TERTULIAS DE AQUI
Estrategias para sobrevivir al '98 «-History, Stephen said, is a nightmare
from which | am trying to awake. ... What if the nightmare gave you a back kick?
-The ways of the Creator are not our ways, Mr. Deasy said. All history moves towards one goal, the
manifestation of God. -That is God. What?... -A shout in:the street, Stephen answered... » James Joyce Ulisses resto a cerrar el siglo, todo se apresta ya
para celebrar en grande la conmemoración
del otro siglo, un primer centenario. Ya retumban unas primeras salvas y una pregunta dormida, en medio de ese temprano cacareo, se asoma, nos levanta 2
falta- antes de asestar sobre la multitud el chorro
suben; bajan y ya se cansan de culear, pero el
natives, shut up». Cesa el culeo, elruido se hace siseo y el silencio te dice, sí funciona.
bumbúm no deja de retumbar. «Silencio, por favor, el acto oficial.va a comenzar -anuncian ya- ahora la historiadora y contadora oficial leerá su discurso: 'A cien años de la invitación>. Vuelve la gente ahora a culear, y nadie se quiere callar. Vuelve otro bumbum a rebtumbar- «esto mi patria, estos unidos mi nación, paquetulosepa y noseabicha,
Hooray ! Ay ! Whreewhee !
a
remenear por abajo. Rompen a gritar unos raperos, y todos rompen a culear. Arrastran,
y nos acecha: si estos ruidos de ahora son
sólo el comienzo, ¿cómo se sentirán, ojos y oídos, cuando llegue lo que todavía está por venir? Descartado sequir el ejemplo del avestruz, intentar conectarse a un walkman por todo un año,
recurrir al exilio voluntario u otras medidas providenciales, qué hacer -comienzan
a
preguntarse algunos- para evitar sucumbir contagiados por el inminente brote de la epidemia del «noventiochitis». Aparece, frente a ese cuadro
clínico, un primer contraveneno -la historia puesta al servicio de nuestros sentidos,
brindando los primeros auxilios, en espera de la llegada de una vacuna o algún otro deshaumerio.
De oídas: Oirás, desde muy temprano, un ruido,
el ruido a lo largo y a lo ancho. Te llegará el ruido por prensa, radio y televisión; hasta por medio de un «palma-móvil» el ruido llegará a los callejones y rincones. Te llegó el ruido, y, tlegado el día, por allí estarás. No sabrás cómo has podido llegar, ni cuánta gente habrán podido reunir por allí. Las cifras del paro han anunciado- se quedarán chiquitas al lado de esta
turbamulta, congregada y contabilizada. Ahora te cortan el paso: «somos del comité de asistencia... estamos verificando... si ya firmó la lista, muévase a un lado». Habrá palo -también han anunciado- para el empleado público que no asista, pa'que tú lo sepas.
Desde allí, donde estarás entonces, el sonido te llegará primero que la imagen. Oirás el serpenteo de las batuteras por un lado: «dale a tu cuerpo alegría, guachamacolit... y ahora recibamos a los nuevos ciudadanitos bilingúes, cosabuena,
ahuuu». Oirás, del otro lado: «mira cómo se arropan con la pecosa». Caerás en cuenta, no se ven izadas ninguna de las dos
banderas. No se ve ni la piedra por donde desembarcaron. «Sobre esa piedra, Pedro levantará un nuevo monumento, tarjetita a tarjetita», anuncian por los altopartantes, y vuelves a caer en cuenta.
Oirás, y ya no sabrás de qué lado, un bumburm retumbar a todo lo alto, y un
corrillo». Resuena,
reculean, y bailan, ahora bailan, y no baja el bajo tronando, y no deja escuchar. Oirás un leve siseo, subirá y se te enroscará
por el tímpano. Y se te desenroscará, de oreja a
oreja, un signo de interrogación: ¿cómo silenciar el culeo de todo ese trabalengua? Invocas a Yuquiyú, que todo lo puedo, que venga Juracán, que lance un viento, o siquiera un rayo, que se le borre el discurso del telepromter, que allí donde leyere una cita del Dr. Henna, antes del '98, que lea otra: «Puerto Rico ignorante de su status exacto como ciudadano o súbdito de su país adoptivo, sordo a su clamor y ciego a sus
necesidades» (Ramos, Las ideas anexionistas, 66). Invocas a Yemayá, a Palo mayor, que ocurra un despojo. Esperas, sigue el ruido y no funciona.
