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Firmes en la misión
Siempre que estudio la Palabra de Dios, me llama la atención las historias de individuos que mantuvieron un compromiso firme o inquebrantable con el propósito y el llamado de Dios para sus vidas. Estos personajes bíblicos, tanto valientes como imperfectos, son grandes ejemplos de lo que significa permanecer anclados y firmes en la fe y en el cumplimiento de la misión divina.
En realidad, disfruto leer sobre estos individuos a quienes llamo héroes de la fe, del Antiguo y el Nuevo Testamento. Mis “historias” favoritas veterotestamentarias me infunden lo que necesito de la presencia de Dios y del poder de Su Palabra obrando en mi vida. Cada historia proporciona las herramientas que necesito para enfrentar la oposición, edificar mi fe y evitar las distracciones para concentrarme en Su llamado divino. En las luchas que vivieron estos personajes, es evidente la fe estratégica para forjar el carácter y la determinación divina que se necesita para permanecer en la misión.
Los Evangelios describen la instrucción misional fundamental de la gran comisión que Jesús les entregó a Sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28:19, 20).
El apóstol Pablo es uno de los héroes de la fe que se levantó en el Nuevo Testamento y se entregó a ese llamado misional de Jesús. Él se convirtió en el testigo activo que marcó la “historia” de lo que es “una misión inquebrantable”. En su carta a los filipenses, dijo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (3:13, 14).
En los relatos de su ministerio evangelístico y de discipulado registrados en el libro de los Hechos y a través de sus propias cartas (las Epístolas Paulinas), encontramos el mismo tipo de “historias” inquebrantables que en el Antiguo Testamento: historias de presencia, Palabra, enfoque, fe, determinación y compromiso. La declaración de Pablo, o su deseo, era “conocer” a Cristo (Filipenses 3:10). Su ejemplo, así como su motivación, era caminar cerca del Señor para discernir Su llamado y propósito sin titubear.
En Hechos 21 se describe un reto interesante sobre una voz profética que habló por el Espíritu Santo sobre lo que le esperaba en su futuro cercano: el apóstol sería atado y entregado a los que le harían daño (v. 11). [El pasaje dice] que aquellos que lo amaban intentaron disuadirle de su viaje; pero Pablo, comprometido con el servicio, respondió: “…Porque yo estoy dispuesto no solo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (Hechos 21:13). Pablo no estimó su propia vida, sino que quería completar con gozo el ministerio que había recibido del Señor Jesús: dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios (Hechos 20:24).
Todos conocemos la historia de lo que le aconteció al apóstol en su regresó a Jerusalén. Fue capturado, arrestado, atado, golpeado, soportó intentos de asesinato y complots de muerte, extraditado de un juicio a otro, y luego encarcelado.
[Sin duda alguna], este compromiso de permanecer “firmes en la misión” no surge en el momento de la crisis; más bien, es el resultado de una vida de obediencia y sumisión a la causa de Cristo.
Recientemente, me reuní con los pastores ucranianos en nuestra reunión de Zoom semanal que tenemos, y pude percibir el cansancio de los efectos de la guerra y la frustración de servir en el ministerio en medio de tantos desafíos diarios de muchas campañas militares; edificios transitorios y temporales, daños a la propiedad, una congregación en constante cambio, lesiones, muertes, etc. Los pastores y las congregaciones se encuentran siempre en un estado de crisis. Sin embargo, en medio de toda esta aflicción ellos continúan pastoreando y brindando estabilidad al pueblo, aunque muchas veces apenas están comenzando a sentir alguna tranquilidad cuando de repente todo vuelve a desaparecer.
Mientras oía sus testimonios y su compromiso de permanecer firmes por la causa del evangelio, vino a mi corazón el pasaje de Habacuc 3:17-19. Esta es una palabra familiar de aliento que fue pronunciada justo en medio de una crisis:
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar”.
