Círculo Literario El Aleph, Revista 14

Círculo Literario El Aleph

Año XVI

Número 14

Enero, 2014

CONTENIDO DE ESTE NÚMERO EDITORIAL Duleidys Rodríguez La verdad valía el fuego ¿De quién era el botín? ¿Cuál?

El goce de la infamia Danza en torno al salvaje Miguel Ramón Hernández Perro salchicha Dustin Muñoz La experiencia estética y su relación con el arte Jordan Hernández Durán La danza de los colores La colisión de la carne Miguel Ángel Beltré ¿No ves llorar a los peces?

El borrador Orlando Muñoz Pineda Palabras de último minuto Kary Alba Rocha Arias Algunas consideraciones en torno al ideal de cultura en la obra crítica de Pedro Henríquez Ureña* Angie Carolina Jiménez Mujer tendida mirando la luna (A él) Sobre el Mar, las Palabras Valentín Amaro El turno Juan Francisco Taveras Conciencia evaporada Uno Ernesto Plácido Imagen de portada: “Zoomorfos” 2

EDITORIAL Se habla de la cultura, de la estética, del dolor, del miedo, del cuerpo, del deseo. Se habla del cuerpo desnudo. Del cuerpo desnudado. De lo que ven los ojos. De lo que piensa el cerebro. De lo que el cuerpo siente. De lo que expresa el alma…

(Entre la palabra y el silencio deviene el poema, porque el ánima apetece y espera, porque la carne guarda y reclama ritmos, acentos, melodías. Pero, ¿cuál es el instante, cuál la instancia en que se cuajan las afinidades, el eros, la poiesis?)

Se habla de la mirada. De lo mirado. Del ojo que mira. De la percepción de la fealdad. De la percepción de la belleza. Del perceptor y de lo percibido.

(Pero, ¿qué es lo feo, qué es lo bello? ¿Quién o qué define el ser de las cosas en la corriente del río del tiempo y las ideas?) (De extremo a extremo, y aun en medio, mujeres y hombres se juegan la vida –que podría ser arte– y el arte –que podría ser vida–. Y acaso se espera o se apura por ellos… por ello.)

Porque, “frente al abismo de sinsentido y absurdo que se abre a nuestros pies”, para cruzar del tú al yo, del occidente al oriente, de la tierra al cielo, urgen puentes y escaleras de significación, desde el ayer, en el ahora y hacia mañana. Y, entre tanto, hemos de seguir cuestionando y buscando, y “persistir en crear la forma, los modos de vida superior que puedan iluminar un poco el trecho de camino que debemos recorrer”, y “humanizar cada vez más al ser humano”.

Porque, a veces, tantas veces, la vida, como la literatura, es o podría ser una “dulce incertidumbre preñada de posibles verdades”; un “camino en donde la intimidad es noche, es agua”; unos diálogos con rayas que sacan de quicio; alguien que nació “donde se llora la vida y la gente no sale por miedo al miedo”; unos “ojos, donde no era ella la mirada” o un “alma, donde no era ella la esperanza”; la angustia y la soledad acumuladas, “una mujer desnuda, a pleno sol, recostada en un banco a la vista de todos los transeúntes”; alguien que ha de “beber agua dulce del pozo amargo”; y ha de “escribir un poema que haga eterno este instante”.

Así celebramos los catorce años de esta revista y los diecisiete de nuestro grupo. ……………………………………………………………CÍRCULO LITERARIO EL ALEPH

3

Duleidys Rodríguez La verdad valía el fuego Bajo estos hombros me balanceo entre puta y sirena.

Pero este pujar asistido impide que lea entre mis piernas La verdad exacta o la mentira correcta. ¿Qué es la mentira? ¿Aquella mirada extraviada que él leyó como certeza? ¿O esta embriagada boca que rehúsa decir sí, sin dolor? ¿O esta vital ceremonia de la noche en que me asomo en un pezón, Ávida de boca, saliva o sangre?

Me confunde la verdad, ¿Es el blanco beso sobre la frente? ¿Son los labios rojos que codicio? ¿O este despertar arrugado entre sábanas negras?

Escojo la mentira, Dulce incertidumbre preñada de posibles Verdades.

¿De quién era el botín? ¿Cuál?

Su lengua era jugosa y sus ojos descarados, Fue tal vez por eso que, precipitada mi boca, la embistió Le arrancó el beso como se arranca un manojo de aceitunas, como se arranca el muerto de la tierra, como se arranca la espina de la flor.

Arrebatadas e inhóspitas bramaban, Se acometían de igual a igual, Luchaban por aire, por espacio, por vanidad.

Pero ¿de quién era el botín? ¿Cuál?

4

Sous le ciel de a André D. Y pendía el postre de su lengua y goteaba el níspero dulce en su boca y se parecía al mar su sonrisa su risa y esperaba quieto en el amor.

Su boca que era poesía postre, cofre, lengua, su boca alcancía donde guardo mis antojos, mi ira, mi histeria, sonrisa su boca que me espera, quieta en el amor.

El goce de la infamia Imaginemos que, por ejemplo, no existe la calma Que este cuerpo que se agita invocando vocales No tiene peso.

Que en la flema negra del tiempo nunca ha llovido sol.

Que no existen ventanas, ni carruajes, ni camellos Solo este cuerpo abierto donde se sienta a fumar la ciudad.

Imaginemos, Que esta renuncia, Que esta terrible omisión de la carne que es mi cuerpo, No tiene fin.

5

Danza en torno al salvaje Danzo en torno al salvaje Espío sus movimientos y le codicio.

Carne para la carne el maligno, uva, a la medida de la más ávida boca.

Giro en torno al salvaje, me desplazo agrietada y turbulenta Disuelta en la acuosidad de mi boca Tiemblo, rozo, engurruño.

Por qué siempre a mí, Esta prematura conmoción de la sangre, Este rasgar costuras y reventar de pecho Inquieta y desconcertada floreteo.

Cuántas vueltas más me costará su boca.

Su cintura La cruel punzada.

Imperturbable maniquí.

Miguel Ramón Hernández Perro salchicha Despierta a eso de las diez de la mañana, Mirta tiene dos horas que se fue, volverá pasadas las siete de la noche, así que dispone de ocho horas para trabajar en su novela.

Es mucho lo que podrá escribir.

Se levanta de la cama. Se sienta ante la computadora sin perder tiempo en el aseo. La enciende. Manos a la obra. Tiene años consagrado en una novela épica sobre una supuesta revolución gay en la Rusia zarista. Pero antes entrará a la página literaria en que publicó un texto en la noche, para ver si le dejaron comentarios. La abre, busca el texto: cero comentarios. Contra sus principios, deja la siguiente nota en la sección de Foro: Lean “Cachorro intermitente” y dejen opiniones. Y ya, ¡manos a la obra! Aunque, antes, un minuto en una página a la que se ha hecho aficionado. La abre. Observa las imágenes. Elige.

6

Comienza. Acaba. Extrae un trozo de papel del zafacón. Se limpia el semen y ya, a la novela.

Qué hago, piensa. Recuerda que huía de perros que ladraban, gruñían, babeaban. Corría y corría pero estaban cada vez más cerca. Tenía un hocico a centímetros de él. Cuando iba a recibir una mordida, despertó empapado de sudor en plena madrugada, tomó un bolígrafo y escribió. Apaga la computadora. Mira en derredor en busca del apunte. Busca.

No encuentra. Llama a Mirta. María (la secretaria…), ponme a Mirta (…de Mirta), dice. ¡¿Un documento importante que dejé al lado de la cama?! ¡Aaah! ¡Limpiaste el cuarto! Tira el aparato. Busca en el interior del zafacón. Saca el trozo de papel. Se lee: El perro (mancha de semen) salchicha.

El semen solo dejó intactos los vocablos El, perro y salchicha. Imposible ahora determinar la relación entre el animal y el embutido. ¿Qué decía? El perro, ¿comió?, salchicha. El perro, ¿parecía?, salchicha. El perro, ¿ordenó?, salchicha. El perro, ¿sabía a?, salchicha.

