Pablo de Tarso

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Aテ前 SANTO

aulino

P. Giulio Pireddu P.


Aテ前 SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P.

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Año Santo Paulino – Introducción

E "Pan de trigo para el hambre de sus cuerpos. Pan de ideas para el hambre de sus almas". (Gabriel y Galán)

n la celebración de las Primeras vísperas de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo el 28 de junio de 2007 en la Basílica de San Pablo Extramuros o Basílica Ostiense el Papa hacía la convocación oficial para la celebración de un «Año Santo Paulino». «Queridos hermanos y hermanas, como en los inicios, también hoy Cristo necesita apóstoles dispuestos a sacrificarse. Necesita testigos y mártires como san Pablo: un tiempo perseguidor violento de los cristianos, cuando en el camino de Damasco cayó en tierra, cegado por la luz divina, se pasó sin vacilaciones al Crucificado y lo siguió sin volverse atrás. Vivió y trabajó por Cristo; por él sufrió y murió. ¡Qué actual es su ejemplo! Precisamente por eso, me alegra anunciar oficialmente que al apóstol san Pablo dedicaremos un año jubilar especial, del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009, con ocasión del segundo milenio de su nacimiento, que los historiadores sitúan entre los años 7 y 10 d.C. Este "Año paulino" podrá celebrarse de modo privilegiado en Roma, donde desde hace veinte siglos se conserva bajo el altar papal de esta basílica el sarcófago que, según el parecer concorde de los expertos y según una incontrovertible tradición, conserva los restos del apóstol san Pablo. Por consiguiente, en la basílica papal y en la homónima abadía benedictina contigua podrán tener lugar una serie de acontecimientos litúrgicos, culturales y ecuménicos, así como varias iniciativas pastorales y sociales, todas inspiradas en la espiritualidad paulina. Además, se podrá dedicar atención especial a las peregrinaciones que, desde varias partes, quieran acudir de forma penitencial a la tumba del Apóstol para encontrar beneficio espiritual. Asimismo, se promoverán congresos de estudio y publicaciones especiales sobre textos paulinos, para dar a conocer cada vez mejor la inmensa riqueza de la enseñanza contenida en ellos, verdadero patrimonio de la humanidad redimida por Cristo. Además, en todas las partes del mundo se podrán realizar iniciativas análogas en las diócesis, en los santuarios y en los lugares de culto, por obra de instituciones religiosas, de estudio o de ayuda que llevan el nombre de san Pablo o que se inspiran en su figura y en su enseñanza. Por último, durante la celebración de los diversos momentos del bimilenario paulino, se deberá cuidar con singular atención otro aspecto particular: me refiero a la dimensión ecuménica. El Apóstol de los gentiles, que se dedicó particularmente a llevar la buena nueva a todos los pueblos, se comprometió con todas sus fuerzas por la unidad y la concordia de todos los cristianos. Que él nos guíe y nos proteja en esta celebración bimilenaria, ayudándonos a progresar en la búsqueda humilde y sincera de la plena unidad de todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo». 3


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Entre las expectativas que el mismo Pontífice atribuye a la celebración del Año Santo Paulino destaca la aproximación seria y amorosa a la Palabra de Dios. De esta manera lo indica a los miembros del Consejo ordinario del Sínodo de los Obispos el 21 de enero de 2008: «La próxima Asamblea general del Sínodo de los obispos reflexionará sobre: "La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia". Las grandes tareas de la comunidad eclesial en el mundo contemporáneo -entre tantas, subrayo la evangelización y el ecumenismo- se centran en la palabra de Dios y al mismo tiempo están justificadas y sostenidas por ella. Del mismo modo que la actividad misionera de la Iglesia, con su obra evangelizadora, encuentra su inspiración y su objetivo en la revelación misericordiosa del Señor, así también el diálogo ecuménico no puede basarse en palabras de sabiduría humana (cf. 1Co 2,13), o en sagaces recursos estratégicos, sino que debe estar animado únicamente por la referencia constante a la Palabra originaria que Dios ha entregado a su Iglesia para que se lea, interprete y viva en su comunión. En este ámbito, la doctrina de san Pablo revela una fuerza muy especial, fundada obviamente en la revelación divina, pero también en su misma experiencia apostólica, que constantemente le confirmaba la conciencia de que no es la sabiduría y la elocuencia humana lo que construye la Iglesia en la fe, sino sólo la fuerza del Espíritu Santo (cf. 1Co 1,22-24; 2,4s). Por una feliz concomitancia, san Pablo será venerado de modo particular este año gracias a la celebración del Año paulino. Por tanto, la celebración del próximo Sínodo sobre la palabra de Dios ofrecerá a la contemplación de la Iglesia, y principalmente de sus pastores, también el testimonio de este gran apóstol y heraldo de la palabra de Dios. San Pablo permaneció hasta la muerte fiel al Señor, a quien primero persiguió y después consagró todo su ser. Que su ejemplo anime a todos a acoger la Palabra de la salvación y a traducirla en la vida diaria como fiel seguimiento de Cristo». Aquí, solo con la intención de recordar lo serio que es aproximarse a la Palabra de Dios, y lo difícil, convendrá tener presente que además nosotros -la mayoría grande, al menos, sin duda- abordamos la Palabra de Dios desde la traducción, que siempre comporta una cuota de aventura. Chateaubriand en sus premisas a la traducción del Paraíso perdido de Milton oportunamente indica: «las traducciones se han definido bellas infieles; desde entonces se han visto varias infieles que no siempre eran bellas: se terminará quizás concediendo que la fidelidad, aun cuando le falte la belleza, tiene su precio»1. El documento de Aparecida descubre en los santos esta preciosa capacidad de hacer discernimiento de las cosas de la tierra y de las cosas de Dios y de juntarlas, con la convicción/exhortación que los creyentes de hoy lo hagan con igual acuciosidad que los del pasado. «Con valentía han perseverado en la promoción de los derechos de las personas, fueron agudos en el discernimiento crítico de la realidad a la luz de la enseñanza social de la Iglesia y creíbles por el testimonio coherente de sus vidas. Los cristianos de hoy recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar con renovado ardor apostólico y misionero el estilo de vida evangélico que nos han transmitido»2. Esta misma mirada a Cristo a través de sus testigos fieles se complementa con una aproximación juiciosa a la Escritura como texto referente de la experiencia cristiana y fuente para reconocer a Cristo: «Encontramos a Cristo en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La Sagrada Escritura "Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo" es -con 1

Así es el texto en su original: «les traductions s'appelaient de belles infidèles; depuis ce temps-là on a vu beaucoup d'infidèles qui n'étaient pas toujours belles: on en viendra peut-être à trouver que la fidélité, même quand la beauté lui manque, a son prix». 2 CELAM, Documento de Aparecida, 275.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. la Tradición- fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo»3. Para ver cómo vivir una experiencia espiritual valiosa, quizás valga la pena recordar una sugerencia del Cardenal Leger, Arzobispo de Montreal que gustaba citar a Mons. Manuel Larraín Obispo de Talca y -sin duda- padre valioso de la Iglesia chilena: "La Iglesia no es una comunidad puramente carismática donde le es permitido a cualquiera elevar la voz cuando le parezca para proferir en la confusión todo lo que le viene a la mente. Pero la Iglesia tampoco es una institución autocrática, donde los jefes arrogándose solos el derecho de la palabra no aceptarían una legítima libertad de expresión y de intercambios entre los que buscan soluciones y aún de toda la comunidad eclesial. La Iglesia es una comunidad jerárquica de hombres libres, donde el diálogo es un deber tanto como la obediencia". Esta actitud asumida durante el año paulino puede ser rica de resultados: no disparates, sino reflexiones apropiadas que ayuden a afirmar nuestra fe y a consolidar nuestra conducta.

Para Barnabitas y Angélicas es una ocasión para revitalizar una raíz indudable. San Antonio María se mueve tras las huellas de San Pablo sin duda alguna: su patrono es san Pablo, "el verdadero amigo de Dios" (sermón tercero). Su misma actividad apostólica se articula alrededor de la figura del Apóstol de los gentiles y su despliegue apostólico llevó a que luego de una larga incubación el grupo que se reunía en su entorno se transformara de un grupo espontáneo en una nueva familia religiosa articulada en tres ramas o "Colegios": "Los hijos de San Pablo" o Barnabitas, "Las hijas de San Pablo" o Angélicas, y los "Devotos de San Pablo" o Casados. Este rasgo del Fundador se trasladó a su naciente Congregación. Así San Pablo se instala como modelo y protector. Muchas casas de las primeras comunidades fueron tituladas a San Pablo, dedicando al apóstol la vida y la marcha de la naciente Congregación: Además de S. Bernabé y S. Pablo, en Milán, se erige en Casal Monferrato la Iglesia de S. Pablo (1573) y en Roma la Iglesia de S. Pablo a la Columna (plaza Colonna) en 1596 (derribada en 1659). En el ‘600 tenemos:

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S. Pablo de Acqui (1605) S. Pablo Mayor de Bolonia (1606) S. Pablo in Campetto, en Génova (1606) SS. Pablo y Marcos, en Novara (1607) SS. Pablo y Carlos, en Vigevano (1609) SS. Pablo y Bernabé, en L’Aquila (1609)

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SS. Pablo y Carlos, en Annecy (Saboya-Francia) (1614) S. Pablo, en Tortona (1618) S. Pablo, en Macerata (1621) SS. Pablo y Cristina, en Léscar (1622) SS. Pablo y Carlos, en Dax (Bearn) (1631) SS. Pablo y José, en Montmarsan (1656)

Nuestra propia realidad corrobora esta atención paulina tanto en lo exterior y por lo mismo aquí está la capilla San Pablo de las Angélicas, pero parte integrante de la Parroquia Madre de la Divina Providencia y la grandiosa Parroquia San Pablo en Río de nuestros hermanos de Brasil del Sur, y en lo interior que hacemos explícito en artículo primero de nuestras Constituciones: «Toma nombre del apóstol Pablo porque, desde sus orígenes, ha querido inspirarse en su doctrina y ejemplo». En el apartado sobre la vida de Oración las Constituciones al artículo 24 precisan: «Veneramos especialmente al 3

CELAM, Documento de Aparecida, 247 donde cita Dei Verbum 9.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. apóstol Pablo "ya que le hemos elegido como padre y guía y nos gloriamos de ser sus seguidores"4. Alimentamos su culto con el estudio de su doctrina y la imitación de sus ejemplos (cfr. 1Co 11,1)». Al artículo 49 lo aportan como antecedente y modelo al recordar el deber del trabajo. Sobre el estilo y opciones de San Pablo se delinean las características de nuestro compromiso apostólico al artículo 93: «El S. Fundador, al modelar nuestra familia sobre la doctrina y el ejemplo del apóstol Pablo, nos enseña a no confiar en la sabiduría humana (cfr. 1Co 2,4), sino en la necedad de la cruz (cfr. 1Co 1,21) y nos impulsa "a la renovación del fervor cristiano", eligiendo lo mejor, haciendo el bien, movidos en todo por la caridad5, prodigándonos sin descanso y consumiéndonos por la salvación de los hermanos (cfr. 2Co 12,15)». Es también el espíritu paulino que, según los artículos 104 y 105, impulsa las opciones misioneras de la Congregación y le da ese tono característico de apertura sin exclusiones y con amplitud de criterio como precisa el artículo 1246. Cuando específica las áreas de estudio en la formación espiritual de los Novicios comienza -art. 139.1- con «la Sagrada Escritura, especialmente las Cartas de S, Pablo». Sin incertidumbre los zaccarianos se instalan en la Iglesia con la firme y explícita intención de exteriorizar la experiencia cristiana con claros tintes paulinos. San Pablo con sus intuiciones y redescubrimiento del evangelio verdadero es -como lo ha sido a lo largo de la historia- maestro y guía. Esta memoria viva es garantía para nosotros de fidelidad al carisma de origen y de sintonía con el mundo de hoy. Se necesitan también hoy testimonios transparentes: «Están visiblemente en su lugar, donde Dios los quiere y viven su vocación en la alegría y en la paz del corazón. … Este pienso que es el primer testimonio que estos religiosos dan y es un testimonio muy convincente, muy creíble. Como decía, en otros tiempos, el filósofo Bergson su existencia es una llamada, no tienen necesidad de hablar»7. Esta es la convicción "sana" acerca de los fieles seguidores del Señor. Por de pronto existe también la visión maliciosa que se hace eco de las insinuaciones diabólicas y que expresa en modo siniestro Judas: «… los discípulos tienen muy mala memoria. ¿No han sido todos los Maestros engañados por sus discípulos? Cuando levanta el maestro su puntero claman todos "Sabemos la lección", pero basta que el maestro se duerma un instante para que todo quede olvidado»8.

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Es una cita de la alocución del 4 de octubre de 1534. ZACCARIA, Antonio, Lettere Sermoni Costituzioni, Roma 1996, p. 101; tr. esp. Escritos de San Antonio Maria Zaccaria Fundador de los Padres Barnabitas, Provincia chilena 2008, p. 168. 5 ZACCARIA, cit., pp. 29.71; tr. esp. Escritos, cit., p. 54.119. 6

El Capítulo general 2006 en su deliberación nº 6 acude al mismo espíritu paulino al promover la disponibilidad de los cohermanos: «exhorta a todos los Barnabitas, impulsados por la común consagración y en sintonía con el espíritu del Apóstol Pablo, a ser disponibles para responder a las necesidades de la Comunidad, de la Provincia y de toda la Congregación». 7 Indicaciones del card. Rodé el 19 de marzo de 2008 acerca de la vida religiosa. 8 ANDREIEV, Leonidas, Judas Iscariote, capítulo VII. Las insinuaciones diabólicas sobre la incapacidad del hombre a ser justo las expresa plásticamente el Libro de Job (1,9-11; 2,4-5) y define el Libro del Apocalipsis (12,10).

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El Apóstol Pablo

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a poderosa personalidad del apóstol Pablo domina entero el siglo apostólico9, y no ha cesado de ejercitar, a través de toda la historia de la Iglesia cristiana, una influencia frecuentemente decisiva. Dicha influencia se ha manifestado especialmente en el seno de las Iglesias protestantes, para las cuales las formas de pensamiento y de vida cristiana establecidas en el siglo apostólico, y atestados por los documentos bíblicos, han tomado un valor normativo; pero no deja de ser cierta también fuera del ámbito protestante. Esta persistente influencia del apóstol parece aun más extraordinario en la medida que se expresa en las condiciones más excepcionales, a través de documentos que parecen muy poco redactados para procurarnos un pertinente conocimiento de su vida y de su doctrina. Ninguna personalidad del siglo apostólico nos es conocida tan directamente y con clara fidelidad como Pablo, visto que los documentos escritos por su propia mano son harto más extensos que por cualquier otro y especialmente son de un tono infinitamente más personal y vivencial. Además, tales escritos producidos por el mismo apóstol pueden ser completados y controlados con los relatos de libro de Hechos de los Apóstoles, que nos proporcionan aclaraciones esenciales sobre la conversión de Saulo y los comienzos de su ministerio, y a la vez fijan el cuadro de sus viajes misioneros, datos que no nos sería posible reconstruir exclusivamente a través de las Cartas. Así con relación a él tenemos la doble suerte de poseer numerosas cartas de innegable autenticidad, y el poder controlar mutuamente dos series paralelas, y a la vez independientes, de documentos. Similar privilegio no nos es concedido para ningún otro actor de la historia evangélica o de la historia apostólica. Y sin embargo estamos muy lejos de que estos textos nos ofrezcan una imagen completa de la vida del apóstol, de su pensamiento teológico o incluso de su fisonomía moral. Estamos reducidos a reconstruir esas 9

Sólo para honestidad de información hay que consignar aquí que existe incluso una corriente que lo considera el «fundador» del cristianismo. Recordemos la posición de Nietzsche en El Anticristo donde señala que Jesús no puede ser el fundador de la Iglesia, fundación que es producto del "fanático" Pablo (opuesto al "idiota" -en el sentido de Dostoievski- Jesús), quien crea una institución e inventa las doctrinas del juicio final, del más allá (toda la escatología). Entre los recientes un libro por todos: AMBELAIN Robert, El hombre que creó a Jesucristo, Barcelona 1985; título original: La vie secrète de saint Paúl, publicado por Éditions Robert Laffont, París 1972.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. imágenes con un esfuerzo que no excluye las hipótesis, y que queda siempre una reconstrucción contestable y algo artificial. La naturaleza misma de los documentos de que disponemos implica similar incertidumbre. Por un lado, en efecto, las fisonomías evocadas por el libro de los Hechos son generalmente un poco estilizadas; en su deseo de atenuar las oposiciones, el autor10 tiende a redondear los ángulos. Ahora ni la personalidad ni el pensamiento de Pablo se acomodan a dicho tratamiento, porque los ángulos son en él fuertemente marcados11; si no contáramos con sus cartas y sólo a partir de Hechos estaríamos inducidos a forjarnos una imagen muy diferente de la que trazan la carta a los Gálatas y la segunda a los Corintios. Las cartas, por otro lado, constituyen el documento esencial de la literatura apostólica: la vida y la actividad de Pablo son la roca inquebrantable contra la que se han ido quebrando todos los intentos que sucesiva y periódicamente se han presentado para volatilizar la historicidad del cristianismo primitivo y de la persona del mismo Jesús. Pero se trata de todos modos de documentos ocasionales; es verdad que en ellas encontramos pistas preciosas sobre la actividad y el pensamiento de su autor, pero ninguna de ellas contiene una exposición sistemática de su pensamiento ni traza un cuadro completo de su desempeño misionero. En síntesis preliminar podemos decir que las cartas de Pablo y Hechos de los Apóstoles se iluminan mutuamente. A pesar de la prioridad de las cartas en cuanto fuentes primarias, sin el aporte del relato -a veces incompleto, fragmentario e incluso acomodado- de Lucas sería difícil o hasta imposible establecer un cuadro cronológico y geográfico de Pablo y de su obra y quedarían en la oscuridad el desenvolvimiento y las premisas de su imponente misión en las orillas del mar Egeo12. Hay que destacar que los fragmentos para nosotros más preciosos generalmente no han sido escritos con una finalidad sistemática, sino incidentalmente, de manera tal que las cuestiones más graves son abordadas frecuentemente casi de casualidad. Así el himno a la caridad (1Co 13) es un paréntesis en la exposición relativa a los dones del Espíritu, y nosotros ignoraríamos sin duda lo que el apóstol pensaba de la Cena si no se hubiesen producido escándalos en Corinto durante la celebración de este acto solemne. Esto nos hace pensar que otros temas quizás ocupaban en el 10

Lucas, que así complementa con los primeros pasos de la comunidad cristiana el intento de delinear la figura de Jesús en su primer volumen constituido por el Evangelio que va bajo su nombre. 11 Vale decir que los rasgos de personalidad y las opciones teológicas y pastorales son claras y firmes. Como muestra y ejemplo baste recordar la claridad con la que presenta su contraste con Pedro acerca de la que él estimaba una incoherencia y hasta una simulación por su parte y que ponía en riesgo la pureza del nuevo mensaje: «cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión» (Gál 2,11). 12 Insistimos que hacer luminosa claridad hasta conocer al detalle vida y pensamiento de Pablo es empresa ardua y probablemente imposible. Señalamos, por ejemplo, que el rasgo más conocido de Pablo es el de haber sido, antes de convertirse, un perseguidor de los cristianos. Él mismo lo afirma tres veces en sus cartas (Gál 1,13; 1Cor 15,9; Fil 3,6). Pero no añade nada más. En cambio Los Hechos aumenta enormemente esta información. Dice que “los perseguía a muerte” (22,4), que “empleaba todos los medios” (26,9), que “entraba casa por casa, sacaba a hombres y mujeres y los arrastraba a la cárcel” (8,3), que “los llevaba encadenados” (22,4), que los “torturaba y obligaba a blasfemar” (26,11a), que “los perseguía con odio hasta en ciudades extranjeras” (26,11b), y que “votaba favorablemente cuando se los condenaba a muerte” (26,10). Todas estas ampliaciones son una exageración de Lucas. Ciertamente Pablo combatió a los cristianos, pero no con la saña contada en Los Hechos. Como el libro relata su impresionante conversión camino a Damasco, seguramente el autor pensó que una “gran” conversión debía estar precedida por una “gran” persecución. Por eso abulta a propósito los datos, que no corresponden a la realidad. También se lee en Los Hechos que Pablo persiguió a los cristianos en Jerusalén. Lo cual no puede ser verdad, ya que el mismo apóstol sostiene que cuando viajó a Jerusalén luego de convertirse, “las iglesias de Judea no me conocían personalmente” (Gál 1,22). Si Pablo hubiera hostigado a los cristianos de Jerusalén, ¿cómo es posible que no lo conocieran en esa ciudad? Debemos, pues, deducir que persiguió a los cristianos en alguna otra parte, no en Jerusalén. Y por eso tampoco pudo haber participado de la muerte de Esteban, el primer mártir cristiano, como sostiene Los Hechos (8,58) [cfr. ALVAREZ, Ariel, ¿Qué se sabe de la vida de San Pablo? Alarmante biografía, Didascalia Junio, 2008].

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. pensamiento del apóstol un sitio esencial, y no han sido jamás abordados -al menos en las cartas que nos han llegado- porque no se ha presentado la ocasión. Ninguna de sus cartas constituye pues una exposición sistemática de su pensamiento, ni siquiera la carta a los Romanos, el más impersonal de sus escritos, que trata exclusivamente de una interrogante particular: la relación entre la Antigua y de la Nueva Alianza. No tratamos aquí, pero existen problemas concernientes la autenticidad y el valor documentario de cada una de las cartas. Ante cualquier intento de reconstruir el sistema teológico del apóstol o el cuadro cronológico de su actividad, será necesario notar que son siempre posibles errores de perspectiva, considerando que las circunstancias hayan podido llevarlo a insistir sobre algunos aspectos que no habrían tenido sino un espacio reducido en una exposición sistemática de su pensamiento. Agreguemos que las cartas pertenecen todas al mismo período de la vida del apóstol. Treinta años al menos separan su conversión (33) de su muerte (64 a 68); ahora no sería posible intercalar entre la redacción de la primera y de la última de nuestras cartas más de diez años, por lo cual las posibilidades de establecer una evolución del pensamiento paulino son necesariamente reducidas. En fin, documentos de un inestimable valor, de una segura autenticidad y de una precisión admirable; pero documentos ocasionales, que sería un error evidente -y peligroso- considerar como si formaran un conjunto sistemático y coherente.

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I. Biografía

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as lagunas se hacen notar ya en cualquier intento de escribir la biografía del apóstol. Saulo de Tarso pertenece a un medio auténticamente judío. Hebreo, hijo de Hebreos, de la tribu de Benjamín, recibe en su juventud una cultura bastante amplia; su profesión de tejedor de telas para carpas no debe inducir a pensar que pertenezca a un medio «obrero» en el sentido moderno del término. Su familia tuvo que ser bastante notable visto que tenía por derecho de nacimiento el título de ciudadano romano (He 22,28). Su ciudad natal era un centro importante de cultura helenista, y como todos los hombres cultivados de su ambiente hablaba con igual facilidad el griego y el hebreo. Este último idioma era sin embargo su verdadera lengua materna (su griego como aparece por sus escritos está plagado de hebraísmos) y su culture era esencialmente rabínica. Pasa como si hubiese estudiado con Gamaliel13 (He 22,3), y sin duda era particularmente entrenado en los procesos de razonamiento propios de este medio especial. Su conocimiento de la filosofía griega es visiblemente rudimentario14. Lo que él rechaza y condena bajo el nombre de sabiduría (sophia), no es en absoluto el alto pensamiento de las escuelas, sino las doctrinas de los misterios o los elementos de filosofía popular, que guardaba relación con la filosofía de esa época como la teosofía15 con las filosofías modernas.

