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Viaje a Líbano

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Salud y reflexión

Salud y reflexión

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BAITNA Texto y fotografías: Jorge Serio

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Un grupo integrado por treinta y seis personas de distintas edades y comandado por el presidente de Centro Libanés, Tufic Neme Martínez, nos dimos cita en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, el pasado veintisiete de septiembre, para emprender un viaje a la tierra de nuestras raíces que prometía estar lleno de buenos momentos y experiencias inolvidables.

Antes de llegar a nuestra tierra, Líbano, hicimos una escala en la bella ciudad de Londres para empezar a acostumbrarnos al horario y llegar a Beirut con las pilas bien recargadas. Durante nuestra estancia pudimos disfrutar de la excelente gastronomía, arquitectura, calles, historia y un sinfín de características que hacen de la ciudad única en el mundo.

Después de tres maravillosos días por el inigualable Londres, continuamos nuestro viaje para llegar al destino y motivo primordial del viaje, Beirut, Líbano.

Al bajarnos del avión a más de uno nos pasó por el cuerpo ese sentimiento y sensación difícil de explicar, con la que sientes algo extraño que corre por tus venas y estás perfectamente consciente de que has llegado a la tierra donde se encuentran tus raíces, a la tierra que sin duda es de donde has extraído tus costumbres, a la tierra la que, sin vivir ahí, sientes que perteneces.

Al salir del aeropuerto ya nos esperaban un grupo de personas comandado por Sami Maroum, quien tenían el firme propósito de hacer de nuestro paso por Líbano una experiencia inolvidable, por lo que no dudó en pedirle a Nancy Elkhoury que le ayudara a guiar al grupo, logrando a través de su carisma, amabilidad y alegría, que cada uno de nosotros nos lleváramos en nuestro corazón cada rincón y cada momento vivido durante el viaje.

Nos hospedamos en un hotel ubicado en el corazón del Beirut, rodeado de restaurantes, centros comerciales,

centros nocturnos, edificios modernos, pero sobre todo de la gran historia que envuelve a esa maravillosa tierra donde puedes apreciar y sentir desde el primer momento sus usos y costumbres, impregnados en cada rincón de esa, nuestra tierra.

A lo largo de cada día pudimos conocer, aprender y disfrutar de esa bella tierra. Para empezar, comenzamos por un tour por la ciudad con el que pudimos apreciar las distintas áreas de la capital de Líbano sus grandes construc

ciones e inversiones que se han realizado en los últimos años, dándonos pie para llegar a la iglesia de Nuestra Señora del Líbano (Harissa) y conocer las majestuosas Grutas de Jeita, concluyendo el día en un restaurante de comida libanesa donde degustamos más de 45 platillos diferentes entre salados y dulces.

El segundo día fuimos a conocer el Palacio de Beiteddine, que hasta la fecha sigue en uso, motivo por el cual está de más comentar lo impecable de sus condiciones. Al terminar nos fuimos a las ruinas de Sidón, donde comimos en un restaurante a la orilla del mar para después adentrarnos a un mercado típico de la región a través de una caminata.

El tercer día tomamos camino hacia el famoso monte de los cedros, no sin antes pasar por el museo de Gibran Jalil Gibran para apreciar las pinturas y pensamientos de este gran artista libanés. Al llegar a los cedros pudimos caminar entre ellos para contemplar y percibir sus tamaños,

formas y olores. Al terminar fuimos a comer a un restaurante dentro de la montaña para terminar el día visitando el convento de San Antonio Kozhaya.

Para el cuarto día, de acuerdo al itinerario, tuvimos el día libre, con la intención de que cada quien realizara alguna actividad o compromiso, de acuerdo a su conveniencia. Algunos tuvimos la suerte de ir al pueblo de nuestros abuelos, para buscar y percibir el punto exacto de donde vienen nuestras raíces, experiencia que nos marcó y superó nuestras expectativas, ya que al llegar y caminar las calles del pueblo, nos encontramos a familiares que con el simple hecho de estar con ellos y platicar un rato, hacía que te sintieras como si los conocieras de toda la vida, salía ese sentimiento de pertenencia a un lugar, a un grupo de personas, lo sentías directamente en el corazón, sabías que esas personas son parte de tu sangre, que tienen similitudes con los familiares que conoces desde tu nacimiento, con quienes te sentías como en casa, algo difícil de explicar y que para entenderlo tienes que vivirlo en carne propia.