Mirta es la culpable de que en seis años no haya terminado la novela, culpa.

Va a la cocina. Abre la nevera. Sirve un vaso de agua fría. Bebe. Sirve otro. Bebe. Sale de la casa a caminar para digerir el agua fría. Entabla diálogos con los vecinos, acerca del calor, los apagones, la escasez de agua, lo caro que se ha puesto todo, en fin, de cosas que no le importan nada. Vuelve a la casa. Va al baño. Orina el agua fría. Va a la habitación.

Se sienta al escritorio. ¿En qué iba?, se pregunta. Se acuerda del percance y decide dejar de hacer apuntes y trabajar solo en la computadora, que enciende. Manos a la obra.

Pero antes verá si ahora sí hay comentarios en su texto. Abre la página. Hay dos comentarios. Se levanta de la silla, salta, da vueltas de maroma, se para en la cabeza, va al baño, orina el agua fría. Vuelve al cuarto. Se sienta al escritorio. Lee los comentarios. El primero: No me gusta. El segundo, de alguien cuyo nombre le parece familiar: Aunque no hay nada que pueda salvarse de este cuento, me gusta.

Quien deja un comentario como No me gusta es un idiota, se consuela, pero el segundo comentario es algo ambiguo. Podría ser una crítica o un halago. Se inclina por creer que es 7

una burla. Con la esperanza de encontrar algún disparatazo, revisa sus textos. Tiene muchos, cada uno con decenas de comentarios, algunos suyos. Lamenta no poder menospreciarlo. Es un escritor reconocido en Internet, ganador de diversos concursos literarios. Lo había leído y le había dejado comentarios muy halagadores, esperando un trato similar.

Apaga la computadora. Se desmorona en la cama. Llora. Duerme. Sueña pesadillas.

Despierta cubierto de sudor. Se esfuerza por seguir dormido. Toma asiento. Se despereza.

Mira su reloj. Marca las dos y quince de la tarde. Se sienta al escritorio. Bosteza. ¿En qué iba?, se cuestiona. Recuerda los últimos eventos y decide jamás prender la computadora y trabajar ahora solo en el papel. Busca papel. No encuentra. Busca dinero para comprar una resma de papel. No encuentra. Llama a Mirta. Pónmela, María, dice. Tráeme una resma de papel y, por favor, no me dejes solo sin dinero, reclama. Se levanta. Se acuesta en la cama.

Solo faltan cuatro horas para que Mirta traiga la resma de papel, espera.

Dustin Muñoz La experiencia estética y su relación con el arte En el encuentro del sujeto con el objeto-obra se produce un ambiente de carácter axiológico que trasciende el marco propiamente artístico, donde el sujeto, como espectador, se involucra en los problemas ontológicos del ser-estético. Entonces, el objeto representado se muestra como imagen alegórica de la naturaleza o como símbolo propio de la cultura íntima de cada sujeto. Surge así el problema ontológico de carácter subjetivo donde el ser o no ser de las imágenes se muestra o se oculta dependiendo del sujeto que juzga. La recepción se presenta, de esta manera, de forma relativa a las circunstancias que en sí constituye el ser-sujeto de un contexto específico.

Dependiendo de la cercanía del sujeto con los temas abordados por el artista en su obra, más cerca está de penetrar en la interioridad temática de la obra. En modo alguno significa esto que por esa razón, por la que es capaz de entrar en el ámbito del tema tratado en la obra o de la idea inspiradora, tiene una puerta abierta hacia la experiencia estética. La experiencia estética no se circunscribe al tiempo: es ese momento en el que se esfuman el espacio y el tiempo cotidianos y aunque surge de la relación del sujeto con el objeto, ambas condiciones desaparecen para dar paso al acto de la experiencia. En ese orden, la experiencia estética será vivida de igual modo por el espectador del pasado y por el contemporáneo. Ese tipo de experiencias no permite otras posibilidades, no deja espacios a matices intermedios, es o no es.

8

El sujeto observa las obras cargado de prejuicios estéticos y artísticos. Prejuicios que se han formado por sus experiencias vividas ante objetos de la naturaleza, de características similares a los representados en las obras, que pudieron servir de modelos a los artistas para estas creaciones; y prejuicios debido a las experiencias previas del observador ante otras obras de similares características o de cualquier otro género, pero obras de arte al fin.

De manera que el observador forma parte de una cultura establecida a la que él se integra y, como tal, identifica representaciones y sobre ellas establece valores y emite juicios con predicados preestablecidos. Se reconoce al instante como un sujeto que se encuentra ante unas obras de arte, ante unas piezas creadas por un semejante.

La relación que el espectador establece con la obra va más allá del alcance de la filosofía del arte, pues las experiencias estéticas, que anteceden a los juicios valorativos que se emiten a posteriori, generan reflexiones que no se limitan a lo puramente artístico, sino que participan en dichas experiencias todo un conjunto de situaciones que han determinado ya la sensibilidad del sujeto. Las experiencias y las reflexiones sobre la relación sujeto-objeto, en cuanto a la apariencia, caen dentro del campo de la estética como disciplina y no siempre tocan el objeto específico de la filosofía del arte, en tanto pueden ser el resultado de la comparación de los objetos presentados en las obras con los objetos de la naturaleza que inspiraron la creación.

En ese contexto, la estética se ocupa de toda relación sujeto-objeto que da primacía a las apariencias sensibles, sean estas naturales, artificiales y o artísticas. Es más amplia que la filosofía del arte, su radio de acción es mucho más abarcador. Así la filosofía del arte se ocupa del origen, las causas y los fines de la creación de la obra de arte y las implicaciones sugeridas por esta como poseedora de imágenes que presentan contenidos y generan valores. El campo de la experiencia estética es más extenso que el de la experiencia del arte y también más espacioso que el de la experiencia de la belleza.

En el caso de lo visual, el ser humano mira con el simple hecho de dirigir la vista y puede mediante esa acción ver en el sentido de percibir. Pero en el caso de la contemplación que demanda toda experiencia estética se requiere el cuidado de la atención para consumarse.

De modo que se puede mirar sin lograr ver algo y ver sin llegar a contemplar. No obstante, los conceptos claves a tomar en cuenta aquí son observar y contemplar. El observar es un proceso analítico, describe con interés. El contemplar es una actitud sin intención complementaria. Muchos pensarán y se preguntarán: ¿cómo diferenciar una atención estética de otra que no lo es? A continuación un ejemplo hipotético en el que cuatro sujetos, moldeados cada uno por factores diversos –culturales, profesionales, religiosos y circunstanciales–, al desplazarse en un paseo por un parque público, se encuentran a una mujer desnuda, a pleno sol, recostada en un banco a la vista de todos los transeúntes del lugar. Ante esta realidad podrían darse varias situaciones de las que se pueden presentar las siguientes: 9

a) La del sujeto que sanciona a esa mujer porque a su juicio está haciendo algo moralmente incorrecto. Su reflexión está asociada a valorar, en el contexto propio de su cultura, lo bueno o lo malo de ese hecho. Por tanto su observación está orientada hacia la ética. Ciertamente este sujeto al mirar observó una mujer desnuda, y lo hizo desde la óptica de los valores morales, culturales o religiosos. Precisamente esos prejuicios le impidieron contemplarla estéticamente. b) La del observador que pretende comprender las causas que llevaron a esa mujer a la situación en que se encuentra. Está buscando una verdad psico-biológica del hecho, puesto que esa acción le parece absurda en cuanto a que espacio y tiempo están jugando un papel no apropiado en el accionar de esa mujer. Por tanto, su observación procura hacer ciencia de la conducta. Al prestar atención al comportamiento, desde la óptica de la salud mental, se desvía del ámbito de la estética. c) La del adolescente que está invadido por el impulso erótico, y se siente personalmente afectado por la sensualidad que le sugiere la persona observada, sin poder orientar una mirada que lo excluya del ser observado. Se trata de una observación sensual en la que él está personalmente implicado. d) La mirada de un cuarto sujeto que no piensa en lo bueno ni en lo malo de la conducta de esa mujer, ni en el origen de la acción, ni si hay un propósito en ella o si de esa acción vendrán consecuencias. Se trata de un sujeto cautivado por el contraste que se produce entre el cuerpo iluminado por el sol y el espaldar en sombra marrón oscuro del banco en donde está recostada. Atrapado por el pelo rizado que se esfuma al caer sobre el hombro iluminado. Una mirada concentrada en la sombra esfumada que proyecta la gracia del seno izquierdo al definir una silueta alargada. Se trata de un espectador que solo se ha detenido a contemplar la apariencia del objeto. Esa es una mirada estética1. En ella el sujeto carece de intención complementaria, mientras vive la experiencia está al margen del espacio-tiempo cotidiano y deja de ser él para ser absorbido por lo contemplado.