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Hijo de Simón y nieto de Hillel. Célebre fariseo, doctor de la Ley y miembro del sanedrín. Representante de los liberales en el fariseísmo (la escuela de Hillel era opuesta a la de Shammai), Gamaliel intervino con un razonable consejo en el concilio convocado contra los apóstoles y salvó a estos de la muerte (He 5,33-42). Por su sabiduría y tolerancia notables, fue considerado uno de los Fariseos más nobles. Fue el primero en llevar el título "Rabbán" (que significa, nuestro maestro) en vez de "Rabí" (que significa, mi maestro). El apóstol Pablo consideró un gran honor el haber sido uno de sus discípulos (He 22,3). El Talmud dice que con la muerte de Gamaliel "cesó la gloria de la Ley y la pureza y la abstinencia murieron juntamente con él". Una tradición cristiana consigna la conversión de Gamaliel, pero esta es irreconciliable con la estima y el respeto que los rabinos profesaron a este maestro aun en tiempos posteriores. Realmente jugó un papel fundamental en la sobrevivencia del judaísmo después de la destrucción de Jerusalén siendo uno de los pilares de Yamnía. 14 «Aunque Pablo ha conocido el mundo helénico desde su juventud, vive en él básicamente como forastero» [Andrew F. Walls, “Old Athens and New Jerusalem: Some signposts for Christian scholarship in the early history of Mission Studies”, en International Bulletin of Missionary Research, vol. 21, nº 4, octubre 1997: 146-153 (149)]. 15 El teosofismo es una combinación de creencias del Gnosticismo, Neoplatonismo, la Cábala judía, el Ocultismo y el Hermetismo. También se les llama «teosofía» a ciertas doctrinas místicas de los siglos XVI y XVII. Algunos asignan ese nombre a varias escuelas con características

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. Él mismo nos informa que, apasionadamente atacado a las tradiciones de sus padres (Gál 1,14), pertenecía al partido fariseo; ingresa en la historia de la Iglesia cristiana bajo las vestes de persecutor. Los Hechos de los Apóstoles afirman (He 8,1; 9,13; 26,9.11), y el mismo apóstol confirma (Gál 1,13-23; 1Co 15,9, etc.), la violencia con la que ha atacado los cristianos. Sobre las manifestaciones de esta violencia, se nos informa por ejemplo (He 7,58; 8,1) que el apóstol habría presenciado el martirio de Esteban aprobándolo. No es fácil determinar si a causa de la metodología histórica de la antigüedad -tan distinta de la nuestra, aunque resulte azaroso definir si ciertamente mejor o peor- o producto de la índole del San Pablo, se nos presenta como una personalidad maciza cuyas opciones fundamentales no sufren variaciones progresivas fruto de alguna evolución psicológica, sino que muestra una continuidad en todo su arco y se plasma a través de algunos hitos -hechos, circunstancias y posturas- a lo largo de su vida. Es un hecho que para el historiador o el cronista antiguo el hecho concreto, la reacción tempestiva, fijados en una anécdota plásticamente formulada, volvían inútiles y superfluas las digresiones (con frecuencia, especulaciones) psicológicas. El personaje se muestra desde el inicio como personalidad compacta; las acciones y acontecimientos de su juventud iluminan ya su destino futuro. No era tanto él o su carácter el que sufre variaciones, sino, más bien, el mundo que lo rodea. El personaje (Pablo, en este caso) sólo puede llegar a ser lo que era desde siempre. Cuando Lucas -y en este aspecto por lo demás concuerda con la información autobiográfica que proporciona Pablo (Gál 1,14; Fil 3,6) de sí mismo- representa a éste antes de su conversión al cristianismo como «celoso de Dios» (He 22,3), con ello presenta el reverso de la moneda del misionero que en todo lo que emprende y expresa está animado por el celo16 para la causa de Cristo, aunque Lucas no usa este término pero lo señala con sinónimos o paráfrasis: «él es Mi instrumento escogido» (cfr. He 9,15). 2Cor 11,2 atestigua que Pablo mismo se juzgaba de este modo: «celoso estoy de ustedes con celo de Dios». Es que la fría indiferencia quizás pudiese constituir una virtud estoica, pero no cristiana por cierto. Por lo mismo para Lucas la conversión de Pablo no es fruto de una evolución psicológica interior, sino un evento improviso, prodigioso, que brota de un impulso exterior; es obra de Cristo mismo que de repente encamina hacia otro rumbo el entusiasmo comprometido de Pablo. Nada se nos dice de algún lento proceso de transformación interior en el corazón del fariseo Pablo antes de su conversión. Es posible que para nosotros fuera un argumento de gran interés, sobre el cual los estudiosos han aventurado variadas hipótesis. Pero lo cierto es que para Lucas Pablo sigue siendo, también cuando cristiano, ese celador de la causa de Dios que era desde el inicio, eso sí que ahora en la justa perspectiva (cfr. Rom 10,3);

gnósticas como grupos rosacruces, ciertos grupos espiritistas y ocultistas, e incluso a alguna rama de la masonería; pero esas afirmaciones no deben aceptarse en forma absoluta. La teosofía, como la proclamaron las señoras Blavatski y Besant, que conforman la Sociedad Teosófica, afirma basarse en la verdad divina; en ella se encuentran elementos extraídos de Confucio, Buda, Zoroastro, Pitágoras, Platón, etc., así como de supuestas encarnaciones de Siva y Vishnú, Sankara y Jesús. El hombre, según esa doctrina, es un alma dotada de varios cuerpos (físico, astral y mental). La muerte consiste en abandonar un cuerpo físico para reencarnar en otro. Por tanto, creen en muchas vidas cuyas reencarnaciones dependen del karma (o acción), una ley de causalidad y retribución. Los llamados maestros, adeptos y «mahatmas» de una llamada Gran Fraternidad Blanca se mantienen en contacto con los seres humanos en el proceso de evolución hacia el hombre perfecto. La Sociedad Teosófica se propone formar una fraternidad universal, estudiar la teosofía y continuar las investigaciones sobre ese y otros temas relacionados. Se ha extendido por numerosas naciones. Se le concede el mérito de haber dado a conocer a un gran sector las creencias y la historia de las religiones orientales. 16 En este ámbito indica solicitud, en el sentido de tomarse un interés muy fuerte por algo y es lo contrario de la indiferencia o de la «tibieza» tan temida por nuestro fundador.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. algunos textos incluso nos lo presentan conservar fidelidad a fundamentales normas farisaicas (He 23,6; cfr. 26,5s). El mismísimo Pablo no hace alusión a ninguna íntima evolución, sino exclusivamente a una extraordinaria intervención de Dios (Gál 1,15s) que ha provocado un vuelco radical en su vida. Así que su pasión de persecutor debía conducirlo sobre la ruta de Damasco, donde su vida tomaría una orientación inesperada. Mientras se dirigía a esta ciudad con la intención de reproducir las agresiones ya ejercitadas con los cristianos de Jerusalén, una visión de Cristo transforma al persecutor de la Iglesia en discípulo del Crucificado. Convendrá volver sobre el significado religioso de esta hora y su importancia decisiva, no sólo para el desenvolvimiento ulterior del apóstol sino para el cariz de sus actitudes y de su pensamiento religioso. Cabe desde ya notar que esta jornada del «camino de Damasco» parte la vida de Pablo en dos partes radicalmente diferentes, o mejor opuestas; desde ahora adorará al que perseguía y será heraldo incansable del Evangelio. Pareciera, según los tres relatos que el libro de Hechos nos proporciona de este evento, que la conciencia de su vocación apostólica se mezcla, en Pablo, con la conciencia de su conversión y que su actividad misionera hubiese comenzado apenas llega a Damasco. El libro de Hechos relata que, afecto de ceguera fruto de su visión, habría recuperado la vista por intervención de un hombre llamado Ananías, que lo habría introducido en la comunidad cristiana y confirmado en su vocación de apóstol de los paganos17. Considerando que ningún texto del apóstol confirma en forma directa estos datos tradicionales, es lícito preguntarse si su vocación no ha revestido una precisión tan grande -su dedicación a pueblos no judíos- y si los relatos no prestan a las concepciones y a los proyectos del nuevo convertido una forma determinada que realmente debía revestir sólo más tarde bajo la presión de las circunstancias. Nada permitía realmente prever, en el día de la conversión de Saulo, una distinción entre la misión en medio de los judíos y la misión entre los paganos, que no se iba a manifestar sino más tarde y precisamente con ocasión de su propia actividad misionera. La tradición ha encerrado un poco someramente esta actividad en el cuadro de los tres grandes viajes que nos relata el libro de Hechos; intentemos determinar un poco más exactamente la secuencia de los acontecimientos, combinando los datos de Hechos con los que nos proporciona el mismo apóstol, especialmente en Gál 1,18-2,1. Inmediatamente después de su conversión, Pablo comienza a predicar el Evangelio a Damasco; esta acción misionera provoca el odio de los Judíos por lo que debe escapar (He 9,20.25). Se dirige entonces a Arabia, sucesivamente regresa a Damasco (Gál 1,17). Tres años después (¿después de su conversión o de su regreso a Damasco?) sube a Jerusalén (Gál 1,18), posteriormente fue a Siria y Cilicia, lo que corresponde al «primer viaje» de la tradición (He 13,1-14,26). Y el apóstol deja de mencionar (en este paso que tiene que ver con sus viajes a Jerusalén y no pretende dar una cronología 17

Más allá de la precisión como crónica de esta tarea de Ananías, tiene importancia espiritual en la indicación de la función de los mediadores en los procesos de conversión, de aproximación y de aclaración de nuestro proyecto de vida. En tales términos lo recuerda San Antonio María en su sermón sobre el cuarto mandamiento: «Guió al pueblo de Israel por manos de Moisés (Sl 76 [77],21); gobernó al mismo pueblo por los consejos de Samuel (1Sam 7,15). Esta modalidad la observó Dios también en acciones particulares hacia hombre específicos: Dios convocó al diálogo consigo al mencionado Samuel por medio de Elí, aunque mal sacerdote (1Sam 3,1ss); instruyó a Pablo, que Él mismo había vuelto ciego (He 9,8), por medio de Ananías (He 9,17). Por eso, queriendo el hombre ir a Dios, fue necesario, y lo es aún, tener a otro hombre como intermediario» [ZACCARIA, cit., p. 78, tr. esp. Escritos, cit., p. 130].

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. completa de su actividad) su estadía y su ministerio en Antioquía, visto que, según una noticia que no tenemos motivo de poner en duda, es como uno de los profetas (= predicadores) de esta Iglesia que él fue escogido y consagrado por la comunidad para una misión lejana, su primer viaje. «Al cabo de catorce años» (¿de su conversión o del termino de los «tres años»?), sube una segunda vez a Jerusalén (después de una bastante larga residencia en Antioquía: He 14,28; Gál 2,11), por ese diálogo con los apóstoles que es conocido con el nombre de «Concilio de Jerusalén»18, y que parece haber sido el primer intento de definir las relaciones entre la misión entre los Judíos y la misión en medio de los paganos. Este esfuerzo por resolver el problema tuvo al menos el efecto de plantearlo y de darle una forma precisa. La fecha pudo ser el año 48 (He 15,1-2; Gál 2,1.10). Después de una breve estadía en Antioquía (He 15,30-35) comienza el «segundo viaje» (He 15,36-18,22), que conduce a Pablo a través del Asia Menor y pasando por Troas a Neápolis (hoy Kavalla), Filipos, Tesalónica, Atenas y Corinto donde se queda desde la primavera del año 50 al otoño del 51. Allí y en ese tiempo escribió la primera y probablemente la segunda carta a los Tesalonicenses. Vuelve a Antioquía pasando por Jerusalén. Después de una pausa también muy corta Pablo parte para su «tercer viaje» (He 18,23-21,16), que lo conduce a través de las zonas septentrionales de la Galacia, a Éfeso donde se instala por dos años al menos (del 52 al 54 o 55), y de donde escribe la primera Corintios y Gálatas. Llegado a Macedonia, despliega allí una actividad considerable, pasa a Corinto, en Iliria (cfr. Rom 15,19) donde escribe la segunda Corintios y Romanos. Se embarca a Neápolis inmediatamente después de la Pascua, deseoso de estar en Jerusalén para la Pentecostés (del año 56); y casi inmediatamente después de su llegada a esta ciudad es arrestado. Conducido a Cesarea después de una comparición ante el Sanedrín, queda en prisión por cerca de dos años y medio; allí se sitúa su comparición ante los sucesivos gobernadores, Félix y Festo, y ante el rey Agripa. Embarcado en el otoño del 58 para comparecer, como él había solicitado, ante el tribunal del emperador, arriba a Roma en la primavera del 59 y, en el 61, termina el período de «libertad vigilada» con la que concluye el relato del libro de los Hechos (He 28,30 y siguientes) y durante el cual había escrito las cartas de la cautividad (Colosenses, Efesios, Filipenses, Filemón). Es cierto que esos dos años de semi-cautividad no concluyen con un martirio que el autor habría evidentemente mencionado, sino sin duda con una puesta en libertad y un nuevo período de actividad sobre el que estamos obligados a las conjeturas (por ejemplo a partir de los proyectos mencionados en Rom 15,28). La tradición de la Iglesia es concorde sobre el hecho que el apóstol padece el martirio en Roma. Se puede fijar la fecha con una amplia verisimilitud en la primera persecución de Nerón en el 64. Este cuadro esquemático, que es necesario completare con la lectura de los textos indicados, es suficiente a dar una idea de la actividad devorante del apóstol y de la empresa inmensa que ha sabido acometer, -«pero no él, sino la gracia de Dios que está en él» (1Co 15,10).

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La palabra concilio o sínodo indican una asamblea de los delegados de las iglesias particulares, reunidas para ocuparse de los intereses generales de la Iglesia y de la religión. El término en cuanto tal no se encuentra en la Biblia, es en ocasiones usado hoy para designar la asamblea de apóstoles y ancianos tenida en Jerusalén a los inicios del cristianismo con la finalidad de reglamentar el problema de los ritos judíos que debían ser aceptados por los pagano-cristianos (He 15). Hay quien titula este episodio como: «Sínodo de Jerusalén» o «concilio» o «conferencia».

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II. El hombre y su ambiente

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ntes de caracterizar la personalidad cristiana que la acción del Espíritu debía producir en Saulo de Tarso, no será inútil determinar los datos esenciales que están a la base de su vida interior y provocan en consecuencia el desarrollo de su acción o de su pensamiento. La intervención soberana que ha forjado el hombre nuevo no podría, realmente, haber eliminado todas las influencias anteriores; por muy radical que haya sido la revolución íntima, ella ha modificado la orientación de las virtualidades múltiples de esta rica personalidad, pero no las ha destruidas ni alteradas en su naturaleza profunda. Pablo seguirá siendo un apasionado como Saulo de Tarso, y defenderá «su Evangelio» con el mismo fuego imperioso que aportaba anteriormente en su celo de persecutor. El cristiano surgido del drama de Damasco no será una creación ex nihilo, de la nada y absolutamente improvisado. A mayor razón, las concepciones sistemáticas del hombre, del mundo y de Dios que son como la traducción ideológica de su vida interior llevarán el sello de su pasado. Las actitudes morales se modifican más fácilmente que las costumbres intelectuales; en este campo la educación, el medio, los modos de reflexión familiares al escritor o a sus mismos lectores, todo, hasta el vocabulario que debe utilizar, condiciona la expresión de su pensamiento. Espiritualmente, Pablo ha roto con el judaísmo formalista, nacionalista y legalista; pero intelectualmente levanta el edificio de su pensamiento sobre algunas afirmaciones fundamentales enraizadas en la tradición israelita, y siguiendo los métodos comunes en el medio rabínico a los que debe su formación. Es apenas necesario notar que arraiga en el Antiguo Testamento los elementos principales de su concepción religiosa: la unicidad de Dios y su santidad, la realidad del pecado, la condena que pesa a partir de ese evento sobre la humanidad, la esperanza de la salvación a través de la intervención de un Mesías, etc. Así las grandes líneas de todo el sistema aparecen como la prolongación natural de las concepciones israelitas. 14


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Lo que es menos evidente y sin embargo esencial, es que todo el pensamiento paulino se desenvuelve en el cuadro de una historia. Pablo no construye un sistema del mundo, él expone la historia de la humanidad en sus relaciones con Dios, y las tres etapas de esta colaboración sobrenatural son marcadas por la llegada de la ley, la llegada de la gracia, y -a futuro- la llegada de Cristo glorificado. Sin duda la idea de la salvación comporta en sí misma un cierto dinamismo que impide al pensamiento inmovilizarse en una concepción estática del universo: quien dice salvación dice cambio, por ende etapas sucesivas tanto en la vida del individuo, como en la vida de la raza. Esta historia de la salvación, Pablo la despliega sin hesitación en el cuadro ya trazado por la tradición bíblica, a la que engancha, sin señalarlo siquiera, toda la estructura general de su concepción. Sus formas de razonar son por de pronto enteramente rabínicas, sea por el uso de las citaciones del A. T., sea por los métodos aplicados a su interpretación. Cuando quiere establecer el hecho universal del pecado, Pablo no recurre a las constataciones del moralista o del psicólogo, se contenta de acumular (Rom 3,9.18) pasajes del A. T., que por cierto no afirman en absoluto la radical corrupción de la raza humana, sino la culpabilidad de un pueblo determinado en un preciso momento de su historia. Hasta cuando se dirige a paganos, poco sensibles al argumento scripturístico, sus métodos quedan inmutados. Cuando demuestra (Gál 3,718) que los hombres de fe son bendecidos en Abrahán el creyente, la sutileza de los tres razonamientos sucesivos (versículos 7-12.13.15-18) y la complejidad de las alusiones scripturísticas revelan la formación rabínica. El simbolismo -o más exactamente una tipología realista- tiene su sitio también en esta actualización del argumento scripturístico. De este modo es interpretada (Gál 4,21-31) la historia de Sara y de Agar. «Estas dos mujeres, dice, son dos alianzas»; Agar, nombre que designa el monte Sinaí en Arabia, es la alianza de la servidumbre; la otra, la alianza de la libertad; la primera engendra, según la naturaleza, esclavos; la segunda engendra, según la promesa, hombres libres. Ahora está escrito: «el hijo de la esclava no debe heredar con el de la mujer libre»; por ende los Judíos no tienen parte alguna en la salvación. Extraña interpretación de un oscuro episodio del hebraísmo primitivo. De la misma manera al capítulo 4 de Romanos, la misión entre los incircuncisos es legitimada por el hecho que el acto de fe que justifica a Abrahán es anterior a su circuncisión. Estilos de razonar auténticamente judíos y rabínicos. Es verdad que estas demostraciones embrolladas con frecuencia son precedidas o seguidas por largas exposiciones, admirables por la precisión de la forma y a la vez por la amplitud del pensamiento; pero sustancialmente no se alejan del método de proceder y razonar rabínico y parece manifestar el deseo de convencer a sus hermanos de raza por medio de razonamientos que les son habituales. Un ejemplo claro de estos métodos nos es ofrecido en la respuesta a una interrogante puesta en Corinto: ¿se pueden comer carnes sacrificadas a los ídolos? Los ídolos no existen, responde el apóstol, y no tienen mayor realidad los sacrificios que les son ofrecidos. Coman pues sin escrúpulo de todo lo que se vende en el mercado. Tengan cuidado solamente de no escandalizar a los débiles que temen de participar realmente al culto de los ídolos si comen carnes sacrificadas. Si el uso que hacen de una libertad legítima en sí misma encierra un peligro para sus hermanos, se transforma en un pecado contra Cristo. Este razonamiento (1Co 8) es de una claridad, de 15


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. una delicadeza magistrales. Después de haber mostrado (1Co 9) como la conducta que recomienda en esta cuestión deriva de los mismos principios de su personal actitud cuando rehúsa recibir recompensas financieras para no escandalizar las Iglesias, el apóstol vuelve sobre el argumento (1Co 10), ¡pero qué laberinto! Establece un confuso paralelo entre el cristiano y el Israelita; el paso del mar Rojo es asimilado al bautismo, el maná y el agua brotada de la roca al pan y al vino de la Cena; y después de un pasaje harto oscuro concluye: «Lo que ellos inmolan, lo inmolan a demonios y no a Dios; y yo no admito que ustedes entren en comunión con los demonios» (1Co 10,20); es que el sacrificio pagano pone en comunión con los demonios, como el sacrificio judío con el altar y la Cena con el Señor. Mientras es evidente su referencia al Antiguo Testamento y su uso de la metodología rabínica, el apóstol no parece tener familiaridad con los pensadores griegos, ni estar penetrado de la doctrina de las grandes escuelas filosóficas. Queda por verificar la presencia de alguna influencia -en vocabulario o contenido, como en el enigma del pecado y de su redención- de religiones mistéricas.

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III. El cristiano

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ea cuales fueren las influencias sufridas por el apóstol, su obra es antes que nada el fruto natural de su orientación religiosa, caracterizada por una total sumisión a la voluntad que Dios le ha manifestado en su conversión y en su vocación. La visión en el camino de Damasco ha determinado la actividad del convertido, su pensamiento y la misma forma con que es expresado; esta visión ha fijado el destino del cristiano, y también el del misionero, del pensador y del escritor. Intentemos definir el alcance, la naturaleza y, dentro de lo posible, la forma de este evento esencial. La conversión de Saulo no se asemeja a ninguna de las conversiones famosas a las que se la ha querido comparar, las de san Agustín o Lutero por ejemplo. No es la conversión de un insatisfecho en búsqueda de luz para sus tinieblas, o de un angustiado anhelando la paz que se le escurre; es -cosa bien más extraordinaria- la conversión de un espíritu satisfecho, instalado en un dogmatismo radical, en certidumbres absolutas, y que nunca ha pensado que tuviese aún algo nuevo o distinto que encontrar. Saulo es seguro de su fe; no desea nada, no busca nada, no espera nada19. Hay que evitar representarse a Saulo torturado, a la manera de Lutero, por la imposibilidad de observar toda la ley. Al contrario se declara (Fil 3,6) «intachable cumplidor de la justicia legal»; sólo después de su conversión y después de profundizar en su espíritu la noción de justicia y la noción de pecado, se forma en él la convicción que es imposible observar toda la ley. Este concepto que vale después, no habría podido jugar un rol significativo en su conversión. Las hipótesis que se hayan podido avanzar sobre la preparación subconsciente de esta transformación son del todo gratuitas. La idea que haya sido influenciado por la constancia de los mártires o por la fe de Esteban es plausible, pero nada la apoya en los documentos que poseemos. Sólo la palabra –y no es de su pluma- donde se evocan «los aguijones» contra los

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Esto entendido en el sentido de «nada nuevo» porque la perspectiva (la salvación que ofrece Dios) y el camino (la ley observada con estricto rigor) están claros y asumidos.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. cuales «no sabe resistir» parece indicar que había ya aguijones en su carne e intentos vanos de «resistir» (He 26,14). Sin embargo los testimonios directos del apóstol no aluden a antecedentes psicológicos de ningún tipo; él declara que se ha topado de repente con su Maestro y que su vida ha quedado transformada en un instante. El Libro de Hechos describe este encuentro/choque y que este evento ha quedado marcado en él por toda la vida. El mismo Pablo que habla con una digna humildad de sus éxtasis y de sus oraciones, no ha hablado sino con un extremo pudor de estos hechos que han determinado toda su posterior orientación. Escribe únicamente a los Corintios, después de reseñar las apariciones de Cristo sucesivas a la mañana de Pascua: «Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo. Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios» (1Co 15,8-10). A los Gálatas escribe: «Dios tuvo a bien revelar a su Hijo en mí» (Gál 1,16). Esto es todo. Esta reserva del apóstol y de las otras fuentes cristianas primitivas justifica de más la prudencia en describir también hoy lo que ha ocurrido en esa circunstancia entorno a él o en él. ¿Qué fueron esa luz, esa palabra, esa visión, de las cuales el relato no consiente determinar con alguna precisión en que medida el apóstol solo tuvo el privilegio, o sus compañeros los hayan compartido? (cf. He 9,7; 22,9; 26,13ss) La afirmación hecha en el discurso ante Agripa de que la palabra le ha sido dirigida «en hebreo» y que los fenómenos de visión y de audición fueron netamente colectivos, ¿puede ser considerada rigurosamente histórica? Considerando también que una parte esencial de las palabras atribuidas al mismo Salvador en He 26,16 es dada en He 22,14 como pronunciada por Ananías. Conviene notar que esta visión no ha sido un hecho aislado en la vida del apóstol; en 2Co 12,1ss habla de las visiones y revelaciones del Señor que le han sido acordadas, y describe con una sorprendente mezcla de precisión y prudencia su propia asunción al tercer cielo. Queda claro que es difícil precisar y hacer casi una descripción clínica de experiencias de esta naturaleza; ante ellas es imperioso que nosotros tengamos al menos la misma discreción que él mismo manifestó y que viene plasmada en esa frase sibilina: «no sé si en el cuerpo, no sé si fuera del cuerpo, Dios lo sabe» (2Co 12,2). No obstante expresiones tan realistas como «¿No he visto a Jesús nuestro Señor?» (1Co 9,1), probablemente se trata de la impresión de encontrarse en presencia de la forma histórica, visible, de Jesús de Nazaret. El Resucitado, para él, está despojado de su cuerpo carnal, visible; el Cristo que él ha visto, es el Cristo según el Espíritu, el glorificado y que pueden describir estas palabras suyas: (2Co 4,6) «ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo». Antes de esto, de esta transformación que lo obliga desde afuera y que habría sido impensable por su formación religiosa, Jesús era a causa de su trayectoria, un escándalo. Fariseo irreprochable, no podía sino levantarse contra la audacia de los amigos de Jesús que pretendían dar como jefe predestinado a la nación y como Rey al mundo el crucificado del Calvario. Por lo tanto es su propia experiencia la que el apóstol relata más tarde al escribir: «Jesús, Mesías crucificado, escándalo para los Judíos» (1Co 1,23). Para asegurar el respecto debido a la Ley Saulo no podía sino hacerse persecutor. Y bien ese Jesús contra el cual él se lanza le revela ahora su poder y su dignidad de Mesías; a partir de eso se convence de haber trabajado contra 18


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. Dios -¡él, el impecable!- y contra aquél que el pueblo espera desde tantos siglos. El que se cree sin pecado es el más culpable de los hombres. Similar conversión no puede ser una evolución, sino una revolución: no es una fe que se disgrega de a poco, es el templo interiore que se desmorona de golpe. Desde ese momento rechazará «como basura» (Fil 3,8) todo lo que ha sido su fe hasta entonces, esa Ley que él creía ser guía para los ciegos y que lo ha desviado hacia una vía criminal, esa Alianza que lo ha conducido a la muerte. Todo su pensamiento se irá construyendo bajo la forma de grandes antítesis, de oposiciones radicales entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre la ley y la fe, entre la letra y el espíritu, la servidumbre y la libertad. Su vida ha quedado tan radicalmente cortada en dos partes antitéticas, que de ahora en adelante su propia historia como la historia del mundo no podrá más que aparecerle bajo el aspecto de una serie de oposiciones inconciliables. Las llamadas «grandes antítesis paulinas» no son sino el reflejo, en el pensamiento del apóstol, del drama interior que ha establecido entre las dos fracciones de su vida una oposición decisiva. Aquí aparece una ley de la verdadera adhesión al Señor: modifica radicalmente nuestro ser y nuestro operar; de no ser así cabe dudar que el encuentro sea auténtico. San Antonio María así indica que una oración que deje tal cual no ha sido un verdadero encuentro con Dios: «Esto lo podrán comprender por el hecho de que, al salir de ella, permanecen igual que antes»20. La misma vocación de Saulo al apostolado está relacionada con el momento en que se disuelve su rigidez farisea, o al menos a los días inmediatamente sucesivos. El vencido se ha transformado en apóstol. Es la gracia de Dios que busca y construye el instrumento «de elección que lleve mi nombre ante los gentiles y los reyes» (He 9,15). Y dicha predisposición es fruto de la elección amorosa de Dios: «apóstol, no de parte de los hombres sino por Jesucristo y Dios Padre» (Gál 1,1; cf. también los saludos al inicio de 1 y 2Cor, Rom, Ef, Col, 1y 2 Tim). El Cristo que debe vivir en nosotros, crecer en nosotros es el Resucitado; el Señor propuesto a nuestra imitación, no se cristaliza en alguno de sus actos tradicionales sino que es Hijo hecho pecado por nosotros, rebajado para levantarnos (Fil 2,5-11). Seguramente Pablo no ignora la tradición evangélica, conoce palabras del Maestro y hace alusión a ellas, en su concepción de la ley encontramos huellas de la enseñanza de Jesús; pero el Cristo que él anuncia no es el predicador de las parábolas o del sermón de la montaña, es aquél que él ha visto, que se la ha aparecido como una gloria, como un Espíritu, como un vencedor y especialmente como un viviente. Porque la resurrección de Jesús no es pare él un dogma, menos aún un hecho histórico a verificar, y aún menos un problema: es la certeza primera, porque el Cristo que él ha conocido, directamente conocido, es el Resucitado. No se podría comprender la piedad, ni el pensamiento del apóstol, si se pierde de vista esta actitud tomada ante la persona de Jesús.

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ZACCARIA, cit., p. 119 tr. esp. Escritos, cit., p. 185.

