Francisco Pons Sorolla

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Belén María Castro Fernández

Francisco Pons Sorolla

Arquitectura y restauración en Compostela (1945-1985)

2013 Consorcio de Santiago Universidade de Santiago de Compostela


Francisco Pons Sorolla, arquitecto-restaurador

Cuando la arquitectura se siente en el corazón, el afán y el empeño de su práctica apenas conocen límites. Tesón, voluntad e ingenio explican la gran contribución de los arquitectos de postguerra al patrimonio cultural, entre los que destaca Francisco Pons Sorolla, uno de sus máximos baluartes. Nace el 17 de febrero de 1917 en Madrid, en el seno de una familia dedicada al Arte. Su padre, Francisco Pons Arnau (1886-1953), y su madre, María Sorolla García (1890-1956), al igual que su abuelo, el famoso artista de la luz, Joaquín Sorolla Bastida (1863-1923), dedican sus esfuerzos y satisfacciones a la técnica de la pintura. Cursa la carrera de Arquitectura en la Escuela Superior de Madrid, con el propósito de especializarse en la salvaguarda de monumentos, mereciendo el Premio Extraordinario Aníbal Álvarez de 1945. Una vez creado el título de Doctor Arquitecto Superior lo alcanza en 1959, culminando así su formación académica. El entusiasmo por el Arte y las circunstancias familiares que le rodean le permiten simultanear su labor como arquitecto con la dirección del Museo Sorolla en Madrid y la presidencia de la Comisión Ejecutiva del Patronato-Fundación Museo Sorolla entre los años 1948 y 1973. Nada más finalizar la carrera es designado, desde la Dirección General de Bellas Artes, arquitecto auxiliar de la Primera Zona del Servicio

de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (P.A.N.) –Galicia, Asturias, León y Zamora–, así como Conservador de la Ciudad Monumental de Santiago de Compostela, iniciándose en las excavaciones de la catedral1. Durante el homenaje que la Real Academia Aragonesa de Nobles y Bellas Artes de San Luis celebra en el año 1986, a la memoria de quien fuera profesor suyo, Francisco Iñiguez Almech (1901-1982), Pons Sorolla recuerda su afán por integrarse en la tarea de rescatar monumentos: Sin motivo que lo justificase por ambiente familiar propicio, el hecho es que desde que terminé mi bachillerato adopté la decisión de ser arquitecto «para restaurar Monumentos» y el hecho es que lo cumplí. En 1943, en 4º año de la Carrera, fue uno de mis profesores –González Cebrián– quien a la vista de mis deseos me recomienda acuda a D. Luis Menéndez Pidal, restaurador de Asturias, Galicia, León y Zamora, quien necesitaba un ayudante para sus trabajos de restauración. Me recibió con todo afecto y pude gozar ayudándole en algunos trabajos del Banco de España y su magno estudio y restauraciones del Monasterio de Guadalupe y diversas

Este acercamiento a Compostela se traduce en un vínculo especial con la tierra gallega, llegando a contraer matrimonio en la capilla del Pilar de la Catedral con Mª Dolores Ruiz de la Prada Unceta en el año 1946, así como a bautizar a su primogénito con el nombre de Santiago. Años más tarde, el 7 de febrero de 1963, es nombrado Presidente de Mérito del Centro Gallego de Madrid.

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obras de Asturias y Galicia. Dos años más tarde, ya terminada la Carrera de Arquitecto, en la que Iñiguez dirigió nuestro viaje Fin de Carrera a Andalucía, me dirigí al entonces Director General de Bellas Artes, Marqués de Lozoya, en ruego sobre la posibilidad de incorporarme al «Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional». No pudo ser más cordial su humorística acogida: «Pero... ¡hombre de Dios!, esto es como si usted me pidiese ser Cartujo... ¡Cómo no voy a concedérselo!». Francisco Pons Sorolla, 1986, Francisco Iñiguez Almech, en mi recuerdo.