10

Tanto el sujeto de la observación moral-religiosa, como el de la mirada científica y el de la mirada sensual, pueden también, en término de posibilidad, apreciar estéticamente a la mujer desnuda del parque, cuando lo hagan de forma desinteresada y no se sientan personalmente implicados2. Cuando de su contemplación no se desprenda un interés mediato. De manera que todo puede ser mirado estéticamente, pero no siempre las cosas se contemplan así. Cuando los objetos son observados más allá de las apariencias, pensando en la utilidad, y la razón interviene –por ejemplo, cuando se observa una obra pensando más en el autor que en la obra misma, o sea, que el interés es la firma del creador, lo que ella vale o representa material o económicamente–, se está lejos de una mirada estética. Situación esta que se presenta en la observación de falsificaciones, copias, réplicas o aproximaciones de obras de insuficiente calidad técnica que, por años, o por meses, provocan supuestas “emociones estéticas” mientras se tenían como obras originales.

También es pertinente destacar el hecho de que no siempre que se realiza un trabajo sobre “estética”, o sobre obras de arte, está presente en el proceso la experiencia estética del escritor que aborda las obras. Muchos emiten juicios normativos que en nada lo acercan con el ámbito de la estética. Incluso, algunos escritores producen trabajos teóricos sobre obras de arte, aun delante de las obras mismas, que no necesariamente muestran juicios estéticos como resultado del contacto con la pieza3. Y, por el contrario, en otras ocasiones, en medio de estudios sobre historia del arte, puede el investigador pasar de la observación del objeto a la contemplación estética. Pasar del proceso de análisis sobre la contextualización iconográfica de la obra, de la identificación de códigos, técnicas y de simbología correspondientes al contexto de su creación, y abandonar momentáneamente su oficio de historiador y quedar preso de una experiencia estética.

Notas: «La actitud estética, o la «forma estética de contemplar el mundo», es generalmente contrapuesta a la actitud práctica, que sólo se interesa por la utilidad del objeto en cuestión. El genuino corredor de fincas que contempla un paisaje sólo con la mira puesta en su posible valor monetario, no está contemplando estéticamente el paisaje. Para contemplarlo así hay que «percibirlo por percibirlo», no con alguna otra intención. Hay que saborear la experiencia de percibir el paisaje mismo, haciendo hincapié en sus detalles perceptivos, en vez de utilizar el objeto percibido como medio para algún otro fin.» (BEARDSLEY, M. & HOSPERS, J. Estética (historia y fundamentos). Trad. Román de la Calle. Madrid: Cátedra, 1990, p. 99.).

1 Sostiene Hospers que: «El término «desinteresado» se usa también mucho para describir la actitud estética. El desinterés es una cualidad del buen juez, que se manifiesta cuando es imparcial.

El juez puede estar personalmente implicado, en el sentido de que estudia profundamente la solución de un caso, [señala a pie de página: “Por ejemplo, quién cuidará de los hijos en un caso de 1

11

divorcio”] pero, al dictaminar el caso, no ha de estar personalmente implicado, en el sentido de que deberá evitar que sus sentimientos o simpatías personales influyan sobre él o le predispongan en cualquier forma» (Ibíd., p. 103). En la Crítica del Juicio se encuentra la idea de permanecer indiferente para hacer el papel de juez en cuestiones de gusto, con clara alusión al concepto de desinterés, destacado en el siguiente enunciado: «La satisfacción que determina el juicio de gusto es totalmente desinteresada.» (KANT, Inmanuel. Crítica del Juicio. Trad. Manuel García Morente.

8va. ed., Madrid: Espasa-Calpe, 1999, p. 132.) Así lo expresa más adelante: «Se quiere saber tan solo si esa mera representación del objeto va acompañada en mí de representación, por muy indiferente que me sea lo que toca a la existencia del objeto de esa representación. Se ve fácilmente que cuando digo que un objeto es bello y muestro tener gusto, me refiero a lo que de esa representación haga yo en mí mismo y no a aquello en que dependo de la existencia del objeto.

Cada cual debe confesar que el juicio sobre belleza en el que se mezcla el menor interés es muy parcial y no es juicio puro de gusto. No hay que estar preocupado en lo más mínimo de la existencia de la cosa, sino permanecer totalmente indiferente, tocante a ella, para hacer el papel de juez en cosas del gusto.» (Ibíd., p. 133). Y destaca que el «GUSTO es la facultad de juzgar un objeto o una representación mediante una satisfacción o un descontento, sin interés alguno» (Ibíd., p. 141).

También el parágrafo § 13 inicia en estos términos: «Todo interés estropea el juicio de gusto y le quita su imparcialidad, sobre todo si no pone, como el interés de la razón, la finalidad delante del sentimiento de placer, sino que funda aquella en este. Y esto último ocurre siempre en los juicios estéticos sobre algo que hace gozar o sufrir» (Ibíd., p. 156).

1 En Hume está la idea cuando sostiene: «Pero para que un crítico pueda llevar a cabo esta empresa de la manera más plena, debe mantener su mente libre de todo prejuicio y no permitir que nada entre en su consideración sino el objeto mismo que es sujeto a su examen. Cada obra de arte, para producir su efecto apropiado sobre la mente, debe ser examinada desde un cierto punto de vista, y no puede ser disfrutada por personas cuya actitud –real o imaginaria- no sea acorde a la requerida por la obra. (…) De la misma manera, cuando una obra está dirigida a un público, más allá de si guardo amistad o enemistad con el autor, debo apartarme de esta situación y, considerándome a mí mismo un hombre en general, debo olvidar, si es posible, mi existencia individual y mis circunstancias particulares. Un hombre influido por el prejuicio no cumple con esta condición sino que sostiene de manera obstinada su posición original sin ubicarse a sí mismo en tal punto de vista, requerido por la obra misma.» (HUME, David. De la tragedia y otros ensayos sobre el gusto. Trad. Macarena Marey. Buenos Aires: Biblos, 2003, p. 60).

12

Jordan Hernández Durán La danza de los colores Mojo el pincel, voy trazando con las manos tus caderas, como un pintor rupestre dibuja un bisonte con su sangre pinto el misterioso bosque de tus greñas.

Lanzo

mis ojos como

a los tuyos puntos negros de Pollock

bailamos en esta noche estrellada como danza el color en un

cuadro de Van Gogh,

te muerdes los cerezos mientras encorvas la mirada, sonríes y los demonios de Goya parecen ángeles de Botticelli.

Sé que en un momento la música se detuvo, el tiempo durmió, una ola de Hokusai iba a desaparecer la isla y nosotros seguimos bailando

13

La colisión de la carne Desnudarte desplegarte dislocarte del pozo amargo agua dulce beber sangrarte secretarte salvarte chamuscarnos chuparnos chorrearnos de lava blanca

bañarnos

halarte los cabellos como se frena a un caballo pescarte pecarte picarte como un pájaro carpintero cobijarnos condenarnos colmarnos mezclarnos hasta confundirnos violarnos vencernos vaciarnos reírnos resbalarnos

retirarnos

hundirnos hincharnos

hervirnos

quemarnos hasta extinguirnos 14

Miguel Ángel Beltré ¿No ves llorar a los peces?

