CRÓNICA SONORA 11, Primavera 2024 ;)

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NÚM. 11 PRIMAVERA 2024 LITERATURA Y LUJURIA Y OTROS RELATOS ERÓTICOS DE MANUFACTURA SONORENSE

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Benjamín Alonso Rascón

Crónica Sonora Cronica_Sonora cronicasonora

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Ana Lucía Castro Luque (Ciudad Obregón, Sonora, fecha de nacimiento desconocida) es morena y reynadelbacatete@hotmail. com; demógrafa jubilada de El Colegio de Sonora y colaboradora en medios locales.

Benjamín Alonso Rascón (Villa Juárez, Sonora, 1979) es grande, feo y peludo; comunicólogo titulado por la Unison y director fundador de CRÓNICA SONORA.

Ramón Valdez-León (Hermosillo, Sonora, 1967) es como es, sociólogo por la Unison y locutor jubilado de Radio Sonora que recibe comentarios en opinoesto@hotmail.com

Guillermo Valenzuela Mendoza (Hermosillo, Sonora, 1970) es güero quemado por el sol, psicólogo, bibliotecario y promotor cultural de tiempo completo.

Tania Rocha (Caborca, Sonora, 1992) es cachetona y distraída, ingeniera en minas por la Unison y escritora aficionada ya premiada.

Luis Lope (Hermosillo, Sonora, 1979) se parece a John Lennon, doctor en humanidades por la Unison y profesorinvestigador en la misma.

e id t o r i a l

No quiero revisar el tumba burros para comenzar esta Carta explicando qué entiende la RAE por lujuria. Mejor diré lo que a mí me despierta esa palabra, cuya fonética está que ni mandada a hacer como eficaz envoltorio del contenido significante: lu-ju-ria (hágase énfasis en el sonido de la jota)… Uff, qué espléndido vocablo para ilustrar un torrente de sangre bien caliente circulando como loca por mis venas o las del lector/lectora de ocasión.

A esa deidad, a esa diosa Lujuria, hemos dedicado esta edición porque así lo mandata la primavera 2024 y la contundencia de los textos que dan cuerpo a la misma. Yo editor, confieso haber padecido la calentura de leerlas, dictaminarlas y corregirlas. No tienen vergüenza quienes conociendo este espíritu flaco me han metido en cada brete.

—¿Te gusto?

—Sí, me gustó el texto, y se te olvidó el acento

Cabe aclarar que, previo al contenido sexual, encontrará el lector una reseña sobre la presentación del número diez de esta revista. Ello con el fin de atraer más simpatizantes, suscriptores, y patrocinadores. Lo que es.

Prepare, pues, sus pupilas para adentrarse en el mundo de la carne y la fantasía. Buen viaje.

Director y Editor en Jefe: Benjamín Alonso Rascón | Diseño Editorial: Mirna Encinas | Asistente

colaborciones y biblioteca: cronicasonora@gmail.com.

Crónica Sonora es una publicación independiente realizada en Hermosillo, Sonora, México. Las imágenes utilizadas tienen un fin didáctico y no lucrativo. El contenido de los textos es responsabilidad de sus autores. Se autoriza la reproducción y difusión por cualquier medio, haciendo referencia a la fuente. Tiraje: mil ejemplares.

Editorial: Yesúa Molina | Consejo Editorial: Magaly Vásquez, Jeffrey Banister, Gerardo Rénique. Publicidad,
COLABORADORES
PORTADA «Expectativa», Doris Shapiro, 2000, CUARTOSCURO, número 45, página 17.
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Por Ana Lucía Castro Luque

Esta es una presentación especial, cariñosa porque se trata de un proyecto comunitario en el que, como todos sabemos, sobran las ideas pero escasea el tiempo y el dinero. Por ello es un gran gusto estar aquí, celebrando el noveno aniversario de Crónica Sonora con la aparición del número 10 de la revista correspondiente a la estación más melancólica del año: el invierno.

REVISTA PARA «ALMA VIEJAS»

INVIERNO2023-2024

NÚM.10

Desde que vi el título y la portada me gustó pues nos habla de la globalidad de las ideas y la diversidad de temas que pueden revisarse en tan solo 16 páginas. Como se anuncia, vamos desde Etchojoa hasta Estocolmo en un especial de viajes y viejos. De esta forma, resulta entretenido seguir los textos de los viejos y queridos conocidos como Patricia Navarro, Amilcar Peñuñuri, Enrique Ramos y por supuesto de mi ex-compañero de trabajo, el no menos apreciado y no menos viejo, Ignacio Almada. De los otros autores, hasta este momento no puedo decir mucho ya que recién los he conocido a través de sus interesantes artículos. En general se trata de un número bien, pero bien viajado, en el amplio sentido de la palabra; en realidad, no se restringe a viajes geográficos sino que incluye algún que otro viaje emocional por el tío Pedro a quien se reconoce solo a raíz de su muerte tal y como nos cuenta Elisa Macías; o el de la niña que alegre recuerda a su papá yendo al trabajo, supongo que a la mina, dejando en su hija Patricia la imagen del hombre fuerte y valeroso, que por su familia y bajo un capote, camina en medio de la lluvia. Para mí, no es casual que estas historias hayan sido escritas por mujeres. Ambos textos provocaron las ganas de seguirlas leyendo. Por lo menos Elisa nos promete una segunda parte. Creo que Patricia debería de continuar con las aventuras de su padre.

Ana Lucía lee el texto del hoy artículo frente al respetable mientras Benjamín muestra el número en cuestión.

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Bien viajada la revista invernal y el ya experimentado Amilcar Peñuñuri aprovecha las elecciones en Argentina para criticar ácidamente a la izquierda mexicana quien a su vez, acríticamente y de manera muy ácida también reprochó a los electores albicelestes que se hubiesen decantado por el “viejo loco de Milei”. “Que la izquierda mexicana señale a los argentinos de tontos e irresponsables y autosaboteadores de su futuro no sirve para entender los errores del hoy” apunta sin desperdicio el autor para sumar sus palabras a las de otros tantos que han recriminado la falta de autocrítica de la izquierda mexicana en la actualidad.

