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Rolando Camuñas

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Sergio Bufano

Sergio Bufano

Año 2020

Rolando Leonardo Camuñas

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Oriundo de Bellavista, Tucumán, en su juventud se desempeñó como dirigente gremial del Partido Radical en la filial norte de la fábrica Winco (Norwinco). Es sobreviviente del centro clandestino “La escuelita de Famaillá”. Participó en la sentencia para la condena de diez imputados en el caso del Operativo Independencia donde se expusieron alrededor de 300 personas que sufrieron privación ilegítima de su libertad con apremios, tormentos agravados y torturas. Rolando Leonardo Camuñas fue el caso 126 de este operativo.

Por trajinar en el cerro

Yo soy arribeño y medio bagual

Ando borrando caminos

Soy puma ladino que no han de encontrar

Buscan mi rastro los hombres

Y el monte me esconde, soy sombra nomás

Arriando un hato de ovejas

Derrama mi quena un viejo sentir

Y en su quejido yacente Se le hace a la gente que gime un crespín

Y si la escucha mi chola

Yo sé que ella llora por verme venir

Voy a llorar la vidala

Le mingo a la tierra para acompañar Caja pellejo de cabra

Parida en las abras de atrás del Mollar

Y voz de sacha maneras

Para los que quieran sentirme cantar

(Zamba del arribeño - Juan Falú)

(Transcripción realizada por las alumnas Julia Delfina García y Milagros Guerrero).

Fecha de la entrevista: Miércoles 4 de noviembre de 2020

Andrea Matallana: ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿cómo anda todo? Rolando Leonardo Camuñas: Bien. Andando, como siempre. Andrea Matallana: Bueno, ¿les parece, chicos, que empecemos? ¿Estamos todos? Perfecto. Puchín, como le habrá contado Jerónimo, esta materia es sobre historia argentina. Estamos por estudiar los ‘70 eventos como el Operativo Independencia. Jerónimo nos contó un poco de su historia. En primer lugar, yo quería preguntarle cómo era el Tucumán que usted conoció allá por los años ‘70, cómo era su vida en la provincia. Rolando Leonardo Camuñas: Yo trabajaba en una empresa, en una fábrica NorWinco, que dependía de la Wincoi de Buenos Aires. Era una fábrica de motosierras, tocadiscos, grabadoras. En cada fábrica, la empresa tiene cuatro representantes. Nosotros éramos cuatro representantes. Yo puedo contestar lo que ustedes quieran, no tengo ningún problema. Así que hagan las preguntas que quieran, yo estoy disponible. Si les interesa el momento en que me detienen y me llevan a la tortura, lo puedo contar desde el principio. Andrea Matallana: ¿Usted era delegado de fábrica? Rolando Leonardo Camuñas: Sí, era uno de los delegados. Éramos cuatro en total. Andrea Matallana: ¿Qué quería decir ser delegado de fábrica? ¿Qué hacía un delegado? Rolando Leonardo Camuñas: Era un defensor de la gente que trabajaba dentro de la fábrica, como un delegado gremial. Trabajaba, por supuesto, yo también en la fábrica. Siempre en todas las fábricas tienen sus delegados, que están en contacto con la UOM (Unión Obrera Metalúrgica). La fábrica dependía de ese gremio, de la UOM. Andrea Matallana: ¿Era un gremio peronista? ¿Del PC? ¿Estaban afines a qué partido? Rolando Leonardo Camuñas: Los gremios acá, en la UOM, toda la vida fueron peronistas. La UOM es nacional y defiende a la parte esa de las fábricas, de lo armado: motosierras, grabadores, los famosos Winco. Entonces, pertenecíamos a esa. Hay otros gremios pero son otra cosa.

Andrea Matallana: Y en aquella época, a nivel nacional, ¿estaba Lorenzo Miguel o era Rucci la cabeza de la UOM?

Rolando Leonardo Camuñas: No, era Lorenzo Miguel. Estaban los dos, Lorenzo Miguel y Rucci también. Pero el total que manejaba era Lorenzo Miguel. Estamos hablando del año 1975. Andrea Matallana: ¿Y usted trabajaba en la Winco desde qué edad? Rolando Leonardo Camuñas: Yo llevaba ahí aproximadamente un año, tenía aproximadamente veintisiete años. Esa fábrica había sido instalada con un acuerdo con el gobierno de Tucumán, según el cual durante diez años no pagaban impuestos. Con eso, llevaron a hacer un súper taller de armado de Tucumán. Entonces, nosotros un día hicimos un paro porque recibían en Buenos Aires las cosas que venían importadas, las llevaban a Tucumán, las hacían figurar como que venían para la fábrica Winco, y no pagaban impuestos. Y después las traían a Buenos Aires de nuevo. Llegó un momento en que nosotros nos dimos cuenta e hicimos un paro. Después ya empezaron a desmantelar a la fábrica.

