CRÓNICA SONORA / Núm. 8 / Verano 2023

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Carta del Director Escriben en este número

¡Uff, uff y recontrauff!! Pues nada, que estrenamos edición gorda. O dicho con más propiedad: más gorda. Porque obesa se puso aquel día que subió de doce a dieciséis toneladas, digo, páginas. Y hoy que subimos a veinte paginitas ya sabrán. Seguimos engordando y qué bonito.

El detalle está en la chamba que esto conlleva: revisiones, correcciones, revisiones y más correcciones, simple y llanamente porque ahora son cuatro páginas more, dijo un borracho del Pluma Blanca queriéndose adornar. Peor tantito, si algún autor o autora se pone los moños con solicitudes tipo «siempre no quiero que diga esto», «que no lleve aquello, por favor», «dijo mi mamá que siempre no»…. A esos les digo, aquí y ahora: ¡¡No la chiflen que es cantada!!

Pero bueno, no es mi propósito tirarme al suelo y llorar por el chambón que implica hacer esta revista, y acto seguido conminarlos a suscribirse para que el barco siga su marcha. No. (No digo). Muy al contrario, quiero AGRADECERLES one more time las vastas muestras de cariño hacia el proyecto, especialmente las que llevan color metal, es verdad, pero también sus colaboraciones, también sus observaciones, también sus insinuaciones y, si me apuran tantito, también sus denostaciones, porque las hay. ¿A poco creen que somos monedita de oro? Negativo, dijo Pepencho.

Total que no arredramos y menos cuando plumas estrenamos: demos la bienvenida a Jesús «el Pelos» Cota, buen compañero de juego en aquellos años de infancia pueblerina, y a Servando Clemens, a quien solo tengo el gusto —y qué gusto— de conocer en letras. Por si esto fuera poco, tenemos debut internacional en la figura del professor Lasse Hölck, viejo cómplice de aventuras académicas y gastronómicas. Al resto de colaboradores ya lo conocen por sus publicaciones en nuestra plataforma digital: cronicasonora.com

No me resta más que abrazarlos e invitarlos al convite de letras, ideas y sentimientos. Agárrense, mis lectores. No serán los mismos —ni las mismas— después de leer este ejemplar.

Dije.

PD: ¿Ya vieron la nueva periodicidad de la revista? De eso hablaré en la próxima Carta.

Antonio de Jesús Barragán Bórquez Guaymas, 1987

Radicado en la H desde hace quince años. Fanático de los perros y del hardcore punk. Explorador musical, hacedor de ruido y estudioso de lo social.

Ramón Valdéz-León Hermosillo, 1967

Legendario locutor de aquella Radio Sonora, hoy colaborador en Política y Rocanrol. Nació mirando al Cerro de la Campana y tal vez muera mirando al Cerro de la Campana.

Jesús Ibarra Félix Hermosillo, 1977

Periodista y docente universitario, investigador del Border Hub y becario del International Center for Journalists.

Lasse Hölck

Kiel (Deutschland), 1976

Profesor e investigador de la Universidad Libre de Berlín. Enamorado de la carne asada de Sonora y de la cerveza mexicana en general.

María Patricia Vega Amaya Hermosillo, 1978

Licenciada en Historia por la Universidad de Sonora, maestra en Historia por el Instituto Mora y egresada del doctorado en Historia de El Colegio de México.

Benjamín Alonso Rascón

Villa Juárez, 1979

Premio Nacional de Periodismo en 2007. Dos años después lo expulsan del Instituto Mora en el DF y luego lo aceptan en la UNAM pero se regresa a Hermosillo. CEO de CRÓNICA SONORA desde 2015 y a mucha honra.

Ivonne Arvayo Moreno Hermosillo, 1981

Licenciada en Educación Primaria y Maestría en Liderazgo y Acompañamiento Educativo.

Juan Enrique Ramos Salas Torreón, 1952

Nómada irredento, originario de Torreón, Coahuila, en Sonora por más de 40 años. Escritor y tallador. Ya mero acabala las 71 vueltas al sol.

Jesús Enrique Cota Merino

Villa Juárez, 1980

Amante de la lectura, el cilismo y la naturaleza. Maquileño en Nogales.

Servando Clemens

Huatabampo, 1981

En portada, fragmento del mapa diseñado por el misionero Adamo Gilg en el año 1692. Constituye uno de los principales documentos históricos que, desde la óptica europea, dan razón de la ubicación y forma de vida de los comcáac en el Pitiquín primitivo.

Director y Editor en Jefe: Benjamín Alonso Rascón Diseño Editorial: John Cantúa Marketing Asistente Editorial: Yesúa Molina Consejo Editorial: Magaly Vásquez, Jeffrey Banister, Gerardo Rénique. Publicidad, colaboraciones y biblioteca: cronicasonora@gmail.com, FB: Crónica Sonora, TW: @Cronica Sonora, INS: cronica sonora Crónica Sonora es una publicación independiente realizada en Hermosillo, Sonora, México. Las imágenes utilizadas tienen un fin didáctico y no lucrativo. El contenido de los textos es responsabilidad de sus autores. Se autoriza la reproducción y difusión por cualquier medio, haciendo referencia a la fuente. Tiraje: 1000 ejemplares.

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¡

Hermosillo, Sonora.- El 26 de abril mi morra, yo, y diez mil personas más, decidimos abarrotar el Palenque de la ExpoGan para el show de Tito Torbellino Jr y Peso Pluma, dos de los más importantes exponentes de la llamada música regional mexicana. El clima estaba a todo dar y la neta fue todo un espectáculo. Si no me creen, lean la versión completa de este texto y vean los videos en cronicasonora.com; abajo está el código QR.

Fui con la intención de disfrutar del recital y conocer el ambiente, cosas que hice, pero igual la reflexión no escaseó durante la función. Pensé que, de ser ciertas las hipótesis que señalan que el consumo de narcocultura produce delincuencia y violencia, !todos los asistentes corríamos algún peligro! ¡La pura risa! Sin embargo, ¿qué es lo que hace que más de diez mil personas se congreguen y paguen por presenciar un evento como este? ¿Es «mala» la narcocultura? ¿De qué manera se relaciona con la incidencia delictiva? ¿Por qué es tan popular el subgénero «tumbado»? ¿Se verán cosas peores?

Para empezar, entendamos que los corridos tumbados conforman una sub-rama del narcocorrido, y «los narcocorridos — explica el doctor José Manuel Valenzuela en su libro Jefe de Jefes. Corridos y narcocultura en México— no son meras apologías al narcotráfico». Son registros populares de «un evento con vínculos de orden ético o moral que rebasan los límites individuales del texto, para inscribirse en contextos donde adquieren importancia y significación colectiva». Así, puede decirse que el corrido tumbado hace sentido en el actual momento histórico y social. El relevo generacional, la militarización de la Seguridad Pública, la sicariarización del crimen organizado, la aparición de drogas nuevas y la continuidad de los conflictos entre organizaciones criminales (entre ellas mismas y con el Estado), son algunos de los componentes que han impactado en la tradición corridística del narcotráfico, al transformar la realidad con la que nutren su

contenido. De algún modo, el narcocorrido perderá sentido e impulso cuando los problemas que aborda en sus relatos, historias, tramas y personajes, dejen de tener vigencia social. Por otra parte, lo que han demostrado algunos estudios sobre sicariato y traficantes de drogas de Sonora, es que la narcocultura (series, películas, músicas, vestimentas, etcétera) aparece efectivamente en las trayectorias de vida de las personas que se involucran en el crimen organizado. Ya sea que los sujetos incorporen dichos elementos antes o después del involucramiento, la narcocultura es un fenómeno recurrente y próximo en los contextos de los cuales provienen las personas que se desarrollan en esas formas de criminalidad.

Sin embargo, la pregunta en este caso es, ¿por qué no todas las personas que incorporan el gusto por alguna forma de narcocultura se involucran en el crimen organizado? Aunque radical la interrogante, y a pesar de que la violencia de la criminalidad organizada sea sumamente grave y alarmante, la realidad indica que en una sociedad son los menos los que cometen algún tipo de delito, y aún menos, los que se involucran en el crimen organizado de forma directa.