Antes de salir se detuvo a mirar la pecera que le había regalado su hija el día de las madres. Observó el movimiento de los peces. Hubo uno azul que dejó de moverse y se quedó mirándola fijamente. Abrió una de las gavetas. Introdujo la pistola en la cartera y cerró la puerta de la casa. Contempló el cielo lleno de estrellas durante un largo rato. Luego caminó hacia el bar de Andrés.

–Maestra, ¿y usted por aquí a estas horas de la madrugada?

–Quiero tomar algo, Andrés.

–Pero todo el mundo sabe que usted no bebe.

–Deme una botella de ron.

Andrés fue a buscar una botella al mostrador y mandó a su ayudante a buscar un vaso con hielo. Sonaba “Payaso”, interpretada por Vicente Fernández.

–Quédese con el vaso y el hielo.

–Pero, profesora Isabel…

–Déjeme beber sin vaso ni hielo.

–Pero, maestra usted sabe…

–Destape la botella.

Andrés la destapó y se la pasó y ella se tomó un trago profundo. Todos en el bar miraban a la mujer canosa sentada en la cantina.

–No conozco a su hija –dijo Andrés mientras se pasaba un pañuelo por la frente.

–Ella está en la capital estudiando psicología y viene aquí en vacaciones. Cuando ella venga se la presentaré.

El bar de Andrés estaba en un edificio de dos plantas: en la primera el bar y en la segunda un hotel.

–Tengo mucho tiempo que no veo a Pedro –dijo Andrés, y tornó a pasarse el pañuelo por la frente.

–Usted debe saber más que yo de su paradero –dijo Isabel, y se llevó la botella a la boca y se tomó otro trago profundo.

–Deme un permisito para ir al baño.

–Puede.

En el baño Andrés sacó un celular de su bolsillo derecho.

–¿Pedro? ¿Pedro?

–Dime, Andrés.

–Tu mujer está aquí...

15

Andrés regresó a la cantina.

–¿Y cuándo la van a bajar de las montañas? Usted tiene como diez años dando clases en esas lomas.

–Quizás el año que entra.

–Pedro es dichoso de tener una esposa como usted. ¿Ustedes tienen algunos treinta años juntos?

–Algo así.

–…

–Usted lo sabe.

Isabel ya se había tomado la botella completa cuando vio bajar a una adolescente desde la segunda planta. Tenía un vestido azul ajustado que le llegaba hasta las entrepiernas y unos tacos finos color rojo. Ambas se miraron. Pero la mujer adolescente salió del bar.

El borrador Esa noche uno de los personajes rebelados fue a tocar la puerta de su autor.

–Buenas noches –dijo Miguel Ángel Beltré.

–No tienen nada de buenas –dijo el personaje.

–Pasa y siéntate.

–No vengo a sentarme.

–Siéntate, que voy a llamar al colmado para que nos traigan un refresco.

–Te dije que no vine a dialogar contigo. Tus diálogos con rayas me sacan de quicio.

Vengo a matarte.

–Estoy aprendiendo a escribir. Guarda esa pistola y cálmate.

–¡Cómo quieres que me calme! Si tú vives ridiculizándome en todo tus escritos.

–La cosa no es como tú piensas. Baja esa pistola. Estoy escribiendo un relato en el que te voy a tratar bien.

–Eso ya no me importa. Me cansé de tus inventos conmigo, de que me trates como a una cualquiera en todos tus cuentos.

–Si vas a quitarme la existencia, déjame encender mi computadora por última vez.

–Tienes siete minutos y van dos.

El autor encendió su mini laptop y borró el texto.

16

Orlando Muñoz Pineda Palabras de último minuto eh poetas amigos poetas luego de la catástrofe ¿en verdad queréis volver a escribir algún poema? pues imaginaos que he aquí el escenario preciso he aquí la ciudad y este es el parque y aquí estamos todos incluso los árboles siempre silenciosos y las palomas ampliando su fama infame sobre los bancos vacíos eh poetas del este y del oeste del norte y del sur vengan todos hasta aquí congreguémonos todos como buenos mamíferos y vamos a ladrar a las horas otra vez ¿que qué le vamos a decir al mundo? podemos decir cualquier cosa carajo pues a estas alturas nadie nos escucha ¿usted leyó la prensa poeta? nada bueno bajo el sol ya lo dijo el que lo dijo. ah, pero los titulares siguen siendo impactantes, sí, repletos de importantes opiniones, amigo mío, como para dejar de pensar por varios años.

17

¿y usted leyó la biblia camarada? ¡trascendentales profecías sí señor todas ya cumplidas como para dejar de reír por los siglos de los siglos! pero hablemos de otras cosas se escuchan quejas entre la multitud. ¿qué tal estuvo el festival de la cucaracha aplastada? ¿ya cenaron los señores senadores? ¿qué tal el último informe de la oficina nacional de meteorología? ¿qué pastel se disputan ahora los diputados? o ¿de qué podría tratar el último poema del último poeta? nada nuevo bajo el sol ni el tema ni el vigor ni la sintaxis: hay una docena de niños al frente del altar de la patria todos dibujando el futuro en el aire con las manos abiertas tendidas hacia ti hay una docena de prostitutas detrás del altar de la patria todas soñando lavar los pies de jesucristo hay una docena de locos y mendigos de espaldas al altar de la patria regalando sus miserias al viento hay una docena de adolescentes a pocos pasos del altar de la patria todos vestidos de negro sobrevolando la ciudad en bicicletas de colores hay una docena de gobernantes encima del altar de la patria todos a punto de tomar una buena decisión pero dispuestos a no hacer caso a su conciencia sí así es la ciudad de que se habla en el poema y así es el parque y aquí estamos todos incluso los árboles siempre silenciosos y las palomas ampliando su mala fama sobre los bancos vacíos…

18

Kary Alba Rocha Arias Algunas consideraciones en torno al ideal de cultura en la obra crítica de Pedro Henríquez Ureña* "El ideal de justicia está antes que el ideal de cultura: es superior el hombre apasionado de justicia al que sólo aspira a su propia perfección intelectual. Al diletantismo egoísta, aunque se ampare bajo los nombres de Leonardo o de Goethe, opongamos el nombre de Platón, nuestro primer maestro de utopía, el que entregó al fuego todas sus invenciones de poeta para predicar la verdad y la justicia en nombre de Sócrates, cuya muerte le reveló la terrible imperfección de la sociedad en que vivía."

Muy significativas son estas palabras de Pedro Henríquez Ureña: nos recuerdan que la obra de arte o de pensamiento es la más elevada expresión política del ser humano.

Pues él no concebía separados el ideal de justicia y el ideal de cultura, como pudiera parecer a quien escuche la frase por vez primera y fuera de contexto. Ambos ideales son complementarios y se justifican mutuamente: la justicia, el que las personas disfruten de la libertad económica, intelectual y espiritual suficiente para realizar sus potencialidades, solo se dará cuando los bienes materiales y espirituales de la civilización humana estén al alcance de todos, es decir, cuando la cultura, en sus más extremas y diversas manifestaciones, no tenga más excluidos que los derivados de las incapacidades o afinidades naturales. Y es que la cultura es de todos o no es verdadera cultura. Pedro Henríquez Ureña expresaba esta idea diciendo que no hay alta cultura donde no hay cultura popular. De ahí su acerba crítica a las entonces jóvenes repúblicas latinoamericanas porque todavía a principios del siglo XX creían que podían aportar a la realización espiritual del mundo a pesar de la miseria e ignorancia en que tenían abandonados a sus propios pueblos: "¿No pretendíamos —dice el maestro— crear aristocracias intelectuales cuando no existía siquiera la base del alfabeto en las masas del pueblo? Tales aristocracias no eran sino caricaturas de los grupos superiores europeos: el vacío intelectual en torno de ellas las diezmaba constantemente; la falta de estímulo vivo las hacía descuidadas y pueriles, las mantenía en el nivel de "parvenus" de la cultura."