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IV. El misionero

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ajo este título o rúbrica puede colocarse todo lo que Pablo ha dicho, todo lo que ha hecho y todo lo qua ha sido, porque en él la preocupación misionera es en todas partes y siempre la primera, o mejor la única. Él no es un jefe de Iglesia, un moralista, un teólogo que haya prestado una parte de su tiempo o de su pensamiento a la misión, él es Pablo apóstol, non de parte de los hombres sino de Dios, no hacia los Israelitas sino hacia los paganos, no hacia quienes conocen el Evangelio sino hacia quienes lo ignoran. Esa es su firma, la definición que da de sí mismo. Esta es su vocación exclusiva, exclusiva porque divina, es el motivo por el que rompe con quienes no quieren seguir adelante (He 15,39), rehúsa dirigirse donde otros han trabajado antes que él (2Co 10,16, Rom 15,20), porque Dios no lo ha enviado (= hecho apóstol21) para bautizar, sino para anunciar el Evangelio, para ser su heraldo (1Co 1,17). Sería por eso reductivo identificar su carrera misionera con el conjunto de sus viajes; la misión en su vida no es una serie de episodios, aunque prolongados; es su vida misma, su vida entera, su única preocupación: «¡ay de mí si no predico el evangelio!» (1Co 9,16ss). No es una función que haya escogido, es una obligación que le es impuesta imperiosamente. Es a través de ella que ha salido de la sombra. Cuando la Iglesia de Antioquía lo envía en misión con Bernabé, era claramente unus inter pares entre los «profetas y doctores» de esta comunidad (He 13,1); pero una personalidad de ese calibre, fuerte de tal vocación, no queda

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El término griego apóstolos (¢pÒstoloj) aparece más de ochenta veces en el Nuevo Testamento, principalmente en los escritos de Lucas y Pablo. Deriva de un verbo muy común, apostello (¢postšllw), enviar, pero en el griego no cristiano, después de Herodoto en el siglo V antes de Cristo, se registran pocos casos de su uso con el significado de “persona enviada” y en general significa “flota” o quizás ocasionalmente “almirante”. El sentido de “enviado, mensajero” puede haber perdurado en el lenguaje popular; por lo menos casos aislados en la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento) y Josefo sugieren que este significado se aceptaba en círculos judíos. Sólo con el advenimiento de la literatura cristiana, sin embargo, adquirió importancia. En el Nuevo Testamento se lo aplica a Jesús como el enviado de Dios (He 3,1), a los enviados por Dios a predicar a Israel (Lc 11,49), y a los que fueron enviados por las iglesias (2Co 8,23; Fil 2,25); pero por encima de todo, se lo aplica en forma absoluta al grupo de hombres que mantuvo la suprema dignidad en la iglesia primitiva. Como ¢postšllw parece significar con frecuencia “enviar con un propósito determinado”, a diferencia del neutro pempo (pšmpw, excepto en los escritos joaninos, en los que ambos términos son sinónimos), la fuerza de ¢pÒstoloj probablemente sea “alguien que es comisionado” (por Cristo, se entiende).

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. anónima, y al poco tiempo era más que el jefe de la misión, era él mismo la misión. Por eso paradigma de la fuerza de este mensaje es sobre todo Pablo, tanto en sus cartas (1Co 15,10 y Gál 1,15ss) como en la exposición de Lucas (He 9,15). El Resucitado que se topó con él no era una hipóstasis gnóstica, sino realmente el hombre Jesús de Nazaret, de estirpe judía, del que Pablo conocía el hermano "carnal" Santiago (1Co 9,5; Gál 1,19), el que en la noche que precede su muerte había instituido la santa Cena, que posteriormente había sido crucificado y a quien Dios había levantado hacia si, que de esa manera personifica una historia singularísima y que, como Levantado, realiza al mismo tiempo la difusión del nuevo mensaje. Dicho de otra manera, este Jesús era también el fundamento dinámico de la nueva comunidad escatológica y de su anuncio misionero. Si Jesús representaba el fundamento de la sa1vación, Pablo se transforma, como su «decimotercero testigo», en el instrumento insuperable de la difusión de esa salvación. Por lo mismo Lucas lo señala como incomparable modelo del testigo de Jesús; y por la misma razón llega a ser, también en el canon neotestamentario, el ¢pÒstoloj auténtico y central. Agrupando bajo una rúbrica especial lo que concierne a la propagación del Evangelio, no hay que olvidar que no se trata sino de un procedimiento necesario a la claridad de la exposición, y no llegar a considerar el pensamiento del apóstol y su actividad misionera como si fueran dos capítulos paralelos en la historia de su alma. Él no piensa sino con vistas a la acción. Si se le presentan problemas de orden práctico, moral o doctrinal, esto es siempre en función a las necesidades misioneras; lo más urgente de todo, lo que ha dominado su pensar y determinado su orientación, el problema de las relaciones entre la ley y la gracia, o si se quiere entre la Antigua y Nueva Alianza, no es otra cosa sino el reflejo de sus preocupaciones prácticas relativas al sitio reservado a los Judíos y a los paganos ante el Evangelio de Cristo. El universalismo paulino ha existido en el corazón del misionero y en la práctica de la misión antes de tomar forma dialéctica en el pensamiento del teólogo. Basta ver como el pensamiento va profundizándose, desde Gálatas a Corintios, desde Corintios a Romanos y Efesios, para comprender que no et una concepción abstracta que ha producido la misión entre los paganos, sino el llamado del mundo perdido y el deseo apasionado de conquistarlo a su Maestro, y de conquistarlo entero, es lo que ha hecho nacer las especulaciones del apóstol.

1.

Campo de la acción misionera, es el mundo, vale decir el

Mediterráneo y esencialmente sus costas asiática y europea. Estando en Iliria, escribe a los Romanos que, de Jerusalén al mar Ilírico, ha «predicado en toda su plenitud el Evangelio» y que quiere ir a España, «no quedando ya más lugares para mí en estas regiones» (Rom 15,19-23). Sea lo que haya sido de la realización muy problemática de este viaje -Clemente Romano afirma de todos modos que el apóstol ha llegado «hasta las extremidades de Occidente»22-, está claro que no se ha impuesto al apóstol ninguna necesaria limitación territorial; todo lo contrario. Su plan va alargándose sin cesar apenas se ofrezcan las posibilidades que siempre quedan abiertas a la constante preocupación de un más allá de su misión. A los que no puede llegar aún materialmente, los alcanza desde lejos, por carta como por ejemplo los Romanos; aunque sea difícil precisar las etapas de su misión a través del convencional esquematismo de los tres viajes, no se puede dejar de ver la 22

Clemente de Roma, Carta a los Corintios, 5.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. amplitud siempre creciente. Inicialmente las regiones meridionales del Asia Menor, posteriormente Éfeso y las grandes ciudades de la costa occidental, Tesalónica y la Macedonia, Corinto y la Acaya, y finalmente Roma, con, en una lejanía incierta, España. ¡Extraordinario programa! ¿y quién se hubiera atrevido en concebir algo parecido, mientras el Evangelio daba, gracias al nuevo convertido de Damasco, sus primeros pasos fuera del mundo israelita? Que el hombre llamado a realizar similar programa haya podido no descuidar las obligaciones secundarias, como la colecta en favor de los cristianos de Jerusalén y su minuciosa organización -¡y a la vez tenía que defenderse de la acusación de haberse avivado sacando provecho! (2Co 12,16-18)-, que haya seguido los progresos espirituales o las caídas de cada uno de los humildes y turbulentos convertidos de Corinto, nos indica que estamos ante alguien con un poder de pensamiento y de amor que confunde la imaginación y que obliga a inspirar el más grande respeto por una personalidad tan maravillosamente enriquecida por el Evangelio.

2. El ambiente social o intelectual al que se dirige no está, de la misma manera que el cuadro geográfico, limitado por una concepción a priori. Si se hubiese preguntado al apóstol a quienes quería levar a la obediencia de la fe, habría contestado sin duda alguna: «¡a todos, en todas partes!». Aunque no resulte del todo evidente una opción teológica acerca de una universalidad de la salvación, su práctica es ciertamente una universalidad de la predicación, porque todo hombre puede ser llamado a la salvación y debe por ende escuchar predicar el Evangelio23. Nadie es alto o bajo en exceso para el amor de Dios, y los pensadores en Atenas como los gobernadores o los reyes en Cesarea deben escuchar el llamado del Cristo. Las personas que se mencionan en los saludos al término de las cartas parecen pertenecer a todas las condiciones sociales. Sin embargo parece no haber duda que el pueblo menudo se haya mostrado más accesible al Evangelio del amor y del perdón que aquellos ambientes a los que la predicación cristiana de igualdad ante Dios y de fraternidad parecía como una humillación. Para los pequeños al contrario evidentemente- era una exaltación, y es comprensible que independientemente de los valores espirituales decisivos que entraron en juego, esta consideración simplemente humana haya podido pesar poderosamente. La misma predicación de pecado y de perdón, la antítesis 23

Hace así la descripción práctica de su ejercicio: «he anunciado la buena noticia por todas partes» (Rom 15,19); pero -además- bajo la convicción que la predicación es el punto de partida que no debe faltar a nadie para poder dar su asenso a la propuesta divina de salvación, como señala en el famoso cuadro sobre esta tarea en la misma carta a los Romanos: «porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERA SALVO.¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (10,13-14). Esta atención amplia vale también con relación a una nunca perdida esperanza hacia su propio pueblo. La mirada amplia no impide y más bien requiere que él, por amor de su pueblo (Rom 9,1ss; 10,1; 11,14), «por lo que están bajo la ley» viviese «como sometido a la ley» (1Cor 9,20) con el fin de ganar a su gente (cfr. He. 16,3; 21,26) o de no limitar las posibilidades de extensión de su actividad misionera Los judío-cristianos seguían teniendo roles de relieve entre sus colaboradores y en sus comunidades. A algunos de ellos lo llevó a la fe (Rom 11,14); por lo general entre ellos Pablo encontraba -comprensiblemente- un encarnizado rechazo. En la raíz del discurso sobre la desobediencia y el endurecimiento de Israel en Rom 10,21; 11,7ss está indudablemente la decepcionante experiencia misionera padecida personalmente por el Apóstol con los de su raza. Mientras por el contrario los «temerosos de Dios» que circulan alrededor de la sinagoga habían sido -como también posteriormente en el tiempo de los grandes «viajes misioneros»- auditores atentos de su predicación. Y sin embargo nos los excluye ni los da por perdidos. Esta experiencia de Pablo tiene innegables indicaciones metodológicas hacia nuestro desempeño pastoral al momento de decidir a quienes dar espacio y prioridad: conservadores o progresistas, abiertos a lo social o más espiritualistas, movimientos o cristianos comunes y corrientes, practicantes y no. El apóstol no privilegia ni excluye y este principio debería considerarse en las comunidades nuestras tan diversas y variadas; de todo hay en la viña del Señor, incluso uva.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. «perdido-salvado», debía impresionar especialmente a quienes habían abdicado toda respetabilidad social. La idea de redención tomaba allí un relieve cautivante, y si nos detenemos a examinar como el apóstol describe la vida de sus neófitos antes de convertirse (1Co 6,9-11), no sorprende ya que algunas de las Iglesias más florecientes hayan surgido en las ciudades más corrompidas de un imperio en decadencia, grandes puertos internacionales, recolectores de todos los desechos, como Éfeso, Tesalónica y sobre todo Corinto. Basta ponerse a estudiar hasta superficialmente la naturaleza de las problemáticas que brotan en las Iglesias de Tesalónica y de Corinto, incluso entre los «convertidos», y uno queda impresionado de lo que aflora de incultura espiritual e intelectual. La interpretación antojadiza dada a las palabras de Pablo, el regreso obsesivo de las fuerzas inferiores indican claramente que el ambiente en que donde se movía no está acostumbrado ni al manejo de ideas abstractas, ni a la más elemental disciplina moral; no es sólo una frase a efecto entonces la que el apóstol escribe a los de Corinto: «no hay entre ustedes ni muchos ricos, ni muchos sabios, como se les dice» (cfr. 1Co 1,26ss), y resalta haber usado lo que es despreciado, lo que es inexistente, para confundir la gloria de los poderosos. A tales desechos la gracia de Dios ha devuelto un alma, y Pablo sabe que ella puede aportar el mismo tesoro -tan necesario- a los sabios y a los inteligentes que se creen en derecho de despreciar la sabiduría de Arriba. La idea de reservar y por ende recluir el Evangelio a un ambiente determinado y exclusivo, tanto en consideración a que lo necesite, como en consideración a que se haya manifestado más accesible, habría sido para él una evidente infidelidad.

3. Su método

parece, realmente, haber sido más flexible de como aparece en el cuadro un poco artificial en que lo encierra el libro de Hechos. De atenernos a la crónica de los viajes, Pablo habría comenzado siempre dirigiéndose exclusivamente a los judíos; sólo a partir del rechazo brutal de estos al Evangelio él se habría dirigido a los paganos. Es una concepción algo excesivamente estilizada: significaría que en algún modo obligado y forzado el gran misionero habría abandonado la predicación a los judíos para dirigirse a los Gentiles. Es bien cierto que en la concepción del apóstol (cfr. Rom 9 y 10) la vocación de los Gentiles aparece como una respuesta a la cerrazón de Israel: si éste es desplazado de sus privilegios en favor de los paganos, es a motivo de su rechazo a aceptar a Jesús como Cristo salvador. Pero este rechazo acontece ya con la crucifixión del Maestro, y es abusivo querer repetir el proceso en cada localidad donde sed anuncia el Evangelio: los paganos de Corinto tienen derecho a recibir el Evangelio sin esperar antes que los Judíos de su ciudad a su vez lo hayan rechazado. Por otra parte, si la predicación comienza generalmente por la sinagoga, no es necesariamente en virtud de una toma de posición doctrinal acerca de la prioridad de Israel, sino simplemente porque allí hay un auditorio preparado, capaz de comprender qué es el Mesías y donde su calidad de Israelita, siempre reivindicada por el apóstol, le asegura audiencia. Además que esta predicación donde los Judíos no está dirigida exclusivamente a Judíos. Hay un considerable número de «temerosos de Dios»24, paganos simpatizantes del monoteísmo y de la moral de Israel, y que 24

Se trata de un concepto amplio que incorpora a personas con una cercanía considerable especialmente a la ética bíblica a otros con una postura menos comprometida hasta de simples

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. parecen haber constituido el terreno más favorable a la expansión del naciente cristianismo. Más allá de los Israelitas, el ambiente pagano es así atendido desde los comienzos, y el primer paso -el más difícil- es dado. No es posible representar nunca al apóstol «esclerotizado» en un método, en un procedimiento, aunque en un momento haya quedado el mejor adaptado a las circunstancias. En Atenas lo vemos llevar de frente la predicación en la sinagoga y las discusiones en la Agorá; lo más posible es que las circunstancias locales han jugado en muchos casos un rol decisivo. Tampoco la duración de las estadías en cada localidad parece determinada por algún principio absoluto. Pablo atribuye a veces a indicaciones de Lo Alto las necesidades que lo inducen abandonar algunos proyectos («el Espíritu no les permitió », He 16,6; o « Satanás nos lo ha impedido », 1Tes 2,18); pero por lo general no se traslada de una localidad sin haber al menos inicialmente organizado la Iglesia. Lo más de las veces parte no apenas ha cosechado «las primicias de Cristo»; otras veces accede e una estadía más larga en la Iglesia de la que deviene «el pastor», principalmente en Corinto donde la fisonomía de su ministerio nos ha sido conservada de lo que nos queda de su correspondencia con esta Iglesia.

4. Es extremadamente difícil determinar el tenor o composición del mensaje misionero, porque los documentos a este propósito son escasos y de difícil interpretación. Conocemos bastante lo que podría llamarse el mensaje «pastoral» del apóstol, dirigido a Iglesias en las que debía suponer la mayoría de los miembros ya ganados a la vida nueva y donde todos estaban familiarizados con las verdades esenciales. Es eso lo que encontramos en las cartas, dirigidas a los círculos ya convertidos, y es natural pensar que el tenor de la predicación oral debía ser notablemente parecido a la composición de las cartas, verdaderas predicaciones escritas. Pero, ¿a través de cuál ordenamiento de pensamientos y conceptos podrían ser puestos en contacto por primera ver con Cristo y su Evangelio hombres radicalmente extraños a la fe y a la vida cristiana? De antemano es extremadamente difícil intentar reconstruir este proceso. Más allá del resultado y de eficacia que concretamente pudiese arrojar, la tarea del apóstol era relativamente fácil en ambientes israelitas, y podría no ser tan complicado reconstruir su predicación en las sinagogas donde hacía uso de la palabra: Jesús es el Mesías anunciado por los profetas; su vida y su muerte marcan el fin del período abierto, en la historia religiosa de la humanidad, por la legislación de Moisés y por las promesas de Dios formuladas por los profetas y ya por Abrahán. En la persona de Jesús, Dios realizaba su promesa; al crucificar a aquél que Dios le enviaba, el pueblo elegido ha faltado a su vocación; ahora está en el mismo nivel y situación que los demás, y el principio generador de la vida espiritual no es más la obediencia a la ley de Moisés, sino la fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios. Este conjunto de afirmaciones era de naturaleza tal como para escandalizar e indignar violentamente a un auditorio israelita, pero les era inmediatamente comprensible, como también a todos quienes acostumbraban frecuentar la sinagoga: las nociones de Mesías, Reino de Dios, y más profundamente las

«simpatizantes». Entre los theosebés (qeoseb»j) por ejemplo Flavio Josefo (ant. 20,195) enumera a la misma Popea, esposa de Nerón. Lo que sí probablemente los acomuna y los hace potencialmente abiertos a la predicación evangélica es que están inquietos en materia religiosa y a la vez parcialmente insatisfechos de las respuestas conceptuales o cultuales que les otorgan sus actuales religiones. Una mayor precisión sobre su realidad en tiempos del Nuevo Testamento puede ofrecer BECKER, Prosélito, temeroso de Dios, Dios en COENEN-BEYRUTHER-BIETENHARD, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1999, II, 426-427.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. ideas de pecado y de salvación, de perdón e incluso de redención eran familiares a todos ellos. Del todo distinto era dirigirse a los paganos, a quienes la idea de Mesías era desconocida; es precisamente en este cometido, donde todo debía inventarse, que se desencadena el genio del apóstol. Surgido en el seno del judaísmo, el cristianismo se prestaba naturalmente a una exposición concebida «en función» del judaísmo; y los discípulos directos de Jesús tenían tan viva conciencia de aquéllo que no concebían siquiera que el beneficio del Evangelio pudiese extenderse más allá del pueblo elegido. El cometido de san Pablo consiste esencialmente en hacer salir el cristianismo del esquema judío en el que se presentaba inicialmente y de transformarlo en una religión universal, sin vínculo exclusivo con raza o ambiente alguno, y en el cual la fe es suficiente para la salvación, vale decir en el cual todo es subordinado a la actitud interior del creyente. Es prerrogativa de quien ha concebido la idea de esta revolución decisiva mostrar que era efectivamente posible exponer el Evangelio sin revestirlo constantemente de las concepciones y formulas de la religión israelita, y así todo hombre pudo comprender que había allí una palabra para él. No hay que olvidar que la mayoría de las nociones familiares al misionero cristiano, una vez despojadas de su forma judía, eran perfectamente accesibles y hasta familiares al «gran público» de la época. Las religiones mistéricas habían expandido la idea que iba a comenzar un nuevo período de la historia humana -novus rerum nascitur ordo-, la espera de una personalidad sobrehumana, de «aquel que debía venir», la predicación de un Salvador muerto y resucitado, la promesa de una purificación por medio de la sangre de la divinidad y de una comida en que la carne de la divinidad sería el alimento de los iniciados, todo esto era tan común en los círculos del primer siglo que el peligro para el cristianismo no era de parecer extraño a las preocupaciones de la época, sino de ser confundido con doctrinas y prácticas de las cuales veremos que se diferenciaba esencialmente25. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos reporta dos discursos de san Pablo, en Atenas (He 17,22-31) y ante el rey Agripa (He 26,2-32), a partir de los cuales nos podemos hacer una idea aproximada de su modo/método y de los resultados alcanzados. Sin duda se trata de discursos adaptados muy libremente, y sería abusivo suponer que nos encontramos frente a textos paulinos; el estilo es infinitamente menos vivaz y menos elaborado que el del apóstol, y son a toda vista reconstituidos por el redactor, y con algunas redundancias literarias. Sin embrago estos fragmentos llevan la huella del genio, y en sus grandes líneas se conforman probablemente al tipo de 25

Esto mismo explica porque posteriormente los escritores cristianos y los Padres de la Iglesia subrayan que no hay nada en la conducta de los creyentes que justifique, por ejemplo, las persecuciones o una opinión dudosa sobre el honesto desempeño de los creyentes en Cristo. Un primer reflejo lo encontramos en la carta primera de Pedro: «si alguien los acusa, la vergüenza será para aquellos que calumnian la vida recta de los cristianos» (1Pe 3,14-17). La carta a Diogneto retoma esa idea: «dan ejemplo de una forma suya de maravillosa vida social que, al decir de todos, tiene de lo asombroso … aquéllos que los odian no saben expresar el motivo de ese odio» (A Diogneto V,4.17; cfr. San Teófilo de Antioquía, Tercer libro a Autólicos, cap. 15). En forma más matizada Minucio Félix en su Octavius (cap.31) traza un cuadro de la excelente conducta cristiana, el comportamiento de los fieles es su mejor apología. No predican grandes cosas, pero las viven. Y el más polémico Tertuliano cita el mismo testimonio de Plinio el Joven que hace evidente que los cristianos no hacen nada malo y se les condena sólo por una inexplicable discriminatoria tozudez: «Plinio Segundo, mientras era gobernador de una provincia, después de haber condenado algunos Cristianos y otros inducido a la apostasía, sin embargo alarmado por su gran número, consulta a Trajano entonces emperador acerca de cómo del modo de conducirse en futuro, e informa que excepto la obstinación de no ofrecer sacrificios- no ha descubierto acerca de sus misterios, si no que se reúnen antes de levantarse el sol para cantar himnos en honor a Cristo, como a un dios, y que para fortalecer su disciplina, se abstienen del homicidio, del adulterio, del engaño, la deslealtad y otros delitos» (Apol. II,6; el carteo entre Plino y Trajano en Plinio, Epist. X, 96, 1-9; X, 97).

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. predicación que gustaba a Pablo. Se encuentran algunos de los rasgos fundamentales de su pensamiento: la idea de una predestinación religiosa de la humanidad, de una búsqueda incierta pero destinada a alcanza un día la meta; la oposición de los «tiempos de ignorancia» y los que siguen a la venida de Jesús; la oposición entre los ídolos y el verdadero Dios. Es posible pensar que el Evangelio así presentado como respuesta a la espera humana26, o, según un esquema familiar al apóstol, como religión del pecado, del arrepentimiento y del perdón, apareciese en una atmósfera análoga a la que había creado las religiones mistéricas, pero con el prestigio de su admirable sobriedad, de su grandioso monoteísmo, y de sus exigencias de renovación ya no ritual sino moral27. Es importante señalar que es cuando llegaba a la persona histórica del Maestro que el predicador choca con las objeciones decisivas provoca el escepticismo o el rechazo. En las dos circunstancias reportadas por Hechos, es cuando abandona el terreno de las ideas generales para hablar de la muerte y la resurrección de Cristo que el público deja de acompañarlo. Realmente «nosotros proclamamos a un Mesías crucificado: para los judíos ¡qué escándalo! Y para los griegos ¡qué locura!» (1Co 1,23). En definitiva éste era el punto de partida real de la conversión: los que descubrían en Cristo el poder de Dios para la salvación del creyente se hacían cristianos; los que querían quedar en un nivel de la idea pura se apartan del Evangelio. En las cartas -especialmente las más antiguas- encontramos unos pasos donde el autor recuerda a sus fieles lo que les decía cuando aún eran paganos. A partir de estos textos parece que tres órdenes de consideraciones hayan ocupado un puesto importante en su enseñanza. Antes que nada la esperanza en el Cristo que viene28; con esta venida se concreta la gloria a la que tomarán parte los elegidos (1Tes 1,10); dicha esperanza puede matizarse de tintes más o menos escatológicos, pero sin duda es esencial en la predicación del cristianismo primitivo y parece haber constituido uno de los elementos decisivos de su atractiva29; ella comprende a la vez la esperanza terrenal que la del más allá, una y otra subordinadas a la presencia y a la

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Para un judío, además esta visión tenía raíces en los orígenes mismos de la experiencia religiosa de Israel que tiene su exordio en la respuesta de Yahvé a sus angustias en la esclavitud y lo compromete con su liberación: «He visto …» (Éx 3,7; 4,31). 27 Para un israelita ya era familiar y lo llegó a ser pronto sin duda para los étnico-cristianos toda la tradición profética que miraba con justificado desencanto al rito desligado o hasta contrario a la vida y que queda plasmado en esa proclama de Oseas: «misericordia quiero, y no sacrificio» (6,6), que es retomado por el evangelio de Mateo (12,7; 9,13; cfr. Mc 12,33) y que tiene su descripción detallada en esa cuadro tremendo y grandioso del primer capítulo de Isaías: «¿Por qué tantos sacrificios en mi honor? -dice Yahvé. Ya estoy saciado de sus animales, de la grasa de sus terneros. No me agrada la sangre de sus novillos, de sus corderos y chivos. Si suben hacia mí en peregrinación, y se agolpan en los patios de mi templo, ¿quién se lo ha pedido? Déjense de traerme ofrendas inútiles; ¡el incienso me causa horror! Lunas nuevas, sábados, reuniones, ¡ya no soporto más sacrificios ni fiestas! Odio sus lunas nuevas y sus ceremonias, se me han vuelto un peso y estoy cansado de tolerarlas. Cuando rezan con las manos extendidas, aparto mis ojos para no verlos; aunque multipliquen sus plegarias, no las escucharé, porque veo la sangre en sus manos. ¡Lávense, purifíquense! no me hagan el testigo de sus malas acciones, dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano y defiendan a la viuda» (1,11-17). Por lo demás es la intuición precisa de David en el momento que hace el poético relato de su proceso de redención de su triste desliz: «Un sacrificio no te gustaría, ni querrás si te ofrezco, un holocausto. Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito» (Sal 51[50],18-19). 28 Es esa espera de la segunda y decisiva venida que dará cumplimiento a lo iniciado en la primera venida y de la que son continuadores los apóstoles y la Iglesia posteriormente y -dentro de ella- los religiosos con especial relieve. 29 La valencia escatológica, es decir con mirada a los frutos decisivos de los últimos tiempos y la ventana abierta a la vida eterna es un rasgo fundamental de la teología cristiana que les pido puedan profundizar viendo -además- su estrecha vinculación con el compromiso y la calidad de esta vida presente.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. acción del Salvador. Posteriormente una vigorosa polémica contra los ídolos30, los dioses de la nada (1Tes 1,9; Gál 4,8-11; 1Co 12,2, etc.). El cristianismo asoma aquí como la religión a la vez razonable y superior a la razón, la sabiduría de Dios opuesta a las frágiles sabidurías humanas representadas en los misterios paganos. Finalmente la mención de las exigencias morales fuera de las cuales nadie entrará en el Reino de Dios (1Tes 2,12; Rom 2,13; Gál a través de la religión auténtica en los capítulos 4 y 5 y una conducta apropiada en el capítulo 6)31, religión del espíritu y no de la carne, oponiendo su poder creador de una vida nueva a la vanidad de las religiones obsoletas, siendo entre los cristianos el surgimiento de una personalidad regenerada el testimonio concreto por el cual su vocación se afirma como una realidad sobre-humana. Ahora todo esto no pasaba a través de discursos académicos. El que no venía con «el prestigio de la elocuencia y de la sabiduría» (1Co 1,17; Col 2,3; cfr. 1Pe 3,1; 2Pe 2,18; Lc 10,21) contaba más bien sobre el contagio de la vida que sobre el efecto de su palabra, y seguramente aquellos incrédulos e indoctos32 de los habla el apóstol (1Co 14,24s), emprenden un camino nuevo especialmente porque «los secretos de su corazón son desvelados».