El profeta llama nuestra atención al desafío de superar no solo una calamidad, sino una tras otra, tras otra, tras otra, hasta el punto de angustia. Algunos estudiosos llaman a esto el síndrome del “duelo agravado”. Hoy en día somos testigos de este duelo agravado; las historias que develan las Escrituras son evidente en los testimonios de aquellos que continúan comprometidos con la misión dentro de nuestra familia global.
El año pasado recibimos noticias de uno de nuestros obispos nacionales que fue atacado en la calle por una turba religiosa anticristiana; no solo fue golpeado, intentaron quemarlo vivo. Milagrosamente logró escapar de sus manos, pero inmediatamente tuvo que reubicarse en otro lugar de la nación para seguir impulsando el ministerio del evangelio de Cristo y la capacitación de líderes en la nación.
También, en este último año, varios de nuestros pastores en la India han sido atacados [por grupos anticristianos]. Hace un tiempo compartimos la fotografía de uno de ellos que sufrió laceraciones en el cuerpo, perdió su casa y ministerio, y quedó casi irreconocible con el rostro ensangrentado y mutilado. En otro incidente, una de nuestras pastoras, que recién había recibido unas cabras para apoyar su ministerio con ingresos sostenibles, fue atacada sin misericordia por una turba anticristiana. La golpearon, abusaron, mataron las cabras y le causaron muchos daños a su casa.
El año pasado también sufrimos una gran pérdida en Myanmar. Mucha de nuestra gente en esta nación sufre violencia debido a los golpes militares que parecen no terminar. En una de sus ciudades, con fuertes tensiones políticas, teníamos dos de nuestros tres orfanatos. [Lamentablemente la situación violenta] suscitó la necesidad de tener que trasladar a todos los niños al otro orfanato, situado en un pueblo más tranquilo, con la esperanza de proveerles un lugar más seguro. Pero una mañana, luego de servir el desayuno a los niños, una de nuestras líderes se dirigía hacia una casa en el vecindario para compartir un estudio bíblico cuando sin provocación alguna, un soldado levantó su arma y la mató de un disparo en plena calle.
[En fin,] son muchos los testimonios que recibimos de nuestra familia alrededor del mundo que afirman este compromiso inquebrantable con el propósito y el llamado de Dios. Cada testimonio de los líderes mundiales son ejemplos poderosos de lo que significa permanecer centrados y firmes en la fe y en el cumplimiento de la misión divina.
Muchos de ellos han vivido el tipo de pérdida y angustia del que habla el pasaje de Habacuc y que se está viviendo en Ucrania. Hemos leído y quizás escuchado sus “historias” de desesperanza en tiempos de servicio.
Pero aun en medio de tantas dificultades, somos testigos de su declaración de fe y gozo en su entrega al servicio del Señor. ¡Nos regocijaremos en el Señor! Permaneceremos gozosos en Dios, nuestro Salvador. Él es nuestra fortaleza, y continuaremos firmes en la misión.
Mientras lee las siguientes páginas del impulso misionero de marzo en esta edición del Mensajero Ala Blanca –llenas de testimonios e historias de ministerios que comparten el evangelio de Cristo para reconciliar mundo– ¡ruego sus oraciones para que el amor de Dios y Su llamado continúe llenando [el corazón] de nuestra familia global para que sigan firmes en la misión!
CATHY PAYNE COORDINADORA DEL MINISTERIO DE MISIONES MUNDIALES
La Dra. Cathy Payne coordina el Ministerio de Misiones Mundiales para la Iglesia de Dios de la Profecía a nivel internacional. Cathy ha ministrado en más de 100 naciones. Tiene una maestría en Divinidades del Seminario Teológico Pentecostal y un doctorado en Ministerio del Seminario Teológico Gordon Conwell. Además, está trabajando para obtener un doctorado en Filosofía de la Universidad de Bangor en South Wales, Reino Unido. Cathy tiene un hijo y cinco nietos.