La idea que parece explicar una parte de lo que sucede en el trinomio individuo-narcocultura-delincuencia, tiene que ver con el sentido que las personas le dan al narcocorrido en sus vidas cotidianas. La cuestión radica en comprender la manera en la que los sujetos se relacionan con los productos de la narcocultura, en este caso, vinculado con los performances de los artistas que provienen de la música regional. Podría pensarse que sucede algo similar con los estigmas sobre los videojuegos, las series y películas violentas, y los riesgos que implican para la antisocialidad de las juventudes e infancias.

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LA SOCIEDAD

Hermosillo, Sonora.-Viernes 26 de mayo, 5:20 A.M. En mi camino hacia la rutina de ejercicios matinales, paso por donde, horas antes, miles de habitantes (me parece hipócrita llamarles «ciudadanos»), encontraron pretextos para olvidarse del mundo y sus problemas… tal y como suelen hacerlo día tras día. La estridencia y vulgaridad a la que los medios de imposición masiva llaman «cultura popular» (sic), aglutinaron a la masa al predecible compás de un tipo conocido como Julión Álvarez. Y no sólo así: también le llaman «cantante». Como sea, el caso es que miro detenidamente el busto de la Maestra Emiliana de Zubeldía en la plaza que lleva también su nombre. El deterioro del monumento me preocupa. Pero algo más veo… no logro adivinar.

¿Desde cuándo la estridencia se ha vuelto una condición obligatoria en la personalidad de la población sonorense? Mis orígenes familiares son de pueblo, y si bien mis mayores solían hablar de manera fuerte, nunca se olvidaron de los buenos modales. De igual forma, he escuchado la radio desde que tengo uso de razón, y las voces radiofónicas que acompañaron mis mocedades eran firmes y amables, nunca precisaron del grito. Hoy día, resulta complicado encontrar a quienes no solamente eviten vociferar de manera exagerada, sino que respeten al público y se abstengan de escupir improperios.

Por otra parte, las autoridades gubernamentales (en todos los niveles), han visto cuán jugoso resulta aferrarse a esa cuestionable sentencia que afirma que «TODO es cultura», para honrar una y otra vez la frase atribuida al poeta romano Juvenal y retomada siglos más tarde por Porfirio Díaz: «Al pueblo pan y circo». De

cierta forma, habría que actualizar la frase: «Al pueblo PRIAN y circo» (y todas las demás siglas partidarias, hay que decir). El silencio es mal negocio para los mercaderes enmascarados de políticos. Saben que la ausencia de distractores orillan a la gente a pensar, a cuestionar o incluso a algo más peligroso: tomar conciencia de la miseria moral y material a la que hemos sido sometidos. Para evitar deserciones en el rebaño, se recurre a la fórmula predecible: se promueve el sonido repetitivo y banal con un ritmo machacante, ineludible. El aglutinamiento es tomado como fiesta, y al contemplar las imágenes tomadas con drones, los accionistas de la politiquería se chupan los labios. «Votos. ¡Votos! ¡Voto$$$$$$$!».

En la penúltima década del siglo XIX, el italiano Carlo Collodi dio a conocer su obra cumbre, Pinocho, de la cual existen varias versiones. En algunas, se habla de una ocasión en que los niños de la aldea se niegan a asistir a la escuela, aceptando la invitación que les hacen unos extraños para ir a un parque de diversiones. Entre juegos y golosinas, las criaturas consumen gustosamente una bebida que los convierte en asnos. Sin embargo, los villanos responsables de tal atrocidad sólo aceptan haber cumplido su misión cuando los niños-burros ya son incapaces de entender las palabras que escuchan. No exagera ni miente el autor cuando nos advierte que, si la imaginación y la capacidad de razonar no son alimentadas, podemos ser convertidos en esclavos de quienes perfectamente saben que, si no hay borregos, no hay lana. Pero vuelvo a contemplar el rostro de Doña Emiliana. Sí, ahora veo. En su párpado izquierdo hay una mancha clara… semejante a una lágrima. ¡Perdón, maestra! ¡Perdón!

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QUE SOMOS

Hermosillo, Sonora.- Los estragos provocados por la racionalidad presupuestal de los últimos años han tenido eco en las Fiestas del Pitic, o como brevemente se le llamó en la era del infame ‘Maloro’: «Festival Internacional del Pitic». En Hermosillo crece la discusión sobre la calidad del programa artístico-cultural cada que concluye una edición, porque es un evento del cual la gente se ha apropiado al funcionar como un mecanismo que refuerza la identidad y el sentido de pertenencia a esta ciudad, y la última versión para festejar el 323 aniversario no fue la excepción.

Al margen del presupuesto y la calidad, el tema subyacente es el de la transparencia en el ejercicio de los recursos públicos utilizados en estas actividades durante cuatro cálidos días en las calles de la capital de Sonora. El tema sale a colación porque a pesar de que transcurrieron más de 365 días desde el concierto masivo del popular cantante del género ‘mariacheño’, Christian Nodal, (a quien en 2019 la revista Rolling Stone comparó con Elvis Presley), a la fecha, los ciudadanos no sabemos cuánto nos costó su presentación.

Luego de una revisión de las respuestas a solicitudes de tran-

sparencia de 2019 a 2022 en municipios como Mazatlán, La Paz, Mérida, entre otros, CRÓNICA SONORA pudo confirmar que Nodal cobra entre 2.8 y 4.5 millones de pesos por concierto en México. En Hermosillo, al contrario, el Instituto Municipal de Cultura y Arte (IMCA) ha respondido a solicitudes ciudadanas —en al menos dos ocasiones—, que no hay información o que la información solicitada referente a contratos y comprobantes de pago no existe. A continuación, reproducimos un par de preguntas registradas en la Plataforma Nacional de Transparencia:

1.- ¿Cuál fue el costo que se pagó por el concierto de Cristian Nodal en Hermosillo durante las Fiestas del Pitic 2022?

Este Instituto no egresó monto alguno por la contratación del artista en mención, tal es el caso, que derivado de resolución de recurso de revisión No. ISTAI-RR-681/2022 de fecha 15 de diciembre de 2022, el Instituto Sonorense de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales ordenó generar el acta de inexistencia relativa a la información que solicita. Se anexa el acta número 08/2023 de fecha diez de enero del año dos mil veintitrés del Comité de Transparencia del Ayuntamiento de Hermosillo, en la cual se declara la inexistencia de información, en vías de cumplimiento a la re-

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GOBIERNOS
“Canto hasta cuatro horas en concierto sólo por pasión”
Christian Nodal

solución recaída al recurso de revisión ISTAI-RR-681/2022.

2.- Lista de los patrocinadores que pagaron el concierto de Cristian Nodal en Hermosillo durante las fiestas del Pitic 2022.

Este Instituto no cuenta con la información solicitada, tal es el caso, que derivado de resolución de recurso de revisión No. ISTAI-RR-681/2022 de fecha 15 de diciembre de 2022, el Instituto Sonorense de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales ordenó generar el acta de inexistencia relativa a la información que solicita. Se anexa el acta número 08/2023 de fecha diez de enero del año dos mil veintitrés del Comité de Transparencia del Ayuntamiento de Hermosillo, en la cual se declara la inexistencia de información, en vías de cumplimiento a la resolución recaída al recurso de revisión ISTAI-RR-681/2022.

Las respuestas tienen un sentido jurídico apegado de manera ortodoxa a lo que marca la ley local de transparencia; sin embargo, la autoridad (Ayuntamiento) y el Tribunal erran en la sacrosanta tarea de no obstaculizar el derecho del público para acceder a la información.

La administración debería aprender del caso de Mazatlán, donde Nodal cobró 2.8 millones de pesos por un concierto en un estadio de beisbol, seis meses antes de presentarse en Hermosillo, y hasta abrió el contrato del cantante, así como las facturas digitales y parcialmente las transferencias SPEI.

¿Por qué ese evento permanece en la opacidad? La respuesta probable es que las autoridades están en posición de ejercer la discrecionalidad para ocultar qué empresarios locales o empresas cercanas con alguna afinidad (los machuchones, diría AMLO) donaron recursos para concretar la contratación de Nodal, el astro del momento en el género citado.

Es decir, al crear el escenario de un supuesto legal en materia de transparencia, evitan que la gente siga la pista del dinero, rompiendo un principio elemental en la interminable lucha por la rendición de cuentas y la fiscalización desde la agenda civil. Nos parece que no hay otro motivo, y el sentido es palpable en las respuestas del Ayuntamiento, a su vez, resueltas por el Tribunal local de transparencia.