Andrea Matallana: Antes de trabajar en la fábrica, ¿usted qué hacía? Rolando Leonardo Camuñas: Yo trabajaba con mi padre, teníamos una fábrica de mosaicos. Mi padre era comerciante. Andrea Matallana: ¿Allá en Bella Vista? Rolando Leonardo Camuñas: En Bella Vista, sí.

Andrea Matallana: Chicos, ¿alguna pregunta? Empiecen ustedes, Ezequiel, Agustín, Aldana. Agustín Kloster: Sí, qué tal. Mucho gusto. Le quería hacer una pregunta. En esos años, ¿usted participaba de la militancia partidaria? ¿Era únicamente delegado de fábrica o también militaba? Rolando Leonardo Camuñas: Yo era delegado de fábrica y pertenecía a la Juventud Radical. Agustín Kloster: ¿Y los otros delegados? ¿Sus compañeros? Rolando Leonardo Camuñas: Ellos pertenecían al peronismo. Había otros que también pertenecían al socialismo. Desde nuestro puesto de delegados, no existía la parte política, de partido. Había que defender sí o sí. Y si entre nosotros los delegados teníamos alguna discusión, era justamente porque no estábamos de acuerdo en cómo actuar políticamente. Es la única discusión que podíamos tener nosotros, entre los cuatro, a la hora de defender a la clase que estaba ahí, a los empleados. Aldana Camacho: Buenas tardes, Rolando, gracias por venir. No tengo familiares que hayan vivido mucho durante los ‘70 porque acá en Tartagal (Salta) la cosa no era tan evidente. Me gustaría que nos cuente cómo usted vivió los ‘70 y cómo se sentían las calles, que supuestamente estaban en una democracia. Todo esto de la derecha persiguiendo a los grupos de izquierda. Rolando Leonardo Camuñas: Esto que vos me preguntaste lo voy a contar para todos los que están ahí. La juventud quería la democracia. En esos tiempos, uno defendía una ideología que la parte militar ya no aceptaba (lo que les puede pasar a ustedes también en algún momento). Nosotros queríamos libertad, porque después de las diez de la noche ya no podía haber nadie en la calle. Te podían matar y te hacían creer que era un enfrentamiento. Era un estado de sitio, directamente. Nosotros éramos jóvenes y no estábamos de acuerdo con eso, tanto en el trabajo como en la vida y en la familia. Los padres estaban incómodos, molestos, sugestionados; con miedo de que saliera uno a la calle y apareciera muerto o les dijeran que estaba desaparecido. Si quieren saber cómo me detienen desde el principio, se los cuento. Pónganse relajados. Esto sólo se lo conté a mi nieto y a mi hija. Desde hoy en adelante, ustedes van a tener cómo explicar a otras personas, porque yo he estado ahí. Yo salgo de mi casa a la mañana a trabajar. Tenía el auto en la calle. Encuentro que me habían pinchado las ruedas. Cuando yo saco y cambio la rueda, siento un golpe desde atrás, una patada que me desmaya. En ese momento, yo los alcanzo a ver a ellos. Me pegan dos patadas, me doy la vuelta a ver qué pasa y estaban encapuchados todos. Mi familia estaba en mi casa. Salen mi madre y mi padre afuera, a preguntar por qué me pegaban. También salen mi señora y mi hija, la madre de Jerónimo. También les pegan y les roban cosas. Pero mientras tanto, a mí ya me habían dado el cuarto golpe, y me desmayan totalmente (me pegan en los pulmones y los riñones y me desmayan). Yo nunca veo que le pegan a mi madre, pero a mi padre sí le pegan. Ahí salen mi señora y mi hija, y también les pegan. Yo, como padre y como hijo, veo que le pegan a mi

