Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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JULIO - SETIEMBRE 1 960


REVISTA DEL

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA JUNTA DE DIRECTORES Eugenio Fernandez Mendez - Presidcnte

Enrique Laguerre Teodoro Vidal

Arturo Morales Carrion Guillermo Silva

Salvador Tio

Enrique Campos del Toro

Director Ejecutivo - Ricardo E. Alegria SAN JUAN DE PUERTO RICO

ANO III

1960

NUM. 8

JULIO - SEPTIEMBRE

SU MARIO Pag.

El Sustantivo Jibaro por Tomas Blanco

1

Analfabetismo, cultura y vida social par Miguel Melendez Munoz

6

Ideas urbanisticas sabre las murallas de San Juan de Puerto Rico por Ernesto la Orden Miracle .

9

Jose Campeche, maestro de musica por Arturo V. Davila

14

Presentaci6n de Jose Ignacio Quinton por Amaury V eray

17

Dos sonetos pqr ·M. Joglar Cacho .

20

Las Antillas y Baldorioty de Castro par Jose Marti

22

Una peseta. - Cuento par Luis M. Rodriguez Morales

25

Sentires de .Domingo Marrero par Jose Ferrer CanaJles .

33

Exposici6n «La Arquitectura Colonial en Puerto Rico»

37

Palabra y creaci6n poetica par Jose A. Torres Morales

41


Puerto Rico y la convivencia par Gustavo Agrait .

45

Barcos, libros y negros para Puerto Rico par F. Morale$ Padron .

47

El taller de mosaicos del Instituto

53

Archivo musical puertorriquefio

54

Gobernadores de Puerto Rico en el siglo par Aida R. Caro de Delgado .

XVIII

Notas sobre la Historia de la Iglesia de Santa Ana y de su Cofradia de la· Sagrada Familia par Bibiano Torres .

55

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SEPARATAS

Ensayo rustico (Para piano) par Amaury V eray Autorretrato del pintor espafiol Luis Paret y Alcazar (1746-1799), de la colecci6n de don Acisclo Marxuach. San Juan de Puerto Rico.

Colaboradores

PUBLICACION DEL INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUENA Director: Ricardo E. Alegria Grnbado de In portadn: Lorenzo Romar; llustraciones y DiBeflo: Carlo• Marichal; Fotograflas: Conrad Eiger y Miguel Angel Colorado.

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BARCBLOMA (USPANA)


GUSTAVO AGRAIT naci6 en San German y se recibi6 de licenciado en Derecho

en Ia Universidad de Puerto Rico, donde desde 1933 ocupa una catedra de lengua y literatura espafiola. Ha escrito cuentos, poemas y trabajos de investigaci6n y critica Iiteraria, muchos de ellos ineditos, entre Ios que se destaca su monografia sabre el tema del beatus ille en Ios poetas espafioles de Ios siglos XVI y XVII. Ayudante del Gobernador de Puerto Rico durante cuatro afios, el licenciado Agrait dirige en Ia actualidad Ia Oficina de Informaci6n de Ia Administraci6n de Fomento Eco• n6mico.

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ToMA.s BLANCO, natural de San Juan de Puerto Rico. Doctor en Medicina. Ha colaborado en revistas del pais y del extranjero. Ha cultivado casi todos Ios generos Iiterarios, inclusive el articulo periodistico. Entre sus Iibros figuran un ensayo interpretativo de Ia historia puertorriquefia, Ia novela Los Vates, varios cuentos, un cuaderno -Miserere- conmemorando el primer aniversario de Ia muerte de Georges Rouault, y unos ensayos liricos titulados Los cinco sentidos. Con referenda a este Iibro, dice Abreu Gomez en Ia Inter American Review of Bibliography: «Esta escrito con una Ilaneza, con una pulcritud de idioma que, situan a Tomas Blanco entre Ios escritores de primera linea».

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AfDA R. CARO DE DELGADO naci6 en Hato Rey. Bachiller en Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico (1943), en 1944 obtuvo el grado de Maestra en las mismas disciplinas, de la Universidad de Texas, y en 1954 se recibi6 de doctora en Filosofia y Letras en la Universidad de Madrid. Durante dos afios fue directora del Archivo Hist6rico del Ayuntamiento de San Juan y actualmente es catedratica de historia en la Universidad de Puerto Rico.

FRANCISCO MORALES PADR6N, Doctor en Filosofia y Letras de la Universidad de Madrid; prof es a una catednt de Historia de America en la Universidad de Sevilla, y ocupa el cargo .de Redactor-J efe del Anuario de Estudios Americanos. Especializado en asuntos de la historia de Hispanoamerica, ha publicado varias monografias, entre otras Jamaica espafiola, Fisonomia de la conquista indiana y Rebeli6n contra la Compafiia de Caracas, aparte de numerosos articulos publicados en revistas de Espafia y America. Ha visitado varios paises de nuestra America y dictado conferencias en las Antillas y en Ia America Central.

Lms M: RonRfGUEZ MORALES es el Di-

ARTURO V. DAVILA naci6 en Santurce. Curs6 las estudios de Ia carrera de Filosofia y Letras en Espafia. Licenciado en Filosofia y Letras en Madrid en 1956. Doctor en Historia par la misma en 1960. Tiene varios trabajos ineditos sabre historia de Puerto Rico.

rector del Archive General de P. R. En el 1946 obtuvo su Bachillerato en Humanidades de Ia Universidad de P. R., habiendo cursado posteriormente cursos postgraduados de la Universidad Cat6Iica de America de Washington. Ha sido Instructor de Historia en nuestra Universidad. Ha publicado el Iibro de cuentos La Centella. Su obra mas profusa ha sido de caracter hist6rico. De esta pueden citarse las Actas Capitulares . de San Juan (las dos primeros volumenes en colaboraci6n con Ia doctora Aida Caro de Delgado), Consideraci6n en Torno a la Edici6n de Actas Capitulares y La Ciudad de San Juan a Mediados del Siglo XVIII Vista a Traves de sus Actas Capitulares.


Jos:A FERRER CANALES naci6 en San Juan. Obtuvo la Maestrfa en Artes en la Universidad de Puerto Rico y el tftulo de Doctor en Letras en la Universidad Nacional Aut6noma de Mexico (1952). Fue profesor en las Universidades de Puerto Rico y Dillard (Nueva Orleans), y actualmente desempena una catedra de espafiol en la Universidad de Howard (Washington, D. C.). Ha dictado conferencias sobre temas puertorriquenos e hispanoamericanos en Cuba, Mexico y Estados Unidos, y colaborado con numerosos trabajos en peri6dicos y revistas culturales de ambas Americas.

ERNESTO LA 0RDEN MIRACLE, Doctor en Derecho de la Universidad de Madrid, ha desempenado varios cargos culturales y diplomaticos, entre ellos el de Secretario de la Embajada de Espana en Quito; J efe de Publicaciones del Ministerio de Asuntos Exteriores de Espana, y Consejero Cultural de la Embajada espanola en Paris. Desde 1957 ocupa el cargo de Consul General de Espana en Puerto Rico. Escritor y periodista, es autor, entre otras obras, de Ur.uguay, el benjamin de Espana; Elogio de Quito; Avila, el castillo de Dias; y Ecuador: arte y paisaje.

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MANUEL JoGLAR CACHO. Naci6 en Morovis, Puerto Rico, .el 20 de marw de 1898. Siempre ha vivido en Manati. Autodidacta. H a colaborado en diferentes revistas insulares y extranjeras. Ha publicado los siguientes libros: G6ndolas de ndcar, 1925; En voz baja, 1944; Faena intima, 1956; Sol'iloquios de Lazaro, 1956. El Ateneo Puertorriqueno ha publicado sus poemarios Canto a las Angeles y Par las caminos del dia, obras premiadas en el Certamen de Navidad de 1957 y de 1958, respectivamente.

MIGUEL MELENDEZ MUNOZ, ensayista, novelista y cuentista, naci6 en Cayey. Ha publicado numerosos articulos, dispersos en peri6dicos y revistas, y varias obras de caracter costumbrista y sociol6gico sobre el tema del jibaro. Entre ellas se destacan Estado social del campesino puertorriqueno (1916), Cuento$ del cedro (1936) y Cuentos de la Carretera Central (1941). En 1958 recibi6 de la Universidad de Puerto Rico el grado honorifico de Doctor en Filosofia y Letras.


BIBIANO TORRES RAMfREZ naci6 en Huelva, Espana, el 7 de septiembre de 1929. Licenciado en Filosofia y Letras, Secci6ri de Historia de America en 1953, logr6 en ese mismo afio una beca del Instituto de Cultura Hispanica, que le permiti6 viajar durante un afio por varios paises de America del Sur, entre ellos Argentina, Chile y Brasil. En la actualidad trabaja en la tesis doctoral, Organizaci6n Politica y Mi-

litar en Puerto Rico durante la segunda mitad del $iglo XVIII. ·Es profesor ayudante de la Universidad de Sevilla, que posee el doctor Calderon Quijano.

Jos:E ANTONIO TORRES MORALES naci6 en Juana-Diaz. En 1946 se recibi6 de bachiller en Artes en el Instituto Politecnico de San German y cinco afios despues de Maestro en Artes en la Universidad de Puerto Rico. De 1957 a 1959 realiz6 estudios especializados en la Universidad de Harvard. Desde hace algunos afios es catedratico de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Ha escrito colaboraciones para revistas de cultura, y en 1951 public6 la 'obra Los Simbolos en la Poe·

sia de E. Gonzalez Martinez.

AMAURY VERAY naci6 en Yauco. Bachiller en Artes de la Universidad de Puerto Rico,· en 1946 ingres6 en el Conservatorio de Nueva Inglaterra, donde se recibi6 de Bachiller en musica, especializado en teoria y composici6n. Becado por el Instituto de Cultura Puertorriquefia, recientemente realiz6 estudios avanzados de composici6n en la Academia de Santa Cecilia, en Roma. Es autor de canciones de arte y misterios de Navidad y de los ballets El niiio de Aguadilla y La Encantada, este ultimo presentado en el II Festival de Teatro del Instituto de Cultura. Ha realizado, ademas, investigaciones sobre la vida y la obra de varios musicos puertorriquefios del pasado.


Apendice al En.s_ayo ln_e.djtq

«

EJ fyijto

d~l Jihal'.Q''-

El Substantivo Jibaro por TOMAS BLANCO

PALABRA «JfBARO» «JIVARO» SE HA ESCRITO DE MUY L Adiversas maneras, sabre todo cuando con ella se 0

designa un grupo lingi.iistico de aborigenes sudamericanos. Las diversas grafias del vocablo han cambiado segun las epocas, los autores, los idiomas, los paises, hasta - en cierto modo - segun los fines o prop6sitos (etnol6gicos, lingiiisticos, hist6ricos, etc.) del escrito donde aparecen. Entre otras variantes, ademas de las dos ya nombradas, figuran las siguientes: gibaro, givaro, gibari, xivari, xivaro, hibaro, ibaro, chivari, chiwaro, siwaro, jivira, etc. 1 En cambio, jebero, xebero o zebero, no parecen ser sin6nimos de jibaro, sino nombre de otros indios : «Los j ibaros caian al Occidente del Pongo; los jeberos o xeberos al Oriente del mismo». 2 Ademas de como substantivo, jibaro se ha usado, y se usa, tambien como adjetivo. Como tal, esta muy vivo aun en Puerto Rico, con el significado de perteneciente o relativo a nuestra poblaci6n rural o a sus tradicionales o supuestos modos de ser o de existir; por ejemplo en me gusta el sancocho jibaro o ese nifi.o es muy jibaro (en el primer caso vale por campesino o criollo, en elsegundo por timido o hurafio). En las otras dos Antillas hispanicas estuvo este adjetivo algo generalizado durante el siglo diecinueve - y aun quizas antes de terminar el dieciocho -. Pero, que sepamos, no ocurri6 asi con la forma substantiva sino en Puerto Rico. En Cuba, para 1836 (publicaci6n del diccionario de voces y frases cubanas de Esteban Pichardo), se le atribuia el sentido de «montaraz, rustico, indomable» y se aplicaba a los animales cimarrones o alzados (gatos y perros); y, en la parte oriental de la isla, se aplicaba tambien al I. Vide, entre otros, Steward, J . H . y Metraux, Alfred: Tribes of the Peravian and Ecuadorian Montana, en el boletin 143 de! Smithsonian Institute, Bureau of American Ethnology: Handbook of South American Indians, volumen 3, 19A8. 2. La cita es de M. Jimenez de la Espada: Relaciones Geogrdficas de lndias (Madrid, 1881-97), tomo IV, p. CLIII. Vease tambien, en la CXLIV, la relaci6n de Esquilache . La Enciclopedia Bl'itanica (impresi6n de 1958), dice : «The Jivaros are to be carefully distinguished from the J eberos living in their immediate vicinity, a tribe of the Mainan stock with whom they have been often confused». Consultense los tomos VII, p. 941 y XIII, p. 69 de la Britanica.

hombre de incultos 0 rusticos modales, de costumbres agrestes, cerriles o montunas. Pero en los diccionarios cubanos posteriores al de Pichardo «ya solo se habla de perros jibaros». 3 En Santo Domingo, segun P. Henriquez Urena ( citado por Corominas - vease nuestra nota 3 - ) el vocablo « jibaro, coma campuno y orejano, es "descriptivo y valorativo", mientras que para denominar objetivamente a los campesinos se dice «los del cam po». Sobre la etimologia y procedencia de la palabra jibaro corren diversas hip6tesis. Hay opiniones de respetabilisimos autores que se inclinan en favor del origen indoantillano (basandose, mayormente, en la dudosa palabra taina, jiba, o - quizas - en la caribe ciba o siba, que significa piedra). Sin embargo, nuestro estudioso lexic6grafo, don Augusto Malaret, advierte la posibilidad de que el vocablo proceda del nombre con que, desde antiguo, se conocen ciertas tribus aborigenes del Ecuador. 4 Un argumento que se aduce en favor del origen indoantillano (caribe o taino) es el conocido fen6meno lingiiistico de la propagaci6n de terminos del lenguaje de los indios de las islas, que hicieron los conquistado3. Corominas, J .: Diccionario Critico Etimoldgico de la Lengua Castellana, Editorial Gredos, Madrid, 1°~ · -57; bajo el articulo Jibaro, volumen 2, p. 1052 y sig. Esta obra, labor monumental de un solo hombre, es el primer diccionario de su clase en castel!ano; recuerda al gran diccionario Oxford de Inglaterra y, coma este, anota en cada articulo la primera documentdci6n conocida. Consultese tambien el articulo Orejano, en el tomo 3. No hemos encontrado un articulo dedicado al vocablo guajiro, equivalente cubano de nuestro jibaro. La palabra es - sin duda alguna- perfectamente conocida por el sabio profesor Coro;ninas, quien la usa en ambos de !os articulos de su diccionario arriba citados. Esta palabra indiana -guajiro- andaba ya en lengua castellana desde la primera mitad de! siglo xvr, cuando menos (1527). Nosotros la hemos vista usada por Gonzalo Hernandez de Oviedo en el Sumario de la Natural Historia de las Jndias, capitulo X, donde dice: «En Tierra-Firme el principal senor se llama en algunas partes quevi, y en otras cacique, y en otras guaji~o». (Biblioteca de Autores Espafio!es : Historiadores Primitivos de Indias, tomo I , pp . 480-481; Madrid, 1852). 4. Malaret, Augusto: (aJ ,;Par que llamamos jibams a nuestros campesinos?, en «El Mundo» de San Juan P. R., enero 23 de 1932. (b) Par mi patria y par mi idionia, Establecimientos Ceron, Cadiz, 1932. (c) Vocabulario de Puerto Rico, Imprenta Venezuela, San Juan, 1937; bajo articulo Jibaro, p. 197.

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res por todo el ambito americano de habla hispana. • Algunos de estos terminos suplantaron a sus equivalentes en otras tierras de Indias; un buen numero de ellos se incorpor6 relativarnente pronto al acervo comun de! idioma espafiol; y no faltan los que invadieron tempranamente las modernas lenguas europeas. (Ejemplo de estas dinamicas palabras antillanas son: cacique, canoa, piragua, huracdn, macana, hamaca, yuca, batata, maiz, naguas, etc.) Basandose en el susodicho fen6meno se ha sospechado o supuesto, coma mas probable, que la voz jibaro migr6 de las islas al continente; y, no lo contrario. Pero aunque esa fue la corriente general primitiva - reconocida y evidente - ; hay que aceptar que el fen6meno contrario tambien se dio; pues no faltan vocablos de los indigenas continentales que entraron, desde el siglo XVI, en el caudal de la lengua espafiola ; y, que de un modo o de otro llegaron a las Antillas y subsistieron en ellas; como era natural y 16gico que asi fuera. He aqui unos cuantos ejemplos al azar, todos documentados en castellano antes de terminar el siglo XVI: Del virreinato de Mexico nos vinieron, cacao, chocolate, petate, petaca, tomate, zapote, etc.; del virreinato del Peru: vicufza, llama, coca, c6ndor, guaca, guano, etc. Como alga que conviene aun mas al caso, sefialaremos que aguacate -voz mexicana, del nahuatl - es entre nosotros el nombre comun y corriente de una fruta abundantfsima en las Antillas; y, que, en Puerto Rico, en el habla vulgar, no usamos nunca la voz patata, sino que para nombrar este tubercuJo siempre decimos papa, vocablo que nos vino del Peru, t;iel quichua. • De igual modo, nunca decimos bija (voz indoantillana) sino achiote (voz mexicana), para nombrar al arbol Bixa Orellana, o a su tinte o al popular condimento derivado de su semilla. Ademas de lo antedicho, cuando la palabra en cuesti6n es - como jibaro - el gentilicio aplicado a un grupo de indios bien significado-patagones, araucanos, incas, aztecas o mexicanos, etc. -no tiene nada de improbable ni de raro que ese nombre persista y se propague; por remoto que sea su lugar de origen. Ni tampoco es imposible que uno de esos gentilicios adquiera - coma caribe : canibal - nuevas acepciones. 5. Vease Corominas , Joe. cit.; art. Jibaro. 6. Algunas de aquellas voces indoantillanas tenian correspondencia muy similar en tierra firrne -en las Jenguas aruacas o caribes del continente-, pero tarnbien fueron Jlevadas a regiones donde el equivalente aborigen era rnuy distinto; coma , por ejemplo, cacique, en el Peru, de de su equivalente era cw·aca, pero ya el Inca Garcilaso usaba am bas palabras indistintarnente; y, en sus Comentarios Rea/es de las Incas (libro I, cap. XI) , explica: «curaca, que es Io misrno que cacique, en Ia lengua de Cuba y Sancto Domingo, que quiere dezir senor de vas sallos». Todas o casi todas esas palabras pasaron pronto a Ia Jengua i;one:-:il espaiiola; y algunas invadieron ternpranarnente otras Ienguas eur peas. (En ingles, la prirnera documentaci6n, de cacique, canoa, hamaca, yuca, es de 1555, segun el Oxford Universal Dictionary). Pero tambien es evident!simo que Ia corriente contraria, la incorporaci6n de vocablos indfgenas continentales a Ia Iengua y al habla de las Antillas , no tard6 mucho en establecerse (seg6.n Corominas -loc. cit.-, Ia prirnera documentaci6n en castellano de tamale y zapote es de 1532, Ia de cacao es de 1535, Ia de papa es de 1540 .. . En ingles , seg6.n el citado diccionario Oxford, tamale consta desde 1604, vicufia desde 1622. coca desde 1616, llama desde 1600, cacao desde 1555 ... Palabras , todas, que provienen de! Continente). Asf, pues, el rnero hecho de que existiera una primitiva corriente divulgatoria de antillanisrnos aborfgenes, no hace improbable que , mas tarde, se divulgaran por las Antillas vocablos de las lenguas rnexicanas , peruanas , etc. EI vocablo jibaro, entre ellos.

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Esto ultimo nos conduce a las dos preguntas siguientes: lOuienes son los indios jibaros del Ecuador? lC6mo y por que se significaron? Los jibaros eran - y son - un grupo de indios aislados que, desde los tiempos de la Conquista, viven en la Hamada Montana de la moderna repi'.iblica del Ecuador. Este grupo incluia tres - o quizas cuatro - divisiones: Los Malacatas, los Paltas y los Jibaros propiamente dichos, mas, posiblemente, una cuarta rama hace tiempo desaparecida o extinta. 7 La region de la montafia que todavia habitan fue parte de la antigua Audiencia o Presidencia de Quito, incorporada primitivamente al virreinato del Peru y, por ultimo, hasta la epoca de la Independencia, al virreinato de Nueva Granada. Los jibaros, propiamente dichos, ocupan hoy en dia el mismo territorio que en tiempos del Descubrimiento. Estos indios nunca se agruparon en poblados; viven muy aislados unos de otros en comunidades familiares llamadas jivarias. Pero estas jivarias ban consistido siempre en una sola casa; de forma eliptica, cuyo diametro mayor y menor es, respectivamente, de unos 26 y 13 metros. El techo es de paja y la pared exterior esta formada por fuertes palos, muy juntos, para hacerla lo mas impenetrable posible al ataque. Estan situadas, para su defensa, sobre riscos o colinas empinadas, cerca de las cabeceras de los rios. Dichas casas las mudan cada seis afios cuando menos ; y es tan muy alej ad as unas de otras, la mas cerca, a mas de media legua del pr6ximo vecino; otras, a varias leguas de clistancia. Cada jivaria es independlente, regida por un cabecilla propio; pero una media docena de jivarias amigas se unen, a veces, temporeramente, para la guerra. Las caracteristicas de los jibaros no son muy diferentes a las de algunas tribus vecinas de la Montana, pero los jfbaros las exageraron. Por ejemplo, la preocupaci6n por la guerra que les era com6n, los jfbaros Ia llevaron con gran celo a· su extremado desarrollo. El tipico trofeo guerrero, las famosas tsantsas: cabezas humanas reducidas de tamafio, no es exclusivamente de los jfbaros; pero entre ellos constituye un hecho muy sobresaliente debido a la gran importancia que le clan y a la persistencia de la costumbre. Y no se .i uzgue que Jos blancos son sus preferidos enemigos tradicionales. Sus mas absorbentes esfuerzos militares han sido dirigid~s contra comunidades jibaras. • 7. Algunos antrop61ogos Ilarnan Bracarnoros a esta tribu perdida con vocablo que, superficialrnente parece totalrnente castellano. Per~ las primitivas «relaciones» no lo traen siernpre asi, bajo esa forma. Y el Inca Garcilaso nos da luces (loc. cit., 2.a parte, libro II, capftulo XIX): la provincia que los castellanos Harnan Bracamoros y los indios Pacamuru»-- dice. En esta ultima forma la palabra nos parece ya perfectamente peruana. Con esta cita no pretendemos entrar en el origen de ese gentilicio o toponimico; s61o nos perrnitirnos insinuar que -paralelamente- en las antiguas grafias de jibaro J:-Udiera quizas haber mayor correspondencia con alg6.n dialecto indigena (no necesariamente jivaran) de las vertientes de los .\ncle.• , quc con ninguna palabra indoantillana. Pero la exploraci6n de ese terreno es s61o para Ios especialistas. 8. La mayor parte de las noticias que aquf darnos de los jibaros de! Ecuador, estan tornadas casi al pie de la letra de J. H. Stewart y Alfred Metraux (loc. cit.) por considerarla la mas autorizada y completa entre las obras a nuestro fatil alcance. Pero tambien hemos consultado otras obras; entre ellas, la Catholic Encyclopedia , Nueva Yo:·k. 1910-1913; por considerarle id6nea para Ia confronta,c i6n de datos referentes a las misiones religiosas. La obra de Stewart y Metraux , avalada por la Oficina de Etnologfa Americana de! Instituto Smithsonian, es valida cuando menos hasta Ia fecha de su publicaci6n, 1948.


Los jibaros se· signiffca1T o· di'sti'nguen~ L 0 por ser l'a' tribu prototipo de un grupo lingliistico independiente a cuyo idioma, el jivaran, ha dado nombre; 2.0 , por su entusiasmo por las tsantsas y la curiosa manera de reducir estas cabezas de sus enernigos a un tamafio poco mas grande que una naranja, casi sin desfigurar las facciones: 3.0 , por la soledad, aislamiento e inaccesibilidad en que viven; 4. 0 , por su belicosidad, libertad e independencia, habiendo resistido por siglos la penetraci6n europea. En efecto: la remota Montana, donde habitan los jibaros, es yungla enmaranada, selva tropical lluviosa como la cuenca del Amazonas ; pero se diferencia de es ta porque SU topografia es rugosa, quebrada, aspera; y sus corrientes fluviales abundan en desniveles y raudales. Todo esto ha aislado unas tribus de otras, ha restringido las areas habitables, ha entorpecido las comunicaciones, ha limitado la navegaci6n y la pesca en los rios. Estos factores de inaccesibilidad geografica sumados a otros de tipo cultural y militar de los indios jibaros, ban derrotado los esfuerzos de penetraci6n desde la epoca prehist6rica: esfuerzos que han sido estimulados, durante centurias, tanto por el celo misionero y civilizador como por los yacimientos auriferos que existen ·en el suelo de la regi6n. Antes de la llegada de los espanoles, dos emperadores incas intentaron subyugar estas tribus, pero ambos fracasaron. Al mediar el siglo XVI, ya habian entrado los espanoles en territorio jibaro. Luego, las expediciones de Juan de Salinas, comenzadas por el afio 1557, resultaron en la fundaci6n de varias colonias, la principal de las cuales se llam6 Logrono pero los jibaros primero se retiraro~ a mayores espesuras y, luego, en 1599, se alzaron y acabaron por destruirlas. En el bando espanol las bajas se contaron por millares. Durante el pr6ximo siglo, fallaron todas las conquistas, tanto las misioneras como las militares. Para finales de ese siglo (1692), bubo una operaci6n combinada de fuerzas militares y misi6n jesuita; pero en cinco meses s6lo se redujeron unos 300 indios, la mayor parte de los cuales escaparon mas tarde. No fue sino basta 1767 que los jesuitas lograron asentarse entre los jibaros (substituidos luego por franciscanos y seglares), pero tampoco prosper6 esta penetraci6n. Durante el resto del siglo XVIII y todo el XIX, no cesaron los esfuerzos de penetraci6n, misiones, viajeros, exploradores, expediciones militares, pero sin mayor resultado ni influencia permanente. Cuatro 6rdenes religiosas - franciscanos, dominicanos, j esuitas y salesianos -ban trabaj ado en la conquista espiritual. Durante el presente siglo los misioneros protestantes tambien ban entrado en el campo; p ero los jibaros seguian (hasta la quinta decada, cuando m enos) todavia sin sojuzgar y s6lo p arcialmente aculturados. Se ban alzado en agresiones contra los blancos en 1915, 1925, 1928 ... «A pesar de que los jibaros ban recibido, probablemente, mayor atenci6n que cualquier otra tribu sudamericana (la literatura cientifica sobre ellos es enorm e); no obstante, muchos aspectos de su cultura son s61o imperfectam ente conocidos.» • Las tipicas car acteristicas de la tribu y sus rep etidos exitos en evadir la penetr aci6n misioner a y substraerse a la conquista y a la civilizaci6n europea, tendria que herir la imagina-

ci6n y susd'tar eI in teres de fos d'err otados bfancos. Faft6 otro Alonso de Ercilla p ara que, al lado de La Araucana, ex.istiese hoy La Jibariada. Por todo lo antedicho, no parece improbable que el nombre jibaro se derramase, desde la antigua Montana peruana, por el Continente - Argentina, Honduras, Mexico, las Antillas - , 1 0 adquiriendo diversos matices de significaci6n; pero todos mas o menos entroncados a la idea central de incultura (agreste, tosco, rudo, cimarr6n) o de vigor (fuerte indomable, vigoroso) ... Hasta que en Puerto Rico - a comienzos de! siglo XIX - arraig6 la palabra, aplicandose, por an tonomasia, al campesino criollo : campesino considerado blanco, pero que adopt6 ciertos m6dulos culturales de los aborigenes islenos; que repetidamente ha sido descrito (O'Reylly, Abbad, Flinter, etc.) 11 como hombre que vivia internado, aislado, lejos de los pueblos; que llevaba una existencia primitiva independiente, agreste; que cultivaba sus tierras lo menos posible, 's6lo lo suticiente para vivir; que dentro de SU peculiar y rustica CUltura, parecia despreciar mucbos de los valores d e la civilizaci6n. Es decir: hombre que vivia - hiperb6licamente dicho, desde luego - un poco a lo jibaro. A lo jibaro de la Montafia ecuatoriana. Asi vivian nuestros jibaros, por lo menos de 1760 a 1840; periodo a que - de una manera la ta - se pueden aplicar las referencias de los tres autores arriba citados. Pero de los tres, es solo el ultimo, Flinter, quien para 1833-1834, los llama xivaros, es decir, jibaros: <dos Xivaros, nombre que se aplica a los blancos nativos residentes en el campo (las clases superiores excluidas)». 1 2 O'Reylly, no les da, en 1765, nombre especial alguno. Abbad, para 1788, los describe como campesinos criollos; y, explica que criollo es «nombre que dan indistintamente a todos los nacidos en la isla.» ' " Tampoco aparece el vocablo jibaro en ningli.n otro tex to puertorrlqueno anterior al siglo decimonono, de lJUe tengamos noticia; ni en la Memoria y Descripcion cle la isla por el capitan y gobernador Juan Melgarejo (1582), ni en la Carta-Relacion del obispo fray Damian Lopez de Haro (1644), ni en la Descripci6n de la Isla y Ciudad de Puerto Rico del licenciado y can6nigo Diego de Torres Vargas (1647) ... La primer a constancia local que tenemos de esa palabra aparece - segD.n Antonio S. Pedreira ,__el 17 de junio de 1814, en el nD.mero 41 del Diario Econ6mico; y, ya con r eferencia al campesino isleno. Su segunda 9. «Th e Jivaro ha ve probably received more attention than a ny other South American tribe; the scientific literature on th em is enormous nevertheless , many aspects of the Jivaro culture are imperfectly known», S tewa rt y Metraux, toe. cit ., p . 610. 10. \l ease Augus to Malaret: Diccionario de A1nericanisnw s (segunda edici6n, San Juan, 1931) ; art . Jibaro. 11. (a) Memoria de don Alejandro O'Reylly de 1765 : «copia de la original presentada a Su Magestad» en Biblioleca H ist6rica de Puerto R ico, por Alejandro Tapia y Rivera, 1854. (b ) Abbad y Lasierra , fray Ifiigo: Historia Geogrtifica, e tc., de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico; Mad rid, 1788-1789. (c ) George D. Flinter, An Account of the Present State of the I sland of Puerto Rico; London, 1834. 12. George D. Flinter, toe. cit . La traducci6n es nuestra. Respetamos la grafia original Xivaros, con equis mayuscula, con ve, y sin marcar el acento pros6dico. 13. Iiiigo Abbad, toe. cit.