La consulta de la resolución contenida en el recurso de revisión ISTAI-RR-681/2022 queda como caso de estudio para aprender a solicitar ese tipo de información y diseñar estrategias que obliguen a la autoridad local a transparentar los convenios de donación/aportación de recursos de la iniciativa privada (IP), aprobados por la autoridad municipal para usarlos en un evento público, sin menoscabo de los derechos

de esos particulares.

En CRÓNICA SONORA creemos que el derecho de la gente a saber es tan o más importante que el sentido de pertenencia que las Fiestas del Pitic son capaces de generar. Ahí reside el punto fino que permite ver cómo el Ayuntamiento se atreve a cruzar la línea de la opacidad, y encima presume fotos con drones y 60 mil personas.

La tendencia que nos preocupa es ver cómo el presupuesto inicial de las Fiestas del Pitic en 2003 alcanzó apenas los dos millones de pesos, escalando hasta casi 20 millones en 2013 y a partir de ahí hay una tendencia a la baja, donde hasta el nombre se cambió con el pretexto técnico de ‘aterrizar’ más recursos para su realización. El punto presupuestal más bajo llegó en los años 2018 y 2019, cuando los recursos apenas alcanzaron los 12 y 10 millones respectivamente.

Tras recuperar el nombre de Fiestas del Pitic en 2019, llegó otro problema que ha provocado la austeridad republicana: las opacas donaciones de la IP, que no tendría nada de malo que el sector empresarial aporte a la comunidad, el problema es la carga discrecional con la que se concretan estos actos y quedan en principio aparentemente al margen de lo que mandata la Ley de Transparencia.

Si esta es la tendencia —en la administración de Célida López (2018-2021) se estimó que uno de cada tres pesos del presupuesto local para las fiestas podría haber sido aportado por la IP—, entonces se ha cruzado una línea y no faltará mucho para que se llamen Fiestas del Pitic S.A., quedando todo en la oscuridad, en un claro proceso de apropiación comercial cultural con resultados potencialmente negativos para la preservación de la identidad y la memoria histórica.

7 VERANO 2023 |
CORRUPTOS

Hermosillo,Sonora.-Todo comenzó cuando me saboreaba un licuado de papaya, poca canela y menos azúcar, la mañana de un domingo en primavera. —Qué onda, ¿vamos a Quechehueca? Me invitaron a dar una charla en una escuela. El convocante era Omar Gamez «Navo», escritor del Valle del Mayo que no conoce el Valle del Yaqui, pero yo sí. —Vamos, pero que me incluyan en el programa. Toda la semana le di lata preguntando por el flyer y me contestaba con ya meros o con algún mensaje de la organizadora: que en eso andamos, que ya casi queda, que al rato lo mandamos. Pasó el tiempo, no hubo comunicación y creí caída la propuesta. Pero vuelve la burra al palo el día que recibo esta línea: «¿Ya estás listo para mañana?». Como pude, re-agendé compromisos de trabajo y me declaré listo para la empresa. «Salimos seis de la mañana, lleva lonchi porque nos iremos piquete derecho».

Salimos a las seis veinte —cuatro de mayo del presente— y para cuando pasamos por Esperanza pude apreciar que apestaba bien feo a tacos: de cabeza, de cahuamanta, de aleta y de birria. Nos quedamos —con hambre— en la entrada del pueblo y le saqué foto a la Plaza del Periodista, chécala en cronicasonora. com.

Quechehueca nos recibió con sus calles anchas y polvorientas, como el pueblo agrícola que es, lo sabré yo. Lo que no me esperaba era el nombre de la maestra que nos recibió en la secundaria: Lágrima, Lágrima Rosas. ¡Toma tu sur-

realismo mágico!, pensé, y puse cara de menso. Segundos después se presentó el Navo, que se había retrasado cerrando el carro, y cuando oyó «Lágrima» también pensó en García Márquez, sólo que él sí lo externó. «Fue idea de mi abuela», se explicó la profesora cuando vio las dos caras de mensos y nos condujo al auditorio, donde fuimos recibidos con aplausos y silbatinas.

—¡Demos la bienvenida a nuestros invitados especiales!, ordenó el maestro de ceremonias.

«Y a to’esto, ¿de que voa hablar?», me pregunté, y me dejé llevar por el momento: «que sea el ritmo de los acontecimientos el que marque mi sendero». Hubo danza folclórica y poesía, teatro y narrativa. Unas a cargo de los invitados especiales —no fuimos los únicos— y otras a cargo de estudiantes de la anfitriona Secundaria Técnica 24. Unos entusiastas, otros obligados, pero al final todos contentos y enriquecidos. Cuando llegó el turno de los invitados estrella, Navo leyó la horrenda historia de los Huipas, esos indios desalmados que mataron y comieron gente en el Huatabampo de los años cuarenta. Parecía que no, pero los morros seguían su lectura: reían cuando había que reír, decían ingasu cuando había que decir.

De mi lado, siempre he rechazado la lectura de mi currículo en presentaciones, pero en Quechehueca pasó que al compañero le leyeron un pergamino de logros y del que teclea apenas dijeron su segundo apellido, añadiendo: «reportero, editor o algo así, de una Crónica de So-

nora»… bueno, pero qué jijos del maíz, resintió mi corazón. Mas la morrada me aplaudió bonito y me animé. Ai’ les voy. — ¿Quién de aquí conoce Villa Juárez?

— Yo — Yo — Yo — ¿Y el panteón lo conocen? — Yo sí— Yo también— ¿Sabían que hay una tumba sin nombre en ese panteón? (Silencio) «Los tenías lelos», me espetó el Navo más tarde. Quizá por el relato, quizá porque antes les platiqué que había cursado mis estudios en una secundaria muy parecida a esa: la 28 allá en mi querido Villa Juárez, y que nos llenaba de orgullo estar ahí. Después de eso fuimos parte del jurado y para emitir nuestros votos calificamos una variedad de números artísticos —«recuperamos la fe en la humanidad», dijo Navo en Facebook— a cargo de los plebes. Pero cuando de plano la chamacada se pasó de buena fue cuando comenzaron a pedirme autógrafos: estiraban la playera o ponían el antebrazo para que yo se los rayara. Yo llevaba revistas para donar a la escuela con todo el protocolo que me fuera posible, pero en ese remolino de la autografiada me dije «vale más que de una vez» y así fue. Me despido agradeciendo las finas atenciones de los organizadores, la invitación de mi querido Navo y la generosa atención de los estudiantes, que hasta los felicité por no estar pegados al celular mientras tenían lugar los números artísticos y literarios, si bien más tarde una profesora de nombre Selene y de apellido Quiroz me enmendó la plana: «Es que tienen prohibido usar el teléfono en la escuela, si no ahí estuvieran».

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BUENAS

Me encanta leer y conocer las historias de las personas. Me llena de entusiasmo leer biografías y me enganchan las películas «basadas en hechos reales». Me sumerjo en cada personaje. Me impresionan los logros dignos de reconocimiento, que llegan a convertirse en libros o películas. ¿Se imaginan la gran cantidad de historias que han quedado en el olvido? Logros que no salen de las paredes de un hospital, de una casa o de una escuela.

Sin duda, todos tenemos una historia que contar y en esta ocasión quiero compartir algo que sucedió en nuestro Sonora, en la Sierra Alta, en el municipio de Huásabas, específicamente en una escuela y que, para mí, es digno de un libro o de una película. Me refiero al equipo de voleibol, integrado por catorce alumnos de quinto y sexto grado de la Escuela Primaria «Benito Juárez» de Huásabas, que este año ha ganado el campeonato estatal y con ello la representación de nuestro querido estado.

Ivánn Arvayo es el maestro de este grupo y también su entrenador de voleibol, porque desde el mes de enero la escuela no cuenta con maestro de educación física, lo que se convirtió en un reto para él, nunca en una limitante, pues desde pequeño ha practicado ese deporte y supo detectar en sus alumnos las habilidades para hacer lo propio.

