Comunicarnos Nº178 Mayo/Junio 2020

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Declarada de Interés Social por la Legislatura - Cdad. Bs. As.

REVISTA BIMESTRAL - AÑO 20 - Nº 178 - MAYO -JUNIO 2020 - COSTO $85

15va E NT EL CL EMENTO D REGA UB EPO SUPL

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I BARIVO RIO

Decimoséptima entrega de la Colección “La Patria al hombro - Iglesia y Emergencia”. Carta del Papa Francisco a los movimientos y organizaciones populares y Documento de los sacerdotes de Villas de CABA y GBA “Aniversario del Padre Carlos Mugica y el impacto del coronavirus en las villas y barrios populares.



Editorial

Sumario .1.

Cuidar, curar y compartir.

.2.

Un plan para resucitar.

.6.

La fe en tiempo de Coronavirus.

.9.

El joven ejército de las almas rotas.

. 12 .

Y se multiplicó el pan.

. 15 .

Cuidar la vida de nuestros mayores.

. 18 .

El coronavirus despierta en nosotros lo humano .

. 20 .

El Dios de la Vida - Semana Santa 2020.

. 23 .

La solidaridad y la esperanza en medio de la tormenta.

. 26 .

Un Ahora Inédito.

Esta edición va acompañada de la DECIMOQUINTA entrega del Suplemento Deportivo EL CLUB DE MI BARRIO y la DECIMOSÉPTIMA entrega de La Patria al hombro.

Cuidar, curar y compartir Escribo este editorial en el Domingo del Buen Pastor, hoy leemos el salmo 23. Allí rezamos: “El Señor es mi pastor, nada me falta… Aunque camine por lúgubres cañadas, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo”. Este salmo es una oración de confianza. Es una oración bien realista, la confianza en este salmo brota precisamente de un “peligro concreto”. En este tiempo nos ha sorprendido la pandemia del Covid 19. Globalmente nuestro mundo está ante un peligro concreto. Francisco lo expresaba así: “Estamos todos en la misma barca frágiles y desorientados… Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”. “Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”.

Y durante esa misma homilía, en la conmovedora celebración del 27 de marzo, en la plaza vacía de San Pedro, rezaba así: “Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante

el miedo, han reaccionado dando la propia vida.” Es tiempo de elegir, es tiempo de amar y servir. De esto trata este número de la revista comunicarnos. Está destinado a personas comunes, sencillas, que tejen y sostienen la vida de las comunidades. Esos héroes anónimos que muchos no ven, pero que no pasan desapercibidos a la mirada amorosa de Dios. Aquellos que creen que la oración y el servicio silencioso, son los que mantienen encendida la esperanza, en este tiempo tan difícil que nos toca vivir. Y como señala el Papa Francisco, en la carta de Pascua a los movimientos y organizaciones populares: “Ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”. Este es un tiempo de protagonismo especial de aquellos, que tienen mayor conciencia de que Tierra-Techo y Trabajo son derechos sagrados, porque Dios quiere que sus hijas e hijos vivan con dignidad. Es el tiempo de aquellos que mantienen la convicción de que hoy, hay que estar más unidos que nunca, para curar y cuidar la fragilidad de nuestro pueblo, compartiendo no algo, sino entregando la propia vida por los hermanos y hermanas. Es tiempo de aquellos que tienen presente la regla de oro, que nos dejó Jesús Buen Pastor: “Tratemos a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros” (Cf. Mt. 7, 12) Padre Gustavo Carrara. Obispo auxiliar de Buenos Aires. Vicario para la Pastoral de las Villas CABA.

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Palabras del Papa Francisco

n a l p n U p

ara resucitar

una verdad central de la fe

De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera. Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo

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haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el

futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la

pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra. Sin embargo, resulta conmo-

vedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la


oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia

“La vida arrancada, des-

truida, aniquilada en la cruz

ha despertado y vuelve a latir de nuevo”. Esta es nuestra esperanza, la que no nos

podrá ser robada, silenciada o contaminada.

de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la

unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros

que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar. Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípu-

las fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1). Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio

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y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora. Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente. Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña que-

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brada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia huma-

na en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa Común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en pri-

mer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mun-


do. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado Si algo hemos podido o silenciado. aprender en todo este tiempo, es Si actuamos como un solo pueblo, inclu- que nadie se salva solo. Las fronteras so ante las otras epi- caen, los muros se derrumban y todos demias que nos ace- los discursos integristas se disuelven chan, podemos lograr ante una presencia casi imperceptible un impacto real. ¿Se- que manifiesta la fragilidad de la que remos capaces de ac- estamos hechos. tuar responsablemenun reparto equitativo de los te frente al hambre que padecen tantos, sabiendo recursos? ¿Adoptaremos como que hay alimentos para todos? comunidad internacional las ¿Seguiremos mirando para otro medidas necesarias para frenar lado con un silencio cómplice la devastación del medio amante esas guerras alimentadas biente o seguiremos negando por deseos de dominio y de po- la evidencia? La globalización der? ¿Estaremos dispuestos a de la indiferencia seguirá amecambiar los estilos de vida que nazando y tentando nuestro sumergen a tantos en la pobre- caminar… Ojalá nos encuentre za, promoviendo y animándo- con los anticuerpos necesarios nos a llevar una vida más aus- de la justicia, la caridad y la sotera y humana que posibilite lidaridad. No tengamos miedo

a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4). En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios. NOTAS

1. R. Guardini, El Señor, 504. 2. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 13. 3. Pontificia Academia para la Vida. Pandemia y fraternidad universal. Nota sobre la emergencia COVID-19 (30 marzo 2020), p. 4. 4. Eduardo Pironio, Diálogo con laicos, Buenos Aires, 1986.

FM 107.1 Radio Pan y Trabajo @fmpanytrabajo Av. Rivadavia 413 Piso 5 CP Tel: 54-11-4342-3237

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Mons. Eduardo García Obispo de la Diócesis de San Justo

e d s o p m e i t n e e f s La u r i v a n o r co

Los tiempos dolorosos nos sacuden, pero no podemos caer en la tentación inútil de lamentarnos y, la más desastrosa, de querer ignorarlos como si la vida pudiera volver a ser como antes. No podemos imaginar el futuro encallados en un “aquí no ha pasado nada”. Si no vamos elaborando “el después” no habremos aprendido las lecciones de este tiempo de la vida. Cuando todas nuestras aparentes seguridades desaparecen y sentimos en la carne personal, del mundo y de la historia la experiencia de vulnerabilidad y cuando las prescripciones y los mandatos caen, es Dios quien nos invita a ponernos de frente a lo esencial. Esencial: esta palabra que adquirió otro volumen social, un peso conceptual impresionante, una manera de comprendernos a nosotros mismos y a nuestros prójimos más próximos y también a los más lejanos. Los aplausos de las 9 de la noche son para los “esenciales” de esta hora. En medio del drama que vive la sociedad están dando vuelta algunos temas que nos distraen y que nos hacen mal. La conflictiva presentada por algunos círculos sobre la necesidad de reapertura

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De muy poco servirá la re-

apertura gradual de los tem-

plos si no hay una reapertura radical de la Iglesia de cara a

la realidad, en una misma bar-

ca, codo a codo, ayudándonos unos a otros a vivir.

de los templos y el inicio de las celebraciones eucarísticas son unos de ellos. No podemos como Iglesia apropiarnos de ciertos temas y hacerlos nuestros como si fueran absolutos. La pandemia nos trasciende y no es un tema de fe, aunque si apela a nuestra fe para que podamos verla con claridad. La luz se hace cuando la miramos a luz de Dios, del evangelio y no de normas y prescripciones.

