Lucas y el amanecer invisible

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Lucas y el amanecer invisible

Granja
“El Rincón del Sol”

FACULTAD CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

EDUCACIÓN BÁSICA - MODALIDAD EN LINEA

CUENTO

LUCAS Y EL AMANECER INVISIBLE

GRUPO 2

REALIZADO POR:

Cruz Salazar Joselin Daniela

Cumbicos Peláez Jorge Luis

Domínguez Torres Cinthya Roxanna

Enriquez Santander Lesli Talisa

Feijoo Chenche Adriana Sugey

Males Armijo Liseth Paola

Martínez García Arleth Carmen

Martínez García María Angélica

Soria Fiallos Ariel Sebastián

Quinga Intriago Mayra Aracelly

REDACCIÓN Y COMPRENSIÓN DE TEXTOS

DOCENTE:

Lic. Consuelo Vinueza

Burgos, MSc.

Segundo Nivel - Paralelo C2

Introducción

En un mundo donde el sol ilumina cada amanecer, hay quienes no necesitan verlo para sentir su calor. Esta es la historia de Lucas, un pequeño gallo ciego que, desde el momento en que rompió el cascarón, se enfrentó a un desafío que muchos considerarían insuperable. Mientras otros veían la salida del sol como el inicio de un nuevo día, Lucas se enfrentaba a la oscuridad constante; una oscuridad que no solo le impidió ver, sino también hacer lo que se esperaba de cualquier gallo: cantar al amanecer.

Porque, a veces, lo que no se ve es lo que más nos ilumina.

En una esquina del gallinero de la granja

El Rincón del Sol , comenzó el temblor de un huevo con un ¡crac! ¡crac!

¡Se abriría el cascarón! Doña Carlota, mamá gallina, estaba tan feliz.

¡Al fin conocería a su hijo!

Un pequeño pico se asomó tímidamente del cascarón, y alzó su cabecita; pero algo extraño sucedió: el pequeño solo percibía oscuridad.

El pequeño polluelo salió de su huevo sintiendo la suavidad de las plumas de su madre, pero no podía ver nada.

-¡Hola! ¿Por qué está tan oscuro?preguntó el pequeño.

Al percatarse de lo que sucedía, Doña Carlota sintió una gran preocupación sobre como su hijo enfrentaría el mundo con su condición.

La infancia de Lucas fue la más feliz junto a Doña Carlota, quién lo lleno de amor y siempre lo cuido y protegió.

El mundo de Lucas estaba lleno de sonidos, el cantar de las aves, olores y sensaciones, pero nunca había visto el sol ni el cielo azul.

A pesar de su condición, Lucas tenía algo muy especial: un gran corazón y un deseo de enfrentar la vida con valentía y amor.

Un día, mientras paseaba por los campos con su madre, se preguntó si algún día podría caminar sin su guía. Decidido, pensó para sí: "¡Lo intentaré! Tal vez pueda lograrlo".

Al principio, Lucas tropezaba con piedras y chocaba con otros pollos, pero nunca se rindió. Día tras día, se levantaba decidido a mejorar, orientándose con sonidos y usando su pico para guiarse.

Cuando al fin lo logro, le dijo a su madre:“¡Lo logré, mamá!”.

Ella, orgullosa, le respondió: “Claro, amor, recuerda que siempre puedes lograr lo que te propongas si lo ves desde el corazón”.

Un día, la felicidad de Lucas se vio interrumpida cuando don Elías, el dueño de la granja, decidió venderlo. “Ese gallo no canta, no quiero animales inútiles”, dijo con frialdad.

En el mercado, Lucas estaba triste y afligido en una pequeña jaula. Al pasar por ahí, una niña se sintió atraída por su hermoso plumaje y se acercó.

- Mamá podemos comprarlo, es hermoso -dijo la pequeña niña a su madre. Te prometo mamá que cuidare de él.

- Está bien, ¡Lo comprare! con la condición de que lo cuides, ¡sino lo regresamos!

