Recuerdos de Las Aguas:
En medio de un proyecto de renovación urbana
DANIELA A. RODRÍGUEZ OSORIO
201617193
Producto Académico de la Práctica de Grado
Docente Monitora: Ana María Forero Ángel
Universidad de Los Andes | 2022
Introducción
Durante las últimas décadas, en Colombia, la Renovación Urbana ha venido adquiriendo mucha fuerza como parte de la necesidad de un mejor aprovechamiento del suelo, así como de generar una mayor densificación en las ciudades y prevenir que éstas sigan expandiéndose de manera horizontal. A partir de la renovación urbana se busca mejorar la calidad de vida de los ciudadanos desde dos aspectos fundamentales: el ámbito privado y el espacio público, generando cambios en términos de movilidad, salud, vivienda y recreación. (Acosta, 2013: 4, 24). Sin embargo, en múltiples ocasiones, los proyectos de renovación urbana se han convertido en sinónimos de desplazamiento y gentrificación de las poblaciones más vulnerables, bien sea en Colombia o en otros países en el mundo. De cara a esta problemática, han comenzado a surgir iniciativas para gestionar dichos proyectos a partir de herramientas como la participación ciudadana y la planeación integral, con el fin de promover ciudades más compactas y menos segregadas.
En el barrio Las Aguas, ubicado en el Centro Histórico de Bogotá, desde hace alrededor de diez años, se ha comenzado a gestionar el Plan Parcial de Renovación Urbana
Triángulo de Fenicia, con la Universidad de Los Andes como principal promotora de este proyecto de iniciativa privada El Triángulo de Fenicia hace referencia a la zona comprendida entre la Avenida Circunvalar, la Carrera 3ra y el Eje Ambiental o Diagonal 20A, exceptuando la manzana donde se ubican las Torres de Fenicia y el edificio Julio Mario Santo Domingo, y la manzana donde se ubican las residencias City U y la Cinemateca de Bogotá. Entre los objetivos del PPRU se encuentran responder al desafío y a la urgencia de transformación y revitalización del centro de la ciudad, dando prioridad a la diversidad de usos y al potencial comercial que se genera a partir de la presencia de las universidades de Los Andes, la Jorge Tadeo Lozano, el Externado y la Universidad Central (Programa Progresa Fenicia, n.d.)
Este proyecto de renovación urbana planteado por la Universidad de Los Andes, sin embargo, busca diferenciarse de otros proyectos similares haciendo frente a uno de los fenómenos socialesque más se suelen presentar enlos estudios urbanos: lagentrificación. Este fenómeno (Laverde, 2014: 10-11. Casas y Escobar, 2014: 3, 13-14), por definición, implica un desplazamiento fundamentado en las clases sociales, puesto que, a causa de la renovación urbana, se genera un aumento en la valorización del suelo y, esto, a su vez, implica la llegada de grupos poblacionales con mayor capacidad adquisitiva a la zona.
Así, la población originaria que cuenta con menores ingresos económicos, se ve en la necesidad de buscar nuevos asentamientos, probablemente en las periferias de la ciudad.
En Las Aguas la amenaza del desplazamiento y la gentrificación sigue estando latente para muchos de los residentes del barrio, a pesar de que ha sido, en gran parte, mitigada gracias a las iniciativas tomadas por parte de la Universidad a través del Programa Progresa Fenicia. Incluso sin pensar en los inconvenientes económicos que representaría el Plan Parcial para algunos miembros de la comunidad, hay quienes no se sienten emocionalmente preparados para abandonar las casas en las que llevan viviendo más de dos o tres décadas, o las calles que los vieron crecer, o los lugares en los que guardan sus más preciados recuerdos. Hay quienes, simplemente, no ven en el proyecto de renovación urbana la continuación de sus proyectos de vida, lo cual bien puede deberse a distintos motivos personales, políticos, sociales y económicos.
Siendo así,es claro que para cada habitante del barrio Las Aguaspueden ser muydistintas las implicaciones emocionales de cara a un proyecto de renovación urbana, así como es distinta la profundidad en sentimientos como el arraigo, la pertenencia y la apropiación hacia su barrio, ya sea de manera individual o colectiva. En este contexto, se entiende al barrio no solo como el territorio físico, sino como un conjunto complejo de materialidades, de tejidos sociales, de relacionamientos, de costumbres y rituales, de recuerdos, de recorridos, de construcción de identidades y autopercepciones, que se transformarán significativamente o que dejarían de existir por completo. Un Plan Parcial de Renovación Urbana como lo es el futuro Triángulo de Fenicia, entonces, puede significar diferentes posibilidades de vida para cada persona, y estas posibilidades pueden ser positivas o negativas.
Ahora bien, entre los elementos que conforman este complejo conjunto que es el barrio
Las Aguas, el que más expuesto se encuentra a desaparecer, ante la posibilidad de un entorno urbano renovado, son las materialidades. Estas, más allá de su dimensión física y tangible, son las fachadas, calles, escaleras, lomas, equinas y andenes que representan recuerdos y significados para quienes las han transitado y atravesado. Especialmente en un barrio que, en gran parte, se caracteriza por la vivienda de autoconstrucción, las materialidades se convierten en lazos con las generaciones pasadas y futuras. Los componentes materiales se convierten en partes esenciales de las historias de las personas y, aunque pueden ser efímeros, son capaces de dar un recuento de lo que ha sido una vida.
Con lo anterior en mente, el principal objetivo de este trabajo es poder rescatar alguna de las memorias de lo que ha sido el barrio Las Aguas a través de las historias de vida particulares de las personas que más años llevan viviendo en él, de las personas que lo han visto transformarse una y otra vez, y que ahora se encuentran próximas a presenciar una nueva transformación. El ejercicio de memoria realizado junto con dos mujeres, adultas mayores, residentes del barrio Las Aguas, busca, además, convertirse en un piloto o modelo del tipo de ejercicios que, desde el Programa Progresa Fenicia, podrían realizarse con otros adultos mayores de la comunidad, con el fin de poder rescatar o plasmar esos recuerdos que estarían en peligro de diluirse, de perderse.

