Un siglo de quito el maestro de capilla diego lobato de sosa

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Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 13

El maestro de capilla Diego Lobato de Sosa Juan Corbalán de Celis y Durán

Nació la ciudad de Quito en 1541, hijo natural del capitán Juan Lobato y de doña Isabel Yarupalla, natural del Cuzco, una de las mujeres principales en la tierra del inca Atahualpa, señor de aquellos reinos.1 Su padre Juan Lobato había participado en la conquista de la provincia de Guatemala en compañía de don Pedro de Alvarado, y hacia 1534 había entrado a la pacificación y población de esta tierra de Quito con el adelantado don Sebastián de Benalcázar, sirviendo con sus armas, caballos y criados, sin recibir ayuda de costa, siendo recompensado posteriormente con una encomienda de indios de los Yumbos, Chillogallo, Cotoco1

El párrafo del documento dice textualmente:”ysavel yarupalla natural de aquel rreino del Piru que fue una de las mujeres mas principales de Atagualpa inga señor que fue destos rreinos”. González Suarez dice que era una de las mujeres de Atahualpa, y que al enviudar se une al capitán Lobato. Pero en otra parte del documento varios testigos declaran que ambos eran solteros cuando tuvieron a Diego, por lo que pensamos que no era mujer del inca, sino una de las principales mujeres de ese reino. AGI. Quito 83, N.41

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llao y Angamarca, “de la que gozó muy poco tiempo”, quedando vacante al morir, por no haber dejado hijos legítimos2. Su madre Isabel Yarupalla “fue una india muy principal, que tuvo mucho amor a los españoles que entraron en este reino” con los que se comportó con gran fidelidad y lealtad, sobre todo en el aviso que dio cuando todos los indios del reino del Perú fueron convocados para revelarse y alzarse, al igual que habían hecho los del Cuzco cuando mataron a Juan Pizarro. Llegada la noticia a esta tierra, y con el fin de sumarse al alzamiento, fueron convocados los caciques principales de la ciudad de Quito y su distrito a una junta en casa del cacique don Alonso Otavalo, cacique que fue de la provincia de Otavalo. Según testificaba, en 1592, Esteban Rodríguez de Vaca que decía conocía a Juan Lobato y a doña Isabel desde el año 1536, cuando sucedieron estos hechos él se 2

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encontraba, junto con otros soldados, en casa de Juan Lobato la noche que llegó doña Isabel toda acongojada y llorosa, y al preguntársele porque lloraba les respondió que cómo querían que no llorase, si de aquí a dos días no quedaría vivo ninguno de ellos, porque todos los indios asistentes a la junta estaban concertados para matar a los españoles y a los indios de servicio. La llevaron a presencia del general Lorenzo de Aldana y habiéndole repetido lo que pasaba, mandó a los soldados para que prendiesen a todos los caciques que estaban reunidos en casa de dicho don Alonso, “y si no hubiese sido por doña Isabel se hubiese perdido totalmente esta tierra y hubiese sido necesario conquistarla de nuevo, y así se le agradeció mucho a dicha doña Isabel”3.

Según el tesorero Valderrama, el mestizo Lobato era hombre mentiroso y chismoso, que vivía públicamente amancebado y con muchos hijos7, pero no era esta la opinión de la mayoría de sus coetáneos que, no obstante ser cierto esto último, decían de él que era persona de mucho ejemplo y virtud. Sería durante muchos años cura rector de la catedral, y a pesar de sus grandes conocimientos en la lengua del Inca, nunca sirvió de cura de almas en pueblos de indios, de lo que se extrañaba el escribano Diego Suárez de Figueroa en cierta información que se le pedía sobre los méritos de Lobato8. Con muy buen conocimiento de la lengua de los naturales, y siendo como era un predicador muy querido y estimado por los indios, “entre los que iba haciendo mucho fruto, quitándolos de borracheras, supersticiones y otros vicios que tenían” sería nombrado desde muy joven predicador general de los naturales.