La cuestión de la apertura de los templos, no constituye un tema esencial en este tiempo; pero sí, el respeto y cuidado de la vida de nuestros hermanos. De muy poco servirá la reapertura gradual de los templos si no hay una reapertura radical de la Iglesia de cara a la realidad, en una misma barca, codo a codo, ayudándonos unos a otros a vivir Hoy, más que nunca, se aplican las palabras del papa Francisco: “la iglesia como hospital de campaña”. Lo estoy mirando desde la dolorosa realidad de mi diócesis de San Justo, donde si bien los casos de coronavirus aún son pocos, tratamos de llevar adelante, como se puede, los coletazos de la cuarentena que ya se sienten en nuestras barriadas más vulnerables. El primero es el hambre: si no hay trabajo no hay con que comprar alimentos, si no hay escuela no hay comedores escolares funcionando porque no se puede cocinar en la escuela del Estado y se les da a los chicos una bolsita con alimentos; lo que supone una olla, una garrafa, y una mamá que cocine; cosas que no siempre están, y la bolsita para una semana termina siendo cambiada por un pancho en la feria. Desde los comedores, con la ayuda del ejército se están repartiendo más de 9400 viandas y, lamentablemente, todos los días no alcanzan los insumos para coci-


nar. La respuesta de muchos que se acercan a buscar comida en un aislamiento que no se puede cumplir a raja tabla es: el coronavirus no sé si me va a agarrar, pero si no comemos seguro que nos morimos por hambre. Y ahí aparece otro tema, el aislamiento necesario; no hay donde ha-

nidad, de la falta de futuro, de las secuelas de un virus muchas veces no se vuelve, y de la cerrazón de corazón menos. Estoy convencido que estamos viviendo un tiempo en el que, cada vez más, el único modo de poder creer de verdad tendrá que ser aprender a creer de una nueva forma y esa for-

dera sin mandamiento del amor. Comulgar el cuerpo de Cristo y no hacernos cargo de la carne del hermano es parte del culto desencarnado que tanto criticó Jesús y no podemos volver a repetirlo sin caer en el antiguo testamento desde su parte más restrictiva. Porque desde el Antiguo testamento también habló Dios a través del profeta Isaías diciendo cual es el culto que más le agrada: “ComLos templos volverán,

pasada la pandemia a

abrirse,

la

eucaristía

volverá a ser celebrada,

pero de la indignidad,

de la falta de futuro, de

las secuelas de un virus

muchas veces no se vuel-

ve, y de la cerrazón de

corazón menos.

cerlo. Las casas no siempre son el lugar más apropiado, ya sea por el hacinamiento, por la falta de higiene etc. Hay muchos que no tienen donde aislarse porque viven en la calle. Esto nos llevó a improvisar hogares para ancianos para que puedan aislarse mínimamente. Y estoy seguro que estos hogares pasarán a ser permanentes porque una vez pasada la pandemia no los vamos a devolver a la calle. Por eso te digo, siento como pastor y hombre que ama la Eucaristía, que hoy son otras, las prioridades que se nos presentan para poder vivir la fe en serio, en lo esencial. Los templos volverán, pasada la pandemia a abrirse, la eucaristía volverá a ser celebrada, pero de la indig-

ma es volviendo a lo esencial. Los cristianos de las primeras comunidades se sentían antes que nada seguidores de Jesús. Para ellos, creer en Jesucristo era entrar por su «camino» siguiendo sus pasos. Caminar tras las huellas de Jesús es dar pasos, tomar decisiones, superar obstáculos, abandonar sendas equivocadas, descubrir horizontes nuevos en los cuales está presente el otro, especialmente el más vulnerable y sufriente como sacramento. Repensar nuestra fe, conversión pastoral, volver a lo esencial; porque nos hay eucaristía verda-

partir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. ¡Entonces despuntará tu luz como la aurora!”. Creo firmemente en el Señor presen-

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Repensar

tra

fe,

nues-

conversión

pastoral, volver a lo esencial; porque nos

hay eucaristía verdadera sin mandamiento del amor.

te en la Eucaristía centro y culmen de la vida cristiana, pero desde una comunidad que celebra y toma la fuerza para vivir jugándose por la vida de los demás. Todo lo que estamos viviendo nos lleva a repensar nuestra pastoral y a asumir que está centrada en el culto y a decidirnos a llevar adelante la conversión pastoral de nuestras parroquias como plantea el papa en Evangelii gaudium. En la primera comunidad la fracción del pan venía junto con la vida en común, que

nadie sufriera necesidad, la oración, la alegría y el cariño de todos. Insisto, esta experiencia no nos puede dejar iguales y seguir “con más de lo mismo” como si nada hubiera pasado.

Como pastor constato que nuestro pueblo, nuestra gente ya está sintiendo en su ánimo y en su bolsillo el golpe de esta crisis y en muchos casos saldrán a la luz actitudes de desesperación, angustia y violencia. A la vez, eludiendo respuestas estereotipadas, se alzan oídos atentos, corazones abiertos, respuestas concretas para acompañar este momento auténticamente difícil. A pesar del aislamiento social, el amor puede más y muchos multiplican sus esfuerzos para que los más vulnerables tengan un plato de comida y un lugar donde poder ser cuidados. Doy gracias a Dios por aquellos que no dejaron de asistir a los enfermos y dejaron entreabiertas las puertas de sus Parroquias para que el amor, hecho alimento, abrigo o palabra de consuelo no le falte a aquellos que más lo necesitan. Como habitantes de este planeta estamos en proceso de reconversión. Como Iglesia también. Cuando la pandemia pase, espero sinceramente que no seamos los mismos.

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Gustavo García Comunicador y Docente - Parroquia San José - La Matanza

s a l e d o t i c r é El joven ej

almas rotas

Día uno de cuarentena. En la ciudad de Buenos Aires un grupo de vecinos denuncia a un joven que está acostado en la calle con un colchón y algunas pertenencias. Se acerca un móvil y tres policías. Ellos le explican que no puede estar en la calle porque arrancó la cuarentena. Desde el piso, él les contesta que no le importa morirse, que lo dejen tranquilo. Uno de los agentes le dice “no es por vos, es porque podés contagiar a otras

personas”. El joven se encoge de hombros. No se sabe si el gesto es porque no le importa lo que le dicen o que el argumento que le plantean es ridículo. Los mismos que pasaban a su lado sin siquiera prestarle atención, son los que ahora le piden que se cuide para no contagiarlos. El joven no lo dice, seguramen-

te ni siquiera lo piensa porque el cansancio de vivir ya ni siquiera le permite odiar. El primer problema es claro “¿en qué casa me quedo cuanto no tengo casa?” La coronacrisis puso al descubierto uno de los virus más peligrosos: la injusticia social. Miguel, alias el

Tío, marca en La Matanza un pensamiento claro: “El hambre mata más gente que el coronavirus. Y lo que es peor, tiene una vacuna: se llama comida. No puedo creer que todavía tengamos que decir esto”. La falta de tierra, de techo y de trabajo para una inmensa parte del pueblo argentino se conjugan con el

hambre que fue creciendo de manera exponencial en los barrios pobres. Sólo en la Parroquia San José, los comedores pasaron de entregar 2600 viandas por día a casi 9000 en menos de un mes. Aquellas familias que vivían con la nariz apenas por sobre la línea de flotación de la pobreza se ahogan hoy en la indigencia y llegan con los brazos cansados a las parroquias. Ahí, las consignas son claras: “Nadie en la calle”, “nadie se salva solo”. Las villas y barrios populares respondieron con hermandad y patriotismo a la dura realidad. Día diez. Ese muchacho de la calle se ha multiplicado pero en vez de estar tirados en el piso,

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El hambre mata más gente que el coro-

navirus. Y lo que es peor, tiene una vacuna: se llama comida.

están activos. Cocinan en los comedores que no dan abasto, llevan y traen donaciones, cuidan a los abuelos y abuelas que están en la calle, reciben a los más rotos, arman camas, preparan casas... se han puesto la Patria al hombro. Ellos y ellas son los jóvenes del Hogar de Cristo. La única diferencia entre ese muchacho en la calle y estos tan activos fue el abrazo, la oportunidad de ser parte de una Familia Grande que comparte la vida. Adrián tiene 23 años y vivía en las calles de Rosario. Un día, un sacerdote lo acercó al Hogar de Cristo en La Matanza. Hoy, lue-