Es que la cultura, entendida como acervo de conocimientos y experiencias que permite el más depurado juicio crítico ante el acontecer, florece en sociedades en donde el conocimiento se democratiza, donde se lucha día a día por extinguir cualquier tipo de esclavitud o servidumbre. Es cierto que se dan casos excepcionales de pensadores y artistas que surgen en medios muy limitados, pero ellos no suelen hacer escuela en dichos espacios, no por su propia falta, sino porque no encuentran un terreno fértil en el que sembrar la semilla que dejan. Es el propio caso de Pedro Henríquez Ureña con relación a 19

Santo Domingo, el de su época y el contemporáneo. Tuvo que irse, aún sigue ausente de la realidad dominicana. Su necesidad de encontrar interlocutores y respuestas a su trabajo fue lo que en definitiva impidió su retorno. Ese vacío, esa incomunicación entre su generación intelectual y el hombre de pueblo, que debió sentir a lo largo de toda su vida, fue lo que le hizo constatar la urgencia de la democratización del saber, lo que terminó por definir su vocación de maestro.

Es bueno hacer aquí la salvedad que en él la apelación a la civilización y a la cultura, a la educación, no responde al afán de adoptar las instituciones y símbolos septentrionales. De hecho, calificó de bárbaro el modelo anglosajón debido a su mercantilismo, a su agitación en torno al oro, a su fe ciega en la fuerza y a su tendencia a imponer la uniformidad de la "barbarie industrial" en todo el planeta. Si bien dedicó su vida a dibujar la imagen de la Hispanoamérica mestiza, criolla, vio en las culturas aborígenes y africanas que todavía sobreviven en el Nuevo Mundo espacios que de algún modo redimen o “salvan” a sus integrantes de los mecanismos de explotación que Occidente ha implementado desde la época de la colonización.

Sin embargo, la misma razón que lo llevó a objetar el modelo “civilizador” de la sociedad septentrional, lo impulsó también a examinar con espíritu crítico su propia patria, la América que tanto amó. Pues hay que conceder que su visión sobre la cultura no es la de cierta corriente antropológica que todo lo acepta como bueno y válido porque es la obra de una comunidad humana particular. No, esto significaría para él el error de creer que todo está bien, que nada debe ser cambiado, que no podemos ni necesitamos mejorar. Él es contrario a esta posición, contrario hasta el punto de reclamar para la comunidad hispanoamericana la herencia de la utopía mediterránea, el esfuerzo sin descanso por una perfección que siempre habrá de evadirse, pero que por eso siempre impone el trabajo, la lucha por ser mejores. Así dice: "¿Hacia la utopía? Sí: hay que ennoblecer nuevamente la idea clásica. La utopía no es vano juego de imaginaciones pueriles: es una de las magnas creaciones espirituales del Mediterráneo, nuestro gran mar antecesor. El pueblo griego da al mundo occidental la inquietud del perfeccionamiento constante. Cuando descubre que el hombre puede individualmente ser mejor de lo que es y socialmente vivir mejor de como vive, no descansa para averiguar el secreto de toda mejora, de toda perfección. Juzga y compara; busca y experimenta sin descanso; no le arredra la necesidad de tocar a la religión y a la leyenda, a la fábrica social y a los sistemas políticos."

La unión de la América hispana solo le interesa como medio para el fin de una tierra más perfecta, que solo en ese sentido será más civilizada. Ante dicho camino de perfeccionamiento constante, el supuesto peligro de pérdida de una parte del propio ser por buscar ser otro distinto es en verdad temor infundado, algo imaginario. Real y presente, en cambio, es la indolencia frente a nuestros males concretos:

"En fin, es propósito válido la conservación de nuestro espíritu con sus propias virtudes... y aun así me interesaría poco si hubiéramos de persistir en nuestros errores, en nuestra pereza intelectual y moral, bajo el pretexto de que "así somos". Aquí el peligro no es que a fuerza de imitar al extraño caigamos en el descastamiento: la ley de genio y figura se 20

cumple en los pueblos como en los hombres, hasta bajo las desviaciones aparentes; el peligro es que no sepamos vencer la desidia para revelarnos en perfección".

En verdad, esta actitud hacia la perfección se revela como la única pauta posible para llegar a ser quienes somos. Señala un arduo trayecto en el que no debe haber una etiqueta o nombre que desde fuera o desde dentro de nuestras sociedades pretenda guiarnos. Ese modelo sería falso, aun asumiéndose como propio, debido a que el conocimiento de lo que somos —que debe ser la raíz de toda aspiración a lo que queremos ser— es tanto el origen de la autorrealización, del trabajo por el perfeccionamiento, como su fruto. Es a la vez el imposible punto de llegada como el mítico punto de inicio de nuestra historia particular. Lo que somos está siempre por determinarse, no meramente porque se desconozca, sino porque no es algo fijo o dado. Lo que somos nos llama desde un futuro no previsto, y depende de nuestro trabajo y de nuestro empeño por conocer la realidad.

Solamente en la medida en que conocemos el mundo nos poseemos y definimos a nosotros mismos. Esto estuvo claro para Pedro Henríquez Ureña, que entendió que en el trabajo por la expresión, por precisar o asir conceptualmente las cosas descendiendo hasta su raíz, va la esencia del espíritu que así las posee. En este llegar a ser, en este proceso de definición o constitución, es clave la emancipación intelectual. No basta con la satisfacción de las necesidades materiales; es necesario, por encima de todo, que el hombre pueda ser libre intelectual y espiritualmente, que pueda crear su propia vida guiado por una razón y un sentido estético autónomos, porque de lo contrario es apenas un instrumento de un sistema cualquiera, un objeto más. Hay que humanizar las utopías económicas, decía el maestro; comprendía que la humanidad del hombre reside antes que nada en su libertad y en su capacidad para crear y crearse, en su entendimiento y su sentido de lo bello: "¿Cuál sería, pues, nuestro papel en estas cosas? Devolverle a la utopía sus caracteres plenamente humanos y espirituales, esforzarnos porque el intento de reforma social y justicia económica no sea el límite de las aspiraciones; procurar que la desaparición de las tiranías económicas concuerde con la libertad perfecta del hombre individual y social, cuyas normas únicas, después del neminem laedere, sean la razón y el sentido estético. Dentro de nuestra utopía, el hombre deberá llegar a ser plenamente humano dejando atrás los estorbos de la absurda organización económica en que estamos prisioneros y el lastre de los prejuicios morales y sociales que ahogan la vida espontánea; a ser, a través del franco ejercicio de la inteligencia y de la sensibilidad, el hombre libre, abierto a los cuatro vientos del espíritu".

Como se ve, creía en una República con los poetas. El autor del ensayo de tragedia antigua titulado El nacimiento de Dionisos sabía que la razón, con su afán por explicar, por buscar las causas y los porqués de las cosas, puede trivializar, hacer superficial las realidades con que lidia, pues está ciega o es cuando menos impotente para asumir en todas sus contradicciones, tensiones y honduras el misterio de la vida. En cambio, como afirmaba comentando la obra de José Enrique Rodó, el “entendimiento de hermosura” “posee eficacia única para ayudar a la justa comprensión de las cosas y la práctica segura del mundo”, no porque pretenda dar respuestas, sino porque, en su rodeo en torno a la

21

realidad, circunscribe el corazón de aquello que no puede ser tocado sin que se convierta en mentira.