La conservación de los monumentos necesitaba el afianzamiento de un servicio dispuesto a revitalizar los lugares con valores artísticos y paisajísticos, a fin de impulsar la recuperación del país. Desde la Dirección General de Arquitectura se crea en 1950 la Sección de Ciudades de Interés Artístico Nacional, años más tarde denominada Servicio de Restauración Arquitectónica2. El crecimiento del turismo encuentra en la restauración monumental un apoyo importante para la entrada de divisas. Al cabo de tres años, Pons Sorolla es requerido para dirigir la Sección y encargarse del Plan de Ordenación de Ciudades de Interés Artístico Nacional, al tiempo que continúa con su labor en la Primera Zona (imagen 1). Convencido de la necesidad de instruir y formar a los arquitectos para proteger a los monumentos, así como de actuar con sentido común en la ciudad y en su patrimonio histórico, en

Llegado el año 1950, siendo Ministro de la Gobernación Blas Pérez González y Director General de Arquitectura Francisco Prieto Moreno, se crea la Sección de Ciudades de Interés Artístico Nacional, bajo la jefatura del arquitecto Rodolfo García Pablos. Compuesta por reducido personal, nunca sobrepasa las veinticinco personas, y con presupuesto de tres millones de pesetas anuales, durante los diez primeros años, se inicia «una insólita andadura en el campo de los valores de la arquitectura urbana y popular, que en aquella fecha aún no se consideraban merecedoras de la atención de los restauradores estatales». El objeto inicial de actuación comprende la recuperación de sitios vinculados con los Reyes Católicos y el Descubrimiento de América –Úbeda y Baeza (Jaén), Santa Fé (Granada), Madrigal de las Altas Torres y Arévalo (Ávila)–, mediante una labor exclusivamente urbanística sin excesiva preocupación, todavía, por la restauración de monumentos. Cfr. Informe realizado por Francisco Pons Sorolla sobre la actividad desarrollada por el Servicio de Restauración Arquitectónica durante el periodo 19501985. Archivo Pons-Sorolla (APS). Madrid, España.

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1973 gesta desde la citada Sección el que sería uno de los primeros programas de intercambio internacional para jóvenes iberoamericanos con titulados españoles: los Cursos de Especialización en Trabajos de Restauración Arquitectónica (CETRA). Sus objetivos consistían en orientar y especializar a los jóvenes arquitectos en la defensa de los bienes culturales, para fomentar, mediante su ejercicio profesional, el respeto colectivo hacia el patrimonio. Se trataba de que los técnicos aprendieran a ver los valores que nadie les había mostrado hasta entonces3. Desde el Ministerio de la Vivienda su carrera en la Administración se afianza durante los años siguientes. En 1963 obtiene el número dos en las oposiciones convocadas para la plantilla de arquitectos. En 1972 es nombrado Jefe del Servicio de Monumentos y Conjuntos Arquitectónicos de la Dirección General de Arquitectura y Tecnología de la Construcción, y cuatro años más tarde miembro del Consejo Superior de Cultura y Bellas Artes. En 1978 es designado Jefe del Servicio de Restauración Arquitectónica de la Dirección General de Arquitectura y Vivienda, y seis años después es destinado al Consejo Superior de Obras Públicas y Urbanismo como miembro de su Sección Primera. Sus intervenciones de restauración monumental y ordenación urbana se amplían más allá del área comprendida en la Primera Zona, regis-

En palabras de Pons Sorolla el objetivo de los cursos CETRA no sólo radica en una instrucción instrumental, sino que «quizás aún más importante era fomentar, en los técnicos recién salidos de las Escuelas Profesionales, un espíritu de cariño y respeto hacia estos bienes culturales que nadie les había enseñado a ‘ver’ en profundidad». El cómputo global de los Cursos es de nueve ediciones. En 1983 se reorganiza la Dirección General de Arquitectura, transfiriéndose la adjudicación de las becas a la Escuela Politécnica. Para Pons Sorolla el balance obtenido es positivo porque las promociones resultantes permitien formar «un pequeño ejército de profesionales que no admitan la destrucción de un Monumento ni la pérdida de armonía de un Conjunto señorial o popular». Cfr. Treinta y cinco años de ordenación de ciudades histórico-artísticas y restauración de monumentos en España, a través de la Dirección General de Arquitectura. Hojas sueltas, s/d. APS.