PPRU Triángulo de Fenicia
El Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá (Secretaría Distrital de Planeación, n.d.) contempla la renovación urbana como un proceso para llevar a cabo en zonas de la ciudad que presentan deterioro, tienen un alto potencial urbano, que presentan una subutilización de las estructuras físicas existentes y que pueden mejorar ampliamente sus condiciones. Para esto, el POT se vale de los Planes Parciales de Renovación Urbana, una herramienta diseñada para aprovechar al máximo el potencial de desarrollo de dichas zonas. Según el Decreto 190 de 2004, los planes parciales son instrumentos que articulan de manera específica los objetivos de ordenamiento territorial con los de gestión del suelo, en cuanto a condiciones técnicas, económicas, jurídicas y de diseño, que permitirán la existencia de nuevos usos urbanos y/o la transformación de los previamente existentes, asegurando
condicionesdehabitabilidadyproteccióndelaEstructuraEcológicaPrincipal.Losplanes parciales pueden ser elaborados, de acuerdo a determinados parámetros, por autoridades municipales o distritales de planeación, por las mismas comunidades o por particulares interesados, como es el caso de la Universidad de Los Andes en el Triángulo de Fenicia.
En el año 2009 (Programa Progresa Fenicia, n.d.), la Universidad radica la propuesta del Plan Parcial Triángulo de Fenicia en la Secretaría de Planeación, dando comienzo a las etapas para los planes parciales que establece la Secretaría: una primera etapa de formulación y revisión, una segunda etapa de concertación y consulta y una tercera etapa de adopción. En el año 2010 se crea el Programa Progresa Fenicia que buscaba materializar los objetivos consignados en el Programa de Desarrollo Integral 2011-2015, el plan estratégico de la Universidad, de generar proyectos que tuvieran un alto impacto en el entorno y que a su vez reflejaran el compromiso con la transformación e innovación. Para el año 2012, con el acompañamiento de la Facultad de Arquitectura, se llevan a cabo los primeros talleres participativos de diseño urbano para la transformación del barrio en conjunto con los vecinos del barrio Las Aguas. En el 2013 se instala una mesa de trabajo para llegar a acuerdos sobre el Plan Parcial, donde se continúa el trabajo conjunto entre el comité No Se Tomen Las Aguas, la Veeduría Distrital, la Secretaría Distrital de Planeación y el equipo del Programa Progresa Fenicia, para llegar a consensos sobre temas puntuales de participación, estratificación, gobierno del plan, programas sociales y gestión.
Finalmente (Programa Progresa Fenicia, n.d.), el Plan Parcial Triángulo de Fenicia se pone en marcha con la firma del Decreto 420 de 2014, que establece como objetivos: la generación de oferta de vivienda en el centro de la ciudad, el fortalecimiento de la actividad residencial, la atracción de nuevos residentes, la recomposición del tejido urbano, y el control del deterioro de la zona, entre otros. A partir del año 2016, se comienzan a delimitar las cinco diferentes Unidades de Actuación Urbanística que hoy en día componen el proyecto y que delimitan las etapas según las cuales se llevará a cabo el proceso de renovación. Cada UAU se establece como una entidad gestora con sus propios voceros, es decir, los representantes de la totalidad de los propietarios de cada Unidad, para poder facilitar los mecanismos de participación con la comunidad entera.
En este contexto (Programa Progresa Fenicia, n.d.), el Programa Progresa Fenicia nace como parte del reto que asume la Universidad de Los Andes para la renovación urbana del entorno de su campus académico y como parte de la iniciativa para mejorar su
relacionamiento, como institución, con la comunidad del barrio Así mismo, Progresa Fenicia se convierte en una herramienta que dispone la Universidad, como promotora del PPRU Triángulo de Fenicia, para mitigar el impacto que este proyecto pueda significar para la comunidad y para darle un giro a la imagen que se tiene de las universidades como agentes causantes de gentrificación. En su papel de promotora, la Universidad, a través del PPF, articula los intereses económicos e inmobiliarios con los intereses particulares de los actuales habitantes y propietarios del barrio, abriendo la puerta a una renovación urbana participativa donde exista una toma colectiva de decisiones. En este orden de ideas, lo que la institución buscaría es poder llevar a cabo un proceso de renovación urbana donde se reconozca la historia y la memoria, y donde los actuales habitantes de Las Aguas sean los primeros beneficiarios del aumento en la calidad de vida que supondría el proyecto.
Para esto (Casas y Escobar, 2014: 3, 7), el PPRU Triángulo de Fenicia se basa en involucraralacomunidaddelbarrioLasAguascomo“socia”delproyecto,implementado la modalidad de reemplazo “metro a metro”. De esta manera se pretende entregar a cada persona o familia que se vincule al proyecto, una vivienda o local comercial de igual o mayor área a la que aporta. Así, los actuales habitantes del barrio, en lugar de vender o ceder sus inmuebles, se comprometen a transferirlos a cambio de un inmueble en el futuro proyecto. En ese sentido (Acosta, 2013: 13), el costo de financiamiento del proyecto disminuiría pues, a mayor índice de permanencia de los habitantes del sector, no tendrían que llevarse a cabo procesos de compraventa ni indemnización, lo que significaría un ahorro en la inversión primaria por parte de los desarrolladores.
El Programa Progresa Fenicia, en su búsqueda de mitigar el impacto social y un posible desplazamiento de la población, dispone al servicio de la comunidad una serie de programas sociales enfocados en aspectos como el emprendimiento, la productividad, la empleabilidad, el manejo del tiempo libre y la atención al adulto mayor; además de presentarse como el lugar al que los vecinos de Las Aguas pueden acercarse para ser escuchados respecto a sus preocupaciones, inquietudes y propuestas en cuanto al proyecto. La finalidad de los servicios y programas que ofrece el PPF yace en preparar a la comunidad para el cambio que se aproxima, en primer lugar, en términos de proveer toda lainformación necesariade manera clara y,ensegundo lugar,entérminos de proveer a las personas con algunas de las herramientas necesarias para llevar a cabo sus proyectos de vida de manera más fácil, aunque eso implique permanecer en el barrio o no. Sin
embargo (Casas y Escobar, 2014: 3), a pesar de los esfuerzos para incluir a la comunidad como parte del proyecto, es inevitable que un Plan Parcial de tal escala continúe teniendo consecuencias negativas, en el presente y en el futuro, como bien lo es la gentrificación.
