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Sergio Bufano

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Introducción

Introducción

Año 2021

Sergio Bufano es escritor y periodista. Desde muy joven militó en organizaciones de izquierda. Primero en el Movimiento de Liberación Nacional (MALENA), y al iniciarse 1970 formó parte de la organización armada de izquierda Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL). En el tercer gobierno de Perón, ya con Isabel Martínez de Perón como presidenta, su hermano Miguel, militante de Política Obrera y trabajador de una fábrica de plásticos, fue asesinado por dirigentes de la Juventud Sindical peronista. En julio 1976 fue secuestrado junto a una compañera, Guillermina Santamaría Woods, y ambos llevados a un campo de detención (Franklin 943, barrio de Caballito, CABA) del cual logró escapar. Meses más tarde decidió exiliarse a México, en donde continuó su carrera periodística en editoriales y en diarios. En el exilio participó de la fundación, conjunto con otros intelectuales argentinos exiliados, de la revista “Controversia para el examen de la realidad argentina”.

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De regreso del exilio, (al igual que Fabián Bosoer y Carlos Soukiassian), fue miembro del Grupo Esmeralda, un núcleo de intelectuales que asesoró al expresidente Raúl Alfonsín durante su presidencia (1983-1989). Durante más de diez años codirigió la revista “Lucha Armada en Argentina” y la editorial Ejercitar la memoria. Es autor de numerosos libros y ensayos: “Cuentos de la Guerra Sucia” (1983), “Harpías y Nereidas: Pasiones y muertes en los setenta” (2007), “Una bala para el comisario Valtierra” (2012) y “Perón y la Triple A: Las 20 advertencias de Montoneros” (2015) en coautoría con la investigadora y docente Lucrecia Teixidó).

El pobre Luis vivió engañado siempre creyendo que lo suyo era vivir en vez de libertad tuvo un salario en vez de sueños una máquina vieja de escribir Pero un día quiso hacer una factura con su máquina vieja de escribir y en vez de números escribió mariposas y en lugar de llorar rompió a reír Y su máquina de pronto fue amarilla luego verde luego roja y luego azul y de improviso echó a volar y no volvieron ni la máquina ni Luis

(El pobre Luis – Jairo)

(Transcripción realizada por las alumnas Ana Domínguez y Mara Recio)

Fecha de la entrevista: Jueves 10 de junio de 2021

Andrea Matallana: Sergio, gracias por estar con nosotros en esta iniciativa. Antes de este encuentro, les envíe a los alumnos un cuento tuyo que forma parte de “Cuentos de Guerra Sucia” y que me había impresionado mucho cuando yo era estudiante de sociología. Es un honor tenerte acá. Muchas gracias

Sergio Bufano: Me da mucho gusto intercambiar ideas con los jóvenes. Muchas gracias a vos y a Mauro por invitarme.

Andrea Matallana: Bueno, ¿quién quiere empezar?

Candela Castellanos: Buenas tardes, señor Bufano. Quería hacerle dos preguntas. La primera, un poquito más abierta y la segunda más personal. Entiendo si no la desea contestar. Con esta democracia argentina, que es medio rara y nunca termina de consolidar ¿Cuánto espacio puede existir para el socialismo en democracias liberales? Y la segunda es un poco más personal. ¿Cómo cree que su hermano Miguel miraría hoy a la clase política argentina en general y en particular el movimiento obrero?

Sergio Bufano: Con respecto a la primera pregunta, veo grandes dificultades para un socialismo democrático en la Argentina. En México, quienes veníamos de la militancia desde los años ’60 comenzamos a descubrir la democracia y simultáneamente la posibilidad de un socialismo democrático. Hoy la izquierda argentina -como siempre lo ha sido- es un maremagnum de siglas pequeñas, confusas, muchas veces indiferenciadas. Es una izquierda o socialismo que hace mucho barullo, pero consigue uno o dos representantes en el Congreso que, generalmente, no tienen iniciativas significativas y su labor legislativa es irrelevante.

Con relación a mi hermano Miguel. En realidad, no tengo la menor idea. Yo no creo que hoy siguiera militando en el Partido Obrero que, en aquellos años se llamaba Política Obrera. Yo supongo que Miguel –que hoy tendría sesenta y pico de años- se habría ido. Si ustedes se fijan bien en el Partido Obrero generalmente son todos muy jóvenes. Si ustedes miran la conformación del partido (salvo los dirigentes) son todos jóvenes que entran al partido cuando ingresan a la facultad, se afilian, laburan, cumplen su etapa y se van. Son jóvenes que al cumplir los treinta y cinco, cuarenta, se van; Yo le he reprochado mucho al Partido Obrero. Cómo se comportaron en los años ’74 y ‘75 con la represión del gobierno peronista. En aquellos años decíamos que se comportaban liberalmente, un término para la economía que nosotros lo usábamos para decir que se exponían demasiado.

Andrea Matallana: Tu hermano Miguel era estudiante y entró al Partido Obrero ¿En qué año?

Sergio Bufano: Él era estudiante de medicina. En ese entonces la proletarización era una práctica utilizada por todos los partidos trotskistas en general. Así, Miguel dejó la facultad y fue a trabajar a la fábrica “Miluz”. Como era lector, entusiasta y sabía hablar bien, rápidamente lo eligieron como delegado. Ese es el inicio de su camino por la cornisa; porque era un sindicato (como todos los de los años ‘70) muy violento. Era el menos indicado para morir. No pensábamos que iba a morir. No usaba armas y era muy crítico de los grupos armados lo que nos llevaba a discusiones constantes. Pero bueno, entre los dos decíamos que si alguien tenía que morir iba a ser el armado. Finalmente, él no iba armado y lo mataron los miembros de la Juventud Sindical Peronista (JSP) que salieron del sindicato, arreglaron con la policía de la zona donde estaba la fábrica (creo que Florida), lo esperaron a él y a su amigo y los mataron a los dosi .

Ana Domínguez: Sergio yo te quería hacer dos preguntas. La primera es si nos podés dar un breve recorrido de tu vida política o cómo te iniciaste en la política. Y la segunda es un tema más contemporáneo ¿Como interpretas que nuestro gobierno actual se denomine progresista en calidad de derechos humanos? Cuando tenemos tantos problemas de derechos humanos, más de la mitad de los chicos se encuentran debajo de la línea de pobreza y no acceden a la educación. O, por ejemplo, la existencia de una tasa de mortalidad dieciséis veces mayor en Misiones que en la capital.

Sergio Bufano: Voy a hacer un breve recorrido. Lo que para mí es reciente para ustedes es la mitad del siglo pasado. Yo nací en 1943, es decir el año de un golpe militar. En 1955 ya soy adolescente y hay un nuevo golpe militar para derrocar a Juan Domingo Perón, votado libremente -con cierto condicionamiento pero democrático. En el ‘62 otro golpe de estado para derrocar a Arturo Frondizi y poner a José maría Guido. En el ‘66 otro golpe de estado para derrocar a Arturo Illia y asume Juan Carlos Onganía. Estamos hablando de 1966, yo ya estoy casado, soy militante. Quiero que veamos el contexto.

