ONE Magazine March 2022

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Líbano, un País de Neveras Vacías por Alicia Medina con fotografías de Raghida Skaff

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na gélida mañana en Deir el Ahmar, Salwa abre la puerta de su casa y recibe, muy abrigada, a los padres Shadi y Youhanna de la Eparquía Maronita Católica Baalbek-Deir el Ahmar que le traen un paquete de alimentos básicos, como arroz, alubias, harina o pasta. Rodeada de cordilleras nevadas, esta región rural del norte de Líbano es una de las más pobres del país. A sus 83 años, Salwa vive sola pero los sacerdotes están al tanto de si le faltan medicinas para el alivio de dolores o un plato caliente. “Llevo casi un año sin comer carne”, confiesa Salwa mientras revisa el paquete. Bienestar para el Cercano Oriente Católico (CNEWA por sus siglas en inglés), conocida en el Oriente Medio como Misión Pontificia, ha repartido, a través de trece organizaciones asociadas, 25,000 paquetes de alimentos a 7,000 familias en Líbano en el año 2021. Salwa es una de las 3 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria en Líbano, un país sumergido en una de las diez peores crisis económicas a nivel global desde 1900, según el Banco Mundial. La moneda nacional ha perdido el 95 por ciento de su valor desde 2019, arrastrando al 74 por

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CNEWA.ORG/MAGAZINE

ciento de la población bajo el umbral de la pobreza. El 34 por ciento de los libaneses y el 50 por ciento de los refugiados sirios sufren inseguridad alimentaria. El cambio oficial de la libra libanesa (LBP) está fijado a 1,500 libras por dólar, pero desde 2019 se ha desplomado alcanzando las 34,000 libras en el mercado paralelo. Esta devaluación se traduce en penuria en los hogares. “¡Una ristra de ajos por 90,000 libras! [60 dólares al cambio oficial, 3 en el cambio paralelo.] Y ayer pagué 1,300,000 libras por el generador eléctrico y 400,000 por el gas butano, ¿cómo vamos a vivir así? ¡Es inaceptable!” exclama Salwa. Desde hace meses, el gobierno proporciona apenas dos horas de electricidad al día, obligando a las familias a abastecerse con costosos generadores eléctricos. Ayudándose de su bastón, Salwa va a la cocina y muestra su nevera: vacía. Justo enfrente de su casa, se encuentra el edificio de la eparquía maronita y la Catedral San Jorge en lo alto de Deir el Ahmar, con vistas al fértil valle enmarcado por las montañas fronterizas con Siria. Antes de que la crisis estallara en 2019, las 35 parroquias de la eparquía atendían a 50 familias

necesitadas. Hoy, 2,193 familias reciben el paquete de alimentos básicos. “El kilo de carne vale 240,000 libras. Si una familia compra cuatro kilos, se les va el salario”, explica el Obispo Hanna Rahmé de BaalbekDeir el Ahmar. Los precios de los alimentos han incrementado un 557 por ciento en los dos últimos años. “Esto es una catástrofe no vista en Líbano desde la Primera Guerra Mundial y la Gran Hambruna del Monte Líbano”, alerta el obispo Rahmé. “Hablamos de familias que no tienen para comer, que sufren en silencio, pedimos ayuda para evitar el colapso total del pueblo libanés, no podemos aceptar que la gente pase hambre”, añade. El Banco Mundial señala como responsables de la crisis a la clase política libanesa por sus políticas ineficaces y corruptelas y estima que la economía libanesa tardará entre 12 y 19 años en recuperar los niveles de 2017. El salario mínimo, que equivalía a 450 dólares, hoy no llega a los 23. Rose, una libanesa, recibe una vital ayuda, un paquete de alimentos enviado por CNEWA, del Padre Youhanna Maroun. Foto tomada en Deir El Ahmar, Eparquía Maronita Católica de Baalbek-Deir el Ahmar.


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