5. La autoridad personal del apóstol debía influir en toda su actividad en un porcentaje cuya importancia, difícil de medir, era seguramente considerable. La segura convicción de una vocación divina, la claridad de una consagración sin reserva, la energía de un pensamiento que sabía llegar hasta el extremo de su lógica imperiosa y sin embargo matizarse en mil sutilezas que lo hacían vivaz y accesible, el prestigio de una ascesis, que, aún evitando toda exageración dañina, subordina decididamente todas las realidades exteriores a la realización de un absoluto, todo eso debía compensar ampliamente esa debilidad de palabra que resaltan los adversarios de Corinto (2Co 10,10ss) y que él mismo reconoce definiéndose con altura «novato en la elocuencia, no en la ciencia» (2Co 11,6)33. Humilde pero sin rebajarse no reivindica nada para sí mismo, porque a la gracia de Dios corresponde el honor por lo que es y hace, pero no está dispuesto a permitir que rebajen los servicios rendidos, los sufrimientos padecidos, ni toda la gran obra que puede acreditar, precisamente porque no 30

Dentro de la idolatría está la adoración que se da a los dioses falsos, como también el amor excesivo y vehemente a alguien o algo que, siendo secundario, se levanta como primario y así se trastornan las jerarquías de las cosas. Además de los ídolos en cuanto imágenes entran en la categoría también las stoiqueia (stoice‹a, cfr. Heb 5,12), el primer principio de las cosas que correctamente son parte del don de Dios al hombre y medio apto para conocerlo; en forma incorrecta son un velo que nos impide llegar a Dios y se trasforman en un sustituto suyo o hasta su enemigo. Coherente con ello la admonición de la carta a los Romanos: «Adoraron y sirvieron a seres creados en lugar del Creador» (1,19-25). Este trastorno, que no es menos grave en tiempos de «ecología» instintiva y tiránica, lo recuerda nuestro Fundador positivamente antes afirmando que «naturalmente conoces a Dios a través de las creaturas y las cosas invisibles a través de las visibles (Rom 1,20)» y señalando que el pecado impidió que este primer libro cumpliese su tarea reveladora haciendo necesario un segundo libro de la revelación «al ser las creaturas el libro que el hombre debía leer para ir a su Señor, antes del pecado del hombre este libro tenía letras bellas, frescas, nítidas y perfectas. Después del pecado las letras de este libro contrajeron cierta imperfección y oscuridad: no se borraron, pero se volvieron gastadas, de difícil lectura y casi invisibles. Pero la bondad de Dios, que no se fija en nuestra malicia, al ver que el hombre sólo a duras penas leía este libro, y raras veces alcanzaba el conocimiento de Dios, tomando a menudo una cosa por otra o en forma distinta de cómo había sido hecha, ¿qué hizo Dios? Hizo otro libro, el de la Escritura, por el que restauró el primero insertándole todo lo bueno que estaba en las creaturas; y, cogiendo lo perfecto, enseñó a abandonar la imperfección; y aceptando lo necesario, eliminó lo superfluo» [ZACCARIA, cit., pp. 59.91; tr. esp. Escritos, cit., pp. 101.152]. 31 Es imprescindible aquí hacer mención del paso evangélico «No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos; más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo» (Mt 7,21) que nos vincula con lo que mencionamos en la nota 25. 32 Así son definidos en el texto ápistos (¥pistoj) e idiotas („dièthj). 33 Simpática coincidencia que Moisés tuviese la misma tranca al hablar (Ex 4,10).

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. es suya sino de Dios. El que ha escrito las páginas ardientes de la 2Corintios (2Co 10-12) sobre la grandeza de su apostolado o el himno irónico y triunfal a la gloria de los auténticos apóstoles seguramente tenía conciencia lúcida del sentido de su misión (2Co 6,9s). Cuando lo exaltan, el se humilla; cuando alguien se arrima a él, consulta duramente si acaso es Pablo que ha sido crucificado; reclama que no es sino un servidor, «un buen arquitecto» sin duda (1Co 3,4-13; 1,12), pero no para cultivar orgullo. Pero cuando lo humillan él se exalta, porque en él están desconociendo la misma gracia de Dios: «¿No soy yo un apóstol, y un apóstol, que ha visto a Jesús, nuestro Señor, y no son ustedes mi obra en el Señor?» (1Co 9,1). «Nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús » (Gál 6,17).

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P.

V. El jefe de Iglesia

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ablo no iba a fundar ni a organizar la «Iglesia»; ella existía antes que él34, y, aunque subraya en varias ocasiones que él es apóstol «no debido a los hombres sino de parte de Dios» (cfr. Gál 1,1.11-12; Rom 1,1; 1Cor 1,1), no descuida el contacto con ella y de hacer reconocer o validar su ministerio, temiendo sin ello «haber corrido en vano» (Gál 2,2). Lo que sí ocurre es que con el surgir de comunidades en las que el elemento pagano era muy mayoritario plante el tema de la evangelización bajo una nueva luz y allí su aporte es vital. La Iglesia primitiva se había estructurado dentro de los cuadros israelitas de una manera tal que era difícil suponer el surgir en su seno de un sacerdocio y de un ritual específicamente cristianos, porque el sacerdocio y el ritual israelitas seguían teniendo vigencia. Los que constituían «el verdadero Israel», al haber reconocido el Mesías repudiado por los jefes del pueblo, quedaban bajo la obediencia de la ley, y vemos en Hechos (He 18,18; 21,2027) al mismo Pablo someterse a las ceremonias tradicionales y aprestarse a ofrecer un sacrificio. El cristianismo era para ellos «el camino35 según el cual ellos servían a Dios de sus padres» (He 24,14), y lo que los distingue de los otros Judíos era el reconocer la mesianidad de Jesús, así como la práctica del bautismo y de la «fracción del pan» en las asambleas. Estos rasgos «distinguían» su fe pero no la «constituían» esencialmente; su vida moral y religiosa seguía moviéndose entre las coordenadas de la adoración a Dios santo y la obediencia a la ley; su ambiente religioso, la asamblea de los hermanos, estaba incluida en un ambiente más amplio: Israel. Completamente distinta la situación en las comunidades fundadas por Pablo. Aquí la asamblea de los cristianos era todo: ninguna otra disciplina moral, ningún otro ministerio u otro ritual que el propio; los santos36 no dejaban su ambiente anterior por evolución y como contrariados; ellos debían romper radicalmente con él. No les quedaba sino la palabra que

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Lo subrayamos a partir de la afirmación recurrente de alguien que sí es el fundador del cristianismo y de la Iglesia. Cfr. nota 9. 35 Recordamos una vez más que fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos «cristianos» (He 11,26). El término con que se autodesignan los cristianos, antes, parece ser «camino» (hodós, ÐdÒj): He 9,2; 16,17; 18,25s; 19,9.23; 22,4; 24,14.22; cfr. Heb 10,20. 36 Otro término genérico con el cual se designan a los creyentes.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. los había convertido y los frutos que el Espíritu había producido en ellos. Sólo sobre estos elementos Pablo va a construir «la Iglesia de Dios»37. Y no se trata más que de la Iglesia local, «la Iglesia de Dios que está en Corinto» o «en Tesalónica». Piensa especialmente a la Iglesia local, porque la Iglesia de Dios está toda entera en cada uno de sus grupos, como el Espíritu está entero en cada uno de los creyentes.

1. El principio de la Iglesia es en efecto la construcción del Espíritu. La Iglesia es la sociedad de los consagrados; lo que no significa que comprenda sólo perfectos, comprende también débiles, niños; es posible hasta que haya carnales38, porque no han sabidos aún deshacerse de lo que es inferior; sin embargo son hombres en los que habita el Espíritu (cf. 1Co 3, especialmente v. 4 y 16) y que, viviendo por el Espíritu, deben caminar según el Espíritu (Gál 5,25). La Iglesia se opone al mundo como el Espíritu a la carne39: no sólo en ese sentido que se «debe» vivir según el Espíritu y aceptar una disciplina moral que no se aplica a «los de afuera» (1Co 5,9-13), sino más profundamente porque todas las actividades colectivas están bajo la dependencia directa, inmediata del Espíritu. No exclusivamente lo que el mundo llama «virtudes», como la bondad, la temperancia, etc. son frutos del Espíritu (Gál 5,22), mas hasta los que se llaman des «actos religiosos», como la oración, la predicación inspirada (= profecía), las lenguas, les sanaciones, los milagros, son dones del Espíritu (1Co 12,8-10). La predicación del apóstol es una demostración del poder del Espíritu, y el mismo culto de la Iglesia aparece como una sucesión de actos que revela la presencia y la iniciativa del Espíritu. El cristiano que se levanta en la asamblea de la Iglesia de Corinto y pronuncia une plegaria no dirá que ha decidido rezar, sino que «el Espíritu le ha entregado una palabra de oración». El principio creador en la vida colectiva de la Iglesia no es la libre iniciativa del hombre, sino la todopoderosa espontaneidad del Espíritu.

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Lo decimos porque son exclusivamente estos elementos los que constituyen la nueva comunidad, no porque sean poca cosa; baste mirar la cuantía de los frutos del Espíritu: cfr. Gál 5,225,22-26; 2Co 6,6-7; Rom 14,17ss. 38 Son casi términos técnicos que conviene tener presente porque indican expectativas en la comunidad creyente y metas con sus respectivos obstáculos: los consagrados (hágioi - ¤gioi) o santos son por definición los creyentes maduros, que pero se suponen de alguna manera todos, tanto que el término se usa en forma genérica para señalar a los creyentes; los perfectos (téleioi tšleioi) son los que han alcanzado la madurez, en definitiva los que son santos de veras, pero en este caso también en perspectiva todos (aunque aún no) porque es el llamado evangélico el que resuena implacablemente: «sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo» (Mt 5,48 y Pablo aclara este grado vinculado con el término santo en Ef 5,2ss y que vincula con la expectativa ya del Antiguo Testamento expresada en Lev 19,2); el ser débiles (astheneis - ¢sqene…j) apunta a una condición ineludible de la naturaleza humana (cfr. Rom 5,6 que la Biblia Latinoamericana traduce «que no servíamos para nada») o por el proceso siempre incierto de asimilar la fe y hasta por culpa por no hacer empeño suficiente para alcanzar esa madurez en la fe (se puede útilmente considerar la cuestión tratada en Rom 14); y similar a la atribución anterior es el de niños (népioi - n»pioi) en cuanto inmaduros viviendo una etapa casi primitiva en la cuando ya ha llegado la etapa de la madurez y así se lo observa Pablo a los Corintios a los que llevó por la etapa de la infancia (1Co 3,1ss), pero en carta a los Efesios recuerda que llega un momento que ya no se es niños inciertos y faltos de firmeza (Ef 4,14), eso sí que sería fantástico que el creyente quedara niño en cuanto a malicia (1Co 14,20) y similar a esta acepción de niños es la de carnales (sarkikoi - sark…koi) que están acomunados en 1Co 3,1ss y que en definitiva consiste en la actitud de juzgar cosas y circunstancias sólo humanamente. 39 Entendemos que estas oposiciones radicales gustan poco hoy, pero no es honesto hacerle el quite y sí mirarlas en su real sentido. No son fruto de la dicotomía filosófica griega, especialmente platónica, sino que responden a esa contraposición entre quien quiere construir su proyecto personal y comunitario a partir de sí mismo o quien lo estructura según el plan divino y no se contrapone al principio de encarnación y -todo lo contrario- lo requieren para rescatar del fracaso los planes de la carne. Principios de teología paulina y joánica se mezclan en este aspecto. Cuando a la palabra «mundo» se atribuye un significado negativo, como precisamente en las contraposiciones paulinas y en la teología joánica, se alude a ese «mundo» sometido al dominio del pecado del hombre. A la vez parece justo precisar que según la teología bíblica no pesa sobre el mundo y sobre la materia -y por ende tampoco sobre la corporalidad del hombre- ninguna sombra de descalificación.

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2. Una organización cualquiera, incluso en el ámbito más elemental como el del buen orden material, ¿será posible con una tal concepción? El señorío del Espíritu, esto es, humanamente hablando, la primacía de la inspiración individual, ¿no es acaso la negación misma de toda autoridad colectiva y de toda regla? O más escueto, ¿la espontaneidad del sentimiento religioso no terminará reivindicando sus derechos absolutos, divinos, contra todo conformismo, toda tradición, todo orden reconocido o impuesto por la colectividad?40. Parece sin embargo demasiado evidente que no es bueno tentarse por afirmaciones absolutas. La eclesiología de Pablo coincide sin duda con una pneumatología, pero es una pneumatología cristiana, influenciada por consiguiente por un coeficiente histórico. El Espíritu que anima a los creyentes no es un Espíritu anónimo e incondicionado, es el Espíritu de Jesús; y sería raro que dijese algo contra el Señor, como por otra parte el cristiano sin él no pude decir nada adecuado a la palabra del Señor, porque el Señor es el Espíritu (1Co 12,28). Por mucho que Pablo no haga gran caso de la tradición, sin embargo conoce un cierto número de mandamientos precisos, concretos, dados por el Señor; por ejemplo, en sus enseñanzas relativas al matrimonio, distingue con cuidado lo que ordena el Señor y lo que es de su cosecha (1Co 7,10.12.25). Hay un rudimento de disciplina que no podría considerarse una negación de los derechos soberanos del Espíritu Santo, porque viene del mismo Señor. Y hay más: la doctrina de los dones del Espíritu, lejos de ser una doctrina arbitraria y de anarquía -como si el Espíritu fuese un ropaje pomposo con el que revestir las fantasías de cada cual-, trae en sí misma su correctivo y produce espontáneamente una disciplina del culto como también de la vida moral y del ministerio, cuando es interpretada según el Espíritu de Cristo. Los dones del Espíritu, en efecto, no son acordados para un beneficio particular y aún menos para satisfacer el propio orgullo; la doctrina del Espíritu, que es finalmente una aplicación particular de la doctrina de la gracia, está hecha expresamente para eliminar toda posibilidad de orgullo, porque no hay nada en nosotros que no sea un don; nos son dados para utilidad común (1Co 12,7) o para la edificación de la Iglesia (1Co 14,5). No tienen por ende todos el mismo valor y se jerarquizan en consideración a su utilidad para la Iglesia, a partir de las posibilidades de servir que ofrecen a quienes los han recibido. A pesar de su multiplicidad provienen todos de un solo Espíritu; aquellos que provocaran nuestro orgullo y nos levantaran así contra nuestros hermanos se revelerían como inferiores o quizás inauténticos, visto que pondrían en peligro la unidad del Espíritu, y hay que acordar preferencia a los que nos ponen más profundamente al servicio de los demás; así, de peldaño en peldaño, es decir de servicio en servicio, llegaremos al punto culminante, al más grande de todos los dones, la caridad. En la atmósfera creada por la concepción evangélica de la vida espiritual, la doctrina del Espíritu produce espontáneamente una organización; es que la disciplina para el creyente no es una virtud de obediencia, la sumisión del Espíritu divino a un reglamento humano; es más bien un homenaje a las formas superiores de la inspiración, a las más desinteresadas, a las más respetuosas de la vida común; es una forma de medirlos con el amor con el bien de los hermanos.

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Es polémica áspera a veces y encuentra -entre tantas- su expresión lapidaria en esa observación de Loisy: «Jesús anunció el Reino de Dios y vino la Iglesia» (LOISY, Alfred, L'Evangile et l'Eglise, Emile Nourry, Paris, 5ª ed., 1930, p. 153). O esa tendencia que muchos teólogos protestantes definen de proto-catolicismo detrás de la cual está la convicción que el catolicismo en general sustituye el espíritu, a quien habría matado de alguna manera, con el aparato. F. Ch. Baur es uno de los padres de esta afirmación que de todos modos tiene varios pretendidos padres.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. Si el hombre que no recibe del Espíritu sino palabras de éxtasis, incomprensibles para todos menos que para él y para Dios, calla en la asamblea de los hermanos, esto no será por obediencia a un reglamento eclesiástico, será para dar paso a formas de inspiración como la palabra inspirada o la oración, cuya superioridad se manifiesta en su utilidad, en el hecho que multiplican las acciones de gracia en la boca de muchos (1Co 14 entero). La doctrina de la inspiración no desemboca en una ilustración (o gnosis), porque «los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas» (versículo 32) y en todo caso, la obra de Dios no es confusión, sino paz (versículo 33) y él quiere ser adorado «con sentido común»41, por creyentes que son niños en el camino del mal, pero adultos en su modo de pensar (versículo 20).

3. El Ministerio será organizado con los mismos criterios de humildad y caridad. Es que los ministerios también son dones del Espíritu, y de ninguna manera instituciones humanas. La Iglesia recibe los ministerios, no los crea; ella los organiza en la esfera de sus manifestaciones prácticas. Es Dios que ha dado a unos ser apóstoles, a otros profetas, a otros doctores, etc. (1Co 12,28; Ef 4,11); hay diversidad de ministerios pero un solo Señor, diversidad de acciones pero un solo Dios que produce todo en todos (1Co 12,5). Es como los miembros del cuerpo, que tienen funciones diversas, pero ninguno es inútil ni puede prescindir de los demás. Existe, entonces, una jerarquía, no en la dignidad sino en la utilidad práctica. El que planta y el que riega no hacen el mismo trabajo ni ejercen los mismos dones, pero están en la misma línea, y cada uno recibirá su salario proporcional a su trabajo (1Co 3,8); lo cierto es que no son nada ni uno ni otro, no son sino instrumentos de los que Dios se sirve para le edificación de su Iglesia. Sería engañarse, pensar carnalmente, pegarse a ellos como si Cristo estuviese dividido o como si los fieles hubiesen sido bautizados en nombre de Pablo o de cualquier otro. Que nadie introduzca su orgullo en los hombres, porque son sólo administradores a quienes sólo se pide ser fieles. Incluso la medición de esta fidelidad compete sólo a Dios, no a los hombres, ni siquiera a los mismos interesados (1Co 4,1-5). De un punto de vista humano, los ministros de Dios son los más miserables de los hombres, los apóstoles especialmente, ofrecidos como en espectáculo al universo (1Co 4.9-13), cuales gladiadores en la arena en lucha contra las bestias sanguinarias o contra los espíritus demoníacos. Pero de un punto de vista del Espíritu son los siervos de Dios, heraldos de Jesucristo, tienen derecho al respeto de la Iglesia y el apóstol recomienda con frecuencia a los creyentes este deber de respeto y gratitud hacia quienes se han hecho sus servidores a causa de Cristo Jesús (1Co 16,11.16-18; Rom 16,1-3.7; Col 4,10). En la medida que sea preciso para su desempeño, los ministros deben recibir de la comunidad lo necesario para su subsistencia (1Co 9 entero). Pedro y los hermanos del Señor hacen uso de este derecho para sí y su familia. Hacen bien (versículo 5). Es un derecho reconocido no sólo por las costumbres humanas (versículos 6s), por las tradiciones de Israel (versículo 13) y la legislación levítica (versículos 9s)42, sino por una orden expresa del Señor (versículo 14). Sin embargo Pablo, que reclama auxilios para otros (1Co 16,1s), rehúsa aceptar lo que sea a no ser, de parte de sus queridos Filipenses, «el fruto de la amistad» (cfr. Fil 4,11ss). Su orgullo es servir al Señor gratuitamente; predicar el Evangelio le es impuesto como una ley, y 41

Ese famoso que es el … menos común de los sentidos. En este momento ya parece evidente la identificación sustitutiva entre el ministerio cristiano y el servicio al altar en Israel. 42

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. caería bajo maldición si no se conformara a esta orden; pero libremente, espontáneamente, se impone esta dificultad especial de predicar a su gusto, proveyendo a sus necesidades con su trabajo.

4. La unidad de la Iglesia también se edificará sobre el Espíritu; no puede haber sino una Iglesia, porque no hay sino un Espíritu: «Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también ustedes fueron llamados en una misma esperanza de su vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos» (Ef 4,4-6). Este célebre texto establece claramente que para Pablo la unidad de la Iglesia, así como la unidad de la fe y de la esperanza, está señalada como una realidad y no propuesta como un deber. Hay una sola Iglesia, una sola fe, como hay un solo Dios y un solo Espíritu. No se trata entonces para la Iglesia de conservar o reencontrar su unidad; ella es ineludiblemente una, porque no hay Iglesia sino donde está el Espíritu, y ese es necesariamente uno. Es cierto que el apóstol invita a los fieles a «conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4,3); pero no parece que deba ser interpretado como una invitación a no poner en peligro con sentimientos poco fraternales la unidad de la Iglesia, es más bien una invitación a no colocarse fuera de la unidad del Espíritu, y por consiguiente fuera de la Iglesia, destruyendo los vínculos de la fe y del amor. A la luz de esta concepción, nuestras ideas tanto sobre la unidad dogmática como sobre la unidad visible de la Iglesia aparecen extrañas al pensamiento de Pablo. Hay algo más que un afanoso literalismo detrás de las recomendaciones sobre la fidelidad con la que deben ser retenidas y transmitidas sus enseñanzas. Los dos textos donde están enunciadas (1Co 11,2; 15,3) no apuntan a enseñanzas personales del apóstol, sino a las catequesis relativas a las paradoseis (paradÒseij, tradiciones), y que eran los únicos vehículos de la tradición evangélica. Si se consideran además las deformaciones que padeció la enseñanza del apóstol (en Tesalónica acerca del trabajo, por ejemplo [cfr. 2Tes 3,6-12]), verá que no se trata de una precaución superflua. Las Palabras «que todos hablen lo mismo» (†na tÕ aÙtÕ lšghte p£ntej) (1Co 1,10) no parece indicar una preocupación de uniformidad dogmática; más bien escribiendo e personas que dicen, unos: yo soy de Pablo, otros: yo soy de Apolo, la expresión «que todos hablen lo mismo» debe entenderse «que apunten todos a un solo nombre». El mismo apóstol indica unas líneas más adelante que la única exigencia absoluta es «poner todos el mismo fundamento, Jesucristo», y enseguida cada uno puede edificar sobre esta base con lo que tiene, con oro, plata, piedras preciosas, madera, caña o paja. Todas estas construcciones no son iguales, el día del juicio pondrá en evidencia el valor de cada una; se verá la que resiste y la que se desmorona. Sin embargo el arquitecto mal inspirado o mal equipado no será condenado: perderá su salario, pero el mismo será salvado ... ¡aunque a duras penas! Esperen pues el juicio de Dios y no se afanen en medir las concepciones o los métodos ajenos (1Co 3,10-15; 4,5). Aunque parezcan contradictorios con este criterio hay que considerar los anatemas contra quienes «predican otro evangelio» que el suyo como la firme memoria que no puede haber otro evangelio que el de la libertad cristiana (Gál 1,8ss), liberada de las observancias judías y que sabe recibir la salvación por la fe y la gracia del Espíritu, Por eso para Pablo y para un paulino debe resultar un ejercicio perenne no caer en la trampa de suplantar el evangelio a través de sabidurías humanas y hacerse un deber de tener este norte: «nosotros tenemos la forma de pensar de Cristo» (1Co 2,16). 33


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. Por lo mismo buscar en Pablo un sistema es ocioso y contradictorio con su pensar. Cada sistema terminaría cortando las alas al Espíritu y manejándose en criterios humanos hasta producir inercia contraria a la misma naturaleza de la Iglesia en permanente búsqueda de adecuarse siempre más a su Señor y al Espíritu. Así las divisiones de Corinto revelan el carácter carnal de los miembros de la Iglesia (1Co 3,3s) y finalmente la unanimidad la producirá la presencia soberana del Espíritu (Fil 1,28) y en nosotros dará su fruto si le estamos abiertos. La Iglesia no es una cosa, una institución, tampoco una institución divina; es un organismo, el Cuerpo de Cristo, y cada uno de los creyentes es uno de sus miembros. Estos términos deben entenderse en la plenitud de su realismo. El rol de los creyentes, y en pos de los que el Espíritu ha investido de los diversos ministerios, es de construir el Cuerpo de Cristo, hasta que el conjunto de la Iglesia constituya un organismo humano completo, del que Cristo es la cabeza, y que realiza en su estatura la plenitud de Cristo (Ef 4,1116)43. Así se entiende que la diversidad en la Iglesia es la ley misma de la naturaleza; su unidad no se constituye sobre la uniformidad de sus partes, sino en su orientación y toda la acción de Pablo tenderá no a crear conformismos, sino a manifestar un espíritu, el Espíritu44. En realidad no puede sino suscitar admiración ver con cual decisión y firmeza el apóstol ha conformado su acción práctica a este fin soberano. Crear un conformismo ritual, eclesiástico o doctrinal, es cosa relativamente fácil, y en todo caso es susceptible de provocar la adhesión de los espíritus más primitivos; mientras crear una Iglesia que se define por su espíritu y no por sus formas o sus doctrinas, es un proyecto singularmente audaz que debe haber impuesto al apóstol un trabajo sobrehumano. Pero ha creído que no era posible esquivar dicha labor. La Iglesia que aspira edificar para su Maestro debe ser la Iglesia de la libertad espiritual, del sacerdocio universal, de la salvación por la fe. Tendrá su doctrina, que no es humana, sus tradiciones, que le vienen del mismo Cristo, sus responsables, que nadie podría romper sin correr el riesgo de trabajar contra Cristo trabajando contra el amor; pero todo eso no será sino instrumentos a disposición del Espíritu, sola realidad soberana. Quien se entregara a su conformismo haría vana la muerte de Cristo; volvería a levantar una religión de la ley, de la letra; desecharía la gracia, esperaría su salvación de otra cosa que de la vocación venida de Dios y consolidada por la fe. Buscar un medio de salvación que no sea la fe en Jesucristo, sería faltar de fe en Él, como en la gracia de Dios de la que Él es portador, o, vaya, sería faltar de fe en la fe. Lo que es de la carne y del mundo pasa; sólo el Espíritu permanece. Abstinencias, ayunos, sábados, todo eso no es más que la sombra de lo que debía venir; la realidad es en Cristo, el Señor que es el Espíritu. Sólo sobre Él en quien se encarna una nueva alianza que no es ya según la letra, sino según el Espíritu, puede ser fundada la Iglesia.

5. De todas maneras los ritos tienen su sitio en esta Iglesia del Espíritu que no quiere ser una Iglesia sin cuerpo. Pablo solicita un sitio destacado, en las manifestaciones colectivas de la vida cristiana, para dos actos de culto que no son la expresión espontánea de los sentimientos suscitados por el Espíritu

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Se puede entender el paso como si cada un de los cristianos deba alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo, pero el versículo 16 milita en favor de la interpretación que hemos indicado: la Iglesia es un cuerpo que se constituye y crece por el ministerio de los creyentes; ellos son los elementos los miembros, mientras Cristo es la cabeza. 44 Coherentes con esta opción paulina las reflexiones sobre la tarea de la vida religiosa Vita Consecrata 27.4. Aparecida 525 así también describe a Latinoamérica; cfr. también 162.170.311.543.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. en el corazón de los fieles, sino formas tradicionales en las que se expresan las realidades fundamentales de la mística cristiana: el bautismo45 y la Cena46. Uno y otro remontan al mismo Señor; ahora las vinculaciones con el relato evangélico es más vago para el bautismo. En las cartas no hay alusión a su origen ni al hecho que el Señor lo practicara o lo hubiese recibido. Hechos (He 19,17) distingue entre el bautismo de Juan y el del Espíritu, pero precisiones de este tipo no las tenemos de la pluma de Pablo. Otras referencias nos hacen señalar que el bautismo para él ya no es señal de arrepentimiento; es la participación del fiel a la muerte y a la resurrección del Salvador; el cristiano muere a sí mismo y resucita con Cristo a una vida nueva (cfr. especialmente Rom 6,3ss). Cabe destacar, en la noción paulina del bautismo -y con menos evidencia de la Cena- la existencia de un realismo radical. El bautizado «muere y resucita» con su Salvador. El bautismo47 no es un signo, un símbolo imaginado por la Iglesia para representar una transformación interior; él lleva en sí mismo su realidad; recibirlo es morir y resucitar con Cristo.

