
27 minute read
Familia, mujer y género en la Colonia. Aproximación bibliográfica Amantina Osorio Ramírez
from Manzanillo No. 3
by chideitagui
Amantina Osorio Ramírez
Advertisement
Doctora en Antropología Presidenta del Centro de Historia de Itagüí - CHI
Introducción
Al aproximarnos a temáticas como la familia, la mujer y el género en disciplinas como la historia, nos damos cuenta de que han sido pocos los estudios que se han hecho al respecto, por lo menos hasta finales de la década de los setenta del siglo XX.
Varias podrían ser las justificaciones en este sentido: La idea que ha predominado, en la mayoría de las culturas y en las diferentes épocas, es que los acontecimientos importantes los han producido los hombres, y, de hecho, también hasta hace poco, la historia la habían escrito los
69
Amantina Osorio
hombres. La pretendida neutralidad de la historia ha sido más bien la mirada masculina de los hechos históricos. En consecuencia, no solamente tendemos a pensar que si no se reportan las acciones de las mujeres fue porque no se dieron, o también, usar el género masculino para referirse a hombres y mujeres, oculta cualquier participación de las mujeres (Bermúdez, 1992:3).
Jaime Jaramillo Uribe (1992) acota a este respecto, señalando que probablemente no se debió solamente a que la historia haya sido escrita por varones, sino más bien a dos circunstancias históricas:
La primera ha sido un reconocimiento mayor de los derechos de la mujer iniciada por la revolución francesa sobre todo para la burguesía industrial, financiera y comercial. Otros sectores de la población como los obreros, los campesinos y las mujeres, tendrían que esperar un siglo más, para adquirirlo y en muchos países más de un siglo. Lo que ha conducido a una creciente participación de la mujer en la cultura, la educación, la economía o la política.
La segunda circunstancia ha sido la tardía aparición del concepto de historia social en la historiografía moderna, nos lo señala Suzy Bermúdez (1992:6). Hasta mediados del siglo XIX la idea dominante entre los historiadores modernos era que la historia política, la historia de los Estados nacionales y sus conflictos constituían el núcleo de la historia. Eran la historia. Una consecuencia de esta circunstancia fue la reorientación en los estudios sociales y ante todo históricos, que ha llevado a la afirmación de una historia que busca comprender la totalidad del devenir histórico, sin limitarse a mirar sólo a aquellos grupos que han ejercido un control directo sobre el Estado y sus ejércitos e iglesias (Melo, 1995). Sólo en la segunda mitad del siglo XX la historia de la mujer se ha desarrollado como un campo específico de la historia social, lo que ha traído consigo la elaboración de nuevos marcos conceptuales y nuevos recursos metodológicos (Patiño, 1995). Para que surgiera un
70
Familia, mujer y género en la Colonia
nuevo punto de vista sobre el rol de la mujer y de otros tipos sociales en la historia, el niño, el anciano etc., se requería la aparición de una nueva sociedad y de nuevos tipos de mentalidad (Bermúdez, 1992:7).
Hasta los años sesenta del siglo XX, eran pocas las aproximaciones desde la historia que tenían en cuenta también las diferencias de género, edad, clase, etnia. En la historia, los temas como la pareja, la organización social, la familia, el parentesco y la sexualidad han sido tratados con menos frecuencia frente a disciplinas como la economía, la sociología, la antropología y la sicología, donde estos aspectos han sido tradicionalmente estudiados. En los nuevos estudios históricos se distingue el impacto diferencial de la mujer, en función de que fuera española, aborigen o esclava.
Beatriz Patiño señala que, para el caso específico del período colonial, “existen algunos estudios que se refieren a mujeres notables de la élite… pero no hay trabajos sobre la vida de las mujeres de los otros grupos sociales” (1995:77).
Recientemente Jorge Orlando Melo (1988:66), en su artículo “Literatura histórica en la última década”, señalaba en el caso particular de la historia: “El estudio de la familia, el niño y la mujer, apenas comienza…”. La historiadora Suzy Bermúdez (1992), si bien reconoce que se ha avanzado en ese tipo de abordajes, todavía falta mucho por recorrer.
Con la publicación en 1995 de los tres tomos de Las mujeres en la historia de Colombia, se evidenció la consolidación del aporte social y cultural de las mujeres durante la Colonia.