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'tl.pa~lcic'sn es en otro peric'sdko de la localidad, Bi 1nve'Stigador (22 de junio de 1820). u Hasta la fecha en que escribimos, ningt'.tn investigador nuestro ha encontrado la palabra jibaro - en tela· don con Puerto Rico y con anterioridad al siglo XIX~ e·n las archivos peninsulares. La l.'.mica excepcion parece desprenderse de una nota al margen de la Historia de Puerto Rico par Salvador Brau, donde - sin consignar fuentes -, se lee: «La voz "jibaro" que par primera vez se aplica a las campesinos de Puerto Rico en documentos oficiales del siglo XVIII, es de origen indio» ... etc. 16 Esto pudiera; quizas, compaginarse con la cita que trae Augusto Malaret de Murillo Velarde; y, que, independientemente, confirma Corominas dandola coma primera documentacion de la palabra. La obra citada es la Geographia Hist6rica (Madrid, 1752), del susodicho Murillo Velarde. En ella se habla de las gibaros coma (criollos y mestizos de la Espanola, Puerto Rico y otras islas». 16 A todo dar, pues, la voz jibaro no se documenta, en relacion con las Antillas, sino ya entrada la segunda mitad del siglo XVIII. 17 Par otro lado, el Diccionario Geogrdfico-Hist6rico de las Indias Occidentales o America de Antonio de Alcedo (Madrid, 1787-1789), no habla sino de los «XIBAROS, Nacion barbara de Indios del Reyno de Quito que vive en los bosques al Mediodia de la Provincia de Macas, y al ESE de la de Cuenca»... etc., y menciona dos pueblos de ese nombre en el mismo reino de Quito, uno de ellos «JIBAROS, Concepcion de las». Pueblo de la Provincia y Gobierno de Mainas en el Reyno de Quito, reduccion de Indios de esta nacion hecha por los regulares de la Compania de las Misiones que tenian alli». " 14. Pedreira, Antonio S .: Periodismo en Puerto Rico, La Habana , 1941, p. 47; y la nota al margen de la misma pagina. Vease tambien , de! mismo autor: La Actualidad del Jibaro, Rio Piedras, Puerto Rico, 1935 (Boletfn de la Universidad de P. R., Serie VI , num. 1), pp. 42 y 43. 15. Brau, Salvador, Historia de Puerto Rico, D. Appleton y Co., N. Y., 1904. Nota 18, al margen de la p. 181. Debemos esta referenda a la generosa cortesia de! profesor universitario Manrique Cabrera . Tras de Jo copiado, I'! nota continua: «Con ella se designaba uno de los numerosos grupos o 'naciones' en que se hallaba dividido el puebb caribe. Y precisamente distinguiase la naci6n jibara por sus habitos montaraces y cerriles, concepto en que aparece usada esta palabra en distintas comarcas». (Los etn61ogos modernos que hemos consultado no consideran a Jos jibaros como «una na-· ci6n de! pueblo caribe» , sino como un grupo Jingiiistico independiente y distinto. 16. Veanse Augusto Malaret, Par mi patria y par mi idioma, y J . Corominas, Joe. cit., sub jiba.-o. 17. Pudiera quizas aducirse en contra algun nombre geografico de la toponimia cubana; especialmente Gibara y Jiba ro ; pero no conocemos testimonio fidedigno alguno de la antigiiedad de esos nombres. La Enciclopedia Popular !lustrada, Cuba en la Mano (La Habana, 1940); dirigida por E s teban Roldan Olia rte, y que, no por Jlamarse popular, desmerece de las colaboraciones de estudiosos intelectuales cubanos que contiene; nos informa que, Gibara es la ciudad cabecera de las jurisdicciones de s u nombre: termino municipal, partido judicial, distrito nscal (y puerto) en la provincia de Oriente; y afiade: «Esta ciudad en sus origenes se llam6 Punta de Yarey, pues sus comienzos en 1817»... etc. Es decir, que la poblaci6n data s6Jo de la segunda decada de! siglo xrx, y que su nombre entonces ailn no era Gibara. En cuanto a Jibaro, la misma obra nos dice que es un barrio fundado en 1806. 18. El articulo XIBAROS se encuentra en el torno quinto; y JI. BAROS en el tomo II. Hay otra referenda a Xibaros en el «CataJogo de las naciones barbaras y principales lugares de! rfo Marafi6n», en el tomo III . Datos obtenidos por la generosa y cnrtes m ediaci6n de don Samuel Gili Gaya y don Joaquin de! Val, ambos de Madrid; bien conocido gramatico y Jexic6grafo el primero; y el segundo, in-· vestigador bibliografico y colaborador de! Seminario de Lexicografia

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Existe, desde luego, constancia documental mucho mas antigua del nombre de esos indios naturales de la vertiente amazonica de los Andes. He aqui algunos ejemplos: a) .. . «Todo hasta alll no fue sino montanas e muy grandes» ... «halle un bohio de indios, en el cual se tomaron ciertas indias que la lengua y habla dellas era coma la de los Malacatos, que estan cabe los Paltas, porque unos indios que iban conmigo la entendian. Dijeronme que se deda aquella tierra Xibaro, y de aquel buhio me dijeron aquellas indias que mas adelante habia otros» ... «e caminando daba en otros buhios que de uno al otro habia mas de una legua» ... «vide unos humos »... «E caminando di sabre hasta cincuenta o sesenta indios, los cuales me sintieron e huyeron por la montana» ... «Vide que andaban desnudos. E todavia camine e vide que los humos eran de sus buhios que Ios quemaban; y esto fue en toda aquella tierra, que no hadan sino quemar los buhios e huian» .. . «Diga a V. Alt. que toda aquella tierra e provincia de Xibaro, a lo que vimos e me parece, no hay en toda ella mill indios e toda la mas bravisima montafia que he vista e tierra muy doblada, e la gente della toda desnuda e muy desvergonzada, a lo que nos parecio» .. . (Carta-Relacion de la conquista de Macas par el capitan Hernando de Benavente. Firmado y fechado «De Tomebamba a 25 de marzo de 1550 anos. de v. Alt. humil., criado Hernando de Benavente». Coleccion Munoz, t. 85, f. 179.) b) ... «Carnine hasta llegar a una noticia de un valle» . . . «que se llamaba Giuarra, el cual era de la misma gente y lengua » ... «poble en el dicho sitio ' de Giuarra (sic) un pueblo de espafioles, pusiendole par nombre Santiago de las Montafias» ... «Esta la ciudad de Santiago delante de la de Loyola casi cuarenta leguas; los naturales asimis'm o es de behetreria, no reconociendo mas de cada poblacion a sus caciques o capitanes» - «Entre ellos mesmos se tenian sus guerras continuas, matandose y robandose unos a otros. No alcanzan ovejas aunque en el dicho valle de Gibarra (sic) habia algunas» ... etcetera. (Descubrimientos, conquistas y poblaciones de Juan de Salinas Loyola. Relacion fechada y firmada: «En la villa de Madrid a las diez dias del mes de junio de mill quinientos setenta y un ano, dio a su merced el sen.o r Licenciado Joan Ovando, visitador del Consejo de Indias, el Gobernador' Joan de Salinas y firmolo de su nombre: Joan de Salinas.) - Archivo de Indias. c) ... «que estando en la dicha Sevilla del Oro y sustentandola, salio el capitan Bernardo de Loyola par orden del adelantado Juan de Salinas y fue a poblar la ciudad de Logrono de las Xibaros» ... «y estando la dicha provincia de las Xibaros alzada» ... etc. (Informacion del capitan y vecino de Sevilla del Oro, Jose Villanueva Maldonado, hecha en Quito a 7 de febrero 1584). d) ... «que dicho adelantado fue a la provincia de las Xibaros» ... «a descubrir aquella provincia» ... «poblo la Ciudad de Logrono>>. .. etc. (Informacion del camatritense y de! monumental Diccionario Hist6rico de la Lengua Espanola, cuyo primer fasciculo acaba de aparecer.


pitan Bernardo de Loyola, vecino de la ciudad de Santiago de las ·Montanas, 26 de enero de 1586. -Archivo de lndias.) e) ... «En los Gibaros y ciudad de Logrono» ... «otras dos doctrinas en los Gibaros» .. . etc. (Las doctrinas que hay en los terminos de Quito. - Quito, 20 de hebrero, 1583. Francisco de la Corcuera. - Original en Academia de la Historia, Madrid.)

f) ... «Las guerras que tenian antes que diesen obediencia a S. M., eran con los indios xibaros» ... «Estan asi los xibaros como los zamoranos de la otra parte de la Cordillera»... etc. (Cuenca y Provincia. San Francisco de Pacha. 12 mayo 1582. Firmado: Fray Domingo de los Angeles.)

En la obra de Jimenez de la Espada, de donde proceden todas estas citas, 19 se encuentran otras de posible utilidad. En el indice de la obra aparecen las siguientes variantes, todas alusivas a los indios jibaros del Ecuador o a su comarca o region, etc. 1. Giuarra, Gibarra, Gibara, Jibara, Xibara, Xivara: (valle de-). 2. Gibaros, Jibaros, Xibaros (indios -); (provincia de los -), (comarca de los -), (cordillera de los -). 3 Xibaro, Xibaracoano (provincia). 4. Gibaros de Logrono (indios -), ciudad de los -). 5. Jibaros del Paute (ciudad, comarca). En el texto hay, desde luego, ejemplos del uso de estas palabras - siempre con referenda al indio ecuatoriano - durante los siglos XVI al XIX, inclusive.

Resumen y Conclusiones. En textos Puertorriquenos no se ha encontrado la palabra Jibaro sino hasta el ano 1814. La segunda vez que la encontramos es seis afios mas tarde, en 1820. (La grafia usada entonces es gibaro.) Y, «las referencias mas comunes e insistentes parten de 1840 en adelante, hasta que en 1849 aparece El Gibaro del doctor Alonso, y el termino se populariza enormemente». 20 Mientras tanto, en 1834, el espanolizado Flinter, residente en la isla, publica en Landres su libro, An Account of the Present State of the Island of Puerto Rico, donde se dice que al campesino criollo y blanco se le aplica en la isla el nombre de Xivaros. Es de notar que ninguna de las Memorias, Relaciones, etc. de importancia para nuestra historia, redacta19. M. J . de la Espada, Relaciones, etc. (vide supra, nota 2). Cita (a): tomo IV, pp. XXX-XXXI. Cita (b) tomo IV, pp . XLVIIIXLIX. Cita (c): tomo IV , pp. XCVIl-XCVIII. Cita (d): tomo IV, pagina XCVII. Cita (e): tomo III, pp . 47-48 . Cita (f): tomo III, pagina 164. 20. Antonio Pedreira, en la citada obra, La Actualidad de/ Jibaro, pagina 41. El Gibaro a que alude la cita es el libro costumbrista de Manuel A. Alonso, Barcelona, 1849. Hay una cuidada edici6n contemporanea -para conmemorar el centenario de la obra- de! Colegio Hostos (Rio Piedras, P. R ., 1949) . Cuidaron la edici6n -con notas, etcetera- F. Manrique Cabrera y Jose Antonio Torres Morales.

das escalonadamente entre 1582 y 1788, menciona la voz jibaro (en ninguna de sus posibles grafias). Tampoco tenemos documentada constancia fidedigna de ningiln otro documento en los archivos espanoles, anterior al siglo XIX, donde se mencione la palabra jibaro en relacion con Puerto Rico. Y, hasta ahora, la primera documentacion de ese vocablo, en relaci6n con las Antillas, es solo de la segunda mitad del siglo XVIII. Por otro lado, la palabra, con diversas grafias - entre ellas gibaro y xibaro - consta en documentos espanoles desde 1550, cuando menos; aludiendo a una tribu indomable de la antigua Montana peruana (hoy Ecuador). Las documentadas referencias a esos indios, se suceden por cuatro siglos, hasta nuestros dias, en que se les conoce comunmente bajo la grafia jibaros. El vocablo aparece en las Antillas con significado de salvaje, montaraz, cimarron, arisco, agreste. Pero en Puerto Rico, desde el primer testimonio impreso que tenemos (1814), no es adjetivo, sino substantivo, aplicado por antonomasia al campesino isleno; campesino que tenia fama de retraido, agreste, etc. Pero luego convive el adjetivo con el substantivo en nuestra tierra; casi siempre relacionado a los usos y costumbres de nuestra poblacion rural. Y jibaro se le sigue diciendo, particularmente, al labriego; pero, tambien a cualquier compatriota que no es capitaleno, que es «de la isla», En cuanto a la discutida etimologia, no nos permitimos opinar, pues fuera vano. Nos limitamos a resenar lo que sigue: Entendemos que es nuestro compatriota don Cayetano Coll y Toste quien primero especula sabre una voz indoantillana como raiz etimologica del vocablo. 21 Los comentarios de Corominas (loc. cit.) suscitan dudas sabre esa etimologia; y el au tor - Corominas - estima que: «Lo mas prudente es limitarse a declarar desconocido el origen, segun hacen Henriquez Urena y Navarro Tomas.» En cuanto a las alusiones que se hacen a ciertos toponimicos cubanos - especialmente Gibara - para sugerir la antigi.iedad de jibaro en las Antillas, nos atenemos a lo dicho en la nota 17. Desconocemos noticia alguna que atestigi.ie la antigi.iedad de esos nombres. Antes al contrario, los pocos datos de que tenemos noticia - como en el caso de Gibara - indican que el nombre es posterior al siglo XVIII. Todo lo antedicho - en fin - nos induce a no descartar la posibilidad de que el nombre aplicado - desde 1550, cuando menos - a ciertos indios sudamericanos pasase a significar salvaje, agreste, arisco, indomable'. etc.; dado el peculiar caracter independiente indomito de esos indios (similarmente, el nombre aplicado a Ios caribes paso a significar antropofago); y, que de ese adjetivo -xibaro, gibaro, jibaro - naciese el apelativo con que llamamos en Puerto Rico a.I campesino. 21. Vide, Coll y Toste, Cayetano; Prehistoria de Puerto Rico, San Juan, 1907.

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El Jibaro en el Siglo XIX*

Analfabetismo, cultura y vida social Por

U publica en Puerto Rico durante el siglo

N ESTUDIO SOMERO DEL DESARROLLO DE LA INSTRUCCI6N

evi·dencia que el analfabetismo constituyo un estado de inferioridad en la vida de riuestro campesino por la indiferencia del gobierno para la expansion de la ensefianza en la misma metropoli y, mas at'.m, por la actitud prejuiciada de la burguesia colonial que la impedia y Ia obstaculizaba con el fin de conservar y acrecentar su dominio sobre el pueblo en ·la Nacion y en sus posesiones ultramarinas. La ignorancia, el analfabetismo y la supersticion fueron instrumentos eficaces de dominacion politica y teocratica y de explotacion plutocratica. Desde el cambio de soberania el analfabetismo se impone, coma Ia cuestion mas apremiante y de mas exigente solucion, sabre toda Ia profusa problematica en que se -debate nuestro pueblo en el transcurso de un largo periodo de la dominacion norteamericana, cuando los primates de nuestra nueva metropoli se inven,tan el mito de nuestra impreparaci6n para el self-government. Y es preocupaci6n, por este motivo, de Ios partidos politicos insulares, turnantes en el Poder, que patrocinan proyectos y sistemas de ensefianza que ensayan, · con versatil desorientacion, educadores exoticos y nativos .. . para eliminar el mito. Alfabeticemos es Ja exclamacion unanime de politicos, intelectuales y educadores Iastimados en las fibras mas sensibles de su amor propio, ultrajados y humilla dos en su patriotismo. Y se inicia Ia obra de expansior. precipitada y de tendencias ambiciosas. Inspiran y vitaIizan este periodo de la vida de nuestro pueblo ideas y sentimientos de origen distinto, de recondita entrafia, que nunca habian aflorado en el pensamiento de nuestra clase rectora: interes por la cultura y Ia emancipacion del pueblo de su ignorancia ancestral; transformacion y mejoramiento de sus habitos sociales y de sus medios de subsistencia; estudio, mas epidermico y curioso que analitico, de la jibaridad para arribar, en sorprendente conclusion, al conocimiento de la situacion infrahumana en que vivia el campesino, olvidado y explotado. * Fragmento de un ensayo inedito con este titulo.

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XIX,

MIGUEL MELENDEZ MUNOZ

En paridad continua con el tiempo, este problema presenta sus contornos, claramente definidos, cuando se verifica el primer censo de poblacion (afio 1899) al iniciarse la soberania norteamericana en nuestro Pais. La estadistica poblacional acusa un total de 953,245 habitantes. La p9blacion escolar se fija en 268,630 alumnos. Funcionan, en esa epoca, 525 escuelas, publicas y privadas, con una matricula de 21,833 asistentes. El caste de su sostenimiento totaliza Ia cantidad de $ 203,373,00 anuales. El promedio de asistencia por razas, es coma sigue: negros 4 %, blancos 3 % y mestizos 2.20 %. De Ia poblacion total -953,245 habitantesel promedio de alfabetos alcanza a 31.06 %, que se descompone en un 15 % que sabe leer y escribir y un 16.06 % que solamente sabe leer. El examen del ultimo censo verificado el mismo afio ( 1897) que Ia Corona de Espana concede Ia Carta Autonomica a Puerto Rico, revela Ia preexistencia de esa condicion de ignorancia en que se hallaba el campesinado y una parte considerable de la poblacion urbana de Ia Isla. La poblacion total era, en esa epoca, de 894,302 habitantes. Funcionaban 497 escuelas con una matricula de 7,157 nifias y 15,108 varones, en total, 22,265 alumnos. La matricula general el afio 1899 fue de 21,833 alumnos que contaban con 525 escuelas. A menos que exista un error en Ia tabulacion de estos datos, resulta muy raro que, habiendo aumentado tanto Ia poblacion como el numero de escuelas en operacion, la matricula de 22,265 alumnos el afio 1897, clescienda a 21,833 el afio 1899. 1 El analfabetismo, la densidad de poblacion, el estado de servidumbre en que vive el campesino puertorriquefio y su pauperismo no son problemas que preo· · cupen a politicos; gobernantes e intelectuales durante el siglo XIX . Esto es, al partido politico que usufructua 1. Dr. Cayetano Coll y Toste. Reseiia de! Estado Social, Econ6mico e Industrial de la Isla de Puerto Rico al Tomar Posesi6n de Ella los Estados Unidos de Norteamerica. lmprenta La Correspondencia, aiio 1899.


el Poder y al grupo de puertorriquefios adictos a su programa. El analfabetismo se considera mas en su aspecto cultural, coma condicion de inferioridad intelectual, q_ue en su interrelaci6n con la vida civica y social de nuestra poblaci6n. No es entonces un Problema. Es una preocupaci6n exclusiva de los hombres de ideas avanzadas y de los· politicos de vanguardia que actuan ante un pueblo indiferente, anestesiado por la ignorancia, que no acierta a entenderlos y en cuya conciencia no pueden crear Ia simpatfa y la adhesion propicias para que germinen y florezcan sus ideales, en oposici6n desventajosa con Ia actitud de los gobernantes, de la burocracia colonial y de la politica conservadora -de incondicional entrega al Gobierno, puesto que estaba dominado por ella-, interesada en la permanencia de la iliteracia de nuestro pueblo, consecuente con sus normas retr6gradas.

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El jibaro carecia de instrucci6n, pero no era inculto, coma no lo es ahora el adulto campesino que no concurri6 a la escuela o el que no pudo recibir los beneficios de Ia ensefianza publica por incapacidad econ6mica del Estado. Puerto Rico apenas pudo iniciar el nuevo orden de vida que le hubiese pennitido desarrollar la Carta Auton6mica con todos sus privilegios inherentes. Cuando el gabinete autonomico comenzaba la reorganizacion polftica y administrativa, contando menos de un afio de existencia, surgia Ia guerra hispano-americana que Iiquidaba el dominio de la Corona de Espafia en sus ultimas posesiones ultramarinas. de acuerdo con las estipulaciones del Tratado de Parfs. «Puede decirse que la sacudida de la Carta Auton6mica solo habfa alcanzado en la Colonia Puertorriquefia al orden politico administrativo.» • No como problema para aquella enoca, sino como situaci6n que debfa corregirse. sector de un estado social del Pafs aue urgfa inmediato remedio, el partido que ejercfa el Poder baio la constituci6n hubiera concebido e implantado nn vasto programa de i.nstrucci6n publica, inspirado en sus postulados liberales y democraticos , sin duda. El jfbaro existfa en un estado de inferioridad social, intelectual y econ6mica, como he dicho antes, pero no era inculto. Esta forma de cultura s61o era puertorriquefia en Ia vitalidad expresiva de SU acento y en SU conjunci6n con el media social v geografico en que se manifestaba. Su origen , su tradici6n, su caudal expansivo y su esencia, eran, como t enfan aue ser y son en este momenta, de irrenegable raiz hisnanica con todos los ingredientes que la estructuran y la diferencian en el conjunto de pueblos, razas y civilizaciones que, por algunos antecedentes comunes y por cierta homogeneidad original, constituyen Ia mentada eultura europea u occidental. --, Si Hispanoamerica no poseia una cultura propia, autentica en aquella epoca, en opinion de SU S mas iJus2. Dr. Cayetano Coll y Toste. Ob. cit.

tres pensadores, y comenzo a desarrollarla insita. en el goce de su Iibertad y en el pfono ejercicio de su soberania, (Como Puerto Rico podria elevarse y ascender al mismo piano, cuando por su Iimitaci6n territorial, por Ia pobreza mineral6gica de su subsuelo, por el .escaso valor de su cultura aborigen y por su condici6n perenne de colonia, se hallaba en situaci6n inferior respecto de los demas pueblos de nuestra raza? Pese a todas esas circunstancias adversas- y a los conterraneos incredulos y extranjerizantes, contemplamos hoy el milagro de la supervivencia de nuestra cultura, que coexiste, y se defiende, con y ante el impacto de una civilizaci6n de arrolladora fuerza expansiva y absorbente, como gigantesca esponja incolmable. La cultura del jibaro posee el fuego, el calor, la substancia vital que Ia transmite· nuestra tierra. Es . asi, telurica en su desarrollo inicial. La selva puertorriquefia se transforma en tierras de Iabranza al empuje de Ia fuerza creadora de la colopizaci6n. Sus montafias acogieron a los ultimas aborigenes que hufan de Ia barbara explotaci6n de las encomiendas. Pero no fueron , en los primeros tiempos de Ia colonizaci6n, ni mas tarde, refugio de inadaptados sociales, de fugitivos de la sociedad, ni de rebeldes que insurgieran en ellas para proclamar Ia libertad de su tierra. Esta tierra se puebla de colonos aue trabaian el suelo, lo roturan, depositan las semillas en ~lia. Y crean riquezas que se acompasan v se desenvuelven paralelas con el regimen colonial y en b eneficio de sus explotadores. EI colono espafiol funda su hogar en · la tierra ganada a la selva. Crea su familia. La educa. La cria bien -con buena crianza- y la disciplina en los principios de su cultura que, a veces, es inintelectual, poraue es analfabeto. Pero si no lo es, la instmve en Ios conocimientos que adquiriese en su provincia de origen, supliendo la ensefianza escolar, cuando no funcionan escuelas p(1blicas ni Privadas en el b arrio en que se hubiese establecido. De un modo u otro. comunica v transmite a su familia los ingredientes aue forman s~ equipo mental. Sus conocimientos experienciales de la vida, sus habilidades manuales, su credo religioso, sus ideas politicas, el acento regional de su Ienguaje, el estilo de sus costumbres y el uso de sus habitos. En el crisol en que va a efectuarse la fusion de estos elementos, <.cmll es el valor del aporte puertorriquefio? Es de precaria relatividad. Y se Jimita a la influencia evolu-tiva de Ios agentes tel(1ricos. de los factores climatol6gicos y a sus relaciones biol6gicas. Tierra fertil por el. humus que el tiempo acumulara en su superficie que el labriego colonizador encuentra. blanda y ardiente, en intocada virginidad v propicia a toda germinacion. Plet6rica de savias vitales, d6cil, sumisa, . que se entrega en indolente abandono. Presa que se aprehende con s6Io extender el brazo para dominarIa. Tierra sin convulsiones ni espasmos geol6gicos, sin montafias como barreras cicl6peas, ·ni rfos como oceanos, la colonizacion se asienta y se aclimata en ella con rapida y prolifica sustentacion. No contiene oro ni otros metales preciosos, ni ricas sedimentaciones en sus entrafias. Pero el esfuerzo fisico del hombre y su energia creadora, dedicados a la explotaci6n de su suelo y de

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sus riquezas organicas, se transmuta en oro mas estable, mas s61ido y positivo que los beneficios eventuales que puede brindarle el. subsuelo. C::lima benigno, casi siempre uniforme, sin grandes y diferenciados contrastes termicos. Alisios y terrales. Clima que no quema, como el fuego del Ecuador, ni entumece como el frio de las planides andinas. Primavera constante, invariable que, cuanto mas, puede incitar a la molicie, al carpe diem de los latinos y a la contemplaci6n sensual de la naturaleza. La tierra y el clima absorben y se asimilan a la raza conquistadora y colonizadora para la gestaci6n de un pueblo y la creaci6n de su cultura en el transcurrir del tiempo. ¡ La. colonizaci6n es de tipo y organizaci6n agrarios. La mayor parte del contingente inmigratorio esta integrado por mallorquines e islefws. (Asi se designa a

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los naturales de las Islas Canarias.) Algunos procedentes de otras regiones peninsulares. Su cultura varia, en el sentido en que vengo usando este vocablo, en raz6n directa de las caracteristicas propias de su regi6n originaria. Es como un mosaico de ideas, habitos, conocimientos, habilidades, etc., trabados por el lenguaje, con sus matices dialectales, y un estilo comun nacional con las peculiaridades distintivas indicadas. Los provincialismos y muchos Io.calismos afluyen, como factores concurrentes, a la formaci6n de la cultura ¡ del jibaro con las ideas . religiosas y politicas, el traje, los utensilios domesticos, la introducci6n y la categoria de Ios cultivos agricolas y los instrumentos de labranza. Los agentes mesol6gicos los absorben, los modifican y los transforman, y logran imprimirles en SUS simbiosis la homogeneidad de que carecian.


Ideas urhanisticas sohre las murallas de San Juan de Puerto Rico Por ERNESTO LA 0RDEN MIRACLE

LAS MURALLAS DE SAN JUAN DB PUERTO RICO SON UN MOnumento his torico-artistico de primer orden, Ia mas importante de las obras de arte que Ia Espana imperial -nueva Roma en Ios siglos xvi , xvn y xv111- dejo como legado a su predilecta isla antillana. No tienen estas murallas, como es natural dada Ia fecha de su construccion, Ia silueta aguda y pintoresca de las viejas murallas europeas, Ios torreones de Avila, Ios matacanes de Carcasona, Ia arboladura del Alcazar de Segovia, Ia fantasia de Ios castillos del Rhin. Pertenecen al tipo de las fortificaciones abaluartadas, adaptadas ya al uso activo y p asivo de Ia artilleria, dentro de los canones macizos y geometricos que fueron introducidos por los ingenieros italianos y espanoles y se convirtieron en dogma por el mariscal Vauban. Su b elleza reside en su m asa imponente, en Ia pureza de sus rectas y sus arcos, en su leccion de geometria con tiralineas y compas. Ningun detalle es caprichoso en ellas. Todo se subordina matematicamente a los m edios de ataque de Ia infanteria, a los angulos de t iro de los viejos canones y a las posibilidades de las voladuras y las minas. No cabe en ellas mas lujo que el de las puertas monumentales, siempre severas en su inspiraci6n neoclasica, y el de esas garitas de centinela, t an bellas en su sencillez, que se han convertido en el emblema del Ejercito norteamericano en el Caribe. Afortunadamente para nosotros, las murallas de San Juan han llegado a nuestro tiempo casi intactas, sin mas destruccion importante que la que hubo que operar, todavia en tiempos ¡de Espana, para dar salida al crecimiento de la ciudad, destruyendose al efecto la Puerta de Tierra, el revellin del Principe y el b aluarte de Santiago. El Morro y San Cr istobal, las dos piezas esenciales, estan enteros. Casi todos sus Iienzos y baluartes, en cuyos nombres se congrega buena parte de Ia corte celestial a Io largo de casi cuatro kilometros de recorrido, se conservan en buen estado gracias a Ios

cuidados del Gobierno Federal de Estados Unidos y del Gobierno de Puerto Rico. No quiere decir esto, sin embargo, que no haya muchisimas cosas que hacer, desde un punto de vista artistico y turistico, si se quiere que la capital de Puerto Rico Iuzca en todo su esplendor, para admiraci6n de propios y extranos, esa corona de murallas que sirve de esplendido estuche a la gracia colorista del caserio del viejo San Juan. A lo largo de repetidas visitas a estas murallas, bajo Ia Iuz del sol o al resplandor de la luna, he concebido algunas ideas que voy a exponer aqui francamente, por Io que pudieran valer, a manera de modesta contribucion a Ia tarea del Instituto de Cultura Puertorriquena. Empecemos por elogiar abiertamente la actual restauracion del p equeno fuerte de San Jeronimo y el proyecto de instalar en el un museo de historia militar de Puerto Rico, obra todo ello de ese b enemerito Instituto, que bien puede ponerse de modelo a quienes, en toda la America espanola, laboran por Ia conservacion del patrimonio cultural de sus pueblos respectivos. Con la preciada ayuda del capitan don Jose Manuel Zapatero, uno de Ios mas brillantes historiadores militares de Espana en esta hora, la restauracion de San Jeronimo va a ser d entro de muy poco una bellisima realidad. Oj ala se restaurara en forma p ar ecida el cercano baIuarte de San Antonio, junto al moderno puente del mismo nombre, que en otros tiempos fue el Puente del Agua. Tambien podrfa acondicionarse mejor el antiguo polvorin, que hoy sirve de Museo Zoologico en el Parque Munoz Rivera, y se deberian salvar de la incuria los dos espolones que subsisten de la segunda linea de las d efensas de San Juan, a saber: el que todavia resiste a las olas cerca de la Facultad de Medicina y el que podia convertirse facilmente en un pequeno jardin, en el barrio de Puerta de Tierra.

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EL PASEO DEL MAR Y EL PASEO DE LAS MURALLAS Las murallas de San Juan comienzan propiamente junto al Capitolio, en la loma que se corona con el fuerte del Abanico, pero desde mucho antes, desde el fuerte del Escambron, frente al rudo pefiasco de San Jorge que se corona de espumas en los dias de temporal, deberia trazarse un lungomare, un soberbio paseo junto al mar que daria a San Juan la dignidad de una gran ciudad moderna, sin perjuicio de conservar el nombre del pr6cer Munoz Rivera que hoy lleva la avenida existente en parte del trazado propuesto. Es urgente, a nuestro juicio, hacer desaparecer los edificios situados directamen· te sobre el mar en esa zona· y regular previsoramente el ancho del nuevo paseo y la altura de las construccio· nes nuevas, que ya empiezan a proliferar. Llegando al Capitolio, cuya fachada al mar debe revalorizarse como merece, nuestro paseo se abriria ma· jestuosamente en dos ramas, una de las cuales pene:raria directamente en la ciudad vieja, como ahora, m1entras la otra escalaria en suave pendiente la colina del Abanico y entraria en el fuerte de San Cristobal, todo ello entre jardines y arboledas bien estudiadas para realzar los monumentos -el Capitolio y San Crist& bal-, y brindar sombra a los caminantes. Seria esplendido ciertamente este que hemos bauti· zado «Paseo del Mar», desde el Escambr6n hasta el Aba· nico, pero le superarfa en belleza el que titularemos «Paseo de las Murallas», desde San Cristobal hasta el Morro, colgado a gran altura sobre Ia banda norte de las murallas, Ios penascos y el mar abierto. Esta es Ia fachada principal de Ia ciudad, Ia que define SU carac· ter historico de fortaleza y la que contemplan primero los viajeros de ultramar. En esa zona habria que reali· · zar, en mi humilde criteria, una tarea triple y urgente: En primer lugar, hacer desaparecer enteramente el ba· rrio de la Perla, peligrosa y absurdamente situado sobre el fortisimo mar, trasladando a sus habitantes a algU.n buen caserio del interior y dejando en su aspecto natu· ral, con manchas de vegetaci6n y con caminos y mira· dores bien dispuestos, aquellos hermosos derrurnbade· ros. Unicamente asi podra gozarse del formidable espec· taculo de las murallas desde el mar y desde la playa, sobre todo al pie de los baluartes de San Cristobal, Saq Sebastian y Santo Tomas. En segundo termino, habria que convertir el actual bulevar del Valle en una sober· bia avenida, en la que quedarian incorporados como plazoletas laterales todos y cada uno de los ba!uartes, limpios de las actuales edificaciones y convertidos en miradores con .i ardines bajos sobre el mar. Finalmente, se deberia construir de nuevo toda la linea de casas de este paseo, respetando solarnente las de valor historicc,_ '\rtlstico y procurando que los nuevos edificios mantu;rieran el aire neoclasico propio de San Juan, quiza con algunas pequenas torres o atalayas a la manera de Cadiz. EL CASTILLO DE SAN CRISTOBAL El gran castillo de San Cristobal, pieza tan impor· tante o mas que el Morro como monumento militar, debe quedar libre de las construcciones parasitas que

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hoy afean sus flancos y sus fosos, para ofrecer en ~oda su belleza su imponente masa sobre Ia Plaza de Colon y sus aledafios. En las terrazas del Instituto de Cultura Puertorriquena o ae alguna casa alta de las cercanias se deberia habilitar un mirador publico para la contemplacion del castillo, espectaculo realmente grandioso a la caida del sol. San Cristobal deberia ser visitado por el pueblo integramente, desde sus grandes tuneles hasta sus altas troneras, con todo el laberinto de sus fosos, revellines y baterias. Los vastos salones de su Casa del Comandante podrian brindar abrigo a la Academia de la Historia o alguna otra institucion cultural puertorriquena. Si fuera posible encontrar en la ciudad los restos de la Puerta de Santiago, dernolida en 1895, los de la Puerta de Espana u otros parecido_s, se embellecerian grandemente con ellos Ios jardines de acceso a San Cristobal, tanto por la puerta principal que mira a la ciudad como por el lado del Capitolio y el Abanico, ese interesantisimo baluarte que merece un trato especial, escenografico. No se nos oculta que San Cristobal sigue todavia sujeto al brazo militar, pero no ha de tardar el dia en que Ios ultimas soldados abandonen sus nobles piedras, ya sin valor estrategico, y el soberbio castillo espanol entrara en pleno disfrute del pueblo de Puerto Rico. EL CAMPO Y EL CASTILLO DEL MORRO Lo mismo podemos decir en gran parte, salvando las necesidades actuales y futuras del Ejercito, en cuanto se refiere al otro castillo de San Juan, el Morro. Continuando idealmente par nuestra Avenida de las Murallas llegamos frente al Campo del Morro, el hoy Ilamado «Fort Brooke», que en su conjunto esta esplendidamente cuidado, tanto en las fortificaciones propiamente dichas -que fueron salvados de Ia destruccion hace pocos anos por el benemerito coronel Wright-, como en los edificios y jardines de su interior. A mi modo de ver, siempre que las necesidades castrenses lo permitan y a condicion de que se asegurara un celoso cuidado municipal, con prohibici6n legal previa de alterar la belleza de Ios lugares, convendrfa dar libre acceso al pueblo al Campo del Morro, que se convertiria, con ese mismo hist6rico nombre, en uno de los parques mas bellos de America. Habria que sacrificar e' .i uego del «golf» y crear espacios de sornbra en las hondonadas u otros espacios, sin alterar la grandiosa 'perspectiva. El bastion de Santa Rosa se convertiria en una bella plazoleta, adornada junto a los arcos de su polvorin con una estatua de la gran santa limena, cuyo padre nado en Puerto Rico. Desde sus troneras se contemplaria a placer la preciosa estampa romantica del cementerio viejo, ornado quiza con algunos cipreses y transformado en panteon exclusivo de hombres ilustres, mientras se hacia desaparecer el feo y confuso camposanto anadido en los ultimas anos, sustituyendolo por una limpia pradera o un .i ardin junto al mar. En el Morro propiamente dicho, cuya puerta esperamos ostente ·pronto de nuevo el escudo de Espana del siglo xvnr, seria muy bueno instalar el Museo Hist6rico Nacional de Puerto Rico, desde Colon hasta nuestros dias, utilizando aquellas soberbias bovedas, desde las


La Puerta de San ]uah.


