Otto dix testimonio de la guerra

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TESTIMONIO DE LA GUERRA. OTTO DIX “Todo

arte es exorcismo. Pinto sueños y visiones también, los sueños y las visiones de mi tiempo. La pintura es el esfuerzo para producir orden, orden en sí mismo. Hay mucho caos en mí, mucho caos en nuestro tiempo”. Otto Dix En su origen etimológico, la palabra “caos” hace referencia a lo impredecible, pero los acontecimientos que se suceden en Europa en la última década del S. XIX hacían vislumbrar el cataclismo de la centuria siguiente. El arte de Otto Dix es el testimonio de una guerra que deja sufrimiento, barbarie, vacío. Su obra ha trascendido lo temporal y se ha convertido en crónica de lo inhumano. Su denuncia no está dirigida por una afiliación política o ideológica, su testimonio se centra en el padecimiento del hombre. Este pintor expresionista nacido en Gera, Alemania, en 1891, desde muy joven participó activamente en los acontecimientos militares de su Alemania natal. Enrolado como voluntario en el ejército durante la I Guerra Mundial, a su arte quería darle la veracidad de quien contempla los acontecimientos en primera línea. Es por ello que el horror y el realismo brutal que muestra en su obra son fruto de su propio testimonio, de sus vivencias. Artísticamente, Dix coquetea con las vanguardias de la época. El cubismo le permite reflejar rostros y cuerpos descompuestos en planos; la vida estaba rota. El impacto que genera la descomposición de las figuras vistas desde distintos ángulos no es sino la capacidad del ser humano de fracturar y, analíticamente, recomponer. Magníficas y desconcertantes visiones que permiten sentir la crudeza de lo que no puede ser devuelto a su estado natural. Como simpatizante del dadaísmo, Otto Dix participa en la exposición del movimiento celebrada en 1920, en Berlín. El evento fue un verdadero “grito de combate”. El orden artístico burgués marca el sinsentido del arte según los dadaístas; es por ello que los artistas que allí exponen, entre los que también se encuentran Grosz y Picasso, denuncian el militarismo. Sus obras muestran las encarnizadas secuelas de la guerra: mutilados, personajes grotescos con accesorios mecánicos que les hacen parecer muñecos recompuestos. Esta es una de las representaciones más usadas por el pintor alemán. Sin embargo, Dix es considerado, ante todo, un artista expresionista. Muchos de los rasgos del expresionismo alemán de los años veinte ya están presentes en esta Feria Internacional del Dadaísmo de Berlín. En esencia, el expresionismo muestra la deformación de la realidad como forma subjetiva de expresar sentimientos. Por esta razón, en sus paisajes se confunden las ramas desnudas con alambres de espino; en el fango de las trincheras, los troncos de árboles muertos con trozos de cuerpos en descomposición. En algunas de sus producciones de los años de la guerra, Dix no incluye personaje alguno. Las trincheras serpenteando por el campo de batalla son las únicas protagonistas. Crudos escenarios experimentados por este soldado en el frente de Flandes.


Este sentimiento expresionista se ve potenciado por el cromatismo de su obra. Con sus colores violentos y su temática de soledad y de miseria, el expresionismo de Dix refleja amargamente la realidad. Existe un diálogo entre él y Van Gogh. Sus tonos vigorosos marcan el coloquio entre la obra y el espectador. La luz artificial se mezcla con la natural en escenarios apocalípticos. Los colores son la mirada del pintor, y las formas de aristas vivas y vertiginosas lo que su retina ha capturado y su cerebro ha procesado. Son muchas las conexiones artísticas y expresivas de Otto Dix con otros creadores. Como apunta Concepción Lomba Serrano en su ensayo “Estragos de la guerra: La mirada lúcida de Goya y Dix”, de la Universidad de Zaragoza, Goya, con los “Desastres de la guerra”, ya advirtió los errores humanos en los albores del siglo XIX. A través de su lúcida mirada fue capaz de alumbrar una nueva forma de expresión que, un siglo más tarde, los protagonistas de las vanguardias artísticas - expresionistas primero y otros movimientos después- retomaron con ahínco. Otto Dix -sigue apuntando la Dra. Lomba Serrano- fue uno de los más importantes, volviendo la mirada a Goya, pero también a Bruegel, quien, en pleno Renacimiento y adelantándose a su tiempo, representó con una sinceridad abrumadora los crímenes cometidos en nombre de la Justicia. Como Goya, Dix empleó un lenguaje que poco tiene que ver con lo placentero, un concepto que parece haber impregnado gran parte de la historia del arte contemporáneo. Durante los años de combatiente, Dix no cesó de dibujar; acumuló un gran número de bocetos que, según sus propias palabras, fueron su única distracción. Al mismo tiempo, reflexionaba sobre la condición humana, como hizo Goya. Su serie de aguafuertes vieron la luz en 1923, sirviéndose de los dibujos realizados en el frente. En ellos da cuenta de los cadáveres que había dejado atrás. Como fotógrafos de su tiempo, en sus grabados, Goya y Dix narraron lo sucedido de forma contundente y seca, sin heroicidades ni artificios, sin color. El ascenso de Hitler al poder supuso una nueva tortura, la política, para Dix. En esta época desarrolló un estilo personal dentro del movimiento conocido como «Nueva Objetividad», o «Verismo». Debido al marcado carácter antimilitarista de sus obras, estas fueron clasificadas por el régimen nazi como «arte degenerado». Acosado por el Tercer Reich como artista degenerado, fue expulsado de la Academia de Arte de Dresde, en la que se formó como estudiante y en la que obtuvo una cátedra en 1927, y parte de su obra fue quemada. A su exilio artístico sucedió el político. Una nueva vida a orillas del lago Constanza marcó la trayectoria final en su producción. Empezó a desarrollar un arte religioso, místico, de carácter expresionista. Sus paisajes se vuelven sosegados, y recupera el gusto por el retrato. Con una vida marcada por las dos guerras mundiales y el campear de los fascismos por Europa, Dix fue un pintor vitalmente humanista, un artista que vivió inmerso en su tiempo y en la forma expresiva de las vanguardias históricas. Sin embargo, su pensamiento y su pintura no son un reflejo del fácil y gregario acomodo a los “-ismos”. Fue un artista libre que encontró una forma de expresar e invocar la realidad, un creador que descubrió su manera de vivirla y dejar testimonio de ella.

Juana Duque, profesora de Arte


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