71
Amantina Osorio
1. La categoría género
El aporte principal de la categoría de género es que ha permitido sacar del terreno biológico lo que determina la diferencia entre los sexos y colocarlo en el plano simbólico (Lamas, 1986:22). El género se define como una interrelación de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, comportamientos y actividades que permiten diferenciar a los hombres y a las mujeres a través de un proceso de construcción social, elaboraciones que no son fijas o inmutables, sino históricas (Bermúdez, 1992:21).
Dicha definición permite ver cómo el género es un proceso social y como tal, la forma como una comunidad define y vive lo masculino y lo femenino, varía no solo con la historia, sino de acuerdo con el grupo étnico, clase y ciclo de vida. Es una categoría de análisis que posibilita la comprensión de los factores estructurantes que influyen en subordinación y discriminación femenina.
La categoría de género plantea las relaciones entre los sexos como elemento estructurante de las relaciones sociales y de las relaciones de poder, que a la vez interactúa con otras categorías como las de clase y etnia, permea todo el tejido social y constituye un orden simbólico incorporado a la vida cultural de las distintas colectividades humanas (1995:10).
Las relaciones de género son, como plantea Georges Balandier (1975:17), relaciones “fundamentales”, que se encuentran en el mismo origen de las sociedades y traducen los datos de la naturaleza en hechos de cultura.
La categoría de género planteada en términos relacionales ha posibilitado interpretaciones renovadoras de la construcción social y cultural de
72
Familia, mujer y género en la Colonia
las diferencias entre mujeres y hombres en los análisis de los procesos históricos. De allí la importancia de construir una historia teniendo en cuenta las relaciones genéricas, puesto que esto permitirá reinterpretar desde una nueva óptica la información existente y además de esta forma, se abrirá el espacio para nuevas preguntas.
2. La participación de las mujeres durante la Colonia
A partir de la década de 1980, se comienza a investigar una multiplicidad de temas vinculados con la participación de las mujeres durante la Colonia. Para el caso de Antioquia, la historiadora Beatriz Patiño Millán (1995:77) realizó una revisión de los archivos judiciales correspondientes a delitos contra la persona (injuria, lesiones personales y homicidios) que involucran a mujeres en Antioquia entre 1750 y 1819. Estos procesos permiten “aproximarse al papel que éstas han jugado en la sociedad, vislumbrar la imagen que de ellas se ha tenido y reconstruir aspectos de las relaciones entre los sexos”.
Por su parte, la antropóloga e historiadora Susy Bermúdez (1992) incursionó en la historiografía sobre las mujeres de la Conquista y la Colonia abordando los documentos desde la categoría de género, o sea la diferencia entre el hombre y la mujer. “Desde esta perspectiva se ‘ven’ elementos que antes no se habían visto. Mostrar lo que no es obvio, pero que por obvio no se muestra” (p. 3). Es decir, que los hombres y las mujeres como tales, hemos desempeñado papeles diferentes en la historia.
Pablo Rodríguez (1992) ha publicado sobre el papel de la mujer en la institución matrimonial, tanto desde la norma como desde la desviación. El matrimonio, expresa el autor, era considerado una necesidad ya que fue uno de los pilares de la sociedad hispanoamericana como fundamento de la familia y como base para la legitimación de los descendientes. La tradición castellana de dotar a las mujeres para el ma-
73
Amantina Osorio
trimonio se difundió rápidamente en todos los sectores de la sociedad hispanoamericana. Las familias se preocupaban por reunir una dote que hiciera atractiva a sus hijas; se utilizaba como estrategia de ascenso social, por conveniencia y según el consenso paternal. Las leyes de Dios como las leyes civiles partían del hecho de que los encuentros furtivos e ilícitos no solo eran actos en contra de la naturaleza y los designios divinos, sino que representaban un desafío al orden social impuesto.
En cuanto a las reflexiones sobre la familia, el antropólogo Hernán Henao (2004: 28), analiza la familia como realidad social y cultural y enlaza la visión histórica con la situación de un presente; muestra la confluencia de las diversas marcas culturales entregadas por el aporte español, negro e indio dando como resultado el poliformismo familiar, señalado anteriormente por Virginia Gutiérrez de Pineda, como característica de los diversos tiempos en la sociedad y la cultura colombiana.