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go de seis meses de recuperación, sirve en uno de los comedores. “Nunca laburé así, por lo que me dice el corazón. Yo alguna vez estuve recibiendo un plato de comida, estar del otro lado me llena el alma. Es como devolver todo lo que alguna vez

za, grandes, chicos, maestras, exploradoras, la juventud de la parroquia son uno con el Hogar. Ya no se sabe de dónde vienen, pero vienen. Los comedores funcionan día y noche. Las lágrimas de muchas cocineras aparecen cuando la comida no alcanza y, junto con el llanto silencioso, empieza a aparecer el cansancio. Muchos no se tomaron ni un día. Se multiplican

hicieron por mí”. Esa última frase se repitió una y otra vez en todo este tiempo. Los chicos y chicas del Hogar de Cristo son un ejército romántico, lo da todo sin decir nada, batallones de almas rotas, de cuerpos golpeados, de corazones marginados que hicieron de su Familia Grande la fortaleza. Día veinte. Ana ordena la fila del comedor y, mientras mira a los pibes del Hogar, dice: “Es como dice el Papa, hoy el heroísmo no es de los ricos y famosos. Yo no he visto en otros lados esta capacidad de brindarse y de servicio increíble”. La comunidad avan-

también las lesiones, cortes, tendinitis de pelar miles de papas, infinitas cebollas… las ollas se vacían y se vuelven a llenar. “No pude decirle que se quede en casa, ella quiere ayudar. Le avisé que si veo que peligra su salud se mete de nuevo en cuarentena”, dice Martín, papá de Julieta de quince años, que junto a la Juventud San José y los exploradores se suma a ayudar. Están los que hacen barbijos en las casas y los que salen a la intemperie. Emir tiene la misma edad que Julieta, y junto a Valentín (17) se suben a una camioneta para ir a buscar donaciones. Ellos también se su-


man a esta cruzada en donde lo más importante es luchar contra la indiferencia. Se hace mucho, se toman decisiones correctas desde el Estado, pero nada alcanza. La pelea es contra una realidad que siempre se expresó con

La pelea es contra una

rense, el presidente de la Nación le habla mano a expresó con un término mano al Hogar de Cristo que parece lejano pero a través de un video y, entre otras cosa, dice: “Acá que es tan cercano como el estamos, todos peleando dolor: pobreza endémica. en este momento difícil. Ustedes poniendo el cuerpo y el esfuerzo, comprometiéndose con los que peor están, con los que menos tienen (...) ustedes están ayudando a que la Argentina sea mejor.” Día cuarenta. El otoño va creciendo en días y se acerca el invierno. En La Matanza van creciendo los casos. No hay rezo que aguante cuando se sabe que el Están haciendo lo que hicieron contagio nos atravesará a todos. las primeras generaciones que Los pacientes en riesgo son los llegaron con la promesa de que que más se encuentran en riesgo. “de seis meses a un año se les Los chicos y chicas del Hogar de entregará una nueva casa”. Pasó Cristo que cuidan a los abuelos se ya más de medio siglo, las casas meten en una cuarentena total y las familias siguen ahí, sabien- junto con los ancianos. Los más do una cosa, es entre todos o no comprometidos de salud tames. La ecuación de la superviven- bién se asilan ahí. Las hornallas y los hornos siguen consumiencia es AMOR. Ellos y ellas, siguen adelante. do garrafas sin parar, la puerta Luego de una reunión con los sigue abierta para el que quiera sacerdotes que viven y trabajan venir. Pase lo que pase, será junen las villas de la ciudad de Bue- tos, como la Familia Grande que nos Aires y el conurbano bonae- somos. Amén. realidad que siempre se

un término que parece lejano pero que es tan cercano como el dolor: pobreza endémica. La dimensión de la misma es histórica y cultural, se remonta décadas y generaciones. Es por todo eso que Puerta de Hierro y San Petersburgo fueron parte de aquellos barrios que respondieron con creatividad y amor al “quedate en casa” con “quedate en tu barrio”. Pablo Pimentel, de la APDH de La Matanza, comenta: “En Puerta y San Pete hay pasillos que tienen 80 centímetros. Es imposible cumplir una cuarentena con 10 personas en una casa de dos ambientes. Sin luz, sin agua potable, sin aire”. De ahí que el “nadie se salva solo” de la Parroquia San José que movió a los adolescentes de sus casas no es una lógica nueva.

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: n a p l e ó c i y se multipl En este tiempo, marcado por la pandemia y el aislamiento social obligatorio, la Familia Grande del Hogar de Cristo y la Vicaría para la Pastoral de las villas empezaron a trabajar fuertemente el tema alimentario desde tres ejes: el primero tiene que ver con intentar ampliar las raciones que da cada comedor, un segundo eje con el sistema de entrega de

En estos días de tanta angustia y dificultad, muchos se han referido a la pandemia que sufrimos con metáforas bélicas. Si la lucha contra el COVID es una guerra, ustedes son un verdadero ejército invisible que pelea en las más peligrosas trincheras. Un ejército sin más arma que la solidaridad, la esperanza y el sentido de la comunidad que reverdece en estos días en los que nadie se salva solo. Ustedes son para mí, como les dije en nuestros encuentros, verdaderos poetas sociales, que desde las periferias olvidadas crean soluciones dignas para los problemas más acuciantes de los excluidos. Francisco – Carta a los Movimientos Populares - Pascua 2020

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mercadería en aquellos lugares que se entrega, sostener lo que se está haciendo y también poder ampliarlo. Y un tercer eje tiene que ver con la articulación con el Estado, más que nada con el gobierno nacional, para que las políticas que van surgiendo como el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) pueda llegar realmente a nuestros barrios. En general en todas las villas se co-

ordinaron operativos donde la gente de Anses se acercó a las parroquias o a algún lugar significativo del barrio y ahí la gente puede ir a inscribirse. Estas son las tres patas que se desprenden del eje alimentario, además que la cantidad de comedores y ollas populares se va multiplicando y aumentan la cantidad de raciones en cada lugar. Para dar un ejemplo en Ciudad Oculta de dar el almuerzo a 450/500 personas se pasó a 2200 por día. Y esa realidad se replica en todos los barrios populares. La asistencia con alimentos es fundamental en este tiempo en que la economía se ve tan afectada, sobre todo en los sectores más vulnerables. En las villas hay familias numerosas viviendo en lugares muy pequeños y mucha de la gente trabaja en el sector informal, en la construcción, en la limpieza, en la feria, con la costura y nadie tiene un resto de ahorro, se vive al día al día. El desborde en los comedores que estamos viendo tiene que ver con esto, que la gente necesita ir al comedor para poder comer y cuanto más se alarga la situación más complejo es. Entre las tareas que realiza la Iglesia, se destaca también la entrega de viandas, que se lleva a cabo en distintas parroquias y de manera creciente.


Pquia María Madre de Dios Barrio La Lata.

“El arzobispo de Rosario, convocó una comisión de emergencia para encender como Iglesia una luz en medio de la oscuridad en la q hemos sido sumergidos. Asumimos el compromiso de cuidar la vida, y la vida más

Papa Francisco, pero sabemos que con el Señor a bordo no se naufraga”. Padre Fabián Belay Basílica San José de Flores

amenazada brindando diariamente el almuerzo a nuestros hermanos que viven en las calles de Rosario. Todos los días se cocinan setecientas viandas con voluntarios de la comunidad y se reparten en siete lugares para que haya menos gente en cada lugar. A su vez en los barrios más humildes estamos trabajando en la entrega de bolsones, acompañamos también a los adultos mayores, visitándolos para asistirlos, hacerles los mandados, ofrecerles alojamiento para hacer una cuarentena preventiva, que sepan que no están solos y pueden contar con nosotros. Nadie se salva solo nos dice el

“En el parador y comedor parroquial San José de Flores cumplimos la cuarentena social dispuesta por el Gobierno Nacional, ajustándonos a los protocolos sanitarios aconsejados, y en ese sentido los voluntarios que se encargan de la atención de las familias y personas que se acercan, cumplen con las normas de higiene y distancia social. En el Parador de la Basílica los hombres alojados no están saliendo en este tiempo de aislamiento y a las personas que concurren diariamente al comedor, aproximadamente unas trescientas, se les brinda al llegar alcohol en gel antes de recibir los ali-

mentos que se sirven como viandas en tapers, bandejas, etc. Los hombres y mujeres que se acercan al comedor en estos días, se sientan manteniendo la distancia aconsejada, y también se mantiene la misma mientras esperan a la entrada. Como pasa en la mayoría de las parroquias que llevan adelante un espacio de comedor o entrega de viandas, en este momento tan difícil que estamos atravesando, cada día es mayor el número de personas con necesidad que se acercan.

