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Revista del Centro de Creatividad Literaria

Año 5 (segunda época) mayo de 2019

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Distribución gratuita

Sinae Dasein, Premio de Poesía Cancún 2019 • Denisse Pohls: de la narco nota al poema collage • La poética ácida y decadentista de David Guerrero • Hija del sol, de Norma Ordieres, Premio de Artes Visuales Elio Carmichael • La poética de la casa en La Mañosa • #MeTooMx: Las voces de las mujeres

Elena Poniatowska: el cuento de la verdad




S u m a r i o

Entrevista Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C.

Miguel Ángel Meza

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Consejo directivo

Trasluz

Director

José Luis Gaytán Saules (Director)

10 Larvae (fragmento) Sinae Dasein

Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador)

15 De la narco nota al poema collage Denisse Pohls

Consejo editorial Javier España

Norma Quintana

José Díaz Cervera

Lourdes Cabrera

Wildernain Villegas Carrillo

Martín Ramos

Carlos Torres

Lorena Careaga

Marién Espinosa

Agustín Labrada

Antonio Leal

David Anuar

Elvira Aguilar Angulo

Ramón Suárez Caamal

Rodolfo Novelo

Jorge Cortés Ancona

Sinae Dasein Premio de Poesía Cancún 2019 Miguel Ángel Meza

18 La locura visionaria de un mundo interior Miguel Ángel Meza 19 Hermosamente (fragmento) David Guerrero

Diseño Mauricio Cejín

Devezencuento

Consejo artístico

33 12 H de lluvia en el Randy Day Jazz Music Daniel Sibaja

Gena Bezanilla Angélica Mercado Norma Ordieres Jesús Montalvo

Latintatenta

Corresponsal en Playa del Carmen

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Ana María Moreno Pérez Corresponsal en Felipe Carrillo Puerto Ángel Sulub

Elena Poniatowska y el cuento de la verdad Javier Aranda Luna

Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración Servicios Corporativos de Cancún, S. C.

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TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102.

Visítenos en nuestra página web: www.tropoalauna.org

Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria

Envío de colaboraciones: miguelmeza57@hotmail.com

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7 Querida Elena, Cancún te abraza Miguel Miranda

Tertulias

24 #Me TooMx Las voces de las mujeres Vanesa González-Rizzo Krasniansky 28 La poética de la casa en La Mañosa Amparo Reyes Velázquez

47 ¿Puede haber una quesadilla sin queso? Héctor Hernández 50 Unicaribe y el retorno del género de la ópera Emilio Reyner 52 La Maya Pax, latido ancestral que se niega a morir Macarena Huicoechea

44 En busca del aroma perdido Marién Espinosa

54 Bachilleratos tecnológicos, cuna de obreros calificados Mauricio Ocampo C.

Papiros 36 Instintos virtuales, de Oscar Reyes Eduardo Suárez

56 AMLO: esperanza y riesgo Marcos Constandse

40 Infancia remota, de Cristian Poot José Antonio Íñiguez

60 Hija del sol: de la locura social a la salud mental Miguel Ángel Meza

42 Dos novelitas poco edificantes, de Jorge Volpi / Eloy Urroz Mariel Turrent

Portafolio

43 Luna menguante, de Mario Pérez Aguilar Miguel Miranda

P U N T O S

Norma Ordieres Hija del sol Fotografía del video monocanal Premio de Artes Visuales Elio Carmichael

62 Norma Ordieres (Premio de Artes Visuales Elio Carmichael)

Art-TROPO-do 64 Carlos Varela

D E

D I S T R I B U C I Ó N

CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Iztaccíhuatl

HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS: Galenia

Needful Things • Colibrí • Utopía City

Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética Yareri • C. Dental Evolución

CENTROS CULTURALES : Casa de la Cultura • Instituto de Cultura y

OTROS: Talleres y salas de lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y

Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La Pitahaya • El Pa-

encuentros de escritores y medios de difusión

bilo • Centro de Creatividad Fotográfica • Talulah • Galería de Plaza

PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén

Caracol • Biblioteca Barocio

Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida

RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café

Biblioteca Jaime Torres Bodet

Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé • Mangiare

COZUMEL: Magenta Centro • Cultural • Restaurante del Museo de

UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur • Anáhuac

la Isla * El Coffee Cozumel.

UNID • Universidad de Quintana Roo (Chetumal y campus Cancún).

CARRILLO PUERTO: Museo Maya Santa Cruz Xbáalam Naj • Casa de

EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE • Delphinus

la Cultura de FCP • Centro Cultural La Casa de los sueños • Tierra Café

AMMJE • Ayuntamiento

MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías


Elena Poniatowska 4


El cuento de la verdad Por Javier Aranda Luna Festejada de manera extraordinaria durante su reciente visita a Cancún —donde fue invitada especial con motivo del 49 aniversario de la fundación de la ciudad—, Elena Poniatowska desplegó la natural sencillez y afabilidad que la caracterizan, dejándose querer y conviviendo de manera muy cercana con un público entusiasta. En este contexto, destacó especialmente el punzante escrito de presentación del periodista Javier Aranda Luna, donde se puntualiza la relevancia de la escritora y su particular sensibilidad y aporte dentro de la literatura testimonial mexicana, una literatura que para trascender ha establecido, asimismo, un compromiso ético y político con su tiempo.

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ara Elena Poniatowska la literatura también es un ejercicio ético. Por eso, sus libros testimoniales, sus crónicas polifónicas donde caben todas las voces siempre nos muestran el revés de las cosas, el entramado oculto. Nos cuentan el cuento de la verdad. Por eso, sus crónicas, relatos y novelas no sólo son textos para la lectura gozoza por las emociones que provocan en el lector sino en fuente de datos duros para historiadores de todo el mundo. Por eso es un privilegio para México que ella y sus hijos hayan decidido no vender su archivo personal al extranjero —lo que sí han hecho otros escritores y sus familias, como Carlos Fuentes, por ejemplo. Si para ella la literatura es un método para contestarse preguntas esenciales de nuestra sociedad, su riquísimo archivo es el disco duro que da sustento a su literatura. Contra la historia veleidosa y acomodaticia, las crónicas de Elena Poniatowska y su archivo le toman el pulso real a la sociedad. Tocan tierra porque a la ecritora le interesa la

vida menuda, el telón de fondo que forman los desarrapados, los sin voz, los proscritos de las historias oficiales. Sin La noche de Tlatelolco tendríamos una historia trunca del terrible año de 1968 y desconoceríamos partes esenciales de la vida de Diego Rivera, Tina Modotti, Octavio Paz, Demetrio Vallejo, Guillermo Haro, Juan Soriano o Leonora Carrington. ¿Y qué decir del close up que hizo del grupo Contemporáneos documentándonos cosas que ni especialistas como Guillermo Sheridan habían consignado? No pocos consideran a Operación masacre de Rodolfo Walsh de 1957 como la primera novela testimonial, precursora del nuevo periodismo, pero quienes fijaron esa propuesta literaria de manera indeleble fueron Truman Capote con A sangre fría en 1966 y Elena Poniatowska con La noche de Tlatelolco en 1971. Otros escritores como Carlos Monsivais ensancharon las posibilidades de la crónica literaria en nuestro idioma con Iibros como Días de Guardar de 1970 y Amor perdido de 1977, pero fue Poniatowska quien fijó como un clavo ardiente el poder de la literatura testimonial con La noche de tlatelolco. Sólo así entiendo las traducciones de ese libro a otros idiomas tan distantes y distintos al nuestro como el japonés.

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l a t i n t a t e n t a La sombra que enlutó al mundo en ese año alcanzó a Praga con su primavera rota por los tanques rusos en sus calles; a las Universidades de Nanterre y la Sorbona de París y a México en el Politécnico, la Universidad Nacional y la Plaza de la Tres Culturas. Aunque se han publicado varios testimonios al respecto, gracias a la prosa viva de Elena no hemos perdido la memoria de esos días en México. En La noche de Tlatelolco no son unas cuantas voces las que cuentan la historia de la masacre sino un verdadero coro que se contrapuntea. Debo señalar que no es el tema el que valida a esta obra sino su estructura literaria, pues recupera y fija la memoria colectiva con la sonoridad de su prosa. Si un texto es un tejido como la etimología lo señala, La noche de Tlatelolco es un tapiz con muchos hilos, con una urdimbre numerosa que al enlazar las historias individuales nos tejen una historia general tensa y dolorosa. Mucho se ha hablado de la quema en efigie de Octavio Paz en un plantón frente a la embajada de Estados Unidos, pero el ataque más virulento y reiterado contra un escritor en este país durante el último medio siglo ha sido el que sufrió Elena Poniatowska por poner sus cartas políticas sobre la mesa cuando apoyó la campaña de López Obrador en el 2006. Algo no tan común en una cultura de la simulación, más proclive a socorrer al ganador que a hablar de frente. Si uno revisa la bibliografía de Elena Poniatowska, se podrá dar cuenta de que ha seguido al pie de la letra el consejo de su amigo Gabriel García Márquez: hacer periodismo para no perder tierra, para conocer la vida menuda, “donde se encuentran las grandes historias entre lo cotidiano y lo insólito”. Pero no todos sus libros son periodísticos. No todos son crónicas, reportajes o entrevistas. Amanecer en el Zócalo, La noche de Tlatelolco o Todo México son claros ejemplos de lo que Octavio Paz encontró en la prosa de Poniatowska: el dominio del sutil y difícil arte de escuchar. Pero tambien Lilus kikus, esa niña que por momentos, por muchos momentos, se parece tanto a Elena. Para escribir, Elena escucha. Sus libros —de ficción o no— son textos habitados por muchos. Algo similar hizo Françoise de Chateaubriand con sus Memorias de ultratumba. Consignó todo lo visto y escuchado. Escribió como un ejercicio de memoria y constancia de vida y renovó, de paso, la prosa francesa. Allí están el imperio napoleónico y su derrumbe, la Revolución francesa, la construcción de América, el oído y los ojos del soldado, el estadista y el escritor que atrapa con prosa magistral parte de la historia contándonos su historia personal. Poniatowska ha resemantizado nuestro español con la herencia lingüística de sus nanas. La de ella y las de sus hijos. Y con sus crónicas ha sacudido nuestros textos de historia tan dados al retrato de los grandes personajes, tan proclives a dejar de lado la vida menuda.

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Ignoro si Elena ha querido contarnos su historia con sus testimonios, entrevistas, crónicas, cuentos y novelas, pero resulta claro que no sólo ha querido ser testigo de la historia, sino protagonista. No debe extrañarnos. En los años 40 del siglo pasado sus padres estuvieron en la resistencia francesa. Su madre conduciendo una ambulancia y su padre como capitán de ejército. Elena continúa esa ética familiar con la literatura —y sin ella— hasta sus últimas consecuencias. En toda su obra, la historia y su historia están presentes y en ella caben todos: los notables con sus calvas de bronce, los desarrapados invisibles para la clase política, los poetas de altos vuelos y las mujeres de mandil y costura, de sobrevivencia en la inmundicia. Allí encontramos La Revolución, desde la mirada de Jesusa Palancares que luchó por un país diferente y justo y murió en la miseria y olvidada por la justicia; la masacre estudiantil de 1968, que fue el detonante de nuestra democracia. También están los testimonios del temblor de 1985; la lucha de los ferrocarrileros en El tren pasa primero; el México que ahora nos parece inverosímil de los años 20 en Tinísima, el de los 50 en Paseo de la Reforma o aquel otro México donde coincidieron en un cuarto de vecindad Leonora Carrington, Remedios Varo y Benjamin Peret, un cuarto en cuyas paredes pendían con tachuelas dibujos originales de Picasso y Max Ernst. Una verdadera embajada de la vanguardia surrealista en nuestro país. Hace tiempo escribí que la prosa de Poniatowska debe tener algo que tantas emociones provoca. Y ese algo es, me parece, la vida que transcurre entre sus líneas. En ellas están la indignación y la vocación de lucha, el otro México, el profundo, el de las historias personales que retratan a muchas. Si algunos escritores, como Monsiváis, se valieron de la prosa para razonar en la plaza pública, Poniatowska ha hecho de la prosa un auditorio y un coro para encontrar respuesta a sus incertidumbres. Por eso siempre toca tierra y no pierde la perspectiva de la vida en discusiones de salón o de pasillo. Pero ese ejercicio resultaría efímero si sus textos carecieran de imágenes memorables, como aquella de Jesusa Palancares rescatando a pedazos su vida o esas otras donde retrata a una Tina Modotti atenazada por la pasión amorosa y la política. Uno de los mitos más nocivos en el mundo del arte es el prejuicio decimonónico que exige la asepsia política de las obras y sus creadores. Como si La divina comedia no encerrara una crítica brutal contra politicastros y Papas como Nicolás III o Anastasio II y los Evangelios no tuvieran otro fin que el proselitismo. ¿Dejaremos de ver La creación de Miguel Ángel por su alto contenido religioso? ¿Al Greco por sus vírgenes y cristos? ¿A ciertos murales de Diego por la exaltación del comunismo? ¿Dejaremos de leer Piedra de sol De Octavio Paz por su contenido político cuando nos recuerda los bombarderos sobre el cielo de Madrid en 1947?


l a t i n t a t e n t a

Querida Elena, Cancún te abraza Por Miguel Miranda (Malix Editores). Con sus 87 años a cuestas muy bien puestos, y muy guapa enfundada en un hipil de hilo blanco, Elena Poniatowska se presentó el lunes 22 de abril en el teatro “8 de Octubre”, donde aguantó ecuánime la ovación que le tributó el público ahí reunido. Y luego preguntó con la naturalidad que le ha caracterizado siempre: “No sé qué prefieran: ¿que les lea una conferencia o hacemos un diálogo?” Y así empezó una charla informal, donde se desgranaron una a una las inquietudes del público. Se habló de esa Elena Poniatowska nacida un 19 de mayo en París, de la niña que llegó a México a los diez años y se hizo mujer con el español que aprendió de su nana Magdalena Castillo y que les enseñó a ella y a su hermana Kitzya, con esa voz de entonación melodiosa que provoca en quien la escucha el sentirse tranquilo y embelesado. Porque todo lo que dice Elenita es cadencioso y hermoso, y su voz es un catalizador de la armonía. Los periodistas y parroquianos que nos dimos cita en el teatro cancunense acaso éramos unos ochenta. Sin embargo, la metralla verbal

Víctor Hugo desdeñó la prosa con miedo, escribió panfletos y afirmó sin dudarlo que todas sus causas eran las causas perdidas. Escribió Nuestra Señora de París para que no demoliertan esa iglesia que es simbolo del gótico y Los Miserables, para dar cuenta de ese otro mundo más allá del mundo. Los libros se miden por la emoción que provocan, por la vida que transcurre en sus líneas, por su vocacion de vértigo, de sortilegio, de silencio tibio como la convalecencia. La prosa viva de Elena por eso magnetiza. En 1986 José Emilio Pacheco me ayudó a ver cómo las ondas expansivas de la Academia de Letrán fundada en 1836 han llegado, de manera directa hasta nuestros días: Ignacio Ramirez, El Nigromante, tuvo un joven y talentoso discípulo llamado Ignacio Manuel Altamirano. Este último también tuvo un seguidor distinguido, don Luis González Obregón, quien estimuló a su vez en un jovencísimo Fernando Benítez la pasión por la literatura. Benítez, para quien el periodismo era “literatura bajo presión”, tuvo cercanía con tres jóvenes: José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska. Escritores, como los escritores de la Academia de Letrán, de acción y reflexión, comprometidos con la buena escritura y las causas justas. Para Carlos Monsiváis, Elena fue la mejor cronista de México y además es, sin duda, una de nuestras mejores escritoras. Recuerdo que hace unos años los chinos, que quieren comerse al mundo a dentelladas, organizaron uno de los más importantes congresos internacionales

fluía en cada cerebro, en cada mente variopinta que formulaba preguntas que iban desde el por qué escribió esto o aquello hasta la confrontación política. Y la octogenaria y bella —bellísima mujer de alma y espíritu— contestaba puntual y lúcida: “Soy mamá, tengo diez nietos y eso es lo que más me ha conmovido y gratificado, mis hijos, mis nietos, la maternidad, el amor; creo en eso y es lo que me ha dado vida y si yo no tuviera este oficio estaría girando en torno a mis hijos. Tengo mi oficio, mis gatos que se llaman Monsi y Vais; tenía un perro que se murió y que quisimos mucho. Martina, que es de Oaxaca y que me cuida, me dice que ya deje de escribir tonterías porque ya estoy encorvada y con mucho pelo blanco. La comunicación con otro, estar conectada con la tierra y tomarse un tequilita de vez en cuando, eso me mantiene bien”. La “Princesa Roja” se dejó querer y nosotros, los cancunenses, la amamos por noventa minutos: “Me siento conmovida, y halagada de que se pueda reunir un grupo aquí para ver a una señora que escribe, que es un acto muy poco común”. En cada respuesta nos dijo mucho: trocitos de historia, pedacitos de anécdotas y cachitos de opinión que dieron por resultado una cálida charla con una mujer, escritora, activista y periodista que dejó en cada uno de nosotros algo muy especial. En lo personal, doña Elena deja en mí la emoción de una vida entregada a la pasión de vivir a través de las ideas, de las letras y del periodismo en México. Tropo

de escritores. Después de varios estudios y evaluaciones escogieron a sus invitados. Prácticamente puros Premios Nobel. Al único escritor en español que escogieron de toda América fue a una mujer: Elena Poniatwska. Muchos años algunos “críticos” acomodaticios pretendieron descalificar los libros de literatura testimonial de Poniatowska por “no ser literatura sino periodismo”, pero después de que obtuvo el Premio Cervantes y de que le fuera otorgado el Nobel a Svetlana Aleksievich han guardado prudente silencio. Aunque la historia de Elena Poniatowska asoma en todos sus libros, prepara desde hace tiempo la crónica de su vida, la saga de los Poniatowska que se remontan a Catalina La Grande, la más culta jefe de Estado en la historia del mundo y su pariente más ilustre. Qué ganas de leer el cuento de sus días, la obra que será su mejor autorretrato y las llaves para abrir las puertas del mundo que le tocó vivir. Tropo

Javier Aranda Luna. Periodista y escritor. Es amplísima su trayectoria como director y conductor de programas culturales, educativos y de promoción y difusión de la lectura en televisión, radio y ahora medios digitales de gran audiencia. Se le recuerda especialmente como colaborador y fundador del periódico La Jornada, asesor de Canal 22, Coordinador Editorial de Noticieros Televisa, y como director y conductor del programa Vuelta al aire, de la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz. Sus artículos, crónicas y reportajes han sido publicados en diversos diarios y revistas del país.

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Sinae Dasein

Fotografía: Agustín Labrada

Premio de Poesía Cancún 2019 8


e n t r e v i s t a

Que el lenguaje enfrente la lógica de la violencia actual Por Miguel Ángel Meza Totalmente desconocido en el ámbito cultural de la ciudad, auto-marginado de la vida literaria local e inexistente en las antologías publicadas en la zona en estos años (salvo en esta revista, donde ya cuenta con dos apariciones), Sinae Dasein ha sido una revelación poética al ganar el primer lugar del Concurso de Poesìa Cancún 2019. Fiesta de la paz. Voz lírica exigente y crítica, de construcciones ceñidas e imágenes rigurosas, quizá extravagante por la tradición en la que busca inscribirse, este joven poeta muestra en la siguiente entrevista una rara seguridad en los conceptos y una firme convicción en su proyecto, sobre el cual revela: “me propongo cuestionar mi propio bagaje cultural y someterlo, medirlo contra la violencia que nos acontece.”