Siguiendo el recorrido, el ejemplar pasa por Huatabampo y por el viagra en los artículos de Jorge Guevara y de Héctor Apolinar. Jorge desde la crónica ligera nos conduce por la búsqueda de esas historias que los habitantes de los pueblos suelen narrar y Héctor con un cuento de buena factura en la que por unas horas se entrecruzan las vidas de un hombre, su jefa y el viagra, nos brindan dos buenos relatos que mitad verdad, mitad mentira, ahora gracias a sus plumas ya quedaron atrapados en esta famosa revista.

Regresando al título, Enrique Ramos nos lleva a dar un rápido paseo por Estocolmo, lugar donde se propuso y consiguió entrevistarse con la ecologista mundialmente famosa Greta Thunberg. Por lo que se lee, fue un encuentro extraordinario, con una persona extraordinaria pero que, desafortunadamente para nosotros, no dio tiempo a una entrevista más amplia, una exclusiva para el Crónica Sonora en la que pudiéramos conocer los planes futuros de Greta y de su lucha ambientalista. Y desde la capital sueca, llegamos a Etchojoa en el sur del estado para seguir a Ignacio Almada y la excelente presentación que hace del libro Infancia de agua, tierra y sol, texto autobiográfico de otro buen amigo, Jorge Luis Ibarra Mendivil. Más que una presentación, es un regalo para Jorge ya que Ignacio no deja ningún cabo suelto seduciendo a la lectura no solo a los habitantes de Este lado del paraíso sino a todo sonorense interesado en la historia y la conformación de sus pueblos.

Hasta aquí, no me resta sino felicitarnos por este logro del Benjy que es nuestro también, se dice fácil pero confieso que conociendo al director, no le daba más de dos años de vida. Hasta dudaba en apoyarlo, quizá le estamos metiendo dinero bueno al malo me dije. Pero la pensé mejor y al final decidí suscribirme. Obviamente, también pensé en que hacen falta muchos, muchos espacios para la expresión libre de las ideas y conociendo a Benjamín, no podíamos tener la menor duda al respecto. En lo personal, he escrito tan a gusto en la revista, sin el corset impuesto por la academia y con la oportunidad de intercambiar comentarios con los pocos pero curiosos lectores.

Me congratulo que después de todo, muchos y muchas le dimos y nos dimos el beneficio de la duda, me alegra que muchas y muchos han aportado sus letras para llenar páginas y páginas o han invitado a otros a colaborar; y todo esto es no solo para celebrar sino para sentirnos orgullosos de proyectos tan estimulantes. Dudamos en un principio, pero henos aquí reunidos para celebrar el campeonato naranjero, digo para celebrar el noveno aniversario y estamos más que resueltos a seguir.

Hermosillo, Sonora, México, a tan solo seis outs del campeonato.

*Texto leído por la autora en la presentación de CRÓNICA SONORA 10, el 27 de enero de 2023 en Hermosillo.

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Fotografías de César Rentería Noriega

Por Benjamín Alonso Rascón

ermosillo tiene fama de caliente (por su clima), de sabrosa (por su comida) y de muy bella (por sus mujeres). Desgraciadamente también es conocida por su carácter conservador. En pleno siglo XXI muchos de sus habitantes siguen atorados en ideas de mediados del XX, cuando no del XIX. Que si la mujer “en la casa y con los hijos”; que si el hombre debe ser “valiente y vaquetón”, que si “los guachos”, que si “los frescos” y otras visiones que siguen permeando nuestra cultura. La prostitución, por supuesto, es uno de estos temas difíciles para nuestra comunidad, si bien los hermosillenses tenemos claro que el sexo cobrado (o pagado, según se vea) es una realidad latente y dinámica en esta nuestra interesante ciudad, que más allá de las contradicciones ha sabido combinar tradición y modernidad.

¿Pero quiénes son estas personas que ofrecen su cuerpo a cambio de monedas? ¿Cuál es su pasado y cuál su presente? ¿Son gente desordenada, con oficio pero sin beneficio? ¿O tienen metas, aspiraciones y proyectos? La historia que hoy ofrecemos a los lectores de Crónica Sonora constituye un primer acercamiento a ese mundo negado y anhelado por igual. Buscamos respuestas para una sociedad que es capaz de examinarse a sí misma. Bienvenidos.

Pasaban las 4pm y deambulaba por el centro de la ciudad buscando mujeres con deseos de hablar. Di con Rosa, administradora de un prostíbulo histórico, pero no accedió a ser entrevistada. “No podemos, nuestras familias no saben que hacemos esto”, argumentó. Le expliqué que no habría fotos ni video. Tampoco nombres reales o algún otro dato que pusiera en riesgo su anonimato. “Mira, vete por ahí. A lo mejor las muchachas de allá si te quieren contar. Yo no puedo”. Y me fui por donde dijo.

Caminaba hacia otra zona de chicas, paré en un crucero y a una cuadra vi a una mujer de falda corta y pose insinuadora. La lógica decía que en esas condiciones difícilmente accedería a hablar. No lo hizo la mujer cómodamente instalada en su centro de trabajo, menos lo haría la que estaba en pleno talón callejero. Pero le hice caso al impulso y me enfilé hacia ella. Cuando estábamos a 5 metros cruzamos miradas; cuando estábamos a 4 me sonrió y en el metro siguiente me soltó: “Moreno, vamos al cuarto”.

Patty, como llamaremos a nuestra protagonista, tiene 34 años de edad aunque aparenta 45. “Esta vida no es fácil”, confesaría más tarde. Madre de 5 hijos inicia su día levantando a los chamacos, haciéndoles desayuno y en fin preparándolos para la escuela. Si bien esto sucede sólo con los 3 menores, pues la mayor hace su vida aparte y el que le sigue “no quiso estudiar; ahorita trabaja vendiendo periódicos en la calle”.

