EL AÑO DE LA PLAGA Una fresca, extraordinaria y sorprendente novela que confirma la originalidad de Marc Pastor como uno de los nombres a tener en cuenta en la narrativa contemporánea. Un guión de ciencia ficción hecho novela. La rutina veraniega de Víctor Negro –el hastío, diría él– comienza a romperse cuando, en medio de una febril moda por bonsáis de eucaliptos, aparece momificada la señora Herminia, una de las ancianas al cuidado de los Servicios Sociales, de la que Víctor Negro y María José –la trabajadora familiar que la ayuda en el día a día– siempre han sospechado que “tiene mucho dinero escondido en algún lugar del piso”. Pero no, la “cumplidora y atenta” Mariajo, no, puede haber sido la asesina. Los Mossos de la científica dictaminan que ha sido un suicidio. El primero de la oleada de ancianos que se quitan la vida, inevitablemente unidos a la asistencia social, a la empresa de Víctor Negro, al eucalipto enano de olor insoportable y la sospechosa resignación de los familiares. Luego vendrá la madre de Jonathan, la señora Alabau, que se ha tirado por la ventana. Y Ramona Facerías. Y Laszlo Brau… Mientras tanto, las noticias en los medios de comunicación son confusas: un misterioso virus con poder curativo procedente de Mongolia convive con una mutación muy agresiva de la gripe A, China libera de golpe a todos sus presos, la conexión a Internet desaparece, en todo el mundo comienzan a producirse amenazas de revueltas y guerra nuclear, y los teléfonos móviles pierden la cobertura. En la televisión reponen películas antiguas entre la apatía generalizada. Todo es demasiado extraño, incluso la llamada de Irene reclamándole angustiada porque en el hospital todo los cadáveres parecen clones. Ellos ya están aquí. ¿Qué ocurriría si todas tus paranoias conspiratorias se hicieran realidad? Víctor Negro está decidido a averiguar qué pasa, emulando a los superhéroes de la Marvel en medio del Apocalipsis
Ficha Técnica: Título: El año de la Plaga Autor: Marc Pastor Editorial: RBA Pp: 384 páginas PVP: 19,00€ 106 Clave7
y la invasión de los ultracuerpos… Sorprendente y atractivo, Víctor Negro no sólo es el héroe, protagonista y narrador de esta novela, sino también uno de esos personajes que, por mucho tiempo, permanecerá entre los lectores. Un Víctor Negro que más allá de combatir las fuerzas del mal, en un verano de calor y migraña, pinta un retrato redondo de Barcelona y de toda una generación que creció escuchando el Every breath you take de Police, bajo la sombra de películas como Lady Halcón o El resplandor, leyendo las novelas de El Señor de los Anillos o los cómics de Garth Ennis, presencia fundamental en El año de la plaga. Y, en consecuencia, en la delirante trama de ciencia ficción en la que se proyecta su desenlace. “Soy de una generación que creció con Sensación de vivir: Gente de treinta años fingiendo estar en los dieciséis mientras los de quince simulaban ser adultos de treinta –escribe Víctor Negro para explicarse a sí mismo–. Eso no podía acabar bien. Comportaría, por fuerza, secuelas psicológicas irreparables”. De padres divorciados tras cuatro años de noviazgo y siete de matrimonio, Víctor acude de vez en cuando los domingos a comer pollo asado con su padre –su madre cogió un avión a no se sabe dónde y nunca más se supo de ella– y a hablar de Ricard, su único hermano, que vive y trabaja en Dubai. “Ricard es el único en esta familia de tres –escribe Víctor Negro– que todavía no tiene el diploma expedido por la Universidad Internacional de la Paranoia y la Desconfianza. El mío lo tengo guardado en una caja fuerte para que no me lo roben”. Lo que tampoco quiere que le roben es la esperanza de recuperar a Irene, aunque achaque a su herencia genética su poca suerte con las mujeres: “Los Negro no somos calvos ni tenemos alergias, pero perdemos a las mujeres como el que se despierta con la almohada llena de cabellos y la nariz goteando. No soy muy de buscar excusas, pero existen hechos indudables, verdades absolutas y condenas innegociables”. Víctor Negro vive entre la cháchara interminable de sus vecinos armenios y los ladridos esquizoides del perro de arriba, en un edificio de Nou Barris –“no tiene la vida bohemia de Gràcia, la atmósfera casera de Sants o el latido ciudada-