La crisalida de aire / Cesar Duarte S.

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La L A crisรกlida CRI Sร L IDA de DE aire A IRE

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La crisรกlida de aire



LA CRISÁLIDA DE AIRE

Cesar Duarte Sánchez

Tesis de creación para optar al título de: Magister interdisciplinar en Teatro y Artes Vivas

Directora de Tesis: Sylvia Jaimes

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE ARTES BOGOTÁ, COLOMBIA 2015



A mis Padres Cesar Julio Duarte y Rosalba SĂĄnchez por el amor que les tengo y tendrĂŠ siempre.


Agradecimientos

A las mil y una charlas con Luz Angélica Cardona A la integral orientación y generoso acompañamiento de Sylvia Jaimes A la cariñosa compañía de mis padres y de mis hermanas Angélica Duarte y Mónica Duarte Al importante apoyo de Lalo Santi A los consejos de Heidi Abderhalden, Jaidy Díaz, Zenaida Osorio Al cuerpo y espíritu en el arte de Mariana Mello, Carlos Forero Chadid, Victoria Bilbao, Helena Saavedra, Cristian Padilla, Laura Guazá


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Autor: Cesar Duarte Sánchez Directora de tesis: Sylvia Jaimes Maestría Interdisciplinaria en Teatro y Artes Vivas Facultad de Artes Universidad Nacional de Colombia – Bogotá, Colombia Primera edición Noviembre del 2015


Desde el Silencio / 3 Primera parte

El nudo en la garganta / 4 El aliento / 9 Volver a la habitación de infancia / 12 Un Hombre - “Demencia Senil” / 15 “Otro Hombre” / 16 “Una Mujer” / 17 Otra mujer: “Sarita Montiel” / 18

Pasado / 21 Dolores invisibles / 22 El oscuro bosque / 24

El grito / 26 Segunda parte

Viaje a la playa / 30 El extraño túnel / 34 Rey de los peces / 40 Bibliografía / 47



El pasado es pasado y el presente es la vida. ¿Cuánto de atrás cargamos a diario? ¿Cuánto y a qué del pasado le permitimos decidir por nosotros hoy? Este cuerpo, el mío, descubrió su pasado oculto en el bosque de lo subconsciente, lo trajo y lo usó. Buscando enviar mí voz hacia afuera intentando reconocerla, volvió como un boomerang con la comprensión de los afectos más cercanos, siendo las transformaciones en las relaciones familiares, y en especial Madre - hijo, el espacio de análisis, y reconocer el amor, la armad ura con la que viajé al oscuro bosque de lo interior y volví a la hermosísima luz amarilla del sol.


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Desde el Silencio El silencio es aire. El silencio es el cero de la voz. El silencio hace evidente el paso del tiempo. El silencio se niega al olvido. El silencio es calma. El silencio es compañía. El silencio es soledad. El silencio es escucha. El silencio abraza. El silencio es íntimo. El silencio es hablar de otra manera. El silencio es esperar. El silencio es recordar. El silencio es escucha. El silencio hace conciencia de la emoción que lo precede.

El silencio es…respirar


Primera parte

El nudo en la garganta



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Durante los últimos siete años he hecho todo lo posible por esclarecerlo, pero alfinal no he encontrado ni una sola pista. El muro que me bloqueaba el camino era inexpugnable. Quizá la clave para resolver el misterio se esconda dentro de la historia de La crisálida de aire. Si existe esa posibilidad, por ínfima que sea, quiero jugármela por ella. No sé si estás capacitado o no, pero sientes una gran estima por la obra y estás metido hasta el fondo en ella. Puede que eso te capacite. (Murakami.- 2009, pag, 133)

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a primera pregunta ¿cuál es su cicatriz? La respuesta la encontré en un nudo en la garganta que claramente no sabía de dónde venía. Sentía algo en mi pecho parecido a las ganas de llorar y al bloqueo en el habla que esto genera. No había sufrido la muerte de ningún familiar cercano ni recordaba haber vivido penas muy fuertes, tampoco me había fracturado o herido, era un privilegiado en el mundo. La música como lenguaje de creación estaba en un punto muy atractivo y disfrutaba de jugar con el sonido de los instrumentos y en ese juego entablar comunicaciones con otros. Sentía en cada ensayo que estaba tratando de llegar a un otro con el sonido, que exponía mi espíritu y lo hacía visible a los demás. Pero cuando quería hacerlo con la voz estaba completamente bloqueado, ni las palabras ni el sonido salían y sentía cómo ese nudo se apretaba con tan solo intentarlo. En mi autoanálisis con unas ganas enormes de descubrir en mi pasado las causas que no me permitían cantar libremente, empecé mi búsqueda viajando a mis recuerdos y escarbando entre las historias de mi familia, los relatos de las anécdotas y los álbumes de familia con sus respectivas narraciones, buscando mi historia con relación al habla y a la cicatriz psicológica que intuía. Desde la niñez aparecieron historias que podía asociar con una posible razón por la cual no podía cantar. Entendí que mi voz nunca me gustó porque era demasiado nasal pero ahora ese sonido me parecía interesante porque era particular y aun gustándome no lo podía explorar. El primer recuerdo que abordé fue la historia que me conto mi mamá repetidas veces de mi nacimiento. Como yo la entendí…