Desde niño se dedicó al estudio y servicio de la iglesia en la escuela de la Catedral, donde fue compañero de Alonso de Aguilar4. De joven ya destacaba, según decía Aguilar, en lo relativo a las ceremonias de la iglesia, y en el tocar el órgano y canto5. En 1567 vemos que la catedral le pagaba 115 pesos de oro por su salario de sacristán, y por tocar el órgano y cantar como maestro de capilla. En esa fecha también se le hacían unos pagos por unos ricos bordados que había realizado para unas capas y dalmáticas para la iglesia6.

El problema de los hijos de los clérigos fue uno de los asuntos que desde los primeros años de su llegada al obispado abordó el obispo Pedro de la Peña intentando atajarlo, y para ello el 7

AGI. Quito 80, N.17 El padre Lobato estuvo toda su vida ligado a la catedral, como sacristán, cura rector, maestro de capilla, maestro de ceremonias, y visitador general. En 1603, comparecía como testigo en una información de servicios solicitada por el chantre Ramírez de Arellano, y Lobato decía que se acordaba cómo el obispo Pedro de la Peña lo había nombrado visitador general, “lo cual vio el testigo como persona que ordinariamente estaba en compañía de dicho obispo” AGI. Audiencia Quito 48,N.38 8

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AGI. Quito 83,N.41 Alonso Aguilar Maldonado. Ver nota 222 5 AGI. Quito 48,N.35 6 AGI. Quito 80,N.6 4

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primero de septiembre de 1568, queriendo llevar a la practica lo ordenado por el concilio provincial en el que se había prohibido que los clérigos y beneficiados tuviesen en sus casas a sus hijos y a las mujeres con quién los habían tenido, con las cuales vivían amancebados, mandaba que, puesto que era justo y santo que lo dicho se guardase y cumpliese, por el escándalo y murmuración que ello provocaba y por el mal ejemplo que se daba a los españoles y a los naturales, se notificase a todos los prebendados, clérigos y beneficiados de esa ciudad, que en el plazo de tres días despidiesen de sus casas a cualquier mujer, española o india, con las que hubiesen tenido algún hijo, y que así mismo también echasen y apartasen a estos de su compañía. Lo cual fue notificando en diferentes días a todos los clérigos en general, empezando por las dignidades de la catedral. Al día siguiente de este auto se notificó al tesorero Valderrama, al cura Juan de Briguela y a Diego Lobato9..

clerecía del señor San Pedro, obligándolos a cosas que según la flaqueza humana de esos tiempos eran intolerables, de las cuales, una vez tuvieron noticia de ello, apelaron los procuradores de los cabildos de las iglesia del Cuzco, Lima, Charcas y Chile, de esos decretos y estatutos perjudiciales al clero, sobre todo los referente a las reformas del estado clerical, y como ese cabildo no había tenido procurador en el sínodo que pudiese apelar, ahora se avenían con los otros cabildos en dichas apelaciones. El día 15 el obispo les contestaba diciéndoles que la apelación que habían presentado era frívola e impertinente, porque los que la presentaban no eran cabildo pues faltaban en él el maestrescuela Antonio Fernández, el chantre Diego de Salas, y los canónigos Bartolomé Hernández de Soto y Francisco Álvarez de Cuellar, y tenían que haber sido convocados a capítulo, pues se encontraban en ese reino. Y puesto que a los prebendados les parecían intolerables los decretos y constituciones dadas en el concilio provincial por los que se reformaban dichas flaquezas humanas, no por eso había de no cumplirse, antes bien había que guardarlas y ejecutarlas ahora en estos tiempos más que en ningún otro, lo uno porque era necesaria esa reforma entre los ministros eclesiásticos, por los grandes inconvenientes que habían ocasionado y ocasionaban en la religión cristiana, y apartar los escándalos que cada día recrecían, y lo otro y principal porque se quería plantar nuevamente la iglesia entre los fieles, y se debía hacer con escogidas plantas, para que diesen tal fruto, que con su

Un par de semanas después el cabildo eclesiástico, representado por el arcediano Pedro Rodríguez Aguayo, el tesorero Leonardo de Valderrama y los canónigos Gómez de Tapia y Francisco Rojas, se dirigía por escrito al obispo diciéndole que nuevamente habían llegado a ellos noticias de que en el sínodo que se había celebrado en la ciudad de los Reyes se habían ordenado ciertas constituciones y decretos rigurosos, estrechando los sacros concilios y la regla y orden de la 9