Los chicos cursan el turno vespertino, de modo que al cuarto para la una salen en estampida. A partir de ese momento la cabeza de Patty se concentra en su jornada laboral, que en promedio va de las 2 a las 6pm. “En cuanto los mando a la escuela me vengo al trabajo”. Comenta que no trabaja de noche por dos razones, una positiva y otra negativa: en primer lugar quiere atender a sus hijos, que llegan a casa pasadas las 6 de la tarde; y en segundo, le da miedo trabajar a oscuras. Cuenta que

Fotografía de Luis Gutiérrez / NORTE PHOTO
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“a una amiga la quemaron. Hará unos dos años de eso”. La chica habría prometido al cliente ciertos servicios especiales y a la hora de satisfacerlos se echó pa’ trás. Luego volvió el ofendido y raptola. No violola pero sí quemola y matola.

El periplo de Patty empieza por hacer como que va a la maquiladora. “Me pongo ropa normal y ya cuando llego aquí me cambio”. Traducido en prendas, esto significa quitarse el pantalón y ponerse falda corta. Su aspecto no es vulgar, valga decir, pero su pose, gestos y ubicación geográfica la delatan. Aún así, todo indica que en el barrio nadie sabe de su verdadera profesión. Nadie excepto su esposo y el mayor de sus hijos varones. Por supuesto, yo no esperaba que Patty tuviera compañero, mucho menos esposo, palabra tan pesada como ella sola. El dato salió a flote cuando curioseé si en algún momento de su chamba emergía alguna dosis de placer.

“¿Placer AQUÍ? No, para mí no es placer. Placer es con mi esposo, con mi familia. Yo tengo mi mentalidad muy clara. Yo vengo a trabajar. No soy como otras mujeres que vienen por un dinero fácil para drogarse. Porque necesitan cristal o algo. Que agarran 200, 300 pesos y ya se van a gusto a su casa. Yo no, yo no me conformo. Yo quiero agarrar lo que tengo en mi meta. Yo no tengo mi mentalidad de venir a meterme con los hombres. Mi única prioridad es el dinero. Mi mentalidad no es el placer. Ni que un hombre me vaya a… como le diré… que me vaya a enamorar. No no no. No tengo esa mentalidad yo”.

Vaya. Uno suele dársela de chico progre y me acaban de dar una lección, pensé. Cuando me repuse del asombro hicimos una pausa para dar unos tragos a la soda –ella- y Jamaica –yo- que habíamos pedido para sobrellevar la charla, misma que tuvo lugar en una taquería de mal ver y buen cobrar: “son 30”, me dijo un veterano mal encarado a la hora de pagar.

Total que bebimos un poco para aplacar el húmedo calorón y volvimos al punto: ¿Qué opina tu esposo de que te dediques a este trabajo? “Él es jornalero y siempre me ha dicho ‘como quisiera yo, mija, tener un negocito para desafanarnos de esta cosa’. Y mi esposo trabaja pero no es suficiente, ¿me entiendes? Y él siempre me dice ‘Algún dia te voy a sacar de ahí, mija’.” Los ojos de Patty se cargan pero no se deja ganar por el sentimiento: “Y yo se que algún día no voy a volver para acá. ¡Porque se enfada una, pues! Y aunque se diga ‘Ahí hay un billete’, pues sí hay un billete pero una también dice ‘Ai’stuvo, ya no quiero nada ahí’. Ya lo que quiere una es irse a la casa. Ahorita mismo lo que quisiera es q llegaran la seis y llevarme una feriecita pa’ la casa”.

En este punto de la entrevista, y de su jornada, 5pm, le pregunto cómo va el día. “Pues no como yo quisiera”, admite con aire amargo. ¿Cuánto cuesta el servicio? “Pues el servicio aquí son 200 (pesos), pero muchas veces una les dice 150 para que se animen. Pero son 200 y el cuarto aparte. Ya si la persona me dice ‘Pues fíjese que no traigo, nomás traigo 200’, ‘Vámonos pues’ y de los 200 yo pago el cuarto, que son 50. Ya estando en el cuarto una les pregunta ‘quieres esto’, ‘quieres esto otro’… y ya una les dice ‘dame unos 50 pesos más’, ‘dame unos 100 pesos más’.

También está la suerte porque a veces entras con uno que te va muy bien. Que te dice ‘es más, te voy a dar 400 (o 500) por todo’ y ‘órale pues, vámonos’”. Será la suerte o será la disciplina, el caso es que Patty ingresa en caja alrededor de 20mil pesos mensuales. Así lo calculó a pregunta mía, y eso que hay semanas en las que se toma hasta tres días libres. ¡Amalaya! dijo el reportero.

Cuando hablé con Rosa, la meretriz que no quiso entrevista, igualmente mencionó 200 como tarifa “más el cuarto”. Le alcancé a preguntar si en su burdel ofrecían el servicio de sexo anal y pa’ pronto hizo una mueca de desagrado, además de espetarme un no rotundo. Pero aportó más: “Los que andan en la noche sí lo hacen. Yo no los he visto, pero dicen que viene mucha gente de dinero a buscarlos”, subrayó antes de mandarme a hacer tacos.

Así que puse el tema con Patty. La sentía tan transparente y confiada que intuí una respuesta más auténtica que la de Rosa. No me equivoqué, si bien al principio tambaleó. Oye Patty, ¿dentro de tus servicios ofreces sexo anal? La saqué de onda. Abrió los ojos y dijo “pues no”. Pero al cabo de un par de minutos soltó la sopa completa.

“Yo te voy a decir la verdad. Sí se ha dado. Porque muchas veces una quiere agarrar un billete más. También es cierto que una busca sus mañas. Que les dice que sí pero allá dentro pues no. Para todo hay mañas. Y muchas veces puedes engañar a los hombres, pero muchas veces no. Tu les dices que sí, te pagan y allá dentro pues no. Pero como te digo hay muchos hombres que no los puedes engañar. Y se enojan, se ponen agresivos: ‘Oye me lo prometiste, cabrona. Y ya te pague y te pague tanto, ¡para que estas echando mentiras pues!’. Hasta un empujón, dos”.