familia y me desespero. Ahí es cuando me desmayan y me cargan. Me agarran de los pies, me meten dentro de un camión grande y cerrado, y me llevan. Pero una vez arriba, me atan las manos atrás y me ponen vendas en los ojos. Más o menos luego de veinte minutos, me llevan a un lugar que era una escuelitaii. Ahí nos bajan, con las manos atadas atrás y vendas en los ojos. Todavía tengo una cicatriz en la nariz. Nos bajan en este lugar, que era una escuela. Ahí las aulas estaban separadas. Nos meten en un aula y nos desnudan. Era agosto, todavía hacía frío. Nos tiran ahí adentro, en el piso helado, nos sacan la ropa y nos dejan. Yo estaba muy golpeado: he perdido dentaduras y tengo problemas de cadera. Más o menos luego de dos horas, empieza la tortura. La primera vez que me torturan, no conectaba yo. La segunda empiezo a conectar cómo era la cosa. La primera vez que me llevan a mí, me dirigen a otra aula, me desnudan totalmente, me ponen sobre la cama (cama con elásticos y hierros, como los hospitales de antes) y me atan las manos para atrás. Me atan con cables en las manos y en las piedras. Entonces me empiezan a torturar. Me hacen preguntas que no terminaba de entender. “¿Vos sos radical? ¿Sos esto, aquello?”. Pero no entendía nada todavía yo. Lo primero que hacen es ponerme una pinza con un cable en la lengua, para que agarre la humedad. Con la humedad va la corriente. Y después también los testículos, y me empiezan a dar, a torturar. Yo gritaba y no lo podía creer. Cuando gritaba, me echaban agua en la boca para ahogarme, y yo seguía gritando. Yo no podía creer porque soy católico apostólico romano. Yo estudié en un colegio de curas y sacerdotes. No podía creer lo que me estaban haciendo, porque mientras me torturaban y me daban la corriente, ellos se reían y gritaban. Pensé que estaban locos o drogados, no entendía todavía. Cuando veían que me faltaba la respiración, paraban la tortura de electricidad. Cuando volvía de nuevo, me volvían a dar. Así me tuvieron media hora o cuarenta y cinco minutos, el primer día. Cuando estaba medio desvanecido (aguanté un poco porque pesaba muchos kilos) me sacaron de ahí y me llevan de nuevo a la primera parte (primera aula). Mientras yo estaba ahí, a la par mía yo escuchaba (cuando nos dejaban descansar siete u ocho horas) que había mujeres. Ellas gritaban “¿Por qué me hacen esto? ¿Es que ustedes no tienen madre, hermana?”. Ustedes ya se pueden imaginar a qué me refiero. La segunda vez que me llevan, yo empiezo a contar los pasos míos hasta donde me torturaban. Conté catorce pasos, de ida y de vuelta. Y ahí entraba la tortura, otra vez la misma. Me apretaban cigarrillos en el estómago, me daban con la picana, me daban en la cabeza. Llegó a un momento en que me sentía con el cuerpo como una calavera. Luego de eso ya no pude aguantar tanto. Pero las torturas eran esas: con electricidad, en los testículos, en la cabeza, en la lengua. Me ahogaba yo y me tiraban agua en la boca. Luego me dejaban de nuevo, y me llevaban otra vez al lugar donde estaba. Así me tuvieron casi un mes. Habrán sido como cinco o seis veces. Una noche, vienen y me dicen que me tienen que llevar. Nos sacan afuera, donde siento una voz. Recién después me doy cuenta por qué dicen esto: “cuidado que estos tienen que llegar como van”. Con el tiempo entendí que, desde ahí, desde la escuelita, los llevaban y simulaban un enfrentamiento, donde los mataban. Entonces, desde ahí nos traen a la ciudad (San Miguel) y nos dejan en un lugar de policía. Nos tienen ahí dos o tres días, y después nos llevan al juzgado. En el juzgado federal ya teníamos barba de un mes, parecía que íbamos a filmar una película. No hacen afeitar para ir. Ahí, el juez mismo nos dice que ellos no podían hacer nada, que estaban bajo la orden de los militares que mandaban ahí. Entonces nos hacen el juicio, nos ponen cualquier cosa, y desde ahí nos llevan a Villa Urquizaiii (parte penitenciaria de Tucumán). Como mi padre se movía por otra parte de mi familia con los abogados, consigue a un abogado que se

