La actualidad del Jíbaro por Antonio S. Pedreira (1935)

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ANTONIO S. PEDREIRA

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PUBLICADO POR LA UNIVERSIDAD

Rlo Piedrne. P. R.

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l BOLETIN 011: LA

UNIVERSIDAD DE PUERTO· RICO SERIE

VI-NOM:. l.

Septiembre 1936

lllauod four timos a. yur durlng March, !by, September, and December at lhe Unlyeralt7 ol Puerto Rico, Rfo Pledrne, Puerto Rico. Enlered aa aeccind·claaa mattor Ma7 14, 1930, al the post omce a& Rfo Pledru, P. R., under the Act or Auguat 2,, 1912.

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REQUUJT FOR EXCl:UNCHr

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LA ACTUALIDAD DEL JIBARO

Por AN'roNIO B. PEDREIRA

EMBOCADURA

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De Martín Peña para allá, todos son jíbaros. Y lo decían los de la l'apitul dando a la frnse un sentido peyorativo. Ser jíbaro era 11oco menos que una indignidad y todos rechazaban el sambenito, aclarando que eran de Ponce, de Mayagüez, de Arecibo. . . . Por lo visto nadie había nacido en los pueblos limítrofes y muchísimo menos en el campo. Venir "de Ja isla'' era algo así como venir del limlJo. San J unn mono• polizuba todos los títulos y su vida oficial toda la gloria. Pero llega al fin el menosprecio de corte y alabanza de aldea. TJa marca híbrida, después de haber borrado la fisonomín criolla de nuestra capital, amenaza con extenderse por todos los contornos y entonces los términos se invierten: todos proclaman a grito lierido que son jíbaros. Lo que ayer e1·r. un mote despectivo hoy es un título ele honor. l•~n nuestros días, se estudia, se canta y se mima al jíbaro. El Departamento de Instrucción Pública sigue desarrollando, cada vez con más ímpetu, un vasto programa de educación rural. El tema palJ1itante de actualidad es el agrario ; la reforma capital de nuestro tiempo es la agrícola; la posesión de ln Herrn constituye ·nuestra máxima preocupación; hasta en el nspecto económico el campesino acaba de saltar a un primer plauo cuando no lmce mucho tiempo que ocupaba el último . .A iios antes ele esta era rehnllilitaclora empez~mos a interesnrnoR cu el jíbaro como elemento social. Y en este ensayo, ésa ha de sm· nuestra orientación. Por encima de su angusf.ia económica pondremos su valor humano, su bella ca. lidnd i·cprcsentativa. Queremos proponer alguna explicación al nu~c que va ndquiriemlo el tema del jíbaro, en los últimos cinco o seis años. :Mas, es preciso señalar antes un momento parecido al nuestro, allá por 1880. 6


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ANTONIO S. PEDREIRA JÍBARO

Señalaremos en este primer ciclo de mJ,Ostro tema los trabajos mús significativos, sin olvidar que existe1~, es.Porádicos autccc<lcmtcs y largas consccue11cias. Con relac1on a nuestro tema, el h~cho más intnrcsante y acaso único en nuestra historia lit ra ria es el de Ramón :Mé11<lcz Quiñones que, no obstan te el olvido en que le tenemos, se distinguió por haber 1Ievado al teatro en muy diversas ohrns el tema jíbaro. De él son Un Jíbaro, estrenado en el Teatro de Aguadilla el 21 de octubre ele 1878 y publicado cu Mayagüez en 1881. Luego escribe una segunda parte de esta comedia en verso, titulada, Una J·íbara. En 1882 publica dos comedias jibarescas tituladas: Los ,Jíbaros P1·ogresistas, y La JTuelta de la Feria. Dejó iuédif ns Un C01nisario de Barrio y La Triquina. Tambié;1 dejó sin publicar otras producciones de algún, interés, una du las cuales-El cuento del casamiento-po<lra ver el • lector al final de este ensayo~ Sin ulteriores consideraciones señalamos el hecho, aplazando su estudio para cuando tenga· mos Ja oportunidad de terminar un ensayo sob1·e Ja vida Y obra de este intérprete teatral de nuestro jíbaro~ Después de haberse agotado ]a primera edición ele El Gíuaro publicada en Barcelona en 1849, su autor Manuel A. Alonso roimprime íntegramente este volumen en 1882, aum(mtúndolo con un segundo en 1883 y forman<lo con los dos uu solo tomo que prologó Don Salvador Brau. De la imporhmcia capital de esta obra nos hemos ocupado en nuestro libro lnsttlaris·mo, 1934, páginas 59-64. Por esta época Manuel Fcrnández Juncos retrató a ~mes­ tro jíharo en diversos cuadros <le costumbres que aparecieron en ~Iistintns obras de las cuales pueden servir rle ejemplo ' . y Caracteres, RI Co·misario de. B<irrfo, publicado en Tipos 1882; Un. ,Jíbaro puhlieado en Varias Cosas 1884, y La Serenata, que escribió años después. Al mismo tiempo que aparecían estas interpretaciones estéticas se editahan también obras ele carácter sociológico como La f!am.w~sina, 1886, de Salvador Brau, y El Campesino Puertnrriq1wfio, 1887, ele Francisco del Valle Atiles. Esta última ohtuvo el premio ofrecido por el Ateneo en un Certamen c~l~­ bnu1o en 1886. Coincidiendo con los ya citados, tamb1en publicó la editorial ele González li"ont, tres tomitos bajo el título genérico de BibUoteca clel Cmnpesino Puertorriqueño.

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En esta década del siglo XIX, el tema jíbaro se hizo por vez primera preocupación científica y literaria, y aunqu~ no cuajó en la novela hasta la aparición de La Charca (1894) de l\f anucl Zen o Gnudía, puede decirse que se cultivó tan ampliamente que ninguna otra época posterior ha podido aventajar In variedad ele su desarrollo. IIahín salido nuestro país del período que organizó nuestros partidos; había .expresado sus aspiraciones en la Información del 66, celebrada en Madrid; había también levantado su voz en las Cortes Constituyentes del 69, después del prolongado silencio a que le condenó el ofrecimiento de leyes es· peciales cu 18a7; en virtucl del triunfo liberal en la penín· ~mla se iniciaron en Puerto Rico cambios radicales que luego fueron desvirtuados por el absolutismo de la Restauración. Desde 1874 en adelante, fuimos perdiendo el ambiente en que ílmmos so1tnndo nuestras esencias; se impuso de nuevo lacensura, se alborotó nuestro {mimo, perdimos el camino que lle· vaha nuestra conciencia, se barajaban ideas asimilistas, integrh;tns y autonomistas lincicn<lo muy borroso nuestro rumbo político, se dividió el país más claramente entre españoles de alllí y españoles ele acá, y sobre la confusión de lo que éramos, de quiénes éramos y cómo éramos, el sentimiento criollo, uncionnl, puertorri11ueño, que volaba sobre nuestras cabezas aterrizó en lu rnmu más fuerte y definitoria de nuestra dif creucincióu : en In del campesino. Oonscicnte o inconscien· fcmcutc uos polarizamos hncin esu célula social y surgió este primer ciclo, rohmdo y expresivo, del temn jíbaro. J41n épocas posteriores hemos tenido aquí y nllá trabajos mn,.r vnlimms sohre ese mismo tema; voces aisladas que lo recogieron nmormmmcntc sin dejarlo perecer nunca. N uestrm1 poetas Jo han mimado y Jos expertos lo han curtido con Hulm~ cRt.ndíRtic-as. Su vigencia hu sido intermitente hasta el momento en <]lle escribimos en que el estudio del jíbaro vuelve 1l. teucr un nuevo florecimiento, comparable por sus propósitos y por sn magnitud con el que acnbnmos de señalar en el siglo XIX. Ln Hitmwión, no obstm1te, es diferente. fün el primer ciclo rcsefüulo érnmoH una prolongación de I~spniia y no actuaba sohrc el jíhuro ningún reactivo extraño. IiJm un cuerpo de pnd110 en formación, bastante homogéneo, y el cultivo del tema se debió n un criterio Horinl en unos casos y pintoresco en otros. Jm ueicute de los contrarios exóticos, el temor de


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su olvido, y la dura sospecha de su desaparición no entraban en juego. Estábamos Jmciéndonos y un deseo de ser puertorriqueños nos empujó a cuidar con variado cariño nuestra mejor madera. Había también en aquella actitud una sorda -esta cfü1frazada de solidaridad compasiva. Aprovechando muy valiosos antecedentes, cuajó por fin el primer período de su vida documental. INDAGACIÓN y BÚSQUEDA

No he ele repetir aquí lo que ya. llevo dicho sobre este mismo asunto en mi libro Jnsularismo. IJ9'ncé de punta esos ensayos para herir la susccptibilidacl de quienes pueden ayudarnos a encontrar In exacta medida de lo que somos. Sin dogmatismos ni intolerancias, mejor pregunto que respondo si así somos nosotros, a fin de c1ue otros aclaren lo que para mí sigue siendo el problema de nuestra personalidad colectiva. No creo haber descubierto nada nuevo. Mi humilde obra pues, tiene un valor muy relntivo-si es que alguno tiene-y fué escrita para alterar la paz de la conciencia puertorriqueña. A mi modo de ver no es sino una actitud más, sumada a las que ahora queremos señalar. Después del cambio de sobe1·aníu nuestro pueblo ha desa.. rrollado una creciente vida oficial, política, legislativa y ejecutiva, impuesta por el trueque decisivo de~ sistema d~ condiciones en que se movía antes de la guerra luspanoamer1cana. Al operarse el cambio nuestros directores han tenido que focalizar toda su atención en el presente, vigilando el traspaso, coordinando, adaptunclo y armonizando las normas heredadas con lus de adopción, y en muchos ~asos variando por ~m~­ plcto el rumbo que llevahn nuestra v1tla para hacerlo commdir con el que imperativamente le imponen las ~irc~mstuncias del presente. La opinión pública y la atcncwn mtelectual fueron acaparadas por el clinámico desarrollo de la vida gubemativa. La actualidad, 1nn variada y pintoresca, nos mantuvo nteutos, pero ele espnldus al pnsa<lo. Otras leyes, otro idioma, otra metrópolis, otra religión, otra mauera <le ver, de pcmmr y de sentir, otros problemas, otraR urgencias, otras inquietudes paralizaron .el curso de nuestro desarrollo, ohligáu<louos pues, a ceutrahzar nuestra atención en las cosas de afuera, sin apenas preocupamos por las cosas rfr adentro, 'Jue forman el tesoro más preciado de nuestra personalidad.