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Bautismo: Literalmente inmersión en el agua. Bautismo cristiano: es el signo público de nuestra identificación con Cristo en Su muerte y resurrección (Rom 6,3s; Col 2,12). Bautismo del Espíritu: con el nuevo nacimiento el Espíritu Santo habita en nosotros, nosotros devenimos miembros de la Iglesia, bautizados en un solo Espíritu (Gál 4,6; Ef 1,13-14; 1Co 12,13). Es diferente del bautismo de Juan que es una declaración pública de arrepentimiento (Mc 1,4; He 13,24). 46 Cena es literalmente una comida y es señalada también como fracción del pan. Comida instituida por Cristo en la vigilia de Su sacrificio y recordada por el pan y el vino (Lc 22,14-23; 1Co 11,23-28). Simboliza que participamos con el cuerpo de Cristo, cada vez que celebramos la cena, anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva (1Co 11,26). La cena es pues un memorial, recuerdo activo del mismo Jesús, de su muerte, del perdón de nuestros numerosos pecados. 47 Y notemos que Pablo encuentra del todo natural administrarlo a vivos para las intenciones de los muertos: 1Co 15,29.

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VI. El moralista

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ste aspecto es sin duda uno de los más problemáticos al momento de hablar de Pablo, de su trayectoria y de su pensamiento. Es presentado como el paladín de la demolición de la ley como seguro vehiculo para la salvación, por lo cual parecería normal que obviara y se desentendiera de todo ordenamiento moral como intrascendente. Sin embargo en sus escritos -aún habiendo hecho a criba sobre los que sean auténticos de los que no lo son o son de dudosa atribución- se encuentran indicaciones sobre una vida coherente con el evangelio que distinguen al hombre nuevo del viejo. Probablemente en las alas de la polémica se ha hecho poca justicia al pensamiento completo de Pablo y valga acercarse con cautela a este aspecto que no es secundario para el estilo de vida cristiana y para su valor de testimonio. Es evidente que Pablo no podía ignorar simplemente el hecho que no deja de ser trascendente para los cristianos en su propio recorrido y, de todos modos, se les preguntará desde afuera si «de sus palabras y de su existencia se transparenta una realidad que se demuestre en los hechos y que pueda verdaderamente ser vivida»48. Otra observación preliminar es necesaria. El axioma de fondo de la doctrina del mérito suena: con mis méritos -vale decir, buenas acciones, cumplimiento de normativas legales, sacrificios …- me gano la salvación y el ingreso al Reino. La nueva lógica de la gracia invierte el recorrido señalando que porque he sido salvado mi conducta también resulta renovada. Lo que es causa pasa a ser efecto y viceversa. Este cambio de perspectiva influye en el surtidor de mi conducta, en su escala, e incluso en lo que sea normativo o no lo sea. Y ahora pasamos a descubrir el talante moral de Pablo. Saulo de Tarso no había conocido otro principio de disciplina interior que la obediencia, otro cuadro para su vida moral que el de la ley mosaica; pero, a partir de su conversión, el prestigio del legalismo se desmantela y la nueva personalidad conoce otros móviles de acción, organiza su vida según otras 48

WENDLAND, Heinz Dietrich, Vita e condotta dei cristiani, Paideia, Brescia 1976, 15. El libro es una preciosa ayuda en abordar este tema y que el autor sea reformado y haga su examen a partir de la carta a los Romanos es especialmente valioso.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. normas. Pero no sólo cambia su propio campo de decisión personal, su desempeño apostólico también lo desafía. El apóstol se encuentra dedicado a la dirección espiritual de prosélitos totalmente ignorantes de la ley judía, ignaros de la obediencia a la ley interior y con frecuencia hasta incapaces de discernir los mandamientos. Por ende constituye lo que nosotros llamamos «una moral», es decir establece fundamentos de la disciplina interior y de su aplicación a los problemas planteados por la vida. En el recorrido no puede evitar de pronunciarse sobre el valor de la Ley, de determinar el vínculo que subsiste entre este principio de su vida anterior y la soberanía del Espíritu, principio de la vida personal del creyente y de la vida de la Iglesia. Señalemos también que podría ser abusivo hablar de una moral paulina , si se entiende como una construcción del espíritu tendiente a fundamentar racionalmente el valor del deber o a determinar su contenido. Similares especulaciones, familiares al pensamiento griego, son ajenas a las preocupaciones del apóstol. Lo que sí nos parece fundadamente poder decir es que para él el Espíritu de Dios es el principio de la disciplina interior. Si nos atenemos a una expresión enigmática que usa él mismo su actitud como moralista se califica como «no estando sometido a la ley», pero «no siendo sin ley» (1Co 9,20); que quizás pueda explicitarse como que el principio de su disciplina interiore no es la obediencia a un mandamiento, pero que no por eso queda desvinculado de toda disciplina. Esta tiene por principio el Espíritu; todos los conformismos son declarados inútiles y todos los legalismos abolidos; pero esto no para dar paso a la libertad del hombre natural, es más bien para que la soberanía del Espíritu no resulte limitada por prescripciones humanas. No se trata de preservar la independencia del espíritu en el sentido humano, sino la libertad del Espíritu en el sentido divino del término. Éste es el principio general que domina su opción «moralista» y que hace de su doctrina no una moral de la obligación, sino una moral de la inspiración: la obediencia al mandamiento cede el paso a la espontaneidad de una personalidad nueva engendrada en nosotros por la acción del Espíritu50. 49

1. De la naturaleza al espíritu. ¿Cuáles son los peldaños a través de los que el cristiano se eleva hasta la inspiración, y a través de qué normas se determina su conducta? En un primer nivel -inferior- encontramos lo que el apóstol llama la «naturaleza» (fÚsij - fúsis), con lo que hay que entender una especie de «moral natural», definida por lo demás apresuradamente, que comprende unos datos inmediatos de la conciencia y de la razón, unos principios de sentido común o de interés social y hasta simples costumbres, por ejemplo cuando Pablo escribe que «la naturaleza misma enseña que es deshonroso

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Dudas que permanecen incluso acerca de una posible moral de la Biblia y que Karl Barth así reflexiona: «grandes partes de la Biblia son prácticamente inutilizables en la escuela, para la enseñanza de la moral, y es necesario reconocer que son harto pobres en lecciones de sabiduría y en buenos ejemplos»; lo que quiere decir que en casos son hasta escandaloso. Es que, «siempre en materia de moral, ¡sobre cuántos argumentos la Biblia es muda! Que magra enseñanza nos ofrece sobre las grandes interrogantes difíciles entre las que nos debatimos: el matrimonio, la civilización, la vida política. Que se piense sólo a ese problema de trágica actualidad para nosotros: la guerra». 50 Consideración por lo demás no desconocida para un verdadero israelita y que colorea las esperas de la nueva alianza en Jeremías (Jer 31,31-34) y Ezequiel (Ez 37,24-27; 36,26-27) y que lo es menos aún para los cristianos y que expresa esa sentencia agustiniana: «ama y haz lo que quieres» (dilige, et quidquid vis fac: Sermón 163 B es sobre Gálatas; y dilige, et quod vis fac, Tratado sobre la Carta de Juan 7,8, ML 35,2033; cfr. STh II-II,184,1), pero de la cual la tentación de desertar hacia un puerto más seguro y apacible del legalismo es frecuente y difícil de vencer. El mismo Agustín, si la identificación es auténtica y sincera, excluye que detrás de esta ley haya posibilidad de engaño: «Cada uno es lo que es su amor; si amas tierra, eres tierra; si amas a Dios, te diré que serás Dios», (Tratado sobre la Carta de Juan 2,14).

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. para el hombre dejarse crecer el cabello» (1Co 11,14). La misma diferencia en las traducciones es síntoma de lo impreciso de la indicación. Esta moral elemental no sabría ser la guía auténtica del cristiano, pero se impone a él por una suerte de a fortiori. Pablo reprueba que los Corintios toleren un escándalo que no se admitiría «siquiera entre los paganos» (1Co 5,1). A esta «gente de afuera», el cristiano evitará juzgarla, pero ¿se pondrá en un nivel inferior a ellos? (1Co 5,13; 6,4; etc.). Él que no debe ser un niño en su modo de pensar (1Co 14,20) podrá juzgar por sí mismo lo que es bueno y justo. El apóstol lo subraya con relación a los procesos entre cristianos; si no alcanzan suficiente fidelidad al ideal evangélico como para soportar que los despojen y padecer injusticia, al menos deben abstenerse ellos de lo que es injusto y encontrar entre ellos árbitros. En modo general la recurrencia en 1Co 6 de la fórmula algo imperativa y desdeñosa: «¿no saben que...?» expresa la evidencia elemental de aquellos axiomas morales que se imponen a todos. Más aún si se considera que el hombre nunca es abandonado por Dios. Aun fuera de la revelación cristiana o mosaica, lleva la ley en sí mismo: «Cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen naturalmente lo que manda la Ley, están escribiendo ellos mismos esa ley que no tienen, y así demuestran que las exigencias de la Ley están grabadas en sus corazones. Serán juzgados por su propia conciencia, y los acusará o los aprobará su propia razón» (Rom 2,14s). A partir de la creación del mundo, Dios se dio a conocer a los hombres por sus obras; es inexcusable que no lo adoren, y su inmoralidad no es sino la consecuencia de su impiedad, o más exactamente sus morales deformes proceden de una religión equivocada (Rom 1,18-32). El apóstol queda en el ámbito de la moral natural, cuando escribe a los Tesalonicenses: «Piensen que es algo grande tener estabilidad, hacerse cargo de las propias necesidades y trabajar con las propias manos, como se lo hemos mandado. Al observar estas reglas serán estimados por los de fuera y no pasarán necesidad» (1Tes 4,11s); y en el momento que esta orden es desestimada, la recomendación es reiterada «en el nombre del Señor Jesucristo» (2Tes 3,10-12) y corroborada por el ejemplo del apóstol (cfr. también los preceptos formulados acerca de la lujuria, 1Co 6,12-20, donde los argumentos de moral racional y de moral religiosa se completan y se mezclan). Y así alcanzamos el segundo peldaño de la moral paulina. Allí se encuentran los elementos provenientes de la tradición cristiana, determinada por la enseñanza misma de Cristo o por lo que es considerado característico de su espíritu: Dios no es un Dios de desorden (1Co 14,33); no nos ha llamado a la impureza (1Tes 4,7); y en modo más neto, después de estigmatizar la impureza de la corrupción pagana, el apóstol remata: «ustedes no aprendieron así a la escuela de Cristo» (Ef 4,20). De esta manera lo que llamaríamos el contenido de la obligación se determina inicialmente por la tradición general de la humanidad, posteriormente por la tradición particular de la vida cristiana. Esta tradición es vinculada a veces a órdenes de Cristo (1Co 7,10), a veces a la autoridad de los que Dios ha sellado con su gracia (1Co 7,25), o a la tradición de la Iglesia (1Co 14,34), y hasta a la ley mosaica que es así en algún modo incorporada a la tradición evangélica (Ef 6,1-3, cfr. Col 3,20). En ocasiones se invoca el ejemplo de Cristo más que su palabra (Fil 2,5ss): eso sí es preciso considerar que mientras las órdenes indicadas como provenientes de Jesús se refieren a palabras positivamente pronunciadas por él, los ejemplos evocados no se relacionan a concretos actos históricos de Jesús sino a actitudes metafísicas, como el despojo del Hijo de Dios que se hace hombre. Así se explica que la autoridad de Jesús no pueda dar pie a un 38


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. nuevo conformismo; el Espíritu ha tomado en él esa concreción y seguirá operando en el creyente. Un ejemplo característico del lugar acordado e estos diversos elementos en el pensamiento moral del apóstol lo proporcionan las indicaciones que entrega sobre el matrimonio (1Co 7). Inicialmente se dan consejos de prudencia en la vida conyugal, presentados con claridad y discreción a la vez («es a modo de consejo, no estoy dando órdenes» 1Co 7,6). En seguida la orden formal emitida por el Señor (1Co 7,10) de no tomar la iniciativa de la separación, y agrega (ya él no el Señor, 1Co 7,12) de no obstinarse en una fidelidad inútil si la pareja no cristiana rehúsa la vida común. Finalmente una regla que Pablo establece en todas las Iglesias (1Co 7,17): cada uno permanezca en la situación en que se encontraba al momento de hacerse cristiano; precisa que no hay un explícito mandato del Señor, pero reivindica su derecho de emitir consejos «como hombre que ha recibido la gracia de ser fiel» (1Co 7,25). En definitiva es el Espíritu de Cristo, que vive en el fiel, el tercero y último peldaño de la escalada moral del cristiano. Pero ¿cómo éste, emancipado de todo legalismo y de todo moralismo, determina prácticamente su conducta? Si «todo está permitido» (1Co 10,23), ¿cómo saber lo que Cristo exige de sus servidores? El cristiano -como en su momento la Iglesia- debe encontrar a partir del principio de su disciplina interior el criterio de su actividad práctica; y será de nuevo la capacidad de servir que el Espíritu engendrará en él. «Todo es lícito, pero no todo edifica»; no se puede usar de la libertad cristiana para vivir según la carne51, sino ponerse al servicio de los demás por amor (Gál 5,13). El principio de acción del cristiano no es más la ley (sea moral o mosaica) sino el Espíritu de Dios, de modo que el momento esencial de la vida moral para él no es ya la obediencia sino la fe52 (actuando por amor), vale decir el consentimiento de todo su ser a la captura del Espíritu de Cristo que lo ha suplantado, hasta que «ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2,20). Así el cristiano es un rescatado, sacado por la soberana iniciativa de de Cristo de la doble esclavitud del pecado y de la ley (Rom 6,18s).

2. Pecado y Ley son dos ideas esenciales y correlativas que conviene precisar si queremos tener un cuadro más claro de las concepciones morales del apóstol. La idea de pecado, aparentemente diversa y múltiple, es muy coherente en el momento que se accede a distinguir entre los pecados (paraptômata - paraptèmata, ofeilêmata - Ñfeil»mata), las infracciones a la ley moral, y el pecado (hamartia - ¡mart…a), el poder generador del mal en nosotros. En este sentido absoluto, Pablo no habla del pecado como de una disposición malvada del corazón humano, sino como de un poder de alguna manera ajeno a nuestra personalidad, al menos a nuestra personalidad moral, porque tiene su asiento en nuestra carne. El pecador no es un ser cuya naturaleza moral comporte ciertas disposiciones culpables; es un ser «vendido al pecado», «esclavo del pecado», hecho extraño a su verdadera 51

Es preciso aclarar que detrás del concepto de carne no está sólo lo relacionado con el desenfreno sexual, sino esa opción de hacer las cosas y tomar sus decisiones a partir exclusivamente de su interés o en autonomía contra Dios. 52 Los zaccarianos, por honestidad, debemos considerar que el Fundador ha hecho su opción hermenéutica a este propósito por un lado señalando la importancia que asigna a la obediencia, que de todos modos interpreta como una adhesión espontánea y por ende más que exterior (Constituciones, capítulo 2) y por otro -aun atendiendo la importancia que da al Espíritula observación conclusiva al Sermón sobre el primer mandamiento: «procuremos primero guardar los mandamientos de Dios, después alcanzaremos la libertad de espíritu. Dios quiera dárnosla por su bondad» [ZACCARIA, cit., p. 52; tr. esp. Escritos, cit., p. 92].

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. naturaleza o al menos incapaz de llevarla a cabo. El pecador no quiere el mal y sin embargo lo hace; su voluntad no es mala, visto que quiere el bien, lo desea; pero ella es impotente, o más exactamente esclava. «Si hago lo que no quiero, no soy yo quien obra el mal, sino el pecado que habita en mí» (Rom 7,15-24). Para poner término e esta dictadura del pecado, no hay que soñar en restaurar la autonomía de la personalidad moral, completamente dañada por el pecado. Éste ha probado su virulencia sirviéndose de la misma ley, de una realidad espiritual y santa, para consolidar su dominio sobre el hombre. Mientras la ley no se había formulado, el hombre quedaba en una inocencia, priva de todo valor es cierto, pero que constituía una especie de vida natural y espontánea: «Hubo un tiempo en que no había Ley, y yo vivía; pero llegó el precepto, dio vida al pecado, y yo morí» (Rom 7,9). El hombre no sólo toma conciencia del carácter culpable de su actitud natural, sino que se descubre incapaz de modificarla, «En mí el hombre interior se siente muy de acuerdo con la Ley de Dios, pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros» (Rom 7,22-23). Si se revela irrealizable la autonomía de la persona bajo el magisterio de la ley, corresponde sustituir a la heteronomía del pecado otra heteronomía, la de Cristo. La negación de la autonomía de la voluntad llega a tal extremo, que la misma personalidad se difumina ante el cruel análisis del apóstol: cuando hago el mal que no quiero, no soy yo que opero, sino el pecado que está en mí; y cuando hago el bien que no puedo, no soy yo que vivo, es Cristo quien vive en mí (Gál 2,20). El hombre no es más que un campo de batalla, él desaparece, «muere» como dice Pablo, y el término debe ser tomado en todo su realismo; no hay sino un medio para escapar al pecado, morir con Cristo, así resucitar con él a una vida nueva; es preciso que, «unidos a él, hemos reproducido en nosotros la imagen de su muerte, con el fin de que reproduzcamos también en nosotros la imagen de su resurrección» (Rom 6,5). Pablo desarrolla esta idea con un gran soporte de argumentos jurídicos, apoyados sobre el hecho que la ley no puede vincular al hombre sino hasta la muerte: esta lo libera pues de la condena (Rom 7,1-4). Pero bajo esta forma algo escolástica vive un pensamiento singularmente fuerte y osado, una concepción mística muy cercana al pensamiento joánico acerca de la vida que es en Cristo y que él debe comunicar a los que creerán en él, Pablo afirma precisando: a quienes aceptarán ser crucificados con él. El moralista se junta con el teórico de la vida mística, porque es por gracia de Dios que es ofrecido al hombre ese Salvador cuya muerte y resurrección traen consigo la espera y ya la garantía de nuestra muerte al pecado y de nuestro nacimiento a una vida superior. No soy yo que, a punta de voluntad, mato en mí el hombre viejo y creo une vida nueva; es el amor de Cristo que renueva en cada uno de los fieles el doble misterio de su muerte y de su resurrección; y si yo soy definitivamente portador de una vida cuyo principio no es más el pecado sino el amor, esto es gracias a una identificación mística con Aquél que se ha entregado por mí y que vive en mí más que yo mismo53.

3. La disciplina interior ya no es asegurada por un conformismo moral sino por una inspiración religiosa; a partir de esta convicción el planteamiento de todos les problemas es invertido. Las diferentes energías que se despliegan en la vida del hombre -templanza, bondad, paciencia- no

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Concepciones estas a la raíz de buena parte de la teología agustiniana.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. son ya virtudes54, es decir fuerzas brotadas del corazón del hombre y de las que su voluntad dispone; son des dones de Dios55, es decir fuerzas que el cristiano recibe del Espíritu y que revelan la presencia en él de una realidad que lo supera. Las tres formas esenciales de la vida cristiana: la fe, la esperanza y el amor, Pablo no las llama, como hará la Iglesia, «virtudes teologales»; las llama «los dones superiores»56. Con este repudio de la ley, con esta sustitución del amor a la obediencia, no se rompen las relaciones entre la actividad del hombre y su salvación, pero se revierten: el hombre que está bajo la ley obedece para obtener la vida por medio de su obediencia, el hombre que posee los dones del Espíritu encuentra natural producir obras dignas del Espíritu. El cristiano no construye su disciplina interior con vistas a la salvación -vale decir, como si la conquistara-, más bien piensa que un hombre salvado no puede volver a ser esclavo de poderes inferiores y no acepta ser esclavo sino de Jesucristo. En esa opción toda posibilidad de orgullo es excluida, lo que es esencial. Toda moral de la obediencia es una moral del orgullo o de la desesperación, en la que el hombre calcula permanentemente lo que ha hecho u omitido, lo que ha dado o rehusado; toda moral de la gracia o del Espíritu es una moral de la humildad y de la paz interior, porque el hombre sabe que todo lo ha recibido y sólo podía recibirlo. Todo es humildad porque todo es gracia57. En Pablo no se olvida la afirmación evangélica que la ley no es demolida sino superada/completada (cfr. Mt 5,17) y realmente en el ámbito de la práctica moral, la ley es superada pero no abolida. El cristiano obra por amor, no por obediencia al mandamiento; pero las obras que lleva a cabo movido por una inspiración superior a esa de la ley son las obras mismas de la ley. Esta permanece como la determinación de la voluntad de Dios acerca de la humanidad; el mandamiento del amor no abroga la ley, la resume: «la ley entera se resume en una frase: Amarás al prójimo como a ti mismo» (Gál 5,14). El Espíritu entonces no habla contra la ley; después de haber enumerado los frutos que aporta en el cristiano, Pablo agrega: «Estas son cosas que no condena ninguna Ley» (Gál 5,23); así de alguna manera la ley subsiste como uno de los elementos de nuestra disciplina interior. Ahora, cuando tenemos en cuenta no la determinación practica de nuestra conducta sino el principio mismo de nuestra salvación, la situación es radicalmente diferente. Es necesario precisar en quién hemos puesto nuestra esperanza. Si contamos sobre nuestra obediencia a la ley, sobre la práctica de la circuncisión o cualquier otra obra, para asegurarnos la salvación, ¿que hemos hecho de Cristo? ¿No es rigurosamente exacto decir que ha muerto

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El significado primitivo del término virtud es el de fuerza, vigor. La moral clásica comprende la virtud como una aptitud para realzar lo que es bien. Esta aptitud puede derivar de la misma naturaleza del hombre y se llama virtud natural. Las virtudes naturales se adquieren (o, al menos se afirman) por medio de un ejercicio prolongado. Se precisan también y así Virtudes cardinales (del latín cardines: goznes) es el nombre dado a las cuatro virtudes morales: prudencia, justicia, fuerza, templanza, que son como los "pilares" sobre los que se apoya la vida moral. La Escritura y la Tradición a su vez indican con el nombre de Virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad, que son específicamente dones de Dios y participación a la vida de Dios. Por lo que se refiere a Pablo o al entorno paulino una descripción de esta aptitud a partir de Fil 4,8 puede ser una disposición constante a buscar el bien. 55 Carisma (de la raíz griega cárisma - c£risma: don, gracia) es un don particular del Espíritu Santo otorgado por el bien común (1Co 12,7), Los carismas conciernen tanto a la Iglesia en su conjunto, como a cada fiel en particular. 56 Es el «deseen ardientemente los mejores dones» (zhloàte t¦ car…smata t¦ me…zona) de 1Co 12,31 que se especifican en 13,13 donde además se precisa que la mejor-mejor es el amorcaridad (¢g£ph). 57 No es casual que el Fundador suponga esta convicción como fundamento de la Oración de acción de gracias en el Capítulo 10 de sus Constituciones [ZACCARIA, cit., p. 120; tr. esp. Escritos, cit., p. 186].

