Enrique García: «Aristotelismo»

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Cualesquiera

que fuesen los extremos temporales que

delimitaron historiográficamente la historia de la filosofía Medieval, el neoplatonismo se concibió a sí mismo como una unidad compositiva platónico-aristotélica que combinó, compuso y completó dos grandes paradigmas: (a) el paradigma platónico de la trascendencia; y (b) el paradigma aristotélico de la inmanencia. El andamiaje metafísico del neoplatonismo es de evidente cuño platónico, más allá de lo que postula la hipótesis del agrapha dogmata [1] Bastaría con mencionar la inclusión de las ideas de clonisios o separación y de methexis o participación, en la estructura del esquema, para reconocer su componente platónico. Bastaría con mencionar los movimientos de exitus o descenso ontológico, que culmina en la multiplicidad mutable, y de reditus o ascenso gnoseológico, que culmina en la unidad inmutable, para entrever, en el punto de inflexión (límite) de la multiplicidad, una manifestación de la causalidad platónica junto a una manifestación de la causalidad aristotélica: la existencia, en el kosmos sublunar, de la vigencia del principio de causalidad horizontal que se desprende del principio de causalidad vertical como sub-esquema resultante del modelo causal implicativo que mantiene que en la causa está implicado lo que se

[1] Parece que Platón enseñó en la Academia otras doctrinas diferentes a las expuestas en los diálogos. Además, parece también que se abstuvo de consignarlas por escrito, al creer que la enseñanza oral era un medio más eficaz que la escritura para transmitir aquello que ‘tenía importancia’. Véase Román Alcalá, Ramón, Anales del Seminario de Historia de la Filosofía: «¿ Son los agrapha dogmata las lecciones no escritas de Platón»: http://paideiaweb.com/rubberdoc/Agrapha%20dogmata%20en%20platon.pdf

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explicita en el efecto. Es decir que el neoplatonismo estuvo, históricamente informado, complementado y completado por una presencia platónica preponderantemente contraída en el principio, y por una presencia aristotélica preponderantemente contraída en lo principiado. En cifra: el aristotelismo está presente en el neoplatonismo, ya que el pensamiento de Aristóteles (384 a.C-322 a.C) ya había ingresado, por primera vez, aunque fragmentaria, indirecta y diversamente, en el horizonte del medioevo, a través de la traducción de dos de sus obras fundamentales: Categorías, y Peri hermenias, es decir De interpretatione [2] Acaso en esta definición, que distingue por delimitación entre uno y otro paradigma, se fundan los desarrollos de las pruebas de la existencia de Dios postuladas por Anselmo de Aosta (1033-1109) y por Tomás de Aquino (1225-1247), con toda la carga epistémica diferencial que ello supone. En este respecto historiográfico de la historia de la filosofía medieval, se produce el ingreso del aristotelismo en los inicios mismos de la historia del pensamiento del medioevo. Con posterioridad, asistiremos a un largo período durante el cual se pierde el rastro del corpus aristotelicum, vaya a saberse, precisamente, por qué. Lo cierto es que, después de este largo y misterioso avatar, el pensamiento de Aristóteles asoma, y por tanto reingresa, esta vez en el horizonte de la latinidad occidental. ¿Cuándo y cómo lo hizo, por qué vías, y en qué condiciones de posibilidad entró en juego su reingreso? El siglo XIII es, ciertamente, un siglo complejo. Las notas generales que lo caracterizaron fueron: (a) el triunfo del papado en su lucha contra el imperio, que favoreció el fortalecimiento del poder de los [2] «Gracias a las traducciones de Mario Victorino [(300-382)], el occidente latino ha conocido Categorías, y Peri hermeneias [De interpretatione] de Aristóteles ...» Véase D’Amico, Claudia (editora); Todo y nada de todo-selección de textos del neoplatonismo latino medieval, Ediciones Winograd, Buenos Aires, Argentina, 2008, p. 34.