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Es invalorable la ayuda solidaria de todos y todas los que de una manera u otra nos acompañan en esta tarea. Nos ponemos diariamente en manos de nuestro Padre Dios que nos da la fuerza y la esperanza para continuar con la misma. Carmen Murillo Centro Barrial Negro Manuel

El Centro Barrial está cerrado. A la carpa Solidaria en Plaza Constitución no se está yendo

porque estaríamos incumpliendo con la cuarentena por la cantidad de gente que se junta, pero la FAMILIA DEL HOGAR DE CRISTO sigue acompañando a todos y todas sin soltar la mano. Nos concentramos en el comedor de la parroquia donde tres veces por semana se dan unas 300 viandas aproximadamente y seguimos de esta manera compar-

tiendo el pan y la vida. Hacemos contención en las casas de varones y mujeres del HOGAR, se les va llevando mercadería para que ellos no salgan, también ayudamos con bolsones

de alimentos a las familias, y seguimos el contacto cotidianamente por comunicación telefónica y video llamada. En esta FAMILIA GRANDE del HOGAR DE CRISTO la cercanía y la presencia se vive ahora de manera diferente pero más fuerte que nunca. Hogar de Cristo

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Max Fehrmann Federación Hogar de Cristo

Cuidar la vida de nuestros mayores “Recemos hoy por los ancianos, especialmente por quienes están aislados o en los asilos de ancianos. Ellos tienen miedo, miedo de morir solos. Sienten esta pandemia como algo agresivo para ellos. Ellos son nuestras raíces, nuestra historia. Ellos nos han dado la fe, la tradición, el sentido de pertenencia a una patria. Recemos por ellos para que el Señor esté cerca de ellos en este momento”. Misa celebrada en Santa Marta - miércoles 15 de abril 2020.

Así como desde los barrios acompañamos en este momento el tema urgente de la alimentación de nuestras comunidades, también, y de modo especial, acompañamos a nuestros abuelos y abuelas, porque sabemos que los adultos mayores son las personas más vulnerables frente al coronavirus. En esta realidad que nos interpela armamos dos respuestas, una respuesta que intenta llegar a la totalidad de los adultos mayores de cada barrio y consiste en conformar una red de cuidados, que

se conforma principalmente con voluntarios de las parroquias pero también dependiendo el barrio se trabaja con voluntarios de otras organizaciones, ya sea comedores, organizaciones sociales, etc. En este caso lo que se hizo en todos los barrios fue un relevamiento para detectar donde viven

los adultos mayores, las abuelos y abuelas en cada una de las villas. Y a partir de ese primer contacto lo que se intenta es garantizarle a los abuelos la salud y los alimentos para que salgan lo menos posible de su casa. Se están empezando a repartir bolsones de alimentos, dependiendo el barrio hay distintos criterios, pero la idea es llegar con un bolsón de alimentos secos, e idealmente, sumar todo lo que sea fresco, carnes, frutas y verduras. Esto es más que nada a los que viven so-

los o con otras personas de su misma edad, o que tienen menores a cargo. En estos casos pensamos que es inviable que se muden de sus casas, por distintos motivos, la gente grande tiene un arraigo especial a su casa, y también está el temor de que la casa sea tomada. Con respecto a la salud articulamos con todos los CESAC de la zona y en los casos que hay CEMAR (centros de atención médica intermedia) también, para conseguir la medicación que toman de modo regular y poder llevárselas a la casa para que no tengan que salir. Y también en lo que es vacunación antigripal y neumococo según el barrio se hizo por postas o casa por casa, pero siempre intentando que no salgan y si salen que no se junte mucha gente.

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De algún modo tratamos de que cada voluntario vinculado a la parroquia pueda tener a cargo diez, quince abuelos con los que tengan un contacto cotidiano para saber si tienen algún síntoma, como están y ante el menor síntoma ya poder activar el sistema sanitario formal. Y para los casos en que es muy difícil que se aíslen en sus casas porque viven con muchas personas de su familia, y las viviendas son pequeñas; y, en la medida que se empiece a flexibilizar el aislamiento social obligatorio el riesgo de esas personas va a ser cada vez mayor porque las personas con las que viven van a empezar a salir para ir a trabajar entrando y saliendo de la casa y eso los va a exponer a un riesgo mayor de contagio, lo que se armaron fueron hogares chiquitos. Se acondicionaron principalmente las capillas que tiene cada parroquia en las villas, para transformarlas en pequeños hogarcitos que puedan recibir entre 5 y 15 abuelos cuidados por la misma gente del barrio. Las personas que cuidan a los abuelos son personas que viven en el mismo barrio y se pensó que esas personas vivan con los ellos por un plazo de dos semanas y recién allí haya un recambio para que los adultos mayores estén lo más aislados posibles. Eso es lo que se lanzó en conjunto, impulsado por la Vicaria de las villas y el Hogar de Cristo y que obviamente demanda una articulación con el Gobierno de la ciudad, con el que hay buen diálogo, principalmente con dos

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Ministerios: el de Salud y el de Desarrollo Humano y Hábitat. Porque de ahí provienen en buena medida tanto los medicamentos como el equipamiento de algunos lugares y recursos que necesitamos para poder llevar esto adelante. Las personas que cuidan a

los abuelos son personas que

viven en el mismo barrio y se pensó que esas personas vivan con los ellos por un plazo

de dos semanas y recién allí haya un recambio para que

los adultos mayores estén lo

poco nuestro rol es concientizar que quizás una política que se plantee puede ser muy buena para la gran mayoría de la sociedad pero para nuestro barrio no aplica o para las personas que tienen consumo problemático tampoco. Y después una dimensión pastoral muy concreta que tiene que ver con las respuestas que intentamos dar. Y en líneas generales, en todos los barrios hay muchos exploradores y jóvenes vinculados a esta tarea y es muy lindo ver eso. La respuesta es comunitaria y es el barrio el que se compromete con todos.

más aislados posibles.

Nosotros como Iglesia vemos dos dimensiones, una dimensión más profética que tiene que ver, con que frente a este escenario las respuestas que en general están pensando los distintos niveles de gobierno suelen ser mas “generales” valga la redundancia, para la población en general, y suelen quedar por fuera, los más rotos, que no están contemplados dentro de esas políticas generales. Desde ahí un

Parroquia San José Puerta de Hierro

“Lo que hago es de corazón, no dude un segundo en salir a vacunar a los abuelos del barrio. Estuvimos en San Petersburgo, Puerta de Hierro, 17 de marzo, 17 bis. Estamos dando la vacuna antigripal a los mayores de 65. Recorriendo el barrio puerta por puerta, casa por casa. Yo tengo mi familia biológica pero esta es mi familia del corazón,


así que ahí donde me llaman ahí estoy. El año pasado cuando estuve enferma mis alumnos me mandaban mensajes para que me pusiera bien. Eso es hermoso. Uno no sabe las vueltas de la vida”. Sandra Olguín

Desde la Parroquia Madre del Pueblo queremos acompañar a los adultos mayores que viven en nuestro barrio (Barrio Rodol-

casas, hacer un relevamiento de los adultos mayores que viven en el barrio, entregarles la medicación que toman y que no pueden conseguir, campañas de vacunación contra la gripe y neumonía, asistencia alimentaria y especialmente la espiritual. Que ellos se sientan escuchados, sostenidos y acompañados siempre, en este tiempo en particular, nos preocupa y ocupa. Queremos cuidar la vida, la historia y el don que son ellos para nuestro barrio, para nuestra parroquia, para la Iglesia. Queremos cuidarlos y protegerlos como siempre lo hicieron

fo Ricciardelli- ex Villa 1-11-14). Desde el Centro de Jubilados “Papa Francisco” y el equipo de Misioneros de la Salud, conformado por profesionales y voluntarios queremos acercarnos a ellos para acompañarlos y saber de sus necesidades. Considerando que son el grupo de mayor riesgo en esta pandemia, queremos tener especial atención con ellos. Nuestra labor cotidiana consiste en ir a visitarlos a sus

ellos con nosotros. Que lo que hagamos hoy, y especialmente en este tiempo, pueda retribuirles, aunque sea un poquito, de sus vidas entregadas en nuestra parroquia y en nuestro barrio. Misioneros de la Salud

Parroquia San Francisco de Asís Villa Soldati

“Estamos trabajado haciendo un relevamiento en el barrio, que al ser monoblocks es más difícil llegar; y a los abuelos y abuelas que estamos encontrando solos les estamos haciendo el almuerzo todos los días para que no salgan. En cuanto al espacio de aislamiento lo tenemos preparado, estamos esperando por alguna urgencia si fuera necesaria. El nuestro es un barrio con mucha gente mayor, a la que estamos acompañando en la medida que van apareciendo y los vamos conociendo. De momento solo les llevamos la comida al mediodía, mercadería y los medicamentos a los que lo necesitan”. Padre Damián

Parroquia Madre del Pueblo.

