, está muerta. Y soltó el llanto a raudales, no podía poner bajo arresto su pesar y su agobio, lloró como nunca, ¡cómo
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