Varias veces, al conversar con él, pude percibir su cansancio, ya que después de terminar la jornada se iba a su casa a comer y descansar un poco, para regresar de 3:00 a 5:00 pm a entrenar a los chicos. Pero no paraba ahí, pues también desempeña un trabajo extra de albañilería. Nuestro personaje es un estuche de monerías: sabe herrería, agricultura, ganadería y hasta un poco de mecánica; los fines de semana y periodos vacacionales estudia una maestría, siempre buscando lo mejor para

su familia que lo apoya en todo.

Por si fuera poco, el maestro Ivánn —como lo conocen tanto en su pueblo natal, Granados, como en Huásabas— apoya a los adultos mayores, forma parte de los comités de la parroquia, practica voleibol por las noches y junto a su equipo de profesores veteranos se coronaron hace unos meses también como los campeones del estado. Mucho que admirarle, ¿no creen? Ahora entendemos el porqué de su cansancio, ¡si no para este hombre! Muchos podríamos decir que —a diferencia de la ciudad— en el pueblo todo se puede porque hay mucho tiempo, porque todo se presta; pero si fuera eso una regla, tendríamos muchísimos equipos ganando torneos estatales, ¿no creen?

La verdad es que la gran hazaña fue formar un equipo en una escuela de escaso alumnado, después entrenar y no bajar la guardia al ir eliminando a otros equipos; no escatimar en recursos, buscando el patrocinio del municipio y de los padres de familia, ya que el equipo tuvo que transportarse a Sahuaripa y Moctezuma, entre otros municipios de los alrededores, ajustarse a los horarios disponibles, conservar el ánimo y seguir hasta llegar a Hermosillo a enfrentarse a grandes equipos en la etapa estatal. Creo que nadie se imaginaba la magnitud de ese triunfo. Ni el mismo maestro Ivánn ni los alumnos dimensionaron lo que para todo un pueblo significaría que sus niños se convirtieran en campeones estatales.

Concluyo esta historia con un final feliz, recordando que la verdadera enseñanza no es aquella que llena de datos la cabeza de los niños y jóvenes, sino aquella que llena de esperanza sus corazones. Gracias, maestro Ivánn, por ser el mejor profesor y constructor de sueños.

9 NUEVAS

El tema de la alimentación es quizás el más importante que se puede tratar en las ciencias humanas en general. Ningún aspecto de la vida se puede separar de la alimentación, base de cualquier cultura. La etnohistoria de los comcáac, mi tesis, es una historia de la alimentación. Por cierto, comcáac y seri se refieren al mismo grupo humano, pero el primero es elaboración de ellos y el segundo Made in Europe. En este texto usaré ambos indistintamente.

Comenzaré con la particularidad más obvia de los comcáac, su vida en el desierto de Sonora. Este, como se puede ver en las famosas películas de vaqueros, está lleno de árboles espinados, generalmente llamados cactus, y desconocidos en el Mundo Viejo hasta la exploración del continente americano. Hablando de los frutos del cactus –pitahayas, tunas–, el misionero de los comcáac Adamo Gilg, observó en 1692: “De estos…comen hasta que están enfermos y exprimen un vino bueno, el que toman hasta que están llenos”.

Estas fiestas veraniegas entre las sociedades indígenas de casi toda la parte que hoy forma la frontera entre México y Estados Unidos fueron descritas por Alvar Núñez Cabeza de Vaca mucho antes que Gilg, hacia 1537. Por su parte, en 1678 el Padre Zapata escribió: “Ordinariamente, en tiempos de veano se vienen muchos [seris] de allá y acá”. Este “allá y acá” nos lo explicará Gilg catorce años después con una precisión etnográfica: “Debido a que la franja de tierra de la costa es muy escasa de alimentos, se movian [los seris] de un sitio a otro como gitanos (sin quedarse mucho en un lugar) para aprovechar las plantas, las frutas, las hierbas y semillas, ya que la naturaleza da estos frutos sin trabajo”. Los comcáac, se puede resumir, no solo aprovecharon los diferentes recursos obtenibles durante el año, sino también aprovecharon el convite hecho por la naturaleza misma en el verano para reuniones de varios conjuntos de familias, lo que remite a la importancia de la comida para la cohesión social. No obstante, aseguraba el mismo padre Gilg, “los indígenas que han empezado el cultivo de la tierra y comen el pan europeo de trigo y maíz no estiman en muy alto los frutos silvestres o semillas y otras delicadezas silvestres”

Aparentemente, los protegidos del jesuita se acostumbraban a la cocina hispanoamericana, dejando al lado las delicadezas “silvestres” o “barbáricas”. Entre estas delicadezas, prosigue el

padre, “están ratones silvestres, marmotas, saltamontes, gusanos de lluvias amarillas, sus propias pulgas, carroña de animales silvestres… [y] todo lo comen con gusto”.

Se observa, entonces, que la comida ofrecida en la misión no reemplazó la comida desértica de los comcáac, sino que la complementaba. Algunos platos preparados para ellos, sin embargo, fueron fuertemente rechazados. Continúa el Padre Gilg: “Uno de mis indios me dijo que estos alimentos [del desierto] son puros, en cambio los que comen los europeos son malos, particularmente la carne de ovejas y todos los alimentos condimentados.”

No es de sorprenderse del rechazo de la carne de oveja. Ese animal vivía en el establo de la misión con su lana lleno del lodo, y su carne grasienta conserva el olor fuerte que es propio de las ovejas. Si se quiere añadir que entre muchos grupos de cazadores-recolectores se creía que las cualidades de la presa se retransmiten en el cazador, el resultado es todavía peor: las ovejas son unos animales cobardes. Cuando se les asusta, corren como tontos. Al respecto de los alimentos condimentados, mi experiencia me enseña que cada quien tiene su manera de condimentar. El Padre Gilg, sin embargo, expresó su desacuerdo. “No los pude convencer que estaban equivocados.”

¿Equivocados? ¿Cómo se puede uno equivocar de su propio gusto?

Pues en un contexto colonial, sí se puede. Como sabemos, en la opinión del conquistador, los pueblos conquistados se equivocaban en su modo de vestir, en su modo de relacionar los géneros entre ellos, se equivocaban en los nombres que se daban unos a otros, se equivocaban en la educación de sus hijos y en su manera de autogobernarse, entre muchas otras equivocaciones. Aquí, entonces, nos toca su equivocación en el modo de alimentarse.

***

El tema de la alimentación no sólo se entiende alrededor de la comida misma, sino también de la forma de presentarla. Dentro de la sociedad de los cazadores recolectores, por ejemplo, importa mucho el aspecto de compartir. Todos los miembros de la sociedad, de una u otra forma, tienen la obligación de compartir alimentos (y otras cosas) con sus parientes. Y los comcáac no eran la excepción.

Otro jesuita, el Padre Salvatierra, que en 1709 se hallaba con una

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pequeña expedición que pasó unas semanas entre los comcáac independientes de la costa, nos cuenta lo siguiente: “Y como [yo] no tenia nada que comer, me trajeron atole de un género como de alpiste que llaman los españoles semilla de zacate; también me trajeron de regalo pan de mezquite y regalaron a los californios que conmigo habían quedado en tierra.”

El Padre Salvatierra era un hombre sabio y sensible. En sus propias palabras resumía que había ganado la confianza de los comcáac con la simple estrategia de mostrarles confianza. Así se hizo miembro de su sistema de redistribución y le fueron “regalados” varios platos típicos. Esa invitación le ofreció la oportunidad de probar los frutos de la tierra comcáac y observar cómo las familias preparaban y almacenaban su comida:

“El mezquite es muy dulce, de lo mejor que he visto, y hay gran abundancia. Y a su tiempo hacen grandes provisiones, lo tuestan y muelen y hacen tamales grandes o panes que guardan en tinajas debajo de tierra, y buenas tinajas. Y era tan buena que, aunque no era comida a que estuviesen acostumbrados nuestros marineros, nos fuimos cebando…” añadió el Padre sobre esta comida extraña: “Debe ser muy saludable, pues al tiempo de la cosecha me dicen están sanos”.

