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BOLIVIA, joya oculta de sudamérica

Un viaje desde la moderna ciudad de Santa Cruz al parque Amboró, pasando por las coloridas culturas indígenas del altiplano y las selvas amazónicas del norte

Santa Cruz de la Sierra es la ciudad más moderna de Bolivia. Es conocida por su clima cálido y por su proximidad al Amazonas. La Plaza 24 de Septiembre es su lugar más emblemático. Ubicada en el centro, es una zona frecuentada por turistas, con locales comerciales y cafés ambulantes.

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A dos horas de distancia se encuentra el Parque Nacional Amboró, uno de los más biodiversos del mundo, con una gran variedad de especies de flora y fauna, entre las que destacan los delfines de agua dulce, el lobo de crin y las palmeras reales.

Cerca de Santa Cruz hay pequeños pueblos donde es posible conocer in situ la cultura antigua y tradicional de los bolivianos. El Jorochito es uno de ellos. Cuenta con casas hechas de madera, adentradas en la selva, y campos de cultivo de quinoa o yuca. Además, sus habitantes conviven con animales sueltos como las alpacas.

Durante el viaje desde Santa Cruz hacia el Amazonas, hacemos parada en el pueblo Chané. Las personas que allí viven son afables y acogen bien a los visitantes. Estos pueblos se encuentran a campo abierto, por lo que hay que tener cuidado con los insectos y con las tarántulas. Igualmente, en el país hay algunas desembocaduras del río Amazonas, donde se recomienda no bañarse, ya que en sus aguas se han visto pirañas, ranas punta de flecha o caimanes.

A siete horas en coche desde Santa Cruz, está la ciudad de Sucre. El viaje en automóvil cuesta alrededor de treinta euros. Es una ciudad antigua de paredes blancas situada en las alturas y entre montañas. Su centro histórico está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Alrededor de la Plaza 25 de mayo se encuentran edificios importantes como la Catedral, la Casa de la Libertad y la capilla de la Virgen de Guadalupe. A 10 minutos andando se llega al Mercado Central, donde se pueden comprar alimentos locales como el locro, que es un tipo de potaje, y el sonso de yuca, que son pinchos elaborados con puré de esta verdura y queso rallado.

Aterrizamos en La Paz. Esta ciudad tiene fama de insegura, por lo que hay que prestar especial atención a las pertenencias en las calles menos frecuentadas. Para conocer su historia y tradiciones se recomienda visitar el Museo Etnográfico y Folklórico. En marzo se celebra El Pujillay, una fiesta para conmemorar la Batalla del Jumbate de 1816, cuando españoles e indígenas luchaban por el territorio. También destaca el Mercado de las Brujas, donde se venden souvenirs artesanos y amuletos. Además, en este lugar hay yatiris o brujos que hacen rituales en directo. A veinte minutos paseando está la Plaza Murillo, el corazón de la ciudad, donde se ubica la Catedral.

Para terminar bien el día, lo mejor es cenar en el restaurante Angelo Colonial, desgustando la gastromonía boliviana a un precio económico.

Foto: Mujer con alpaca / delso.photo

El doctor Alberto García-Perla ha ingresado en la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla con un discurso sobre el rostro humano, siendo el primer académico de número de su especialidad, la cirugía maxilofacial.

Nos recibe en su despacho del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla para contarnos cómo ha sido pasar a formar parte de tan importante institución. Tanto su padre como su abuelo fueron médicos, y confiesa que “desde niño” quiso ser cirujano. Hoy en día, con casi 30 años de experiencia, ha participado en el primer trasplante facial de Andalucía, y habla con entusiasmo de su trabajo y de sus pacientes.

Pregunta. ¿Ha sido complicado conseguir la plaza como académico de número?

Respuesta. Sí. Además, es la primera vez que hay un académico de número de cirugía maxilofacial. La Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla es la más antigua del mundo, pues se remonta a finales del siglo XVII, en tiempos del rey Carlos II. Desde entonces, ha ido evolucionando e in- corporando los avances en el campo de la medicina. Especialidades como la mía, que son relativamente modernas, salen de un tronco común de la cirugía y han tardado en incorporarse. En mi caso, ya pertenecía a la Academia como académico correspondiente. Los académicos de número son los que llevan todo el peso de la institución, lo cual ha sido complicado en este sentido, pero muy bonito también.