En los ’70 hay otro golpe para derrocar a Onganía y poner a Marcelo Levingston. Y en 1971 otro para derrocar a Levingston y poner a Agustín Lanusse que propone iniciar el proceso de democratización en la Argentina. Lo que causaron los militares en Argentina es inaudito. Fue un daño muy profundo. Entonces, imagínense, un chico de dieciocho años, que pasó a los dieciséis años por la Federación Juvenil Comunista y después ingresó al Movimiento de Liberación Nacional, Malena le decíamos, que dirigía Ismael Viñas, Susana Fiorito, Ramón Alcalde. Para esa época ya tengo diecinueve años. En ese contexto histórico que vivíamos, era muy difícil sustraerse a la política y a la rebeldía. No solamente por la edad sino por la ausencia de libertades. Las chicas no podían usar minifalda sin que la policía las parara en la calle, nosotros no podíamos usar el pelo largo. Cada golpe militar generaba y reproducía un clima de control que era política y culturalmente espantoso. No podíamos leer ni ver algunas películas, no se podía decir marxismo. Había obras clausuradas. Ese clima fomentaba la militancia activa. En medio de esa sucesión de golpes militares hay una creciente rebelión popular que se expresa en el levantamiento de Córdoba, el Cordobazo, el Tucumanazo, el Rosariazo. Empiezan a morir estudiantes y obreros. En Córdoba aparece Agustín Tosco que representaba lo que nosotros habíamos leído en Lenin, es decir un obrero ilustrado. Un hombre que había leído mucho, combativo, honesto, pero que no era peronista. Los sindicatos peronistas siempre habían sido muy macartistas y nosotros éramos socialistas.

El golpe de Onganía en 1966 es como una bisagra. Finalmente, una parte de la izquierda, de los que habíamos pertenecido al Partido Comunista o el Socialista, dijimos… bueno ya se acabó. Si los militares toman el poder cada vez que quieren, por qué nosotros, ciudadanos comunes, no vamos a hacer lo mismo.

Decidimos tomar las armas, y creo que fue un error. Un error grave y costoso en vidas. Pero no podemos olvidar que ese fue el contexto histórico en el que nos movíamos. En Latinoamérica surgían guerrillas de manera permanente. Pero también en Estados Unidos con el Black Power, Italia con las Brigadas Rojas, en Alemania el Baader Meinhof. Había caído Francia frente al Viet Minh en Vietnam. Era un contexto revolucionario mundial. Aunque aparentábamos ser muchos, sabíamos que en Argentina éramos una minoría. Aunque las manifestaciones fueron muchas, la mayoría de los jóvenes seguían estudiando y trabajando. Nosotros fuimos los militantes más activos.

Ese fue el contexto y esa fue mi militancia en las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL), un grupo marxista en el que confluyen militantes del Partico Comunista Revolucionario (PCR), algunos socialistas. Fue el primer grupo en salir a acciones armadas. Se fracturó muy rápidamente como corresponde a todo grupo marxista. Y después apareció el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que tuvo un auge muy importante. Y finalmente en los ‘70 aparecen los Montoneros que se identifican con el peronismo. Sin duda eran los más poderosos y convocan a una gran cantidad de jóvenes a ese tipo de militancia. La otra pregunta ¿cuál era?

Ana Domínguez: Yo te preguntaba que significa la etiqueta de progresista en derechos humanos, ¿qué significa ser progresista en calidad de derechos humanos?

Sergio Bufano: Yo asistí asombrado al Juicio a las Juntas. Me acredité como periodista y asistí todos y cada uno de los días que duró el Juicio. Para mí eso era increíble. Yo había sido un militante subversivo que ahora estaba sentado en una butaca y veía a los militares golpistas y represores en el banquillo de los acusados; a Videla, Massera, Agosti, a toda esa gente. Fue una decisión única, tal vez desmesurada pero formidable de Alfonsín. Si hubiera hecho el referéndum de los uruguayos sobre si juzgar o no a los genocidas, yo me temo que la respuesta hubiera sido bastante parecida a la de los uruguayos. Pero bueno, Alfonsín era un tipo comprometido con los derechos humanos, había pertenecido a una organización de derechos humanos, había defendido a miembros del PRT y del ERP.

Después creo que hubo una deriva, con los levantamientos de los carapintadas y demás, donde él hizo una opción y planteó qué prefería: si defender los derechos humanos del futuro o adecuar las decisiones a lo que él consideraba posible. Todos los indicios presagiaban que se venía un golpe. Entonces resurge la propuesta ya explicitada por Alfonsín en la campaña electoral: la obediencia debida. Yo la defendí, aunque hoy pienso que quizás se podría haber hecho otra cosa. Creo que el kirchnerismo hizo muy bien en retomar el tema, lo retomó con muchos errores, los mismos que podría haber tenido Alfonsín en su momento. Pero lo retomó y el resultado fue formidable. Fueron juzgados y condenados muchos genocidas.

No estoy seguro que haya sido una convicción política, moral o ética sobre los derechos humanos. Sino más bien una forma de atraer a una gran cantidad de jóvenes que finalmente se volcaron con muchísimo entusiasmo y con justa razón. Se extralimitaron en muchas cosas, pero eso forma parte de los procesos históricos. Ustedes que serán historiadores lo van a poder definir mejor.

En estos días leí que van a condenar ahora a algunos genocidas que participaron en el operativo de retorno de montoneros, y no sé cómo se resuelve. Yo tuve que declarar en cuatro juicios, con el Juez Rafecas, con Oyarbide, en Córdoba y en la ESMA. En Córdoba fui citado por el caso La Perlaii. Cuando llegué me avisaron que iban a estar todos los represores sentados al lado mío, cerquita. Me sorprendí. Uno se imagina a los genocidas como las fieras, pero era un grupo de ancianos, era como entrar a un geriátrico. Y me preguntaba ¿merecen ser condenados? Tengo la convicción de que sí. Los miraba. Uno de ellos me miraba con odio y eso me gratificaba. Pero el tema era que ya estaba, eso terminó. De los que van a juzgar mañana, creo que cien murieron y quedan siete u ocho que son mucho más viejos que yo. Ahí hay sensaciones contradictorias. Yo admiro lo que se hizo en derechos humanos, con reservas. Creo que este kirchnerismo tuvo graves errores, utilizó esa bandera como una técnica y no como una convicción moral y ética.

Chiara Casagrande: Hola Sergio, ¿Qué tal? Me gustaría saber cuáles fueron las condiciones que te terminan llevando al exilio ¿Cómo era estar en México y ver la dictadura desde afuera? ¿Cómo era recibir la mirada de la sociedad de que los militares llegaron a ordenar a los subversivos? Habiendo sido parte de la lucha armada, ¿cómo fue tu retorno?

Sergio Bufano: Para varios de nosotros que habíamos estado inmersos -en mi caso durante siete años- en la lucha armada, clandestinos, a veces presos, fue descubrir la libertad, nadie te paraba para interrogarte, podías reunirte, leer todo lo que quisieras. México era un lugar de tránsito cultural, todos los libros que venían de Estados Unidos o Europa pasaban por ahí. Era el descubrimiento de la cultura. Los militantes duros de esa época nunca habíamos leído Benjamíniii. Para nosotros fue un descubrimiento sobre

la lectura. Había gente que leía Benjamín y otros que leían Fanoniv. Ahí vamos conociendo nuevos autores, nuevas personas que nos abrieron la cabeza. México era también la democracia, aunque con un partido que gobernaba hacía setenta años (el PRI).

Cuando llegué tomé contacto con Montoneros y ERP como correspondía, y después inmediatamente me fui de ahí y me vinculé a Juan Carlos Portantiero, José Aricó, Oscar Terán. Intelectuales que jamás habían tenido un arma en sus manos. Y creamos una revista llamada Controversia que fue una especie de palanca para que nosotros tuviéramos que leer, escribir y analizar lo que habíamos hecho poquitos años antes. En el ‘79 empezamos a criticar, no era fácil, lo que habíamos hecho tres años antes.