El autor señala también el papel de la Iglesia como estructurante cultural en la familia, ubicándose muchas veces en el lugar del padre ausente, con el cura como consejero de la madre y como educador con el mensaje bíblico (p. 56). La religión era la madeja que lo entretejía todo, señala Martha Cecilia Herrera (1995: 330), su función era legitimar las relaciones de dominación y servir de soporte a las elaboraciones ideológicas, que nutrían la visión del mundo que interesaba al poder dominante.
El profesor Henao, aborda también el tema de género porque considera que los estudios de familia se verían recortados si no se tomaba de entrada una perspectiva de género. Asumió interrogantes sobre el hombre en tanto género ya que expresa que queda el beneficio de la duda sobre el grado de análisis que ha merecido el varón en su status-rol de padre (2004: 47).
74
Familia, mujer y género en la Colonia
Otros temas que no han tenido mucho desarrollo en la historiografía nacional tienen que ver con los juicios criminales. Como lo han demostrado algunas autoras (Patiño, 1995:77; López, 2006), los expedientes judiciales son una fuente de carácter masivo y sistemático, muy útil para el estudio del conflicto social y de los valores y pautas de vida y muestran que la mujer tuvo un importante papel dentro de los numerosos conflictos que se producían en las relaciones interpersonales.
Emilio Robledo (1954), en su bosquejo biográfico del Oidor visitador Juan Antonio Mon y Velarde, entre 1787 y 1788, sostenía que en la región eran frecuentes los amancebamientos, el maltrato de los maridos a las esposas y que las mujeres cometieran infanticidios o abortaran. El control de la conducta individual, sobre todo de las mujeres, se convirtió en una tarea colectiva, en la que tenía un gran papel el chisme y la conseja (Patiño, 1995:82).
La historiografía sobre la mujer colonial ha mencionado en numerosas ocasiones la práctica de castigos crueles contra las esposas. Buena parte de los delitos que involucraban a las mujeres estaban relacionados con la vida sexual; los concubinatos y sospechas de que se tenía una relación “ilícita” eran las causas de violencia verbal o física contra la mujer. Las mujeres también instauraron demandas por haber sido tildadas de ladronas o por haber sido puesto en duda su origen racial, llamándola negra, mulata, etc. (Patiño, 1995).
Como en otros lugares de Hispanoamérica, el maltrato doméstico, categoría en la cual están incluidas golpizas, heridas e intentos de homicidio, fue el más común de los delitos cometidos contra las mujeres (Patiño, 1995:91). Aunque el derecho de castigo tuvo límites desde el punto de vista jurídico, era aprobado en la sociedad ya que se esperaba una posición sumisa de las esposas frente al mismo.
75
Amantina Osorio
Los gobernantes trataron de controlar y perseguir aquellas conductas que consideraban atentatorias contra la moral pública –amancebamiento, maltrato a la esposa, infanticidios etc.‒. Se quería imponer un modelo de familia basado en el amor y la paz y a los sentimientos cristianos, por lo que se hacía hincapié en que el esposo debía tratar a la mujer con cortesía y cumplir con las obligaciones de su estado.
En la investigación desarrollada por Mabel Paola López (2006) sobre Las conyugicidas de la Nueva Granada. Trasgresión de un viejo ideal de mujer, se apoyó en 23 casos de asesinato del esposo cometidos por mujeres entre 1780-1830. En este período de estudio hubo dos tendencias: la principal causa de asesinato del esposo fue la infidelidad de la mujer en el siglo XVIII, quien de cierta forma estimulaba a su amante para acabar con la vida del compañero; en el siglo XIX el móvil fue el conyugicidio en defensa propia, que ocurrió en el momento en el que el marido golpeaba de forma brutal a la esposa1 .
La lucha por la integralidad física femenina en la Colonia es lo que Norbert Elías denomina un cambio en el equilibrio de poder entre los sexos, que en las élites y en los estratos bajos de la sociedad estaba inclinado a favor del hombre.
3. La familia y el matrimonio
Durante las primeras décadas del siglo XVI la corona española estimula la emigración familiar para evitar que los conquistadores se mezclaran con las nativas con el fin de mantener la pureza de sangre y la garantía de una continuidad cultural. El número de mujeres que llegó a América fue escaso. No se tiene mucha información sobre ellas, se sabe que las
1 Otros asesinatos fueron motivados por conflictos económicos, por la resistencia de los hombres a dejar salir a las mujeres de la casa, por la infidelidad masculina y unos cuantos por causas indeterminadas (p. 51).