La “gentrificación” (Casas y Escobar, 2014: 3, 13-14) es un término que se ha utilizado para describir un fenómeno que comúnmente se presenta como consecuencia de los planes de renovación urbana, entre cuyas implicaciones se halla el desplazamiento de la población que originalmente habita la zona que va a ser transformada. A causa de la renovación urbana, se genera la llegada de grupos de personas con una mayor capacidad de pago por el suelo y que, por ende, pueden controlarlo; así mismo, se genera una valorización generalizada de los precios del suelo en la zona, lo que conlleva un alza en los precios de los servicios públicos, de los alimentos en los supermercados y de los arrendamientos, sea de viviendas o de locales comerciales. La llegada de nuevos residentesconmayorpoderadquisitivopuedeimplicar,también,unapérdidaenelsentido de pertenencia, en la participación y en el poder decisivo de los antiguos residentes, lo que, eventualmente, podría conducirlos a abandonar el barrio. Ahora bien (Acosta, 2013: 14, 24), dado que los espacios a reurbanizar suelen ser en las zonas centrales de las ciudades, como es el caso del Triángulo de Fenicia, las personas desplazadas suelen instalarse en barrios de estratos socioeconómicos bajos comúnmente ubicados en las periferias de las ciudades, lo que contribuye a que la ciudad siga creciendo a sus anchas y a que se refuercen lo que son considerados como “cinturones de pobreza”. Este efecto adverso y paradójico genera que, mientras un espacio de la ciudad es revitalizado, otro es ocupado por personas desplazadas que quedan condenadas a condiciones de vida incluso peores a las que tenían anteriormente, como el hacinamiento, la ilegalidad, el riesgo y el olvido.
De acuerdo a lo anterior (Programa Progresa Fenicia, n.d.), el Plan Parcial Triángulo de Fenicia, que entiende el concepto de gentrificación como como el desplazamiento de la clasemediaytrabajadoradeunazonacuandoserenuevaunsectorurbano,desconociendo la historia y las raíces del lugar, y perdiendo la conexión con el pasado, propone una alternativa distinta. El PPTF propone una renovación urbana participativa, en la que los actuales propietarios, los potenciales inversionistas y el gobierno de la ciudad puedan coordinar y cooperar en el proceso de toma de decisiones, buscando potenciar las consecuencias positivas de la renovación urbana y disminuyendo al máximo el riesgo de gentrificación. Por otra parte (Casas y Escobar, 2014: 9), mediante la ejecución del
proyecto de renovación urbana, el desarrollo del sector y la llegada de nuevos habitantes, se buscaría crear una colectividad más autosuficiente ycon una fuente de ingresos distinta a la población flotante de la universidad, que se encuentra presente solo 32 semanas al año.
Dicho esto, y aunque es cierto que un proceso de renovación urbana podría acarrear mejoras significativas en la calidad de vida de los habitantes originarios del barrio Las Aguas, es inevitable que ocurran casos de desplazamiento, si bien no en las etapas iniciales del proyecto, más en un futuro, cuando las personas se vean incapaces de cubrir los gastos incrementados. En este aspecto, se vuelve una tarea casi imposible mitigar por completo la gentrificación que naturalmente trae la revitalización de una zona urbana, así como se vuelve inevitable reconocer el papel de la Universidad de Los Andes como agente gentrificador, aun cuando es la misma institución quien busca mitigar dicho fenómeno.
La Universidad de Los Andes (Casas y Escobar, 2014: 9-11, 19), prestigiosa institución académica privada, influyente en su contexto y con una amplia cantidad de recursos a su disposición, se asienta desde hace 70 años en el barrio Las Aguas, un barrio de bajos recursos que se ha enfrentado a problemáticas de inseguridad, microtráfico, desempleo, y falta de oportunidades para sus habitantes. Así, en medio de un sector de la ciudad que se caracterizaba por su fuerte arraigo a las actividades tradicionales y por anteponerse a las grandes transformaciones urbanísticas, la llegada de la institución significa también la llegada de los primeros grandes cambios al barrio Las Aguas. Tomando como ejemplo el modelo de las universidades estadounidenses, que funcionaban como una especie de ciudadelas, la Universidad de Los Andes decide, así mismo, comenzar a instalarse a manera de “campus universitario”. Esto, como lo expone el actual gerente del campus
Maurix A.Suárez,le permitía a lainstituciónregirse segúnelmodelo académico deseado, pero le exigía ingeniarse una manera de poder generar un campus compacto en pleno centro de la capital colombiana.
Es así como la Universidad, con el transcurso de los años, comienza a adquirir una gran cantidad de predios y construcciones que hacían parte del barrio Las Aguas y que albergaban importantes hitos (en términos urbanos y en términos de comunidad) para adecuarlos a usos académicos. Entre estos hitos se encontraban las fábricas de Envases Fenicia, de Cervezas Germania, de Chocolates Chávez, de sombreros Hijos de G. Richard, el convento/hospital/manicomio Campito de San José, una cárcel de mujeres, un
albergue infantil, y la capilla de las hermanas del Buen Pastor, además de algunos otros (Centro Cultural, 2018). A partir de allí (Casas y Escobar, 2014: 11, 15), comienza a gestarse un sentimiento de prevención desde la comunidad de Las Aguas hacia la Universidad, pues sentían que ésta había estado tratando de marginarlos por décadas, acercándose de manera hostil al barrio y desconociendo por completo la realidad de sus habitantes
Más recientemente, cuando la Universidad comienza a plantearse la idea de gestionar un Plan Parcial de renovación urbana en el entorno de su campus, el peso de aquella imagen desfavorecedora implicaría que los vecinos de Las Aguas se mostraran incrédulos ante las propuestas y promesas de la institución para mejorar sus condiciones de vida (Casas y Escobar, 2014: 11, 14-15). En especial, las personas más propensas a sufrir las consecuencias de la gentrificación, es decir, aquellas excluidas o marginadas del mercado laboral, serían quienes sentirían la angustia de la expropiación y el desplazamiento con mucha más fuerza. La posibilidad de un proyecto de renovación urbana de semejante escala como la que estaba a punto de aprobarse para el Triángulo de Fenicia haría florecer sentimientos como el miedo a la pérdida de sus historias e identidades, y de sus luchas como fundadores, líderes y habitantes del barrio (Pulido, 2019: 6).