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Cuando yo iba a nacer, mi mamá se fue para el hospital junto con mi papá y una tía en un Renault 4, y en el camino intentando cruzar la carrera séptima, se encontró con la caminata de la solidaridad por Colombia, que como todos los 31 de agosto convoca artistas y público a lo largo de la avenida. En ese momento estaba pasando El chavo del ocho y había tanta gente que el carro en el que iba no podía pasar hacia la clínica y quedó atascado. En medio del afán y en medio ya del proceso de parto, mientras yo intentaba salir, del susto que yo naciera en el carro mi mamá inspiró fuertemente hhhhhm, y me devolvió. Diez horas después nací, No grité porque tenía líquido en el pecho que los médicos sacaron y finalmente pude respirar. Por un momento pensé “eureka”. Supongo que haber vivido esto en el preciso instante en que chiquitico me asomaba al mundo y no haber podido dar el primer grito esperado por cualquier niño que según la cultura popular fortalece y despeja los pulmoncitos de un bebé, había hecho que mi cuerpo no tuviera la fortaleza suficiente para desarrollar las habilidades pulmonares que todo humano necesita para cantar. Sin embargo una vez estaba convencido de haber tenido que aguantar aire un tiempo record antes de nacer y haber encontrado el momento en que se originó mi cicatriz, pedí a mi mamá que me contara de nuevo la historia y después de más de tres décadas de haberla entendido así, me dijo “así no fue”. Destruyendo la cicatriz que me hacía feliz haber encontrado. No muy convencido le pregunte a mi papá y tampoco recordaba nada más que la tensión de mi mamá por el retraso al llegar a la clínica por el bloqueo de la caminata sin mucho más que contar. Decidí seguir avanzando en mi búsqueda en los recuerdos familiares y me encontré con un bebé que pasaba muchas horas en una piscina nadando sin ningún temor. Desde pequeño en clases de natación disfrutaba de aguantar la respiración más que los demás, mis papás me metían y me sacaban del agua durante horas mientras yo siempre mantenía una sonrisa. Eso significaba entonces que mis pulmones se habían fortalecido desde niño y aun hoy disfruto de aguantar más de lo normal la respiración bajo del agua. Esto descartaba cualquier afección física en mis pulmones y al contrario parecería que son muy fuertes.

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El aliento

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ntentando reconocer la intención y el sonido de la voz propia y buscando desde dónde se impulsa, me empiezo a fijar en mi propio cuerpo. El que siempre está ahí, el que todos los días habito y que pocas veces observo.

La respiración es mi única constante compañía, como un ruido blanco que genera un sonido imperceptible. Ahora ya no pasa desapercibida ninguna respiración. La duración de cada inhalación empieza a ser medida, el aire entra en el cuerpo ahora tratando de ser sentido en cada pedacito interno. Al abstracto diafragma en desuso, ubicado en algún lugar bajo las costillas al fin lo empiezo a reconocer. Los músculos de mi pecho parecen no estar en forma, un poco descuidados desde hace tiempo, se han vuelto cada vez más flácidos. Parece que estoy en lo que sería un inicio del descenso de la cresta más alta de la plenitud física, por mi edad de manera natural, teniendo en cuenta que no ejercito mi cuerpo. Mi espalda sugiere a veces una joroba mantenida con el pasar de los años. La espalda esta tensa prevenida por una antigua molestia en la columna. Entre el pecho, la espalda y la boca se ubican las partes de mi cuerpo, que creo que participan en el habla. Mi esternón es más hundido de lo normal y a medida que pierdo fuerza abdominal, se pronuncia la barriga y se curva la espalda. Todo el esfuerzo recae en la garganta. Dos paladares que siempre han estado allí son descubiertos, uno más blando que otro. El recorrido del aire descubre nuevas cavidades internas. Esta etapa despierta un cierto temor frente a lo que significa empezar a perder lo que hasta ahora era ganar. Para mantener esa cresta es sabido que la disciplina física y alimenticia es necesaria. ¿Qué tan dispuesto estoy a modificar mis hábitos frente al cuerpo? Antes no había sido necesaria esa pregunta. Tampoco tengo malos hábitos. Pero es que ahora empieza a existir la necesidad de usar una voz que había usado sólo lo necesario, justo en el momento en que siento que el cuerpo empieza de manera natural a bajar su fuente de energía, y esa voz requiere una energía extra. Los primeros sonidos que descubro en mi cuerpo, son demasiado suaves e internos. Desde el interés por la música descubro a la artista Laurie Anderson, despertando un interés por mezclar la voz con lo maquinal. El sonido mediado convierte la voz en instrumento intervenido con la opción de ser esculpido desde la síntesis, amplificado y potenciado. Esto permite transformar la voz como extensión del cuerpo que busca despertar.

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Los afectos también son una razón que impulsa el deseo de usar la voz. El decir a las personas que quiero lo que pienso sin temor al desacuerdo o la censura. Aunque disfruto mucho permanecer callado mientras los demás hablan, ese silencio es tensión con algunos. Pronunciar desde lo emocional parece todo un reto. Cuando el reto se bloquea, también se bloquea el sonreír y el llorar. La voz así es un monstruo al que le damos vida. Contrasta con el deseo de estallar, ser escuchado, tocar lo que está lejos, aprovechar la sonoridad de manera lúdica y también objetiva. Se convierte en el temor por asomarse al propio interior. Miedo a la exposición y a que el monstruo se cierre, se deforme, pierda sus posibilidades, se hiera, sea expuesto al prejuicio, se desgarre, se inflame, se oculte, se apague, se calle, a pasar desapercibido, a que se vaya la voz y se pierda el aliento, a ser olvidado. Miedo a la muerte. Unos primeros movimientos del aire. Los ejercicios de respiración empiezan a aparecer. Incluyo rutinas diarias que anoto en papelitos que cuelgan frente a mi cama. La autonomía no es suficiente y debo recurrir a talleres y grupos donde se hacen estas rutinas de manera continua. Los primeros días la garganta duele y se fatiga. Todo el esfuerzo se concentra en el cuello y las cuerdas bucales. Conozco por primera vez una imagen de lo que son estas cuerdas como si estuviera conociendo un extraterrestre, no me las imaginaba así. Dos cavidades a su lado se alternan el paso de la comida y el aire de manera sincronizada todos los días y no las había visto, ni me podía imaginar cómo eran. Empiezan a aparecer posibles articulaciones entre los músculos en desuso de la cara, las costillas estáticas, los pulmones olvidados, el estómago cansado, el cuello, la laringe, la faringe, la boca, los labios y el aire, siempre el aire. La psicología tocada por la intención de revivir los recuerdos junto con el navegar por el interior del cuerpo físico, empiezan a despertar en lo emocional fibras sensibles que sin notarlo se estaban quedando dormidas. El páncreas y el estómago al ser estimulados despiertan emociones psicológicas sin buscarlo. No basta con reconocerlos, los músculos automáticos del cuerpo que descubro, requieren además de entrenamiento físico para ser reeducados, un motor psicológico que capacite al cuerpo para mantener el deseo y afrontar el entrenamiento. La voz sonora se sitúa al lado de lo inmaterial, en el débil intersticio que separa lo real de lo irreal, la realidad del sueño, la materia del espíritu.