México fue una experiencia brillante, la recuerdo con cariño, además de que ahí me casé por segunda vez, tuve dos hijos mexicanos. El día que se votaba en la Argentina en el ‘83, estábamos en un departamento con Esteban Righi que había sido Ministro del Interior de Cámpora, y varios peronistas, socialistas, etc. Escuchábamos las noticias de la radio para ver quién ganaba. Ya de madrugada, cuando anunciaron que había ganado Alfonsín y perdido el peronismo no sólo en Buenos Aires sino en la provincia, dijimos “bueno este país ha cambiado”. Dijimos volvamos, ya mismo. Y bueno ahí nos volvimos, no fue fácil tampoco. Pude reintegrarme acá a la vida, conseguir trabajo, tuve suerte con dos amigos que habían sobrevivido que me ayudaron a conseguir trabajo y así fue pasando el tiempo. Reivindico muchísimo mi estadía en México. Por primera vez, empezamos a leer, discutir y reflexionar sobre cosas que nunca habíamos pensado ni leído.

Andrea Matallana: Sergio una preguntita pequeña, ¿y en México de que vivías?

Sergio Bufano: En México tuve varios trabajos. Como yo llegué con un pasaporte ecuatoriano, durante el primer año trabajé en una agencia de publicidad imitando el acento costeño-guayaquileño de los ecuatorianos (eso fue muy dificultoso) y después pasé a trabajar en una editorial todavía como ecuatoriano. Finalmente, Righi se presentó en la gobernación y en el Ministerio del Interior y dijo: “mire, este señor tiene un pasaporte así, pero se presentó perseguido, queremos resolverlo”. Y ahí por fin pude volver a ser yo mismo, empecé a escribir en “Uno más Uno”, equivalente a “Página 12” de acá. Trabajé también junto a Nicolas Casullo y Rubén Calleti para el gobierno mexicano, escribíamos discursos para el presidente. Pero si, a los veinte días de llegar a México, aún con un documento que no era mío conseguí trabajo.

Micaela Lattanzi: Hola Sergio ¿cómo estás? Va muy atado a la pregunta de Chiara pero me interesa mucho tu vuelta acá a la Argentina. ¿Cómo la viviste? Sobre todo si te reencontraste con gente que se había quedado acá. El hecho de que estuviera Alfonsín en el poder, todo ese proceso, ¿podés contarlo más de cerca?

Sergio Bufano: Apenas ganó Alfonsín, vine para la asunción el 10 de diciembre. Pude apreciar que en el Partido Intransigente de Oscar Allende se habían refugiado muchísimos de los miembros de los Montoneros y la izquierda. El día de la asunción, en la plaza, me encontré con muchos que creía muertos y muchos que creían que yo había muerto. Tiempo después fui a dirigir un diario en Santa Fe y muy rápidamente me invitaron a participar en el grupo de discursos del presidente Alfonsín. Por supuesto acepté y con él trabajé desde esa época hasta el día que murió, escribiendo y publicando periódicos, sin ser radical. Nunca me afilié porque no tenía más ganas de afiliarme a ningún partido político, pero sí trabajé con él por veinte años. Y bueno, ese también fue un descubrimiento, porque ¿cómo piensa un político? ¿Qué le proponés que diga sobre tal cosa? Entonces uno escribía, se lo entregaba y él decía: “a mí no me parece esto,

porque no le cambias un poquito, es demasiado agresivo”. Era un tipo tolerante y un político al que le tengo una admiración muy profunda. Junto con Portantiero, Emilio de Ipola y Fabian Bosoer estábamos en el grupo llamado Esmeralda, porque su primer local lo tuvo en la calle Esmeralda.

Matías Dávila: ¿Que tal Sergio? ¿Vos, que tenías militancia, cómo viviste cuando Cámpora ganó las elecciones? Fue un momento con muchos ánimos políticos revolucionarios, ¿cómo viviste ese momento? Y de paso ¿podrías decir tu primera sensación cuando te enteraste del golpe?

Sergio Bufano: Cuando ganó Cámpora éramos tan ultraizquierdistas, que si bien podíamos votarlo, elegimos hacerlo en blanco. Y volvimos a votar en blanco cuando asumió Perón con el 62% de los votos. Para nosotros, para muchos de nosotros en ese entonces, era una democracia burguesa, y no queríamos eso. Queríamos una revolución, queríamos el poder que en ese entonces solo se alcanzaba con las armas. Y entonces esas elecciones no significaban absolutamente nada. El pronóstico en ese entonces era que se iba a ir al demonio rápidamente. En ese clima el peronismo venía con los sindicatos y demás, creíamos que no iba a durar mucho tiempo. Y efectivamente duró tres años. Así que para nosotros eso fue una experiencia más de nuestro profundo sentimiento antidemocrático que teníamos en ese momento. Perdón, me distraigo y me olvido de la segunda pregunta, Matías.

Matías Dávila: Quería saber tu primera reacción el 24 de Marzo de 1976.

Sergio Bufano: Vivía solo en un departamento. Prendí la radio en la mañana y escuché una marcha militar. Ya sabíamos que se venía el golpe, pero no cuando. Con todos los golpes que uno había vivido, eso significaba que había caído Isabelita. La duda era: ¿qué hago ahora? Yo tenía muchas citas a lo largo del día. Y no sabía qué hacer, “¿salgo armado o no salgo armado?”. Y no existían los celulares, no podía hablar por teléfono así que salí desarmado. Ví los tanques por la calle, los soldados y me dije: “bueno, ahora se viene una etapa muy dura”.

Pero nunca imaginamos, nadie de ninguna organización imaginó lo que significaba ese golpe. Era impensable que sería tan criminal como fue. En ninguna de las dictaduras fue tan cruel y tan miserable. Este país es un poco desmesurado en todas sus cosas. Es el único país que le declaró la guerra al Reino Unido, la segunda potencia militar en el mundo. Hay algo de desmesura en la cabeza de los militares y en buena parte de los ciudadanos argentinos que salieron a aplaudir a Galtieri. Nunca imaginamos lo que se venía, empezamos las reuniones como siempre. Seguimos haciendo operaciones hasta que empezaron a desaparecer compañeros. ¿Y dónde estaban? No sabemos. Antes, morir formaba parte de la política, pero ¿desaparecer sin más? No, esa fue una novedad muy grande.

Marine Vignon: Buenas tardes, tengo dos preguntas. La primera es, entendiendo el precepto de que claramente la violencia no está justificada, ¿de qué otra manera hubiese sido posible para el Estado reaccionar frente a las organizaciones militantes? Usted no estaba de acuerdo y reaccionó. Pero ¿de qué otra manera hubiese sido posible reaccionar sin la aplicación de la violencia?

Sergio Bufano: Hay dos tipos de violencia que ejerce el Estado: la legal y la ilegal. Si el Estado hubiera reaccionado en los levantamientos disparando hubiese sido legal. Y si te agarraban, tenías diez años de cárcel en Devoto y uno se la tenía que aguantar. Pero el Estado no puede actuar ilegalmente, porque se convierte automáticamente en una facción tan parecida como las que quiere combatir. El tema aquí es que yo creo que

Perón eligió la peor de las alternativas: la creación de la Triple A. López Rega se lleva todos los laureles, pero el que decidió, mediante decretos que están en el Boletín Oficial, crear la Triple A y designar a sus cinco jefes fue el presidente Perón. Entonces sí; López Rega era su secretario particular y tenía mucho poder, pero los decretos tienen la firma de los cinco jefes y la de Perón. Y no tenía necesidad, porque asumió con el 62% de los votos, y el apoyo del resto de la población. El radicalismo había obtenido veintipico por ciento de votos que votaron al candidato de ese momentov. Si analizamos quienes votaron en 1973, el 95% de los ciudadanos argentinos lo hicieron por la democracia. Nunca habíamos visto una asistencia tan impresionante como la de esas elecciones. Se repitió también en 1983 y en los dos casos veníamos de dictaduras. Perón tomó una muy mala decisión, ¿por qué lo hizo? Había una concepción: él era profundamente maccartista. Se sintió apretado por las circunstancias. Un gobernante elige cómo responder a la violencia, si legalmente o ilegalmente.