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trándose intervenciones en provincias tan dispares como León, Zamora, Burgos, Soria, Navarra, Aragón, Huesca, Teruel, Lleida, Girona, Valencia, Jaén, Málaga y Cádiz. En la provincia de Jaén codirige trabajos junto a su colega Rafael Manzano Martos, en la de Soria y en la de Madrid trabaja con Víctor Caballero Ungria, en la de Zaragoza coincide con Fernando Chueca Goitia y en la de Girona comparte intervención con Rafael Mélida Poch. A excepción de Menéndez Pidal y Chueca Goitia, el resto de arquitectos suscriben con él artículos publicados sobre su labor en común. La actividad restauradora que supervisa por todo el país le permite su ingreso en varias Reales Academias de Bellas Artes4, al tiempo que es nombrado miembro titular del Instituto de Cultura Hispánica en 1968, para el que dirigiera un

año antes la rehabilitación de su sede en la ciudad de Quito (Ecuador). La trayectoria de Pons Sorolla finaliza en el año 1985, con su jubilación en el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo. Siempre atraído por la pintura inicia en ese momento, junto a su hija Blanca, la catalogación de la obra de su abuelo Joaquín Sorolla. El día 5 de marzo de 2011 fallece en su ciudad natal. Al estudiar su contribución a la historia monumental de Galicia, y en particular Compostela, es preciso apuntar dos asuntos que revelan su particular método de trabajo. En primer lugar, la colaboración de Manuel Chamoso Lamas (1909-1985), Comisario de Zona del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, de la Dirección General de Bellas Artes. Como

Imagen 1. Visita institucional de Francisco Pons Sorolla a Santiago de Compostela, explicando el ritmo de las intervenciones en la ciudad al Director General de Arquitectura, Miguel Ángel García Lomas, acompañado por Manuel Chamoso Lamas y el contratista Manuel Tricas Comps, ca. 1965. APS, Carpeta: Santiago de Compostela.

Académico Correspondiente en Madrid de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia (1957), de la Real Academia Gallega de A Coruña (1961), de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, en Sevilla (1963) y de la Real Academia de

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Bellas Artes de Nuestra Señora del Rosario en A Coruña (1976); así como Académico de Honor de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza (1980).

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infatigable investigador y estudioso del patrimonio artístico de Galicia, es autor de una vasta producción científica. Chamoso se encarga de divulgar los valores de los objetos arquitectónicos y los conjuntos históricos intervenidos por su colega. Ambos establecen un equipo que funciona admirablemente y consiguen numerosas partidas para sufragar no sólo restauraciones de arquitecturas y bienes muebles, también rehabilitaciones con fin museístico, desde la compostelana Casa Gótica para Museo de las Pereginaciones, hasta el Castillo de Santo Antón para Museo Arqueológico Provincial e Histórico de A Coruña o varias pallozas de O Cebreiro para Museo Etnográfico. En segundo lugar, la formación que recibe durante sus estudios y codifica en un lenguaje personal. Entre sus profesores se encuentran representantes de la escuela conservadora como Leopoldo Torres Balbás (1888-1960) y de la corriente restauradora como Francisco Iñiguez Almech, Modesto López Otero (1885-1962) y Luis Menéndez Pidal (1896-1975). A partir de estas maestrías desarrolla una concepción arquitectónica que parte de una afinidad conceptual con la postura estilística, encabezada por el francés Viollet-le-Duc (1814-1879), y que progresivamente tiende a postulados intermedios, afines a los defendidos por los italianos Camilo Boito (1836-1914) y Gustavo Giovannoni (1873-1934). A pesar de la difusión internacional que tras la Segunda Guerra Mundial alcanzan los principios modernos enunciados en la Carta de Atenas de 1931 en Europa, España permanece en una incomunicación intelectual de nocivo efecto sobre la recuperación monumental, que desencadena el predominio de los postulados restauradores. A la ausencia de una revisión doctrinal que permita la actualización de los contenidos y mecanismos de intervención, se añade el aislamiento con respecto al debate internacional, originando un empobrecimiento teórico, un retraso operativo y legal, al tiempo que unos tipos de intervención anacrónicos, muchas veces destructores, con la aplicación de unos criterios extremadamente homogéneos y un precario desarrollo tecnológico. 18