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Volver a la habitación de infancia A los dos años de edad en el año 1984 ubiqué mi primer recuerdo propio como imagen.

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erré los ojos y respiré profundo, me dispuse a dormir. Mientras conciliaba el sueño, permití que mis recuerdos transcurrieran por mi mente, no los detuve. Cuando me desperté mantuve los ojos cerrados y pensé en mi habitación de infancia. Caminé por el lugar. Mi mente se ubicó en 1984. A los 2 años de edad. Busqué convertirme en el piso, en la pata de la cama, en la textura de la pared. Esperé hasta abandonarme en el recuerdo. Caminé por la habitación. Sin saber hacia dónde. No había formas fijas, ni en la luz ni en sus trayectos, ni en los obstáculos ni en las distancias. Estaba solo con mi recuerdo. Atravesé la habitación. Sentí el piso. Experimenté los espacios que no tienen forma en el recuerdo. Caminé hacia allá aunque mi mente no me lo permitía, aunque mis ojos no querían mirar. Mis tanteos dicen que ya no sé orientarme en ese espacio que una vez fue habitual y mil veces recorrido. ¿Cuántos pasos hay entre la cama y la puerta? veintitres. ¿Qué hay entre la ventana y el piso? Una pared blanca con un aplique en madera oscura, al lado una cama grande. ¿Cómo esta guardada la ropa? No la veo. ¿Qué habita en las esquinas? Una linda cocina verde manzana en la esquina más lejana, un perchero al lado de un tocador. Vi algo con claridad, me aferré a eso, no lo solté, lo recorrí detalle a detalle, lo sentí, lo olí. Una mujer, un hombre y dos niñas. En el centro del salón permanecen congelados en el recuerdo. Quietos en medio de una acción que parece estar sucediendo en la mañana muy temprano, por la suave, dispersa, clara y cálida luz del sol que los ilumina.

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Todos juntos alzan las dos niñas. Huele a chocolate. Sentí la cama desde la que estoy observándolos y me acosté en ella. Me pregunté ¿Qué tan capaz era mi mente de calcular con exactitud las distancias, ver los detalles de los objetos y la arquitectura? Lo que para mí era un recuerdo que me pertenecía ahora resulta incierto. No estaba seguro de ser el mismo que antes vivió allí. Extendí los brazos tratando de alcanzar algo. Giré 180 grados muy suavemente mirando cada detalle de la habitación. No estaba seguro de mi memoria. ¿Es mi mente de hoy, quien dibuja un espacio para llenar el recuerdo? Escarbé en las fotos antiguas la memoria dormida. Vi desde mi cama en el salón muy grande otras dos camas. Ahora de noche las cuatro personas dormían en esas dos camas mucho más grandes que la mía, desde la que yo observada, ubicada en una esquina. Al otro extremo de la habitación, una mujer en medio de la silenciosa noche miraba a través de un espejo con las manos juntas, sosteniendo su cabeza observaba el sueño de todos. Me miraba a través del espejo fijamente a los ojos, como si llevara mirando décadas y contara un tiempo diferente al terrenal. Desde un espejo que había borrado el reflejo de todo el espacio que la rodeaba, con todo vacío, con toda calma vigilaba la noche, como si supiera que su destino era mirar desde allí por siempre. Me tape la cara con la cobija y no volví a mirar. Pero sabía que ella siempre estaba ahí. Todavía hoy está ahí. Papá: Yo no vi nada. Mamá: Yo vi a un señor vestido como Cristóbal Colón en el espejo cuando era chiquita. Hermana G: Yo vi esa señora al lado de una botella de cocacola. Hermana M: Yo la vi y me pare detrás de ella. Y tiene cuerpo y todo y me volvi a acostar a dormir. Me da miedito. Yo: La vi y en ese momento sentí miedo. Hoy el recuerdo de la imagen no es miedo sino protección. Ya no era una mujer fantasma. Hoy siento que era mi mamá protegiéndonos en la noche aún mientras dormía.