Después de la compra se dirigieron a casa con la nueva mascota de Daniela, muy feliz canturreaba la niña al observar al pequeño Lucas.

Sin embargo, para Lucas, llegar a este nuevo lugar fue muy difícil. Se negaba a comer y no salía de la jaula en la que había llegado; Extrañaba a su familia, a la que había formado en su antiguo hogar, y, sobre todo, el amor de su madre.

Una mañana Lucas se dijo a sí mismo:

-Mamá me enseñó que debo ser fuerte a pesar de todo. Tengo que salir de esta jaula.

En su complicado camino, tropezó con algo muy peludo, lo que lo asustó un poco y lo hizo caer al suelo. Luego escuchó una voz:

—¡Hola! Al fin saliste de esa jaula.

Me presento, soy Max, el perro de la casa.

—Hola, soy Lucas. Disculpa por golpearte, no conozco el lugar y no puedo orientarme bien.

¿Sabes dónde puedo comer y beber algo?

!Tengo mucha hambre¡

—Espera aquí, ya regreso —respondió Max.

Max fue en busca de Daniela, pero mientras se alejaba, Lucas escuchó un chirrido extraño que se desvanecía.

—¿Qué pasa, Max? ¿Por qué me traes aquí?

¡Ay por Dios! ¡Al fin estás fuera, pequeño pollito! Me alegro mucho. Debes tener hambre, vamos a que comas algo.

Daniela llevó a Lucas al patio trasero, donde le había preparado un pequeño gallinero, pero él no logró encontrar la comida porque no conocía el lugar.

Al verlo caminar desorientado, Daniela se percato de que Lucas estaba ciego. Entonces, lo guió hacia el alimento y le prometió cuidar

Con el tiempo, y gracias a la ayuda de Daniela y Max, Lucas se fue adaptando a su nuevo hogar. Pero había algo que le llamaba la atención: el chirrido misterioso que siempre escuchaba cuando Max estaba cerca.

Un día, decidió preguntarle al respecto: —Max, cada vez que estoy cerca de ti, escucho un chirrido extraño. ¿Sabes de dónde viene?

Max comenzó a reírse, lo que confundió a Lucas. Después de calmarse, Max respondió:

—Creo que mis ruedas necesitan un poco de aceite. Ese es el chirrido que escuchas.

—¿Tus ruedas? —preguntó Lucas, desconcertado.

—Sí, mis ruedas. Después de un accidente, perdí la movilidad en mis patas traseras, y desde entonces uso una andadera para moverme.

Lucas se sintió avergonzado por haber hecho la pregunta, así que se disculpó:

—Perdón, no quería incomodarte.

—No te preocupes —dijo Max—. No es algo que me incomode, al contrario, me siento feliz de poder compartir mi historia.

—Desearía poder sentirme cómodo con mi ceguera. Solo me ha traído desgracias.

Max, conmovido al ver las lágrimas de Lucas, decidió ayudar.

Lucas respiró hondo y finalmente habló:

—Me trajeron aquí porque el dueño de la granja donde nací creía que era un inútil, ya veces siento que lo soy.

—¿Por qué crees eso? —preguntó Max, sorprendido.

—Porque no puedo hacer la tarea más importante para un gallo: nunca he podido cantar al amanecer, ya que no puedo ver cuando sale el sol.

Lucas, con el corazón afligido, comenzó a llorar.

—No llores, pequeño. Me parte el corazón verte así. ¿Qué te parece si te ayudo para que puedas cantar al amanecer? meciono Max

Al día siguiente, Max llegó temprano como había prometido:

—Buenos días, pequeño. ¿Estás listo para empezar?

—No sé si pueda hacerlo -respondió Lucas nervioso.

—Tú puedes. No te preocupes, yo creo en ti. ¡Empecemos!

Lucas, aunque inseguro, escuchó atentamente los sonidos a su alrededor. Poco a poco, su miedo se desvaneció y dejó salir su primer canto.