76
Familia, mujer y género en la Colonia
que llegaron acompañaron a los varones en sus campañas de conquista como esposas, hijas, amantes “curanderas”, cocineras, así como también participaron en la fundación de los primeros poblados y ciudades (Gutiérrez, 1963).
La Iglesia y el Estado convirtieron el matrimonio en el estado ideal para las mujeres. El matrimonio se ha pensado culturalmente como el paso obligado a la maternidad, paternidad y a la familia; en la mujer de la élite colonial el ámbito reproductivo ‒matrimonio y familia‒ tuvieron una participación central. El matrimonio fue la base para establecer el tejido mediante parentesco y consolidar la posición social de la familia o el individuo; a la vez fue el medio para incorporarse a los grupos que ostentaban el control de los gobiernos municipales y la burocracia administrativa y judicial como puerta de acceso al poder político (Bethell,1990).
La fe religiosa daba normas, en relación con el estatus de los miembros de la familia conformada según su doctrina; dictaba también normas en la vida de relación de pareja frente a su descendencia. Dichas normas de comportamiento de raíz religiosa estaban respaldadas por las pautas jurídicas. En el Derecho de Indias se “regularon las relaciones de los cónyuges dentro del matrimonio, sobre la base de sometimiento de la mujer a la autoridad del marido” (Ots Capdequi, 1958). A pesar de que el matrimonio tuvo un alto valor moral y reconocimiento social, no fue siempre una práctica universal.
Virginia Gutiérrez de Pineda (1963) realizó un valioso trabajo de rescate historiográfico y etnográfico de los patrones familiares indígenas que sirve de punto de referencia para contrastar el poder moldeador del régimen español con las formas de parentesco, matrimonio y familia nativos. “La mujer nativa fue quien enseñó a los europeos nuevos códigos alimenticios adaptados al clima, miles de recetas higiénicas, como el baño diario y la utilización de elementos naturales en la organización doméstica, así como el uso de drogas para enfermedades tropicales” (Bidegaín, 1995:133).
77
Amantina Osorio
Las relaciones sexuales interétnicas fueron una constante durante toda la época colonial que en gran medida dieron lugar al mestizaje. En el territorio actual de Colombia el mestizaje de clases, castas y etnias se dio de manera diferencial en las regiones, en la medida en que la relación con el medio se hacía por causas diversas y por pobladores diferentes. Este proceso de mestizaje se dio con cierta celeridad ya que fue facilitado por la relativa poca densidad demográfica y cultural de sus poblaciones prehispánicas, o si se quiere, por la rapidez con que fueron destruidas o dominadas por la obra colonizadora2 .
Las uniones de los españoles con las mujeres indias proveyeron a la primera generación de conquistadores de aliadas, intérpretes, cuidado personal y satisfacción sexual. El modelo de matrimonio católico de la Colonia fue más una ambición que una realidad. Ante las rígidas condiciones sociales que debían cumplirse para efectuarlo, muchas mujeres y hombres iniciaban informalmente relaciones que terminaban en auténticas uniones consensuales.
Los españoles mantuvieron concubinas y procrearon numerosos hijos y el concubinato se convirtió en una arraigada práctica social, que demostró ser muy difícil de erradicar de la sociedad colonial (Lavrin, 1990). “La mujer negra y especialmente mulata tuvieron un fuerte atractivo para el blanco. Como en otros países hispanoamericanos de numerosa población e influencia negra, la esclava debió ser muchas veces la iniciadora sexual de los hijos de los propietarios en la Nueva Granada (Jaramillo).