llama Ángel Pisarelloiv, que era radical. Era el único abogado que defendía todos los casos: defendía a los Montoneros, a los radicales, a los socialistas, presos políticos, guerrilleros, extremistas. Él le dice a mi padre que me iban a llevar a Trelew, porque si me dejaban acá me iban a sacar a la noche y me iban a matar. “En Villa Urquiza no lo podemos dejar, porque peligra la vida de él”. Mi papá lo acepta. Nos trasladan porque ahí estaba el PEN, el Poder Ejecutivo Nacional, donde mi familia podía saber si estaba vivo. Pero mientras tanto, en Villa Urquiza, me fueron a visitar mi padre, mi madre, mi hija (la madre de Jerónimo). También me vieron ahí. Yo me tapaba todos los golpes que tenía porque no se los quería mostrar a mi familia ¡Ah! Les cuento una anécdota para que se lleven: en Villa Urquiza, un día a las ocho de la mañana, caen tres muchachos jovencitos, de traje y corbata, pelados. Nosotros nos reímos y les preguntamos qué había pasado. Dijeron que los habían sacado de un casamiento. Otra anécdota: una noche llegaron más o menos treinta militares. Nos sacaron porque al costado del penitenciario había una cancha. Comenzaron a quemar libros que habían llevado las familias para que tengamos. Nos hicieron acostar a lo largo, todos boca abajo. Los soldados se pusieron de los dos costados, y nosotros teníamos que pasar por el medio. Teníamos que aguantar hasta la punta, unos diez metros. Nos decían: “si aguantás, llegá hasta la punta”. En el medio nos golpeaban; trompadas, patadas. El que se caía ahí tenía que levantarse, porque si no se levantaba, era jodido. Así, cuatro pibes llegamos hasta la punta. Después de ahí nos hicieron poner boca abajo, como una escalera, y nos empezaron a caminar y correr por encima. Nos tuvieron como una hora así, con tortura física.

Pasaron cinco días, y después de ahí nos cargaron a todos. En todos los traslados teníamos los ojos vendados y las manos atadas. Nos tuvieron hasta las once y nos llevaron al aeropuerto, donde nos hicieron subir a uno de esos aviones grandes, de traslados. Nos sentaban entre cuatro, siempre con las manos atadas y vendadas. Los asientos estaban en línea. Nos ponían una soga al cuello desde el primero, que se extendía hasta el segundo, el tercero y el cuarto. Así, si alguno se quería escapar, ahorcaba a todos los otros. Eso era todo el avión. Nos pegaban trompadas, patadas, golpes. Manuel Pérez de Eulate: Buenas tardes a nuestro invitado. Con respecto a la Escuelita, tenía dos preguntas. ¿Cuánto tiempo estuvo usted detenido? Y después, ¿tuvo la oportunidad de volver a ese lugar, o prefirió no volver? Rolando Leonardo Camuñas: Muy buena pregunta. Aproximadamente estuve un mes, veinticuatro o veinticinco días. Y después, te quiero contar que sí me invitaron a mí, porque esa escuelita quedó como la ESMA de Buenos Aires. Me invitaron a mí a esa escuela. Me invitó la directora y fui ahí con otros compañeros. Le dije a ella: “acá nos torturaron a nosotros, ¿me permite hacer algo?”. Ella me preguntó que quería hacer, y yo le contesté que quería sacarme la duda. Entonces yo hice los catorce pasos, y ahí exactamente estaba la puerta donde entrábamos para la tortura. No quedaba un paso más ni un paso menos. Le conté a la directora que ahí torturaban, y que ahí a la par estaban las mujeres. Entonces la directora me dijo: “mire, yo tengo un problema con esa aula”. Yo le pregunté qué problema. Me contó que tenía problemas con los conserjes; que cuando limpiaban esa aula, una vez que cerraban la puerta, se escuchaba que los bancos se corrían. Los conserjes los sentían moverse. Andrea Matallana: Yo le quería hacer una pregunta. Cuando lo detuvieron y lo torturaron, ¿qué información querían obtener sus captores? ¿Algo de sus compañeros? ¿Cuál era el propósito de haberlo detenido a usted y haberlo llevado a la parrilla a torturarlo?

Rolando Leonardo Camuñas: El propósito de ellos era averiguar si alguno sabía algo de otro enfrentamiento que había sucedido en los cerros. Porque ya empezaba a actuar el Operativo Independencia. Mientras más figuraban, ellos más cobraban. Ellos se tenían que hacer figurar como fuera.