Según su parecer, Platón llega a las cimas del pensamiento filosófico gracias a que es también poeta. Lo ve como un espíritu “seducido por la belleza y educado por el amor en la más fina y variada percepción del mundo externo”, como una “naturaleza despierta a todos los halagos del sentido y de la imaginación”. Es tan poeta Platón a sus ojos, que se atreve a afirmar que su temperamento ha sido heredado más por hombres de letras que por filósofos propiamente hablando.

A pesar de su rotundo reconocimiento a la obra hostosiana, es evidente entonces que no cayó en el error de oponer arte a razón, belleza a bien, o de desdeñar la labor literaria en procura de un esfuerzo espiritual que pretendidamente rinda frutos más directos u obvios. Él, que percibió en Hostos, en la “espontánea perfección luminosa” de su estilo, la pervivencia del artista, sabía que no existía tal dicotomía, que “todo es música y razón”, como afirmaba Martí. Es cierto, sin embargo, que en todo momento estuvo presto a ponderar una situación que veía como típicamente americana, y de la que Hostos, Martí y él mismo fueron vivos ejemplos: la del sacrificio de las dotes artísticas e intelectuales a las tareas civilizadoras y modernizantes (en cuanto introductorias de la razón y de la ciencia) que reclamaba nuestra realidad hispanoamericana, la cual arrastraba una organización y visión culturales todavía afectadas por el medioevo espiritual que significó la experiencia colonial. Mas estuvo claro desde un primer momento que este sacrificio que exigía la América española de sus mejores hombres —y que los convertía en héroes, apóstoles, maestros— era tanto un don, una muestra viva de humanidad, como una debilidad, un efecto de nuestra precaria constitución social y política.

Don, virtud, porque ese sacrificio denotaba un desprendimiento o generosidad que se desvivía por el bienestar y crecimiento espiritual de la patria. Y porque ha sido solamente ese espíritu de entrega el que ha permitido a América Latina enfrentarse a sus dolores y quebrantos. Más que los libertadores políticos, nuestros salvadores han sido nuestros grandes maestros, nuestros formadores de razón y conciencia, aseveró.

Empero, esta virtuosa realidad era también síntoma de nuestra endeble organización social y política: las necesidades apremiantes de nuestras sociedades exigían casi siempre en sus mejores hombres no solo el sacrificio de la obra más íntima, más madura y lograda, sino además la propia vida. Sucedió así con Martí, con Hostos —de quien dice Pedro Henríquez Ureña que murió en Santo Domingo de "asfixia moral"— e incluso con él mismo, que murió también temprano afectado por un trabajo intenso que no le dejó libertad para escribir el libro más suyo.

Múltiples son los momentos en que el maestro hace alusión de alguna u otra forma a la "tragedia común en nuestra América" de que la obra artística o de pensamiento quede a medio hacer, de que el trabajo desprovisto de fines puramente instrumentales o inmediatos sea relegado a las pocas horas de ocio que quedan, como si fuera una simple afición. Y claro, así no se puede alcanzar un trabajo que trascienda el tiempo presente, así no se puede crear un trabajo que sirva de puente entre el pasado y el futuro, que sea intempestivo, extemporáneo, que cree un presente más nuevo en nuestro ahora y que sirva 22

de espejo —el único válido, el único auténtico— de aquello que queremos ser. El americanista sabía que no puede haber civilización o cultura sin esa perseverancia por crear cada vez una forma mejor, más pura, más acabada, ya que esa forma, ese orden que alcanzamos en nuestra obra, en nuestro conocimiento o modo de ver y aprehender el mundo y la naturaleza, es la que refluye en nuestras vidas haciéndonos hombres y mujeres enteros, humanos. De allí su inquietud por que la vida “en perpetuo disturbio y mudanza, llena de preocupaciones ajenas a la pureza de la obra”, pueda impedir la emergencia de una “América buena”, aquella tierra en que la literatura, síntesis de forma y pensamiento, se desarrolle a plenitud.

El trabajo sin descanso en la forma artística y en el pensamiento no es un lujo del que puedan eximirse los pueblos. Al contrario, ella es necesidad primerísima porque es la que a través de sus símbolos depurados y perfectos nos muestra otra vida posible, más rica espiritualmente. Fruto, consumación de un buen ordenamiento político y social, la alta cultura es el legislador máximo de todo presente, pues es la fragua de sueños en la que cristaliza nuestra más precaria realidad: "La alta cultura no es un lujo. Los pocos que plenamente la alcanzan son los guardianes del conocimiento; sólo ellos poseen el laborioso y sutil secreto de la perfección en el saber; sólo ellos, maestros de maestros, saben dar normas ciertas y nociones seguras a los demás, a los profesionales, a los hombres de acción superior, a los guías de la juventud.

Sin los maestros dueños de alta cultura, no tendría un país buenos hombres de profesión ni de enseñanza; vegetarán sus empresas, sus construcciones, sus leyes, sus escuelas”.

El valor estético es aquí elemento indispensable: hay alta cultura cuando se ha descubierto el secreto de la no distinción entre forma y fondo, entre medios y fines, entre pensamiento y vida: si estos “elementos” se perciben separados es porque la intención no ha logrado consumarse, porque la concepción de la obra no llegó a ser verdadera concepción, ya que no se encontró su forma idónea de expresión. La realidad es bella solo porque es real. Y la obra de arte gana en belleza en la medida en que sintetiza en sí misma un mundo que no tiene justificación alguna fuera de su necesidad íntima de ser, que es lo que da el grado de su veracidad, de su realidad. Pedro Henríquez Ureña estaba consciente de ello; al igual que Nietzsche, y coincidiendo con Heidegger, concebía el arte como una forma para desaprender a tener fines, esto es, para desaprender a utilizar las cosas como medios y útiles para propósitos ajenos a lo que ellas son. No es de extrañar, por tanto, que para él la flor simbolice “la primera y desconcertante expresión estética” de la naturaleza: “expresión estética, porque es desinteresada, inútil al parecer, serena en su mismo desamparo. El cielo, el mar, los paisajes, de bosque o desierto, de montaña o llanura, constantes, usuales, no pudieron entrar desde el principio en la contemplación estética: sus aspectos, sus cambios, favorables o adversos al hombre, interesaban demasiado al sentido de lo útil. La flor se ofrecía como expresión libre y pura de las cosas vivas: no primordialmente como signo de la primavera, porque mucho antes la denuncian las nuevas hojas; no como anunciación del fruto, porque las plantas florales no dan los mejores; exenta de las inquietudes del ave y del insecto, fugitivos siempre ante la curiosidad; tranquila ante la contemplación, y hasta impasible ante el ataque”.

23

La primera enseñanza de la contemplación estética es que la realidad no tiene un porqué ni una finalidad exterior a ella; que a pesar de los siglos de metafísica idealista, lo condicionado no tiene nunca contacto de efecto a causa con lo supuestamente incondicionado —en este sentido último lo condicionado es realmente lo incondicionado—.

Si la obra vive, si la realidad que percibimos existe, es porque las unidades que la integran se requieren mutuamente, se exigen unas a las otras en la conformación de su unidad mayor. El creador no es lo que origina la obra, es quien escucha y responde a una realidad que existe y que exige su manifestación. Es la existencia misma la que tiene necesidad de manifestarse. Es por eso que toda mediatización es una mentira, una falsedad. Y es el artista o el ser humano entero quien contempla la realidad pura que nos concierne, quien ve más allá de la mendaz vida utilitarista a la que prácticamente nos obliga la organización económica del mundo. Contemplar, entonces, es depurar la vida de su falsedad, y como tal es un acto eminentemente revolucionario, político. El que contempla observa lo que ha de venir, señala o dibuja una realidad que, aunque todavía no manifiesta para todos, ya es.

Los “himnos inmortales” del poeta, como decía Pedro Henríquez Ureña, cantan las “redenciones latentes” que aguardan al hombre y a la naturaleza. De ahí que el arte tenga un sustrato trascendente y que el poeta encarne la conciencia adelantada de su pueblo.

