Una noche a oscuras

Una noche a oscuras

Una noche a oscuras

Celeste y Benito acomodaban impacientes el montón de cajas amontonadas en su cuarto. Es que hacía apenas un par de días que se habían mudado y la casa era un caos. No era habitual que los mellizos ayudaran con el orden, pero habían invitado a unos amigos del colegio a pasar el fin de semana en la casa nueva, y realmente la habitación de Benito estaba impresentable.

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Julieta - su mamá, entró sin avisar:

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Benito, vos quisiste invitar amigos a pesar de la mudanza, en media hora quiero que este cuarto quede impecable como el de tu hermana.

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Yo lo ayudo mamá, no te preocupes que ya guardamos lo que falta – respondió Celeste.

Después de un rato los cuartos estaban listos para recibir las primeras visitas.

A eso de las cinco de la tarde Pedro, Bautista, Emilia y Mora estaban bajando del auto de la mamá de uno de ellos que los había alcanzado hasta la casa de los mellis.

Estaba nublado y hacía muchísimo frío, así que los chicos fueron directo a la cocina donde Julieta los esperaba con un chocolate caliente y unas galletas recién horneadas.

Al terminar de merendar decidieron salir a recorrer el parque trasero de la casa.

Era inmenso y estaba lleno de árboles.

Así que Emilia propuso jugar a las escondidas.

Pedro apoyó la cabeza contra un árbol, se tapó la cara y comenzó a contar.

Celeste, Mora y Bautista corrieron hacia un arbusto y se escondieron juntos, mientras que Benito y Emilia salieron disparados para el sector de la pileta.

Pedro se alejó del árbol en dirección al centro del parque, agudizando sus oídos para intentar escuchar algo que le permitiera encontrar a sus amigos. Caminó lentamente mirando para todos lados.

Hasta que por fin Mora estornudó, sus dos compañeros de escondite se tentaron de risa y así los descubrieron.

Pasados unos minutos no lograban encontrar a los dos amigos restantes y ya comenzaba a hacerse de noche. Así que Celeste entró a la casa a buscar una linterna y salió alumbrando cada rincón del patio trasero. Buscaron detrás de los árboles, cerca de una fuente que tenía unas imágenes extrañas que daban un poco de miedo, adentro de un depósito tétrico lleno de cosas desordenadas.

Nada. No los encontraron. Así que como ya estaba oscuro los empezaron a llamar.

- ¡Benito! ¡Emilia! , ya nos vamos adentro. No jugamos más. Tengo mucho frío – gritó Celeste.

Pero los chicos no aparecieron. Así que los cuatro decidieron entrar dejando a sus amigos afuera. Si se estaban haciendo los graciosos ya se aburrirían, o les daría frío y tendrían que entrar.

Unos minutos más tarde Emilia y Benito entraron a la casa y fueron directo al cuarto de Celeste donde estaban sus amigos jugando a la play.

Una hora después bajaron a cenar y cuando terminaron volvieron a subir al cuarto de Celeste y se pusieron a ver una película de suspenso.

Al rato, los papás se asomaron para avisarles que los vecinos los habían invitado a tomar un café para conocerlos.

- No nos demoramos tanto – dijo Julieta – pórtense bien.

- ¿Podemos comer algo rico? – le preguntó Benito a su mamá.

- Sí, en un cajón del mueble de la cocina hay unos chocolates y otras golosinas. No coman tantos que les va a doler la panza. ¡Chau!

Mientras todos se acomodaban con unas mantas en el piso, Benito se fue a buscar las golosinas.

Volvió con una bolsa llena y con una botella de gaseosa y otra de agua.

De repente se escuchó un fuerte ruido y los chicos se sobresaltaron. Había comenzado a llover y se había levantado un viento fuertísimo. Los postigos de las ventanas se golpeaban, los árboles viejos se sacudían y el agua de la lluvia chocaba contra el techo. Celeste y Emilia que eran bastante miedosas, ya estaban al borde del llanto.

- Chicas, no tengan miedo – les dijo Pedro – es solo la tormenta y el ruido de la lluvia. No se preocupen.

No había terminado de decir eso cuando un fuerte trueno hizo temblar las paredes de la habitación.

Mora pegó un grito que casi infarta a todos. Al segundo siguiente se cortó la luz.

- Tranquilas, no se preocupen – quiso tranquilizarlas Benito – creo que sé dónde puede haber unas velas.

Los ruidos de los truenos no paraban y las chicas estaban cada vez más asustadas. Así que los tres varones salieron de la habitación en busca de velas o alguna linterna que les permitiera tener un poco de luz.

- Ya venimos – dijo Pedro .