San Felipe d ef Morro: Foso y Puerta de acceso

mas bajas hasta las mas altas, para presentar todos y cada uno de los aspectos de los pueblos aborigenes, de la Conquista y de la Evangelizacion, del desarrollo agricola, urbano e industrial de la isla, de su vida politica, cultural, religiosa y militar. Deberia tener dicho museo un caracter no tanto artistico cuanto pedagogico, aunque no seria dificil obtener de Espana un precioso material autentico o copias autorizadas. En cuanto a la visita turistica del Morro, que hoy se h ace con los excelentes guias-historiadores del Servicio Nacional de Parques de los Estados Unidos, juzgo muy buena idea la del camino trazado al pie de los baluartes y estimo conveniente que se puedan visitar la cisterna y otros lugares hoy reservados, para completar la vision del estupendo r'nonumento. Finalmente, una vez creado el Museo Historico o incluso antes, creo que se podria utilizar los imponentes escenarios del castillo -el puente levadizo, la plaza de armas, la gran rampa, etc.-, para montar un espectaculo de luz y sonido que no tendria rival posible en toda America.

tal de que no se a!terase la paz y la limpieza de aquellos lugares historicamente sagrados, que de aquel rincon matriz de la ciudad salieran lanchas pintorescas que llevaran a los vecinos y a los turistas al fuerte del Cafiuelo y a la Isla de Cabras, asi como a la boca del Morro, e incluso, siendo bueno el tiempo, al mar abierto frente a San Cristobal. Por cierto que hay que aplaudir con entusiasmo la creacion del parque de la Isla de Cabras, placentero lu¡ gar que, adenias de sus frescos vientos, brinda una magnifica vision del Morro y de la bahia. Es de desear que se restaure pronto el fuerte del Cafiuelo para que el pueblo pueda visitarlo, organizandose en aquel reducto una pequefia exposicion de su historia. Convendria tambien abrir al publico los lugares hoy reservados para la Policia en el extremo norte del islote, o por lo menos la zona del antiguo Lazareto, hello edificio colonial hoy en ruinas, cuya restauracion seria un acierto.

LA ZONA DE LA PUERTA DE SAN JUAN

El Palacio de la Fortaleza y el asilo de las monjitas de la Concepcion son sagrados en su estado actual y hay que proclamar que las murallas del viejo palacio de Santa Catalina estan perfectamente conservadas y ornadas de b ellisimos jardines reservados, pero parece incomprensible que no se embellezca y abra al publico el jardin que yo llamaria del Cristo, que corre detras de la Casa Roja hasta la lindisima ermita del Cristo de la Salud, bajo cuyo portico tendria la entrada principal. Ese umbroso jardin, cuyo caracter religioso deberia ser mantenido integramente por respecto a la tradici6n del Santo Crista, seria un rincon de insuperable b elleza, colgado sobre el barrio de la Puntilla y la bahia. A sus pies queda la blanca carcel de la Princesa, que parece una

En cuanto a las murallas que van desde el Morro hasta la bahia, y que estan admirablemente conservadas por cierto, deberian organizarse visitas especiales que no alterasen la vida de la guarnicion alli existente, pero permitieran al pueblo el conocimiento de los bellisimos baluartes de San Agustin y Santa Elena, el polvorin de esta santa, el exterior de la ,.Casa Rosa y el de la Casa Blanca, con salida por el camino que va a la puerta de San Juan. Solamente placemes merece la reciente restauracion de esta puerta, en cuyo muro interior deberia rehabilitarse, a mi juicio, la hornacina del santo patr6n de la ciudad. Tampoco estaria ma!, a mi parecer, con

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DESDE LA FORTALEZA AL ARSENAL


estampa de Andaluda, y que deberia tener a su lado, como lo tuvo en tiempos, un jardin a los pies de la muralla. Es impropio el espectaculo de los automoviles estacionados por todas partes en aquella zona, con aire de campamento de gitanos. El Jardin de la Princesa se uniria sin solucion de continuidad con los jardines que hoy contornean la muralla y la Fortaleza, hasta la Puerta de San Juan. Los baluartes de San Jose y de San Justo, encima de nuestro proyectado jardin, deberian quedar limpios de los edificios que hoy soportan y transformados en floridos miradores para contemplar un barrio de la Puntilla totalmente remodelado, del que tal vez salga en su dia un puente que atraviese la bahia, pero en el que debe restaurarse cuanto antes el viejo y bellisimo Arsenal, hoy en estado lamentable, para que cumpla quiza las funciones de muelle de barcos de recreo, oficina central de turismo o mercado de artesania puertorriquefia. OTRAS IDEAS Y CONSIDERACION FINAL Aun quedan, sobre la calle bien Hamada del Recinto Sur, otros restos de las antiguas murallas, sacrificadas en 1895 a la expansi6n de la ciudad. Yo los liberaria de la servidumbre de estacionamiento de coches, pant la cual pueden y deben crearse edificios adecuados, y los ornaria de vegetacion y de pequefios monumentos. Hay un aspecto de revalorizaci6n historica que no se debe olvidar si se quiere que el pueblo puertorriquefio tenga conciencia, orgullo y respeto de su pasado. Cerca del fuerte de San Jer6nimo, quiza en los jardines de la intersecci6n del Cafio de San Antonio o junto a la Laguna del Condado, deberia alzarse una estatua al capitan general don Ramon de Castro, victorioso defensor de San Juan frente a los ingleses en ~797. El emplazamiento sefialado es tan hermoso y esencial para la ciudad que tal vez conviniera alzar en el un arco de triunfo u otro monumento de gran estilo, consagrado a las glorias his-

t6ricas de Puerto Rico, incluyendo natura1mente a dorl Ram6n de Castro y sus soldados criollos y peninsulares. En los jardines futuros de San Cristobal se deberia recordar de alguna manera, con estelas o lapidas por ejemplo, el esfuerzo de los grandes ingenieros militares O'Daly, O'Reilly, Maestre y Mascaro. En el Campo del Morro figuran ya, con un respeto digno de todo elogio, el monumento erigido en el siglo pasado a la defensa contra los holandeses de 1625, pero deberian colocarse recuerdos de don Juan de Haro, don Sancho de Ochoa, el capitan Amezquita y los otros heroes del lugar, sin olvidar a los combatienes de 1898, porque la Historia es sagrada integramente. Una lapida podria recordar en la capilla del antiguo manicomio, que por cierto es un bello monumento bien cuidado, que en aquel lugar, mas o menos, sobre el antiguo cerro del Calvario, se dijo la primera misa en la isleta de San Juan. Isabel la Cat6lica tiene ya una sencilla estatua junto a la Puerta de San Juan, y rara vez se habra emplazado su recuerdo en un lugar mas adecuado, pero yo pienso que la reina Isabel II, cuyo reinado corresponde al mayor progreso y cultura de Puerto Rico, bien se merece otro monumento -quiza el que esta almacenado en Arecibo-, dentro de ese Jardin de la Princesa que le debio su nombre precisamente a ella. Pensamos tratar otro dia en estas columnas de la restauracion dd Viejo San Juan, tan acertadamente emprendida, y de la arquitectura civil propiamente puertorriquefia, en toda la isla. Nos proponemos estudiar tambien, en su historia y en su valor artistico, todas las iglesias antiguas de la isla, en la capital y en el interior. Ofreceremos asi libre y espontaneamente, como brotadas de la abundancia del coraz6n, otras muchas ideas urbanisticas, nacidas de nuestro amor a Puerto Rico y de nuestra creencia de que la actual prosperidad economica y cultural de la isla debe reflejarse en el cuidado de los monumentos historicos, ni mas ni menos que en todos los pueblos civilidados.

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Jose Can1peche, n1aestro de 1nus1ca Por ARTURO V. D.\VILA.

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LA MUSICA SAGRADA EN AMERICA A FINES DEL SIGLO XVIII y comienzos del XIX reviste todavia las formas del barroco, con la natural diferencia de ambiente y cl.rcunstancias, tan variadas y ricas en contrastes por aquel entonces. No faltaba en las Catedrales, iglesia·s mayores y monasterios ricos la orquesta compuesta de violines, bajones, trompas, oboes y clarines acompafiada de un 6rgano y a veces de dos y cuatro. Los villancicos y letras en lenguas guinea y gallega, tan del gusto del siglo XVII, bordaban todavia en el siguiente, al margen del oficio divino, el obligado complemento del sentir popular, alejado del lenguaje litl'.Jrgico, con detrimento del sentido de lo sacro y ganancia de lo extravagante 1 • Olvidados los duros incisos del Tridentino sobre la musica y SUS instrumentos en la sesi6n XXII, el mal, extendido a ambos mundos -pues en manera alguna era privativo de America- provoc6 la reacci6n del Episcopado encabezado por el docto Benedicto XIV, que no vacil6, al decir de un historiador, en alzar un dique de canones ante la irrupci6n de la musica profana y los instrumentos fragorosos en el templo. Abandonada la vida comU.U en muchos monasterios femeninos de Europa y hasta la fecha que historiamos ignorada en gran parte de los americanos, el car-

1. El villancico (de villano, rustico), que en su origen no fue exclusivamente religioso, ha quedado consagrado hoy como la forma suprema de la poesia popular en temas navideiios. Sin embargo, tiene una historia mucho mas amplia (Mendez Plancarte: Obras Completas de Sor Juana Ines de la Cruz, T. II, Estudio liminar). Hasta mediado el siglo XVIII y durante todo el anterior, se intercalan en los maitines de las grandes festividades, a manera de antifonas y responsorios en lengua vernacula, «ensaladas» de latinajos, gallegadas y congoles, de sabroso aunque a ratos extravagante decir. El jer6nimo P. Martin de la Vera (citado por el P. Zarco en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, El Escorial, 1930, p. 45, n.o 2), en su obra «Instrucci6n de Eclesiasticos», publicada en Madrid en 1630, habla de villancicos en lengua guinea cantados en El Escorial. No fue ajeno Puerto Rico a esta novedad paralit(1rgica que tanta fortuna alcanzara en America. Creemos haber identificado algunos fragmentos de los que se cantaron en el convento de las Carmelitas y probablemente en la misma Catedral, de los que pensamos ocuparnos en breve .

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go de cantora era objeto de eleccion en la renov.aci6n trienal de los oficios, como resultado de la perdida del sentido gremial. Advierte Escriva que la cantora de las Huelgas Reales de Burgos cedia en importancia tan solo a la Abadesa y volviendo al tema de America, cifiendonos a Puerto Rico, en el monasterio de San Jose de Religiosas Carmelitas de San Juan, apa, rec:en en 1737 una cantora y una «sQcbantra» elegidas por las capitulares, no obstante el reducido numero de la Comunidad, pues no pasaban de diedseis entre novicias y profesas. Las titulares se dedicaban -casi en


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todas partes- al canto figurado, pas10n del siglo a la que no pudo sustraerse uno de sus mayores enemigos, nada menos que San Alfonso Maria de Ligorio, con su Duetto entre el alma y Jesucristo. El santo obispo napolitano public6 en 1760-61 su obra dedicada ·a las religiosas: La Vera Sposa di Gesu Cristo, donde condena no tanto Ios trinos mas o menos inocentes de las monjas cuanto la presencia de Ios profesores de canto en Ia clausura. Tarea dificil para un napolitano la de poner freno a las melodfas, pero su agudeza meridional supo encauzar Ia cuestion: « ... Pues, (que ma! hay en el can tar? -preguntara alguna. -(Que ma! hay? Pues primeramente hay una perdida de tiempo, una gran perdida de tiempo; la musica es un arte que, si no se domina con perfecci6n, no solo no deleita, sino que molest a positivamente ... ... No creais que hablo asi por ser enemigo de la musica; la musica me gusta; de seglar la es tu die con entusiasmo ._ojala me hubiera entusiasmado asi con Dios-; no desapruebo en las monjas el canto llano. Los que creo firmemente no estan bien son Ios solos de canto figurado . Por consiguiente, si en vuestro convento no se ha introducido el canto figurado, guardaos muy bien de introducirlo, sobre todo si, como . he insinuado, tuvieran que recibir las monjas lecciones de algun profesor y si por desgracia, ya estuviera dicho canto introducido en vuestro convento, haced cuanto podais por suprimirlo; y si tanto no podeis, cuidad, por lo menos, de que no vayan a dar Iecciones maestros j6venes ... » Conocida o no la obra de San Alfonso en la Nueva Espana, el · Arzobispo de Mexico, consciente de la necesidad de una reforma, decret6 hacia 1774 la obligatoriedad de! canto llano en Ios numerosos conventos femeninos de su jurisdicci6n. Unos treinta anos despues, comienza la rnisma reforma en Puerto Rico. Debi6 ser su precursor el Ilustrisirno Sr. Dr. Fr. Juan Bautista de Zengotita Bengoa, que en las clausulas de su visita can6nica al rnonasterio de las Carmelitas, con fecha de 22 de rnarzo de 1801, corrige algunas irregularidades y ordena la vida de las religiosas con ta! acierto que sus decretos no han prescrito alin en sus Iineas fundamentales. Meses despues, el 28 de noviembre, hacia testamento en la ciudad de San Juan Miguel Xiorro, favoreciendo a las monjas en la siguiente clausula: «29. Yt. Es mi voluntad se compre un piano organizado para que se situe en el Coro baio de la Iglesia de las R. M. Monjas Carmelitas, a fin de que con este instrumento se celebren mas decorosamente las festividades de nuestro Senor Jesucristo y de su Santlsima Madre». Y en Ia inmediata ordena que se den al maestro Jose Campeche «cien pesos por la ocupaci6n de la ensenanza de la Reverenda Madre Mon.ia que la R. M. Priora destine a tocar el mencionado instrumento». Henos ya ante una faceta de la personalidad de! gran pintor ,hasta ahora conocida s6lo parcialmente. La musica ocupa en Ia vida de Campeche el lugar inmediato a la pintura. La natural delicadeza y el aprecio de matices y detalles que encontramos en su obra pict6rica ponen de manifiesto al hombre dieciochesco,

que cede al encanto irresistible de las cosas pequenas. Y por ser hombre de su siglo, gusta tambien en su cercania del canto y de la musica que ejecutaban al arpa sus hermanas para deleite de los contertulios en aquellas veladas memorables cuyo recuerdo nos ha transmitido Tapia. En su edad juvenil, mientras cursaba latinidad y filosofia con los dominicos, habia estudiado musica, logrando particular maestria en el oboe, 6rgano y flau· ta. En 1783 el Gobei;nador, en su calidad de Vice Real Patrono, le concedi6 una de las plazas de musico de oboe, de dotaci6n real asignada al servicio de la Igle• sia Mayor, con obligaci6n de suplir las ausencias del organista, como ya lo hacia antes de ser nombrado. Con su habitual desinteres, tocaba el 6rgano en las iglesias de Santo Domingo y San Francisco, con mayor asiduidad en la primera, por su conocida devoci6n a la Orden de Predicadores, de la que era terciario profeso. «Hombre curioso e inteligente» le llama el Secretario de! Cabildo Eclesiastico en 19 de junio de 1794, por haber arreglado los fuelles del 6rgano, cobrando la m6dica suma de 4 pesos. Y afios despues arregla y coloca el 6rgano de la Capilla de la Orden Tercera de San Francisco. Bien sabia por tanto Miguel Xiorro a quien enc0mendaba la labor de ensenar el manejo de! piano organizado cuya compra ordenaba y en ello debi6 mediar el consejo de! · Ilustrisimo Senor de Zengotita como superior can6nico de! monasterio y tan interesado en su bien como demuestran los capitulos de la Visita. No tardaron en e.i ecutarse las ultimas voluntades de Xiorro, que rnuri6 el 12 de diciembre de aquel mismo afio (1801), a los pocos dias de testar. Pero la adquisici6n y llegada de! piano debi6 snfrir las inevitables demoras de aquellos tienmos, aunque suponemos fundadamente que lleg6 a San Juan antes de Ia definitiva ruptura de la Paz de Amiens (diciembre de 1804). Las clases de canto llano debieron emoezar logicamente antes, puesto que no era imprescindible el 6rgano. Ya en 1803 aumenta el numero cle cantoras a cuatro; las dos de! trienio que comenzaba, Sor Lucia de la Concepci6n Aponte y Sor Maria Monserrate de Jesus Morales, y las de! anterior, Sor Maria del Rosario Marrero y Sor Maria de! Rosario Davila, con obligaci6n las ultimas siempre que no estuvieran Jegitimamente impedidas. Estas cuatro religiosas fueron probablemente las primeras discipulas que tuvo Campeche en el Monasterio. Tres afios desoues, el primero de junio de 1806, en la tabla de oficios que proveen de comun acuerdo el Prelado, Dr. D. Juan Alejo de Arizmendi y la Priora electa Sor Manuela de la Santisima Trinidad Valenciano, aparecen en el orden siguiente las j6venes musicantes: «Para cantoras: Sor Maria de! Carmen Reyes y Sor Lucia Aponte. Para organistas, que tambien haran de cantoras: Sor Maria de! Rosario Davila y Sor Maria Monserrate Morales.»

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Figura el 6rgano por primera vez en Jos libros del Monasterio y como insinuamos antes, debi6 ser a partir del afio de 1804 que com enzaron a ejercitarse en su manejo las religiosas sefialadas. Una vez instruidas las mon,i as en las sobrias moduJaciones del canto llano y en el uso del 6rgano, n o debi6 volver a franquear la puerta reglar el Maestro Campech e, plenamente autorizado por el Ilustrisimo Senor de Arizmendi mientras lo requiri6 su oficio. No por esto deja de asistir a las funciones de capilla, donde Jo encontramos en el triduo de Carnaval de 1808, en la procesi6n eucaristica, la que sigue en compafiia de uno de sus h ermanos ((.Ignacio, Miguel?) tocando un instrumento que no se especifica pero que suponemos se trata del oboe en el que alcanzara tanta p ericia y que aun hoy se utiliza en algunos lugares donde la p ervivencia de ritos ins6litos e inmemoriales lo autoriza. La sacristana, Sor Maria de San Juan de. la Cr uz, afiade al final de la cuenta de aquella solemnidad, que los dos hermanos «no interesaron nada». Con lo que se corrobora su casi proverbial desinteres y aquel natural sefiorio que caracterizaba sus acciones. La obra de Campeche como maestro de mi'.tsica y reformador del canto sagrado en el Monasterio, tuvo un largo eco que no se extingue hasta rnediado el siglo. Muri6 el m aestro el 7 de noviembre de 1809, pero las manos que adiestrara en el 6rgano y las voces que educ6 llenaron de m elodias por muchos afios la viej a iglesia conventual. Aunque viciado de una admiraci6n apasionada, no podemos menos de citar aqui el testimonio de sus hermanas -unico contemporaneo- en la instancia que diri gen a la Regencia con feclia 28 de febrero de 1810, publi cada por Tapia al final de su trab ajo. Dice asi: « .. .No fue menos recomendable el servicio que hizo en el Convento de las MM. Monj as Carmelitas de esta ciudad, las que instruidas por el en los toques de organo y ~n el canto llano, forman en el dia un corn verdaderamente admirable ... » Entre sus discipulas, despues de un examen minucioso de Jos papeles del Archivo de las Carmelitas, h ernos creido poder escoger con t oda seguridad a Sor Maria Monserrate de J esi'.ts Morales como la mas aven-

taj ada. Era natural de Toa Alta, nacida en el afio de 1773 e hija legitima de don Juan y de dofia Sebastiana de Rivera. Torno el babito de religiosa de coro el 14 de julio de 1799 y profeso al afio siguiente el 27 del mism o m es. A ella se le encomienda, en 1818, junto con el oficio de organista, la tarea de «instruir y perfeccion ar en el organo» a Sor Rosa de Santa Maria Ponce de Le6n, a quien el!a misma confia, en 1827, al ser elegida Priora, Jos oficios de Maestra de canto y piano. Por espacio de 24 afios tan s6lo interrumpidos por dos trienios (1812-1824 y 1827-1830) tuvo Sor Maria Monserrate el oficio de organista. La muerte le llega el 21 de julio de 1848, a los 75 afios de edad, ocupada todavia en arrancar al viejo piano organizado las mismas armonias que aprendiera de aquel hombre bueno que. se llamo Jose Campeche.

FUENTES Y BIBLIOGRAFIA Archivo de las Carmelitas - Santurce: Libro de Libro de fiores Libro de

Tomas de Rabito y Profesiones. Elecciones y resultas de Visitas de los SeObispos. Defunciones.

Archivo de la Catedral de San Juan: Cajon de las Cartnelitas. Archivo de Protocolos - San Juan : Protocolo de Gregorio Sandoval. 1801. Ligorio, San Alfonso Maria de : La Verdadera Esposa de J esucristo, o sea la Monja Santa. - Version castellana del R. P. Dionisio de Felipe, C.S.S.R., Madrid, 1953. Tapia y Rivera, Alejandro: Vida del pin tor Jose Carnpeche. 2.a edicion. San Juan de Puerto Rico. 1946. Libro Sexto de Acuerdos Capitulares de la Catedral de San Juan. 1794-1797 : Boletin de Historia Puertorriquefia, vol. II, n. 0 8, julio de 1950.

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rachada del Monasterio d e las Carmeli tas a fin es de l siglo XIX.

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Presentaci6n de Jose Ignacio Quinton Por AMAURY VERAY

IGNACIO QUINT6N NACE EN CAGUAS EL PRIMERO DE JOSBfebrero de 1881 y muere prematuramente el 19 de diciembre de 1925, en Coamo. Su talento musical le viene por linea paterna. Su padre, Juan Bautista Quinton, organista y compositor frances, fue su i'.mico maestro; lo disciplino en armonia, contrapunto, composicion y piano. Hay en la obra de Jose Ignacio Quinton notable preocupacion por romper las barreras tradicionales de la musica puertorriquefia. Su obra revela la madurez del artista consciente de la forma musical. Muestra posibilidades armonicas nunca antes oidas en Puerto Rico. Su sintaxis musical es rica, compleja y de factura clasica. Sin embargo, fluye con espontaneidad. Quinton es un orfebre que trabaja con ardoroso esmero su desarrollo tematico, que depura hasta el mas pequefio detalle. Por eso su obra es breve y concisa. La tematica quintoniana, sin dejar de ser romantica, es contenida y sosegada. Posiblemente el paisaje seco de la pradera coamefia, donde vivio desde la tierna edad de dos afios, tenga mucho que ver con el desarrollo animico de su obra. El arte de la modulacion tiene en Jose Ignacio Quinton nuestro primer gran interprete. Fue el primero de nuestros compositores en explorar las riquezas de la modulacion cromatica, condicion que nos da Ia tonica de! movimiento constante de su Ienguaje musical. Nada hay yerto en SU musica; tampoco SU discurso musical es macizo y solido, antes bien, es flexible y aligero. La Constante preocupacion armonica le impide desarrollar posibilidades ritmicas, se satisface utilizando el concepto de ritmo fijo de Ios clasicos del siglo dieciocho. El desarrollo artistico de Quinton ocurre en el momenta mas trascendental de nuestra vida cultural y politica, el cambio de soberania. Comienza a definirse su responsabilidad artistica. Descarta todo lo anquilosado y escoge lo autentico de la savia puertorriquefia para sacar nuestra musica nativa de la postracion en

que se hallaba. Por eso lo encontramos en Yauco, en el afio de 1901, componiendo aguinaldos con una rusticidad jibara que sorprende. Ese mismo afan lo lleva a experimentar con la danza que venia cultivando desde su adolescencia, entre otras su hermosisima «Tus o]os», del afio 1898 . .De la danza Quinton escoge fundamentalmente su esqueleto, su unidad ritmica, el paseo y las secciones principales, con su «da capo» final. Sin embargo, su concepto de danza, que parece ser una reaccion a la danza poncefia de fin de siglo, va hasta Tavarez en su acusado pianismo y marcada estilizacion. Para Quin.t on la danza es forma de baile. Una forma de baile llevada a jerarquia superior de movimiento, en donde el ritmo es su aspiraci6n maxima. Escogeremos al azar Adelaida, Si fueras mia, el elegiaco triptico que comprenden Mi estrella, Confia y Amor imposible. Fiel a su tradicion, traduce en terminos pianisticos la segunda parte de la danza, en la que entra de Ueno el solo de bombardino, tan constante en la danza poncefia de fin de siglo. Descarta el pianismo ensofiador de Tavarez. El paseo en la danza de Quinton cobra caracter de preludio y se convierte en una unidad con personalidad propia. Bastaria citar el paseo brillante de El Papiol, y los tres hermosos paseos del trfptico de danzas antes citadas. La danza quintoniana parte siempre del desarrollo de un motivo central. No siempre es facil determinarlo, toda vez que la inventiva tematica le hace perderse por los contornos de su vuelo mel6dico. El ritmo en la danza de Quinton tiene un gran sentido de uniformidad. Nada hay improvisado en su danza. Su rafz ritmica crece progresivamente hasta lograr un senticlo brillante y dislocaclo, como es el caso de la seccion final de La coquetona, en la cual reline todo el elemento ritmico ya utilizado en la danza, pero dislocado en su prosodia ritmica. En La coquetona encontramos por primera vez Ia danza con estrambote, un apendice final que sintetiza todo el material antes expuesto y donde se descarta el tradicional retorno al

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tema original de la primera parte utilizado antes por Tavarez y Morel Campos. En su empefio de desarrollar este genera musical nuestro, Quint6n diseiia la danza de concierto, adelantando la forma y la envergadura de En Altamar, intento de Morel Campos. La danza de concierto de Quint6n es de factura barroca y de un virtuosismo pianistico nunca antes visto en la danza puertorriqueiia. Lo que se pierde en Morel Campos mediante escalas cromaticas ascendentes y descendentes, en Quint6n cobra esplendor, gracias al empleo de la glosa ritmica interpuesta al discurso mel6dico siempre dentro del marco de! compas original. En muchos casos y en simpatia con el procedimiento romantico de los pianistas-compositores del ochocientos frances, se vale de cadenzas para interrumpir el discurso mel6dico. Ejemplos de este procedimiento son sus danzas Ausente y la discutida danza de concierto dedicada a don Aristides Chavier con motivo de su celebre polemica sobre nuestra danza. Por ultimo, logra alterar la clasica anatomia de la danza puertorriqueiia interceptando el paseo entre las secciones principales. Este ultimo dato lo conocemos s6lo por los detalles que nos ha ofrecido su querido discipulo y amigo don Carlos Gadea y Pic6. La danza de Quint6n no es facil de captar por oido diletante. Aun mas, no es fadl para la interpretaci6n musical. Esto dificulta su divulgaci6n. Es una danza compleja, de envergadura arm6nica rica en material tematico, y no es posible reproducirla de oido si no se conoce la partitura. Los matices cromaticos con los cuales esta construida suelen engaiiar a menudo el oyente respecto de la entonad6n mel6dica. Dos tipos de danzas parecen interesarle mayormente: la festiva y la ensoiiadora. En la danza festiva, de sabor pueblerino, encontramos cierto ademan programatico como en Quiquiriyama o (Sudeliffe en la Cuesta) Adelaida o (El Cate de Diego Rivera) El Pipiol: <'.Que se figura usted? El Acueducto, Luisa, sdcame las piojos y tambien La coquetona, con su grafico y dramatico solo de bombardino hecho para lucimiento de Domingo Cruz (Cocolia), el famoso solo de Pepe Arevalo. Cultiva por otra parte la danza ensoiiadora y melanc61ica de factura estilizada con hondo sentido lirico, como el m encionado triptico, Cuando me miras, Si fueras Mia, Blanco y Azul, Ensueiios y Esperanzas, y muchas mas. Todas estas danzas llegan a formar parte del repertorio de las orquestas de la epoca y se ejecutan en los salones de baile de nuestro primer cuarto de siglo. A m enudo nos encontramos con arreglos ya autenticos de Quint6n, ya otros musicos que, debido a ciertas limitaciones instrumentales, tratan de captar la esencia genuina de la danza en sus reducidas interpretaciones orquestales. La danza no es la aspiraci6n maxima del genio de Quint6n. El destino musical de la Isla comienza a tomar perfil; nuevas influencias · se asoman a la Isla procedentes en ·su mayoria de la barahunda estetica del mundo de la pregue-rra del 14. Quint6n oscila entre varias corrientes artisticas. Su interes por lo nuevo lo lleva a experimentar con la imprecisa tonalidad de los impresionistas en su Pdgina de mi vida,. ensayo intros-

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pectivo para piano donde Quint6n sacrifica su habitual concepto de forma musical para dar paso a una interpretaci6n subjetiva de su estado animico. El desarrollo tematico de esta obra esta expuesto sin ningun orden academico. Es una rapsodia pianistica donde el personaje central es el propio autor. Resulta novedoso, sin embargo, el tratamiento moderno de la armonia, toda vez que se perfila en esta obra una insistencia en la abolici6n de un centro tonal. A partir de esta obra Quint6n descarta este procedimiento. Sus obras sucesivas lo muestran mas conservador. Quint6n creia necesario mantener comuni6n espiritual con la tradici6n estetica de la Isla y vivo interes por desarrollarla. Por eso se esmera en cultivar la forma clasica; no es un iconoclasta de la forma de los sonidos y los silencios. De ahi la madurez de su Cuarteto de Cuerdas del 1913, SU obra mas ambiciosa, pero no la mas autentica. En ella se respira el ambiente propio del romanticismo idealista de Mendelssohn. Es notable asi mismo la claridad en la linea y la excelente factura clasica. Pertenecen a este grupo su Nocturno en Mi bemol, Canci6n sin palabras y la complicadisima Balada y Scherza, de COrte sinf6nico, SU uJtima gran obra. La orquesta le es instrumento facil y nos da obras bien logradas; Marcha Triunfal, dedicada a la memoria del guitarrista manatieiio Josefina Pares ; la Overtura de concierto y la Misa de «Requiem» para orquesta y coro mixto dedicada a la memoria de su amigo y comp_aiiero Angel Mislan Huertas. Desafortunadamente de esta ultima obra s6lo se conservan algunas partes sinf6nicas y corales. En todas estas obras se ve a Quint6n como habil instrumentista, con poderoso sentido de matizaci6n tonal. La orquesta de Quint6n es econ6mica, no hay en ella nada superfluo. El material tematico esta dispuesto en forma equilibrada, revela la sobriedad que se palpa claram ente en toda su obra. Las variaciones sabre un tema de Hummel, obra premiada en concurso, carece de espontaneidad, posiblemente por satisfacer las exigencias rigurosas del certamen. Es obra de un pianismo contrahecho y dificil. Carece de la maravillosa policromia de sus otras obras pianisticas. Se limita a vacilar entre los modos mayores y m enores. Sin emb argo, entre este grupo de variaciones resalta mm con ritmo de polonesa, de gran dificultad tecnica e inventiva mel6dica. Quint6n no desperdida ninguna experiencia artfstica para manifestar su gran talento. Es uno de los primeros en establecer en nuestra cultura musical una tradici6n de la canci6n de arte y nos deja dos verdaderas joyas de «lieder»: Dudas y Tristezas, ambas de la primavera de su producci6n artistica y dedicadas a su amiga, la dama yaucana doiia Rita Maria Mattei. En ellas podemos observar el vuelo sentimental de su linea mel6dica irnpregnada de! dramatismo que la poesia contiene. · A pesar de su corta existencia, su producci6n artistica h a sido fecundisima. Cuando se escriba nuestra historia musical su nombre estara en primera linea.