Marine Vignon: La segunda pregunta está vinculada a las expectativas que se tenían después de la dictadura sobre la democracia, ¿están satisfechas con la actual o al contrario? ¿Eran más altas de nuestra realidad?

Sergio Bufano: Yo creo que esta democracia tiene falencias gigantescas: si el 62% de los chicos son pobres, hay 50% de personas que trabajan sin tener Seguridad Social o dependen de la asistencia social. Esta democracia fracasó en cuanto a sus objetivos de garantizar salud, educación, etc. En todas las cosas que tiene que garantizar la democracia, fracasó rotundamente. Pero eso es lo que tenemos. Hoy afortunadamente no existen militares. En otra ocasión ya habría otro gobierno militar. Afortunadamente eso ya no pasa. Pero no nos podemos conformar con una democracia tan injusta con los pobres, la gente que no tiene comida y demás. No satisfizo las expectativas de nadie sobre todo de aquellos que aspiraban a una sociedad más justa.

Clara Pérez de Arenaza: Hola Sergio, ¿cómo va? También tengo dos preguntas. La primera es, ¿todo este período entre los ’60 y ’70 se puede considerar una guerra o más que nada un clima de mucha violencia en el país? La otra es si podés y querés contar alguna anécdota tuya que hayas vivido que describa esos años.

Sergio Bufano: Recordame la primera.

Clara Pérez de Arenaza: Si crees que todo esto puede considerarse una guerra o sólo mucha violencia.

Sergio Bufano: Era un contexto histórico mundial. Era la lucha del comunismo de la Unión Soviética y China con el imperialismo yankee, Estados Unidos. En ese contexto, todas las luchas eran una guerra. La de Vietnam fue una guerra, la de Argelia fue una guerra. En Latinoamérica nunca hubo guerra, hubo un enfrentamiento muy sanguinario que provocó la muerte de muchos jóvenes de veinte años. Fue un suicido en parte provocado por las circunstancias históricas y por el impulso que nos dimos y nos dio Cuba. En Cuba se entrenaron muchos chicos que murieron acá. Pero guerra no. En ese momento decíamos que estábamos en las preliminares de la guerra. Teníamos una consigna de guerra popular prolongada. Pero el hecho de tomar las armas la convirtió en una lucha violenta inmediata y una vez que se tomaron las armas es muy difícil dejarlas y abandonarlas, porque otorgan un poder muy grande sobre el resto de los mortales. Si un militante de cualquier organización visitaba una villa de trabajadores con una pistola en la cintura inspiraba respeto. Y se desataron una serie de acciones, asesinatos y tomas de cuarteles, que contribuyeron a una especie de auto derrota. No fue la dictadura, eso lo reafirmo cada vez que puedo, la que derrotó a la guerrilla, sino que fue la guerrilla la que se auto derrotó. El PRT cuando empezó el año ‘76 se había

derrotado a sí mismo en Monte Chingolo. Y Montoneros igual. Cuando se produjo el golpe ya había abandonado todo lo que había acumulado, trabajos en fábricas y villas miserias. Porque se pasó a la clandestinidad y se dedicó a la acción armada. Así que no hubo guerra, pero la propia guerrilla desató una guerra que no estaba en condiciones de mantener.

Y bueno, la anécdota que definió finalmente es que a mí me secuestraron muy poco tiempo durante la dictadura. Me fugué de un centro. Caí con una compañera que mataron. Quede tocado, no era fácil escapar y ver de golpe lo que uno se imaginaba pero nunca había experimentado. Pero lo que me dio a entender que no tenía ahí más nada que hacer ocurrió en una casa de un barrio obrero en el sur. Éramos un poco más de veinte personas reunidas durante toda la noche en una habitación diminuta. Allí alguien propuso que se ejecutará a un traidor. El condenado era un compañero cuyo nombre no importa, que había mandado una carta desde Israel diciendo que iba caminando por la calle donde lo persiguió un patrullero, se metió en la embajada de ese país y escribió desde allí. Eso se consideraba traición

Se votó entonces si se lo condenaba a muerte o no. Nadie iba a ir a Tel Aviv a matarlo, era una advertencia interna. Y ahí dije: “hasta acá llegamos, hemos entrado en una situación patética”, porque condenar a muerte a un compañero como mensaje a la militancia era un despropósito. A la mañana siguiente en el tren me dije, yo me voy. Me fui porque estaba afectado por lo que me había pasado y porque era un sin sentido lo que pasaba en la propia política de las organizaciones.

Valentina Ponsiano Silva: Hola Sergio, ¿cómo estás? Te quería preguntar desde tu punto de vista, ¿qué sería hacer justicia para la familia de desaparecidos, para los hijos de desaparecidos? ¿Te parece que hay justicia para la gente que sufrió todo esto? ¿Te parece que el Juicio a las Juntas es suficiente?

Sergio Bufano: ¿Y a dónde más podríamos ir? Porque... Yo creo que sí, que el Juicio a las Juntas y después lo que se hizo desde el 2003 en adelante fue un acto de justicia. Ahora, ¿a dónde más podemos llegar? ¿A la Iglesia? La Iglesia fue cómplice directa de la dictadura. ¿A dónde más podemos llegar? ¿A los profesionales? Sí, hubo abogados, economistas que colaboraron, civiles quiero decir, que colaboraron con la dictadura, pero ¿dónde más? Si estiramos la cuerda, siempre repito, tendríamos que llegar a Fidel Castro. Porque Fidel Castro fue colaboracionista con la dictadura. ¿Por qué? Porque cuando Naciones Unidas, cuando el imperialismo yankee, quería mandar una comisión investigadora a ver si se estaban violando los derechos humanos en Argentina, Cuba votó en contra. No solamente votó en contra, sino que hizo una reunión, hizo un lobby, con Argelia, todos los países del tercer mundo para que se votará en contra. La comisión de Naciones Unidas no vino, no pudo venir. Entonces, Estados Unidos, cuyo presidente en ese momento era Carter, un demócrata, convocó a la Organización de Estados Americanos (OEA) donde Cuba no tenía participación y vino una comisión de la OEA y los resultados fueron magníficos porque en el mundo se supo qué era lo que estaba pasando. Por eso digo, ¿hasta dónde llegamos el castigo? Yo creo que los familiares... Y vuelvo a lo personal que me habían preguntado antes, yo sé quiénes mataron a mi hermano, son peronistas sindicalistas. Los veo a veces, sé, quiero decir, no sé qué nombre y apellido pero cuando veo la imagen de los dirigentes de la CGT, todos reunidos, cada uno con su barriguita repleta de dinero y comida, digo: “¿Cuál de esos habrá participado esa noche en el asesinato?”. Y, bueno, ya está. No hay justicia ahí porque esa gente nunca va a ser condenada, nunca. Entonces, yo digo, hay un límite donde uno ya se resigna.

Valentina Ponsiano Silva: Gracias.

Andrea Matallana: Abril...

Abril Janicki: Sí, perdón. Quedé un poco tocada con la respuesta. Hola, ¿cómo va, Sergio? Un placer. Me resulta particularmente interesante el tema de Malvinas. Por ahí vos estabas en el exterior y de eso tenés una mirada más... objetiva. ¿Había realmente una creencia real de que Argentina tuviera una oportunidad? ¿Cómo viviste personalmente el saber que iba a haber una guerra de esa índole?