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. para nada? Quién restaura la ley muestra que no tiene fe en la gracia; entonces no tiene nada que ver con Cristo58. Hasta en el terreno moral, es una cesión, un retroceso buscar el principio de la propia vida en la obediencia, cuando se ha conocido un principio superior: la fe; el heredero alcanzada la mayoría de edad, emancipado de las servidumbres infantiles, ¿regresará bajo el yugo del pedagogo? (cf. Gál 3,1-4,7). Bajo pretexto de no ser sin ley, el cristiano no regrese bajo la ley; más bien se constituya una disciplina de vida sin recurrir a esas formas inferiores de obligación que Pablo designa con el término harto oscuro de «elementos» (stoikhéia - stoice‹a)59. Aquí está implicado el rechazo del ascetismo. Observar días, meses, reglamentar la comida y la bebida, todo eso tiene un falso aire de sabiduría y humildad, pero es inútil, hasta nocivo, porque retrocede a un nivel inferior de la vida espiritual. Son ordenamientos humanos que brotan de la letra y de la carne, del mundo; ¿cómo podría sometérsele el cristiano que vive por el Espíritu y que ha sido crucificado para el mundo, como el mundo ha sido crucificado para él? (cf. Gál 4,8-11; 6,14, Col 2,16.23) El apóstol puede recomendar a veces un ascetismo ocasional, pedagógico; pero al querer sistematizar la practica, se haría el juego de Satán (1Co 7,5). Someterse a prescripciones ascéticas (ayunos, etc.) es señal de une conciencia «débil», no «iluminada»; ella es legítima sólo en la medida que es fruto de una convicción personal y no de un vano conformismo. El «fuerte», el «cristiano iluminado» que cree poder comer de todo, hace bien a rechazar las abstinencias; el «débil», que cree deber privarse de ciertos alimentos, haría mal en comer de todo; estas concepciones son igualmente aceptables, visto que cada uno opera según su convicción, porque «todo lo 58

Esta precisión es sin duda paulina, pero es evangélica y cristiana, es decir que remonta a Cristo mismo y su retrato está en esas páginas de la reacción del hijo mayor en la parábola del hijo pródigo o de la misericordia del padre donde su «cumplimiento» es no una satisfacción sino un amargo reproche (Lc 15,25-30) o en la parábola del publicano y del fariseo en el templo (Lc 18,11s). En ambos casos no hay palabra del relato que haga sospechar que los dos se esté atribuyendo algo que no hayan cumplido. Pero el tema es que el compromiso con Dios no es un compromiso contable sino un compromiso adhesivo. Y es el salto que no se atreve a dar el «hombre cumplidor» (18,18-23). 59 Pablo usa cuatro veces el término: Gál 4,3.9 y Col 2,8.20. Siempre en el sentido de «elementos del mundo», menos Gál 4,9, pero el uso de la expresión al versículo 3 no deja dudas sobre el sentido. Las cuatro veces se trata de «elementos» o de «rudimentos del mundo». Sin embargo el sentido exacto de la expresión ha provocado abundantes discusiones a favor o contra las dos posibles interpretaciones: a) En Gálatas, los elementos del mundo son puestos en paralelo con «todo lo que por naturaleza no es dios», y el contexto hace pensar a la adoración de los cuerpos celestes llamados especialmente stoikhéia como elementos del universo (Just. Mártir, Dial., 23; Epifanio, Adv. Hær., 7), y cuyos movimientos regulan el calendario. La adoración de los Colosenses a los ángeles encontraría su explicación en el hecho que los astros se suponían bajo la dependencia directa de seres celestes (Job 38,7; 1Co 15,40; Sant 1,17, Ap 1,20, Clemente Alejandrino, Strom., 6,5). Y no hay que limitarse al cielo; se habla de elementos del «mundo» porque todas las cosas se suponían bajo la dependencia de espíritus (cf. Enoc 82,10-14; 60,11s; Oráculos Sib. 7,33.35); Heb 1,7 a este propósito concuerda con Sal 104,4; Jn 5,4, el ángel de la piscina de Betesda; Ap 7,1, los cuatro ángeles de los cuatro vientos; Ap 12,7, cada Iglesia tiene su ángel; Mt 18,10 alude a los ángeles custodios de cada cual. Los «rudimentos del mundo» indicarían entonces los seres espirituales que, en las creencias populares, y quizás en el mismo pensamiento del apóstol, presidían los fenómenos cósmicos. Según el apóstol, esto seres espirituales, que por naturaleza no son dioses, no deben ser objeto de culto; la adoración de que son objeto de parte de los paganos constituye una ofensa a Dios y no puede ser sino despreciada. b) Varios comentaristas ven en estos «rudimentos del mundo» los ordenamientos del judaísmo que vinculan al fiel, con el rito, a un santuario terrestre (Heb 9,1), mientras el cristiano es liberado de todo lo que es material y terrestre. Esta segunda interpretación es sin duda conforme a la enseñanza del apóstol sobre la oposición entre el dominio de la ley y el de la gracia, pero también la anterior está de acuerdo con lo que sabemos de la angelología paulina. Sería necesario conocer mejor las tendencias de los Colosenses y de los Gálatas para delimitar los errores que el apóstol combatía. Otra solución consiste en ver en los «rudimentos del mundo» el conjunto de los conocimientos humanos, seguramente rudimentarios, comparados con la Revelación.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. que uno hace en contra de su convicción es pecado» (Rom 14,23). Pablo se alista al principio de los «fuertes» (cfr. Rom 15,1). Tiene la firme convicción «que ninguna cosa es impura de por sí» (Rom 14,14); pero si alguien cree que una cosa es impura, entonces para él lo es, y los «fuertes» deben respetar su «debilidad», porque no tenemos que juzgarnos unos a otros (Rom 14,3s). Aquí se esconde un peligro para los fuertes: corren riesgo de despreciar a los débiles y caer en el orgullo. Está muy bien ser «iluminado»; pero no son nuestras «luces» que forjan nuestro valor, es el amor que tenemos unos por otros. Si escandalizamos a los débiles, nos exponemos a la incomprensión y a la calumnia, al mismo tiempo arriesgamos arrastrar con nuestro ejemplo a los débiles a obrar contrariamente a sus convicciones, y perder así, por una cuestión de dieta, al hermano para quien Jesucristo ha muerto (Rom 14,15s). Lo que sirve en Cristo es la humildad, el amor y no «las luces». «El saber infla, mientras que el amor edifica» (1Co 8,1s). Quien escandaliza una conciencia débil es culpable ante el mismo Cristo (1Co 8,8.12). La instancia suprema no es pues una ley ritual o moral, sino el espíritu de amor que recibimos de Cristo. La moral de Pablo se define en cada una de sus etapas como un anti-legalismo dominado por el amor; única actitud que permite evitar el orgullo, él es producto del conformismo generador de esclavitud como también que de las falsas libertades generadoras de escándalo.

4. La aplicación de estos principios es definida en las cartas con precisión. Específicamente el tema de las relaciones entre cristianos y mundo pagano es tratado: - a propósito de las carnes sacrificadas a los ídolos desde un punto de vista radicalmente contrario a todo ascetismo legalista y bajo la sola luz del amor. Por de pronto, si nos referimos a las situaciones que revelan las cartas a los Tesalonicenses o a los Corintios (1Tes 4,1-12; 2Tes 3,6.15; 1Co 5,1-6; 6,12.18; 2Co 9,1-2.13, etc.) es fácil deducir que los neófitos habían acogido más fácilmente las obligaciones sociales que las prescripciones relativas a la vida personal y principalmente a la disciplina de las costumbres. A estos espíritus simplistas, virtudes como la liberalidad o el desinterés parecían más naturalmente implicados en las inspiraciones del amor cristiano que el dominio de sí mismo. A juicio de varios comentadores la aplicación de estos principios había sido influenciada radicalmente por les ideas escatológicas del apóstol. No hay que exagerar esta influencia, aunque innegable. Entre las reivindicaciones de una lógica formal y las exigencias concretas de la vida práctica, Pablo no ha tenido vacilaciones: el cristiano no debe despreciar ni descuidar la vida cotidiana movido por los desórdenes que marcaran el adviento de Cristo glorificado. La hora es desconocida y es bueno que permanezca ignota, porque lo esencial es estar preparado espiritualmente: vigilemos y seamos sobrios, como hijos del día (1Tes 5,1-8). La venida del Señor no es tan cercana que pueda movernos e descuidar el trabajo y las otras formas normales de la vida social (2Tes 3,6-13). La idea que «el tiempo es breve» no ejerce una acción decisiva sobre el pensamiento del apóstol sino cuando refuerza otras tendencias profundas de su personalidad, especialmente su perspectiva de «usar del mundo como si no lo usara» (cfr. 1Co 7,29-31). Cabe subrayar que Pablo no elabora expresamente una doctrina de la sociedad o del impacto de la experiencia de fe que propone en su justa organización. No es de extrañar que las teologías más preocupadas de este 43


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. aspecto, como la Teología de la Liberación, hagan un uso marginal de su teología60. Hasta podría afirmarse que Pablo ha vivido replegado sobre sí mismo, abocado por completo a la meta exclusiva de su vida: la conquista del mundo a su Salvador. No le vemos miradas líricas, como en su Maestro, a los lirios del campo o a los pájaros del cielo; la situación social de su época, que de todos modos ha descrito con trazos inolvidables, no es para él más que el fondo oscuro sobre el que debe resaltar la gloria del Crucificado. Por temperamento y por vocación vive desligado de todo lo que fuera su apostolado. Por lo mismo en la medida que sus concepciones escatológicas orientan su pensamiento en el sentido del desarraigo, confirman y refuerzan esta tendencia general de su espíritu. El consejo de evitar el matrimonio «a causa de la crisis inminente» (cfr. 1Co 7,25-34) es un caso particular de su aversión hacia todo aquello que puede amarrar al hombre a las cosas terrestres: ¿qué son matrimonio, alegrías, dolores, riqueza o pobreza si «pasa la figura de este mundo»? Es necesario conservar el espíritu libre, para ocuparse únicamente de las cosas del Señor, sin permitir que nos paralice la preocupación de los asuntos humanos. Es plausible que esta misma perspectiva escatológica no haya permitido a Pablo mantener la reflexión acerca del matrimonio a la altura que la había colocada Jesús. La palabra: «ya no son dos sino una sola carne», citada por Jesús con relación al matrimonio, Pablo la aplica a toda unión carnal, incluso en la lujuria (1Co 6,16), y no se da ninguna respuesta precisa a la interrogante si el matrimonio es una institución humana o una voluntad de Dios. Jesús exige que el hombre «no separe lo que Dios ha unido» (Mt 19,6); Pablo considera el matrimonio como sagrado y el mismo Dios nos enseña a respetarlo (1Tes 4,4-8); pero el matrimonio es del tiempo, no de la eternidad, su valor es más legal que espiritual (1Co 7,39; Rom 7,2s); he aquí el motivo por el que si no es condenado, al menos es desaconsejado a hombres y mujeres que están en el umbral de la eternidad. Es sin duda el solo ejemplo de una suerte de alteración del pensamiento moral bajo la presión de la espera escatológica. De todos modos regresando a las consideraciones morales más generales, donde cualquiera se habría tentado y hubiese considerado un triunfo establecer, aunque sólo con medios y por inspiraciones empíricas, un conformismo de la conducta y la obediencia a algunos mandamientos elementales, él se ha atrevido a declarar que Dios no se contenta de nuestras obediencias, que quería más porque daba más, y que todas las obras, todas las capacidades e incluso todos los carismas quedaban inoperantes y vanos mientras no los inspirara y dominara el amor.

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Se trata naturalmente de afirmaciones interlocutorias y nada raro que, por ejemplo, ante el tema de la esclavitud ofrezca claves resolutivas más eficaces a la larga el singular modo de reflexionar de la carta a Filemón que un tupido código de derechos del hombre. Pero además no faltan lecturas con corte más social de la teología paulina y el Osservatorio paolino de Eco dei Barnabiti –que indicaremos como un surtidor precioso para mantenerse al menos informado sobre la búsqueda del pensamiento paulino- nos señala dos en su edición de abril 2004: BORGHI, Ernesto, Giustizia e amore nelle Lettere di Paolo. Dall’esegesi alla cultura contemporanea, EDB, Bolonia 2004; TAUBES, Jacob, La teologia politica di san Paolo, Adelphi, 1997.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P.

VII. El pensador

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las interrogantes que la vida cristiana y la actividad apostólica planteaban, Pablo no ofrece soluciones empíricas o fragmentarias; elabora progresivamente un sistema con más o menos las siguientes líneas esenciales. Es superfluo preguntarse si este pensamiento, que se va cristalizando de a poco al contacto con las realidades concretas, esta doctrina debajo de la que se siente siempre el latido de la vida, han sufrido alguna evolución. No podía anquilosarse en una inmovilidad rígida ni someterse exclusivamente al desenvolvimiento de una necesidad dialéctica; ahora si por evolución se entiende el paso por una serie de estados sucesivos, donde cada uno, considerado en su momento como definitivo, posteriormente es desechado en favor de una nueva concepción, una tal definición no podría aplicarse al pensamiento paulino. Éste parece sufrir un ensanchamiento más que una evolución. De una carta a la otra se enriquece, se precisa, incluso se rectifica, pero sólo en la medida que la vida espiritual de la que es expresión se modifica también en su profundidad. No es sólo un proceso lógico que conduce el pensamiento, es un paralelismo constante que se manifiesta entre una vida espiritual siempre en actividad y un pensamiento que es como su trascripción intelectual. Es natural, por ejemplo, que la cristología se enriquezca y se complete en la medida que se multiplican los problemas a los que Cristo debe aportar una solución: al ser Cristo el centro activo de la vida espiritual, la cristología deviene centro vital del pensamiento. A las afirmaciones espontáneas del inicio sucederá una sistematización tanto más rápida porque el pensamiento no se desarrolla y enriquece sólo por su movimiento natural. Desde el exterior surgen problemas nuevos; el cristianismo entra en contacto con sistemas míticos o filosóficos que pretenden glorificar la persona de Cristo asignándole un sitio en sus esquemas61; y será siempre saludable 61

No debe sorprender ni es intento sólo de los primeros tiempos. Por un lado es aceptado que cada investigador, pero también cada cristiano común y corriente se acerca a Jesús a partir de una precomprensión, más o menos explícita y más o menos consciente. Por otro lado el principio de encarnación no niega que el mensaje deba mezclarse con concepciones y realidades propias del hombre. Ahora el nudo es si nuestra realidad o esquema mental falsea el auténtico Cristo o si Cristo ilumina nuestra realidad y nuestro pensar.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. recordar que las experiencias fundamentales de la vida cristiana son totalmente ajenas, o contradictorias al surgir y desarrollo de esas corrientes de pensamiento. Por ende el apóstol deberá extender el campo de su pensamiento para responder a nuevas interrogantes, satisfacer nuevas necesidades. Nos parece que se realiza un desenvolvimiento, eso es una explicación de ideas aun en ciernes, más que de introducción de elementos radicalmente nuevos; así habría que hablar de afirmación progresiva y esclarecimiento más que de evolución. Sí parece lícito afirmar que siempre se da una dependencia del pensamiento con relación a la vida.

1. La persona de Jesús es la clave del pensamiento paulino. Es esencialmente una glorificación sistemática de la persona y de la acción de Cristo en el triple ámbito de la vida individual, de la historia y de la concepción general del mundo. Jesús ingresa en la vida y en el pensamiento del apóstol en calidad de Mesías; y de Mesías rechazado inicialmente y posteriormente adorado en la humillación y el arrepentimiento. No es que Pablo haya simplemente traspasado las características tradicionales del Mesías a la persona de Jesús; pero no podía concebirlo sino en el cuadro general de la tradición mesiánica, y por consiguiente como a la vez humano y divino. Es la doble naturaleza que se afirma en el saludo de la carta a los Romanos: «que nació de la descendencia de David según la carne, y que al resucitar de entre los muertos por obra del Espíritu de santidad, ha sido designado Hijo de Dios» (Rom 1,3s). A primera vista puede parecer que la fórmula se acerca a la cristología rudimentaria del discurso de Pedro: «Este hombre claramente acreditado a través de milagro..., Dios lo ha hecho Señor y Cristo» (He 2,22.36). Pero encontramos aquí una concepción más profunda. Jesús ha nacido, según la carne, de la raza de David, es pues hombre, con una «carne de pecado» similar a la nuestra; pero esta existencia humana no es sino una especie de episodio aceptado como un rebajarse entre dos existencias celestes del Hijo de Dios. La resurrección no ha introducido a Cristo en la gloria sino porque él de allí había salido, porque la había dejada por amor a los hombres. Así la divinidad de Cristo es más esencial y más evidente que su humanidad62. Una cosa es cierta -aunque nos pese y nos incomode-: todo el interés que tenemos por la vida terrenal de Cristo, por su amor, su piedad, por su carácter en fin, es totalmente ajena a Pablo. La vida de Jesús es reducida a una especie de esquematismo; basta saber que el Hijo de Dios ha vivido entre los hombres una vida santa, que ha muerto y resucitado; incluso esta santidad humana de Jesús, primer fundamento de la cristología paulina, es un dato a priori, un postulado (un axioma), más que una constatación histórica (2Co 5,21)63. De todos modos la humanidad de Cristo no es un simulacro, no hay trazas de docetismo en el apóstol; su concepción de la salvación sería socavada en la base si Cristo no fuera realmente hombre; pero, entre los dos 62

Nótese de todos modos que el pensamiento de Pablo es fluctuante acentuando una u otra y varía de una carta a la otra. A pesar de lo que hemos afirmado hay estudiosos de fuste que señalan etapas diferentes en la Cristología de Pablo, por ejemplo Cerfaux. Para un examen atento de esta Cristologías cfr. SEGALLA, Giuseppe, La cristologia del Nuovo Testamento, Paideia, Brescia 1985, pp. 121-130. 63 De ahí que no nos debe sorprender que Bultmann por ejemplo afirme que muy pocas cosas podemos saber del Jesús histórico -casi poco más que el hecho que haya existido-, y sin embargo escudriñe su mensaje para buscar la propuesta de nueva vida que de Jesús brota. Este escepticismo radical ha sido superado en parte, pero no por una actitud positivista que presuma alcanzar el detalle de la persona histórica de Jesús. En definitiva es cierto que no son tanto las anécdotas y crónica de la vida de Jesús las que importan, sino su realidad y ofrecimiento salvador.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. extremos de la vida terrenal de Jesús, el rebajarse a través del cual, abandonando su «forma de Dios», «se ha hecho esclavo tomando figura de hombre», y la humillación suprema con la que ha sido «hecho pecado» (tratado como pecador) sobre la cruz, (cfr. Fil 2,6-8; Rom 8,3) el cuadro de la vida humana de Jesús queda vacío. Pablo conoce sin duda palabras y hechos de Jesús64, pero no vincula a ello su fe; la humanidad de Jesús es como abstracta e impersonal. Cristo posee una naturaleza según la carne, que lo relaciona a la raza de David; pero una segunda naturaleza lo relaciona al Espíritu de santidad, y cuando será entregado a la muerte y Dios lo habrá resucitado, esta naturaleza superior, liberada de la carne, se afirmará con poder como la de Hijo de Dios, como la verdadera, la definitiva personalidad del Señor. Sobre las ruinas del primer hombre, que era de la tierra, se afirma el segundo hombre que es del cielo; hombre espiritual, no porque debe su existencia al Espíritu, sino porque él es el Espíritu (2Co 3,17). Si el Señor es el Espíritu, no pede encerrarse en una personalidad histórica, limitada en el tiempo65; pre-existe a la creación, o es su primogénito, en quien todas las cosas han sido creadas (Col 1,15-17), todas las cosas vienen «de Dios por medio de él» (1Co 8,6). Su forma es la forma misma de Dios (Fil 2,6). Por esto no pre-existe sólo en el pensamiento divino, en una existencia ideal, sino en la realidad eterna, como Espíritu, y su actividad pre-histórica es la misma actividad del Espíritu divino. La filiación divina de Jesús es algo distinto a un atributo de Mesías; tiene como principio el Espíritu divino que, común al Padre y al Hijo, forma entre ellos un vínculo sustancial. Cristo es «el propio Hijo» de Dios (Rom 8,32), y, si habita en nosotros, hará de nosotros hijos de Dios, no por naturaleza sino por adopción, en virtud de la gracia de Dios y no en virtud de un derecho natural. El cristiano es elevado por gracia hasta el espíritu de filiación, mientras Cristo ha descendido por amor hasta la humanidad. Sobre los problemas que plantean las relaciones entre la divinidad y la humanidad del Salvador, Pablo no se lanza a ninguna de las especulaciones que conocen sus sucesores. Ni la kénosis66 ni la teología de las dos naturalezas tienen aún en él expresiones formales; los problemas ontológicos no se ponen aún, y de lo que se trata no es la naturaleza del Salvador sino su rol en el cumplimiento de las intenciones divinas hacia nosotros. Se caería en un doble anacronismo al atribuir a Pablo la preocupación tanto de la documentación histórica, como de la definición dogmática; su intento es infinitamente más práctico: quiere determinar, ante cada acto del drama evangélico, el significado o el valor de los hechos para nuestra salvación. Como ignora o silencia deliberadamente los relatos del nacimiento, se abstiene de especular sobre la encarnación; así también no relata la crucifixión -aunque escribe a los Gálatas (Gál 3,1) que se lo ha pintado como si lo vieran-, ni intenta determinar con cuales dinamismos del pensamiento divino el sacrificio de Cristo asegura nuestra salvación. Le basta saber que el cristiano muere y resucita con el Salvado muerto y resucitado.

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Y en efecto relata algún logion de Jesús que no conocemos por el Evangelio: 1Tes 4,1517; He 20,35. 65 Salvo precisamente por el voluntario misterio de la encarnación que no enclaustra a la divinidad en el tiempo, sino que libera el tiempo de su límite y lo salva. 66 Término técnico del lenguaje teológico que surge del verbo griego kenóo (kenÒw), que usa San Pablo (Fil 2,6-7) para describir el despojamiento de Cristo en su humanidad. En la teología católica, la Kénosis designa el hecho que el Hijo, aun quedado Dios, ha abandonado en su Encarnación los atributos de Dios que no le habrían permitido vivir la condición ordinaria de los hombres. Indicaría entonces el despojo (real o formal según las teorías) de la sustancia o de los atributos divinos de la persona de Jesucristo.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. El capítulo acerca de la resurrección (1Co 15) revela las mismas tendencias prácticas. Sin duda aquí la prueba histórica aparece en primer plano; el resucitado ha sido visto. Sin embargo el apóstol no confirma ni desmiente los relatos de los evangelios relativos a los eventos de la mañana de Pascua; si reporta una tradición que habla de resurrección «al tercer día», deja de lado las apariciones a las mujeres y la misma tumba vacía en su enumeración de las pruebas de la resurrección. Pablo relata solamente las apariciones hasta esa de la que é fue privilegiado. La reflexión sobre la resurrección de Cristo o la de los cristianos -por de pronto radicalmente identificadas- es reducida a lo estrictamente necesario: Pablo afirma el carácter espiritual de la resurrección: «lo que es carne y sangre no puede entrar en el Reino de Dios» (1Co 15,50); el nacimiento del ser incorruptible será el triunfo del Espíritu, el triunfo de Dios. Sobre la naturaleza y el destino de Cristo glorificado, el apóstol es tan reservado como es explícito sobre el valor redentor de su muerte y resurrección. Idéntica discreción usa acerca del modo de la resurrección de los creyentes limitándose a describir el cuerpo futuro de la resurrección con relación a nuestro cuerpo ahora como el fruto con relación a su semilla (1Co 15,35-38).

2. La salvación individual:

Iêsous Sôtèr. Jesús ha aparecido primeramente a Pablo como su Salvador personal, el que lo ha rescatado y puede rescatar a todo hombre del dominio de los poderes inferiores a los que Dios ha entregado el gobierno del mundo presente. Estos poderes -la carne, el pecado, la ley, la muerte- no deben ser consideradas como abstracciones sino como realidades y casi como personas, y la salvación no es liberación exclusivamente con relación al pecado, sino con relación a todos los poderes inferiores estrechamente vinculados entre sí. Estos poderes reducen al hombre a una esclavitud absoluta; es pues destinado a la condenación; judío o pagano, con la ley o sin ella, es perdido, entregado a la cólera de Dios (Rom 1,18-2,24). No hay obediencia ni esfuerzos que lo liberen de la servidumbre hacia los «príncipes de este mundo»; necesita ser introducido en otra vida, diferente en su principio mismo; necesita de un Salvador, que será el Hijo de Dios, muerto y resucitado por él. Para llevar a cabo esta obra de salvación, Cristo «tomando la condición de servidor, se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en la condición humana, se rebajó» (Fil 2:7s). Se ha revestido de «una carne de pecado», ha participado pues a toda la miseria y la esclavitud humana; se ha entregado, sin contraer su suciedad, al dominio de los poderes inferiores que lo han conducido a la cruz. Ellos no lo habrían hecho, si hubiesen sabido que por esa vía iban a asegurar su victoria (1Co 2,6-8); porque a través de la muerte Cristo ha escapado de su esfera de influencia, ha escapado de la carne, del pecado, de la ley, de la misma muerte; «ha muerto al pecado una vez para siempre », y ya «la muerte no tiene poder sobre él» (Rom 6,9s), y por la resurrección ha entrado en una vida nueva, incorruptible. Así Cristo no ha ingresado en la humanidad sino para ser su representante, para identificarse con ella. Lo que le ha sucedido a él le ha sucedido a todos; y en ese sentido directo debe entenderse la palabra: «si él murió por todos, entonces todos han muerto» (2Co 5,14), en ese sentido de haber huido de los poderes.

3. La salvación en la historia:

Kurios Khristos. La piedad israelita en la que Pablo había sido formado no estaba orientada esencialmente a la salvación del individuo, sino a la de la nación; el drama de la acción divina se desarrollaba en el cuadro de una filosofía de la historia y 48


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. tiende a la instauración de un reino. Era natural entonces que Pablo perciba el desempeño de Cristo -del Mesías- en el ámbito de la historia y que transfiera esos principios esenciales en un campo más amplio que el de la vida personal. Cristo crea en el hombre una vida nova, y crea en la historia una nueva humanidad; la aparición del Salvador entre los hombres constituye el hecho central de la historia humana y la divide en dos períodos antitéticos. Aquí se plantea a Pablo una interrogante particularmente delicada, relativa al significado y valor de la tradición israelita en la que él mismo ha sido educado. Hasta la conclusión de su vida terrena, Jesús ha vivido en su seno, sin señalar nunca que la considerara como caduca. A todas vistas la primera afirmación cristiana está fundada sobre la base de la fe israelita: Jesús es anunciado por doquier como Mesías. El predicador de Cristo no puede renegar la religión de Israel sin erosionar el edificio de su propia fe. Pero al mismo tiempo el apóstol ha sido introducido con su conversión en una piedad67 nueva; Jesús lo ha introducido en «la nueva alianza en su sangre»; ¿entonces qué queda de «la antigua alianza»? ¿Hay que condenarla como un error y un engaño? ¿o es verdaderamente la expresión de un ofrecimiento de Dios, de una verdad quizás obsoleta pero divina en su esencia y en sus fundamentos?