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Leonardo Boff Teólogo y filósofo

a t r e i p s e d s u r i v a n o El cor o n a m u h o l s o r t en noso

La pandemia del coronavirus nos obliga a todos a pensar: ¿qué es lo que cuenta verdaderamente, la vida o los bienes materiales? ¿El individualismo de cada uno para sí, de espaldas a los demás, o la solidaridad de los unos con los otros? ¿Podemos seguir explotando, sin ninguna otra consideración, los bienes y servicios naturales para vivir cada vez mejor o podemos cuidar la naturaleza, la vitalidad de la Madre Tierra y el vivir bien, que es la armonía entre todos y con los seres de la naturaleza? ¿Ha servido para algo que los países amantes de la guerra acumulasen cada vez más armas de destrucción masiva, y ahora tienen que ponerse de rodillas ante un virus invisible evidenciando lo ineficaz que es todo ese aparato de muerte? ¿Podemos continuar con nuestro estilo de vida consumista, acumulando riqueza ilimitada en pocas manos a costa de millones de pobres y miserables? ¿Todavía tiene sentido que cada país afirme su soberanía, oponiéndose a la de los otros, cuando debería-

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mos tener una gobernanza global para resolver un problema global? ¿Por qué no hemos descubierto todavía la única Casa Común, la Madre Tierra, y nuestro deber de cuidarla para que todos podamos caber en ella, naturaleza incluida? Son preguntas que no pueden ser evitadas. Nadie tiene la

respuesta. Una cosa sin embargo, atribuida a Einstein, es cierta: “la visión de mundo que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis”. Tenemos forzosamente que cambiar. Lo peor sería que todo volviese a ser como antes, con la misma lógica consumista y especulativa, tal vez con más furia aún. Ahí sí, por no haber aprendido nada, la Tierra podría enviarnos otro virus que tal vez pudiera poner fin al desastrado proyecto humano. Pero podemos mirar la guerra que el coronavirus está produciendo en todo el planeta, bajo otro ángulo, este positivo. El virus nos hace descubrir cuál es nuestra más profunda y auténtica naturaleza humana. Ella es ambigua, buena y mala. Aquí veremos la dimensión buena. En primer lugar, somos seres de relación. Somos, como he repetido innumerables veces, un nudo de relaciones totales en todas las direcciones. Por lo tanto, nadie es una isla. Tendemos puentes hacia todos los lados.


En segundo lugar, como consecuencia, todos dependemos unos de otros. La comprensión africana “Ubuntu” lo expresa bien: “yo soy yo a través de ti”. Por tanto, todo individualismo, alma de la cultura del capital, es falso y antihumano. El coronavirus lo comprueba. La salud de uno depende de la salud del otro. Esta mutua dependencia asumida conscientemente, se llama solidaridad. En otro tiempo la solidaridad hizo que dejásemos el mundo de los antropoides y nos permitió ser humanos, conviviendo y ayudándonos. En estas semanas hemos visto gestos conmovedores de verdadera solidaridad, no dando solo lo que les sobra sino compartiendo lo que tienen. En tercer lugar, somos seres esencialmente de cuidado. Sin el cuidado, desde nuestra concepción y a lo largo de la vida, nadie podría subsistir. Tenemos que cuidar de todo: de nosotros mismos, de lo contrario podemos enfermar y morir; de los otros, que pueden salvarme o salvarles yo a ellos; de la naturaleza, si no, se vuelve contra nosotros con virus dañinos, con sequías desastrosas, con inundaciones devastadoras, con eventos climáticos extremos; cuidado con la Madre Tierra para que continúe dándonos todo lo que necesitamos para vivir y para que todavía nos quiera sobre su suelo, siendo que, durante siglos, la hemos agredido sin piedad. Especialmente ahora bajo el ataque del coronavirus, todos debemos cuidarnos, cuidar a los más vulnerables, recluirnos en casa, mantener la distancia social y

cuidar la infraestructura sanitaria sin la cual presenciaremos una catástrofe humanitaria de proporciones bíblicas. En cuarto lugar, descubrimos que todos debemos ser corresponsables, es decir, ser conscientes de las consecuencias benéficas

sueños, se hacen las preguntas últimas sobre el significado de nuestra vida y donde sentimos que debe existir una Energía amorosa y poderosa que impregna todo, sostiene el cielo estrellado y nuestra propia vida, sobre la cual no tenemos todo

o maléficas de nuestros actos. La vida y la muerte están en nuestras manos, vidas humanas, vida social, económica y cultural. No basta la responsabilidad del Estado o de algunos, debe ser de todos, porque todos estamos afectados y todos podemos afectar. Todos debemos aceptar el confinamiento. Finalmente, somos seres con espiritualidad. Descubrimos la fuerza del mundo espiritual que constituye nuestro Profundo, donde se elaboran los grandes

el control. Podemos abrirnos a Ella, acogerla, como en una apuesta, confiar en que Ella nos sostiene en la palma de su mano y que, a pesar de todas las contradicciones, garantiza un buen final para todo el universo, para nuestra historia sapiente y demente y para cada uno de nosotros. Cultivando este mundo espiritual nos sentimos más fuertes, más cuidadores, más amorosos, en fin, más humanos. Sobre estos valores nos es concedido soñar y construir otro tipo de mundo, biocentrado, en el cual la economía, con otra racionalidad, sustenta una sociedad globalmente integrada, fortalecida más por alianzas afectivas que por pactos jurídicos. Será la sociedad del cuidado, de la gentileza y de la alegría de vivir.

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Olga Gienini Doctoranda en Teología Bíblica especialista en Bioética.

2020 a t n a S a n a Sem

a d i V a l e d s o i D l E

El Dios de Israel respon-

Hace unos días celebramos el tiempo pascual, un tiempo de contrastes cuando los cristianos vivimos emociones encontradas. La muerte y la vida, el dolor y la alegría, el abandono y el reencuentro, la soledad y el amor, la desesperanza y el consuelo son algunos de los contrastes que ilustran este tiempo de espiritualidad. Y, en las circunstancias actuales, todo esto está a flor de piel. Como seres humanos, esta pandemia nos afecta a todos, nos hace sentir más vulnerables, falibles y en manos de Dios. Y eso está muy bien. ¿Pero conviene preguntarnos si ponemos nuestra esperanza en un Dios amoroso? ¿Realmente creemos en un

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Dios que nos ama con ternura? Lo digo porque he escuchado a algunos decir que esta peste es un castigo divino y, para justificar esta afirmación citar varios textos bíblicos ¡Como si la Biblia fuera un libro que contiene oráculos que deben ser interpretados al pie de la letra por el lector creyente y esperar que se cumplan en el momento oportuno! Parece como si algunos creyeran en un Dios creador que maneja la muerte y la vida caprichosamente. O, peor aún, imaginan a Dios en clave de castigo por sus pecados. Por eso, la pregunta sobre en qué Dios creemos no es una pregunta menor y tiene mucha importancia en estos momentos. Hace varios años leí un libro de Francois Varone1 con un título muy sugestivo donde se preguntaba si Dios

de como un Dios amoroso

decidido a salvar a sus fieles en los momentos de peligro y

no como un juez o un rey im-

placable dispuesto a castigar ferozmente a los que traicionan sus mandamientos.