Surge, entonces, una imagen. Una figura se alza allá en el templete,
sobre la tarima. Resalta su
pelaje, tan blanco como el de un oso polar. Sobresale, de su guerrera, el mango de un mallete, tan largo como un arpón. Derriba de un. malletazo el micrófono -a la verdad no le hace
de su voz: «| am mister Young, and now you
De unas miradas:: Dejan de culear...tranquilos. Cierras los ojos, ahora, en medio de ese largo silencio. Tratas de buscarte en el país de los cuatro espejos y las miradas se te cruzan. La imagen se bisela, se pierde y reaparece. Te enfoca el prisma de una verdad: también de miradas está hecha la historia. Das vuelta atrás un siglo, y una imagen: . entrecortada vuelve a aparecer, disectada por el escalpelo de la mirada. Y quien mejor que un
doctor, Zeno Gandía, para diagnosticar a través de su ojo clínico nuestros males: crónicas de un mundo enfermo. Al arrastrar la décadas, los virus siguieron creciendo en la probeta. Decidieron, entonces, trasladar al paciente del * quirófano a un tablero. «En el tablero de ajedrez
de nuestros problemas -observaría Pedreiranuevos sufrimientos se acumulan sobre nuestro
cuerpo social a partir de 1898». Y antes de que la nave se fuera al garete, otras naves trasladaron parte del cuerpo social a Nueva York y a otras desgracias. Allí; algunas noches volvimos a ser gente; pero al volver el día volvieron los doctores del comportamiento a etiquetamos con sus
miradas: «The Puerto Rican Syndrome» (Fitzpatrick, Puerto Rican American, 164). No bien abres los ojos, ahora, las imágenes se
te cruzan. Y ya en esa zanja, donde todavía remeneas
el pie, crees ver un caño, y antes de
recular y caer en el fondo oscuro, gritas, coño.
De otras miradas: Otra imagen ha vuelto a cruzarse en el camino, y ha vuelto a aparecer. La historia aquí se toma personal, y asume el-tono de una confidencia.
Revelarlo conllevaría remontarme una década atrás, y como el cuento es largo y el espacio corto, aquí sólo va la cola.
Acaricié, en un momento, el investigar la locura en el Puerto Rico del siglo XIX. Acudía al archivo, inventariaba y transcribía documentos. Pero siempre sentía que el tema se me escapaba. Y me topé, en eso, con Julián, uno de esos famosos
«locos»
de Río Piedras. Quien haya visto
la figura de un deambulante volteando y cargando una cajita mágica, seguro lo reconocerá. Ofreció mostrarme allí mismo su libreta de apuntes.
Incrédulo ante ese hallazgo, encontré, para sorpresa mía, que sus apuntes no eran más que
una libreta en blanco. Relaté mi hallazgo en un artículo publicado en el desaparecido periódico El Mundo.
Y Julián ha vuelto a aparecer. Se me acaba de cruzar en una esquina de la avenida Borinquen.
Sigue deambulando con su cajita, sin apabullarse ante el ruido de la domesticarse frente a las miradas Encontrarme de nuevo con Julián
y sigue igual; calle, a sin ajenas. ha sido como
volver a ver ese espacio desde donde se desafía
todo el ruido en el lenguaje de la voz y de la mirada. Y ahora, cuando el '98 ya nos cae encima,
y el ruido en la voz y en la mirada ha vuelto a acecharnos, el mirar en ese espacio de Julián, . quizá resulte ser la mejor estrategia para sobrevivir más allá del '98. El autor es historiador y profesor de Humanidades Universidad del Sagrado Corazón.
de la