Juliana Romero: Tengo una pregunta en relación al momento en que estuvo detenido y la tortura. Cuando usted empezó a formar parte del radicalismo y la UOM, ¿usted sabía que le podía llegar a pasar esto? ¿Qué afiliarse o formar parte podía llevar a alguna de las cosas que le pasó? ¿No tenía miedo de antes? Rolando Leonardo Camuñas: No. Mi caso no va a ser el de ustedes, porque ustedes van a estar preparados para esto. Yo nunca creía que pudiera pasar. Mi familia no estaba involucrada en política. Te voy a explicar, porque te puede pasar a vos. El 70% de los que se llevaban eran estudiantes. Estudiantes y gremialistas, porque los consideraban inteligentes de pensamiento. Yo he estado con muchachos que estudiaban para doctores y eran Montoneros. Eran alumnos. Yo tengo setenta y dos años. A mí no me pesan ni me duelen los tres años que pasé de tortura, pero sí me duele que la juventud no absorba lo que me pasó a mí. Yo quiero que absorban, que vean. Soy una persona que respeta toda ideología política y religión, pero les pido a ustedes que cuidemos la democracia, sin importar del partido que sean. Cuidemos la democracia. Yo he luchado para que ustedes estén ahora cómo están, libres y que puedan estudiar. Tienen la suerte de poder escuchar la segunda campana. Ustedes ahora sí van a poder discutir del tema, sin que nadie les venda los ojos. Ustedes pueden decir: “a mí no me contó fulano ni un libro, sino las personas que lo sufrieron”. Vivo hablando de lo mismo con mi nieto, de que cuiden la democracia, de que ustedes son el futuro. En la democracia, el futuro vuela. Ustedes están hechos para pensar. Luchen por lo que quieren. En esos años me ha tocado a mí salir al frente, porque no lo podía permitir para mí ni para mi familia. Pablo Grestebin: El momento del secuestro, ¿estuvo a cargo de la policía local de Bella Vista? ¿O era Gendarmería o el Ejército? Rolando Leonardo Camuñas: No, nunca actuaba la policía local, sino la policía de la ciudad de San Miguel. Era entre policías y militares, las dos clases que actuaban. Pablo Grestebin: ¿Qué impacto tuvo la desaparición suya y de sus compañeros en la empresa Norwinco?

Rolando Leonardo Camuñas: En la empresa vino y quedó de gerente un hermano de Menéndezv, el militar de Córdoba. Este gerente era un militar retirado, y quedó frente a la empresa tres meses antes de lo ocurrido. Se permitió mucho. Empezaba la parte que se utilizaba para atemorizar a la gente. Andrea Matallana: ¿Habría una cierta connivencia entre la policía de la ciudad y los dueños de la empresa? Porque no me parece una casualidad que un hermano de Menéndez quedara al frente de la empresa. Rolando Leonardo Camuñas: Yo tengo mis dudas. No puedo contestar porque no sé. Andrea Matallana: ¿Los cuatro delegados fueron presos?