Minutos más tarde regresaron con un par de velas prendidas. Como ya no podían ver la peli, no sabían qué hacer.

- ¿Qué les parece si contamos historias? – propuso Pedro.

- ¡Genial! ¡Me encanta! – respondió Mora.

- Pero historias de terror – agregó Benito.

- Bueno - dijeron las chicas - pero no se zarpen porque después no vamos a poder dormir.

- Dale chicas, no exageren – protestó Bauti.

Así que se sentaron en ronda, en el piso del cuarto a la luz de la velas.

- Yo sé una leyenda urbana que leí en las vacaciones. ¿Quieren que se las cuente? - preguntó.

- ¿De qué se trata?

- Dicen - empezó Bauti - que una noche, un taxista levantó a una joven frente al cementerio de la Recoleta. - Noooo, basta!!! ¡No me gustan esas historias! gritó Celeste - mejor hagamos otra cosa.

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Pero ni siquiera empecé.

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No importa, los cementerios me dan miedo.

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Propongo jugar a las cartas - dijo Bautista - no quiero que nadie se ponga a llorar.

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¡Genial! Pero creo que están en una caja en el altillo. Hay que subir a buscarlas.

-

Que vayan las chicas - dijo Pedro con una risita burlona.

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Jajajajajaja – se rieron los chicos.

-

Vamos todos, así conocemos la casa - agregó Mora.

Y salieron en fila detrás de Benito que llevaba la vela. Empezaron a subir las escaleras uno detrás de otro, despacito. Los escalones chillaban con cada pisada y las chicas se estremecían de miedo a cada paso.

Benito empujó la puerta que estaba entornada y avanzó unos pasos.

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Ayyyyyy!!! Gritó Emi, y Celeste Mora creyeron que se les paralizaba el corazón.

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¿Qué pasa nena? - la retó Pedro.

-

Algo me rozó la cara, juro que algo me tocó.

Benito le acercó la vela a la cara para ver qué era. El lugar estaba lleno de telarañas y se habían enredado en el pelo de Emilia.

Las chicas la ayudaron a limpiarse, mientras Benito abría unas cajas en busca de las cartas que nunca aparecieron. Celeste se subió arriba de una silla y se estiró todo lo que pudo para alcanzar una caja que tenía su nombre. Ella le había puesto etiquetas a todas sus cosas. Cuando creyó que ya había logrado alcanzarla, perdió el equilibrio y se cayó. Fue tal el golpe que se dio, que tuvieron que ayudarla entre todos a levantarse.

Por suerte no le pasó nada, solo se llenó de polvo. Ese lugar parecía abandonado.

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Acá hay una escalera - gritó Pedro señalando detrás de la puerta.

-

¡Buenísimo, tráela! - le respondió Benito - no tengo idea de dónde están las cosas en esta casa, todo es un caos. No entiendo por qué nos mudamos a una casa tan vieja y tan lejos de todos - rezongó.

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Dale Benito - dijo su hermana enojada - ya nos explicaron mamá y papá que era una buena oportunidad.

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Y la casa es hermosa - agregó Mora - el parque es espectacular, solo es cuestión de que te acostumbres.

-

Bueno, la escalera, apuren.

Les dio curiosidad así que siguieron buscando a ver qué más encontraban. Hasta que Mora comenzó a leer el artículo periodístico en voz alta. Todos escuchaban muy atentos. La noticia contaba sobre una mudanza inesperada por una serie de sucesos extraños que les habían pasado. El artículo iba acompañado por una foto de esa misma casa.

Se les puso la piel de gallina. ¡Basta! - ,ya me están asustando.Guarden todo y bajemos al cuarto - insistió Celeste -o se olvidan que mañana ustedes se vuelven a sus casas y yo me quedo viviendo acá.

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Dale Celeste, no seas exagerada,si tenés mucho miedo podés venir a dormir a mi cuarto - se burló su hermano.

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Mirá quien habla, el que no mira películas de terror porque tiene pesadillas - retrucó.

-

pesadillas - retrucó.

Mientras los hermanos discutían, la puerta del altillo se cerró con fuerza haciendo un terrible ruido que los paralizó.

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Vamos, bajemos ya - dijo Mora.

-Sí, volvamos, esto ya no es gracioso - agregó Emilia.

Mientras tanto Pedro intentaba abrir la puerta girando para un lado y para otro el picaporte sin conseguirlo.

Después de varios intentos de sus amigos, Bautista se acercó a la puerta,giró la manija y tiró con fuerza y la puerta se abrió.

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Listo, bajemos.

Y todos se enfilaron y comenzaron a bajar las escaleras.