2
En palabras de Jaramillo Uribe las causas reducidas a un esquema serían las siguientes: “acciones bélicas del período de conquista, dureza del régimen de trabajo en minas, obraje y haciendas, nuevas enfermedades traídas por el conquistador (viruela, gripa, sarampión, tifo), destrucción transitoria de la economía y desorganización de las tradicionales formas de cultura y vida social, competencia vital de la población conquistadora y colonizadora que, sobre todo, en la primera centuria, consumía y no producía, lo que produjo un descenso en las posibilidades alimenticias de la población nativa”. P. 267 https: //revistas. Unal. Edu.co
78
Familia, mujer y género en la Colonia
La teología moral de fines del siglo XVI y XVII concentró sus energías en la moral sexual, se tendió a identificar el pecado casi exclusivamente con sexualidad; y el cuerpo y la sexualidad femenina como la fuente provocadora del pecado (Bidegaín, 1995:145). Educadores y orientadores espirituales elaboraban y divulgaban las pautas de conducta que las mujeres debían seguir. Las prácticas sexuales reproductivas para la mujer le exigían ser una mujer “casta, pura, honrada”, en quien se pueda depositar toda la confianza para la crianza de los hijos; las normas de conducta instituidas por la iglesia, a la que las mujeres de la familia ‒hija, madre y esposa‒ debían estar apegadas señalaban que no podía salir a la calle con frecuencia ni asomarse a la ventana, se controlaba estrictamente su forma de vestir y se le vigilaba para garantizar la rectitud de su comportamiento moral. Existía la dependencia y la obediencia a su padre y marido, porque suponían que las mujeres eran seres frágiles; de éstas, la preservación de sí mismas y del honor de la familia eran de extrema importancia; el ejercicio de deberes propios del hogar las mantenía a salvo de cualquier tipo de trasgresión. Modelo que algunas historiadoras (Morales Inírida, 2003), han denominado arquetipo mariano, que llegó a ser atribuido a la población femenina de la Nueva Granada en general.
Esta imagen ideal de la mujer cristiana se construyó sobre dos figuras que los colonizadores buscaron, por todos los medios, repetir en las nuevas tierras: Eva y María. Los símbolos y representaciones de las mujeres en los análisis centran sus enfoques sobre la dualidad de las imágenes como vírgenes y castas o como lascivas y malvadas. El imaginario cultural de la identificación de la mujer blanca y española moralmente pura con los valores de la virgen María, entraba en contraposición con la mujer-tentación, la Eva, la indígena, la negra y la mestiza. La conducta de las mulatas, mestizas, indígenas y esclavas no encajaba en los patrones del ideal femenino propuesto por la sociedad blanca. Eran sectores de la sociedad en el que las relaciones de interdependencia que las mujeres sostenían con sus maridos y vecinos eran diferentes y muchas veces implicaban cierto tipo de resistencia a un comportamiento reglado (López, 2006).
79
Amantina Osorio
La doble moral existente hizo más fácil al hombre entregarse a prácticas que estaban totalmente condenadas para las mujeres. Mientras las españolas y criollas mantenían un control sobre su sexualidad con la constante vigilancia de la Iglesia, sus padres y esposos gozaban del “manejo permisivo de la libertad sexual masculina”. Un hombre podía mantener una concubina y, al mismo tiempo, conservar su posición social, mientras que el adulterio era la peor ofensa personal y social que una mujer podía cometer (Bethell,1990: 9). Si bien durante los primeros decenios existió libertad para escoger cónyuge a medida que se fortaleció la sociedad colonial y se incrementó el número de mestizos, en forma aparentemente peligrosa para la estabilidad del sistema, se fue restringiendo la libertad para escoger pareja, sobre todo entre los españoles, para estimular así matrimonios endogámicos que permitieran preservar dicha sociedad.
Las uniones forzadas con indias y lindas mestizas de la primera época, fueron reemplazadas rápidamente por calmadas relaciones familiares, en las que se afirmaba el espíritu del linaje. Las colonias hispanoamericanas se convirtieron en recatados lugares de endogamia de casta, raza y situación económica (Rodríguez, 1995:217).
El estudio del matrimonio en la Villa de la Candelaria de Medellín señala Pablo Rodríguez (1992), es importante en cuanto éste nos revela una serie de pautas de patrones de movilidad social, de percepción sobre la condición social de los contrayentes y, finalmente, sobre el rol de la mujer en la sociedad colonial.
La incidencia de matrimonios endogámicos entre las mujeres de ascendencia española fue más alta que la de otros grupos de mujeres3; en
3 Las mestizas y mulatas establecían uniones al margen del sistema de dotes, menos guiadas por los intereses económicos. Al aumentar la población y el matrimonio, se incrementaban de manera infinita los grados de parentesco y afinidad entre los habitantes. Además los matrimonios que se efectuaban con extranjeros a la vuelta de una o dos generaciones repetían el círculo de uniones endogámicas.