Rolando Leonardo Camuñas: Dos sí, los otros dos quedaron. Nosotros fuimos llevados por dos, cuatro años. Pero a los otros que llevaron los tenían tres o cuatro días y los soltaban, como con las mujeres y otros trabajadores de las fábricas. Andrea Matallana: Sólo en el terreno de la especulación, pero uno podía suponer que entre los directivos de la empresa y las fuerzas de seguridad podría haber algún acuerdo. No digo que sea así, pero uno pensaría que algo de eso habría. Rolando Leonardo Camuñas: Puede ser. A mí no me queda duda. Esa fábrica ya se quería cerrar por el tema de los impuestos. Buscaban algún motivo o algo, por lo que empezaron con esto, para atemorizar a la gente. Liza Acuña González: ¿Cuál era la historia oficial que se contaba a las familias y la gente del pueblo respecto a lo que había pasado con ustedes? Una vez que a usted lo sueltan y puede volver a su casa, y con la vuelta de la democracia, ¿se involucró en política? Rolando Leonardo Camuñas: Cuando a mí me llevaron, a mi familia no le daban contestaciones. Ellos empezaron a buscarme. Eventualmente me llevaron a Rawson, me bajaron del avión y me pasaron a una celda de un metro y medio por dos de largo. Tenía una cama, una mesita y puertas herméticas. Desde ahí ya estaba bajo el Poder Ejecutivo Nacional, y pasé en ese lugar un año y medio. Era otro mundo. Ahí tenías que manejar tu cabeza y tu cerebro, porque si no dabas vueltas. Tenías que vivir otra vida. Todo tenía un solo color, por lo que me mareé un poco cuando salí de la cárcel. En un momento me enfermé de la pierna y me llevaron a un hospital. Lo tenían ahí a Solari Yrigoyenvi. Pasé ahí doce días. Después de eso, al segundo año, me sacaron de la celda y me llevaron a una oficina. Ahí había tres militares, que cuando les pregunté por qué yo estaba ahí detenido, dijeron que por una equivocación. “En su ciudad y en su pueblo hacen misa por usted”. A los dos años y medio, me visitaron cuatro personas. Me sacaron a hablar, y eran de la Cruz Roja Internacional. Me hicieron preguntas y conversamos aproximadamente media hora. Cuando salí en libertad a los tres años y pico, me vino a buscar mi madre. Ya que estamos les cuento que mi abogado Ángel Pisarello, quien logra que me sacaran, me dice que estaba muy jodido porque lo iban a “boletear”. Para entender se refería a que lo iban a matar por temas políticos del momento. Cinco días después de la charla que tuvo conmigo, lo mataron en un viaje en avión. Ángel era el único que defendía a todos. La vida adentro uno tenía que sobrevivir, tenía que manejarse dentro en todas las cosas como podía. Una noche, después de ya cuatro meses que estaba adentro, comencé a sentir comezón en el cuerpo. Vino el enfermero, me pusieron una inyección y me habían tranquilizado un poco porque ya estaba medio sobrepasado digamos. Lo único que me mantenía era las cartas que yo había escrito a mi señora respecto de mi hija. El detenido político nunca estaba con un detenido común, siempre estaba separado porque lo consideran más inteligente porque podían escaparse o hacer algo como revelarse. Fue un sacerdote un día, lo hicieron pasar porque yo le pedí un sacerdote. Conversé con él y le pedí una imagen de María Auxiliadora porque eso era para mí una forma de conversar con la virgen. Hoy día la tengo a la imagen. Y le hablaba y le hablaba hasta que salí. Las torturas siempre eran livianas, le pegaban a uno cuando salía afuera un rato. Pero sobre todo siempre eran torturas psicológicas todo lo que pasaba ahí.

Cuando salí en libertad, que me fue a buscar mi madre, tenía que tomar un avión rumbo a Buenos Aires. Resulta que en ese avión suben dos personas sospechosas que también tomaron el avión conmigo. Cuando salí afuera de la puerta de la penitenciaría, salí mareado porque me encontré con todos los colores que durante tres años mi mente no estaba acostumbrada a ver. Elena Cuomo Jakubowicz: Muchas gracias por estar acá hablando con nosotros. Sabemos que hubo un juicio por tu causa, quería saber ¿cuál fue el resultado y qué impacto tuvo en tu vida el resultado de la condena?

Rolando Leonardo Camuñas: En la causa los fueron a buscar y lo citaron en el Juzgado de Tucumán. Me citaron a mí para que comentara lo mismo que les estoy comentando a ustedes, cómo fueron las torturas durante el operativo independencia, cómo me trataron, cómo había pasado esto y si lo reconocía a alguno. Yo reconocí el nombre de alguno de ellos. Andrea Matallana: Manuel, vos tenías una pregunta. Manuel Pérez de Eulate: Si, mi pregunta estaba orientada al Operativo Independencia. Quería preguntarle si sentía la presencia de la guerrilla en la zona o era más un rumor. ¿Cómo se vivía la insurrección armada en la zona donde usted estaba?