Ejercicio de Memoria
El Plan Parcial de Renovación Urbana Triángulo de Fenicia, en cuestión de algunos años, provocará cambios materiales inmensamente significativos para los habitantes del barrio Las Aguas, quienes se verán obligados a presenciar la absoluta transformación de las calles que, a la mayoría de ellos, los vieron crecer y desarrollar sus vidas. El proyecto inmobiliariosignificaráquelaspersonasdebanabandonarsuscasasparaqueestaspuedan ser demolidas y nuevas edificaciones, más altas y más grandes, puedan ser erigidas. Significará despedirse de las casas en las que crecieron, en las que vivieron sus padres y las que, probablemente, construyeron sus abuelos. Mientras tanto, ellos deben abandonar el barrio, bien sea porque desean irse a continuar con sus proyectos de vida lejos de Las Aguas, o bien sea porque deberán ser reubicados en acomodaciones temporales mientras sucede el reemplazo de sus inmuebles en el nuevo proyecto. Abandonar el barrio significará disolver, por lo menos parcialmente, sus redes de apoyo y las relaciones que durante años han mantenido con sus vecinos. Significará tener que, por algunos otros
años, mientras el proyecto es construido, mover sus vidas a otras zonas o a otros barrios, para luego volver a moverlas a Las Aguas.
Para muchos de aquellos vecinos que desean permanecer en el Triángulo, instalarse en el nuevo proyecto significará dejar atrás la vida de casa, de barrio, la vida que sucedía en la calle haciendo visita con las amigas en la puerta de la casa. Significará acoplarse a vivir enunedificioresidencial,dondelaspersonassolosecruzanenelascensoroenlaportería, donde no es posible tener gallinas corriendo por el patio, ni recibir en sus casas a los perrosquenosondeaquínideallá.Significaráquealgunosyanovanavivirjustoencima de sus locales comerciales, con la facilidad de poder bajar a atenderlos en cualquier momento del día, sino que ahora habrá diez pisos de por medio. La escala del proyecto y las dinámicas que implica la vida en altura, significará que los niños ya no podrán salir a correr por las calles como antes, con la “seguridad” de que algún vecino siempre está pendiente de ellos. Significará comenzar a convivir con personas nuevas, que tal vez pertenezcan a estratos socioeconómicos distintos y que no estén acostumbrados a crear vínculos estrechos con otros residentes.
Para muchos vecinos, permanecer en el barrio significará llevar a cabo sus vidas de manera distinta, con preocupaciones, pensamientos y movimientos distintos. Sin embargo, uno de los mayores riesgos al momento de realizar un proyecto de renovación urbana, en especial en un área histórica de la ciudad como lo es el barrio Las Aguas, es la pérdida de la memoria. Una memoria sujeta a las personas que habitan el barrio y que han comenzado a irse a vivir en otros sitios o que, lamentablemente, han fallecido. En este sentido (Pulido, 2019: 57-58, 63-64), se vuelve de vital importancia reconocer cuáles son esos relatos, narraciones e historias vinculadas con el pasado, que las personas utilizan para posicionarse en el presente, y que tienen como escenario el barrio Las Aguas. Estas narraciones del pasado se mantienen en el presente a través de creencias, rituales, prácticas y materialidades, y se convierten en un elemento relacional que les permite a los habitantes recrear una identidad local y del lugar, que les permite construir un “nosotros” y un sentido de pertenencia.
La cada vez más cercana realización del PPTF, entonces, no solo implica un enorme cambio en el barrio en términos materiales y físicos, sino que, a su vez, provoca una variedad de emociones y cambios simbólicos en las vidas de las personas. Así, retomando la necesidad de identificar las narraciones del pasado que son valiosas para preservar la identidad y los recuerdos del barrio y de la comunidad en el futuro, se plantea realizar un
ejercicio de memoria con algunas mujeres que han vivido durante varias décadas en Las Aguas. Enprincipio, el objetivo de este ejercicio de carácteretnográfico, sehalla en poder plasmar, de forma material, la memoria de lo que ha sido el barrio desde la perspectiva de aquellas dos mujeres, protagonistas de sus propias historias en Las Aguas.
Elda: mujer de 63 años, nacida y criada en el barrio Las Aguas, en donde se ha convertido en una destacada lideresa en términos medioambientales, por los animales y por los habitantesdesucomunidad,comobienloreconocenalgunosdesusvecinos.Actualmente es residente de la Unidad de Actuación Urbanística 5, en la misma casa donde ha vivido toda su vida, en la casa en la que nació, en la que nacieron sus hermanos y en la que, desde siempre, ha vivido con sus padres, con sus hijos y ahora con sus nietas también. El barrio Las Aguas, para Elda, ha sido escenario de sus mayores alegrías y sus mayores tristezas en la vida. Es en esa misma casa en donde murió su mamá, inesperadamente a causa de un infarto, y su hijo John, quien seguía sus pasos en el liderazgo comunitario y fue asesinado a comienzos del año 2020. Hoy tiene a sus otros dos hijos y a sus dos nietas, quienes la mantienen de pie en el camino de la búsqueda por la justicia hacia su hijo, Jhon.