El maestro dominicano confiaba en un arte que no fuera halago pasajero destinado al olvido, que no fuera solo “pirotecnia del ingenio” o “diversión inteligente”. Creía en un esfuerzo artístico destinado a la construcción espiritual del mundo, pleno de ideales y de interrogantes. Ciertamente, nuestros ideales han cambiado mucho desde su muerte hasta nuestros días; han perdido mucha de su antigua claridad y firmeza. Vivimos un proceso de búsqueda angustiosa para elevar nuestros propios e inciertos valores. Y es que, en efecto, ya no podemos creer en los relatos que otrora nos contaban, sean estos los de la razón y la ciencia autosuficientes, los del progreso y la felicidad necesarios, los de la religión redentora o el del Estado seguro y poderoso, casa protectora y definitoria de lo que somos.

No obstante, precisamente porque la muerte y la vida parecen acorralarnos con su silencio, nos quedan todas las preguntas, tenemos como haber toda la angustia y soledad acumuladas por el hombre y la mujer en el transcurso de la historia. Solo esa urgencia de construir puentes de significación desde nuestro ahora debe bastarnos. Frente al abismo de sin sentido y absurdo que se abre a nuestros pies, nos queda el obstinarnos en seguir preguntando, el continuar conociendo todo lo que podamos conocer y el persistir en crear la forma, los modos de vida superior que puedan iluminar un poco el trecho de camino que debemos recorrer. Para ello es fundamental que la cultura, entendida en este caso como la idea de humanizar cada vez más al ser humano, sea la brújula que nos oriente.

24

Portada * Trabajo presentado en la mesa sobre pensamiento social y político latinoamericano del Congreso sobre el Estado de las Ciencias Sociales en la República Dominicana y en América Latina, el cual fue celebrado en Santo Domingo los días 20 y 21 de septiembre de 2012.

25

Angie Carolina Jiménez Mujer tendida mirando la luna El camino diminuto en sus ojos la mirada temblorosa en sus manos lentos agujeros se anidaban en la luna y creía ver la luz sobre las gotas luminosas de sus labios y soñaba con la noche que trajera junto al viento sus palabras Estaba cansada, y cantaba en un verso la canción para su olvido cansada en los ojos, donde no era ella la mirada cansada en el alma, donde no era ella la esperanza Y “entregó todo" y "le dieron algo” y quedaron dolores dolores abrazados…

(A él) A ti

la raíz que desciende por mi vientre

A ti la ola que se eleva y de beber el mar me das A ti

el sol que quema mis pómulos cansados

Hablo contigo, en el despertar del fuego...

Y traigo las manos, como flores que acarician, para ti Y traigo la palabra nocturna, apagada y triste Y en la luz que me mira, miro tus ojos…

26

Sobre el Mar, las Palabras Ella llegaba y se reía porque creía que la vida era como un ahogo ralentizado hacia la muerte desempacó cajones abrió el mar con el bastón de la desdicha se vio y se encontró con ella leyendo el libro el libro que con ella se tragaba el dolor aniquilado revolviendo volviendo viendo los cajones el ahogo la desdicha páginas tras páginas las palabras como alarido silenciaban eran espacios tendidos estelas de la mancha que del dolor se proyectaban eran como demonios insoportablemente dormidos bajo las re-fricciones del amor ella llegaba y se reía porque esto y aquello y todo y nada era irremediablemente su vida tal vez −aquel desahogo tan deprisa hacia la muerte− con miedos sin remedios pero suya.

27

Valentín Amaro El turno A Whitney Houston Desde la quinta de aquel edificio se observaba la avenida. Ledesma nos había dicho: Los dejo aquí. Me esperan, que yo volveré en dos o tres horas. Éramos Cesáreo, Laura y yo.

Me apartó a un lado para decirme varias cosas. Mira, Almonte, suban de prisa. Es en el quinto y estas son las llaves. Como sabes, desde hace días no tengo teléfono móvil, ustedes tampoco, y no tuvimos tiempo de comprar un par de celulares desechables; pero yo vuelvo.

Adentro encontrarán una nevera con algunas provisiones y suficiente agua. Mantengan la vigilancia desde arriba y no le abran la puerta a nadie. Pueden venir, como puede que no vengan. Si viene la policía es malo y si son nuestros enemigos, peor. Detrás hay una escalera por la que pueden bajar si se presenta algún problema. Cuídame a Laura, es mi mujer, te la encargo a ti. Mucho cuidado con propasarse con ella. Le arranco la cabeza al que la enamore. Me miró a los ojos y yo entendí perfectamente el mensaje. Ledesma es de esos tipos que hablan con la mirada. Subimos y el tiempo comenzó a correr.

Ya habían pasado unas cinco horas sin que Ledesma llegara. ¿Vendrán? Me preguntó Cesáreo. No respondí. Me entretuve leyendo un Listín Diario de unas tres semanas atrás. Los ojos de Cesáreo se quedaron en la calle, como si desde ese lugar en donde esta se abría en dos posibilidades pudiera llegar de pronto algo más que la muerte.

Distraído, seguí leyendo el periódico; conocedor de la precisión de Ledesma, ya me suponía que algo extraño estaba ocurriendo. Oye, Almonte, y venir a dejarnos aquí, y dejarnos con esta mujer. Qué cosas las de este hombre, dijo Cesáreo. Esto se jodió hace rato. Así lo sospecho desde hace semanas. Los dos nos quedamos mirando la calle. Tomé unos binoculares que estaban cerca de la ventana y estuve mirando un poco más allá. A cualquiera de nosotros que intente salir al centro de la ciudad lo matan, siguió diciendo, ya sabemos cómo están limpiando las calles. Y pensar que todo vino a joderse cuando la periodista Pimentel hizo el reporte de Ledesma y sus chicas bebiendo en Platinum. “Las champaneras”, tituló su reportaje la jodona esa. Lo que se buscan estos periodistas por estar metiendo las narices. ¿Y ese ruido? Sí. ¿Escuchas ese ruido? Es alguien cantando, creo que es la tipa que nos dejó Ledesma, dile que se calle. No, creo que se está bañando, 28

dije. Ya se lo diremos cuando salga. Era una voz dulcísima: And I will always love you. / I will always love you.

En efecto, Laura se estaba bañando y cantaba una canción. Maravillosa, la voz retumbaba en todo el apartamento. Pude haberle gritado que callara, pero no lo hice. Cesáreo dijo que cuando saliera del baño, debíamos advertirle sobre no hacer ruido, así como que preparara algo para nosotros. Fui, revisé la nevera, las provisiones no eran tantas como había dicho Ledesma, pero suficientes para algunos días. Unas seis latas de sardinas, un salami Induveca, varias pechugas de pollo refrigeradas, fundas de papas, tres cartones de leche y varios jugos. También había una botella mediana de Santa Carolina y un cartón de huevos sin usar.

Al rato, Laura salió del baño con pantalones cortos y una blusa de tiritas negras. Al mirarla, algo se desvestía dentro de mí, algo como un animal capaz de romper cadenas. En un momento les haré café, dijo. Revisé la nevera y no hay mucho, espero que Ledesma regrese pronto. Los dos miramos a la chica, tenía el pelo recogido, los ojos confundiéndose con el negro de la blusa y una risa algo nerviosa. Mira, no estamos tan bien como para ponernos a cantar, le dijo Cesáreo. Ella nos miró y dijo: Lo siento, no puedo vivir sin cantar; además no hay forma de sobrevivir si no canto. Mira, no cantes, dijo Cesáreo, ¿no sabes acaso en qué condición estamos aquí? Bueno, me disculpan, pero yo siempre canto. Luego se marchó y regresó al rato con un café humeante servido en vasos de aluminio. Con poca azúcar, dijo, alegando la necesidad de ahorrar, porque no sabíamos el tiempo que podríamos estar allí. Dime una cosa, le dije, ¿qué cantabas en el baño? I will always love you de Whitney Houston, me respondió. Los dos la mirábamos, vasos en mano, y el humo iba de los vasos al aire hasta perderse entre pared y techo. Yo cantaba en mi pueblo, siguió diciendo, participaba en los festivales de la voz y siempre ganaba. Luego fui a una audición de talentos en el canal nueve. En una de esas audiciones, el empresario que organizaba el evento me presentó a Ledesma y hasta ahí llegó la carrera. En los primeros ensayos, todos mis compañeros decían que yo iba a ganar la competencia, pero después que conocí a este hombre no pude volver más. Mira, dije, quiero que vuelvas a cantar esa canción de hace un rato; sí, esa de la cantante que dijiste, de… Whitney Houston, completó ella. Te puedo contar de su vida, siguió diciendo, la pobrecita Whitney Houston nació en Newark, en donde se llora la vida y la gente no sale por miedo al miedo. Fue cantante de soul, góspel, actriz, modelo y otras tantas cosas más. Ha sido la artista más premiada de todos los tiempos. La cosa tomó otro color cuando ella se enredó con Bobby Brown. El tipo no le salió buena cosa, la metió en las drogas y la maltrataba. Fíjate qué cosas te trae la vida, exitosa por un lado y jodida por otro. Hasta nos parecemos. Después te cantaré la canción esa.