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ejemplo atrajese a los fieles al conocimiento de Nuestro Señor, siendo conveniente extirpar, arrancar y podar a estos ministros, como en viña nueva10

cada repartimiento, intentando también que las personas entre las que se repartiese este servicio fuesen de los más antiguos de esa tierra, hijos y descendientes de conquistadores, y que los sacerdotes se dedicasen tan solo a sus doctrinas sin tener jurisdicción sobre ellos, para que no los cogiesen para sus tratos y granjerías. Por todo ello, decía, había sido mal recibido y era tan odiado, tanto por los seglares como por los eclesiásticos, los cuales iban diciendo que con su proceder la tierra se perdía y no se criaban ganados ni se labraban los campos, y que no había indio que oyese misa ni respetase a los sacerdotes. Se lamentaba Lobato que los pueblos de indios estaban despoblados, pues andaban ocupados en las haciendas y granjerías de los españoles, y los sacerdotes ante ello se habían cruzado de brazos. Según Lobato el presidente vivía muy cristianamente con tan buen celo en el servicio de Dios y de su majestad, que en ninguna manera se le podía macular sus obras, por la rectitud con que administraba justicia, por sus grandes letras y experiencia, no era hombre codicioso, y se gastaba limpiamente su salario en el sustento de su casa y familia, y en obras de caridad, “y con tener tan buenos fundamentos era tan aborrecido en general, como si no tuviese ninguna virtud”11.

A primero de febrero de 1589 Lobato escribía una carta al rey dándole cuenta del buen proceder del presidente de la Audiencia don Manuel Barros, que era calumniado por eclesiásticos y seglares. Decía que el presidente, con pecho cristiano, había intentado poner en ejecución los medios necesarios para que la predicación evangélica fuese adelante, y que los indios entendiesen que eran libres y no esclavos, dándoles muestras de palabra y obra, favoreciéndoles, como tenía mandado su majestad, pues la opresión que los españoles tenían sobre los indios y la mano que los sacerdotes también tenían sobre ellos era una costumbre tan arraigada, que aunque el presidente lo había querido remediar, haciendo que los indios asistiesen en sus pueblos a la doctrina cristiana, y que los que se hubiesen de sacar para el servicio de los españoles, fuesen los que buenamente pudiese dar 10

A pesar de los intentos de los obispos, el problema seguía y se toleraba cada día más. En abril de 1602 el fiscal Blas Torre Altamirano, enfrentado por entonces con el obispo, se quejaba al rey de que en esa tierra había llegado a tanto la soltura de los eclesiásticos en la deshonestidad de sus personas que muchos de ellos vivían públicamente con sus mujeres e hijos, y estaba tan extendida esta mancha y admitida en general, que no se tenía por deshonra casarse con hijas de clérigos “sino que a boca llena llaman los yernos, mi suegro el maestrescuela, mi suegro el chantre”. AGI. Quito 9,R.5,N.43

En 1590, año en que se recogió el donativo que el rey había solicitado en ayuda de sus grandes gastos y necesidades, salió con el secretario Diego Suárez de Figueroa, tío del que 11

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sería secretario de cámara, a la ciudad de Riobamba, donde fue predicando en todos los pueblos de indios para convencerles de la necesidad que tenía su majestad de ese dinero, explicándoles con buenas y eficaces razones “cuan justo era acudir a esa necesidad del rey, pues era para defenderlos a todos”, logrando gracias a su predicación que así lo hiciesen. También sirvió al rey cuando los alborotos por la implantación de las alcabalas, acudiendo en ayuda de la Audiencia cuando el asalto a las casas reales.