80
Familia, mujer y género en la Colonia
general era la conservación étnica y la estratificación social y económica (consolidación de fortunas), lo que más preocupaba a estas gentes. Como rasgo típico, en la provincia de Antioquia los medellinenses son conocidos por “casarse entre sí”; la villa estuvo inscrita en estas prácticas sociales y fuertes alianzas familiares conservaron fortunas durante más de dos siglos. “Su posición privilegiada les permitía pedir dispensas que autorizaran sus uniones, aunque esta práctica se extendió a mestizos, mulatos y negros que terminaron atrapados en su red de parentesco, a pesar de la libertad aparente que gozaban” (Rodríguez, 1992).
En el archivo parroquial de Itagüí, por ejemplo, el mayor número de dispensas son por parentesco, ya de consanguinidad ya de afinidad, y la mayoría de éstas fueron aceptadas no importando la clase o etnia a la que perteneciera (Hoyos y Molina 1994:93). Las penas que se imponían al dar la dispensa consistían en multas y en confesión o comunión cada domingo de entre dos y cinco años y rezar diariamente el rosario, lo que se convirtió, según el historiador Pablo Rodríguez, en escuela moralizadora de los antioqueños, que hizo popular la práctica de rezar el rosario cada noche en familia.
Las mujeres de escasos recursos, señala Rodríguez (1995: 96), seguían con dificultad las recomendaciones relacionadas con el recogimiento, pues, por circunstancias económicas, no se restringían al mundo doméstico, estaban obligadas a trabajar fuera del hogar. A finales del siglo XVI las actividades de las mujeres variaban de acuerdo con el grupo étnico y social al que pertenecían, siendo algunas consideradas más apropiadas para mujeres blancas, urbanas y no acaudaladas y otras más comúnmente realizadas por indias, castas y negras (Bethell,1990). Las mujeres criollas y mestizas a menudo estaban ocupadas en la administración de pequeñas tiendas como propietarias o atendiendo establecimientos con sus cónyuges. Las mujeres de clase baja contaban con una ocupación o labores que estaban ligadas a múltiples tareas productivas: participar en la siembra y cosecha del maíz, plátano, fríjol; cuidar del ganado y en algunas zonas buscar oro en las arenas de los ríos y en los
81
Amantina Osorio
depósitos aluviales; tenían puestos en los mercados y vendían casi todo, desde alimentos hasta trajes usados. Trabajaban como criadas, nodrizas costureras, lavanderas, planchadoras, enrolladoras de tabaco y vendedoras ambulantes, ayudando de esta manera al sostenimiento de sus familias, lo que les daba cierta independencia (Rodríguez, 1995: 82).
Tanto en la ciudad como en el campo y las minas, las condiciones de vida de los esclavos eran bastante propicias para el amancebamiento, el concubinato y la proliferación de hijos naturales4. A las esclavas, y en particular a las mulatas, se las veía “más aptas para la vida sexual por su debilidad innata frente al pecado” (Friedemann y Espinosa, 1995). Normalmente eran respuestas clandestinas al impedimento que, por diferencia racial, encontraban las parejas para casarse. Los amos usaron la dispensa eclesiástica para controlar la unión matrimonial de sus esclavos y asegurarse los hijos de estas parejas, negándose reiteradamente a uniones que implicaran un peligro para su propiedad.
Con respecto a las mujeres solteras y viudas los testamentos revelan, que fueron mujeres con un sentido de independencia y realización tal que supieron aprovechar las posibilidades que la sociedad les daba. Las viudas de la Colonia “no eran mujeres marginales y desadaptadas, como se les ha representado en ocasiones. Su integración al conjunto social partía de su propia familia, en la que encontraban apoyo y un sentido a su existencia” (Rodríguez, 1995:95). Los bienes que recibían en dote, donación o herencia les proveyeron la seguridad que el matrimonio había dejado de brindarles. En múltiples casos asumieron la administración de hatos y haciendas, sacando adelante sus familias y demostrando capacidad administrativa.
4 El concubinato y el amancebamiento eran perseguidos, porque según los moralistas, no cumplían las funciones sociales de apoyo al marido, cuidado cristiano de los hijos y la continuidad de la economía doméstica (Borja, 1995:63).