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De ta'i·de en tarde la: aparición de algún libro, la celebración del Cuarto Centenario de la Colonización Cristiana en Puerto Rico, (1908) un pintor, un músico, un periodista o un poeta tocnhan las rníces de nuesb·as entrañas tradicionales, y sentíamos que, aunque adormiladas, estaban vivas. A veces un <le Diego, un ensayo, el entierro de un hombre esclarecido, el Boletín Ilistórico <le Puerto Rico (1914), una representación o mu1 fiesta cualquiera nos quebrantaban el distraído ánimo, lnnuliémlonos en el sopor delicioso ele un genuino puertoniqucñismo. Toda esn corriente de criollidnd desemboca en los últimos cinro o diez niios en una actitud intelectual, netamente nuestrn,-por prcor.upnción y voluntad-que cada día va ganando mayores y mcjo1·es prosélitos. En es1 a época de que ahora hnh1o, Re aclara más CJUC nunca la necesidad de buscan1os a. nosotros mismos; ele definirnos, de saber lo que somos y 'ómo somos. Sin desentendernos del presente, hemos vuelto la vis( a hncia el pasado con 1a esperanza alentadora de poder, algún <lía, decir nuestra pnlnhra. Pintores y dibujantes jóvenes nos revelan iluminados girones de nuestra alma; en 1927 publica D. Rafael W. Ramírez su Follc-lore Puertorriqueño; Rafael Hernúndez hace recorrer por la América Hispana su gran repertorio de canciones populares; en 1!l30 terminamos la Biblio,qrafía Puertorriqueña que rcí'oge y aúna metódicamente las más vitales expresiones de las distintas épocas; poi· vez primera se hace un amplio estudio sobre La Poe.s·ía Popular en, Puerto Rico, que su autora, Mnríu Cndilla ele Ma1·tínez, publica en 1933; y se prepara por Lidio Cruz Monclova una historia de nuestrn literaturn; se escriben en el Departamento de Estudios Hispánicos tesis sobre La Novela (1929) y sobre El Teatro en Purrto B-ico (1!>30); se multiplican los trabajos literarios, his. tóriros y hiogrlLficos; se discute la posibilidad de un arte propinmcntc antillano; Julio Fiol Negrón incluye en Jos cursos ele eRhulio pnrn la enseñanza elemental y secunclaria una asignnt.ma qne antes carecía de importancia: Historia de Puerto Rico; vuelve a dehatirse públicamente el desemhnrc·o <le Colón en Puerto Rico; la sección de Historia del Ateneo, celebra confct:encins en las escuelas públicas dando a conocer In vidu de los próceres puertorriqueños cuyos nombres ostentan; se hacen concursos para premiar la mejor canción puQrtorl'iqucña; el Dr. José Pndín, Director ele Instrnc·


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<'ióu Púhliea, impone, por vía~ de experimento, la ~nseñanza de todas las materias cu español y el inglés como asignatura; se aprueba una ley para premiar In mejor obra nnu!ll pnertorriquciia · se tor.a nuestra danza por reputados virtuosos y se analiz~1 por el notable crítico Joi;ó A. Bnlse!ro; .'l1 ~1~ás Blanco hace el elogio de la plena y Rtt Pr011tuan,o Ilistorico 'de Pur.rto Rico; un grupo de hombres crea la Academna Puertorriqueña de la Üistoria; se reimprime-¡ cosa rara! -La. Charca de Zeno Gamlía y las Por.sías de Oaut~er Beuítez · se <le~ea saber Quién es Quié11, mt Puerto llico; se recog~n por numerosos bibliófilos nuet 1:0~ libros, y la caoba y los muebles antiguos vuelven a preshgmr m1estr?s ~~sus; Hafael W. Ramírez publica <lecenalmente J!Jl llfcs llistorico. Y irneHtra Legislatura quiere premiar la mejor obra sobre lnstoria. puertorriqueña para <ftle sirva !1~ texto a }as escuelas IJúblicas · nos interesa <JUC nuestros mus1cos compitan cu Var' i eso m · d'ica sovia y nuestros atletas en San Salva<1or. 'ro<,º el hondo trasiego que aún anima cu nuestros d1us la persouaJiclad puertorriqueña. Vamos saliendo de nuestra larga minoría de edad y n~s hemos lanzado u la preciosa aventura <le un nco-descubr1miento.

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CrcLo JínAuo Y en esta búsqueda de lo que .típicamente es nues~ro, tropezamos <le nuevo, inclu<'tiblcmente, con lu cantera m~gota­ SEGUNDO

hle de nuestra expresión: el tema jíbaro. No lo hahmmos olvidado por completo como lo pruchnn el cuadro m 1-:elorio, de OIJcr (1894); los cuentos de Mntías o.onzález o.nrrm; las fiestaH jíbaras del Ateneo, siendo ele Dtego prrnmlentc; el Rsfado Social drl Cam.pesino Puertorriqueño (UH~),_ M~­ lén<lcz M uiioz; Aroma.~ del Terrufío ( l!H_G), de V1rg1J!o D~­ vila · el Origen Btnolóqico tlrl Camvc.~nw J>'ltertorri.queno· ( 192'4 ), del Dr. Coll y rr'oste; ~ns po.c~ías <le Lloré~lli 'forres, y un Hiunúmero de recordat.or1os tr1vmlcs o emor10mulos. Pero en los últimos ocho o diez aíios, y en particular en los últimos cinco el temu jíbaro, como preocupación estética, sor.iológira y fiiosóficn, ha adquirido tal importancia dentro de exe anhelo de definición puertorriqueña, <¡uo ni11gún otro goza e.le tan bien ganada preeminencia. l~n él vinculamos nuestros .iúhilos, nuestros fervores y nuestras aspira~i?nes. l~or. radio lo escuchamos diariamente y en la pocsia de V irg1ho..

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Dávila y <le J.Juis Lloréns Torres lo admiramos con plausible frecuencia. Lo que ayer era un mote despectivo hoy es un título, hlasona<lo de crio11a estirpe, que todos quisiéramos te-:. ner. 'l ~mto ha ganado en gloria y en prestigio que un gohcrruulor norleamcricano-Teodoro Rooscvelt-se ufanaba 11nmándose "El Jíbaro de la li,ortaleza ". I.Jos que antes lo repudiaban hoy se disfrazan con él y lo exhiben como han-· clcrín de pretensiones. l~n H>30 el mcnsuario Indice dedicó su número de enero · a la exaltación de nuestro tema; Lamento Borincano, de Rafael Hernáudez, Je da la vuelta al mundo; la P.R.E.R.A. auspicia con fercncias y discusiones on torno al· campesino y snR prohlcmns; el joven Francisco Cabrera, promesa reciénMlida <le Ja Universidad, elaboró una disertación sobre Jibaridall 11 Jibaris-mo y nos promete un libro de poemas titulado ne llfi Tierra T·ierm; Ana Margarita Silva termina su tesis de "l\foster" sobre El Jíbaro en la Literatura Puerton-iqucJia; el Círculo ele maestros de Español tiene en proyecto una nueva edición de El Gíbaro, de Manuel Alonso; y el profesor l\Iodcsto Rivera prepara una tesis eobre ese mismo temu; el Círculo ele Filosofía de nuestra Universidad celebra discusiones públicas sobre La Filosofía de/, Jíbaro; el Sr. ,José C. Rosario acaba ele publicar un estudio titulado 'l'lte De.velo1mient o/ the Puerto Rican Jíbaro anll ll.is Prese4it Attitudt~ 'l'owm·ds BocietJJ; y en un futuro próximo saldrá a Ja luz Jn formidahJe novela La Lla·marada de J~nri<1ue A. Lagncrrc que recoge udmirnblemcnte la vida campesina de loH cnñaverules. 1 1

NH inchulnhlc que ~stnmos atravesando un nuevo ciclo jihn resco. 1•11 momento es precioso para lanzur a voleo unas cuuntus icleas discutibles. ÜTHA RAZÓN PARA LA BúsQUEDA

Cumulo nos pregnnf.amos sobre el auge que en Jos últimos tiempos vn n<lquiricudo nuestro tema, dos respuestas se pelean el derecho de exponer loA motivos. La primera muy optimisf.a, quedó sintctizndn en Jos párrafoR anterior~s cuando ~mfinlithamos el inquieto nfún de buscamos a nosotros misnos. Ln scgmuln, uu poco pesimista, la formularemos con esta otrn pregunta. ¿No ohcdecerú esa insistencia en estu(')Jo~n 1m•nso a•I presente en81lyo ho comen111do o circular eetll novela.


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dinr al jíbaro a la borrosa convicción de que va desapareciendo 7 Puede qnc se repita el melancólico proceso histórico-Jiterario que todos conocemos en diversos siglos y en distintos países. 14111 gracia a la brevedad señalemos dos ejemplos: &no surgió la novela caballeresca en la época clásica española, después de haber desaparecido la caballería -andante' Y en la época moderna y contcmpor{tnea ino ha surgido en la Argentina una vnliosa literatura gauchesca cuando el gan<'l10 fné desapareciendo? Tanto fas cosas como las personas recobran su mayor valor y encanto cuando tenemos Ja desgracia de perderlas, o la cuestionable seguridad de que las vamos a perder. En este momento en que lo que fué quiere dejar ele ser, en que vernos la mmlauza o clesnparición de lo que sin darnos mucha cuenta vivió unido a nuestro espíritu, en uAe momento casi de despedida se afina nuestra scnsibiliclnd y trabajan con ternura los garfios del cariño con el dulce propósito de evitar lo irremediable. Si acaso es tarde para impedir la fuga, surge entonces Ja evocación con su mágico poder creador, haciendo que viva lo perdido dentro de una nueva, fórmula: la poética. Hay una realidad literaria que existe siempre al canto del recuerdo. Es flor de lo que fué y admiración de lo pasado. Frente al temor del olvido se destaca con límpida viveza el gran valor artístico del tema y los autores trafican por todas sus zonas con temperamental independencia. Ni el elemento gaucho en la Argentina, ni el elemento jíbaro en Puerto Rico han clesaparccido en la actualidad. Pero el gaucho matrero, de facón y guitarra, el gaucho del clásico poncho y el clásico rebenque, el gaucho nómada y fatalista que pintó José Hernández en su Martín. Fierro, y H.icardo Oiiiralcles en Don Segundo Sombra, el genuino, el auténtico, el que definió limpiamente un tipo de razn inolvidable ¡existe acaso7 Y el jíbaro de Alonso, el de Ramón Méndcz Quiñones, el que paseó RU pantalón de dril, pañuelo ni cuello, por todas las fiestas ele reyes, vadeando ríos y por caminos perdidos, el que sólo caía en laR cindaclcs para las grandes solnmuitladcs rcligioAas, ac1ucl .iíhnro aut.éntico <lel Siglo XIX ¿existe ahora? LNo tendremos acaso el memorable recuerdo de aquel otro, humanizado en el actual, tan pobre, tan explotado, tan merecedor ele nuestras hondas inquietudes 7 De todos modos, hay que tener presente que los gruesos

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caños del jibarismo antiguo están obliterados por la vida motlema. A?tcs, el tipo era más definido y uniforme en tou a '!ucstra IMln, y cu la actualidad, no sólo hu variado mucho· co 1ectivameute hablando, sino que también ha ido diferenci{u~<losc <'nt.rc sí. ele ncnerdo con el cambio sufrido por las rcg1011es en que vive. Yu nos explicaremos.