En repetidas ocasiones había solicitado que se le concediese alguna prebenda en la catedral, pero su condición de mestizo impidió que se tuviesen en cuenta sus peticiones. En la solicitud que hacía en 1569, la Audiencia informaba que Lobato era buen eclesiástico y que desde su niñez se había ejercitado en el servicio de la iglesia, era hábil en el canto y música de órgano, había sido maestro de capilla en la iglesia catedral y ahora era cura de ella, “y si no fuera mestizo, hijo de español e india se le podría hacer merced de cualquier prebenda”, pero por este inconveniente, les parecía que bastaría con hacerle merced de algún beneficio curado. Años después, en 1580, el licenciado Auncibay decía que, después de este parecer de la Audiencia, había vivido recogidamente, estudiaba y era muy buena lengua, sirviendo con su voz en la iglesia, y predicación de los naturales, y según ello, su majestad le podía hacer alguna merced12.

En 1597 el obispo López de Solís lo nombraba maestro de ceremonias del obispado. Años después, Diego Suárez de Figueroa, escribano de cámara que en tiempos de estudiante, según declaraba, se había aplicado en el estudio del ceremonial de la iglesia, reconocía que Lobato era un maestro consumado en ello, a lo que según él, se llegaba siendo buen latino y leído en materias escolásticas y morales. Ese mismo año de 1597, en la relación que hacía el obispo de los clérigos que tenían prebendas y beneficios en su obispado, aparecía como maestro de capilla jubilado, y decía de él que era clérigo muy antiguo, hijo de conquistador, que había sido visitador general del obispado hacía muchos años, y lengua general y predicador de los naturales, dedicado desde hacía muchos años a la conversión de los indios. Al año siguiente el obispo lo recomendaba para que se le diese una canonjía en esa catedral. En 1600 era nombrado nuevamente visitador general.

Una década después, en 1592, solicitaba nuevamente que se le concediese alguna dignidad o canonjía, y esta vez lograba que los frailes de tres de los conventos de Quito le apoyasen con sus buenos informes. Venían a decir todos que, puesto que uno de los descargos de la conciencia de su majestad era el recompensar a las personas virtuosas y beneméritas y que habían trabajado en su servicio, se le podía conceder alguna recompensa. Los agustinos decían que Diego Lobato era persona que había trabajado muchos años en 12

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el ministerio de la conversión de los naturales, particularmente en el de la predicación, que tan provechosamente había ejercido. Los franciscanos añadían que era clérigo de muy buen ejemplo y vida, de muchas letras y suficiencia, muy buen predicador y dotado por Dios de muchas y muy amables actitudes, empleadas siempre en la conversión de aquellos indios, y que merecía ser recompensado. El prior fray Pedro Bedón y otros dominicos alegaban que, puesto que una de las cosas que más ilustraban la corona era dar su liberal y blanda mano a los criollos de cada reino, ellos daban noticias de las prendas del padre Lobato, que era de los criollos beneméritos, merecedor de ocupar cualquier silla, dignidad o prebenda. En marzo de 1598 el obispo Solís decía que ya era muy viejo y merecía una canonjía en Quito, que era su patria. En la relación, confeccionada el año anterior, de los clérigos del obispo, figuraba como maestro de capilla, jubilado13.

Consejo otra información de sus méritos15. Esta vez la Audiencia, en su informe, no hace ninguna relación a su condición de mestizo, pero tan solo lo recomienda para ocupar un beneficio, el de Zambiza, a tan solo una legua de la ciudad, uno de los que gozaba de menor renta de todos los del distrito16 En febrero de 1611, con setenta años de edad, aún lo vemos declarar como testigo en cierta información que solicitaba don Diego de Sandoval sobre los servicios de su padre y abuelos17. Memorial de algunas cosas que se han de remediar en la gobernación de los Quijos. “Diego Lobato de Sosa, presbítero, predicador y visitador general por vuestra señoría ilustrísima digo: que por cumplir con la obligación que tengo en hacer lo que se me ha cometido e visitado la gobernación de los Quijos cuyo gobernador, es el mariscal Melchor Vázquez Dávila, y porque para el descargo de la real conciencia y la de vuestra señoría es necesario remediar muchas cosas, así tocantes a la conversión y enseñamiento de la doctrina cristiana a los indios de ella como para el buen tratamiento y conservación de ellos, cuyas opresiones piden remedio, las quales traigo en este memorial