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Piedad (del latín pietas: veneración hacia Dios, los padres, la patria). La idea religiosa de piedad es expresada en el Antiguo Testamento con el término jesed, que comporta simultáneamente la aplicación del corazón y de la voluntad al servicio de Dios (Jer 2,2; Os 6,4; Is 57,1), y con el término îrâh, temor. En Is 11,2 y Pr 1,7, las versiones griegas traducen indiferentemente el término con eusébeia (eÙsšbeia), eulábeia (eÙl£beia), fobos (fÒboj); de lo que se deduce que las nociones de piedad y de temor señalan un mismo sentimiento en la religión de Israel. Al llegar el reino del Mesías, Jerusalén será llamada «gloria de la piedad» (Bar 5,4); «una magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente» (2Ma 12,45). Dios manifiesta insatisfacción cuando las manifestaciones del sentido religioso de Israel se limitan a prácticas exteriores o se inspiran en sentimientos frágiles e inciertos: «Amo la piedad y no los sacrificios...» (Os 6,6; cfr. Mi 6,8). Ellas expresan un sentimiento compulsivo y volátil: «Su piedad es como nube de la mañana, y como el rocío de la madrugada, que se desvanece» (Os 6,4). Es que este apego y pretendido respeto a las cosas de la religión carecen de sinceridad (Is 58,5; Mal 1,8). Jesús no usa el término piedad, en nuestros evangelios, pero toda su enseñanza, toda su persona apuntan a provocar en quienes encuentra el brotar de la auténtica piedad. El término en sí aparece sólo más tarde, de mano de los apóstoles, para señalar y sintetizar en sus diferentes elementos (fe, amor, agradecimiento, adoración, obediencia, etc.) la vida nueva de quien ha sido rescatado por Jesucristo. El cambio de ruta provocado por Jesús en la escala de valores morales y en las concepciones religiosas de sus auditores tiene como consecuencia reinstalar en el seno de la humanidad predispuesta a acomodos el deber y la posibilidad en Él de una vida religiosa conforme a la voluntad de Dios santo. La gloria del discípulo de Jesús consiste en ser «como su Maestro», modelo normativo de piedad. Va imponiéndose una definición más rigurosa que precisa la naturaleza, el objeto, la meta y los medios de la piedad cristiana. Su naturaleza: una actitud interior; su objeto: Dios; su meta: la santidad; medio: el esfuerzo continuo. Si la santificación es un don de Dios al hombre, la piedad de parte del hombre puede concebirse como la solicitud de ese don, la asimilación de ese don, la transformación en acción. Los textos del Nuevo Testamento nos presentan con esas características a la piedad sea que se hable, en Hechos, de los hombres piadosos que serán los primeros convertidos en Pentecostés (He 2), de la familia del centurión Cornelio (He 10) o de los amigos de Esteban que sepultan le primer mártir (He 8,2), sea que en las cartas, especialmente las Pastorales, encontremos la enseñanza apostólica. La piedad, actitud de la decisión (Tit 2,12), nos muestra a Dios revelado en Jesucristo (1Tim 3,16; 6,3), tiene como meta la santidad (1Tim 6,5; 2Tim 3,5), como medio el esfuerzo continuo (1Tim 4,8; 6,11s); no falla en aportar al cristiano sus frutos benditos: promesa de vida presente y futura (1Tim 4,8) … . En definitiva puede considerarse como actitud de fervor religioso, de amor por las cosas de Dios. Es darles esa primacía que supone la respuesta de Jesús a sus padres cuando lo encuentran después de la «escapada» en la peregrinación al templo. Ahora el estilo de esta primacía determina también el estilo de fervor religioso que uno tiene. En contraste más grosero es ese indicado en el oráculo profético: «Yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos» (Os 6,6). Esta modesta indicación acerca de los complejo de las traducciones y de la precisión que requieren el entendimiento y la transmisión de las palabras de la Escritura, tienen repercusión práctica y requieren cuidado en la lectura misma en la liturgia para no tergiversar el anuncio; un ejemplo vivido: no es lo mismo leer «ya estoy a punto de ser derramado como una libación» que «ya estoy a punto de ser derramado como una liberación» en la íntima confesión que hace Pablo a Timoteo (2Tim 4,6). En la medida que la Biblia usa lenguaje simbólico con mucha frecuencia el cuidado debe hacerse más esmerado. Entre tanto para esta problemática cfr: RICOEUR, Paul, La simbólica del mal, tomo II de Finitud y culpabilidad, Madrid, Taurus 1969.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. En síntesis Pablo supera la antigua alianza sin negarla; la comprende y le hace justicia; aun declarando caduca la predicación del Antiguo Testamento, sabe precisar su sitio legítimo en la revelación progresiva de los designios de Dios.

a

Antigua y Nueva Alianza La llegada de Jesucristo divide la historia humana en dos períodos: antes, es el período de lo que Pablo llama los elementos (stoikéia), encerrando bajo ese concepto las verdades elementales del paganismo y los datos de la religión de la escritura, todas por igual abolidas en Cristo (2Co 3,14; en He 17,30 es atribuida al apóstol la expresión equivalente «tiempos de ignorancia»). En ese período, la tarea de Israel ha sido considerable; Pablo la resume (Rom 3,2, cfr. 9,4s) en la afirmación que «le han sido confiadas las palabras de Dios». Y allí Pablo comprende la promesa hecha a Abrahán y la ley entregada a Moisés. Una y otra vienen de Dios y, considerando su eterna veracidad, no pueden quedar abolidas a causa de la infidelidad permanente del pueblo (Rom 3; 9; 10); pero una y otra encuentran en Cristo su verdadera expresión y quedan caducas en su función, porque con Jesucristo se abre el segundo período, el de la plenitud de los tiempos (Gál 4,4; pl»rwma toà crÒnou - pléroma tou cronou). La ley ha revelado a Israel las exigencias de Dios, lo ha preservado de la corrupción pagana y le ha servido de pedagogo hasta su mayoría de edad, hasta el día fijado para su emancipación; pero ella no puede ser para nadie el auténtico mensaje de salvación, porque coloca al pecador ante una marca irrealizable. ¿Acaso no se dice: «Quien la cumpla, hallará por ella la vida»? (Rom 10,5 que cita Lev 18,5). Pero la misma Escritura afirma que nadie puede cumplir con la ley y que Dios ha encerrado la humanidad entera, judía y pagana, bajo la maldición del pecado (Rom 3,9.18). Esta idea que la obediencia a la ley es imposible pertenece en propio al apóstol; no se encuentra en el Antiguo Testamento. Éste habla del pecado como de un hecho universal, lamenta que la ley sea mal observada, pero no la define irrealizable; dice expresamente lo contrario (Dt 30,11-14). Pero concretamente y la reflexión de Jesús que ha confluido en los dichos que conforman el discurso de la montaña ha señalado que un cumplimiento formal no es necesariamente un cambio del corazón. Con la constatación que se revela incapaz de conducir a los hombres a la salvación, la ley los invita a buscar en otra parte el principio de una vida nueva; ella los ayuda e tomar conciencia de su culpa y a comprender la necesidad de un Salvador. Así Israel ha sido el pueblo de Dios con una misión única; pero esta misión era temporal y ha concluido hoy; traía una verdad, pero provisoria e incompleta. La escandalosa infidelidad del pueblo, manifestada en la crucifixión del Mesías, es el golpe de gracia a la confianza en el cumplimiento y en la obediencia formal; desde este hecho la salvación es ofrecida a quien se entrega, por la fe, a la gracia de Dios que salva en Jesucristo. Esa ley que no daba suficiente fuerza para cumplir la expectativa divina, es sustituida por la gracia que sola cumple realmente la ley, es decir las expectativas divinas hacia el hombre.

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b

Segundo Adán La vida y la muerte de Jesús señalan el inicio de este segundo período, en el que Dios ha querido producir la llegada de una nueva forma de vida, así que la persona de Jesús constituye una nueva creación por parte de Dios. De la misma manera que Adán ha sido el prototipo de una humanidad carnal y esclava, Jesús, segundo Adán, es el tipo de una humanidad espiritual y libre; con el primero han entrado en el mundo el pecado y la muerte, con el segundo la salvación y la vida (Rom 5,12-19). Ya la vida del Espíritu tiene su contrato; es el privilegio de los hijos llegados a la mayoría de edad, adoptados por Dios según su promesa; y Pablo intenta bosquejar la historia esquemática para los años inmediatamente venideros: los paganos sustituyen a los Judíos en la economía de la salvación; el Evangelio será predicado a toda creatura, toda rodilla se doblará ante el Cristo y todos los espíritus llegarán a la obediencia de la fe. Así quedará constituido el verdadero Israel, el pueblo de los que son herederos no de la sangre, sino de la promesa, verdaderos hijos, por la fe, de Abrahán, el hombre de la fe. Entonces el Israel según la sangre, rescatado de su error, entrará también en el campo de los elegidos; su endurecimiento durará solamente hasta que el conjunto de los paganos haya entrado en posesión de la salvación, y así todo Israel será salvado, porque Dios no ha encerrado a todos los hombres en la desobediencia sino con el fin de otorgar a todos misericordia (cfr. Rom 9-11, especialmente 11,25.26.32).

c La parusía En perspectiva a partir del fin de la historia humana se abrirá un nuevo período para los creyentes, el de la parusía, o de la aparición gloriosa del Señor. En efecto la resurrección de Cristo no ha sido sino un anticipo de la gloria eterna suya y a la que participarán los elegidos, cuando vendrá a tomar posesión de su soberanía68. Nadie sabe el día ni la hora de la explosión de esta crisis final; pero todo en las expresiones de Pablo indica que es muy cercana. Al inicio de su ministerio, ha pensado ciertamente que estaría aún vivo a la llegada del Señor; al final de su carrera, admite a penas que se haga esperar para después de su muerte (cfr. 1Tes 4,13; 1Co 15,52; Fil 1,23-25). Cabe señalar que el pensamiento del apóstol es tan poderosamente inducido por el impulso de su fe que es difícil discernir si los actos diversos de este drama cósmico serán separados por unos años o por siglos; es muy probable que para él este fututo apareciese restringido en un muy breve espacio de tiempo siempre teniendo en cuenta que más que la cronología le importa la generosa magnitud del evento.

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El término basileia (basile…a) es un quebradero de cabeza para los exégetas. Si se le traduce por reino asume en exceso una coloración territorial que era poco coherente incluso en Israel y que sin duda pierde vigencia en el nuevo Israel que ya no tiene coordenadas geográficas; los términos reinado, señorío o soberanía aclaran mejor su carácter interior, ese "no ser de este mundo".

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. Al llamado del Señor los muertos resucitarán; la resurrección del Maestro representa para nosotros una segura garantía; es la primicia de los que han muerto (1Co 15,20). Lo que ha acontecido para él se renovará para todos los que se hayan dormido «en Cristo»; retornarán a la vida, despojados de su cuerpo de carne, de su ser corruptible y mortal, revestidos de un nuevo organismo, espiritual, incorruptible, inmortal (1Co 15,50-55) y los vivientes sufrirán idéntica transformación (1Co 15,52). Entonces la muerte será absorbida69 en la victoria de Cristo (1Co 15,54). ¿Cómo será este organismo espiritual? lo ignoramos; aquí sólo conocemos el germen depositado en la tierra (el ser natural), no el organismo que debe nacer (el ser espiritual); pero sí sabemos que hay una resurrección de los muertos porque Cristo ha resucitado (1Co 15,13-16). Toda la posteridad de Adán está sometida a la muerte; toda la posteridad de Cristo es llamada a la vida; no todos los hombres, por consiguiente parecería, sino todos los creyentes resucitarán con él; como han llevado la imagen del hombre terrenal y carnal, llevarán la imagen del segundo Adán (1Co 15,45-49). No me atrevo a presentarlo como una conclusión definitiva, pero es para pensar como la salvación es ofrecida a quien la escoge; los demás simplemente quedan fuera y es más azaroso definir tipos y modos de castigo que no sean el simple «quedar fuera». Eso sí que entonces concluirá, por la soberanía del Espíritu, esa lucha dolorosa que, en la economía presente, subsiste siempre entre la carne y el espíritu; entonces el creyente experimentará las perspectivas grandiosas que el apóstol abre ante él en la conclusión de su himno a la caridad (1Co 13,611), se abrirán los tiempos en los que queda sólo el amor. La fe se transforma en visión, la esperanza en posesión; sólo el amor no caduca, es el sustrato inmutable de la vida cristiana. Ese será el resultado de esa victoria que es la aparente derrota de la cruz reparada por la resurrección. El Señor «pondrá todos sus enemigos bajo sus pies»; todos los poderes que hacían obstáculo a la realización de los planes de Dios, el pecado, la muerte, serán vencidos. Entonces, asegurado su poder, devolverá la soberanía en las manos de Dios, y será el fin, cuando también el Hijo se someterá a Aquél que habrá sometido a él todas las cosas (1Co 15,28). Cabe subrayar que siguen estando pendientes los tiempos y los modos. Seguirán estándolo siempre además porque el hombre tiene una curiosidad poderosa sobre estos tiempos y sus modos. Es algo natural y el creyente que reflexiona no podrá simplemente ignorar estas realidades y las inquietudes que generan. Por lo que se refiere a Pablo nos atrevemos a señalar que sin duda tiene una preocupación escatológica y hemos visto que la espera inminente. Nos parece sí que no tiene una mirada apocalíptica, en el sentido de especular sobre este evento y curiosear sobre sus modos y tiempos. Esta escatología no apunta -como los gnósticos- a la destrucción de este eon, sino a su transformación y esto es hoy, en mil años y siempre. Será el momento en que «Dios sea todo en todos» (1Co 15,28).

4. Cuestiones como para pensarlas aceptando su provocación. Hay un esmero especial en Pablo eliminar todo cuanto podría atentar la soberanía de Dios en el proceso de salvación y dejar alguna brecha en la cual pudiera colarse el orgullo del hombre. Su Dios es el de los profetas, el Señor que persigue infaliblemente sus designios sin que nadie pueda frenar su 69

Usa el verbo enduo (™ndÚw), revestir que deja en lo indeterminado este misterio con la discreción que siempre caracteriza los textos canónicos en un tema que tanto se presta a especulaciones.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. poder o discutir su sabiduría; el apóstol amplifica aún más este aspecto hasta que se habla de un anonadamiento de la creatura ante su Creador, y que lejos de desaparecer se extrema en el amor que pide identificarse con Él. ¿Predestinación y planes inmutable de Dios? Hay textos que parecen poder leerse en esos términos: la fe del hombre o su endurecimiento están en las manos de Dios; «Dios usa de misericordia con quien quiere y endurece el corazón de quien quiere» (Rom 9,18); y para que no quede duda que ni la voluntad ni la conducta de los hombres gravitan en sus designios hacia ellos, desde el seno de Rebeca Dios ama a Jacob y odia a Esaú (Rom 9,12s). Lo que queda al creyente es abrir su corazón al designio de Dios, no endurecerlo y confiar ser objeto de su misericordia. Los objetantes podrán argüir que entonces el mismo Dios no podría quejarse visto que «nadie puede oponerse a su voluntad» y Pablo no responde sino: «¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios?» (Rom 9,19s). Sin duda la doctrina cristiana en otros autores de la Escritura y en la tradición ha matizado esta postura ante la predestinación, pero ahí está. Es evidente que si el decreto eterno de Dios no expresara más que el capricho divino no se justificaría el drama del Calvario, la misma existencia de Cristo, o la fe en el hombre. Sin duda primará ese amor infinito: Dios ama al hombre; desciende hacia su miseria, asume la maldición de la carne y hasta del pecado a través de su Hijo, para hacernos hijos. Como hace él mismo, Pablo nos invita a hacer un acto de fe en la voluntad redentora de Dios. Aquí regresan esas grandiosas visiones escatológicas que hemos bosquejado: hay que asirse a Jesús. Pero este nombre humano esconde algo más: solamente un Dios puede así salvar, así amar, así morir por nosotros, así descender en nuestra pena y muerte para trasladarnos con él en la vida. Que el hombre acepte pues ser una sola realidad con ese Salvador que desciende hacia él, que muera con él para revivir con él. A la humanidad natural, encapsulada en el pecado, sucederá una nueva humanidad, engendrada por el Espíritu creador de vida. Este hombre de la nueva creación sabrá que no posee nada que pueda ofrecer a Dios y que toda su ciencia consiste en saber que todo lo ha recibido. Ya no hablará como si la fuente de su vida estuviese en él mismo; no dirá «mis virtudes», «mis obras», sino «los dones del Espíritu», «los frutos de la gracia»; no exaltará su obediencia, sino el amor de Dios que perdona su pecado. Todo es de Dios, por él y para él; no le queda al hombre que adorar y responder con el amor al amor de Aquél que nos amó. Quizás pueda resumirse todo el pensamiento y la piedad de Pablo en dos palabras: amados, amemos (egapeménoi agapômèn ºgaphmšnoi, ¢gapîmen). Pablo nos recuerda también que la realidad central del cristianismo no es una doctrina ni una institución, sino una persona: Jesucristo. Allí estamos alertados contra una doble tentación, por un lado reducir el cristianismo en una filosofía, y por otro de enjaularnos en una especie de moralismo o de sentimentalismo religioso que extorsionara al pensamiento su sitio esencial en el desarrollo del cristianismo. La actitud adoptada por el apóstol en este aspecto se caracteriza como el conjunto de su concepción por lo demás- por un notable esfuerzo de equilibrar fuerzas adversas y no dar espacio a ningún exclusivismo. El Evangelio no es una sabiduría, dice Pablo, sin embargo nosotros tenemos nuestra sabiduría que no es la de este mundo. El Evangelio no es una doctrina, una concepción intelectual de la verdad; la razón de ser del cristianismo no es construir una concepción del mundo y de Dios, es más 53


AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. bien la de regenerarnos y reincorporarnos en nuestra dignidad de hijos de Dios. Pero esta misma actitud ante la acción de Cristo comporta una cierta concepción del hombre, de su vida, de su destino, de Dios y por consiguiente del mundo, de la creación y de la finalidad última del universo; por eso dará vida a un pensamiento. El Evangelio, sabiduría de Dios, es la respuesta de Dios a los angustiosos y misteriosos problemas concernientes la naturaleza del hombre, su destino y su salvación. Parece que el apóstol, a lo largo de su vida, se haya cada vez más convencido de la necesidad de no renunciar ala pensamiento con el cuidado de no caer en eso excesos de curiosidad metafísica, de la que el gnosticismo ofrecería, poco después de su ministerio, un típico ejemplo. La filiación espiritual de Pablo ha matriculado suficientes pensadores como para excluir que se le pueda sospechar de anti-intelectualismo; san Agustín, Calvino, Pascal podrían dar testimonio del valor estimulante de su pensamiento. Entre estos grandes nombres pertenecientes a las más diversas tradiciones, no se encontrará alguno que se haya dejado tentar de hacer del cristianismo un pensamiento puro, o, como dice Pascal, «un don du raisonnement- un regalo de la razón». La característica esencial del cristianismo como Pablo lo comprende es ser una religión en la que la fe es suficiente para conseguir la salvación. Dios no pide más. La fe certifica su sinceridad, o incluso su realidad, porque produce en el creyente una vida conforme a las exigencias de Dios; pero esta vida no debe ser considerada como una segunda condición para la salvación: es que no es una realidad distinta a la fe, es su cara visible.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P.

APÉNDICE 1

En sus escritos nuestro Santo recuerda o menciona a San Pablo de la siguiente manera:

Descripción de Pablo

E

scribiendo al P. Bartolomé Ferrari en misión en Vicenza para sacudir cierto desánimo hace mención de la transformación de Pablo que la gracia de Dios ha sido capaz de provocar. Antes que en su palabra, Pablo es ejemplo de la obra de Dios en su propia trayectoria. Hay que reconocer que la traducción de este trozo ha resultado algo azarosa, pero quedó así: «¿por qué duda Usted? ¿No ha comprobado que jamás en esta empresa le faltó ninguna cosa que dar a los que tenían necesidad? No hay nada más apropiado para infundir certeza y confianza que la misma experiencia. Los que le aman no tiene por cierto las mismas riquezas de Pablo o de Magdalena. Sin embargo, confían en Aquél que enriqueció a los dos y que, gracias a la fe de usted y a la de cuantos le han sido encomendados, Cristo completará lo que falta a cada uno de ellos […] Al comienzo, Pablo no era lo que llegó a ser después. Dígase lo mismo de los demás»70. Pablo es modelo casi paradigmático de conversión, pero sería torpe dudar que Dios pueda operar en otro lo que consiguió tan brillantemente en él. En el Sermón sobre el tercer mandamiento lo define «el verdadero amigo de Dios»71, sin duda porque hace su voluntad -que es la condición que señala Jesús para que sean sus amigos (Jn 15,14)- y anuncia el Evangelio auténtico. En el Sermón sobre el cuarto mandamiento uno de los temas es la importancia de las mediaciones en el encuentro con Dios o en la realización de su propia vocación, y entre los ejemplos de beneficiados por mediaciones humanas en el proceso de encuentro con Dios y de respuesta a su llamado se describe: «instruyó a Pablo, que Él mismo había vuelto ciego (He 9,8), por medio de Ananías (He 9,17). Por eso, queriendo el hombre ir a Dios, fue necesario, y lo es aún, tener a otro hombre como intermediario»72. En el caso de Pablo su propia descripción del encuentro con Dios atribuye protagonismo exclusivo al crucificado que misteriosamente transforma su itinerario, pero el Fundador parece decir que de todos modos Dios remata con una intervención mediadora humana lo que Él comienza y de lo que no deja de ser el protagonista indiscutido.

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ZACCARIA, cit., p. 23; tr. esp. Escritos, cit, p. 43s. ZACCARIA, cit., p. 68; tr. esp. Escritos, cit., p. 113. ZACCARIA, cit., p. 78; tr. esp. Escritos, cit., p. 130.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. Es presentado el Apóstol por el Fundador como modelo del logro positivo del libre albedrío en el sermón sobre el quinto mandamiento. La tendencia al fatalismo en las experiencias religiosas o la más burda treta de echarle la culpa al empedrado no caben en una experiencia cristiana auténtica. El hombre forja su destino y Pablo viene presentado como aval de esta realidad: se puede ser dios o demonio, él fue dios. «Como Pablo cuando arrojó la serpiente al fuego (He 28,5-6)». Y no sólo testimonia en sí esta realidad, también la conceptualiza recordando la importancia del discernimiento en el recorrido creyente: «Te lo indica Pablo: "Omnia cooperantur in bonum his, qui in propositum vocati sunt sancti" -todo se dispone para el bien de los santos- (Rm 8,28); el mismo te dice que debemos tomar el camino del medio y, según dice el Sabio, no desviar ni hacia la derecha ni hacia la izquierda (Pro 4,27); algo más dice Pablo: "Vayan con las armas de la justicia et a dextris et a sinistris y, como él dice, per infamiam et bonam famam , ut seductores et veraces, ut cogniti et incogniti, etc." -a la derecha y a la izquierda, en la mala o buena fama; considerados embusteros, aunque digamos la verdad; como desconocidos, aunque bien conocidos(2Co 6,7s)»73. La alocución del 4 de octubre de 1534 comienza con esta autodefinición del Apóstol: «"Nos stulti propter Christum" -Nosotros somos los locos por Cristo- (1Co 4,10) se definía a sí mismo, a los demás Apóstoles y sus seguidores el incomparable Pablo, nuestro guía y patrono»74. La carta a la Negri contiene otra definición del príncipe de los apóstoles como credencial que habría pronunciado Bernabé: «Fue así como Bernabé presentó y dio a conocer a Pablo como una columna de la Iglesia y como quien tenía casi el principado del Apostolado»75. El exordio del sermón sobre el segundo mandamiento recuerda que el hombre espiritual se identifica con Dios. Esta identificación permite transformarse en ejemplos y se recuerda esta convicción de Pablo «Cristo vive en el hombre, ya no el mismo hombre (Gál 2,20); su alma está guiada por el Espíritu de Dios como el cuerpo por el alma; y su espíritu da testimonio que son hijos de Dios (Rm 8,16) y que son un vivo ejemplo de Cristo, tanto que dicen con el Apóstol: "Sean imitadores nuestros, como nosotros de Cristo" (1Co 4,16; 11,1), como si dijeran: "¿Quieren un vivo ejemplo de Cristo? Mírennos a nosotros"»76.

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Exhortaciones de Pablo recordadas n la carta a los co-fundadores del enero de 1531 como antídoto a cierta pereza o al menos tardanza en el compromiso espiritual o en el desempeño apostólico que denota en sus socios y que -de alguna manera- lamenta en sí mismo acompaña a una indicación de Miqueas que sentencia que las cosas de Dios hay que hacerlas con solicita prontitud, esta exhortación paulina de la carta a los Romanos: «Y Pablo: "Sollicitudine non pigri, etc." -No sean perezosos en lo que requiere diligencia- (Rm 12,11)»77. Con eso nos señala que las cosas no hechas no son peores de las cosas hechas a destiempo: la tarea espiritual y el compromiso apostólico tienen su oportunidad que de perderse vuelve trabajoso el éxito de uno y otro. Asume y propone al P. Bartolomé Ferrari la generosa extensión en amplitud y profundidad de la misión de San Pablo: «San Pablo decía (2Cor 10,13) que se extendía hasta el extremo que Cristo le había indicado. Y por lo 73 74 75 76 77

ZACCARIA, cit., p. 88; tr. esp. Escritos, cit., pp. 145.147. ZACCARIA, cit., p. 98; tr. esp. Escritos, cit., p. 163. ZACCARIA, cit., p. 31; tr. esp. Escritos, cit., p. 58. ZACCARIA, cit., p. 57; tr. esp. Escritos, cit., p. 99. ZACCARIA, cit., p. 11; tr. esp. Escritos, cit., p. 24.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. que toca a usted, el Crucifijo le tiene prometido por medida que llegue a traspasar los corazones hasta la médula (Heb 4,12)»78. Llegando a la conclusión de la argumentación acerca de cómo se consigue dar primacía a Dios en el Sermón sobre el primer mandamiento, afirma que atenta contra esa primacía, en opinión de Pablo, la avaricia y ese conjunto de actitudes que vuelve arrogantes los hombres de los últimos tiempos: «Pablo dice que la codicia es causa y raíz de todo mal (1Tm 6,10) y que la avaricia "est idolorum servitus" -que es esclavitud de idólatras- (Ef 5,5; cfr. Col 3,5)79. […] Y Pablo dice que en estos últimos tiempos reinarán hombres soberbios, abusivos, fanfarrones, disolutos, avaros y seguidores de sus propios pareceres (2Tm 3,1-3)»80. Particularmente coherente esta memoria de que la primacía de Dios es fundamental y exclusiva y es fácil crearse ídolos que la desvirtúen. En la reflexión que durante el sermón sobre el cuarto mandamiento hace acerca de la importancia de las mediaciones, especialmente recuerda que el mediador por excelencia y permanente es Cristo: «Es lo que te demuestra Pablo, especialmente de Cristo, quien -dice- es nuestro mediador (1Tim 2,5) y siempre intercede en favor nuestro (Heb 7,25)»81. Entre las aplicaciones prácticas a la que lleva la reflexión sobre el cuarto mandamiento hay una observación pedagógica particularmente significativa que es un clavo ardiente perenne en la tarea educativa: no abdicar a la función irrenunciable de guía, pero sin aniquilar al guiado que -a la postre- es el protagonista de su propio crecimiento. «El padre, a su vez, debe considerar que el hijo es una misma cosa con él, y por eso mostrarle efectivamente no reverencia, pero sí respeto. Decía Pablo: "Padres, no provoquen la ira de sus hijos" (Ef 6,4)»82. Amplía el ámbito de competencia del respeto requerido por el cuarto mandamiento hacia los padres a quienes tienen una paternidad amplia o rol de guía: «Tienen también autoridad los prelados sobre sus súbditos, pues, como dice Pablo a los Hebreos, "debemos honrarlos, pues vigilan, como quienes deberán rendir cuentas de nuestras almas" (Heb 13,17)»83. Bien cotidiano y doméstico, pero no menos importante el recuerdo de la necesidad de tener cuidado y respeto con los de la casa, vale decir los cercanos a uno por donde, según e decir popular, comienza la caridad: «Este mandamiento te manda preocuparte de los que viven contigo. Decía Pablo: "Qui curam domesticorum non habet, peior est infideli" -quien no se preocupa de los de la casa es peor que un infiel- (1Tm 5,8)»84. En el ámbito de la teodicea se recuerda la convicción paulina que las realidades en cuanto manifestación del poder de Dios nos ayudan a conocerlo: «ayudan también y más para el conocimiento del hombre, que para el uso u otras funciones, para que se cumpla el dicho de Pablo: que las cosas invisibles son conocidas por las visibles (Rm 1,20). El orden y la belleza de las creaturas ¿qué utilidad traen? Ayudan a entender bien la excelencia, la

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ZACCARIA, cit., p. 23; tr. esp. Escritos, cit., p. 43. Santo Tomás define la codicia como veneno de la caridad; Summa Theol., I/II, 99,6. 80 ZACCARIA, cit., p. 52; tr. esp. Escritos, cit., pp. 91s. 81 ZACCARIA, cit., p. 78; tr. esp. Escritos, cit., p. 130. Sin duda un título cristológico de particular fecundidad. Puede profundizarse por: SÖLLE, Dorothee, El Representante, Buenos Aires, Editorial La Aurora, 1972. 82 ZACCARIA, cit., p. 80; tr. esp. Escritos, cit., p. 134. Aporto una corrección a la traducción última; me parece que no está bien ese "en cambio" y que el significado es mejor rendido con "a su vez", en cuanto no hay contraste sino mirar la realidad de que se habla desde la otra vertiente. 83 ZACCARIA, cit., p. 82; tr. esp. Escritos, cit., p. 137. Aunque hoy no se admita la paternidad paulina de Hebreos, respetamos la opción del Fundador. 84 ZACCARIA, cit., p. 83; tr. esp. Escritos, cit., p. 138. 79

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. grandeza y otras perfecciones que están en Dios, y a Dios mismo»85. Es en el sermón sobre la tibieza. En este mismo sermón Antonio María toma a Pablo como sostén de su método de la gradualidad en el camino de la perfección. En el discurso ante Agripa Pablo expresa el deseo que tenga toda su carga cristiana menos las cadenas: «decía Pablo a Festo: deseaba que fuera cristiano como tanto predicaba, (pero) sin las cadenas (He 26,28-29). ¡Ah, Pablo! Si tus cadenas son tan excelentes, ¿por qué quisieras tú que Festo fuese cristiano sin ellas? Podría responder Pablo: "Deja que comience, después ¡ni las cadenas temerá!"»86. El sermón que aplica el primer mandamiento a las religiosas también nos recuerda la definición paulina de la vida cristiana como experiencia de la cruz a la que no hay que esquivar porque no es opcional sino esencial: «La religión es una cruz continua (cfr. Mt 10,38; 16,24) y paulatina: "Propter Te mortificati sumus tota die" -por Ti nos matan cada día- (Sl 43 [44],23), decían los Apóstoles (Rm 8,36); y Dios nos manda tomar cada día nuestra cruz (Lc 9,23)»87. El Fundador la aplica a fortiori a la vida religiosa. El sermón sobre el cuarto mandamiento recuerda que entre los creyentes debe filtrar un flujo de amor y que según Pablo la única deuda mutua que cabe entre cristianos es precisamente el amor mutuo: «Decía el Apóstol: "Honore invicem praevenientes" -prevénganse uno a otro en el respeto- (Rm 12,10), y "Con nadie tengan otra obligación nisi ut invicem diligatis" -si no es de amarse unos a otros- (Rm 13,8). Y si debes amar a todos por ser hombres como tú, aún más deberás amar a los cristianos (Gál 6,10)»88. Las persecuciones son una ocasión para probar nuestra fidelidad, y lo son también para operar ese innegable milagro propio de los cristianos de vencer el mal a fuerza de bien: «los que nos persiguen, mientras se hacen un daño a sí mismos, porque provocan en su contra la ira de Dios, a nosotros nos hacen un bien, porque nos acrecientan la corona de eterna gloria. Debemos, pues, compadecerlos y amarlos, en lugar de odiarlos o detestarlos. Más, debemos rezar por ellos (Mt 5,44) y, como nos amonesta nuestro Apóstol, no "vinci a malo, sed vincere in bono malum" -no te dejes vencer por el malo, más bien vence el mal con el bien- (Rm 12,21); y así acumular sobre su cabeza los beneficios de nuestra piedad, como carbones de ardiente caridad (Rm 12,20); para que queden confundidos por su propia maldad al ver nuestra paciencia y bondad y, al fin arrepentidos, se decidan a amar a Dios»89. Esto requiere una condición, que no esquivemos las necesarias pruebas que son parte de nuestra vocación: «Y porque hemos elegido como padre y guía a un Apóstol tan grande, y nos gloriamos de ser sus seguidores, esforcémonos en manifestar en nosotros su doctrina y ejemplo. Sería inadecuado que en las filas de tan valiente conductor se encontraran soldados cobardes o desertores, o que fuéramos hijos degenerados de un padre tan glorioso»90.