Sergio Bufano: Bueno, al principio yo dije: “a mí las Malvinas no me importan”. Sinceramente no me importan, a mis hijos les he dicho: “Bueno, las Malvinas, por ahora, son inglesas. Si algún día las quieren devolver o no... Por ahora son inglesas”. No valen la vida de una sola persona. Bien. Al principio, estaba en contra, por supuesto. Después dije: “Bueno, a lo mejor si les va bien...”, un razonamiento ridículo, “...si les va bien a los militares con los ingleses, hay un proceso de paz. Si hay un proceso de paz, entonces, podemos volver...” Porque queríamos volver ya mismo. Fue de lo más confuso. Yo intenté volver, no para apoyar a nadie, sino porque digo: “Bueno, a lo mejor, en medio de la confusión de una guerra con los ingleses, puedo volver y vivir en Buenos Aires de vuelta”. No; era imposible, suicida. Aunque me hubiera autorizado la Embajada argentina, acá me hubieran agarrado. El proceso de la guerra de Malvinas originó una serie de discusiones impresionante. Recuerdo una frase de David Viñas, el escritor David Viñas, que tiene sus dos hijos desaparecidos, dijo: “Esta gente quiere transformar la guerra sucia en una guerra azul y blanca”. Fue la primera vez que escuché esa frase. La guerra sucia en una guerra azul y blanca. Yo creo que tenía razón, pero del lado del peronismo montonero había cierta consigna de, bueno, es una reivindicación popular Malvinas Argentinas, entonces tampoco podemos aventurarnos a criticar demasiado. Generó una cantidad de peleas y discusiones, asambleas y asambleas, una tras otra, donde nos distinguíamos algunos socialistas de los populistas que querían reivindicar que las Malvinas son argentinas sin reconocer a los militares. En abril, cuando vimos por la tele la multitud en la Plaza de Mayo y a Galtieri levantando los brazos y saludando, bueno, era como para suicidarse. La decepción ¿no? La decepción fue muy grande.

Abril Janicki: Gracias.

Andrea Matallana: ¿Tomás?

Tomás Martin: ¿Qué tal, Sergio? Un gusto. Mi pregunta iba más por el tema de la guerrilla. ¿Pensás que hacia 1975 un poco antes del Proceso, las guerrillas habían perdido ya sus objetivos políticos y los habían reemplazado por objetivos puramente militares? Y si es así, ¿por qué pensás que ocurrió esto?

Sergio Bufano: Por lo que dije antes, el poder que te otorgan las armas. Creíamos que avanzábamos hacia un objetivo que era la revolución. La política, el diálogo, porque ¿qué es la política si no el diálogo?, la conversación entre adversarios, eso para nosotros no existía. Para nada. Entonces, si no existía la política, si todos los políticos eran burgueses, traidores, que se enriquecían... Si era la antipolítica de los grupos de la izquierda, incluyendo Montoneros, no había ninguna posibilidad de hacer política. De hecho, si lo votan a Perón y Montoneros –peronista- mata a Rucci, el secretario general de la CGT, allí se cortó toda posibilidad de política, porque no hay diálogo, porque no hay ninguna posibilidad que lo haya. Y nosotros tampoco queríamos que lo hubiera.

Entonces sí, yo creo que fue el militarismo el que desvirtuó lo que en los ‘60 era la política. Porque en los ‘60 sí hacíamos política. Hasta que tomamos las armas, todas

las organizaciones políticas, eran muchas, de izquierda, se discutía, se dialogaba, se peleaba, pero era dentro de un marco político. Se imprimían revistas, se imprimían libros. Una vez que se tomaron las armas, todo eso desapareció. Por supuesto que había diarios o periódicos, por ejemplo, Noticias de Montoneros, o El Mundo del PRT. Eran periódicos de propaganda, pero “política política” ya no se hacía. Primaban los estados mayores, cada organización tenía su estado mayor y era el que imponía, imponía económicamente, porque era el que ordenaba asaltar bancos, secuestrar gente, eso para recaudar dinero, y el que tenía más dinero, tenía más poder. Igual que en estos días, como en la democracia, el que tiene el dinero y tiene el poder, ejerce su voluntad sobre el resto.

Andrea Matallana: ¿Marcos?

Marcos Mariño: Mucho gusto. Hoy por hoy en el país se hace mucha política, creo que se le ha hecho mucho daño al país con el tema de la democracia y los derechos humanos. ¿No cree usted que con el objetivo de avanzar y ponerle un fin a todo eso, hay que dejar de mirar para atrás, dejar todo eso en el pasado y avanzar?

Sergio Bufano: Depende de lo que quieras decir con dejar atrás o no mirar al pasado. Porque el pasado fue tan doloroso que es muy difícil ¿no? abandonar eso. Además, hay que dejar el pasado atrás en el sentido de tomar venganza, ese tipo de cosas, escraches, que se utilizan, ahora últimamente poco, pero escraches contra los militares, contra los colaboracionistas militares. Eso sí, yo creo que hay que dejarlo atrás. Pero dejarlo atrás desde el punto de vista cultural-intelectual, yo diría que no. Se siguen escribiendo libros, se debe seguir polemizando y eso está bueno. Ayer, por ejemplo, recibí tres libros de gente que sigue escribiendo y reflexionando sobre cómo fue, qué ocurrió. Hay muchos miles de muertos, entonces es muy difícil abandonar eso. Además, va a ser imposible dejarlo atrás. Dentro de veinte años, un hombre que cumpla sesenta o setenta años va a descubrir que sus padres no son sus padres. Porque cuando uno llega a viejo, empieza a revisar sus historias familiares. Y, de pronto, descubre que no es hijo de Juan y Susana, entonces se pone a investigar y descubre que es un hijo de desaparecidos. ¿Te das cuenta que dentro de cuarenta años va a ocurrir eso? O sea, que ese pasado es muy difícil dejarlo atrás. Porque va a seguir repitiéndose la historia de gente que va apareciendo. O una tumba, una fosa común en Salta o en Córdoba, o acá en Buenos Aires.

Yo creo que la polémica está muy bien y es saludable. Siempre que no promueva la formación de bandos que dicen tener la única verdad, como se han creado en estos últimos años.

Andrea Matallana: Juanita.

Juana Daicz Goloboff: Buen día. Muy interesante todo lo que estás diciendo, Sergio. Me surgieron dos preguntas, una vinculada a lo que preguntaba Marcos recién.

Antes te referías al Juicio a las Juntas, a los enjuiciados como personas muy grandes muchas de las cuales ya murieron. Y este análisis de seguir hablando de estos hechos históricos. Yo personalmente soy partidaria de contar la historia para no repetirla, pero también, nos hace reflexionar esta idea de: “estamos juzgando a personas que ya en cualquier momento se van a morir y ya vivieron su vida, ya se dejó pasar ese tema”, ¿por qué no hacer una diferencia ahí, una distinción ahí de dejemos de juzgar a estas personas que ya, en algún punto, no valen tanto la pena como lo podrían haber valido

antes y enfocarnos en nuevos temas? Que justamente Argentina tiene un montón. Quería saber qué opinabas de eso.

Sergio Bufano: Nuevos temas. Cuando decís “nuevos temas”, ¿a qué te referís?

Juana Daicz Goloboff: De todo. Si hablamos de justicia, otro tema completamente distinto, violadores que se sacan de la cárcel y se liberan. En vez de enfocarnos en justicia por hechos actuales, hay un porcentaje de crímenes gigante en Argentina. En vez de estar enfocándonos en eso, nos enfocamos en juzgar a personas que ya vivieron su vida, que sí, son personas que hicieron cosas incorrectas, son personas que deberían haber sido penadas. Cien por ciento de acuerdo. Digo, ya en este punto, donde ya vivieron toda su vida, y que, ahora no afectan a alguien. Porque si hablás de personas desaparecidas y de adultos que descubren que en realidad no eran de esa familia y todo eso, me parece perfecto, pero ¿estar enfocándonos en un lugar en donde gente ya vivió su vida y ya no está generando algún tipo de cambio más que decir: “Ok, sí, esta persona es culpable.”?