Después de haber realizado la Visita a la gobernación de los Quijos, que se le había encomendado en 1600, redactaba un memorial en el que describía las ciudades y pueblos que formaban dicha gobernación, y señalaba las cosas que a su entender eran necesarias remediar, tanto relativas a la conversión y enseñanza de la doctrina cristiana a los indios, como al trato que se les debía de dar14. Lobato seguía insistiendo en alcanzar alguna recompensa y nuevamente en enero de 1602, enviaba al 13 14

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AGI. Quito 48, N.35 AGI. Quito 9, R.1, N.3.Carta del presidente Esteban Marañon sobre varios asuntos. Publicado en parte por BURGOS GUEVERA (1995). La carta completa en PONCE LEIVA, Pilar. Relaciones Históricas –Geográficas de la Audiencia de Quito: S.XVI-XIX. Tomos I, Madrid 1991, CSIC 17 AGI. Quito 49, N.30 16

AGI. Quito 76, N.54 AGI. Quito 25, N.52

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para que vuestra señoría sea servido mirarlas con ojos de padre y darles el remedio conveniente aquí o en el real Consejo de las Indias. En esta governaçión de los Quixos ay tres ciudades, la una es la de Baeça, cabeça de governación, la otra es Avila y la otra Archidona, ciudades pequeñas. La çiudad de Baeça está en comarca de tres provinçias de indios xpistianos, la una es la de Atunquixo que está hacia el poniente della, camino de la ciudad de Quito, con los pueblos de Chalpe, Atumquixo, Pachamama, Coxque. Hay en esta provincia quasi mil yndios tributarios y serán más de cinco mil ánimas, Estos indios van a más según la diminuçión de las otras. Esta provinçia doctrinan los religiosos de Santo Domingo, tienen tres religiosos en ella, con el prior de Baeça. La segunda provincia es la de Coca. Está delante de la dicha ciudad, hazia oriente, tierra aspera y de montaña. Están los indios poblados en diversos pueblos pequeños a la rribera de un caudaloso río que es uno de los braços del Marañón. Ay agora quasi seteçientos indios tributarios y serán por todos mil y quinientas ánimas. Estos yndios van en disminución y se ban acabando. Son doctrinados por clérigos. La tercera provincia es la de Coçanga que cae de la dicha ciudad hazia el mediodía. Tierra de montaña. Ay en ella algunos pueblos pequeños como son Coçanga Guaroxta, Seteta, y Cuduçeta, y las Guacamayas. Por estos pueblos va el camino real hazia las çiudades de Avila y Archidona. En esta provincia ay

trezientos tributarios y serán quinientas ánimas, y a quí fue la primera población que hizieron los españoles porque avia en ella más de quatro mil yndios. Estos se van acabando porque los pasajeros, mercadres y encomenderos los llevan cargados a las ciudades de Avila y Archidona, estos yndios matan los hijos recién naçidos y dizen que lo hacen porque no vengan a la servidumbre de sus padres.Doctrina esta provinçia un religiosso de Santo Domingo y son mal doctrinados por la distancia de los pueblos y ser la tierra aspera y de montaña brava. Estas tres provincias acuden al servicio de la ciudad de Baeça porque está en medio de ellas. Repartense cada semana sesenta mitayos para leña e yerva, pagándoles una sarta de chaquira a cada uno, que vale un tomín. La ciudad de Avila cae hazia el oriente de la ciudad de Baeça, a veinte y cinco leguas de ellas. Está en medio de las provinçias de Cumaco y la canela, tierra aspera y de montaña. La una y la otra provincia tiene seisçientos indios tributarios y abrá en ellos mil ánimas. Estos indios se van acabando porque solian ser más de quatro mil indios. Son adoctrinados por dos clérigos, que son el vicario de la ciudad, que doctrina parte dellos y el otro doctrina los calientes de Avila, sirven a esta ciudad como en la ciudad de Baeça. La ciudad de Archidona está de la de Baeça treinta leguas hazia mediodía. Son los indios de esta provincia quatroçientos y veinte y seis tributarios, serán por todos hasta seisçientas ánimas, destos quatroçientos sean huido, algunos de pocos días acá, y se an ydo a