Rolando Leonardo Camuñas: No, en la zona no era tan profunda la presencia. Se sentía presencia de gente que le decían “guerrilla” pero no era muy profunda. Lo que sí, en todas las rutas estaban los militares haciendo control, había helicópteros por arriba, en algunos lugares se sentía tiros, eso sí. Después salían, por supuesto, por los diarios los enfrentamientos. Había una campana del periodismo a favor de los militares, por supuesto. Andrea Matallana: Puchin yo le quería hacer dos preguntas. La primera: cuando usted salió en libertad después de la primera vez que estuvo preso en Rawson y conoció a Hipólito Solari Yrigoyen ¿usted lo trató a él? Rolando Leonardo Camuñas: No, no lo conocí. Solo cuando yo estaba en el hospital y lo veo pasar le pregunto al enfermero quien era él y me dice que ese era Solari Yrigoyen. Andrea Matallana: Ah, okey. La otra pregunta es cuando usted sale en libertad en 1978 momento en que la dictadura estaba en un pico de popularidad por el mundial, ¿Cómo fue volver a su casa?, ¿cómo se sentía? ¿tenía miedo?, ¿los compañeros lo recibieron? ¿pudo volver al trabajo? Rolando Leonardo Camuñas: Cuando yo llego a mi casa se entera la gente del pueblo y me van a visitar porque quería saber todo eso que se hablaba de mí. Cuando yo me fui de la casa tenía 110 kilos pero cuando vuelvo tenía 44 kilos. Era un mundo de gente que lloraba de alegría. En el pueblo la gente nos quería mucho y nos respetaba, nunca hemos tenido enemigos y si los he tenido soy una persona que no le doy importancia. Por eso es que ahora no hay cosa que odio, no tengo ningún rencor. Lo que yo quiero hacer notar a la juventud es que defienda la democracia. Yo soy respetuoso de todas las ideologías y las religiones y si estoy conversando con ustedes es porque me va a ser más feliz y voy a morir más conforme sabiendo que ustedes han sabido esto.

Andrea Matallana: ¿Usted pudo volver a trabajar? Rolando Leonardo Camuñas: No, aquí se me negaron muchas puertas. Para empezar, la fábrica ya estaba cerrada, después fui a hablar a otros lugares y preguntaba, pero me hacían

pasar otro día y así. Fui a hablar al arzobispo pero también no me ayudó mucho. Lo que sí al que toda la vida voy a agradecer es al cura párroco que teníamos nosotros. Él iba todas las noches a hablar con mi madre para tratar de tranquilizarla como buen religioso que era. Andrea Matallana: Los miembros del Partido Radical cuando usted volvió de la prisión ¿lo ayudó o no?

Rolando Leonardo Camuñas: No tanto. Lo que sí, fui al partido y me hicieron reconocer, me reconocieron pero en míqueda una lucha interna de haber sido detenido. No me ayudaron mucho la verdad. Los que me ayudaron mucho fueron mis padres y mi suegro para conseguir trabajo y para volver a la normalidad, pero he estado varios meses con temores, con sugestiones porque uno queda sugestionado ya que todavía no estaba claro el panorama político. Le vuelvo a repetir que cuiden la democracia porque no hay otra más. No hay otro invento. Que quieran y no que odien, miren a donde nos llevó el odio, a matar, a tirarnos en el medio del mar. El odio no lleva a nada, no tiene sentido. Si se trata de pelear en la política vamos a los votos, ahí es el mejor castigo para un político. Andrea Matallana: Estamos muy contentos de que haya participado y agradecerle un montón. Para nosotros es un privilegio hablar con alguien que protagonizó la historia y está acá para contarlo habiendo tantos otros compañeros que murieron, por suerte usted pudo sobrevivir. Puchin, muchas gracias, le mandamos un abrazo fuerte y ojalá lo conozcamos para cuando salgamos de la pandemia. Rolando Leonardo Camuñas: A los chicos que usted enseña les doy las gracias por escucharme y a usted porque pone empeño a sus alumnos en saber cosas que realmente tiene que saber de la historia. Le agradezco. El día que ustedes necesiten y quieran estoy a su disposición. Andrea Matallana: Muchas gracias. ¡Besos!

Anexo Camuñas

Escuelita de Famaillá: https://escuelitadefamailla.org/ Decreto donde aparece Rolando Camuñas a disposición del Poder Ejecutivo Nacional como procesado. Fuente : Centro de Estudios Legales y Sociales (pagina 123) https://www.cels.org.ar/common/documentos/ProcesamientoOperativoIndependencia.p df

Biografía de Angel Pisarello: https://tucumanzeta.com/la-atroz-muerte-de-angel-pisarello/