Sergio Bufano: Yo soy de los que piensan que todos esos represores que están en la cárcel con ochenta años y pico tendrían que tener prisión domiciliaria. Los llevan a su casa, viven ahí con sus familias hasta que se mueran. Además, falta muy poco, ya la mayoría tiene cerca de noventa años. Entonces, ahí sí se va a terminar ese tema de dónde tienen que estar los represores. Pero yo soy partidario de la prisión domiciliaria, no la libertad. No la libertad. Ahora, con el otro tema al que hacés referencia volvemos a lo injusta que es esta democracia, lo injusto que es este Estado. Porque, efectivamente, si recorremos alguno de los barrios populares, yo creo que son villas, no de emergencia, son villas miseria, donde la gente no tiene agua, no tiene luz, no tiene cloaca, no tiene acceso a Internet, no tiene acceso a la educación. ¿Qué nos espera? Yo creo que sí, que hay que dedicar todos los esfuerzos a eso, lo otro puede ir paralelamente ¿no? Lo de los juicios, la cárcel, puede ser una cosa paralela. Pero lo principal, para mí, es terminar de alguna manera con este tipo de injusticia que condena a millones de personas a un futuro espantoso, que no solamente los va a afectar a ellos, los va a afectar a ustedes porque se van a encontrar dentro de diez años con que hay una legión de analfabetos reales que, bueno, ¿dónde van a conseguir trabajo? Dentro de veinte años, ¿dónde va a conseguir trabajo un chico que hoy está recolectando basura en la calle, un cartonero? Ahí, en el tema de la justicia y de las imperfecciones de esta democracia, estoy de acuerdo.

Juana Daicz Goloboff: Tengo otra pregunta. Escuché que hablaste mucho de violencia y, corregime porque no estoy segura ya que entré un poquito más tarde al encuentro, vos fuiste parte de un grupo que aplicaba violencia.

Sergio Bufano: (asiente)

Juana Daicz Goloboff: Ok. Mi duda es si te arrepentís en algún punto de haber usado ese tipo de violencia, en el sentido de: nosotros como sociedad, nuestra generación en general, siempre, que de hecho lo escuché antes en una pregunta y dijeron como, bueno, “obviamente la violencia está mal” fue lo primero que aclararon, y siento que en nuestra generación, aunque en otras sociedades si hay un montón de violencia, es como muy claro la idea de “no tenemos que usar la violencia para llegar a un acuerdo, para cumplir algún objetivo”, y entiendo perfectamente que la sociedad en ese momento podía dar para esa situación. La duda es, como viéndolo hoy estando en esta sociedad actual ¿decís: “bueno, tal vez podríamos haber hecho otra cosa” o tal vez “yo podría no haber hecho esa violencia”?

Sergio Bufano: Sí, por supuesto. No uso la palabra “arrepentido” porque tengo cierto prejuicio hacia ese término, prefiero, utilizar, “autocrítica”, “mirada crítica al pasado”. No son sinónimos de arrepentimiento. Yo no soy creyente. Y veo a los creyentes y les envidio, de alguna manera, que van al ¿eran confesatorios? Bueno, van, se confiesan ante un sacerdote, le cuentan todas sus cosas, sus pecados, el sacerdote les da tres Ave Marías, veinte Padre Nuestros, le da la hostia y ya está. Sale libre a la calle, libre de culpas y cargos. Por eso, arrepentimiento no, no me gusta la palabra. Sí crítica al pasado. Sí, porque hicimos sufrir gente. Hicimos sufrir gente. No voy a hacer ninguna comparación entre lo que hizo la dictadura con lo que hizo la guerrilla, pero la guerrilla hizo sufrir gente. El uso de las armas hizo sufrir a mucha gente. Entonces sí, claro, hoy mirándolo desde hoy, yo hubiera preferido ser violinista. No sé, pianista, pero no miembro de un grupo armado.

Juana Daicz Goloboff: Claro, muchas gracias.

Sergio Bufano: No sé si contesté bien.

Juana Daicz Goloboff: Sí, sí.

Andrea Matallana: ¿Chiara o Ana?

Chiara Casagrande: Sergio, yo le iba a preguntar porque la verdad que me da mucha curiosidad como se ha manejado ante tanta incertidumbre y bajo la situación de haber escapado de un campo de detención. ¿A vos te secuestran, usted escapa y después se exilia? ¿Cómo hace para exiliarse? ¿Qué tenías que conseguir, por dónde salís, cómo uno se maneja en ese momento? ¿Qué es lo que...? No, no porque en serio, de curiosa de no poder imaginarme estar en esa situación, de no... saber qué hacer ya porque... es tener que correr.

Sergio Bufano: Sí, bueno, eso es lo que hice. Correr. Correr del centro de detención, del centro de tortura hasta, este... algún día voy a lograr que lo conviertan en un centro cultural, algo así. Más adelante. Pero, sí, correr. Era una situación horrible, si no tenías documento, no tenías pasaporte, no tenías nada. Si te vas, como yo renuncié a la organización, después de esa reunión que conté, de ese comité central, dije: “bueno, ya está, llegó hasta acá, pido la renuncia, etc.”. Ahí quedás desamparado, no tenés dinero porque vivíamos al día; no tenés dinero, no tenés trabajo, por supuesto no vas a poder trabajar en ningún lado; no tenés nada, más que una pistola. Entonces, bueno, había que conseguir un pasaporte. Una compañera, que permaneció en la organización, dijo “yo de todos modos te voy a ayudar” y confeccionó ese pasaporte ecuatoriano que me permitió salir del país. A las siete de la mañana tomé un avión en Aeroparque, con miedo porque habían excompañeros que señalaban porque ya habían sido doblegados por la tortura, y señalaban a los que conocían que estaban saliendo. Bueno, no, a mí no me señalaron. Llegué a Montevideo, allí estuve unas horas y tomé un avión a Río de Janeiro, donde estuve tres días hasta llegar a México, pasando la frontera con un documento que estaba bien hecho, eh, porque pasé todas las fronteras pero siempre era... cada vez que te ponían el sello... uno suspiraba.

Chiara Casagrande: Y, perdona que te insista en esto, vos estando en el campo ¿salís solo o con ayuda de alguien? ¿Salís porque de alguna manera ves alguna puerta abierta...?

Sergio Bufano: No, porque... A ver, la situación era muy dura, estaban torturando a la compañera al lado... Un minuto... Y yo lo que intenté no fue... escaparme. Yo lo que intenté fue encontrar un arma. Ellos se... Yo fingí un ataque al corazón y, bueno, todo

eso. En mi adolescencia estudiaba en el conservatorio de arte dramático porque yo quería ser actor, en realidad. Y, bueno, supe actuar en ese momento, me creyeron, me dieron coramina... Siempre encapuchado, claro. Coramina, esas cosas. Yo lo que quería era suicidarme porque yo sabía lo que venía. Ya, en ese momento, sabíamos que ibas a parar a algún lado que podía durar un día o un año. Tengo dos amigas que estuvieron dos años secuestradas en la ESMA ¿no? Entonces, lo que buscaba era un arma para suicidarme.

Bueno, no la encontré. Encontré, sí, una puerta que estaba cerrada, pasé al garaje, por donde nos habían entrado y... bueno, era una casa abandonada. Un centro de tortura en una casa abandonada. Dentro del garaje había un Fiat 600. Me metí adentro del Fiat 600, abrí la gaveta buscando un arma, que no encontré. No sé qué hubiera pasado si la encontraba... ni había pensado en escapar. Pero, bueno, miro la puerta del garaje y está cruzada con un destornillador, arranco el destornillador y logro abrir la puerta, una puerta pesada y me encuentro en la calle. Corro cien metros, otros cien metros y me encuentro en, no sé si ustedes lo conocen el monumento al Cid Campeador, y bueno, estaba en muy malas condiciones físicas pero, bueno, no, nadie me ayudó. Me subí al primer colectivo que pasó aún con la capucha en la cabeza. Esa noche volvimos, volví con otros compañeros... Con la loca idea de rescatar a la compañera que estaba ahí adentro, por supuesto ya no estaba, ya se la habían llevado, la casa estaba abandonada, a oscuras. Durante mucho tiempo seguimos vigilando esa casa. Distintos grupos pasaban y miraban, pasaban y miraban, nunca más la volvieron a usar.