La estimación del Padre Salvatierra ilustra por qué los comcáac se contentaban con sus “delicadezas silvestres”, en vez de preferir la comida de los colonos. Eran sabrosas y saludables y, sobre todo, gratis. En la misión, al contrario, se mantenía el maíz encerrado en un almacén estrictamente controlado por el misionero. Así, la distribución de comida se convertía en un instrumento de dominación, pues en caso de insubordinación privaban de ella a la población, o a parte de ella, a manera de castigo. En contraparte, la generosidad de la tierra comcáac dificultaba la intención de los colonialistas de ejercer dominio sobre las familias. De su lado, el padre Almanza, misionero de los comcáac en la misión Nuestra Señora del Pópulo de los Seris en las primeras décadas del siglo XVIII, se quejaba al respecto:

“Se contentan [los comcáac] con las frutas silvestres que les da el monte, como pitahayas, tunas, bledo, mezcal, mezquite, sayay, etcétera. Fuera de los venados que con los arcos y echas adquieren para su sustento, y con lo qual (sic) no estimando los alimentos sustanciales de la tierra, se les hace muy pesado el sembrarlos y cultivarlos. Y si movidos por algún respecto que los sujete lo ejecutan, acabada dicha sujeción se vuelven al monte y con su fuga vuelven a sus antiguas depravadas costumbres”.

El conocimiento íntimo de los recursos ambientales posibilitaba que los comcáac no fueran dependientes del cultivo y, por eso, independientes de un cierto lugar donde hubieran cultivado la

tierra. Aunque su movilidad sirviera para evitar el control de los agentes estatales, desde siempre tenían la costumbre de visitar a sus vecinos para mantener el contacto y establecer una familiaridad entre las sociedades aledañas.

El gobernador Agustín Vildósola, quien ofreció a las familias comcáac la libertad de venir e irse cuando ellos quisieran, observó durante su gobierno en los años cuarenta del mismo “Y muchos de ellos frecuentan al presente este Real Presidio (del Pitic) que dista treinta leguas (de la costa); donde son agasajados, y mantenidos por mí el tiempo que demoran, y después que consiguen sus cambios con gamusas, piedras, perlas y pescado, regresan a su isla contentos dando demostración de abrazar las insinuaciones que les hago para su bien estar (sic).” Como es de observar, la voluntariedad del encuentro y la distribución de comida correspondía a las expectativas de los comcáac. De esta manera, se podía mantener una relación de confianza por a veces una década entre las dos sociedades, reforzada por los frecuentes encuentros y el intercambio de los bienes que cada una de ellas producía.

siglo XVIII: “Y muchos de ellos frecuentan al presente este contentos dando demostración de abrazar las insinuaciones que les hago para su bien estar (sic).” Como es de observar, la voluntariedad del encu-

por a veces una década entre las dos sociedades, reforzada por los frecuentes encuentros y el inse quejaron del gobernador Vildósola, porque sus se litares de efectuar varias campañas con el fin de concentrar la población comcáac en las misiones política necesitaban

Desafortunadamente, los agentes estatales no se contentaban con una relación de confianza e insistían en una relación de dominio. Los jesuitas se quejaron del gobernador Vildósola, porque sus intenciones proselitistas se desrealizaron mientras no pudieron forzar a los comcáac a quedarse en un mismo lugar, “bajo la campana”. Consecuentemente, los misioneros persuadieron a los militares de efectuar varias campañas con el fin de concentrar la población comcáac en las misiones de Pópulo y Los Ángeles. Solo algunos ignacianos, como el padre Tomás Miranda, preveían lo inconveniente que esa política significaría para las familias comcáac. En 1749 advirtió a sus superiores: “Pues ellos en la isla y marismas no necesitaban de maíz, ni carnes, pues allí era su sustento pescado y tortugas. Esto no hay en el Pópulo…”

nes, pues allí era su sustento pescado y tortugas. Esto la “barbaridad” de los comcáac parecía

El padre Miranda era uno de muy pocos que intentaban entender a los comcáac en su modo de vivir –y de comer–. Como muestra la siguiente cita de un agente colonial, la “barbaridad” de los comcáac parecía consistir exactamente en sus preferencias culinarias:

“Estos Indios”, escribía Antonio Crespo, “son inexplicablemente bárbaros. Su alimento consiste en las semillas del maíz y cierta yerva (sic), pescado, que con abundancia consiguen, y cuantos animales terrestres pueden haber aunque sean más inmundos. Las dichas semillas las comen con tanto aprecio como nosotros el trigo... lo pasan con el pescado que nunca les falta, y la caza de venados, liebres, tortugas, ratones y qual se le pone a mano, sin envidiar cosa ninguna; y así qualesquiera (sic) razón de conveniente que se les propone,

11
Y

la oyen con desprecio.”

Los agentes estatales, como ya lo escuchamos del Padre Gilg, querían reeducar el paladar de los comcáac. No se podían imaginar una vida sin carne de cerdo y pan de trigo. Ese colonialismo culinario fue una de las causas más importantes para explicar la resistencia de los cazadores recolectores contra las intenciones de los europeos. Se observa también que, cuando una mayor parte de la población comcáac se hallaba dispuesta a vivir en una misión entre los años 1770 y 1777, las familias solían salir frecuentemente del Pitic para alimentarse de la flora y fauna desértica que les prometía una alimentación más equilibrada. En la misión, como se puede deducir de la documentación consultada, se sostenía a las familias con raciones de maíz, azúcar y tabaco. De mi propia experiencia, sé que uno se puede mantener de estos tres productos por un cierto tiempo. Pero sano no es.

En la última década del siglo XVIII, una pequeña población de 96 comcáac se hizo sedentaria definitivamente en la Misión de los Seris en Pitic, la cual se dio en llamar Pueblo de Seris después de la independencia y que formaba una aldea independiente con la vecindad de Hermosillo. Hoy la conocemos como Villa de Seris. Allí, las apenas 16 familias comcáac restantes en tiempos republicanos se mantenían, según el cronista Velasco, con las semillas de maíz y trigo que recogían del suelo en tiempos de cosecha, y de las pezuñas, panzas y huesos de vacas que se faenaban para el consumo de la población criolla. No es de sorprender, entonces, que los comcáac independientes tenían pocas ganas de vivir en el pueblo como sus parientes. En 1848, el “Protector de los seris” informaba al prefecto de Hermosillo acerca de sus protegidos: “que el no querer vivir entre nosotros es la causa que el clima es mortífero para ellos, y que los alimentos en la mayor parte son dañinos para ellos, porque les causan muchas enfermedades, como por ejemplo me han manifestado las muchas mugeres (sic), niños y hombres que han muerto de poco tiempo a esta parte, de cuya verdad no queda duda como VS (Vuestra Señoría) lo sabe muy bien.”

¿Por qué los alimentos ofrecidos por la sociedad sedentaria y estatal era “dañina” para los comcáac? Primero, no es de suponer que a esta población incómoda se hubiera reservado lo mejor de las varias cosechas de las tierras cultivadas. Al contrario, los comcáac controlados por misioneros, militares o vigilados por los vecinos del Pueblo de Seris recibían unas raciones muy simples que consistían en nada más que carbohidratos. La alimentación de cazadores recolectores, al contrario, se compone generalmente de muy pocos carbohidratos. Los comcáac,

además, se alimentaron mayormente de la pesca, la cual les ofreció un abastecimiento suficiente con proteínas y muy pocas grasas. En contraparte, los animales domesticados en el Mundo Viejo fueron criados por milenios para proporcionar un creciente porcentaje de grasa, especialmente el ganado menor como las ya mencionadas ovejas. Lo mismo es cierto para las plantas domesticadas, sobre todo el trigo. En comparación, las plantas silvestres contienen mucho menos grasa y una mayor concentración de fibras alimenticias, vitaminas y minerales, como constata la nutriología. Los animales silvestres, por su parte, contienen mucha menor grasa y una mayor concentración de ácido graso omega 3, el cual ayuda a disminuir la cantidad de colesterol en la sangre.