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urante la niñez no recordaba mucho que pudiera relacionar con el instinto de mi voz aparte de jugar mucho tiempo en silencio. Sin embargo era un silencio que recordaba como placentero porque siempre estaba concentrado en alguna fantasía con mis juguetes. De manera particular hacia aullidos y chillidos con mi voz alrededor de los ocho años mirando por la ventana de mi cuarto hacia un lote grande y vacío que quedaba detrás de mi casa. En las narraciones familiares parecía ser un niño particularmente callado que disfrutaba del silencio. En mi memoria ese silencio se volvía preocupante para los demás. Al revisar las grabaciones en que tengo doce años me sorprendió escuchar la delicada voz que tenía, igual a la de mis hermanas, chillona, delgada y con un acento de niño consentido. Con una sonrisa me escuche hablar y ahora yo mismo me estaba burlando de mi propia voz. Si esa es la reacción frente a los cambios de voz en los niños debió ser muy difícil cargar con esas burlas de gente que como yo hoy se ríen al escuchar eso. Aún así no era suficiente razón para no poder cantar, todos los niños del mundo nacen con una voz que se transforma en la adolescencia y yo no fui la excepción. Las pocas burlas que recuerdo a esa edad eran de mi hermana que decía que siempre tenía la nariz tapada. Apareció entonces una grabación en la que efectivamente mi voz se escucha como si tuviera la nariz tapada, con unos ocho años hablando con mi abuelita sobre el elefante trompitas, que yo pronunciaba tdompitas. Aunque haber escuchado esa grabación siempre traía el chiste de mi nariz sobreprotegida por haber tragado liquido al nacer, a mí me llamo la atención la voz de mi abuelita. La idea de tener en mis antepasados un pedacito de su sonido me hizo pensar en detectar cual era el pedacito de ella. Fui entonces a su casa y le pedí que me contara todo el álbum de fotos mientras yo la grababa. En su voz encontré un vocabulario del que no me había percatado lleno de palabras propias de la región de Tunja donde nació. Entre sumerce, taita, mijo y un listado de objetos y palabras que ya no se usan…apareció entre sus historias una que me pareció más importante que su sonido. A los doce años su mamá la regaló. Mi abuelita, recuerdo que cantaba en su casa mientras tejía y yo alrededor de ella jugaba, si no cantaba, silbaba y su sonido llenaba el espacio. Entre una niña que es regalada por su mamá y un niño que tiene la nariz tapada mis argumentos no eran nada. Escucharla además de disfrutar su sonido me hizo pensar en la influencia de un recuerdo fuerte en relación a la familia, que puede llegar a callar o no la voz de alguien, por lo que decidí buscar en otras personas esos momentos fuertes que en mi propia vida no veía.

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Primero fijándome en el recuerdo de mi abuelo.

Un Hombre - “Demencia Senil”

Hay personas que a medida que van creciendo van olvidando su pasado, su rastro es borrado por el viento. Quienes los conocieron los ven pasar sabiendo que ahora son un cuerpo habitado por una mente sin memoria. Sus hijos se convierten en jóvenes extrañamente atractivos, sus amigos viven en las pocas imágenes que pueden aferrarse a la mente siendo de los pocos recuerdos que se niegan a ser olvidados. El pasado se llena de vacíos que son cubiertos por la reescritura constante del recuerdo mediante el relato. La historia se cuenta una y otra vez, cada vez con una pequeña modificación, tan pequeña que ni siquiera el que la cuenta nota cómo se va transformando poco a poco en la idealización del pasado. Algunos quieren reescribir su pasado enfatizando en el dolor, y su vida cada día que pasa, ve el pasado como algo cada vez más doloroso, reescribiéndolo día a día con mayor dolor y sufrimiento al punto en que se convierten en almas en pena que pagan en vida el propio pasado que se han encargado de construir.

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En la calle ubiqué otras personas en las que veía algo parecido a lo que eran mis familiares de mayor edad. Parecido a mis abuelos en lo que hacían y en cómo se veían. Decidí confiar en mi ojo fotográfico más que nada y acercarme a ellos por su apariencia preguntándoles en qué momento sienten que no pueden hablar. La pregunta por la voz ya no era solamente entonces por el sonido de la voz para cantar sino por la incapacidad de expresar lo que se piensa con palabras.

“Otro Hombre”

No es que uno no pueda hablar pero el problema es, aunque pueda uno hablar siente uno el peligro de que la gente tenga retaliaciones con uno, por uno hablar las verdades. Ordenada es una vida ordenada, quisiera yo tener Amigos fieles uno no tiene El todo es que uno no se deje dominar por las adversidades Tener uno así sea… que le paguen a uno por así sea barrer, de todas maneras desde que a uno le guste trabajar no importa en lo que sea, el todo es que pueda uno trabajar en lo que sea Todo mundo le tiene miedo a la muerte, pero esas son cosas que le tocan a uno. Entonces a la hora del té, uno no tiene por qué temerle a la muerte, porque uno sabe que le toca. El día que sea pues si le teme uno a la muerte porque todo el mundo le teme a morir, talvez no todo todo mundo, pero si la mayoría le tienen miedo a la muerte. Pero sabe uno que le toca morirse. También a la soledad, si le temo, Mi mejor recuerdo, la juventud Pensar en la prosperidad Trabajar para prosperar uno el día de mañana La sensación al llegar la noche, es orar y descansar Ser correcto en la vida, no ser uno un delincuente, nada en la vida trabajar para no ser ni vago ni nada, trabajar Yo por ejemplo trabajo para el hogar donde está mi esposa, mis hijos y mis nietos Hay un momento en que no puedo hablar Cuando estoy llorando 16


“Una Mujer”

Casa esquinera, dos ventanas, una puerta en toda la esquina. Adentro una mujer. Ha tenido una tradicional tienda por años. La acompañan a diario sus dos perros. Al llegar a una edad avanzada arrienda el lugar. Su familia la interna en un hospital psiquiátrico por quince meses. Durante este periodo sus perros mueren de pena moral. Vuelve a casa y su esposo e hijo la esconden impidiéndole que hable con la gente del barrio, amenazándola con volverla a llevar al hospital si lo hace.