NoTA: A m enudo nos vemos obligados, con el placer clel que encuentra lo que se cree perdido, a anadir


ituevas o'bras ai catalogo general de la obra del maestro. Exhortamos a todos aquellos que conozcan la huella de alguna producci6n suya a que nos indiquen el camino para encontrarla y conservarla en el Archivo Musical del Instituto de Cultura Puertorriquefia, donde nos empefiamos en recoger la producci6n musical puertorriquefia. Ya tenemos casi toc(a su obra recopilada gracias a su disdpulo y fiel amigo don Carlos

Gadea Pic6, quien se ha esmerado en copiar, editar y recoger toda la producci6n quintoniana. El Instituto de Cultura Puertorriquefia ha impreso un disco fonogrdfico con su producci6n mas caracteristica, interpretada par el Cuarteto Figueroa y la pianista Nydia Font. De igual manera proyecta la publicaci6n de su obra una vez se termine la de Tavarez, que actualmente se estd llevando a cabo.

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Dos Sonetos 1

El cielo estaba cerca en una rama florecida del arbol confidente, mirando nuestro jubilo inocente: j la castidad tendida sobre grama ! Estaba cerca aun cuando la llama del sol se fue apagando en el Ponien te y apareci6, callada y sonriente, la luna compafiera del que ama. Estaba cerca aun cuando yo hube colgado de mis ojos esta nube queen angustiosa lluvia se derrama . Luego, tan enojado estaba el cielo . .. j que vol6 como un ave de la rama y junto a las estrellas pleg6 el vuelo !

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Aqui cerca podria estar el cielo. Podria derramarse en este oscuro y apartado rinc6n, cruzar el muro y llenar con su gloria todo el suelo.

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Pero no. Que se quede arriba el cielo. Y abajo permanezca el suelo duro, de donde, tras un ambito mas puro, el pobre coraz6n levanta el vuelo.

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Que el cielo quede arriba, siempre arriba, mas alla del relampago y la nieve. Mientras me esta quemando el ansia viva de ser un par de alas y un caminJ, y me mueve el afan que al ave Ill para subir a donde sube el trino.

Del poe mario inedito . Co11 la Voz de Los Pajaro• •

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Las Antillas y Baldorioty de Castro Por Jos:E

(De PATRIA, 24 de 111.ayo de 1892)

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RECEDE A LAS GRANDES EPOCAS DE EJECUCI6N, COMO LA

sazon a la madurez, un movimiento espontaneo de almas por donde conoce el observador la realidad oculta a los que solo la quisieran ver coronada de flares, y en cuanto ven espinas, ya niegan que sea realidad. De un lado decrecen sin mas fuerzas que las necesarias para sostener el catecismo importado, las criaturas oscilantes y apagadizas de la colonia, que no aciertan a mantener definitivamente con el brazo las libertades a que aspiran con la razon; y de otro lado crecen, con el orden intuitivo y oportuno de la razon ; y de otro lado crecen, con el orden intuitivo y oportuno de la naturaleza, las fuerzas creadoras que de los e!ementos coloniales deshechos, compondran, bajo la guarda de! mar y la Historia, la naci6n futura . No parece que la seguridad de las Antillas, ojeadas de cerca por la codicia pujante, dependa tanto de la alianza ostentosa y, en lo material, insuficiente, que provocase reparos y justificara la agresion, coma de la union sutil y manifiesta en todo, sin el asidero de la provocaci6n confesa, de las islas que ban de sostenerse juntas, o juntas ban de desaparecer, en el recuerdo de los pueblos libres. Por la rivalidad de los productos agricoias o por Ia diversidad de habitos y antecedentes, o por temor de acarrearse Ia enemiga deI vecino hostil pudieran venir a apartarse, en cuanto cayese en forma cerrada su union natural, las tres islas que, en lo esencial de su independencia y en la aspiracion del porvenir, se tienden Ios brazos por sabre los mares. y se estrechan ante el mundo, coma tres tajos de un mismo corazon sangriento, coma tres guardianes de la America cordial y verdadera, que sobrepujara al fin a la America ambiciosa, coma tres hermanas. EI Iacayo muda de amo y se alquila al senor de mas lujo y poder. El hombre de pecho libre niega su corazon a la libertad egoista y conquistadora y adivina que el triunfo del mundo, mas que en los edificios babiloni-

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MARTI

cos caedizos, reside en la abundancia de la generosidad, en aquella pasi6n plena de derecho que lleva a respetar el ajeno tanto coma el propio. Ni un atomo de lacayo tuvo en vida el previsor portorriquefio, el invencible Baldorioty Castro, a quien, en simbolo sagaz, tributaron homenaje ayer, en las fiestas de la heroica dominicana de Azua, las tres Antillas que ban de salvarse juntas, o juntas ban de perecer, las tres vigias de la America hospitalaria y durable, las tres hermanas que de siglos atras se vienen cambiando Ios hijos y enviandose los libertadores, las tres islas abrazadas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. Los compromisos de los gobiernos, ligados a veces por la prudencia coff respetos que lastiman su corazon, son acaso menos eficaces que la simpatia irresponsable y el ambiente del pueblo decidido a favorecer en sus alrededores el triunfo de la libertad. Lo que la cancilleria, ahita de tratados de paz y respeto, no puede a veces intentar lograrlo, sin que se le pueda poner Ia mano encima, la ayuda secreta del alma del pais, que alienta el brazo alzado contra los tiranos. Las alianzas que contraen de si propias las almas de los pueblos y Se firman por los mas purOS de SUS hijos ante el altar en que las mujeres y las nifias ofrendan flares a un hombre que solo fue poderoso por el entendimiento y la bondad, son mas duraderas y apetecibles que los contratos que suelen ajustar las necesidades poIiticas y los intereses. Los hombres que en el aniversario de la Puerta del Conde recuerdan carifiosos a las pueblos de America que aun lloran 'y SUSpiran por SU libertad no dejaran mafiana caer el arma que mantenga en Cuba y Puerto Rico la independencia que, sin mas amigos confesos que los ventinueve de la Filantropia y la Trinitaria, nacio en Ia Puerta con Ia bandera de la cruz, al pensamiento de Duarte, al consejo de Sanchez y al impetu de Mella, y escribi6 entre los dias decorosos del mundo el veintisiete de febrero. Y sin arte de mensajeros, ni previos convites, ni ajustes de secretarias, cuando los portorriquefios de


New York, acuerdan perpetuar en un monumento la memoria del criollo irreductible que propag6 a la vez el culto del trabajo y el culto del derecho; que arranc6 al amo el esclavo recien nacido y lo puso, por la enmienda a la ley Moret, en los brazos de la madre; que rompi6 el latigo en las manos del amo azotador, seguro de que las instituciones que se fundan en la injusticia, si no se sostienen par la violencia, p~recen inevitablemente; que redimi6 las formulas mfnimas de su acatamiento a la metr6poli con el espiritu fundador y definitivo con que las miraba; que de sus destierros frecuentes ocupados en la siembra de almas libres, volvia como el padre a la defensa de la hija, a flagelar y mermar la opresi6n de su isla, que sangraba; que cay6 en la tumba pobre, con las manos flacas sobre el pecho y en la frente la luz inmortal; cuando los portorriquenos, y los cubanos con ellos, quieren poner en el bronce durable aquella cabeza temida de los malos y amada de los buenos ; aquel rostro desolado, como de quien carga el duelo pi'.lblico, que en las esperanzas fug;aces de redenci6n centelleaba y resplandecia como el rayo en la tormenta; aquellos ojos mansos y seguros, que no resbalaban traidores como otros ojos, sino que envolvian en la mirada dulce, como en un manto amigo; aquella nariz vigilante y afilada, propia de quien ponia el pecho de cota de la libertad, como se pone el aguila de amparo de su nido ; aquellos labios finos y dolorosos, guardados por el bigote marcial y prudente; aquella barba pequena y femenil, como la de los hombres en quienes la bravura esta templada por la bondad; cuando portorriqueiios y cubanos, convencidos de que el agradecimiento a los patricios virtuosos es la semilla mas fecunda de Ia Repi'.lblica, anunciaron su empeno de consagrar, donde la America lo vea, al borincano que la estudi6, y am6, y sirvi6 con fe de hijo, los antillanos de Santo Domingo levantaron el Altar de la Patria, de la patria {mica y comi'.ln en su Azua brava y noble; lo rnejor de la ciudad de! diecinueve de marzo, con aplauso de Quisqueya entera, se congrego en torno del altar, y tres niiias reclinaron en el sus coronas de flores, en nombre de las tres Antillas hermanas, que ban de salvarse juntas, o juntas ban de perecer, en nombre de las tres islas abrazadas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. (Era al contemporizador forzado, al nacionalista flojo, al politico de compromiso, al mero liberal reformista, al autonomista portorriqueno, a quien, con alma y palabras libres, ofrendaron flores Cubanacan y Borinquen y Quisqueya? (Era al comisionado del gobierno de Espana a la Exposici6n Universal de mil ochocientos sesenta y siete, al que en la misma Carta magnifica de libertad oue se llama en la Historia el Plan de Ponce, y vivira sobre el que logr6 sustituirlo, encajaba, como un punal en un recien nacido, la clausula de fidelidad a la naci6n espanola? i No era el au tor de la clausula, necesaria, en epoca en que no habia otra expresion o tendepcia superior y manifiesta de la voluntad pi'.lblica, para conquistar con ella los derechos esenciales negados en su patria al hombre, sino al autor del codigo de derechos que abre el plan, y podra maiiana transportarse integro a la Constituci6n de la repi'.lblica portorriquena !

i No era al politico acomodaticio, de mero brio verbal, que, a modo de capeador aficionado, le ensena al toro de lejos la capa colorada, y luego, sumiso y complaciente, le da la mano al toro, sino al que reconociendo, con sacrificio costoso de su altiva persona, la realidad inevitable, en vez de bregar con las armas para mudarla y mejorarla sin cesar, y prepararla a la conversi6n final e hist6rica de la realidad en las colonias espanolas de America, a SU independencia ! i No era al indio mafioso que fingia a la metropoli una lealtad falsa para obtener de la metr6poli misma el modo de vencerla; sino al sublime preso que, olvidandose de SU peligro y de lo que pueda decir de el la fama injusta, pide clemencia al alcaide aborrecible para SUS compafieros de prisi6n, y, acaso, en el sacrificio de su gratitud, hubiera ido hasta tenerle en cuenta su clemencia al alcaide, y nada mas ! i No era a la Carrera de San Geronimo, la de las capas terciadas y espadas y politicos de col eta; no era al Rastro, que es el otro nombre que le dan en Madrid a la plaza de desperdicios que llaman Las Americas ; no era el chocolate del Suizo, ni a la sopa de almendras de Pornos, ni a los azucarillos de la plazuela de Cervantes, sino al que, un dia de invierno, cuando su patria lo mand6, por sobre las cabezas de los metropolitanos, a recabar de Espana, sin ninguna habilidad que comprometiese el honor ni el porvenir de la isla, el reintegro de la mayor suma posible de las libertades que Espana le detentaba, iba solo, por la plazuela de Cervantes, firme el paso, apretado el bast6n, abierto el pecho al frfo y la cara resuelta y dolorosa, a la vez que otros diputados, todos piel y pomada, bajaban de su lindo ~a­ rruaje repartiendo saludos ! Baston en mano , Baldorioty cruzaba la plaza de Cervantes, solo. ¡ Era el discfpulo del maestro Rafael, del negro Rafael Cordero, a quien saludaban, del negro que tumbaba el drbol para que otros fabricasen luef!;o con la madera; era al colegial favorito de aquel uadre Rufo que oueria que sus discipulos se murieran de hambre antes de cnmeter una mala acci6n, y que anrendiesen la verdad de la Flsica y de la Oufmica; era al que desde la juventud convido a sus paisanos a ir allegando el alma descuidada del uafs en la Sociedad Recnlectora de Documentos Hist6ricos de la Isla de San .Tuan Bautista de Puerto Rico; era el educador radical y amable. mas pegado de Ia sustancia del conocimiento oue de sus formas , que en el Seminario mismo enseiio la Fisic;i nueva; que en Santo Domingo. uafs de costas, dirigi6 la Escuela de Nautica v fundo despues. con nombre urofetico, el Colegio Antillano: aue defendio cuanto nudo de los .iesuitas v del mastfn de la urensa portorriauena el proyecto de Ia Escuela Filotecnica: aue va llego sin fuerzas a las tareas. en suenos siernnre ac,,.rici<idos. de! Cnleein r.entral Ponceno: aue en Ia ensefianza. corno en la politica, queria hombres enteros directos v reales, hechos al trato comi'.ln de lo natural v autos nara poner a las propias enfermedades remedios propios. Era el hombre fntegro a quien saludaban: ;il oue en su carne misma se sentfa mermado y como si le bebieran Ia sangre de su corazon. cuando se burlaba un derecho, o se lastimaba la hombria, o se humillaba en alma o cuerpo, o en algi'.ln modo se acortaba y empequene-

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cia la naturaleza libre de cualquiera otro hombre. Era al que vio el latigo alzado sabre el esclavo indefenso, sabre el esclavo del color mismo de su santo maestro Rafael, y con sus manos flacas pele6 hasta que le quit6 al amo el azote y sent6 al esclavo al lado de su amo. Era al que con la mirada continental , cuando lo mand6 la colonia, por cumplimiento manso al pais, a estudiar la Exposici6n Francesa, volvi6 los ojos al mundo de su esperanza y su carifio, al mundo cordial y grandioso de nuestras republicas unidas, y levant6, en el coraz6n encendido de Europa, el canto americano. Era al que, con el porvenir de guia invisible, fue hablando por las islas que juntas se han de salvar, o juntas han de perecer, la palabra futura que en su dia, cuando el viento se lleve la podredumbre colonial que no deja ver aun el oro del pais, congregara a las islas hermanas, como ya las congrega ante el altar de la patria. Era al defensor pobre de su patria vejada, de su patria enmudecida, de su patria azotada, de su patria torturada, de su patria ensangrentada, que s6lo reconocia el tribunal inicuo para poder defender ante el la patria. Era ' al criollo leal que conoci6, con su sabiduria verdadera, Ia composici6n americana y peculiar del pais en que vivia, y el fin moral y necesario a que lo habian de llevar sus elementos; y no se puso sabre ellos de obstaculo, ni se empefi.6 en uncirlos a una metr6poli fatalmente retr6grada, ni a un vecino esencialmente hostil y diverso, sino que, en vez de valerse del pais para desnaturalizarlo y traicionarlo, en vez de utilizar las condiciones existentes para impedir su desarrollo natural y sus fines hist6ricos, acat6 las condiciones existentes y se vali6 de ellas para conformar el pais a sus elementos, para acomodar la politica a la verdad, para fundar el porvenir en el trabajo directo y en el carifio de los hombres, para preparar el pais a sus fines naturales. La autonomia no fue para el un cambio de vinos con los generales amenos, que mandan ahorcar mafiana a

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aquel con quien jugaban al ajedrez ayer, sino la defensa real, en la car cel y en la miseria, y en el destierro, de las libertades, que lo encontraron siempre a su cabeza, porque nunca fue tan lejos en Puerto Rico la libertad que Baldorioty no fuese mas lejos que ella. La autonomia fue para Baldorioty, criollo directo y util, el modo de congregar, en acuerdo con su geografia e historia, las fuerzas irreductibles del pais, que en todo sistema de gobierno han de estar congregadas, a fin de que pudiesen buscar, sin peligro ni desorden, una forma mas feliz el dia en que se comprobase la insuficiencia y falsedad de la autonomia, como se hubiese comprobado a poco de su establecimiento, o la imposibilidad de conseguirla. De hombres reales y originales necesita la America, envenenada ya con tanto injerto; de hombres puros y cordiales necesitan las colonias espafiolas de America, para purgarlas en la independencia de la soberbia y los vicios burocraticos de la colonia; de hombres tiernos y creadores necesita el mundo, que con las mieles de su coraz6n vayan cerrando las heridas que tiene que abrir en el bosque nuevo el hacha. Los tres pueblos hermanos, las tres islas que se han de salvar juntas, o juntas han de perecer, han hecho bien en coronar de flares, en la fiesta de Azua, al bueno, al puro, al sagaz, al rebelde, al fundador, al americano Roman Baldorioty de Castro.

NOTA DEL EDITOR: A pesa r del tiem po transcurrido es obvio el intercs que aun hoy tiene es te juicio de Jose Marti sobre Roma n Baldorioty de Cas tro (1822-1889), representante insigne del pensamiento autonomista y el movimiento abolicionis ta de Ia pasada centuria en Puerto Ri co. Fue Baldorioty una de las figuras sobresalientes de Ia intel ectualidad puertorriqueiia de la segund a mita d de! siglo xrx : maestro , ensayi sta , orador y politico integerrimo. Este arliculo fu e publica do en la revi s ta Patria , el 24 de mayo de 1892.

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una peseta Por Luis M. Rodriguez Morales


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Una peseta Por LUIS M. RODRIGUEZ MORALES

MERCADO ERA UNO DE LOS POCOS QUE QUEDAD ONbanBARTOLO de los que habian vivido toda su vida dentro del recinto de la vieja Ciudad de San Juan. Ese hecho habia influido considerablemente en su personalidad y en su manera de ver y sentir las cosas. No sabia a ciencia cierta si alegrarse y sentirse orgulloso de las seiias del progreso m aterial que por uno y otro lado h abian surgido en el area amurallada de la centenaria ciudad. A veces se sentia complacido viendo a un grupo de turistas tomar fotografias de los bancos y los comercios que se alojaban en los formidables edificios de multiples plantas y cientos de ventanas. A veces se entristecia al ver una plaza, pequeiia como todas las de San Juan, mutilada y cegada por las altas p ar edes de una nueva estructura. Muchas veces se sentia muy importante cuando se paseaba por las calles de los viejos secctores de la ciudad y recordaba c6mo el habia visto a don Fulano hablarle al pueblo desde aquel balc6n o las r euniones literarias a que asisti6 de joven en aquella otra casa o el incidente que ocurri6 en aquella otra esquin ~ en la que tuvo que intervenir la guardia civil y que caus6 un duelo entre dos connotados politicos y p eriodistas. Pasearse por las calles que bordean la muralla norte era algo mas que una forma agradable de disfrutar de la brisa y de contemplar aquel mar que los que viajan dicen que es unico. Don Bartolo gozaba del aire fresco y contemplaba las olas y aquella espuma tan blanca que a veces forma una ancha plataforma bordeando la costa escarpada. Pero b astaba que divisara un balandro surcando aquellos mares para que a su m ente acudieran las escenas de heroismo que en aquellos mismos lugar es se desarrollaron en epocas pasadas y se imaginaba los bombardeos de los buques enemigos y lo_s asaltos a las fortalezas, y el olor a p6lvora y los quejidos de los heridos mezclandose con los gritos de guerra de los que salian a defender la Plaza. Aquel interes por lo que h abia ocurrido en su viej a ciudad le llev6 a leer algo de su histor ia y de sus tradiciones. No era dertamente un historiador ni mucho

m enos, pero esa actividad ocup6 placenteramente mu¡ chas de sus horas de reposo en el patio de su casa, tal vez el unico que todavia conservaba la enredadera de jazmin y las matas de rosas. Una tarde sali6, como era su costumbre, a dar un paseo por la ciudad . Sin rumbo fijo, se dirigi6 a La Marina . Por el camino compr6 un peri6dico y al llegar a la pequeiia plazoleta que queda cerca del atracadero de las lanchas que cruzan la b ahia, se sent6 a leer a la sombra de los arboles. Entre un grupo de mozalbetes alli cerca estaba Peruchin. Peruchin tambien habia vivido toda su vida en San Juan, p ero en un San Juan muy distinto al r ecord ado por don Bartolo. Peruchin naci6 y se criaba en la Perla. Era delgado pero fuerte y saludable como tantos de sus contemporaneos, milagros vivientes de Dios y del buen aire y del sol de esta tierra. El 'y sus amigos h abian descubierto una forma de h acerse de unas cuantas monedas p ara suplir su dieta y entrar al cine a la vez que pasar un buen rato. El metodo descubierto por ellos era el mismo que h abian utilizado innumerables generaciones de chiquillos antes de ellos. Era el de irse a los m uelles y recoger del mar las monedas que desde los b arcos o desde las lanchas les tiraban los pasaj eros. En ese deporte habian desarrollado una habilidad incomprensible para m u chos de los que tiraban monedas, pero que para ellos era la cosa m as facil del mundo y lo mismo podian agarrar la moneda con las manos que con la boca. Casi siempre lograban a traparla antes de tocar el fondo de la b ahia, que en aquel sitio no era muy profunda. Aquella tarde, un pasajero, m aravillado de las proezas de aquellos muchachos, tir6 varias monedas. En una ocasi6n lanz6 al agua una peseta. Cuando los muchach os notaron el tamaiio y el b rillo de la moneda se lan zaron todos tras ella, formando un remol_ino que a todos cegab a y la peseta fue a dar al fondo de la b ahia. Alli fue el chapoletear de los muchachos y el remover de la arena que en vez de ayudarlos enterraba el objeto perseguido.

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Uno a uno fueron saliendo a la superficie en busca de aire para luego volver a la busqueda. Peruchfn salia a respirar y volvia a lo profundo hasta que creia que los pulmones se le iban a reventar. Queria ser el quien diera con la peseta. Algunos se cansaron y la dieron por perdida, pensando que no valia la pena perder el tiempo en buscar aquella moneda y que mejor cuenta serfa ir recogiendo las que los pasajeros siguieran tirando. . Alla en el fondo Peruchin seguia removiendo la arena y examinando los objetos que sus dedos cernian. De Ia peseta no habfa sefias, pero de pronto encontr6 algo que tenia su mismo tamafio, aunque se veia obscura y sin brillo. Ya Peruchin habia perdido mucho de su entusiasmo por encontrar la moneda que tanto trabajo daba conseguir y pensaba que el esfuerzo era mas de lo que el caso ameritaba. Sin embargo, no se animaba a darse por vencido frente a los amigos que momentos antes se habian reido de su temeridad. Para disimular su contrariedad sali6 a flote gritando como si hubiese encontrado un tesoro. Los amigos se le arremolinaron deseosos de ver que habfa sacado del fondo. Algunos se alejaron desdefiosos al ver lo que el muchacho tenfa en la mano, pero el segufa diciendo que aquello era una moneda que valfa mas de una peseta y entre todos formaron una algarabfa, unos diciendo que si y otros que no. Don Bartolo habfa levantado la vista del peri6dico y observaba al grupo vocinglero un 'poco molesto por el alboroto que hacfan y sin mucho interes en la causa de tal conmoci6n. Entre los gritos que del grupo salian oy6 que uno de los muchachos decfa tener algo « del tiempo de Espafia». Don Bartolo se interes6 en la cosa y se acerc6 al grupo con animo investigativo. En el borde del desembarcadero habfa unas viejas gomas de autom6vil amarradas con sagas para que las lanchas no tropezaran con el muro y los chiquillos se habfan agarrado a una de ellas. Peruchfn levantaba la mano donde tenia la moneda mientras gritaba, defendiendo la importancia de su hallazgo. Cuando don Bartolo identific6 al poseedor del objeto discutido se dirigi6 a el pidiendole que se lo mostrara. Temiendo que aquel sefior fuera a certificar que su hallazgo no tuviera ninglin valor, Peruchfn se hizo rogar, pero al fin consinti6 en subir al muro y ensefiar la moneda. Don Bartolo la examin6 con cuidado, tratando de identificar las letras que tenia en el horde y la figura que adornaba una de sus caras. Le dio la vuelta y observ6 que en el reverso tenia el escudo de Espafia. Aunque muy borrosa, pudo no tar una fecha: 1766. Aquella moneda habfa vista mucho de la vida de la ciudad. El viejo, con los ojos cerrados al resplandor de la bahfa, le daba vueltas a la moneda lentamente entre su mano y su imaginaci6n lo transportaba a la pequeiia Villa de San Juan de Puerto Rico. ... El dos de diciembre del afio de Nuestro Senor de mil setecientos sesenta y siete Jleg6 a la bahia de San Juan un barco que cuarenta y dos dias antes habfa salido del puerto de Cadiz. San Juan le recibi6 con alborozo y griteria en la que participaba la mas diversa gente. El barco, de nombre «La Magnifica», tenia algo casi para cada uno. En su carga venian encajes, fusiles, he-

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rramientas, papel sellado, barriles de p6lvora, documentos de gobierno y unos dukes de miel que encantaban a la muchacheria. Siete pasajeros venian a aumentar la poblaci6n de la ciudad. Seis de ellos formaban una familia de Malaga con destino a una de las haciendas cercanas a la Ciudad. El otro era un joven abogado, graduado de la Universidad de Salamanca y aprobado por el Real y Supremo Consejo de Castilla para ejercer en Indias. Su nombre era don Fernando Molina Zorrin y venia con cartas de recomendaci6n para varios vecinos notables que habian tenido relaciones comerciales con su padre, recientemente fallecido . Con alguna dificultad se abri6 paso entre los curiosos y contrat6 a un mulato joven y fuerte para que llevara su baul a casa de don Pablo de Leon, en la calle de Santa Catalina, y le sigui6 rumba a su nuevo do~i­ cilio, agradeciendo a Ia: Providencia el feliz arribo. Alla fue recibido con la hospitalidad de esta tierra que tan generosa lia sido siempre con los que Hegan a sus playas sin que preocupen sus antecedentes o los prop6sitos s:iue Ies muevan. Don Fernando, sin embargo, no, venia dispuesto a hacer rapida fortuna. No era rico, pero tampoco era un empobrecido sin escrupulos. Era un hombre de letras y de inquietudes espirituales que habia sentido el llamado del mundo maravilloso de lndias y queria conocerlo, no en plan de explotaci6n, sino ·con la curiosidad algo ingenua del que no esta endurecido por la vida. Don Pablo Leon le recibi6 a la puerta de su casa y luego del apret6n de manos quiso pagar al mulato Mateo por el acarreo del baul, pero don Fernando no lo permiti6 y le alarg6 dos monedas de reciente cufio, lustrosas y atractivas como todas las monedas nuevaS. La reacci6n de Mateo fue de agradable sorpresa al verse tan bien pagado y don Pablo, a quien no escap6 la generosidad del recien llegado, aconsej6 al obrero: «Cuidado con irtelas a gastar en la calle de la Bella Uni6n». Mateo, media socarr6n, le dijo: «Descuide usia, que las guardare para las fiestas». Mientras los sirvientes de don Pablo llevaban el baul a la habitaci6n destinada . al esperado huesped, la familia se congreg6 en la sala para las presentaciones de rigor. La esposa, dofia Isabel, era una mujer menuda, de tez encendida, de facil sonrisa y maneras cordiales. Las hijas, Isabelita y Carmen, se parecfan mas al padre. En contraste con el negrisimo cabello, resa,Itaba su piel blanca, sorprendente cuando se pensaba en aquel sol de fuego que hacfa sudar copiosamente a don Fernando. Sus modales eran circunspectos y casi parecfan timidas en aquel momenta de formalidad que las hacia modificar su natural alegria y buen genio. Se habl6 mucho, se hicieron preguntas, se ofrecieron refrescos y se hicieron planes para asistir a las fiestas que se preparaban para celebrar la proclamaei6n de Su Majestad. El gobernador, el cabildo, el regimiento y los Oficiales Reales pugnaban por hacer la mejor fiesta y se perfilaba una semana de grandes saraos. Don Pablo record6 al joven abogado la necesfdad de present,a r sus credendales ante el cabildo municipal lo antes posible. Esos asuntos se tramitaban con relativa rapidez pero lo mejor era tener los documentos ra-


dicados ante el escribano de cabildo para evitar tardanzas. Posiblemente en Ia proxima reunion del Ayuntamiento se autorizaria su Iicencia para practicar la abogacia. Acordaron comenzar las gestiones al siguiente dia. Lorenza, criada, cocinera y ex nodriza, aviso que Ia habitacion de don Fernando estaba Iista y este se retiro guiado por don Pablo. Dofia Isabel y las nifias se dirigieron al comedor para, sentadas alrededor de la amplia mesa, intercambiar sus impresiones sobre el huesped. A Mateo, mientras tanto, le habia faltado tiempo para llegar a cierta casa de la calle de la Bella Union. La duefia era una mujer robusta, vulgar y boquidura que regentaba un negocio que siempre resulta lucrativo en un puerto de mar. Al oir tocar a la puerta, entreabrio la pequefia cancela de Ia entrada. Al ver que los golpes provenian de Mateo su gesto se endurecio un poco mas que de costumbre y le miro con fijeza a la cara sonriente del mulato. Ya en otras ocasiones habia tenido ocasion de decirle cuatro frescas . Mateo le dijo, en tono amigable: «Si se puede ... », a lo que la mujer le contesto: «Vuelve a la noche, si puedes». «Tengo con que pagar mi pasaje», empezo a decir Mateo, pero no tuvo mas respuesta que el portazo que diera Ia mujer al cerrar la abertura de la fuerte puerta. Disgustado, se dirigio a Ia Marina en busca de Ios compafieros de siempre. Algunos habian reunido algunas monedas descargando el barco y estaban dispuestos a comenzar las fiestas antes de que el pregonero leyera las proclamas del gobernador y del alcalde. Mateo tenia otros planes y solo acepto un trago de aguardiente que le ofreciera uno · de los amigos pero rehuso seguirlos en Ia parranda. Estaba obscuredendo y el preferia otro entretenimiento que estaba deseando desde hacia algiln tiempo. Mateo se fue adond~ vivia su hermana, en un bohfo en el Alto de Santa Barbara. A cambio de algunos favores que de vez en cuando le hada, su hermana le daba de comer, cosa que el aceptaba gustoso, y le daba consejos, cosa que no aceptaba de tan buena gana. Aquella tarde la hermana le sirvio un plato de sancocho y un pedazo de queso de la tierra. Despues de devorarlo, Mateo se sento del lado del barranco mirando sin ver aquel mar espumoso que sin cesar vestia de blanco las rocosas salientes de la costa, apenas perceptible en la obscuridad de la noche que se avecinaba. Entre el mar y el lugar donde estaba sentado Mateo, se distinguia tm fuego debil que el supo identificar como de Ios soldados que prestaban servicio en el Fortin de la Perla. Por un momento le dio Iastima pensar en aquellos pobres muchachos atados a una guardia solitaria y monotona y se reafirmaba en su determinacion de seguir sin rumbo fijo y sin trabajo permanente. Al cabo de un rato volvi6 a entrar a casa de su hermana, se cambi6 de camisa y salio haciendo sonar las monedas que llevaba en el bolsillo del pantalon. Poca gente se veia ya por las calles obscuras de San Juan. Como todo el qile caminaba de noche por las angostas calles, tir6 por el medio, no pa:ra evitar una posible emboscada desde un zaguan, sino para evitar el chapuzon si de piso alto vaciaban algiln recipiente, ademas

por las losetas del centro de la calle se caminaba mejor. Al cruzar Ia calle de Santa Barbara vio, iluminados por la luz de la antorcha que llevaba el sirviente, a Ia familia de don Pablo de Leon de regreso a su casa, seguramente despues de hacer alguna visita. Don Fernando, que les acompafiaba, le reconocio y sonrio al ver su saludo respetuoso. Cuando llego a la casa donde se dirigia, Mateo no tuvo esta vez que tocar a la puerta pues estaba no solo abierta sino iluminada, Io mismo que el interior. Se notaba ambiente de fiesta y sobre las mesas se habian colocado unas cantaras de vino y algunos vasos. Desde el patio se oian voces y expresion~s que hicieron pensar a Mateo: «Marinos en puerta, buenos tercios», y alla se encamino. Horas mas tarde la fiesta seguia en grande. En un angulo del patio cercano al pozo habia una tosca mesa alrededor de la cual estaba un grupo mas alegre de lo debido. Llevaba la voz cantante un marino recien llegado, de mal aspecto y buena disposicion para fiestas. Le acompafiaban Mateo, el alguacil de! cabildo y un cabo de Ios artilleros. Cerca de Mateo estaba Bernardina, muchacha andaluza de buena presencia, aunque un tanto vulgarota y a quien el mulato admiraba sin limite. De vez en cuando el marino rompia a cantar una cancion de dudosa moralidad que hada reir al gmpo y a los vecinos cercanos, pero ocurria que Bernardina podia hacerle segunda en todas sus canciones y ya el marino estaba medio molesto de que la muchacha supiera todo su repertorio y buscaba en su mente alguna · cancion que ella no supiera. El alguacil, que estaba en sus copas, reia y aplaudia que era un contento. Serian tal vez las once cuando frente a Ia puerta se formo un pequefio tumulto. Algunos se abrieron paso para ver de que se trataba , pero el gruno del marino se quedo en el patio oyendole entonar una nueva cancion. De leios se oia la voz de Ia duefia de la casa discutiendo agriamente con alguna persona. Al cabo de un rato, una vez restabledda la tranquilidad en la calle, la mujer, sofocada y aun dando voces, llego al patio seguida de algunos curiosos. -(,Que va a hacer t\ra Lola? -A mi nadie me atropella ni me dice Io que tengo que hacer en mi casa, van a ver. -Y viendo al alguacil y al cabo en Ia mesa del patio camino hacia ellos-. Oigan ustedes , ahi estuvo el dichoso alcaldc provocando un escandalo para perjudicarme y ordenando que se acabe la fiesta porque no tengci permiso para darla y que si lo tuviera tampoco seria hasta tan tarde. A ver si ustedes hacen algo, que bastante a menudo vienen por aqui y siempre se les ha tratado bien. -t\ra Lola -empezo a decir el alguacil-, yo , realmente, tratandose del alcalde, no se si pueda .. . -Ya sabia que de ti no fte podia esperar mucho ; nunca has servido para nada que no sea darte tragos de aguardiente. El cabo si es amigo util, por algo lleva gal ones. -No se preocupe, &a Lola, que yo me encargo de es to - dijo el soldado, envalentonado por las copas y el halago de la ni.ujer, y salio como una exhalacion. · En menos de quince minutos volvia a Ia carrera buscando a la duefia, que se habia sentado en Ia mesa del