i Winco es una empresa argentina fundada en el año 1954 por el empresario Raúl Antonio Vega en la localidad de Ramos Mejia, partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires. Dedicada al rubro de los electrodomésticos y equipos electrónicos (siendo su artículo más renombrado el tocadiscos “Wincofon”); en 1969 abrió una subsidiaria en la localidad donde es oriundo el señor Camuñas en Bella Vista, Provincia de Tucuman llamada Norwinco. Allí es donde se traslada toda la producción de la línea de grabadores-reproductores de cinta y reproductores para los automóviles. Trabajo en corcondancia con la fábrica Siam Di Tella y en 1980 cerraron las actividades en el norte, rematando los productos y liquidando esa parte de la fábrica. ii La Escuelita de Famaillá podria ser considerada como el primer centro clandestino de detencion en nuestro pais, siendo el Operativo Independencia la “primera experiencia masiva y sistematica de implementacion del terrorismo de Estado en la Argentina” (Escuelita de Famailla - Espacio para la Memoria y la Promocion de Derechos Humanos) (véase también Pozo de Vargas). iii Referencia al Penal de Villa Urquiza, una de las unidades penitenciarias más grandes de la provincia. iv Angel Gerardo Pisarrello fue un abogado, activista, dirigente estudiantil, político y fundador de la Juventud Radical en Tucumán (esto último en conjunto con Celestino Gelsi, gobernador de la provincia entre 1958 y 1962) . Oriundo de la localidad de Saladas en Corrientes, toma a la provincia de Tucuman por adopción luego de ser rechazado en las universidades de Buenos Aires y Córdoba por la ferviente militancia comunista de su primo, el renombrado escritor del Grupo Boedo Gerardo Pisarello. Allí estudiará abogacía en la Universidad Nacional y se destacará como presidente de la Federacion Universitaria de Tucuman (FUT). Fue senador (1948-1950), convencional constituyente (1949) y embajador en Tanzania (1965). Trabajador incansable y aún hoy símbolo del radicalismo de la provincia, fue de los pocos abogados que tuvieron la valentía para presentar una cantidad innumerable de Habeas Corpus para las personas detenidas y desaparecidas en la última dictadura militar. Fue secuestrado por un grupo de tareas el 24 de junio del año 1976, tres meses después de iniciado el Proceso de Reorganización Nacional. Su cuerpo torturado fue encontrado el 2 de julio de ese año, en la ciudad de Santiago del Estero y se presume que fue arrojado como parte de los procedimientos de la última dictadura llamados los “Vuelos de la Muerte” (para más información, ver Anexo). v Luciano Benjamin Menendez fue un oficial militar e interventor federal de la provincia de Córdoba (1975; bajo la presidencia interina de Italo Luder). Estuvo al mando del Tercer Cuerpo del Ejército durante el Proceso de Reorganización Nacional, encontrándose involucrado en cientos de causas por delitos de lesa humanidad y siendo además la persona que más prisiones perpetuas ha recibido en la historia de nuestro país (véase Masacre de Palomitas u Operación Soberanía). A pesar de declarar pública y explícitamente la necesidad de la guerra contra la subversión, días antes de su enjuiciamiento fue beneficiado con la política de indultos del presidente Carlos Saul Menem en 1990. En 2005, en pleno auge de la presidencia de Nestor Kirchner, los juicios son retomados y la justicia lo procesó por los delitos (previamente este organismo había declarado la inconstitucionalidad de los indultos). El hermano al que se refiere nuestro entrevistado se llama Jose Maria Menendez, interventor de Norwinco entre 1975 y 1976 y que fue investigado por la responsabilidad penal ante delitos de lesa humanidad perpetrados hacia trabajadores. El apellido Menendez da que hablar en la historia militar argentina: también mencionamos a Benjamin Menendez (militar que en el año 1951 intenta derrocar al presidente Peron y fracasa) y a otro de sus sobrinos conjunto a Luciano y Jose; Mario Benjamin Menendez,

combatiente en el Operativo Independencia y gobernador de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur durante la Guerra de Malvinas en 1982. vi Hipolito Solari Yrigoyen es un abogado y político, activista reformista en la universidad y fundador del Movimiento de Renovación y Cambio que le permitió al Dr. Raul Alfonsin llegar a la presidencia en 1983. Dos veces senador por Chubut (1973-1976)(1987-1995), fue también presidente de la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical (2008-2012) y vicepresidente del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (2000-2002). Defendió a los presos políticos detenidos en la cárcel de Rawson, que luego muchos serán asesinados en la Masacre de Trelew (1972). Entre 1973 y 1975 sufrirá numerosos atentados de la Triple A y en 1976 se encontrará detenido, momentáneamente desaparecido y luego expulsado del país por órdenes de la última dictadura militar. Vivirá su exilio en París hasta el regreso de la democracia. Es sobrino bisnieto de Leandro Alem y sobrino nieto de Hipolito Yrigoyen.

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