Cuando estoy explicando algo. Puede ser mi hijo puede ser mi esposo. Que no que no hable nada, que no le dirija la mirada a determinada persona, y entonces yo quiero hablar con ellos porque ellos me agradan y son conocidos míos. Y ellos dicen que no, que no hable nada. Porque como a mí me tuvieron quince meses hospitalizada, quince meses. Y ellos quieren que si yo no hago lo que ellos quieren, ellos dicen que me meten allá. Yo siento que ellos quieren meterme allá pero yo, que me vaya no que tal. Ya me di cuenta que para mí estar allí es un castigo y entonces no quiero. Por determinados viejitos, determinada gente que están allí. Eh Ave María la gente allá, metida es donde se da cuenta uno lo que hacen con la gente. Y la gente que no tiene que estar allí. ¿Por qué? no señor, sino que la otra gente le coge y Ave María, Y uno tiene que darse cuenta de todas esas cosas. Aquí cualquier cosita de si llevo la contraria de alguna cosa, que no quiero esto o aquello, ahí viene el problema

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Otra Mujer - “Sarita Montiel”

“Porque yo no puedo llorar, yo mi ventaja es esa que yo no puedo llorar, me da un dolor aquí en la nuca, me tumba la cabeza hacia adelante, pero yo no puedo llorar” Una niña de ocho años se escapa de la casa de su padre porque su tía la humilla y le da un trato que ella no soporta, entre otras cosas a veces la mete dentro en un costal y la deja todo el día colgada de una viga. La niña al escapar se rapa, se corta las cejas y se pinta la cara con achote para que su papá y vecinos no la reconozcan en la calle. Comprueba que esto funciona al cruzarse con su papá por la calle y aguantando el aliento ver que el sigue de largo. El Dr. Ibarra, su padre, paga detectives para que den con su paradero sin éxito. Sarita, la niña de ocho años entra a un circo por la parte de atrás colándose entre los animales y logra que la adopten como trabajadora, cuidadora y artista del circo. Roba comida para los animales en las noches logrando desde el principio ganarse la confianza de todo tipo de fieras, y en el día inventa números exitosos que atraen la mirada al circo. Al ser la niña estrella del circo, su padre la ve en función, pero ella tiene tanto temor por el castigo que pide al dueño del lugar al terminar su acto, que la esconda y nunca vuelve a hablar con su papá. Sale del circo saltando de trabajo en trabajo cada vez que consigue un poco más de sueldo, entre tiendas y barras va creciendo hasta que al cumplir los veinticuatro años, se entera por televisión que su papá, el Dr. Ibarra, quien fue cinco veces presidente del Ecuador, ha muerto. En la calle quince con tercera en la ciudad de Bogotá hay una tienda pequeña con atmosfera de Bogotá añeja. Hace cincuenta años “Sarita Montiel” como le gusta que la llamen, hoy con noventa y tres años, permanece allí con las puertas abiertas. Es un espacio de unos 4x4 metros, dentro del cual hay cuatro mesas, un baño con aspecto de orinal, un mostrador, trece puestos entre sillas y butacas. Detrás del mostrador se alcanza a ver un espacio que no parece ser más grande que la tienda, en donde ella vive. Allí hospeda por temporadas a otra persona. Atrás guarda la mercancía que vende los fines de semana en el mercado de las pulgas y que lleva todos los domingos ella misma arrastrando dos carros de balineras. Al volver a su casa, se sienta en una silla al lado de la puerta a fumar un cigarrillo, esperando tal vez que algún día entre su hijo que la abandonó hace cincuenta años.

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En cada entrevista percibí en esas personas sentimientos de rabia, impotencia, resentimiento, olvido, ganas de hablar desde lo que se guarda con dolor. Aunque no eran mis propios recuerdos, sentí empatía con sus emociones. Descubrí que la impotencia de hablar podía llegar de muchas maneras.

“Yo no puedo llorar, yo mi ventaja es esa, me da un dolor aquí en la nuca, me tumba la cabeza hacia adelante, pero yo no puedo llorar”

“Hay un momento en que no puedo hablar. Cuando estoy llorando”

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Pasado

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ontinué mi búsqueda. Llegando a la adolescencia, encontré que el cambio de la voz, me llegó en una edad promedio sin mayores complicaciones y aunque podía representar los momentos más difíciles frente al afrontar la nueva voz de un adolescente, sonoramente no tuvo en mi caso mayores anotaciones. .

Sin embargo descubrí que hasta la adolescencia empezaron a aparecer recuerdos en los que trataba de defender mis propios pensamientos, antes no. Principalmente frente a mis padres, aparecían recuerdos en los que quería decir cosas que iban en desacuerdo. Entre querer vivir la vida como empezaba a soñarla y el peligro que eso representaba, yo quería alejarme de ellos y de mi familia porque eran los primeros con los que me tenía que enfrentar. Hace 20 años yo quería decir No aguanto estar cerca no quiero estar aquí Hace 20 años yo quería decir Si no te quisiera tanto me alejaría de ti Hace 20 años yo quería decir Yo hago lo que quiera aunque no te guste a ti Hace 20 años yo quería decir Cuando no estoy cerca siento que puedo vivir Hace 20 años yo quería decir Tu genio no lo aguanto llévatelo de aquí Pero no lo hice

jamás

Pero no lo hice

por ti

Pero no lo hice

jamás

Pero no lo hice

por ti

Recuerdo en la adolescencia la intención de abrir el alma frente a los demás y no haberlo hecho. El recuerdo es pasado. ¿Para qué aferrarse? Mejor reconocerlo para usarlo a favor, como un motor de fuerza. No ser víctima, ser sobreviviente.

