Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña

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!Ir En Cuentos para fomentar el turismo 3 el tono es diferente. Son diez cuentos donde los asuntos: despojo, superstición, doloroso apocamiento o desesperada rebeldía del jíbaro, se enriquecen con temas como el de la jibarita prostituida y el conflicto pedagógico de una joven maestra rural, Isabelita Pirimpín, quien fracasa con sus métodos flamantes, imposibles en el ambiente miserable de los niños campesinos. La ironía de estos cuentos empieza con el título. Detrás está la protesta del autor, su compasión resuelta a veces en ternura, como en el cuento El niiio morado de Monsona Quintana y su entierro seguido por angelitos mocosos de la vecindad. Cuentos de rebeldía y venganza ante la injusticia social son La candelaria de Juan Candelaria y Capataz buena persona montado en caballo blanco. El primero del libro: Un desagravio al cabrón del barrio Juan Dom.ingo es uno de los más valiosos por la estructura y movimiento creciente de intensidad que lo envuelve: la superstición y la truculencia que siempre me recuerdan algunos de los ClIentos Andinos del peruano Enrique López Albújar. Elegí como ejemplo del tono y el estilo de este libro, Santiguá de santigiiero. El autor nos infor· ma que la santiguada es un exorsicio contra los zarpazos de la muerte y acentúa las partes descriptivas con otros sabores del habla jíbara: jaldas del bohío solitario; anemias desgiiesando al peón; alma arruc1tada; sacar un alma de su aplatal1amiento. Los dos personajes: el moridol y Gume Pache· ca están descritos con efectos que van llevándonos al descubrimiento del tema revelado en la declaración final del santigiiero. El enfermo era «un mantoncito de hombre de cejas lampiñosas con el pantalón agujereado por la miseria». Sus ojos estaban cerrados por una fatiga tan profunda «que parecía tener los' párpados cosidos». Ante el enfermo, Gume Pacheco despliega todo su saber. aCon el labio roído por el rezo -dice el narrador-, flaco por los ayunos, puro y humilde, quiere pasar como otras veces la raya del milagro.» El cuento se estructura en cuatro exorcismos y una doble súplica del santigüero al moribundo: En el nombre de Dios todopoderoso que lo mesmo cura cuando el hombre está sano que cuando está enfelmo; que lo mesmo ayúa cuando el hombre está vivo que cuando está muelto, santiguote helmano para que no llegue jasta ti la muelle.

3. San Juan de Puerto Rico, Biblioteca de Autores Ptlertorriquelios, 1946.

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La doble súplica se resume en una: 4l0yeme, moridol: no te mueras sin decilme la enfelmedá que es la tuya... quean otros en el barrio que puen .morí I sin que yo sepa como devolvelles la salú. ¿No quies ayuar al santigüero viejo a curar los amigos que ahora lloran tu mueltc?» Aquel hombre no quería vivir ni aun cuando Gume Pacheco le recordaba sus hijos, su bohío y los amigos que lloraban afuera. Vencido, el curandero lo deja morir. «Le echó una gota de espelma caliente en cada ojo; le hizo una cruz en la frente con mucilga de zábila.» La súplica de Gume Pacheco lo apremia a revelar la causa de su muerte, con los dedos curvados para detenerla y la oreja cerca del aliento que se extinguía. Escucha al fin una palabra. Una sola palabra terri· ble, reveladora de la condición desesperada que hace al enfermo no querer vivir. Al escucharla, Gume Pacheco cae desvanecido. Se oyen los avisos agoreros: el grito de la caruja y la pisada en el rancho del compadre anunciando que el obstinado en morir, está amortajado ya en la calma que deseó. La conclusión se llena de voces de los amigos que llegan «con el habla en reguerete.· preguntando quien ha muerto. El santigücro les muestra al amarilleal1te. Y el narrador dice estas palabras reverentes: «La mueilga de sábila le fulgía en la frente como lágrima violeta que se hubiera adelantado a las del grupo de todos los compadres. Los altureños se quitaron las pavas en silencio.» Gume Pacheco les revela que·su enfermo murió de hambre, enfermedad nueva en el barrio. Contra ella -dice- «no pue na la santiguá». Este jíbaro es «el agujereado por la miseria», descrito por Miguel Meléndez Muñoz.~ Belaval expresa solidaridad con él en sus diminutivos al describirlo, en su referencia dos veces en el cuento a .da cajita misteriosa que tiene cada jíbaro en el pecho para recoger la voz de la amistad". La vida del jíbaro -dice- «es un dulce en palito que lambe gozosamente aunque tenga la paja vieja, el pantalón en siete y la mujer encinta".

IV La segunda vez que Belaval me visitó, fue para que habláramos sobre su tercero y último libro de cuentos: Cuentos de la Plaza FlIerte.~ Había dedicado varios años a escribirlo y en él reaparece la riqueza imaginativa y lingüística de Cl/entos de la Universidad en un arte definitivamente maduro. Los relatos abarcan la vida en San Juan 4. Estado social del campesino ptlertorriqtlelio, San

Juan, Puerto Rico, Imp. Cantero y Fernández, 1916. 5. Barcelona, Ediciones Rumbos, 1963.


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