El quinto día primero visitamos el magnífico Museo de Beirut, para después seguir al pueblo de Byblos, que se encuentra en plena orilla del mar, disfrutamos de sus ruinas, historia y vistas, pero sobre todo de esa pequeña calle

llena de comercio y restaurantes que te invitan a sentarte y con un ambiente 100% árabe. De ahí nos dirigimos a la iglesia y Santuario de San Charbel, en las alturas de la montaña y pudimos apreciar su forma de vivir, sin duda toda una experiencia llena de sensaciones diferentes.

En el sexto y último día de tour, después de desayunar, nos dirigimos a las ruinas de Baalbeck, es imposible no quedar impactado con lo que todo eso representa, sus sistemas de construcción difíciles de entender y de explicar en nuestros tiempos. Después continuamos al pueblo de Zahle, donde degustamos una deliciosa comida para después ir a las cuevas de vino de Ksara.

El séptimo día, cada quien tuvo tiempo por la mañana y parte de la tarde para disfrutar y hacer cosas a su antojo. Algunos nos organizamos y fuimos a visitar las ruinas de Tiro y Cana, ya que a las seis de la tarde nos reunimos todos para ir a la zona de Beirut Souks, invitados por el embajador de México en Líbano, José Ignacio Madrazo Bolívar, quien junto con autoridades libanesas, develaría la escultura Las Alas de México, del escultor mexicano Jorge Marín. Fue un evento muy emotivo en el que sentimos a México en tierras libanesas al momento de cantar el Himno Nacional Mexicano; sin duda una manera extraordinaria de cerrar nuestra visita a Líbano.

El viaje llegaba a su fin, por lo que para concluir volamos a Egipto, país con una gran historia, lleno de contrastes y poseedor de una de las maravillas del mundo, que por supuesto íbamos a visitar. Nuestra primera parada en este histórico país, fue la ciudad de El Cairo, su capital. Al llegar hicimos un tour por la ciudad, para llegar al Museo Nacional, situado en la Plaza de Tahrir, donde pudimos ver de cerca el tesoro del faraón Tutankamon, y diversos artefactos y momias del Antiguo Egipto. Al siguiente día nos dirigimos a las famosas pirámides de Giza, no sin antes pasar por distintas ruinas y monumentos en nuestro camino.

Después volamos hacia Asuán, para tomar el barco Sonesta St. George, que nos llevaría durante 4 días a un recorrido inolvidable por el Nilo, lleno de impresionantes paisajes del desierto y del río. Durante el recorrido tuvimos el privilegio de visitar importantes lugares históricos no solo para Egipto, sino para todo el mundo, de lo que destaca la isla Elefantina, con las coloridas calles de las aldeas de los nubios, y los diversos templos como el de Filae en la isla de Agilkia, los templos de Ramsés II en Abu Simbel, los templos de Kom Ombo y Edfu.

No cabe duda que dejamos lo mejor para el final. Después de navegar durante 4 días llegamos a la ciudad de Luxor a disfrutar de las impresionantes ruinas de los tem- CONSEJO DIRECTIVO

BAITNA plos de Karnak y Luxor en el corazón de la ciudad moderna, y del otro lado del río Nilo, las tumbas reales de los Valles de los Reyes y de las Reinas.

Sin duda un viaje extraordinario, en el que independientemente de las experiencias y lugares que pudimos conocer, convivimos y logramos formar un excelente grupo, naciendo una amistad gran entre todos nosotros, por lo que estoy seguro que quedará grabado en la mente y en el corazón de los que tuvimos la fortuna de asistir.

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