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Dolores invisibles

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n esa época mi mamá empezó a viajar fuera del país. Ya estábamos llegando al año 1996. En ese año aparecieron los primeros recuerdos por acercarme al interpretar un instrumento también, muy despacio. Antes no encontré ningún recuerdo en el que quisiera usar mi voz o el sonido de manera especial. Cogía una guitarra y repetía una y otra vez introducciones de canciones de Nirvana, Tesla, Metallica… Ese gusto por entender la música por pedacitos se mantuvo de manera lenta pero constante hasta hoy. Hoy son una razón importante para usar la voz. Si lo miro desde lo musical bastaría aprender a manejar mi cuerpo y entrenarlo para que el sonido se pueda formar. Ahora empieza un entrenamiento constante cada semana entre desarrollar el oído musical y usar las letras de otros para que mi sonido se ubique en un rango manejable. La historia de “Sarita Montiel” me llevo a la canción “lágrimas negras” en la versión del documental “Cuba feliz” Aunque tú me has dejado en el abandono, Aunque tú has muerto todas mis ilusiones En vez de maldecirte con gusto encono En mis sueños te colmo En mis sueños te colmo de bendiciones… Mientras aprendía a cantar esa canción después de muchos ejercicios y repeticiones sintiendo la carga emocional de la historia de Sarita y el abandono al que ella había sometido a su papá quien parecía quererla mucho y a su vez a ella su hijo, fui entendiendo que en la intención sonora de la voz, el cuerpo poco a poco se va desarrollando y encontrando su postura para que el sonido tenga un cuerpo esperado. Como a un deportista se le siente el entrenamiento. Con las palabras propias no sucede igual, mientras más cantaba esta canción buscando interlocutores me daba cuenta de lo que sus palabras resuenan y de cómo la intensidad del sonido en una palabra u otra podía hacer que su sentido cambiara dando énfasis en diferentes ideas. Todas estas ideas me llevaban hacia el olvido por alguien que aunque no se lo merece se le colma de bendiciones. Esta idea me empezó a parecer cargada de resentimiento y al yo no tener un resentimiento hacia nadie mi interés hacia ella cayó rápidamente. Mantuve su sonoridad que sí me parecía cargada de una nostalgia por el pasado que me atraía. Jugando a cambiar sus palabras poco a poco la canción se fue transformando en una canción que le dedique a mi mamá y gracias a la cual vi la historia que he vivido con ella desde donde no la había visto. 22


Hoy aquí mi aliento guarda el dolor del olvido Hoy a tí quiero traer de vuelta el pasado Volver a ver Tu carita aquí como antes Congelar nuestro tiempo Para amarnos por siempre amarnos

Vuelvo a ti, beso el recuerdo y mi voz te toca. Vuelvo a ti, el aire trae por dentro tu aroma. Vuelvo a ti, Siempre te quiero… respirar

Y fue en esa estrofa en donde por fin con un pequeño susurro sentí por primera vez en mi vida que estaba cantando. No por el sonido sino por el lugar del corazón desde el cual se había revelado.

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El oscuro bosque



uaaa gaj aaaaa flflflfl blaj pshshshshshshgrrrrrrr ssssssssss.hh hhhhhhhhhhhhhhhh aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa jfuuuuuuuuujfuuuuuuuu jfuuuuuuuuuu jfuuuuuuuuuuuuuuuu jak ajak jak jak jak jak jak prtttt ptrrrr ptrrrr prtttt prtttt prttttt prtttt prttttt prtttttt prtttttt ieieieiieieieiieieieiieieieiieieieiieieieieieiieieiei ieieieiieieieiieie ieiieieieiieieiieie

L

a historia con mi mamá desde mi adolescencia hace veinte años, se vio atravesada por la difícil decisión de vivir fuera del país. Desde su partida intenté apoyarla y ver su viaje como algo benéfico para ella y de hecho aún pienso que fue así. En su historia Sarita contaba que al tener ocho años huyó de su casa y junto con la canción “lágrimas negras” repetida una y otra vez, revise poco a poco la referencia más próxima que era mi mamá, en donde ella tuvo que partir no porque quisiera hacerlo sino porque su situación la hizo actuar así. Sus hijos ya estábamos grandes y sus oportunidades en Colombia se cerraron cada vez más, produciéndose entre las historias, la exploración física con el sonido y la canción, una tensión que resulto en la comprensión del dolor que significaba para mí durante años sin haberlo visto, la separación de mi mamá.

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Eran los años noventa, una época de narcotráfico y violencia que se llevó una ola de emigrantes que alcanzó el mayor número en la historia de Colombia el año 2000. Yo también intenté emigrar junto con mi mamá pero mis oportunidades eran mejores acá y tuve que volver a Colombia, después de haber conocido junto con ella todo el dolor y transgresión emocional y mental que implica un cambio tan radical. Entre las razones de su partida hubo un hecho violento en el que la amenazaron por dinero y la retuvieron una mañana en un carro varios hombres armados. En ese momento lo vi como una anécdota pero hoy pienso que lo vi así por hacer parte de un país que tolera los actos violentos permitiéndoles sin darse cuenta entrar en la cotidianidad del hogar. En el primer viaje que la acompañé a los diez y nueve años, recordé lo fácil que me adapté al cambio de idioma y cómo en un momento, de repente, el cerebro entendió la lógica del otro lenguaje. Como una imagen de un holograma que se mira fijamente y no se entiende y de repente en un segundo aparece frente a los ojos. Entre la necesidad por hablar en la calle y la disposición por la escucha el cerebro pareció correr a toda velocidad para entender el nuevo dialecto y así mismo pronunciarlo. De ese viaje han pasado quince años en que nunca ha cambiado el amor que siento por mi mamá, pero sí estaba cambiando la manera en que veo el dolor de la distancia. Hubo una transformación de manera radical al partir mi mamá. El enfrentarse a un mundo desconocido sin la protección del entorno familiar, con un nuevo idioma y con lo trasgresor que puede ser llegar a una nueva cultura donde se debe partir de cero económica social y moralmente era una constante tensión. El cambio también fue radical en el núcleo familiar que se dividió y segregó en rumbos diferentes los unos de los otros. Las injustas leyes fronterizas que definen las relaciones de las familias que viven separadas por las fronteras, son cosas tan grandes y poderosas frente a los alcances individuales que no queda más remedio que aceptarlo y callar mientras el tiempo pasa aferrándose a la esencia del que está del otro lado. Revisando el álbum de familia junto con mi mamá y escuchando en su voz la historia de mi vida pase nuevamente por todo tipo de emociones. Recuerdos, tanto buenos como malos, volvieron a la luz pero con la satisfacción de poder ver los malos con un efecto sanador. La distancia temporal con los recuerdos y la distancia física con ella cambiaron la percepción de las imágenes. El nudo en la garganta volvió a aparecer al despedirme una vez más de ella y al ser consciente del tiempo que no vuelve.No hay que callar nada ni guardar nada, ni conservar esa voz que hemos mantenido