—E

n tu nombre literario (¿heterónimo o pseudónimo?) hay sin duda una declaración de intenciones intelectuales, quizá la búsqueda de construir una identidad que te permita la distancia de tu yo real para producir una obra. ¿Qué hay detrás de esta elección? —Aquellos que hayan leído a Heidegger sabrán que el Dasein es el ser-ahí que desarrolla en El ser y el tiempo. Debo confesar que cuando leí a este “filosofo”, cuando trataba de leerlo, desconocía por completo su compromiso con el nazismo. La fascinación, el embrujo que producen conceptos como autenticidad, inautencidad, el ser-para-la-muerte o la lengua habla, me privaron de realizar una lectura realmente crítica de estos conceptos. Que la lengua hable aniquila toda posibilidad de

reflexión, de pensamiento, de humanidad, pues; sólo seríamos el cascarón por medio del cual la lengua (el Ser) se expresa. Y lo mismo sucede con los conceptos anteriormente citados que contienen un germen racial que Heidegger utiliza para justificar el exterminio de lo que él y otros denominaron el enemigo (Das Feind). Para Heidegger, el Dasein colectivo del pueblo alemán sólo puede llegar a ser auténtico cuando se desarrolla dentro de una comunidad racial o Völkisch, un término imposible de traducir pero con una significación antisemita: este Dasein heideggeriano carece de todos los atributos de un ser humano. Así que, sabiendo ya todo esto, he decidido continuar con el uso del Dasein como un signo de resistencia, como un llamado (a mí mismo) a practicar una lectura más crítica de todo aquello que cae en mis manos. No lo llamaría ni heterónimo ni pseudónimo: alter ego. Los dos tenemos contacto con el acto de creación,

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e n t r e v i s t a

En Larvae (...) hay el intento de crear un lenguaje que sea capaz de hacer frente a esta lógica aniquiladora (...) que es la violencia que vivimos hoy y que parece no detenerse. Me pregunto si un poema como Primero sueño, de Sor Juana, puede soportar los embates de los cuerpos reducidos a cenizas o las fosas que se descubren día a día. el yo histórico y el tú lírico, pero claro, es Sinae quien lleva el mando y es el más combativo. —Eres lector apasionado de la poesía de Paul Celan. De hecho, podríamos decir que eres un especialista en su obra. ¿Qué resonancias temáticas y estéticas puede encontrar un poeta chilango afincado en Cancún con un poeta judío alemán (el mejor sin duda de la posguerra) marcado por el trauma de la persecución nazi y el holocausto? —No soy un especialista: a pesar de todo lo que sé de él y su poesía, es muy poco. Es un poeta con una capacidad creativa y crítica inmensa y eso dificulta su lectura. Por cierto, fue muy mal leído sobre todo por los heideggerianos que no dejan de ver en su trabajo la influencia del “filósofo”, lo cual es completamente falso: con este juicio, se desentiende del contenido de su obra. Su poesía es una contra-poesía, una poesía que se escribe contra la poesía, que la juzga, la interroga, la pone en entredicho. Celan escribió en lengua alemana, pero sus orígenes están más al Este, en Czenowitz, capital de la Bucovina rumana. Su madre fue quien le inculcó el amor por esa lengua y es precisamente esa lengua, a través de ella, que los alemanes han cometidos sus crímenes. Es ella, la madre, quien le ha legado una misión (esto se puede ver en el poema Copos negros): cuestionar todo el legado cultural alemán. Mis primeras lecturas fueron bastantes problemáticas, incluso puedo decir que sentí un rechazo de lo que iba o podía leer: las traducciones que poseía me parecían muy forzadas, pero, aun así, tenían una fuerza extraña, hipnótica. No fue hasta que encontré a Jean Bollack, unos de los mejores intérpretes de su obra, cuando pude ver realmente lo que estaba leyendo: la manera en que Celan resemantiza el lenguaje, su vena iconoclasta, sarcástica, combativa. Eso fue lo que me unió a él. De hecho, el ser judío y escribir para denunciar el asesinato de los judíos de Europa (la palabra Holocausto introduce un matiz religioso, un sentido bíblico que borra la culpabilidad de los nazis) es lo que dificulta su lectura. Es una escritura sumamente personal que se niega a ser universal: eso borraría por completo el exterminio de los judíos. Celan nos pide que nos dejemos habitar por el poema, no para hacerlo nuestro —como normalmente se hace con la poesía— sino para que el poema dé testimonio de lo que sucedió, para que hagamos un esfuerzo por descifrarlo.

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—Hay en Larvae una atmósfera espectral inquietante. Expresa también un estado de ánimo existencial vinculado a lo absurdo de nuestra vida contemporánea. ¿Estarías de acuerdo con esta apreciación? —No puedo estar más que en desacuerdo. Sería reducir los poemas a un tipo de desahogo, de angustia, que no está presente en ellos. Lo que sí hay es el intento de crear un lenguaje que sea capaz de hacer frente a esta lógica aniquiladora —no absurda como en Camus— que es la violencia que vivimos hoy y que parece no detenerse. Me pregunto si un poema como Primero sueño, de Sor Juana, puede soportar los embates de los cuerpos reducidos a cenizas o las fosas que se descubren día a día. Con Larvae me propuse cuestionar mi propio bagaje cultural y someterlo, medirlo contra la violencia que nos acontece. También puedo decir que me propuse destruir el haiku. Algunos de los filósofos de la escuela de Kioto se valieron de ellos para proclamar la “pureza y superioridad” de los japoneses durante la guerra. Algunos de ellos fueron discípulos de Heidegger como Keiji Nishitani. —Hace algunos años, tu estética se manifestaba en versos largos, casi versículos, en cierta forma discursivos. Ahora vemos una poesía pletórica de imágenes muy complejas, contenidas, misteriosas, de difícil acceso para un lector superficial. ¿Cómo explicas esta evolución hacia estos versos tan depurados, enigmáticos y, permíteme decirlo, hasta cierto punto, herméticos, con juegos de palabras, referencias intertextuales semiocultas y algunos juegos tipográficos? —Hace algunos años, como dices, no tenía definido lo que quería hacer con esos poemas. Así que me pregunté acerca de su finalidad: me di cuenta de que sólo eran “ejercicios estéticos” sin sentido, a pesar de que los había trabajado con rigor. Entonces encontré a Celan, lo que me impulsó a cuestionarme si valía la pena o no continuar con ese estilo. Celan me abrió definitivamente las puertas de la poesía y a través de él descubrí a otros autores que no habría podido conocer sin él. Me ha tomado seis años de largas lecturas para llegar aquí. —¿Qué representa para ti el haber ganado el primer premio de poesía importante que se convoca en Cancún? —Haber encontrado el sentido de mi existencia a través de una hoja en blanco. Tropo


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Larvae (fragmento) Por Sinae Dasein El canto de un solo ojo, ensombrecido por el musgo. Ossip Mandelstamm

un baile de locas criaturas aflora sobre hojas de agudo hueso: sus cascabeles agitan ya en tu cerebro

I abiertos están los nombres bajo el umbral: entre las sílabas debes ennegrecer tu ojo

huellas oculares petrifican el aire alrededor de las palabras: ellas anochecen para ti

restos de luz se acumulan en lo desierto: acuñados en el corazón su moneda agita el oleaje de la noche

los huecos del dolor engullen la palabra el alma: el viento y la noche intercambian su ceniza

cubiertos de espuma están los pozos que miran la eternidad: extrae su moneda ellos ofrendan ojos a tu lenguaje abisal

córneas de escritura -inhalan exhalanla sílaba exacta del poema

religa las cenizas los trozos de eternidad que cayeron en tu mano: tú eres raíz

abrimos ojos a las sombras: nada eclipsó la espuma que brotó del corazón

bajo el abrigo de las estrellas tus búfalos tiran de la lágrima que hermana nuestro dolor Rosa

detrás del dolor sílabas crepitan al ritmo del azar vuelan cenizas de secreto entre las hojas rediseñan el armazón de nuestra boca

trémulo soplo de sílabas trazos de nacimiento: a través de ellas la noche sincroniza nuestro aliento

abovedado tufo de espejos: sobre los muros se esparce su sangrienta moneda

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Mascha riait aux anges Contra Paul Éluard El tiempo se estremece en el abismo

giros de espuma incandescentes alrededor de la espina versal: cayados de ciego izan estas palabras de (c)horreante efer/NO/scencia ruido negro tras la tormenta de amapolas: carbonizada la escritura fosforesce su verdad tu boz sta escura: islas de hielo negro flotando alrededor de sus no/coordenadas de flameante silencio la mordedura de las sombras atravesó la palabra su sentido: (p)eses oscilatorias se ahuecan en los mástiles del corazón amortajados tallos de escritura noctulares piedras desovadoras so/nidos de esperma y un ojo –fulguranteentre las piernas el gran salto del vacío arboló raíces en tus manos dedos como hojas abren la noche goznes que sellaron nombres en ceniza

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más veloz que el polvo un espejo arrastra el cadáver de un pájaro con la cabeza en llamas: bajo el viento alas de sombra enloquecen las cenizas de luz lejos de aquí un millar de ellos incrustados en las piedras abrasados por el fuego

II nóes de palabra di/seminados urdiendo en la infinita huella del amor: con piedras en los ojos nutrimos nuestra alianza te abismas en tus heridas umbrales maternos de sábanas cosidas a los humedales del infinito voces que atraviesan tu país de negras herrar/duras


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petrifica tus imágenes de nacimiento vuelca sobre ti el seno maternal que alimenta tu noche sus sílabas con médula de patos salvajes lo que en ti se hunde abre su herida: alas de humeante esperma minas la nada viva en el pulso arterial de la noche

estímulos de niebla ubres cristalizadas donde las palabras maman su sentido viperino de hombres engullendo trozos de fango sus bloques de ceniza Negra constelación de nenúfares acordes a ti estamos abrasados dados de los pantanos tú que estás immersa en la noche yacís de frutos envuelta oscureciente mares coagulados de escritura afinan su desgarradura a la tuya al murmurante cristal cincelado sobre tu frente tu cuerpo en silencio des/olado sube a través de tu memoria: mitad de nada desnutrido/nudo de sombra

fisuras de tiempo manando de los cálices quemares de rótulas árboles ondeando su lenta marea de fuego negro humedeciendo tu esperma die Sprache spricht: parcelas gangrenosas blubos escrotorales de pedigree boscoso y cabañoso dentro de ti flamea la esquirla de higo tus barcas de piedra navegan por el aire estelas lo secreto se mantiene ahí inalterado contra toda esencia larvas de silencio se destejen sobre el mundo agrietando los “misterios de la luz” infestando sus cre/pus/culares berrracos

arroja dados al corazón arroja líneas de agua entre los surcos de los dedos arroja mecanismos de arena: que el tiempo se detenga en tu boca

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1 er l u g a r d e l C o n c u r s o d e P o e s í a C a n c ú n 2 0 1 9

frutos de fiebre liebres espermáticas automáticas guerritas de lodo entre tú y yo: lo tú/yo y lo mí/yo son estos gargabatos estas sangrantes encías de escritura fecal

moritas de pensamiento pastura para filózoofos nazionalistas bashonalistas y bakas zensacionadistas de sangre terranal tiempo partido por la mitad por la nada escurriente de cifras oscuras cáscaras volátiles callendo gato a gato cavándose bajo tu ceguez cerebral se deshilan los enigmas de tu pútrida escritura caparazones blindados de estiércol y cruces gamadas: junto a la fuente ordeñas tu filozoofilia el corazón fortifica sus cámaras arteriales su cuerda tensa sobre el abismo arco y flecha maternales y siete rosas ondeando en la punta de tu torre Sagitario sólo entre las sombras asiste tu nombre: con labios de piedra grabaste sus sílabas en la noche

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cimentar sus minerales entre noche y noche expatriarlos de su nada su herida crepitante de fosas y desiertos : recorre sus cenizas abovédalas habítalas nacimental pútrido esperma que heces espimentar sobre tus cosenos de nutrido enigma: K-u/T/riza tu hambre esmirra campos de siembra estelares: a través de nuestra raíz se desplazan los engranes de la muerte metales gaseosos en tu bóveda craneal: diques de nada –escorias-barrerase aglomeran contra la luz coger las palabras su vacío sumergirlas en la noche palpar la descomposición de sus antiguos maestros


D enisse Pohl s

Metáforas del horror De la narco-nota al poema-collage Por Miguel Ángel Meza Denisse Pohls. Autorretrano.

A partir de la intervención de las notas periodísticas que dan cuenta de la violencia brutal que sufre nuestro estado, particularmente la zona norte, la fotógrafa y buzo profesional Denisse Pohls ha elaborado un poemario controversial. Y mediante la técnica del collage, ha intentado resignificar el sentido de la poesía al humanizar el absurdo cruento que nos rodea, a veces capturando una sombría belleza, las más de las veces exhibiendo la metáfora del horror en que nos encontramos.

A

fin de sacudir su propia indiferencia —la de todo lector de periódico que se ha acostumbrado a ver las noticias sobre ejecuciones, descabezados, encobijados, violaciones y raptos, que son mostradas en un lenguaje cada vez más gráfico y obsceno, y que de tan repetitivo pierde fuerza—, la poeta radicada en Cozumel empezó a tomar consciencia de esta “normalidad” y se dispuso a transformar esas palabras y esas imágenes en poesía. Tenía un objetivo: “quizás podría revivir metafóricamente a tantas personas asesinadas”. Así, del 17 de noviembre al 31 de diciembre del 2018 —año en que la violencia por narcotráfico alcanzó cifras históricas en México, aumento que se vio reflejado en Quintana Roo—, la también autora de un poemario para niños (La isla azul) inició el recorte de palabras y letras de una noticia que daba cuenta de un asesinato (de la sección policiaca del periódico Por Esto!) y con la técnica del collage elaboró los versos hasta configurar un poema que busca “la transformación del lenguaje y del sentido”, y as-

pira a rendir “de esta manera un homenaje a cada víctima”. El poemario testimonial se intitula Del color rojo vino, al color negro fue. De la narco-nota al poema-collage, y fue acreedor del segundo lugar del Concurso de Poesía Cancún 2019. Festival de la Paz. Lo que mostró al jurado fue la versión digitalizada de 46 poemas-collages (acompañada de un anexo en PDF con las páginas del periódico donde aparece la nota), donde los recortes están simbolizados con un sombreado gris o negro. Los tamaños y estilos de fuente respetan integralmente los recortes originales. “En ocasiones construí dos poemas de una misma nota, pero nunca un poema con notas distintas.” Finalmente, y como si se tratara de un poema-paratexto-epilogal, involuntariamente sarcástico, el poemario recoge (en la misma técnica del collage) las cifras oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en cuanto a violencia, desapariciones, feminicidios y cuerpos sin identificar en las morgues de los Estados de la República, cifras publicadas el 21 de enero del presente. Ofrecemos en las siguientes páginas una mínima muestra de este trabajo. Tropo

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Del color rojo vino, al color negro fue (fragmento) Por Denisse Pohls

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D av i d G u e r r e r o

La locura visionaria de un mundo interior Por Miguel Ángel Meza David Guerrero. Fotografía: José Antonio Íñiguez

Cuando uno considera las condiciones adversas en que fue creado el poemario Hermosamente —ganador del tercer lugar del Concurso de Poesía Cancún 2019—, no deja de advertir los guiños socarrones de nuestra realidad literaria. Y cuando uno conoce la peripecia personal de su autor (a contracorriente económica un día sí y otro también, acosado por trabajos a disgusto y un creyente empecinado en que la literatura ofrece algún tipo de salvación), no duda en celebrar la mínima recompensa que significa este reconocimiento, no sólo por el bien pecuniario que lo acompaña sino, sobre todo, por la motivación que tal vez lo impulse en el ingrato empeño creador.

E

scrito en 2016 en una pequeña libreta durante los trayectos en camión de la avenida Tulum al aeropuerto, donde David Guerrero trabajaba en ese entonces —un camión cuyo traqueteo y paisaje urbano le dio una primera pauta acerca del ritmo, dice—, Hermosamente se inscribe por lo menos en dos movimientos acerca de los cuales el autor acepta tener muy poca idea: el naif y el infrarrealismo. Es naif, por la espontaneidad ingenua, autodidactismo y escaso respaldo técnico que el autor reconoce en su formación; y es pariente del infrarrealismo, por su deliberada intención antipoética, en lo personal en cuanto a los excesos, y en la poética en cuanto a las imágenes revulsivas, intencionalmente provocativas, a veces burdas, a veces expresamente ofensivas, como recurso en su búsqueda de una propia estética. Pero nada de esto importaba a Guerrero mientras pergeñaba la obra y descubría a jóvenes poetas como David Meza, cuyo Sueño de Visnú (2013) seguramente le quitaba el aliento y lo invitaba a proyectar su propio mundo de pe-

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sadilla y visiones urbanas escabrosas; ni mientras hacía su lectura personalísima de la Divina Comedia, cuya estructura le dio la pauta para intentar un simbolismo numérico semejante, basado en el 666 (el número de la bestia): 6 apartados de 6 poemas cada uno, de 19 versos más o menos (uno tiene veinte y otro dieciocho). Lograda o no la intención por parte de este poeta llegado a Cancún en 2004, lo cierto es que el lector no podrá quedar indiferente ante la intensidad desgarradora de algunas imágenes, ni insensible ante la actitud descarnada de ese sujeto lírico que parece instalado en la locura visionaria de un mundo interior que podría ser en realidad solo el reflejo de la suciedad externa que percibe; ni mucho menos impasible ante la propuesta extraña de esta obra, cuyo irónico título (Hermosamente) y cuyos epígrafes esconden una reconvención ingenua y un anhelo humanista paradójico y secreto: “Hay que ser buenos no para los demás, sino para estar en paz con nosotros mismos. (Achile Tournier)”; y “Considerar vuestra simiente: hechos no fuiste para vivir como brutos, sino para perseguir virtud y conocimiento. (Dante Alighieri)”. Tropo


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Hermosamente (Fragmento) Por David Guerrero Hay que ser buenos no para los demás, sino para estar en paz con nosotros mismos. Achile Tournier

Considerar vuestra simiente: hechos no fuiste para vivir como brutos, sino para perseguir virtud y conocimiento. Dante Alighieri

6.6.1 Podrás decir por ejemplo el mar es el escupitajo más grande de Dios o que la osa mayor folla con la osa menor más sin embargo sabrás que ambas se excitan al saber que por una rendijita del cosmos a una pequeñísima distancia Andrómeda las observa como a ti y a mí en el mundo en este instante y ella nos piensa como yo pienso en ti en este instante Podrás decir que mi padre me engendró en la cima de una montaña y mi madre subió hasta allí

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y ella tomó el más pesado bate de béisbol y ella me golpeó lo más fuerte que pudo hasta expulsarme tan fuerte como cuando una llanta de un automóvil hace estallar una botella plástica y la tapa en la calle se convierte en un disco giratorio/ Podrás decir que soy un producto del plástico un esperma de látex que me estiro y me estiro desde la infancia Podrás decir que el jonrón más asertivo en mi vida es llegar suavecito a la base del diamante a duras penas con una barridita o un salto y sin ser ponchado sin quemarme o estallar como explota una plataforma petrolera en el Golfo Podrás decir desde luego que el simio de la evolución no es más chimpancé que mula ni menos gato que el papa aunque hagamos saltar elefantes o incluso se ganen las elecciones Podrás decir que la bola de cristal pelota estrellada sobre mi frente es un espejito y no quiero no que ningún niño del mundo se mire en él aunque el retrato tenga la apariencia de un humano Podrás decir siempre/ Podrás decir nunca pero si te sientes lanzado misil catapulta desde el antes y el después del contexto debes tomarte de los cabellos

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ya que terror es fumigar un jardincito o un campo de cultivo y yo no soy el pesticida o suicida ni transgénico Podrás decir que es mejor estar del lado del asesino y no tirado con las costillas rotas estalladas por hiroshimitas de putasos o levantando restos de comida o hurgando en la basura miado o zurrado Podrás decir simplemente si acaso eres un anfibio y nadas nadas sin problemas en medio de este basurero construido pescadito de alelí cochinilla moribunda/ Podrás decir una mentira si tu profesión tejedor de insectos te lleva por buen rumbo o sólo si las cometas que construiste toman a las personas y las elevan las elevan sin aplastarlas cucaracha sin jorobarlas más que el mundo mismo Podrás decir que me conociste en un desierto y que en tanto calor y serpientes nunca nunca cruzamos espinas ni alacranes Podrás decir colores pero sólo si tomas la preferencia de la mescolanza y esto de mezclar no es referencia a un DJ ni a un bote de pintura derramado sobre una alfombra ni a la raza negra gobernado iuesei ni a los paisas de chiapas ni a los campechanos ni al mole cuando se palea junto con el arroz y después me chupo el dedo de en medio y doy sorbetes a una asquerosa sabrosa y adictiva cocacolademierda/

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…las figuras de los medios y las editoriales independientes, que hoy por hoy son una realidad y hasta un mercado creciente. (…) llevamos una ventaja sin precedentes en eso de la marginalidad, porque todos sabemos que en un estado en donde el turismo sexual y la droga son los principales intereses, toda nuestra literatura termina por ser underground. (…) ¿Qué es más importante? ¿Hacer literatura local o hacer literatura?

Más allá del mar

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Por Saulo Aguilar Bernés

Podemos hablar de una literatura quintanarroense? No lo creo, al menos no por el momento. Digo esto porque participé con un grupo que documentó a diversos creadores literarios en el estado para una ponencia presentada en la FILEY en el año 2016; lo digo también como escritor, como editor y, sobre todo, como lector. Era un grupo bastante heterogéneo el que pudimos presenciar demasiado para reconocer características similares dentro de todos, pero también fue algo interesante porque representaba bien la falta de identidad social que se vive en Quintana Roo. Esa literatura naufraga, encalla y se pudre, carcomida por el salitre en las playas de arena blanca. Se fosiliza, se vuelve nido de gaviotas. Ambientando el paraíso caribeño que tanto prometen el gobierno del estado y los grandes empresarios hoteleros. Poco a poco se vuelve un objeto de consumo turístico, una postal que bien podría enviar cualquier visitante hasta su país de origen para así colocarla en su oficina o en su refrigerador y mirarla todos los días antes de partir hacia su trabajo mucho mejor pagado que el nuestro. Lo mismo podría ser una foto de Cancún o de Tulum, una artesanía con forma de pirámide maya, a un poemario de esos que hablan de lo majestuoso del océano, una de esas antologías de cuentos –que parecen todo menos cuentos— sobre las leyendas locales o un cancionero popular para ambientar cualquier marisquería. Todas exce-

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lentes postales, pero todas lugares comunes explotados hasta el cansancio, tan exprimidos que esperar un poco de sustancia sería pura ingenuidad. Sí, manifiesto mi aversión por cada cuento y cada poema de este tipo, también me vomito en cada novela escrita por uno de esos encumbrados que reseñan un Playa del Carmen que parece más un mal episodio de Miami Vice o una escena de Scarface y en esas novelas que hablan de un Chetumal concebido en el realismo mágico de sus familias pintorescas y acomodadas. ¡Ya basta! ¡Dejen de tratar a los lectores como niños bobos! A mí no me quieren dar referentes obligados y mucho menos que me quieran imponer el criterio de quien sabe quién. No me lo tomen a mal. Reconozco a los grandes maestros, pero su manera de ver las cosas ya no es la manera de ver las cosas hoy en día y eso es lo que hay que rescatar: que el devenir del tiempo nos obliga a renovarnos, porque el relevo generacional llega con o sin voluntad de ello. El tiempo es el caballo sobre el que viaja la muerte blandiendo su guadaña. Además de que mucho de lo que se publicó en fondos editoriales del gobierno del estado de Quintana Roo fue para un proyecto de Estado que perseguía establecer una identidad a toda costa. Casi, a la carrera. Proyecto en el cual se ha fracasado —gracias a los dioses, a los santos— porque nuestra condición de estado joven y fronterizo, con influencias caribeñas, es muy particular. La migración misma nos vuelve eclécticos.