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'patlo a caimarse con un trago de vino. Traia un papel en la mano y con la prisa por abrirlo poco falto para que lo rompiera. -No seas bruto, hijo -le dice la duefia carifiosamente, mientras trata de examinar el documento-; cuidado n o se rompa. Tan rapidamente como pudo, el cabo leyo el papel y la mujer se lo agradecio profundamente, mientras ordenaba a Bern ardina que le sirviera una copa. Envalentonada con el documento, la mujer camino hasta el frente de la casa mostrandoselo a todos. Mientras tanto el alcalde habia seguido su ronda por la ciudad, velando por que todo estuviera en orden y paz, las puertas cerradas y los vecinos tranquilos. Al cabo de un rato se encamino a la casa de la fiesta a ver si se cumplian sus ordenes. Contrario a lo dispuesto, vio que la fiesta seguia con mas encendimiento y mas alboroto. Algunos de los celeb rantes, que no cabian en la casa, habian sacado unos bancos y estaban sentados frente al zaguan. El alcalde, morado de rabia, mando Hamar a la duefia y esta salio hecha una leona con su papel en la mano. -c:Que me dice de esto: va a seguir abusando de quien actua dentro de su derecho? El alcalde tomo el papel en sus manos y comenzo a leerlo. Al descubrir que era un permiso de la au toridad militar p ara celeb rar una fiesta estuvo a punto de sufrir una apoplejia. Esa intromision de los militares en asuntos del poder civil se estab a repitiendo con demasiada frecuencia y era algo intolerable. El alcalde sentia la doble humillacion de su persona, ante la desfachatez de aquella gente y de su honroso cargo ante el desprecio de su legitima autoridad, pero tomo la determinacion de que a el no le ocurriria nuevamente. Entrego el papel a la mujer y miro altaneramente a los concurrentes que se arremolinaban en torno a la puerta. El alguacil, que apenas podia tenerse en pie, sonreia como un idiota, y el alcalde le dio una mirada como p ara ponerlo sobrio, pero sin decir palabra se alejo del lugar lentament e, altivamente. Adentro continuaron las risotadas y los cantos. Al otro dia, es decir, pocas horas despues de terminada la fiesta en casa de Na Lola, comenzaron las grandes fiestas publicas de la Proclamacion Real. E l primer acto se celebro en la Catedral y concurrieron todas las autoridades civiles, militares y religiosas. Todos los vecinos notables hicieron acto de presencia, excepto los que est aban en sus hatos o atendiendo asuntos fuera de la ciudad. De los fiesteros de la noche antes ninguno se asomo por el templo y en los bancos separados para el cabildo municipal se notaba el espacio vacio que debia ocupar el alguacil. E l alcalde hizo notar su falta a sus companeros de cabildo y explico en privado la causa de aquella conducta. El dia entero fue de fiesta . Despues de los servicios r eligiosos bubo juegos populares en la Plazoleta de las Monj as y por la tarde bubo lucidas carreras de caballo, donde cada jinete pu gnaba por sobresalir y destacarse frente a los que se congregaban en las esquinas y observaban desde los b alcones. Por la noche bubo fogatas y cantos y en la Fortaleza de Santa Catalina los musicos del Regimiento tocaron hasta despues de las nue-

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ve. Esa noche el gobernador tiro m as de treinta pesos en monedas de plata desde los balcones del Palacio a la muchedumbre congregada e~1 la calle. Como las fiestas eran en dias alternados, al otro dia se trabajo como de costumbre. Era dia de reunion del cabildo y se atenclieron los asuntos pendientes. En esa reunion se tomaron algunos acuerdos que el escribano anoto debidamente. Don Fernando Molina Zorrin presento su titulo de abogado y la h abilitacion del Consejo Real para ej ercer en las Indias y el Cabildo acordo concederle la debida licencia para practicar la abogacia en toda la jurisdiccion de la ciudad. Luego de terminados los asuntos p enclientes el alcalcle presento la peticion para que se enviase al gobernador y capitan general una energica protesta contra los abusos de poder que cometia la autoridad militar en asuntos que no. eran de su incumbencia, suplicando al senor gobernador que si el caso no estaba en su poder para resolver que elevara la debida instancia ante Su Maj estad (que Dios guarde) para que falle en justicia. Luego de retirarse de la sala el alcalde, el cabildo acordo enviar al gobernador la protesta en los terminos expuestos por el. Una vez reintegrado a su lugar, el alcalde propuso y la corporacion municipal acordo, destituir al alguacil del cabildo, por ser hombre viciado y dado a trampas y embustes, nombrando en su lugar a u na persona responsable en quien resiclian las cualidades necesarias del cargo. No h abiendo otro asunto que tratar, el cabildo levanto su sesion. Esa tarde don Pablo de Leon invito a unos amigos a su casa con el doble fin de celebrar la accion del cabildo, habilitando a don Fernando a la vez que le ponia en comunicacion con algunos de los vecinos mas destacados de la ciudad. Algunos fueron solos y otros con sus familias, pero todos eran Cabeza de familia; algunos vestian m as sencillos y otros mas engalanados, p ero todos eran terratenientes. Dona Isabel se habia afanado en la cocina prep aranclo manjares tipicos del pais y don Fernando pudo saborear comidas y confites para el exoticos. Dona I sabel, como madre, claba todo el credito de la cocina a sus h ijas, que no tenian muchos reparos en capitalizar las alabanzas, pues aunque no competian entre si ambas tenian ya el anzuelo en el agua. No tardaria mucho don Fernando en ser¡ tambien cabeza de familia . Aquella tarde Mateo salio de casa de su hermana y cruzo la ciudad clirigiendose hacia la Marina. Al pasar por la Puerta de San Justo vio que estaba de servicio el cabo que habia sido companero de juerga. E l cabo se secaba el sudor de la cara con un gran panuelo verde cuando Mateo pasaba frente al planton, y al verle dio un grito, comun entre sus amigotes: - j Que viva el trabajo ! - j El diablo te ahorque ! - le respondio el cabo, y Mateo corrio r iendose h acia la pequena darsena donde h abia un grupo de h ombres que debian ser sus amigos. Al acercarse pudo ver que su otro companero de la noche anterior , el alguacil, estaba como dando un discurso. Cuando llego adonde estaban pudo observar que el hombre estaba borracho que se caia. Los demas asentian a lo que el decia, pero ya estaban cansandose

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del pobre diablo que repetia y repetia c6mo toda su desgracia se la debia al aguardiente. Mateo se enter6 entonces de su destituci6n y de su publica humillaci6n, que habia sido coronada par su mujer, que lo puso de patitas en la calle. En el estado en que se encontraba el antiguo alguacil, es facil pasar del llanto a la risa y de la risa a la pelea, y eso fue lo que pas6 a aquel desgraciado. Primera se lamentaba hasta que las lagrimas le rodaban par las mejillas, luego empez6 a hacer chistes groseros de las concejales, para terminar retando al mundo entero a pelear. Los amigos optaron par dejarlo solo y se fueron a sentar bajo un arbol cerca del desembarcadero. Mateo se puso a contar las experiencias de la noche anterior y de la magnifica fiesta que habia dado Na Lola en su casa. Las compar6 con las que la noche siguiente se habian celebrado en varios lugares, resaltando lo muy superior que habia sido. Otros contaron alga de las actividades que habian presenciado mientras todos disfrutaban del fresco de la bahia. Al cabo de un rato uno del grupo sac6 unas barajas un poco maltrechas par el uso y propuso una jugada. Todos aceptaron menos Silvestre, que nunca jugaba, y Damian, a quien todos tenian par sopl6n. Este ultimo se alej6 del grupo mientras las demas se entretuvieron en su juego. Ganaban y perdian, pero siempre cantidades pequefias. De pronto Silvestre levant6 la vista y sali6 corriendo a la vez que daba la voz de alarma : - j La Autoridad ! El grupo se dispers6 coma movido par un resorte comun. Mateo hubiera corrido con las de adelante, pero sabre una piedra habian cinco monedas que estaban en juego y entre ellas brillaba una de nuevo cufio que el no estaba dispuesto a dejar caer en manos, o en bolsillos, de ÂŤla autoridadÂť. En su prisa par rescatar la moneda al mismo tiempo que se daba a la fuga, tropez6 y estuvo a punto de perder el balance. En el mismo instante en que su mano se cerraba sabre la moneda sinti6 el impacto, frio y caliente a la vez, de un sablazo recibido de plano un poco mas alla de la espalda. Como electrificado, se incorpor6 y se lanz6 a la carrera sin reparar que frente

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a si no habian mas de dos metros de tierra firme. Par lo rnenos tres serian las metros de vacio que salv6 antes de romper Ia quietud del agua, que en aquel momenta reflejaba en pequefiisimas alas la luz del sol que se silueteaba par Palo Seco. Aun en el agua sus pies continuaban automaticamente las movimientos del que corre desesperadarnente, hacienda que su cuerpo se hundiera en aquellas aguas no muy profundas. Toc6 fondo, le faltaba la respiraci6n y chapoleteaba coma un desesperado. Su cuerpo se arqueaba y luchaba par recobrar la superficie. En su desesperaci6n abri6 las rnanos para irnpulsarle hacia arriba y su preciada moneda se precipit6 al fondo revuelto de la bahia. Un segundo bast6 para que Mateo se supliera de aire al asomar la cabeza a la superficie y para que viera el comite de recibo que le esperaba en el horde del muro. Mas rapido esta vez, volvi6 a zabullir, dirigiendose rapidamente a las manglares e islotes al este de la bahia. Sin rnoneda y sin respiraci6n vino a recalar par el Charco de las Brujas, donde se sent6 a recobrar el aliento y a pensar lo poco que duran las buenas rachas en Ia¡ vida. Casi ensimismado par las cambiantes reflejos del agua, se dejaba secar la ropa antes de tomar el camino de la Puerta de Santiago ... Casi ensimismado par las cambiantes reflejos del agua, don Bartolo Mercado le daba vueltas a la moneda lentamente entre sus manos mientras su imaginaci6n contemplaba la pequefia Villa de San Juan de Puerto Rico. Peruchin miraba a aquel hombre, ya casi anciano, y observaba la expresi6n de arrobamiento que daba a su rostro una expresi6n de gentileza que no habia notado antes. Su impaciencia, sin embargo, se impuso y toc6 a don Bartolo en la mano pidiendole su moneda. Este, vuelto en si, le propuso comprarsela y rnientras el muchacho volvia satisfecho donde sus amigos, don Bartolo se encamin6 lentamente a su vieja casa, a su viejo patio, donde lo esperaba el c6modo sill6n al lado del jazminero que bordeaba con sus debiles rarnas el antiguo pozo de agua.

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Sentires de Don1ingo Mar1·ero Por JosE FERRER CANALES

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El Centauro: Persona y pensamiento de Ortega y Gasset,., pas6 el humanista Domingo Marrero Na-

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varro, para quienes desconocieran su egregia personalidad, del piano de la anonimia al de los autores clasicos puertorriquefios. Don Jose Medina Echavarria, el doctor Raul Roa, Francisco Manrique Cabrera, Maria Teresa Babin, la doctora Mariana Robles de Cardona, Luis Hernandez Aquino y otros destacaron la significaci6n que tiene esta obra para la historia de nuestras letras y nuestras ideas. Uno de los ensayos que integran esta obra, el primero, mereci6 un premio de! Ateneo Puertorriquefio. Considerare siempre coma una de las noches mas felices de toda mi vida aquella en que le oi a Marrero leer con emoci6n un fragmento de aquel ensayo en el Ateneo en aquella publica consagraci6n. En unos apuntes a raiz de la muerte del profesor y amigo, he querido destacar, aunque superficialmente, alga de lo mucho que para los j6venes de mi generaci6n simbolizaba el: era a modo de un Jose Enrique Rado boricua, menos esteticista que el uruguayo, con una formaci6n y una vision filos6fica de que careci6 el artista y meditador de Ariel y Motivos de Protea, y nutrido de un mensaje social y humano perfectamente adecuado a las demandas revolucionarias de nuestra critica epoca hist6rica y de las circunstancias puertorriquefias. Era un maestro de palabra lucida, un patriota dentro de la tradici6n y huella de Betances, Hostos y Jose de Diego -la que busca el logro de la soberania del pueblo, la independencia nacional. Era un profesor de juventudes, un tallador de almas . Pensador, le debemos el mejor y mas completo libro que conozco sobre Ortega. Era tambien un ministro de. Dios, cuyos sermones nos acercaban mas a J erusalen que a Roma . Paradigma de virtudes, dije, honr6 la catedra, el pulpito, la universidad y la patria. Lo humano cordial, afectivo, y el humanismo cristiano tuvieron en su acci6n y en su pensamiento, perfecta encarnaci6n y sim* El Cent aura: Persona y pensamiento de Ortega y Gasset (lmprenta Solte~o, San Juan de Puerto Rico, 1951).

bolo. Pude haber dicho, rememorando las frases con que Jose Marti cierra su ensayo sabre el maestro Cecilio Acosta : « i Y cuando el alz6 el vuelo tenia limpias las alas!» Ahora he vuelto a leer El Centauro, pero no para ver espedficamente a Ortega y Gasset a traves del prisma de Marrero; no para seguir las etapas y rutas de la filosofia de quien, desde su Catedra de Metafisica en la Universidad de Madrid y en ensayos coma Meditaciones del Quijote, La rebeli6n de las masas, El tema de nuestro tiempo y otros libros nos fue dejando la esencia de su pensamiento, fue elaborando su concepto de perspectivismo, el «Yo soy yo y mi circunstancia», la cultura coma sistema de ideas vivas y, entre otros, su criteria polemico sabre las masas. Voy buscando mas bien lo que Marrero nos dej6 de si, sus sentires, sus razones cuajadas, hechas ya sentimientos. Y esto es lo que quiero subrayar en estas paginas. La impresi6n primera que deja El Centauro es que su autor es un hombre movido por la justicia. Juzga, con Ernst Robert Curtius, que Ortega es «uno de los dace pares de! intelecto europeo». Ve al fil6sofo espafiol junta a Unamuno coma representante del genio hispanico en la tarea de aclarar el significado, la constelaci6n de ideas fundamentales de nuestro tiempo. Estima que nunca, desde la Academia griega -e incluye a Henri Bergson-, la filosofia habia hablado una lengua mas poetica que en Jose Ortega y Gasset. Alabando el lirismo y la claridad del pensador madrilefio, llega al elogio de! ensayista y del pensador-poeta: «'Altura de intenci6n, metafora aut6noma, chispear fino. Todo ello en severo cuanto apacible, luminoso continente castizo». Lo sigue en su formaci6n, en sus creaciones, en lo que llama «la biografia de su vuelo», en sus triunfos intelectuales. Pero -he aqui la justicia de que hable-, Marrero, que ama entrafiablemente a la Espana esencial y eterna, evoca la Guerra Civil, la pugna del verdadero pueblo espafiol en una de las horas mas intensas de su historia y otros aspectos de la vida y apunta:

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... debemos tambien ver de cerca el contorno del anca del Centauro. lOue advertimos? Su falta de sensibilidad para el dolor del pueblo, para Ia agonia de Ia masa obrera. Su soberbia; a veces, hasta su vanidad y coqueteria, y, sobre todo, su falta de estamina cuando Ia hora demandaba vertebra viril y no racionalismo embalconado. Ortega remata el ensayo Del imperio romano, afirma Marrero, «Con la mas inusitada y despreciable de las coqueterias». Y esta es, aclara el puertorriquefto: «el cooueteo con Ia Iibertad». El escritor nuestro es, en segundo termino, un pensador independiente; es decir, tiene sus radicales criterios propios. No es un simple divulgador del pensamiento sistematico o asistematico de otros. Por eso tiene raz6n el soci6logo Medina Echavarria al explicar que El Centauro es «el libro de un fil6sofo sobre un fil6sofo». Va aqui hasta las raices de Ia vida y del filosofar de Ortega. En 1939 estuvo en Alemania -en Leipzig y Berlin-, cotejando datos que explicasen las influencias germanicas en Ortega, y a Ia Iuz de aquellas investigaciones hist6ricas, puede contradecir al propio Ortega y Gasset en cuanto a su formaci6n y en cuanto a las influencias recibidas en Alemania. Ejemplo: al sostener que no puede dar total credito a Ortega cuando este evade el contacto con el pensamiento de Guillermo Dilthey, acerca de quien escriben el mismo Giner de Ios Rios y don Manuel B. Cossio. Los comentarios de Marrero sobre Ortega, Nietzsch e. Kant y Dilthey; sobre Ia subestimaci6n de Ia nrofundidad de Personas, obras, cosas, debido acaso a su estilo de juventud, sobre Ia madurez revelada en las Meditaciones del Quijote -una de las cuales, cree con Jose Gaos, podria titularse Ensayo de una teoria de la realidad y la filosofia-, evidencian Ia independencia de juicio con que nuestro Marrero se acerca a Ios problemas filos6ficos, hist6ricos y Iiterarios. Tambien Io evidencia el rechazo que hace el pensador puertorriquefio del criteria de Ortega acerca de Ia superioridad de lo germanico sabre Io meridional. «No hay tales nieblas Jatinas ni tal claridad germanica. Son distintas claridades.» Y suma Marrero: « Estos escamoteos carecen de un serio fund am ento empirico». Propane el puertorriquefio, a demas, que Ilamemos perspectivismo personalista a Ia filosofia de Ia perspectiva en Ortega, y coexistencialismo orteguiano a Io que algunos criticos y el mismo Ortega denominan raciovitalismo. Aunque el ensayista hisp anico no escribi6 un Iibro con el titulo como Concepto de vida, Marrero nos d a t ambien - y este es otro de Ios m eritos de SU interpretaci6n-, Io que estima algunas de las categorias de vida en el profesor de Metafisica. «Advertimos - explica- que Ortega ha hecho como esas firmas norteamericanas que envian casas desensambladas por correspondencia, y hasta a plazas para montarlas a domicilio.» He aqui la proposici6n de Marrero como serie categorial de vida en Ortega : autoconciencia, intencionalidad, quehacer, circunstancia, decisi6n, futurici6n, imaginaci6n, posibilidad, preocupaci6n, creenda, tiempo e historia . Bastarian esas indicaciones para prob ar que Marrero no es un sencillo divulgador o s6lo un

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habil expositor sino un hombre que piensa con entera independencia de juicio. Patriota y maestro, cementa sobre el sentido verdadero de Ia palabra democracia. No acepta Ia frase «una degeneraci6n de Ios corazones» con que Ortega alude a esta en su ensayo Democracia morbosa.. Marrero ve en esa frase orteguiana sencillamente un reflejo de prejuicios aristocraticos y minoritarios, y del resentimiento aprendido por Ortega en Federico Nietzsche. No encuentra en el ensayista espafiol el verdadero esfuerzo por desentrafiar Ia espiritualidad y la profundidad que subyace en Ia idea de Ia democracia. Y entonces define Marrero en estos terminos: La democracia no es s6Io orden politico. La democracia es posici6n global ante Ia vida. Es una actitud profunda e integral. Prefiero definirla como una filosofia de vida basada en el respeto a Ia persona como tal persona, y una tecnica de acci6n social, que reclama la participaci6n voIuntaria de los miembros de un gmpo social en Ia tarea de crear una vida mas noble y mas feliz. La democracia representa un reto a Ia persona y a Ios pueblos para realizar en la persona y en las circunstancias Ios ideales de Iibertad y de justicia por Ios que clama nu estra alma cuando sabe que una Iibertad sin justicia no es libertad, y que una justicia sin Iibertad es vada. Le duele a Domingo Marrero que Ortega, que desde otros angulos ha postulado una teoria antropol6gica reveladora de un profundo respeto por la persona v por el espiritu, carezca de Ia simpatia necesaria para entender el dolor y el espiritu del pueblo y el sentido · verdadero de Ia democracia. Este es otro modo d e sintetizar algunos juicios del escdtor boricua sobre La rebeli6n de las m asas. Porque para este, Ortega no aclara si su concepto de hombremasa es de caracter e.tico 0 de caracter social , 0 si es s6Io una «Valoraci6n intelectual». Hay transparencia y verdad sociol6gica en Ia posici6n de Marrero : Se puede ser masa intelectual o eticamente hablando y pertenecer a Ia aristocracia sodal. Se puede ser masa en ciertas zonas de nuestra personalidad y elite en otras. Pero, sobre todo, se puede facilmente confundir ese ir y venir de unas multitudes que a Ios ojos desinteresados y poco amorosos del Espectador constituyen una comunidad masa, cuando en efecto, en esas masas esta una burguesia que explota y un proletariado explotado ... Ortega no alcanza, nos dice, a recoger las quejas del pueblo sufrido. Las verdades del hombre de la calle no Hegan al ambito del profesor de Metafisica. y SU ensayo sociol6gico, afirma, tiene el defecto de pretender un analisis con prejuicios individualistas y burgueses y difunde un concepto imprecise de mas a. «Su concepto - concret a- , es injusto con el proletariado, y ajeno a su realidad.»


Senffmos-, l'eyerrdb· Et C'entauro, que el alma de Marrero vibra mas cerca, esta mas en armonia con la de Miguel de Unamuno -re.l igiosidad, fe, intuici6n, paradoj a-, que con la de Ortega y Gasset -metodo, raz6n y vida, severidad lineal-. De Marrero es precisamente este apotegma: «El problema del hombre es racionalmente insoluble. Y no es la raz6n, sino la paradoja, la que nos puede conducir vereda adentro». Un apotegma que pudo haber suscrito como suyo el sabio Rector de la Universidad de Salamanca. A Unamuno, cree, le debe Espana mucha de su religiosidad. Al aludir por contraste a estos dos maestros de la juventud hispanica, al madrilefto y al vasco-salmantino, al de las paradojas y al de las metaforas, ademas de evocar lo que sobre ellos apunt6 Joaquin Xirau en su hermoso libro sobre don Manuel B. Cossio, recordamos otros comentarios de Domingo Marrero sobre Espana y algunos de SUS mas altos valores humanos y literarios. Para el puertorriquefto, Gald6s y don Francisco Giner fueron los espiritus «mas ag6nicos y finos, espiritualmente hablando, de todo el siglo .XIX espanol». Cossio fue un alma evangelica. La Vida es Sueiia esta a la altura del Discursa del metacla, de Descartes, en cuanto al planteamiento del problema de la realidad y la certidumbre; El Candenada par descanfiada, de Tirso, aborda el problema de la predestinaci6n, libertad y gracia como pocos tratados teol6gicos; y El Quijate es «el mas autentico documento para precisar la altura y profundidad del pensamiento filos6fico espaiiol del siglo XVI». Alaba el refranero popular espaftol y la mistica -aquel, expresi6n del estoicismo senequista, y esta, otra ruta del saber filos6fico. Cree que el alma de Espana es tolerante y democratica y que su cultura es, fundamentalmente, antropocentrica. ?Que mas nos enseiia Marrero al margen de su biografia critica e interpretaci6n de Ortega y Gasset? Nos hablara de algunos de SUS temas mas caros : la filosofia, la religi6n, Dios, las limitaciones de la raz6n y la ciencia, la persona, el espiritu, la paradoja del hombre finito con aspiraciones infinitas. Sobre la raz6n recordara que, aunque llega un instante en que ella se detiene, la vida no termina, sigue su curso y, como vimos oportunamente en un aforismo del pensador puertorriquefto, la vida es racionalmente insoluble. No puede tener Marrero, como los hombres del siglo XIX materialista y antimetafisico, una fe total, «mesianica», en la ciencia y en las investigaciones cientificas. La filosofia le parece inevitable y el hombre creado para plantearse, ver y desentraftar enigmas y problemas : «Cuando ve un asa suelta, su mirada busca el an.fora. Un arco trunco le hace buscar un completo desai:rollo». Y entre todos los problemas, dos solicitan eternamente la atenci6n del hombre: el de si y el de Dios. La filosofia aspira a la visi6n integral, tiene sed de ultimidades; y, aunque inexacta, es suficiente. Por eso esta mas cerca del coraz6n de la vida humana que la ciencia misma. Filosofia y religi6n se parecen en que los dos saberes calan, buscan el sentido profundo, intimo de la vida total. Nacida una en Grecia, la filosofia, carece, sin embargo, de aquella seguridad, de aquel refugio que proporciona la religi6n, porque Dios

es ta en ef centro m i'smo d'et cosmos ct'el' reiigi'oso, ordenandole sus rumbos, orientandole, guiandole. Cuando la filosofia es «Soledad insegura», «esfuerzo hazaiioso», la religi6n viene a ser «6leo suave y lleno de gracia que desciende sobre nosotros». Conocedor de la psicologia y la historia, desde su angulo cristiano, Marrero ensefta: «Todo hombre culto, preocupado por las interrogaciones radicales, tarde o temprano tiene que comparecer ante el altar». «A Dios -explica- se le conoce, como en Emmaus, cuando caminamos con El. Los ojos embargados, el coraz6n tardo, y la visi6n nublada se esclarecen cuando andamos con El.» A prop6sito del hombre religioso, afirma poeticamente: «Cuaja en su vida un estetico temblor que intuitivamente le abre caminos a traves del misterio» . La persona, dira, es el ser de mas posibilidades, y la existencia personal, a modo de un fluir cuya esencialidad radica en el poder venir, llegar a ser. La gran paradoja del hombre consiste en que siendo este un ser finito, con limitaciones, vive con aspiraciones infinitas. El hombre coexiste, convive; no existe para el s6lo: «Se es mas hombre en tan to se es mas generoso». Un dia se vislumbra en el hombre el espiritu, que crece con la conciencia y con la libertad. Una liberaci6n, un crecimiento espiritual, una gesta a que alude con versiculos del ap6stol San Pablo en Epistala a las Carintias y que ha sido descrita como la ascensi6n por una ruta de santidad. Domingo Marrero cita con frecuencia a Isaias y a Jeremias, signos del profetismo de tono social. En el Evangelia de San Lucas encuentra la protesta social de Jesus. Gusta de recordar estas afirmaciones del Maestro de Nazaret: «El que quiera ir en pos de mi nieguese a si mismo ... y sigame». «El que busca su vida la perdera, mas el que perdiere su vida por mi causa la hallara». Refierese al Mestro con estas sencillas y poeticas frases: «La evangelica sandalia de Jesus ... , hebrea sandalia, val.i ente y gentil que iba hermoseando el sentido de toda la vida». Halla estimulo y consolaci6n en los liricos Salmas de David y en las Epistalas de San Pablo. Y sintetiza lo que para el representa la Cruz afirmando que esta es libertad, posibilidad y victoria. La prosa de Marrero es conceptual, cargada de sig· nificaci6n y sugerencias. Y la idea y la belleza formal se aunan para darnos en el otro principe del ensayo, que pertenece, por la hondura de su filosofar, por el lirismo de su palabra, y por la calidad estetica de su estilo, a esa categoria de creadores y meditadores que la critica denomina pensadares-paetas. Asi es su visi6n del Creador: «Dios es poder y sentido moviendose a traves de la evoluci6n creadora en el cosmos; pero es, a su vez, un coraz6n paternal que se mueve en los caminos de la historia con prop6sitos redentores». Dira en otra ocasi6n: Toda la vida es igualmente santa. Savia de Dios corre por las arterias del universo. Y si bien es cierto que esa savia se hace capullo, flor y fruto en los actos especificos de adoraci6n; no es menos cierto que ella corre en la entrafta de toda la creaci6n, como Ia savia . . . por la mata antes de reventar en rosa.

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No solo la idea y la forma de belleza emocionan al oyente o lector de Marrero. Tambien, el tono de la voz. La palabra escrita cobra la virtualidad de la voz hablada y el libro habla como el hombre y no el hombre como el libro. Un ejemplo al azar: El hombre es posibilidad pura. El hombre vale, no por lo que es, sino por lo que puede llegar a ser. Vale, no por el sentido de su propia justicia 0 de SUS propios meritos. Vale pecador como es, no por su pecado. Vale amarillo como es, no por su raza. Vale desamparado como esta, no por su desamparo. Vale porque es en esencia posibilidad de ser. Vale porque es persona. Y la patria, Puerto Rico, esta siempre presente en su espiritu de pensador, artista y critico. El nombre de Eugenio Maria de Hostos aparece mas de una vez en su obra El Centauro. Y antes de iniciarnos en el estudio de los temas abordados por Ortega y Gasset en el curso Sabre la epoca de Galileo en 1933, en la C:itedra Valdecilla, compara la experiencia y emocion intelectual

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vivida por el ensayista hispanico con la del viajero que llega a las alturas entre Cayey y Salinas: Hay cierto lugar en las alturas entre Cayey 'Y Salinas en que, de pronto, se nos escamotea el panorama nortefio de la Isla para ofrecersenos, como una vision esplendida y luminosa de azul y verde, el paisaje todo de la costa meridional. En algunas paginas de El Centauro su autor alude lit las almaJS de una sola pieza y a las que van por el mundo dejando autenticas claridades. El catedr:itico, teologo, abogado y ensayista es una de esas almas diafanas que dejan huella de sabiduria y luz, porque son almas de una sola pieza. Su libro fundamental, ademas de ofrecernos una dimension vertical y horizontal de la vida y el pensamiento de Ortega y Gasset, nos revela algunas virtudes y temas constantes del noble pensador puertorriqueiio: la justicia, la honradez intelectual; el interes por la persona, la filosofia y la religion; el mensaj e cristiano; la defensa de la democracia, el pueblo y los autenticos valores hispanicos y, en cierta medida, el alma de la nacion que amo, honro y a la que consagro lo mejor de su ser: Puerto Rico .