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R1MLIDAD ACTUAL

L1·~~ por ventura el jíbaro de este segundo ciclo igual al <~el primero 1 &No J_mn pasado, acaso, cincuenta años de profundas h'an~formac10~?s, de c~mbios radicales y definitivos t ~No ha vnr1~do tamb!e~ la fis10g.rafía de nuestros campos y con ella la v.i.tla ~conom1ca y soCial del campesino! Es evid.ente <1ue 1.a n~btud frente a la vida del campesino de hoy tiene que d1fer1r de la que tuvo ayer. Su indumentaria sus preferencias·, sus ideas, su psicología, ha tenido que s~guir un curso pamlelo al del nuevo .~mbiente en que vive, y por lf) tanto hay que pensar que· el Jtbaro de hoy no es el mismo ele uycr. Posee, no obstante, ciertas actitudes características que son constantes y que no admiten cambios; pero de ellas hablaremos luego. Se han atri.huíclo a la soledad en que vivía muchas de sus 11.ormnH y cuahdacles; las distancias entre uno y otro, la acculentud!t topografía del terreno, la falta de caminos, la burla <l~~c suf1:m.n en los pueblos, la escasez de escuelas y de instrucc·wn rchg1mm, lus dificultades con el fisco, etc. etc. le obligaron a llevar una vicla arisca y a mantenerse '1ejo; de todo contacto proycchoso. Pero este hermetismo ya no es posible en nnestm epoca. Lus ~nrreterns, cada vez mejores y numerosas han cruzac.lo la isln en todas direcciones y los caminos m~nicipales no tan h~cnos como las carreteras, araiían los más recóndi~ to~ pnraJcs de uuc~trns montañas; hat4ta el Yunque de Luqmllo, tm! cmmnrannc.~o e impenetrable, ha sufrido últimament? el footnzo de yuedra que abre sus tesoros naturales a los OJOS de los trnnseúntes. Los medios de comunicación tan harutos. como abundantes, lmn eliminado las distancias.' El C'ampe~m.o acomodado de antes, pasó de propietario a peón pero VIUJa en automóvil. El jíbaro lm tenido que ir aban~ tlonnndo su c~bull?, am!go inesperable en otros tiempos. Los pequeuos mgemos se hnn convertido en grandes cen-


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trales cuyo oleaje de cuñas llega t~ las mismas puertas ?el bohío iuundamlo hujo el mouocuJtivo Jos pcqucuos ¡>l'ed10s que dntes se declicabun a lmertos. Acompañan a. las factorías de azúcar los almacenes cxportmlores de frutas, los lmorme::; raueho11es de tabaco, las granjas agrícolas, los riego::; y los complicados mecauismm; para la cxplotació1~ do nuestros recm·sos hidráulicos. l~l jíharo, que apenas baJaba a los pueblos, ha visto asombrado ~ómo lo~ pueblos mo!1tan en sus montañas sucursales de la mdustrm d~ la aguJa, Y los miuistros de Dioi::i, capillas católicas y cultos protestantes desconocidos hasta ahora. A ori1la de caminos y carreteras, en los valles y en los montes abren sus puertas las escuelas rurales y de trecho en . trecho 'las Unidades que no solamente proporcionan a l estudiante campm:Üu~ una instrucción académica, ~ino tam~iéu aprendizaje ele múltiples oficim; con los que empieza a ?~fen­ derse del "tiempo muerto". Añádase n esto la actividad desplegada por las trabajadoras sociales, . las fiestas públicas las reuniones de padres, ]as conferencias, las demostracio~es agrícolas, la propaganda ~anit&:ria para exterminr la uncinariasis, y se verá que el mslumrnnto de hoy no es el mismo de ayer. Un abejeo de automóvilm; y camiones constant~m~nte cruza ]as carreteras dejando por sus rutas uuestros mas importantes rotativos; personas medianamente acomodadas, muchas escuelas e innumerables comercios rurales poseen aparatos de radio; la propagamla religiosa, efcctua<la penmnalmente y las visitas del médico y de los vende<lores aml.mlautes ban aumentado su frecuencia como no pudo sospecharlo tal vez el. jíbaro del siglo XIX. El jíbaro de hoy emigra a las ciudades. Obligado por las circunstancias c~m~ómicas, el éxodo campesino hacia los pueblos puede <.'onsbtmr dentro de poco un problema alarmante para las industrias agrícolas; cu,an?o ese jíbaro 1·egresa a su conuco, como cumulo regreso <.tel Campamen·to las Casas, o cuando regresa de Brooklyn o dt? Nueva York, es un hombre diferente, transformado, qua va a influir cu los campañeros fJUC no han salido tanto. Los campesinos de los pueblos limítrofes a la capital, por enterrados ({UC vivan· campo adentro, en poco se parecen a los jíbaros del centro de la isla o de la región del Sur. Las zonas cañeras, tabacaleras, cafeteras y fruteras diferencian distintamente a sus moradores de acuerdo con las tareas a

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ciuc se ent.regan. Lo ciue en la zona de 1Yfnyagüez se llama nmwló11., en Ju de Río Piedras se llama guin..g01nbó,, y en otras qHinbobá, 1'csbaloso, cte. Navarro 1.1omás ha descubierto que una mhnna flor rccihe hnsta diez nombres diferentes de ucmmlo con diversas regiones ele la Isla. Y lo que ocurre con el itliomn ocurre también con ]as maneras de ver y entender

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La nccosidud ha ido disparando nuestro jíbaro hacia el puehlo y In densidad de pohlación empujando a nuestros pueblos hacia el campo. Aunque 110 absoluta, la compenetración es mucho más íntima que antes. liJs muy corriente ver hoy a nueHh'o jíhuro fumando cigarrillos americanos, asistiendo ul cinc o al hipó<lromo, bailando tangos y fox-trot, mascando goma, hoxenndo, o convertido en químico por obra y gracia de In prohibición. Cu~mdo Jn. ley le dijo en inglés: no beberás, vino al pueblo, huscó retortas y serpentinas, aprendió a hacer una batición y a construir un nlumhit1ue y después de conseguir los ing1·ecfümtcs uecmmrios, se internó de nuevo en las desiertas mnlczus y logró hucer un ardiente veneno que para hacer menos explosivos sus efectos bautizó cou el inefable diminutivo de caiíifa. Apeló entonces a sus nuevos recursos aprendidos pam burlar In ley. De esta manera, en cada comarca campesina, el congresista Volsted improvisó un químico rural. ~l cambio actual es demasiado claro pura comentarlo. I,a transt'o1·mución de ]as regiones cnmpeHinas es meridiana. Podemos afirmar sobre el terreno de la realidad actual que un gran por ciento do los llnmntlos jíbaros, no i:;on realmente jíbaros, cm tanto en cmmto lo fueron los que brindaron la flor peculiurísima de su espfritu pnra acuñar el término. :ffis indu<luhle que el por ciento lm mermado considerablemente y hoy es mits difícil que uyer determinar en nuestros campos quién es un verdadero jíbaro. Las imitaciones superficiales nos confunden.Y las dcfiuicionoe en boga no sirven para fijar certcrameu te su .exacta ubicación. lIACIA UNA PosrnLE ÜLASili'ICAOIÓN

Analizando muchas de las características que con exclueivic.lnd se ucljmlicnn a nuestro jíbaro y coincidiendo muchas de ellas-individualismo, hospitalidad, apocamiento recelo, etc.--c?n la psicología colectiva del pueblo pucrtor~·iqueño, es posible pensar que, a la larga, todos los boricuas somos


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jíbaros. En términos generales nos parecemos bastante unos a otros y el regionalismo nos arropa, sin distinción de clases, las aristas· más finas del carácter. Ciudadanos y camueros nos confundimos apretadamente en una zona más amplia y comprensiva que· es la del puertorriqueño. Sin calibrar matices y a vjsta de pájaro, en cada puertorriqueño hay escondido un jíbaro, y no importa que viva en los campos o en los pueblos, tiene los rasgos fundamentales que distinguen al legítimo criollo. Mas a pesar de estas naturales concomitancias que se observan cu todos los pueblos del mun<lo, existen s,1tiles difcrencias internas entre el hombre del campo y el de lns ciudades. Pero ahora, en Puerto Uico, como en ninguna otra partn, hay que hacer clara distinción entre esos dos grupos generales en que se dividon las masas campesinas. 'l1enieudo en cuenta lo que llevamos dicho al reseñar lA Realidad Actual es lógico plantenl'se el problema de si todo el que vive en el campo es realmente un jíbaro. En la reciente monografía de Don José C. Ro~mrio tituh:.<la: Desarrollo del Jíbaro Pitertorriq11e1io, y S'l6 Act'ual Actitnd aute la Sociedad, dice. en la página 8, con sobrada pero equivocada razón, que el nombre de jíbaro es el que se le da al nativo de Puerto Rico que vive en el campo. Si en el siglo XIX esta definición servía con bastante lealtad para limitar el tipo que nos ocupa, en el momento actual nos parece insuficiente por lata y engañosa. Do acuerdo con el último censo un 73 por ciento de nuestra población vive en el campo, y no podcmo8 aceptar <1ue tres cuartas partes de nuestra población esté compuesta totalmente de jíbaros genuinos. Además, en mm conjunto rural, entran también los habitantes do algunaM poblaciones pequeñas. De ahí la dmla con que cerramos el párrafo anterior. ¿Son definitivamente jíbaros todos los que viven en el campo? ¡Lo son en la misma intensi<lad y sin mixtificaciones, el hacendado, el terrateniente, el pequeño agricultor que defiende su cougoja desde el pueblo, el que regresó de sus corrrías para vivir a la droga en los hnrrios, el jornalero o peón migratorio, y todos esos parásitos de las carreteras y las galleras Y F~ntrc el jíbaro ciudadano, que a la larga es cada pucr· torriqueño nazca donde nazca, y el jíbaro-jíbaro que nació en la montaña y conserva casi intacta, mejor que nadie, la herencia psicológica de sus antepasados, hay un grupo interme-