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los yndios de guerra que están más adentro. Sirven agora a la dicha ciudad treszientos y treinta yndios, solian ser los de esta provincia, agora veinte años, más de ocho mil ánimas, vanse acabando. Son doctrinados por el vicario de la ciudad y tiene un ayudante lego, porque están los yndios treina leguas en contorno desta ciudad. Estos indios no están tasados ni pagan tributos por tassa, y así lopagan cada día, porque es cierto que todos los días travajan en las cassas de los encomenderos, unos sacando pita y otros tejiendo lienço, hilando, otros haciendo pabellones y alpargates, e hilando pabilo, y en este ministerio están ocupados chicos y grandes, y quando haze buen tiempo van todos a sacar oro al rrio de Napo, y siembran arroz y algodón, y la benefiçian y aún se sustentan, con el arroz es esta tierra enferma y dizen que es como la del nombre de Dios. Siendo vuestra señoría illustrisima servido de remediar las cosas siguientes: para que estos yndios tengan doctrina y las cosas del culto divino vaya adelante no dexando de acudir con los tributos que deven a sus encomenderos, pues ellos sustentan esta governaçión, mediante ellos tenemos libertad los sacerdotes predicarles el santo evangelio, porque desta manera yrá adelante todo. Lo primero que se a de remediar es que el gobernador de orden como reducir muchos pueblos pequeños en uno o en dos, conforme a la dispusiçión de la tierra. Ytem que en la provincia de la Coca y en la de Cocanga y en casi toda la governaçión, se de orden

cómo los yndios tengan caciques, porque dizen en los indios que ay muchos que lo pueden ser por ser subçesores de los muertos, y que los encomenderos no quieren que lo sean por serlo ellos y mandarlo todo, y asi en el Valle de la Coca hay muy pocos curacas y los que ay pagan tributo. Es gran inconveniente para la doctrina porque no se puede acudir a todas las cosas al encomendero por estar lejos. Ase de rremediar que los religiosos y clérigos no tengan granjerías de hilar ni tejer, aunque tengan licencia de sus prelados para tejer un pabellón y unos manteles, por los inconvenientes que se an visto, y los clérigos que de presente e visitado no an hilado ni texido y si alguno lo a hecho algunos años atrás, están bien castigados, y fuera de los beneficios. Ytem se a de remediar que los religiosos y clérigos que doctrinan esta governaçión, no tomen ni pidan más camarico de lo que les está señalado por tasa, ni ocupen los mitayos, que les dan en las doctrinas, para la leña e yerva, en hilar ni tejer, y sería bien que no los oviese, pues losmuchachos de la doctrina traen cada día bastantemente yerva y leña. Ytem se a de remediar que los encomenderos den a las iglesias de su encomienda campanas, ymagines y ornamentos y crixmeras, porque es cierto que en Atunquixo a más de tras años que no se pone olio y crisma a los niños baptizados porque dizen los religiosos que los encomenderos no les dan crismeras, escusa bien pribola. Ytem se a de remediar que los clérigos y religiossos no fuerçen a

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molestados por los escuderos que ponen los encomenderos, ni hazer governadores a los yanaconas de Quito, ni alguaziles para hazer el tributo, porque los dichos escuderos demás de lo que mandan hazer para el enco-mendero, hazen tambien ellos sus aprovechamientos, con mucha molestia de los yndios, y los yndios de Quito no lo hazen menos. Ytem se adbierte que los yndios desta governaçión no conocen al rrey nuestro señor ni a su Audiencia real, y aunque algunos bienen a buscar remedio de algunas vejaciones que padescen, con la noticia que tienen de la real Audiencia, y van despachados por los señores presidente e oydores, no se guardan ni cumplen las provisiones reales que así lleban, antes son más molestados y no conocen más del encomendero. Será necessario quel Visitador o Justicia mayor haga parecer todas las provisiones y mandamientos y las mande guardar y cumplir con todo rigor porque los yndios, viendo que tienen en poco los mandamientos reales se rien y mofan de los que las lleban. Es necesario que estos yndios conozcan al rey nustro señor y a sus ministros, y que han se ser desagraviados de las molestias que les hizieren. En la ciudad de Baeça se reparten sesenta mitayos para leña e yerva cada semana. Ganan al cabo della una sarta de chaquira que valdrá un tomín, como se ha dicho, y reducido a buena moneda ganan por un mes quatro o cinco tomines. Dizen los encomenderos que les basta porque tienen cerca de sus casas la leña y yerva , no