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reyes y logró el apropiado clima de paz interna de las nacionalidades emergentes; (b) el florecimiento de la actividad de las comunas y de las corporaciones, de lo que se siguió una gran prosperidad material que favoreció la actividad intelectual [3] ; (c) la caída de Constantinopla en 1204, que acercó a los investigadores parte del material de los antiguos centros de cultura griega y helenística, y favoreció contacto de las culturas árabe y latina; (d) el crecimiento de las órdenes mendicantes [4] dedicadas al estudio, que contribuyó a la actividad intelectual y al rápido intercambio de los resultados, y (e) como corolario, la fundación de las primeras universidades: la de París, la de Oxford, la de Bolonia, y la de Nápoles. Hasta entonces, la vinculación intelectual entre oriente y el occidente cristiano, había sido casi nula. Como suele acontecer, hay condiciones de posibilidad ya definidas que, a su vez, definen ciertos «estados de cosas» En el caso del reingreso del aristotelismo al occidente latino, deberíamos consignar algunas cuestiones: (a) la reproducción manual de textos en los monasterios [5] y en las abadías; (b) la necesidad de traducir los textos en un ámbito de confluencia de la tradición judía, de la tradición cristiana, y de la tradición islámica; (c) la rareza y el costo

[3]«El intelectual de la Edad Media –en Occidente- nace con las ciudades ... debido a la función comercial e industrial ... artesanal ... aparece el intelectual como uno de esos hombres de oficio que se instalan en la ciudades en las que se imporne la división del trabajo» Véase [3] Le Goff, Jacques; Los intelectuales en la Edad Media, Gedisa Editorial, Barcelona, España, 1993, p. 25. [4] Locución proveniente del latín mendicare, que significa «mendigar/pedir limosna». Tipo de órdenes católicas donde sus miembros hacían voto de pobreza, por el que renunciaban a todo tipo de propiedades o bienes. Vivían mantenidos sólo por la caridad. Las órdenes mendicantes más importantes fueron aprobadas en el siglo XIII, después de superar la oposición inicial que sufrieron por parte del clero secular. Las órdenes más importantes fueron la de los frailes franciscanos, la de los frailes predicadores o dominicos, la de los carmelitas, y la de los agustinos. [5] Dice Le Goff que «en los azares de la existencia monástica, los clérigos pudieron momentáneamente hacer las veces de profesores, de sabios, de escritores», pero fugazmente, como un aspecto secundario de su personalidad. Véase Le Goff, Jacques; Los intelectuales en la Edad Media, op. cit., p. 25.

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mismo de los textos; (d) cierto ordenamiento, ejercicio y dignidad de la profesión del traductor, del copista, y del librero; (e) el florecimiento mercantil en general, centralizado en los puertos de Venecia, de Cádiz, y del sur de España, y que se manifestó en particular a través del tráfico marítimo y del comercio de manuscritos en la Córdoba española. Ahora bien, algunos de esos textos estaban escritos en árabe, algunos en copto [6], algunos en arameo, y algunos en griego; es decir, los textos no solamente circularon crecientemente, sino también en diversos idiomas. La carga de trabajo que debían soportar los traductores era mucha, compleja, y variada. Se hizo necesario contar con más traductores y se descubrió la necesidad de contar con una escuela de traductores, cuyo asiento habría de ser fijado en la ciudad de Toledo. El asentamiento en Toledo estaba plenamente justificado. Se trataba de una plaza que, por entonces, reunía tres culturas dominantes: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. En este marco: ¿por qué vía reingresaría el aristotelismo al occidente latino, y de la mano de quienes? Los traductores de la Escuela de Toledo, habían comprobado con asombro que: (a) el autor de la Metafísica no era otro que el mismísimo Aristóteles de la Lógica; y (b) que la perspectiva de la Metafísica, presentaba un horizonte tan novedoso como atractivo. En definitiva, fue la llamada «Escuela de traductores Toledo» la que le abrió la puerta de entrada al reingreso del aristotelismo, ahora en un espacio geográfico donde fue emblemático el cruce de culturas históricamente presentes en el clima de la época. En este espacio geográfico de la Península Ibérica, se dio un fenómeno curioso: la cristiandad escribía y se expresaba en latín. A su vez, la comunidad musulmana lo hacía en árabe. Empero, los que conocían el idioma árabe eran los judíos. De tal suerte, fueron los judíos los tradujeron los textos aristotélicos del árabe al latín. [6] Idioma antiguo de los egipcios, que se conserva en la liturgia propia del rito copto.