J.,A ACTUALIDAD DEL JlBAno

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io·ciue Hcva Y trnc ele uuos d el .campo, ha sido arrollado J Y. e otros~ que aunque vive .en f~I<lo ln cro8ión del camhi l L(J, JlP.afulatl Actual, y ha sudtdo, en dos dnrn~ parcciu~ ~l~~t~ l punto de quedar escinuuc8tra polJlación campcsitu~. se se cntu y tres por ciento de Comparado con el ºílmr . . . :;.ue ute, commrva aHeru<l~s o d~l t,1 <hc1onn1, éste, que forma ~t~; su mecanismo scufimc1:t::~< os sus rasgos típicos y cam~ u eradas sus viejas cost . y cou~cptunl. Perdidas o i1co constante del campo 1 umln es patruu·cnlcs. en un t , m· r · a rmcLlo f ' ra<l ';. ic1as <111e Jia ido nd<1uiric11do ' cur ido en muy distintas . e c~1Hu <m cstu luch:t n muerte como armas de ataque y de ie~1e1udo, trtmHforrnado, ~foudo (JUe :mtes <lcscouocía; difenuoya clusificu<'ióu pn rn ovft o, 11ay que incluirlo en au{e>os s1gau rcpit.icudo IW•1 f'1· at ciuc uuc8tros coutempo -¡ ero · "'"'' mm que . s1 ya no existen jíbm·os ! u menudo hemos oído:

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~os otros, n JoH purosº: 1~:,~ujc:o-jílmros, que podemos ne ar ~~nste u~u1 grnu cuutida~l de ~n~tou~os. . 1•~n nuestros cam:os a

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uzos <1uc yn uo p l pcsmos llltcrmcdio f tumhiéu existen to3~~·~,:• JlJamtttrsc cabahncute jíl>a~·o:. rontemo8 JJam . , . , . ' os o ros loa tº , pero nr i1.iston,cos p·tra dif ' . n11 iguos, que podl'ía 1., , ' crcuciar1os de 1 .rl.r,, JfoAuo Au···l.,T os 1noclernos• ........,T1co '1, 1 , oc av1u existe el º'J cicuto <l e mwstru · >nro. No sera, ese setenta y t p 11 • , Sospcc•h·1moH o J nc•1011 •11w c1·ueu mucJ res por sc1·ve ~ : 'Jllc un nito número <le '·'l . •os, pero existe. f <Luu cu Jo8 sng1·n<l . Jt Ja1 os 11iodernos 0

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~u Lorrun tau flicil • ' o sen de Jos jíbaros /ti t , .· . e e los fundas Jiu~Jlns J mente por· JoH cmnhios e s o1 icos. No clJos de Jo8 del ~: fH'o~~cdmwiu c•cmtmmrin j;tcr~JOM Jus protm1tivns • . ~·upo JUfermcdio (JCl'Hi ·( •. JU rigor, cu muhnjo J cnrruz!ttln8 tcrcnmcutu c11 l· s I<: Jt mo_dnlidudcs suhsvnndo u: .. <mgnuo~aH upm·i(•ueins de'11 ~u •-~·~1ww11<~in y ocultas Pcnsnr s~"s c•nahdndcH intransf'crÚ1lc um uo nr.tunl. ObscrPor otro J ll::;•~t c~c~ <11w se unce jíbaroª s~ ~~Ul?!IUJ~cut~s cnhe Por cmtraiiahlcs ( ~;l>a1!'1ouo oltligutorio de a11d1rbu10 srnm~e. C'UJ'llef.crfstÍC'l:AlOq~:flt tCél!I, irá ndcJguznn<~:~:Spos!urfi~S, ante Y 11cg·u·á el . oc nv111 suhsistcn en mas rque d ' · tnotnento en tf U • ese grupo oscicsupn rezr.nn por com •1 t º1 Hcuu, nnperceptihlcs 11ast f C O l es pues <JUe V •. ' a a1 ins genera-

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LA ACTUALIDAD DEL JffiARO

ciones se froten y desgasten· con la aspereza de los nuevos tiempos. Aún concediendo ese caudal <le jiharismo al tipo que decimos transeúnte, habrá una huenn cantidad de espúreos que no pueda gozar de esta gracia. De todos modos, la diferencia de condiciones reinantes entre el ca·mpcs·ino m.odcnw y el :iíbaro histórico me parece meridiana. ER la mit:~ma que existe entre un producto puro y otro adulterado. Hay que tener cuidado con el fraude del setenta y tres por ciento ; las estadísticas sociales hablan brutalmente de ''población rural''; nosotros queremos hablar clel jíbaro, a fin ele que podamos reducirlo a un exacto por ciento. Los hemos visto cm el corazón de la Isla parleros y taciturnos, alegres y tristes, descalzos, pálidos, h~1cinados con seis u ocho muchachos en un estrecho hohío mmlmnnmente bueno para él y su mu,ier. ·Ayuno de im~trncción, pero culto; sin recursos materiales, pero generoso; .arisco al principio y habilidoso luego se cubre de hurnñez para mantenerse a prudente distancia de probables acometidns. El jíbaro, que no se entrega nunca, se ampara en su ingénita malicia, en su jaibería, para hacer siempre lo <¡ne. le da la gana. · Tozudo e inconvencible, la autoridad patronal recibe s1~ respeto y el cariño vecino al compadrazgo. . ''Asombra pensar en este tipo criollo-Jae diuho en otra parte-curvado de sol a sol sobre la azn<lu, con su vida tendida a la intemperie, azotada de privaciones y uncinariasis y resistiendo siempre, no ohstuntc su deficiente alimenta~ión; . . . . recurre al juego esperando acaparar en un momento los recursos que cree incapaz de obtener con persistente laboreo. Dadivoso y cordial, hospitalario y fiestero, ha tenido que refugian;e en la aBtlicia para protegerse del ntrope1lo de Ja zona urbana y de la ucgra competencia de ]a costa. Nuestro jíbaro es por naturaleza dccoufiado y esc1uivo, y aunc1ue de suyo benévolo, gencralment.e es reeelmm y astuto. Harto de ofrecimientos no cumplidos y de promesas no logradas ha tenido que recurrir a su vivaz ingenio para poner vallas a fraudes y desmanes pueblerinos.'' El pueblo se declara vencido y exclama: para un jíbaro, otro jíbaro; y para dos jíbaros, el mablo; y comprendiendo su .taimada marrullería lo define en una oración: el jíbaro es la diabla.

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. Nada sabe del gobernador n· d l 1 paraíso de su liamaca hunde susi e a ey de Malthus. En el su tabaco esperando el f.. pocas carnes y masca o fuma extranjero A veces lo ca e negro que su olfato delata como el n ..:ichete. al cinto o la :uc~ntramos por las carreteras, con atádos al tobillo oliendo al J1omhro, con los pantalones rostro por el so:nbrero 1 t~rra y a maleza, sombreado el rado, como si 1us lar ase~ PaJa, el puso ele regreso apresume11a sobre su cuerpo~ oras de faena uo Jmhiescn hecho Cree en los curanderos 1t" . De su hoca fluyen con frecu~n c~ iva cier~as supersticiones. Jetas y de vez en cuando '' o1 cia, ,nu..m.erosas palabras obsoc~tó1ico, por tradición; tieu: s~esall tipicos. ~~ muñocista y chUas 1o observa desde el bat g º.en ~ondic1ones y en cucomo Ja palma de Ja mano. ey: limpio cuadro de tierra Comúnmente r d . , d . e uce 1as distancias s· 1 d on e vive fulano, contestará: · 1 e preguntáis -Ahí aJnntito. · -Pero eso .. . . ¡es muy lejos f .' -N ~I can tío de un gallo. -¡Que distancia poco más o menos 1 -Como dos cigarrilJos. Y os perdéis fumar d· d aparece. me m ocena Y la casa buscada no Es madrugador y si no 11 b . pida se acuesta muy tempran~y ~lle o yeJorio que se lo imcompone décimas con re1ntiva. facfri;fi~1onaclo la música Y donua son sus instrumentos . a . El tiple y la bortasía en cuentos invcros' ·1 prechlectos. Suele soltar Bl\ fanprotngonista y aunque 1~:1 es den qu~ se hace aparncer como meridnd- sube de punto c esd e caractcr pendenciero su ten· · . uan o se empeñ i s1qmera es invitado p ª en bai.1ar cuando en canti~os" con cualq~ier:r una ?!ensa personal ''se pica heza nadie es más que él.' y con cuatro palos'' en la caPero sus hijos van a Ja cscue] van; las tiendns le ofreccn r a o se codean con los que ses suelen luego servirle .de ~a ?i~Juc.tols eulata~los ~}IYOs envacensos, campañas sanita .· J ª.' a orgamzacion o.ficial~tc--:le ha visitado mucJi:~~~;~sª·º~~alc:, estudios económicos, amo a su puerta para recibir s~ . p "fiopn~auda de toda laya s1gm cabvo JNjú r; el con-

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tacto con el j-íbaro moder·n,o le hu. ido p1·ovocando deeasociegos; y el jíbaro histórico recogió, sí, toda mm influencia, pero en su fuero interuo sigue siendo im;obomahle. Hay jíbaros sagaces y jíharoH torpes; herméticos y parlanchines, prudentes y urriesg'ntlos, sufridos y 1·e11corosos. Mn general todos sou sohrim~, pm·c~os y com¡uu;ivos. ¡Y todos son la diabla! ~sto es: un poco cnigmúti(•os, incomprensibles, inasideros, rebeldes a todn <lefinirión que los limite. Es- · tos constituyen pura mí los jíharos de primera clase, los jíbaros-jíbaros. Y sin lugar a c.lmlas a éstos nos referimos y no a los otros cuando en este nuevo ciclo intermmnte nos preocupamos por su suerte. No abandonemos la im1istenciu. MI imperativo de saber si somos y cómo somos, nos impone la obligación de seguir buscando. UN DocuMJt~NT<> INÉDITO