Fotografía: Agustín Labrada. Los de arriba y los de abajo.

Consideremos, también, que existe un nulo fomento gubernamental de las voces literarias en Quintana Roo. Pero hay que señalar que aquí se le publica a uno como si se nos estuviese haciendo un favor. Se publica por amiguismo, se publica por sectarismo y ya. Tal vez por eso es más difícil encontrar características Yo les pregunto ahora: ¿Entonces qué define a la literatura de Quintana Roo? A mi juicio, nada. Dejemos que todo lo concebido antes sea arrasado por un huracán y comencemos a replantearnos una escena nueva en donde contemplemos que hemos subsistido décadas sin apoyo institucional, sin becas, sin grandes premios literarios, sin una promoción literaria en la que intervenga una visión de Estado. Rompamos con la literatura yucateca, por favor. No estamos sacando nada bueno de ahí. Yucatán tiene formidables poetas, las mujeres sobre todo. Pero no puedo decir lo mismo de sus narradores. Prefiero leer los folletos que reparten los testigos de Jehová, antes que leer uno de esos libros publicados en Ficticia. Lo mismo que con muchos coterráneos míos que cultivan un amor por la prosa poética, no por la narrativa. Rescatemos a nuestro favor las figuras de los medios y las editoriales independientes, que hoy por hoy son una realidad y hasta un mercado creciente. Además llevamos una ventaja sin precedentes en eso de la marginalidad, porque todos sabemos que en un estado en donde el turismo sexual y la droga son los principales intereses, toda

nuestra literatura termina por ser underground. Pero no por ello abandonemos la crítica, que creo que tenemos que rescatarla como una parte fundamental de la literatura, como un acicate para todos los que queramos llevar un texto ante los ojos u oídos del público. También hay que romper con la meritocracia literaria. A mí me da lo mismo si fulano ganó trescientas veces el FONCA o perengana tiene setecientos premios, dejemos que la obra se sostenga por sí sola ante el criterio del lector más sagaz, así como al del menos aguzado. Que los premios son buenos, pero no lo son todo. Bien lo decía el difunto Piglia, que a él los premios le dan absolutamente lo mismo. Por último, lo más relevante, habría que preguntarnos: ¿Qué es más importante? ¿Hacer literatura local o hacer literatura? Tropo

Saulo Aguilar Bernés (Chetumal, 1993). Estudiante de Maestría en Apreciación y Creación Literaria en el Instituto de Estudios Universitarios. Coordinador y editor en Editorial Gazapo, colaborador en el fanzine digital Letrina, autor de la plaquette “Héroe y otros relatos”. Ha participado en el 1er Encuentro Literario del Sureste, el Encuentro de escritores “Hala Ken” de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y los dos Encuentros de Escritores “Bakhalal” de la Casa Internacional del Escritor de Bacalar. Becario Festival Interfaz Mérida, Yucatán, 2017. Correo electrónico: saulobernes@gmail.com

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#MeTooM x

Las voces de las mujeres Por Vanesa González-Rizzo Krasniansky No quiero solamente consolar a una víctima que llora. El punto es cómo educamos a la sociedad para entender el problema de la violencia sexual como un problema político y no moral Rita Segato

Escribo estas líneas a finales de marzo del 2019, casi veinte años después de que arrancó el siglo XXI. Un siglo que anunciaba la transformación (y lo está haciendo) de muchas de las concepciones sobre las personas en el mundo, desde varias perspectivas (científicas, filosóficas, sociales, etc.). No se pretende aquí un análisis de las novedades emanadas por cada una de las disciplinas. Simplemente se trata de hacer un primer recorte, para el cual utilizaré una palabra que podría estar “fuera de moda” para muchas personas, pero que describe el gran universo de los seres humanos del planeta: PATRIARCADO.

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l patriarcado es ese orden hegemónico establecido en el que hay una autoridad mayor de los hombres sobre el resto. Es el gobierno de los padres en su etimología. Es decir la autoridad la ejercen los hombres adultos y desde ese lugar hemos establecido las relaciones humanas. Ellos son los que nos cuentan la historia, los mejor alimentados, los que ganan más, los que se educan; son los dueños del dinero, y de un largo etcétera. Así ha sido históricamente. Ustedes dirán: “Pero, Vanesa, las cosas han cambiado.”.

Sí es verdad que las cosas han cambiado, es verdad que desde hace 66 años las mujeres podemos votar en México1 y tenemos derechos políticos; se nos incluye en la seguridad social, y las mujeres tienen derecho a estudiar, a trabajar, etcétera. Sin embargo, si afinamos un poco más nuestro análisis, nos daremos cuenta de que tener el derecho no implica ejercerlo en condiciones de igualdad. ¿Qué quiere decir esto? Que las mujeres sufren de una brecha salarial, tienen dobles y hasta triples jornadas y, todavía hoy, son otros quienes deciden por su futuro, cuándo y con quién casarse, cómo vestirse, qué hacer con su cuerpo y con su sexualidad…

1 Nótese la ironía del comentario: 66 años, que para la historia no es mucho tiempo. No demerito el logro del derecho al voto. Planteo el asombro de que sea hasta hace tan poco tiempo y no antes. El derecho al voto es una lucha que las mujeres comenzaron más de 100 años antes de lograrlo.

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Comparto un par de cifras para ejemplificarlo: de acuerdo con Naciones Unidas, por término medio, las mujeres siguen ganando en todo el mundo 23% menos que los hombres en el mercado de trabajo por el mismo empleo, o, dicho de otro modo, las mujeres cobran 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres. De acuerdo con “Girls not Brides”, 26% de las niñas en México están casadas antes de los 18 años y 4% está casada antes de cumplir 15 años. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) coloca a México como el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual infantil. Cada año, más de 4 millones y medio de niñas y niños son víctimas. De acuerdo con las estadísticas de casos denunciados ante el Ministerio Público hay de tres a cuatro violaciones por hora en nuestro país. El sub registro en las denuncias se calcula de 95%, lo que nos indica que la problemática es espeluznante. Para terminar nuestro panorama es importante hablar de los feminicidios, la cumbre de nuestro sistema terrorífico. A las mujeres se les mata por el hecho de ser mujeres. Los feminicidios (en México se calcula que ocurren nueve feminicidios cada día) son la expresión más violenta del sistema machista y patriarcal. Son la manifestación del odio más cruel, y la demostración de la podredumbre en la que estamos metidas y metidos. Es la culminación de una violencia sistémica impuesta a las mujeres. La violencia feminicida comienza con un “piropo” en la calle, con un toqueteo en el transporte público, con abusos sexuales, violaciones, dentro y fuera de los hogares, con el control sobre la vida, y culmina en un asesinato. A lo largo de la historia las mujeres se han alzado para denunciar las injusticias. Gracias a ello hemos logrado

que algunos aspectos se transformen, pero el camino es largo y siempre hay escollos. Frente a un sistema de poder específico y cuando se promueven cambios siempre surgen resistencias de quienes ostentan el poder. Después de este breve y escaso recorrido, ¿podemos decir que se escucha la voz de las mujeres? NO, aunque griten. Es en este contexto cuando una nueva manifestación surge: el movimiento yo también, #MeToo. Y surge después de muchos años de luchas feministas y de que el movimiento de mujeres se ha alzado en diversas ocasiones y con diferentes medios a enarbolar batallas que han costado siglos para lograr movilizar pequeñas realidades en nuestra sociedad. En el año 2017 aparece en las redes el hashtag para que las mujeres agredidas o acosadas sexualmente muestren la magnitud del problema. En diversas partes del mundo hay manifestaciones que se suman a la propuesta. En México los hashtags #MiPrimerAcoso y #RopaSucia comienzan las denuncias. Recientemente se suma el #MeToo. Esta denuncia en redes sociales genera diversas reacciones, análisis varios y se acompaña de un acto solidario, sororo entre mujeres #YoTeCreo. Darle un lugar a la palabra de las mujeres es lo que el #YoTambién, #MeToo propone. Luego de haber sido violentadas con experiencias variadas, las mujeres de cualquier edad tienen la posibilidad de compartir sus testimonios, sin importar cuándo sucedió el hecho. Ellas pueden hacerlo de forma pública o por la vía anónima. Rescato el valor que el ejercicio tiene, en un mundo en el que constantemente se busca el silencio; rescato la valentía de las mujeres que han podido compartir sus historias lo que implica abrir heridas, recuperar dolores

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l a t i n t a t e n t a

A diferencia de otras compañeras no creo que esta sea una lucha de hombres contra mujeres, no es el pensamiento binario lo que nos rescatará. Habremos de buscar potenciar lo que esta manifestación abre, porque es desde ese lugar de diálogo, de discusión desde dónde podremos replantear las relaciones. Cada quién tendrá que trabajar lo propio pero también hay que hacer un ejercicio colectivo que llegue a transformar los lugares de trabajo, de estudio, de convivencia entre las personas.

y mostrar las desigualdades en la que estamos inmersas. Alzar la voz, gritar, llorar… expresar lo que implica que un jefe se propase físicamente, que un tío abuse sexualmente de una niña, que se nombre lo que sucede todos los días y no nos detenemos a escuchar, no queremos verlo y, sobre todo, quienes son responsables y violentos no logran hacer una pausa y pensar en su lugar en esta historia. El #MeToo supura las heridas, las muestra. Argumentar que las denuncias deberían hacerse ante las instancias correspondientes es otra vez caer en una trampa. #MeToo es un acto político. Podemos mejorar muchos aspectos, pero no nos olvidemos que su función es justo lo que sucedió: poner en la escena pública una discusión que estaba negada y permitir a las mujeres romper con el silencio impuesto. Por supuesto, sería hermoso contar con instituciones en los diversos niveles (desde las empresas, universidades, ministerios públicos, etc.) que permitieran que las denuncias se realicen y que la im2

punidad y la re-victimización no fueran el resultado de esos esfuerzos. Por supuesto, sería magnífico que todas las denuncias pudieran hacerse con nombres y apellidos, pero las mujeres tenemos miedo; y algunas, para preservar la vida, deciden compartir su dolor desde el anonimato. Es verdad que hay que cuidar el debido proceso, es verdad que existe la presunción de inocencia. En un mundo en el que el Estado de Derecho funcione, ese es el cauce para los acontecimientos. Lo que resulta rotundo y escandaloso para la sociedad es la cantidad de mujeres que son víctimas de abusos, acosos y violencia sexual. Cuando un grupo de mujeres nos comparte sus testimonios, comenzamos a defendernos, y aparece el mismo camino que se aplica desde siempre: “Y tú, qué hiciste para que te pasara, cómo ibas vestida, un gritito en la calle siempre sube el ánimo, ¡ay, estás en tus días, exageras, sólo te rozó una chichi!”. Cuando las mujeres alzamos la voz, cuando las mujeres hacemos que la palabra sea dicha2, allí hay resistencias, allí cuesta pensar, allí cuesta decir: ¿Qué lugar ocupo yo?, ¿me gusta ese sitio?, ¿desde dónde me relaciono?, ¿por qué no les creo?, ¿por qué no me gusta que las redes se inunden con testimonios duros de leer, con historias difíciles de comprender?, ¿sólo porque yo no lo he pasado, porque yo no lo he hecho?, ¿será que también tengo que responsabilizarme? Hay muchas lecturas que pueden hacerse para el Yo También. Algunas dicen que las mujeres se colocan en el lugar de víctimas. Desde mi perspectiva, haría una corrección: las mujeres SON las víctimas y justo lo que permite el #YoTambién #MeToo es descolocarse de un lugar que resulta opresor, el que carga con el terror de los sucesos en soledad, con la vergüenza y el dolor en el cuerpo, con las torturas cada noche que no se puede dormir. #MeToo nombra, y lo hace para recolocarnos a nosotras que lo llevamos en cada poro y a ellos que tienen que responsabilizarse. También aligera, cura, desprende, narra… deja las grietas, nos rompe y evidencia lo rotas y destrozadas que estamos en esta lógica de dominación. No nos confundamos. Este acto no niega el deseo de las mujeres, no busca plantear la idea de que a nosotras la sexualidad no nos interesa. Lo que hace, y con mucha fuerza, es aclarar que no somos objetos sexuales a disposición del machín, sino seres deseantes que buscamos consentir las relaciones y decidir cuándo, cómo y con quién vamos a tenerlas. Este movimiento no les dirá a los agresores qué hacer, pero sí les invita a ponerse un espejo en frente y a que solos, en pares, grupos, o como puedan, hagan su trabajo de reflexión y acción.

Cuando la palabra de las mujeres es dicha, y se dice con libertad, placer y disfrute, al mundo establecido le cuesta aún más.

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Fotografía: Agustín Labrada. Hacia dos constelaciones.

Hay muchas observaciones relacionadas con la forma en la que se están llevando a cabo las denuncias y qué bueno, porque ello también nos permitirá deshilvanar el problema. Es verdad que no es lo mismo un grito en la calle que una violación. Vamos a ponerle palabras a cada una de las agresiones que suceden. Hagamos protocolos de actuación que transversalicen la igualdad de género, pongamos en práctica lo que ya sabemos, capacitemos a funcionarios, eduquemos diferente a nuestros niños y niñas. Tenemos que movernos de lugar. Pensar que no todas las denuncias son ciertas, es otra vez querernos defender. Claro que también es verdad3, claro que las mujeres no somos buenas personas por el simple hecho de ser mujeres, pero supongo que coincidirán conmigo; este argumento es otro más dentro de las formas en las que la resistencia a hacerse cargo de lo propio se manifiesta. Se busca diluir lo central que es la fuerza de las historias de las mujeres y la magnitud del problema. Hay muchas realidades, hay muchos contextos; usar las redes sociales es un privilegio. Estas denuncias, desde ese lugar de privilegio, también nos permiten preguntarnos: ¿qué sucede en los contextos rurales por ejemplo? ¿Qué hay de las mujeres campesinas, indígenas, negras…? Pero sin irnos tan lejos, en nuestra Riviera Maya: ¿cómo viven el fenómeno las miles de mujeres que trabajan en la hotelería? ¿Qué historias nos pueden contar las mujeres que limpian las habitaciones en los hoteles? Probable3

mente serán historias similares, porque en el #MeToo lo que podemos sentir es que una somos todas y todas somos una. Con ello no propongo borrar las diferencias y la marginación que grupos específicos sufren; simplemente busco resaltar cómo hay un tejido que nos conecta, que nos hace identificarnos frente a la violencia ejercida. A diferencia de otras compañeras, no creo que esta sea una lucha de hombres contra mujeres. No es el pensamiento binario lo que nos rescatará. Habremos de buscar potenciar lo que esta manifestación abre, porque es desde ese lugar de diálogo, de discusión, desde dónde podremos replantear las relaciones. Cada quién tendrá que trabajar lo propio, pero también hay que hacer un ejercicio colectivo que llegue a transformar los lugares de trabajo, de estudio, de convivencia entre las personas. Me gustaría pensar en cómo podemos acompañarnos entre las valientes mujeres que han puesto su testimonio, cómo podemos recuperar ese dolor y abrazarlo para una transformación colectiva. No sentirnos solas y hacer contención. En este sentido han surgido también algunas iniciativas, hay un grupo de abogadas que está donando su trabajo y acompaña a las mujeres que deciden hacer la denuncia en las instancias correspondientes, además de en las redes sociales. Lo festejo. También me pregunto: ¿y las emociones? No he sabido de un grupo de psicólogas que diga #YoTeCreo y te acompaño con apoyo psicológico, reuniones entre las mujeres que trasciendan las redes sociales y permitan desde las miradas, los abrazos, los llantos compartidos, resarcir los dolores y caminar con nuevas fuerzas. Que vengan muchos #MeToo. Es hora de que la incomodidad nos permita reflexionar, es hora de que la palabra dicha de las mujeres cobre una nueva representación social, es hora de que los hombres reflexionen sobre su ejercicio masculino. Vamos juntas y juntos a transformar el sistema opresor que nos daña, trabajemos por la igualdad en la que todas y todos podamos vivir en dignidad y que nuestras voces sean escuchadas. #YoTeCreo. Tropo Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con más de 18 años de experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro activo de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad La Salle Cancún, y la Universidad Marista de Mérida, entre otras instituciones.

Aunque hay estimaciones que indican que 98% de las denuncias relacionadas con abuso sexual son verdaderas y sólo 2% son falsas.

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La poética de la casa en La Mañosa1 Por Amparo Reyes Velázquez (Universidad Complutense de Madrid)

Toda la novela la recorre un sostenido aire poético que no vuelve a encontrase, por lo menos en esta mantenida pureza, en el resto de la obra de Bosch, porque la poesía es, a veces, sólo hermosa puerilidad o decir sin tener en cuenta ni la propia censura, ni la ajena experiencia, ni los muros levantados de la razón. Incháustegui

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Para un estudio fenomenológico de los valores de la intimidad del espacio interior, la casa, para Bachelard es, sin duda alguna, un ser privilegiado, vista desde su unidad y complejidad de valores. La casa nos ofrece imágenes dispersas y un cuerpo de imágenes; por consiguiente, la copiosa imaginación pondrá en el centro de atención los valores de la intimidad. Y es a través de los recuerdos de todas las casas que nos han socorrido, así como todas las casas que soñamos habitar en donde quizá se desliga nuestra esencia del ser; empero, “¿puede desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida”? (Bachelard,1975, p. 83)

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nte este planteamiento, según el filósofo francés, no basta considerar la casa como un “objeto”, antes bien, es necesario escudriñar el carácter narrativo ya sea objetivo, ya subjetivo como búsqueda de las virtudes, de lo innato en la función primera de habitar la morada. Para Bachelard, “la casa es nuestro rincón del mundo”, nuestro primer

universo, en síntesis, el cosmos: “La casa natal es más que un cuerpo de vivienda, es un cuerpo de ensueño” (Bachelard, 1975, p.46). De allí que la morada, la más humilde en su exterior, a pesar de su calidad primitiva, ¿acaso no se torna la más bella cuando soñamos?, dice Bachelard. Esta poética del espacio íntimo nos pertenece, sin distinción del estrato social, cuando nos transportamos a la ensoñación. Así, desde la dialéctica bachelardiana, “todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa” (1975, p.25).

