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UNA LARGA Y HERMOSA HISTORIA DE COOPERACIÓN

Patricio Llamas Juan

Coordinador WOPSEC Alicante

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Siempre habíamos querido ayudar con nuestro trabajo a la gente más necesitada, a la gente que por puro azar (lugar de nacimiento) vive en condiciones de extrema pobreza y tiene muy difícil acceso a los cuidados médicos. Conviene recordar que la salud no es sólo cuestión de genética, los profesionales de salud pública dicen que, desgraciadamente, el código postal es mucho más importante que el genético y como constata la OMS “la gran mayoría de la población tiene peor salud de lo que permite la biología” y “la combinación nefasta de pobres políticas sociales y circunstancias económicas injustas están matando a la gente a gran escala”. Es muy importante resaltar que las diferencias de acceso a la salud entre ricos y pobres determinan variables en la esperanza de vida que superan los 40 años.

Las condiciones sanitarias de los países en vías de desarrollo son muy diferentes a las de nuestro entorno: nosotros tenemos 1 cirujano pediátrico por cada 50 mil habitantes mientras ellos tienen uno por cada 2 millones de habitantes. En estos países más del 50% de la población es menor de 18 años y se estima que el 85% de ellos puede necesitar cirugía antes de los 15 años. Cabría añadir que muchos niños desgraciadamente tienen cada vez menos infancia pues muchos de ellos se ven obligados a tareas impropias de su edad.

En 1998 la cirujana pediátrica del Hospital General de Alicante Beatriz Nieto, pionera del proyecto, contactó con la organización italiana WOPSEC (Organización de Cirugía Pediátrica para Países en Emergencia) de Medicus Mundi y se nos ofreció la posibilidad de ir a Colombia, Bangladesh o Guatemala. Elegimos Guatemala y así fue como en agosto de 1998 aterrizamos en la Antigua Guatemala, una preciosa y fascinante ciudad colonial a 40 kilómetros de la capital rodeada de volcanes y de colinas verdes que nos cautivó desde el primer momento. Habíamos iniciado una experiencia que, inmediatamente, nos enganchó y que iba a marcar muy positivamente el resto de nuestras vidas.

El lugar de trabajo estaba en las Obras Sociales del “Santo Hermano Pedro”, un céntrico edificio reconstruido después del terremoto de 1976 por la comunidad franciscana sobre las ruinas de una antigua iglesia y que desde sus inicios da cobijo y asistencia a los más necesitados, allí vivían unas 350 personas. Las Obras Sociales habían evolucionado para proveer asistencia médico-quirúrgica de alta calidad a personas de escasos recursos, prestada por grupos de profesionales nacionales y preferentemente extranjeros que desinteresadamente donan su trabajo. Las cirugías se realizaban en los 5 quirófanos de la Unidad MédicoQuirúrgica “Rodrigo- Mendes” en base a un programa de actividades que se establece año a año y que concede

historia

a cada grupo quirúrgico un período determinado de tiempo para realizar su trabajo.

Nuestro grupo lo formábamos unas 12 personas y cada año, para una estancia de 1 mes (julio habitualmente), se seleccionaban un anestesista, 2-3 cirujanos y 2 enfermeros como integrantes del proyecto; un grupo pequeño que nos permitía ser muy operativos y eficaces. Procurábamos ser autosuficientes con el material quirúrgico y los fármacos que traíamos desde España, así que los preparativos del viaje solían empezar bastante antes de la fecha de salida con la recolección de material médico, material escolar, ropa etc. y su posterior clasificación y empaquetamiento. Unos meses antes de nuestra llegada, las Obras Sociales reclutaban, a través de pediatras y médicos guatemaltecos, de voluntarios y líderes de las comunidades, a los potenciales candidatos a cirugía. Los niños eran visitados por nosotros en consultas externas, se confirmaban los diagnósticos e íbamos confeccionando los partes quirúrgicos. El programa diario lo empezábamos cada mañana viendo a los niños operados, se daban las altas correspondientes y se realizaban las cirugías diarias. Una sala adjunta al quirófano servía para la preanestesia y sala despertar y una sala de postoperatorio para la recuperación de los pacientes. Las Obras Sociales disponen de otro edificio que sirve de alojamiento gratuito para los familiares de los pacientes cuando es necesario. Hemos colaborado en labores de formación y docencia para el personal sanitario y los anestesistas y cirujanos guatemaltecos que así lo deseaban mediante charlas y asistencia a consultas y sesiones quirúrgicas.