Este contexto explica que Pons Sorolla tienda mayoritariamente hacia la reintegración de perfiles con escasa notoriedad de los trabajos realizados, prefiriendo refuerzos ocultos, empleo de hormigón en núcleos de estructuras y sustitución de piezas y elementos dañados o perdidos por otros de análoga traza y material. En ocasiones diferencia las partes renovadas de las originales, para dejar testimonio de su actuación. Y desde el primer momento, ambienta los monumentos mediante la ordenación de sus accesos y el embellecimiento de los espacios públicos. En el año 1971 el arquitecto Rafael de La Hoz Arderius, quien fuera Director General de Arquitectura y Tecnología de la Edificación del Ministerio de la Vivienda5, relata en el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando un encuentro con Pons Sorolla, en el que éste descubre su particular modo de afrontar el trabajo de la restauración arquitectónica, estableciendo la necesidad de establecer un diálogo con el monumento para averiguar lo que necesita antes de que nuestras torpes manos puedan alegremente ofenderlos6: Con ocasión de uno de sus viajes por Andalucía vino a visitarme Francisco Pons Sorolla. Cuando entró en mi despacho me encontraba estudiando una planta del Convento de la Merced, excepcional palacio barroco del siglo XVIII, en cuya rehabilitación llevaba años ocupado. Extrañado por mi ensimismamiento, preguntó la causa. Le mostré el plano de planta alta del patio principal donde se reflejaba una extrañísima solución arquitectónica cuya razón de ser no acertaba a vislumbrar. Existía una gran escalera imperial dando acceso, como suele ser frecuente, a una amplia galería que circunvalaba el vacío del patio. Lo extraordinario era que, abrazando directamente dicho cinturón y a lo largo de todo su perímetro se encontraba, circunscrito y yuxtapuesto –albarda sobre albarda– un segundo corredor. ‘Por más que lo intento –bromeé– no logro meterme dentro de la cabeza del arquitecto que inventó esto’. ‘No te extrañe, replicó,

Siendo Rafael de La-Hoz Arderius Director General se redactan las Normas Tecnológicas de la edificación, 1971. 6 Pons Sorolla, F., 1986: 17-20. 5

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esa cabeza en la que te quieres meter portaba peluca’. Y aunque parezca inverosímil, esta certera observación me dio la clave. Recordé el dorsiano ‘Jamás estuvo la Humanidad más lejos de la Prehistoria que en el siglo XVIII’ y entonces, en mi cabeza racionalista de deformado hijo del siglo XX, se hizo la luz: La gran galería donde desembarcaba la monumental escalera, era un ‘espacio representativo de recepción’ que nada tenía que ver con el ‘pasillo interior’, el cual, fuera de la vista de los visitantes, comunicaba entre si las celdas, servicios y demás habitaciones privadas de los monjes. Se trataba de un exquisito refinamiento, típico del siglo de las luces, parejo al de superponer una perfecta peluca artificial sobre el no siempre esplendoroso cabello natural, o como el de enfoscar un muro de ladrillo para luego pintar encima, con exacta geometría, otra fábrica impecable de ladrillo. Aprendí que, tratándose de actuar en un contexto cultural pretérito, lo primero que hay que hacer, antes de sentarse al tablero, es ‘calzarse la peluca’ que

corresponda, adquirir una segunda identidad cultural. Rafael de La Hoz Arderius, 1996, De Ruskin a Viollet-Le-Duc.