En resumen, el cambio alimenticio en la misión llevaba consigo un riesgo para la salud: sobrepeso, diabetes, presión alta, arterioesclerosis y enfermedades cardiovasculares son algunos de los resultados indeseados de la revolución neolítica hace unos 10,000 años, cuando se inventó la agricultura. Desde entonces, las sociedades humanas han cambiado de manera muy considerable. El cuerpo humano, sin embargo, formado durante el periodo en el cual todos vivían como cazadores recolectores y que forma un supuesto 99% de nuestra existencia como homo sapiens, apenas cambió. Desde allí, nuestro metabolismo tiene una capacidad de almacenar grasas como ningún otro mamífero terrestre, lo que nos posibilita soportar largos tiempos de escasez. Un abastecimiento continuo con grasas –y falta de ejercicio– que se juntaron en la vida misional, introdujeron artificialmente un riesgo de salud a las poblaciones indígenas de América Latina. El Obispo de Sonora Antonio Reyes notó con desprecio la obesidad de los pimas que vio en las misiones franciscanas ya al fin del siglo XVIII. La población comcáac de Desemboque y Punta Chueca, se ha investigado, tiene hoy día altas tasas de diabetes de entre el 20 y 40%.

La lucha de los comcáac contra la dominación estatal era, no en último término, una lucha por el mantenimiento de su manera preferida de alimentarse. En otras palabras, los comcáac lucharon por su salud, por su vida.

NOTAS

Una versión preliminar de este texto fue presentada por el autor en el XXV Simposio de Historia de la Sociedad Sonorense de Historia, Hermosillo, noviembre de 2012.

Para una revisión de las fuentes utilizadas en esta investigación, busque la versión electrónica de este artículo en cronicasonora.com

12
PORTADA

Usualmente el término conciencia histórica se asocia a la manera en que los estudiosos desentrañan la escritura del pasado para revelar las intenciones, los contextos y los factores ideológicos que intervienen en la interpretación de la experiencia social. Acción loable, pero inútil si el fin es llegar a una verdad por el solo hecho de conocer la realidad.

Una cosa muy distinta pasa en la psicología. En este campo disciplinar, tomar conciencia tiene como propósito hacernos protagonistas de la historia, observar, más allá de toda preconcepción, la situación en la que nos encontramos para elegir; es hacernos responsables de decidir la manera en cómo nos vamos a relacionar con las personas o circunstancias que nos rodean. Hecho que no es de poca monta si consideramos que de eso depende la gloria o el pesimismo con que vemos el pasado y futuro.

decir,

Me refiero nada más y nada menos a la época en la que los mexicanos fuimos gobernados por los reyes de España. En aquellos años, que van del siglo XV al XIX, nuestro país se convirtió en uno de los reinos americanos más preciados en Europa. Las maravillas encontradas en el espacio que actualmente ocupa la República Mexicana dejaban boquiabierto al público europeo. Durante los primeros años, posteriores al encuentro con occidente, las culturas americanas, sus creencias, prácticas e ideas fueron no sólo materia de estudio, sino fuente de salvación para la población del antiguo continente. Por ejemplo, las primeras obras de los hallazgos americanos dan cuenta de cómo el conocimiento de la botánica y la medicina natural de los antiguos pueblos de México se planteó como remedio para muchas de las enfermedades que aquejaban a los españoles.

Desde una mirada conciliadora, en la que se unen los recursos y herramientas de las ciencias para formar un solo conocimiento, me gustaría contar la historia de uno de los periodos oscuramente escriturados por los historiadores para que —haciendo una interpretación consciente, plástica y flexible, eligiendo un tono de esperanza y confianza en este país— pudiésemos convertirlo en uno de los más felices de nuestro pasado.

la la resultado por que catarros debían frío

Esa fuente de alivio ocasionó una revolución inusitada puesto que los españoles, no menos salvos de la superstición que los antiguos mexicanos, pensaban que las enfermedades eran resultado de la influencia de los astros en la vida de las hombres y, por ende, asociaban su alivio a factores ambientales. La ciencia de aquellos años decía, por ejemplo, que enfermedades como los catarros eran males saturninos, que se debían al frío y que, por lo tanto, su antídoto consistía en lo contrario a

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ENSAYO

éste, es decir, en tratamientos relativos al sol, como exponer a los enfermos a la luz y calor de dicho astro. Y los conocimientos medicinales no fueron los únicos que siendo producidos en México nos permitieron interactuar positivamente y a la par de los avances que se obtenían en Europa. La ciencia americana alcanzó bríos inusitados al permear la mentalidad de filósofos en formación que cambiaron el curso del pensamiento mundial, como el mismísimo René Descartes. No es sorprendente, pero sí poco publicitado, que Antonio Rubio, un connotado jesuita, desarrolló un tratado denominado »Lógica Mexicana« que alimentó las ideas cartesianas y del cual el autor francés hace mención en sus memorias. Y digo esto de Descartes y no cuento únicamente —como suele hacerse—, como éste influyó a personajes como Carlos de Sigüenza o Sor Juana, porque no se trata de reproducir visiones de sometimiento o colonización intelectual, política o cultural, orientadas por prejuicios, sino de elaborar lecturas objetivas para sacar a flote a este país después de haberle dado de comer tanta emoción hecha palabras a través de los libros de historia de México.

Dicho lo anterior es lícito invitar a la comprensión de que parte de hacer conciencia histórica es observar que Europa no era la mala del cuento, ni la nación mexicana la víctima, hasta que el siglo XIX, con el paradigma del colonialismo embargando el pensamiento de la sociedad mundial, así como los afanes de configurarnos como comunidad cultural a nivel local alimentando la labor de los historiadores mexicanos, nos trajo un antes y un después en las concepciones historiográficas.

Lo anterior no es una apreciación original, ni soy la primera en notarlo. Hace casi cuarenta años, a razón de la conmemoración del quinto centenario del descubrimiento de América, Calos Monsiváis señalaba que el siglo XIX, presa de la ideología colonialista, había hecho del descubrimiento de América el hecho más odioso de la historia americana: fue una época en la que la moralidad historiográfica, es decir, de quienes escribían la historia, trazó las fronteras entre lo que se podría considerar bueno y lo que podía pasar como malo o detestable de la época del encuentro. En ese momento, por ejemplo, se nos olvidó que los aztecas eran tan sanguinarios como los

españoles al momento de la guerra, o se escapó a la memoria de los estudiosos que el hallazgo de tesoros materiales e inmateriales en tierras mexicanas no nos hacía un pueblo sometido, sino más bien admirado por Europa.

Hace cuarenta años también, o incluso más, se empezó a historiar el nacionalismo desde ópticas derivadas de lecturas de autores como Erick Hobsbawm. El examen de los procesos que dieron a luz, como entidad cultural, a la nación de la que somos miembros, puso de manifiesto que la construcción de la identidad estuvo fundada en el rechazo a lo que no correspondiera o atentara contra nuestros origenes prehispánicos, es decir, a lo español. Pero esa operación creadora no fue natural, sino resultado de un proceso artificial, planeado y expresado por un grupo ideológico que se resistía a lo europeo no porque no fuera incompatible o ajeno a nuestro legado, sino porque representaba al grupo político contrario al liberal, el conservador. Literal: nos despojaron de nuestro origen europeo de un plumazo para deslindarnos a todos, estemos o no estemos de acuerdo, como ocurre hoy en día, con las ideas de los que son considerados adversarios.

Es una lástima que hoy muchos funcionarios de gobierno, empezando por el presidente, posean una conciencia pasiva que proyecte a la sociedad la idea de que México es un país sometido, determinado por las circunstancias, en el que cada suceso es visto como evidencia de amenazas externas (los imperialistas), e internas (los adversarios), y ante lo cual, la única esperanza para la sociedad sea la posibilidad de que nos salve un mesías político. Pero nah, nada más alejado de eso. México cuenta con una conciencia activa, capaz de decidir qué tipo de realidad desea vivir, de elegir cómo se relaciona en el contexto internacional y en cada uno de los sectores de la sociedad nacional.

El país al que pertenezco no es el que se intenta circunscribir a las ideologías, más bien es el compuesto por una sociedad fuerte, vigorosa, libre, sobrada de ímpetu y determinación, que acepta orgullosa sus orígenes culturales porque hoy más que nunca se resiste a los artilugios de quienes no tienen más que palabras como recurso para alcanzar el poder, pero eso sí, ningún poder para determinar la gloria o progreso de nuestra nación.

14
ENSAYO

Por lo visto, la propaganda capitalista neoliberal se ha interiorizado hondo en la sociedad. Tanto, que en las cabezas de los luchadores sociales y en la izquierda la ceguera es profunda.