es sádico, si realmente ama Dios el sufrimiento. Tomadas en serio, estas dos preguntas nos obligan a pensar en qué Dios creemos si lo describimos como a alguien que pone el sufrimiento como moneda de cambio por el perdón y la vida. Y, llevado al extremo, cuando decimos que el Padre hizo sufrir y morir a su Hijo para poder así perdonarnos y salvarnos de la muerte. Ese sí que me parece un Dios injusto y sádico ¿No será hora de repensar las razones del Calvario? ¿No será hora de poner nuestras esperanzas en un Dios que ama la vida y así poder vivir con esperanza el presente acompañados por la ternura divina? No pretendo ni puedo contestar todas estas preguntas pero sí


creo que es necesario formularlas y balbucear alguna respuesta, aunque no podamos abarcar todo el misterio. Según la Biblia, cada vez que Israel estaba en aprietos suplicaba a Dios con plegarias y lamentos para que cambiara su situación. Pero algunas plegarias no eran sólo una serie de palabras dirigidas a Yahveh para que los escuchara y quizás (si él quería) trocara sus penas en alegrías. Estaban cargadas de urgencia reclamándole a Dios que no olvidase las promesas de su Alianza. Es que la historia de este pueblo nos

cuenta que en los momentos en los que Israel estaba expuesto a un peligro extremo, Dios salía a su encuentro ofreciéndole una alianza y de ese modo poder salvarlos. Una de estas alianzas la selló con Moisés cuando rescató a Israel de su esclavitud en Egipto. Así lo cuenta el libro del Éxodo: “Los israelitas gemían a causa de la servidumbre, y clamaron. Su clamor subió a Dios, a causa de su servidumbre. Dios oyó su gemido y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob” (Ex 2,23-24). También en los salmos podemos encontrar el mismo motivo: “Mas apenas los veía en la miseria y escuchaba sus clamores. Sin embargo, él miró su aflicción y escuchó sus lamen-

tos. Se acordaba de su alianza con ellos y se compadecía según su gran amor. Se acordó de su alianza en favor de ellos y se arrepintió por su gran misericordia” (Sal 106, 43-45). Pero ¿qué significan estas alianzas? Una alianza es un pacto entre dos o más personas por la que las partes se comprometen entre

sí con promesas mutuas. En efecto, en una alianza el compromiso es de ambas partes, sino no es tal. Si no existe un compromiso mutuo entonces hay una imposición, una fórmula de sometimiento de una parte sobre otra. Sin embargo, lo que encontramos en los textos bíblicos, no sólo una vez sino varias, son alianzas entre Dios y su pueblo. Parece escandaloso que Dios se haga tan cercano al ser humano y que le proponga un pacto recíproco. Sin embargo así lo reflejan una y otra vez los textos bíblicos. A Noé le promete no volver a destruir su creación, a Moisés, a los patriarcas una bella tierra en herencia y una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo y a David

conservar siempre su linaje. De este modo, el Dios de Israel responde como un Dios amoroso decidido a salvar a sus fieles en los momentos de peligro y no como un juez o un rey implacable dispuesto a castigar ferozmente a los que traicionan sus mandamientos. Yahveh, el Dios en que Israel cree y confía, es un Dios siempre dispuesto a salvarlo pese a todas sus rebeldías, engaños, estafas, traiciones, odios, olvidos, agresiones… Un Dios que ante todo no los abandona ni olvida su promesa. Uno de los textos más hermosos que reflejan este compromiso se conserva en un pasaje que se conoce como el Cántico de Moisés (Dt 32). Allí se promete que Dios salvará a sus siervos aun cuando parezca que sus fuerzas los abandonan: “Pues va hacer Yahveh justicia al pueblo suyo, va a apiadarse de sus siervos. Porque verá que su fuerza se agota, que no queda ya libre ni esclavo” Y luego les promete en juramento: “Ved ahora que yo, sólo yo soy, y que no hay otro Dios junto a mí. Yo

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doy la muerte y doy la vida, hiero yo, y sano yo mismo y no hay quien libre de mi mano. Sí, yo alzo al cielo mi mano, y digo —Tan cierto como que vivo eternamente—” (Dt 32,36.39). Veamos bien la secuencia que elije el redactor para describir la acción divina. Es muy significativa, se pasa de la muerte a la vida, de la herida a la sanación, de la enfermedad a la salud. ¡No al revés! Es que no podía ser de otro modo la promesa del Dios de la Vida: prometer la vida, no la muerte, la salud, no la enfermedad. Estas promesas de alianza recorren toda la Biblia y están muy presentes en la liturgia pascual tanto judía como cristiana. Durante el tiempo pascual, en las sinagogas y en los templos cristianos se recitan textos que aluden a la Alianza con Moisés para así poder revivir la experiencia de liberación que relatan esos textos. Pero ellos no sólo sirven para recordar, sirven también para actualizar y renovar las promesas mutuas de esa eterna alianza divina que ellos transmiten. En las celebraciones cristianas estas promesas adquieren un sentido más profundo a la luz de la Cena del Señor. Es que el mis-

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mo Jesús, antes de morir, eligió ese modo para permanecer entre nosotros. Recordémoslo según las palabras de Pablo: “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo —Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío—. Asimismo también la copa después de cenar diciendo —Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío—. Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga” (1 Co 11,23-26).

¿Por qué Jesús relaciona su sangre con la Alianza? En la antigüedad, una de las formas de sellar un pacto era mediante la sangre. Verter sangre formaba parte del ritual por el cual las partes asumían el compromiso mutuo de cumplirlo hasta las últimas consecuencias. Jesús retoma este ritual y lo asocia con el vino de la copa que bendice durante la Última Cena. Y, al hacerlo, promete que permanecerá entre nosotros cada vez que lo recordemos de ese modo. Así la sangre del resucitado es el eterno testimonio de la vigencia de la Nueva Alianza. En la misa, el vino es mezclado con unas gotas de agua que representan a toda la humanidad. Durante la consagración ambos se transforman en la sangre de Jesús uniéndonos a esa alianza. En este memorial que es la Eucaristía, Jesús se hace presente entre nosotros renovando la eterna promesa divina de trocar la muerte en vida, la herida en sanación, la enfermedad en salud. Y esta promesa sigue vigente aun después de su muerte. La resurrección de Jesús es la confirmación de que el Padre es el Dios de la Vida y que la muerte no tiene la última palabra. ¿Creemos realmente que estas promesas del Padre de otorgarnos perdón y salud siguen vigentes a lo largo de la historia? 1 - Varone F., El Dios “sádico” ¿Ama Dios el sufrimiento?, Santander, Sal Terrae, 1988.


La solidaridad y la esperanza en medio de la tormenta Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros

“Se sabía que iba a venir algo complicado con la cuarentena. Entendimos que había que unificarnos dentro de la comunidad y armamos la Mesa de Niñez. Después del miedo del primer momento vimos que podíamos hacer desde Casita Nazareth con las familias. Armamos una página cerrada de Facebook, usamos el grupo de wasap, mandamos actividades. Fotocopias con dibujos y cosas

niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras. Francisco – Homilía en la celebración y bendición “Urbi et Orbi”. 27 marzo 202

de recreación para los niños y niñas que vienen a nuestros espacios y que fuimos repartiendo. Al principio se iba sosteniendo pero después ya no fue suficiente. Empezó a preocupar la parte económica y de la comida. Actualmente estamos saliendo a territorio a trabajar con las familias, y haciendo la merienda. Como Casita Nazareth, junto con todos los espacios parroquiales, hoy lo crucial es el recibimiento a las familias, poder llevar alegría, mostrar que la esperanza no se pierde. Transmitir un poco de serenidad, que esto va a pasar, y readaptarnos como equipo también. No podemos llegar a los niños pero el tener vínculo

con la familia nos da el panorama de cómo viven los niños todo esto, y todas las emociones que se van juntando. Es por eso que los espacios de niñez estamos saliendo a esto, al cuerpo a cuerpo en el territorio, con precauciones obviamente, pero entendemos que recibiendo a las familias estamos recibiendo a los niños y niñas del barrio, y que por más que no haya un abrazo físico que se sientan abrazados y recibidos. Y eso se palpa en todos los espacios de la parroquia; porque en la cuarentena hay muchos espacios de vida que están sosteniendo esto desde el amor y de la fraternidad”. Romina - Casita Nazareth Parroquia San Roque González y compañeros mártires. Villa Palito - San Justo.