82
Familia, mujer y género en la Colonia
Tanto la encomienda como la dote estaban hechas para soportar la familia y hacía parte de la economía doméstica. La dote y la posesión por sucesión de una encomienda daban muestra de la cada vez mayor participación social y económica de las mujeres ibéricas y criollas en la configuración de su sociedad. Para el caso del poblamiento de Itagüí, encontramos una de las primeras propietarias de tierras que fue María de Quesada, viuda del capitán Juan Daza, quien ejerce su autoridad sobre los bienes recibidos ante la enfermedad de su hijo5. Situación diferente pasaba entre las mestizas y mulatas, la viudez significaba un duro revés. Cargada de hijos, debían redoblar sus esfuerzos en trabajos mal remunerados e inciertos, y un nuevo matrimonio era imposible.
Consideraciones finales
La consolidación del aporte social y cultural de las mujeres durante la Colonia se ha podido evidenciar a partir de las nuevas aproximaciones a la historia de la sociedad colonial para los siglos XVI-XVII. El propósito de la nueva historia al abordar estas temáticas es la de redescubrirla y redimensionarla incorporando en ella a las mujeres y escribiendo así mismo las propias historias de las mujeres en esos procesos (Introducción, tomo II - Las mujeres en la historia de Colombia, 1995). De esta manera se plantean nuevos problemas, se abren nuevas hipótesis, se replantean viejas respuestas para integrar las diferencias entre los géneros, con sus múltiples y complejas consecuencias, en el mundo social, político y cultural.
5 Las leyes nuevas de 1542 prohibían a las mujeres estar a cargo de las encomiendas, pero en la práctica esto fue desatendido y en ausencia de hijos varones, las esposas o hijas pudieron heredarlas y algunas veces administrarlas. La Corona también intentó establecer que las mujeres debían casarse o volver a casarse en un plazo de un año después de haber heredado una encomienda, pero esta obligación nunca fue completamente respetada. Estas podían ser usadas como dotes y así incrementaba la posición social de un cierto número de mujeres (Lavrin, 1990:8).
83
Amantina Osorio
Se evidencia que en el siglo XVII y la primera parte del XVIII, la conciencia de clase, fuertes vínculos de parentesco y la aceptación de los papeles tradicionales de la mujer fueron muy importantes. La condición étnica, económica y la edad, en función de la participación como mujer blanca, mestiza, indígena, negra o mulata, fueron factores que separaron a las mujeres en universos distintos.
Tanto la Iglesia como las autoridades civiles eran enfáticas en resaltar la importancia de preservar las buenas costumbres y con ello la estabilidad social, por normas e instituciones trasladadas por los españoles, pero que “en sus fundamentos se constituyó con elementos proporcionados también por los núcleos dominados, creando un mestizaje no solo fenotípico sino también cultural” (Borja, 1995:48).
84
Familia, mujer y género en la Colonia
Bibliografía
Balandier, Georges. 1975. Antropológicas, Barcelona, Península.
Bermúdez, Quintana, Suzy (1986). Análisis de trabajos históricos sobre la mujer latinoamericana durante los períodos de la Conquista y la Colonia. Bogotá, Uniandes.
Bermúdez, Sussy (1992). Hijas, esposas y amantes. Género, clase, etnia y edad en la Historia de América Latina, Ediciones Uniandes, Santafé de Bogotá, Colombia.
Bethell Leslie 1990. Historia de América Latina. América Latina colonial: población, sociedad y cultura. Ed. Crítica.
Bidegaín, Ana María. “Control sexual y catolicismo”. En: Las mujeres en la historia de Colombia, tomo II, Mujeres y sociedad, Grupo editorial Norma, Bogotá.
Borja, Jaime Humberto (1995). “Sexualidad y cultura femenina en la Colonia. Prostitutas, hechiceras, sodomitas y otras transgresoras”, en Las mujeres en la historia de Colombia, vol. 3, editado por Magdala Velásquez Toro. Bogotá, Norma.
85
Amantina Osorio
Friedemann Nina y Mónica Espinosa (1995). Las mujeres negras en la historia de Colombia. En Las mujeres en la historia de Colombia, vol. 2, editado por Magdala Velásquez Toro. Bogotá, Norma.
Gamboa, Jorge Augusto (2003). El precio de un marido, El significado de la dote matrimonial en el nuevo Reino de Granada. (1570-1650). Colección Cuadernos Coloniales. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Bogotá, Colombia (248 p.)