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ZACCARIA, cit., p. 91; tr. esp. Escritos, cit., p. 151. ZACCARIA, cit., p. 95; tr. esp. Escritos, cit., p. 158. En realidad el alcance lo hace Pablo ante el rey Agripa, y no ante el gobernador romano Festo. 87 ZACCARIA, cit., p. 55; tr. esp. Escritos, cit., p. 95. 88 ZACCARIA, cit., p. 83; tr. esp. Escritos, cit., p. 138. 89 ZACCARIA, cit., p. 99; tr. esp. Escritos, cit., pp. 164s. 90 Es prácticamente toda la alocución del 4 de octubre una seguidilla de citas de San Pablo y esta frase es su cierre. 86

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P.

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Actitudes o posturas de Pablo n la carta a las Angélicas del Monasterio de San Pablo de Milán simula una comparación ganadora entre seguidores de Pablo y los suyos y asegura que serán más celosas en: - ser «amantes y deseosas de sufrir por Cristo» - despreciar todo, aún a sí mismas - buscar llevar al prójimo al espíritu vivo y verdaderamente despreciado, Cristo Crucificado - en ser «apóstoles para remover de las almas no tan sólo la idolatría y otros graves defectos, sino para destruir la tibieza, esta pestífera y mayor enemiga de Cristo Crucificado, que reina soberana en los tiempos modernos». Aquí un ideal retrato de los paulinos es afirmado como real constatación en los zaccarianos, específicamente en las Angélicas91. En la ya citada carta al P. Bartolomé Ferrari subraya que en la misión se inspiran -en contenido y método, pareciera- en San Pablo; eso es garantía de frutos apropiados: «Tenga, pues, confianza y apóyese en San Pablo: eso le permitirá edificar sobre su fundamento, no ya paja o madera, sino oro y perlas preciosas (1Co 3,12)»92. La carta a Morigia y Soresina del 3 de noviembre de 1538 concluye con la invitación a tener la misma amplitud en la vocación misionera de Pablo de quien son definidos hijos y brotes. Bajo la inspiración y savia de tamaño apóstol no cabe regatear la misión: «¡hijos de Pablo y brotes por él plantados!, dilaten sus corazones (2Cor 6,11-13), pues los que los han plantado y plantan son más extensos que la mar; y no empequeñezcan la vocación con que fueron llamados (Ef 4,1)»93. En la carta probablemente a la Negri escrita en vigilia de la fiesta de San Bernabé de 1539 resume la postura vital de Pablo «quien quería ser de verdad una copia viviente de Cristo crucificado, como también en la opinión de todo el mundo», pero precisamente ante la opinión del mundo necesita de un lazarillo, Bernabé que lo introduzca en la comunidad dando garantía de que su conversión ha sido verdadera y no caben temores y sospechas ante él94. Posiblemente es valiosa esta indicación tanto en lo que se refiere al empeño de ser nosotros también imitadores de Jesús y de las credenciales que necesitamos a veces para hacer transparente y comprensible el modo como lo somos. Toda esta carta es -en mi opinión- un delicado modelo de cómo los hermanos pueden ser exégetas de nuestras actitudes hacia el mundo cuando ellas parece no ser ya una instrucción de Pablo ni secuela del crucificado95. Es cierto que en ocasiones se justifica también entre nosotros esa constatación que «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su patria y en su propia familia» (Mt 13,57). Lo cierto es que a veces se halla un cínico gusto en hacer el "abogado del diablo" (cfr. Job 1,9ss; 2,4s; Ap 12,10)96 más que el defensor, que es postura divina (cfr. Job 1,8; 2,3; 1Jn 3,20; 2,1; Rom 8,34; Heb 7,25). La misma carta termina con un resumen de lo que era la predicación de Pablo: «este Pablo predica a un Cristo crucificado por los dos lados, 91

ZACCARIA, cit., p. 20; tr. esp. Escritos, cit., p. 38. ZACCARIA, cit., p. 23; tr. esp. Escritos, cit., p. 44. 93 ZACCARIA, cit., p. 29; tr. esp. Escritos, cit., p. 54. 94 ZACCARIA, cit., p. 31; tr. esp. Escritos, cit., p. 58. 95 ZACCARIA, cit., p. 33; tr. esp. Escritos, cit., p. 61. 96 Este mismo mecanismo descalificador está en la raíz del «pecado de origen» que consiste en una falta de fe: Eva da crédito al tentador que insinúa que Yahvé no sería un Dios benévolo, sino un Dios celoso y ávido de dominio (cfr. Gén 3,5s). 92

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. crucificado no sólo en sí mismo, sino también en ellas. Pídales que esta sola palabra la [mediten y] mastiquen bien»97. Este recuerdo de lo medular viene subrayado en contraste con las "concesiones" que podrían deducirse del complejo y delicado razonamiento con que interpretó las manías de la maestra. No todos pueden darse el lujo de esas concesiones: si en unas pueden ser casi un ejemplo de humildad y modestia, en otras las llevaría a mediocridad y «apagaría en ellas el deseo de imitar a San Pablo». En carta dolorosa al P. Soresina del 11 de junio de 1539 pone en oposición el buen fruto que fueron los discípulos de Pablo, fuente de consuelo para él en razón de su fidelidad y coherencia, mientras el proceder del Padre Bautista, tan enredoso, es fuente de angustia para Antonio María. El reproche que corre siempre a través del paralelo con Pablo y sus discípulos se transforma en desafío hacia el Padre Bautista para que pueda establecerse que las dudas sobre su desempeño no son ciertas, y –de ser ciertas, sean enmendadas a la brevedad98. En la argumentación que culmina la reflexión sobre el segundo mandamiento recuerda como actitud típica de Pablo la parresía99: «Pablo jamás quiso decir una mentira, aunque hubiese podido con ello ganar a todo el mundo, y ganarlo para Cristo (cfr. 1Co 9,19.22). […] Concluye, pues, y declara: quiero vivir espiritualmente, quiero hacerme un solo espíritu con Dios (1Co 6,17), quiero que mi residencia esté en el cielo (Fl 3,20); quiero tener a Dios siempre en mi corazón y lo puedo, aunque sea difícil»100. Es natural que en esta afirmación no se limita a dar una característica moral de Pablo como sincero, sino relacionado al apego irrestricto al mensaje que debe hacer brillar el rostro de Cristo y no acomodarse a la conveniencia o a los gustos de los auditores. En un tema crucial en la predicación y un acicate permanente para el predicador: ni uno mismo ni los auditores, Dios entero y su Cristo. La condición está en la última conclusión del sermón: «en toda verdad, sencillez y franqueza prepararé mi corazón a Dios: que por su gracia allí residirá establemente (cfr. Jn 14,23) y lo hará su templo (cfr. 1Co 3,1617; 6,19)». En el sermón sobre el tercer mandamiento se señala la descripción de santidad con soporte paulino como vida intachable y radical conversión que abandona el hombre viejo para dar paso al hombre nuevo forjado por el Espíritu: «Santificación quiere decir pureza de mente y purificación. "Ésta, dice Pablo, es la voluntad de Dios, su santificación: que se alejen de toda fornicación etc." (1Ts 4,3). Santificación es dejar el hombre viejo -o sea las cosas pecaminosas y los vicios- y seguir el hombre nuevo -o sea el espíritu(Cl 3,9) y adornarse de la virtud»101. El sermón sobre el cuarto mandamiento comienza con un «himno» a la caridad y una afirmación tajante de su necesidad que obviamente recuerda la misma conclusión de San Pablo: «Por eso, Pablo, al querer explicarte esto mismo102, dijo: "Si yo hablara con más elocuencia que 97

ZACCARIA, cit., p. 34; tr. esp. Escritos, cit., pp. 62-63. ZACCARIA, cit., pp. 35-36; tr. esp. Escritos, cit., pp. 65-67. 99 Quizás la mejor traducción del termino griego "parresía" (parrhs…a) sea "Libertad de decirlo todo". Ahora bien, una tal libertad en este mundo, inevitablemente tropieza con dificultades. De ahí los nuevos significados que se van incorporando a nuestro término: Intrepidez, valentía, osadía, hablar abiertamente... En el Nuevo Testamento aparece 31 veces, y esta cantidad nos sugiere su importancia. Por ejemplo, define el estilo de Jesús: "Jesús les respondió: He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas" (Jn.18,20). Pero también esta expresión designa el proceder característico del verdadero discípulo, sobre todo a la hora difícil del testimonio: "Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó como había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre del Señor. Andaba con ellos por Jerusalén, predicando con valentía en el nombre del Señor" (He 9,27-28). 100 ZACCARIA, cit., pp. 62s; tr. esp. Escritos, cit., pp. 106s. 101 ZACCARIA, cit., p. 70; tr. esp. Escritos, cit., p. 116. 102 Es decir la inutilidad de la logorrea y del formalismo o ritualismo, especialmente cuando se transforma en indicación a los demás que el hablante no cumple (cfr. Mt 23,4; Lc 11,46). 98

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. cualquiera lengua humana, aún con más ornato que el Ángel, y no tuviera la caridad, sería como un metal que resuena o un címbalo que retiñe" (1Co 13,1), o sea como la campana que llama a los demás al oficio y al sermón, y ella nunca va […] el nombrado apóstol Pablo corrobora lo que te voy diciendo al afirmar: "Aunque tuviera todo conocimiento, y además conociera todos los misterios y secretos de Dios, y además tuviera suficiente fe para trasladar las montañas, que a mi mando se movieran y detuvieran, y no tengo la caridad, nada soy" (1Co 13,2) […] Lo confirma Pablo, cuando dijo: "Si entregara y repartiera todos mis bienes a los pobres, y además entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve" (1Co 13,3)»103. En el sermón sobre el cuarto mandamiento se señala esa medida sobreabundante de amor de Pablo que estaría dispuesto a perderse a sí mismo con tal de salvar a los demás: «tan necesario es este amor, que Pablo deseaba ser anatema por sus hermanos (Rm 9,3; cfr. Éx 32,31-32)»104. En el sermón sobre la tibieza se recuerda que en el ámbito de las obligaciones con Dios algunas son estrictas y otras presentadas como consejo. Esta realidad puede fomentar la tibieza cuando se busca atenerse sólo a lo rigurosamente mandado esquivando todo compromiso y fervor mayor; pero puede incentivar también la santidad porque el amor que nos mueve no pierde tiempo en distinguir consejo de obligación, sino que se deja llevar por el amor y la entrega total: «Pablo, al hablar de la virginidad, dijo: "Consilium do etc." (1Co 7,25). De esto se infiere tal distinción. ¿Quieres saber el por qué de esta distinción? Para remover la tibieza»105. La experiencia cristiana es una opción fervorosa por Dios y su voluntad; su contrario es adherirse al mundo o a la carne que finalmente decepcionan: si para san Pablo la adhesión al Señor es fuente de segura felicidad, el apego al mundo es mortal y es reprochable su tristeza «la del mundo "que produce la muerte" (2Co 7,10)»106. A la vez es una opción a contrapelo con el mundo y -según la indicación de la alocución del 4 de octubre- el creyente no puede ser tan ingenuo como para no recordar permanentemente que en el mundo encontrará sin duda rechazo de mil maneras, violenta en ocasiones o más sutil en otras: «el citado Apóstol, sabio Doctor de las gentes, propone a sí mismo y a los demás Apóstoles como ejemplo de desprecio, al decir: "Nos stulti propter Christum" (1Co 4,10); "Persecutionem patimur, et sustinemus; blasphemamur et obsecramus" -Se nos persigue, y lo soportamos; se nos insulta y bendecimos- (1Co 4,12-13)»107.

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Filiación paulina de los zaccarianos n el encabezado de la carta escrita a las Angélicas desde Cremona el 26 de mayo de 1537 las define «Hijas, mías y de Pablo Apóstol en Cristo» y también hace presente que «residen en el Monasterio de san Pablo Apóstol en Milán». Al definirlas hijas de San Pablo señala que su temperie espiritual y su espíritu evangélico debe amoldarse en el Pablo y la costumbre de asignar el nombre de San Pablo a Conventos o Iglesias es la muestra exterior de dejar clara esa filiación. En la introducción señalamos con ejemplos esta costumbre. Queremos con ello señalar que sería frivolidad mundana simplemente poner a casas y acciones un apelativo que no se quisiera después traducir en programa. Es siempre oportuno para los religiosos recordar el adagio que se atribuye a san Jerónimo: "Lo importante no es habitar en un lugar santo, sino 103 104 105 106 107

ZACCARIA, cit., pp. 73.74.75; tr. esp. Escritos, cit., pp. 122.124.125. ZACCARIA, cit., p. 79; tr. esp. Escritos, cit., p. 132. ZACCARIA, cit., p. 95; tr. esp. Escritos, cit., p. 158. ZACCARIA, cit., p. 86; tr. esp. Escritos, cit., p. 143. ZACCARIA, cit., p. 99; tr. esp. Escritos, cit., p. 165.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. vivir allí santamente". Aunque su atribución zaccariana, al menos en la forma que tiene, es excluida, sin duda era del modo de pensar del Fundador lo que se expresa en la alocución del 4 de octubre de 1534: «ut imitari non pigeat quod celebrare delectat»108. Como anteriormente para las angélicas, en Carta a Morigia y Soresina el 3 de noviembre de 1538 encabeza: «A los Hijos de San Pablo Apóstol y míos». Esta locución hace pensar a la expresión «hijos de los profetas» que parece designar una verdadera escuela de seguimiento que vinculaba en continuidad con el maestro a los que se cobijan bajo su sabiduría. Incluso en la Escritura es posible encontrar rastros de que esta dicción no sólo indicara una filiación genérica en el sentido de seguir el mismo espíritu, sino también una escuela formal de capacitación para la función profética (2Re 6,1ss)109. En la historia de Elías-Eliseo además se señala una sucesión: el ser «hijo de profeta» comporta que después será «profeta» en continuidad. No parece forzar mucho si se piensa que Antonio María Zaccaria quería que sus seguidores se forjaran sobre el modelo de Pablo. Las Constituciones del Fundador son «de los Hijos de San Pablo Apóstol»110. La veneración hacia el Apóstol Pablo se manifiesta también en el hecho que para sus fiestas se rompe el rigor de la vida de los primeros barnabitas y se consiente comer carne en la memoria de «la Conversión y Muerte de San Pablo»111. Además de estas menciones explícitas, las citas, es decir el uso para argumentar de expresiones y conceptos de San Pablo manifiestan el intento no casual de amoldar la propuesta espiritual sobre la teología de San Pablo. Transcribo aquí la parte estadística sobre la presencia paulina en los escritos del Fundador en el aporte del P. Rizzi en las Jornadas de estudio y espiritualidad con ocasión de la memoria del 450º de la muerte del Fundador112.

Citas del texto bíblico latino

Citas en traducción italiana

Paráfrasis de textos bíblicos

Corpus Paulinum + Hechos 35

Corpus Paulinum + Hechos 14

Corpus Paulinum + Hechos 63

Rom 1Cor 2Cor Gál Ef Fil lTes lTim 2Tim Heb

6 14 6 1 1 2 1 1 1 2

Rom 1Cor 2Cor Ef 1Tes Heb

Si se eliminan las que aparecen en la Alocución del 4 de octubre de la que hemos señalado su inautenticidad y de las Sentencias las citas son 19

2 6 2 2 1 1

No hay citas en traducción italiana ni en la Alocución ni en las Sentencias

He 8 Rom 12 1Cor 18 2Cor 5 Gál 5 Ef 1 Fil 3 Col 3 1Tes 1 1Tim 3 2Tim 2 Heb 2

108

ZACCARIA, cit., p. 23; tr. esp. Escritos, cit., p. 44. Y Para la citación de Agustín ZACCARIA, cit., p. 100; tr. esp. Escritos, cit., p. 167, cita que significa "para que no nos pese imitar lo que nos

agrada celebrar" o parafraseando, no dejemos de realizar lo que los nombres que nos atribuimos significan [S. Agustín, Sermo CCXXV, Fiesta de los Mártires; P.L. XXXIX, 2161]. 109 Por ejemplo aparentemente escuelas de profetas existieron en Betel desde el tiempo de Samuel (1Sam 10,5-18). Tales grupos se reunían para estudiar, compañerismo espiritual, profetizar y servir (ver 1Sam 19,20.24; 2Re 2,3-7.15; 4,1.38; 9,1). 110 ZACCARIA, cit., p. 109; tr. esp. Escritos, cit., p. 170. 111 ZACCARIA, cit., p. 113; tr. esp. Escritos, cit., p. 176. 112 RIZZI, Giovanni, Il S. Fondatore e la Bibbia, en S. Antonio M. Zaccaria nel 450º della morte, Quaderni di Vita Barnabitica 8, 8 Roma 1989, pp. 95-119; esta parte estadística está en las pp.98-105 pero puede ser de extrema utilidad una lectura atenta de un aspecto tan importante para sondear el pensamiento del Fundador.

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Alusiones evidentes al texto

Alusiones implícitas al texto

Posibles paralelos con la

bíblico

bíblico

Escritura

Corpus Paulinum + Hechos 162

Corpus Paulinum + Hechos 328

Corpus Paulinum + Hechos 232

He Rom 1Cor 2Cor Gál Ef Fil Col 1Tes 1Tim 2Tim Heb

13 20 53 18 9 7 15 6 5 5 3 8

Rom 1Cor 2Cor Gál Ef Fil Col 1Tes 1Tim 2Tim Tito Flm Heb He

52 73 38 30 13 28 20 20 7 9 2 5 18 12

He 9 Rom 30 1Cor 52 2Cor 26 Gál 18 Ef 21 Fil 27 Col 8 1Tes 21 1Tim 7 2Tim 3 Flm 2 Heb 8

En total al Corpus Paulinum y Hechos las referencias de diverso tipo suman 834. Evidentemente el Fundador no cita o menciona exclusivamente el corpus paulinum y tiene interés que la fuente de la Escritura sea alimento permanente, sin embargo «el lenguaje zaccariano es en primer término paulino y después evangélico»113. El mismo P. Rizzi menciona su exhortación del capítulo 8 de las Constituciones: «Los Hermanos estudiarán la Sagrada Escritura y se deleitarán con tanta avidez en entenderla y comprenderla que tendrán abiertos y manifiestos los sentidos ocultos, sobre todo los que son aptos para la instrucción de las costumbres»114, siempre oportuna indicación. En lo que se refiere al amor a la lectura directa de la Escritura, bien queda sintetizada la actitud en este aforismo de Leonardo da Vinci: «no hay que beber de vaso cuando se puede ir a la fuente»115.

113 114 115

RIZZI, Il S. Fondatore e la Bibbia, cit., p. 102. ZACCARIA, cit., p. 116; tr. esp. Escritos, cit., p. 181. Leonardo da Vinci, aforismo 422.

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APÉNDICE 2

L

a Congregación no sólo tiene nombre paulino, sino que siempre se ha preocupado de profundizar y precisar su «paulinismo». Aquí señalo algunas publicaciones más recientes que pueden ayudarnos a adentrarnos en este aspecto. Antes que nada la relación presentada por el Padre Scalese en la Semana de Espirtualidad de 1996. Esta relación, además del valor que tiene de suyo, comienza con una reseña de otros textos barnabitas acerca del tema. SCALESE, Giovanni, Sulle orme di Paolo Apostolo. Il «Paolinismo» di S, Antonio Maria Zaccaria, en Eredi e legittimi figlioli, Quaderni di Vita Barnabitica 10, Roma 1997, pp. 123-152. BONINI, Andrea, Alla Scuola di san Paolo, en S. Antonio M. Zaccaria nel 450º della morte, Quaderni di Vita Barnabitica 8, Roma 1989, pp. 67-77. Eco dei Barnabiti tiene en forma regular el Osservatorio Paolino que recoge en casos reflexiones sobre Pablo, su historia y su espiritualidad y principalmente reseña bibliográfica inteligentemente comentada sobre publicaciones recientes sobre Pablo y su Espiritualidad. Entre los primeros por ejemplo P. Scalese en Eco del 2001(nos 2, 3 y 4) profundiza el carisma paulino y señala cómo sea presente en San Antonio y en la Congregación y el mismo P. Scalese anteriormente examina en ese espacio las ciudades de San Pablo. Siempre en Eco dei Barnabiti a temas paulinos está dedicada con frecuencia también la sección Bibbia que realiza el P. Giuseppe Dell’Orto. En el encuentro del febrero 2008 del P. General con Provinciales y Delegados se anunció que ellos se reunirían en un volumen y pondrían a disposición de los cohermanos. Y, naturalmente: RIZZI, Giovanni, Accompagnati da San Paolo, Quaderni paolini numero 1, Roma 2008, cuya progresiva traducción con alguna modesta adaptación comprometo.

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El sistema de trabajo será de reflexión personal y de intercambio según las antiguas costumbres de la «collatio» recogiendo el desafío del fundador de que éste sirva para la edificación y para dar un rigor mayor a nuestro testimonio de vida evangélica116. Concretamente: 09,30 hrs: Encuentro en la sala capitular para indicaciones del día y presentación de algunos acentos sobre el escrito recibido 10,00-12,00 Estudio y meditación personal 12,00 [eventualmente] intercambio libre con cohermanos 12,45 Rezo de hora media 13,00 Almuerzo 15,30 Primera sesión de intercambio 17,00 Onces 18,00 Segunda sesión de intercambio 19,30 Eucaristía con vísperas 20,15 Cena 21,30 Completas Lunes 21 de julio: pp. 1-10: antecedentes del Año Santo Paulino e importancia y vida de San Pablo Martes 22 de julio: pp. 10-17: continuidad/discontinuidad de Pablo con el ambiente y su figura de líder carismático Miércoles 22: pp. 17-28: las opciones éticas en Pablo y los temas y medios de la salvación Se incluyen entre las página 28 y 34 dos apéndices; uno sobre la relevancia de San Pablo en los escritos zaccarianos y otro que indica fuentes barnabitas sobre nuestra espiritualidad paulina. Pueden servir para su propio provecho personal, y también como soporte en el diálogo. El día miércoles la Misa será a las 20,00 horas en el templo parroquial y comportará la entrega del Ministerio de lector a los estudiantes Miguel y Danilo y la emisión de la Profesión solemne por parte de Mauricio y Juan Pablo.

Les recuerdo también que el 10 de mayo la Penitenciaría apostólica entregó norma sobre indulgencias en este año paulino. Los números II y III tienen atenencia a nosotros (el I tiene que ver con la visita a la Basílica ostiense): «II. Los fieles cristianos de las diversas Iglesias locales, una vez cumplidas las condiciones habituales (confesión sacramental, Comunión eucarística y oración según las intenciones del Sumo Pontífice), excluido cualquier apego al pecado, podrán lucrar la indulgencia plenaria si participan devotamente en una función sagrada o en un ejercicio piadoso realizados públicamente en honor del Apóstol de los gentiles: los días de la inauguración solemne y la clausura del Año paulino, en todos los lugares sagrados; en otros días determinados por el Ordinario del lugar, en los lugares sagrados

116

Es el capítulo 9 de las Constituciones. ZACCARIA, cit., pp. 117-119; tr. esp. Escritos, cit., pp. 182-184.

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P. dedicados a san Pablo y, para utilidad de los fieles, en otros designados por el mismo Ordinario. III. Por último, los fieles impedidos por la enfermedad o por otra causa legítima y relevante, siempre con el corazón desapegado de cualquier pecado y con el propósito de cumplir las condiciones habituales apenas sea posible, podrán lucrar también la indulgencia plenaria, con tal que se unan espiritualmente a una celebración jubilar en honor de san Pablo, ofreciendo a Dios sus oraciones y sus sufrimientos por la unidad de los cristianos. Con el fin de que los fieles puedan participar más fácilmente de estos beneficios celestiales, los sacerdotes aprobados por la autoridad eclesiástica competente para escuchar confesiones muéstrense dispuestos con generosidad para acogerlas».

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AÑO SANTO PAULINO P. Giulio Pireddu P.

¸NDICE

Año Santo Paulino – Introducción.

3

El Apóstol Pablo

7

I. Biografía

10

II. El hombre y su ambiente

14

III. El cristiano

17

IV. El misionero

20

V. El Jefe de Iglesia

29

VI. El moralista

36

VII. El pensador

45

Apéndice 1

55

Apéndice 2

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