El gobierno de Carlos Salinas puso en práctica la política de compensación —migajas a los pobres para que los ricos ganen más— y desde entonces esa política se ha ido mejorando, no con el fin de beneficiar a los pobres, sino para que, además de estos, los luchadores sociales y la izquierda, no reclamen las ganancias de los ricos. La jugada les salió tan bien que la izquierda electoral, alegremente, se incorporó al sistema, de manera marginal, pero ahora es parte del sistema.

Ese proceso coincide con la conclusión a la que llegó la izquierda electoral con el cambio de siglo y la caída del socialismo real: es posible cambiar de régimen de gobierno, pero no de sistema. La revolución dejó de estar en el horizonte. Tenían dos caminos: o convertirse en pránganas marginales o hacerse progres. Se hicieron progres, y comenzaron a dar migajas a los pobres para que los ricos tengan ganancias de insulto.

Con Salinas aplicaron una política, con Zedillo otra y con Fox otra; hasta aquí, aparte de dar una pequeña cantidad de dinero, los gobiernos daban servicios, salud, desayunos escolares, educación, una despensa, piso para las casas, agua potable, etcétera. Después llegó Calderón y –al igual que AMLO, el progre más aplicado–, comenzó a dar cash con el 70 y más. Como vieron que eso era más barato y de mayor impacto AMLO popularizó esos apoyos, y los llevó al extremo, dando cash de forma individual, nada de familia y menos comunidad, individualismo puro y duro, pero no es para toda la población, ya que dejó por fuera de los programas a hombres y mujeres pobres y muy pobres en la mejor edad productiva, o sea, para las personas de entre 29 y 64 años no hay apoyos o son muy marginales

como los 26 pesos diarios a las mujeres trabajadoras jefas de familia, por la destrucción del sistema de estancias infantiles.

AMLO quitó lo racional y lo hizo sentimentaloide, en lugar de ir al cerebro va al corazón, dando apoyos sociales a viejitos y jóvenes de prepa, todo esto para que puedan comprar un poco de comida, en cambio los políticos, a quienes no se les ha quitado lo ratero, adquieren un poco de prestigio y se transforman en buena onda quedando como los súper ricos y honrados, sin que nadie les cuestione ganan miles de millones de pesos.

Los que piensan, los que no gimotean con el corazón sangrante, redondearon todo esto con NO darle a los pobres en edad de producir y no permitir la organización sino por el contrario crear más y más individualismo e introdujeron la violencia, así matan dos pájaros con una pedrada; por un lado, expulsan de sus tierras, territorios y comunidades a los más aptos, para que el capital pueda despojar y depredar sin mayores problemas; las familias y comunidades tienen que optar qué hacer con los más capaces, que se queden a defender la tierra, territorio y recursos naturales con alta probabilidad de que los asesinen, o los mandan fuera para que envíen remesas y puedan sobrevivir.

Miles han cruzado la frontera, con esto matan tres pájaros, ya no dan problemas, mandan dólares para sus familiares, siete veces más que todos los programas de Bienestar juntos y dólares en abundancia para que el gobierno pueda disponer de ellos y dárselos a sus cuates millonarios, para tener un súper peso.

Antes, como es palpable, estábamos muy mal, pero ahora no estamos nada mejor y la izquierda electoral agacha la cabeza y ve para otro lado.

15 POLÍTICA

Hamburgo, Alemania.- Quizá porque los humanos comemos hamburguesas a lo largo y ancho del mundo —o al menos en Occidente— , tiene uno desde siempre ganas de conocer esa mítica ciudad de nombre Hamburgo, ubicada a las orillas del Río Elba, justo a la entrada del nórdico Mar Báltico, en Alemania.

Aunque tal vez esas ganas vienen de que jóvenes y adultos mayores saben que en ese puerto fue donde por más de diez mil horas tocaron Los Beatles, antes de ser famosos, en un antro (entonces llamados cabarets o clubs, que quizá debí escribir cabaretes o clubes, pero que no lo hago porque me suena más feo, aunque, la verdad desconozco si tanto el plural de ese galicismo, y el de ese anglicismo, en español deben escribirse con o sin “e”, que da lo mismo, pues igual ustedes me entendieron, ¿a poco no?).

Caso es que tuve la oportunidad de brincar el charco para venir a Alemania un rato y desde que supe que el puerto de Hamburgo quedaba a un tiro del rumbo por donde iba a merodear, recordé la anécdota recién narrada sobre Los Beatles y le pregunté a una obregonense, doctora en Química que por acá vive desde hace décadas, si sabia el nombre del club, antro, pub o tugurio donde tocó el cuarteto de Liverpool antes de ser conocido —ahora sí, en todo el mundo— y que después nos deleitó a millones con su música excelsa, a tal grado que hasta la portada del numero uno de Crónica Sonora se ganó, cincuenta años después de haber desaparecido.

Y ya luego de contestarme que “Club Estrella se llama el lugar” —star en inglés y stella en teutón—, me advirtió que ni de chiste se me ocurriera ir ahí, pues el Stella Club estaba inmerso en el mero centro de la Zona de Tolerancia del sonado Hamburgo, eufemismo con el que en México llamamos a esa parte

de las ciudades donde se permite ejercer la prostitución, por más que ilegal sea y que en el puerto de Hamburgo lleve con elegancia el nombre de Ripperbahn Saint Paoli. Me dijo que era peligroso entrar ahí, que puro sex shop y sex todo en la zona. Por supuesto que ningún argumento de género, grado académico, familiar o temporal iba a ser capaz de amedrentarme como para detener mi pesquisa de visitar ese sitio único e histórico, especie de meca generacional y lugar de culto, pero confieso que en el trayecto no pude evitar sentirme como creo se sienten, con todo respeto, los peregrinos de Medjugorje o de la Virgen de Fátima.

Al final encontré el sitio anhelado, la placa conmemorativa y tres sorpresas, aparte de los montones de barcos, grúas, bandas transportadoras, edificios antiguos, personas y filarmónicas.

Una, que frente al Club Estrella, en plena Zona de Tolerancia Ripperbahn Saint Paoli, está una iglesia gigantesca. Y cómo no, si elles tambien son personas.

Dos, que al lado del club reside otro, de nombre hindú, que aprovecha la fama diciendo que fue el primer sitio donde los Beatles dieron un concierto público.

Y tres, que frente a la entrada del encontrado club descansaban varias supuestas feligresas, rindiendo tributo a los fenomenales escarabajos o esperando la próxima función en el re-mentado, re-buscado y re-encontrado Club Estrella. Nunca lo supe pues salí disparado luego de capturar las varias imágenes que en la versión online de este artículo verán (nota del editor: búsquenlo este verano en cronicasonora.com).

No sobra decir que acabé muy contento por haber perseverado en el logro de mi objetivo, a pesar de que en varios momentos tuve miedo y me sentí en cumplimiento de un extraño mandato. ¡Hasta la próxima!

16 LITERATURA

Nogales, México.- Anoche, mientras me pegaba un calambre en la pantorrilla, me di cuenta de que sí extraño y necesito salir en bicicleta. Me acordé de lo fregón que se sentía cuando avanzaba en contra o a favor del viento, de subir o bajar, de sentir la lluvia o el sabroso frío.

Acá en la ciudad de Nogales, Sonora, es muy diferente a mi Villa Juárez, también en Sonora. No’mbre bueno fuera que andar en bicicleta sea tan fácil como en mi pueblo natal. Todo es plano en aquel lugar. Ah, pero aquí en mi Nogalitos qué chinga… se necesita algo más que ganas para salir en bicicleta. Acá tienes que andar al tiro con los automovilistas, los baches, las subidas, las lluvias, los cacos, «la maña», entre otras cosas… una pobre cultura vial, no hay respeto para el ciclista ni infraestructura para ciclismo.

En cambio, allá en el terruño hasta sin agarrar los cuernos andaba pedaleando la veintiochona, qué buenos recuerdos. Doña Magui me decía –Jesús ve a las tortillas y pregúntale a doña María que si ocupa, para que le traigas también, agarra la bicicleta de tu papá y llévate la bolsa verde (obviamente del PRI)… Y ay voy en chinga a con los chinos por las tascaris, tardaba más en la cola para comprarlas que lo que tardaba en la bicicleta… Sólo te cuidabas de los charcos en las esquinas y de no tirar las de maíz para no meterte en problemas. El premio en casa era una rica comida de esas que sólo

la sazón de mamá le agrega.