los yndios que sean cofrades, sino que cada uno entre de su voluntad, y si alguno se quisiere salir, lo haga libremente sin que les apremien como si fueran apostatas. Ytem se a de dar orden cómo se de estipendio suficiente a los dos clérigos que doctrinan la provincia de la Coca, porque están sin el estipendio, y sea de cada yndio tributo un peso y un tomín, como se les da a los religiosos que doctrinan la provincia de Atunquixo. Ytem se a de remediar que los clérigos y religiosos no saquen ni embien yndios de la governaçión cargados a la ciudad de Quito, ni a otra parte de la dicha governaçión, porque es gran molestia embiallos cargados con camotes y granadillas y piedras de amolar veinte o treinta leguas, mayormente por el rriesgo que corren el mes de abril y mayo, porque se hielan en el páramo, como se ha visto muchas veces. Lo que se a de remediar en lo tocante a las cosas temporales es lo siguiente: Ase de mandar con mucho rigor que los vezinos que tienen tributos y son feudatarios en las dichas çiudades vayan luego a hazer vezindades, así por asegurar la tierra y obligalles que tengan armas y cavallos, porque ay gran falta desto, como porque es gran cargo de conçiençia consentir que vengan los yndios cargados de las aves del tributo, tablas, camotes y huevos y otras menudençias a esta çiudad de Quito, siendo grande vejaçión de los yndios caminar veinte leguas con estas y otras menudençias. Ytem se a de remediar y dar orden cómo los yndios no sean

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considerando que vienen seis y ocho leguas a este ministerio. Dan quatro cargas de yerva y dos cargas de leña para cada día y aunque es la tierra de montaña van lejos por ella, porque no se halla luego para gastarse aquel día. Ase de remediar con darles, atento a la pobreza de la tierra, un pesso o su valor por un mes, pues en Quito ganan dos pessos cada mes los miyatos ordinarios. Ytem es necesario que la justicia mayor haga memoria de los encomenderos que viven en la ciudad y de los estantes, y darles los mitayos neçesarios, y estos para que solo traigan leña y yerva y no para tejer ni hilar con ellos porque demás del tributo los encomenderos tiene grangería en hazerles tejer cada semana una camiseta, y los escuderos molestan más a los yndios en este particular. En descargo de mi conçiençia digo que no es bien que Alonso de Obregón reparta los mitayos, por muchas molestias que padeçen los yndios, e los reparte a sus amigos para las grangerías que entre ellos tienen y en perjuizio de muchos vecinos. Ytem se a de prohivir que no carguen los yndios las cargas de las mercaderías, ni de los encomenderos, especialmente para la ciudades de Avila y Archidona, por ser cosa notoria que padeçen en esto grande vejación y es ocasión para que se acaben, mayormente los yndios de la provinçia de Cocanga, siendo tan contrario a lo que su majestad tiene ordenado y mandado por cedulas y provisiones reales, y si se dispensare para que lleven algún sustento a las dichas ciudades de Avila y Archidona, la justicia mayor y alcaldes hagan

pesar las cargas que no pesen más de dos arrobas, para el carguío de cada yndio, y se le pague por cada legua a tomín de plata, o su valor, y manden a los mercaderes que llevaren las cargas a las dichas ciudades no molesten los yndios ni los maltraten, sacandolos por fuerça de sus casas, y para que esto aya hefecto, manifisten las cargas que llevaren ante la justicia de Baeça. Estas cargas son ocasión de que en esta provinçia maten los hijos como se ha dicho. Ytem se a de dar orden que a los doctrineros clérigos y frailes, si se les oviere de dar mitayos, sea solo en el pueblo donde estuvieren, para el servicio de leña e yerva, porque algunos juntan todos los mitayos de los pueblos que son a su cargo y con ellos hilan y tejen, diziendo que son sus mitayos, y lo mejor es no darselos com he dicho. Ytem se a de mandar que los encomenderos cobren los tributos conforme a la tassa que tuvieren y no los comuten en otras cossas, y sea la paga de ellos de seis a seis meses, dandoles el algodón y la lana en todo el mes de henero y en todo el de julio, y de otra manera no sean obligados a hazer el tributo, conforme a la ordenança desta real Audiencia y tassas en ella fechas, porque ay algunos en la dicha governaçión que cobran el tributo de quatro en quatro meses, ques un terçio de tributo más de lo que están obligados. Sabrase esto en el Valle de la coca. Ytem se a de remediar que los yndios hagan el tributo en sus pueblos y en sus cassas y no en la casa del encomendero, ni en los pueblos en la casa del escudero, porque los maltratan y no les dan

