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Cómo le gustaría morir?
La desinformación les hace creer que somos parte de una peste
[ Adriana Rodríguez ] A ntes de entrar al área COVID, Jorge Montero, enfermero del Hospital La Perla, en el estado de México, se baña, se prepara con el uniforme quirúrgico y se coloca unos goggles. Posteriormente se coloca un traje Tyvek, ese atuendo blanco con el que ya se identifican a los especialistas que atienden a pacientes con el virus y que a muchos les recuerda esas películas de ciencia ficción en las que hay que hay que combatir un mal desconocido, como en las cintas Contagion y Flu.
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“Nadie puede saber lo que se vive en ese traje si no ha estado dentro de él porque muchas compañeras se han desmayado, muchas compañeras han sufrido deshidratación debido a que no te puedes quitar nada hasta que sales de tu jornada”.
Y las jornadas eran largas los primeros días de contingencia, llegaban a ser de 12 horas dentro de ese traje que ahoga y que no puede quitarse por ningún motivo, ni siquiera para orinar. Por lo que las autoridades médicas optaron por dividir los turnos.
Al desgaste físico, se suma el emocional. Muchos enfermeros y doctores han optado por vivir estos días de contingencia separados de sus familias ante el temor de contagiarlos.
“¿Y si estoy enfermo y no lo sé?”, “Quiero, necesito ver a mis hijos, a mis padres, a mi pareja, pero no quiero correr el riesgo de que enfermen por mi culpa”, son los pensamientos más recurrentes.
“Son situaciones muy difíciles, en los que uno vive angustia, desesperación”, comenta Montero, jefe de servicio de medicina interna en La Perla, hospital ubicado en Nezahualcóyotl, uno de los municipios que encabeza los primeros lugares en el número de contagios con un total de 259 casos comprobados y 20 defunciones al 24 de abril.
Por si fuera poco, además de enfrentarse a un enemigo invisible del que poco se sabe, médicos se han convertido en blanco de la violencia.
Los hechos se han dado a conocer a través de redes sociales. Uno de ellos ocurrió en la alcaldía Gustavo A. Madero. Una enfermera denunció que fue golpeada por una pareja, la cual ya fue detenida por la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJ-CDMX).
“La gente no está preparada para este tipo de situaciones y nos ven a muchos, de manera muy mal informada, como la peste del COVID cuando nosotros estudiamos para comba
tir estas cosas que están sucediendo y desde luego que llevamos toda la protección y seguridad desde la hora de entrar”.
Otra enfermera del Hospital de la Perla, comenta Jorge, sufrió discriminación por la propia gente que saluda diariamente en su trayecto al trabajo. La enfermera toma la misma ruta para sus traslados entre el hospital y la casa y ante los ataques que han recibido otros colegas, decidió no salir del trabajo con el uniforme puesto.
Pero esta precaución no le sirvió de nada, pues como vecinos y los chóferes de la ruta ya la conocen, saben a qué se dedica y que además trabaja en un hospital COVID.
“Iba a hacer un trámite al hospital, porque ella me comenta, iba vestida de civil, y desafortunadamente el chofer no quiso darle el servicio, por lo que le pidió que se bajara porque sino no iba a avanzar el transporte”, relató Jorge.
“La compañera se sintió muy ofendida y muy agraviada y me mar
v En la contingencia, llegan a ser 12 horas dentro del traje que ahoga y que no puede quitarse por ningún motivo, ni siquiera para orinar, dice Crónica enfermero del
Hospital La Perla
có llorando. Me dijo: ¿Qué vamos a hacer?, esta situación no la puedo aguantar yo siempre he tenido esa ruta que me lleva hacia el hospital”.
Incluso el personal se ha visto en la necesidad de cambiar de ruta, lo que hace más difícil el traslado y al ser constantes los riegos físicos para los enfermeros, a muchos de ellos sus familias les piden que ya no desempeñen su labor.
“La situación es tal, que me pidió mi mamá que ya no vuelva a trabajar, que renuncie. Eso llena de muchos sentimientos encontrados, pero ni modo, yo quise ser enfermero y ante todo está mi profesión y si tengo que caer en la batalla, lo tenemos que hacer y con mucho orgullo y mucha satisfacción de haber dado lo mejor”.
