Gasolina, bidones, tierra curtida de combustible, arena de río, brea, luces de vehículos, son materia prima para la obra de Didier Bedoya; recursos que contribuyen a alumbrar lugares oscuros, lo que permite entrever situaciones propias del contexto del contrabando, a través de objetos escultóricos, instalaciones y dibujos de cuerpos anónimos que transitan, una y otra vez, curtidos y desgastados por la inclemencia de los terrenos, como hormigas que se aferran a los objetos que llevan, mientras transitan sobre puentes hechos por estibas, cuyo nombre también hace alusión a la adecuada colocación y distribución de la mercancía en una transporte.
Hormigueo se apoya en la riqueza que permite el lenguaje de las artes plásticas y visuales, para sumergir a los públicos en lugares llenos de simbologías y códigos que hablan de la memoria de un territorio y un contexto desconocido para muchos.