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El camino que siguieron muchos de los textos aristotélicos estaba signado por las traducciones del Teofrasto (372 a.C-287 a.C) al árabe, del árabe a veces al copto o al siríaco y, en el mejor de los casos, del árabe al latín a través de una forma mentis [7] judía. Podríamos conjeturar, con cierto grado de aproximación, que es poco posible saber a ciencia cierta qué salió de la pluma de Aristóteles, y qué no salió de ella. Lo que sí sabemos es cual fue la visión aristotélica que llegó hasta la cristiandad. Según reza un texto extraído de una carta que el filósofo judío Avendauth (1110-1180) dirigió al Arzobispo de Toledo entre 1125 y 1152, Raimundo de Sauvetât, fundador de la Escuela de Traductores de Toledo: «... vuestra invitación de traducir el libro sobre el alma, del filósofo árabe Avicena [(980-1037)] [que Avendauth traduce para la comunidad cristiana] a fin de que, gracias a vuestra generosidad y a mi trabajo ... » [8], revela que el cotizado gremio de los traductores tenía en alta estima su trabajo y era objeto de ciertas regulaciones casi solemnes como el juramento de ejercer con rectitud, los códigos a los que ceñirse, y los honores asociados en torno a la práctica profesional, observada como una manera de concebir la vida humana. Planteadas las cosas así como las había planteado Avicena, ya sabemos, entonces, que él había leído al Aristóteles del De anima: «... He aquí, pues, este libro, así traducido del árabe [el libro del filósofo musulmán que, según el judío Avendauth, estaba en árabe]: Yo leía cada

[7] En sentido epistemológico: la noción de forma mentis (literalmente, «forma de la mente») significa la estructura mental que coloca las realidades, los fenómenos, los datos, o los hechos, dentro de un contexto conceptual. Véase Ferrater Mora, José; Diccionario de Filosofía, Alianza Editorial, Madrid 1979, T. II, pp. 1269-1274. [8] Esta cita fue extraída de la p. 268 de la recopilación de los apuntes de la clase que brindó la Prof. Dra. Silvia A. Magnavacca en la Universidad de Buenos Aires, el día 5 de junio de 2007: http://www.esnips.com/doc/7a0c7b1d-486d-4168-a022-9c23befd4d38/7377002