Los beneficiarios de este proyecto han sido los niños de toda Guatemala, en su gran mayoría indígenas (70% de la población), provenientes de los lugares más pobres y que más sufrieron el genocidio en la pasada guerra civil que asoló el país durante 30 años. Son personas que difícilmente tienen acceso a servicio sanitario alguno y que por sus escasas posibilidades económicas y situación

sociocultural están excluidas del sistema y de otra forma, muy probablemente, no recibirían tratamiento porque no pueden pagarlo. El Servicio Guatemalteco de Salud cubre a una población muy escasa y apenas tiene recursos económicos, habitualmente el tratamiento médico y farmacológico debe pagarlo el paciente. La medicina es muy cara en relación al poder adquisitivo de la población y la mayor parte de los pobres no recibe tratamiento.

Le inocularon el virus de la cooperación y esto sí que es una droga pura, quedas enganchado de por vida

Las patologías que más hemos tratado han sido hernias, sobre todo inguinales, también cirugía urológica, quistes, cirugía plástica de secuelas de quemaduras y otras deformaciones y cirugías de reconstrucción de labio leporino y paladar hendido. Hay que resaltar que patologías que en nuestro medio son banales y de fácil solución, allí siguen resultando mucho más problemáticas e impiden incorporarse a los niños a su vida normal; los casos se presentan tarde y están a veces muy evolucionados. Nos llamó mucho la atención la actitud estoica de los niños ante el dolor y la fatalidad, muchos de ellos con un estado general bastante deteriorado. A veces era difícil elegir el mejor tratamiento cuando los medios no eran los más adecuados, la elección entre lo teóricamente mejor y lo posible en ese momento.

Este proyectó nos ocupó 20 años, el verano de 2018 nos despedimos emocionados y con la satisfacción del deber cumplido. Hemos visitado a unos 2270 niños en consultas externas y operado a 2010 con muy buenos

resultados. Comprobamos que los tratamientos eran curativos y perdurables y, la gran mayoría de las veces, permitían restituir al niño a su vida normal. Creemos que una cooperación eficaz debe tratar aspectos concretos para mejorar las condiciones de vida de la gente, a nuestro nivel es lo que buscábamos con las cirugías realizadas. La faceta médica de la cooperación ha sido, sin duda, la parte más importante del proyecto, pero para todos nosotros ha sido fundamental la faceta humana del mismo, nuestras sensaciones y sentimientos a lo largo de esos años; sensaciones que comenzaron muy pronto porque desde el principio nos alojamos cada año en las mismas Obras Sociales y esto nos ha permitido conocer a muchas personas especiales y entrañables que llevaban muchos años viviendo allí. Ocupábamos unos cuartitos pequeños y austeros y nos integramos perfectamente en el día a día de la institución.

Hemos redescubierto la sonrisa más radiante y limpia de los niños, esos niños que desde el fondo de sus ojos

tan negros te invitan a que hagas algo por ellos. Hemos sentido de nuevo el agradecimiento más sincero de la gente, gente que teniendo muy poco quieren compartirlo contigo. Hemos conocido a voluntarios y cooperantes, héroes silenciosos que desde su anonimato entregan su vida en beneficio de los más necesitados sin esperar más recompensa. Hemos comprobado que las relaciones humanas pueden ser más sencillas y transparentes que el tinglado de intereses que muchas veces tenemos montado en nuestro rico mundo. Establecimos muchos vínculos de amistad.

Nos enamoramos de Guatemala, un país precioso e inmensamente verde, y de sus gentes entrañables; habitantes de un país donde una mezcla explosiva de

Los beneficiarios de este proyecto han sido los niños de Guatemala, su gran mayoría indígenas

WOPSEC ALICANTE ha estado formada por: Beatriz, José Joaquín, Mª Ángeles, Montse, Reme, Paco, Carmele, Carmen, Jesús, Domingo, Adi, María José, Paolo, María Jesús, Gonzalo, Edith, Patricio.

corrupción, impunidad, desigualdad social y pobreza crecientes, junto al omnipresente narcotráfico, acaba generando cada vez más violencia. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que, en ese ambiente, consiguen seguir siendo niños, niños que se merecen un destino mejor.

De vuelta a casa, cada año comprobábamos que recibíamos mucho más de lo que dábamos, nos decían del sacrificio que debía suponernos dejar nuestras familias y muchas veces emplear nuestras vacaciones para ir a trabajar allí, pero no nos engañemos: hemos salido ganando por goleada y siempre volvíamos más “ricos” que nos habíamos ido, inyectados de grandes dosis de bondad, de alegría y de gratitud. Hemos comprobado que la ayuda a los demás es muy gratificante y es una de las mejores formas de realización personal. Ahora que están de moda los virus, a nosotros allá por el año 1998 el cubano que fundó la unidad quirúrgica, al conocernos, nos dijo: “les inocularon el virus de la cooperación y créanme esto sí que es una droga dura, si lo pruebas quedas enganchado de por vida”. No se equivocó, esa adicción no se ha apagado, seguimos disfrutando con su recuerdo y nos sentimos muy afortunados por haber podido vivir una experiencia tan gratificante.

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