Esta vez se quedaron en el cuarto de Benito. Algunos se sentaron sobre la cama y otros en el piso. Mora tomó la bolsa de chocolates y comenzó a repartir a sus amigos mientras decidían qué podían hacer.

Habían pasado unos cuantos minutos cuando un estruendo ensordecedor los volvió a sobresaltar. El ruido venía de la parte de abajo de la casa. Por unos minutos se quedaron esperando en silencio. Después los chicos decidieron bajar ellos solos a ver de qué se trataba, pero esta vez las chicas se quedaron en la habitación.

Llegaron al living y encontraron una lámpara en el suelo, hecha añicos. La ventana estaba abierta y la cortina flameaba en el ambiente.

Benito cerró la ventana y regresaron con las chicas.

Por fin estaban conversando y haciendo planes para el próximo fin de semana cuando comenzaron a acercarse unos pasos por la escalera. Se escuchaba el crich,crich de la madera vieja de los escalones.

Aterrorizada , en un tris Mora se apresuró a cerrar la puerta con llave.

Las tres se pegaron a la puerta tomadas de las manos y temblando. Los chicos trataban de disimular el miedo que tenían e intentaban tranquilizarlas, pero también estaban asustados.

El picaporte de la puerta empezó a moverse y las chicas que seguían pegadas a la puerta sentían como la empujaban intentando abrirla.

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Chicos dejen de hacerse los graciosos y abran la puerta.Benito y Cele ,saben que tienen prohibido cerrar con llave.

Todos se miraron aliviados y Celeste abrió la puerta de su cuarto. Temblaba como una hoja de papel.

Julieta se sorprendió al ver que los chicos estaban pálidos y sudando. Celeste se abalanzó y abrazó con fuerza a su mamá .

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Celeste, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

No mamá, ¡odio esta casa! ¿Qué pasa? ustedes están acostumbrados a quedarse solos. Nos fuimos por menos de 2 horas. La tormenta fue fuerte y es normal que se haya cortado la luz. Ahora voy a ir a revisar el interruptor - los tranquilizó Federico.

Ya estamos acá así que no tienen que tener miedo.

Mientras tanto,Celeste no soltaba a su mamá.

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Vamos a la cocina les voy a preparar un chocolate caliente - los invitó Julieta para aliviarlos y todos la siguieron.

Cinco minutos después volvió la luz .

Benito, Bauti y Pedro estaban tan agotados que ni bien apoyaron la cabeza en la almohada se quedaron dormidos.

Las chicas seguían muy asustadas así que cuando entraron al cuarto prendieron todas las luces,cerraron la puerta con llave y la trabaron colocando una silla detrás. Se aseguraron de que las ventanas estén cerradas y acercaron las tres camas lo más que pudieron.

Una vez que estuvieron acostadas estiraron los brazos y se tomaron de las manos.Y así después de un rato se quedaron dormidas.

Cuando Mora abrió los ojos el sol ya iluminaba la habitación.

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Chicas despierten son las once de la mañana.

El olorcito a los waffles recién hechos llegaba hasta el cuarto .

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Vamos a desayunar.

Cuando llegaron a la cocina los chicos se estaban devorando el desayuno mientras hablaban entre ellos de lo que había pasado la noche anterior. Los papás seguían insistiendo que todos los ruidos habían sido por la tormenta, pero ellos se miraban con complicidad porque estaban seguros de que en esa casa pasaban cosas raras. Además, no podían dejar de pensar en el diario viejo que habían encontrado en el altillo y en la noticia sobre la casa.

Cerca de las tres de la tarde llegó a buscarlos la mamá de Mora. Ni bien subieron al auto les preguntó cómo la habían pasado .

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Estuvo buenísimo, fue muy divertido - dijo Mora mientras se miraban entre ellos.

Y se dio vuelta para saludar a los dueños de casa y se le puso la piel de gallina cuando vio que un extraño la saludaba desde la ventana del altillo .

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Pobres Benito y Celeste - pensó - ¿Podrán dormir esta noche……?

Fin

Autores Barbaría, China Leia Bianco, Joaquín Cabellier, Catalina Chico Santoianni, Jerónimo Cuccarese, Santino Dellamula, Delfina Dominguez Baluk, Santiago Fernandez Olivieri, Violeta García, Santiago Inacio Walter, Rafael Katzenstein, Isabel Koutnouyan, Bioy Laderach, Mercedes Lambert, Lumia Moldes García, Mateo Nieves Piazza, Simona Orúe Vigliani, Facundo Paz, Manuel Robacio, Laureana Ana Somarriba, Agustín Urrestarazu, Ana