Desde hace unas décadas, buena parte de los criterios empleados durante la etapa del franquismo son rechazados. Los cambios producidos en el contexto histórico y en la realidad arquitectónica tienen su reflejo en un proceso crítico que prioriza la reversibilidad técnica. A ello se añade que la restauración es una práctica donde los errores adquieren una trascendencia especial y esto favorece que sus revisiones sean más contundentes. Con todo, la labor de Pons Sorolla merece ser recordada por su exhaustiva dedicación, su voluntad del trabajo bien hecho, su compromiso con las generaciones futuras y su honestidad profesional. Un afán que permite auxiliar estructuras

Imagen 2. Visita del Director General de Arquitectura, Miguel Ángel García Lomas, a las cubiertas de la catedral, seguido de Francisco Pons Sorolla y el contratista Manuel Tricas Comps, ca. 1965. APS, Carpeta: Santiago de Compostela.

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de su inminente derrumbe, proteger arquitecturas y lugares históricos, al tiempo que ordenar espacios por entonces desvirtuados. El compromiso que contrae con el patrimonio cultural de Galicia, y de manera especial con la ciudad de Santiago de Compostela de la que es nombrado Caballero por acuerdo municipal de 6 de septiembre de

1967 (imagen 3), permite escribir uno de los capítulos más destacados de su historia monumental, ayudando a descubrir las intervenciones que han condicionado para siempre la visión y percepción de nuestro pasado, que han contribuido, en definitiva, al resurgir de Compostela como meta de peregrinación jacobea.

Imagen 3. Acto solemne de entrega del título Caballero de Compostela a Francisco Pons Sorolla el día 6 de julio de 1968, en presencia del cardenal Quiroga Palacios y Manuel Chamoso Lamas. APS, Carpeta: Santiago de Compostela.

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Criterios de actuación

Las técnicas de estabilización estructural empleadas por Pons Sorolla reflejan la preferencia por el hormigón armado, que desde el siglo XIX se registra en el campo arquitectónico7. Entre los arquitectos pioneros en su empleo como método de consolidación se encuentra Anatole Baudot (1834-1915), seguidor de Viollet-le-Duc8. El hormigón cambia el lenguaje compositivo, crea una nueva estética y un nuevo procedimiento conceptual9, al tiempo que origina una revolución significativa respecto a la conservación de edificios históricos. Es un material flexible que no determina forma alguna, ni en sí mismo da origen a un

vocabulario, puesto que se atiene al molde y al diseño dado por el arquitecto. A esta maleabilidad se añade su simplicidad de ejecución en espacios reducidos, su versatilidad operativa, su rapidez de fraguado y endurecimiento, así como su barata fabricación (Esponda: 2004, 4859). Además, encaja con los diversos criterios de restauración aplicados durante los tres primeros cuartos del siglo XX en toda Europa10. Puede resultar invisible al exterior como refuerzo oculto de sistemas, instalado en el núcleo de los muros o recubierto con otro material y, por el contrario, ser notorio sin revestimiento alguno para no confundirlo con la estructura antigua11.