Edilma: mujer paisa que hace 21 años llegó a Bogotá desde su pueblo natal en Antioquia. La violencia que se venía presentando desde las últimas décadas del siglo XX provocó que, en el año 2001, ella y su familia fueran amenazados y desplazados, viéndose en la necesidad de mudarse a la capital. En el barrio Las Aguas vivían su suegra y sus cuñadas, quienes la acogieron y más adelante la ayudaron a construir las primeras habitaciones de la que hoy todavía es su casa, ubicada en la Unidad de Actuación Urbanística 4, justo al pie de la Avenida Circunvalar. Aquella casa de autoconstrucción, que hoy es mucho más grande de lo que fue inicialmente, contiene múltiples historias de lo que ha sido una familia, de lo que ha sido el barrio, de las manos y del esfuerzo que se ha requerido para edificarla. El barrio Las Aguas significó, para Edilma, un cambio sustancial en su vida, puesincluíalaposibilidaddeunnuevocomienzolejosdelconflictoarmado,perotambién el desarraigo de aquello que siempre había conocido.
Los Recuerdos
Conocer las historias de vida personales de Elda y Edilma, dos mujeres que habitan el barrio Las Aguas desde hace tantos años, cada una con experiencias muy distintas y
durante periodos de tiempo muy distintos, constituye solo un pequeño vislumbro hacia las riquezas inmateriales e intangibles que alberga este delimitado trozo de ciudad. Desde el principio, el ejercicio a realizar tenía como objetivo convertirse en una propuesta adicional a los programas que actualmente Progresa Fenicia gestiona con la comunidad, para seguir trabajando en pro de mitigar la gentrificación, a través de la atención al adulto mayor, de la preservación de la memoria y de reconocer la importancia de las historias de vida particulares. De alguna manera, el ejercicio apuntaba a convertirse en una herramienta para reflejar la riqueza de la vida cotidiana en el barrio Las Aguas como lo es hoy, antes de que comiencen las demoliciones, las reubicaciones y las grandes transformaciones.
Con dicho objetivo en mente, el ejercicio se desarrolló a partir de lo que parecía una idea sencilla. Me interesaba re-conocer el barrio desde la perspectiva tanto de Elda como de Edilma, sumergiéndome en la narrativa que cada una tiene sobre el barrio Las Aguas y en la construcción que cada una genera de él, ambas totalmente distintas
Así, fue gracias a Elda que me pude comenzar a hacer una idea de lo que significaba el barrio para una persona que llevaba viviendo toda su vida allí y que no podía estar más colmada de recuerdos por entre sus calles y sus rincones. Elda, lideresa comunitaria, suele pasar muy seguido por la oficina de Progresa Fenicia, siempre con alguna preocupación personal, o referente a alguno de sus vecinos, o a algún arreglo que haga falta solucionar. Durante una de sus visitas, luego de regresar de la Fiscalía, comenzó a hablarme de su hijo John, quien era su hijo más cercano, su compañía, la persona que la cuidaba, que más se preocupaba por ella y que, lamentablemente, fue asesinado hace un par de años. A partir de esa conversación, Elda, una mujer que habla con un tono de voz muy bajito, casi como si me estuviera contando un secreto cada vez que se dirige a mí, me ha permitido conocer más y más historias de su vida. Me di cuenta, entonces, que, si alguien conocía el barrio Las Aguas como la palma de su mano, era ella.
Un par de semanas luego de haber entablado esa primera conversación, le propuse a Elda que me hiciera un recorrido por el barrio, en el que ella fuera mi guía, llevándome a cada uno de los lugares que habían, y seguían siendo, importantes para ella. Un miércoles a las 10:00 de la mañana, tal como habíamos acordado, Elda llegó vestida con ropa deportiva lista para un primer recorrido que duraría una hora. Desde que salimos de la oficina de Progresa Fenicia, el Contenedor ubicado junto al edificio Julio Mario Santo Domingo, los recuerdos empezaron a aflorar. Elda me condujo por las calles del barrio El Payán,
quequedajustodetrásdeledificioMarioLaserna;bajamosporlaCalle22ynosdirigimos hacia lo que solía ser la fábrica de botellas Fenicia (hoy en día Torres de Fenicia); caminamos por detrás de la fábrica de Blindex, que es donde se ubican la casa de Elda y una calle repleta de recuerdos de infancia. Era evidente que Elda se sentía emocionada de revivir aquellos recuerdos, porque durante nuestro recorrido nos cruzamos con su hija Juliana, quien tiene un puesto de venta ambulante junto a la salida de Blindex y quien le preguntóquéestábamoshaciendo.Eldaledijo,conunasonrisaenlacara,queyoleestaba preguntando por su infancia. Acto seguido, agarró dos liberales de los que vendía su hija y me ofreció uno. Comiendo liberales, pasamos por la lavandería de la Carrera 3ra en la que Elda solía trabajar en su juventud y, finalmente, nos dirigimos de nuevo a la oficina.
Ese mismo día, Elda me hizo saber que aún le faltaba un lugar muy importante por mostrarme, así que programamos un segundo recorrido para la semana siguiente, que duraría un poco menos de una hora. Caminamos de nuevo hacia la manzana de la casa de Elda, pero esta vez me condujo hacia una gran zona verde que queda subiendo hacia la Avenida Circunvalar. Allí me contó las historias de su infancia que estaban relacionadas a su abuela paterna e historias que estaban relacionadas a sus labores más recientes como líder del barrio. Ese día, desde donde estábamos se alcanzaba a ver la cancha deportiva del barrio, que justamente la estaban pintando de colores gracias a la gestión de Elda con la alcaldía local. «Yo aquí me siento y veo como era antes, cuando había unión y amistad en el barrio».