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palabra y la traducía al vulgar y el arcidiácono Domingo la vertía después al latín» [9] El vulgar es el ladino [10], y es el español que se hablaba en el Sur de España y que todavía se habla en Israel. Así, del árabe se pasaba al vulgar, y luego el arcidiácono lo pasaba al latín. Los Filósofos musulmanes eran traducidos del árabe al vulgar y del vulgar al latín. Aristóteles mismo era traducido del griego al árabe, del árabe al vulgar, y del vulgar al latín, o al latín directamente: ¿era éste, el mismo Aristóteles que escribió en su tiempo? ¡NO!, no lo era. Lo que reingresa a lo que actualmente llamamos «Occidente» es, entonces, el aristotelismo como una perspectiva sobre la realidad que, inaugurada por el mismo Aristóteles, había sido asumida (y tamizada) por diversas culturas, de tal manera que eso que se decía que era Aristóteles, en realidad era el aristotelismo al estilo árabe, al estilo judío, o al estilo bizantino (tal vez sincretizado), que seguía siendo griego. La lectio [11] medieval había sido, también, la fuente de producción de incontable cantidad de comentarios de textos filosóficos y teológicos de la Edad Media. ¿Por qué nos referimos a la Universidad? Por cierto porque hay un aristotelismo universitario en la Universidad de París, donde, hacia el siglo XIII, no reingresaría de un modo homogéneo, sino con las reservas de una recepción dispar expresada como: (a) rechazo del aristotelismo (versión ecléctica o crítica) cuya figura central es el [9] Id., p. 270. [10] Ladino, que significa «latino». En la Edad Media se aplicó el termino «ladino» a la lengua romance hablada por los moros , para distinguirla de su lengua arábiga, y también se aplicó al moro que sabía aquella lengua. Véase Resnick, Melvyn; Introducción a la historia de la lengua española, Georgetown University Press, 1981, p. 10. [11] Leer es enseñar, y por ende aprender. Por eso la lectio , la lectura, fue la base de toda la pedagogía medieval. Véase Magnavacca, Silvia; Léxico técnico de filosofía medieval, Miño y Dávila Editores, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Argentina, 2005, p. 397.

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franciscano Buenaventura (1221-1274), quien mantiene una postura contraria a la filosofía de Aristóteles y se afilia a la filosofía de Platón; (b) aristotelismo moderado (versión más prístina) con fundamento en la Patrística, en el que es frecuente leerlo a Aristóteles en las versiones de Avicena o de Averroes (1126-1198), y cuyas figuras centrales fueron Tomás de Aquino (1225-1274) y su maestro Alberto Magno (1193-1280); y (c) aristotelismo rígido u ortodoxo que procuró seguir el pensamiento de Aristóteles, en el que la figura central es el opositor de Tomás, Siger de Bravante (1240-1285) [12] Tal como puede apreciarse, «en la época de Santo Tomás y de Siger, el filósofo por excelencia, el Filósofo co P es Aristóteles. Sólo que en la Edd Media éste es un filósofo cristiano» [13] El encuentro del Islam en España y las Cruzadas, no sólo alcanzó suma importancia político-económica, sino que permitió conocer el pensamiento de Aristóteles. Occidente conoció las obras del Estagirita, gracias a las traducciones (del griego al sirio, del sirio al árabe y de éste al latín) emprendidas en la segunda mitad del siglo XII. Con los escritos de Aristóteles, también se tradujeron a sus comentadores: Alejandro de Afrodisia (fl. 200), Filipón (490-530), al-Kindî (hacia 800-866), y alFârâbî (870-950), entre otros. El aristotelismo universitario del XIII, al presentar modalidades tan amplias, sólo puede ser caracterizado como un noagustinismo y como un no-neoplatonismo, propios de la época. Una última observación informa que, el aristotelismo reingresó a Occidente hacia fines del XII, o tal vez hacia principios del siglo XIII, e irrumpió estruendosamente. Se extendió rápidamente. Tuvo un gran éxito -por así decirlo- en el ámbito universitario. Pero así como fue rápido su brillo, también fue rápida su declinación, porque ya un siglo [12] Van Steenberghen, Fernand; Aristotle in the west: «the origins of latin aristotelianism» (trad. Leonard Johnson), Nauwelaerts Ed., Louvain, Belgium, 1970. [13] Le Goff, Jacques; Los intelectuales en la Edad Media, Gedisa Editorial,Barcelona, España, 1993, p. 21.

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y medio después estaba entrando en crisis. A partir de la segunda mitad del siglo XIV, las formas en las que derivó el aristotelismo universitario iban a entrar en grave declinación, iban a ser cuestionadas, y hasta puestas en jaque. De cualquier manera, es esta otra cuestión. El panorama del siglo XIV va a ser, también, ya, un escenario sumamente complejo.

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