A continuación me complazco en repro<luch· un curioso manuscrito de Uamón Méndez CJuiñones-iné<lito hasta este momento--<¡ue iservirá para justificar con plenitud, las sencillas reflexiones que anteriormeute hemos hecho. El manuscrito llova feehu de 1824. Nvitleutemcnte esto es nn error. l~l autor nació en 1847. Lo mús prohahle es que esta composición pertenezca u lo que hemos <lcuominac.lo el Primer Ciclo ,Jíbaro. De 1878 u 1882 esc.~rihe Hamón 1\léndcz Quiñones sus seis piezas jíbaras mcnciomulas nntcriomwutc. Jt~n 1885 se ausentó de Puerto Hico y murió cu 'l1 cgucigalpa, Hepúulica de Homluras, en 1889. J~u uu futuro ensayo sobre este escritor ignorado ampliaremos estos pormenores. Digamos ahora muy cortas palnhras en tomo al manuscrito que cierra este cusa.yo. Para el sociólogo, para el economista, para el historimlor este Ciicnto de El Casamiento tiene un valor muy Httgcst ivo. El filólogo t.ropczurit a menudo con palahrus campl'rm' <JUC <lespcrtarán su curiosidad -salea, esp·n~-valicar, esmosescar, jablantiuas, balconeta. La economía doméstica, y aún el folklorista cucontrará un matedal precioso cu los pantalones de escambrón, el lienso mayo.rquín, sonibrero9 e vansa e b1U"ro, zapatos de orejas, caniisas de garabato, etc., y en las golosinas como el arroz con cumbte.ra, güevo mejío, rnsquete abantlemo, cte. El psicó-

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1ogo pod ra' apreciar · diversas parcelas del· alma d t campos de ayer cuando la . e nues roe 1 las mozas '' coJ¿rás,, s mira( as de un hombre ponían a Asistimos con mi ·ad · . d macho'' puei!torriqueñni::u~~n~tr:!ªii~i~~~~s'' bodas de Case tocaban Ja comida con Jos dedos de Ju mano. Aquí tic11en los "escritor('s comparatistas" un t . g Jn cuyo completo desarrollo b1... ema VIrbasta con señalar que Jiov te sa la}llOS agradecerles. N 0 · mas ' carreteras y tel ·~f nomos mas esruelns, mas .. comerc10, valientemente: y más mi~e~~ ~s <1ue ayer. Hay que agregar Sirva pues, este cuento p : pesino de ayer con. h d '1 m a co1?parar 1a euforia de] cam<lescontundo Ja ~antid~d de .·~ª°!PC~mo contemporáneo. Aún lista pervive sicm1>re queed I '!s10msmo que en todá obra reanrun cu estos versos a t•t d . t a 1es, mo d os,, costnm hrcs uteusiJ. d ~ I u es v1rcconetruir Ja vida pa t;.iarcn1 ~os, etnlles que sirvan para pasado. e nuestros campesinos del

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Hágalo así Ja juventud letrada

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'' ~ Por que ª mi no se me alcanza N 1 11ega a tan to mi sencia I'' ÜUENTO DE

EL ÜABU:I~

Por RA.uóN M:l:NDEZ Qu1R-0NEé.

Hoy se casa ·Pancho Aguirre Con Clota la e Quintana Y dende bien de mañana ~uusi al canto de J>ctit·re Amíe gente en patrulla Por caminos y \'creas. l\Inchos, jeinl,ra.q, lindas, ºfeas, ,Jcchos unas nleliiyas. · Argunos son conviaos Otros son . cnlromctío~, Unos vienen de lambíos. Los más e piojos peg~~s.


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Ya están espiertos toitos, Que naide ha pegao los ojos J aciendo miles antojos E guisos asaos e fritos. -Aquí estamos esperando A los novios y al café.Les grité. el primo ño Ché ; -Conque váyanlo colando. La novia vaya a vistirse Los pairinos aquí estan Y a buscar al novio van Aquellos que quieran dirse. Saca la vieja Margara, Prieta, seca y desgreñá, Su cara de madrugá ¡ Que mala noche su cara 1 Y les ice :-Güenos días; Los que lo quieran tomar Lo puen del prieto aguardar Porque leche no hay toavía.Ni uno solo se que6 Que no subió al soberao, De los que estaban montaos Dispués que la mae jabl6. Los caballos y las yeguas En el batey solo están; ¡ ¡ Sueltos en mes e San Juan 11 Al ver los chongos tal tregua

Bota un jaco Ja salea, Otro· bota una almoá, Otro una frisa emprcstá, Otro la jáquima enrea. Bótanse abajo los amos Al oír confusión tal ' A precurar su alimal, Y comienzan los reclamos. &Aonde mi caballo está f ' Paonde mi yegua cogió f 1El mío el freno rebent6 I mi potranca preñá f

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Todavía el alba no asomaba Y estaba oscuro el lugar Y a que aclare hay que esperar. Hubo vieja que lloraba, Vieja que se desgreñó, Mosa que se esmosesi6 Y moso que la miraba. Toos los hombres en tropel Bajan también estocaos Y con el rocío mojaos, al bel aquella Babel. Fué aquello Ja jundiei6n. • • . • El cerro se parecía Que enterito se venía Abajo con tal función. i Tanto relincho y mordisco 1 Y maromas y pate.ús Y tanta bestia enreá Bajaba por tales riscos.

Prencipian a relinchar; Del gusto a pelar los dientes Y a correr muy diligentes Y a güeler y a patear.

Los sienten cli1 y güelbel Y como somhras pasal, ' sin poellos atravancal; Etrás, a toito correl

Unos corren por un lao, Las yeguas se esprevaliean, Por la jalda abajo pican Con el freno .esbaratao.

Va alante la yegua .Rosa Y etrás della el jovero De Siño Panc}¡o Galero 1Pero no se ve ni mosa f

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Y al fin tienen que esperal, Pues ya se mira el arbol. Pa poel proceder mejor Del to se cja aclaral.

Pol fin la yegua cojieron, Dispués cojicron los potros Y dispués otros y otroR Y a la casa Jos ~ubicron.

Mientras tanto, ende la altura Aonde se jaya la casa, Bravos unos, otros e guasa; Se escuchan en Ja bajura

Ca uno buscó su avío Y compuso su alimal Como Dios le puo ayudal, Toos enRopaos e rocío.

Cincuenta mil jahlantinas, Que es un lloro <laye oyío ¡Si no hubieran sío lambíos, No hubieran tal comen tinas!

Too el mundo jasiendo aujero Pa empatal con las majaguas· O con las garras e yaguas Con más o menos esmero,

Ya está claro y bien se ve Lo que en la vega ha pasao. ¡ Qué de aparejos botaos ! &Y los frenos Y Dios los dé.

Era lo que se miraba. Si faltaba una prcsinta A~ta e las naguas la sinta, La moza al mozo le daba.

Las jáquimas y las cinchaR Y las pellizas rcgí'ts. Las frisas y las almoás · E juro llenas e chinchas,

Estando ya enjaretaos Los jacos de dicho nío, El novio antonces llegó De amigos acompañao.

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Diban marcando el camino Que llevó tanto alimal, Cuando la vega al pasal Se jueron toos los endinos.

Trae un caballo canelo Más viejo que San Ant6n, Que es estrellero y jar6n Y anda mirando pa el cielo.

Trabajo les costará Ca uno <lal con lo suyo Y rebnscal ca soruyo Pa vel si lo encontrará.

Es la silla de baqueta Forrá de cuero ele chivo; Y es diferente ca estribo. Tiene puesta. una chaqueta

Los amos cuasi ajogaos, Etrús diban de los chongos Travando las patas mongos Pa vel si los incontraran. Y ellos alante ajot.aos, m aparejo guindando Y jasiéndole cosquillas. ¡ Corren. que es a maraviJla 1 ¡ Veyos cual van galuchando 1

Color de pelo de chango, Pantalones de escnmbr6n Y apretao un cm·bntón Que es de la color del fango. De pansa e burro el sombrero·, Y es el licnso, mayorquín; La camisa e garabatos, Son de orejas los ?.apatos, Jechos nuevo e marroquín.

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Trae en la pielna erecha De jierro un canto d' espuela, Con la que su jaco vuela Cuando le espeta tal mecha.

Bajaron a la meseta, Montó la novia el caballo Cabos prietos, color bayo, Con silla de balconeta.

Cuando llega, gritan 1Viva t Los que llegan, y cnseguía La novia, que está vistía, Lo jase subil arriba.

Y salen toos en tropel, Alante los el casorio ; Atrás quean los fritorios Y los guisos y el babel.

Le da la mano al entral Y la mira de tal mo Que ella los ojos bajó Sin poello remedial.

De los novios al costao, También montaos por lo fino, Van muy serios los pairinos, Muy erechos y agentaos.

Es claro, con unos ojos De chivo que está esgqellao O de mozo enamorao Que icen claro los antojos. No hay jembra en tal oeasi6n Que le aguante la mirá. Toas se ponen colorús Y les brinca el corazón. La vestimenta de Clola, Que es de Pancho la fotura, Es de esta manifestura; De morselina con mota Blanca, con lazos azules; Zapato bajo de hule, Sombrero de paja, prieto :fl punzó e ribeteao; Y encima un zorzal trepao Cojo y sin pico asujeto. De papel lleva unas flores Dándole guerta al sombrero Y un velo que era un aujero. . ¡Una ventana, señores 1 Puesto lleva unos -mitones, (Llevaos por su mae también Cuando se casó,) con cien Royíos e los ratones.

Y entre gu~a, dicharachos Y vivas de trecho en trecho, A toa voz y con too el pecho,. A.!:_gunos medios borrachos, Pues toas las tiendas; toas, Del camino han visitao. Y las boa han festejao Antes e jecha las boas. Se jartaron e gritar Y de pelalse el gañote, Dándole al caballo azote Sin ejarlo escanear. Entre de polvo una nube, Subiendo y bajando cerro, Gritos y lairíos de perro, La gente pal pueblo sube.

· Ejan los jacos afn{\ra En casa de su compae, O en casa de su comae. Que argunos del1os tuviera. • . Y a la iglesia van a prisa; Los casa el cura a los dos En su nombre y en el de Dios. Oyen forzaos una misa

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Que pagan .por ella un peso, Y sin contar la monea De las jarras que se quea. Salen. Compran pan y queso; Lo pisan con dulce vi:tio, Que es el pairino obligao El tente en pie abel pagao Que le fió íío Rufino. Pero se jaya sin mecha. ¡ Como toos en la bolá 1 E fijo lo pagará Del café pa Ja cosecha. Y cojcn e nuevo el piso. Montan novios, conviaos, El cura que se ha pegao Y el juez que también dil quiso. Y sale la procesión De gente a casa e Quintana. Son las diez de la mañana. Al llegar es la función.

De la loma del mamey, Ya la casa bien se vía Y una cuelcla faltaría Pa poel Ilegal al batey.