Encontrar a una segunda persona que estuviera dispuesta a contarme su historia no fue tan fácil. Me acerqué a mujeres que no consideraban sus historias lo suficientemente interesantesparacompartirlasoquenosesentíanlosuficientementeapropiadasdelbarrio para hacerme un recorrido por él, porque por más que llevaran años viviendo en Las Aguas, sus vidas no transcurrían allí. Una de las mujeres a las que me acerqué, que sí estaba dispuesta a conversar, estaba tan ocupada con sus quehaceres diarios que simplemente no tenía el tiempo suficiente para mostrarme todo lo que ella desearía.
Finalmente, decidí acercarme a doña Edilma, quien transita con frecuencia los espacios de Progresa Fenicia, especialmente con el interés de entrar a la huerta urbana que ella misma, con sus amigos y amigas del barrio, ayudó a montar desde hace algunos años. Un díaqueEdilmapasabaarevisarelestadodesustomateras,sedetuvoahablarconnosotras en la oficina y aproveché para preguntarle si le interesaba hacer el mismo ejercicio que ya había hecho con Elda, contándole en qué consistía. Probablemente el hecho de que ambas, Elda y Edilma, son amigas, le generó la confianza suficiente para acceder a guiarme en su propio recorrido. Nos encontramos el martes siguiente a las 10:00 de la mañana y le pedí que me llevara por los lugares del barrio que han sido importantes para ella: «para mí todos son importantes», me dijo.
LaprimeraparadadelrecorridoconEdilmafuesubiendoporlamismalomaque mehabía llevado Elda, desde la que se ve la cancha deportiva y en la que se ubican unas de las escaleras que suben al barrio de La Paz, arriba de la Avenida Circunvalar. Aquellas escaleras, por la sensación de peligro que representan, no es el camino usual que Edilma toma para dirigirse hacia su casa, pero debíamos pasar por allí para poder visitar la primera casa a la que Edilma llegó cuando fue desplazada de su pueblo en Antioquia, la casa de sus cuñadas. Caminamos por el andén de la Circunvalar, pasando por la que había sido la casa de la suegra de Edilma y, de últimas, llegamos a su propia casa. Me invitó a pasar y me mostró las diferentes etapas en las que ella y su esposo, Pablo Emilio “Milo”, la han ido construyendo con ayuda de familiares y amigos. Me habló sobre los motivos por los cuales habían tenido que construir ciertas partes de la casa, me habló sobre los materiales que utilizaron y en dónde los habían conseguido, y me habló sobre cómo se organizaban los que allí vivían. Me contó sobre la opinión que tenían de ella y su esposo algunos vecinos y cómo aquello se relacionaba con las calles que se sentía cómoda transitando. Me habló sobre lo que se siente vivir tan cerca a La Paz, un barrio que la mayoría de los vecinos de Las Aguas consideran peligroso y cómo eso ha influido en sus
vidas y en la forma que ha tomado su casa. Me habló sobre su pueblo y la falta que le hace por no haberlo podido visitar desde hace tres años.
De regreso a la oficina, nos devolvimos bajando por las escaleras que Edilma sí utiliza para ir y venir de su casa, las cuales dice que puede recorrer entre diez y once veces al día. En el camino, uno de los perros del barrio, Bruno, que no es de nadie, pero es de todos, se unió a nosotras mientras Edilma me contaba sobre todas las mascotas que ha adoptado durante sus 21 años en el barrio.

Mapa 3. Casa de Edilma. Tomado de Progresa Fenicia y modificado por la autora.
Habiendo accedido a toda la información que Elda y Edilma estuvieron dispuestas a compartirconmigo,mepropusehacerdoscartografíasdiferentesenlasqueseevidenciara el (los) recorrido(s) que había hecho con cada una de ellas, haciendo referencia a cuáles habían sido los lugares más importantes de cada uno y qué historias habían ocurrido en dichos lugares. Cada cartografía aparece sobre una aerofotografía del Triángulo de Fenicia, en donde se hace el trazado de cada recorrido de manera individual, complementándose con fotografías, frases y textos. Cada fotografía ‒bien sea fotografías actuales tomadas por mí o, en el caso de Elda, fotografías antiguas que me envió ella por WhatsApp‒, a su vez, está ligada a un recuerdo o a una historia que se encuentra escrita al levantar la imagen (ver links adjuntos).
Los resultados obtenidos de cada uno de las cartografías son interesantes en cuanto cada una conforma un mapa completamente diferente del barrio. El trazado del recorrido con Elda evidentemente es mucho más largo, además de haber constado de dos sesiones
diferentes, porque ella lleva viviendo en el barrio exactamente el triple de la cantidad de tiempo que Edilma. El recorrido con Elda se extiende hacia el oriente del barrio Las Aguas, es decir, hacia el barrio El Payán, mientras que el recorrido de Edilma se extiende más hacia el norte, hacia la Avenida Circunvalar. En ambos recorridos, como tal vez era de esperarse, el lugar al que más le dedicó tiempo cada una, fue a sus propias casas; sin embargo, Elda se enfocó más en las historias que sucedieron afuera de la casa mientras que Edilma se enfocó en las que sucedieron adentro. El recorrido realizado con Elda demostraba ser el de una persona que había vivido su infancia, adolescencia, adultez y maternidad en un mismo barrio. El recorrido realizado con Edilma demostraba ser el de una persona que llegó al barrio ya siendo una adulta que debía encargarse de sus hijos y de sus nietos, que además llegó allí por motivos que estaban fuera de su voluntad. Por otra parte, los recorridos realizados con Elda y Edilma solo tuvieron en común un único punto o parada: la loma en la que vivía la abuela de Elda cuando ella era niña, la misma loma en donde queda la casa que era de las cuñadas de Edilma, la primera en la que vivió cuando llegó a Bogotá.