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“Uno no sabe por donde empezar porque es tanto. Soy empleada doméstica hace 32 años y, tristemente, desde hace un mes y medio no trabajo. Tengo 18 casas y en este momento no puedo ir a ninguna. Un solo trabajo de los 18 me depositó, que estoy en blanco, con lo cual pude pagar los servicios que debía. La vamos remando, mi marido es pintor con lo cual también está sin trabajo. Confiados en Dios y en la Virgen vamos subsistiendo, falta poco pienso... En estos días me acerqué a uno de los comedores del barrio para pedir una mano y me contestaron que no había cupo para el comedor. Ter-

“El lunes 16 de marzo pasado, hace más de un mes y medio atrás, íbamos a celebrar el inicio del ciclo lectivo pero la pandemia de Coronavirus cambió todos los planes. Ese lunes ya no hubo clases presenciales en la Escuela, sin embargo la misma no abandonó

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minaron dándome apenas un poco de mercadería, pero una vecina se ofreció a ayudarme “vos debes estar en la misma situación que yo” le dije y me contestó “donde comen dos comen tres” y me conmovió, porque quienes menos tie-

nen son los que te dan… sin palabras. Lo bueno de todo esto es que en 32 años de laburar y laburar siempre decía, no tengo tiempo para limpiar mi casa, para llamar a una persona, para sentarme a tomar unos mates con mi vieja, para leer ese libro, o ver esa película. Y ahora tengo el tiempo para hacer las cosas que siempre postergaba. Eso me enseñó Dios. Y una de las cosas más lindas es que estoy disfrutando más de mi mamá que vive con nosotros y de mi marido, hemos descubierto que podemos convivir después de 22 años de casados las 24 horas del día juntos y nos amamos cada vez más”. Patricia – vecina del Barrio Fátima en Villa Soldati

su misión: Educar con inclusión y a pesar de las dificultades seguir sosteniendo la calidad académica, fiel al estilo de la Universidad de Buenos Aires. La adversidad no nos paralizó, por el contrario nos moviliza. Hemos asumido un paradigma desafiante: Transformar la amenaza en oportunidad. Si nadie puede ir a la Escuela, la Escuela va a ir a cada casa a encontrarse con sus estudiantes. Para acompañarlos, contenerlos y, si es posible, ayudarlos. La población escolar que dispone de servicios de Internet está accediendo a la plataforma educativa digital, y se está encontrando con una réplica de la Escuela presencial. Con aulas,

con materiales, con horarios, con espacios de tutorías. Para quienes disponen sólo del servicio de telefonía celular, vamos a garantizar la comunicación vía Whatsapp. Los estudiantes recibirán en sus teléfonos los materiales de estudio, y por ese mismo canal, podrán hacer sus entregas y chatear con profesores de las distintas materias para hacer sus consultas. Estamos poniendo todo nuestro empeño en la búsqueda de soluciones para problemas con los que no nos habíamos topado nunca antes. Todo con actitud solidaria y fraterna”. Miguel Mazullo – Rector - Escuela Técnica de la Universidad de Buenos Aires - Lugano


“En el Foro CABA de la Red Infancia Robada somos 3 madres sobrevivientes, una de las cuales es abogada y sumamos a una psicóloga. El foro se formó con la idea de que el dolor vivido se transforme en DON para otros y otras. Acompañamos situaciones de abuso sexual infantil/violencia de género/Bullying/Ciberbullying/ maltrato hacia adolescentes, niñas y niños. Nos mantenemos informadas para hacer red con el Estado, a quien no dejamos de convocar, y con nuestros pares, por el camino recorrido, además de ir buscando juntas lugares de atención a diferentes problemáticas que fueron presentándose.

Esta pandemia nos tiene en casa pero seguimos articulando con Asistencia a la Víctima en todos los espacios/Fiscalías y atención en salud. En este aislamiento articulamos para acompañar en los barrios y lugares donde más se necesita de nuestras manos y de las manos de y todas y todos. Juntas seguimos escuchando y buscando derivaciones, articulamos con las organizaciones y con la vida personal. Esperanzadas en un futuro mejor”. Foro CABA de la Red Infancia Robada

“Los barrios se llenan de colas. Cómo pueden. Cómo saben. Mantienen la distancia prudencial. Cuidan sus lugares marcando los espacios de las filas con bolsas atadas en la reja. Esperan pacientes. Esperan como siempre. Lamentablemente están acostumbrados a la espera mansa. La espera de los más vulnerables. La espera de los siempre relegados. La espera de los que llevan lo que necesitan. ‘Está leche no la necesito, dejala para otra familia que tenga más chicos’. El aire se corta. Entran con su tupper en

donde parece que no hay nada para dar. La paradoja del compartir. La paradoja de la entrega y el agradecimiento. La paradoja de los que poco tienen y reparten. En este tiempo, el ‘tiempo’ parece detenido, pero siempre hay tiempo. Siempre hay sonrisas. Siempre hay miradas. Siempre hay un ‘Hasta mañana’ Y siempre hay un ‘mándale besos a...y decile que los extraño y que no salgan y se laven las manos’. ¡Y siempre hay vida... y en abundancia!” Erica Signore, directora Escuela primaria Virgen del Carmen – Ciudad Oculta, Lugano

la mano. Entran y regalan una sonrisa. ‘Ya recibí la tarea por Whatsapp’; ‘Víctor ya hizo lo de plástica’; ‘Seño, toma, Mati te manda esto’… una cajita pequeña… y adentro un reloj. La paradoja del tiempo detenido. La paradoja del regalo cuando parece que todo se acaba. La paradoja del dar en tiempos

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En nuestro barrio, parte de clase media obrera y una mayoría de familias pobres, somos conscientes de que en esta cuarentena está en juego la vida y lo vivimos con dos actitudes muy profundas: la responsabilidad para cumplir el aislamiento por el bien de todos y todas; y la urgente solidaridad ante la falta de trabajo que muchos sufren. Los vecinos se organizan para que a nadie le falte el pan de cada día. Funcionan once comedores, la Municipalidad está presente buscando dar respuesta en salud y alimentación; y la parroquia con la Red Comunitaria del barrio está canalizando las donaciones que vienen de los que tienen más y comparten con los que menos tienen. Es la forma de vivir el Evangelio de Jesús que nos invita a verlo a Él presente en el hermano o hermana pobre y sentirlo vivo donde la comunidad se organiza y trabaja solidariamente. Esta pandemia es un llamado de atención al mundo

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“Como capellán de hospital este tiempo lo vivo verdaderamente como dice el Salmo, con mucho temor y temblor, con mucho respeto. No con un temor que paraliza sino con un temor que te lleva a cuidarte y a protegerte y me parece que en el hospital es lo mismo. Este temor que todos tenemos de alguna manera, nos enseña, fundamentalmente, a aprender a escuchar, aprender a estar, aprender a mirar de una manera diferente. Aprender a impartir los sacramentos de otra manera. El gesto de la unción, de la bendición, hecho con guantes y barbijo, algo raro para todos, pero no deja de ser un gesto significativo que sigue transmitiendo profundamente a Dios. Este tiempo es de aprendizaje, en esto somos todos aprendices, porque esto nunca nadie lo vivió. Por un lado los médicos y la ciencia nos van diciendo como cuidarnos y protegernos; y por el otro lado tenemos la fe, la certeza de Dios que nos ayuda y nos dice como acompañar, como aprender a transmitir a este Dios de una manera diferente. No hay abrazos, no hay besos no hay caricias. Solo nos queda la voz y la mirada. Por eso ser capellán de hospital en este tiempo es aprender: a escuchar y a mirar, aprender a hablar de una manera diferente. Estamos frente a un virus desconocido que nos quitó todo y que nos dejó como desprotegidos. Lo único que no nos puede quitar es la certeza de un Dios que está presente y que actúa en este momento en la historia”. Padre Marcelo Giannerini, Capellán en el Hospital “Dr. Enrique Tornu”.

entero. Muchos se dieron cuenta de que el dinero no sirve para comparar vida, las armas no pueden detener las fuerzas de la naturaleza y los poderosos nada pueden frente a lo frágil de la vida. La humanidad puede salir con otra conciencia de esta crisis que ha provocado mucho dolor pero nos ha hecho pensar. Las iglesias están cerradas pero el Pueblo de Dios está rezando más que nunca desde sus casas. Doy fe de esta experiencia en el barrio de estar aislados pero no separados. Sentimos una unión profunda en la solidaridad y cuando rezamos Jesús se está manifestando vivo en cada hogar. Es una alegría en medio del dolor de esta pandemia. Padre Nepi (Néstor Cruz García) - Párroco en el barrio Los Troncos de Talar, Partido de Tigre.