Gutiérrez de Pineda, Virginia. 1963. La familia en Colombia. Trasfondo histórico. Ministerio de cultura. Ed. Universidad de Antioquia.
Henao, Hernán (2004). Familia, conflicto, territorio y cultura. Instituto de Estudios Regionales y Corporación Región.
Herrera, Martha Cecilia (1995). Las mujeres en la historia de la educación. En: Las mujeres en la historia de Colombia, tomo III, Mujeres y cultura. pp. 330-354.
Hoyos, Mauricio y Angela María Molina (1994). Monografía de Itagüí. Editores: Jairo Casas Upegüi.
Jaramillo Uribe, Jaime (1992). “Introducción” En: Bermúdez Sussy, Hijas, esposas y amantes. Género, clase, etnia y edad en la Historia de América Latina, Ediciones Uniandes, Santafé de Bogotá, Colombia.
__________________ La población indígena de Colombia en el momento de la conquista y sus transformaciones posteriores. bdigital unal. Edu.co http://revistas .unal.edu.co
86
Familia, mujer y género en la Colonia
Ki-Zerbo Joseph (1980) “Historia de África”, tomo 1 De los orígenes al siglo XIX, Madrid, Alianza Universidad. En: Borja Jaime Humberto, Sexualidad y cultura femenina en la Colonia, p. 52.
Lamas Marta (1986). “La antropología feminista y la categoría de ‘género’”. Nueva antropología, vol. VIII, No, 30, noviembre, pp. 173-198, México.
Lavrin Asunción (1990) “La mujer en la sociedad colonial hispanoamericana”, cap. 4. En: Bethel Leslie, ed. Historia de América latina América Latina colonial población, sociedad y cultura. Ed crítica http:// www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Lavrin_mujer.pdf.
López Jerez, Mabel Paola (2006). “Las conyugicidas de la Nueva Granada: trasgresión de un viejo ideal de mujer”. Memoria & Sociedad - Vol. 10, No. 20. Enero - Junio, pp. 49-58.
Melo, Jorge Orlando (1988). “Historiografía colombiana - Realidades y perspectivas”. En: Biblioteca Luis Ángel Arango. Boletín cultural y bibliográfico. Vol. XXV, No. 15, Bogotá. pp. 59-69.
Morales Villegas, Inírida. Libertad y género. Mujer negra, mirar del otro y resistencias. Nueva Granada siglo XVIII. http://www.javeriana. edu.co/Facultades/C_Sociales/memoria/memoria15/genero.pdf
Norbert, Elías. (1987). El cambiante equilibrio de poder entre los sexos. Un estudio sociológico procesual: el ejemplo del antiguo Estado Romano. México, Fondo de Cultura Económica.
Ots Capdequi, José María (1958). Instituciones, Barcelona, p. 148.
87
Amantina Osorio
Patiño Millán, Beatriz (1995). “Las mujeres y el crimen en la época colonial. El caso de la ciudad de Antioquia”, en Las mujeres en la historia de Colombia, vol. 2, ed. Magdala Velásquez Toro. Bogotá, Norma, pp. 77-119.
Pérez, Jessica (2014). “Las relaciones ilícitas en la Nueva Granada entre la norma y los hechos”. Revista Credencial historia. Amor y pasión en la historia política de Colombia.
Robledo, Emilio (1954). Bosquejo biográfico del señor oidor Juan Antonio Mon y Velarde. Visitador de Antioquia. 1785-1788, Bogotá. Publicaciones del Banco de la República, tomo II, p.184.
Rodríguez J., Pablo (2002). En busca de lo cotidiano. Honor, sexo, fiesta y sociedad s. XVII-XIX, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, pp. 185- 196.
__________________ (1995) “El mundo colonial y las mujeres”. En: Las mujeres en la historia de Colombia, tomo III, Mujeres y cultura. pp. 72-102. Grupo editorial Norma. Bogotá.
__________________ (1995b). “Las mujeres y el matrimonio en la Nueva Granada”. En: Las mujeres en la historia de Colombia, tomo II, Mujeres y sociedad. pp. 204-239. Grupo editorial Norma. Bogotá.
__________________ (1992). Cabildo y vida urbana en el Medellín colonial 1675-1730. U. de A., Medellín.
Velásquez, Magdala (1995). Las mujeres en la historia de Colombia. Consejería presidencial para la política social. Grupo editorial Norma.
88