En el campo de la restauración arquitectónica podemos citar ejemplos destacados en torno al empleo de este material. En Francia, Eugene Flachat (1860) consolida la torre central de la Catedral de Bayeux; Abbeville (1887) coloca nuevos elementos de hormigón armado para reforzar fachada y torres de la Iglesia de Danjoy; Brunet (1905) coloca sobre el crucero de la Catedral de Laon un forjado de hormigón armado; Paul Gout (1906) instala una viga de hormigón armado entre las dos torres de la Catedral de Reims para aligerar tensiones que afectan al rosetón, etc. En Italia, Francesco Valenti y Aristide Gianelli (1909) restauran la Catedral de Messina con refuerzos de hormigón; Ignazio Gavini (1919-23) lo emplea en la Basílica de San Clemente de Casauria (Pescara). Cfr. Esponda Cascajares, M., 2004: 67-73. 8 Algunas de sus intervenciones son la consolidación de cimentación de la iglesia de San Nicolás de Blois (1899) y la restauración de terrazas en el Castillo de Vincennes (1905); Cfr. Esponda Cascajares, M., 2004: 61. 9 Tony Garnier (1869-1948) y Auguste Perret (1874-1954) se encuentran entre los primeros arquitectos en usar el hormigón tanto

para el interior como para el exterior de sus edificios, sin disfrazar las características particulares del material y sin tratar de adaptarlo al espíritu de los estilos del pasado. 10 Los países que inician el empleo del hormigón armado en la restauración monumental son Francia e Italia; les suceden España, Portugal y Grecia, en este último destaca la restauración del Partenón en los años treinta por Nicolaos Balanos. A partir de la II Guerra Mundial su utilización se extiende a Alemania, Polonia, Hungría y Rumanía. En Inglaterra, por el contario, apenas se registran intervenciones significativas con este material, porque es un país con fuerte arraigo en las técnicas tradicionales y en la postura conservacionista; Cfr. Esponda Cascajares, M., 2004: 73. 11 La Carta de Atenas (1931) acepta el empleo de materiales y técnicas modernas para la consolidación de edificios antiguos –en especial el cemento armado–, siempre y cuando queden disimulados sin alterar el aspecto y el carácter de la construcción intervenida (art. 5). Años más tarde, la Carta de Venecia (1964), aprueba el auxilio de medios modernos –cuando las técnicas tradicionales resultan inadecuadas para consolidar al monumento (art. 10)–, integrados

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Aunque desde los años cincuenta surgen voces que alertan sobre su empleo12, la difusión del hormigón se expande de manera considerable en la década siguiente. Llega incluso a la India en la consolidación de monumentos como el Taj Mahal, en el que se suministran lechadas de cemento13, y a países latinoamericanos, donde su aplicación responde más a una moda que a una necesidad, originando un fuerte choque cultural con las técnicas existentes. Los parámetros que permite el hormigón armado –zunchos, tirantes, refuerzos, cubiertas, etc.– están recogidos en el manual Ruinas en construcciones antiguas (1ª ed. 1974) redactado por el secretario técnico del Servicio de Restauración Arquitectónica, el aparejador Gabriel López Collado14. En su publicación recopila las experiencias de tres largas décadas al servicio de la salvaguarda del patrimonio cultural español bajo la supervisión de Pons Sorolla, como director del referido Servicio desde 1953 hasta 1984. En los años ochenta se denuncian los efectos negativos de las intervenciones realizadas con

hormigón desde el primer tercio del siglo XX15. A partir de la Carta del Restauro Italiana (1987)16 se analizan los problemas estructurales derivados de tanto zunchado e inyectado, aplicados durante más de cincuenta años a inmuebles antiguos. Incluso, edificaciones tan singulares como el Partenón, se someten a la urgente retirada de las prótesis instaladas durante su restauración en los años treinta. Los caminos que la consolidación estructural sigue en España, responden al deseo por explotar las facilidades y mejoras constructivas supuestas al hormigón. Desde finales del siglo XIX, su uso se ampara bajo el deseo de sustituir el esqueleto arquitectónico manteniendo la imagen aparente; conservar la dualidad estructura/aspecto que, como sostiene Cesare Brandi, conforma toda obra de arte. Pionero en este ejercicio es Enrique Repullés y Vargas, encargado de restaurar la Iglesia de San Vicente de Ávila en 1894. En vez de reconstruir los pilares medievales, aplica inyecciones de lechadas de cemento para reforzar su núcleo interior17.