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El ser protegido sensibiliza los límites de su refugio, pues vive la casa en su mundo interno, regocijado por el pensamiento y los sueños. Para el filósofo, en los reductos de la imaginación, los olores, los albergues, las habitaciones…, en general, poseen un valor onírico; por tanto, el pasado, el verdadero bienestar se vivificará por medio de la ensoñación. Es a través de los sueños donde las diversas moradas de nuestra vida se compenetran, se protegen, intrínsecamente, los viejos recuerdos. Por ejemplo, en la nueva morada llegamos a habitar el país de la infancia: “Nos reconfortamos reviviendo recuerdos de protección” (Bachelard, 1975, pp.35-.36). Es evidente que los recuerdos del mundo externo nunca tendrán el mismo significado que los recuerdos del espacio íntimo, la casa onírica. De suyo que: Al ensueño le pertenecen valores que marcan al hombre en su profundidad. El ensueño tiene incluso un privilegio de autovalorización. Goza directamente de su ser. Entonces los lugares donde se ha vivido el ensueño se restituyen por ellos mismos en un nuevo ensueño. Porque los recuerdos de las antiguas moradas se reviven como ensueños, las moradas del pasado son en nosotros imperecederas. (Bachelard, 1975, p. 36) Bajo la dialéctica de la casa y del ensueño, el fenomenólogo manifiesta que la morada tiene potestad para integrar los pensamientos, los recuerdos y los sueños del ser humano; precisamente, el ensueño es la premisa de la integración. Nada habrá como la sensibilidad poética de la casa para socorrer al hombre de la fragilidad del mundo externo: La casa en la vida del hombre suplanta contingencias, multiplica sus consejos de continuidad. Sin ella, el hombre sería un ser disperso. Lo sostiene a través de las tormentas del cielo y de las tormentas de la vida. Es cuerpo y alma. Es el primer mundo del ser humano. Antes de ser “lanzado al mundo” como dicen los metafísicos rápidos, el hombre es depositado en la cuna de la casa. Y siempre, en nuestros sueños, la casa es una gran cuna […] La vida empieza bien, empieza encerrada, protegida, toda tibia en el regazo de una casa. (Bachelard, 1975, p.37) Aunque muchas veces el ser/bien, en ese depósito del bien-estar del origen primigenio, el ser humano, en la fenomenología de la metafísica consciente2, es arrojado fuera de la casa onírica, es puesto a la puerta de la hostilidad de los hombres y del mundo. Pero para Bachelard, una metafísica completa habrá de englobar la conciencia y lo in-

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consciente, cuyo vértice estará en el privilegio de los valores del ser. A título de ejemplo, cuando soñamos con la casa de origen evocamos el calor primigenio de la madre, el padre, los abuelos, la habitación, la cocina, el desván, el jardín, los olores, en fin, nuestros seres protectores habitan o habitaron ese espacio poético. Así, la casa es símil del ser querido y la ensoñación siempre regresa a ella porque nos abraza: “La cocina estaba llenándose con el olor del café que humeaba. Las llamas se ahogaban bajo la marmita, se sacudían, se alzaban y caían”. (Bosch, 2016, p.18) No menos, para Durand, en la poética del espacio, la casa, bajo el semantismo de lo humano, es también el ser que nos abraza: Toda la casa es más que un “lugar donde se vive”, es un ser vivo. La casa redobla, sobredetermina la personalidad de quien la habita […] La atmósfera psicológica sólo es determinada en segundo lugar por los senderos del jardín, los horizontes del paisaje. Son los olores de la casa los que constituyen la cenestesia de la intimidad: aromas de cocina, perfumes de alcoba, tufos de corredores, olores de benjuí o de pachulí de los armarios maternos. (2004, p. 251) A saber, en el discurso de la poética de la casa, en La Mañosa3, en principio habrá de recordar que Juan Bosch cuando niño habitó esa morada4 que describe en la novela y el niño que narra la historia en su calidad de testigo es, precisamente, la voz de Juan Bosch. Evidentemente, el autor dominicano pone de manifiesto valores de la intimidad del espacio en su obra. La casa, en Bosch, como se ha señalado párrafos arriba, es el ser que abraza a los moradores. Así, pues, desde una perspectiva fenomenológica, la casa es un “ser privilegiado” en La Mañosa, ella se torna eco de las voces, de las imágenes, de las sombras, de los seres que la habitan de manera aquiescente en un racimo de valores infinitos. En la novela, la dialéctica de la casa con gloriosa memoria evoca pasajes del espacio interior bajo la imagen del refugio materno revestido de ensoñación, de onirismo. En La Mañosa, la casa humanizada socorre también, en su carácter ontológico, al que es “lanzado al mundo”, “arrojado de la casa onírica”, como es el caso de Momón. Cuando es echado a la puerta de la casa de don Pepe, éste lo acoge, porque llega mal herido (a causa de la revolución) y, finalmente, se queda en aquella casa hasta el día de su muerte: “[…] el conjunto de las imágenes subrayan el aliento poético de La Mañosa como una forma de sua-


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vizar la rudeza de la lucha y la gravidez de la revolución” (Rosario Candelier, 2014, p.153). En la novela, Momón llega a formar parte de la familia de don Pepe, incluso, el niño Juan llega a quererlo como a un hermano: Había frente a la puerta un hombre, jinete en penco bayo, que sujetaba por un brazo a otro que se descolgaba penosamente de las ancas. Cuando éste hubo tocado tierra con los pies, desplomándose sobre José, el que le sujetaba golpeó las costillas del penco con sus recios talones y partió a galope. No había dicho palabra y ni siquiera volvió la cara, como si no hubiera dejado allí nada. Padre se tiró al camino, enrojecido de súbito, y tomó al hombre por los pies, mientras José le clavaba sus manos en las axilas. Entre los dos lo llevaron hasta el quicio de la puerta; al soltarlo se quedó flojo, encogido, los brazos junto al cuerpo […] Estaba encendido de fiebre y preguntó, lleno de miedo. —¿Dónde toy yo? Papá y mamá corrieron sobre él musitando: —En su casa, amigo; en su casa. (Bosch, 2016, pp. 96-97) Para el filósofo de la imaginación, como hablábamos líneas atrás, la vida empieza bien, encerrada, protegida porque la casa es una cuna, pero la hostilidad del hombre y lo que es más hondo, la acumulación de la hostilidad del universo, han puesto a Momón fuera del ser de la casa, lo han arrojado a la puerta de la fatalidad; pero la casa de don Pepe se convierte para él en refugio y caparazón. Aunque en él, el deseo de regresar al origen materno es como el árbol enraizado a la tierra. Según Bachelard, “nuestros ensueños nos vuelven a ella” (2016:38). Empero, la memoria lo reconforta como también los relatos fantásticos que le contaba al niño Juan. En la novela, por ejemplo, otros personajes que han sido arrojados a la puerta de la desventura de la Revolución son los hijos de Carmita y de Dimas, en general, todos los revolucionarios: Y todavía podía dar gracias, porque el otro quizá no lo devolverían, como no le habían devuelto suyos a Carmita, como no le habían devuelto Momón a la madre que esperaba en el distante Bonao, a la madre que creía que el hijo estaba “bueno y sano”. (Bosch, 2016, p.151) De acuerdo con Bachelard, en la dialéctica del ser-bien, el ser humano es depositado en un bien-estar que se vincula al origen primario. En La Mañosa, se vislumbra, en este pasaje, una consagrada imagen materna:

Era un mamoncillo, un pequeñín lindo, blanco y llorón, un niño diminuto, que apenas entreabría los ojos y plañía con apagado sonido. —Tiene sólo dos meses —explicó ella, como si le hubieran preguntado la edad. Mi padre se lo entregó a mamá, que lo acunó en los brazos, lo meció, le puso los dedos entre los cortos labios. Yo corrí sobre él, alborotado y sintiendo no sé qué loca alegría: nunca, nunca había visto cosa tan graciosa, personita tan pequeña, figura de gente tan borrosa y tan menuda; jamás había visto a un niño de meses, y aquél me atrajo y me colmó de una ternura inexplicable. Me lo figuraba y lo quería igual que a un polluelo recién nacido, o a un gatito o a un potriquillo. Mamá decía cosas gratas para el niño, y sonreía a la madre, y miraba a la niña, la hembrita que venía en las piernas del padre; y mientras acomodaba al mamoncillo sobre su hombro, se dirigía a la mujer, diciéndole esas cosas tiernas y agradables que las madres saben decirse entre sí. (Bosch, 2016, p.141) En otras palabras, el bien-estar que se experimenta desde la cuna es como el nido de los polluelos o de los gatitos en su primitivo refugio. A lo que Bachelard añade: “La casa alegre es un nido vigoroso —la confianza del pico verde en el refugio del árbol donde oculta su nido es la toma de posesión de una morada” (1975, p.131). Por ejemplo, el nido es una imagen de reposo y de tranquilidad como los brazos de Ángela, la madre del niño Juan, que sostienen al recién nacido; los brazos, metafóricamente, se traducen en la cuna del ser-bien o el bien-estar, así también la casa. En La Mañosa5, en el pasaje citado, la casa “es cuerpo y alma, es la gran cuna”, espacio íntimo que reconforta y protege a los recién llegados; por lo demás, “el poeta sabe muy bien que la casa sostiene a la infancia inmóvil; “es sus brazos”. Leamos estos versos de Rilke: Casa, jirón de prado, oh luz de la tarde de súbito alcanzáis faz casi humana, estáis junto a nosotros, abrazando, abrazados. (Citado en Bachelard, 1975, p.38) En líneas generales, en la fenomenología de la imaginación poética, la verticalidad de la casa onírica es un ser concentrado, redondo, cuyos recuerdos del niño Juan están cargados de imágenes simbólicas; la memoria resulta un recuerdo de protección en él. La casa boschiana no solo está hecha a la medida del niño Juan, es decir, de ese cuerpo de

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humanidad, fraternidad campesina. Esta casa-paloma es un arca acogedora” no solo de sus habitantes, sino de sus huéspedes, de los viajeros (Bachelard, 1975, p. 96). En palabras del llamado “filósofo de la imaginación” la poesía no nos da tanto la nostalgia de la juventud, sino más bien la nostalgia de las expresiones de la juventud. Nos ofrece imágenes de ensueños de la casa y nos devuelve “estancias del ser, casas del ser, donde se concentra una certidumbre de ser”, tal si fuésemos (con las imágenes revividas) a volver a vivir una vida que al final de cuentas resulta nuestra en la más absoluta profundidad del ser (1975, p.64 Referencias

Ilustración: Jin Tsinganos.

imágenes que genera ilusiones de estabilidad y reimagina la realidad, porque según Bachelard, “la infancia es ciertamente más grande que la realidad” (1975, p.46). En la morada onírica, habitan y se intensifican los recuerdos de la infancia con los cuales llegamos a la poeticidad del espacio de la casa. Pero también en La Mañosa, “la choza irradia

Bachelard, G. (1975). La poética del espacio. (2°. ed.). (Ernestina de Champourcín, Trad.) Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica. Bosch, J. (2016). La Mañosa. Santo Domingo, República Dominicana: Fundación Juan Bosch. Durand, G. (2004). Las estructuras antropológicas del imaginario. (Víctor Goldstein, Trad.). Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica. Incháustegui, C. (1969). Literatura Dominicana Siglo XX. En Miguel Collado (Ed.). Juan Bosch, Maestro de la narrativa latinoamericana. Santo Domingo, República Dominicana: CEDIBIL. P.216. Piña-Contreras, G. (2009). “Arqueología de un mundo imaginario: La Mañosa de Juan Bosch”. Cuadernos Americanos, 3 (129), 44-59. Rosario Candelier, B. (2014). “La Mañosa de Juan Bosch. La novela socio-realista de la revolución”. UNIVERSITAS, (21), 133-162.

El presente artículo forma parte de mi investigación doctoral. “La metafísica consciente que se sitúa en el instante en que el ser es “lanzado al mundo”, es una metafísica de segunda posición” (Bachelard, 1975, p.37). 3 “Como toda obra de arte, La Mañosa tiene su origen. Antes de su primera edición en 1936 había que suponer naturalmente que existieran algunas notas para la redacción de su versión definitiva. No se tiene constancia de que Juan Bosch se expresara, a lo largo de su carrera literaria, a propósito de la existencia de otras versiones fuera de la publicada y cuyo título completo es La Mañosa: la novela de las revoluciones. A pesar de su mutismo a propósito del proceso de elaboración de la obra, se conservan, repartidas en cuatro textos dactilografiados, dos versiones de su primera novela” (Piña- Contreras, 2009, p.45). En las ediciones de 1966 en adelante, como en la de 1940 naturalmente, muchas de las variantes van a la par con su teoría explícita del cuento. Bosch tenía una opinión muy particular sobre La Mañosa; consideraba que le había salido muy lírica y eso fue lo que trató de evitar en la exhaustiva revisión para la edición de 1940 en Cuba: “Hay algo que no me gusta de La Mañosa [dice] y es que me salió demasiado lírica. Hay muchos momentos en que más que novela es prácticamente poesía, pero poesía mala, poesía pobre […] A mí en realidad me sorprende el hecho de que La Mañosa haya conservado una vigencia tan larga. De los libros míos, tal vez es el que más se vende y su venta sigue siendo como si no hubiera pasado el tiempo” (Piña-Contreras, 2009, p.57). 4 “[…] Tía Crucita y sus hijos vivían en El Pino, a pocos metros de la casa donde estuvimos viviendo cuando llegamos de Haití. Esa era la casa que yo menciono en La Mañosa” (Bosch, 2016, p.40). 5 “La exuberancia formal en el empleo de las imágenes, junto a la técnica narrativa, el uso de las formas dialogantes caracterizadoras y abundantes descripciones del paisaje cibaeño con la gracia y la frescura de un colorido fotograma se alían a una actitud moralizante expresada en una clara condena a la violencia destructora, los crímenes injustificados, la deshonra o las injusticias. La ponderación de los valores humanos como la bondad, la solidaridad, la valentía, el trabajo honrado, la unidad familiar o el respeto a los mayores contribuyen a exaltar al hombre del campo, sus valores tradicionales, la paz bucólica de la campiña, la ficción idílica como elementos correlativos del encanto de la vida campesina” (Rosario Candelier, 2014, p.159). 1

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Las esculturas que adornan la entrada del Hostel and Beach Club Agua y Fuego, fueron realizadas por el pintor y escultor Alejo Jacobo (Q.E.P.D), profesor emérito de la escuela IRBAC (Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca), y llevadas a cabo y fundidas en bronce en el taller de arte Constandse-Jacobo en Huitzilac Morelos, forman parte de los cuatro elementos, fuego, agua, viento y tierra en la antigua tradición maya de la naturaleza. El Hostel and Beach Club Agua y Fuego tiene los siguientes objetivos: SU MISIÓN: “Ser únicos en turismo económico y sustentable” SU VISIÓN: A través de las mejores instalaciones y servicios de la Hostelería, lograr cumplir con su misión. Creemos que la recreación turística económica, no tiene por qué considerarse barata, al cliente lo que tratamos de darle, es el mejor “costo beneficio” por su dinero y que obtenga con altos estándares de calidad, la mejor retribución posible en bienestar y servicios. El Hostel Agua y Fuego y su Beach Club, estarán en paralelo con sus objetivos de recreación sustentable y ecológica, en sus tours, servicios e instalaciones, brindándoles lo mejor posible a sus clientes y visitantes. Nuestro lema será: AGUA DE DIA Y FUEGO DE NOCHE.

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12 H de lluvia en el Rainy Day Jazz Music Por Daniel Sibaja

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reparar café. —Kofetárica, imbécil. Ko-fe-tá-ri-ca —creo que lo dice con sinceridad. Puede que todo lo que escuche se me salga por las orejas y termine siendo igual que una broca en los cafetos. —Tienes razón —respondo. Claro que la tiene. No sé mucho de infusión o de tostado profesional. Sólo estaba para servir en las mesas al mundo. Resulta romántico pensar dejarle mi número a cualquiera en un pedacito de servilleta. Relacionarme con el menú del día y con las imposibles Glendoras Coffee. Algo parecido a una miserable latita californiana de medio pelo. Y es que trabajo por mamón. Ya me lo han dicho. Porque en las noches quisiera seguir escribiendo y porque en la muy noche dejo de ser un imbécil—. Soy un imbécil. Lo confieso, mi primera taza fue de un instantáneo a la Nescafé Dolca con galletas globitos. En la cocina el desayuno era de soles rancios y de abuelos. Mamá no estuvo de acuerdo nunca. Pero fue chichí-abuelita María quien me pasó el barrilito de cerámica con algunas migajas flotando; y le sonreí a todos como si me hubieran ofrecido la oportunidad de sentirme enhuesado y con unas cuantas

arrugas antes de tiempo, o como si estuviera a la par con ellos, luchando en mañanas de fría neblina invernal contra la vida de adulto mosquetero. Quiero escribir sobre música o sobre Glendoras. No puedo aunque afuera llueve. He sido viejo desde mi padre al vientre y desde algún punto ridículo de mi vida marcada de antigüedad y pobreza. Soy de quebradas yemas; y los dedos, los pergaminos de cada grano, las damitas de baya verde, las ganas de seguir en las mesas y cada segundo mal pagado, me aturden las más mínimas ilusiones de ser nacionalista o políticamente correcto. La mera verdad es que quiero escribirle. Incluso si no me escriben me voy pa’ atrás y me deslindo de mí y de mis obligaciones pendejas en la cafetería; soy el cobrador de mesas pollito, me pongo audífonos, el video de youtube y aunque llueva, música maestro: en una mañana se pueden tostar las semillas de baya madura. Extenderlos bajo el sol en una terraza descubierta. Ya afuera el pudor y la estupidez humana catadora: en diez minutos: agua infectada de planta purificadora esquinera; y mucho antes de hervir en ollitas de aluminio quemado, pasar por la molienda taiwanesa de a sesenta pesos. Echar al agua y hacer círculos. Ya la cagué. Hervir. Esperemos. Poner a fuego lento antes de que

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rebose. Revisemos la bandeja vacía de mensajes Glendoras. Sin plata y sin beca: sí, ahora, un colador y un pedazo de sábana blanca; una taza de feliz navidad y un portavasos de limonada 7up. Primer trago: escribo con lo que me alcanza y no es tan diferente a preparar café. *** Preparar café con música de fondo. —Schumann, carajo, Robert Schumann! —lo reconozco, escucho música popular aunque afuera esté lloviendo. Y es como si fuese semana santa: me levanté con un humor de mierda. Para qué recordar aquel primer trabajito mamonero del siglo pasado: vendí el periódico con el fallecimiento de García Márquez a dos esquinas de la playa. Vaya victoria. Con ese dinero me compré un cafecito del Oxxo y no salí del baño por dos semanas. Recordé en cama mi fracaso en la música y al profesor de batuta Tello: “Mozart curó del cáncer a mi mamaíta querida, ¡recomendao!”. Bull shit: tres días de ignorancia auditiva me dieron las más largas noches de ensueño y frustración que se puedan alcanzar. —Está bien —contesto; aún no voy quitar al señor Esfera y su recital de piano en el swing de Monk, porque me recordaba también al fracaso literario de Woody Allen en su Pura anarquía. —Deja de pensar en mamadas y ponte de una vez al Robert Schumann —me dice. Trabajo por mamón. Afuera no deja de llover. Lo llevo dentro: hace algunos meses conocí al viejo más viejo, un compañero de banca en la biblioteca pública: tenía arañas explosivas en las bolsas. “Seré Neruda”, dijo. Le creí. Dos meses después de esa declaración se hizo verídico. Él había publicado su primer libro y yo, en una caja de tenis converse, metí mis poemitas y les prendí fuego. Abrimos una ventana en internet e hicimos una revista independiente, por su puesto. Hasta hoy hemos alcanzado un poco más de mil quinientos likes y admito que no moví ni un músculo. Esa frase de “te morirás de hambre”, “mejor conduce Uber”, y, “sácatela de a doctorcito en historia”, me tienen hasta la chingada; me la creí. Por eso sirvo en las mesitas del Centro Histórico. Y aunque afuera llueva en mi habitación sigo escuchando ese playlist del jazz music, y mire nomás: en la placa de mantequilla para hacer chope en el café: dos ba-

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Fotografía: Agustín Labrada. Amando bajo la lluvia.

guettes a la mitad más azúcar y ceniza-comala de candela de patio. Soy un promotor de la lectura. Champiñones rebanados y frescos. Finalmente, queso mozzarella Aurrerá. Mientras se derrite, me hablan dos voces: —Te presento a mi amigo el cerdo —me dice el profesor de universidad—. Es ese francés satírico y simpático: Samuel Schwarz. — Quiero aprender a hacer libros —le digo a lo neo-nerudiano—. No a escribir. A encuadernarlos, usté sabe manito; mano a mano, mi hermano. Yo quiero plantar mi editorial independiente en la ciudad. Es verdad, mi amigo lo dice: fundar revistas no es tan diferente a preparar café. *** Preparar café con música sin fondo. —Póngase a trabajar mr. Bean! —no sé cómo aguanto a este dientudo. Anoche decidí no dormir por leer a los clásicos. Por eso escribí un poema visual ésta mañana sobre aquella mujer que debió mandarme una firma íntima primaveral. Ah, la Glendora que me charlaba en messenger sobres sus viajes secretos a la Atlántida. Aquí está, aunque afuera se van cayendo las nubes. —Ponte vivo, imbécil, atiende al nutriólogo y a su noviecita —me gritan, y es ella—: diles que tenemos una ensalada césar y un Frioreo que te cagas —lo tengo que hacer. Y aunque afuera llueve, tengo que mencionar que anoche tampoco pude entender a los clásicos. De qué manera se olvida a una mujer íntima primaveral? De qué manera se deja este oficio y se convierte uno en oficinista? Ésta mujer es como una Blix de 1919 en la revista simpli-