Él está dispuesto a dar todo por los pacientes, pero también manifiesta enojo cuando ve que sus vecinos no toman las precauciones necesarias a pesar de ser una de las zonas con más casos.
“Si no hacen caso, ojalá y no, se puede dar el momento en el que se vean postrados en una cama por haber hecho caso a quien no deberían”.
Durante un recorrido, se pudo observar que la gente no respeta la sana distancia, al menos de que se les indique en ciertos lugares, como tiendas de autoservicio, bancos y mercados.
Por ejemplo, en el mercado 16 de septiembre, ubicado cerca del hospital donde trabaja Jorge, a la gente no se le deja entrar sin cubrebocas, pero en cuanto están al interior de las instalaciones, se lo quitan.
A unos metros del hospital, se observa a familias enteras sin protección alguna, caminando en las calles con niños y personas de la tercera edad, conviviendo en los camellones e incluso comiendo.
HACE CARETAS PARA APOYAR A
SUS COMPAÑEROS. Gracias al apoyo de su familia, Jorge dedica su tiempo libre a elaborar caretas, las cuales entrega de manera completamente gratuita a compañeros del municipio que atienden pacientes con COVID-19 ante la falta de insumos y equipo de protección.
Las caretas están elaboradas a base de PET y cumple con las normas internacionales para evitar el contagio por medio de gota.
Hasta el momento han sido entregadas 150 caretas en el Hospital de La Perla y a través de redes sociales se pusieron en contacto con Jorge para solicitar una donación de 100 caretas para la zona suereste del estado de Puebla. Aclaró que además de la careta es necesario el uso de cubrebocas para garantizar la protección de quien lo porta.
Niños, en riesgo de enfermarse por confinanmiento: especialista de la UAM
[ Cecilia Higuera Albarrán ]
g Ante el prolongado aislamiento social, que se extendió un mes mas, hasta el próximo 1° de junio, para el caso de los estudiantes de nivel básico (preescolar, primaria y secundaria), el confinamiento por la pandemia del COVID-19, podría llevar a los menores a diferentes tipos de enfermedades y manifestaciones que corresponden al estrés postraumático, aseveró la doctora María Elena Sánchez Azuara, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), de la Unidad Iztapalapa.
Ante este cambio que están viviendo las y los niños y adolescentes en el que de un día para el otro salieron de la escuela con la idea de que volverían a sus escuelas, a ver a sus compañeritos, a estar con sus maestros y todo el ambiente escolar, en tan sólo en cuatro semanas, y este periodo de aislamiento se ha extendido a seis semanas más, confinados al encierro de la casa las 24 horas del día, consideró que “cuando los menores superen el estrés traumático quedarán en una condición de miedo, que es una alerta continua”.
Ello, puntualizó debido a que “somos cuerpo y mente y, por tanto, lo psicológico y lo biológico están vinculados”, así que ante cualquier situación semejante a lo que se está viviendo ahora, ellos reaccionarán temiendo la repetición de este escenario, lo que es causa de distintas enfermedades.
La investigadora del Departamento de Sociología dijo que hasta ahora no ve estrategias que los padres o cuidadores puedan explorar para aminorar riesgos entre los menores, porque no pueden salir al parque a jugar debido a que deben guardar una sana distancia para evitar contraer el COVID-19.
Por ahora, la opción es que dibujen, inventen cuentos y expresen su imaginación, lo cual podrían hacer mediante una actividad que pretende “echar a andar de manera virtual en los próximos días” y que forma parte de los talleres que coordina los fines de semana en la Casa abierta al tiempo.
En este mismo sentido, estableció que el encierro impacta en el desarrollo psicosocial de ese segmento de la población porque está en una etapa de la vida en la que “va descubriendo el mundo e investigando todo, lo que puede hacer estando afuera, en contacto con la naturaleza e interactuando con otros seres humanos”, pero no estando en aislamiento.
Sánchez Azuara, especialista en intervención para prevenir el estrés crónico en la infancia, apuntó que en esta situación “no hay otros menores con quienes compartir, por lo que su naturaleza se quedó afuera y el ambiente es cerrado, y esto mismo están experimentando los adolescentes”, que no tienen relaciones con sus pares en un momento en el que están descubriendo la sexualidad.