"Cóctel de Don Nadie tado a la moderna, y se lo arregla -con las manos. Saca un pañuelo del bolsillo y comienza a limo piarse el blanquete de la cara.
No sólo se ha quitado el turbante, símbolo de su vergüenza; literalmente se ha quitado de encima la máscara que cubría su conciencia y su herencia, la máscara impuesta por la hipocresía y el miedo a una gente temerosa de su propia herencia. Las fi· guras de la trilogía sienten el suplicio de no estar preparadas para ser 10 que son, y sólo los que se han hecho las paces con el mundo y consigo mismas pueden vivir tranquilas. Estas obras, hay que repetil110, no atacan tanto al racismo como a los incompletos; los que niegan la existencia de Mamá Toña y Micaela son Maria y Cambucha. Como dije. ra G. R. Coulthard, Vejigantes pone el dedo en la llaga de "... the absurdity of social pretensions based on colour and... the unhappiness and neuroses these can produce". (Race and Colour in Carib· bean Literature, 102.) Mdscara puertorriqueña representa una progre· sión hacia la esperanza. El Juan de "Bl murciélago" está enajenado más allá de cualquier posibilidad de reintegración, porque es dueño de una parte nada más de su unicidad; simbólicamente, es Puerto Rico, atrapado entre dos culturas. Augusto da unos pasos tamb.deantes hacia la resolución del
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dilema, pero es un ser tan débil, tan castrado por los años de mentira, que no encuentra más remedio que el suicidio. Con Cambucha, empezamos a ver alternativas; Cambucha misma se destruye la más· cara. Son Clarita y, más impresionante todavía, Marta quienes se quitan la máscara de buena gana y se aceptan. Su decisión está muy cerca de la visión trágica, del reconocimiento del orden de las cosas como resultado de una percepción nacida del sufrimiento. Juan sufre tan ciegamente que no puede ver en problema; Augusto ve nada más la autodestrucción mientras que Cambucha tiene una visión vaga, pareial, de la traición de su propio proceder. Pero Clarita y Marta tienen la fuerza moral para reconocer lo que han hecho y lo que les queda por ser y hacer. Hasta aquí, los personajes de Arriví estaban frustrados en su intento de comunicación más aUá de las limitaciones individuales. Sólo cuando se reconocen por lo que son alcanzan la integridad y la entereza espirituales, saben para siem· pre quienes son y quienes pueden ser. Con Cóctel de don Nadie (1964), vuelve Arriv1 al tono y la temática de Club de solteros, aunque de fOIma mucho más compleja; la obra tiene claro parentesco con las sátiras de EmHio Belava'l, Cielo caldo y La vida. La obra tiene estructura hasta cierto punto paralelística. ya que cada espanto pre.
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