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Jala al surco al novio el pae, A la novia el pae ele él, Pues asina se ha de hacel. Y al novio y novia Ju.~ maes. Dispués subieron los seis Y etrás, tos Jos conviaos Dentrnron ni soberao A oyir la plática e ley: -Acnélcfonscn qu' ijos fueron; Mañana 1>aires serán Y asina mesmo jadrán Sus jijos como jicieron.Esto ñu l\largara ijo A los novios frente a frente, Que es costumbre de esta gente, Cusaos, icirlo a sus jijos. Se quitó la pava Clota, Pancho también Jos zapatos Que guindó de un garabato, Queánclose solo con Clota, Una vieja esgalichá, Tuerta, como prieta y flaca, Fué y le brindó Jn jamaca En que estubn arreJleuá. Ciota en ella se anió Y Pancho por un costao. Y asina, m·1·epantigao, Una mnno Je cogió.

Y ya los chongos corriendo Y los ginetes gritando, Diban al pae avisando Que la gente iba güerbiendo.

Y le ijo: Ya estíL el ñu Po el cura jecho, mijija. ¿Qué me ices agora tu Y

Llegan. La turba se para Llena de polvo y suor. Iño Quintana Amaor, Con la meca ña Margara.

-Que st~ acabó mi quebranto, Que te quiero como a Dios Y juntos estemos los dos, J asta dil pa el cum posnnto.-

Se bajan a la meseta, Los novios al apear, Porque a dambos abisal Es obligación completa.

y mientras ellos estaban Jechos paloma y palomo, Toos los con vinos,· e romo Y ginebra se jartaron.

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CebolJas rellenas ciento, Cien varas e longanisa. Que llevan una camisa De g:üevos pa lucimiento.

Y como no alcanza mesa, ~a Margara, que lo entiende, Saca petates que tiende En la sala, que es una 'esa. (dehesa) Es costumbre campesina, En el suelo ñangotaos Si no hay sil1as pa sentaos, El jartarse toos asina.

Y de esta manifestura Y disponías a tragar, Ice Quintana :-a almorzar, Arrímese el ju.e y el cura.

Un canasto ¡bien güelía 1 Asegún· la güelcntina; Seguro que en la cocina No faltaban Jos pasteles.

Dentra luego el majarete, Dulce e coco, mejío güevo, Un lat6n de mundo nuevo Y el ahamlerao rosquete.

E clulcc e naranja prieto, Demolío en un pi16n, Y e Iechoza y anón, Jecho con melao e ño Cleto.

Trae Margara una batea De plátanos bien asaos, Como galletas tostaos Y los reparte en la mesa.

Los platos limpios quearon. Fué grande la jartas6n. Solo los güesos el lcehón Y los del jamón quearon.

Dispués traen asía d' un palo U na olla e sopa e fideos. ¡Nadaban como bufeos En un caldo prieto y ralo 1

Los fritos y los guisaos Y too cuanto se ponía E jilo se esparecía Y era por ellos tragaos.

Descguío, tres lechones Y una batea e fritura, Dos calderos e nsaura, Una artesa e chicharrones.

i Con qué gusto comió el cura! ¡Y más mejo) comió el jue ! Los dos jalaban en tres, . Que era un primol la fritura.

Un pai de pavos rellenos Que era lo mejor de too, Con pies y patas los dos, ¡Juro a Dios que estaban buenoe I Un fondo arroz con cumblera, De morcillas treinta varas Y el buen sarmorcjo para Los lichones, el qne quiera.

¡Qué jurtil se <liú un cristiano que icía l :-más no pueo, Ya la comía con Jos cleos Me la toco de la mano.-

Del cuero e la masa asá; U na posta e carne e res; Y jamones quemaos tres ; Carne de puclco guisá;

Loe novios en la jamaca, Mano a mano se jartaron Y de too bien se atracaron, Cudiaos por la vieja flaca.

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Clota a su Pancho cncliaba; El asao Clota engullía, es icil: ca uno comía lo que uno al otro se dnba. Pol fin el café llegó Mn ditas, ta!-!as y cocos. ¡Y bebieron como locos 1 Solo el novio se orvió. Pero al ver Uluta el orvío, Ijo :-lo voy a busca], Sino hay lo voy a coluL ¡No te apures, Pancho mío!~e arremanga el camisón

Y arrempujumlo Ja gente Se ajila muy <lcligcute En derechura al fogón. Mete mano al colaor, Regüerhe toa la cocina Y trompicza con Ja m·ina, Y al agua le da un jcrvor. E lo Y tu

ispué, lo más agentá, pone en un coco e palma le dice :-''toma mi m·ma, café, jecho ya está.''-

El mirámlola se quea Y ella le al'l'ima un pcllisco Y él le ice:-'' &matal'llw 'cseas e uando ya no soy arisco y,,-. Pone el coco en la solera Y er sitio giicrhc a ocupar, Que antes del cufé tomar, En la jamaca tuviera. Arguno al batcy se baja O va adren to el cafetul. El cura quiere tayal Y jala por la baraja.

Se quea en manga e camisa Porque , es su costumbre esa, Y pie e traigan una mesa Arropá con una frisa. Traen lo que píe el mentol. Se sienta, tira unas tayas Con su baraja e tarraya Y acabó con toíto er bruto. En lo que el cura acabó Con los cuartitos que había Diba el rubio de juyía ' Y por fiu escnresió. Llegó en esto Juan Mercao El jijo e ña Pelúa, ' Armao de una bordonúa. . .trae encucrt.lao ' P cr1co E nuevo su cuatro e quina, Que tuca lJUe es un primol. Y su tiple, SaJvnor; El bombo, el nieto e J uaquina. Las jembraH en el momento Cuando los miran ll<'gal ' Se vun pu el cuurto a arregla!· Ejilo pa el aposento. ' Prende h11o1 ye] as ]n vieja; En el seto y los estantes EHtán pcgñs dende enante ; Y aJumhrá Ja sala cja. Suben los músicos toos Al sitio que Je han marcao Y a11í, los cuatro trepaos . ' S e pusieron a la vos. Dentran al punto a templal Ca nno <folios su instrumento Y ollirlos era un portento · A toos repiquetear.

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ANTONIO S. PEDREmA.

LA ACTUALIDAD DEL JIBARO

Alarga la mano Pancho, Le echa er guante a los zapatos Que están en el garabato; Quita la chupa del gancho,

La jija de Pedro Güeso Baila con Sico Maúro. 1Cómo le riega del puro 1 1Cuasi la levanta en peso 1

Se endereza la corbata, Se echa las greñas patrás, Se aprieta el pantalón más, Estira una y otra pata

1Y qué bien escobillea La jija e Melo Garbán 1 1Y la jija e ño Fabián t 1Lástima que tuerta sea 1

Y en esta. disposición Se pone el novio a bailar Cuando comienza a tocar La música et primer son.

La jijnstra e compae Map6n Da más güertas que un molino. Con su pareja ño Nino Se parece a una rigión. ·

. Clota pa dentro se ha dío Y vendrá vistía e cielto, Colol de clavel de muelto Con un traje muy lucio.

La mujer de Fin Chaparro Va esarrajá a la galucha Con primo Sico Cachucha Escalso y lleno de barro.

Cuando la música estuvo Pa principial, al momento Salieron del aposento Las jambras como po un tubo.

Saca al presto el cura a Fina. El juez le echa el guante a Lora, Más bonita que la aurora. Métese siña J uaquina

Toas van empaquetás Y con· flores componías, Polque es mucha su almonía De que no la ejen sentá.

Y bailan corno esgonsaos Y más que un trompo voltean ·

Los macho en tal confusión Van a buscal su pareja, Ya sea mosa, viua o vieja Y rompen el primer son.

Se cojen las Y jasen una Que toíta la Agarraos de

La música güena estaba· Con mucha la melodía, Y la casa se movía Y al compás también bailaba.

Alzan las manos de un lao, Y toos, al son y en tropel Dcntran po el poltillo aquel Siempre e manos ngarraos .

. Pancho bailaba con Clota, Los dos muy entusiasmaos, Lo más acaramelaos, Entre risas y chacotas.

Y que toos pasaron, viran y al revés la ruea se vira

Y esatracaos zapatean, Y sin dil esatracaos. manos toos caena sala llena, ese moo,

A luego que toítos dentran

Y espalda antonces se encuentran.

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ANTONIO

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s.

PNDREIRA

LA ACTUALIDAD DEL JIBARO

'"'igucn dnndo giielta asina •:J • " como a la ''gallina ciega · y hasta que la ruea se espega: ¡Ocho !-grita Chepo l >'ma.

Tampoco se ¡1resentaron; Esta es la ver<lá e la historia, Toíto ejaron memoria Cuando e la casa emplumaron.

y

¿Qné jué clcllos Y Ni cr demonio

antone1~s

muy apuraos,

Voltenndo a nso e m1w.1n, Solo de un brazo agarraos.

Podrá icir qué jne dellos. Si acaso quieren sabello, Fomenten un matrimonio.

Con la que mfü~ cercn jnya, Ligero la coge y suelta, Dispués de daye la vuelta Jasta que la orquesta caya.

Y antonce.c;, ,por .experencia Saquen esta adevinanza. ¡ Porque a mi no se me alcanza Ni llega a tanto mi sencia !

Ca uno suelta su pnrcjn,.

Antonces, a mares suando, Se sientan los bailaores Hasta que ll<>ga la hora De otro son 8egnir huilnndo.

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Fin.

!Jos hombres a la cocina, Pa poer güerher o bnilnr. So van e nuevo a jart.ar y compran en la cantina. y nn son etr{1s e otro son,

llnilnnclo que era un esmoche, .J nrdu 1ns dos de In noche Ya duraba la función. !Ja novia Re cspnrt1sió Mientras estaban bailando, y el novio sin sabel cuando, De la sala se jny6. Pa onde jneron no ~abemos, Pero aclrent.o se metieron y yn 11 snlir no giiervieron De la nocltc a los extremos.

Y cuando el arba vinía Y la función se acabó Y too el mundo se espidi6, Siendo cuasi ya de día,

NoTA: Recogiendo material para un somero estudio sobre Ram6n Méndez Quiñones, me enteré en Snn Junn }JOr una· bija de ~ato, Dofia Avolina M6nclez, viudn de Baelln, quo en Agundilla oxietfnn algunos pnpelce que podrían arrojR.I' luz sobre mi proy«;Ctn1lo cnsuyo. Me ¡1uso en comunicación con el hermano del poeta, Don Edunrdo Mérulc7. Quiñones, y lncgo hico un viajo a aquel pueblo donde la eorteefn de Don Ethmrclo 1mso <'n mis numos el original del poema transcrito. A la gentileza del joven escritor, Manuel Móndez Ballcster, debo la escrupulosa transcripción a m{iquinn. F.:l originnJ, escrito a Jirien, muestra algunas taehn· durne, palnbrna borros11'J y páginna tlctcriornllns por el tiem1Jo. El autor de este opúsculo hn restaurado pequeñas deficiencias y a Jn luz do las comedias del poeta l1n cuidado dol texto lo mejor posiblo, sin atreverse a hacer ninguna corrección fundamental. Aprovecho cela nota. para ngrndC(!e~ tn'nlbi~n al profesor Don Rafael W. Ramfrez la oportunidad de ponerme en contacto eon El ln1Jestigador, del cual trato en el trabajo qua sigue. A. S. P.