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cissimus: mujer con lima de uñas, envuelta en seda con su flapper y una boina. Mi Glendora perfecta. Atrás: otro yo más viejo y burgués, con una prensa francesa de oro y plata. Émbolo de ilusiones perras: —¿Qué va a querer, señorita? —pregunto. —Un café americano. Lo dijeron en la prepa: imitar a los escritores no es tan diferente a preparar café. *** Preparar café en la boca de Louis Armstrong. —¿Por qué estás aquí, huevón? —realmente no quiero estar en ninguna parte, pero afuera llueve y ya casi es hora de cerrar. Mañana hay escuela y no quiero escuchar más historias sobre Samuel Schwarz. Frente al espejo, los lunes, me repito: no soy un cortaziano, no soy un cortaziano, no soy un cortaziano. Soy un estudiante de letras con sueños de mojado fronterizo. Afuera llueve, lo estoy viendo, como miré por primera vez a la Glendora en una galería de piedritas: en un gran toque la Vie en Rose al revés tenía un mensaje subliminal. Pensé: trabajar como barista de Café en un Starbucks no es tan mala idea; podría beber los litros de café americano que se me plazcan; podría de la misma empresa ser gerente, tener un auto e irla a ver sea cuando sea; vender baguettes con tres quesos y disfrutar, repito, mi bello café del día: Chiapas, Veracruz, Guatemalteco o Verona. En Francia prefieren los macarrones; creo, por eso ser estudiante de letras, no es tan diferente a preparar café. *** Preparar café en la boca de Ella Fitzgerald. —Deja ese libro, amárrate las agujetas, quítate los audífonos y ayúdame, cabrón, a cerrar la cortina, me lleva la… —hora de ir a casa. Sigue lloviendo y los autos nos mojan las piernas con sus aguas de charco. Por fin a casa. Y mientras camino voy recordando el verdadero nombre de Glendora. Quiero ver los mensajes del celular, pero es que está lloviendo. Mi memoria sale a flote y miramos las luces de los semáforos; sin embargo, antes de cruzar, como en aquel final del Gran Gatsby, yo pienso: tampoco soy como Scotty Fitzgerald. Los años de la ley seca se han normalizado. Si pudiera me fumaría todo

lo que nos queda de la verde y flora natura. Amapola Polar sería el nombre de la amante de Gatsby; no Daisy Buchanan, lo juro: Leonardo DiCaprio y Alejandro González Iñárritu como posters en la parte de atrás de mi puerta: recordatorio: no significa que estoy aquí, esperando un ataque de ansiedad para comenzar a escribir sobre un personaje que no me incumbe y no me interesa. Transretórica. Son excusas. Todo esto se resume a que ser un aficionado del arte contemporáneo no es tan diferente a preparar café. *** Preparar café para premios. Estuve desesperado. Los mensajes de Glendora nunca volvieron. Esto de enamorarse ha de ser ahora de lejanías virtuales, o de artificios de meras coincidencias hollywoodenses. Soy una imagen; me trato de arrugar entonces. Hace una semana envié un paquete de cuentos al premio nacional universitario. Compré seis sobres manila: tres tamaño carta, uno tamaño media carta y dos oficio, por si las moscas. Los envolví con pegamento. Hasta ahora abro la bandeja de mensajes y no hay nada, ni los besos de Glendora Coffee ni el veredicto del jurado. Le escribo un mensaje y espero: ha llegado: “ESTÁS DESPEDIDO”. Trabajaba por mamón, lo sé. Me quito los audífonos y miro la lluvia de afuera como cuando esperaba a que salga un sol aún más frágil que el de la casa de los abuelos, como si el mensaje de la ñorita llegase pronto, como si el oficio que traigo dentro se derrumbara y es verdad, el americano está listo y es cierto: aún puedo aprender a preparar el mejor café del mundo. Tropo Daniel Sibaja (Mérida, Yucatán, 1997). Es alumno de la Licenciatura de Literatura Latinoamericana en la Universidad Autónoma de Yucatán. Egresado del Centro de Educación Artística “Ermilo Abreu Gómez” en el área de Letras. Ha publicado en diversos medios digitales e impresos. Ganador del Concurso de Cuento Breve de la 6° Feria Nacional del Libro INBA-CEDART 2015. Becario del PECDA Jóvenes Creadores en la categoría de cuento (2017-2018) y del Festival Cultural Interfaz (2018). Forma parte del Consejo Editorial de “Bistró. Revista Bimestral de Poesía y del Centro de Experimentación Literaria. Por decisión unánime, los jurados de la Convocatoria a Primer Edición de La Comuna Girondo eligieron a Montejo Boulevard, para su edición en este fondo editorial.

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Un hueco digital… y muy amargo Por Eduardo Suárez Instintos virtuales: Colectividades, pánico y oquedad Oscar Reyes Universidad del Caribe Dilema Films Cancún, Q. Roo 2017 113 pp

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Qué nos dice el título del nuevo libro de Oscar Reyes? Quizá, que no estamos solos, por eso tenemos miedo. Este temor de todos, cuando estamos juntos, se finca en una necesidad desconocida y urgente. ¿A qué le tememos? A lo que no vemos, a lo que no entendemos, a lo que imaginamos, a la desconfianza que nos dan las explicaciones, a lo que nos rodea para contenernos, al agujero que nos sigue a todos lados por tenerlo en el centro de nuestro pecho. A pesar de esto, no estamos dispuestos a renunciar a la angustia: glorificamos este pánico, uno de los pocos ingredientes de nuestras vidas que todavía le dan sabor al caldo. Para Reyes, la comunidad es refugio y calabozo: la colectividad con frecuencia es atrozmente cruel en el ejercicio de su amor propio. El gru-

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po impone su identidad mediante la violenta amenaza de la anomia. Perteneces a él cuando le sacas un ojo a tu conciencia con tus propios dedos, como un gesto trágico de solidaridad frente a los compañeros de viaje. ¿Qué es lo que queda entonces en nuestro disco duro compartido, en nuestra conciencia colectiva? Pues nada. Una entelequia que no nada más peca, además pica como un demonio. Una ilusión insoportable en su realidad. La ligereza del dato, el ser imaginario del cero. Un agujero que no es negro sino invisible. Un hueco digital… y muy amargo.

La red poética de Oscar Reyes Los textos de Reyes comienzan con una advertencia paradójica, tomada de la cotidianidad del correo electrónico: sin mensajes. Para atenderla es necesario siempre reiniciar, programados como trapecistas ebrios confiados en la inexistente protección de las redes sociales. Nos entregamos entonces a nuestro dispositivo móvil, como un talismán que garantiza nuestro cómodo anquilosamiento. Nos deslumbramos ante la virtualidad, lo imaginario, lo inexistente, lo que confundimos torpemente con lo etéreo. Para Reyes esta falsa riqueza se mide en tiempo aire, mensajes sin significado y navegantes náufragos. Atesoramos la violencia digital y sus dro-

gas, las que deseamos poder descargar con facilidad de la nube, junto a la información que no necesitamos, todo como archivos comprimidos. Estas substancias inmateriales tienen el poder único de negar el acceso, engañar desde la raíz de nuestros metadatos. Estos psicotrópicos digitales nos dan mucho más que una adicción: son un muro de fuego, firewall hecho de inteligencia artificial que convierte nuestra mente en agradable pantalla azul. Drogados así, nos desinteresamos de nuestro cuerpo y nos fascinamos de la complejidad de la arquitectura de máquina, la potencia de la memoria externa, el morbo del paisaje urbano y la artificialidad de un paraíso hecho de plástico, silicio y neuromoduladores. Reyes nos advierte, sin ánimo didáctico, que estamos siendo formateados una vez más, en tiempo real. Para distraernos, como los niños que silban en la oscuridad para darse valor, fingimos la interconexión con lo invisible, a larga distancia y con la conciencia plena de una pantalla de cristal líquido animada por bits y bytes. Quedamos al final con la bate-


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ría baja y una infección viral en todo nuestro sistema. Todos los datos nos parecen entonces duros. Recibimos así un ominoso recordatorio: crédito agotado, suspensión próxima. Para cuando acordamos, nuestro historial e instrumentos de búsqueda parecen jaqueados por piratas que no respetan portal alguno. Un mitote tolteca hecho de unos y ceros, del que ningún chamán virtual nos puede sacar, por más donjuanesco que sea. En los escasos momentos de lucidez, nos hace ver Reyes, descreemos de la efectividad de los cableados internos y externos, abominamos la belleza de nuestros accesorios, que nunca son WYSIWYG (what you see is what you get), y le rezamos aterrorizados al Gran Ordenador nuestro que estás en la nube: por favor, no nos abandones en la ubicuidad de esta comunidad de aprendizaje, danos hoy nuestra memoria de respaldo de cada día; Procesador que estás en la Tarjeta Madre, impurísima y concebida con singular pecado, no nos desampares frente a las preguntas frecuentes. Fin del mensaje.

¿Cuáles son los faros poéticos de Oscar? Desde los epígrafes escogidos por Reyes, la poesía debe ser seca, como dijo Paz, para que arda bien. Le atrae la economía de la bala, que mata no por su plomo sino por su velocidad. Le gusta que las palabras graviten, y las deja caer por su propio peso, cosa rara en lo virtual. A Reyes le fascina la reflexión sobre la reflexión sobre el pensamiento humano, meta-cognición infinita de nuestra sombra proyectada sobre la máquina y de la respuesta skinneriana de la máquina sobre nuestra mente. Como profesor humanista que escribe poesía como parte de su pedagogía, nunca olvida el papel de la educación, mecanizada y estandari-

zada hasta el hartazgo, en la ansiada y siempre frustrada liberación del espíritu a través del amor frommiano. Cuidado, nos avisa: no aceptes con naturalidad lo artificial, Philip K. Dick ya nos lo advirtió a gritos antes de tomarse una pastilla de metacualona. Se trata de la idiota magia de Disney, la Maya o gran ilusión virtual: ni la escuela ni la vida pueden ser un Tiki Room lleno de pájaros mecánicos, por más que trinen al unísono en cien idiomas diferentes. Como observador del avance científico, nunca le quita la vista al conflicto ciberpunk por excelencia: la lucha a muerte entre la inteligencia artificial y el espíritu, la neuromancia electrónica de Gibson. A Reyes no lo engaña el juego tramposo entre progreso y dominio; sin embargo, duerme como todos la pesadilla posmoderna de nuestra vigilia cotidiana y alucinada. Es capaz de ver la humanidad de las máquinas, que como cualquier capataz que se respete pueden despedir a miles de empleados sin consideración alguna, y la repetición mecanicista de nuestras vidas. Igual que nosotros, se peina y afeita todos los días frente a un espejo negro. No busca la comodidad como soporte técnico, la que se cultiva como medicina contra la ansiedad y el agujero existencial de refill gratuito. Ese vaso se puede llenar tantas veces como se quiera: el recipiente es incontinente. Vacío automático. Error 404: página no encontrada.

¿Quién es Oscar Reyes? Es pintor: le conozco una serie que representa peces y sus cardúmenes, lo que refleja el lado B del libro que nos ocupa: la vida también existe. Sus cuadros tienen el atractivo visual de los haikus: una simpleza engañadora. Es fotógrafo: su objeto de estudio es el paisaje urbano de nuestra ciudad. Busca y encuentra metáforas en

fronteras de malla ciclónica, geografías en terrenos baldíos y zoológicos en las playas atiborradas por el mono desnudo y asustado. Es videasta: su amor por la luz lo ha llevado a esposarla al movimiento. Ha enfocado su cámara en lo inasible: nuestra identidad como cancunenses. Es profesor: historiador del arte y doctor en educación. Se interesa por la identidad y la cultura. Desea contestar, desde otro lado, quiénes somos, por qué nos reunimos, por qué permanecemos juntos contra todo pronóstico. Es investigador: Reyes indaga sobre la vulnerabilidad de algunos grupos humanos, como los ancianos. También, sobre todo lo que implique tecnología educativa. Su producción académica es variada y rica. Por supuesto, es poeta: si lo hemos escuchado o leído, no se requiere más explicación. Sobre todo, Óscar Reyes es artista multimedia. La trasgresión de fronteras es su patria expresiva: para él los medios son importantes mensajes, capaces no sólo de inteligencia artificial sino de vida propia. Ejerce la pintura como si fuera poesía, su docencia es una investigación cultural sobre la identidad y sus trampas, graba video como herramienta pedagógica... Y, por supuesto, entiende la poesía también como software, nube y red personal. Oscar escribe con imágenes, pinta con luz y lentes, crea metáforas de palabras y movimiento, enseña aprendiendo…

Conclusiones que abren, como hipertextos: Quizá la preocupación más dolorosa de Reyes es la soledad compartida, el griterío entre sordos, el abandono en medio de una multitud, el cadáver encobijado y tirado en la calle que los transeúntes brincan sin mirar.

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Nota: Lee con tu celular el siguiente QR y accede a la versión de POESÍA AUDIOVISUAL de Oscar Reyes.

Conclusión que busca con urgencia cerrar:

Oscar Reyes. Autorretrato.

La oquedad de la existencia le fascina como si fuera un mandala, con lo que ha comenzado a llenarla. Es claro que sabe que la vida no tiene sentido, lo que hace obligatorio dárselo, como ya nos lo enseñó Viktor Frankl. Si alguien es un artista, la propia vida es la primera y última obra. Quizá no haya nada más. Un tema que lo obsesiona es la identidad y su relación con la cultura, las preguntas y respuestas sobre quiénes somos o, mejor aún, quiénes creemos que somos. No se engaña, sabe que existe la trampa identitaria: el uniforme y el disfraz. Reyes afirma en su poesía que buscamos afanosamente un nosotros para escondernos del yo que nos cuestiona y reclama libertad. Nos incluimos en un grupo formado por nosotros mismos para excluir a otros y otras desde la voz autorizada por el poder fantasmal del número y la falsa pluralidad. Como muchos, Reyes intuye, y quizá teme, el significado profundo de la era que estamos viviendo: la de la artificialidad como nueva naturaleza. De aquí quizá surge su obsesión por la realidad, que como nunca necesita

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de adjetivos que parecen desmentirla: virtual, económica, aumentada, onírica, inmediata, social, sentida, propia, percibida, personal, concreta, circundante, imaginada, falsa… Algo esencial para efectos de esta presentación: Reyes cultiva el lingo tecnológico como materia prima de su poiesis. Crea, jugando con las palabras de la informática, como los niños juegan con los petardos: deslumbrado por el poder explosivo pero atento a la posibilidad de perder los dedos por la volatilidad de la pólvora utilizada. Para este presentador, quien conoce la pintura de Reyes, hay una elipsis muy interesante en este libro, una que grita desde su silencio: la ausencia de lo orgánico, la obviedad olvidable de lo vivo. Es notoria la falta del color verde, que pulula en su pintura, en esta poesía. La máquina, el dato y el usuario, por un lado, y la clorofila, la madera y la flor, por el otro, parecen estar peleados, no en la poesía de Reyes sino en la realidad real. Lo que esto quiera significar. Y Reyes lo ha señalado sin decir nada. Un silencio de profecía.

Si se parte de lo dicho por Harold Bloom en su conocido ensayo sobre cómo leer poesía, lo más importante a considerar en la lectura de este libro radica en dos elementos: el uso que hace del lenguaje figurativo —las palabras utilizadas de forma concentrada y expresiva, para alejarse de lo literal, creando así significados nuevos— y la potencia cognitiva del pensamiento evocado por las figuras empleadas. Estas dos premisas me permiten afirmar algo acerca de Oscar Reyes: admiro su convicción de que todo conocimiento implica un cierto tipo de belleza, frecuentemente aterradora y capaz de ser sugerida pero nunca definida; y que toda poesía provoca a la razón, la memoria y al reconocimiento del mundo. Oscar Reyes es un amoroso ludita de la informática. Su arma es el discurso y su campo de batalla, la pantalla en blanco. No quiere exterminarlas, ni a la pantalla ni a la técnica. Quizá busque hacer la paz con ellas. Tropo

Mtro. Eduardo Suárez. Profesor del Departamento de Desarrollo Humano de la Universidad del Caribe. Es traductor y columnista de asuntos educativos. Le gusta el mezcal y el sashimi. Juntos, mejor.


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Fiera piel y carne amarga Por Mariel Turrent Dos novelitas poco edificantes Jorge Volpi / Eloy Urroz Debolsillo 2018 230 p.

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ací en la época en que la pornografía era un bien público, un placer consuetudinario al que todos los hombres tienen un derecho inalienable” y: “El amor existe. Sí, el amor de los cuentos de hadas, el amor de la Bella Durmiente por el príncipe, el del príncipe por Blanca Nieves, el de Cenicienta por el príncipe”; así inician las Dos novelitas poco edificantes de Eloy Urroz y Jorge Volpi, respectivamente, para después, con maestría, atraparnos con tensión en ese laberinto que promete llegar a la narración de las voluptuosidades de un triángulo amoroso por un lado y del triunfo del amor verdadero por el otro. Aunque la pornografía parece ser el tema de la novela de Urroz en contraposición con el amor verdadero del que habla Volpi, me parece que ambas tienen un erotismo sutil que se ve reflejado en el deseo y la imaginación de sus lectores. Las dos son narraciones humorísticas, satirizan la manera en la que nuestras carencias e imaginación exaltan el acto amoro-

so y se burlan de los mecanismos que hoy en día se usan para encontrarlo. Con un narrador en primera persona, el protagonista de Urroz intenta convencer a sus amigos (a la manera de Gide en El moralista) de cómo los celos y la pasión que siente por Úrsula, lograron suplantar su añeja adicción a la pornografía y lo llevaron a cometer una serie de acciones de las que jamás se imaginó capaz. En el espejo, Volpi hace lo mismo. Un narrador personaje trata de inducir, con un discurso de tinte publicitario, a clientes potenciales de contratar sus servicios para hallar el amor verdadero, contándoles una serie de anécdotas que han vivido los miembros activos de su agencia. Ambos narradores hacen constantemente alusión a los grandes autores de la literatura romántica y erótica, y es precisamente esta mención la que nos va develando el mecanismo creador de una obra; nos permite ver cuáles han sido los detonadores de las ideas de estos escritores mientras se mofan, no solo del proceso literario, sino de la etología romántica. Las coincidencias son múltiples, mujeres que buscan salvar su virginidad con prácticas poco ortodoxas, hombres celosos que cruzan límites, triángulos amorosos, y la exaltación del ser amado entre otras. Amigos desde la adolescencia, Jorge Volpi y Eloy Urroz asistieron a la misma preparatoria donde estudiaban José Emilio Pacheco, Salvador Elizondo, Juan García Ponce y Carlos Fuentes. Se hicieron amigos gracias a un concurso

de cuento y años más tarde formaron la “generación del Crack” (un movimiento literario inspirado en la fascinación de Urroz por los Beatles que buscó romper con el llamado “post-boom” latinoamericano) donde promovían una manera civilizada de competir, además de denunciar “la novela light” que imitaba al realismo mágico. Sobre el nacimiento de este libro, cuenta Urroz que envió desde Virginia (donde actualmente es profesor universitario) a Volpi, un texto, titulado Herir tu fiera carne, en el que intentaba subvertir las reglas de las novelas rosas. Esto provocó en Volpi la idea de hacer un libro espejo escribiendo Sanar tu piel amarga, que continúa el estilo, a la vez que se ríe, de la novela de Eloy, en línea con la desmitificación que hizo Sergio Pitol en La vida conyugal. La tensión y la fantasía es sin duda el mejor atizador; la obsesión, la desesperación y los celos que se viven en ambas novelas son el fuego que enciende estas pasiones de desenlaces inesperados. Si bien el desenlace en la novela de Urroz me pareció una puerta de emergencia: una salida un tanto forzada y falta de indicios; el de Volpi lo entendí como una incidencia ineludible. Tropo

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El arte de recobrar lo vivido* Por José Antonio Íñiguez

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Infancia remota Cristian Poot Ediciones O 2019 43. pp

a poesía de Cristian Poot siempre ha poseído varios atributos principales: la inocencia en el trazo y una voluntad casi oriental de redescubrir las cosas que lo rodean. Desde Nostalgia de pájaros, su ópera prima, estas han sido las particularidades que ha sabido sobrellevar hasta hoy de manera ejemplar, pese a la aparente malicia que con el tiempo pueda adquirir cualquier poeta novel, o bien, pese a la disciplina que, en muchos casos, endurece el ejercicio creativo. Con Infancia remota, su nuevo trabajo, Poot demuestra que lo anterior aún no se ha hecho patente en su escritura. Como en sus primeros versos, su búsqueda por la síntesis poética —aunque a veces

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un tanto fallida— continúa siendo la misma; de igual manera, su sentido de hermandad con la naturaleza, y ese anhelo suyo —casi sanguíneo en cualquier urbanodonte— por asir lo fugaz, el tiempo presente y, sobre todo, la infancia: ese lugar que siempre fue un tiempo mejor, y que jamás será recobrado. Los poemas de Poot, sin embargo, parecen no acatar nunca esto último; insisten, al parecer, en negar todo principio de realidad, para después increparnos con su heredada y sutil sabiduría: ¿qué no es acaso la poesía el arte de recrear lo vivido; el arte de tocar el tiempo, verbalmente? A esta pregunta, Cristian pareciera anteponernos siempre sus poemas como una afirmación, pues en ellos, como si se trataran de una reproducción casi fiel de la vida misma, hay siempre la tentativa de imitar una estructura cíclica que termina por cerrarse, poco a poco, en torno a un hablante lírico transformado por su realidad poética. En Infancia remota esto no deja de suceder. En este libro, como consecuencia, presenciamos, desde el

apartado inaugural “Parvulario”, el surgimiento de una voz infantil, profundamente curiosa, pero enfrentada siempre con aquello que desea comprender. Así lo muestra, por ejemplo, el poema “Miedo”: Escucho un rugir de bestias dentro de la caracola. ¿Padre, estás seguro que es el mar? La voz poética de Poot, de esta forma, nos va trasladando en las siguiente secciones —“Días postreros” y “Expiación— desde la niñez hasta la etapa madura. “Botánica”, texto que abre el segundo apartado, así lo constata: “Las manos de mi madre/ están llenas de lodo,/ han construido un edén/ con las cubetas viejas./ Por mi parte, he sembrado/ en las mismas cubetas/ sin que ella se entere/ memorias de la infancia”. Estos poemas, por ende, son las memorias de ese pequeño periplo; memorias en donde se hacen visibles, a manera que avanzamos, algunos temas tan vitales como el corrosivo paso de los días —véase el poema “Trazos”—, la necesidad de acercarse a


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Fotografía: El Naranjo Estudio.