“A mí una vez me dieron un manotón aquí en el cuello. Pero no me lo dio porque el trabajo haya estado mal o le haya echado mentiras. Sino que el señor andaba borracho. Y me pego un manotón recio aquí en el cuello y sí me alcanzo a doler porque me lo dio con los dedos extendidos”. Pregunto la razón última del manotazo y Patty responde: “Es que estábamos en el cuarto y te lo voy a decir con mis propias palabras: Cuando andan pedos no se puede esa cosa. No se puede, ya andan muy pedos. Pero muchas veces uno los mete porque uno sabe muy bien q va a agarrar una feriecita fácil”. Esto, explica Patty, debido a que los ebrios no pueden sostener una erección. Además que es más fácil deshacerse de ellos una vez culminado o supuestamente culminado el acto sexual.

Varios aspectos se quedan en el tintero. Y alguna cosas podría decir a manera de reflexión final. Pero mejor que sea ella misma, la mujer que aquí llamamos Patty, la que baje el telón. “Mucha gente piensa: ‘No, las pinchis putas que están en la esquina…’. No somos putas, somos sexoservidoras. Yo siempre he dicho, si no fuera por nosotras ¿cuántos hombres violadores no hubiera? O viejos que anduvieran haciendo sus cosas. Para eso estamos nosotras. Para que no anden haciendo daño por otro lado. Mucha gente nos mira mal, que estamos en la calle y eso, ¡¿pero qué nos queda?! ¡¡No nos queda de otra!!”

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na de las más gratas maneras de transcurrir mis mocedades, era creando montoncitos de tierra, los cuales en mi imaginación se convertían en montañas. Yo era un gigante que las observaba desde una altura que me hacía sentir orgulloso de mi obra. Hoy, a mis 55 años y desde mucho antes, me plazco en hacer montoncitos de palabras para crear puentes, sin más fin que compartir con quien me lee el anhelo de crear o fomentar el delicioso acto de pensar. Desde que tuve conciencia de mí mismo, me he visto rodeado de personas mayores de manera casi exclusiva. Mi padre tenía más de 50 años cuando llegué para ocupar un pedazo de este mundo y de su vida. Mi escasa tendencia a reírme de los bobos comentarios de mis maestras, mi desinterés por los programas de televisión poblados de violencia sin sentido o mi aversión por rendirme ante la imposición de las modas, crearon una barrera entre mi mundo (el que yo quería crear), y la realidad (el mundo que estaba obligado a habitar). Semejante oposición al coro del rebaño me condujo a un destierro que me orilló a un diálogo cada vez más fuerte conmigo mismo. Si bien la soledad supo lastimarme en los años en que solemos refrendar amistades con los compañeros de escuela y de barrio, he logrado salir airoso hasta este momento.

Hago memoria de momentos de mi vida que me mueven a la risa, sabiendo que otro distinto al que soy hubiera sentido angustia o enojo:

-En la preparatoria, hubo algo que me hizo excepcional: Yo era el único alumno con canas.

-En mi primer día como estudiante universitario, llegué al salón de clases que se me asignó. Por fuera había un montón de muchachas y muchachos que habrían de ser mis compañeros por varios semestres. Al acercarme, cesaron su sonora alharaca, y

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Texto y retratos por Ramón Valdez-León

escuché claramente la voz de una joven comentar a otra: “Creí que era el profesor…” Debo decir que estaba a punto de cumplir los diecinueve años.

-Apenas tenía 43 años, cuando fui a un cine con mi querido amigo William Carr. En cartelera se leía: “Admisión 10 dólares. Tercera Edad 5 dólares”. Al pagar mi boleto con un billete de 10 (monto exacto), la muchacha encargada de la taquilla me siguió…devolviéndome la mitad.

Pero bueno, dejémonos de cosas y al grano. ¿Qué ha provocado la intención del tema que deseo y debo compartir con ustedes? En primer lugar, la indignación. En segundo, la reflexión. Me explico. En las redes sociales no faltan comentarios en torno a dos caballeros harto famosos en la década de 1970 (sí pues: Jorge Rivero y Andrés García DEP), que solían ser admirados por su apostura y fortaleza. Medio siglo después, se les reprocha y se hace mofa de cómo se han visto en años recientes. Me ha caído el veinte. Las masas consume-mitotes, un titipuchal de irreflexivos y otros ejemplos de mediocridad no les reprochan que sean viejos, sino que no sigan siendo jóvenes.

¿Cuál es la diferencia entre lo uno y lo otro? Simple y sencillamente estriba en negar que el tiempo es inevitable, y en saber que la hora de renunciar a la juventud debe de ser tomada con sabiduría, para convertir a la madurez en aliada, y no en estorbo.

El perverso vocero del dios dinero (léase “mercado”), ha hecho creer a las masas que la juventud es una virtud. FALSO: LA JUVENTUD

ES UNA ETAPA. De igual forma, insisten en hacernos creer que la madurez es un defecto. FALSO:

Y he aquí una de las formas más humillantes de insultar a la gente vieja. Innumerables generaciones han concebido al sexo como la unión de entrepiernas, sin descubrir cuán emocionante y gratificante resulta la caricia, el abrazo, el beso, la palabra y otros modos en que la imaginación puede y debe ser elemento fundamental de encuentros eróticos donde urge también saber que el encuentro de brazos, lenguas, piernas, hombros, axilas, tetillas y oídos no solamente compensan una posible erección deficiente, sino que integran una parte irrenunciable de esos gratificante festines corpóreos.

En sentido contrario, una cantidad considerable de personas cae en la trampa del consumo, adquiriendo productos como tintes, ropa, accesorios e incluso cirugías, dejando de lado su bienestar mental y emocional: cero ejercicio, cero lecturas, cero diálogo interior. Y mucho, mucho miedo.