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Exposici6n «La Arquitectura Colonial en Puerto Rico»

28 DE MAYO QUED6 INAUGURADA EN EL INSTITUTO Cultura Puertorriquefia una exposici6n sabre «La arquitectura colonial en Puerto Rico». Esta incluia mapas, planos, dibujos arquitect6nicos, maquetas, y algunos ejemplos de los elementos caracteristicos de la arquitectura colonial, tales coma: herrajes, puertas, balcones y azulejos. La arquitectura colonial presenta en Puerto Rico, al igual que en otros paises de la America espafiola, modalidades especiales impuestas por las peculiares drcunstancias geografi.cas y culturales. Nuestros arquitectos de ayer -en su mayor parte espafioles- supieron adaptar sus conceptos esteticos y constructivos a las condiciones ambientales de Ia Isla, al disefiar estas edifi.caciones que hoy, con orgullo, conservamos com6 valiosos exponentes de nuestro patrimonio hist6rico-cultural. La exposici6n se dividia en siete secciones. La primera estaba dedicada a la historia del crecimiento de la ciudad de San Juan desde su establecimiento en su sede actual, en el afio 1521, hasta su maximo apogeo arquitect6nico, a fines del siglo XIX. Mediante grabados, planos y fotografias se ilustraban el crecimiento y desarrollo de la ciudad capital. La segunda presentaba la arquitectura militar. En esta secci6n, · con fotografias, grabados y planos se ofrecia una vision panoramica del desarrollo de las edifi.caciones militares en San Juan, desde las torres de la Fortaleza hasta la terminaci6n del Castillo de San Crist6bal. La tercera secci6n de la exposid6n presentaba una visi6n de la historia de la arquitectura r eligiosa. En esta abundan los planos de las iglesias pueblerinas del siglo XIX, asi coma fotografias y grabados de los principales ejemplos de nuestra arquitectura religiosa de los siglos XVI, XVII y XVIII. Destacabanse las salas g6ticas de la Catedral y el crucero de la Iglesia de San Jose. · La cuarta secci6n estaba dedicada a la arquitectura dornestica en San Juan y en otras ciudades del pais. En ella se incluian planos para la construcci6n de edi-

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Secci6n de Restauraci6n de Monumentos Hist6ricos.

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ficios en la ciudad de San Juan. Tambien se exponian maquetas de algunas de las principales casas de la ciudad capital, asi coma herrajes de puertas, tipos de balaustres usados en los balcones, rejas y escaleras de las casonas del viejo San Juan. La quinta secci6n presentaba la historia de la arquitectura civil en Puerto Rico. Esta secci6n incluia pianos, dibujos arquitect6nicos, fotografias y maquetas de algunos de nuestros principales edificios publicos de San Juan, tales como la Intendencia y la Fortaleza; y algunas casas alcaldias de otras poblaciones. La sexta secci6n estaba dedicada al programa de conservaci6n y restauraci6n de monumentos hist6ricos que patrocina el Instituto de Cultura Puertorriqueiia. En ella se presentaban los pianos y dibujos de algunos de los edificios que han sido restaurados, asi coma las maquetas de algunos de estos edificios. Entre los proyectos de restauracion se destacaban el del Castillo de

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San Jeronimo, el de la Iglesia de Porta Coeli, el de la Casa del Callej6n, el de la Casa de Cristo 200, el de la Casa de las Navajas y el del Convento de las Carmelitas. ~a septima secci6n estaba destinada a presentar el uso del azulejo en la arquitectura colonial. En la misma se presentaban muestras del azulejo, desde los de cuerda sevillanos us ados en la casa de Juan Ponce de Leon, en Caparra, hasta los de Delft y Cataluiia que ornamentaban las contrahuellas de las escaleras y las mesas de los altares y las cocinas de las casas de San Juan. La exposici6n estaba dedicada a nuestros arquitectos de ayer y a nuestros arquitectos de hoy -particularmente a los j6venes- con la esperanza de que les sirva para recordar nuestra experiencia · arquitect6nica de cuatro siglos y de inspiraci6n en el desarrollo de una arquitectura moderna puertorriquefia.


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Secci6n Arquitectura Domestica.


Seccion de Arquitectura Militar.

Seccion de Arquitectura Religiosa.


Palabra y creacion poetica Por JOSE A. TORRES MORALES

CON BASTANTE FRECUENCIA. SUCEDE QUE AL LEER SUCEDE un libro de poemas, algunas de las composiciones incitan la atenci6n del lector en forma peculiar, de suerte que tales composiciones, o algunos versos o frases, quedan sonando en la intimidad del lector por largo tiempo. Suc,e de tambien que este o aquel poema es un reto, un reto a la sensibilidad que vuelve sobre el una y otra vez, porque siente el lector que alli, enredado en los versos que ha leido, el poeta ha dado en la clave de lo que podriamos Hamar Ia esencial autenticidad lirica. El acto creador, esa tension peculiar que suponemos en el poeta al concebir su obra, la volvemos a encontrar ahora en las filas de palabras, en los grupos de versos y en las imagenes convertidas en poema. Y sabemos que el mismo tema pudo haberse desarrollado o expresado de otro modo, que pudo haber seguido otro i:'umbo. Tai ·vez lo hemos encontrado reiteradamente tratado en otras lecturas recientes . Pero aquel camino, esta manera con que tropezamos al leer la composici6n, nos convence intimamente del acierto alcanzado; porque hallamos una suerte de natural adecuaci6n en todos los e!ementos que integran el poema. Como si una ley interna le ofreciera una unidad superior a las partes, conformando asi la imagen total de la composici6n. Y cada vuelta al poema es un redescubrimient.o, una experiencia que enriquece las anteriores, pues la lectura reiterada reafirma y expande aquella primera toma de contacto con el orbe poetico trazado por el artista. En ultima instancia la creaci6n poetica se da en ese hecho particular y unico que se llama el poema; y mas aun, en aquel 'pareado, en aquel terceto, en aquel grupo de versos que parecen ser la cristalizaci6n ultima de la belleza ; como si la inspiraci6n, rodando desde el espiritu del poeta a la linea de versos, recalase finalmente en una especial condensaci6n lirica. Imagenes como flecha en el blanco, predpitaci6n o decantaci6n poetica, logro poetico, han servido para expresar lo que se intenta decir en este momenta.

Al volver una y otra vez al poema, no solamente atendemos al efecto total del conjunto, que resuena coma una melodia completa, sino que comenzamos a detenernos en algunos pasajes de la obra, en esta 0 aquella metafora, en este o aquel verso; tal vez en un vocablo particular sobre el que se apoya toda una experiencia lirica; y comenzamos, sin formularlo, a interesarnos por la estructura misma del poema; a recorrer la ondulaci6n de sus partes, a seguir el curso que la inspiraci6n ha trazado desde el primero hasta el ultimo verso. Y por ahi se inicia la consideraci6n del acto creador, no solamente como experiencia de un lector ante una obra acabada y fija en una hoja de papel, sino igualmente el camino recorrido por la inspiraci6n del artista, el proceso mismo que acompafi6 a la aventura poetica y que diera como fruto final el poema que leemos. Y cobramos conciencia de! poder incalculable que es la palabra cuando pasa por el tamiz de un poeta ; y c6mo la palabra es un ente misterioso que guarda algo de lo inesperado por la virtud de la sensibilidad del artista potenciador de esa materia dinamica que es la lengua. Pero en vez de proseguir esta breve consiqeraci6n te6rica, mas propio seria volver la atenci6n a dos poemas en los que esa primera lectura se ha impuesto por su fuerza lirica. Uno de ellos aparece en el C~iaderno de poemas titulado Celajes (1959), de Laura Gallego; (1925) el poema cuyo primer verso dice : «En la ap;retada borra de la tierra ... ». El otro, pertenece a quien se le ha rendido merecido homenaje en este afio, a Julia de Burgos (1916-1953), de su libro Poema en veinte surcos (1938), el consagrado al «Rio Grande de Loiza». En la lirica puertorriquefia, como en toda lirica, recurren ciertos temas ejes, tradicionales, que los poetas de diferentes epocas y escuelas han ido enriqueciendo de generaci6n en generaci6n. Temas como la patria, el amor, la isla -la poetizaci6n de su cuerpo y de su alma-, la flora, las gentes; o aspectos mas restringidos, como una flor, un arbol, un sentir, una tristeza, existen

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como realidades cotidianas y tambien como puntos de gravitaci6n lirica. Justamente los dos poemas seleccionados recogen, por un extrema, la poetizaci6n de la patria en su visi6n total, en su cuerpo tendido y recien descubierto; y, por el otro, la poetizacion de una de sus peculiaridades geograficas -un rio mencionado de tiempo en la geografia insular- y elevado a la calidad de simbolo en los apasionados versos de Julia de Burgos. Ambas son maneras de acercarse a esa realidad que es la realidad puertorriquefia que, mecida por el entrafiable carifio de sus hijos, la sienten s4ya y la devuelven transformada por la magia de la palabra. Veamos primeramente el poema de Laura Gallego. El nacimiento del perfil de la patria surge de una forma indecisa, como desde una primigenia creacion. «En la apretada borra de la tierra / la piel minima y nifia de las matas ... » El despertar se anuncia fresco; las cosas empiezan a cobrar su precision. El instante es, segun la poetisa, «un perfume distendido de silencio amoroso en la mafiana». El corazon es planta magica: «To cad a del cristal del aire nuevo». El contraste entre la «apretada borra» y esta cosecha de imagenes frescas, asegura la emocion de ese despertar que instaura la tension lirica; ese asombro que apunta hacia la clave del poema. La inspiracion busca aprehender la esencia de la patria. El poeta se lanza a la casa de esas sefiales de alto contenido lirico. Y la inspiracion da con el pleno sentido de la patria en un verso sintesis de la bl'.1squeda:

La escala sigue otro rumbo. Ahi quedan Ios frutos y las aguas y las nostalgias y las semillas. Pero la sensibilidad poetica va cercando mas y mas el objeto total, la patria en su amplitud . En un nuevo viraje de inspiraci6n el poeta akanza otro plano. Y vuelven las imagenes a estremecer el espiritu avido de la visi6n de la isla. Y Began las palabras coma lomas «en soledad de cima muy enana»; y esas lomas las arrulla un batir de «aire de palomas» y las define una tala verdisima:

Palabras levantadas coma lamas en soledad de cima muy enana, par donde bate un aire de palomas y una tala verdisima se cuadra. Se completa esa escala que invoca «los vientos grandes, I limpios, sacudiendo chiringas y guajanas». El final del poema resume esa fruteza anunciada al principio de la escala. Ahora la calidad de la palabra no es el color, ni la dureza, ni el sabor. Es simplemente la hermosura:

Palabras tan hermosas que te digan hechas de ti, perfil de verde patria. Palabras tan hermosas como la esencia misma que las inspira; levantadas en SU mas clara limpieza. No son palabras extrafias, no, sino

crecidas desde ti junta a mis ojos en un asombro de dmbito infinito, buscando una fruteza de palabras.

y sentidas carne adentro como delgados estoques,

clavadas coma espinas de esmeralda ... «Fruteza de palabras ... »; cosecha de palabras; vendimia de palabras. Hermoso vocablo; acertada voz para dar con la riqueza creadora de la poesia. «Fruteza», voz que no esta recogida en los diccionarios a la mano; palabra intuida para intuir tambien la patria; huerto generoso que se abre en el cuerpo mismo del poema. Ahi radica la fuente, el surtidor lirico que va a desplegar el poema en el resto de sus versos. En este punto el poema entra por el camino real de una escala de palabras ; por una escala de realidades afectivas sustentadas en realidades cotidianas. El mundo de la poesia es el mundo de esas palabras que nacen donde el poema nace y que concretan la vision lirica de la isla. El poema se torna en un movimiento de vocablos que hablan de nuestra realidad. Asi, el desfile recoge palabras dukes y rojas de ansias coma la fruta del cundiamor. Y, cambiando la textura, tropezamos con palabras « duras y tenaces y agrestisimas coma la entrafia dura en la guayaba». Notese la forma intensificada de esa entrafia de guayaba: duras, tenaces, agrestisimas. Mas adelante habla de palabras liquidas «de agua diafana de cocos», en pura transparencia. Palabras hechas de nostalgia al hilo de la infancia, en donde el amarillo del mango trae un raro tinte de memorias: «Y mangos amarillos de la infancia»; palabra muelle en el «terciopelo rosa de quenepas».

Desde esa duke herida entona el poema, su frase final, para dar cima al canto entero y total, unico abarcador, subrayando en los ultimos versos la perfecci6n misma del canto; expresado simbolicamente en una apretada enumeracion de formas exactas:

para cantarte una canci6n redonda coma el lim6n, el mar y las maracas. Volvamos ahora la atencion al poema de Julia de Burgos. Nos imaginamos a Julia de Burgos contemplando en varias ocasiones la herida del rio corriendo hacia el mar. Nos la imaginamos, igualmente, escuchando las voces que ese rio levantaria en las zonas mas profundas de su alma ; hasta que un dia de esta contemplaci6n y este conocerse brotaria el nuevo rio, la nueva corriente hecha de versos al Rio Grande de Loiza. Seria entonces el gran encuentro de la poetisa con el rio, encuentro frente a frente en un entendimiento de la mas alta comprension espiritual... Asi se afirmaria mas la cercania de ella con el rio, cultivando una carifiosa, una generosa intimidad. Y en ese encuentro vislumbraria Julia de Burgos cuantas cosas significaria para ella el Rio Grande de Loiza. De esta plenitud de conocimiento da constancia la manera en que la poetisa se dirige al rio. No estamos

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solamente ante un recurse mas que tiene el poeta a Ia mano -no es simplemente una licencia poetica- esa personificacion con que se inicia el poema; ese interpelarlo de tu a tu; directamente, imperativamente, como Io expresan formas verbales del comienzo del poem a: «alargate ·en mi espiritu»; «enroscate en mis Iabios», «apeate un instante ... ». Se trata de alga mas calido; se trata de una afectividad sentida en Io intimo de su humana condicion, con esa intimidad que nace del coloquio del hombre con Ia naturaleza, cuando esa naturaleza esta indisolublemente atada al destino del hombre. Este encuentro poetico de Julia de Burgos con el rio, queda seilado con un «abrazo tenaz» que traspasa Ios Iimites de Ia formula literaria, para calar en el surco vivo del corazon del poeta. Esta fusion alma-rio se plasma en el nivel ultimo de Ios ensuefios :

Confundete en el vuelo de mi ave fantasia y dejame una rosa de agua en mis ensueiios. Desde este momenta el poema se torna en una doble biografia cuyos hilos van tan imbricados que hablar de uno es hablar del otro. Y la poetisa repasa esa doble biografia; desde Ia nifiez misma; des de el despertar de Ia adolescencia. AI abrir los ojos al mundo, ahi tiene su amigo rio :

Y mi niiiez fue todo un poema en el rio. Y llega la adolescencia, y la vida le sorprende «prendida en el mas ancho de tu viajar eterno ... ». El consorcio del cuerpo y el agua levanta las interrogaciones y los quien sabe... Porque este rio p~olonga su brazo mas aIIa de estas margenes conocidas; mas alla de las playas del mar islefio. Sus aguas se difunden por el amplio mar; por el aire, en nuevas gotas de Iluvia, y Hegan a regiones que la propia poetisa desconoce. Este rio tan amado, tan suyo, no Io es del todo suyo, se le va de las manos ; Io pierde en una inmensidad que borra todo contorno. La forma misma de su cuerpo dibujado en las aguas no le pertenece. Pero algo quedara allf donde Ilegue la mas leve gota de SU Lofza. Y evocando una f6rmula de la imaginerfa clasica hace valer la constancia de su existir en las mas distantes latitudes:

iOuien sabe en que remoto pats mediterrdneo algun f auno en la play a me estard poseyendo ! l C6mo es ese rio poetizado de Julia de Burgos? iC6mo lo concibe? Al adjetivarlo lo hace poniendo enfasis en colores fuertes y definidos: Es azul; es rojo; es, noten la insinuaci6n humana, es moreno ... Es tambien «desnuda carne blanca que se te vuelve negra» ... Es azul...

Espejo azul, caido pedaza azul de cielo .. . afiadiendo esa nota de infinitud dentro de Ios Iimites reales del rio. Pero es tambien rojo ...

rojo franja de sangre,

cuando la creciente remueve y arrastra el barro de los cerros. Pero esta vision a duros golpes de colores se intensifica mas a medida que la poetisa siente a SU .r fo mas de cerca. Y entonces,· en otra escala, el rio se torna carne viva: porque es rio-hoinbre, adornado en formula social amiga: «muy sefior rio mio», dice ella. Hombre de pureza de rio que entrega su alma cuando entrega sus besos. Es, pues, rio de la amistad y de los recuerdos -rio, como se dijo, de Ia infancia y de la adolescencia; rio confidente, rio local y hermano que sabe de la historia familiar. Pero esta franja de agua tan sentida por Julia de Burgos es mucho mas que todo eso. La poetisa ha recogido en un verso sencillo, pero dramatico, el significado ultimo del rio:

Rio Grande de Loiza, Rio Grande, Llanto Grande ... Notese en que formula tan apretada; a que sintesis tan esencial y a la vez tan amplia ha reducido la vision total del rio: Rio Grande: Lian to Grande. He aqui el verso clave; rio-Ilanto; pero llanto-grande. He aqui la expresion Iirica que levanta este cuerpo de agua a un nuevo simbolismo. Poder transformador de la inspiraci6n que ha hecho de esta afluencia de aguas un rio de lagrimas; un llanto inmenso, que cifra todo el sentir de Julia de Burgos. Este cuerpo de agua, que serpea por los campos islefios, marcado en trazo claro en la reducida geograffa insular, es el mas grande de los llantos islefios; llanto visible y tendido que moja continuamente la tierra amada de Julia de Burgos, y que tiene como solo y i'.mico competidor el llanto prooio de la propia poetisa. El poema cierra, pues, con ese breve nero asrudo 'planto' local -formula tan cara en la tradicion de la poesfa hisuanica; 'planto' entonado aoui por los dolores de una tierra, para la poetisa, sin redimir todavfa.

i Rio Grande de Loiza ! Rio Grande. Llanto Grande, el mas grande de todos nuestros llantos isleiios, si no fuera mds grande el que de mi se sale por los ojos del alma para mi esclavo pueblo. No abundan, oue sepa, los poemas inspirados en nuestros rios insulares. Viene a la memoria el arnado «Rio Jacaguas» de los versos de Luis Llorens Torres; v el rio innorninado que cantara Luis Mufioz Rivern en "Parentesis». En Llorens, ese rio Jacaguas, tendido a la entrada de su pueblo de Juana Dfaz, que, corno dice en uno de sus versos «que no termina nunca de llenar el oceano / que no termina nunca de vaciar la montafia». es motivo para que el poeta medite sobre el correr del tiempo, y sobre el problema de la identidad y el cambio en Ia realidad. La inspiracion toma un sesgo filosofico, meditativo y desemboca en una ultima concepcion sobre el grave problema de Ia vida y la muerte:

Que la muerte es la vida. Y la vida es la muerte. Todos pues, soma:; todo. Todos, pues, somos nada.

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El rio innominado de Muiioz Rivera es la orilla acogedora, donde el luchador se repliega a reponer las fuerzas y descansar el espiritu. Es el rio amigo que se vuelve a visitar tras larga ausencia, y que habla de dulces recuerdos de dias idos. Junta a ese «ribazo umbrio» repasa el poeta la exper iencia de su vida, hace cuenta y balance, y medita sabre el futuro curso de la vida. Y se despide el poeta con una aguda nostalgia, de esas orillas familiares : i Adi6s, orilla pldcida y amena,

en cuya paz serena respiro de otro ambiente la frescura ! i Adi6s, remanso que en tu fondo guardas las visiones gallardas de mi primera edad diclwsa y pura ! Pero este rio de Julia de Burgos es presencia corp6rea en dialogo de amigo fiel; presencia metida en la

entrafia misma de la poetisa; vale porque si, porque su dinamica existencia se le impuso sabre ella; porque la hizo estremecer en sus propias fibras ; porque ese rio es mucho de lo poco que ella tiene y simbolo de todo lo amado de su Puerto Rico; incluso llanto en la amarga incertidumbre de su vivir hist6rico. Dos extremos que se toman en su punto final, se han recorrido en los dos poemas aludidos en esta breve glosa. Laura Gallego vislumbra la alborada de la patria, gozosamente, plena de transparencias desde «la apretada borra de la tierra»; imagen que busca totalizarse, cabal, redonda, en «una fruteza de palabras». El poema de Julia de Burgos persigue esa misma realidad por el extrema opuesto; por un elemento peculiar, y cotidiano, por un rio querido que al correr de los versos va prefigurando esa misma realidad y que desemboca, dolorosamente, en este pleno llanto de amargo desconcierto.

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Puerto Rico y la convivencia Por GUSTAVO

AY LUGARES EN QUE EL FORASTERO CONFIESA SENTIRSE

H mas comodo que en otros. Sitios en que parece que

hemos llegado a suelo familiar; en que se tiene la impresion de que no hay que h acer mayor esfuerzo para incorporarse a ese ambiente y comenzar a echar rakes en tierra propicia. Otros tienen fama de ser poco acogedores; rehacios a la nueva semilla. Hay ciudades de brazos abiertos y otras de brazos ¡cruzados o caidos. Algunos han pretendido explicar el fenomeno a base de geografia y adjudican a las gentes de costa la cualidad de ser mas expresivas y abiertas. A las tierras altas les atribuyen caracteristicas contrarias. Mi experiencia, salvo por el caso excepcional de l\ladrid, y el dudoso, por mixto, de Ciudad de Mexico, tiende a confirmar la creencia. En Guayaquil me senti mejor que en Quito; en Barranquilla, que en Bogota. Frenense un poco los dados a explicarlo todo por la via somatica. El hab erm e sentido mas en casa en las ciudades de costa que en las de altiplano no tiene nada que ver con que mi cuerpo tropical estuviese encaramado en las alturas. Fisiologicamente nunca h e estado m as en paz que en La Paz, a pesar de sus casi 12,000 pies de elevacion. Sea por lo que sea, el hecho es que h ay ciudades y paises mas acogedores que otros. Y entre las ciudades o paises que tienen esa virtud hay unos en que mayor es el numero de person a:s que afirman que asi es y, lo que no es lo m ismo, menor el numero de los que lo niegan. Estas notas parten de la base de que Puerto Rico es todavia uno de esos suelos privilegiados. La capacidad para la convivencia ha sido h asta ahora nuestra mas tipica, destacada y valiosa virtud. Propios y extraiios convivimos aqui como en familia, lo que no significa, por supuesto, que todos andem os de acuerdo en todo. Buena prueba de lo facil que resulta al extranj ero asimilarse a nuestro medio es el desproporcionado numero de apellidos a cuyos dueiios tenemos por tan nuestros como a los que llevan apellidos espaiioles y que, sin emb argo, su presencia aqui solo se explica por una inmigracion de fecha no tan lejana. c: Quien se atreveria regat earle carta de vecindad puer-

AGRAl1

torriqueiia a los Palmer, Huyke, Mattei, Laguerre, Calder, Colberg, Lee, Chardon y tantos otros como circulan por el riiion mismo de la sociedad puertorriqueiia? No niego que la geografia pueda tener algo en esto, pero no parece que sea lo esencial. Hay paises cuyo paisaj e es, por lo menos, tan b ello como puede ser el nuestro y de clima mas agradable que no obtienen el favorable sufragio de los que los conocen en el terreno de que se viene hablando. El factor humano es lo funda¡ mental en este caso: Puerto Rico, como pueblo, esta especialmente dotado para la convivencia. Existe aqui autenticamente el valor de la projimidad. Otro ser humano nunca resulta distante a un puertorriqueiio. Podra discrepar de las ideas de un semej ante, podra sentirse totalmente enajenado respecto a lo que alguien represente en el t erreno filosofico, artistico, economico, politico y hasta social; pero bastara que debajo del carapacho ideologico o cultural se atisb e al ser humano de carne y hueso en su aspecto de padre, hijo, esposo, en fin, como hombre, para que el puertorriqueiio se polarice sentimentalment e hacia el. Nuestro proverbial iay bendito!, que en ocasiones llega a ser un vicio obstaculizador de la justicia bien entendida, nace de esa virtud de la projimidad que nos permite situarnos en la posicion de los demas. Tenemos la fortuna de vivir en un pais en el que existe esa elemental solidaridad humana que es i.n grediente imprescindible para la existencia de una sociedad viva y flexible. Por cosas que he oido, leido o visto me sospecho que esta es una de las tierras que quedan en el m undo en que se puede convivir en ese sentido entraiiadamente humano. c:A que, si no, a esto podria atribuirse -por citar solo tres casos cimeros- el que unas personas como Pedro Salinas, Juan Ramon Jimenez y Pablo Casals - en quienes hay que presumir sensibilidad esp ecial para d arse cuenta de est as cosas- hayan testimoniado t::rn marcada predileccion por Puerto Rico, hasta el extremo de considerarla como tierra suya? Ese

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ingrediente de nuestro caracter colectivo es el mejor antidoto contra la dispersion de los pueblos. Operan en el mundo una serie de fuerzas, muy intensas algunas, que podrian llamarse centrifugas, que si se les permite insolentarse demasiado amenazan con clejar convertida a la humanidad en millones de robinsones, cada cual apareptemente duefi.o de su isla, en vez de individuos conscientes de la basica solidaridad que los miembros de la especie se deben entre si. Esas fuerzas son mas insidiosas de lo que se puede suponer y estan en nustros clias mas rampantes que nunca antes durante el tiempo que uno lleva vivido. El hombre no es un bruto ni un dios, y por eso -ya lo dijo Aristoteles en su Politica- tiene que vivir en socieclad. Y ya que hay que vivir asi debe uno disponerse a hacerlo en la forma mas agradable y fructifera posible. Nada mejor para lograrlo que este bien de la convivencia. Mediante su toque la discrepancia se convierte en un factor de estimulo y creacion.

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r¡ ,

No tengo duda que el pueblo, lo que se llama el pueblo, tiene y conserva esa cualidad. Tanto la tiene que ni lo sabe. Le pasa como a uno con el aire, que es tan nuestro que solo nos damos cuenta de que lo necesitamos para vivir cuando cornienza a faltarnos. Del resto de la poblacion no diria que le falta, pero no debe vivir como si le sobrara. Bien esta que subsista la pareja, la familia, el clan, la tribu, el pueblo, la nacion y los bloques inter y supranacionales, siempre que por encima, por debajo y entre todas esas cosas siga circulando ese licor humano, sin el que ninguna de esas estructuras tendria sentido, y que constituye nuestro principal valo~¡. Quien sabe si este pueblo, de menos de tres millones de seres humanos puede, aunque sea en alguna forma humilde, contribuir a restituir ese alto don a los millones y millones de semejantes del resto del mundo que anda en estos tiempos, en mas de un sentido, mas atomizado que nunca.


Barcos, lihros y negros para Puerto Rico Por F . MORALES PADR6N

I) Las necesidades y trdfico del XVI TRAVES DE UNA DOCENA DE LEGAJOS CONCRETAMENTE REA feridos a Puerto Rico se puede obtener una idea del trafico comercial habido entre la Isla y Espana. ' Los datos son incompletos, pues no consta en ellos - en los senalados por nosotros- todo el volumen de estas relaciones a traves de varios siglos. Existen mas fondos o noticias al respecto en otras secciones del Archivo de Indias. Como nuestra pretension en estas lineas no es de historiar este trafico, sino de dar unas breves noticias sabre el, indicamos lo anterior. Al igual que dando por conocido todo el m ecanismo de las relaciones maritimas Europa-Hispanoamerica en siglos pasados, no hacemos referenda de el ; epocas, caracteristicas, sistemas, variaciones, regimen juridico, etc. 2 Puerto Rico estuvo perfectamente vinculada a la metropoli gracias a que el sistema de comunicaciones transcurria a traves de unas lineas marftimas cuyos convoyes, en parte, transitaron siempre junta a la Isla. Pero ello no quiere decir que el numero de b arcos llegados o salidos de la Isla fuese cuantioso. No lo fue. La importancia de este volumen siempre estuvo en relacion directa con la riqueza a exportar y con la apreciacion que, de los productos de la tierra, hacia Europa. Estos barcos que podian salir cargados de m ercancias insulares, con frecuencia arribaban a San Juan a solicitud de los moradores deseosos de obtener esclavos o productos del Viejo Mundo que le eran vitales. Es alga que presenciamos siempre en todo el XVI y xvn ; luego, en el XVIII, la necesidad de transportar tropas y pertrechos belicos determina t ambien la navegacion Peninsula-San Juan. Predsamente la indigencia sentida a raiz del huracan de 1591 (septiembre) impelio al gob ernador Diego 1. En el Archivo de Indias. (A. G. I.), d~ntro de la Secci6n denominada «Papeles de la Casa de la Contrataci6n», encontramos los siguientes legajos , de inte res para nuestro tema: 1079, 1455-7, 2463-8, 2903-4, 2915, 2923 y 5090 (Cedula rio). 2. Para esto vid las clasicas obras de Ve itia, Haring, Cas tro, Artifiano, etc., y sabre todo, de Pie rre Chauni : «Seville et i'Atlantique» (150-1650), Paris, 1955-9, 9 vols.

Mendez de Valdes a escribir al soberano pidiendole ayuda. El huracan habia destrozado casas, sementeras y ganados, afectando a vecinos y soldados. Para colmo se perdio tambien el navio que, de Nueva Espana, llevaba el situado de Puerto Rico. El rey atendio el ruego y orden6 a la Casa de la Contratacion procurase tomar asiento con una persona que desease enviar un navio en conserva de la Flota de Tierra Firme llevando harina, vinos y otros mantenimientos. Lorenzo de Vallejo, Caballero Veinticuatro, y Diego Martinez, vecino y Depositario General de Puerto Rico, se comprometieron a llevar un navio de diez toneladas y sin piloto examinado. Escogieron el navio «Ntra. Sra. de la Concepcion» y en el cargaron mantas, capotes, ruan, lienzos, t afetan, terciopelo, cera, cordobanes, hilo, chapines, sombreros, etc., y 540 arrobas de harina, 200 arrob as de aceite, 100 botijas de aceitunas, 24 pipas de vino del Aljarafe, 8 quintales de estop a, 6 1/2 quintales de polvora, vasos, platos, loza, etc. Como envios especiales, destinados a vecinos concretos de la Isla, se emb arcaron un escritorio, una silla jineta, una b asquina, espuelas doradas, borceguies, resmas de papel ; una ropilla y calzon de t erciopelo negro valorado en 350 reales para Baltasar Velazquez; 244 varas de ruan a 194 maravedies la vara para dona Isabel Sotomayor; una saya que costo 190 reales; 2 cordobanes negros a 16 1/2 reales cada uno ; 2 libras de canela a 10 reales; dos libras de pimien.ta a 6 reales ... etc. 3 Remos procurado cierta prolijidad en el data para que se aprecie claramente el valor de las mercancias -siempre interesa saber que una docena de sombreros negros valia 45 reales- y para que se observen las necesidades de la Isla en cuanto a manufacturas y productos europeos se refiere. La Isla, agricola y ganadera sin otra gran industria que la azucarera, tenia que importar al igual que la mayoria de las zonas hispanoamericanas todas las manufacturas. Sin duda, este n avio vuelve a zarpar en 1593 a peticion del gobernador Pedro Suarez que pidio un barco de menos porte que no tuviese que aguardar flota. Iba, 3. Contrataci6n,

1455.