respetuosamente en el conjunto pero distinguidos de las partes originales, para evitar confusión histórica y proporcionar un toque de progreso tecnológico. El entusiasmo por actualizar los sistemas de estabilización deriva en un abuso sistemático de inyecciones de cemento, zunchos en coronación de muros, mallas armadas en bóvedas, refuerzos de arcos, pilares y cimentaciones con hormigón. 12 Bruno Zevi (1957) anticipa los problemas derivados de ese tipo de consolidación estructural, que años más tarde retoma Stefano Gizzi (1988). Su hipótesis defiende el respeto a la historia estática del monumento. Al igual que la restauración toma en consideración el valor formal de la edificación, también debe respetar su modelo de comportamiento estático, para no alterar su esquema interno con fuertes transformaciones estructurales. Añade que no debe variarse el funcionamiento de los sistemas constructivos para evitar cambios en la flexibilidad de los inmuebles que supongan su prematura degradación; tal y como se realiza a principios del XX en la Mezquita de Córdoba, mediante instalación de vigas de hormigón sobre algunas arquerías, transformando una estructura arqueada en adintelada y pasando de ser dinámica a rígida. 13 Gairola, T. R., 1969: 150-164. 14 Para consultar un análisis pormernorizado de este manual cfr. Esponda Cascajares, M., 2004: 111-133. En 2006 el Ministerio de Obras Públicas,Transportes y Medio Ambiente (MOPT) edita un nuevo trabajo con el propósito de actualizar los criterios técnicos de restauración monumental, advirtiéndose un cambio de enfoque disciplinar bastante significativo respecto a la obra de López Collado. Cfr. Álvarez de Buergo, M., 1994. 15 Oxidaciones de hierro, corrosión de grapas, desprendimientos de cemento y presencia de sales en mármoles restaurados con este

material, rigidez en estructuras y condensación de humedad en cubiertas sobre cuyos forjados antiguos de madera se hubiera vertido mallazo y hormigón, etc. B. M. Feilden (1982) recoge las desventajas de la utilización de cemento Portland en las reparaciones de edificios históricos (Álvarez de Buergo, 1994: 323): empleo irreversible pues su extracción daña la fábrica; es demasiado resistente a compresión; posee menor elasticidad y plasticidad que el mortero original, ocasionando mayores esfuerzos mecánicos en materiales adyacentes y acelerando su deterioro; es impermeable y poco poroso, no siendo recomendable para muros con humedad pues aumenta la condensación interna; sufre retracción en su puesta de obra, permitiendo la entrada de agua por sus grietas; produce sales solubles que pueden disolver y dañar materiales porosos; su conductividad térmica es alta y puede crear puentes fríos cuando se usa en inyecciones para consolidación de muros; su color gris, frío y bastante oscuro, y su textura acerosa, resultan estéticamente incompatibles con los materiales tradicionales. 16 La Carta del Restauro Italiana (1987), coordinada por Paolo Marconi, rechaza la consolidación moderna, como estrategia impersonalizada de aplicación universal y dudosa eficacia, «a causa de su capacidad de invasión, poca duración, irreversibilidad y relativa escasa fiabilidad. Por tanto, parecen preferibles –aunque puedan parecer extrañas a la obra– medidas de consolidación de tipo tradicional (contrafuertes, taponamientos, cadenas, zunchos) en cuanto son fácilmente controlables y sustituibles»; Cfr. Martínez Justicia, Mª J., 1996: 200. 17 Mora Alonso-Muñoyerro, S., 1999: 63-65.