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El grito No hay que callar nada ni guardar nada, ni conservar esa voz que hemos mantenido hasta entonces. No hay que “ahogarse� y punto, no sentir nostalgia, no intentar avivar esa voz terminal. Lo que hay que hacer es celebrar la nueva piel que nace en la garganta, y por duro que parezca, silenciarse del mejor modo posible. Al fin y al cabo no hay estallido sin dolor

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SEGUNDA PARTE

Viaje a la playa



Yo no río y no lloro. No tengo olfato y ya no veo. Me niego a dejar de sentir. Sé que en la playa está mi voz y en ella el tesoro perdido.

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ivo en una ciudad que está a 984 kms de la playa y siempre quiero estar allá. He ido varias veces desde los doce años y cada vez que toco la arena y entro en el agua olvido todo y recuerdo quien soy. Allá pienso “este es mi lugar y desde aquí puedo verlos a todos”. Con los ojos abiertos bajo el agua mi cuerpo levita sin necesidad de respirar. Las personas que he conocido pasan por mi mente casi como si los pudiera olfatear. El agua me recibe como parte de ella. La muerte se evoca en la nostalgia de haber vivido momentos con muchas personas que solo pueden estar conmigo en el recuerdo. Es la plenitud del cuerpo propio alimentada por lo vivido con los demás. La última vez que viaje a ver a mi mamá fue hace un año, llevaba dos años sin verla. Ella vive en la ciudad del sol, en la playa. En la playa nos despedimos siempre, también es su lugar favorito. El agua del mar parece conectar los espíritus. Los que están presentes, los que ya no están, los que están lejos, los que se van. Por un momento todos parecen estar allí. Los papás, los abuelos, los amigos, los que se han cruzado en el camino y tal vez solo en ese instante vuelven a pasar y vuelven a pasar. Ir y volver Cada vez que me sumerjo siento cómo descansa el espíritu. El viaje implica dejar atrás todo, el equipaje sólo puede pesar 22 libras, un resumen de la vida en una maleta. Simplificar la carga, no aferrarse a nada. El viaje es un filtro que te hace verte de manera individual, desamarrarte, simplificarte, lo que está de más estorba, limpia. En la playa puedo jugar. En la playa soy feliz. En la playa olvido todo lo que no está bien.

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En la playa no hay nudo en la garganta. Mientras escucho el trabajo sonoro “Dolmen Music” de la artista Meredith Monk, pienso: La melancolía del atardecer, el aire en la cara, el ambiente volátil de las relaciones familiares, la individualidad dentro de lo grupal, la libertad de la voz, el dolor, el sufrimiento, la sensación de volver a la raíz anterior a la lógica. La vibración que evoca el ritual. La suavidad, la sorpresa, el tiempo, los cambios emocionales repentinos, la conversación, el instinto. El silencio. El respirar, el estómago que ondula con la voz. El instrumento. La tensión, salir de ahí sin pensar en lo que quedo atrás. Volver a la raíz con más fuerza. Lo animal frente a lo fractal. Fin.

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El extraño túnel

E

l túnel del tiempo se abrió en diferentes vías. Me llevó primero a la época del nacimiento, después a la época de la adolescencia, después al final de mis veinte y me vuelve a traer aquí, saltando entre uno y otro recuerdo de forma no lineal buscando relaciones. El tiempo se controla desde factores externos. Mi memoria lo recorre aceptando los repentinos cambios. Las repentinas conexiones. Lo externo, soy yo mismo en otro tiempo, en otro espacio mandando y recibiendo mensajes. El pasado vuelve hoy y toma el control. Desde otro espacio-tiempo se mezclan las temporalidades y se condicionan, se fusionan.

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Descubre que lo que hay dentro de la crisálida es ella misma. Se contempla a sí misma desnuda y acostada en el interior. Su otro yo está boca arriba con los ojos cerrados. Parece inconsciente. Ni siquiera respira. Igual que una muñeca. —Ésa es tu daughter—dijo el Little People de voz ronca. Tras lo cual carraspeó. Al darse la vuelta ve, de pronto, que los siete Little People están allí de pie, formando un abanico. —Dóter —repite automáticamente la niña. —Y tú eres lo que llamamos mother —dijo el de la voz de bajo. —Móder y dóter —repite la niña. —La daughter sustituye a la mother —dice el Little People de voz atiplada. —Me he dividido en dos —pregunta la niña. —No —responde el Little People tenor—. No te has dividido ni en dos ni en nada. Tú sigues siendo tú de pies a cabeza. No te preocupes. La daughter sólo es la sombra del corazón de la mother, que ha tomado forma. —Si la daughter desapareciese, la mother perdería la sombra de su corazón —dice el tenor. —Qué le ocurre a la móder que pierde la sombra del corazón — pregunta la niña. Ellos se miraron entre sí. Nadie respondió a la pregunta. (Murakami.- 2009, pag, 465)

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Somos la Móder y Dóter de nosotros mismos, a través de la memoria nos protegemos y acompañamos. El niño que éramos le da consejos al adulto que somos. Revivir el recuerdo permite dialogar y transformar la sombra del corazón. Tememos a la Dóter en nuestro interior, en la distancia que tomamos con nuestros monstruosos nudos internos, tratando de nunca encontrarnos con ellos. Canto a mi “dóter”, desde el recuerdo inventado. Un canto extraterrestre recompuesto a una “dóter” que a veces existe.