Dios ante la cercanía de la muerte —véase “Atisbo de uno mismo”—, y la voluntad casi obstinada de preservar la inocencia, ante una infancia que se hace cada vez más remota y oscura, como apunta entrañablemente el poema “Credo”: Busco a Dios como mi padre lo llevaba en los bolsillos. Creo en su existencia […] Creo en la sonrisa infinita de mi padre. En la mirada inocente de los niños que sonríen [en un triciclo oxidado. En la infancia perpetua: el único deseo. Con Infancia remota, Poot nos entrega por eso otro libro conciso y honesto, no para comprobar que lo vivido jamás lo recobraremos, sino para recordarnos, como apunta Rodrigo Quijano en el prólogo, que la poesía —¿quién sino ella?— “está aquí para llevarnos al punto donde podemos volver a recorrer el sak bé de la vida”. Tropo *Texto leído en la presentación del libro el pasado 13 de marzo, en el Instituto Tecnológico de Mérida, Yucatán.

José Antonio Íñiguez (1991). Ha sido incluido en antologías como Los caminos de la lluvia: muestra poética de Cancún (Ediciones Del Lirio, 2013) y Parkour Pop.ético. Mapa poético (SEP, 2017). Becario de poesía en la categoría de jóvenes creadores del PECDA. Es autor de Nueva tierra (Ediciones O, 2018) y (de próxima publicación Actualmente coedita el fanzine de poesía Cracken.

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Pueblo chico… infierno multicolor Por Miguel Miranda Luna Menguante. Historia de un asesinato Mario Pérez Aguilar Secretaría de Educación y Cultura. CONACULTA. SEP. 2014 254 p.

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as nuevas generaciones tal vez no sepan que a las generaciones anteriores, como la mía, nos enseñaban en la primaria que la República Mexicana tenía veintinueve estados, dos territorios y un distrito federal. Muchos años después, frente a la computadora en la que escribo este texto, recuerdo que había un “territorio” que me sorprendía por su lejanía: Quintana Roo, además del misterioso nombre de su capital, Chetumal, y que por esas fechas dejaba de ser “territorio” para convertirse en “estado” el 8 de octubre de 1974. Leí Luna Menguante y me hizo recordar esos años de primaria donde imaginaba territorios despoblados, alejados de las grandes ciudades donde sucedían cosas excepcionales. Mario Pérez Aguilar (Chetumal, 1954) logra retratar perfectamente esa ciudad de madera, hecha por inmigrantes de aquí y allá, como el italiano Vittorio, quien huyendo de la Segunda Guerra Mundial recala en

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Belice, y ejerciendo su oficio de zapatero conoce a Jeramina, una mulata de ojos verdes que además ejerce de prostituta; ella le lleva unas zapatillas para reparar. Pero de esto, y el propio conflicto, nos enteraremos luego, porque el novelista chetumaleño nos va lanzando el cuento como si fuera un cebo, el cual el lector deberá seguir hasta el final y descubrir el conflicto donde no solo el italiano y Jeramina son partícipes. La novela inicia en una cantina, donde Manuel, que ha dejado de vivir en Chetumal, regresa después de un suceso trágico para hacer un reportaje. Se reúne con dos personajes clave que irán contándole en torno a la mesa de cantina, la historia del italiano y la prostituta, a la cual se irán uniendo otros personajes, que van situando la historia desde 1943 en Italia hasta diez años después del huracán Janet, que borró literalmente el Chetumal construido con madera en septiembre de 1955. Luna Menguante es una novela sin celulares, Facebook ni Whatsaaps, relata maravillosamente un Chetumal narrado desde una cantina por sus parroquianos y de cómo ellos mismos van viviendo en un tiempo que ya se fue, lleno de la magia de los pueblos donde no pasa nada, donde las costumbres son las mismas como una rutina de domingo, como las funciones de títeres en casa de los hijos de don Eugenio, pero también suceden cosas extraordinarias y llenas de un

realismo mágico hermosamente trabajado como el romántico gorila fornicador o la fertilidad que provoca el amor de Jeramina y el italiano. Pérez Aguilar hace notar su oficio como escritor de novelas como Los artificios del agua turbia (1995), Tercera llamada (1997) o Por aquí se dan muy bien los muertos (2000). El también servidor público en diferentes dependencias de gobierno, forma parte de los buenos escritores quintanarroenses que desafortunadamente son poco publicitados y mal leídos. Luna Menguante, Historia de un asesinato es una novela que describe al viejo Chetumal a través de sus personajes, nos habla de las pasiones humanas universales en un escenario caribeño, pletórico de magia real, que las nuevas generaciones deben de leer, y entender cómo era ese viejo territorio que ahora es nuestro estado de Quintana Roo. Tropo Miguel I. Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Diseñador gráfico y comunicólogo. Profesor de la Universidad Anáhuac. Reseñista habitual de Tropo a la uña. Correo electrónico: zorombatico@gmail.com


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De no haber sido lector... Por Alonso Tolsá

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a lectura me dio proporcionalmente lo que me quitó: pude haber sido marinero, militar o arqueólogo, pero escogí ser lector en detrimento de mi radio de acción. En casa había una biblioteca compuesta casi exclusivamente de teoría económica, materialismo histórico y dialéctico. Posiblemente el primer libro que hojee fue una biografía de Lenin de la editorial Progreso de Moscú. En aquellos días mis padres eran de los últimos marxistas orgullosos: guardaban celosamente numerosos afiches, libros y casetes de canción protesta que hacían sonar religiosamente los domingos por las mañanas. Yo, sin embargo, quería leer novelas burguesas. En la casa de Silvestre las encontraba: La dama de las camelias, Eugenia Grandet, Madame Bovary, Cumbres borrascosas. Su padre, a quien recuerdo siempre borracho hojeando poemarios con las portadas húmedas, me prestaba los libros. Él fue mi primer paradigma de lector. En un punto ambiguo de los 90’s mis padres dejaron de hablar de hacer la revolución; cedieron sus libros, quemaron sus afiches, embodegaron sus discos y casetes dejando muy pocos vestigios de su juventud, su

Ilustración: Jonathan Wolstenholme (Gran Bretaña, 1950).

heroísmo proletario y su conciencia de clase. Paulatinamente, se había ido derrumbando una etapa histórica como un espejismo que muestra su falso carácter decisivo. Después de esa década, en casa levantaron el veto a Mozart, a Chopin, a Los Simpson y a las novelas norteamericanas. Por entonces leí a Poe, Stevenson, Hemingway y Lovecraft con impaciencia y sin un programa definido; había aguardado mucho y tenía prisa de mezclarme con voces y experiencias ajenas. Sin buscarlo particularmente, Estados Unidos comenzó a intrigarme tanto como Rusia; El camino del tabaco de Erskine Caldwell me condujo a una faceta que adoro explorar en las novelas: el de las penurias de la vida rural. Durante unas vacaciones de verano sucedió algo que no olvidaré: mientras mis amigos nadaban en aquella presa que se encuentra en el pueblo de Santo Domingo, yo leía no sé qué obra a la sombra de un arbusto alto; sin proponérmelo alcé la vista del libro y en ese instante me traspasó la certeza de que aquello jamás volvería a repetirse. Podría ser que yo regresara después solo o acompañado, pero ese instante pletórico que observaba desde lejos —Silvestre flotaba abandonado sobre la superficie del agua— no volvería. Pese a mi amarga certidumbre no conseguí deshacerme del libro y ese momento que ahora se me aparece infinito se escabulló.

¿Qué consecuencias hubieran existido de haberme puesto el traje de baño?, ¿de poder volver el tiempo me hubiera echado al agua? Aquella epifanía imprevista significó algo: el pacto de fervor y fidelidad supremo a la literatura determinaría mi fracaso en otros ámbitos sociales. Me convertí en un hombre flemático y procrastinador que no dudaba en citar a Oblómov para justificarse: En mi vida no arde ni el fuego salvador ni el destructor. Desde el primer momento en que tuve consciencia de mí, sentí que ya me apagaba. Todavía no tenía veinte años y era ya inútil aspirar a ser un aventurero, un pescador o un arqueólogo; sentí que eso que me lo había dado todo se había llevado de pronto también todo consigo. Sin embargo, aun reconociendo que la lectura no servía para nada, no había conocido, ni nadie me había enseñado, nada mejor. Cuando el padre de Silvestre murió, mi amigo publicó un poema póstumo que se titulaba: mi sol es un foco de 60 watts. Supongo que su padre como los míos, añoraban su ingenuidad activa de los últimos tiempos de la Guerra Fría, donde por lo menos había utopías por conquistar. Tropo

Alonso Tolsá. Lector diletante. Fue becario del FONCA (2016) y la FLM (2019).

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En busca del aroma del tiempo Por Marién Espinosa Garay “Todo eso, pueblo y jardines, que va tomando consistencia, sale de mi taza de té”. M. P.

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ra asmático, hipersensible, frágil. Llegó a su casa temblando de frío. Había atravesado la ciudad de París en medio del invierno, había también atravesado un día triste, abrumado por la perspectiva de vivir al día siguiente otra jornada tan melancólica como la que terminaba entonces, separadas por la pausa oscura de una noche larga, de sofocamiento y dolor. Debió quitarse el abrigo y el sombrero con tal pesadumbre, que su madre no pudo menos que recordar al niño que lloraba por las noches exigiendo un beso. Pero ahora el tieso bigote no lograba ocultar los mismos ojos lánguidos, los silbidos tenues en la respiración, aquellos mechones rebeldes cayéndole en la frente —ese espacio sobre las negras cejas—, siempre habitado de ideas obsesivas. La madre le ofreció una taza de té. Aquello iba en contra de las costumbres del hijo, quien era considerado injustamente en los círculos aristocráticos como un snob, por lo que hubiera preferido un buen vino; pero sin saber por qué, accedió, inclinando levemente la cabeza. Entonces la madre pidió a la servidumbre “…uno de esos bollos,

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cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino.” 1 Sin mayor consciencia del momento, al fin probó una “cucharada de té donde había echado un trozo de magdalena”2. Y entonces sucedió el milagro. Los turistas aún pueden acceder a la antigua casa de campo donde Marcel Proust pasaba los veranos de su infancia, ahora convertida en museo, en Illers-Combray. Los más fanáticos emprenden también una excursión por el camino de Swann, aquel sendero que recorriera el niño saliendo por la puerta principal, donde bordeaba los extensos jardines del Señor Swann, y topara con el primer amor de su vida, la pequeña Gilberta. Los fans también compran magdalenas en la panadería cercana para detener al tiempo en un instante de contemplación, de éxtasis, como sucede solamente a los místicos, a los amantes, a los poetas, y como aconteció a ese joven, que escribiría después de su experiencia con la magdalena remojada en té de tilo: “Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo en que opera el amor,


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Fotografía: El Naranjo Estudio.

llenándose de una esencia preciosa, pero mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal.” Poco más de un siglo después de publicada la primera parte de su extensísima obra, un filósofo coreano, educado en Alemania y crítico de los tiempos posmodernos dirá: “La estrategia de la duración de Proust permite sentir el aroma del tiempo”.3 Era el mismo aroma del té que antes de misa, el niño llevaba a la tía Leoncia —más enferma por vocación que por deterioros de salud—, y a quien daba el beso dominguero sobre los efluvios de una infusión de tilo; y ella, remojando una magdalena, ofrecía un bocado al niño quien, ya un hombre, se estremecería al revivir el olor y el sabor de la infancia perdida en un sorpresivo asalto, donde los recuerdos contenidos en algún equipaje olvidado rompieron los diques internos y saltaron inundándolo todo. Porque se desdoblaron paisajes enteros, caminos, noches de zozobra, conversaciones, colores, lejanías, rostros… De esta manera, “cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más persistentes y más fie-

les que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse —en una impalpable gotita de té—, el edificio enorme del recuerdo” Se había abierto un portal, un golpe de tiempo puro le cayó encima, se extendió un túnel que une dos puntos en el lapso de una vida, que los funde y confunde hasta no saber en qué lugar del tiempo está plantado aquel que de pronto es forzado a esta experiencia límite.5 Y aunque cualquier curioso lector de Proust podría quedar satisfecho con esta translocación violenta de los tiempos a través de una taza de té, que provocara en el autor la compulsión de escribir infinitas descripciones de la infancia en Combray, las peripecias en el camino de Swann, los primeros juegos de amor en los Campos Elíseos, la visión maravillosa de las muchachas en flor y tantos pasajes más, resulta que el problema de encontrar el tiempo perdido no es tan sencillo. Porque en esta obra no estrictamente autobiográfica, después de casi tres mil páginas abigarradamente escritas, el personaje ha experimentado los avatares cotidianos que suelen devastar a las almas a través de los años. Entonces, buscando el tiempo perdido, regresa a los horizontes de

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“… el arte es lo más real que existe, la escuela más austera de la vida y el verdadero Juicio Final.” su infancia para comprobar que, inesperadamente, la realidad del presente ha despojado los luminosos rincones del pasado de toda belleza. Los caminos, los ríos, las gentes y hasta el campanario de la amada iglesia de Saint-Hilaire carecen ahora de la antigua magia, el aroma y el color. El tiempo recobrado, el último volumen de la obra, no revive aquella infancia radiante que inyectara una renovada luz en el presente, como pudiera pensarse de manera ingenua. Es un hundimiento aún más profundo en un tiempo sin tiempo, sin presente ni pasado. Es una caída en medio de los frascos aromáticos, saturados de esencias, que la tía Leoncia atesoraba en su cuarto: cada uno guarda instantes perdidos, trozos de vida cuyos perfumes saturan los sentidos hasta la inconsciencia. El tiempo se concentra “en mil vasos cerrados cada uno lleno de un calor, un olor y una temperatura diferentes”. Estos frascos, que guardan en la memoria atmósferas perfumadas, son lugares extratemporales que se abren sin aviso, arrastrando al olvidadizo hasta la raíz misma de la experiencia sensible, y lo enfrenta al fundamento mismo de todos los placeres y los dolores, de los amores y los abandonos, de la ilusión juvenil y la certeza de la mortalidad. Porque el hombre buscaba al niño en los caminos del recuerdo, pero el río de la infancia, por el camino de Guermantes, antaño bordeado de flores, se ha convertido apenas en un canal mediocre que arrastra aguas turbias, y el rostro de la niña amada, ahora pertenece a una mujer corriente y anodina. Entonces el personaje sabe que el paisaje no ha cambiado, sino los ojos que lo miran. ¿Cómo entonces recobrar el tiempo perdido? ¿Cómo termina la aventura iniciada para encontrarlo? Una hora no es sólo una hora, es un vaso lleno de perfumes, de sonidos, de proyectos y de climas.6 Habrá que dejarse asaltar por los aromas del tiempo, salir del pasado y el presente, hasta percibir las experiencias primordiales, en el cimiento mismo de toda humanidad, pero sin prisas, en una actitud contemplativa. Como en el amor verdadero, como en el éxtasis religioso, como en el arte y, para Marcel Proust, en la literatura. “La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura; esa vida que, en

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cierto sentido, habita a cada instante en todos los hombres tanto como en el artista. Pero no la ven, porque no intentan esclarecerla”.7 Siempre dudoso de su talento, Marcel Proust publicó algunas obras y artículos, mientras la salud se quebrantaba y en su espíritu iba madurando una obra monumental, En busca del tiempo perdido. Sin embargo, el primer manuscrito, Por el camino de Swann, fue rechazado por los editores y se imprimió con fondos propios en 1913. Pero el segundo, A la sombra de las muchachas en flor, le consiguió el Premio Goncourt en 1919. Publicó El mundo de Guermantes y Sodoma y Gomorra en 1922, y ese mismo año murió, después de más de quince años de ocuparse exclusivamente en redactar su enorme obra, de la cual serían publicados póstumamente los últimos cuatro libros, así como su extensa correspondencia. “… el arte es lo más real que existe, la escuela más austera de la vida y el verdadero Juicio Final.” Referencias http://www.medicinayarte.com/img/biblioteca_virtual_ publica_deleuze_proust_tiempo_vii.pdf https://www.tripadvisor.com.mx/Attraction_Reviewg1968295-d3627971-Reviews-Musee_Marcel_ProustIlliers_Combray_Eure_et_Loir_Centre_Val_de_Loire.html PROUST, Marcel. (2015) En busca del tiempo perdido 1.Por el camino de Swann, Madrid, Alianza Editorial. 2 Ibidem. 3 HAN, Byung-Chul, (2018) El aroma del tiempo, Barcelona, Herder. 4 En busca del tiempo perdido. 1. Por el camino de Swann 5 PROUST, Marcel. El tiempo recobrado, citado por el filósofo Han, en El aroma del tiempo. 6 El tiempo recobrado 7 Ibidem 8 Ibidem 1

Marién Espinosa Garay (Monterrey, NL, 1953). Maestra en estudios humanísticos y Licenciada en Ciencias Humanas. Primer Lugar Premio FIMPES 2012 a la Innovación Educativa y Segundo Lugar Premio FIMPES 1996. 1er. Lugar concurso de cuento “Como el mar que Regresa”, 2000, Casa de la Cultura, Cancún. Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1990. Docente universitaria. Artista plástica, pintora y escultora. Correo: marien46@hotmail.com


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Un debate de sobremesa: ¿Puede haber una quesadilla sin queso? Por Héctor Hernández

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“Cuando me preguntan si prefiero el amor o la comida, no suelo contestar. No me gusta hablar con la boca llena” Miss Borderlike

n una animada reunión de sobremesa a alguien se le ocurrió decir: “Se dice que Michael Phelps, después de cinco horas de entrenamiento nadando, es capaz de comerse medio kilo de espagueti y tres hamburguesas grandes además de diversas bebidas. Yo he logrado esa misma hazaña… sin necesidad de tanto ejercicio”. Sin embargo, la verdad es que no es tan fácil encontrar a alguien capaz de comer tanto. Pero si alguna vez yo pudiera comer tanto, preferiría algún platillo que se coma con tortillas de maíz. El maíz es el principal cereal cultivado y consumido en la comida mexicana (enchiladas, tacos, tostadas, flautas, tamales, sopes, etc.). Esto encaja con el significado del nombre que le daban los indígenas taínos del Caribe

mahís, que significa literalmente “lo que sustenta la vida”. No extraña entonces que la mayoría de la gente conozca las quesadillas y que muchos se hayan preguntado si está justificado llamar “quesadillas” a las que no llevan queso. Hay al menos dos razones que parecen hacer atractiva la conclusión de que las quesadillas deben llevar queso para ser quesadillas: 1) parece una contradicción hablar de una “quesadilla sin queso” y 2) si el uso del término “quesadilla” se limita a los antojitos mexicanos que tienen queso, se tiene una uniformidad con otros nombres similares utilizados comúnmente en Cancún como “sesadilla” (de sesos) y “pescadilla” (de pescado). Todo el mundo está de acuerdo en que no puede haber una quesadilla sin tortilla, así que la tortilla se considera un ingrediente esencial. También la gente suele estar de acuerdo en que si se agrega un guisado al queso sigue siendo una quesadilla, lo que significa que al añadir ese ingrediente no deja de ser quesadilla. Esto es importante porque algunos platillos si dejan de ser lo que son si se agrega algo más. Por ejemplo, el agua simple deja de serlo si le agregas suficiente limón y azúcar y se convierte en agua de limón. Mientras que un café sigue siendo café aunque le agregues leche, claro que ahora

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t e r t u l i a s se llamará café con leche. Así que parece justificado seguir llamando quesadilla a aquella que además de queso tiene otro guisado, o con mayor precisión quesadilla con rajas, o quesadilla con pollo, etc. Sin embargo, hay problemas con estas razones. Empezaremos con la segunda. Cuando no llevan queso, la uniformidad de los términos obligaría a llamar “polladillas” a las de pollo, “rajadillas” a las de rajas, “papadillas” a las de papa, etc. y eso, hasta donde he sabido, nadie lo hace, lo que rompe con la uniformidad del lenguaje. Pero el argumento más fuerte es el primero: el mismo nombre “quesadilla” parece indicar que el queso es un ingrediente esencial y la terminación illa suele indicar un diminutivo. Aunque he oído otra versión: “quesadilla” en México viene de queso y tortilla, sus dos elementos centrales. Ésta en realidad es solo una versión más sofisticada de la primera porque “tortilla” sería un diminutivo de “torta” (posiblemente por ser más delgada). La cuestión es si el queso y la tortilla tienen la misma jerarquía o si ambos son esenciales en la formación de la quesadilla. El platillo llamado frijol con puerco requiere de ambos para serlo, aunque parece que no en la misma proporción: básicamente son frijoles con unos cuantos trozos de carne de cerdo. Si fuera al revés sería puerco con frijol. Algo similar sucede con el arroz con leche, se requieren los dos ingredientes, pero el arroz debería ser el preponderante, de otra forma sería leche con arroz y de hecho muchos venden este último producto como si fuera arroz con leche. En lo que toca a las quesadillas, no basta con tener como ingredientes el queso y la tortilla para ser una quesadilla, la tortilla debe estar doblada aproximadamente a la mitad en una forma parecida a una media luna (se dice que el término “taco” viene del náhuatl ‘tlahco’, que significa precisamente ‘mitad’ o ‘en el medio’), si se usan dos tortillas abiertas, una sobre otra, y en medio el queso es una sincronizada (aunque generalmente con tortillas de harina). Sin embargo, un taco de queso también puede tener estas tres características. La diferencia es que, normalmente, en la quesadilla el relleno y la tortilla se calientan simultáneamente, por lo que el queso llega a ser fundido en menor o mayor grado, mientras que en el taco la tortilla se calienta por separado del relleno. Además, las quesadillas suelen servirse de costado, mientras que los tacos normalmente se sirven abiertos con el guisado hacia arriba (una excepción son los tacos de canasta). Por ejemplo, en los tacos al pastor (dicen que “cuando falla el amor, unos tacos al pastor”) la carne se suele calentar en el trompo mientras que las tortillas se calientan en la parrilla y se sirven con la carne hacia arriba, pero las quesadillas al pastor se sirven de costado con queso fundido junto con la carne.