Andrea Matallana: Wow. Sólo por... sólo por curiosidad, Mauro, nosotros que conocemos por ahí, lo del Cid Campeador, más o menos ¿no? ¿La casa de qué calle era?

Sergio Bufano: Franklin

Andrea Matallana: Franklin, Franklin. Ok, ok, cerca de...

Mauro Enbe: Franklin y Honorio Pueyrredón.

Sergio Bufano: Exactamente. Sí, ahí es.

Andrea Matallana: Ok, qué increíble.

Mauro Enbe: Paso todos los días por ahí.

Sergio Bufano: Bueno, es Franklin 8834vi o algo por el estilo. Es una casa que... bueno, yo iba a hacer la denuncia, cuando volví ¿no? Los vecinos me dijeron: “no... pobrecitas, la acaban de comprar dos profesoras universitarias”. Te imaginás, si les hacía la denuncia o les expropiaban la casa, además, vivir en una casa que había sido un centro de tortura, no es agradable. Se enteraron de todos modos y, finalmente, la vendieron al poco tiempo. Se las compró otro. Ahí está todavía, no sé quién vive ahora.

Andrea Matallana: Qué fuerte, voy a pasar. Anita, ¿tenés alguna pregunta? Sergio, vos querías hablar con jóvenes, te estamos sacando el jugo.

Sergio Bufano: Sí, la verdad (ríe).

Andrea Matallana: Ya en cualquier momento lo dejamos ir, ¿no cierto? Lo abrazamos porque... la verdad, Sergio, es un genio, un capo.

Sergio Bufano: No, para mí es un placer. En serio, eh, es un placer, Andrea. Sobre todo porque de pronto conocen una versión, que no es la única, pero es una versión de un protagonista que efectivamente hubiera sido... hubiera sido mejor actor que guerrillero.

Andrea Matallana: Perdón que voy a hacer una infidencia. Alguna vez pero hace... éramos niños, fui con... Estaban Carlitos Soukiassian, Fabi y... creo que fuimos a tu casa y vos, me lo acuerdo, quizás es fantasía de una ¿viste? Pero vos contaste una historia de unas revistas que habían guardado, no sé si en el fondo de la casa de tu abuela, una cosa... esa manera de contar historias que ustedes están presenciando, yo era muy chica digamos... o sea, estaba estudiando y para mí fue una revelación ¿no? Esta idea de... yo creo de, pasaron treinta años ¿no? de ese relato y Sergio, como yo lo recuerdo, contó que se estaban por ir o se estaban escapando y guardaron las revistas ¿no cierto? en el fondo de la casa de tu abuela y cuando volviste del exilio, no sé, las encontraron pero las revistas se les disolvieron en las manos... No sé, era una imagen... del estilo de qué te puede pasar si no preservás un poco mejor tu propia historia, para mí fue esa... fue un mensaje lindo.

Sergio Bufano: Sí, todo lo que se enterró, finalmente se disolvió en las manos. También es cierto que muchos libros yo los llevé a un guardamuebles y los pude recuperar al regreso.

Andrea Matallana: Ajá, qué genial.

Sergio Bufano: Con relación lo que decía Marcos respecto al pasado. Otra de las cosas que van a pasar en los próximos años es que en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, seguro que hay muchísimos refugios que no han sido descubiertos. En uno, donde yo sí sé que están, hay documentos, muchos documentos. En otro, me consta, no sé dónde está por supuesto, hay ochenta armas, ochenta ametralladoras; en otro había ochocientos mil dólares. Pero claro, la casa se compró y antes de partir tapiaron todo y quienes viven no saben lo que tiene. Bueno, en algún momento van a hacer una refacción en su casa y se van a encontrar con ochocientos mil dólares. Ojalá que si los recupera, los pueda gastar y no se le disuelvan en la mano. O, si encuentra libros, porque bueno, las armas ya deben estar oxidadas así que sería algo así como un... símbolo de esa época ¿no? Las armas oxidadas.

Andrea Matallana: Anita, dale.

Ana Domínguez: Sí. Sergio, iba a hacer otra pregunta, pero con esto último que comentaste, me obliga a hacerte la siguiente. ¿Por qué volviste a la Argentina? Me resulta muy extraño porque era un clima en que la democracia era muy frágil, ¿por qué volver?

Sergio Bufano: Sí. Bueno, porque yo añoraba mucho... Yo soy de Buenos Aires, yo nací en Mendoza, en realidad, pero a los tres meses me trajeron a Buenos Aires y aquí viví toda mi vida. Y a mí me gustaba Buenos Aires. Si me decían volvés “Pero tenés que ir a vivir a Córdoba”, sin ofender a ningún cordobés, o Salta o algo así, no, yo me quedaba en México. Yo quería volver a Buenos Aires, no a Argentina. Porque esta es una ciudad con la que yo me llevo tan bien... Salvo con los porteños que somos insoportables. Salvo eso, yo quería volver a Buenos Aires. La democracia, sí, era frágil. Hubo un momento durante el gobierno de Alfonsín, cuando los levantamientos de los carapintadas, que parecía que se venía el golpe, y muchos pensamos “bueno, ¿qué hacemos ahora?”. Yo ya tenía mi documento, bueno, a Montevideo, cualquier cosa nos

vamos primero a Montevideo y después veremos qué pasa. Esa fue una situación muy angustiante. Pero sí, yo quería volver acá.

Andrea Matallana: Marcos, Abril, no sé quién está.

Marcos Mariño: Sí, vuelvo a preguntar, Sergio. En los últimos años, las políticas de los gobiernos han, prácticamente, defenestrado a las Fuerzas Armadas, las han casi destruido. Con este, de vuelta, cuento de la democracia y haciendo política, obviamente, ¿cree que es la solución? ¿Cree que es por ahí que hay que resolver ese tipo de problemas con la violencia de los militares y ese tipo de cosas? ¿Haciendo desaparecer las Fuerzas Armadas?

Sergio Bufano: No, no. Yo creo en la educación de las Fuerzas Armadas. Hubo un programa que empezó con Alfonsín pero todavía estaban las viejas Fuerzas Armadas, era muy resistido pero... yo creo que ahí el kirchnerismo, no sé si el kirchnerismo, bueno, el peronismo tuvo una política de “bueno, hay que educar a las Fuerzas Armadas para que los próximos oficiales sean democráticos”, que era la aspiración máxima de Alfonsín, que no lo pudo lograr. Yo creo que a través de la educación, el Liceo Militar tiene que educar a disparar armas, sí, sí, todo eso sí, a defender el territorio... la soberanía, todo lo que quieras pero, además, el respeto a la democracia, el respeto al voto popular, les guste o no les guste ¿no? Pero todos los países tienen Fuerzas Armadas, todos, Brasil, es impresionante las Fuerzas Armadas que tiene, Chile también. Uruguay y nosotros ahora hemos quedado en lo que se dice... “algo desarmados”, pero bueno.

Andrea Matallana: Abril, dale.

Abril Janicki: Perdón. Sí, yo... por ahí no es una pregunta corta, va a ser mejor dejarla pasar. Yo quería saber un poco qué se siente ¿no? ser, por ahí, el objetivo de ese aparato ideológico que hicieron los militares. Como que siempre había que, de alguna forma, marcar cuál era el enemigo para que efectivamente hubiera vecinos, hubiera gente que termina haciendo las denuncias ¿no? ¿Qué se siente eso? Nada, en carne propia.