P. ¿Cómo se enteró de la noticia?

R. El proceso para ingresar en la Academia es el siguiente: la plaza se convoca de forma pública en el BOJA. Es una plaza a la que se tiene acceso, a la que uno se presenta y después el pleno, valorando las características de los candidatos, lo votan. Posteriormente, el secretario envía una carta donde se nos comunica la decisión tomada una vez que el pleno ha votado.

P. Su discurso de ingreso versó sobre la cara, ¿cómo percibe los prejuicios o estereotipos asociados al rostro humano?

R. La cara es realmente lo que nos representa. Incluso se dice que la cara es el espejo del alma. La tendencia social de asociar la desfiguración a la maldad no es algo del pasado, sino que sigue ocurriendo. Me dedico a la cirugía maxilofacial desde hace 25 años, y en ese tiempo he visto lo que es el sufrimiento de muchas buenas personas, a las cuales su desfiguración, por diferentes motivos, les condicionan en su día a día. Los médicos, aparte de ver la parte técnica y de salud más perceptible, tenemos que empatizar con el sufrimiento de nuestros pacientes.

P. ¿En qué consiste su especialidad médica, la cirugía maxilofacial?

R. Se accede por vía del examen MIR, y se dedica, fundamentalmente, a las patologías que abarcan la cara y el cuello. Hacemos patologías traumatizadas de la cara, patologías oncológicas, es decir, tumores benignos y malignos de la cara y el cuello, y malformaciones. Operamos a niños con fisuras labiopalatinas, glándulas salivares y la articulación temporomandibular.

P. ¿Por qué se decantó por esta especialidad?

R. Desde niño siempre he querido ser cirujano. Es cierto que me influyó la tradición familiar, pues mi padre era cirujano maxilofacial y mi abuelo era médico general. Quería hacer cirugía, cualquier modalidad, pero la zona de la cara siempre me atrajo. Hay cicatrices que se pueden dejar en otros sitios del cuerpo, pero no en la cara. Ello te obliga a ser mucho más meticuloso, más cuidadoso y a trabajar de una manera más exhaustiva. Estos son los motivos de mi elección, hace ya casi 30 años, y no me he arrepentido.

P. Participó en el primer trasplante facial de Andalucía en 2010 y segundo de España, ¿cómo fue esta experiencia?

R. Fue una experiencia vital en muchos aspectos. Solo hemos hecho un trasplante como este, pero se harán más. Son tratamientos que se hacen en momentos muy puntuales y permiten conocer lo máximo que se puede lograr en reconstrucción facial a nivel mundial. Es muy importante el trabajo en equipo; y en este caso, el equipo se compaginó muy bien. Fuimos cuatro cirujanos maxilofaciales y cuatro cirujanos plásticos, aparte de todo el soporte del hospital. La cirugía duró mas de 30 horas, permanecimos aquí tres días y fue una experiencia profesional única. Hoy seguimos viendo al paciente, porque el seguimiento es una cuestión fundamental.

P. ¿Cuál ha sido su caso más destacado?

R. Tuve la oportunidad de participar en una cirugía fetal en el año 2007, con el equipo que dirige el doctor Antiñolo. Fue la primera que se hizo para una malformación facial. A nivel nacional, tuvo mucha repercusión en prensa hace ya 15 años. En 2011 hicimos la reconstrucción facial de Juan José Padilla. El torero vino a que lo operaran tras una grave cogida. Es un paciente de ejemplo, con una capacidad de superación tremenda.

P. ¿Afecta la edad a la recuperación de este tipo de dolencias y a sus secuelas?

R. A nivel físico y funcional, se recupera antes un paciente joven porque tiene mejores tejidos y mejores condiciones. Pero la clave fundamental de la recuperación es la psicología, que depende de la persona y de su soporte familiar, el apoyo y el cariño que reciba.

P. ¿Está a favor del uso de tecnologías, como la realidad virtual y la inteligencia artificial, en la medicina?

R. Totalmente, estas herramientas pueden mejorar nuestros resultados. Las máquinas nos ayudan, pero hay decisiones que uno tiene que tomar cuando está operando a un paciente y que no se pueden basar en un algoritmo. En el hospital tenemos disponibles sistemas de cirugía robótica, que nos permiten ser más precisos y llegar a zonas más profundas para hacer cortes más pequeños.

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