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¿Es contradictorio hablar de una quesadilla sin queso? Eso depende de qué tan afortunado resulte ser el nombre original con respecto a los cambios posteriores. Por ejemplo, el término “átomo” significa “indivisible” (literalmente: “sin corte”, “sin división”), porque los antiguos griegos pensaban que el átomo no podía dividirse en partes más pequeñas, pero hoy sabemos que los electrones, neutrones y protones son más pequeños que el átomo. En cualquier caso, los científicos no tienen problema en hablar de partículas subatómicas (“¿partículas más pequeñas que lo más pequeño posible?”) o de la división del átomo (“¿división de algo que es indivisible?”) sin considerar esas expresiones como contradictorias. Por otra parte, el término “triángulo” (literalmente: “tres ángulos”) sí es afortunado y conserva toda su fuerza, sería contradictorio hablar de una figura plana que sea un triángulo y no tenga tres ángulos internos. ¿El nombre “quesadilla” es más parecido al de “átomo” o al de “triángulo”? Consideremos primero el caso de otros antojitos mexicanos cancunenses. Por ejemplo el panucho. Según la tradición popular, se originó a mediados del siglo XIX en una región de Yucatán llamada Jalisca donde un señor conocido como “Don Hucho” tenía un puesto de comida y alojamiento para los viajeros que iban a Campeche o venían de allí. Cierto día Don Hucho no tenía comida que ofrecer a un viajero y ante la insistencia del viajero, le preparó un pan con frijoles colados y huevo cocido, al cual le llegaron a llamar “el pan de don Hucho”, que al paso del tiempo se convirtió en “panucho”. Actualmente se le sigue llamando panucho, pero se sustituyó el pan por una tortilla de maíz con frijoles en su interior, a la que después de freírse se le pone pollo, lechuga, aguacate y otros condimentos. ¿Es apropiado llamarle panucho cuando ya no es de pan ni lo vende Don Hucho? ¿Qué podemos decir de las empanadas que tampoco son de pan, sino de tortilla de maíz? Se podría responder—haciendo el trabajo del abogado del diablo— que la tortilla en su origen es un tipo de pan y así se puede tratar de salvar estos ejemplos (aunque no todos concuerdan con esta idea). Pero hay otro caso digno de mención que no se puede salvar de esta forma: la cochinita pibil. “Pibil” se le llama a cierta técnica de cocción en un horno subterráneo construido en un hoyo llamado en lengua maya pib. La base del hoyo se llena de leña y luego se colocan planchas de piedra, sobre las cuales se coloca la carne condimentada cubierta con hojas de plátano. Cuando se aplica esta técnica usando carne de pollo se le llama “pollo pibil”. ¿Merece todavía el nombre de “cochinita pibil” cuando se hace una olla express o de otra forma moderna usando aluminio en vez de hojas de plátano? Peor aún, el nombre “cochinita” no resulta muy afortunado porque la carne ge-


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Desfetichizar el pensar. Fotografía tomada del sitio “Iberoamérica social”.

neralmente no es de hembra y tampoco es de cerdo joven como las tortas de lechón (el nombre lechón se deriva de leche porque aplica a los cerdos que al estar en periodo de lactancia se alimentan de leche materna). Otro caso similar procede de unos antojitos que actualmente están muy extendidos en Cancún: los tacos de canasta. En su lugar de origen (probablemente Tlaxcala) y en muchos lugares de la república estos tacos se traían en una canasta, de ahí su nombre. Quien los conoce reconoce la imagen: una bicicleta y la típica canasta cubierta con un plástico de color azul claro, con un enorme frasco de vidrio a un lado que contiene la salsa. Pero aquí en Cancún los tacos se suelen acomodar en una hielera y de todas formas se les llama “tacos de canasta”. Estos casos nos permiten darnos cuenta de que el nombre de las cosas no siempre encierra profundidad de significado, muchas veces es arbitrario, pensemos en aquel niño que después de haber recorrido un planetario dice: “Ya entendí cómo calculan las distancias entre las estrellas y cómo saben de qué están compuestas, pero lo que todavía no entiendo es cómo saben cuáles son sus nombres”. En resumen, el nombre que se da a los platillos de comida suele reflejar alguna característica que tiene en el momento de su origen, pero al paso del tiempo las condiciones cambian y los ingredientes y elementos de cocina se modifican o diversifican adaptándose a las condiciones variables del entorno. La cerveza se define como una bebida alcohólica, pero ahora existe la “cerveza sin alcohol” para quienes les gusta el sabor de la cerveza, pero no quieren embriagarse (por cierto la cerveza sin alcohol sí tiene alcohol, pero menos del 1% del volumen). Su frase es: “Ya sé que el alcohol no va a resolver mis problemas, pero tampoco el agua”.

De manera similar, el nombre “quesadilla” indica lo que en su origen parecía ser un ingrediente característico: el queso. Pero al paso del tiempo, el cambio, la combinación y la diversificación de los ingredientes y formas de cocción, permitió la existencia de quesadillas que podían prescindir del queso, pero conservaban las demás características: el doblez de media luna y el calentamiento simultáneo del relleno y la tortilla, además de servirse de costado. El nombre ahora solo señala cuál es el ingrediente típico de una quesadilla, el queso, pero que sea típico no indica que sea indispensable. Algo similar sucedió con el Choco Milk, en su origen se componía de chocolate y leche (“milk”), pero después surgió el “chocomilk” de fresa y el de vainilla. El nombre todavía alude al sabor típico, pero no impide que la gente identifique que existen otros sabores. Aunque la posición parece razonable, el precio de rehusarse a llamar “quesadillas” a las que no llevan queso es tener que cambiar también, por coherencia, el nombre a la cochinita pibil, las empanadas, los panuchos, los tacos de canasta, etc. El mundo no siempre continúa respetando todos los rasgos del nombre original a través de los siglos, a veces estira algunos y reduce otros y termina cambiando algún elemento. Peor aún, a veces el mundo contradice al significado literal del nombre, una estrella fugaz no es una estrella y un ciempiés no tiene cien pies. Por eso, para muchos el mundo está al revés, pero como decíamos en la adolescencia: “Si encuentras el mundo al revés, pide unos tacos de cabeza y un refresco de cola”. Tropo

Héctor Hernández (México, D. F.). Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Actualmente es profesor del departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe.

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Unicaribe y el retorno del género de la ópera Por Emilo Reyner

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a ópera es un arte que tiene la peculiaridad de ser amada u odiada con pasión. La ópera ha evolucionado tanto y ha involucrado, cada vez, a tantos más géneros artísticos y tecnológicos en su producción, que aquéllos que la reducían a la visión del gordo y la gorda gritando, deberían darse la oportunidad de asistir a la presentación de alguna de estas piezas para constatar cómo todas sus sentidos y sus sentimientos se abren y se mueven al ritmo de la acción. Un recorrido por la historia de este género puede darnos una mejor perspectiva de los intereses profundamente artísticos y humanos a los que responde la ópera. Esperamos que, a través de este repaso de sus coyunturas clave, más gente rompa sus prejuicios y se anime a disfrutar de una de las creaciones artísticas más completas que existen. La Tragedia, una de las artes identitarias de la Grecia clásica, ofreció el punto de partida para el surgimiento de la ópera. Cuando los músicos y poetas renacentistas desempolvaron aquellas piezas en el siglo XV, comprendieron su valor artístico y cultural, y descubrieron que constituían una poderosa unidad de texto, canto y movimiento. El teatro de Grecia iba más allá de la simple ilustración de creencias religiosas o inculcación de temor a los dioses; cumplía una función de ritual catártico para procesar malestares sociales. Un grupo de músicos e intelectuales florentinos conocido como la Camerata Fiorentina, intelectuales y artistas fascinados con la antigua Grecia y cansados de los excesos de la música polifónica renacentista, quisieron revivir lo

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que se creía que era la simplicidad de la tragedia antigua. Se puede decir que este movimiento artístico dio lugar al nacimiento de la ópera, en Florencia, Italia, a finales del siglo XVI. La primera ópera, que todavía hoy se representa, fue La Favola d’Orfeo (La leyenda de Orfeo), compuesta por Monteverdi en 1607, hace ya más de 400 años. En el siglo XVI, la Iglesia Católica no permitía que las mujeres se exhibieran en espectáculos públicos, y para remplazar los personajes y las voces femeninas en las escenas teatrales, sobre todo en las obras cantadas, se recurría a hombres castrados, “i Castrati.” En general se trataba de cantantes que habían decidido preservar, cuando no habían sido obligados a ello, la tesitura maravillosa de la que habían gozado como niños. La gente llegó a apreciar tanto el timbre de esas voces que las consideraba como un don divino. Florecieron en las cortes, desde el siglo XVI hasta 1870, cuando fue prohibida la castración voluntaria por el estado Italiano. Hoy, los papeles que eran interpretados por los castrati los ejecutan contratenores, cantantes que consiguen esas tesituras mediante técnicas de emisión de la voz, o sopranos caracterizadas como varones. El principal representante del siglo XVII, entre los autores de ópera, es Claudio Monteverdi, compositor y cantante italiano. Monteverdi marcó la transición entre la tradicional música polifónica del siglo XVI y el drama lírico y la ópera del siglo XVII. En el siglo XVIII, se desarrollan dos formas de ópera: la ópera seria y la ópera buffa. La ópera seria utilizaba mucho los temas de la mitología griega y recurría preferentemente a la tragedia. La ópera buffa o cómica tenía argumentos más ligeros y personajes con los que se podían identificar los asistentes. En los inicios del movimiento operístico, las óperas le daban más importancia a la palabra. A finales de la época barroca (1600 a 1750), se puso mayor interés en las melodías y nació el gusto por las arias: solos o duetos compuestos para el lucimiento de las voces y el deleite del público mediante melodías conmovedoras. Todo giraba en torno del “bel canto”. El bel canto, es una técnica vocal que enfatiza la belleza del sonido, la expresión dramática y la emoción romántica. Se desarrolló en Italia entre finales del siglo XVII y mediados del XIX. Inicialmente, la ópera era un espectáculo reservado a la corte, situación que fue cambiando con la apertura de teatros fuera de palacio, los cuales permearon el espectáculo al público en general. En el siglo XIX con el auge de los nacionalismos y el involucramiento de la ópera en la insurgencia de los pueblos, se desarrollaron distintas tradiciones en diversos países. La era romántica se inició con las obras de compositores alemanes. El género mezclaba rasgos serios y cómicos, absorbiendo aspectos de la música sinfónica, con temas derivados de la vida contemporánea o la histo-


t e r t u l i a s ria reciente. Richard Wagner revolucionó el mundo de la ópera durante la segunda mitad del siglo XIX ya que unió música, drama y poesía. La orquesta pasó a ser parte de la trama, ligando la aparición y acciones de los diversos personajes con un tema musical: el leitmotiv. En Italia, el disfrute de las voces siguió siendo predominante con la tradición “bel cantista”. En Rusia y en Europa del este, desarrollaron un estilo propio que se inspiraba en la historia o en la literatura nacional. En Francia, se desarrolló la “Grand Opéra” con efectos escénicos y ballet, así como la “Opéra Comique” en la que se incluyen diálogos recitados, defendidos por el dramaturgo Moliere que no quería que se perdiera la dimensión teatral de la ópera. Al inicio del siglo XX, la ópera siguió las tendencias de finales del siglo XIX. Más adelante entra en auge el individualismo que se caracteriza porque las obras no están enmarcadas en ninguna tendencia. El siglo XXI es todavía una partitura que está en proceso de ser escrita y la ópera está en constante evolución para ser disfrutada por el mayor número de público posible. En este contexto llega la ópera a la Universidad del Caribe a través del programa HD Live del Met de Nueva York. Como ya hemos visto la ópera tiene una larga historia que ha cautivado a muchos, pero, ciertamente, al igual que el teatro, con la modernización de los medios de comunica-

ción, en particular con la llegada del cine, perdió por largo tiempo su atractivo y un gran número de seguidores. El programa del Met de Nueva York esta reposicionando a la ópera, como una de las artes más importantes e incluyentes. ¿Por qué: incluyentes? El Mtro. Sergio Vela piensa que la ópera puede ser considerada el Arca de Noé de la Cultura Occidental ya que muchas de las artes que se utilizan en la ópera están en peligro de desaparecer. El Met, utilizando tecnología de punta para transmitir en vivo, a más de 2,200 teatros en 73 países, está impulsando el gusto por la ópera y rescata así las posibilidades de sinergia de una gran variedad de géneros artísticos: la música orquestal, la actuación, el ballet, las artes escenográficas, las artes plásticas, la decoración, la arquitectura, la iluminación, el maquillaje y el estuario, entre otros. La Universidad del Caribe se sumó, en 2011, al selecto grupo de foros que proyectan las temporadas de ópera del Met. Por ello, lo invitamos a perderle el miedo a la ópera y atreverse a disfrutar de este magnífico programa. Consulte la Cartelera en la página de la Universidad. www.unicaribe.mx/programaarteycultura Si aún no la recibe en su correo, escribanos a: ereyner@ ucaribe.edu.mx Los esperamos en la explanada de la Universidad del Caribe.

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L a May a Pa x

Un latido ancestral que se niega a morir Instrumentos musicales autóctonos. Fotografía: Macarena Huicochea

Por Macarena Huicochea

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n viaje en busca del origen y supervivencia de la Maya Pax (la música sagrada maya) fue el inicio de una aventura inesperada en la que pude comprobar que la cultura maya sigue viva y que, aun a pesar de la conquista y del neoliberalismo, el poder y la presencia del conocimiento ancestral no se han extinguido. Gracias a una amiga mía pude contactar con un especialista en el tema de la música tradicional, el maestro Ricardo Delgado. El místico aroma del copal y el potente sonido del caracol nos dieron la bienvenida al Museo Maya X Balam Nah (ubicado en el Municipio de Felipe Carrillo Puerto), y ese detalle me hizo pensar en las antiguas resonancias culturales que, muchas veces, nos pasan inadvertidas. Y fue así como, en medio del delicado humo blanco del copal, apareció la figura del maestro Ricardo Delgado, con sus cabellos y barba blancos, unos expresivos ojos azules, y una cordial sonrisa. Mi amiga y el maestro se saludaron y ella nos presentó. Él, sin pretensión alguna, pero con un gran orgullo por su trabajo, me dijo: “Soy el director del Centro de Arte y Filosofía Maya Hum Batz, bienvenida”. Mientras me contaba que desde hace veinte años se dedica a la enseñanza de la música tradicional de la Maya Pax y a la elaboración de instrumentos musicales prehispáni-

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cos, los ojos del maestro Delgado se iluminaban al hablar de la fortaleza y resistencia de la cultura maya, de cómo se expresa aún a través del lenguaje y la manera de ver el mundo que prevalece en las comunidades y, en su caso particular, mediante la enseñanza de la música antigua, sus instrumentos, sus tonos y ritmos característicos de la península de Yucatán. Habló también de su motivación para seguir enseñando a las nuevas generaciones, a pesar de los factores sociales y económicos que obligan a muchos jóvenes a buscar mejores fuentes de trabajo en otras ciudades. No pude evitar preguntarme cómo era que, a pesar de su aspecto visiblemente europeo y su lenguaje universitario, fuera capaz de hacerme sentir como si estuviera hablando con alguien que hubiera heredado el conocimiento y la cultura desde su infancia, en el seno familiar. Al respecto, explicó que es psicólogo de formación, pero músico de vocación, y que durante estas últimas dos décadas se ha dedicado a investigar las tradiciones musicales de la comunidad, preguntando a los viejos sabios mayas y a los chamanes del lugar acerca de su cultura ancestral, y su manera de entender el mundo y la vida. Esto le ha permitido integrarse y ser incluido en actividades a las que solamente se permite el ingreso de personas herederas de la tradición, encargadas de resguardar los rituales de la Cruz Parlante y de la música de la Maya Pax, hacia las cuales él demuestra un enorme respeto y agradecimiento.


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Maestro Ricardo Delgado. Fotografía: Macarena Huicochea

Entonces vino a mi memoria el antiguo nombre del lugar: Chan Santa Cruz, y de la leyenda que dio origen a la famosa Cruz Parlante y a las tres pequeñas cruces (sus hijas), aparecidas en torno a un cenote sagrado. De acuerdo con la tradición oral local, la cruz estaba dotada con el don de la palabra y se convirtió en el oráculo mediante el cual la divinidad daba instrucciones a los mayas rebeldes (hartos de tres siglos de opresión y sometimiento de “los blancos”), a fin de apoyarlos y guiarlos durante la Guerra de Castas. Fue así que me enteré de que esta música tiene dos aspectos: uno sagrado, con piezas específicas que se tocan en celebraciones religiosas; y otro que (con diferente estructura musical) se ejecuta en las fiestas tradicionales, los bailes y las corridas de toros. También descubrí que la Maya Pax refleja el sincretismo musical y religioso (ya que incluye el violín, de origen europeo, pero también el culto a representaciones católicas), y un momento histórico de trascendencia, ya que estos aspectos de su expresión se consolidaron junto con la Guerra de Castas, como una música para pedir a Dios y a la Santa Cruz ayuda para triunfar durante las batallas en contra de los blancos o dzules, pero también para festejar el orgullo de ser mayas y las victorias que los animaban a recuperar sus territorios y libertades culturales. Yo escuchaba con mucho interés la narración del Maestro Ricado, fascinada por la alegría y pasión con la

que hablaba de los jóvenes mayas, interesados en conocer y resguardar esta herencia cultural. Sus alumnos fueron llegando poco a poco, preparándose para darnos una muestra de su aprendizaje; así que nos invitó a conocerlos y a escuchar los sonidos que a él le trasmitieron los abuelos mayas, con la consigna de que los ejecutara tal como se le había indicado, y como ahora él hace con quienes acuden a sus clases. Al entrar al salón, me maravillé por la creatividad del maestro Ricardo en la elaboración de los instrumentos, los cuales, según me contó, deben de poseer las medidas exactas para poder producir los sonidos característicos de los tonos y semitonos prehispánicos. Había diversos instrumentos prehispánicos recreados perfectamente: sonajas de huaje rellenas de semillas; flautas hechas con carrizo de orquídea, e incluso un huéhuetl (un alto tambor tradicional) y un tunkul (nombre maya para el instrumento mexica equivalente, conocido como teponaxtle), al que el maestro le dio la forma de manatí. La importancia del trabajo del maestro Ricardo Delgado se puso en evidencia al saber cómo ha ido rescatando esta tradición. Cuando él llegó, había aproximadamente 40 grupos de intérpretes de la música tradicional, que han desaparecido al ir muriendo los viejos músicos que no pudieron transmitir sus enseñanzas a muchos jóvenes que salen de la comunidad en busca de mejores oportunidades de vida. En el 2017 se registraron apenas 14 grupos, y actualmente siguen disminuyendo. No obstante el panorama, el Maestro no pierde el entusiasmo y lo transmite a las nuevas generaciones, haciendo hincapié en la importancia de sentirse orgullosos de ser mayas y de ser guardianes de sus tradiciones. La visita terminó de una manera extraordinaria, pues los alumnos interpretaron un par de piezas que lograron estremecer el cuerpo y el corazón de quienes nos encontrábamos ahí, escuchando respetuosamente esas escalas tonales, tan diferentes de las de la música europea, y esa ejecución inolvidable… y casi hierática. Los sonidos de esos instrumentos dejan su huella en el alma y resuenan como un viejo canto ancestral que se niega a morir y que sigue resonando en nosotros, desde lo más profundo de nuestras raíces indígenas. Tropo Macarena Huicochea. Estudió Letras, Psicología y Ciencias humanas. Autora de Blasfematorio (Colección Becarios del Centro Toluqueño de Escritores) y La Caricia de la Esfinge (Biblioteca del Bicentenario del Instituto Mexiquense de Cultura). Umbrales (Consejo Editorial del Estado de México) reúne sus dos libros anteriores y algunos cuentos publicados en revistas e incluso inéditos. Se ha desempeñado como guionista, conductora y productora de programas de radio y televisión.