Rosora quimbreu Rosaro retembreu rosi morrorra minine morrorra, retebereimburjn rosoraquimbrreu rosimorrorra minine morrorra retebereijburn rosoraquimbrreu rosimorrorra mininemorrorra

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El director alemán Heinner Goebbles, en una conferencia dentro del marco del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá del 2014, abre una vía de búsqueda con sus métodos de trabajo desde el sonido. En su trabajo diferentes sonoridades de voces con diferentes idiomas y dialectos, componen una misma obra. La música marca temporalidades con un sentido dramático. El lenguaje pasa por el sentido de la palabra y la intensión del sonido. Las acciones entre sonoras musicales y actorales se articulan. Parte de lo sonoro como método narrativo. Al exponer en un fragmento de “Ou bien le débarquement désastreux” aparece un hombre dentro de una pirámide que se transforma en espacio y en objeto, su voz se articula sonoramente con músicas que pasan por varios estados, así como a mí me estaba empezando a suceder . Junto al artista jhon Cage en su libro “Escritos al oído”, la visión de la música se intenta correr más allá de lo armónico. Las ideas entran de diferentes maneras en la sonoridad. La forma de la música se desdibuja y empieza a mostrar rutas por las cuales se puede convertir en formas de relación, en espacio, en compañía, en protección, en objeto, en tiempo, en ambiente . Los diversos puntos de relación que voy encontrando frente a la psicología de la voz reclaman un espacio. El instinto no permite a la razón desechar ningún punto porque el conjunto de los muchos pequeños factores configuran un todo. Tan contrastantes, dispares y heterogéneos que sólo el tiempo es capaz de agruparlos. Convertir el tiempo en lugar de tránsito a través del cual se despierta el pasado y se evoca el recuerdo ahora parece una necesidad. Aunque signifique el peligro a perder el control, a que el recuerdo sea más fuerte que la mente y el cuerpo; a que el tiempo comprimido los reduzca, a que los puntos se transformen y se nieguen a convivir en un mismo espacio. Es un mar de posibilidades incontrolables. Ese es El Mar al que quiero viajar

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Presión, opresión, asfixia, aire, protección, alivio extravío, dolor, encierro, deriva, peligro, desamparo, colores libertad feliz, , memoria,

desorientación, descolocación, pérdida de los sentidos, peligro de muerte, desorientación, tensión, desarraigo, arraigo, oscuridad, luz, vida, reencuentro

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Rey de los peces  Vivíamos en una linda casa con mi madre y mi padre. Con mucho amor, mamá con sus propias manos nos preparaba deliciosos DULCES. Comíamos los deliciosos manjares todos juntos alrededor de la mesa. Felices. Crecimos junto a ella con mucho amor.

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Un día cuando estábamos en el bosque disfrutando de un bello día de campo, al anochecer, todos nos perdimos. Ahora era unosque. Los dulces se revolvían por dentro cada segundo. Poco a poco en el bosque nos fuimos volviendo ciegos, a los pocos días sordos y a los pocos días, mudos, después perdimos el tacto. Estábamos aferrados al olfato que era lo único que nos quedaba, pero después de un tiempo con cada aliento el pecho se fue cerrando. Los segundos eran horas, las horas eran años, y los años eran olvido. Fuimos perdiendo la memoria y olvidando el pasado. La tenebrosa oscuridad nos fue absorbiendo en la noche más larga de todas. Esta extrema oscuridad y su soledad, nos fue deformando y nos hizo sentir como raros extraterrestres. Después de mucho, mucho, mucho tiempo, la vista fue apareciendo.

Al abrir los ojos estaba amaneciendo. Aún sin sonido. Arriba de la montaña entre los árboles se veía una hermosísima luz amarilla que empezaba a iluminar entre el bosque. Mientras caminaba hacia arriba, despacio, se fueron destapando los oídos lentamente. Podía escuchar el agua y su olor en el aliento abría con cada respiración el pecho cerrado. El cuerpo extraño lentamente se fue extendiendo y recupernado. Me alegré al volver a sentir el aire y sentir que no era frío, y me alegré al volver a sentir las lágrimas en los ojos.

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Una vez en la cima, muy cerca vi el inmenso mar azul que cada vez sonaba más fuerte. Camine tan rápido como mi cuerpo me lo permitía hacia el agua, con cada paso se iba desentumiendo el cuerpo y cada respiración oxigenaba, liberando segundo a segundo cada esquina del cuerpo entumido. Estoy cerca y siento el olor del mar y la playa. Una vez en la playa, estando con los pies en el agua caliente, la emoción estallo con un fuerte grito un nuevo nacimiento. Mis pulmones se hicieron tan fuertes que me sumergí en el agua y no quise salir más de ahí. Ahora este es mi lugar. Poco a poco desde el agua, pude escucharlos a todos gritando uno a uno trayendo con su sonido de vuelta la memoria. Permanezco en el agua, ahora sé que aún estamos solos, pero estamos bien. Ahora El Mar es mi lugar. En diferentes extremos de la playa los puedo ver a todos. Sus cuerpos igual que el mío ahora son más fuertes. A través del agua estamos juntos Y estaremos juntos por siempre. Y juntos estamos bien. Desde aquí los puedo ver y me pueden ver a mí. Desde aquí te estoy viendo y tú me puedes ver a mí. Cada uno tiene su lugar alrededor. Estaremos juntos a través del agua. Hay sol y estamos juntos. Los oigo y sé que el día es más largo que la noche y nos va a esperar. Puedo permanecer en el agua tanto como yo quiera . Puedes permanecer así tanto como quieras. El viaje siempre continúa…

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Noche azul soy una ola Se mueve la embarcaciรณn soy otra ola Noche azul soy una ola Suave con el viento entre las olas Noche azul soy una ola Rey de los peces entre las olas

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