Finalmente, no fue durante los recorridos que realizamos, sino durante un par de las visitas de Elda a las oficinas de Progresa Fenicia, que pude enterarme de lo que realmente había significado para ella la posibilidad de un plan de renovación urbana. Cuando la Universidad planteó por primera vez el Plan Parcial de Renovación Urbana Triángulo de Fenicia, Elda comenzó siendo una de sus más firmes opositoras, pues en un principio le fue muy difícil aceptar el proyecto y no concebía que su barrio, que su casa, fueran a ser destruidos. Durante ese año, en el 2014, Elda le decía a su hijo John, quien aún se encontraba vivo, que si era necesario ella se iba a amarrar a su casa, pero que nadie la iba a sacar de allí. En la actualidad, Elda es uno de los tantos residentes de Las Aguas que no idealizan su futuro en el entorno renovado: «yo no quiero vivir en un apartamento. A mí me encierran y a mí me matan», «si me quieren ver morir, enciérrenme en un ancianato mejor», son algunas de las frases con las que la he oído expresarse. Siendo así, su plan de vida actual consiste en, primero, resolver los problemas legales que mantiene con sus hermanos a raíz de la propiedad de su casa, pues fue una herencia de sus padres, para, segundo, vincularse al plan parcial mediante el aporte de su inmueble. Dentro del plan parcial, Elda recibirá un apartamento que planea arrendar para irse a vivir a otro sitio, probablemente a Choachí, en una casa.
Mientras tanto, Edilma se encuentra en la incertidumbre respecto a lo que será su futuro. En la actualidad, su vivienda se encuentra construida sobre una zona que se considera como espacio público y, por tanto, su casa se considera como una construcción ilegal. En tanto ella, en términos legales, no es propietaria del terreno en el que vive, no podría vincularse al plan parcial aportando su inmueble de la misma manera que otros residentes de Las Aguas, lo que significa que ella no recibiría la misma retribución metro a metro dentro del futuro proyecto. Dado que esa es una situación que hoy afecta a 12 familias por igual, la Universidad ha exigido que la constructora con la que se firme el acuerdo para desarrollar el plan parcial, debe proveer una vivienda de interés prioritario para cada una de ellas. Así, Edilma y su familia serían merecedores de una VIP dentro de las nuevas edificaciones, más aún se enfrentan a las demandas económicas que significará residir allí. Edilma tal vez no se encuentre frente al peligro de la gentrificación en este momento, pero sí hace parte de sus posibilidades dentro de unos cuantos años. Así, es posible que Edilma permanezca residiendo en el entorno renovado o que, a causa de las barreras económicas y del anhelo por su pueblo, termine regresando a Antioquia eventualmente.
Antiguas y Nuevas Materialidades
El ejercicio de memoria llevado a cabo en compañía de Elda y Edilma, a pesar de haber sido realizado únicamente con dos mujeres del barrio entre muchas otras personas que poseen historias igual de valiosas, arroja cierta claridad sobre los aspectos inmateriales e intangibles que se perderán con la nueva materialidad que está por venir.
Tal como se mencionaba anteriormente, la realización del Plan Parcial Triángulo de Fenicia, implicará que la mayoría de las personas que viven en Las Aguas tendrán que acomodarse a formas de vivir, y a formas de habitar espacios, completamente distintas a como las han conocido la mayor parte de sus vidas. Significará que aquellas materialidades en las que podían ver reflejados sus más preciados recuerdos desaparecerán. Aquellas materialidades entre las que han transcurrido vidas enteras, en especial cuando se trata de adultos mayores que habitan el barrio Las Aguas desde hace dos décadas o más.
LasmaterialidadesqueconformanhoyendíaelbarrioLasAguassignifican,paramujeres como Elda, los lugares en los que ha visto a la mayoría de su familia nacer y morir; los lugares en donde jugaba con sus hermanos o en donde hacía bromas con sus amigas; la
calle que su mamá, como lideresa del barrio que también era, ayudó a pavimentar; los lugares que ella misma, como lideresa, ha ayudado a preservar y cuidar; los lugares por donde transitó, habló y rio con su hijo John. Para mujeres como Edilma, significan el lugar que la recibió cuando no tenía a donde más llegar; el lugar en donde tuvo que transformar su vida; el lugar donde tuvo que cuidar a los hijos y nietos que no pudo criar en Antioquia; la casa que ha construido con sus propias manos, con increíble esfuerzo; los lugares por donde camina tomada del brazo con su amigo Juan que la invita a pasear por las huertas urbanas del barrio.
Las materialidades, en especial cuando han sido habitadas y conocidas por tanto tiempo, comienzan a formar parte de la identidad individual y colectiva de las personas, así como de sus formas de pertenencia. Destruir o reemplazar dichas materialidades implica despojar a las personas de parte de su identidad.
Es así que, por más de que el Proyecto de Renovación Urbana exista con la promesa de mejorar la calidad de vida de las personas que habitan el denominado Triángulo de Fenicia, las nuevas materialidades nunca podrán reponer toda la riqueza emocional y material que se ha tejido por las calles del actual barrio. El nuevo proyecto será un escenario para generar nuevos recuerdos y costumbres, pero nunca podría reflejar la riqueza de los momentos que ya se han vivido en esos lugares. Las nuevas materialidades implican e implicarán que los recuerdos no se vean constantemente refrescados mientras se cruza cierta esquina o mientras se entra a cierta tienda, sino que permanecerán intactos en la memoria desde el momento en que las viejas materialidades desaparezcan. Dichos recuerdos quedarán sujetos a la buena memoria de cada persona o a la cantidad de recursos que tengan a su disposición, como fotos, videos, cartas y diarios. El reto, entonces, de crear proyectos de renovación urbanos participativos que busquen mitigar la gentrificación y el desplazamiento de la población originaria de un barrio no pueden limitarse simplemente a vincular en términos legales y económicos a las personas al proyecto. El objetivo no puede limitarse a hacer que las personas permanezcan en el barrio por el simple hecho de permanecer, sino que se debe pensar en proyectos que, por fuera de los intereses financieros e inmobiliarios, se preocupen por preservar aspectos invaluables de las vidas de los habitantes. No se puede pretender moldear toda la ciudad a partir de un modelo moderno o futurista, que funciona desde el estrato 4 hacia arriba, sino que se deben contemplar las riquezas que existen en la cotidianidad de las personas que viven por fuera de esos estándares.