LAS COPLAS DEL GIBARO

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LAS COPLAS DEL GmARO UNA POLEMIOA DE 1820

&De dónde viene el jíbaro t Cuestión es ésta que pertenece mejor al antropólogo, al etnólogo, al sociólogo. Salva1lor Brnu, el Dr. l•\ del Valle Atiles, Agustín Navarrete, José C. Hmmrio . . . . lo hncen surgir del cruzamiento de la raza hlanra, la negra y la india. En cambio Coll y Toste, Fernández .Juncos, José J uliún A costa mantienen que nuestro jíbaro tiene un origen netamente hispánico. Mi "poca ciencia" en cstns cosas me incJinu, por ahora, a sostener la segunda t.eorín. Pudiern ser que el origen del vocablo iíbaro, ayude un poco a uclarnr este problema de etnología. 'ficme la voz jíhnro muy diversas acepciones, y diversas tnmhién son lns etimologíns que hombres curiosos nos han ofrecido. Dentro del campo lingüístico el asunto no ha queclndo definitivamente claro. En Hispano-América se ha usado el término con distinta significación, variando ésta de acuerdo con el pn ís en <1ue se usa. ¡Cómo se introdujo la voz jíbaro en Puerto Rico T ¡Cuándo llegó hasta nosotros T No lo sabemos. Pero t.ratnrcmos de aportar algunos datos que sirvan para resolver nlgún dín el problema cronológico. Puede que e1los ayuden a arrojar alguna luz sobre los demás problemas que actnnlmcntü no nos interesa n~lorclar. Ni cm las llfemorias del Bacl1iller Santa Clara, 1582, ni en In ele López de IInro, 1644, ni en la del presbítero Torres de Vnrgns, 1647, encontramos la mús leve alusión al término. Tampoeo se usa en la de O'Reilly, 1765, ni en la Historia, de 1•,ray I ñigo Ahhad; 1788; ni aim en la más extensa de to1lnH las 'Jlfrmoriru~, In lle Pedro 'l1omús de Córdova,-6 volúmenes, 1831-18:-13, y uno más de 18il8-. Se habla en estos lihros de rrio11oR, campesinos, labriegos, ngregaclos, pero nmwa de jíharos. Los pocos libros y papeles del primer tercio t1el Siglo XIX que hemos podido examinar, tampoco usnn eRe vocn hlo. Las referencias más comunes e insistentes parten ele 1840 en adelante, hasta que en 1849 aparece Bl Gíbaro del Dr. Alonso, y el término se populariza enormemente.

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ANTONIO S. PEDREmA

LA ACTUALIDAD DEL JIBARO

La primer mención que nosotros hemos encontrado per~euece a un periódico de 1820. El caso es curioso y por demás mteresantc, y queremos exponerlo brevemente. Tres periódicos conoc~os anteriores a 1820. El primero La Gaceta., fundado en la primera década del siglo XIX, a raíz de implantarse la imprenta en Puerto Rico; el segundo El Diar-io .Económico publicado en 1814 por el lntendcu te Rámirez, y el tercero, de vida efímera, El Cigarrón, P~ríodico festivo que apareció en 1814 y murió ese mismo ano en manos de la censura. · Vivíamos entonces bajo el gobierno absolutista de Fernando VII, que después de subir al trono de España no tardó en pisotear la Constitución de Cádiz, en cuyos postulados había quedado asegurada la libertad de imprenta. No podía E_l ~iganón1 ni ningún otro periódico de intenciones cdticas, vivir en un ambiente de tiránicas restricciones; la censura feroz impidió siempre en Puerto Rico el natural desarrollo de la prensa. .Pero en 1820 un golpe liberal paralizó el gobierno absolutist~ de Fernando VII y reinó nuevamente la preterida constitución, asegurando la libertad de imprenta. En la llamada lmpren.ta Nacional de Puerto Rico se publicó el "ProsP.ccto del Periódico Intitulado El Espía de Puerto Rico 11 anunciando la pub~icnción de un biscmanario. El 19 de junio de 1820 aparerió el primer número de IiJl Jn.vcstigador, inseren su primera página un editorial sobre Libertad de mprenta y en la última página, la 16, esta ·

lªlldo

~IJ~Eit'fENc rA: "Nos hn parecido conveniente mudar

a

este

~cr1od1co el título y epígrafe que anunciamos en nuestro

rospecto, para desvanecer algunas prevenciones que sabe~º~ He han divulgado con este motivo, contra nuestros sen1m1eutos e intenciones.'' Así se iniciaba el cuarto pcriódidco que vió la luz pública en Puerto Rico. En el segundo númcro-22 de junio de ~820-el editorial truena contra los ''hombres desmoraliza. ~a'' enemigos de la Constitución que por ''los medios más uucuo . . s Y v1·1 es " t rutan de combatirla. "Sí, amados compatr~otas,-contiuúa el articulista-el nutor de las Coplas del Giba~o, es el enemigo más libeloso que se ha presentado en esta isla contra nuestro sistema constitucional. Ellas encie-

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rran un veneno tanto o más pernicioso, cuanto que preparado señaladamente para las personas incautas, está cubierto de ideas, al paso que falsas, lisonjeras a nuestra sabia coneti-· tut~5n política." Se trataba de unas coplas sin firma que aparecieron en hojas manuscritas y que El Investigador reproduce. Examínclas el lector. 0oPLAB DEL GfBARO

Vamos Suidadanos jasta ei pueblo oi, poique tío tTuan Congo tocará ei tamboi

J ablando de lelles 1que güenas que son las que á condució la Costitución !

Mire prima Sica, múdeme ei lieh6n que yo voy á vei la Costitusi6n

Usté pué si quiere cuando está enfadao pegalle á su paire una bofetíi.

leen la an tragfo

deje España, ei Rei.

Y si usté á una mosa la jecha á peidei · usté se va limpio sin que le pleité.

Si viene poaquf mi compai Cirilo ígalc se vaya ai pueblo de jilo.

Ustú que se encuenira una criclatura y quiere casaise, va de jilo ai Cura.

Que ha salio cierta Ja Costitusi6n y van a jasei una gran f unsi6n.

Ni paires ni maires, Ni tidos ni agüe1os A nengunos pueden Cortarles los güelos.

Ifüo debe sei sigún lo que suena una ciscustancia • ea diablos, muy güena.

Si cualquiera Jues no le jnbla bien pné ust.é si quiere gritalle también.

Ei paire Vicario que es muy entendío está de gritai con un gran gipio.

Yo por mí lo igo, si ei Gobeinadoi me falta ai respdo de jilo le doi.

en un gran papei, de juro la á embiao


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¡ ANTONIO S. PEDREIRA

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Me han asegurao cou gramlc sijilio que no pagaremos ya nengún susilio.

Y poi más que tenga guui<lia en su bntei, subl'ÍL que yo soy tan gücno como ci.

Ni paa la iglesia se a de dai un rial, Jas pitimas toas se van á cabai.

Pnes jestít. cscribío con letras de moi<lc <¡ue no hay cstcnsión de ricos ui probcs.

Que toos los presos se echarán a juera Y que ya ca uno jará lo que quiera.

,Justa los cnsuos pnen tener su gcm hra con la condición que an de mnntenella.

Agora. que en cuanto á sei uno gente, esta es .iuna cosa que anda muy caliente.

Poique son enrrcos m;tos matrimoños, qne ai fin y ai cabo nos Jlrva el demoño

Y que otro Cabildio se pone deje hoi , . pu diendo cuaiquiera ei sei rugidoi.

l\Iaiiaua en ei dia l\lato mi licbón para celehrai la Costitusión.

El ln·nestigador consideró estas coplas como un agravio

a nuestros campesinos y explicaba en ese editorial cuáles t'ran los alcances de la constitución. 11111 el mímero siguiente-el tercero, de 26 <le junio de 1820-aparece una carta, firmada por El Desconocido, felicit~n<lo a los editores por la feliz ocurrencia, y elogia s.¡n m~­ dula el número dos ''tan multiplicado en buenas cosas, todo substancia, to<lo bueno, todo hermoso.'' '' i Toma !-sigue diciendo-& Y lns coplitas del gíbaro que nos han <la<lo ustedes f También )as había yo visto manuscritas; pero con lus c1os cuartetas aíiadidns, que uo veo en las ·que ustedes 11os comunican y que he copiado para dárselas a ustedes con hueua intención.'' ¿Quién es este señor Desconocido, que ha visto las coplas . manuscritas, con dos más que faltan al finaU ¡Son estas dos coplas que ahora remite, hijas de su "buena intenciónf" &Las tendría el original cumulo salió de manos de su autorT &Añaden algo a htli que ya el lector conoceT Al final de la

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LA ACTUALID AD DEL JJBARO

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carta cougrutnlaforia aparecen las dos cuartetas de refcrenda: l~l-ltos versos, Cielo. Aon de un f.?l"an brcihón QnP no snbc apreciai In Constitución. Si bm•n ciudadano fuera sin <lespnta, No jnblnra tonto el hijo de puta.

