Diálogo (ago-sept 2008)

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quebrantahuesos

Postales desde el lado oscuro: La antipoesía de Bruno Vidal

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“musulmán” es el Poeta. Su victimario le observa con una metodología de cazador. Ha identificado su sacerdocio, su martirologio. En sus “votos de pobreza, castidad y obediencia” ejerce la tradición religiosa. Está listo a morir. Su artículo de necesidad, al más claro estilo capitalista y consumista, es la corona de espinas. Es Cristo haciendo alarde de modernidad; es el que llama a la madre prostituta y la invita a que olvide en su nombre y, por ende, en el del Padre. Lo transgresor es que el propio “Bruno Vidal”, el personaje, ejerce la labor de hablante, pero su identificación no es con la víctima a la que le da voz, sino con el victimario. Ya lo ha dicho antes: El poeta maldito no se corta las venas; se baña con la sangre de los caídos. Un epigrama voraz y sanguinario que ha servido de joya literaria para su restante producción poética. En dicha cosmovisión, el torturador lleva el dominio, se convierte él mismo en la voz del médium. Es el que convierte en acto la palabra; y ese acto brutal es la tortura. ser El Antipoeta por La tortura, dentro de la sicología del victimario, es el excelencia, siguiendo acto mayor para la purificación del cuerpo. En ella recae la responsabilidad de hacer visible la verdad, sea esta una ficción la vapuleada tradición parriana, sino de ser El o una realidad. Por todos los medios válidos, el ejercicio del poder conlleva la domesticación del sujeto hasta llevarle a Superantipoeta. ¿En qué un pronunciamiento, una verbalización de la verdad que podría diferenciarse uno quiere ser escuchada. Dice Vidal en uno de sus poemas que: del otro? En la enorme “Todos tienen zurcida la lengua materna con alambre de púa”. capacidad hacia la violenEl silencio es lo violento, no la tortura; ya que, promulgada cia. para dar una composición perfecta del Orden, recae en ésta En el poema que brindar una felicidad completa dentro del mundo que se se reseña podríamos ver quiere resguardar. éstas y muchas otras interPara el victimario, como con los griegos y romanos, la ley pretaciones. Aquí existe un debe establecerse para resguardar el orden colectivo, y no los diálogo del victimario y de derechos individuales. Así lo expresa el autor en este epigrama la víctima, al pleno estilo de cuando dice: “En el te deum de los victimarios / la felicidad Auschwitz, el más famoso centro de tortura y aniquilación de dar la paz / es completa”. La misa de la Nación busca el nazi. Allí uno de sus habitantes es denominado en la teoría restablecimiento del orden mediante la fuerza y la violencia. como “musulmán”, aquél que es capaz de vivir la experiencia Sin embargo, muchos de los procesos de tortura recayeron pero no pronunciarla, habla por boca del asesino. Dicho en el desplome del cuerpo humano, fuera éste a base de excreciones y efusiones de los Sin título, Bruno Vidal, Santiago de Chile; 2004 esfínteres corporales. El poeta suscrito a los votos de pobreza, castidad y obedienLas propias víctimas también supieron cia / afirmó: / La corona de espinas es un artículo de primera dejar en claro qué pensaban sobre el acto. Así, necesidad / No le quité los ojos de encima / Luego vociferó este diálogo campal del Poeta y del Torturador en La Merced / Puta mía que estás en los cielos olvida en mi los inserta en una lucha por la búsqueda del nombre // Comprenderán ustedes que luego de la impropiedad / de ese lenguaje / En el interrogatorio / -ese destinado a Arte, del arte humano por la Supervivencia, reprimir sus textos insurgentes- / tuve que hacerle pedazos por el Orden, por la Verdad: aunque ninguno // No se salvó la cabeza el tronco ni las extremidades sepa distinguir si es real o ficticia. Ambos reconocen sus papeles artísticos: como en//Me sorprendió que no gritara de dolor / Al hacerle tira el granajes necesarios, condecorados y malditos, ano con una botella de pisco // Estaba sumamente desaseado por la involuntariedad de los esfínteres // Agonizando me de la gran comedia humana. A nosotros, sin murmuró al oído: / La guardaré por el Arte / (Se refería a embargo, acostumbrados como estamos al una reluciente cruz de hierro que llevaba en mi pecho / de melodrama y lo sublime, se nos escapa ver alto oficial congratulado) // Por no faltar a mi credo le di cómo la belleza gira dentro del retrete. la extremaunción / a ese desgraciado en subversión total: se distinguió por su búsqueda poética y por sus significativas aportaciones. Famosas fueron, a su vez, las “guerrillas literarias”, llamadas así por Faride Zerán, campales y fangosas dentro de este mosh pit literario. Para un país que apenas a finales del siglo XIX se distinguió, según un desafortunado y desacertado crítico, como país de historiadores y malos poetas, la fortuna de haber contado (y seguir contando) con un poeta como Nicanor Parra ya de por sí tiraba al suelo semejante desacierto. Para Bruno Vidal, ya no se trata tan sólo de Fotos suministradas