—¡Lo estás logrando, Lucas! —exclamó Max, emocionado—. ¡Lo lograste!

Lucas no podía creerlo. Aunque no veía el amanecer, lo había sentido en su corazón.

—No necesitas tus ojos para cantar al amanecer —dijo Max, orgulloso—. Solo necesitabas confiar en ti mismo.

Un día, mientras cantaba en el jardín, un sonido familiar interrumpió su melodía: un suave cacareo a lo lejos.

—Max, ¿escuchas eso? —preguntó con la voz temblorosa.

Max, que lo observaba de cerca, también levantó las orejas.

Lucas no podía creerlo. Un torrente de emociones lo recorrió al reconocer ese cacareo lleno de amor.

—Es mi mamá —dijo Lucas con un nudo en la garganta—. Es ella.

Sin dudarlo, comenzó a seguir el sonido, guiándose por el eco de aquella voz que tanto había extrañado.

— ¿Lucas? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y esperanza.

-¡Mamá! —gritó Lucas, corriendo hacia ella sin importarle tropezar.

El reencuentro fue emotivo. Ambos se abrazaron con sus alas, como si el tiempo y la distancia nunca hubieran existido. Había temido no volver a ver a su hijo.

—Mi pequeño, no sabes cuánto te he extrañado —dijo con la voz entrecortada, acariciando suavemente con su pico la cabeza de Lucas

Max, que había seguido la escena conmovido, se acercó y se presentó.

—Hola, Doña Carlota. Soy Max, un amigo de Lucas. Me alegra mucho que estén juntos de nuevo.

Doña Carlota lo miró con gratitud.

—Gracias, Max. No sabes cuánto significa para mí saber que mi hijo ha tenido a alguien tan bueno cuidándolo.

Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Lucas y su madre hablaron durante horas, poniéndose al día de todo lo que había pasado.

Con el tiempo, Lucas se convirtió en una inspiración, los vecinos se maravillaban del misterioso gallo que, sin poder ver el amanecer, cantaba con un corazón lleno de luz, demostrando que, a pesar de las dificultades, siempre hay una forma de brillar cuando el amor y la perseverancia guían el camino.

Reflexión final

La historia de Lucas nos enseña que la verdadera fortaleza no reside en lo que podemos ver o hacer, sino en la valentía de enfrentar nuestros desafíos con amor y determinación. A lo largo de su viaje, Lucas descubre que su ceguera no define sus capacidades, y que el amor y el apoyo de quienes nos rodean pueden guiarnos incluso en la oscuridad. Aprender a cantar al amanecer, sin necesidad de ver el sol, simboliza la importancia de confiar en uno mismo y en las habilidades que cada uno posee.

Moraleja

No importa cuán difíciles sean nuestras circunstancias, siempre hay una manera de superar los obstáculos y brillar. Con amor, amistad y perseverancia, podemos encontrar la luz incluso en los momentos más oscuros. Lo que realmente importa es lo que llevamos en el corazón y cómo elegimos enfrentar el mundo.

Valores representados

"Lucas y el Amanecer Invisible" representa valores fundamentales para niños entre 8 y 12 años, como la valentía, el amor, la superación, la empatía, la confianza en uno mismo, la adaptación y la inclusión. A través del coraje de Lucas, quien enfrenta su ceguera y los desafíos de la vida, se destaca la importancia de ser valiente y actuar a pesar del miedo. El amor incondicional de su madre, Doña Carlota, y de sus amigos, Daniela y Max, resalta la necesidad de apoyo familiar y amistad en momentos difíciles. La historia enseña que con esfuerzo y perseverancia se pueden superar obstáculos, promoviendo la confianza en las propias habilidades. Además, destaca la importancia de la empatía y la aceptación de las diferencias, fomentando un mensaje de inclusión y solidaridad. Estos valores son esenciales para que los niños comprendan y enfrenten sus propios desafíos en la vida, ofreciéndoles lecciones valiosas sobre la fortaleza y el poder del amor.

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