Alejandro Fernández de la Vicaría de Jóvenes

Un

Ahora

Es inédito. No tenemos referencias o puntos de comparación. No, al menos, de forma completa: la humanidad ha vivido momentos de gran conmoción durante el siglo pasado (1era y 2da Guerras Mundiales, los campos de concentración, revoluciones varias, crack del ´29, las bombas atómicas, la llegada del hombre a la luna, la caída del muro de Berlín, etc), todos eventos que han cambiado las “reglas del juego” en su momento. Pero ninguno había alcanzado al planeta completo. Tal vez, sólo tal vez, el riesgo de una enfrentamiento nuclear durante la Guerra Fría sí puso en inminente riesgo a la familia humana entera a mediados de la década del ´60, cuando en la “crisis de los misiles de Octubre” EEUU y la ex URSS estuvieron a un botón de extinguir la vida en el planeta. Pero no fue percibido así por todos: parecía algo lejano desde estas latitudes, propio de “potencias” que “juegan juegos perversos” entre sí, como dice León Gieco. En cambio, la experiencia que todos los hombres y mujeres del mundo estamos viviendo en este momento tiene un alcance nunca visto, de proporciones globalizadas (algunos podrían opinar que parecen sacados de alguna película de apocalipsis de esas que se pueden comprar en el mismo puesto donde compras una tortilla de harina

inédito

mientras esperas el 180 en La Matanza) Sin embargo, este Ahora es diferente. Este Ahora, es Inédito. Lo inédito nos abre

Es inédito, en primer lugar, porque es una experiencia común a nivel planetario. Es por tanto una experiencia espiritual también, porque… acaso, ¿no es la espiritualidad aquel hilo invisible de sentido que lo une todo en cada una de nuestras vidas… y entre nosotros? De entrada, es una experiencia espiritual porque nos recuerda que estamos más vinculados de lo que jamás podíamos imaginar.

Y lo que trae de Inédito, lo trae de abierto. Ese estar abierto e indefinido da miedo. Genera angustia. Muchos ponen el grito en el cielo por “volver a la normalidad”. Pero por qué no lo pensamos un segundo… quizás éste “Ahora Inédito” es una oportunidad: La economía no tiene excusas: sus leyes caen… ni los mercados pueden evitar decir hoy “te necesitamos Estado”, pero también “te necesitamos Comunidad Organizada” (del barrio, de la capilla, de la escuela, del club, de la familia, de la unidad básica,etc) Todos “descubrimos” de repente que cuando las papas queman no es un sálvese quien pueda. Nos salvamos todos, o no se salva nadie. No quedan “paraísos” a donde escaparse. Pero también descubrimos de a poco que “nos necesitamos” o…. “¿cómo hacemos con los comedores?, o... “abuelos de la cuadra, ¿necesitan ayuda con las compras?” o... “si te falta plata, te presto, te transfiero, etc” La solidaridad, la responsabilidad… palabras que ahora todos empezamos a escuchar más fuerte (y precisamos practicar o recibir). La otra, el otro, primero. El que más necesita.

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Me recuerda a un artesano campensino de medio oriente que hace 2000 años dijo: “¿Quién se hizo prójimo (próximo, cercano) del que estaba caído al costado del camino?” La música… practicada en los balcones, terrazas, portones, regalada en transmisiones en vivo. Recuerdo de que Encontrarnos (con mayúscula) es algo que atraviesa los muros. Los medios, los diarios, en el comienzo de la pandemia nos mostraron una misma tapa, un llamado a la responsabilidad. Nos muestran también a políticos opositores dando una misma conferencia de prensa juntos. Poniéndose de acuerdo. Estableciendo prioridades. Por un rato, casi nadie siente que se las sabe todas… pasamos a darnos cuenta que todos necesitamos aprender de otros De repente descubrimos que la salud es una cuestión pública. Que no estamos tan aislados como creemos. Que lo que le pasa al/la vecino/a me afecta a mí. Que mi responsabilidad (y mis decisiones) afectan su vida. Que estamos “entramados”. Que la prevención no pasa por cuidarme del otro, sino por cuidar al otro. Que cada uno cuide a la Comunidad. La Fe, vivida fuera de los templos, compartida en casa, pescada al vuelo en las redes. Va de la mano de la Esperanza… tratando de encontrar sentido. Después de esta Pascua en casa (o en el barrio) re-descubrimos que si no crees sin ver (como Tomás)... tenés que animarte a tocar las heridas de los crucificados del mundo. Esa tríada (Fe, Esperanza…) se completa con el Amor. El elemento más importante de los 3, según San Pablo.

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Concretiza la Esperanza. Obtiene su fuerza de la Fe. El Amor, que lleva generosamente a tantas mujeres en los barrios a cocinar, a tantos jóvenes voluntarios a ponerse a armar bolsones de suministros o cuidar a los enfermos, a tantos médicos a estar en un hospital atendiendo poniendo el propio cuerpo en juego, y a los gobernantes a tratar de tomar decisiones pensando y sintiendo con todos. El Amor es Gratuidad. Y por eso se expresa en la solidaridad. ¿Volver a la “normalidad”?

No soy de los que piensan que simplemente esto debe pasar. Es una Ahora Inédito, un nuevo comienzo: una oportunidad de vivir otro mundo. Y si es el fin del mundo…¿qué? La verdad que el mundo que teníamos -atravesado por la desigualdad y la injusticia, adorador del dios felicidad-consumo, cultivador de la individualidad en tanto imagen manipulable, explotador de mujeres y hombres, jóvenes, niños y niñas, - no era muy alentador. Que no sea un volver atrás... ni un “recuperar la normalidad” Que esa normalidad no vuel-

va. Construyamos una nueva lógica -tal vez nunca de nuevo normal-. Un nuevo mundo. Que desborde totalmente la dinámica de competencia entre naciones, entre comunidades y personas (sobreviviendo) cada uno en la suya, a merced de los intereses de pocos. Es decir entrar en el ritmo, en un PULSO de Pueblo. Como dice Francisco, un Plan para Resucitar.

Nadie (¡Nadie!) puede quedarse afuera. Ni uno sólo. Ni una sola. Una super fiesta. La alegría en el trabajo cotidiano. Hacer las cosas porque tienen sentido, no porque nos den guita. Vivir y trabajar porque vale la pena, porque nos plenifica, porque nos humaniza. Sin la búsqueda de un rédito económico (a menos que entendamos la economía como la “oikonomos”... la norma de la Casa -casa común- que compartimos entre todos!) Los Jóvenes, el Ahora de Dios en este tiempo inédito

Una última invitación. Francisco dice en el artículo 178 de la Christus Vivit:


Staff . director . Adrián Pablo Bennardis . secretaria de redacción . Florencia Laje . colaboradores . Virginia Oliveira . agradecemos la colaboración de . Gustavo Carrara Leonardo Boff Eduardo García Marcelo Giannerini Fabián Belay Damián Reynoso Max Fehrmann Gustavo García Carmen Murillo Sandra Olguín Miguel Mazullo Alejandro Fernández Olga Gienini Erica Signore Romina - Belén Patricia - Micaela . propietario . Arzobispado de Bs. As. Av. Escalada 2858 - Capital cadenya@pastoralfamiliar.org.ar www.pastoralfamiliar.org.ar En caso de reproducción total o parcial de las notas que aparecen en esta revista, citar la fuente. Registro de la propiedad Intelectual N° 5164821 Queda hecho el depósito que dicta la ley N°11.723. . diseño gráfico . Florencia Laje . impresión . Gráfica Pittelli Chivilcoy -Prov. de Bs. As.

“No cabe esperar que la misión sea fácil y cómoda. Algunos jóvenes dieron su vida con tal de no frenar su impulso misionero. Los Obispos de Corea expresaron: «Esperamos que podamos ser granos de trigo e instrumentos para la salvación de la humanidad, siguiendo el ejem-

plo de los mártires. Aunque nuestra fe es tan pequeña como una semilla de mostaza, Dios le dará crecimiento y la utilizará como un instrumento para su obra de salvación»[95]. Amigos, no esperen a mañana para colaborar en la transformación del mundo con su energía, su audacia y su creatividad. La vida de ustedes no es un “mientras tanto”. Ustedes son el ahora de Dios, que los quiere fecundos[96]. Porque «es dando como se recibe»[97], y la mejor manera de preparar un buen futuro es vivir bien el presente

con entrega y generosidad”. Como jóvenes, sintámonos protagonistas de este Ahora Inédito. Para transformarlo todo. Para hacer de cada encuentro un gesto de fraternidad y sororidad. Para que la alegría provenga de los brazos arremangados, el pan compartido, la música del alma y la Fiesta de todos por haber atravesado juntos, en la misma barca, la tormenta.




Ahora mรกs que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir.



En nuestros barrios no cerramos las Capillas. Todas las actividades habituales se reconfiguran en funciรณn de lo que vamos viendo que necesita la comunidad.


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