Sergio Bufano: Era una lucha constante. El portero, si se hacían reuniones, si entraba gente extraña al edificio, el vecino que escuchaba, el clima de persecución, persecutorio, era muy grande y, efectivamente, muchos porteros colaboraban. Se te rompía el auto y llamabas al automóvil club y el automóvil club estaba totalmente copado, los choferes, por gente antes por la Triple A y después por los militares. Es decir, había ahí una situación perversa ¿no? El miedo constante. No ibas a vivir a ninguna casa, departamento, lo que fuera, si no había una salida por atrás. Entonces, eso ya te da cuenta de... uno vivía en el fondo algo trastornado ¿no?

Andrea Matallana: Clarita, última pregunta.

Clara Pérez de Arenaza: Son dos, ¿elijo?

Andrea Matallana: Te lo dejo a vos.

Clara Pérez de Arenaza: Bueno, una es cortita igual. La que es corta. Una vez que volviste después del exilio, ¿volviste a sentir miedo? O sea, ¿vos te tenías que comportar en la calle de algún modo especial o ciertos códigos? ¿Volviste a sentir miedo o una vez que volviste ya... estabas tranquilo?

Sergio Bufano: Miedo, en el momento en que se levantan Rico, Seineldín y todos los carapintadas. Ahí sí me dio otra vez miedo. Yo tenía chicos muy chiquitos que los había traído de México y dije: “no, si ellos van a tener que vivir en un clima de miedo, esta vez, si nos vamos, es para siempre, no volvemos nunca más”. En ese momento sí, pero sino no. No hubo momentos, bueno, el 2001, el 2001 creo que, no era miedo sino... era desazón ¿no? Cuando murieron treinta y ocho muchachos y chicas no era un... eso era desazón. “Este país no cambia nunca” era la sensación. Bueno, por suerte hoy la violencia se ha limitado o ha bajado bastante.

Clara Pérez de Arenaza: Perfecto.

Andrea Matallana: ¿Y la otra, Clara?

Clara Pérez de Arenaza: Y la otra es: si vos pudieras volver el tiempo atrás, ¿volverías a tomar la decisión que tomaste de armarte? O sea, militar sí, obvio, militar tus ideologías, todo sí, pero ¿volverías a tomar esa decisión?

Sergio Bufano: Hay una frase común que dice: “con el diario del Lunes, yo no haría...” No, seguramente no, claro. Yo creo que la izquierda, la izquierda, perdió una gran oportunidad en los ‘60 que era conformar un buen partido socialista democrático y, bueno, ofrecerle combate, en el mejor sentido de la palabra, combate político al peronismo que dominaba toda la escena política, todo el escenario. Pero perdió esa oportunidad ¿por qué? Porque no... Porque la democracia para nosotros era insignificante. No nos interesaba la democracia.

No, si yo... si pudiéramos volver atrás, no, por supuesto que no. Trataría de meditar para la formación de un partido. Hoy... Hoy veo que la situación sigue siendo la misma, en el sentido en que el socialismo (niega con la cabeza) en la Argentina está cruzado por el peronismo y, bueno, los comunistas son todos peronistas, bueno, no sé... No tengo más respuesta que esa. No, no, no volvería.

Andrea Matallana: Sergio, pregunta última. Cuando volviste, ¿dónde tomaste tu primer café? Digo, vos periodista, me imagino que por ahí fumabas en esa época, fumar estaba bien. ¿Dónde fuiste a tomar tu primer café cuando volviste?

Sergio Bufano: Volví, llegué a la noche en el avión y... ustedes me quieren hacer emocionar porque...

Andrea Matallana: No (ríe).

Sergio Bufano: Me llevaron a Lavalle y Maipú, a un bar donde íbamos en los años ‘60 (en los ‘70 no circulábamos ya por esos sitios). El “Bar Ramos, que ya no está. Estuvimos toda la noche tomando cerveza, vino, whisky, no me acuerdo. Y amanecimos ahí, felices.

Andrea Matallana: Increíble. ¡Qué genial! Bueno, nada, lo aplaudimos ¿no cierto?

Sergio Bufano: No, gracias a ustedes.

Andrea Matallana: Te aplaudimos, Sergio. Mil gracias por todo lo que nos contaste. Gracias por venir, por dedicarnos el tiempo, por haber sido tan abierto con nosotros. Y bueno, un abrazo enorme y ojalá que te podamos tener en la universidad cuando vayamos ¿no? En vivo, invitarte y charlar entre todos.

Sergio Bufano: Con mucho gusto. Gracias a ustedes y me encanta conversar con los jóvenes, claro que sí. Buen futuro les auguro.

Andrea Matallana: Acá tenemos muchos buenos genios acá. Hay potencial.

Sergio Bufano: Qué bueno. Me han encantado las preguntas, muy buenas.

Andrea Matallana: Bueno, mil gracias, Sergio. Te mandamos un abrazo, abrazo fuerte.

Sergio Bufano: Gracias a ustedes. Chau, chau.

iPara más información es recomendable ver el documental “Cuarenta balas: el caso Fischer-Bufano”. iiLa Perla fue el principal centro de detención de la provincia de Córdoba. Fue de los centros más populosos fuera de la provincia de Buenos Aires y se estima que allí pasaron unos 3000 detenidos. iii Referencia a Walter Benjamín, filósofo alemán de origen judío que se suicidó en Cataluña creyendo que los nazis llegarían a invadirla. Fragmento de uno de sus textos: “Hay un cuadro de Klee que se llama AngelusNovus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso" (Tesis sobre la filosofía de la historia, Tesis IX - Walter Benjamín). ivReferencia al escritor revolucionario Frantz Fanon (1925-1961), de origen francés-caribeño y oriundo de la isla de Martinica. Trató los temas de la descolonización y apoyó la lucha argelina, de la cual integró el frente de liberación. Su trabajo más reconocido fue “Los condenados de la tierra”, publicado post mortem en 1961. Murió a los 35 años de leucemia en Maryland, Estados Unidos. vReferencia al Doctor Ricardo Balbín, histórico referente del radicalismo y de la oposición al peronismo. viNota de las editoras: la dirección correcta es Franklin 943. La mujer a la que se refiere se llamaba Guillermina Elsa Carlota Santamaría Woods (“Loti”, según el Índice de Apodos del Informe de Investigación del Registro Unificado de Victimas de Terrorismo de Estado), se encuentra desaparecida hasta el día de la fecha. Según la base de datos del Registro, (fue secuestrada en Scalabrini Ortiz (en ese entonces Canning) y Corrientes) el mismo día que Sergio el 8 de julio de 1976, pasó por Campo de Mayo y la ESMA. Estaba embarazada de tres meses y se desconoce tanto su paradero como el de su hijo, si es que el mismo sobrevivió. La casa de Franklin actualmente es propiedad privada, entendiéndose que fue un centro clandestino de tránsito. No está señalizada y se pierde entre las viviendas residenciales. Podría pasar desapercibida. Sergio dice que desea recuperarla o al menos entrar. Promesa que tendremos quienes escuchamos sus testimonios. (Ver Anexo).

Foto del centro clandestino de detención (transitorio): Casa Franklin 943

Foto del centro clandestino de detención (transitorio): Casa Franklin 943

Entrevista a Sergio:http://anccom.sociales.uba.ar/2015/12/16/como-es-vivir-en-un-excentro-clandestino-de-detencion/

Base de datos del parque de la memoria: Guillermina lsa Carlota Santamaría

Woods http://basededatos.parquedelamemoria.org.ar/registros/7808/

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