Al convertirnos en cautivos de la imposición mercantil, nos alejan de un valor del cual prácticamente nunca se nos ha hablado: LA AUTOESTIMA. Somos o debemos ser no únicamente dueños de nuestras vidas, sino nuestro aliado más incondicional.

LA MADUREZ ES UNA ETAPA. Y para que nuestros bolsillos sigan cautivos de sus vilezas, imponen conceptos de “permanente juventud” no pocas veces ridículos. LA INSEGURIDAD GENERA FABULOSOS DIVIDENDOS… Y TERRIBLES FRUSTRACIONES A LA VEZ.

La juventud es el momento en que iniciamos una vida donde nuestros pasos ya no van de la mano de nuestros mayores, ni precisamos de cochecitos o andaderas. Vamos por la vida, tropezamos, aprendemos. Forjamos nuestro carácter y criterio a través de las experiencias vividas.

La madurez o vejez, puede convertirse en la etapa en que podemos celebrar el acto de acercarnos a la juventud para compartir lo aprendido sin imponerles nuestros pensamientos. De manera preocupante, observo cómo viejos y jóvenes quieren competir entre sí a fin de imponerse sobre el otro.

Luego entonces, los jóvenes ven a los viejos como estorbos; y los viejos suelen reprochar a la juventud su desapego e incluso su aversión. No es de extrañar que la propia gente vieja crea que lo mejor es una apariencia…pero no una mentalidad. Si a ello agregamos una mermada condición física debido a la presión de jornadas laborales a fin de llevar manutención al hogar, vemos cómo esto influye en nuestro deterioro sexual.

¿Porqué ignoramos en torno a los triunfos deportivos de atletas mexicanos de la llamada Tercera Edad a nivel mundial? Porque la vejez no es buen negocio para un mercado obsesionado en el perpetuo infantilismo. Nombres como el de Luis Cano o Rosario Iglesias han pasado desapercibidos por los medios masivos. Sin embargo, el primero logró imponerse en el primer lugar de nadadores “máster” en la categoría de 70 años y más. La segunda, conocida cariñosamente como “Chayito”, supo de triunfos y ovaciones en la pista de carreras siendo casi nonagenaria. Ejemplos como los anteriores urgen de ser tomados en cuenta, ya que el promedio de vida de la humanidad crece más cada día. Se calcula que para 2050, México tendrá poco más de 150 millones de habitantes. Del total, una cuarta parte rebasará los 60 años. ¿No será hora de ir dejando el sillón para caminar una o dos cuadras? ¿Para pensar en lo que comemos? ¿En lo que pensamos, leemos, escuchamos? Lejos estamos de ello, y una cantidad cada vez más considerable de ancianos atiborra los casinos huyendo de la soledad y mermando sus pensiones.

El hombre que habita mi conciencia me dice constantemente sobre mis obligaciones para conmigo mismo. Ramón desafía a Ramón. Ramón supera a Ramón. Ramón ama a Ramón. Ramón respeta a Ramón, y no vacila en decirle sus verdades. Queda mucho por hacer, mucho por aprender, mucho por compartir. Cada mañana contemplo al hombre gordo, encanecido, miope que ha logrado un grado bastante aceptable de salud y de ánimo. No estoy solo: Estoy conmigo.

Si alguna vez alguien me ofreciera volver al muchacho de 70 kilos, de cabello oscuro y sin arrugas en la piel, le diría: “Ofréceme algo que valga la pena añorar. ¡Eres un pésimo negociante!” ¡¡ENVEJECER ES UN

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DERECHO!!

«Macho calado / Ese soy yo / Macho calado / Ya probé y sí me gustó»

Los Audaces del Ritmo

Por Guillermo Valenzuela

sidro Grijalva abre los ojos como si fuera la primera vez en todo el día. Lo encandila la luz del sol y el humo de los camiones hace que se cubra la nariz con su paliacate. Es sábado en la tarde, de esas tardes aburridas por el calorón. La ciudad se convierte en un horno sofocante en esos días de la canícula de junio. A Isidro Grijalva le gusta sentarse en una banca del Jardín Juárez cuando sale del trabajo en la construcción. Después de un rato de observar a la gente que pasa apurada y malhumorada, después de observar el tráfico infernal en el centro de la ciudad, después de meditar y recordar la vida que tenían en el pueblo, se regresa a su casa en La Metalera.

Hace ya un año que Isidro Grijalva y su familia se vinieron a la capital. Llegaron del pueblo de Rayón cuando el Isidrito entró a la preparatoria y la Anita terminó la primaria. Un conocido del pueblo les prestó una casa mientras él levanta las paredes de la propia en el terreno que compraron en Las Amapolas. Su esposa, Ana María, está de acuerdo con esta vida porque su marido le salió tranquilo y trabajador. Orgullosa le presume a las amigas de la cuadra que su viejo tiene buen trabajo de albañil y él mismo está levantando la casa. También les dice que su

viejo ni es borracho, ni es ojo alegre, sólo le gusta oír el béisbol en la radio, pero su mayor afición es sentarse en una banca del Jardín Juárez en las tardes después de salir del trabajo.

Ana María se levanta en la madrugada, le hace el lonche a su marido, prepara el desayuno para los chamacos, les alista el uniforme y se va a trabajar a la casa de sus compadres, que también se vinieron del pueblo, y tienen una fábrica de tortillas de harina que entregan en abarrotes y taquerías.

Ana María agradece, todos los días, que tiene una familia tranquila y una vida sin sobresaltos, eso sí, con mucho trabajo sacando adelante a los chamacos “para que estudien y no se queden sin hacer nada, midiendo calles nomás”.

Isidro Grijalva abre los ojos como si fuera la primera vez en todo el día. Se levanta de la banca y se quita el sombrero, haciendo una reverencia, cuando pasa una señora joven que trae un chamaco llorón jalando de la mano. Se sienta apenado y se mete el sombrero hasta las orejas cuando la señora le lanza una mirada de “pocos amigos” y apura al chamaco llorón por la calle Sonora.