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pues, solo en un momento en que el peligro en el mar arreciaba. El barco cargo 20 botijas peruleras de garbanzos con un total de 25 fanegas a 20 reales cada una ; 4 112 barriles quintalenos de pasas de sol con un total de 10 arrobas; higos, aceitunas gordas, alcaparrones, pasas de Almunecar, cables, clavazon, tres esclavos negros para el servicio del gobernador, etc. La carga deberia ir bajo cubierta, nada sobre el alcazar. Era un barco a navegar «Suelto», solitario, por lo cual deberia ir bien defendido. Al declararse su tripulacion (maestre, piloto, escribano, contramaestre, 14 marineros, 8 grumetes, 3 pajes) y carga particular (6 quintales de jarcias, 4 anclas de respeto, 4 cables, 2 .b ombas, 1 timon de respeto, 1 batel con dos equipos de remos, 4 piezas de hierro) se registran e indican 30 balas, 24 balas de cadena, 5 quintales de polvora, 18 mosquetes, 12 alabardas, 12 picas largas y 2 arrobas de polvora para mosquetes. De estos mosquetes o arcabuces se entregaria uno a cada marinero, que llevaria y traeria al regreso su espada, so pena d e no recibir la soldada. Habia interes porque no quedaran las armas en la Isla y porque no se llevasen mas de las ordenadas. Al cuidado de todas iba un maestro armero. ·•

II)

Dos visiones de Puerto Rico en el

XVII

Las seguridades tomadas por un navio suelto quedan evidenciadas en este navio que a finales del XVI marcha a Puerto Rico llevando mercancias que la Isla necesita. La Isla vive una vida tranquila, autobastandose, en medio de una explosion tropical de vegetacion que en la primera mitad del XVII conmueve al obispo fray Juan Alonso de Solis. Al obispo le ha impresionado esta exuberancia ... Como viene con los ojos abiertos, a «calar» su obispado, nadie mejor que el para pulsar lo que a un viajero le llamarfa la atencion de la «Isla Verde», cuyos campos y la misma ciudad de San Juan «es tan hechos una albahaca» para el obispo. La tierra amenisima, verde, intensa, recuerda a fray Juan el esplendor verde y perfumado de la albahaca. La carta de su Ilustrisima es sabrosa y merece no despreciar su total contenido. El nuevo obispo saborea la pina y el mamon, que juzga excelentes. Nota que hay batatas en toda la epoca del ano y que los campos estan llenos de platanos, que asados son magnificos. Las naranjas y toronjas son enormes, con tanto zumo, que una de Puerto Rico vale por seis de Espana. Reconoce, sin embargo, que siendo abundantes las frutas y muy buenas para hacer dukes (que son los mejores del mundo, especialmente los de almibar) no son tan sabrosas al natural como las de Europa. Hace elogios de los cocos, abundantes, e indica que se comienza ya a cosechar cacao. Frente a esta abundancia de frutos resalta la falta de carnes, aunque hay vacas y terneras que facilitan carnes excelentes a 3 maravedies la libra y lenguas a 6 maravedies. Lastima que de los pobladores no hable prolijamente; comprueba que la gente «es lucida y no me desagrada», dice. Tampoco le desagrada el elemento eclesiastico,

4.

y aunque el obispado es pequeno, promete crecer en dos anos. • Completando algo esta fisonomia insular, casi diez anos despues, otro obispo -fray Damian- nos sefiala que «el cielo de esta Isla es muy bueno y claro; la vista de grande amenidad, porque a un mismo tiempo se ven pedazos de mar con grandes espesuras de arboles que siempre estan verdes y amenos. Las casas son pocas, como 250 de tejas, obra y canteria. Los bujios son 100, cubiertos de paja ... y, en conclusion, lo mejor que tiene esta ciudad son las brisas y el aire». La vegetacion, las frutas y el aire son tres elementos que han impresionado a estos obispos, arribados a una pequena poblacion a juzgar por el numero de casas, pero agradable. Fray Damian para sintetizar su descripcion • -dirigida a don Juan Diez de La Calle- recurre a un expresivo soneto compuesto por un poblador puertorriqueno a requerimiento de una senora de Santo Domingo que le pregunto por su Isla. El poblador, zumbon y agrio, observo que:

Esta es, senora, una pequefi.a islilla falta de bastimentos y dineros. Andan las negros coma en esa, en cueros y hay mds gente en la cdrcel de Sevilla. Aqui estdn las blasones de Castilla en pocas casas muchos caballeros todos tratante$ en jenjibre y cueros las Mendozas, Guzmanes y Padillas. Hay agua en las aljibes si ha llovido. Iglesia Catedral, clerigos pocos, hermosas damas faltas de donaire. La ambici6n y la envidia aqui han nacido mucho calar y sombra de las cocos y es lo mejor de todo un poco de aire.

Unos minimos renglones le han bastado al obispo para trazarnos la poblacion puertorriquena de mediados del XVII: negros, pocos pobladores, titulos metidos a comerciantes, pocos clerigos, hermosas mujeres y, lo de todo mundo pequeno, ambicion y envidia. No hay dineros ni bastimentos -algo semejante a Jamaica por lo cual los gobernadores piden de continuo ayuda. Este clamor continuo es un fondo musical de toda la historia del Caribe. Algo se hara, aunque el continente interesa mas economicamente; pero cuando el peligro extranjero crezca en el XVII poco se podra enmendar. Puerto Rico, como Trinidad, experimentan en el xvn su gran momento, que tambien pudo sentir Jamaica, pero se perdio a manos britanicas.

5. Carta de Fray Juan Alonso de Solis a Doiia Beatriz Ord6iiez de Castro dandole noticias de su Obispado. 28 de julio de 1636. Biblioteca Nacional (Madrid). Ms. 10.713, fol. 41. 6. Relacion de! viaje a Puerto Rico, embarcaci6n y demas sucesos, hecha par fray Damian, obispo de aquella Di6cesis y dirigida a D. Juan Diez de La Calle . 1644. Biblioteca Nacional (Madrid) . Ms . 3047.

Contrataci6n, 1455.

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. :--..


III)

Harcos y libros en et xvnr

Los barcos destinados a la Isla siguieron arribando gota a gota: en 1608; en 1624 con socorro de gentes y armas; en 1685 (aviso); en 1691, en 1707, 1708, 1711 (dos), 1718, 1720, 1721. El barco enviado en 1707 fue un guardacosta fabricado en Sevilla de 33 codas de quilla, 40 % codas de eslora, 11 1/4 codas de manga, 18 portas para remos, artilleria y pedreros. Era un buen barco, con cubierta corrida, castillete a proa y alcazar a papa. De Sevilla se le llevo a Cadiz al cano del Trocadero, donde se le examino y equipo, partiendo luego hacia Bonanza y Veracruz al mando del capitan don Francisco Jose de Aponte. El «Dulcisimo nombre de Ntra. Sra. de Belen y San Jose», barco largo, propiedad de Su Majestad, quedo adscrito a la vigilancia de las costas puertorriquenas. 7 Con la centuria dieciochezca el trafico aumenta. La Isla crece, se desarrollan sus espiendidas fortificaciones y de los barcos descienden tropas, mercancias, libros y colonos. • Los cargamentos de los navios se hacen mas heterogeneos. En los registros se observan siempre productos tipicos, invariables, cuales son: el bacalao, carne salada, tocino, chorizo, jamon, salchichon, avellanas, ajos, garbanzos, fideos, queso, atlin, azulejos, loza, muebles, vino andaluz o «Carlon» de Catalufia ... Los navios embarcan medicinas, instrumentos de cirugia, capilla, ropas para el capellan, cirujano y escribano ... Los libros no faltaran tampoco. Salen en cantidad del tipo mas variado: Cuerpo de Derecho Civil, obras de Gerardo Lobo, Vida de San Francisco Javier y San !gnacio par el padre Francisco Garcia, las obras de Feijoo, Vocabularios de Antonio E. de Nebrija, Poetica del padre Gantruche, Breviario Romano... Son todos estos libros destinados a Puerto Rico. Van en barcos de companias que aparecen en el XVIII, coma van tambien los negros en los b arcos del «asiento». Libras y negros entraran mas abundantemente en el XVIII. Los registros senalan b arcos con destino a Puerto Rico en:

Fragata «N'tra. Sra. de Ecliaurren» affas «·El (eo'pardo». Maestre: Juan de Abarca. Zarpq: 30-V1753, para Puerto Rico, Santo Domingo y Cumana. 1757. Fragata «La Sacra Familia» (propiedad de la Real Cia. de Barcelona). Maestre: Jaime Grau. Zarpo 2-IX-1757 para Puerto Rico, Santo Domingo y Margarita. 1760. Paquebote «San Agustin» (de Bilbao). Maestre: Domingo Eguillor. Zarpo 16-VII-1760 para Puerto Rico y Santo Domingo. Fragata «Ntra. Sra. de Montserrat» (de la Real Cia. de Barcelona). Maestre: Baltasar Roes. Zarpo 13-X-1760 para Puerto Rico y Santo Domingo. Fragata «Jesus Maria y Jose». Maestre: Pedro Murayre. Zarpo para Puerto Rico, Santo Domingo y Margarita. Fragata «Nuestro Senor, San Jose y San Antonio» (de la Real Cia. de Barcelona). Maestre: Baltasar Borrell. Zarpo: 29-VI-1760 para Puerto Rico y Santo Domingo. Fragata «Sta. Rosa». Maestre: Jorge Ballivian. Zarpo: 19-XII-1760 para Puerto Rico y Santo Domingo. Fragata «San Francisco de Borja». Maestre: Antonio Berroteran. Zarpo: 20-VII-1760 para Puerto Rico y Santo Domingo. Bergantin: «Ntra. Sra. de Ios Remedios» alias «EI Postillon de Cadiz». Maestre: Bernardo Augusto Francisco Sanchez Rendon. Zarpo: 7-IX1760 para Puerto Rico, Santo Domingo y Margarita. (Llevo harina y trajo azucar.) 1761.

1724. Bergantin «Ntra. Sra. de la Concepcion y San Miguel», maestre: Antonio Camino. 1752. Fragata «Ntra. Sra. de Aranzazw>, zarpo el 18XII-1752 para Puerto Rico, Santo Domingo y Cumana. Maestre: Miguel Jacinto Carballo. Fragata «San Antonio de Padua» alias «El Fany», zarpo en 14-IV-1752 para Puerto Rico, Santo Domingo y Cumana. Cargo: vino, clavazon, harina, presillas y bramantes, almendras, loza sevillana, aceite, etc. Maestre: Miguel Espana. 1753. Fragata «Ntra. Sra. de los Dolores» alias «La Esperanza». Maestre: Francisco Fernandez· de Acedo. Zarpo: 26-XI-1753 para Puerto Rico, Santo Domingo y Santa Marta. 7. A. G. I. Contrataci6n, leg. 1455. 8. Vid. «Colonos canarios en Indias», por F. Morales Padr6n. •Anuario de Estudios Americanos». Vol. VIII, Sevilla, 1951.

Paquebote «Ntra. Sra. del Pilar y del Rosario» (de Ia Real Cia. de Barcelona). Maestre: Francisco Berenguer. Zarpo: 9-III-1761 para Puerto Rico y Santo Domingo. Fragata «La Conquista>>. Maestre: Francisco Gonzalez Chaves. Zarpo: 13-VI-1761 para Puerto Rico, Santo Domingo y La Habana.

1764. Pingtie «Los Tres Reyes». Maestre: Juan de San Andres y Canas. Zarpo: 31-X-1764 para PuertO' Rico y Santo Domingo. 1765.

Fragata «San Esteban» (de la Real Cia. de Barcelona). Maestre: Miguel Vinales. Zarpo: 21-VI1765 para Puerto Rico y Santo Domingo.

1766. Fragata «Ntra. Sra. de Aranzazu» alias «La Venganza» (de la Compania del Asiento de Negros). Mestre: Roberto Yeffesyes. Zarpo: 3-V-1766 para Puerto Rico via Guinea. Esta fragata de 4737 toneladas cargo mantenimientos para la tripulacion y para los negros que tomarian en Africa.

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'.Nav'io «·S an -Rafael» (de 1a Compafiia del As"iento de Negros). Capitan y maestre: Juan Antonio Zavaleta. Zarp6: 31-X-1766 para Puerto Rico. Este barco, coma otros de la Compafiia del Asiento, cargo alimentos y ropas destinados a los negros que tomaria en Guinea. A la Compafiia del Asiento la representaba la «Aguirre Aristegui y Cia.» a cuyo cargo corria el asiento para abastecer de negros, con bandera espafiola, a, las diferentes provincias americanas. En este navio embarco don Luis de Ojeda, que iba coma Corregidor de Porco (Charcas) pero cuya familia estaba en Puerto Rico . Para ella metio a bordo ropas de lana y seda que tuvo que declarar, por lo cual sabemos que a la nifia le llevaba una batita, una basquifiita de tafetan negro de aguas, una manteleria negra, un corse qe moe rosado, dos o tres escofietas o escusapeinados, dos cortas de lienzo y seis paresitos de enaguas blancas. Para los cuatro nifios cargo medias de algod6n, capitas, balsas de pelucas, camisas, etc. Pero lo mas interesante d~l equipaje del Corregidor lo constituia para nosotros hoy unos rosarios, un crucifijo, un rostro y unas manos de Nuestra Senora de la Concepci6n, un par de pistolas y escopetas y un baul conteniendo las siguientes obras: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20.

Obra canonica y moral, del P. Reyfenst. Politica Indiana, de J. de Solorzano. Curia Philipica. Ciudad de Dias. Ejercicios de Alonso Rodriguez. Vocabulario de A. E. Nebrija. Persiles y Segismunda (Cervantes). Gramatica Francesa, de Nunez. Cortesia virreinal, de Avalle. Sucesi6n Pontificia, de Fuentes. Verdadera Politica, de Borja. Escuela de Principes y Caballeros, de Manrique. Fabulas, de Esopo . Estilo de Cartas. Guerras civiles de Granada. Historia de Carlomagno. Secreto de Naturaleza. Metodo de conservar los reloj es. Metodo de confesar bien. Obras completas del P. Feijoo. Registrados coma libros franceses se mencionan:

21 . 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28.

Diccionario de Sobrino. Geografia Universal. Historia de Carlos XII, rey de Suecia. Historia de los soberanos del mundo. Revoluciones de la Republica de Roma. Historia del Cardenal Alveroni. Eleccion de Estudios, de Fleury. Costumbres de los israelitas, de Fleury, etc.

La relacion prosigue, pero coma hemos de imaginar que estos libros iban hacia el Alto Peru, y no a Puerto Rico, cortamos aqui no sin antes resaltar el interes y elocuencia de las obras embarcadas, algunas de las

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cuales serian 'hoy una autenfica joya y un instrumento de gran curiosidad coma la «Cortesia virreinal». Un inmediato embarque de libros se hizo para Santo Domingo, en navio que tocaba primero en Puerto Rico. 1767. Fragata «Nuestra Senora de Aranzazu», alias «La Venganza» (de la Cia. de! Asiento de Negros) . Capitan: Roberto Yeffesyes. Zarpo: 21-XI-1767 para Puerto Rico. A bordo embarcaron harina, carne salada, aguardiente, loza, redondeles de esparto, jarcias, vino, calzones, camisas de lienzo a listas blancas y azules (las que se ponian a los negros), aceite de almendra, pasas de Marbella, etc. Entre los objetos registrados destacan seis libras de lacre, puentes de violin y tres arcos del mismo para don Antonio Alfonso Plosinguer, Tesorero O.ficial Real de las Cajas de San Juan. Segun indicamos iban libros para don Raimundo Esparza, Juez Oficial Real Tesorero de Santo Domingo, cuyos titulos eran: Obras de Quevedo (seis tomos) . Las Partidas (seis tomos). La Carta del V. S. Palatox. La Mortizaci6n de Campomanes. Reynas Cath6licas, por el P. Flores. Anales de Espana, de Velazquez. Origen de la poesia, de Velazquez. Conjeturas sobre medallas, de Velazquez. Gil Blas de Santillana. Poesias varias, de Quevedo. « Ensayo sobre los alfabetos de las letras desconocidas que se encuentran en las antiguas medallas y monumentos de Espana.» En esta segunda mitad del XVIII, los cargamentos Jlevan como notas destacantes no solo el de los negros esclavos y libros, sino el de tropas y materiales de construccion. No olvidemos que estamos en la centuria de los reglamentos, en el siglo en que el ejercito se organiza firmemente y en que las fortificaciones cobran su gran auge al conjuro de la politica europea y de las guerras intercoloniales. Todo esta intimamente relacionado: Navia de Asiento y de Permiso, emigracion escogida para colonizar, movimiento y organizaci6n de tropas, construccion de fortificaciones y de edificios publicos, trasiego de libros... Se no ta un aire renovador que, lentamente, desembocara en algo presentido, pero inesperado. Sigamos con nuestros navios: 1767. Fragata «La Fortuna» (Del Asiento de Negros). Capitan: Renato Cherbonneau. Zarp6: 2-X-1767 para Puerto Rico via Guinea. Fragata «La Feliz» (Del Asiento de Negros). Capitan: Francisco Berenguer. Zarp6: 30-V-1767 para Puerto Rico via Guinea. Como cargamento, entre otras cosas, llevaba 15.000 ladrillos de Coria para la Casa-Factoria de Puerto Rico, hojalata para forrar fogones y cajones con libros que no se especifican. El 4 de junio de 1768 volvi6 a zarpar


csta fragata para Guinea y Puerto Rico. En el mismo afio de 1768 zarpo la fragata «Nuestra Senora de Aranzazu», alias «La Venganza», hacia Puerto Rico con escala en Guinea. Al mando del capitan Jorge Ballivian, cste barco, coma casi todos, tomo en Cadiz de un barco ingles alli surto, harina y otros productos. Como en cl caso anterior hemos de lamentar que en el Registro no se relacionen los libros que iban dentro de dos cajones embarcados.

Instruccion de Escribanos, de Colon. Cursus Theologico, de Ferrer. Philosophia, de Gendin. Selectas, de Ciceron. Varias comedias (de diversos autores).

'J.

En el registro se lee luego este epigrafe «Titulo de las que no estan prohibidas » y bajo el encontramos las obras siguientes : Exerxicios Espirituales, de Malleu. Ramillete de los Corregidores. De los Corregidores, de Palafox. Practica eclesiastica, de Pau. De Re Criminali, de Matehu. Preparacion de la Misa, de Faleoni. Practica del Amor de Dios, de Sales. Doctrina, de Reynoso. Arte, de Antonio. Meditaciones, de Villacastin. Philosophia, de Polanco. Breviarios. Varias novenas de Santos y Santas.

1769. El 25 de noviembre del ano citado volvia a zarpar de nuevo «La Venganza» mandada por Ballivian. Cargo 672 carnisetas listadas en azul y blanco destinadas a Ios negros que tomaria en Guinea. Dentro del cargan1ento se regis traron «Las Nuevas Ordenanzas Militares en Indias». enviadas para los gobernadores de las tres grandes Antillas. En estos barcos negreros vemos coma junta a los reglamentos y libros van siempre las camisetas rayadas que debian dar un aire muy curioso - de presidarios o cebras - a los pobres negros. Alga que tambien se repite como una constante junta a las camisetas son las tablas de pino de Flandes extraidas de los almacenes del Cano del Trocadero (Cadiz) con las que se construian los mamparos para los negros. Igualmente nos encontramos siempre entre la documentadon disposiciones prohibiendo el pase de los «llovidos» (polizones) y la recalada en Canarias sin necesidad urgente. Los mantenimientos o alimentacion se repite por lo general en los registros, pero merece destacar el embarque de carneros y cerdos vivos trafdos de Puerto Real y destinados al rancho de la tripulaci6n. Seguimos controlando los barcos zarpados en : 1769. Fragata «La Fortuna» (de la Cia. de! Asiento). Capitan: Roberto Yeffesyes. Z:n-p6: 15-V-1769 para Puerto Rico via Guinea.

Los libros para los oficios en la iglesia (Diurnos, Semaneros, Rituales, Romanos, Oficios Parvos de la Virgen, Preparacion de la Misa, etc.) fueron comprados por don Miguel Jacinto Carvallo en el Convento de los P. P. Jeronimos de Sevilla. Todos estos libros debieron embarcar en «La Fortuna», pero no llegaron a tiempo y salieron en «La Feliz». En la decena clel 70 zarparon numerosos barcos hac ia Puerto Rico con materiales y libros, pero estos ultimos Jamentablemente no se especifican. 0 1770. Paquebote «San Esteban y Santa Maria» (de la Real Cia. de Barcelona). Capitan: Sebastian Carsi. Zarpo: 13-II-1770 para Puerto Rico y Santo Domingo. Fragata: «La Feliz » (de la Real Cia. del Asiento). Capitan: Francisco Berenguer. Zarpo: 25-VII-1770 para Puerto Rico, via Guinea. Transporto libros para don Antonio Quiros y para don Pablo Ramon, Dean de la Santa Iglesia de Puerto Rico.

Con destino al «Reyno de Indias» llegaron a Cadiz, desde Sevilla, dos cajones de a media carga conteniendo libros por los cuales pago a la Corona, Aguirre y Aristegui Cia., 4 reales de plata y 7 maravedies, y 4 reales al Almirantazgo General. 1769. Fragata «La Feliz» (de la Cia. de! Asiento). Capitan: Francisco Berenguer. Zarpo: 10-VIII-1769 para Puerto Rico via Guinea. A bordo entraron varios cajones con Iibros, parte de ellos enviados por el comerciante sevillano Miguel Jacinto Carvallo, eran: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8.

Catecismo Romano, de Eusebio. Leyes de Partidas, de Berni. Instituto Civil y Real, de Berni. EI Abogado instruido, de Berni. Manual de Testar, de Berni. Recopilacion de Indias. Sacrofilacio Regio Perubico. Indecretales Sts. de Gonz.alez.

1771. Paquebote «San Esteban y Sta. Maria de Joc6s» (de la Real Cia. de Barcelona). Capitan: Jose Barrera. Zarp6: 11-XI-1771 para Puerto Rico y Santo Domingo, llevando entre su cargamento libros «impresos en Espana». 10 En este mismo ano de 1771 se fletaron y enviaron a Puerto Rico una serie de barcos suecos des tinados, con otros espanoles, a llevar tropas y oficialidad a la Peninsula: 1.

Urea «San Julian ». Comandante : Diego Guiral. Zarp6: 16-VII-1 771. 9. A. G. I. Contrataci6n, leg. 1456. 10 . . A. G. I. Contrataci6n , leg . 1457.

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2. Navia genoves: «Ntra. Sra. de Loreto» (fletado por Ia Real Hacienda). Capitan: Domingo Colombo. 3. Navio sueco: «Urriscksdal» (fletado por Ia Real Hacienda). Capitan: Nicolas Forlon (Fornlund). 4. Navia sueco: «La Lonja de Estocolmo» (fletado por Ia Real Hacienda). Capitan: Jacobo Timerkolds. 5. Navia sueco: «Noma Finland» (fletado por la Real Hacienda). Capitan: Juan Sinman. 6. Fragata espanola: «San Jose» (fletada por la Real Hacienda). Capitan: Antonio Rivadeneira. 7. Navia sueco: «Principe Carlos» (fletado por Ia Real Hacienda). Capitan: Lorenzo Fanmelin. 11

Fragata: «La Santisima Faz» (Libre comercio Isla de Barlovento). Destino: Puerto Rico. Capitan: Joseph Maro. Zarp6: 1-VII-1777. Carg6 balas, 2.000 para Puer to Rico.

Los barcos mercantes proseguian tambien zarpando, aunque una serie de medidas liberalizadoras iban afectando al trafico y a · 10s monopolios . La Compania de Barcelona, cuyas embarcaciones salian de la capital catalana hacia Cadiz para completar el cargamento, prosigui6 hasta 1778 enviando navias como :

Bergantin: «Nuestra Senora de Belen». Destino: Puerto Rico y Cuba. Capitan: Nicolas de Herrera. Zarp6: 15-XII-1778.

1772. Fragata «San Francisco de Paula» (de Ia Real Compania de Barcelona). Capitan: Jose Antonio Puig. Zarp6: 26-XI-1772 para Puerto Rico, Santo Domingo y Cumana. A bordo llevaba una carga heterogenea, compuesta, entre otras cosas, por 30.250 ladrillos, palas, rejones de hierro, davaz6n, armamento, Ioza, azulejos y un caj6n donde iban para don Agustin Antonio Valldejuli, en San Juan, una montana de cart6n y figuritas de barro de un Nacimiento, para el Fiscal de Ia Audiencia de Santo Domingo, don Diego Martinez, iban diez cajones con unos 200 libros, entre los cuales figuraban:

Fragata: «San Jose y Animas». Destino: Puerto Rico . Capitan: Antonio de Mier y Teran. Zarp6: 30-VIII-1777. Carg6: material belico por cuenta de la Real Hacienda. Fragata: «San Rafael». Destino: Puerto Rico y Santo Domingo. Capitan:· Manuel Ignacio de Ia Serna. Zarp6: 17-XII-1777. Carg6: material belico para Puerto Rico y La Habana.

Fragata: «La Princesa de Asturias». Destino: Puerto Rico y Cuba. Capitan: Juan Bautista Barcela. Zarp6: 13-VIII-1778.12 El Libre Comercio, 1778, puso fin a un proceso de transformaciones iniciado desde principio de siglo. Despues de esta fecha, y antes, el trafico con America - Puerto Rico - tomara otros derroteros ajenos por completo a este breve manojo de noticias.

Politica Indiana. El Quijote. Reglamento del Peru, Santa Fe y Mexico. Geografia, de Murillo y Velarde. De Regio Patronato, de Fraso. El Kempis. Arte, de Nebrija. Auquiridion. Gazofilazio. De Comercio, por Uztariz. De Tratos y Contratos, por Mercado. Obras de Quevedo, etc.

( J

1773. Paquebote «San Esteban y Santa Maria de Soc6s (de la Real Compania de Barcelona). Capitan: Jose Barrera. Zarp6: 13-X-1773 para Puerto Rico y Santo Domingo. 1776. El mismo. Zarp6 el 20-XI-1776. 1777. Balandra «Nuestra Senora de Ia Candelaria». Destino: Puerto Rico (por el nuevo proyecto). Capitan: Fabian Gard Aguirre. Zarp6: 25-IX-1777. Este barco naveg6 en virtud clel libre comercio concedido a la Isla de Barlovento. S6lo llev6 2.500 balas de calibre 16 para Puerto Rico. 11. A. G. I. Contrataci6n, leg . 2904.

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12. A. G. I. Contrataci6n, :eg. 1457.


El taller de 1nosaicos del lnstituto

B Instituto de Cultura Puertorriquefia ha establecido AJO LA DIRECCI6N DEL ARTISTA RAFAEL Rfos REY, EL

un nuevo taller de artes plasticas, esta vez dedicado al arte del mosaico. El senor Rios Rey fue becado por el Instituto de Cultura Puertorr iquefia para estucliar Ja tecnica del mosaico en Mexico bajo la clireccion clel artista mexicano Chavez Morado. Un grupo de j6venes fueron adiestrados para trabajar en el mural de mosaico que decora la pared principal del Parque de Bomberos de la ciudad de Ponce y que fue disefiado por el senor Rios Rey. En este taller se prepararan otros murales para decorar nuestros edificios publicos.


Archivo de Musica Puertorriqueiia

E de Musica

L lNSTITUTO DE CULTURA HA ORGANIZADO UN ARCHIVO

Puertorriquefia que cuenta ya con un importante fondo .de partituras manuscritas, ediciones impresas raras y agotadas, y grabaciones en discos y en cilindros de cera. Para este archivo el Instituto ha recibido, en concepto de donativos, valiosos manuscritos musicales de Juan Chavier, Jose Quinton, Feiipe Gutierrez y otros notables artistas del pasado. Muchas de estas composiciones estan ineditas y eran desconocidas por los estudiosos de nuestra musica. La colecci6n incluye composiciones de artistas extranjeros inspiradas en motivos puertorriquefios. Se destacan entre ellas algunas partituras del compositor norteamericano Luis Moreau Gottschalk, quien visit6 Puerto Rico en 1857, acompafiado de la cantante Adelina Patti. Gottschalk compuso varias obras basadas en temas de la musica folkl6rica puertorriquefia, entre ellas la Marcha de las Jibaros, que el Instituto ha publicado junta con un estudio de Amaury Veray acerca de Ia visita de Gottschalk y la Patti a nuestra patria y su influencia en nuestros compositores de entonces. Aparte de su funci6n de conservar y poner al alcance de los investigadores la producci6n musical puertorriquefia del pasado, el Archivo facilitara nuestra labor editorial en el campo de Ia musica. El Instituto lleva publicados seis volumenes de la obra completa de Juan Morel Campos, y, actualmente, prepara ediciones de la musica de Manuel G. Tavarez y de otros compositores del siglo xix. Dirige el Archivo de Musica Puertorriquefia el escritor y compositor Amaury Veray. :.J

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Gohernadores de Puerto Rico en el siglo XVIII Por AfDA R. CARO DE DELGADO

EL PRESENTE, LOS CATALOGOS GENERALES PARCIALES HASTA de gobernadores que ejercieron en la isla de Puer0

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to Rico durante el dominio espafiol mas frecuentemente consultados o reproducidos en obras de caracter hist6rico han sido los siguientes: el que Fray Ifiigo Abbad y Lasierra incorpora en su Historia Geografica, Civil y Natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, cuya lista de gobernadores comprende los que actuaron de 1509 a 1782; el que incluye don Fernando Miyares Gonzalez en su Noticias Particulares de la Isla y Plaza de San Juan Bautista de Puerto Rico, en el cual se consignan los primeros mandatarios desde 1509 hasta 1769; y el de don Cayetano Coll y Toste, que aparece en el Boletin Historico de Puerto Rico, Torno VIII, que pretende ser una lista completa de los que gobernaron bajo la egida espafiola y de los que actuaron hasta 1921 bajo la soberania norteamericana. Ademas de dichos catalogos y con referenda a parte de los siglos XVIII y XIX, tambien es frecuente la consulta a la adici6n que hace don Jose Julian Acosta al catalogo de Fray Ifiigo Abbad, completandolo hasta 1866; y a la resefia de gobernaciones de don Pedro Tomas de Cordova en Memorias Geograficas, Historicas, Economicas y Estadisticas de la Isla de Puerto Rico, Torno III, cuya resefia cubre desde 1731 hasta 1832. En estos catalogos o resefias, generalmente dados por correctos y por ende aceptados sin reserva alguna, los estudiosos de nuestra historia han venido nutriendose de informacion sabre los nombres de los gobernadores y de las fechas en que desempefiaron el mando. Sin embargo, en lo que especificamente concierne al siglo XVIII, hemos constatado que en dichos catalogos se ha incurrido en errores de omisi6n y comision que deben quedar sefialados y rectificados. Habida . cuenta pues de esta necesidad y utilizando los datos extraidos de documentos del Archivo General de lndias de Sevilla, Archivo Historico Nacional de Madrid y Archivo Historico del Gobierno de la Capital, hemos preparado la presente lista de gobernadores de Puerto Rico del siglo XVIII.

CATALOGO DON GASPAR DE ARREDONDO. INTERINO.

Uctubre de 1699 a 21 de junio de 1700. Fray Ifiigo Abbad y Lasierra no lo cataloga como gobernador interino y sefiala que ÂŤgoberno el afio de 1699Âť. Historia Geografica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Ed. Universidad de Puerto Rico. Mexico, 1959, pag. 262. Don Cayetano Coll y Toste no registra este interinato. Boletin Historico de Puerto Rico. Torno VIII. San Juan, Puerto Rico, 1921, pag. 141.

DON GABRIEL GUTIERREZ DE RIVA.

21 de junio de 1700 a 23 de julio de 1703. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Gaspar de Riva y solo consigna el 1700 como afio de su gobierno. Fernando Miyares Gonzalez lo situa en la gobernaci6n despues del interinato de don Francisco Sanchez Calderon; consigna como fecha inicial de su gobierno el 27 de julio de 1705 e implica que ceso el 12 de febrero de 1706 por muerte. Noticias Particulares de la Isla y Plaza de San Juan Bautista de Puerto Rico. Puerto Rico, 1954, pag. 111. Don Gabriel Gutierrez de Riva muri6 en su gobierno el 23 de julio de 1703.

DON DIEGO JIMENEZ DE VILLARAN. INTERINO.

24 de julio de 1703 a 12 de octubre de 1703. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Diego Villaran; igualmente Coll y Toste, op. cit., pag. 141.

SS


Miyares, op. cit., pag. 111 , indica el 23 de julio de 1703 como fecha en que se inici6 en la gobernaci6n. DON GASPAR DE OLIVARES Y DON ANDRES MONTANEZ. INTERINOS EN LA GOBERNACION POLITICA.

13 de octubre de 1703 a 29 de noviembre de 1703. No aparecen registrados en ninguno de los catalogos publicados; vease al respecto nuestro articulo «Alcaldes Ordinarios como Gobernadores de Puerto Rico en el Siglo XVIII», en Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueii.a, n .0 6. Enero-marzo, 1960.

articulo «Alcaldes Ordinarios como Gobernadores de Puerto Rico en el Siglo XVIII», en Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueii.a, op. cit.

DON JUAN DE JOARA Y VELASCO. INTERINO EN LA GOBERNACION MILIT AR.

12 de febre;o de 1706 a 26 de marza de 1706. No esta consignado en los catalogos.

DON JUAN LOPEZ DE MORLA. DON JOSE MARTINEZ DE ANDINO. INTERINO EN LA GOBERNACION MI LIT AR.

13 de octubre de 1703 a 29 de noviembre de 1703. No aparece registrado en ninguno de los catalogos publicados. DON FRl\NCISCO SANCHEZ CALDERON. INTERINO.

29 de noviembre de 1703 a 27 de julio de 1705. Abbad, op. cit., pag. 262, unicamente seii.ala el aii.o de 1703 como de su gobierno; igualmente Coll y Toste, op, cit., pag. 141. Miyares, op. cit., pag. 111, indica como fecha en que se inici6 en la gobernaci6n el 29 de actubre de 1703.

26 de marza de· 1706 a 24 de diciembre de 1708. Lopez de Morla se inici6 como gobernador interino nombrado por Ia Audiencia de Santo Domingo y luego, el 16 de mayo de 1707, el rey le extendi6 titulo de gobernador propietario. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Juan Morla, lo cataloga exclusivamente como interino y no ofrece fecha de su gobierno. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, lo llama Juan Francisco Morla, seii.ala que fue interino y da i'.micamente como afio de su gobierno el de 1706. Miyares, op, cit., pag. 111, no incluye a este gobernador.