Pero acá en la frontera también me va bien, pues hace tiempo conocí al Jorge, al Ramiro y al Donny. Ellos me invitaron a pedalear en los cerros, por caminos trazados por el ganado y los amantes del ciclismo de montaña de la localidad. Esto de pedalear despertó la nostalgia por mi infancia y, a la vez, un bienestar de tal magnitud que se fue convirtiendo en un estilo de vida. Cada vez que salíamos a la aventura por recorridos alrededor de la localidad regresaba, aparte de cansado, maravillado de lo que empezaba a conocer, repleto de anécdotas, fotografías y de nuevas amistades en el camino.

Ya en la pedaleada conocí al Meny y al Joel (los de la foto), dos locos del ciclismo y compañeros de aventuras. Con el Joel fuí a Cananea de ida y de regreso en un solo día… fue una de las primeras aventuras en bicicleta, de esas que dices «ya no lo vuelvo hacer» y pasa una semana y ya quieres agarrar camino de nuevo. Con el buen Meny hice uno de tantos recorridos al observatorio Guillermo Haro, en la sierra de Cananea con regreso a Nogales. Qué les puedo decir de ese recorrido que no se traduzca en calambres y dolores musculares: una hazaña para ciclistas amateurs de esas que se cuentan a los nietos. Pero bueno, aún quedan caminos por recorrer y amistades por encontrar. Ahora es tiempo de volver a pedalear.

17 DE VIAJES

El calor era insoportable en la región. Los perros callejeros se bañaban en las aguas verdosas de las fuentes y las personas bebían cerveza barata en los pórticos de sus viviendas. En los noticieros decían que las altas temperaturas estaban rompiendo récords y la tasa de desempleo también. Todo lo anterior me parecía un escenario tristísimo.

Aquella tarde, en la cafetería de don Juanito, yo bebía soda con hielos y leía una tira cómica para matar el tiempo mientras esperaba a papá, pero como siempre, a él se le había olvidado. Papá quedó de llevarme al lugar donde él es el jefe, según él para darme el regalo por mi cumpleaños número quince, que para que me hiciera hombrecito.

—Voy a cerrar la cafetería —me avisó Juanito—. No puedo tener encendido el aire acondicionado por un solo cliente.

—Aún es temprano, estoy esperando a alguien.

—Llevas esperando a ese alguien por más de dos horas. Yo pienso que ya no vendrá.

—¿Y ahora? No sé qué haré el resto de la tarde.

—Los muchachos de tu edad deben estar en el cine o divirtiéndose por ahí con sus novias. Son vacaciones de verano, hijo.

Me sentí deprimido y más solo que nunca. Mamá seguramente estaría encerrada en su habitación con su nuevo novio, haciendo cosas que no me quiero ni imaginar. Guardé mis revistas en la mochila. Juanito se desabotonó la camisa y me señaló la salida. Él tenía

razón, papá ya no vendría por mí. —Ya, ya entendí, adiós.

Las calles estaban desiertas y la luz del sol me lastimaba los ojos. Sentí las axilas mojadas. Me di prisa y tomé un atajo para llegar pronto a casa.

—¿Qué tal? —me saludó alguien, pero no vi a nadie a mi alrededor porque estaba encandilado.

Me adentré por una calle sin pavimentar que estaba rodeada de árboles.

—Hola, niño —dijo una voz angelical. Me senté en un tronco caído, dirigí la vista hacia el final de la calle y observé a una mujer recargada en un roble, como si se estuviera escondiendo de alguien.

—Ven —me dijo, expulsando el humo de un cigarro electrónico.

Los tacones de sus zapatos de aguja se clavaban en la tierra.

—¿Yo? —Me fui aproximando lentamente.

—Acércate, no seas tímido. No muerdo, bueno, no siempre lo hago.

Ella usaba una minifalda negra que apenas le cubría una pequeña parte de sus torneados muslos.

—¿Tienes calor? —pregunté, admirando sus largas piernas.

La situación era extraña y no sabía qué decir.

—Soy nueva en la ciudad y no conozco a nadie. Vine a trabajar al burdel.

—¿Y qué haces ahí?

—Soy prostituta, claro.

—¡Ah!

—¿Quieres platicar conmigo? Será sólo un momento.

—No estoy seguro de que deba hacerlo. Ella hizo una mueca como si estuviera

disgustada.

—Así que eres de ese tipo de personas, de las que discriminan a las zorras como yo.

Ella era joven, alta, su cuerpo era trabajado como el de las mujeres que asisten al gimnasio a diario, los rasgos de su rostro eran finos: era simplemente hermosa.

—Perdón, es que nunca había hablado con una…

—Con una puta, por favor, ya dilo con toda la extensión de la palabra.

—Es que no tengo amigas, casi no charlo con mujeres… sólo con mamá. Nos sentamos en el césped mientras ella guardaba su cigarrillo en un diminuto bolso.

—Yo puedo ser la primera.

—¿La primera? —Tragué una bola de saliva que parecía una pelota de estambre.

—Tu primera amiga, no seas bobo. Sin pretenderlo miré su ropa interior. Ella sonrió, cruzó las piernas y me pellizcó la mejilla.

—Disculpa —dije.

—No te preocupes, suele pasar. Seguimos platicando por un largo rato y las horas volaron. Ella me habló todo acerca de su vida, menos sobre su empleo en el burdel, yo le conté sobre mis asuntos, asuntos que a nadie le interesaban y ella me puso atención a todo lo que le dije, incluso más atención de la que me prestan mis papás. Nos confiamos nuestros secretos. Carcajeamos a pierna suelta, luego ella vio la hora y de la nada derramó una lágrima que le llegó hasta la clavícula.

—Perdón, a veces me pongo melancó-

18
NARRATIVA

lica. Hace rato tenía una cita, una cita de trabajo, pero no fui, no tenía ganas de nada ni de nadie.

No supe qué contestar y le tomé la mano. Me di cuenta de que ya estaba oscureciendo. Ella y yo teníamos mucho en común.

—Niño, ¿tú piensas que yo soy buena persona?

Cambió el curso de la charla. Ella no pretendía conversar sobre sus penurias.

—Estoy seguro de que lo eres.

—¿Piensas que soy hermosa?

—Muy hermosa.

—Eres raro, pero me gustas.

—Gracias.

Se deslizó un poco más, me besó la frente y colocó su brazo alrededor de mis hombros.

—Algún día deberíamos salir a tomar un café o a la playa, pero ahora tengo que irme. Mi jefe es un tirano. ¡Maldi-

to sapo! A veces quisiera matarlo. De seguro vendrá a buscarme porque sabe que me gusta venir a este sitio. Me he ausentado y no le avisé.

Me sujetó del cuello, me besó en los labios con suavidad, se incorporó y se retiró.

—Adiós —le dije.

Escuché el ruido de un automóvil al frenar de golpe sobre la tierra. Era el coche del novio de mamá. Ella descendió.

—¿¡Dónde diablos te metes!? Caminó rápidamente hacia mí, haciendo ademanes y gritando insultos.

—Esteban y yo te hemos estado buscando por toda la condenada ciudad.

—Estaba en la cafetería de Juanito, esperando a papá.

El novio de mamá nos miraba, sentado en el cofre de su coche descapotado.

—¡Vámonos ya! —ordenó mamá. Me subí a regañadientes y me sentí

afligido una vez más.

—Ya, mamá, no me digas de cosas enfrente de este señor.

El novio de mamá encendió el motor. Observé a la chica, ella estaba parada en el bulevar.

—Tu pequeñín andaba de caliente con una puta —dijo Esteban mientras abría y cerraba una navaja.

—¿Qué dices? —Mamá se quería volver loca—. ¡No es posible! Mañana le diré a su padre que lo lleve con el cura de la iglesia.

—Sólo estábamos platicando.

La chica del burdel guiñó un ojo, me lanzó un beso y leí en sus labios decir: —Nos seguiremos viendo, niño. Y enseguida llegó una camioneta negra que yo conocía muy bien, papá bajó con cara de pocos amigos, le abrió la puerta a mi nueva amiga, ella entró y se perdieron de mi vista.

—¡Ya vámonos! —gritó mamá.

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CRÓNICA SONORA / Núm. 8 / Verano 2023 by CRONICA-SONORA - Issuu