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Isidro Grijalva suda como puerco en esta tarde de junio en el centro de la ciudad. Se seca el sudor con su paliacate y se acomoda en la banca de costumbre, en el lado norte del Jardín Juárez, a la sombra de una ceiba gigante. Cierra de nuevo los ojos y empieza a recordar la vida que llevaba en el rancho donde trabajaba de vaquero cerca del pueblo de Rayón…

Ya aparté el toro pinto, el semental, porque me dijo el Chuy que traería a la vaquilla colorada que anda alborotada. Ya llevé el resto del ganado al potrero; se me fue rápido la mañana, ¿será porque va a venir el Chuy?, puede ser. Es que desde hace una semana que no viene. Aquí me la paso solo en el rancho mientras la familia está en el pueblo y el Chuy… pues el Chuy trabaja en el rancho vecino. Se la pasa inventando pretextos para venir a visitarme jajaja… mientras llega voy a meter estas pacas de alfalfa en el tejabán. Es pesada la vida en el rancho, pero este trabajo me gusta, también me gusta hacer trabajos de albañilería. El Chuy dice que a lo mejor se va con los gringos, allá pagan en dólares, además de que ya dejó a la mujer que tenía y como no tiene hijos, pues para él es más fácil irse. El olor de la alfalfa seca en el tejabán me trae buenos recuerdos; me recorre una sensación de hormiguitas por las piernas y el pecho. Ya puedo ver la polvareda en el camino, es el Chuy que trae la vaquilla colorada; el toro pinto está inquieto en el corral, ¿será que no está el resto del ganado? ¿será que ya olfateó la vaquilla que se acerca?

Usar al toro pinto como semental nos ha dado buenos resultados, han salido muy buenas crías. El Chuy mete rápido la vaquilla en el corral; el toro la olfatea y levanta de forma extraña la nariz, como diciendo: esta vaquilla será mía en un momento jajaja… en el rancho reconocemos cuando una vaca anda en celo porque levanta la cola… yo reconozco esa mirada, con esos ojos del color de la alfalfa seca, y esa sonrisa pausada del Chuy.

Le digo que ya casi está lleno el tejabán con pacas de alfalfa para aguantar los meses de sequía que se avecinan, él asiente con su sonrisa pausada y su mirada verde como la alfalfa seca… no puedo dejar de mirar esos ojos verdes… me recorre una sensación de hormiguitas por las piernas y el pecho.

En el corral, el toro pinto olfatea la vulva inflamada de la vaquilla colorada; se inquieta; se le restriega y avienta tierra rascando el suelo con las patas delanteras. La vaquilla colorada espera paciente el ritual con la cola bien levantada… resisto el peso por detrás en mi espalda, y me tengo que recargar en la pared de pacas de alfalfa; sus ma nos con callos y quemadas por el sol recorren bruscamente mi pecho… ese olor a alfalfa seca, esa sensación de hormigueo, la humedad, el sudor, me enciende.

Después de algunos rodeos, el toro pinto levanta sus patas delanteras y monta a la vaquilla colorada; ésta resiste el peso en su lomo y tiene que dar dos pasitos temblorosos hacia adelante, recibiendo con estoicismo una primera embestida tímida… siento su respiración caliente en mi nuca; sus manos rasposas aprietan mi pecho; siento su dureza; resisto su fuerza, su sudor y saliva.

El toro pinto tiene que montar a la vaquilla colorada de nuevo, pero esta vez acierta una embestida profunda y definitiva, una más y otra más; los ojos en blanco; la vaquilla colorada resiste cansada… siento, encendido, como explota un chorro caliente en mi interior; en ese momento de frenesí, riego con mi semen la alfalfa seca del suelo. El toro pinto, en el corral, muge de una forma extraña y la vaquilla colorada busca nerviosa salir de su encierro… me abraza por la espalda lanzando un largo suspiro; nos quedamos así un momento, un momento donde cabe un universo diferente… Isidro Grijalva abre los ojos como si fuera la primera vez en todo el día. Le molesta el ruido ensordecedor de una motocicleta que pasa por enfrente. Suspira desconsolado, se levanta, toma su sombrero y se lo pone hasta las orejas. Dobla por la calle Juárez y se dirige a la parada de camiones que está en la esquina de la Clínica del Noroeste. Se detiene un momento y observa a la gente que cruza la calle. Sin querer fija su atención en un hombre que cruza rápidamente; usa botas sucias y desgastadas, pantalón de mezclilla deslavado, sombrero viejo y esa mirada, esa mirada. Siente una sensación de hormiguitas por las piernas y el pecho… ahora él se aproxima con una sonrisa pausada y esa mirada verde como alfalfa seca…

11 PRIMAVERA 2024 |
Fotografía de Guillermo Valenzuela

iro mi reloj de muñeca. Llevo quince minutos apreciándola. Es una mujer hermosa, de un cuerpo esculpido a detalle. Adornada con un vestido rojo carmesí, su piel blanca y delicada resalta de una manera delirante. Tengo la sensación de que si unas manos bruscas la tocan, harán estragos en una piel tan tersa. No, ella tiene que ser tratada como una reina, con los hábiles dedos del mejor alfarero, y aquí estoy, yo que manejo el barro como el escritor las palabras. Y aun así, no puedo negar que siento un deseo casi incontrolable de estrujar todas sus curvas. Esta buenísima, nada qué ver con la desabrida de Catalina. De joven fue bella, pero terminó engordando tres veces su talla y ya no me provocaba nada, al menos en la cama. Es una esposa dedicada, eso sí, siempre tiene la comida a tiempo, la ropa limpia y planchada, también cuida a nuestros hijos. Lina es apenas una niña; el problema es Sebastián, que es un vándalo, le gustan las peleas y las mujeres, esto último lo sacó de mí. Sebastián ya ha estado en la correccional, es irreverente y burlesco, a veces lo arrestan por alborotador o, como dice él, por estar en el momento inadecuado con la persona incorrecta. Casi me río cuando escuché esto la primera vez. Hijo, tú no estás con la persona incorrecta, tú eres la persona incorrecta. Le aclaré. Él me hizo una seña obscena y me mandó al diablo.