Ahora bien, en un mundo en el que el capitalismo y los sistemas de acumulación juegan un papel importante en el manejo de los recursos, el acceso a ellos y el poder sobre ellos, sería utópico pensar en una ciudad que no se moldeara necesaria o únicamente a partir de las ganancias económicas y la eficiencia. Sin embargo, a partir de proyectos como este es posible reconocer que los habitantes “indeseados” de la ciudad no pueden seguir siendo empujados hacia las periferias o hacia la ruralidad de manera permanente. Es necesario que, cuando se piense en proyectos de renovación urbana de tal o similar escala, sean tenidas en cuenta aquellas demandas que no se ajustan a las del progreso y el desarrollo.
En ese orden de ideas, los proyectos de renovación urbana participativos no pueden constar de un par de mesas de trabajo en las que se les pregunta a las personas cómo se imaginan el entorno renovado, sino que deben partir de un análisis extenso de los pormenores de la cotidianidad de las personas. Se debe tratar de entender lo que las personas más valoran y aprecian de sus barrios, de sus casas, aquellos comportamientos y costumbres sin los cuales no se imaginarían su día a día. Y, aun así, no se trata solo de preguntar y analizar, se trata de poder integrar, de la mejor manera posible, el valor de lo que es o de lo que fue con las posibilidades de lo que será.
Conclusiones
La gentrificación (Laverde, 2014: 5-6) es un proceso que tiene sus raíces en las dinámicas sociales y en las tendencias económicas que se pueden generar en la ciudad. En ese proceso, los discursos de deterioro del centro urbano son la base de la narrativa que fomenta la renovación urbana que, a su vez, busca generar ciudades posindustriales que puedan funcionar como máquinas de crecimiento. Sin embargo, dichos proyectos de renovación urbana pueden resultar en la homogeneización del espacio, en la pérdida de relaciones sociales y en el desarraigo de las personas del territorio. Así mismo, puede resultar en el desplazamiento forzado de grupos económicamente vulnerables que no pueden lidiar con la acelerada valorización del precio del suelo o que, simplemente, no logran adaptarse a un estilo de vida diferente al anterior.
En Latinoamérica (Laverde, 2014: 6-8, 11), particularmente, los gobiernos locales le dan una importancia relevante a los programas que buscan “recuperar” el centro que se encontraba en estado de “deterioro” y que tratan de “revitalizar” la zona. Esto se hace con el fin de incentivar la inversión de capital privado en las zonas centrales de la ciudad y
promover la conservación del patrimonio histórico y cultural, volviendo atractivo este espacio urbano. En estas etapas avanzadas del capitalismo, se gesta y se expande una nueva clase media urbana que involucra cambios de educación, género y composición cultural respecto a la población originaria de dichas zonas; además, esta nueva clase media juega un papel distinto en el desarrollo de la economía, en las interacciones con el espacio y en los patrones de consumo. Bogotá, por su parte, se caracteriza por presentar un alto nivel de segregación urbana y especificidades en la organización socio-espacial por su particular proceso de acumulación de riqueza, que se caracteriza por la presencia de bajos salarios, grandes desigualdades sociales, un acelerado crecimiento urbano y la acentuada fragmentación en las formas de producción del espacio construido.
Si bien un proyecto de renovación urbana como el que se plantea con el PPRU Triángulo de Fenicia se encuentra en la capacidad de resolver algunas de las problemáticas anteriormente mencionadas, como el deterioro y el descuido institucional del centro de la ciudad, también genera otras tantas problemáticas que se dan en la micro y no en la macro escalaurbana.Desdeun puntodevista mucho máscercanoysocial,larenovaciónurbana, como se plantea en este caso, abre la puerta a la pérdida de costumbres, de historias, de recuerdos, de estilos de vida, de la heterogeneidad, de la multiplicidad. Así mismo, provoca que las personas que tradicionalmente han habitado el centro de la ciudad, que son quienes lo conocen y quienes se encargan de mantener ese aspecto histórico inherente a lo que se considera como “centro”, lo abandonen y se vean en la necesidad de desplazarse a otros sitios, de disolver las fuertes comunidades y la cultura que han establecido. Se trata de aquellas personas que aún recuerdan lo que ha sido el centro con el paso de los años; quienes, cuando las fotografías y los libros no bastan, pueden dar un recuento hablado de lo que alguna vez hubo.
Querer mitigar el impacto de la gentrificación, como se lo propone la Universidad de Los Andes en Las Aguas, es una iniciativa válida, necesaria y que debería ser casi obligatoria para cualquier promotor de un proyecto de renovación urbana, en especial cuando dicho promotor es un importante centro de conocimiento. Sin embargo, esa iniciativa debe ir acompañada de un profundo esfuerzo por preservar la memoria y las diferentes dinámicas sociales que pueden estar atada a ella, que son tremendamente valiosas para el funcionamiento de una sociedad compleja, diversa y tolerante. Las ciudades, que deben ser construidas con objetivos claros de bienestar económico y medioambiental, también deben ser construidas desde la humanidad y desde el reconocimiento del otro.
Links Videos Recorridos
Recorrido Elda pt. 1: https://vm.tiktok.com/ZMFbwuP4N/
Recorrido Elda pt 2: https://vm.tiktok.com/ZMFbwQUu4/
Recorrido Edilma: https://vm.tiktok.com/ZMFbwH9QN/
*Los videos pueden ser pausados para leer cada uno de los textos, o pueden ser descargados para poder hacer zoom sobre las imágenes.
Referencias
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Casas Iregui, Ana María y Cristina Escobar Correa. “El Riesgo de ‘Gentrificación’ como Consecuencia de la Implementación del Programa Progresa Fenicia”. Trabajo de Grado, Universidad de Los Andes, 2014.
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Harvey, David. 1996. “The Environment of Justice”. En Justice, Nature and the Geography of Difference. p. 366-402. Oxford: Blackwell Publishers Ltd.
Laverde Cubides, María Emma. “El proceso de gentrificación en el barrio La Macarena”. Universidad de Los Andes, 2014.
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