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lugar a que descansen, por enbaraçerles en otras cosas, y así mesmo se les a de mandar con graves penas no hagan tejer a los yndios los domingos y fiestas de guardar, las que los yndios tiene obligación, y que les dexen salir a la doctrina miercoles y viernes o al menos viernes y domingo, y de no hazerlo ansi están muy sentidos los yndios y faltos de doctrina. Ytem se a de remediar que los encomenderos no se sirvan de sus yndios del serviçio personal sacandolos de sus encomiendas y desnaturalizandolos, para enviar a Quito, haziendo presente dellos a sus amigos, sino que se sirvan de otros repartimientos por asiento de la justiçia, para que entiendan los yndios que son libres, y mandar a los encomenderos y otras personas que se sirven de estos yndios los den lugar para que sepan la doctrina y los traten bien. Ytem se a de remediar que todos los yndios sean bien tratados de los escuderos y encomenderos, mandandoles que cobren sus tributos en sus pueblos y no sean obligados a pagarlos en la çiudad de Baeça, y si los trujeren, les paguen el trabajo de la traida, y que fuera de los que deven del tributo y acudir a la mita de la çiudad, no les molesten ni apliquen a otra cosa, en especial a los yndios de la Coca, porque se dize les hazen hilar por torno y texer lienço entelado, obligando a los niños y moços a que asistan a este ministerio, porque en Dios y en mi conçiençia que se an de uyr todos a los yndios de guerra que están dellos solas quinze o veinte leguas, o se an de alçar,porque así me lo dixeron con lagrimas, delante de testgos, y que sino lo

avian hecho era porque deseavan mucho ser xpistianos y conoçer a Jesuxpto, y adviertase que no gozan de sus hijos ni de la quietud que deven tener en sus casas si les apremian a que niños y moços y todos acudan a hilar. Ytem se a de mandar para hebitar muchas molestias que padeçen los yndios y para que con libertad traigan del monte muchos muchachos y muchachas que tiene escondidas, que de aquí adelante ningun yndio, de qualquier condiçión que sea, no hile ni teja para ninguna persona, sino fuere el tributo, y si alguna persona quisiere hilar o tejer, sea por orden de la justizia mayor, el qual reparta el hilo para tejer y mande pagar a los yndios que hilaren a rrazón de dos pesos cada mes. Y que los fiscales, governadores, alcaldes de las doctrinas, no repartan algodón ni (---) hilar ni tejer para ninguna persona, aunque sean eclesiasticas, so graves penas, que se les pongan y esto se pregone y de a entender a los yndios. Ytem se a de mandar a los encomenderos que quando repartieren el algodón y lana sea delante la justiçia o del saçerdote de la doctrina, porque algunas personas dan menos algodón y lana de lo que es costumbre, y hazen que los yndios les den lo que les cabe de tributo por entero diziendo que si falta algo lo hurtan los yndios, y por descargo de mi conçiençian digo que en esto padeçen mucho los yndios porque suplen las mermas o falta con su pobreza. A vuestra señoría illustrisima supplico lo mande ver todo y hazer en el caso de suerte que se descargue la real conçiençia y la

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de vustra señoría illustrisima y estos yndios se conserven en nuestra religión xpiana,pues esto conpete a VSSª Illma. Como a pastor y prelado de estas ovejas que nuevamente vienen al rrevaño de la iglesia católica.

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