Por todo esto, mi mujer lo ha llevado a mostrarle un internado de jóvenes. Se ha llevado a Lina con ellos porque así son las mujeres, adonde van cargan a sus hijos. Sé por esto último que la idea de dejar a Sebastián apartado de nosotros le duele sobremanera. Aunque se esfuerza por disimularlo.

Me tallo el bigote, si por lo menos el mocoso no fuera tan irreverente, la última vez que lo arrestaron se quitó las esposas con un clip que llevaba en el pantalón y se las aventó al policía antes de meterse a la patrulla.

Agito la cabeza con fastidio. He salido para distraerme de mi familia y termino pensando en ella con la mayor de las facilidades. Debo aprovechar esta oportunidad; tengo la casa para mí solo, ellos no llegarán hasta mañana a mediodía. Centro mi atención en la mujer, ¿Cuántos años tendrá? 19 o 20. Recargada en la barra sujeta su pequeño bolso oscuro en la mano izquierda y con la otra mano toma una copa de vino jugando con sus labios. Alza la vista por momentos, recorre el suelo con su mirada y a veces se queda un par de segundos mirando a un lugar en particular como si sus ojos oscuros como granadas fueran seducidos por algo de naturaleza invisible. Un hombre se le acerca en un intento de ser galante. Hablan unos minutos, el hombre rodea sus prominentes caderas y apaña una mano sobre su trasero en forma de corazón. Ella le vierte el

contenido de la copa en su cara y no puedo evitar sentirme atraído. Siempre me han gustado las mujeres difíciles. Sé que estoy cuarentón, pero aún creo en mí. Cuando el hombre se va disgustado me acerco. Tengo mucho tiempo de no entrar al juego y mucho menos con alguien como ella. ¿Será una chica rica? ¿Una modelo que viene de pasada a la ciudad? ¿Ha salido sedienta de una noche de diversión luego de una exhaustiva sesión de fotos?

Pienso: “Si ella me lo permite yo le podría dar lo que quisiera y más, por lo menos esta noche.” Me siento en la barra y pido un whisky para mí.

—Soy Leonardo Linares. ¿Me dejas invitarte algo? Quizás vino.— Digo olisqueando en el aire el chardonnay que aún le queda en la copa.

Ella sonríe y en un gesto de timidez baja la vista, como si mirara mis pies.

—Muy bien, Leo. Me gusta tu elección.- Su voz se derrama de una manera tan seductora que me recuerda a las mujeres del sexo telefónico.

El bar está muy tranquilo, cuatro o cinco presentes. Suena música jazz, hay un saxofonista en una esquina. El cantinero, un paliducho de barba negra y espesa, con la punta pintada de azul eléctrico le sirve otra copa. Ella le da un pequeño sorbo. Ambos bebemos por un par de horas. Sentados en las sillas altas de la barra nos inclinamos el uno sobre el otro susurrando. Sus labios huelen dulces.

12 11 |

Cuidadoso a sus gestos, paso la mano por detrás de su cuello a sus hombros. El contacto de su piel cálida con la mía me inquieta, quisiera desnudarla ahí mismo y ponerla contra la barra.

Con el riesgo de sonar atrevido le susurro:

—¿Quieres venir a mi casa?-

Ella sonríe y desliza sus dedos en su cabello, arreglándolo innecesariamente.

—¿Eres casado, verdad?— Concluye pasando su dedo por encima de mi argolla de matrimonio.

Me siento estúpido por no habérmela quitado antes. Ella sonríe envolviendo mi mano suavemente. —Descuida, no me importa.-

—Está fuera de la ciudad.-

Ella asiente y la guío afuera hasta mi auto. Le abro la puerta y paso a sentarme en el lugar del piloto. Acabo con la distancia y la beso de lengua mientras paso las manos por sus contornos, muevo mis dedos entre sus muslos y avanzo hasta palpar sus pantimedias de encaje. Ella tiembla de placer y aprieta las piernas indicándome que debo esperar:

—Aquí, no.

Conduzco hasta mi casa y cuando por fin entramos puedo dar un respiro. La he conseguido. Me siento en mis dominios.

Al pasar hacia la estancia se detiene curiosa frente a algunas de mis esculturas. Orgulloso, le explico que me dedico a ese arte y que entre mis pasatiempos está la alfarería. Ella parece emocionada de estar con un artista. Me siento con el ego inflado, le presumo que mis obras están muy bien valuadas por la mezcla de técnicas y diseños indígenas que utilizo. Que he realizado exposiciones de arte en la Ciudad de México, en Guadalajara, así como en el extranjero, en Nueva York y Los Ángeles.

—Así que tienes habilidad con las manos.— Coqueta, me guiña un ojo y continúa observando. Sin más, subimos a la habitación,

ella me sigue por detrás sujetando su bolso negro contra su fina cintura de avispa. Deseoso de descubrirle otros atributos me siento en la cama observando su cuerpo de manera lasciva. Casi puedo desnudarla con la mirada.

Desliza sus manos entre sus senos hacia su abdomen sensualmente, corre el cierre trasero de su vestido y su ropa se desliza con elegancia por sus piernas largas. Su ropa interior roja queda al descubierto, el encaje no deja nada a la imaginación. Con la punta del tacón hala del vestido y lo arroja a una esquina. Entonces saca un par de esposas de su bolso y las lanza a la cama.

Estoy tan emocionado que no pienso con claridad. Nunca he conocido a una mujer que le gustara jugar de esta manera. Se sienta a arcadas sobre mis piernas y comenzamos a besarnos. El olor de la fragancia en su cuello penetra mis fosas nasales. Le doy un par de nalgadas mientras hurgo con mi lengua entre sus pechos. Deslizo los dedos debajo de su pantaleta hasta sus pliegues carnosos y húmedos cuando siento una erección punzando en mi pantalón.

Suelta un pequeño gemido y de forma seductora me indica que me mueva hacia la cabecera.

