El niño roncador. El niño con síndrome de apnea obstructiva del sueño.

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Dr. Jordi Coromina y Dr. Eduard Estivill

Fig. 7. Paladar ojival.

A este respecto, son espectaculares los estudios de Linder-Anderson, demostrando la mejoría de los niños en recuperar la capacidad respiratoria nasal (abandonando la respiración bucal) y en revertir diversas anomalías del esqueleto facial y de la oclusión dentaria, tras la extirpación quirúrgica de las adenoides o vegetaciones. Para dichos autores, “la hipertrofia adenoidal condiciona la respiración oral, que a su vez altera la posición lingual, y provoca cambios morfológicos dentales”. Es de utilidad el sistema de puntuación de Guilleminault para

valorar las alteraciones bucocraneofaciales (TABLA V en página siguiente ). En contraposición a lo citado anteriormente, se ha descrito que el obstáculo respiratorio amigdalar también puede ocasionar prognatismo mandibular. Esto es debido a que el niño con hiperplasia amigdalar sufre molestias al deglutir, llevando la mandíbula hacia adelante, para separarla de las amígdalas, acostumbrándose así a adelantar los incisivos inferiores (vestibulooclusión); esta maloclusión se convierte en hábito, y la anomalía puede establecerse.

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