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n gesto irónico vale, a veces, más que mil palabras; un gesto violento, capaz de dejarnos mudos, sin embargo, no tiene precio. Entonces, ¿qué cargarán ambos con tan explosiva intensión?, ¿desarticular los cimientos de nuestra ya muy desequilibrada existencia humana, con intencionalidad o sin ella?, ¿o mera expresión oscura de este lado humano, intransigente y animal? Una palabra a la cual le falte la ironía, seguramente por ingenuidad o estupidez, reventará por cualquier parte de su amplísimo cuerpo lingüístico, no le quepa la menor duda. Necesitamos, así, profanar, relegere, en el sentido que Giorgio Agamben le da a la palabra, esa inquieta vacilación para velar la diferencia que debe haber entre lo divino y lo humano. Esa misma actitud que en el lenguaje ejerce la ironía nos permitirá regresar como cachorros mansos al sentido de las normas, aunque esa vuelta y retorno nunca sea igual. En la poesía, ésta es un arma sustancialmente válida, más aún cuando la palabra higiénica y aceptada por bella, atenta contra el arte. En dicha purificación, la palabra debe ser medida por lo sublime, escapándosenos el hecho de considerarle ficción y, por tanto, un campo abierto a posibilidades ilimitadas en la palabra, recalco, incluso las que no nos gusten. La violencia, irónicamente ley intrínseca al ser humano, se escapa a esos dominios lingüísticos, por real e inmudable en la ficción. Cuando a Bruno Vidal le preguntan cómo ha podido transferir tan fielmente los procesos de la tortura en presos políticos a su poesía, la duda carcome el proceso de lectura poética de sus lectores. Fernando Savater recalca exactamente lo mismo. “La vida cotidiana en los países desarrollados nunca ha sido tan pacífica como ahora”, nos comenta. Por ello, podría ser cuestionado en su dimensión el nivel de violencia de nuestras sociedades, echando al suelo la mitificación, ese pasado idílico de tarjeta postal que llevamos engrilletado al alma, y comparándolas con la habitual naturalidad ante el dolor de nuestros predecesores y el western life cotidiano en el que medían sus fuerzas. Lo realmente devastador en nuestra actualidad no es un problema de cantidad sino de cualidad; es no saber diferenciar la violencia de la realidad o de la ficción. Tal es el caso de la lectura de los poemas de Bruno Vidal, personaje poético, no seudónimo, del poeta chileno José Maximiliano Díaz González en Arte marcial y Libro de guardia, libros que no se venden; son autoeditados y convertidos en culto por sus selectos lectores. Empecemos por la cadena alimenticia: depredadores y animalidad, una parte de la esencia de cada uno en cualquier ámbito de nuestra vida cotidiana; pero en la poesía, traducida a los tejemenejes del poder, la palabra y la creación. Bruno proviene de una larga tradición poética. Él mismo habla de haber sido el albacea generacional de la batuta de Enrique Lihn. Dentro de la enclaustrada generación de poetas que escribieron en la dictadura chilena de 1973-1989, como Rodrigo Lira, Juan Luis Martínez y Raúl Zurita, Bruno Vidal se caracteriza por llevar a los extremos el carácter fuertemente grotesco y brutal de la antipoesía. La vanguardia chilena, en las primeras décadas del siglo XX, donde colosos de la talla de Vicente Huidobro, Pablo Neruda y Pablo de Rohka literalmente desplegaban sus enormes egos a la poesía latinoamericana,

SONIA MARCUS GAIA

// Fue difícil cerrarle los ojos al infinito

DIÁLOGO / Desafío/ agosto - septiembre 2008


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