—Quiero estar arriba. -dice con los ojos encendidos. Hago lo que me ordena y me coloca las esposas, una en cada mano a cada extremo de la cama. Continúa besándome, mordisqueándome el cuello juguetonamente y de repente se levanta. Saca una cinta adhesiva de su bolso, corta un retazo de la cinta y antes de que pueda decir algo, me la ha estampado en la boca sellando mis quejidos.

Acaricia mi mejilla y baja la mano por mi vientre redondo hacia mis pantalones. Pienso que me está provocando y entonces mete la mano en mi bolsillo y jala mi cartera de piel.

—¡Ops. Lo siento!

Entiendo lo que pasa. Desesperado, agito mis muñecas en las esposas convulsivamente tratando de soltarme. ¡Arpía, estafadora!

Me da una hojeada mientras yo intento gritar, toma el dinero y se ríe. Después desabrocha el reloj de mi muñeca y le da un beso en la carátula.

—Tienes buen gusto, Leo.Estoy furioso conmigo, ¿cómo se me ha ocurrido dejar que me esposara?

Rápidamente se viste, agarra su bolso de la cama y comienza a revisar mi recamara. La muy zorra toma mis relojes e incluso encuentra un dinero que tengo guardado en la repisa alta del ropero.

En el tocador abre el joyero de mi esposa y sonríe.

—No soy tan mala. — Finaliza, pasando uno de sus dedos por una foto de mi familia.

Se acerca a la puerta y sale hacia el pasillo dejándola abierta. Pienso que aún tengo tiempo de resolver esto, pero entonces escucho unos pasos por el corredor, alguien se acerca. Sebastián me mira desde el umbral de la puerta con una sonrisa burlona. Silencioso se acerca, saca un clip del bolsillo de su pantalón y comienza a desabrocharme las esposas.

—Esto te va a salir caro, viejo.-

Por Tania Rocha

13 PRIMAVERA 2024 |

xplícitos, cínicos y desublimados, estos fragmentos de versos, poemas enteros y líneas en prosa, se pueden definir bajo el término genérico de porno. Porno ahí donde la obscenidad, la jocosidad y la desmesura se conjugan en una representación literaria que pasa por la sabiduría de alcoba, la confesión, la escena adrenalínica de los cuerpos zigzagueantes; porno ahí donde se observa una visión del sexo como discurso de genitalidad total. Así, este es un ejercicio lúdico y asistemático de recopilación donde se consignan autores de diferentes épocas que han visitado, desde el crisol de la literatura, las prácticas sexuales tan antiguas como contemporáneas en las cuales reinan el candor y la espesura. Sean, pues, invitados los lectores a este disfrute orgásmico.

Por Luis Lope

«Quisiera yo tener muchas más vidas y en una ser la chica de tus sueños con pechos no muy grandes ni pequeños con curvas armoniosas y medidas y que vayamos juntos al gimnasio y quieras que me ponga los shortcitos y dé en el puchinbol los golpecitos y me suba a la bici muy despacio para poder seguir mis movimientos con ganas de que todos se despidan se vayan los patovas que intimidan los machos sudorosos corpulentos y así quedarnos solos un buen rato haciendo rechinar ese aparato.»

Violado sea el feroz tiempo en que tu delirio

Dejó cerrados los muslos, las grupas calientes; Malhadada la hora en que se apagó el cirïo Enorme y venudo en tu vida, flama ardiente.

Y las rubias ninfas de inflamados chicharrones perdidas debajo de tu pingüe anatomía moverán sus caderas al candor de los sones y de las febriles camas donde las cogías.

Cabrón jodido relleno de mierda peluda, hijo de mil putas que disfrutó a mil más putas, bizarro topo y dueño de verga macanuda. Te echaste a Jenna Jameson cuando estaba tetuda :( mas nos queda solo el hedor fétido que exuda, Ron Jeremy, el tibio sepulcro que disfrutas.

(“Soneto por la muerte de Ron Jeremy”)

—Anónimo sonorense

«El otro día, pensando en el otro día, cuando mis manos acariciaban tu vagina, se sumergían dentro de ella y regresaban empapadas, te escribí un poema. Tus piernas sacudían mi memoria y toda la carne de tus nalgas se me venía encima y el recuerdo era tan claro, que volví a sentir tus manos desabotonando mi pantalón, sacándome el pene, (que me ardía como la sal sobre los ojos) y que apretabas entre tus dedos. ¡Tuve que escribirlo todo, todo! cómo te lo quité de las manos, lo pasé por tus labios y lo arrastré por tu estómago, despacio, como un pincel sobre un lienzo, y cómo te lo metí, de golpe hasta que la noche terminó de fundirse en tus riñones. Hice versos sobre cómo caía el semen en tu boca, en tu cara, los grumos que formaba en tu cabello y… ¡Lo escribí con lujo de detalles, lo juro, y sin ahorrarme una sola imagen!.. pero… … no me atrevo a mostrártelo… no sé qué vas a pensar, tal vez digas que no sirvo como poeta, y que mis versos no son más que pornografía.» («Te escribí un poema porno»)

«Me gustas cuando besas porque estás como pirada, con los ojos en blanco y tu cara de ida, parece que se te hubiera olvidado la pastilla y parece que un dedo te cerrara la herida. Como todo el deseo está lleno de mi ansia, con tu lengua sigilosa, llenas el ansia mía. Larva incompleta te pareces a mi ansia y te pareces a la palabra ninfomanía. Me gusta cuando lames y estás como a tu rollo y estás como frotándote y emitiendo un murmullo. Y no me oyes ni de lejos y mi mano no te alcanza: déjame que me corra con el gemido tuyo. Déjame que te bese también con estos labios, rojos como una sangre, frescos como una fuente. Eres como la noche licuada y oscura, tu grito es de astro, tan salvaje y ardiente. Me gusta cuando te corres porque estás como vencida, pálida y piadosa como si hubieras muerto. Un roce entonces, un susurro bastan. Y estoy caliente, caliente por que no sea cierto.»

(«Versión porno del poema número 15 de Pablo neruda»)

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