29

Laura se fue caminando y yo pensé que, al caminar, lo hacía naturalmente, o nos estaba coqueteando. La vimos irse contoneando las caderas. No volvimos a verla hasta la mañana siguiente. Bien temprano, cuando estábamos alertas, ocurrió algo inesperado.

Laura salió del cuarto donde dormía y nos dijo que se marchaba. Me voy, dijo. Aquí no hay televisor, ni radio ni nada. Solo esperamos a alguien que no sabemos si llegará y, si salimos, ustedes dicen que nos matan. Les digo algo, pensar que uno va a morirse es morirse dos veces. Yo me estoy hartando de esto, por qué no hacemos otra cosa. Solo vigilan y vigilan, ya hace cinco días y nada. Le dije que no podía irse, que estaba bajo mi responsabilidad y que no la dejaría salir. Me miró con odio, dijo varias cosas, entre ellas que odiaba estar presa y sin salida; y dijo más, que cómo se podía vivir solo vigilando y vigilando. Que además de todo eso la gente debía hacer otras cosas, y al decirlo se palmeó las nalgas y se fue por el pasillo. La escuchamos llorar por un buen rato. Tiempo después, Cesáreo se me acercó y fue directo: Almonte, estoy convencido de que Ledesma no volverá. Te voy a ser franco. Tengo mis urgencias y aquí está esta tipa. También deseos, he visto cómo la miras. Al igual que a mí, ella te gusta. Pero como yo, tú no le dices nada. Sé que eres fiel a Ledesma, pero esto se jodió, brother. La vida es una. Si te parece la podemos enamorar y podríamos compartirla, mientras yo vigilo, tú puedes estar con ella y viceversa. Observé la calle. Cesáreo me miraba esperando mi respuesta. No quise responder nada, él contraatacó diciendo: Te lo digo, la vida es una y a esta estoy seguro que le gustamos, ¿o eres pájaro?

Ahí me molesté al extremo. Les dije que cómo era posible que estuviera pensando en necesidades de esa índole cuando lo que teníamos que hacer era vigilar y esperar a Ledesma, que se imaginara si de buenas a primera llegaban los enemigos o Ledesma y nos encontraran arriba de esta mujer, qué pasaría. Esto no es una cuerería, ni un prostíbulo.

Todo eso dije, pero muy adentro las palabras de Cesáreo me dejaron pensativo. De verdad, la muchacha me gustaba y hubiese dado lo que fuera por tenerla debajo de mí, pero las palabras de Ledesma me retumbaban en el oído a cada rato.

Como a la hora, Laura regresó con tostones y salami frito. Vimos la gloria. Comenzó a llover. La lluvia caía burlona sobre los cristales. Le dije que se sentara a mi lado y cantara la canción aquella, que yo solo quería escucharla. De reojo miré a Cesáreo que la miraba con ganas. Ella nos miraba a los dos. Ya habían pasado seis días y nada se asomaba, ni Ledesma, ni los policías, ni nuestros enemigos. Todo ese tiempo era la misma rutina. Dormir en el piso, cabecearnos hasta quedar rendidos. Fritos verdes, salami, huevos y agua. En eso unas cucarachas comenzaron a salir de los agujeros. Ella se puso nerviosa. Cesáreo logró alcanzar a algunas. Las mataba y remataba una a una. Cuando viene a ver, dijo Cesáreo, nos tienen aquí como conejillos de indias, quizás a Ledesma lo agarraron por ahí, luego dice nuestra ubicación, y se acaba de fuñir todo. Eso es. Nos tienen aquí esperando 30

todas estas horas y en el momento menos pensado se nos tiran y nos hacen puros hoyos como guayos. Almonte, ¿sigues pensando que Ledesma volverá? Esta vez me miraba fijamente como dándome a entender que yo podría tener otra respuesta. Estoy seguro de que volverá, le dije y que no me cuestionara más. En eso, Laura nos invitó a sentarnos, lo hizo con su mirada fija en nosotros como ordenándonos. Obedecimos. Ella con la cabeza en la pared, mirando el techo, comenzó bajito a entonar la canción. A ratos cerraba los ojos y nos miraba. No pudo ver cómo se nos cerraban los ojos mientras apretábamos los dientes.

Supuse que si llegaban ahora los chivatos, los policías, los sicarios, de seguro seríamos presa fácil. Cuando terminó, aplaudimos ya sin miedo. Luego paró de cantar y se acercó a la ventana, la movió y la lluvia que no había cesado comenzó a mojarle todo el cuerpo. La mojaba, y a contraluz, podíamos apreciarla ahora en toda su dimensión. No sabía si atribuir todo el líquido a la lluvia o si eran sus lágrimas, porque de seguro lloraba en este nuestro cautiverio. Me puse de pie, la besé en la frente, Cesáreo también lo hizo un poco más de cerca, creo que la besó en la boca. Cerré mis ojos y lamenté para mis adentros que Ledesma no la hubiera dejado terminar sus audiciones en el canal nueve. Que la Houston no fuera feliz con su marido. También me cagaba en Ledesma y sus sicarios de mierda. Me cagaba en mí mismo, maldito campesino que lo que debiste hacer fue estudiar, convertirte en un agrónomo y regresar a La Piragua y no un sicario al servicio de este hijo de la gran puta. Me recriminé por dentro y lloré como nunca. Lloré por mi padre muerto, por mis hermanos recogiendo café en un campo de la costa del Atlántico y lloré también porque al cerrar los ojos vi a mi madre con la mirada perdida, esperándome. Cuando abrí los ojos, no estaban ni Cesáreo ni Laura. Luego supe de ellos porque entre quejidos y llantos que llegaban desde el cuarto trasero, Laura intentaba cantar la canción otra vez. Quise, arma en mano, ir y suspender el atrevimiento de los dos, pero me detuve. Los supuse felices, bebiéndose el uno al otro, viniéndose, gozándose, comiéndose vivos. Me senté, y recuperando la calma, me dispuse a esperar. Al demonio con Ledesma. Todo estaba dispuesto, y mi turno con Laura también llegaría.

31

Juan Francisco Taveras Conciencia evaporada Es la humanidad un intento de ser?

Es la humanidad consciencia?

Enfrenta el ser humano el vacío?

Se vierte la consciencia como hoja herida entre tú y yo, En nuestros cuerpos olvidamos los detalles pequeños y los instantes van otorgando cada segundo la vida.

El tiempo es presente en milésimas de segundos transitando.

Rompiendo ciclos sacrificas siglos.

Uno Cada día es la repetición de otro.

Cerramos los ojos, soñando.

Abrimos los ojos, soñando.

Parafernalia fría, decadencia en fuego.

Escribo hacia la luz, alud del (sendero) conmiserado, camino en donde la intimidad es noche, es agua.

32