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B a c h i l l e r a t o s

t e c n o l ó g i c o s

Cuna de obreros calificados Por Mauricio Ocampo C.

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ara el ciclo escolar que terminará este año, egresarán de nivel secundaria en Quintana Roo más de 14 mil estudiantes, de los cuales sólo obtendrán un espacio en escuela pública 7 mil 193, lo que muestra la ineficiencia de la supuesta cobertura gratuita y obligatoria de educación media superior en nuestro país. La salida fue fácil: la Secretaría de Educación Pública del estado ha invitado —desde el ciclo pasado en el que el número de estudiantes que quedaron fuera ascendió a los 5 mil— a las escuelas particulares para que cubran dicha demanda, continuando así con el vagón de la privatización de la educación pública en nuestro país. Así, en este ciclo escolar, muchas escuelas particulares abrirán sus puertas a los más de 7 mil rechazados de la SEP, con la supuesta bondad de abaratar los costos de inscripción. Por decir algo, en una preparatoria privada se pude constatar que de casi 200 estudiantes, menos de 5% tuvieron como primera opción dicha preparatoria, los demás fueron rechazados, y no por haber reprobado el examen de ingreso, sino por la carencia de cupo en escuelas públicas. Lo anterior demuestra que las políticas educativas en nuestro país son realizadas con las patas de tecnócratas y burócratas detrás de un escritorio. De nada les sirven los estudios realizados por el INEGI, en los que se puede prever un incremento de la población con base en los rangos

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de edades. Si los gurús que diseñan las políticas educativas utilizaran los recursos demográficos, podrían prever el crecimiento acelerado de una población juvenil no sólo en nuestro estado, sino en México, diseñando bien, con antelación, políticas educativas, y destinando más presupuesto a este rubro. No basta con prescribir como obligatorio el nivel medio superior, es necesario tomar en cuenta todos los elementos que ello necesita: infraestructura, docentes, capacitación docente, revisiones curriculares, etc. A pesar de lo anterior, en el sexenio de Felipe Calderón se decidió abrir la cobertura gratuita y obligatoria, no solo del nivel preescolar, sino medio superior sin haber evaluado el costo social. Por supuesto, era necesario proteger este derecho universal de los niños y jóvenes, pero debió haberse hecho con una estrategia a corto, mediano y largo plazo, partiendo de la realidad material existente, cosa que definitivamente no realizaron ni él, ni ninguno de sus sucesores, dejando ver que los temas educativos están muy por debajo en prioridad, por debajo de los temas relacionados con las fuerzas armadas. Así también el gobierno en turno, que ha promovido la entrega de becas sin haber solucionado el problema central: el de la cobertura con escuelas que contengan infraestructura necesaria para su buen funcionamiento, la abrogación de la mal llamada Reforma Educativa, y la revisión a conciencia del Nuevo Modelo Pedagógico (que, dicho sea de paso, es un Frankenstein “teórico”).


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Así también el gobierno en turno, que ha promovido la entrega de becas sin haber solucionado el problema central: el de la cobertura con escuelas que contengan infraestructura necesaria para su buen funcionamiento, la abrogación de la mal llamada Reforma Educativa, y la revisión a conciencia del Nuevo Modelo Pedagógico (que, dicho sea de paso, es un Frankenstein “teórico”).

Es imperante la realización de una auditoría para conocer la cantidad, ubicación y estado de las escuelas que tenemos en nuestro país, para que a partir de ahí, se determinen las necesidades materiales y se realicen proyectos con miras a una mejora continua. De otra manera, la SEP seguirá siendo la responsable de la generación de la cuna de la delincuencia, al menos en nuestro estado. Definitivamente, quienes pagan el costo de su estupidez son los jóvenes y niños.

II Ahora bien, por un lado está el fracaso de la supuesta amplitud en la cobertura del nivel medio superior, por otro, el trasfondo maquiavélico que existe en preparatorias tecnológicas incorporadas a la Dirección General de Bachillerato Tecnológico (DGTI). Estas escuelas en la actualidad ofrecen un plus. El estudiante no sólo sale con certificado de terminación, sino que además puede obtener cédula y título. ¿Cuál es la razón de otorgar una cédula y un título a jóvenes preparatorianos? Bien, si revisamos el proceso de promoción de dichos bachilleratos, nos encontramos lo siguiente: 1. El estudiante sólo puede reprobar 2 asignaturas de tronco común (si no, se le da de baja temporal). 2. Si reprueba 2, tiene una oportunidad de presentar las asignaturas en extraordinario (de no aprobar, es baja definitiva). 3. En el caso de las asignaturas de especialidad, no pueden reprobar ninguna, ya que si lo hacen, es baja temporal y tienen que recursar sólo esa asignatura, perdiendo un año 4. Los estudiantes deben, para poder acreditar, acumular un número de mínimo 24 puntos por asignatura al final del curso. Lo anterior tiene como trasfondo algo tremendo. Los estudiantes suman la totalidad de puntos que llevan cada mes. Si han acumulado los 24, dejan de sumar y se olvidan de la asignatura, pues han asegurado el 6, confor-

mándose con esa calificación y centrándose en una educación con base a números y no conocimientos –esto es propio de todos los niveles. a) El punto anterior lleva a los estudiantes a enfocarse en las asignaturas de especialidad, es decir, aquellas que conforman su “carrera tecnológica”, o lo que es lo mismo, lo que les adjetivará como técnicos en algo, ya que si reprueban sólo una, serán dados de baja y tendrán que recursar. b) El punto anterior nos lleva a lo siguiente: los estudiantes de 5to y 6to semestre han generado una cultura de no tomar en serio o minimizar las asignaturas de tronco común como español y matemáticas. c) Error garrafal, pues cuando se presenten a su examen de admisión a licenciatura, seguro lo reprobarán, pues en su formación, las asignaturas que tuvieron peso, no fueron español y matemáticas, asignaturas que conforman el contenido de los exámenes de admisión, sino que se enfocaron en ser buenos técnicos en la especialidad que eligieron: turismo, comunicación, diseño gráfico, etc. El resultado es una gran cantidad de obreros calificados que no accedieron a las universidades, pero que se han de conformar con un título y cédula no de formación profesional, sino de técnicos en algo, echando nuevamente a andar la maquila educativa y conformándose con bajos salarios. Es necesaria una revisión consciente de este fenómenos, pero no a partir de un escritorio ni de gurús oficialistas como los que dirigen en Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), sino de todos los actores que hacen y dan forma al sistema educativo nacional. Tropo Mauricio Ocampo. Sociólogo con especialidad en Cultura y maestro en Pedagogía. Es autor de los libros La Universidad Pública: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo (Ediciones del Lirio, 2012), Aprendizaje basado en proyectos (Ediciones del Lirio, 2013) y Pedagogía crítica y crítica pedagógica (Ediciones RR/Consejo de lucha de Q. Roo, 2016).

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López Obrador: esperanza y riesgo Por Marcos Constandse

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lgunas veces “no es fácil comprender a Andrés Manuel”, reconoció en marzo pasado la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero. ¿En qué consiste esa dificultad? Desde mi punto de vista, en que el mensaje de fondo de Andrés Manuel no ha sido comprendido por la inmensa mayoría, pues da la impresión de que está fundamentado en la lucha contra la corrupción y la impunidad y —aunque efectivamente ese es un objetivo—, la verdadera base de su misión es el de la “transformación moral de la sociedad”. Su lema, “primero los pobres”, no es otra cosa que un llamado al desarrollo de la “consciencia colectiva”, un mensaje para que nos demos cuenta de que las sociedades corruptas y egoístas en la Historia, han caminado hacia un despeñadero. Dos libros me han permitido comprender e interpretar a fondo esta idea del Presidente: el primero: Hipoteca Social (Editorial Mc Graw Hill), del académico mexicano Da-

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vid Noel Ramírez Padilla, que además revela cuál es nuestra responsabilidad en el mismo. Y el segundo: Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo, del pensador holandés Rob Riemen (Editorial Taurus), que permite comprender cómo escritores y filósofos de la talla de Kant, Nietzsche, José Ortega y Gasset, Goethe, Tocqueville, Robert O. Paxton, Togliatti, etcétera, alertaron desde principios del siglo XX sobre el peligro del fascismo, que tiende a replicarse en el populismo. Advierte Riemen que los valores fundacionales de Europa (belleza, justicia, verdad y solidaridad humana, que le dan sentido a la vida), valores emanados de la mezcla de las culturas greco-romanas-cristianas, se fueron perdiendo, como finalmente sucedió. Y esa pérdida arrastró al resto del mundo a una cultura de altísima tecnología y cultura de masas, caracterizada por el materialismo, el pragmatismo y el dogmatismo, es decir, una orientación de la vida hacia la inmediata e intrascendente satisfacción de necesidades secundarias, y regresando al principio de pan y circo para el pueblo.


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López Obrador habla de algo muy poco común en nuestros tiempos. La Cuarta Transformación no es otra cosa más que una profunda transformación moral.

Si revisamos la historia reciente de México, la posterior a la Revolución, notaremos dos periodos secuenciales: Primero, la etapa de desarrollo estabilizador, durante la cual se crearon nuestras grandes instituciones: la Universidad Autónoma de México (UNAM), que formó a una generación que tuvo la visión de crear a su vez otras de envergadura monumental —el Hospital General, el Instituto Nacional de Cardiología, el Hospital Infantil, y el Instituto Mexicano del Seguro Social—. Posteriormente, se establecen el INFONAVIT que —a pesar de su inmensa corrupción— ha otorgado vivienda a más de 40 millones de mexicanos; y el Sistema de Ahorro para el Retiro, que logró consolidar un patrimonio creciente en las AFORES modernas (más de 3 billones de pesos en fondos de ahorro que prosperan aceleradamente). Además, no olvidemos los proyectos de infraestructura básica —en carreteras, presas, puentes, puertos, comunicación, etc.— y uno de los más grandes logros de este periodo: la educación primaria, secundaria y preparatoria universalmente gratuita y laica, donde se crearon escuelas aun en las poblaciones más marginadas de México y que actualmente tiene más de 30 millones de estudiantes en todo el país. Esta etapa termina el 2 de octubre de 1968 y se transforma —durante las NEFASTAS presidencias de Luis Echeverría y José López Portillo— en lo que conocemos como el nuevo liberalismo económico, cuyo iniciador, y quien lo consolida, es el presidente Carlos Salinas de Gortari. Ese otro periodo se caracteriza por dos factores fundamentales: en primer lugar, el desmantelamiento de las empresas paraestatales creadas sin ton ni son ni razón por el gobierno de Echeverría y los de sus sucesores, y que, en muchos casos, eran un lastre nacional. Erróneamente, se incluyó a empresas que no merecían correr la misma suerte, como Ferrocarriles Nacionales de México, la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, o la empresa estatal PEMEX, a las cuales intentaron desparecer debido a su sindicalismo corrupto. El segundo factor de este periodo es la corrupción y la impunidad sin límite. Se inicia con una crisis falsa provocada por la inflación ficticia de la Bolsa de Valores, cuyo derrumbe controlado deja en manos de veinte dueños de casas de bolsa los ahorros de la clase media. Luego viene la adquisición “regalada y arbitraria” de la industria

paraestatal útil y adecuada, incluyendo la de telecomunicaciones, y se remata finalmente con “el Fobaproa”, los “Swaps” y “el rescate carretero”, lo cual destroza lo poco que quedaba del capital de la clase media y enriquece a cien familias mexicanas —catapultando a sus integrantes a niveles de “billonarios internacionales”— y a los políticos que los fomentaron. Ese periodo, que culmina en el sexenio anterior, tuvo dos consecuencias de gran calado: la liberación de las fuerzas políticas, que debido a la presión popular nos llevaron a una alternancia fallida del poder entre el PAN y el PRI. Y la degeneración alarmante del tejido social mexicano, en donde casi nadie quedó ajeno a un proceso de corrupción e impunidad. Esto llegó a tal grado de cinismo, que Enrique

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Y, aun así, los medios de comunicación dicen que López Obrador, en sus primeros cien días, ha destruido más de lo que ha construido. Yo difiero. Pienso que López Obrador ha realizado el mayor intento de transformación positiva para el país que he presenciado en los últimos ocho últimos periodos presidenciales.

Peña Nieto expresó: “los procesos de corrupción son usos y costumbres del pueblo mexicano”, lo cual fue el disparador de una degeneración social sin precedente. El liberalismo económico, junto con el positivismo moderno y el capitalismo perverso, se conjuntaron para crear un caos y un desorden social, que es lo que estamos viviendo. La inconformidad masiva de un pueblo asediado por cientos de asesinatos diarios, por una delincuencia desatada sin control, gobernado por políticos traidores a la patria —abusivos, rateros, protectores de delincuentes, enriquecidos y ensoberbecidos por un poder sin límites— colmaron al pueblo mexicano, que en la última elección optó por “destrozar a los partidos tradicionales” y le dieron su voto absolutamente mayoritario a Morena, un partido prácticamente inexistente, que no es otra cosa más que Andrés Manuel López Obrador. López Obrador, después de 18 años de andanzas por toda la República, después de darle tres veces la vuelta a TODOS los pueblos de México, ha adquirido el poder y ha integrado un gobierno con “lo que encuentra y puede”, tratando de escoger lo mejor entre quienes no formen parte de la “mafia tradicional del poder”. Como se podrá observar “no la tiene fácil”, y sus enemigos de siempre acechan: tratan de disminuirlo y menguarlo en todo lo que pueden y, como detentan el poder del dinero y los medios publicitarios, enfatizan todas sus decisiones dudosas y minimizan sus grandes objetivos sociales, distorsionando cada una de sus disposiciones: transformar todas las instituciones mexicanas corruptas y restablecer tres pilares nacionales: la moral, la educación y la economía, este último a través de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos Mexicanos (PEMEX). Cada vez que se investiga cualquier institución gubernamental, se destapa una cloaca de corrupción: en CFE, en PEMEX, en las guarderías (robo de 40% del presupues-

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to), en los centros de atención a las mujeres ultrajadas (robo de 35% del presupuesto), en el INEGI (deformación de información con fines electorales), en el Aeropuerto Internacional de México (incremento de costos por corrupción de 30%), en el ya famoso huachicoleo (robo de combustible) —donde una industria del crimen producía 50 mil millones de pesos, tolerada por gobiernos anteriores con la intención de destruir PEMEX; en las excesivas comisiones de la banca privada, que nunca fueron debidamente supervisadas por los reguladores encargados de hacerlo; en la disminución de la burocracia, donde aviadores, parientes y partidistas generaban un gasto desmesurado (mismo que AMLO ha recortado para dar paso a la austeridad republicana de los servidores públicos); en los gastos de los partidos políticos, en el desvío de las partidas que el gobierno federal entregaba a los estados, etc. etc. En cien días ha encontrado y destruido más redes de corrupción que en los últimos ocho sexenios de liberalismo económico, que no solo no la atacaron, sino que la promovieron. En relación con la iniciativa privada, se calcula que la evasión de impuestos, con facturas falsas y otras trampas, asciende a 4% del producto interno bruto, tolerado y hasta promovido en gobiernos anteriores por corrupción, lo cual es equivalente a 1 millón de millones de pesos. Y en cuanto al crimen e impunidad, este gobierno morenista está enfrentando un hecho, ratificado por los mismos medios de comunicación que lo atacan: en México la impunidad existe en 99% de los crímenes que se cometen, solo 1% son castigados y eso bajo el amparo de las autoridades correspondientes. Para eso el Presidente ha batallado hasta lograr que se aprobara la Guardia Nacional y la nueva tipificación de delitos graves con un verdadero esfuerzo de coordinación federal, estatal y municipal; y atacar con fuerza tecnológica, coordinación y formación profesional, el flagelo de la violencia.


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Y, aun así, los medios de comunicación dicen que López Obrador, en sus primeros cien días, ha destruido más de lo que ha construido. Yo difiero. Pienso que López Obrador ha realizado el mayor intento de transformación positiva para el país que he presenciado en los últimos ocho últimos periodos presidenciales. Es con todos estos elementos con los cuales debemos tratar de comprender el mensaje del presidente Andrés Manuel López Obrador, sus conceptos como “los pobres primero”, su lucha anticorrupción e impunidad y mensajes como “la república amorosa”, las teorías del perdón o del “pueblo bueno” y de “reconciliación nacional”. Cuando habla de “honestidad republicana”, habla de la república con su división de poderes, del respeto a la democracia y al sistema de libre mercado, de los derechos de la propiedad privada, del respeto a la macroeconomía y al presupuesto, partiendo de que se superará la corrupción pública y privada.

López Obrador habla de algo muy poco común en nuestros tiempos. La Cuarta Transformación no es otra cosa más que una profunda transformación moral. En términos socio-económicos y en unión con la iniciativa privada —pues está consciente de que jamás el Estado ha producido riqueza ni tampoco fuentes de trabajo (ejemplo de eso son la Rusia comunista, la Cuba comunista y la Venezuela socialista, que verdaderamente destruyeron sin construir nada)—, no es más que el intento, en los tiempos modernos, de generar un auténtico “capitalismo humanista”. Tropo

Marcos Constandse. Empresario cancunense. Autor de los libros Yo soy nosotros. Una visión transpersonal del mundo (Diana, 2002) y Ecología y espiritualidad (Diana 2003). Su más reciente libro es, Déjalo ser, una novela sobre la historia de Cancún. Correo-e: marcos@xcaret.com

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Hija del sol: de la locura social a la salud mental Por Miguel Ángel Meza

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fin de abordar desde una mirada poética el mundo de la esquizofrenia y demostrar que la “enfermedad mental” sólo es la manifestación inconsciente de nuestra enfermedad social, la artista visual Norma Ordieres ha producido un video monocanal donde —a partir de imágenes metafóricas— propone que “la vuelta a lo natural, al respeto a la naturaleza, y despojarnos de todo lo que no necesitamos”, nos llevará a una nueva verdad donde se encuentra “la armonía y la paz” interior. El video —realizado en el marco del diplomado Fotonarrativa y Nuevos Medios, que la artista tomó en la Fundación Pedro Meyer— fue distinguido en marzo pasado con el primer lugar del Concurso de Artes Visuales Elio Carmichael convocado por el Instituto de la Cultura y las Artes, y se agrega a la serie de proyectos donde Ordieres ha explorado la belleza del desnudo para proyectar otras maneras de interpretación. Ya lo había referido Andrés de Luna —en el prólogo para el libro Pieles del más acá—, al comentar las fotografías de la artista radicada en Cancún desde 1986: sin olvidar el poderoso referente del desnudo, Norma ha logrado, afirma el erotómano, “la neutralidad ante el impulso lúbrico”, y las ha asimilado “al concepto de lo bello a través del hallazgo de la inminencia”. Y concluye: “Lo mejor de todo es que la mirada de Ordieres es una búsqueda alrededor del proceso de la belleza.” Así, el reto de la creadora fue trasladar su vivencia con una persona con esquizofrenia durante una semana, vivir de cerca su cotidianeidad, y buscar experimentarla “desde un lado poéticamente encantador” donde comprendió un aspecto del trastorno mental “que los médicos y los familiares tal vez no vean”.

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Norma Ordieres: Fotografía: Ricardo Carrillo.

Pretendió, así, “explorar el tema desde un aspecto muy personal y darle voz a individuos que experimentan esta condición y que son catalogados por la sociedad como seres humanos trastornados”, y, al mismo tiempo, dotar de belleza ese resultado. “Vivir la realidad que planteo en la primera parte del video es una locura en la que todos somos testigos y a la vez cómplices”, afirma la artista. En Hija del Sol, “mi propuesta metafórica está expuesta en la segunda parte, donde la vuelta a lo natural, al respeto a la naturaleza, a despojarnos de todo lo que no necesitamos, a desnudarnos, (…) y entregarnos a lo que somos realmente, (…) nos llevará a la armonía y a la paz. El personaje traslada al espectador la responsabilidad de escuchar y sanar, de respetar la esencia de lo que somos.” “Creo mucho en la relación emocional sobre las causas y dolencias en las enfermedades; y los trastornos mentales no son la excepción. El planteamiento que hago, es que la salud mental es un problema social. La amenaza no es exterior sino de nuestra actitud mediocre y conformista”. Y agrega, siguiendo las tesis de Jacques Martel: “la locura se produce cuando ya no puedo más y rechazo el mundo en el cual vivo. Me siento agredido y perseguido de todas partes, sobre todo por mi propia familia. Me encierro en mi propio universo en el cual me siento muy bien y nada me puede alcanzar. Un modo de cortarme definitivamente de mi familia y del mundo exterior. Es la huida y la evasión.” En las siguientes páginas, ofrecemos algunas imágenes de ese video, para cuya realización, aclara la fotógrafa, contó con la colaboración de varios talentos que la ayudaron a expresar lo que quería. “Este proceso fue de lo más rico y del que aprendí enormemente, porque al final el mismo planteamiento que hice en el video (ser nosotros mismos) lo viví hermanando con varias personas”. Tropo


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