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La literatura como refugio Libros que inspiran a grandes y chicos

Por Gisela Ramos Bibliotecóloga Colegio Alemán de Cali

En un mundo gobernado por la rutina, la inmediatez y la globalización, la literatura construye con palabras un refugio simbólico para descansar, reflexionar, conectar e imaginar. Un hogar para resguardarnos del exterior, sumergirnos en nuestro mundo interior y visitar el de los otros. Una casa acogedora, pero inestable, con puertas y ventanas por las que se cuela el viento, se asoma la realidad y, a veces, entra el caos.

Desde los primeros tiempos, hemos clasificado e intentado explicar el mundo a causa de nuestro temor hacia lo desconocido. Le hemos asignado un nombre a las cosas para tratar de entenderlas y poder hablar de ellas. Hemos mutado de la palabra dicha a la palabra escrita, mientras nos aventuramos en la búsqueda del significado. Así, hemos creado a la literatura para condensar en palabras, historias y versos la complejidad de la condición humana y la inmensidad del universo.

Los libros no dicen de forma literal quiénes somos, pero sí lo muestran. La literatura se vale de una ficción —fantástica o cercana a los hechos— para contar la realidad sin repetirla. Envuelta en cuento, poesía o novela, pero también en crónica y ensayo, etc., la literatura contiene al mundo. Pero ese mundo está lleno de luces y sombras. Por eso, aunque leer es un ejercicio acogedor que sirve de escape, también es confrontativo. Las ventanas de ese amado refugio, nos permiten ser huéspedes del interior y espectadores del exterior; observar quiénes somos y podemos llegar a ser. Comprender, disfrutar o cuestionar todo lo que implica ser humano.

Al adentrarnos en nuestro refugio, iluminamos cuartos oscuros, donde las palabras dan forma y claridad a lo que parecía oculto o incomprensible. Los textos se vuelven portales hacia otras vidas, sociedades y tiempos, pero aun así logramos reconocernos en ellos, porque la literatura es universal y atemporal, capaz de enlazar generaciones y culturas. Leer nos acerca a la empatía, porque nos permite habitar pieles ajenas y expandir nuestra visión.

La lectura es experiencia diversa, donde hay un libro encontramos género y modo para leer en cada lector. Leer puede implicar navegar un mar de palabras o volar entre imágenes, letras y símbolos. Se puede leer en solitario y conectar con lo imaginario o lo comunitario, pero también en colectivo y crear una comunidad que se vincule desde la intimidad y la identidad.

La literatura nos inspira y sirve de refugio.

Cuando somos niños acudimos a la voz de nuestros seres amados para descifrar los libros y solemos encantarnos por los textos que se acompañan de imágenes y texturas. Cuando crecemos, nos transformamos en lectores independientes que tienden a una lectura íntima y en solitario, donde las letras son las protagonistas. Sin embargo, siempre podemos transitar por distintas prácticas e intereses. No hay reglas para leer. Los libros son fieles amigos que nos recuerdan que no estamos solos, de esos que parecen adivinar lo que nos ocurre y tienen un relato preciso para alivianar cada miedo y dilema que atravesamos. Aquellos con los que podemos ser libres, sentirnos vulnerables, ser escuchados y con los que siempre tenemos permitido soñar futuros diferentes sin importar nuestro entorno o quiénes somos.

La literatura nos inspira y sirve de refugio porque siempre tiene abierta la puerta a nuevas posibilidades y lectores. Invitemos a los chicos a descubrir y a los grandes a recordar el calor de este hogar, donde todos caben, sin importar su edad, donde siempre encontrarán algo que los inspire y los haga sentir en casa.

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