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La interpretación del comportamiento estructural en arquitecturas históricas a cargo de Pons Sorolla poco se distancia de esa tendencia. Su labor se caracteriza por la utilización de técnicas modernas generalmente ocultas, para no mostrar los elementos de refuerzo instalados. Una vez garantizado el macizado interior de la estructura a consolidar –mediante el fraguado del inyectado o la instalación de atados– procede al rejuntado exterior. Se limpian las juntas, procurando que morteros de asiento y consolidación no afloren a la superficie, y se practica el rejuntado ligeramente rehundido, con juntas degolladas cubiertas con mortero bastardo18 de cal grasa. El empleo de mortero mixto permite dar tono dorado a la junta, simulando un aspecto añejo y, así, disimular la reciente consolidación19. No resulta extraño que aplique esta variante por razones estéticas, si tenemos en cuenta que en 1969 la UNESCO recomienda evitar el mortero nuevo, de color blanco, que resulte llamativo20. Utiliza el hormigón en la construcción de estructuras, como en la restauración de la Torre del Colegio de Fonseca, proyectada en los años sesenta. La descomposición de su escalera interior, las filtraciones, el hundimiento de su bóveda y el tapiado de los ventanales superiores, impulsan una intervención que persiga estabilizar la estructura y recuperar la imagen original. La escalera de madera correspondía a una reforma moderna, y no existía ningún elemento decorativo que exijiera su inalterabilidad, así que idea una nueva en hormigón armado, respetando huecos, manteniendo los dos forjados existentes –uno intermedio y otro final– y los enlosados graníticos. La escalera se completa con un balaustrada de hierro forjado colocada a la francesa en las cabezas de peldaños lo que da agradable

aspecto a la perspectiva del hueco central desde el acceso21. La principal amenaza que afecta a la integridad de las edificaciones antiguas es la conservación de las cubiertas. La degradación del cierre superior acrecienta el proceso de ruina y la desestabilización de las estructuras portantes. El agua acelera la descomposición ocasionada por el paso del tiempo, los efectos de la intemperie, la falta de mantenimiento y el crecimiento de vegetación. Las filtraciones de humedades en armaduras de madera y el estancamiento de pluviales sobre trasdós de bóvedas pétreas producen alteraciones de la piedra, el desmantelamiento mecánico del inmueble abriendo grietas, así como la contaminación estética mediante eflorescencias aparecidas al vaporizarse22. La óptica historicista bajo la que Pons Sorolla planifica la mayoría de las actuaciones se materializa en la demolición de falsas bóvedas y cielo-rasos, para descubrir la estructura primitiva o construir otra más acorde con la naturaleza de la edificación. Las actuaciones en San Fiz de Solovio y la Corticela son representativas de este modus operandi. También la sustitución de armaduras por otras nuevas es habitual, como en Santa María de Conxo. El tipo común de cubierta proyectada corresponde a la de tabiquillos de ladrillo –hueco doble o sencillo–, asentados con mortero de cemento y apoyados sobre las bóvedas existentes. Reproducen forma y volumen primitivos y alcanzan la altura necesaria para que, el doble tablero de rasilla dispuesto sobre ellos, repita la pendiente original del tejado, enrasando con cornisas y aleros antiguos. Encima del tablero de rasilla armada se coloca fieltro asfáltico, como impermeabilización, asentado sobre capa de mortero de cemento, para

Mortero bastardo o atenuado: el formado por la mezcla de cal, cemento, arena y agua. Se usa generalmente para enlucidos. Cfr. Paniagua, J. R., 2000: 222. 19 La idoneidad de aplicar morteros bastardos de cal y cemento también se somete, como el hormigón y el cemento Portland, a revisión de los especialistas en las últimas décadas. La postura más crítica los considera poco recomendables en trabajos de restauración, por su contenido en sulfato cálcico soluble y alcalí, al formar

barreras de vapor impidiendo el intercambio de humedad entre muros y entorno, y por su elevada conductividad térmica. Como alternativa, el mortero bastardo de cal y yeso, aplicado antiguamente en los trabajos de yeserías islámicas. 20 Plenderleith, H. J., 1969: 142-143. 21 Proyecto de restauración de la Torre del Colegio Mayor de Fonseca. Francisco Pons Sorolla, abril de 1962. APS. Carpeta: Colegio de Fonseca. 22 Sáez de Buruaga, I., 1992: 301-309.

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