Puerto Rico Ilustrado (1940)

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CUENTO POR

RUY VIVAR

NAVIDAD OS balcones estaban abiertos; las luccs de Ia

L

sala y las del comedor, encendidas. En Ia casa habia movimiento; Ia senora iba y venia, disponiendo las cosas, cuidando los ultimos detalles: ese borde del mantel, desviado, fuera de linea; esa orla de alverjillas violaceas que Ia ligerisima brisa procedente de Ia calle desordenaba a cada liviana rHaga. Afuera, en el gran patio familiar, lleno de plantas, frescas aun por el ultimo riego nocturne, una alta enreda· dera de madreselvas perfumaba el ambiente de p~. De P.aZ dom.e stica a Ia cual llegaba, alteran· do Ia tranquilidad caracteristica de las arboladas calles de Flores, el rumor vibrante de los tranvias sucediendose a lo largo de Rivadavia; el grite· rio de los paseantes que, en mangas de camisa, ocupaban autom6viles descubiertos; Ia explosion de los fuegos de Bengala, nocturna y eventual diversion de los chicos, y, en conjunto, esa extra· fia, confusa, indescriptible vibracion sonora que anima las calles portei'ias en las fechas excepcio· nales del aiio y alcanza su apogeo durante Ia Nochebuena, Ia Navidad, el Ai'io Nuevo ... Desde el patio, repantigado en una confor· table hamaca de paja, el duei'io de Ia casa, don Luis Revol, grito: -;Viejita! Siempre llamaba asi a su esposa. Ella, en cambia, por una costumbre adquirida quizas des· de los lejanos tiempos del noviazgo, nombrabale solamente por el apellido, prescindiendo del nombre de pila. -;Voy, Revol! Estoy cuidando el pan dul· ce en el horno, para que no se me queme ... Don Luis sonrio, con cierto orgullo, pensando en las virtudes reposteriles de su mujer. El "pan dulce casero" era, en efecto, una de las habilidades culinarias que distinguian a dona Mer• cedes. Ante algunos viejos amigotes, jubilados

como el, don Luis solia jactarse cuando conver• saba sabre gustos y formas de comer. -En mi casa se prohibe el postre de confiteria. Eso sera para las gentes modernas. Una vez compre un postre que tenia carozos de damasco en Iugar de pinones!. . . i Como para fiarse de los confiteros! .. . Dona Mercedes aparecio en el patio. Traia · sobre una bandeja cubierta con fino mantel, un enorme pan dulce de perfecto color tostado os; curo. Trascendia el aroma de Ia masa, de las pasas y los pinones, de las frutas confitadas. -.;.Que te parece, Revol? -Superior, viejita . . . Pero te llame por· que ... Tomaria unos mates ... El mate, criollo y patriarcal, era uno de los cultos de don Luis. Dona Mercedes transmitio Ia orden a Ia muchacha de servicio. -Amargos, no se olvide, que son para el Lll j ·<if sefior. Don Luis siempre deda que el mate amar• go mereda tantos respetos como la misma Cons· titucion argentina. Ponerle azucar era subver· tirlo. -En seguida vengo a acompanarte, Revol -dijo dona Luisa.- Y agrego: Recien son las once. . . Martita, su marido y nuestros nietos llegaran un poco antes de las doce .. . Martita era la hija mayor, casada hada al· gunos anos con un excelente oficial de adminis· tracion. Madre de tres criaturas, que constituian Ia gloria y el gozo de los abuelos, formaba con su marido, un perfecto matrimonio burgues, sencillamente feliz. La sirvienta trajo un primer rna· te a don Luis. Al probarlo, cste pronuncio una de sus frases sacramentales: -Segura que te has pasado en el hervor del agua . .. el mate, muchacha, no sale, ni con agua fria ni con agua muy caliente. Es cuestion de

acertar en el media, como cuando se tira al braw:o ... .uona Mercedes se sent6 junto al esposo. Am· bas teman los caoel,os blancso. La se!10ra dividia su petuauo en bandos, ausauos sabre ias sienes; su rosLro t!ra un rostro noble que trasuntaoa un al· ma l.lonaadosa, un tlerno coraz6n. l.Jon Luis, en cambto, con su pelo a lo Humberto 1, cortado en ronna de cepuio; su mirada ftrme de hombre justa, pero servero, y su menton s~liente ha· eta pensar en un caracter terreo y obstmado, de prmctpios ejecutivos e inobjetabies decisiones. -vtra l'-l avtdad mas, Kevol. .. Don Luis h~o un movimiento con Ia mano. -1\ las mujeres siempre les da por esto de las fechas, los antversarios, lOs cump1eai1os . .;.Una :Navidadt .;.Y que? .t.l ano que viene habra otra, y otra el stguiente ... ~...<uen_a ev1tar el tema, temeroso sin duda, de que sus St!nstbitidad io delatase, como el cor· dero yue se distraza con pie! de lobo. 1-ero dona Nlercedes, sm hacer caso a Ia re· plica, prosiguio: -.;. Y aquella vez, te acuerdas . . . cuando aprovecllamo:; Ia NavH.Jad para testejar nuestras ··bod as de mosraz.a" '? Cum pliamos diez. aiios de casauos ... -!''ue para el Centenario, .;.no? -inquirio don LUis, entrecerrando los ojos como para ha· cer memoria-. ~~. fue cuando vino Ia lnfante Isabel. . . Don Roque Saenz Pen a .. . Dona Mercedes, al advertir que derivaba el tema hacia Ia rememoraci6n, le interrumpio: -~i, Revol. . . Aquella noche vino tambien tu jefe y te di6 Ia sorpresa del ascenso firmado por el ministro. Esta fresquito -te dijo-, por· que a pesar del feriado el doctor pidio firmar esta manana ... -.Cn aquellas tiempos, los ministros traba· jaban ... - Y lo festejamos--prosigui6 dona Mercedes -con las botellas de mistela sanjuanina que guar· dabamos desde bacia tanto tiempo. Estabamos todos tan alegres que nos ol vidamos de Ia nena ... De Ia nena que dormia y nos alarmo con sus gritos, lloramlo, al despertarse solita en Ia oscuridad . .. Con un especie de grunido, don Luis dijo "gracias" . y entreg6 el mate a Ia muchacha ce• badora. Por el rabillo del ojo dona Mercedes le observaba. Su alusion a Ia nena no habia sido ca· sua!. Tocaba el punta neuralgico de Ia vida, de Ia felicidad de ambos. -La nena- Ia niiuta que habia llorado en Ia oscuridad una noche navideiia, veinticinco anos atras--era Ia hija soltera que faltaba de Ia casa. Ni como hija pr6diga ni co· mo hija desleal; una joven altiva, de indomena· ble temple, que chaco con el temple de su padre, como una roca contra otra roca.

* * *

Los hechos, un ano antes, produ jeronse en menos de una semana. La nena-se llamaba Mer• cedes, como Ia madre-noviaba con un mozo simpatiquisimo, como lo son casi todos los hom• bres aventurerqs. No se conodfln con precision sus medias de trabajo, y eso era para don Luis Revol un motivo de enojo fundamental. Pero el noviazgo fue transcurriendo con pequenas alter• nativas, hasta que un dia Ia muchacha dijo a su padre: -Papa, Jorge quiere que nos comprometa· mos. -lYa trabaja? .;.Ya se puede saber de que vive? (Continua en Ia pagina 142)

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