DON FRANCISCO DANIO GRANADOS. DON PEDRO DE ARROYO GUERRERO.

24 de diciembre de 1708 a 24 de diciembre de 1713.

27 de julio de 1705 a 12 de febrero de 1706. Abbad, op. cit., pag. 262, sefiala que desempefi.6 el cargo hasta 1705. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, lo situa en la gob ernaci6n en 1704 y 1705 e indica que fue interino. Miyares, op. cit., p ag. 111, lo llama Pedro Arroyo y Guerrero, lo coloca en la gobernaci6n como sucesor de don Gabriel Gutierrez de Riva, fija como fecha inicial de su gobierno el 12 de febrero de 1706 y seii.ala que ces6 en el rnismo el 24 de octubre de 1708. La rnuerte del gobernador Arroyo Guerrero acaeci6 el 12 de febrero de 1706.

Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Francisco Granados y sefiala que desempefi.6 el cargo hasta 1708. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, tarnbien lo llama asi y fija su periodo de gobierno de 1706 a 1708. Miyares, op. cit., pag. 111, lo cita igualmente como Francisco Granados y consigna que su gobierno cornenz6 el 24 de diciembre de 1713 y ces6 el 24 de noviembre de 1714.

DON JUAN DE RIVERA.

24 de diciembre de 1713 a 3 de mayo de 1716. DON FRANCISCO CALDERON DE LA BARCA Y DON FERNANDO DE CASTILLO Y VALDES. INTERINOS EN LA GOBERNACION POLITICA.

12 de febrero de 1706 a 26 de marzo de 1706. No aparecen registrados en ninguno de los catalogos publicados; vease sobre el particular nuestro

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Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Juan Rivera e indica que gobern6 h asta 1713. Coll y Toste, op. cit. p ag. 141, dice que ej erd6 el mando desde 1709 hasta 1715. Miyares, op. cit., pag. 111, consigna el 24 de noviernbre de 1714 como fecha inicial de su gobierno.


DON JOSE CARRENO. INTERINO.

3 de mayo de 1716 a 30 de agosto de 1716.

DON ALBERTO BERTODANO.

30 de agosto de 1716 a 7 de abril de 1720. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Alonso Bertodano y solo registra el afio de 1716 como de su gobierno. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, tambien lo llama Alonso Bertodano.

DON FRANCISCO DANIO GRANADOS.

DON JUAN JOSE COLOMO.

29 de octubre de 1743 a 11 de agosto de 1750. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Juan Colorno y solo nos indica el afio de 1743 como de su gobierno. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, sefiala coma fecha inicial de su gobernacion el 29 de octubre de 1744.

DON AGUSTIN DE PAREJA.

11 de agosto de 1750 a 8 de julio de 1751. Abbad, op. cit., pag. 263, lo llama Agustin Pareja.

7 de abril de 1720 a 22 de agosto de 1724.

DON ESTEBAN BRA VO DE RIVERO . INTERINO. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Francisco Granados y sefiala que goberno hasta 1720. Miyares, op. cit., pag. 112, lo llama Francisco Daneo Granados.

DON JOSE ANTONIO DE MENDIZABAL Y AZCUE.

8 de julio de 1751 a 1 de mayo de 1753. Abbad, op. cit., pag. 263, lo llama Matias Bravo, sefiala que goberno hasta 1755 y omite indicar que fue interino. Miyares, op. cit., pag. 113, no menciona la fecha en que ceso su interinato.

22 de agosto de 1724 a 11 de octubre de 1731. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Jose Maria Mendizabal y sefiala qu~ goberno hasta 1724. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, indica que ceso en 1730. Miyares, op. cit., pag. 112, lo llama Josef Mendizabal.

DON MATIAS DE ABADIA.

11 de octubre de 1731 a 28 de junio de 1743. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Matias Abadia e indica que goberno hasta 1731. Don Pedro Tomas de Cordova tambien lo llama asi. Memorias Geograficas, Historicas, Economicas y Estadisticas de la Isla de Puerto Rico. Torno III. 1832, pag. 20.

DON DOMINGO PEREZ DE NANCLARES. INTERINO.

DON FELIPE REMIREZ DE ESTENOS.

1 de mayo de 1753 a 30 de agosto de 1757. Abbad, op. cit., pag. 263, lo llama Felipe Remirez, lo coloca en la gobernacion despues de Guazo Calderon y no indica fecha alguna de su gobierno. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, lo llama Felipe Re¡ mirez de Estenos; y asi tambien lo hace Miyares, op. cit., pag. 113. Cordova, op. cit., pag. 24, lo llama Felipe Remirez Estenos.

DON ESTEBAN BRAVO DE RIVERO. INTERINO.

30 de agosto de 1757 a 3 de junio de 1759. Abbad, op. cit., pag. 263 , omite este interina to. Miyares, op. cit., pag. 113, lo llama Esteban Bravo y Rivero, y no indica la fecha en que concluyo su gobierno interino.

28 de junio de 1743 a 29 de octubre de 1743. Abbad, op. cit., pag. 262, lo llama Domingo Nanclares y .no sefiala que fue gobernador interino. Coll y Toste, op. cit., pag. 141, lo llama Domingo Perez de Nandares e indica que ceso el 29 de octubre de 1744. Miyares, op. cit., pag. 112, lo llama Domingo Perez Nanclares; e igualmente Cordova, op. cit., pagina 23.

DON ANTONIO GUAZO CALDERON.

3 de junio de 1759 a 7 de marzo de 1760. Abbad, op. cit., pag. 263, lo llam a Mateo de Guazo y no indica fecha alguna de su gobierno. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, lo llama Mateo de Guazo Calderon.

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DON ESTEBAN BRAVO DE RIVERO.

INTERINO.

Miyares, op. cit., pag. 114, da como fecha inicial de su gobierno el 30 de julio de 1769.

7 de marza de 1760 a 29 de noviembre de 1760. Ab bad, op. cit., pag. 263, omite este interinato; asi tambien Miyares, op. cit., pag. 113. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, indica que ces6 el 20 de abril de 1761.

DON JOSE DUFRESNE.

2 de junio de 1776 a 6 de abril de 1783. Abbad, op. cit., pag. 263, no da fecha alguna.

DON AMBROSIO DE BENAVIDES. DON JUAN DABAN.

29 de noviembre de 1760 a 12 de marza de 1766. 6 de abril de 1783 a 27 de mayo de 1789. Abbad, op. cit., pag. 263, omite a este gobernador. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, indica que tomo posesion el 20 de abril de 1761.

DON MARCOS DE VERGARA.

DON FRANCISCO TORRALBO. INTERINO.

12 de marzo de 1766 a 22 de octubre de 1768.

27 de mayo de 1789 a 8 de julio de 1789.

Abbad, op. cit., pag. 263, lo llama Marcos Bergara, lo situa en la gobernaci6n como sucesor de don Felipe Remirez¡ de Estenos y sefiala unicamente el afio de 1766 como de su gobierno. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, indica que ceso el 28 de octubre de 1766. Cordova, op. cit., pag. 29, lo llama Marcos Vergara y lo prolonga en la gobernaci6n hasta su muerte acaecida el 28 de octubre de 1768.

Coll y Toste, op. cit., pag. 142, indica el 27 de marzo de 1789 coma fecha en que asumio el cargo. Jose Julian Acosta omite este interinato en su continuacion al catalogo de gobernadores de Fray Ifiigo Abbad. Historia Geografica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Nueva edicion anotada en la parte historica y continuada en la estadistica y econ6mica por Jose Julian de Acosta y Calbo. Puerto Rico, 1866, pag. 503.

DON JOSE TENTOR. INTERINO.

22 de octubre de 1768 a 31 de julio de 1769. Abbad, op. cit., pag. 263, no indica la fecha de su gobierno. C9ll y Toste, op, cit., pag. 142, lo llama Jose Trentor y fija su interinato desde el 28 de octubre de 1766 hasta el 31 de julio de 1770. Miyares, op. cit., pag. 114, no menciona la fecha en que ces6 el interinato. Cordova, op. cit., pag. 33, dice que asumio el mando el 28 de octubre de 1768.

DON MIGUEL DE MUESAS .

31 de julio de 1769 a 2 de junio de 1776. Abbad, op. cit., pag. 263, indica que goberno hasta 1775. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, refiere como fecha de su titulo el 31 de diciembre de 1769 y sefiala que tom6 posesion el 31 de julio de 1770.

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Coll y Toste, op. cit., pag. 142, sefiala el 27 de marzo de 1789 para la terminaci6n de su gobierno.

DON MIGUEL ANTONIO DE UZTARIZ.

8 de julio de 1789 a 19 de mayo de 1792. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, lo llama Miguel Antonio de Ustariz. Acosta, op. cit., pag. 503, lo llama Miguel Ustariz. Cordova, op. cit., pag. 59, lo llama Miguel Ustariz.

DON FRANCISCO TORRALBO. INTERINO.

19 de mayo de 1792 a 21 de marzo de 1795. Coll y Toste, op. cit., pag. 142, consigna que su gobierno comenzo el 19 de marzo de 1792 y que ces6 en 1794. Igualmente registra, como gobernador interino que actuo de 1794 a 21 de marzo de 1795, a don Enrique Grimarest, quien nunca ejerci6' tal cargo.

DON RAMON DE CASTRO.

21 de marza de 1795 a 12 de noviembre de 1804.


Notas sobre la Historia de la .Iglesia de Santa Ana y de su Cofradia de la Sagrada Familia Por BIBIANO TORRES

2 DE SEPTIEMBRE DE 1768, DON JUAN ESTEBAN DE E IaDfARosa, vecino de San Juan de Puerto Rico, envia L

al Consejo de Indias una instancia en Ia que decia que estaba fabricando a sus expensas una iglesia bajo Ia advocaci6n de Ia Sagrada Familia, pero que faltandole el permiso del Rey y Ios medias necesarios para mantener Ios divinos oficios en eila, pedia que se le aprobara Ia fundaci6n de Ia dicha iglesia y se le sefialase alguna Iimosna para el culto divino. Rogaba, igualmente, que se le concediese a Ia iglesia por el hecha Ia gracia de ser ayuda de parroquia de aqueIIa Catedral, y que se nombrase capeIIan a un hijo suyo. Pasada la instancia al fiscal del Consejo para que informase, opin6 que aunque estaba prohibido erigir iglesias y cofradias sin Iicencia de Su Majestad y del Consejo, debia tomarse en cuenta que en aqueila ciudad de San Juan no habia otra iglesia Parroquial que la Catedral, 1 en cuyo caso era creible lo que decia en el memorial Esteban de Ia Rosa, sobre la utilidad de Ia nueva construcci6n y Ia autorizaci6n que para eila le habian dado el gobernador Benavides y el obispo Marti, al comenzarse la fabrica. El fiscal terminaba su informe diciendo que debia Iibrarse cedula al gobernador de Puerto Rico para que este comunicase cuando com enz6 la obra, si ya se habia concluido y si era necesaria y util su conservaci6n. Tambien se debia p edir el informe del Cabildo de Ia Catedral en Sede Vacante para que avisase «Si en Ia construcci6n.habia intervenido el beneplacito de la jurisdicci6n eclesiastica diocesana, si dicha iglesia era necesaria y util para el pasta espiritual de los fieles, y lo mismo Ia cofradia erigida en eila; si para su conservaci6n habia fondos y rentas destinadas ; cual era el manejo y servicio que t enia dicha iglesia, y a cargo de quien corria, con todo lo 1. Vease pagina 60 de este nurnero.

demas que estimase conducente a instruir el Real animo de Su Majestad y formase el debido concepto de esta fundaci6n». EI Consejo de Indias da por bueno este parecer del fiscal determinando se manden a expedir dichas ceduIas, las cuales firma Su Majestad el 16 de septiembre de 1770. De las averiguaciones que hicieron el gobernador y el cabildo eclesiastico, para contestar a las cedulas, podemos conocer muchos datos de Ia historia de Ia iglesia de Santa Ana y de la mencionada Cofradia. En Ia comparecencia que hizo Juan Esteban de la Rosa ante el gobernador explic6 que estaba construyendo una iglesia bajo Ia advocaci6n de la Sagrada Familia arrimada a la ermita antigua de Nuestra Senora Santa Ana, y que todo lo que habia construido habia sido con Iicencia que le concedieron el gobernador don Ambrosio Benavides y el obispo Marti. Da noticias de que la ermita esta fundada de tiempo inmemorial y que el desconoce la fecha de su fundaci6n. Las obras de la reforma comenzaron el afio de 1763. Para saber coma se encontraban en 1770 dejemos hablar al mismo Esteban de Ia Rosa: « ... que la construye con las cortas limosnas que recoge de los fieles y con Io que alcanzan sus fuerzas; que al presente, parte se h aila en cimientos y parte con los muros levantados a 3 6 4 varas, y que el h ailarse en este estado .proviene de Ios temporales que ha padecido la Isla, • y por haber estado el enfermo mucho tiempo, y porque la mayor parte se gasta en Ios adornos y festividades de la ermita. Que la obra que se intenta es ampliar dicha ermita 2. Rccue rdese que en el aiio 1766 la I sla sufri6 dos fur iosos h u racanes: el de San J enaro, el 19 de septiernbre y el de San Marcos en los dias 7 y 8 de octubre de d icho afio. CL Luis A. Salivia, H istoria ite las Huracanes de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico, 1950, p. 76 S S .

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para mayor comodidad de las fieles, construyendola en el mismo sitio en que se halle, de Norte a Sur, par no poderse en otra conformidad a causa de la incapacidad del terreno». EI relato nos aclara la causa que habia movido al gobernador Benavides a conceder Ia licencia para esta construccion: el que la obra que se proyectaba no se extendia fuera de las terminos del terreno que ocupaba Ia antigua ermita de Santa Ana. Otra de las informaciones que el gobernador de Puerto Rico envia al Consejo, cumpliendo Io ordenado, es un reconocimiento de las obras que se estaban realizando en la capilla, reconocimiento que fue Ilevado a cabo par don Tomas Ramos, maestro mayor de las Reales Obras de Puerto Rico. EI nos dice: « ... que lo que se estaba construyendo es contiguo a Ia iglesia vieja: que las paredes tienen 255 varas y media agregandoles 59 varas de cimiento que a razon de tres pesos y media cada vara real importan ochocientos noventa y nueve y tres cuartillos, y Ia calidad de sus paredes estan de satisfaccion y en cuanto a la extension de la capilla nueva tiene de largo veinticinco varas y diez de ancho que hacen doscientas cincuenta varas superficiales, y Ia capilla vieja tienen quince de largo y de ancho seis que componen noventa varas superficiales, y unidas las dos capillas hacen trescientas cuarenta varas». Tambien el Cabildo edesiastico hizo las diligencias que le fueron pedidas, y que a nosotros nos aporta datos esenciales sabre la antigua capilla de Santa Ana, y Ia nueva hermandad. En Ia antigua ermita de Santa Ana solo deberia haber un altar en el que se venerarfa la imagen de Ia titular hasta el momenta que historiamos. Par esas fechas Juan Esteban de Ia Rosa, ciruiano. coma asi se hace constar en una declaracion, erigio en Ia dicha ermita un altar lateral para colocar Ia imagen de San Joaquin par quien sentia devocion particular. A esta imagen se le celebraba todos Ios anos una solemne novena con cuyo motivo se le trasladaba al altar mayor. Parece que la union de San Joaquin con Santa Ana en el altar mayor fue del agrado del obispo Marti. quien ordeno que asi permaneciesen durante todo el ano para la adoracion de las fieles a Ia vez que se entronizaba una imagen de la Virgen de la Merced en el altar lateral que quedaba libre. Es posible que este fuese el princioio de la nueva hermandad de la Sagrada Familia a Ia que el obispo dio licencia, documento que por parecernos muy interesante transcribimos al final. Estas suposiciones que hemes expuesto nos Ia ha brindado las respuestas que Juan Esteban de la Rosa dio al Cabildo Eclesiastico en el interrogatorio a que fue sometido. Dijo Io siguiente: que la antigua iglesia tenia dos altares, el mayor en que estan las imagenes de Ia Sagrada Familia, en el cual siempre hay una Iampara encendida, y otro en que esta colacada Nuestra Senora de la Merced; que en la sacristia habia tres casullas: una blanca y dos blancas y encarnadas; cuatro albas, capa pluvial, dos calices de plata con patena dorada; cuatro vinajeras de plata, un platillo y un incensario de plata y varies . misales. Que se celebra Ia festividad de Santa Ana con novenario, costeando la ' hermandad el gasto del primer dia y SU sermon, y Ios

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demas dias las devotes; igual par Ia festividad de San Joaquin; un aniversario par las hermanos difuntos; igual para Nuestra Senora de Ia Merced y novenario pagado par un devote; y que todos Ios dias de precepto y muches que no lo son se celebran misas, y por la noche se reza el Rosario ; y Ios miercoles de cuaresma, par la noche, sermon, a costa de los diputados. Si el relato de Esteban de Ia Rosa nos informa de la capilla de Santa Ana, el informe que el Cabildo eclesiastico envia al Consejo nos muestra el estado en que se encontraban las otros templos de San Juan: « ... ademas de la Catedral la ciudad tenia tres conventos con sus iglesias; una capilla, muy decente, en la Fortaleza, con puerta a la calle; la iglesia del Hospital de Ia Concepcion que era mediana, y una capilla del Santo Cristo de la Salud; sin nombrar dos ermitas nombradas de Santa Barbara y San Sebastian, que la primera sirve en el dia de almacen de polvora, y la segunda esta destruida». No obstante este numero de iglesias, dice el Cabildo en su informe, la capilla de Santa Ana, par su situacion, tiene gran utilidad, y en un tiempo no muy lejano podria ser muy necesaria coma ayuda de parroquia, teniendo en cuenta el crecimiento que en esos momentos estaba tomando la ciudad. En lo que no esta de acuerdo el Cabildo Eclesiastico con Juan Esteban de la Rosa es en darle la capellania a su hijo. Dicen que no es aconsejable por ser sus padres pardos y las costumbres del muchacho no inclinadas al estado eclesiastico, por cuyos motivos las padres dominicos le habian quitado el habito de pupilo que su Provincial le habia dado. en Santo Domingo. Anade el Cabildo, que dicha peticion para Ios otros hijos no viene al caso por sus cortas edades. · Termina su informe el Cabildo con una pequena nota financiera sabre la Cofradia: que su capital es de mil y cien pesos, las cuales tienen cinco personas a tribute, rentandoles cincuenta y cinco pesos, y que .segun las ultimas cuentas resultan a favor de Ia hermandad doscientos noventa y siete pesos. A pesar de estos informes del gobernador y del Cabildo Eclesiastico no parece que el Consejo de Indias se decidiese a Ia institucion de Ia Cofradia, ni diese conformidad para continuarse Ia obra, ya que Juan Esteban de Ia Rosa envia una nueva instancia solicitando el Real Permiso. Por este nuevo memorial podemos saber las riquezas con que contaban Ia capilla y la hermandad, ya que en el se incluye una Iarga relacion de las alhajas, donadas unas por su fundador y otras por las fieles, reladon que aparece transcrita en el Apendice. Ante esta nueva solicitud el Consejo pide, otra vez, mas detalles al gobernador y al obispo de Puerto Rico . El informe del obispo es muy parecido al que anteriormente habia mandado el Cabildo. Dice asi: « ... que Ia nueva iglesia no es necesaria porque ademas de Ia Catedral Ia ciudad tiene tres iglesias de conventos, y cuatro ermitas muy decentes, pero que sera muy l'.1til y se debe dar licencia para seguir la obra, pero sin ayuda economica, pues los fieles clan Io necesario. No conviene en erigirla en ayuda de parroquia por la falta de clerigos; y que tampoco se nombre capellan al hijo por-


que sus padres son mulatos, gente vii, y en este pueblo llevan muy a mal que los mulatos alcancen el sacerdocio» . Antes de enviar su informe, el gobernador Muesas ordena que se inspeccione de nuevo la obra y que se le· vante un piano de ella. Esta encomienda se le hace al alarife de la ciuclacl Jose Casimiro Bazan, pero ante la negativa de este quien alega no saberlo hacer, lo levanta el albafiil Juan Antonio de Lerin. Este es el plano con que ilustramos estas notas y q.u e hemos encontrado en el leg., n. 0 2389 de la Secci6n de Santo Domingo, de! Archivo General de Indias. Acompafia al piano un informe del gobernador donde dice que Juan Esteban de la Rosa «no ha mudado de forma lo que es capilla y terreno de Senora Santa Ana; que lo que ha hecho es cimentar y levantar muros a tres varas y media de alto, dentro de la misma posesi6n formando nueva iglesia con pensamiento de hacerla de los anchos, gruesos, y tamafios que manifiesta el plano». Con estos nuevos informes el fiscal recomienda que se autorice la obra, pero el Consejo de Indias en su sesi6n del 11 de agosto de 1773 resuelve solicitar del gobernador de Puerto Rico un nuevo informe en el cual haga constar el paraje en que se halla la ermita, y que sefialen las distancias que hay desde alli a las murallas y al mar, y si el edificio podia perjudicar a la ciudad en caso de asedio. El rey confirma esta proposici6n y para ello se expide Real Cedula en San Ildefonso, el 13 de septiembre de 1773. La contestaci6n del gobernador no se hace esperar y acompafiando a una carta suya de 27 de noviembre de 1773 envia el informe que el ingeniero director don Tomas O'Daly ha .hecho del asunto. Dice dicho informe que « .. .la ermita de Santa Ana se halla situada en la calle del Santo Cristo, distante de la mar ciento cua-

renta varas, 3 incluyendo todo el ancho de la dtada calle; por lo cual no encuentro que en la presente ni en lo venidero pueda resultar inconveniente alguno a la fortificaci6n de ese lado de la Plaza el que se levante el edificio en donde y en la manera que se propane ; y que tampoco en manera alguna podria perjudicar a la def ens a en caso de un asedio». No hemos podido averiguar la opinion del Consejo ante este nuevo informe, pero por el espacio de tiempo que media entre la contestaci6n del gobernador y la fecha de la cedula real que autoriza la construcci6n de la capilla y las constituciones de la hermandad, deducimos que tuvo que haber nuevas vacilaciones y hasta, i;>osiblemente, se pidieron nuevos informes a las autoridades puertorriquefias. El dia 21 de junio de 1776 se expide en Aranjuez, la Real Cedula tan deseada por ese gran puertorriquefio, que debi6 ser Juan Esteban de la Rosa, que si qued6 defraudado en su petici6n de la capellania para su hijo, vio compensado su esfuerzo y devoci6n al conocer erigida la Cofradia y aprobada la reconstrucci6n de la ermita. La Real Cedula dice textualmente asi: « ...aprue. bo la construcci6n de la ermita y las constituciones de la hermandad, pero no debe erigirse en ayuda de parroquia, ni se le de limosna, ni se de nombramiento de capellan». La Real Orden alude en particular al benefactor de la hermandad: « ... aunque el estado de la cofradia se debe a su celo fervor y dispendios, todo esto puede servir para que se le distinga entre los cofrades y se le reconozca principal promovedor de ta! obra». •

3. De la puerta de la ciudad llamada de San Justo y de la muralla, mediaba 54 varas. 4. Han sido utilizados para la documentaci6n de este articulo las legajos de la Audiencia de Santo Domingo 913 y 2,389 .

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LICENCIA DADA POR EL OBISPO MARTI PARA LA CREACION DE LA HERMANDAD DE LA SAGRADA FAMILIA Nos, el doctor don Mariano Marti, por Ia gracia de Dios y de la Santa Sede Apostolica, obispo de San Juan de Puerto Rico y sus anexos del Consejo de Su Majestad. etc.: Habiendo visto Ios documentos presentados por Juan Esteban de la Rosa, vecino de esta ciudad y atendiendo a Ia especial devocion que demuestra tener a la Sagrada Familia, bajo cuyo Titulo, y proteccion quiere se erija una Congregacion, cofradia o esclavitud, procurando se aumente tambien esta veneracion y culto a otros muchos devotos en el deseo de alistarse en esta misma esclavitud militar bajo las sagradas banderas de tan alto blason, consiguiendo por este medio conquistar el Reino de los Cielos, y obtener en el Ios coronados premios de la gloria a que solamente se debe aspirar: y deseando Nos concurrir, y contribuir a este pio y devoto designio, y que de dia en dia mas y mas se aumente Ia veneracion y obsequio en honor de la Sagrada Familia, venimos en condescender benignamente a sus buenos intentos estableciendo, erigiendo y constituyendo esta congregacion, cofradia o esclavitud, como en virtud del presente decreto Ia fundamos, erigimos, establecemos y constituimos y para que se rija y gobierne con el acierto y esplendor que corresponde, ordenamos y mandamos se observe lo siguiente: Pueden pertenecer todas las personas de ambos sexos y todos rezaran durante cinco veces el Pater Noster, Ave Maria y Gloria Patri en honor de las cinco personas de la misma Sacra Familia, sin que se entienda pecar venialmente Ios que no cumplen con esta devocion; recibir el sacramento de la confesion durante un dia de Ia novena para poder recibir dignamente el de la Eucaristia. Otrosi, otorgamos y concedemos cuarenta dias de indulgencias a todos los que visitasen Ia ermita de Santa Ana de Ia presente ciudad en cualesquiera de los dias siguientes; es to es el de es ta Santa, en los de San Joaquin, San Jose, en las cinco principales festividades de Maria Santisima, como son, Concepcion, Natividad, Purificacion, Anunciacion y Asuncion y a Ia Natividad del Senor, Circuncision y Adoracion de los tres Santos Reyes, e igualmente en los nueve dias de cada una de las novenas que se han de celebrar en honor de la Sagrada Familia. Otrosi, ordenamos y mandamos que paguen cada uno de Ios esclavos en el ingreso un real de plata, y lo continue despues anualmente en el dia de Santa Ana, que se distribuira en Ia forma que abajo se expresa. Otrosi, ordenamos y mandamos que en Ia segunda dominica de septiembre se elijan para administrar esta congregacion un tesorero, dos procuradores, un sacristan y un secretario, y mientras, hasta la segunda dominica de septiembre de mil quinientos y sesenta y tres, nombramos por tesorero a Juan Esteban de la Rosa; por primer procurador a Matias de Lara Calderon y por segundo a Jose de la Pefi.a. Por sacristan a Francisco Moreno; y por secretario al presbitero don Bernardo Antonio Zegarra.

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Otrosi, orden amos. y m andamos ¡ que todos Ios esclavos varones tengan voz pasiva en las elecciones de estos oficios, pero que Ia activa la tengan solamente los cinco sujetos que ocuparen Ios referidos empleos, y el parroco de Ia ciudad. Otrosi, ordenamos y mandamos que el tesorero ha de cobrar y percibir todos los caudales de la compafiia, y la limosna de los fieles; los procuradores inquirir y averiguar los pobres congregantes de ambos sexos; el sacristan de la limpieza, aseo y adorno de Jos . ornamentos de la misa y demas funciones religiosas; el secretario llevani tres libros : en el primero las ordenaciones con su aprobacion y en cabeza este decreto; en el segundo los inventarios de Ios bienes y alhajas de Ia iglesia; en el tercero Ios nombres de Ios congregantes, notando si alguno falleciese y las limosnas se hubiesen entregado para sus sufragios. Otrosi, ordenamos y mandamos que en las rentas y bienes que se ha de hacer cargo el tesorero, no se comprendan las que hasta ahora tienen impuestas y . en adelante impusiese Juan Esteban de Ia Rosa quien debera administrarlas libremente hasta su muerte. Otrosi, ordenamos y mandamos que anualmente se celebre Ia fiesta que esta dotada de Santa Ana en su ermita, segun y en Ia conformidad que se ha ejecutado hasta el presente, y en los nueve dias continuos por la tarde se rezara Ia Novena, en honor de Ia Sagrada Familia, procurando los diputados no falten misas esos dias por la mafiana en horas competentes para que puedan ir Ios fieles que Io deseen, y que lo mismo se ejecute en el dia de San Joaquin y sus nueve dias inmediatos, en consecuencia de haber colocadd en la propia iglesia Ia imagen de este santo, y sera una de los cinco que comprende la Sagrada Familia. Otrosi, ordenamos y mandamos que dos partes de los caudales de la hermandad se aplicaran para costear Ia iglesia y sus ornamentos, cera, etc., y Ia otra tercera parte para limosnas, pero como la referida iglesia o capilla necesita ampliarse y construirse en otra forma, ordenamos y mandamos que esta distribucion de rentas no tenga efecto en el interin y hasta que se ejecute Io referido y este mas capaz para la congregacion de los fieles. Otrosi, ordenamos y mandamos que Ios cinco diputados deben juntarse para tratar del gobierno a Io menos de tres en tres meses, y siempre que ocurra motivo particular, a cuyo fin se destinara para esta junta Ia sacristia de Ia ermita. Otrosi, ordenamos y mandamos que siendo necesario para el establecimento de esta cofradia preceda el Real Consentimiento, hayan de solicitarlo Ios cinco diputados de esta esclavitud y presentar en el Real Consejo de Indias estas ordenanzas para su aprobacion. Dado en nuestro Palacio Episcopal de esta ciudad de San Juan de Puerto Rico a los veinticuatro de agosto de mil setecientos sesenta y dos, firmado de nuestra mano, sellado con nuestro sello y refrendado por el infrascrito secretario. Mariano, obispo de Puerto Rico.


RELACION DE LAS ALHAJAS DE LA COFRADIA Una imagen de San Joaquin, de talla, con diadema de plata sobredorada, baculo de plata y capa de perciana morada. Donada por Juan Esteban de la .Rosa. Un pulpito de talla dorada, que se hizo nuevo, por estar el oro deteriorado. Donado por la cofradia. La imagen de Santa Ana que por ser antigua estaba deteriorada, se compuso y dor6 como la diadema, por la cofradia. Un caliz que se hizo nuevo, con su patena, y otro viejo que se hizo dorar, a expensa de la cofradia. Una imagen del Santo Cristo que estaba en el altar de Santa Ana se hizo componer de nuevo, y se le hicieron corona y clavos de plata que no tenia por ser antiquisimo. Un altar que erigi en la antigua ermita de Santa Ana para colocar la imagen de San Joaquin, a mis expensas. Una cafia de azucena vieja de plata, que se le ponia en la mano a la imagen de Santa Ana, le hice hacer de nuevo toda la plata dorada, que consta de una proporcionada vara de dos cuartas, con una rosa en medio de 15 azucenas de plata todo dorado, por cuenta de la cofradia. En el altar mayor de Santa Ana puse un velo encarnado de lista, por cuenta de la cofradia.

Un incensario nuevo con naveta y cuchara de plata, por la cofradia. Una casulla blanca forrada en tafetan doble rosado, y guarnecida de oro, con su manipulo y estola, por la cofradia. Dos mantos de damasco rosado guarnecidos con punta ancha de plata, uno de San Joaquin y otro de Santa Ana, por la cofradia. Dos ornamentos, uno de dai;nasco y otro de raso, por la cofradia. Seis blandones de metal amarillo, por la cofradia. Una campana nueva con peso de un quintal que compre en la Espanola. Una capa pluvial blanca. Dos facistoles. Un atril para el altar. Un gui6n de raso blanco con su cruz, y extremos de metal amarillo y un cuadro que incluye las cinco personas de la Sagrada Familia que sirve para llevar a los entierros de los cofrades. Dos escafios, tres misales, un vaso de cristal para la lampara, una tumba para hacer los sufragios de los hermanos difuntos, un pafio negro para cubrirlo, dos casullas con sus manipulos y estolas y cenefas guarnecidas de oro, dos cingulos de cinta ancha, dos albas finas, seis amitos nuevos, tres juegos de corporales, doce purificadores y dos vinajeras de plata.

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Offset RVMllOS Ramb las, 2o llarcclona. Printed in Spa in.

Autorretrato de/ pin tor espaiiol Luis Pa rel y Alcazar ('1746 -1799) vistiendo la ind11 - ¡ mentaria jibara y pintado d11ra nte sii destierro en Puerto Rico ( 177 6) . 'Un rna dro similar a este leJue enviado al Rey por el propio au tor co11 el prop6silo de moslrarle la indigencia a que babia sido red11cido e implorar su perd6n. C o lecc io n d e D . Ac isclo Marxuac h San Juan d e Puerto l!ico.


ENSAYO RUSTICO

INSTITUTO DE CUL TURA PUERTORRIQUENA

San Juan de Puerto Ric:o -

1960


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ENSA YO RUSTICO PIANO Alegretto

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