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J~vident.emonte no son del mismo autor estos versos y los unteriores. Nn aquéllos se escribe siempre costit'llción; en éstos se dice ron..<:f-itur.ión. Además, es de suponer que el "hreihón" 110 sen el jíhnro a <1uien se le at.rihuyen las coplas, sino el propio uut.or de )ns mismus; y es ele suponer también que el autor mmrn otras deferencias para su santa madre. J~sas coplas clehieron ser del mismo D<~sc01wt:ido, o de otra pcrsoua <JUe reaccionó en verso al leer el manuscrito. I~n el número 4, en el 5 y en el 6, El l1ivestigado1· continúa su primur cditorinl rcfutamlo Jas Covlas del Oí/Jat·o. L~ in~ h'resa nclnrar qua no es cierto la supresión del subsidio, la lihC'rtatl de los presos, la impuni<lncl de los delitos, y explica lo 'JttC sohrc estos pnrticulnres garantiza la constitución. "ScréiH guutc. Os lo clice irónicamente el autor de las CotJlas; pero jnmiis se lm dicho una verdad más constatada." 1 focc HHher 'Jne c~I poder polític>o reside originalm<.'ntc en el puchlo y en fin que ''los Oohicrnos se han imditnído para la prof ecl•ión, scguridnd, prm~pcridml y t'eJiciclml del pueblo y no para provecho, honor, ui particular interés de ninguna persmm ni t'nmilin." Grnn revtwlo levnutaron estos artíru)os en la opinión púhli<'n. N11 el mímero 4 de Rl hwesfi,qadm·-29 de junio de J 820-npnreee un Lfrfículo Co11i:unicado que 11eva In 1irma de Rl Vir.jo R.~paiiol. No puc<lc el Viejo np1audir dichas Coplas, '' Himulo por su esencia un papel detesf.ahle, irreligioso, subversivo de todos los órdenes, cnpcioso, y con cuantas circunstnm•inH clnsifican las asomulns y gritos públicm~, tratando el autor o HUfHWRto Gíharo, nada menos que de destrozar el grarnlioso eclificio de nuestra clesencla redención." Aplaude que el pcrióclidco hnya pub1icaado Jns coplas, para contener a "los malvados" y que no vuelva a repetirse "el crimen".


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ANTONIO S. PEDREIRA

El apasionado colaborador pide que se castigue al autor de · las coplas, '' sin perdonar diligencia lmsta .en con trarl o''· . La cosa no era para tanto. Así creemos, al menos, a, un siglo de distancia. &Qué pensaría el pobre autor al leer hneas tan destempladas? , . • Al final Uegnmos a saber quién era el poeta anommo. En la villa de Areciho apareció el 30 de junio de 1820 un papel firmado por Don Miguel Cabrera, dirigido al redactor de La Gaceta y declarándose autor de las debatida~ Copla~~· El Investigador suspendió sus editoriales y comento el escrito en su número 7-10 de julio de 1820. . . . El Sr. Cabrera manifiesta suM senbm1entos hberales Y se queja amargamente de la interpretación y de la condu~ta de El Investigador. El periódico se ampara en la alternativa que le presenta el Sr. Cabrera y declara que "M'as bºi~n habrcmos caído en la ignorancia de no comprender el sentido d_e las coplas, que en el ele haber querido maliciosamente. lcrg1versarlo con el ánimo de perjudicar su honor a los OJOS del público.'' . No albergaba el periódico pensamiento~ tan mal!7nos, ni · ideas tan ''sanguinarias'' como se le atribuyen. Se n_os trata impíamente en el papel a que nos contraemos. IJos dictados ele locos e'lnbusteros e·ndemoniados e in·morales, son l~s más dulce; con que se' not:i halaga, a pesar d~ _ha~erso dicho un poco antes que ''se abstenía el autor de r1d1cuhznrnos, satirizamos e insultarnos por que se escribía para un públiro que merecía muchn consideración." 1•11 periódico generosamente olvida esos dicterios y se conforma con saber quién era -el autor de las Co1>las y con que sus i_ntenciones hayan sido inocentes, sencil1as y sanas. Persuadulo de que l~s sentimicntoH del autor ''jamás han sido ni serán contrarios al i·égimeu constitucional," El Investigador, suspende la refutación ele lut:i Cüplas. Minuciosamente hemos rebuscado los números siguientes -el 8, el !), el 10-y nada aparece en catas páginas con relación al asunto que nos ocupa. El número 10 se publicó el 19 de julio de 1820. Pocos días después salió un Suple... mento al lrvvestigador, Núm,ero 10, y en él encontramos una larga carta que ocupa ocl10 o nueve páginas, con fecha de 25 de junio, y firmada con las iniciales J.F.P.C. Esta carta trata de múltiples asuntos rurales. El autor había leído las Coplas del Gíbaro y a primera vista encontró "demasiado

LA ACTUALIDAD DEL JIBARO

scvcrn Ja reprehensión que se le da al autor". A la.segunda y tC'rern lcct.urn, no le "pareció tan rígida, y si al contrario,

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justn ". Pero reflexionando más, la tuvo por "acre e infuuclndn' '. 1\[ ny discreto y sereno debió de ser el autor de esta carta. Cumulo 1c presentaron las Coplas manuscritas, las despreció "sin verlas". Cuando le fué preciso leerl.as para otros "no paré In atención y solo creí que su autor hnhía quericlo entretenerse y divertir al populacho, imitando el dialecto de algunos aldeanos y sus primeras creencias de la constitución.'' Su juicio eEttaha corroborado por la observación de idénticas n~acc>ionm1 en JoM nlru<ledorei:J de bU casa, "no muy lejos de In <·npitnl ". No conforme con su observación personal, quiso poner a prucha dichas coplas. Candorosamente cuenta l~l nntor los resultados: "Ahorn cm1: ro <lías, me. puse a leer las mismas coplas a un gíharo, homf>rc <le bien y sencillo, y que tiene aquel dialceto. l\li idcn fné huccrle reíi·, pero acordándome a la segurn.lu copla que él habla lo mismo, me avergoncé y hubiera suspendido la foctnra u no haber peusu<lo que lo av~rgonzaba mfü:;. Cuun<lo acabé de leer, me pidió una copia para que la leyeran Hns hijas y me suplicó omitiese la de la bo/etá, Y la de la jecha a perdei. ]~stu excepción la tuve entonces por sencillez de un aldeano, lwurudo padre de familia; pero ahora Ja vistu del discurso de usted me lm servido para acriminar · Ja ilH¡uictud de los versos. ¡Qué bien dice El Investigador/clccíu yo. ¡ Que trnsceuclenciu tan funesta para la credulidad inocente! . . . " ¡Precioso rasgo pura captar la ética. personal de nuestro jíhnl'o ! No podía tolerar este magnífico representaute de la clase, la dcshocnda ironía del autor de las Coplas, cuando dice aquélla de

U sté pué si quiere Cuando está enfadao pegalle a su paire una bofetá.

Ni aquella que le sigue: Y si usté a una mosa la jecba a perdei • • • eto.


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ANTONIO & PEDREIRA LA ACTUALIDAD DEL JIBARO

c01¡-

~u condición de hijo, de padre, y de jíbaro, no podían s~11hr el gra!e .'l_!ltraje t}Ue, inferían esas palabras a su ~ig­ mdad. Supr1mie.1~dose)as, el Jas llevaría a su casa para q ne las. leyesen sus h1Jas. To<lo lo demás estaba hicn, y el articuhstn J.F.P.O. hace notar al editor, que Ja interpretación que muchos daban al camhio político coincidía con Ju <1ue el autor de las Ooplas había manifestado en ellas. P~ecioso e~ ~l documento para medir Jos alcances y Jas acepciones pohhcas que cu 1820 se dahau en Puerto Rico a la palabra libertad. La .ilustración no era para envidiarse y elevarla cuanto más posihJe fué el propósito <le El lnvesti: gador, al comentar los zaranclemlos versos. , Así lo reconoce un colaborador qne firma El lg·normite!!umero 12 de] 27 de julio, 1820-en una carta que empieza: Ustedes, compa<lcci<los, sin <luda, <le lm~ hijos de este país ~uyos entenclimientos 110 han podi<lo cultivarse por falta d~ uistrumeutos, ofrecieron cu su prospecto ejercer paru con fllos la primera de lus siete ohras de misericonlia cspiritun,?8~ Elogia El f.qnorantc el primer número del periódico. En el segumlo-dicc-vi también el empeño (Jtte tomaron cu ~ersuaclir al púhlicó Jo perju<liciaf <JUC nru el sentido literal l~\s Covlas del níbam, con el Juudahilísimo fin de afirmar ; sistema constitucional . . . . " No era tuu ignorante El ,p~wran.~e. ':l1oda la clave de esta polémiea cHtá en la frase: e s~uttdo Jitcral ". No quiso el poeta ngruviar a nada ni ~ 11 1c con sus versos festivos. El pcri<'idico, en cnmhio, vc'i~ª 0 por su obligación de encauzar la opinión pública cum1 p su deber al glosar con enérgico respeto lus Copl~s del Poeta. Po<l1'" 11 to mnrse cu ser10 · en l u epoca , · . en que fueron escritas 1 "l l . ' . t . · nan< o s!.J ·1wcsf-i,qador supo el nombre y lns mp~~~~~ou~s del autor, suspellCfü) sus comcutarios y nohJcmcutc ·, nto sus excusas como ya hemos dieho. .· ·Entonces el poeta, caballeroso y humilde escribe eHta 1>rc·" , ' _c1osa .1earta · • • que aparec10 en el numero 12 de El fovestigador 27 ue Juho ele 1820:

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yes. Nclitores de El Investigador.

d Muy Sre~. míos: Mi. corazón, tan sensihle ~ la vergüenza un agravio " ·1 o d e un proceder gcnerQso, no see hall , . ' ,com 0 ª I meri aria Jama1::1 contento, si no diese a ustedes una prueba

ele mi agradecimiento; y del aprecio que me inspira hacia sus personas, la noble franqueza y apreciable moderación con tiue en el número 7 de su perióclico, tratan de satisfacer a la queja que produje en mi papel el 30 de junio último, con respecto u la equivocada inteligencia que se dió a las Coplas del Gíbat·o. Gustosamente persuadido de que ustedes no dudan de los sentimientos liberales que me animnn, como igualmente de que el púhlico no puede poner uua objeción a mi co11ducta política, no alimento otro deseo que el de merecer el afecto y amistad de ustecles echando al olvido el desagradable e infundado motivo <1ue nos 11izo representar el papel de antagouistns. Amante de la paz, de la unión y el reposo, no sólo quisiera pocler demostrar a ustedes el fondo de mi corazón, donde no queda el más mínimo resto de resentimiento, sino también poder borrar de mi memoria, hasta el recuerdo de nuestras mutuas ofensas. Poseído de estos deseos, para dar uu público testimonio de Ju couformidad ele nuestras opiniones, y del aprecio con que miro un procedimiento tan prudente y lleno ele urbanidad cual ustedes acahun de patentizar, suplico a ustedes tengan In houdnd ele insertar en el próximo número de su Periódico, é;da, que nombraré escritura de fianza, y asegure nuestra unión fraternal. Quetla de ustedes su afectísimo servidor.-Miguel Cabrera. Con estas hidalgas líneas se cierra nuestra primer polémica periodística motivada por un oscuro poeta, y en la cual, a mi entenelcr, se usó por vez primera el término de jíbaro, u plicndo n nuestros campesinos.

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"Villa <le Areciho, julio 12 ele 1820.

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